Las vidas de San Francisco - Rodrigo Pérez de Arce - E-Book

Las vidas de San Francisco E-Book

Rodrigo Pérez de Arce

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"Referido al conjunto patrimonial de la orden Franciscana en Santiago y su entorno, una trama de temas arquitectónicos, urbanos y patrimoniales confluyen en este volumen. La consideración de las cambiantes fisonomías e interfaces urbanas de los conventos franciscanos en Latinoamérica constituye un aporte inédito, que enriquece y sitúa la comprensión del caso local en un contexto histórico y geográfico mayor. Esta sección, realizada por especialistas y observada desde sus respectivos casos, devela los trances urbanos de Lima, Caracas, Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá, Quito, La Paz, Asunción, Montevideo y Santiago. En el caso chileno se examina con particular atención el devenir de las últimas cinco décadas, periodo en donde intensos debates en torno a la restauración y puesta en valor coinciden con importantes cambios urbanos. Sus respectivos proyectos y argumentos se exponen por primera vez conjuntamente, incluyéndose un significativo acopio de documentos inéditos. Un atlas de planos y levantamientos realizados por un taller del Magíster en Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile aporta un caudal de planos, proyecciones axonométricas y vistas referidas al monumento histórico y su cambiante entorno hacia el 2019. Cierran el volumen los diversos proyectos de intervención realizados en ese mismo taller respecto al monumento y su entorno".

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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

[email protected]

www.ediciones.uc.cl

LAS VIDAS DE SAN FRANCISCO

Arquitectura, patrimonio y ciudad

Rodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda, editores

© Inscripción Nº 2023-A-9500

Derechos reservados

Noviembre 2023

ISBN N° 978-956-14-3203-1

ISBN digital N° 978-956-14-3204-8

Director del Centro de Patrimonio Cultural UC: Umberto Bonomo

Editores: Rodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda

Producción editorial: Andrea Bravo

Colaboración: Blanca Valdés

Levantamientos, proyectos y contribuciones de: Andrea Bravo Faundes, Julio Guerrero Pastas, Diego Hamilton Miranda, Juan Infante Claro, Francisca Ríos Rey, Victoria Uriarte García, Felipe Vollmer Pizarro, Juan Walker Aninat, Gabriela Wilches Jácome

Ensayos: Iván González Viso, Silvia Arango, Luiz Fernando de Almeida y Benjamim Saviane, Inés Del Pino, Alberto Quintela, Paulo Dam, Josefina Matas Musso, Fr. Samuel Abiyu Zacara o.f.m. y Oscar León Deheza, Juan Pablo Pekarek, Bettina Bray, Elvira Pérez, Gonzalo Carrasco

Contribución: Felipe Correa

Imagen portada: elaborada en el Taller de Investigación y Proyecto 2019 “Las vidas de San Francisco”, Magíster en Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Imagen contraportada: croquis de León Rodríguez

Diseño y retoque de imágenes: Carolina Valenzuela

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Las vidas de San Francisco : arquitectura, patrimonio y ciudad / ensayos Iván González Viso [y otros] ; Rodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda (editores).

1. Convento San Francisco de Asís (Santiago, Chile).

2. Desarrollo urbano - Chile - Santiago - Historia.

3. Edificios de misiones españolas.

I. t.

II. Pérez de Arce Antoncich, Rodrigo, editor.

III. Cerda Errázuriz, Emilio de la, editor.

2023 726.50983 + DDC23 RDA

La reproducción total o parcial de esta obra está prohibida por ley. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y respetar el derecho de autor.

ÍNDICE

Prólogo

Agradecimientos

Introducción. Las Vidas de San FranciscoRodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda

Capítulo I Orden y lugar: diez enclaves franciscanos y sus inserciones en ciudades latinoamericanas

Orden y lugar: diez enclaves franciscanos y sus inserciones en ciudades latinoamericanas

Rodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda

La manzana del Convento de San Francisco de Santiago de León de Caracas: microcosmos de tensiones urbanas y visiones arquitectónicas

Ivan Gonzalez Viso

La Esquina de San Francisco en la Historia de Bogotá

Silvia Arango

La dimensión cultural y arquitectónica de San Francisco de Quito

Inés Del Pino

El convento de San Francisco en cuatro cartografías de Quito

Felipe Correa

El convento de San Francisco de Asís en Río de Janeiro

Luiz Fernando de Almeida, Benjamim Saviane

Un convento al pie de la barranca: el conjunto franciscano de Lima Paulo Dam

Los franciscanos en La Paz

Josefina Matas, Fr. Samuel Abiyu o.f.m, Oscar León

San Francisco en Buenos Aires

Juan Pablo Pekarek

Las vidas de San Francisco de Asís en Montevideo

Alberto Quintela

Los Franciscanos en Asunción

Bettina Bray

San Francisco, proyecto y ciudad (1577-1920)

Elvira Pérez

Capítulo II Siglo veinte, cambalache: patrimonio en construcción Rodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda

Capítulo III Atlas de San FranciscoRodrigo Pérez de Arce, Emilio De la Cerda, Andrea Bravo, Julio Guerrero, Diego Hamilton, Juan Infante, Francisca Ríos, Victoria Uriarte, Felipe Vollmer, Juan Walker, Gabriela Wilches.

Ciudad y convento. Introducción al Atlas de San Francisco en Santiago Las piezas del barrio

Cara y contracara

Topografías aéreas

Capítulo IV Ocho propuestas Taller de investigación y proyecto 2019 “Las vidas de San Francisco” Magíster en Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile

Capítulo VLa nave y el claustro: La Vicaría de la Solidaridad, los espacios de inmunidad y la Exposición Internacional de Plástica del claustro de la iglesia de San Francisco, 1978Gonzalo Carrasco

Anexos

Bibliografía reunida

Biografías autores

PRÓLOGO

UMBERTO BONOMO

Profesor asociado, Escuela de Arquitectura, Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de ChileDirector, Centro del Patrimonio Cultural UC

El séptimo volumen de la colección Patrimonio, titulado Las vidas de San Francisco. Arquitectura patrimonio y ciudad, editado por Rodrigo Pérez de Arce y Emilio De la Cerda, puede ser considerado un mosaico del legado de la producción de la Orden Franciscana en América latina.

Este texto sitúa la iglesia y el convento de San Francisco en Santiago de Chile como el centro de la discusión, pero desde Santiago se desarrolla un periplo latinoamericano que evidencia la praxis mediante el cual la Orden Franciscana se asentó en las principales capitales del continente. La decisión de los editores de situar el caso de la antigua Capitanía General de Chile en un panorama internacional, ofrece al lector un acervo inédito de experiencias, vicisitudes, problemáticas e historias de lugares y edificios que hoy son parte fundamental del legado patrimonial de nuestras ciudades.

En Santiago, Quito, Montevideo, Río de Janeiro, Lima, La Paz, Asunción, Buenos Aires, Caracas y Bogotá hay enclaves urbanos, arquitectónicos y culturales en los cuales el tiempo se dibuja, proyecta, construye y deja rastros indelebles que conforman articulados palimpsestos cargados de sentido e identidad.

Los rastros de estas historias son visibles en las más de 350 figuras, provenientes de archivos documentales originales que fueron resguardados con cuidado, para confluir en esta publicación como un atlas de la memoria franciscana en el continente. Las fotografías históricas, los planos y reconstrucciones planimétricas recopilados en este libro reflejan el enorme esfuerzo del equipo editorial por levantar, describir y ordenar un cuerpo gráfico-visual que acompaña el relato argumental del libro.

Los edificios estudiados en la publicación, y especialmente el Convento e Iglesia de San Francisco, son testimonios solitarios de la transformación y el desarrollo de las ciudades en las cuales se insertan. Las iglesias franciscanas son las más antiguas en varias de las ciudades estudiadas, han sobrevivido y revivido como quimeras a terremotos, incendios, inundaciones o transformaciones urbanas radicales. Las torres campanarios son elementos comunes que sobresalen de la horizontalidad de los entornos urbanos de impronta colonial y que hoy son desafiadas por las dimensiones y escalas de las metrópolis contemporáneas.

Junto a la visión panorámica de los principales enclaves franciscanos en el continente, entendidos como parte de un sistema colonial de implantación que evoluciona de manera diferenciada, este número de la colección constituye un intento por relevar y ordenar algunos tópicos fundamentales del enclave arquitectónico, urbano y artístico situado en el corazón fundacional de la capital chilena. Nos referimos específicamente al dinamismo del patrimonio y su capacidad de persistir y responder de forma resiliente al cambio. Los editores, en la introducción del libro, se refieren a la “estabilidad impermeable” de San Francisco evidenciada por la acumulación de vidas de este monumento desde la colonia hasta nuestros días.

Los conventos, los claustros, las plazas circundantes, la expresión de las fachadas, responden a los cánones artísticos y decorativos que se sucedieron en casi quinientos años de historia. Sin embargo, este libro no nos presenta solo las vidas que vivió San Francisco sino también nos despliega los principales proyectos desarrollados durante el siglo XX para este lugar. Estos constituyen un relato disciplinar relevante que tensiona las ideas de conservación, restauración o intervención patrimonial, debates que se mantienen vigentes en la actualidad.

Las vidas de San Francisco que se presentan en este libro conforman un collage de piezas parcialmente transparentes que, al superponerse, logran altos niveles de fricción. Es la energía acumulada en esa fricción, en los descalces y las contradicciones, la que activa nuevos marcos interpretativos necesarios para develar la complejidad del patrimonio que aquí se presenta.

AGRADECIMIENTOS

Hermanos franciscanos de San Francisco Alameda: Fr. Isauro Covilli o.f.m., Fr. Miguel Ángel Correa o.f.m., Fr. Nicolás Alfaro o.f.m., Fr. Javier Mac-Mahón o.f.m.

María Angélica Zegers, directora Ediciones UC.

Umberto Bonomo, director Centro del Patrimonio UC.

Isabel García, directora Archivo de Originales Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos UC.

Iván González Viso, Silvia Arango, Luiz Fernando de Almeida, Benjamim Saviane, Inés Del Pino, Alberto Quintela, Paulo Dam, Josefina Matas Musso, Fr. Samuel Abiyu Zacara o.f.m, Oscar León Deheza, Juan Pablo Pekarek, Bettina Bray, Elvira Pérez, Gonzalo Carrasco, Felipe Correa.

Andrea Bravo, Julio Guerrero, Diego Hamilton, Juan Infante, Francisca Ríos, Victoria Uriarte, Felipe Vollmer, Juan Walker, Gabriela Wilches.

Javiera Benavides, Pelagia Rodríguez, Hernán Rodríguez, Raúl Irarrázabal Covarrubias, José De Nordenflycht, Francisco Monge, Carolina Valenzuela, Raimundo Lira, Arturo Lyon, Alejandra Bosch, Danilo Martic.

Secretaría Técnica del Consejo de Monumentos Nacionales de Chile.

Blanca Valdés, quien en su rol de ayudante del taller “Las Vidas de San Francisco”, realizado durante los años 2019 y 2020 en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile, colaboró activamente en el origen de esta publicación.

Un especial agradecimiento a Andrea Bravo, productora editorial del libro, sin cuyo trabajo realizado, esta tarea no habría sido posible.

INTRODUCCIÓNLAS VIDAS DE SAN FRANCISCO

RODRIGO PÉREZ DE ARCE, EMILIO DE LA CERDA

Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile

El atlas que hemos titulado Las vidas de San Francisco se propone examinar una trama de relaciones y conflictos surgidos entre las consideraciones patrimoniales y urbanas de un sector céntrico históricamente significativo. El caso en cuestión es el enclave aglutinado en torno al convento de San Francisco en Santiago, lugar que ha visto sucederse un conjunto de iniciativas urbanas singulares, arrimadas de algún modo a la maciza presencia tutelar de la arquitectura del antiguo convento. Las preguntas que el caso levanta contienen proyecciones de índole mucho más general.

Si la antigüedad de una pieza, un edificio o un conjunto constituye de por sí un factor de rareza y consecuentemente un criterio de valor patrimonial, especialmente en un contexto de terremotos que ha hecho forzoso el reemplazo de la forma construida, el convento en cuestión, cuyas trazas y elementos importantes datan de un poco más de 400 años, resalta, aunque solo sea por exceder en antigüedad, a cualquier otra obra arquitectónica en Santiago de Chile (la iglesia y el primer piso del claustro son de las pocas estructuras que sobrevivieron al terremoto de 1647).

Alejándose de la idea estática de una forma auténtica y singular, esa misma acumulación de años se nos presenta como una sucesión de ajustes y cambios en su estructura y fisonomía acorde con la llamada ‘paradoja de Teseo’, según la cual, en la descripción de Plutarco, el reemplazo de las tablas estropeadas del barco de Teseo por piezas nuevas y más resistentes, hasta sustituir la totalidad del original, ponía en duda su identidad, desencadenando un dilema respecto a si el barco en cuestión seguía siendo el mismo o había dejado de serlo1. Así como con la embarcación, el Convento ha sido –y sigue siendo– un epicentro de transformaciones al compás de las que se efectúan en su entorno, en donde muchas identidades cambiantes se van sobreponiendo a ciertos elementos de continuidad en una historia de aportes ajustes y mestizajes.

Resulta por tanto paradójico que su sola presencia como el conjunto más antiguo de Santiago, acompañada del adjetivo colonial, así como la fijación vía decreto de su condición patrimonial, construyan una idea de estabilidad impermeable, donde el tiempo es un dato abstracto y no ese agente erosivo y transformador del cual hablaba, entre otros, John Ruskin. La acumulación de vidas en San Francisco es una clave para entender la sobrevivencia de la arquitectura antigua –y su futuro posible– no solo en términos de resistencia, sino de adaptación de la forma y de las ideas que la sostienen a las exigencias de cada tiempo.

En ese largo y accidentado devenir, el año 2018 marcó un importante punto de inflexión al homologar temporalmente las vivencias republicanas del Convento a las coloniales que le dieron origen. Doscientos años de vida republicana marcaron su identidad pública y son especialmente reconocibles en las transformaciones aportadas por el arquitecto Fermín Vivaceta, que le otorgaron a la torre ese valor icónico que hoy nos resulta tan familiar y “propio”, a pesar de su ascendiente tipológico anglosajón y de ser la cuarta torre que ha tenido el templo a lo largo de su historia. Pero el proceso sigue en curso.

Hacia 1910 el Convento poseía todas las piezas de un complejo entramado de patios, chacras y potreros que se insertaba en completa sintonía con una ciudad de patios y jardines interiores, en donde las materialidades de los muros y las cubiertas se restringían por lo general al adobe y las tejas ‘musleras’, de arcilla; y en que la dimensión vertical estaba determinada por las torres de los templos y la sonoridad de sus campanarios. Los grandes faldones de la iglesia franciscana de Alameda daban cuenta de esa identidad como también de una significativa transformación de la nave. Su ampliación lateral y expansión posterior, finalizada recién en 1895 con el cierre de la esquina nororiente del templo2, configuraban la actual caja muraria rectangular, de modo que su monumental cubierta a tres aguas, que enmascara las diversas plantas anteriores, representa fielmente la paradoja de Teseo.

Distintas sensibilidades se dejaron sentir en ese decurso: unas apelando a la Colonia, a veces plasmadas en cierta rusticidad; otras a los valores de la República, reflejadas en un énfasis neoclásico; las más actuales asociadas a los imaginarios del enclave turístico; y otras que afectan de modo general o particular a las piezas del barrio. Mientras tanto la ciudad, cada vez más compleja y heterogénea, sustituía la matriz de patios por otra de bloques, en esa reversión del sistema de llenos y vacíos urbanos que subrayaban Colin Rowe y Fred Koetter en Ciudad Collage3.

La venta de parte del convento y sus huertas interiores en 1913, junto a la demolición de este sector del conjunto monástico en 1921, permitió la eventual creación del barrio París y Londres como un enclave escenográfico de alto prestigio, señalando otra fase transformativa cuyas repercusiones afectan la conectividad de la trama urbana. Podría entendérsela como una reverberación de las anteriores aperturas de calles tapadas o bloqueadas por los innumerables enclaves monásticos de Santiago, que habían sido tan decididamente impulsadas por Vicuña Mackenna hacia fines del siglo XIX. Irrigando actividad hacia el sur de la Alameda, este barrio se proponía inaugurar nuevos enclaves residenciales con tipologías que prescindían del patio como configurador del grano de la ciudad. Mediante una sofisticada operación inmobiliaria, lograron crear nuevos frentes públicos y asociar formas urbanas propias del urbanismo de Camilo Sitte con los azares que el corazón de manzana de chacras y patios franciscanos había acumulado por más de 300 años.

En línea con sus propios rasgos identitarios, la operación de la calle Londres incluyó la superposición de fachadas historicistas a los muros –anteriormente pareados y colindantes con uno de los patios eliminados– y el cabezal del claustro, enmascarándolos en un lenguaje que buscaba mantener coherencia estilística con el eclecticismo del nuevo conjunto. Todo esto acompañado de una microhistoria de ajustes que comprometían el acceso al convento, las distribuciones internas, los cultivos y el manejo del jardín, y el equipamiento progresivo del conjunto mediante infraestructuras modernas de agua alcantarillado, electricidad y gas domiciliar.

La construcción de la Pérgola de las Flores el año 1927, como una suerte de pieza de remate del paseo de la Alameda contigua al macizo cuerpo de la Iglesia, y su demolición el año 1948, quedaron plasmadas en el imaginario público mediante una popular obra musical de 19604.

La declaratoria en 1951 como Monumento Histórico de un conjunto de Iglesias capillas y Campanarios, que incluían a San Francisco Alameda, da cuenta de un reconocimiento oficial del valor patrimonial de parte del Estado, a la vez que de las normas que lo resguardan que, dicho sea de paso, con bastante probabilidad han impedido la demolición del convento.

Durante el siglo XX, y al igual que lo ocurrido con los enclaves franciscanos en otras ciudades latinoamericanas, sobre el convento de Santiago se presentaron una serie de amenazas, asociadas tanto a su potencial como suelo urbano en pleno centro, así como a la creciente demanda por espacio para el transporte público y los vehículos motorizados. En el caso chileno, su presencia resultaba especialmente crítica para la continuidad de estos flujos, debido a la inflexión en el trazado urbano que genera el templo de San Francisco Alameda, el que corre paralelo al damero fundacional y no al ángulo de la antigua Cañada.

El paradigma de protección de entornos que la ley chilena denomina Zona Típica y Pintoresca (1970), la declaratoria de 1982 otorgada al barrio París Londres y el decreto complementario del 2018 que viene a fijar su dimensión, dan cuenta de una particular concepción del pasado, de base más territorial. Fundada en relaciones de conjunto, la norma decanta en un polígono que dirime los límites físicos entre lo considerado “típico” y su entorno, levantando en esa misma definición sus propios dilemas, ya que aquello que queda fuera del polígono viene a regirse por las disposiciones generales de la norma urbana, lo cual explica la situación actual de enclave en baja altura del conjunto patrimonial, en medio de edificios en altura asociados a distintas políticas de densificación y regeneración urbana desarrolladas en las últimas décadas.

La instauración del sitio de memoria de Londres 38, ratificada por una declaratoria de monumento histórico del año 2005, arrancó de un relativo anonimato a una de las casas del barrio para asegurar, mediante la permanencia pública del recinto, el recuerdo de los episodios más aberrantes de la dictadura.

De este modo, sumadas a las intervenciones en el convento y su entorno, otro tipo de transformaciones –de orden cultural y normativo– como son el interés público por la categoría de “patrimonio”, su consagración en entidades encargadas de fijar esas categorías, sus diversas resonancias y su paulatino efecto en el resguardo de obras singulares y conjuntos mediante cuerpos normativos, surgieron como un primer atisbo a criterios y eventos de gran consecuencia.

Con todo lo que implican respecto a nuestra relación con el pasado, los conceptos de “museo” y “patrimonio” simplemente no existían hace 400 años, mientras que el mundo de objetos y figuraciones del convento y su Iglesia revelaba fuertes connotaciones rituales capaces de energizar las relaciones de los oficiantes y el público en sus ceremoniales propios de la orden monástica. Así como el objeto de culto pasó a la categoría de objeto de arte, esa mirada ritual que hoy nos resulta ajena –o al menos muy lejana– la hemos sustituido de algún modo por la del visitante en el museo.

La apertura del Museo de Arte Colonial de San Francisco en 1969 marca un significativo punto de inflexión en el devenir del barrio, no solo por revelar por primera vez al público de Santiago los secretos del claustro, hasta entonces reservado a los frailes, sino también por desplazar los antiguos valores rituales de sus objetos al marco más secular del museo de arte. Por primera vez pudieron los ciudadanos acceder al claustro y sus tesoros mientras que los frailes de la orden replegaban su actividad al segundo piso del convento. Coincidente con las disposiciones del Concilio Vaticano II, esta iniciativa concordaba con la intención de acercar los ámbitos del claustro y de la vida urbana.

Siguiendo el análisis que hace Robin Evans5 a la arquitectura del claustro, en que la soledad de los eremitas en el desierto se domestica y replica mediante dispositivos arquitectónicos cuyas configuraciones en base a muros permiten un aislamiento en densidad, independiente de las condiciones geográficas, la operación de apertura a la ciudad que realiza el convento adquiere profundas implicancias epistemológicas e históricas.

Como veremos, las acciones que se sucedieron, como la refacción del claustro, la remodelación de la fachada de la iglesia mediante el retiro de los agregados de 1860 –exponiendo la estructura muraria original–, el igualmente controversial retiro de los estucos de la nave principal, el reemplazo de las fachadas eclécticas realizadas en 1925 hacia la calle Londres y su sustitución por una nueva fachada de impronta “colonial” en 1974, el desmantelamiento de los cielos falsos en el claustro y muchas otras que el atlas consigna, generaron intensos debates públicos. Acompañando las numerosas transformaciones, los cultivos del claustro han llenado el espacio en contraste a su condición histórica más despejada, en un silencioso proceso transformativo cuyo alcance resulta ser, sin embargo, de no menor importancia.

La sucesión de proyectos y propuestas de los arquitectos Juan Benavides, León Rodríguez, Rodrigo Márquez de la Plata, José María Peña, Raúl Irarrázabal, Hernán Rodríguez, Montserrat Palmer, Ernesto Labbé, Raimundo Lira y Patricio Schmidt, por nombrar a los principales, dan cuenta de las diversas posturas asumidas en la segunda década del siglo pasado respecto a cómo enfrentar el espacio patrimonial en términos doctrinarios y proyectuales.

La excepcional resistencia del templo a los sismos acumulados durante cuatro siglos ha motivado recientes investigaciones a su sistema estructural, cuyos resultados son especialmente interesantes para comprender el rol que tuvo la mano de obra indígena americana en su proceso de construcción. Tal cual ha consignado la arqueóloga peruana Ruth Shady para explicar la resistencia de las estructuras de Caral, en Perú, mediante el uso de fundaciones con capacidad de disipar energía sísmica, Natalia Jorquera postula que la resiliencia de San Francisco se explica por la presencia de un sistema constructivo basado en bolones de piedra de canto rodado en la base de sus muros originales de adobe6.

Este conocimiento específico de ingeniería antisísmica previa a la llegada del español asigna al conjunto un carácter mestizo que, por la vía de la arqueología histórica, viene a enriquecer la idea que la historiografía y la norma han construido sobre el conjunto.

Nuestro atlas recoge una trama de eventos reunidos alrededor del convento y su entorno con especial énfasis en los cincuenta años transcurridos desde la apertura del claustro y la instalación del museo. El documento y las pesquisas que lo acompañan toman como base material y conceptual el trabajo de un taller de magister en arquitectura que dirigimos entre los años 2019 y 2020 en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile con el apoyo de la profesora ayudante Blanca Valdés. Desde esa plataforma, y en un ánimo colectivo, nos proponíamos examinar un enclave patrimonial con una mirada atenta y desprejuiciada a todas sus piezas y componentes. Nos interesaba registrar en ese predicamento las transformaciones urbanas del conjunto encuadrado en la macro manzana comprendida entre la Alameda Bernardo O’Higgins, Serrano, Alonso de Ovalle y Santa Rosa.

En línea con significativas publicaciones como Learning from las Vegas de Venturi, Scott Brown e Izenour7, o Made in Tokio de Atelier Bow Wow8, por mencionar las más conocidas, ambas fieles a las lógicas del atlas, es decir, con estructuras discursivas que tejen un equilibrio argumental entre el texto escrito y la imagen de elaboración propia, el nuestro se propone explorar cartografiando y, mediante el levantamiento, generar un ir y venir de interacciones con el sitio. La mirada no prejuiciada que enfatiza el clásico estudio de Las Vegas permite poner la atención sobre la realidad para atraparla en todos sus rasgos, con el propósito de entender lo que verdaderamente ocurre antes de someterla a un juicio crítico y selectivo. En este marco, la construcción de la imagen surge a la par con la construcción del argumento.

Así el atlas reúne no solo las piezas consagradas como patrimoniales (el Monumento Nacional en las categorías de Monumento Histórico y Zona Típica) sino también y con igual atención grandes edificios de estacionamientos hibridados mediante el aporte de programas inesperados, sitios eriazos, y acciones urbanas olvidadas, decantadas en una arquitectura “ordinaria”, como lo es por ejemplo el pasaje Juan Antonio Ríos que el urbanista Karl Brunner abría en continuidad al primer impulso de fragmentación de las grandes manzanas.

No se trata entonces de historizar el devenir de un conjunto monástico, sino más bien de auscultar qué ocurrió durante el siglo XX y los inicios del actual, en el juego de relaciones entre esta pieza histórica y su entorno, con un énfasis más detallado en las cinco últimas décadas, es decir, en aquel espacio temporal que aún no ofrece suficiente distancia a la mirada histórica y en donde la oralidad y los testimonios vivos están aún presentes. Se trata de un momento en donde, como hemos visto, la conciencia de la historia y del patrimonio han alcanzado además nuevos niveles.

El estallido social del 2019 en Chile y sus secuelas con la pandemia dan cuenta de la centralidad del espacio estudiado como escenario de mítines masivos y protestas, a la vez que de su fragilidad, en tanto piezas de primera línea dentro del escenario urbano. Esos eventos dan cuenta también de la urgencia de actualizar la vocación delineada hace medio siglo y definir sus proyecciones futuras, siendo capaces de plantear las preguntas adecuadas.

En las últimas décadas, ¿qué ocurrió con este enclave urbano?, ¿cómo evolucionaron sus piezas?, ¿cuáles fueron las dinámicas y lógicas que impulsaron sus procesos transformativos? Se trata de preguntas relevantes, todas de proyección instrumental, en tanto apuntan a las potencialidades del conjunto entendido como un proyecto en curso, que –nuevamente la paradoja de Teseo– no acabará nunca de completarse.

Como resulta evidente, las tramas de esta narrativa convocan hechos urbanos y locales en una diversidad de escalas. El atlas ofrece dos encuadres principales, uno más amplio y urbano, en donde resaltan las relaciones con el gran eje estructurante de la Alameda, también en el marco de los diversos intentos que se realizaron por superar el límite del centro metropolitano que marcaba esta avenida traspasando su orilla sur. Las inesperadas y problemáticas resonancias aportadas por el reciente proceso -más o menos desenfrenado- de densificación residencial en las manzanas del sur de la Alameda en las últimas décadas ha hecho de nuestro enclave una isla excepcional. Esa misma política de densificación destinada a repoblar el centro en base al reemplazo del grano construido por grandes bloques transformó la pregunta por el patrimonio urbano en un problema político y ciudadano, reemplazando la visión experta que dio pie a estas protecciones en las décadas precedentes.

El otro encuadre, de impronta más propiamente barrial, se circunscribe al cuadrante anteriormente descrito, auscultando en detalle sus tramas urbanas, tipologías y piezas singulares, y representando con mayor detalle las diversas cuestiones que el atlas propone como materias de interés urbano y arquitectónico.

Los capítulos del atlas levantan desde el caso contingente preguntas de orden general. En este predicamento, y considerando la dimensión global de la Orden Franciscana, hemos querido invitar las colaboraciones de diversos autores latinoamericanos para presentar desde una mirada local e informada los casos de Caracas (Iván González Viso), Bogotá (Silvia Arango), Quito (Inés Del Pino y Felipe Correa), Río de Janeiro (Luiz Fernando de Almeida y Benjamim Saviane), La Paz (Josefina Matas Musso, Fr. Samuel Abiyu Zacara o.f.m. y Óscar León Deheza), Lima (Paulo Dam), Buenos Aires (Juan Pablo Pekarek), Montevideo (Alberto Quintela), Asunción (Bettina Bray) y Santiago (Elvira Pérez).

De tal manera, se da cuenta de la presencia histórica y territorial de la orden franciscana en algunas de las principales ciudades de la región, las que han evolucionado a la par que los enclaves monásticos. Las diversas aproximaciones dan cuenta de procesos paralelos de negociación entre conventos y ciudades en cada uno de esos lugares, situando nuestro caso en una perspectiva compartida más amplia.

Lo anterior resulta especialmente significativo ya que una de las condiciones que cuestiona la singularidad excepcional de la pieza es su filiación a un sistema continental de colonización basado en lógicas de intercambio, repetición, patrones, tipologías y estándares compartidos con otros contextos en todo el territorio americano.

Estos aportes confluyen en el Capítulo I, “Orden y lugar: diez enclaves franciscanos y sus inserciones en ciudades latinoamericanas”, en donde se despliegan someramente las respuestas que una misma orden religiosa dio a la cuestión del conjunto monástico, y las relaciones que cada caso estableció con sus entornos geográficos y sociales. La perspectiva comparada permite identificar patrones de asentamiento comunes a la orden en los distintos casos que aquí comparecen. Entre ellos, la búsqueda de emplazamientos en la periferia de las ciudades recién fundadas, la vinculación con cursos de agua y la proximidad con poblaciones locales aparecen como rasgos singulares. Acaso por lo mismo, pueden identificarse también ciertas coincidencias en la evolución urbana de estos enclaves monásticos y las problemáticas que enfrentan respecto a su contexto inmediato.

El Capítulo II, “Siglo veinte, cambalache: patrimonio en construcción”, analiza y pone en relación los proyectos desarrollados sobre el conjunto franciscano de Alameda a partir de la década de 1970, por destacadas figuras de la arquitectura del período. Si bien muchas de estas propuestas quedaron en proyecto, constituyen fuentes documentales de gran interés ya que, aparte de ser relativamente desconocidas, refuerzan el carácter abierto que ha moldeado San Francisco a lo largo de su historia y expresan distintas posiciones respecto al problema de la preexistencia patrimonial, a la evolución de la pieza histórica y al rol urbano que está llamada a cumplir. Poner estos proyectos en relación permite constatar además que elementos que se han instalado como presencias históricas permanentes en el imaginario de Santiago constituyen interpretaciones de factura reciente, reflejando no tanto un apego estricto al pasado de la pieza como una cierta idea coyuntural de lo que estaría llamada a ser y a comunicar.

El Capítulo III, dedicado al “Atlas de San Francisco”, contiene un primer apartado titulado “Ciudad y Convento, Introducción al Atlas de San Francisco de Santiago”, que aborda las relaciones del conjunto y su barrio con los grandes planes de modernización abordados en el casco central de Santiago, con especial énfasis en aquellos que afectan a la Alameda y sus proyecciones hacia el Sur. El aporte de Felipe Vollmer ha sido especialmente decisivo en esta reconstitución, en donde comparecen los grandes planes urbanos, como también cierto desplazamiento de la figura del urbanista por la del planificador territorial, y del diseño espacial por el énfasis en los flujos urbanos.

En el apartado, denominado “Las Piezas del Barrio”, comparecen el convento, conjuntamente con hoteles y edificios de estacionamiento surgidos en su entorno, como formas urbanas primarias, capaces de orientar los desarrollos aledaños. Diego Hamilton, Juan Infante, Juan Walker, Gabriela Wilches y Victoria Uriarte aportan importantes datos y descubrimientos vinculados a esta trama. Son historias paralelas y de diverso origen que dan cuenta de la resiliencia y adaptabilidad de las grandes formas, con resultados a veces sorprendentes.

La siguiente sección se titula “Cara y Contracara”, aludiendo al énfasis escenográfico y pintoresquista de la operación París Londres, como también a su incidencia en la definición de lineamientos de resguardo de la zona típica respecto a las condiciones menos evidentes de su contraparte, como son la importancia de sus estructuras tipológicas en la configuración de los interiores de manzana, sus patios y cultivos, sitios eriazos y muros medianeros. Es destacable el que los patios del barrio París Londres son los últimos vestigios de la organización tipológica en torno a estos espacios, cuya puesta en escena se realiza justamente cuando los patrones de construcción exenta de la ciudad jardín están en pleno auge. En esta sección destacan los aportes de Andrea Bravo, Victoria Uriarte y Francisca Ríos.

La entrega final del capítulo del atlas se titula “Topografías Aéreas”, atendiendo la peculiar configuración de las cubiertas del barrio, sus transformaciones y potencialidades. En este apartado cobra especial atención el hecho de que la protección de los conjuntos patrimoniales, mediante la limitación de alturas en el polígono de la zona típica, ha asegurado en este caso la consolidación de un estrato uniforme de alturas, unos amplios campos visuales y unas condiciones espaciales muy excepcionales respecto al entorno. Constituye esta condición una suerte de zona de reserva de gran potencial, pese a que la norma ha sido laxa respecto al tratamiento de las cubiertas, con la consecuente degradación de estos espacios, muchos de los cuales proponían terrazas habitables como parte de su configuración original. Las preguntas de este capítulo apuntan también a reflexionar sobre los alcances del resguardo patrimonial, que para el caso ha estado excesivamente focalizado en las fachadas. Julio Guerrero fue quien indago en estas problemáticas con mayor intensidad.

En el capítulo IV, “Ocho propuestas”, se presentan someramente los avances de proyecto realizados por los integrantes del taller en paralelo a la realización mancomunada del atlas, que fue elaborado colectivamente como una obra coral decantada en el juego de planos generales. La presencia de ensayos proyectuales en la publicación tiene un sentido doble. En primer lugar, abrir un horizonte de posibilidades que viene a reconocer el potencial urbano de este enclave, el cual supera las limitaciones normativas y conceptuales con que tradicionalmente puede asociarse el hecho de operar en el campo del patrimonio cultural. En segundo lugar, viene a reafirmar que el sentido de este trabajo en torno al conjunto franciscano busca no solo profundizar el conocimiento sobre uno de los hechos históricos, arquitectónicos y urbanos más destacados de la ciudad, sino plantear preguntas respecto a su futuro, a su permanente evolución y a su capacidad de seguir participando del desarrollo urbano de Santiago en el siglo XXI.

Cerrando la sección de ensayos, el Capítulo V recoge el aporte del arquitecto y profesor de la Universidad Católica de Chile, Gonzalo Carrasco. En su contribución, el académico trae a presencia el compromiso con la defensa de los derechos humanos que durante la dictadura llevó adelante la Iglesia de Santiago y el rol que jugó en esa tarea la Vicaría de la Solidaridad. Destaca el desarrollo en noviembre de 1978 de la Exposición Internacional de Plástica del Año de los Derechos Humanos, que reunió 178 obras de destacados artistas chilenos y extranjeros en el claustro de San Francisco de Alameda. En esa oportunidad, nave y claustro sirvieron de refugio para el arte, cancelado y perseguido por el régimen militar, reafirmando por esta vía la solidaridad de la orden y el rol del espacio sagrado como zona de resguardo y protección al perseguido.

1. El problema de la autenticidad propio del rito de reemplazo de los templos del Santuario de Ise, el lugar sagrado más importante del Japón sintoísta, que teniendo 1300 años de antigüedad se reconstruye cada 20 años. Esta dimensión será recogida doctrinariamente en el Documento de Nara sobre autenticidad. Conferencia de Nara sobre autenticidad respecto a la Convención de patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO, realizada en Nara, Japón. 1994.

2. Peña, José María, Restauración de la Iglesia y Convento de San Francisco, París: UNESCO, 1969.

3. Rowe, Colin & Koetter, Fred., Collage City, Cambridge, MA: The MIT Press, 1983.

4. Nos referimos a la obra “La Pérgola de las Flores”, escrita por Isidora Aguirre y musicalizada por Francisco Flores del Campo, estrenada el 9 de abril de 1960 en el Teatro Sala Camilo Henríquez, Santiago, Chile.

5. Evans, Robin., The rights of retreat and the rites of exclusion, en Translations from Drawing to Building and Other Essays, Cambridge, MA: The MIT Press, 1997.

6. Jorquera, Natalia, Iglesia de San Francisco. Arquitectura, construcción y comportamiento sísmico desde 1618, Santiago: Editorial Sa Cabana, 2018.

7. Venturi, Robert; Scott Brown, Denise & Izenour, Steven., Aprendiendo de Las Vegas. El simbolismo olvidado de la forma arquitectónica, Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1978.

8. Kaijima, Momoyo; Kuroda, Junzo & Tsukamoto, Yoshiharu., Made in Tokyo, Tokio: Kajima Institute Publishing co., 2001.

ORDEN Y LUGAR: DIEZ ENCLAVES FRANCISCANOS Y SUS INSERCIONES EN CIUDADES LATINOAMERICANAS

RODRIGO PÉREZ DE ARCE, EMILIO DE LA CERDA

Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile

En el esfuerzo por situar el caso chileno de San Francisco Alameda en el contexto de la evolución que han tenido los enclaves franciscanos en las principales ciudades de América Latina, se presentan a continuación diez artículos, dedicados a los casos de Caracas, Bogotá, Quito, Río de Janeiro, Asunción, Montevideo, Lima, La Paz, Buenos Aires y Santiago.

En los casos de fundación española, todas corresponden a ciudades capitales. Para el caso brasileño, se ha optado por Rio de Janeiro por el interés particular de ese conjunto franciscano, la manera en que expone las particularidades de los asentamientos portugueses respecto a las ciudades hispanoamericanas y el rol que jugó este conjunto monástico en la evolución de la ciudad durante el siglo XX.

Cada uno de los artículos aquí presentados corresponde a una colaboración de académicos y expertos locales, lo cual hace de este capítulo un retrato coral y situado, representativo tanto de la impronta urbana de la orden en el continente, así como de las distintas miradas e intereses construidos en torno a su presencia.

Un aspecto que salta a la vista al momento de acceder de manera simultánea a este conjunto reunido es que, en medio de la diversidad de voces y de las particularidades asociadas a la historia singular de cada caso, se perfilan algunos rasgos comunes, presentes tanto en los principios de localización de los claustros y templos, en su configuración morfológica, así como en la evolución que han tenido a lo largo de más de cuatro siglos, fenómeno que ha ido a la par de la historia urbana y social de las ciudades aquí incluidas.

Un primer aspecto común se refiere al emplazamiento de estos conjuntos dentro de la trama original de las ciudades. Su posición relativamente periférica respecto al núcleo fundacional, la presencia de chacras en extensión, así como su cercanía con los cursos de agua y asentamientos indígenas ubicados en los bordes, son rasgos que, aunque no siempre simultáneos, se encuentran presentes en la mayoría de estos conjuntos franciscanos y dan cuenta de un patrón sistémico adaptado a cada uno de los contextos singulares.

Otro rasgo especialmente notorio –que hemos anticipado en la introducción con la metáfora de Teseo– es que la forma decantada hoy en cada uno de los casos constituye en realidad una sumatoria de momentos, voluntades y saberes que enfatizan no tanto la estabilidad actual asociada a su idea de patrimonio monumental, sino la noción de obras abiertas, con una notable capacidad de evolucionar a la par del contexto urbano en el que se insertan.

Entender esa apertura no como una condición superada y conclusa, sino como un rasgo permanente del cual ha dependido históricamente su adaptabilidad y vigencia, constituye una de las mayores lecciones que entrega el análisis cruzado de este conjunto de casos.

Lo anterior responde a varios factores, siendo uno de los principales el carácter abierto del sistema de patios y claustros, los que, en línea con lo planteado por Alison Smithson al conceptualizar las lógicas del mat building1, proponen una estructura edificada que ha sido capaz de adaptarse no solo a los cambios de programa, sino a los desastres naturales, demoliciones, adiciones, reducciones, así como a las distintas necesidades presentes en cada momento de su evolución histórica.

En gran medida, es debido a la incidencia de esa estructura tipológica que las distintas piezas han sido capaces de resistir la fragmentación, la pérdida de claustros completos por la apertura de calles, los cambios radicales de programa, la incorporación de nuevos edificios, la reducción de su estructura de patios, los constantes embates de los terremotos, el reemplazo de las torres de los templos, las actualizaciones estilísticas o la radical transformación del contexto urbano circundante.

Es justamente en la perspectiva de la evolución urbana, y debido acaso a las lógicas originales de emplazamiento ya mencionadas, que aparece un tercer orden de coincidencia entre muchos de los casos presentados. Las obras de infraestructura y ornato, tales como canalizaciones o paseos públicos, tendientes a controlar y adaptar los cursos de agua para fines urbanos, generaron nuevas relaciones en los lindes de la ciudad colonial, en los que confluye el hermetismo de los claustros franciscanos, los usos tradicionales, con la habilitación de espacios de corte republicano para el goce de la ciudadanía.

Asimismo, pueden constarse similitudes en la manera en que la incorporación del vehículo motorizado y la necesidad de infraestructura de transporte, durante la primera mitad del siglo XX, comienza a entrar en conflicto con la presencia en extensión de estos conjuntos. Además de impedir el flujo directo de nuevas vías por su extensión territorial, los claustros se ubicaban muchas veces en límites originales de la ciudad, que pasaron de ser periferia a tener un rol estratégico para la apertura de vías de circulación expresa. En ese contexto, la demolición de los claustros, iniciada con las aperturas de las llamadas calles “tapadas”, se aceleraba por las presiones del tráfico en el siglo XX, con resultados a veces muy cuestionables.

Algunas de las pérdidas más notorias de atributos patrimoniales de estos conjuntos son recientes y se explican en gran medida por estos factores, tales como la demolición de un claustro completo del convento de La Paz o la división del conjunto limeño después de más de tres siglos de integridad, ambos justificados por la apertura de vías expresas en medio del grano de la ciudad histórica.

Por último, pero tan relevantes como su evolución y persistencia material, los casos dan cuenta de dimensiones inmateriales y simbólicas, vinculadas tanto a usos seculares como eclesiásticos, los que en su evolución histórica sobreviven y se transforman, permitiendo establecer cruces entre los distintos enclaves franciscanos analizados aún en ausencia de los inmuebles originales.

El recuento de la instalación de los franciscanos y la construcción de sus iglesias definitivas en las diez ciudades examinadas en los ensayos, dan cuenta de procesos iniciados en el siglo XVI y llevados a cabo con distinta fortuna, como se podrá apreciar. Ellos nos ofrecen una mirada conjunta a esta dimensión de la colonización hispana y portuguesa aportada por las órdenes religiosas.

Se ha mencionado cierta consistencia en los patrones de ubicación en los márgenes urbanos, al alcance de los pobladores nativos y en los márgenes de algún curso de agua. Queda pendiente examinar cuáles son los parámetros que esta orden religiosa particular pudo asumir como lineamientos comunes para sus principales conventos, o dicho de otro modo, en dónde y cómo ese sentido de “orden” inscrito en la comunidad franciscana pudo incidir en instructivos aplicables a los espacios de cada uno de ellos. Al mismo tiempo, si la singular relación del santo patrono con las plantas y animales, o las prácticas habituales de estas comunidades, le imprimen un sesgo particular a sus claustros y jardines que los distingan de los enclaves configurados por otras órdenes religiosas.

Caracas

Bogotá

Quito

Río de Janeiro

Lima

La Paz

Buenos Aires

Montevideo

Asunción

Santiago

1. Smithson, Alison, How to recognize and read a Mat Building. Mainstream architecture as it has developed towards the mat building, Londres: Architectural Design, Septiembre 1974, 573–590.

LA MANZANA DEL CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE SANTIAGO DE LEÓN DE CARACAS:MICROCOSMOS DE TENSIONES URBANAS Y VISIONES ARQUITECTÓNICAS

IVÁN GONZÁLEZ VISO

Universidad Central de Venezuela

¿Es posible que una sola pieza urbana, una manzana del centro de Caracas explique las tensiones urbanas que han ocurrido históricamente en el centro de la ciudad?

La historia de las tensiones urbanas y operaciones arquitectónicas ocurridas en el casco fundacional de la ciudad de Santiago de León de Caracas bien puede resumirse en una sola de sus manzanas, la manzana del antiguo convento de San Francisco. Lo anterior resulta aún más significativo si consideramos que desde la fundación de la ciudad de Santiago de León de Caracas, ya estaba presente el antiguo convento de la orden franciscana ocupando una de las manzanas en la trama fundacional, al sur oeste de la plaza, según se identifica en el primer plano de Caracas elaborado por Juan de Pimentel de 15781.

1. Los inicios del Convento y la iglesia de San Francisco

Los primeros integrantes de la orden franciscana llegaron a Venezuela en 1565, pero no fue sino hasta 1586 que lograron consolidar la construcción del primer claustro del noviciado que corresponde a la sección norte del edificio en la actualidad.

En 1593 se inició la construcción de la iglesia de San Francisco, anexa al convento según el diseño del Maestro Alarife Antonio Ruiz Ullán realizado en 1575. Una edificación que estableció nuevas relaciones con su entorno al congregar la feligresía en los actos religiosos. La importancia del convento de San Francisco se evidencia en forma sistemática en los planos de la ciudad de los siglos XVI y XVII: aparece señalado en el “Plano de la Ciudad de Caracas con división de sus barrios” de 1775 dentro de la Parroquia Catedral; en el plano de Francisco de Pons de 1801; e identificado en el plano de Mendoza Solar de 1810 como “Iglesia y convento de los RR.PP. Franciscanos”. La presencia del convento en la cartografía, sin embargo, se vio amenazada durante los tres siglos siguientes, pues la infraestructura sufrió el impacto de los sismos que se registraron durante esas épocas en la ciudad. Particularmente el sismo de 1812 generó daños que obligaron a su reconstrucción para salvaguardar su estructura.

Figura 1. Plano de Santiago de León de Caracas. Juan de Pimentel, 1578. Fuente: Contribución al Estudio de los planos de Caracas. Irma de Sola Ricardo. p. 30.

Paralelamente, las decadentes estructuras sociales, económicas, políticas y religiosas del período colonial venezolano iban siendo sustituidas por los cambios propuestos por el proceso independentista, que condujeron al decreto de supresión de conventos masculinos en 18212. Pero no fue sino hasta 1837 que “la ley sobre la extinción de los conventos masculinos finalmente alcanzó a la comunidad franciscana, teniendo que ceder su espacio para albergar a la Universidad, la Biblioteca y al Colegio Independencia, manteniéndose la iglesia para las honras fúnebres de nuestros héroes independentistas y las cotidianas celebraciones litúrgicas”3. La prohibición de los conventos abrió la posibilidad de un nuevo destino para la edificación, que se adecúa como sede de la Universidad Central de Venezuela y las funciones del Congreso.

Figura 2. Vista del Templo de San Francisco c. 1851. Dibujo de Federico Lessman. Fuente: Gasparini, G. (1978). Caracas la ciudad colonial y guzmancista. P.165.

Figura 3. Fachada de la Universidad, ca. 1883. Fuente: Anónimo.

Para ello en 1840 el arquitecto Olegario Meneses (1810–1860) “inicia sus actividades de arquitecto, proyectando la parte sur de la Universidad Central en forma de un patio abierto de un lado, con arcadas clásicas dispuestas en 2 pisos y una amplia escalera hacia la calle”4 como parte de la intervención para la adecuación de la Universidad.

Los cambios de uso y reformas que se emprendieron sobre el antiguo convento no fueron exclusivas de este edificio, ya que muchas otras estructuras del casco central sufrieron el mismo destino, poniendo de manifiesto la valoración patrimonial de muchos edificios públicos del período colonial, por su localización, potencial de uso y sus calidades espaciales.

A pesar de su desaparición como convento, la presencia urbana del edificio y la iglesia se afianzaron aún más en la memoria urbana tras la consolidación de la nomenclatura caraqueña, basada en identificar las esquinas utilizando nombres asociados a hechos, edificaciones, historias urbanas o leyendas, que aparece reflejada como sistema por primera vez en el plano de la ciudad de 1843 dibujado por Ángel J. Jesurum. De esta forma el conjunto convento–iglesia de los monjes franciscanos dio su nombre a la “esquina de San Francisco”, quedando la manzana contenida entre las esquinas de San Francisco (esquina nororiente), Mercaderes (surponiente), Pajaritos (suroriente) y la Bolsa (norponiente). La siembra de una “ceiba” –un árbol hoy centenario– frente al convento en 1866, se constituyó en un elemento que reforzó aún más, la presencia e importancia de la esquina de la iglesia en la memoria caraqueña.

Figura 4. Patio interno de la Universidad, Luis Felipe Toro. S/F. Fuente: Cortesía Archivo de Fotografía Urbana.

2. La obra pública y la obra conmemorativa: Hurtado Manrique y Chataing

A partir de la designación de Caracas como capital de la República, se asume el requerimiento de un cambio de imagen que finalmente se dará en el período Guzmancista. Así, en 1872, bajo el septenio de Antonio Guzmán Blanco, se ordena la demolición de todo ese conjunto de construcciones que estaban adosadas del lado norte del convento, y se emprende un proyecto de remozamiento para crear una nueva fachada, un escenario acorde con las nuevas ideas de transformación urbana influidas por el modelo francés para consolidar el entonces llamado Bulevar Guzmán Blanco, que impactó la estructura urbana de la capital. Esta intervención fue exhibida como logro de gobierno en el “Plano topográfico de la ciudad de Caracas” que dibujó Estevan Ricard en 18745. Esa acción va a ir acompañada del proyecto del Palacio Federal Legislativo –ubicado frente a la manzana del convento– para generar un nuevo espacio urbano para la ciudad. El encargado de esta operación, que se concentró en remozar la fachada del conjunto, sería el Ingeniero Juan Hurtado Manrique (1837–1896), quien entre 1873 y 1875 proyecta y construye la nueva fachada norte de la Universidad. Una torre de 35 metros de altura de cuatro cuerpos constituida por una flecha de base octogonal asentada sobre un cuerpo también octogonal y –a continuación– el edificio del Museo Nacional, ambas en estilo neogótico. Este importante conjunto urbanístico en el centro de Caracas, opuesto al Palacio Legislativo, se complementó con el diseño de un bulevar arbolado, con la estatua ecuestre de Guzmán Blanco. También se daría nueva forma a los jardines de los patios interiores del convento incorporando el trazado diagonal y esculturas centrales en homenaje a Vargas y Cagigal.

Figura 5. Planta del Convento y el Templo, período de la Colonia (siglo XVI). A. Claustro (1586): 1. Primer cuerpo. Patio, 2. Segundo cuerpo. Patio. B. Templo: (1593): 1. Nave Central, 2. Altar Mayor, 3. Sacristía, 4. Altar de la Capilla de la Tercera Orden, 5. Altar del Santo Niño de Belén, 6. Altar de Nuestra Señora de la Soledad. Fuente: Dibujo Iván González Viso basado en Villanueva, Carlos Raúl “Caracas en tres tiempos”. Editorial Armitano. p. 138.

Figura 6. Planta de la exposición del Centenario de Caracas, 1883, período Republicano (siglo XIX). A. Universidad Central (nueva fachada 1873–1875): 1. Patio Vargas, 2. Patio Cagigal, 3. Patio Sur (1840), 4. Escalinata (1840), 5. Busto de Bolívar (1840), 6. Salón del Consejo Médico, 7. Salón de Pinturas, 8. Aulas, 9. Salón Colegio de Ingenieros, 10. Salón Colegio de Abogados, 11. Corral de la Universidad, B. Templo C. Palacio del Centenario (1873): 12. Salón Floricultura, 13. Corral de animales, 14. Patio, 15. Salón Bolívar, 16. Salón de Bellas Artes, 17. Salón Occidental, 18.Salón Sur, D. Capitolio: 19. Senado, 20. Cámara de, Diputados, 21. Bulevar Este, 22. Bulevar oeste, 23. Estatua ecuestre. Fuente: Dibujo de Iván González Viso a partir de la “Planta del Palacio de la exposición y demás edificios anexos destinados a ella”. A. Ernst. “La Exposición Nacional de Venezuela en 1883”. Tomo 1.

Adicionalmente en 1883, Hurtado Manrique se encargará de algunos trabajos internos de ampliación del Museo Nacional y adecuación6 del proyecto para convertir todo el conjunto para la exposición del Centenario del Natalicio del Libertador, en 18837. Todo se adecuó “para exhibir todos los alardes técnicos, agrícolas, artísticos del país, en una intención por tratar de replicar todo este conjunto de las exposiciones universales que se estaban dando en Europa desde 1851”.