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Francisco Giner de los Rios

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Lecciones sumarias de psicología

Francisco Giner de los Ríos

Índice

Cubierta

Portada

Preliminares

Lecciones sumarias de psicología

ADVERTENCIA DE LA 1.

ADVERTENCIA DE LA 2.

INTRODUCCIÓN

PARTE PRIMERA. PSICOLOGÍA GENERAL

SECCIÓN PRIMERA. EL ESPÍRITU Y EL CUERPO EN EL HOMBRE. CAPÍTULO I. Distinción del espíritu y el cuerpo

CAPÍTULO II El cuerpo

CAPITULO III Unión del espíritu y el cuerpo en el hombre

SECCIÓN SEGUNDA. IDEA DEL ESPÍRITU. CAPÍTULO ÚNICO. Análisis del espíritu

SECCIÓN TERCERA. BIOLOGÍA PSÍQUICA. CAPÍTULO I. Vida del espíritu en sí mismo

CAPÍTULO II. La actividad del espíritu

CAPÍTULO III. Vida del espíritu en relación con el cuerpo

PARTE SEGUNDA. PSICOLOGÍA ESPECIAL

SECCIÓN PRIMERA. NOOLOGÍA. CAPÍTULO I. El conocer y el pensar

CAPÍTULO II. De las facultades intelectuales

CAPÍTULO III. Funciones y operaciones del pensar

CAPÍTULO IV. Esferas del conocimiento

CAPÍTULO V. Relación del espíritu con el cuerpo en el pensar.

SECCIÓN SEGUNDA. ESTÉTICA. CAPÍTULO I. Del sentimiento, en general

CAPÍTULO II. Clasificación de los sentimientos

CAPÍTULO III. La belleza

CAPÍTULO IV. Relación del espíritu con el cuerpo en el sentir

SECCIÓN TERCERA. PRASOLOGÍA. CAPÍTULO I. De la voluntad, en general

CAPÍTULO II. Clasificación de la voluntad

CAPÍTULO III. La moralidad y la virtud

CAPÍTULO IV. Relación del espíritu con el cuerpo en la voluntad

PARTE TERCERA. PSICOLOGÍA ORGÁNICA

CAPÍTULO I. El espíritu en la armonía de sus facultades

CAPÍTULO II. La individualidad humana y sus principales diferencias

Notas

Acerca de esta edición

Enlaces relacionados

A LA MEMORIA DEL MALOGRADO PENSADOR

DON TOMÁS TAPIA, PRIMER PROFESOR DE LA

CÁTEDRA DE SISTEMA DE LA FILOSOFÍA,

FUNDADA EN LA UNIVERSIDAD DE MADRID

. . . . POR SANZ DEL RÍO . . . .

A continuación de las presentes líneas van las dos advertencias preliminares, correspondientes a la 1.a y 2.a edición, de que es 3.a este volumen.

Lo que no se dice en ellas con bastante claridad, es la participación que en la confección de la edición 1.a tuvieron los señores don Eduardo Soler y don Alfredo Calderón, discípulos ambos predilectos del autor. Es más: la portada de la primera, dice de esta Psicología, que son lecciones sumarias, explicadas por el autor y expuestas por aquellos dos maestros: decano de Derecho, que llegó a ser el primero en la Universidad de Valencia, y escritor insigne el segundo, a quien ocurrió, por sarcasmo lo que a don Joaquín Costa, que a pesar de oposiciones brillantes no llegó a ser profesor oficial!

Sabido es que el autor se complacía siempre en compartir la originalidad de sus trabajos con aquellas personas con quienes pensaba en alta voz, como para formar mediante doble reflexión el propio pensamiento en revisión comunicativa. Y así, atribuía una colaboración eficaz en sus obras, a aquellos que de un modo más o menos directo intervenían en la elaboración de las mismas; sirviéndole como de piedra de toque, motivo de discusión, acicate para desvirtuar objeciones, o estímulo, en fin, de polémicas, que aclaraban el pensamiento, afirmándolo en sus conclusiones.

La portada de la 2.a edición ya no hace la diferencia señalada entre lecciones explicadas (en la Escuela de Institutrices de Madrid) y expuestas, sino que las llama «Lecciones sumarias de Psicología por Francisco Giner, Eduardo Soler y Alfredo Calderón, profesores en la Institución Libre de Enseñanza»: como si quisiera el autor compartir con ambos la paternidad. Pero en esta 2.a edición, en cambio, se añade: «Completamente refundida conforme a los últimos progresos de la Antropología y la Fisiología, y adaptada a las necesidades de la Segunda Enseñanza.»

¡Cuántas veces oímos a Calderón con su fina ironía hacer la caricatura de lo que acabamos de exponer, con aquel cariño íntimo y filial que profesaba a su don Francisco, como él siempre lo llamaba, y cuántas otras escuchamos de labios de Soler, con aquella expresiva y seca lógica de su extremada bondad, oponerse a compartir en público lo que pudiera corresponderle como oyente y no como pensante en la obra que nos ocupa!

Aunque modestamente las dos advertencias a que venimos refiriéndonos procuran quitar importancia a este cuerpo de doctrina, se la otorgó de un modo definitivo el insigne pensador Bernard Pérés en la Revue de L’Enseignement Sécondaire, donde a poco de publicada (1878) la 2.a edición, declaraba el ilustre publicista que era la Psicología de Giner de los Ríos el mejor Manual conocido en Europa, por su estructura, por lo completo y original de la doctrina, por el orden y método, y singularmente, en fin, por el tratado de «Biología Psíquica» que constituye una de sus principales secciones.

Sobre la originalidad, bueno será hacer constar que, apesar de insistir en las Advertencias de las dos ediciones en que toda la doctrina es la krausiana, siendo esto cierto, no lo es menos que la modalidad de Giner, dentro de esta escuela filosófica, es propiamente característica suya en el conjunto y en los pormenores, según convienen cuantos conocen a fondo el krausismo y a sus adeptos.

Las diferencias entre la 1.a edición, enero de 1874, y la 2.a, junio de 1878 (aunque en la portada aparezca el año de 1877), más que esenciales y de teoría son de desarrollo de determinados asuntos, y de un cambio justificadísimo en la manera de apreciar el Lenguaje, no como un asunto de «apéndice a la Psicología—según se estimaba en la 1.a edición—, sino que se consideró tal materia como propia del cuerpo de doctrina de la Psicología misma. Por cierto que es muy de notar, cómo su teoría del lenguaje, expuesta literariamente en los trabajos del autor y en su programa (que sirvió a Revilla y a tantos otros para hacer sus libros, ya clásicos), es adaptada, desde el punto de vista filosófico en la Psicología, con el carácter que propiamente puede interesar al pensador y no al literato. Y el mismo influjo que en Literatura, ejerció su peculiar modalidad krausista en otros órdenes científicos o jurídicos.

Fuera de esto, no hay en ambas ediciones más diferencias dignas de notar, aparte las que en la advertencia segunda se mencionan.

Andando el tiempo resucitó este Manual, sirviendo de texto en el Instituto de Barcelona. Pero encontrando el que estas líneas escribe que podría reducirse, en bien de la enseñanza, así como debería ampliarse con algunas indicaciones relativas a determinados puntos de la Psicología contemporánea, accedió el autor gustoso a esta transcripción y modificaciones. Y así ha servido en un quinto de siglo en la enseñanza oficial, no sólo de Barcelona, sino, por más o menos tiempo, en todos los Institutos de la región catalana (Tarragona, Lérida, Reus y Figueras), excepto uno (Gerona).

¡Quién había de decir a Giner, el antiguo discípulo del pensador ilustre Llorens, su primer maestro de Filosofía, que su teoría completa de una Psicología elemental había de ser esparcida por toda Cataluña con el sentido krausista, bien lejos por cierto del hamiltoniano, del célebre catedrático de la Universidad barcelonesa!

No obstante, quién sabe si se encontrarán coincidencias en puntos determinados, el día en que la Facultad de Letras de la Universidad citada se decida a publicar las obras de Llorens: de las cuales no se sabe por qué temor o escrúpulos, hace muchos años está impreso el primer tomo sin que salga a luz.

La dedicatoria del libro es piadoso recuerdo a un compañero y al maestro. Tapia fué, con efecto, también muchos años discípulo de Sanz del Río; y a él se encomendó por los albaceas del sabio maestro de Historia de la Filosofía en el doctorado de Madrid, la cátedra creada por Sanz del Río con rentas que legara para dicho objeto: clase que actualmente desempeña de modo magistral don José de Caso y Blanco.

Y he ahí en pocas palabras cuanto nos proponíamos indicar sobre la génesis de este libro; porque lo que falta acerca de su historia en esta advertencia va dicho en las dos siguientes del autor.

H. G. R.

ADVERTENCIA DE LA 1.a EDICIÓN

Sin carácter alguno científico ni la menor pretensión en este respecto, damos a luz el siguiente extracto del curso de Psicología que tres años ha viene explicándose en la Escuela de Institutrices de Madrid, y que sólo ofrece un sumarísimo compendio, no de propias investigaciones, sino de la doctrina más sana y autorizada, expuesta principalmente en las obras de Krause y Sanz del Río, Ahrens y Tiberghien.

Si a pesar de sus muchas imperfecciones, que somos los primeros en reconocer, pudiera este libro prestar alguna utilidad, no sólo a las inteligentes y laboriosas alumnas de dicha Escuela (cuyos sorprendentes adelantos desmienten de una manera irrefragable a los adversarios de la ilustración de la mujer), sino a la juventud en general, y con especialidad a la que asiste a los Institutos, quizá la buena acogida que por elfo obtuviese, estimularía a personas más competentes: cuyos trabajos enriquecerían nuestra naciente literatura psicológica, que cuenta ya con obras en verdad muy estimables.

Madrid, 15 de enero de 1874.

ADVERTENCIA DE LA 2.a EDICIÓN

En 1874, dimos a luz la primera edición de estas Lecciones, formadas sobre los cursos de la Escuela de Institutrices de Madrid, que fundó el ilustre historiador don Fernando de Castro, y rige desde su muerte dignamente el señor don Manuel Ruiz de Quevedo.

La favorable acogida que halló el libro en gran parte del Profesorado de nuestros Institutos y que agotó la edición en brevísimo tiempo, hizo nacer en los autores la idea de publicar otra nueva, ya especialmente consagrada a satisfacer en lo posible las necesidades de la 2a Enseñanza.

Pero si, en cuanto al fondo de la obra, los progresos que en los últimos años han realizado la Antropología, la Fisiología psicológica, y la novísima Fsicofísica (merced a los trabajos de Wundt, Fechner, Lotze, Helmholtz, Spencer y tantos otros como han contribuido a ensanchar los horizontes de la Psicología propiamente dicha), exigían que se completase el punto de vista antropológico, expuesto ya en la 1.a edición, (principalmente inspirado en Krause y Sanz del Río, Ahrens y Tiberghien y perfectamente compatible, por cierto, con aquellos progresos), la obscuridad del lenguaje y la excesiva extensión de muchas consideraciones, defectos capitales del libro, obligaban por su parte también a una severa revisión y corrección de la forma.

Sin variar el carácter elemental de una obra ajena a todo intento propiamente científico, y reducida a exponer las doctrinas que actualmente corren como más autorizadas e importantes en el movimiento de la cultura europea, hemos procurado responder a una y otra clase de necesidades. La obligación de examinar detenidamente el estado actual de los nuevos estudios, ya citados, a fin de no incluir, por lo común, en el presente libro sino aquello que resultase más solidamente comprobado, y se compadeciese con la índole de un texto tan sumario, ha hecho que la nueva edición aparezca más de dos años después de agotarse la primera. A no mediar estos respetos y estas dificultades, aumentadas por el cúmulo de trabajos que han pesado sobre los autores, fácil habría sido darla a luz mucho antes. Tal como aparecen estas Lecciones, reducidas casi una tercera parte en su extensión, completadas muchas de sus lagunas, aclarado un tanto el lenguaje, no creemos, sin embargo, haber logrado nuestro fin, sino en tan corto límite, que a duras penas corresponde al ímprobo esfuerzo que ha costado.

Madrid, 1.° de junio de 1878.

INTRODUCCIÓN

LECCIÓN 1.a

1. Concepto de la Psicología.—2. Conocimiento común y científico del alma.—3. Carácter filosófico de esta ciencia—4. Su utilidad.—5. Relación de la Psicología con otras ciencias.

1. La voz Psicología, según su sentido etimológico1, vale tanto como conocimiento del alma> la cual nos es siempre en algún modo conocida, porque, de lo contrario, ni pudiéramos formar el propósito de estudiarla, ni su nombre existiría en el lenguaje. No es, por tanto, otro aquí nuestro intento que el de aclarar, fijar y rectificar este vago conocimiento actual que de ella tenemos, a fin de conocerla científicamente.

2. Que conocemos el alma en el estado común, y aun antes de considerarla científicamente, es verdad indudable. Mas no es este conocimiento común el pleno y cabal que podemos aspirar a formar, y que todos pensamos que se obtiene en la ciencia, donde la verdad se ofrece sistemáticamente y con certeza. Es el conocimiento vulgar, vago, inseguro, imperfecto, relativo; al paso que el científico es concebido como el más perfecto, definido y acabado, sabiendo en él la verdad de nuestro propio conocimiento.

Mas siendo uno mismo el objeto de ambos modos de conocer, la transición del vulgar al superior se realiza con sólo aplicar al primero la reflexión, con orden riguroso (método) para fijarlo, ordenarlo y depurarlo en su verdad, obteniendo de ésta cabal certeza. La garantía de la verdad así lograda nos la ofrece entonces el sistema, en que aquélla se nos muestra enlazada en su principio y en todas sus partes, orgánicamente.

3. La Psicología, como ciencia del alma humana, no se propone, sin embargo, considerar sino la naturaleza esencial de ésta, su constitución íntima, lo que absoluta y permanentemente es, abstracción hecha de los diversos grados de desarrollo por que ha venido pasando en la tierra, lo cual es objeto de la Historia psíquica o Psicología histórica. Es, por tanto, la Psicología ciencia filosófica, ya que este nombre se aplica a todo conocimiento de lo esencial, constitutivo, absoluto y permanente de un objeto.

4. La utilidad de nuestra ciencia es evidente: por ella conoce el hombre la naturaleza de su espíritu; distingue sus verdaderos fines y descubre las fuerzas y medios de que dispone para alcanzarlos; discierne las necesidades reales de su vida de las artificiales y supuestas, y halla siempre el bien en fiel acuerdo con sus inclinaciones, pudiendo así cumplirlo de buen grado y no a costa de sacrificios. Con el cultivo de la Psicología se arraiga más en el hombre el sentimiento de su dignidad racional; y en suma, se cumple el antiguo precepto sagrado nosce te ipsum.

5. No resulta menos evidente la utilidad de la Psicología cuando se consideran las numerosas relaciones que, como ciencia particular, mantiene con todas las demás.

Respecto de la Metafísica, que trata del ser absoluto como principio y fundamento de todos los seres, es la Psicología preparación necesaria, siendo indispensable el conocimiento de nuestro propio ser para llegar al de todo cuanto de nosotros trasciende. La Antropología, o ciencia del hombre, comprende a la Psicología como una de sus partes. Análoga relación mantiene ésta en cierto modo con la Lógica o ciencia de todo el conocer, y, por tanto, del conocer inherente a nuestra alma, si bien, recíprocamente, forma la Lógica, en su tratado del conocimiento humano, parte de la Psicología, que considera al alma en todas sus propiedades, mientras aquélla sólo atiende a la de conocer. La Biología, o ciencia general de la vida, tiene de común con la Psicología un capítulo: el relativo a la vida del alma. El conocimiento de la voluntad como facultad anímica, comprendido en la Psicología, sirve a la Moral de condición indispensable para determinar los principios de su dirección libre hacia el bien. La Ciencia del Derecho toma de la nuestra el conocimiento de nuestros fines y necesidades, así como el de aquellas situaciones y estados psíquicos que, como la embriaguez, la locura, etc., modifican la condición jurídica de las personas. En general, todas las ciencias llamadas prácticas, o que señalan inmediatamente reglas de conducta para la vida, tienen íntima afinidad con la Psicología, que muestra la naturaleza y actividad del agente a quien aquellas reglas se refieren, Es, por último, evidente la íntima relación de la Psicología con la Pedagogía, cuyo objeto es el arte de la educación; esto es, del cultivo y dirección de la naturaleza y vida del hombre, según su fin racional, desde que nace hasta que muere.

II

LECCIÓN 2.a

6. Plan de la Psicología.—7. La conciencia como fuente de ésta; sus esferas totales.—8. Método de la Psicología.—9. Fuentes mediatas o auxiliares para su estudio.—10. Dificultades que éste ofrece.

6. Atendiendo al conocimiento que ya tenemos del objeto de la Psicología, podemos trazar el plan de nuestro estudio como el orden de cuestiones cuya solución nos hemos de proponer.

Ofreciéndosenos nuestro espíritu unido siempre a nuestro cuerpo e influido por el mismo (que es el respecto en que recibe el nombre de alma), debela Psicología ser considerada a la luz de la Antropología, comenzando por establecer la propia realidad e independencia del espíritu respecto del cuerpo; observando después, en particular, cada uno de estos elementos, si bien, del segundo, sólo aquello que más inmediata relación tiene con el primero; y estudiando, por último, la unión en que ambos se conciertan para formar el ser humano y las principales influencias con que se condicionan recíprocamente: todo lo cual será asunto de la primera sección. Debe en la segunda examinarse con alguna mayor prolijidad la naturaleza de nuestro espíritu y desarrollar el cuadro de sus propiedades fundamentales; mientras que la tercera ha de consagrarse a la exposición sumaria de su vida y acción en el mundo.

A esta primera parte (Psicología general) sigue necesariamente la consideración de las tres actividades particulares en que el espíritu se desenvuelve y cumple su destino: el pensar, el sentir y el querer, cuyo estudio constituye las secciones correspondientes (Noología, Estética y Prasologia) de la segunda parte (Psicología especial).

Finalmente, no disolviéndose la unidad de nuestro espíritu en la variedad interior de estas esferas, necesario es considerar la unión orgánica de ambos términos, no sólo en las relaciones y combinaciones que las propiedades particulares sostienen entre sí, sino en las diversas determinaciones subjetivas en que se ofrecen según la individualidad, el carácter, el temperamento, el sexo, etc. Tales son los peculiares asuntos de la tercera parte (Psicología orgánica).

Se halla limitado este plan por el carácter elemental de nuestro estudio, debiendo ceñirnos dentro de él a analizar la percepción inmediata del alma, concretándonos a una sumarísima descripción de sus principales elementos, y mostrando más bien los resultados que el proceso mismo de la indagación para obtenerlos.

7. Una vez examinado el fin que nos proponemos, toca considerar los medios para realizarlo, los cuales suelen recibir la denominación de fuentes de conocimiento. La fuente del conocimiento psicológico es la conciencia, primera y total propiedad de nuestro espíritu, mediante la que se recibe en sí mismo, en forma de conocimiento, como de sentimiento y voluntad, expresándose en el nombre absoluto Yo.

En la unidad de la conciencia se distinguen dos esferas totales: una, llamada inmediata, en que nos percibimos a nosotros mismos y a todo otro ser, tal cual directamente se ofrecen a nuestro conocimiento; otra denominada trascendental, y más usualmente razón, en la cual todo lo reconocemos, incluso nuestro propio ser, en relación al Principio absoluto en que tiene su base y fundamento.

8. La aplicación de estas dos supremas fuentes de conocimiento a la formación de la ciencia, constituye el método conforme al cual se dirige su indagación y construcción. El método, pues, se distingue en analítico o reflexivo, y sintético o trascendental, según que nos concretemos a la contemplación inmediata del objeto tal cual lo hallamos ante nosotros mismos, o que aspiremos a reconocerlo en el sistema de sus fundamentos superiores. Tratando al presente de conocer el alma tal como es en sí propia, necesitamos sólo atender a los datos que nos ofrece el testimonio inmediato de la conciencia, recogiéndolos en un todo enlazado, lo que constituye el objeto de la reflexión analítica.

La aplicación del otro método a nuestra ciencia produce la Psicología que suele llamarse racional o, más bien, sintética, por oposición a la analítica, denominada a veces, con poca propiedad, empírica.

9. Si estas fuentes son, pues, las que directamente suministran a cada ser racional el material de la Psicología, no debemos olvidar el auxilio esencialísimo que asimismo nos prestan los frutos acumulados por las investigaciones de otros hombres. La literatura científica relativa al alma y su vida, en primer término; la médica, en muchas cuestiones de gravísima importancia; y hasta la poética y novelesca, cuando expresa los delicados análisis de un observador sagaz o las intuiciones del genio, son otras tantas fuentes mediatas que, ora dirigen, ora suplen, ora rectifican los resultados de nuestras propias reflexiones2.

10. El estudio de la Psicología ofrece varias dificultades:

1.a Por la rapidez de los estados anímicos, que sólo una observación muy hábil y ejercitada puede notar, hasta el punto de que ordinariamente parecen simultáneos muchos fenómenos que son sucesivos.

2.a Por nuestra distracción habitual, que exige mucha fuerza de atención para vencer el atractivo de las relaciones exteriores y volver sobre nosotros mismos.

3.a Por la delicadeza que se requiere para discernir lo que es propio del Yo, y, por tanto, común a todo ser racional, y lo que nos caracteriza individualmente a cada cual.

4.a Por la imposibilidad de observar en nosotros mismos ciertas determinaciones de nuestra alma, y la precisión consiguiente de apelar para ellas a la experiencia exterior o hecha en otros, la cual, para ofrecer igual certeza que la íntima y directa, pide muchas más condiciones.

Y, finalmente, por el estado actual de nuestra ciencia y de las más afines a ella, las cuales dan hoy aún escaso auxilio para el estudio de algunos problemas tan graves como los del arrebato, la embriaguez, la locura, el sueño, el desarrollo del alma y su estado: v. gr., en el embrión, en el niño, en la muerte; la fantasía, la individualidad, las vocaciones, el genio y otros análogos que hoy preocupan, no sólo a los psicólogos y científicos, sino a todos los hombres pensadores.

PARTE PRIMERA

PSICOLOGÍA GENERAL

SECCIÓN PRIMERA

EL ESPÍRITU Y EL CUERPO EN EL HOMBRE

CAPÍTULO I

Distinción del espíritu y el cuerpo

LECCIÓN 3.a

11. Notas de la percepción del espíritu y del cuerpo en la conciencia.—12. Distinción de ambos seres.—13. La actividad psíquica y la corporal.—14. Concepto del hombre.

11. Al exponer brevemente el plan de la Psicología, hemos hablado del cuerpo y el espíritu como de esferas que constituyen al sér humano. La primera cuestión que debe ocuparnos es, por tanto, la de si existen en realidad tales elementos, de lo cual depende por completo el sentido y hasta la posibilidad de la ciencia psicológica.

Cuestión es ésta que ha sido resuelta en opuestas direcciones por las distintas escuelas filosóficas: pues al paso que el materialismo niega la existencia del espíritu como ser propio y sustantivo, el idealismo, por el contrario, ve sólo en el cuerpo un producto de actividades espirituales.