Libro 1. La Joven Princesa. La Muchacha Del Pueblo Escondido - Elena Kryuchkova - E-Book

Libro 1. La Joven Princesa. La Muchacha Del Pueblo Escondido E-Book

Elena Kryuchkova

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Beschreibung

Japón, finales del siglo XVI. En la ciudad de Edo vive una misteriosa adivina de ojos azules llamada Ruri. ¿Quién es y qué secretos esconde? ¿Y cómo está relacionada con una mujer llamada Sumire, la líder de un grupo teatral? Este secreto procede de un pasado lejano… En el siglo II, el país de Yamatai estaba gobernado por Himiko, la mujer de rostro dorado (escondía su cara con una máscara dorada), que había heredado de su madre tres símbolos sagrados del poder de la Gran Diosa del Sol. Le servía la Doncella Celestial, que ya había conocido en el pasado a una mujer misteriosa con ojos azules…

Extracto del libro:
Ante ellos apareció una habitación limpia y espaciosa, decorada con elegantes muebles labrados y pinturas hábilmente ejecutadas. Todas las cosas del interior eran de gran valor e inmediatamente quedó claro que el negocio de la adivina marchaba bien.
La mujer y sus hijas apreciaron de inmediato la calidad de las cosas que las rodeaban. Eran cosas que podían comprar aristócratas de clase media o ciudadanos ricos.
Después de intercambiar cumplidos, Ruri invitó a sus visitantes a sentarse junto a una mesa baja sobre el tatami. La mujer y las muchachas se sentaron rápidamente. Los samuráis, asegurándose de que nada amenazaba a su señora y sus hijas, se quedaron en pie tranquilamente en la entrada de la vivienda.
No parecían preocupar a Ruri en absoluto. A menudo acudían a ella en busca de predicciones señoras nobles y ciudadanas ricas, que llegaban, por supuesto, con una escolta.
—Señora, ¿qué queréis saber primero? —preguntó la adivina de ojos azules—. ¿Vuestro futuro o lo que espera a vuestras hijas?
—Primero deseo saber qué espera a mi hija mayor. Luego, por orden de edad: la mediana y la menor. —La mujer fue indicando sucesivamente a sus hijas con un gesto.
***
De repente, la niña se dio cuenta de algo más: los cielos se oscurecieron rápidamente y una niebla impenetrable empezó a cubrir todo a su alrededor. La niña tuvo miedo y se apresuró a buscar una salida del bosque. Pero pasó algo irreparable: se había perdido, pero se había dado cuenta demasiado tarde.
«Si me quedo quieta, nunca saldré del bosque», razonó. «Lo más importante es tener mucho cuidado. Y con la ayuda de la gran diosa Amaterasu, saldré con bien de aquí. Y tengo que encontrar a mi doncella».
Himiko rezó mentalmente y se abrió en marcha con cautela. Primero siguió un camino llano y luego, de repente, surgió una senda forestal. La muchacha, para su sorpresa, se dio cuenta de que caminaba por un sendero de montaña.
De repente, Himiko escuchó el ronroneo de un gato y entendió que en algún lugar cercano debía haber alguna vivienda. «Preguntaré a los lugareños cómo puedo volver a la capital. ¡Tal vez me dejen esperar en su casa a que pase la niebla!», se le pasó por la cabeza.
Siguió caminando y de vez en cuando llegaba a sus oídos un ronroneo. Himiko caminó mucho tiempo.

Descripción de la serie:
Japón, finales del siglo XVI. En la ciudad de Edo vive una misteriosa adivina de ojos azules llamada Ruri. ¿Quién es y qué secretos esconde? ¿Y cómo está relacionada con una mujer llamada Sumire, la líder de un grupo teatral? Este secreto procede de un pasado lejano… En el siglo II, el país de Yamatai estaba gobernado por Himiko, la mujer de rostro dorado (escondía su cara con una máscara dorada), que había heredado de su madre tres símbolos sagrados del poder de la Gran Diosa del Sol. Le servía la Doncella Celestial, que ya había conocido en el pasado a una mujer misteriosa con ojos azules…
Himiko también pretende fortalecer las fronteras estatales para resistir los ataques de las tribus salvajes. Para hacerlo, va de incógnito al extranjero, al imperio Han. En su lugar en el trono, Himiko deja a su doble, la mujer del legendario Clan Celestial. Himiko pretende conseguir el «polvo de fuego». Tras subirse al barco mercante, la gobernante de rostro dorado no podía siquiera imaginar que su aparentemente anodino viaje estaría lleno de peligros y que

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Traducido por Mariano Bas

«Libro 1. La joven princesa. La muchacha del pueblo escondido (Serie “Los cuentos de la reina del rostro dorado y los artefactos de la antigua diosa”)»

Escrito por Elena Kryuchkova y Olga Kryuchkova

Copyright © 2022 Elena Kryuchkova, Olga Kryuchkova

Editorial Tektime

www.tektime.it

Traducido por Mariano Bas

Todos los derechos reservados

Diseño de portada © 2022 Elena Kryuchkova

Libro 1. La joven princesa. La muchacha del pueblo escondido3

Prólogo 1. La adivina de los ojos azules y las hijas nacidas bajo las estrellas brillantes4

Capítulo 1. La princesa del país de Yamatai12

Capítulo 2. Un encuentro con lo sobrenatural24

Capítulo 3. El clan del pueblo escondido y la misteriosa muchacha de ojos azules30

Capítulo 4. Una lección para la joven princesa42

Referencia histórica62

Esta historia es una ficción y cualquier similitud con personas reales es una coincidencia.

En esta historia hay nombres de personas reales que vivieron en el pasado. Pero la descripción de sus vidas en esta historia es ficticia.

Los personajes de la mitología también se han cambiado; sus caracteres, relaciones y vínculos familiares son ficción. La historia es completamente ficticia.

Libro 1. La joven princesa. La muchacha del pueblo escondido

Prólogo 1. La adivina de los ojos azules y las hijas nacidas bajo las estrellas brillantes

Año veinticuatro del reinado del emperador Ōgimachi (personaje histórico, vivió entre 1517 y 1593).

Los humedales de la región de Kanto, donde el río Sumida desemboca en la bahía, se llamaban Edo. Este nombre significa «entrada en la bahía» o «estuario». Y en el siglo XII el gobernador local construyó aquí una pequeña fortificación.

Sin embargo, la ciudad de Edo se fundó posteriormente, cuando otro gobernador local llamado Ōta Dōkan ordenó la construcción de un pequeño castillo en el lugar de esa pequeña fortificación para proteger al territorio de enemigos. Y la fecha oficial de la fundación de la ciudad se considera el día en que se completó la construcción del castillo de Edo (el 8 de abril de 1457).

Por cierto, el castillo se componía de tres partes, tenía dos torres y cinco puertas de acceso. El perímetro estaba protegido por un foso con agua. La ciudad junto al castillo se desarrolló a partir del pueblo de Hirakawa, que está situado en la orilla sur del río del mismo nombre. La ciudad fue creciendo gradualmente. Pero once años después mataron a Ōta Dōkan y la ciudad cayó rápidamente en decadencia.

Sin embargo, fue en Edo donde vivió una mujer de ojos azules llamada Ruri. Fue considerada una excelente adivina, y no solo los residentes locales, sino incluso mujeres nobles de otras provincias acudían a menudo a ella.

La mujer de ojos azules afirmaba que su abuelo era portugués (fueron los primeros europeos en llegar a Japón en 1543). Y tras esta explicación nadie veía nada místico en ella.

***

… Una hermosa niña de ocho años de una familia noble, con el pelo largo y oscuro viajaba en un carruaje con su madre y dos hermanas mayores, que eran igualmente bellas. La niña estaba confusa: ¿por qué viajaban tan lejos? ¿Lo hacían para ver a una extraña mujer para que predijera su futuro?

La madre de la niña había oído hablar recientemente de la señora Ruri que vivía en Edo. Y pidió permiso a su hermano para viajar y visitar a la adivina junto con sus hijas. La mujer había enviudado y vuelto hacía varios años junto a su clan nativo bajo la protección de su hermano, una persona muy influyente. La mujer quería conocer el futuro de sus hijas. Su hermano no se opuso al viaje y proporcionó a su hermana gente de confianza para que la acompañara.

Y ahora el carruaje con las tres muchachas y su madre, rodeadas por hombres armados, pasaba por las calles de Edo. Las personas con las que se encontraban en su camino entendían perfectamente que tenían delante el carruaje de una persona noble. Y, por si acaso, se inclinaban a su paso por miedo a enfadar al «señor misterioso» o la «señora poderosa» y perder sus cabezas.

La hermana mayor, de doce años, vestida con un kimono naranja, y la mediana, de once años, con un vestido amarillo, comentaban alegremente su inminente visita a la adivina. Su madre «miraba al vacío», sumida en sus pensamientos. El kimono de la mujer era de color azul claro, como para resaltar la palidez de su cara y darle el aspecto de una criatura mística.

Con respecto a la hija más joven, llevaba un vestido verde claro para la visita. Y estaba leyendo un antiguo pergamino. Las muchas vicisitudes de su vida desde muy joven la habían hecho muy reflexiva. La muchacha leía textos bastante complicados para su edad y a veces trataba de esconderse en el mundo de los libros ante los problemas que la rodeaban.

… De repente, el carruaje se detuvo. La hija menor levantó la vista de su lectura. «Parece que hemos llegado a la casa de la señora Ruri», pensó.

Era muy escéptica con respecto a las predicciones, a pesar de su edad. Su desconfianza hacia todo tipo de médiums, adivinos y astrólogos tenía una razón.

Los onmyōji que estaban al servicio de su tío, el hermano mayor de su madre, eran en opinión de la niña unos charlatanes. Los onmyōji eran personas que practicaban el onmyō, las enseñanzas del Yin y el Yang. Este había llegado a Japón al principio del siglo VI, primero como un sistema de adivinación. Pero gradualmente se convirtió en una combinación de astrología, magia, filosofía y ciencias naturales.

El concepto de «onmyōji» apareció poco después, en el siglo VII, y se convirtió en popular. Por orden del emperador, se fundó la Oficina de Onmyō, el departamento público del onmyō.

Básicamente, los onmyōji hacían horóscopos y adivinación, exorcizaban a los malos espíritus y acababan con las maldiciones. Los onmyōji usaban el Libro de las mutaciones (I Ching) para la adivinación y también calendarios especiales y astrología. El Libro de las mutaciones, también conocido como I Ching, fue uno de los primeros textos sobre adivinación en la historia de China. Constaba de 64 hexagramas, cada uno de los cuales simbolizaba una situación especial desde el punto de vista de su desarrollo gradual.

También se creía que los onmyōji supuestamente sabían cómo llamar a los shikigami (espíritus contenidos en una hoja de papel e invisibles a los ojos de los meros mortales). Pero esto solo producía una sonrisa condescendiente en la hija menor. Por supuesto, el cénit de los onmyōji se produjo en el periodo Heian, hacía muchos siglos, pero incluso ahora algunas personalidades muy importantes recurrían a sus servicios.

La muchacha había observado cómo los onmyōji que estaban al servicio de su tío intentaban ganarse su favor y el de sus hijos, sus primos. Los adivinos les profetizaban un brillante futuro y la superación de toda clase de obstáculos.

Entretanto, uno de los samuráis que acompañaban al carruaje llamó cuidadosamente a la puerta de este y dijo:

—Mi señora, hemos llegado a la casa de la señora Ruri.

—¡Excelente! —La mujer reaccionó. Parecían haberle distraído de sus pensamientos en ese momento. Llamó a sus hijas—: ¡Chicas, nos bajamos!

La más joven de sus hijas puso el pergamino en el asiento del carruaje y siguió a su madre y sus hermanas mayores. Cuando salió del carruaje acortinado, la brillante luz del sol le dio en los ojos. Y justo delante de ella había una casita limpia con un techo de tejas de color naranja brillante.

Cerezos en flor y naranjos crecían junto a la casa. Plantas de lycoris se alineaban siguiendo el camino adoquinado. Pero no había llegado aún el momento de su floración, pues este llegaba tradicionalmente al final de la octava luna. Este periodo caía en el equinoccio de otoño, al que se llamaba tradicionalmente higán. Por eso a las lycoris se las llama a mendo flores de higán o higan-bana.

En ese momento se abrieron las shōji o puertas correderas de la casa. Por ellas salió una joven muy atractiva con el cabello recogido en una cuidada cola de caballo. La joven estaba vestida con un kimono azul bordado con flores plateadas.

Era la misma señora Ruri, que era famosa como adivina. Pero lo único sorprendente que advirtieron en su apariencia las muchachas y su madre eran sus ojos azules, que parecían dos piedras de lapislázuli.

Ruri se inclinó con respeto hacia las visitantes y el samurái que las acompañaba. Luego se dirigió a ellas con respeto:

—Noble señora (Ruri usó su nombre) y sus bellas y jóvenes hijas (Ruri pronunció sus nombres), os he estado esperando. Me alegra daros la bienvenida a mi humilde hogar.

Las muchachas abrieron los ojos, sorprendidas. ¿Cómo podía saber sus nombres esa mujer? «¿Es realmente adivina?», un pensamiento relampagueó en la cabeza de la hija menor. La madre de las muchachas era escéptica con respecto a eso. Una vez había leído una novela china. La novela hablaba de un adivino. De hecho, el personaje protagonista hacía habitualmente horóscopos para sus clientes, pero a veces tenía que probar sus habilidades. Un amigo suyo trabajaba en la posada que estaba camino de la casa del adivino y le enviaba mensajes con los nombres de aquellos que paraban en ella antes de llegar a verlo. Era posible que la señora Ruri usara ese «truquito». Después de todo, la mujer y sus hijas camino de la adivina habían parado varias veces en distintas posadas.

La invitada también respondió amablemente al saludo de la adivina de ojos azules y luego dijo:

—Tu capacidad de predecir el futuro es conocida. Y me gustaría conocer mi futuro y el de mis hijas.

—Para eso viene la gente a mí, señora —respondió la bella mujer de ojos azules.

Esta invitó a los visitantes a entrar en la casa. Por supuesto, a la mujer y las muchachas les siguieron dos leales samuráis de su escolta. El hermano de la mujer les había ordenado que, en la medida de lo posible, no dejaran solas a la mujer y sus sobrinas. Y el samurái no habría dejado que la señora entrara sola en la casa de la adivina. Ruri no prestó atención a los soldados. Entraron todos juntos en la vivienda.

Ante ellos apareció una habitación limpia y espaciosa, decorada con elegantes muebles labrados y pinturas hábilmente ejecutadas. Todas las cosas del interior eran de gran valor e inmediatamente quedó claro que el negocio de la adivina marchaba bien.

La mujer y sus hijas apreciaron de inmediato la calidad de las cosas que las rodeaban. Eran cosas que podían comprar aristócratas de clase media o ciudadanos ricos.

Después de intercambiar cumplidos, Ruri invitó a sus visitantes a sentarse junto a una mesa baja sobre el tatami. La mujer y las muchachas se sentaron rápidamente. Los samuráis, asegurándose de que nada amenazaba a su señora y sus hijas, se quedaron en pie tranquilamente en la entrada de la vivienda.

No parecían preocupar a Ruri en absoluto. A menudo acudían a ella en busca de predicciones señoras nobles y ciudadanas ricas, que llegaban, por supuesto, con una escolta.

—Señora, ¿qué queréis saber primero? —preguntó la adivina de ojos azules—. ¿Vuestro futuro o lo que espera a vuestras hijas?

—Primero deseo saber qué espera a mi hija mayor. Luego, por orden de edad: la mediana y la menor. —La mujer fue indicando sucesivamente a sus hijas con un gesto.

—Que así sea —asintió Ruri.

En realidad, no necesitaba ninguna herramienta para la adivinación. Pero como sabía que sus clientes necesitaban quedar «impresionados», la adivinadora preguntó el día y año de nacimiento de la hija mayor y empezó a hacer diligentemente su horóscopo.

Finalmente dijo, dirigiéndose a la hija mayor:

—Mi señora, os espera un destino difícil, pero, después de una serie de dificultades, os convertiréis en la esposa de una persona muy influyente y daréis a luz un hijo que se convertirá en su heredero.

Una respuesta así satisfacía completamente tanto a la muchacha como a su madre. Luego Ruri «realizó» el horóscopo para la hija mediana:

—Mi señora, os casaréis felizmente y llevaréis una vida muy activa.

La hija mediana y su madre quedaron de nuevo satisfechas con la respuesta. Finalmente, fue el turno del horóscopo de la hija menor:

—Mi señora —dijo Ruri—, os convertiréis en la esposa de una persona muy poderosa. Pero esto no ocurrirá inmediatamente. Os divorciaréis de vuestro primer marido y enviudaréis en vuestro segundo matrimonio.

—… Pero al final todo irá bien, ¿no? —preguntó esperanzada la muchacha, quien, a pesar de su escepticismo, casi creyó en el poder de las predicciones de la mujer de ojos azules.

—Sí, será una persona muy influyente. Tendrás muchos hijos. Solo que…

—¿Alguna dificultad? —preguntó preocupada la madre de la jovencita.

—¡Oh no! —respondió Ruri—. Es solo que la persona que se convertirá en el marido de la joven señorita, y con quien vivirá hasta el fin de sus días, solo ha nacido hace dos años.

Hubo un silencio en la habitación que duró unos pocos segundos. Finalmente, este lo rompió la hija menor, ceñuda:

—¿Quiere decir que mi futuro marido será seis años menor que yo? ¡Qué tontería!

—A veces, las alianzas políticas entre familias nobles se producen con una gran diferencia de edad —reaccionó más calmadamente su madre.

—¡No me casaré con un niño! —la muchacha estaba indignada.

Sus hermanas también la miraron desconcertadas. ¿Cómo podía un marido ser tan inferior en edad a su esposa? ¡Era algo raro! Un hombre puede tomar una concubina mucho mayor que él, pero una esposa es algo completamente distinto. ¿Sería una unión política tan importante?

La madre se dio cuenta de que su hija menor necesitaba calmarse un poco.

—Ve a jugar con tus hermanas al patio.