Los celtas - Abel Raúl Brozzi - E-Book

Los celtas E-Book

Abel Raúl Brozzi

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Beschreibung

Descubrir los orígenes de este pueblo ancestral, sin tradición escrita y en migración permanente, es nuestra propuesta. Su cultura se ha mantenido viva desde sus orígenes, quizás por su alto contenido místico, mágico, preservado por los druidas -sus maestros y guías espirituales- quienes a pesar de sus grandes conocimientos, prefirieron dejar en la forma de hermosos versos, la crónica de la existencia de su pueblo. Un recurso mnemotécnico que fijó los detalles de sus historias de manera tan potente que aún hoy, su mixtura entre ficción y realidad, sus mitos y leyendas -que se pierden en las profundidades de los siglos-, tanto como su historia cronológica, permanecen vigentes en todos los países en los que se han establecido.

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Brozzi, Abel Raúl

    Los celtas, una realidad histórica mitificada. - 1a ed. - Buenos Aires : Pluma y Papel, 2016.    

    E-Book.

    ISBN 978-987-648-055-0          

    1. Historia Celta. I. Título

    CDD 936.4

© 2016 de esta edición Marcelo Caballero

Primera edición eBook revisada: Marzo 2016

www.pampia.com

www.ebookargentino.com

Alberdi 872, C1424BYV, C.A.B.A., Argentina

Director Editorial: José Marcelo Caballero

Coordinadora de edición: Marcela Serrano

Ilustraciónes de cubierta: Departamento creativo Pampia.com

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.

Any unauthorized transfer of license, use, sharing, reproduction or distribution of these materials by any means, electronic, mechanical, or otherwise is prohibited. No portion of these materials may be reproduced in any manner whatsoever, without the express written consent of the publishers.

Índice
Introducción
Quiénes eran los celtas
Origen legendario e histórico
Expansión geográfica y contactos con otros pueblos
El reino de Galacia: Celtas en Asia Menor
La Italia de los celtas
La Galia
La pequeña Galia
Los Cántabros y Astures la batalla de Lancia
Gales y Cornualles, los hijos del Rey Arturo
El Rey Arturo, Merlín y Morgana
Bretaña, celtas de Francia
Escocia, tierra de los inmortales
Isla de Man y el Manx lengua celta
Irlanda el refugio gaélico
La sociedad celta Místicos y guerreros
Los druidas - La elite celta
La mujer celta amante apasionada y temible guerrera
Druidesa - bruja para los cristianos
Mitos y dioses festividades anuales
La gaita o cornamusa
San Patricio - los celtas cristianos
Curiosidades de San Patricio
Cultura celta en Argentina - Celebrando a San Patricio
Creencias populares sobre San Patricio
La Magia celta sigue viva
Halloween - la noche en que los muertos nos visitan
Danza de la Muerte, la noche de brujas, los dulces y los gatos negros
Rituales de magia celta - Un camino de crecimiento personal

Introducción

En el bosque, durante la noche, la magia lunar confunde las imágenes. Sombras que se alimentan de nuestros propios miedos. Maderos y ramas secas que nuestra imaginación transforma en seres peligrosos. Pájaros nocturnos que nos traen el sonido de alaridos lejanos.

¿Cuántos secretos escondes en tus recovecos?, ¿cuántas puertas que conectan con otros mundos?, ¿encontraré el lugar secreto donde se reúnen los magos?, ¿el hada y el duende serán mis aliados?

El bosque representa el inconsciente colectivo, el lugar más profundo de nuestra mente, donde reinan los arquetipos.

Entidades que se formaron durante milenios de experiencia humana, hasta adquirir identidades definidas.

Herencia espiritual de la evolución de la humanidad, que nace nuevamente en la estructura cerebral de cada individuo.

El inconsciente colectivo está integrado por motivos mitológicos o imágenes primordiales, los mitos de todas las naciones son sus verdaderos exponentes.

El bosque puede ser el lugar donde debe penetrar el héroe para liberar a la princesa. Y así queda claro que el individuo debe superar sus propios miedos enfrentando la posibilidad de ser destrozado por el monstruo-dragón, perdiendo su yo individual, o derrotarlo y rescatar su “otra parte”, alcanzando de esta manera, un estado superior de conciencia. Entonces, sin perder su individualidad, sabrá –como los grandes maestros– que “él y el universo son uno”.

En este libro vamos a tratar sobre los Celtas. Una cultura que subyace en la civilización occidental. No es extraño que poco se sepa sobre la misma. Los druidas, sus maestros y guías espirituales, no quisieron que se guardasen enseñanzas escritas. Relegaron esta forma de expresión para casos muy específicos.

Los druidas sabían leer y escribir griego y latín, sin embargo optaron dejar por vía oral, en hermosos versos, la crónica de la existencia de su pueblo.

Utilizaban la poesía como un recurso mnemotécnico. De esa manera intentaban fijar los detalles de las historias en sus memorias. Y esa tradición fue tan potente que las historias, leyendas y leyes celtas sólo fueron transcriptas seis o siete siglos después del nacimiento de Cristo, cuando lo realizaron los monjes celtas irlandeses.

Sin embargo, mucho sabemos sobre ellos a través de los registros hechos por otros pueblos, especialmente los romanos que fueron sus enemigos y, a pesar de ello, nos dejaron su impresión sobre los aspectos más destacados del comportamiento celta.

No se puede decir que exista una raza celta ya que, a lo largo de su historia, se produjeron numerosas migraciones y uniones con otros pueblos. Incluso, el concepto de raza ha sido abandonado por los antropólogos. Se considera más adecuado que la cultura, arte, tradiciones, música, leyendas, mitos y la lengua son aspectos que, en su totalidad o la unión de alguno de ellos, definen a un pueblo o una etnia. Lo que sí podemos afirmar es que los celtas constituyen la base cultural y étnica de varias naciones con identidad propia.

En nuestro país, como en casi todas las naciones de occidente, se conservan tradiciones que tienen su remoto origen en aquel misterio

so pueblo. Sin embargo, no es común que la gente los recuerde o por lo menos no de manera conciente.

En los últimos años, la música celta ha adquirido cierta relevancia a nivel popular, aunque el sonido de las gaitas (instrumento no inventado pero sí asumido como propio) se mantuvo a lo largo de las centurias, para recordarnos la alegría, la nostalgia y el valor perenne del guerrero celta.

Y no sería apropiado dejar de mencionar la influencia de esta cultura en los aspectos mágico-esotéricos de la nueva corriente espiritual que, desde hace varias décadas, se ha hecho sentir con toda la fuerza de las enseñanzas milenarias, puestas al servicio de rescatar al hombre de su propia deshumanización.

El movimiento New Age (Nueva Era) preconiza, por diversas vías, una visión utópica del Universo y el advenimiento de una época de armonía y progreso.

La brujería Wicca se enrola dentro de este movimiento y revive la magia de las antiguas tradiciones celtas. Incluso, podríamos decir que los movimientos llamados de liberación femenina, intentan colocar a la mujer en un status que los pueblos celtas ya conocían.

Muchas de las magníficas escenas que atrapan la atención de millones de niños en las películas de Harry Potter son imágenes de los poderes que se les atribuían a los druidas, decorados con fantasías de Hollywood.

¿Por qué, a pesar de influir en tal medida sobre nuestra actualidad, tan poco se sabe sobre los celtas? Tal vez porque sus guías y mentores espirituales, los druidas, así lo quisieron.

Los bosques y las selvas infundían adoración y terror a las tribus célticas pues creían que en ellos moraban los dioses. El término druida, utilizado para designar a la clase sacerdotal, significa “conocedores del roble”, ellos practicaban sus ritos en medio de la espesura de los bosques. Allí se reunían periódicamente, sentados en sus troncos sagrados, para decidir sobre los aspectos más importantes en la vida comunitaria de la tribu. En esos lugares se administraba justicia, se declaraba la guerra o se impulsaba la paz.

Sus largas túnicas blancas indicaban el mayor rango de estos hombres de poderosa sabiduría. El bosque era su morada, su palacio y el lugar donde podían “hacer contacto” con los dioses.

Una antigua costumbre celta, que muchas personas practican sin conocer su origen, consiste en tocar madera para que no se cumpla el anuncio de un hecho ingrato. Esta costumbre puede tener una explicación en los robles azotados por los rayos y centellas en las tormentas. Aquellos que presenciaron dicho espectáculo fueron inducidos a creer que estos árboles debían ser la morada de los dioses, de ahí el ritual de tocarlos cuando el peligro acecha.

El bosque, el inconsciente colectivo, la magia y los conocedores del roble. Es imposible hablar de los celtas sin toparnos de frente con el misticismo, el secreto y la magia.

En las páginas siguientes nos iremos aproximando a esta civilización, primero desde su realidad histórico-cultural y luego penetraremos en el territorio de los druidas. Tal vez nos regalen algunos de sus secretos y entonces, al terminar el libro, acaso obtengamos un poco de la magia verdadera.

Quiénes eran los celtas

Descubrir los orígenes de un pueblo ancestral, sin tradición escrita y en migración permanente, no resulta una tarea sencilla.

Una de las definiciones que podemos encontrar en el diccionario dice: “pueblo indogermánico cuyas primeras migraciones datan de los tiempos prehistóricos; se expandieron al principio por Europa Central y fueron avanzando hasta las Galias, España y las Islas Británicas, acabando por ser absorbidos por los romanos”.

En realidad, esta definición es, por lo menos, incompleta. Algunos pueblos celtas, efectivamente, quedaron bajo el poder de Roma, asumiendo sus leyes y muchas de sus costumbres (a éstos podemos llamarlos celtas romanizados).

Luego de ganar las batallas que aseguraran la conquista de un territorio, los romanos, respetaban a las autoridades y leyes que regían la vida interna de los pueblos sometidos, siempre que los mismos pagaran los impuestos y aceptaran la autoridad del César. En este aspecto, los romanos marcaron un estilo diferente en la forma de dirigir su política. Hasta ellos, generalmente, las guerras terminaban con la destrucción total del enemigo. Los vencidos eran prácticamente, aniquilados, las ciudades arrasadas, los sobrevivientes esclavizados. En algunas ocasiones, los vencedores no destruían totalmente las ciudades, luego de saquearlas y pedir un pesado tributo a los sobrevivientes, se retiraban.

Alejandro Magno, anterior a la expansión romana, conquistó un enorme territorio y no destruyó todo a su paso. Permitió que los pueblos vencidos sobrevivieran, aunque gobernados por un rey designado por él mismo.

La temprana muerte del gran conquistador significó la disolución de su imperio. Los distintos reinos, bajo el mando de sus elegidos, continuaron con sus historias de manera independiente.

Sin un poder central y con tantas culturas diferentes, el imperio se disolvió. Sin embargo, la influencia de Alejandro se hizo notar en lugares tan distantes como la India y Egipto.

Los romanos expandieron su poder de un modo diferente: las naciones conquistadas mantuvieron sus propias autoridades, encargadas de administrar el poder interno, pero pasaron a integrar el imperio. El poder político, militar y económico estaba centralizado en la metrópolis, donde se designaban a los representantes de Roma encargados de transmitir la voluntad del César a los gobernantes vencidos.

Algunos pueblos celtas corrieron esa suerte y más que ser absorbidos, se mezclaron con los romanos. Muchos guerreros celtas pasaron a integrar las tropas imperiales, he incluso, se produjeron casamientos entre hombres y mujeres de ambas naciones.

La influencia cultural celta sobre los romanos queda demostrada, por ejemplo, en la adopción que estos últimos hicieron de la espada que utilizaban los celtas de Hispania, a la que llamaron gladius hispaniensis, añadiéndoles su propia empuñadura. Para los romanos estas espadas eran una novedad porque tenían la punta afilada mientras que la de ellos era roma y sólo podía cortar. La adopción de esta espada cambió las técnicas de lucha de los legionarios, que también se vieron beneficiados por la incorporación de la capa negra de lana gruesa, que los celtíberos llamaban sagum.

Los jinetes romanos también adoptaron los pantalones que usaban los celtas (que se supone lo copiaron de los escitas).

Por otro lado, muchos pueblos celtas se mantuvieron independientes de Roma y la sobrevivieron. Pasando a ser parte en la gestación de las naciones europeas durante el período medieval.

Pero todavía falta algo más con respecto al origen del pueblo celta y la definición que leímos al comienzo: “pueblo indogermánico, cuyas primeras migraciones datan de los tiempos prehistóricos” ¿esto que nos dice?

Oficialmente se utiliza el término “indoeuropeo” para designar a un grupo de pueblos, procedentes de la India y Medio Oriente que emigraron rumbo a Europa, que para esa época prehistórica era un continente casi deshabitado.

Tales pueblos conformaron la nación Aria y de ella surgirían los griegos, los romanos, los vikingos, los germánicos y los celtas.

Los que sostienen esta teoría afirman que los motivos que impulsaron la emigración hacia Europa, seguramente, se relacionaron con problemas internos o con otras naciones, hambrunas, sequías o pestes.

Y nos dicen también que se encuentran rastros de su paso por los Urales y el Mar Caspio. Luego, cruzaron el Mar Negro y llegaron a Europa Oriental y los Balcanes.

Finalmente se internaron más en Europa, llegando hasta Alemania, Austria, Suiza y los países Nórdicos.

A esta época se la llama cultura Hallstat y de ella se tienen registros de armas, herramientas, cuerpos momificados y otros fósiles que fueron encontrados en Austria y por ser los más antiguos conocidos hasta el presente, indicarían el inicio del pueblo celta.

Según el desarrollo de esta teoría, posteriormente, los celtas avanzaron a Francia, las Islas Británicas, Irlanda y España, dejando como prueba de su existencia los Menhires, Dólmenes y otras misteriosas construcciones de piedra.

Sin embargo, otras teorías conjeturan un origen diferente y esto supone una orientación en sentido contrario de la corriente migratoria.

Según ellas: “los celtas no serían originarios de la India y Medio Oriente que emigraron rumbo a Europa, sino parte de un grupo humano que, desde un centro geográfico específico, comenzaron una expansión que llegó hasta la India”.

Tres mil años a.C. en el noroeste de la India, se establecieron grupos humanos, en el Valle del río de los Hindis, que desarrollaron una floreciente civilización en las ciudades de Harappa, Mohenjo-daro y otras.

La población de aquellas ciudades tenía origen proto-australoide, de piel oscura, proveniente de Indochina Oriental, hoy llamada Viet Nam del Norte y Viet Nam del Sur.

Durante mil años estas ciudades desarrollaron su esplendor y dominio, sin enemigos de poder considerable que amenazara sus existencias. Sin embargo, dos mil años a.C., comienza a prevalecer una comunidad de aldeanos o campesinos en las colinas de Baluchistán.

Los pastores y agricultores tribales eran hombres arios de piel blanca que hablaban el lenguaje sánscrito.

Para los que sostienen esta teoría, los arios eran emigrantes de Occidente que penetraron en la India, a través de Afganistán. Los desfiladeros del río Kabul, habrían sido el pasaje de estos grupos austroasiáticos y alpinos en sus migraciones. Para lograrlo, tuvieron que atravesar las montañas, que se elevan de 2000 a 3600 metros de altura, situadas entre el Afganistán y el Baluchistán, accediendo posteriormente a la India.

Expansión geográfica y contactos con otros pueblos

Los celtas fueron una de las ramas de aquella primitiva población aria que se extendió primero por Europa Central y luego hacia Francia, España y las Islas Británicas.

En el 2000 a.C. ya habitaban el centro y norte de Europa.

Para el año 1000 a.C. se extendieron hasta las Islas Británicas, norte de Francia, parte de Suiza y norte de Italia. Invadieron España en el 800 a.C.

Trescientos años antes de Cristo fueron desplazados parcialmente del centro y norte de Europa, por la llegada de pueblos germánicos.

Dos momentos culturales, con características específicas, se distinguen en el desarrollo histórico de este pueblo. La primera, como ya dijimos, se denomina cultura Hallstatt y se le dio dicho nombre por la localidad de Austria donde se descubrieron los rastros más antiguos de este pueblo. Se refiere al primer período de la Edad del Hierro, cuando este mineral reemplazó al bronce en la fabricación de elementos como espadas, puntas de lanzas, hachas, agujas, recipientes, cuchillos y puñales.

La Tène, que toma este nombre de una población de la actual Suiza, que domina el paso entre el Rin y el Danubio, es la cultura celta que se desarrolló en la segunda Edad del Hierro y está estructurada en tres o cuatro períodos que van desde la Hallstatt a la conquista romana (450 a 50 a.C.)

Esta época se caracteriza por la fabricación de grandes espadas, escudos alargados, grandes hebillas y fíbulas. Durante este período, los celtas construyeron sus fortificaciones en las cumbres y acuñaron su propia moneda.

La capacidad guerrera de los pueblos celtas les permitió, como dijimos, ocupar la parte central de Europa. Extendiéndose luego desde Irlanda hasta las costas del Mar Negro.

Aunque todas las tribus y clanes que conformaron esta etnia, son llamados celtas, dicho nombre jamás fue utilizado por ellos mismos, sino que proviene de otras culturas. Los celtas se llamaban a sí mismos galiain, o sea: galos (derivados: gálata, galaico).

Los antiguos griegos en un principio los llamaron Hiperbóreos, y desde el siglo V a.C. Heródoto y otros escritores los llamaron Keltoi, posteriormente Keltai y también Gálatas, que significa altos y nobles.

Derivado de los términos griegos, aparecen: celtae, galatae o galli que fueron utilizados por los romanos.

Existen numerosos documentos que hacen referencia a la existencia de este pueblo.

El historiador griego Hateto de Mileto, se refiere a ellos y sus luchas con los Ligures, a los que hicieron retroceder hasta los Alpes. Se relata en estos textos, que en el siglo VI a.C., los celtas defendieron la ciudad de Phoceneé (Marsella) contra los Ligures.

A pesar de ser abundantes las menciones de griegos y romanos, están limitadas por el conocimiento que poseían sobre los celtas en un momento de su historia. Por ejemplo, las noticias que llegaban a los griegos provenían de los marinos que arriaban a sus costas, desconociendo hasta donde se extendían las zonas ocupadas por este pueblo en el interior del continente.

En realidad, una de las características de los celtas era el continuo desplazamiento y, por tal razón, se hicieron notar en base a oleadas migratorias.

A la primera de estas oleadas pertenecen los gaélicos en Irlanda y en el norte de Escocia; una segunda entrada estaría constituida por la rama británica, de aquí proceden los galos, los belgas y los bretones. No formaron una tribu única, sino grupos bastante diferenciados. Los bretones o kimrys ocuparon la Bretaña francesa y el País de Gales; los gálatas, Asia Menor; los galos, gran parte de la que hoy es Francia.

Las referencias que de ellos hacen griegos y romanos nos da una idea bastante aproximada del carácter guerrero de los celtas y su dinamismo en las batallas.

Julio César se refería a ellos como guerreros orgullosos que pintaban su cuerpo con tinte vegetal azul, para parecer más terroríficos. El caballo, al que consideraban un animal sagrado, era invalorable para estos hombres ya que lo utilizaban para tirar de sus carros de combate, además de montarlos con suma destreza.

El historiador romano Livio nos dice al respecto: “Los jinetes galos llevaban cabezas colgadas delante del pecho de sus caballos y clavadas en las lanzas, entonando cánticos según su costumbre.”

El historiador griego Pausanias dice sobre ellos: “Combaten con la desesperación del jabalí mal herido, que aún teniendo el cuerpo cubierto de saetas sigue buscando a su enemigo. Pero llegan a más, pues si se les ha clavado una lanza, que a otros les hubiera forzado a permanecer en el suelo aullando de dolor, ellos la arrancan de su cuerpo y con la misma arremeten contra sus rivales. Ni las hachas, ni las espadas, ni el fuego, los fuerzan a retroceder. La ciega cólera jamás les abandona si todavía les quedan fuerzas. Los he visto incorporarse en la agonía, intentar seguir peleando y, luego, morir de pie…”

El arqueólogo y sociólogo Henri Hubert (1872-1927) nos relata: