Libertad en la escuela I - Pablo Viadas Fuente - E-Book

Libertad en la escuela I E-Book

Pablo Viadas Fuente

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Beschreibung

Años 30 del siglo XX en España. Con la proclamación en 1931 de la II República española, se produce un intento de poner fin al "analfabetismo" crónico español, mediante la creación de nuevas escuelas primarias públicas; surgen nuevas corrientes pedagógicas (institución libre de enseñanza) y nuevos experimentos educativos (misiones pedagógicas). En el curso escolar 1934-1935, mediante concurso de méritos, se designa para la Escuela rural de Bañuelos de Bureba, pequeña aldea de Burgos, al maestro catalán Antonio Benaiges. El objetivo del maestro es claro: enseñar a los niños a escribir y pensar libremente, dando suelta y desarrollando su imaginación; utiliza para ello: la técnica pedagógica Freinet, la imprenta escolar y el gramófono. En julio de 1936 Antonio Benaiges será fusilado y enterrado en la fosa común de la Pedraja. Tras más de 70 años de silencio y con la Ley de Memoria Histórica española de 2007, comienzan a desenterrar de fosas comunes a los olvidados asesinados por el franquismo de la Guerra Civil. Aparece la historia del maestro Antonio Benaiges y los cuadernos escolares de Bañuelos de Bureba. En el cuaderno especial titulado: "El Mar" (visión de unos niños que no lo han visto nunca) los niños describen el mar con tanta belleza que es todo un poema. Alumnos (abuelitos que aún viven), recuerdan y hablan. Finalizado el curso escolar, en julio de 1936, ya debería haber vuelto el maestro a tierras catalanas, pero se queda en Bañuelos con la intención de gestionar el trasporte, buscando un autobús, para trasladar a los niños de su Escuela a una finca familiar de Tarragona y cumplir la promesa hecha: conocer por primera vez el mar. Esa promesa le costaría su vida.

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© Pablo Fuente Viadas

© Libertad en la escuela I. Desenterrando el silencio

 

Año: 2014-2019

 

Fotografía de la portada: El maestro Antonio Benaiges Nogués y sus alumnos de la Escuela de Bañuelos de Bureba.

En el interior: páginas impresas en facsímil del cuaderno escolar “El mar”

 

ISBN ePub: 978-84-685-3953-9

 

Editado por Bubok Publishing S.L.

 

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

 

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

 

 

 

 

A mi madre, Felisa; niña alumna del maestro Antonio Benaíges que me enseñó, lo que ella, a su vez, aprendió: “pensar en libertad”

 

Índice

 

LAS MISIONES EVANGELIZADORAS

LAS MISIONES PEDAGÓGICAS

El MAESTRO ASESINADO

El EXPEDIENTE DE DEPURACIÓN

BAÑUELOS DE BUREBA

El GRUPO “BATEC”

EL EXILIO

CÉLESTIN FREINET

ANTONIO BENAIGES NOGUÉS

LOS CUADERNOS ESCOLARES

El MAR

LOS CUADERNOS ESCOLARES DE LA ESCUELA NACIONAL MIXTA DE BAÑUELOS DE BUREBA

LA MEMORIA HISTÓRICA “DESENTERRANDO EL SILENCIO”

 

 

 

 

LAS MISIONES EVANGELIZADORAS

 

“Nos han traído la fe los Padres Redentoristas a este pueblo que antes era semillero de marxistas”

 

“Ese maestrito, hermanos, que decía que no existía Dios ¡que venga aquí y me lo diga!” predicaba con energía el padre Anastasio desde el púlpito de la iglesia y, pensaba Felisilla: ¡pero si está muerto! ¿Cómo va a venir a decirte nada si le han matado? ¡Déjalo tranquilo! ¡No te metas con él que está muerto y no enseñaba cosas malas! Tal era su desagrado que optó por salir de la iglesia.

La guerra había sido ganada por los sublevados, pero la niña no olvidaba la trágica muerte de su maestro. Un tupido velo y un silencio sepulcral habían caído sobre lo sucedido: Nadie en el pueblo osaba hablar en público del tema a excepción del padre Anastasio.

Los “defensores de la fe” la habían ganado y, bautizada como “cruzada” o conquista, se imponía a continuación, igual que tras la conquista de América, la misión de evangelizar a los infieles.

¡Qué curioso!: la tendencia tradicional de los españoles a ejercitar labores de misión. Los ganadores, con las “Misiones Evangelizadoras”, los perdedores, con las “Misiones Pedagógicas”; unos, con la misión de llevar la fe y la luz al pueblo salvando sus almas, otros, con la intención de salvar a sus mentes de la incultura, el atraso y la ignorancia.

Tras la contienda, lo único que se ofrecía al pueblo llano, derrotado y deprimido, era: “agarrarse” a la vida mediante la fe. Los sacerdotes y las autoridades invitaban a acudir en masa a las iglesias ya que, de lo contrario: el infierno, las llamas, el dolor; malos españoles y por ello enemigos. De esa forma con aquellos miedos el éxito presencial estaba asegurado.

La Misión Evangelizadora tenía como objetivo una intervención extraordinaria por parte de los “emisarios de la Iglesia”, en este caso: Padres Misioneros Redentoristas para conseguir, a lo largo de quince días, una transformación sensible y palpitante de los creyentes y no creyentes del pueblo a través de discursos, charlas, sermones y jornadas de estudio del catecismo, especialmente entre aquellos más díscolos o rebeldes para llegar, finalmente, a alcanzar el objetivo principal: “la confesión general” y la eucaristía.

Y, ¡quién más rebelde que aquel maestro republicano! que solo acudía a la iglesia al tiempo del sermón en la misa, saliendo antes de finalizar.

Había descolgado y retirando el Crucifijo que presidía la sala de clase, porque la Escuela laica así lo requería y, sustituía la palabra de despedida Adiós por la de Salud.

La patrona de la zona, Santa Casilda, se remonta a época de dominación mora y cuenta la leyenda que: Casilda, la de las rosas, era hija del sultán de Toledo, nacida medio siglo antes de la conquista por Alfonso VIII. Vivía la princesa ocultamente su cristianismo y se derramaba como un perfume de caridad entre los cautivos cristianos. Vino en precario estado de salud y se estableció en un paraje, limpio y alto. Porque Casilda vive aún en el corazón de sus gentes. La rezan todas las madres y las novias. Es la santa de las flores y de los versos.

Todo giraba en torno a la religión y a Dios: las fiestas, los nacimientos, las bodas, los entierros, las misas, los rosarios, las procesiones... Dios aparece en el centro del mundo y de la vida de las personas. La Iglesia, el cura párroco, influía en todos los ámbitos, imponía normas y velaba por la moral y las buenas costumbres de los vecinos. Nadie se atrevía a ser ateo en esa época, todo el mundo creía en Dios.

La iglesia era el lugar más importante del pueblo. Construida en lo alto de una loma, sobresale la iglesia a todas las edificaciones con soberbia majestuosidad como elevándose hacia el cielo. De nombre: Santa María, su construcción data de los siglos XVI-XVII. Domina la iglesia de Santa María sobre todos los edificios del pueblo, incluido el de la Escuela. Sus campanas eran instrumento fundamental y vital para sus habitantes; su sonido era escuchado por todo el término municipal, avisando y congregando a los distintos actos y anunciando las horas del día. La voz de las campanas guiaba muchos y variados aspectos de la vida del pueblo; desde los tañidos de alegría para celebrar la misa de cada domingo y las grandes fiestas populares, hasta al tañido que comunica los sentimientos más profundos de los viajes a la otra orilla del vivir en la vida eterna.

Recordaba, Felisilla, cómo fue recibida por el pueblo la llegada del maestro; ese día las campanas de la iglesia tocaron “a vuelo” como en los días de fiesta grande; ¡por fin el pueblo tenía un maestro que venía a ocupar su plaza en propiedad y con la intención de vivir en él! Estaban hartos de que pasara tanto maestro interino para solo un curso escolar. La insistencia del alcalde ante las instancias educativas había tenido un resultado positivo. Tal era la alegría del recibimiento que solo faltaban las palmas y ramos de olivo. Como si de Domingo de Ramos se tratara, la entrada del maestro en el pueblo se comparaba con la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en Jerusalén (para dar comienzo así a la pasión y muerte, el uno, clavado en la cruz, el otro, acribillado a balazos y, ambos, a los 33 años de edad)

Recordaba, Felisilla, el día posterior a la detención del maestro para ser asesinado. Cómo las milicias falangistas y algunas personas del pueblo, tras saqueo de sus dependencias personales en la Escuela, queman en hoguera y a “fuego purificador” sus pertenencias y enseres en medio de la plaza mayor. Libros, ropas, mudas, materiales escolares de enseñanza… habían estado en contacto con el cuerpo y la mente enferma, pecadora y corrompida de ese maestro.

La hoguera forma parte de ancestrales ritos de purificación procedentes de la Edad Media, argumentándose en las persistentes epidemias que asolaban a las poblaciones. Como una epidemia se consideraba la estancia del maestro en el pueblo. La medicina de la época, como la Iglesia oficial, basaba en el fuego purificador la destrucción de los cadáveres y la expurgación de los pecados.

Cuando llega el maestro al pueblo se aloja a pupilo en casa de la señora Nemesia, (la casa mejor acondicionada y arreglada). Seis meses más tarde sale de esa casa y nadie del pueblo le quiere alojar en la suya. El maestro, al final, se alojará en una habitación contigua a la sala de clase del edificio de la Escuela.

El cura párroco no podía consentir que el maestro le robara sus ovejas; que las jóvenes de la Asociación Hijas de María acudieran a escuchar las canciones y bailes en el gramófono del maestro y las enseñanzas que, por la noche, ofrecía en su Academia; era ¡inadmisible! Con la llegada del maestro, el punto de encuentro entre los jóvenes se había trasladado de la iglesia a la Escuela; allí se organizaban reuniones y charlas culturales olvidándose de acudir a celebrar la novena en honor de la Inmaculada Concepción. Se acercaba el 8 de diciembre y todavía no se había organizado la misa de las nuevas asociadas hijas de María; cuatro niñas habían recibido la primera comunión, la confirmación y, con más de 16 años, se les olvidaba apuntarse. Pero lo más importante: no estaban preparadas las medallas con el lazo azul (signo de pureza) que debían ser entregadas y colocadas a las nuevas asociadas en acto solemne. Solo cuando se casaba una asociada, dejaba de ser miembro de ella. En la ceremonia de la boda llevaba puesta la medalla y dos asociadas se la recogían; después de dársela a besar era colgada en el estandarte de la Asociación que siempre estaba instalado en el altar mayor de la iglesia.

No acudían a los cultos durante el mes de mayo, ni a las sabatinas los primeros sábados de cada mes, ni a las reuniones extraordinarias antes del mes de mayo y tampoco las ordinarias a lo largo de todo el año.

Realmente, el maestro se había ganado a la juventud del pueblo distrayendo su fe religiosa, y eso era: influencia diabólica, subversión, pecado, blasfemia… ¡No podía consentirse! Las jóvenes se habían olvidado de la devoción a la Virgen y el dogma de su Inmaculada Concepción, Se estaba perdiendo el modelo de vida cristiana de María. Y, además, por si fuera poco, “para más inri”, la iglesia del pueblo, Santa María, estaba consagrada a su devoción.

La Academia del maestro, como lugar de reunión entre los jóvenes del pueblo suponía una gran ocasión para intercambiar ideas, hablar, aprender, conocerse… Y una valiosa ayuda para que surgieran relaciones de amistad u otras entre ellos. Los jóvenes estaban contentos de la llegada del maestro y con ilusión esperaban que se hicieran las 10 de la noche para comenzar las reuniones. Estaban hartos de que el cura párroco monopolizara el tiempo de ocio con los actos religiosos de la Asociación de Hijas de María. Con guasa cantaban: “todas las marías son dulces como el caramelo y yo, como soy goloso, por las marías me muero”.

No por la creación de la Academia, que era lo que más sentía, pues, por ahí se le escapaban las jóvenes ovejas, ¡no!, sería por las enseñanzas a los niños en la Escuela, por donde debía atacar al maestro.

Todavía los mayores del pueblo acudían a los actos religiosos programados y seguían confesando. El cura párroco sabía los entresijos, pensamientos y vida de sus feligreses fieles; su influencia ante ellos estaba intacta y debía actuar. Era urgente y lo haría con la ayuda de los más devotos, apasionados y fervientes creyentes; utilizando a sus incondicionales y con un plan bien establecido: instigando y obligando, mediante la penitencia que perdona los pecados en la confesión para que denunciaran ante la inspección, la autoridad escolar y las fuerzas de orden público que: la conducta del maestro era indigna, porque enseñaba cosas obscenas, propias de un lupanar, como bailar con la música de un gramófono, recitar poesías o arrojar por la ventana el Crucifijo de la sala de clase. Así, la conducta religiosa y social del maestro era: mala, malísima, pésima y contraria a las normas de nuestra Sacrosanta Religión. Los incondicionales llegan a ir por las casas pidiendo firmas para echar al maestro del pueblo, e intentan conseguir el sello del Ayuntamiento con la finalidad de oficializar las actuaciones, sin conseguir ninguna de las dos finalidades.

Al maestro se le acusa de “corromper a la juventud” (la misma acusación por la que se condenó a tomar la cicuta al filósofo Sócrates de la Antigua Grecia) por decir a los jóvenes de su Academia que: el matrimonio no debía ser para toda la vida, sino como un contrato de un objeto que se arrienda, que cuando se termina se deja y que, lo mismo debía hacerse con el matrimonio a petición de una de las partes.

La llegada de los misioneros en el año 1940, tras la contienda, es recibida por todo el pueblo con grandes muestras de cariño y de alegría, autoridades, asociaciones piadosas y pueblo en masa, se dirigían a la iglesia entonando cánticos de Misión. “Nos han traído la fe los Padres Redentoristas a este pueblo que antes era semillero de marxistas”. El camino de la Misión estaba trillado y el éxito asegurado.

Para los padres de Domingo, asesinado junto al maestro, la llegada de los misioneros suponía un alivio a sus conciencias. A su hijo lo mataron por ser amigo del maestro y acudir a la Academia. Jamás perdonaré lo que han hecho a mi hijo, decía su padre al principio. Era bueno, pero con ideas extrañas, así que la culpabilidad de su muerte era del maestro y no de los que la ejecutaron, pensaba después. El ambiente feroz de odio y represión de los vencedores en la posguerra, la propaganda intentando justificar la necesidad del alzamiento y su atroz desenlace y, tal vez, el humano miedo a represalias, ejercieron en sus mentes influencia decisiva llegando a disculpar a los asesinos de su hijo.

Destacaban los actos principales de la Misión Evangelizadora: el rosario de la aurora, el sermón de la mañana, la catequesis, la eucaristía, las confesiones y comuniones generales, las procesiones. Vía Crucis, pues los días de la Misión coincidían con la Semana Santa.

Las canciones que se entonaban eran muy variadas, como ejemplo: A Misión os llama (“A Misión os llama, / errantes ovejas, vuestra tierna Madre/ la Pastora excelsa...”). Venid y vamos todos (“Venid y vamos todos / con flores a porfía. Con flores a María, / que Madre nuestra es...”) o, Perdona a tu pueblo, Señor (“Perdona a tu pueblo, Señor, / perdona a tu pueblo, / ¡perdónale Señor!”).

Los misioneros recurrían, una y otra vez, a “la importancia de salvarse” (a salvar el alma, se entiende, no a salvarse del hambre); recurrían a “la gravedad de caer en el pecado mortal”; “al peligro de la muerte del pecador”, “al Juicio Universal”; “a la Misericordia de Dios”, al “Cielo” y al “Infierno” (la escenificación del Infierno era terrible, por el miedo que hacían pasar) y recurrían, también, cómo no, “al perdón de nuestros enemigos”, a “la devoción a la Santísima Virgen” y “a la perseverancia”.

Sí. ¡Salvar el alma! recordaba Felisilla el día en que el “carburo” del maestro había salvado la vida a su padre.

En un pueblo sin luz eléctrica, en los días de invierno, la tarde desaparece tan rápidamente que prácticamente la mañana se une a la noche. Para sustituir a la luz solar y aprovechar el tiempo en la Escuela, el maestro había comprado (con el dinero de su bolsillo) una “lámpara de carburo”; novedad importante ya que únicamente se conocían los candiles de mecha y aceite.

Ese día de invierno, su padre, cartero rural, se desplazó a los pueblos de Carrias y Castrillo (pueblos próximos, a pocos kilómetros de distancia) a repartir la correspondencia. En el camino, una gran nevada comenzó a caer tal que el espesor llegó a ser de más de medio metro. La madre estaba preocupada, pues tardaba en el regreso y la noche se echaba encima y, más cuando aparece la mula sola. Rápidamente se lo comunica a su tío Pedro (hermano de su madre, hombre fuerte y decido). Lo primero y urgente es colocar una luz potente en la ventana de la casa más alta del pueblo para que la vea, se oriente y encuentre el camino, pero el candil de aceite no es suficiente. Felisilla se acuerda del “carburo” de su Escuela y lo colocan en la ventana. El tío Pedro coge una mula y, junto con su madre, se lanzan a su busca, a pocos metros del pueblo lo encuentran desfallecido y con principios de congelación. Les explica que la mula lo había descabalgado no pudiendo hacerse con ella, y que la luz había sido providencial ya que se encontraba totalmente desorientado. Pensó: la Luz Divina es importante, pero, a veces, la natural o su sustituta, más.

Se trataba de que todas las personas del pueblo participaran, confesaran, se arrepintieran y comulgaran (ya que, de lo contrario..., el Infierno, el dolor, las llamas...).

Pocos del pueblo, casi ninguno, se manifestaba abiertamente como no creyente; el Nacional-Catolicismo triunfante lo entendería como antipatriota y ya se sabía lo que ello significaba. Pero, Bruno, que venía de regreso de hacer las américas en Argentina, y con conocimiento y experiencia de otros mundos, los misioneros y sus sermones no le impactaban en absoluto, pero conocía el dicho que: “allá donde fueres haz lo que vieres”. Mira, ¡hijo mío!, le dijo su madre, eres el único del pueblo que no asistes y que no piensas comulgar y te están señalando como ateo, sé que no crees en estas cosas, pero me darías una gran alegría si confesaras y comulgaras. Así lo hizo, a pesar de todo, por no disgustar a su madre. El objetivo de la Misión se había cumplido: comunión y confesión general.

Y de recuerdo una cruz de madera pintada de negro, del mismo color que los hábitos de los predicadores, y colocada en el lugar que mejor resalta en la iglesia; construida por Pedro, artesano del pueblo, bajo las indicaciones precisas de los misioneros. O una medallita de la Virgen del Perpetuo Socorro. Llévala siempre, le recomendó el padre Jerónimo a Felisilla y, prométeme, no dejes nunca de rezar la oración que te enseño cuando te acuestes todos los días de tu vida: “Virgen Santísima, socorro perpetuo de las almas que se acogen a vuestro amor maternal; dignaos pedir por mí a vuestro santísimo Hijo y Señor nuestro Jesucristo, para que le sean agradables todos mis pensamientos, palabras y acciones de este día y todos los días de mi vida”

Recordaba Felisilla, el día de la presentación del maestro y el estirón que arrancó de su cuello la medallita que le habían regalado sus padres en la primera comunión.

El padre Jerónimo, de veintiocho años de edad, de voz dulce y sugerente en sus sermones, alto, delgado, moreno, de ojos negros y mirada tierna, con el pelo abundante y ensortijado, resaltaba su juventud frente a su superior Anastasio, de cincuenta y cuatro años, bajo de estatura y enjuto, calvo, con voz grave en conversación cotidiana pero que se trasformaba en acusadora, inquisitorial, penetrante y convincente en los sermones pronunciados bajo los efectos de resonancia de la bóveda de la iglesia. Capaz de convertir a la fe al corazón más incrédulo y duro de pelar. Parecía que, en los sermones, su baja estatura se elevaba en el pulpito hacia el cielo.

Recordaba Felisilla, como el maestro, al poco tiempo de llegar, había corregido al mismo nivel del suelo la tarima del estrado donde se encontraba situada su mesa con las demás mesas de los alumnos y retirado la suya. La tarima no eleva el respeto al maestro, decía. El maestro, como tutor e instructor está junto al alumno, orientando, ayudando y próximo a su dificultad. Pensaba y comparaba la diferencia con la altura del púlpito en la iglesia, donde los padres con autoridad divina se elevan sobre sus hijos comunicando la Buena Nueva.

Ambos predicadores, utilizando las mismas técnicas oratorias y dialécticas producían resultados espectaculares en las ovejas oyentes, obteniendo orgasmos de placer, satisfacción y autocomplacencia al escucharse. Verdaderos expertos en la homilética; el púlpito era el lugar de la iglesia donde realmente se encontraban a gusto

Desde luego, que cumpliría la promesa realizada al padre Jerónimo, se dijo para sí la niña pensante, tal como la fidelidad que se prometen dos enamorados.

No ya tan niña, con diecisiete años recién cumplidos, la vida se abre de par en par. La adolescencia hace ver cosas de forma diferente. La admiración, en principio producida por la figura de Jerónimo, se había acrecentado con el trato y la conversación a diario. De ello se daba cuenta el admirado y, medio en broma medio en serio, le pregunta: ¿serías capaz de acompañarme como ama en los caminos que Dios me tiene señalado? ¡Por supuesto!, le contesta rápida e ingenuamente la niña, esta vez sin pensarlo dos veces. Una ligera sonrisa de satisfacción se produce en el rostro de Jerónimo que se torna, a continuación, en mueca de disgusto; rápidamente le viene al pensamiento: ¡qué digo!, no puedo decir esto ni pensarlo, me estará tentando el diablo, y con voz solemne le susurra al oído: ¡es broma!, no me hagas caso. En el ego de la niña pensante se ha producido, del mismo modo que en el de Jerónimo, una satisfacción íntima: él se ha fijado en ella y ella se ha fijado el él. Lo que de forma natural entre dos seres humanos se transformaría en amor y sus consecuencias, en este caso queda sublimado por el convencionalismo religioso. El amor de la adolescente sí es puro, ideal y carente de todo componente sexual, tal como el amor que profesa la Virgen Santísima. El de Jerónimo ambivalente entre narcisismo y represión contenida.

La influencia de Jerónimo en las jovencitas del pueblo debió de ser importante, pues fueron a visitarlo transcurrido algún tiempo a otro pueblo cercano donde actuaba, por cierto, con gran decepción, ya que lo encontraron con el pelo cortado al cero, según dijeron, como castigo del padre superior Anastasio a su inferior y por algo que no se supo nunca a ciencia cierta, pero que se supone.

Recordaba Felisilla las clases de baile, los pasos y la música de tango achotinado en el gramófono que su maestro compró. También aprender a bailar forma parte de la educación y es cultura, pensaba que no era pecado bailar, pues, divertirse y relacionarse con chicos son cosas naturales de la edad.

Mientras el padre Jerónimo le enseñaba a rezar, el maestro le enseñaba a bailar.

¿Quién podrá más?

 

 

 

 

LAS MISIONES PEDAGÓGICAS

 

“La pugna por la enseñanza”

 

A principios del siglo XX, más de mil comunidades religiosas se dedican a la enseñanza en España (dos tercios de las existentes) Con ello, la Iglesia católica española domina la enseñanza secundaria y parte de la primaria relativa a la clase acomodada. Controla el país, a través de la futura élite rectora que será mentalizada en su seno.

El 12 de abril de 1931 se proclama la II República española.

La situación económica en España era de un evidente retraso respecto a otros países. Con 2/3 de su población dedicada a la agricultura. Otros países estaban ya en la revolución industrial. La inversión en educación por habitante era: cuatro veces menor que en Francia e Italia, cinco que en Gran Bretaña y diez que en Estados Unidos. La situación de la Escuela en España es la de presencia de las clases medias y altas en la Escuela privada, siendo la pública la Escuela de los pobres. El nivel de analfabetismo superaba el 65% y más del 60% de la población en edad escolar se encontraba sin escolarizar. Estaban sin escolarizar un millón y medio de niños.

La educación primaria era el problema fundamental.

El retraso de España respecto a la educación con los demás países se debía, fundamentalmente, a la Monarquía absoluta padecida durante siglos, a los diversos gobiernos conservadores y a la Iglesia católica que los bendecía, eso sí, a cambio de privilegios, entre otros, el monopolio de la educación.

La República española consideró la educación la base sobre la que levantar un país pobre y analfabeto, estableciendo una filosofía distinta y nueva en la Escuela, lejana del arcaísmo eclesiástico de antaño y dirigidas por hombres libres e iguales. La reforma del sistema educativo se hacía prioritaria y urgente, había que implantar un Estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era necesario transformar la sociedad a través de un modelo innovador de Escuela.

El proyecto de Escuela republicana se basaría en los siguientes principios: Unificada, Activa, Laica, Gratuita y Coeducativa.

“Unificada”. En dos sentidos concretos: unificación formativa, enlazando la enseñanza primaria, la media y la superior; y unificación social, que el acceso a los cursos más avanzados y el éxito académico se basen en las capacidades y el mérito de las personas, y no en su riqueza ni en su apellido, haciendo posible de esta manera la movilidad entre las distintas clases sociales.

“Activa”. Desarrollando en el alumnado el sentimiento de esfuerzo personal, el aprendizaje a partir de la propia experimentación, la aplicación de los conocimientos adquiridos y el trabajo en equipo, evitando técnicas empobrecedoras como la memorización repetitiva.

“Gratuita”. Todos los niños, al margen de su capacidad adquisitiva, podrán acceder a la educación. Hasta ese momento solo podían permitírsela los que tenían cierto nivel económico; la clase campesina y obrera se sumía en el absoluto analfabetismo.

“Laica”. La instrucción religiosa no será obligatoria en las escuelas primarias ni en ninguno de los demás centros dependientes del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, pero se mantiene para los alumnos cuyos padres signifiquen el deseo de que aquéllos la reciban en las escuelas primarias.

“Coeducativa”. Los Centros de enseñanza abrirán sus matrículas indistintamente a los alumnos de uno u otro sexo que lo soliciten, desapareciendo así cualquier tipo de separación que se hubiera producido hasta entonces por razón de sexo.

Garantizar el progreso de España pasaba por terminar con la tremenda influencia de la Iglesia católica en la enseñanza. La laicización del Estado y de la sociedad era necesaria para conseguir que alcanzaran la categoría de modernos, de aceptables, según criterios progresistas. Por eso la República retiró los crucifijos de las escuelas, instauró la voluntariedad de las clases de religión, prohibió las procesiones públicas... y prohibió a las órdenes religiosas que ejercieran la enseñanza. La Compañía de Jesús fue disuelta y sus bienes incautados por el Estado; sus colegios pasaron a ser públicos.

La Iglesia católica fue consciente de que ahí se jugaba su papel privilegiado en la dirección de la sociedad española. Su respuesta en sus medios de comunicación constituyó: “una verdadera guerra escolar”, verdadero preludio de la “Guerra Civil”. La enseñanza confesional católica, reaccionaria y obstruccionista, era uno de los mayores peligros ideológicos para el nuevo sistema, y había que defenderse. Este planteamiento de defensa llevaba a una política de retirada de privilegios que los sectores católicos percibieron como ataques frontales de una política sectaria, que podía conducir a un grave conflicto social.

En 1885, Jules Ferry, Ministro de Educación de la III República francesa, atacó duramente a las órdenes religiosas al efectuar sus grandes reformas de la enseñanza. Sostenía que el Estado tenía derecho exclusivo a organizar la enseñanza. Los círculos conservadores, en una atmósfera de odio y suspicacias le acusan de pretender crear una juventud incrédula. Ferry logró imponer su opinión “lentamente”: los jesuitas fueron expulsados, las órdenes religiosas excluidas de las escuelas y la enseñanza primaria absorbida absolutamente por el Estado; fue entonces cuando se hizo accesible y obligatoria para todos los franceses.

España, con su II República, tardó cerca de 50 años en intentar hacer lo mismo que Francia con la suya; pero, quizás, demasiado “rápido”. Así le fue. No recordaban lo que dice Cervantes en el Quijote de la Mancha: ¡con la Iglesia hemos dado, amigo Sancho!

 

 

La pérdida de las ultimas colonias en España produce en 1898 una crisis de conciencia general en todo el país; de ello nace el movimiento intelectual español conocido como: “Regeneracionismo”. La educación es la palanca encontrada para el cambio y la modernización. Joaquín Costa, es su principal adalid con su conocido lema: “Escuela, despensa y siete llaves para el sepulcro del Cid”, así como, la “Institución Libre de Enseñanza” (ILE) que nace en 1876 como una organización privada impulsada por Francisco Giner de los Ríos; formada por profesores que habían sido expulsados de la universidad por problemas de conciencia y religión, pero que entienden que las soluciones al problema de España pasan por la mejora de la Escuela primaria.

Joaquín Costa, muere en el año 1911 y es enterrado en un magnífico panteón en el Cementerio civil de Torrero de Zaragoza, réplica del Partenón ateniense sobre una colina artificial.

En su lápida está escrito:

 

“Aragón a Joaquín Costa.

Nuevo Moisés de una España en éxodo.

Con la vara de su verbo inflamado, alumbró la fuentede las aguas vivas en el desierto estéril.

Concibió leyes para conducir a su pueblo a la tierraprometida. No legisló”.

 

Declarado públicamente ateo, no fue enterrado en el “camposanto” católico del cementerio o “campo de la verdad”, lo fue, fuera del muro, en el cementerio “laico” o “neutro”; para algunos, símbolo de la disidencia con la mayoría católica y lugar apartadizo de malos españoles que, al renegar de su catolicidad constitutiva o no aceptarla, negaban su españolidad igualmente. Son, por lo tanto, como un “apartheid” de los disidentes de la ortodoxia españolidad y de la religión oficial.

Los cementerios católicos y los civiles representaban las dos Españas de Machado (“españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”) o las dos medias Españas, que escribiera Larra, (“aquí yace media España. Murió de la otra media”). La España tradicional de rancios, inquisitoriales, aldeanos… O del orden y las buenas costumbres, y la España de los libertinos, masones, judíos, afrancesados… O de ilustrados y liberales.

Hoy, como siempre, nunca faltan flores en la tumba de Joaquín Costa colocadas por sus paisanos, en reconocimiento y gratitud por los enormes servicios prestados por el “León de Graus” que más luchó por el pueblo de Aragón y de España.

Así pues, los principios programáticos de la ILE son básicamente los mismos que inspiran la reforma educativa de la República. La ILE se mantiene ajena a todo particularismo religioso, filosófico y político, absteniéndose en absoluto de perturbar la niñez y la adolescencia, anticipando en ellas la hora de las divisiones humanas. Se ofrece en la ILE, sobre todo, una educación humanista, se fomentan el pensamiento como órgano de la investigación racional y de la ciencia (...), la salud y la higiene, el decoro personal y el vigor físico, la corrección y nobleza de hábitos y maneras, la amplitud, elevación y delicadeza del sentir, la depuración de los gustos estéticos, la humana tolerancia... La formación, en suma, de caracteres armónicos dispuestos a vivir como piensan. Principios básicos de la ILE eran la coeducación de hombres y mujeres en condiciones de igualdad y el método intuitivo, que, en palabras de Francisco Giner de los Ríos: Exige del discípulo que piense y reflexione por sí...; que investigue, que arguya, que cuestione, que intente, que dude, que despliegue las alas del espíritu; en fin, que se rinda a la conciencia de su personalidad racional.

Francisco Giner de los Ríos muere en el año 1915 y es enterrado en el Cementerio civil del Este de Madrid, junto al cementerio católico de La Almudena, pero separado de él. Lo mismo que Joaquín Costa, enterrado en un cementerio destinado a inconformistas, tanto por ideología como por confesión.

La renovación pedagógica republicana se nutrió no solo de los postulados krausistas de la ILE, también de las aportaciones de movimientos pedagógicos como: la “Escuela Nueva” y la “Escuela Moderna” y de las ideas de reformadores de la educación europeos como “Celestin Freinet”. Entendiendo la enseñanza como servicio público y en la creencia del poder ilimitado de la educación como instrumento de regeneración de los hombres y de los pueblos. ¡Dame la Escuela y cambiaré el mundo!, pensaban. La “Escuela Moderna”, es el proyecto fundamental de la vida de Francisco Ferrer Guardia. Abierta en Barcelona a partir de 1901, se llevará a cabo una enseñanza inspirada en el “libre pensamiento” practicando la coeducación (de sexos y de clases sociales), insistiendo en la necesidad de la higiene personal y social, rechazando los exámenes y todo sistema de premios y castigos, abriendo la Escuela a las dinámicas de la vida social y laboral, y organizando actividades de descubrimiento del medio natural. Los niños y niñas tendrán una insólita libertad, harán juegos y ejercicios al aire libre, y uno de los ejes del aprendizaje lo constituirán sus propias redacciones y comentarios de estas vivencias. Una rotura verdaderamente revolucionaria con los métodos tradicionales.

Francisco Ferrer Guardia, muere a los cincuenta años de edad porque, sin ninguna prueba, se le acusó de haber instigado los hechos de la Semana Trágica de julio de 1909. Fue fusilado en Montjuic (Barcelona), después de un juicio sin garantías a cargo de un tribunal militar, el 13 de octubre de 1909.

El eco internacional de esta injusta ejecución se manifestó en una serie de actos de protesta cívica, en toda Europa y en todo el mundo, encabezados por personas de todas las sensibilidades humanistas y progresistas, que, como testigo simbólico, confluyeron en la construcción de un monumento erigido en Bruselas en 1911, con el que se homenajea a Francisco Ferrer como mártir de la libertad de pensamiento. Al pie de este monumento está grabado su mensaje:

 

“La enseñanza racionalista puede y debe discutirlo todo, situando previamente a los niños sobre la vía amplia ydirecta de la investigación personal”.

 

Francisco Ferrer, está enterrado en el cementerio civil de Montjuic o cementerio Sud-Este de Barcelona, más conocido como cementerio de “Casa Antúnez”. Bajo un gran ciprés se encuentran tres tumbas contiguas, vacías (después de la Guerra Civil desaparecieron los restos de las tumbas, se borraron sus nombres y se prohibió las ofrendas de flores); la más cercana al ciprés es la de Francisco Ferrer, la inmediata de Buenaventura Durruti y la tercera de Francisco Ascaso.

Hoy, el conjunto de las tres tumbas está presidido por una lápida vertical con la siguiente inscripción:

 

“¡Ferrer!, ¡Ascaso!, ¡Durruti! Simbolizan y nos recuerdan a tantos anónimos que dieron sus vidas por losideales de libertad y justicia social”.

 

En su propia lápida está escrito:

 

“Apóstol de la paz y la fraternidad, fue víctima de la intolerancia y el despotismo de su época”

 

Ha dicho un escritor francés que el canto de la libertad no es la Marsellesa; es lo que cantan los niños al salir de la Escuela. Hay que sacar la Escuela al bosque, al jardín, al huerto. Hay que pegar fuego a esas escuelas pocilgas memoristas y rutinarias de los mapas con sus océanos colgados en la pared y su Cristo difunto. Hay que llevar a la Escuela belleza, alegría y salud. (Ramón Acín, 1923 Huesca)

El compromiso de unos maestros e intelectuales fue total con el objetivo republicano de: “cultura y Escuela para todos, sin discriminaciones sociales, económicas o de sexo”. Por eso se convirtieron en “defensa y escudo de la República”. Lo pagarían muy caro; con la cárcel, el exilio (interior y exterior) y con la vida.