Venido Del Cielo. Libro 3 - Elena Kryuchkova - E-Book

Venido Del Cielo. Libro 3 E-Book

Elena Kryuchkova

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Beschreibung

La parte final de la trilogía ”Venido del cielo”. El pasado distante y los acontecimientos del siglo XIX se entrelazan, llevándonos a la esperada conclusión de la historia de las antiguas deidades y William.
Extractos del libro:
”...Pero nunca logré encontrar el templo de Inanna”, le confesó el señor Adamson al final de su relato. ”Sin embargo, logré encontrar unas tablas doradas muy interesantes”, le dijo. ”Y no solo eso, también encontramos muchos objetos antiguos interesantes”.
”¿Tablas?” Esto tomó a Alice por sorpresa. ”La baraja me dijo que encontrarías lo que buscabas en la expedición. Tal vez justo eso es lo que esas tablas doradas son. ¿Te importa si las veo?”.
”Ya deben haber llegado al Museo Británico a estas alturas. Mi colega George Smith aceptó la enorme responsabilidad de escoltar esa valiosa carga hasta su destino personalmente. Lo que sí tengo ahora conmigo son fotos de las tablas y de otros artefactos hallados en Uruk”.
William tomó una caja con fotografías de una de sus enormes maletas, la abrió y la colocó en la mesa. Alice tomó varias de estas fotografías. En las fotos, las tablas se veían tan gruesas como trozos del más grueso cartón. Estaban cubiertas de símbolos finos y uniformes, similares a la escritura cuneiforme de los sumerios.
”¿Están hechas de oro?”, preguntó Alice de manera casual. Chris, mientras tanto, miraba una de las fotografías, cautivado por completo.
”Sí, por fuera parece oro...”, confirmó William. Alice, colocó una de sus manos sobre una de las fotos en blanco y negro y dijo:
”No están hechas de oro, pero el material se parece bastante”, declaró la médium súbita y inesperadamente.
”¿Y tú por qué estás tan segura?”, preguntaron Aldridge y su hermano al mismo tiempo.
”¿Cómo podrías saber eso partiendo de una fotografía en blanco y negro?”, se cuestionó William. ”El metal se parece al oro, pero es claramente más ligero. Tal vez sea alguna clase de aleación...”.
”Simplemente lo sé”, dijo ella tranquilamente. ”Siento que este metal vino desde muy lejos. Que no es un producto del interior de este planeta...”.
Chris y William se miraron el uno al otro seriamente, pero ninguno quiso discutir. Alice levantó la mirada de la foto para dirigirse hacia su hermano con mucha atención.
***
Enki entró al tribunal. Ereshkigal estaba sentada en una amplia mesa de cedro elamita, decorada con hermosas incrustaciones. Estudiaba otro caso, registrado por escribas en diez tablas de arcilla. Sin querer, Ereshkigal se distrajo de lo que la ocupaba y se quedó mirando a su visitante. Para su sorpresa, era el Alto Emisario en persona.
”¿Venerable Enki”, exclamo antes de levantarse de la mesa y hacerle una reverencia al emisario.
Él contestó el saludo asintiendo con la cabeza.
”¿Ha venido sin comitiva?”, preguntó Ereshkigal, sorprendida.
”Sí... Vine por mi cuenta para tratar un asunto de suma urgencia...”, dijo con voz temblorosa.
Ereshkigal supo de inmediato que se trataba de algo serio. De otra manera, Enki la habría llamado a su residencia en Eridu. Inmediatamente le ordenó a los escribas que abandonaran el recinto. Enki se sentó al lado de la enorme mesa en una robusta silla de madera de espalda alta con bajorrelieves.
”¿Estás preparada para escucharme?”, le preguntó a la Alta Jueza. La jueza asintió.
El Alto Emisario le contó acerca de la desaparición de las tablas doradas y de las circunstancias que rodeaban el hecho, incluyendo el robo de recursos naturales. También le habló acerca de lo que Ninshubur envió a la residencia de Dumuzid para recolectar las pruebas necesarias.
La jueza escuchó atentamente y luego exclamó:
”¡Qué barbaridad! Estoy segura de que Inanna y Dumuzid están involucrados en esto. ¡Ambos lo están! ¡Actuaron en complicidad! ¡Y mi hermana te distrajo deliberadamente!”.

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Seitenzahl: 144

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Traducido por Bryan De la Hoz

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Copyright © 2024 Elena Kryuchkova y Olga Kryuchkova

Editorial Tektime

www.tektime.it

Traducido por Bryan De la Hoz

Todos los derechos reservados

Cubierta - Imagen de Enrique Meseguer de Pixabay (darksouls1)

Kryuchkova Olga

Kryuchkova Elena

Venido del cielo

Índice

Personajes4

Parte 3: Tablas Doradas5

Capítulo 15

Capítulo 214

Capítulo 317

Capítulo 427

Capítulo 535

Epílogo44

Personajes

Inglaterra

William Adamson — profesor de mitología e historia antigua

Alice Adamson — médium y hermana menor de William

Chris Aldridge — abogado y futuro esposo de Alice

Genevieve Adamson-Parker — madre de William y Alice, exesposa de Harold Adamson y ahora esposa de Raymond Parker

Grace Adrian — hermana de Harold, tía de William y Alice, y dueña de una rica finca escocesa

Umberto Tommaso — agente secreto del Vaticano

Eliza Neyton — una persona misteriosa

Reino Sumerio

Inanna — hija de Nanna y Ningal y hermana de Utu. Conocida como la diosa del amor, la fertilidad y la cosecha.

Utu — hijo de Nanna y Ningal y hermano mayor de Inanna. Conocido como el dios del sol

Lahar — hija de Enki, hermana gemela de Ashnan y media hermana de Aruru. Conocida como la diosa del ganado

Ashnan — hija de Enki, hermana gemela de Lahar y media hermana de Aruru. Conocida como la diosa de los granos

Aruru — hija de Enki y media de Ashnan y Lahar. Conocida como una de las reencarnaciones de la diosa Ki y la creadora de Enkidu

Enlil — hijo de Anu, hermano de Enki y esposo de Ninlil

Enki — padre de Aruru, Ashnan y Lahar, y abuelo de Inanna, Ereshkigal y Utu

Ninhursag — esposa y hermana de Enki

Anu — bisabuelo de Inanna, Ereshkigal y Utu (padre de Enki)

Ereshkigal — jueza y hermana menor de Innana y Utu

Nergal — esposo de Ereshkigal

Ninsun — madre de Gilgamesh

Ninurta — nieto de Anu y padre de Ninsun

Dumuzid — esposo de Inanna y hermano de Geshtinanna

Ninshubur — sirviente de Enki que luego sirvió a Inanna por un tiempo

Lugalbanda — rey de Uruk y padre de Gilgamesh

Gilgamesh — hijo de Ninsun y Lugalbanda, rey de Uruk

Enkidu — la creación de Aruru, la amiga de Gilgamesh

Shamhat — Sacerdotisa de Inanna y prostituta del templo

Humbaba — bestia de metal guardiana del Bosque de Cedros

Siduri — científico de los Anunnakis de la isla Dilmun

Urshanabi — ‘barquero’ del Inframundo

Utnapishtim — hombre que sobrevivió la gran inundación y recibió la vida eterna

Esta historia es una obra de ficción y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Los nombres de personas reales que vivieron en el pasado están marcados con notas a pie de página. Pero la descripción de sus vidas en esta historia es ficticia.

Esta historia es completamente ficticia.

Tercera parte. Tablas doradas

Capítulo 1

Londres, Inglaterra, 1872.

William Adamson completó la excavación arqueológica en Uruk. Por desgracia, nunca pudo encontrar el templo dorado de Inanna, y había perdido el financiamiento, por lo que no podía continuar con la expedición. Sin embargo, no volvió a Inglaterra con las manos vacías.

Una vez resueltas todas las formalidades con las autoridades locales, los miembros de la expedición abandonaron el territorio del sur de Irak y regresaron a Inglaterra. William le escribió cartas a su hermana y a su madre, en las cuales anunciaba su regreso.

Adamson y Smith, como líderes de la expedición, decidieron regresar a Inglaterra por vía marítima. Alquilaron un barco y cargaron en él varias cajas de material arqueológico cuidadosamente embalado. Las tablas doradas (cuidadosamente embaladas por igual) fueron transportadas por el señor Adamson en su camarote privado—eran demasiado valiosas.

El barco bajó hasta el golfo Pérsico por el Éufrates y luego salió de allí, rodeando la península Arábiga, hasta llegar al Mar Rojo. El Canal de Suez, recientemente construido y controlado por Francia, le permitía a los barcos entrar al Mar Mediterráneo sin problemas. Gracias a esto, no tuvieron que rodear todo el continente africano.

El viaje tardó casi un mes, ya que el barco contratado por Adamson y Smith era bastante lento. Además de esto, la nave tuvo que atracar en más de un puerto de alto tráfico para reponer el suministro de agua dulce y provisiones. Lo último que quedaba del dinero de la expedición se gastó en esa reposición. Al final, William tuvo que aportar dinero de su propio bolsillo para no quedarse sin provisiones.

Intentó descifrar las escrituras en las tablas doradas con la ayuda de George Smith durante el viaje. Pero no tuvo éxito. No pudo adivinar más que pedazos inconclusos de algunas frases. Pero lograron descifrar varias tablas de arcilla por completo.

Los textos declaraban que Gilgamesh, hijo de Lugalbanda y nieto del dios del sol, Utu, trajo la prosperidad a Uruk con su ascenso al trono. El nuevo regente llevó a cabo un montón de reformas administrativas y se apoderó de varias regiones y ciudades circundantes para anexarlas a sus posesiones. Sometió a todos los templos y declaró que su poder era divino porque era el hijo de la diosa Ninsun y el nieto del dios Utu.

Gilgamesh puso el sistema fiscal en orden e impuso restricciones en el comercio privado con la aplicación de un estricto control administrativo. Para ello, los mercaderes ricos crearon un aparato burocrático. La venta de tierras estaba estrictamente controlada por una agencia gubernamental especial.

Varias de las tablas tenían artículos de las leyes del antiguo Uruk escritas en ellas. Como una ley que impone sanciones por delitos graves, por ejemplo. A saber: perjurio, brujería o hechicería, y modificación de sentencias ya dictadas. El castigo era la pena de muerte y el juez debía pagar una enorme multa, además de renunciar a su cargo. La ley sobre la imposición de la pena de muerte a un guerrero si enviaba a un mercenario a una campaña como sustituyo suyo. Esto era así porque un guerrero recibía una asignación de tierras a cambio de realizar el servicio militar. Además, el servicio militar personal era su deber sagrado. Las tablas contenían leyes sobre cosas tales como la protección de los bienes del rey, de los allegados al rey y de los templos. Estas establecían la responsabilidad por el apoderamiento de bienes ajenos y el robo se castigaba con la muerte. También había leyes sobre la realización de transacciones comerciales y mercantiles; lesiones corporales; regulación de la responsabilidad por el uso de tierras ajenas—se imponían enormes multas y penas de prisión por infringir la ley; realización de transacciones con bienes inmuebles. En pocas palabras, el código de Gilgamesh, el regente de la legendaria Uruk, consistía de varias docenas de artículos y era bastante voluminoso.

Descubiertas por William Adamson en la tumba de Gilgamesh, el regente de Uruk, las tablas doradas eran uno de los descubrimientos más importantes del siglo. El objetivo de William era descifrarlas por completo al llegar a Londres con la ayuda de su colega George Smith y de asiriólogos de fama mundial.

Además de las tablas de oro, descritas con sumo cuidado, el catálogo de la expedición arqueológica incluía diversas vasijas antiguas, joyas, armas, restos de una cuadriga y enseres domésticos. Y también bastantes tablas de arcilla que alababan a los regentes, padre e hijo: Lugalbanda y Gilgamesh; tablas con un código de leyes, además de contener himnos sagrados dedicados a Inanna, Ninsun, Enki y otras deidades sumerias.

A su llegada a casa, Adamson planeaba vender algunos de los artefactos encontrados a coleccionistas privados para recuperar las pérdidas financieras sufridas durante la expedición. Al fin y al cabo, según el acuerdo firmado con el Museo Británico, tenía todo el derecho a hacerlo. Sin embargo, William debía confirmar esto con el museo.

El grueso de las piezas únicas encontradas caía bajo la jurisdicción del Museo Británico. William sabía que esto las haría accesibles al público general. Las tablas de oro, las piezas más valiosas de la expedición, serían enviadas con toda certeza a las bóvedas del museo. Los arqueólogos hicieron una labor gigantesca en Uruk: tomaron fotografías y, en donde fue posible, describieron las tablas. Aún así, no pudieron descifrarlas, ya que los símbolos Sumerios que se les hacían familiares estaban mezclados con otros que les eran completamente desconocidos en los artefactos de interés.

El trabajo necesario para descifrar las tablas doradas sería intenso y exigiría un alto nivel de responsabilidad. Este nivel de trabajo solo podría ser proveído por el Museo Británico, quienes tienen el poder de involucrar a asiriólogos de renombre. William planeaba involucrarse activamente en el trabajo por venir. Sin embargo, no planeaba compartir las fotos de los objetos encontrados en Uruk, incluyendo las tablas doradas, con el Museo, ya que tenía intención de añadirlas a su colección personal. El Museo tendría la oportunidad de obtener copias de estas fotos más tarde, dejándole los originales al señor Adamson.

William tenía muchos planes (y dar clases de nuevo en la universidad no era uno de ellos): participar en el estudio de las tablas de oro, descifrar por completo las tablas de arcilla encontradas en la tumba de Gilgamesh y escribir un importante trabajo científico al respecto.

Tras un largo viaje, al llegar por fin en el barco a las costas de su brumosa Albión natal, William se emocionó. Hacía tanto tiempo que no veía a su madre y a su hermana que llegó a echarlas mucho de menos.

William se despidió de sus compañeros. De George Smith con especial atención. Smith se ocupó de todas las molestias que implicaría llevar el cargamento a las bóvedas del Museo Británico. El señor Adamson contrató dos carruajes, uno para llevar todo su equipaje y el otro para transportarse junto con el primero.

Los carruajes abandonaron el puerto lentamente para integrarse al pesado tráfico en las calles de Londres. Con el tráfico más pesado que nunca, un trancón no tardó en formarse. Pero William estaba feliz contemplando las vistas citadinas que le eran tan familiares a través de la ventana.

***

Esto pasó poco después de que William partiera a la expedición. La primavera estaba por terminarse y el clima de ese día estaba inusualmente cálido y soleado desde apenas entrada la mañana.

Alice, como de costumbre, se despertó al oír el timbre—su adorada mascota cuadrúpeda regresaba de su paseo nocturno. La criada dejó entrar a la mascota a la casa y le dio de comer. Alice, mientras tanto, aprovechó para asearse.

Después del desayuno, la médium echó las cartas del Tarot para saber cómo estaba su hermano. Las cartas le mostraron que William está trabajando y que todo iba bien con él. A continuación, echó las cartas de nuevo para conocer el futuro de su negocio. Estas le indicaron que vendrían dos clientes. Y, por último, Alice echó las cartas por tercera vez. Le dijeron que pronto se encontraría con su antiguo amor.

Esto tomó a Alice por sorpresa. Lo más extraño, en su opinión, era que la fortuna afirmaba que ella conocía a esa persona y que no era la primera vez que sus caminos se cruzaban.

Preguntándose quién podría ser, Alice decidió simplemente pasear por la ciudad. Si estaba destinada a encontrarse con algún viejo conocido, pues, que así fuera. Nadie puede huir de su destino.

Justo como las cartas lo dijeron, dos visitantes fueron a consultar a la médium. El primero era un anciano que sentía que un fantasma se había instalado en su casa. Resulta que el espíritu inquieto del mayordomo, que fue excesivamente responsable en su trabajo durante su vida y por lo tanto no podía ascender tranquilamente al siguiente plano, sí se había quedado en la casa.

La señorita Adamson, sin pensárselo dos veces, vendió al hombre un aceite especial y un amuleto que ayudarían al mayordomo a descansar en paz, no sin explicarle cómo utilizar estos objetos.

La segunda visitante era una mujer joven. Su caso resultó ser mucho más sencillo que el del cliente anterior. Le gustaban dos jóvenes a la vez y no sabía a cuál de ellos elegir.

Alice le leyó la suerte en las cartas, y estas le dijeron que más temprano que tarde uno de los hombres le propondría matrimonio a la mujer. Si ella lo aceptaba, el matrimonio sería exitoso. Pero el segundo caballero se encontraba en una situación parecida—angustiado y enamorado de dos chicas a la vez.

Habiendo terminado todas las tareas domésticas y estando segura de que no habría más visitas en un día tan hermoso, Alice decidió dar un paseo. Al salir de casa, miró a su alrededor y suspiró profundamente—la primavera estaba a todo lo que da. Decidió caminar en vez de tomar un carruaje.

La atención de la médium fue atraída por dos adolescentes. Aunque rebasaron a Alice a toda carrera, ella pudo captar fragmentos de su conversación

"Rápido, ¡al Camino de St. Mary! ¡Hay un circo presentándose allá! ¡Tienen magos y acróbatas!", dijo uno de los adolescentes. "¡No quiero perdérmelo!".

El otro le contestó:

"¡Yo tampoco quiero perdérmelo! Tengo algo de dinero...".

Alice sintió la repentina urgencia de ir al Camino de St. Mary y presenciar el espectáculo. Casi sin querer, recordó la tienda del circo que había visitado hace mucho tiempo, en sus días mozos, recién llegada a Escocia. Poco después, se sumió en el mundo mágico.

"Las cartas dijeron que me encontraría con alguien de mi pasado... ¿Será que es uno de los integrantes del circo? ¿Y si es el acróbata del que me enamoré aquella vez...?, pensó mientras apuraba el paso. La señorita Adamson aún no tenía idea de que tendría la mitad de la razón...

Alice entró a la calle Rothery. A su derecha, se encontraba la edificación en donde funciona la iglesia de St. Mary, el cual había sido renovado.

Alice llegó a la intersección entre la calle Rothery y el camino de St. Mary Justo en el cruce, el cual tenía una pequeña plaza, se erigía la tienda del circo. Ya había en ella una buena cantidad de personas que deseaban ver el espectáculo. Alice decidió comprar un boleto.

Repentinamente, en la caja, Alice notó la presencia de un hombre que se le hacía familiar y de un niño de unos seis años de edad. El hombre estaba hablándole al niño, y este le ponía atención hasta que notó la presencia de Alice. Una sonrisa de felicidad se dibujó en sus rostro.

"¡Señorita Alice Adamson! ¡Oh, Dios mío! ¡Qué alegría me da verla!".

Alice se quedó helada por un momento. Ante ella se encontraba un hombre agradable, cuyo aspecto hablaba por sí solo: algo tenía que ver con la ley.

Fue entonces que Alice lo reconoció.

"¡Chris Aldridge!", exclamó Alice para luego corregirse a sí misma rápidamente. "¡Señor Chris Aldridge!".

Alice se había conseguido inesperadamente con el mismísimo abogado escocés que la había ayudado a ella y a su hermano a reclamar de manera formal la herencia de su tía, lo que les dio una buena cantidad de dinero. Chris le besó la mano a Alice en forma de saludo y le presentó al chiquillo, quien era su sobrino. Su nombre era Eric.

"¿Qué lo trae a Londres?", le preguntó Alice después de adquirir el boleto para el espectáculo

"No hay mucha clientela en Escocia... No es secreto para nadie. Por otro lado, mi hermana se ha casado con un comerciante. Su negocio está prosperando y en proceso de expansión. El hombre necesita a un abogado competente. Mi hermana le sugirió que me diera la oportunidad, cosa que le agradezco muchísimo. Dejé la oficina familiar en Escocia luego de contratar a un joven abogado como sustituto. Mi padre no hizo mayor lío... Luego me mudé a Londres. Estoy rentando un pequeño departamento en la calle Teberton, cerca de la oficina comercial de mi cuñado. Justo ahora estoy trabajando con él, pero tengo intenciones de abrir una sucursal de 'Aldridge e Hijo' más temprano que tarde".

Alice no le quitó los ojos de encima a Chris mientras hablaba. A ella le agradaba esta persona. Este hombre le agradaba. Se dio cuenta entonces... "¿Y por qué no me di cuenta de esto estando en Escocia?", se preguntó mentalmente, llena de indignación. "¿Por qué no le presté atención? Después de todo, el señor Aldridge mostró un claro interés en mí...".

Había mucha gente reunida para presenciar el espectáculo. Todos querían ver las actuaciones de los magos, acróbatas, payasos y domadores de bestias. Los boletos de Alice, Chris y su sobrino estaban en la misma fila, pero no codo a codo. Chris, siendo el estupendo abogado que es, logró negociar con espectador que estaba sentado a su lado (pagándole una suma importante que le permitiría volver al circo al menos dos veces más) para que cambiara de puesto con Alice. La señorita Adamson se sentó al lado de Chris encantada de la vida, agradeciéndole con una sonrisa. El señor Aldridge tomó esto como una señal del destino y decidió que se ganaría el afecto de Alice Adamson, luego su mano y por último su corazón, a costa de lo que fuera. Además cabe destacar que ella no era pobre ni nada parecido. Era una dama con un ingreso anual sólido de dos mil libras esterlinas.

El espectáculo era bastante interesante. Había payasos con disfraces y maquillajes muy chistosos haciendo reír a la audiencia con toda clase de chistes y trucos. Había magos que sacaban conejos de sus galeras, serraban a sus asistentes por la mitad en cajas especiales y las separaban. Luego. al unir las cajas de nuevo, te dabas cuenta de que las chicas estaban sanas y salvas