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Cuando Álvaro, un joven programador argentino especializado en inteligencia artificial, es convocado desde Buenos Aires para trabajar en un ambicioso proyecto tecnológico en Madrid, todo parece alinearse: talento, oportunidad y un futuro brillante en Europa. Pero nada lo prepara para lo que realmente encontrará. Entre algoritmos, códigos y sistemas inteligentes que organizan aeropuertos, conoce a Nico: un joven enigmático, magnético, con quien comienza a compartir salidas, amigos y silencios. Lo que empieza como una conexión casual se transforma en un vínculo profundo… justo cuando el mundo laboral se vuelve oscuro. Ascensos, rivalidades, envidias, secretos. Lo que pasó en Madrid es una novela donde el amor se mezcla con la tecnología, la memoria se enfrenta al poder, y la verdad se abre camino a través del dolor. Es también un homenaje íntimo a quienes ya no están y una advertencia: no hay sistema inteligente sin conciencia humana. Es una historia que deja huellas.
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Seitenzahl: 73
Veröffentlichungsjahr: 2025
ANDRÉS G. FERRI
Ferri, Andrés G. Lo que pasó en Madrid : episodio 1 / Andrés G. Ferri. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6779-6
1. Novelas. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
© Andrés G. Ferri
Todos los derechos reservados.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.
Edición Digital – Octubre 2025
Prólogo
Capítulo 1 - El pasaje de ida
Capítulo 2 - Madrid se deja conocer
Capítulo 3 - Mar del sur
Capítulo 4 - Bajo las luces de Chueca
Capítulo 5 - Cuando el algoritmo empieza a ver
Capítulo 6 - Lo que no se nombra
Capítulo 7 - Lo que flota entre copas
Capítulo 8 - Lo que empieza a subir
Capítulo 9 - Niveles de turbulencia
Capítulo 10 - Umbral de decisión
Capítulo 11 - El lobo entre los espejos
Capítulo 12 - La línea de fuego
Capítulo 13 - Lo que cuesta quedarse
Capítulo 14 - Lo que no se dice
Capítulo 15 - El silencio entre los cables
Capítulo 16 - Minuto a minuto
Capítulo 17 - Lo que quedó en el aire
Capítulo 18 - Lo que se empieza a escuchar
Capítulo 19 - La voz propia
Capítulo 20 - Lo que aún no se puede construir
Capítulo 21 - Lo que se deja ir
Para mis padres.
Para mi esposa y mis hijos,
por bancarme siempre, incluso cuando no entendían por qué escribía.
Esto también es de ustedes.
Hay ciudades que prometen comienzos.
Hay viajes que parecen puertas hacia un futuro brillante.
Y hay historias que solo pueden contarse después de haber sido sobrevividas.
Lo que pasó en Madrid es una novela sobre aquello que ocurre cuando se entrelazan la ambición, la tecnología y el deseo. Cuando el amor y el poder compiten en el mismo terreno. Cuando la verdad se disfraza de éxito y el silencio se vuelve un precio que pocos se animan a pagar.
En tiempos donde los algoritmos organizan la vida y las empresas moldean el destino de las personas, esta historia propone una mirada hacia adentro. No para acusar, sino para recordar. No para romantizar, sino para entender lo que se pierde cuando se corre demasiado rápido.
Quien lea estas páginas encontrará una crónica de ascenso y caída, de vínculos que se construyen en medio de lo inestable, y de un regreso inevitable: al lugar donde todo empezó.
Este libro no busca respuestas.
Solo intenta formular bien la pregunta.
Y, con suerte, acompañar a quienes también están intentando entender lo que les pasó.
Lo que pasó en Madrid no es un informe, ni una denuncia.
Es una novela basada en hechos ficticios, filtrada por el corazón.
Si logra que alguien se detenga a pensar antes de volver a callar, entonces cumplió su función.
Cuando el mensaje llegó, eran casi las dos de la mañana. Estaba editando un video para mi canal sobre cómo los modelos generativos estaban empezando a infiltrarse en los flujos de trabajo corporativos. Llevaba horas sentado frente a la pantalla, tomando mate lavado y sintiéndome más cerca del código que de cualquier ser humano. La luz azul del monitor iluminaba el pequeño departamento de Almagro como si fuera una escena de Blade Runner, pero sin lluvia, sin neón y sin romance. Solo yo, mis pensamientos y la Inteligencia Artificial.
El asunto del mail decía: “Propuesta desde Madrid – IA aplicada a contenido digital”. No era un spam. Ni una colaboración vacía. Era una oferta real. De una empresa llamada Synapse Future, que decía haber seguido mi trabajo desde hacía meses. “Estamos buscando perfiles disruptivos. Gente que no solo entienda la tecnología, sino que sepa comunicarla. Tu canal nos parece brillante. ¿Tenés disponibilidad para mudarte a Madrid por seis meses?”.
Me quedé inmóvil. Leí el mail tres veces, como si pudiera desaparecer si lo entendía mal. No desapareció.
Madrid. Nunca había estado en Europa. Mis viajes siempre habían sido dentro de Argentina, o al sur de Brasil con amigos. Todo lo que sabía de España lo había aprendido por series, por canciones de Sabina y por los relatos de mi abuela, que hablaba de Galicia como si todavía viviera allí. Acepté sin pensarlo demasiado. Renuncié al trabajo freelance que me daba para vivir raspando, vendí mi escritorio y regalé libros que sabía que no volvería a leer. En tres semanas tenía un pasaje de ida.
El aeropuerto de Ezeiza a las cinco de la tarde tiene una energía rara. Gente que llora, que ríe, que se abraza demasiado fuerte. Yo estaba solo. Me acompañó hasta la puerta Leo, mi mejor amigo. Me abrazó y me dijo en voz baja:
—Ojalá te vaya bien, pero si te va mal, también está bien. A veces hay que perderse para encontrarse.
El vuelo fue largo. Dormí poco. Vi una película francesa que no entendí del todo. Y cuando el avión empezó a descender sobre Madrid, una claridad tibia me llenó el pecho. Por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué iba a pasar. Y eso me entusiasmaba.
Llegué a mi nuevo departamento en el barrio de Lavapiés. Viejo, con paredes gruesas, techos altos y una cocina en la que apenas entraba una persona. Pero estaba en el centro, y eso me gustaba. Bajaba a la calle y todo era estímulo: gente hablando en idiomas distintos, bares con mesas en la vereda, olor a curry mezclado con ajo, bicicletas, pasos, calor.
La oficina de Synapse Future quedaba en un edificio vidriado cerca de Atocha. Piso 11. Recepción con aroma a cedro y una pantalla que mostraba proyectos de IA en tiempo real. El primer día me asignaron un escritorio junto a la ventana. Y ahí fue cuando lo vi.
Estaba tomando café en una taza blanca sin logo, apoyado en la mesada. Alto, moreno, con un aro pequeño en la oreja izquierda. Tenía algo en la forma de mirar, como si ya supiera lo que ibas a decir. Se llamaba Nico. Y su risa, cuando se la escuchaba desde lejos, rompía la tensión de las reuniones más secas. Tenía una remera de Joy Division y unos auriculares enormes colgando del cuello.
—¿Sos argentino? –me dijo cuando me escuchó hablar con otro compañero.
—Sí. ¿Y vos?
—Soy de Zaragoza, pero tengo el corazón bastante repartido. Bienvenido a la jungla.
Esa noche, me invitó a salir con un grupo de compañeros. Cañas, vermut, aceitunas rellenas, croquetas. Caminamos por Chueca, cruzamos a Malasaña, terminamos en un departamento antiguo con techos altísimos, escuchando música que ninguno conocía pero todos fingíamos amar. A las cuatro de la mañana, caminando de vuelta por calles vacías, me dijo:
—No te preocupes por demostrar nada. Acá todos estamos improvisando.
Y sonrió.
La primera semana fue una mezcla de fascinación y vértigo. La empresa era un laboratorio vivo. Trabajábamos con IA para producción audiovisual, creación de personajes sintéticos, análisis predictivo de comportamiento en redes. Pero más allá de lo técnico, había algo en la energía del lugar. Juventud. Velocidad. Libertad.
Nico y yo empezamos a vernos fuera del trabajo. Nos hacíamos cómplices de bromas internas, compartíamos almuerzos en el parque del Retiro, y a veces, simplemente caminábamos por Madrid sin rumbo. Me mostró sus bares favoritos, sus plazas escondidas, sus lugares para “escapar del algoritmo”, como él decía.
Una tarde, fuimos a una fiesta en una finca a las afueras, en la Sierra. Música electrónica, fuego en el jardín, vino tinto, y un cielo que parecía querer contarnos algo. Nos acostamos sobre una manta, bajo las estrellas, y Nico me preguntó:
—¿Vos te ves volviendo a Buenos Aires?
Me quedé en silencio.
Porque no sabía si la pregunta era sobre el país. O sobre él.
Habían pasado apenas unos días desde mi llegada, y la ciudad empezaba a desplegarse ante mí como una novela sin final. Madrid tenía algo que no podía explicarse con palabras. No era solo la arquitectura, ni el ritmo, ni siquiera la gente. Era una especie de invitación silenciosa a vivir.
Los primeros fines de semana los dediqué a caminar. Sin rumbo, sin mapa. Quería perderme. Y Madrid, generosa, me dejaba.
