Los cinco rostros de la unidad - Valerie Gaillard - E-Book

Los cinco rostros de la unidad E-Book

Valerie Gaillard

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Beschreibung

Cruzamos el espejo siguiendo los hilos de la tradición taoísta para explorar distintas facetas de los cinco elementos de la Medicina Tradicional China. Paso a paso, anécdota a anécdota, sobre una urdimbre milenaria se va tejiendo una trama completamente actual, que resuena tanto en el conocedor como en el lector que recién descubre esta fantástica herramienta de trabajo interno y transformación: el ciclo de las Cinco transformaciones.

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Los cinco rostros de la unidad

Los cinco rostros de la unidad

Valérie Gaillard

TITULO: Los cinco rostros de la unidad

AUTORA: Valérie Gaillard, 2018

COMPOSICIÓN: HakaBooks - Garamond, cuerpo 12

DISEÑO Y FOTOGRAFÍA DE LA PORTADA:Hakabooks ©

2ª EDICIÓN: noviembre 2018

ISBN:978-84-18575-27-3

HAKABOOKS

08204 Sabadell - Barcelona

+34 680 457 788

www.hakabooks.com

[email protected]

Hakabooks

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos por la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier forma de cesión de la obra sin autorización escrita de los titulares del copyright.

Todos los derechos reservados.

Prólogo

Era 1990 cuando estaba enseñando el método Ohashiatsu en Torino, Italia. Una joven y vivaz muchacha de origen suizo, de ojos grandes y brillantes, estaba sentada en primera fila, junto a los demás estudiantes. Yo enseñaba en inglés, y ella se reía cada vez que hacía mis bromas. Cuando el traductor traducía mis bromas al italiano, ella se volvía a reír.

Era 1992, enseñaba el método Ohashiatsu en Shimoda, Japón. Lo estaba enseñando en inglés—sí, en inglés— aunque puedo hablar japonés. Y aquí estaba la muchacha de Suiza —y yo sorprendido y feliz de verla en Japón, sentada en primera fila junto a los demás estudiantes nipones, riendo cada vez que hacía mis bromas en inglés. Cuando el traductor traducía al japonés, ella se volvía a reír. Por cierto, odio a esa clase de estudiantes, que pagan una vez, pero se ríen dos.

Me enteré luego que su nombre era Valérie Gaillard y que hablaba, leía y escribía en español, inglés, italiano, francés, portugués, alemán y japonés. Me quedé admirado de sus habilidades lingüísticas. Fluida en siete idiomas diferentes. Y encima practica y enseña Shiatsu.

Era 2004, fui invitado a enseñar a Buenos Aires, Argentina. Esta vez, esta muchacha estaba parada al frente de los estudiantes, era la organizadora y traductora, y ellos eran sus alumnos. Se reía de mis bromas en inglés, y de nuevo en español, que ella misma traducía!—dos veces.

Cuanto a más idiomas uno se expone, creo que más son las variedades culturales, de civilización, de mentalidades, y de modos de vida que se nos hacen familiares. Creo que el idioma actúa como una cámara—si un único idioma es unidimensional, tres idiomas diferentes son como cámaras que pueden tomar fotos “3-D”, y claro, que con fotos 3-D se pueden ver cosas que no son posibles en una sola dimensión. Valérie tiene cámaras “7-D”.

Con cuantos más idiomas diferentes uno se vea familiarizado, mayor será el entendimiento de los modos de vida que se adquirirá. Así uno podrá ser multidimensional en sus reflexiones. Podría desarrollar ideas creativas y únicas que un único idioma no ofrece. Por ejemplo, cuando enseño en Japón, enseño en inglés, aunque mi idioma materno es el japonés. Lo hago así porque cuando hablo y compongo mis ideas en inglés, adopto una parte de mi mentalidad, actitud, pensamiento, y punto de vista del “modo de vida” como angloparlante. Esto me implica un mayor esfuerzo, claro, pero de repente, esto me da una dimensión única y creativa a mi habilidad de enseñar.

Valérie Gaillard es una maestra, filósofa, y escritora de varios idiomas, culturas y puntos de vista diferentes. Este libro es una medida de la profundidad de sus talentos. Dicho de otro modo, solo ella puede escribir este tipo de libro. Por ejemplo, en la entrada de la página 64, escribe “Los Cinco Ancianos Sabios reciben el alma del difunto y le hacen preguntas”. Estuve tan emocionado al descubrir que solo Valérie pudiera escribir este tipo de historia. Cuando Ud. lea esta interpretación de los 5 Elementos —una versión sobre la que jamás escuché ni pensé algo semejante-, se va a admirar y maravillar con la agudeza de su comprensión única de la filosofía oriental. Es que ella tiene la gran ventaja de las cámaras y fotos en 7-D.

De mi parte, espero que próximamente ella misma traduzca y publique este libro a muchos otros idiomas.

Ohashi, Ohashi Institute.

Sinopsis

Valérie Gaillard nos invita a encontrarnos con el conocimiento a través de sesiones de Zen Shiatsu, Masaje Tradicional Tailandés y Jahara. Percibir. Sentir. Revivirlo luego pregunta a pregunta, paisaje a paisaje, anécdota a anécdota. Aprehender con ella, de ella, y comprenderlo. Reconectándonos con nosotros mismos en un contexto de modernidad occidental que nos divide y aísla.

Las reflexiones de Valérie sobre el por qué y el cómo de estas terapias nos ofrecen su consciencia para vivir lo cotidiano. A modo de urgencia, tanto para quién lo comunica como para quién la escucha.

Así como visitar un parque en Japón produce en un primer momento cierto desconcierto, por el aparente desorden que choca con la visión de quien conoce los jardines de Versailles y sus perfectas simetrías, leer este texto puede resultar un desafío para quienes esperan un grueso hilo conductor trazando cuadrados bien delimitados… La filosofía oriental no apela al entendimiento inmediato, sino a ese juego sutil, despertar la capacidad de modificar la mirada desde sus insinuaciones, seducir la mente con livianos roces y titilar la curiosidad natural y saludable con sus puntos de interrogación.

Introducción

La urgencia

Las voces son múltiples. Esa polifonía interna puede aturdirnos, y curiosamente empujarnos hacia la sordera. Una vez sordos hacia adentro caemos con mayor facilidad en las garras del gran King Kong polimórfico y omnipresente, llamado mercado, sistema, gran engaño. Nos vende espejismos, felicidad enlatada y transgénica, necesidades inexistentes, confusión entre amistad y superficiales contactos electrónicos…

Hace 26 años que comencé a estudiar Shiatsu. Mientras profundizaba en ese camino, guiada por movimientos internos y externos imprevisibles, el mundo ha ido avanzando, modificándose las reglas del juego. Grandes demonios, las multinacionales, han afirmado su poder, penetrando en cada rincón, en los ámbitos más fundamentalmente relacionados con salud y calidad de vida. Alimentación, medicina, (falta de) calidad del medio ambiente. He vivido 20 años en Argentina mientras la economía fue dirigiéndose hacia el monocultivo de la soja transgénica hasta depender casi completamente de ello. El supuesto comienzo de la era de Acuario, el despertar de las conciencias, si de verdad está ocurriendo, es apenas un rayito de luz en la oscura visión que ofrece el mundo en el comienzo del siglo XXI. Las desigualdades sociales, el empobrecimiento de una gran parte de la población, el consumismo indiscriminado, la masificación de muchos seres humanos, perdiendo su identidad, su autonomía, su capacidad de pensar, cediendo todos sus derechos a los mafiosos de turno, los mercados…

¿Por qué dirigir la atención a un modelo tan antiguo como los cinco elementos de la filosofía taoísta si lo que estamos viviendo es un mal tan moderno…? Antiguo y obsoleto no son lo mismo, quizás jugando con la imaginación para abordar los cinco elementos desde diversas facetas pueda de alguna manera abrir nuestra capacidad de elegir conscientemente nuestro presente y nuestro futuro. Personalmente me cuesta creer y mantener la fe en el futuro, elijo no participar de algunos de los rituales de nuestra sociedad, intento fomentar otra perspectiva y para poder cultivarla me aparto voluntariamente de ciertos aspectos de la vida moderna. No miro televisión, no consumo determinados alimentos, no tomo medicamentos alopáticos salvo en raras excepciones y con criterio propio además de seguir la opinión de médicos cuidadosamente seleccionados. Es casi imposible ser totalmente coherente con los ideales, sólo nos queda tratar de ejercer criterios propios en lugar de dejarnos llevar por la moda, el conformismo, la falta de imaginación.

Hoy percibo la urgencia. Tenemos el privilegio de poder ejercer en algunas cosas nuestro discernimiento, no perdamos esa oportunidad. Para desarrollar esa capacidad de discernimiento existen múltiples senderos, a mí me hablan las cinco voces que te invito a descubrir...

Antaño, cuando el tiempo daba tiempo a la contemplación, a la reflexión, hubo quienes propusieron ver la vida y su danza como una coreografía en 5 tiempos, donde un tiempo daba lugar al siguiente en una ronda que se repetía, una y otra vez. Al llegar al quinto tiempo, se volvía a empezar con el primero. Esta división satisface nuestra sed de ordenar, prever. Pero ojo, lejos de querer comprender, analizar, transformar en ley, el sabio antiguo asociaba, soñaba, su espíritu juguetón se deleitaba en cruzar y entretejer los cinco tiempos, los cinco ritmos, y al final soltaba esa burbuja colorada en la cual cinco colores inventan un arco iris y suspiraba de satisfacción, seguía sin entender nada pero había pasado un rato delicioso, como una de esas conversaciones entre amigos que nos dejan tan plenos, recordando momentos y réplicas, aunque al final no hayamos arreglado nada.

A esos cinco tiempos, se les puede poner nombres, características, perfumes y aromas, pueden volverse más reales sensorialmente, podemos adivinarles rasgos, imaginar sus manos, largas y misteriosas o callosas y concretas. Entre ellos, como una familia, juegan constantemente a un tire y afloje que no termina más, se alían, se pelean, se nutren, se controlan. Nosotros, los que vivimos en el reino de la tierra, somos su material de trabajo, de juego, nos atraviesan y cuando se ríen tocamos el cielo con las manos, luego se oscurecen y nos sentimos infinitamente desdichados. Para quienes fuimos criados con la extraña creencia que somos individuos con pleno poder sobre nuestra existencia, que el azar existe, jugándonos malas pasadas o echándonos destellos de felicidad, como quien echa un hueso a su perro, pero cuando Don Azar descansa, pues bueno, somos nosotros quienes decidimos, o por lo menos todo se puede explicar, si no soy yo, es mi madre, mi jefe, el tipo que me vendió el seguro, para nosotros entonces, es algo bien mágico, bien extraño, esa visión antigua y oriental, según la cual no existe el azar, tampoco el poder individual, apenas el reflejo de las cambiantes fuerzas del universo.

En cada momento singular, se expresan esas fuerzas, nos usan como la mano metida en la marioneta y lo único que podemos hacer al respecto es volveros conscientes, reconocer y abrazar esa mano y sus 5 dedos.

Agua, Madera, Fuego, Tierra, Metal. Palabras familiares: designan aspectos concretos de la realidad con los cuales estamos en interacción constante. Cada una de estas palabras impacta de forma única nuestra imaginación, evocando series de imágenes, recuerdos, asociaciones de todo tipo. Salvo el agua que como sabemos constituye un alto porcentaje de nuestro organismo – si bien es una realidad más conceptual que sentida desde adentro – nombran “cosas” ajenas a nosotros, que existen fuera de nuestro organismo, que no pertenecen a nuestra humanidad.

Pero… dejando de lado la lógica cartesiana, podríamos adentrarnos en la aparente incoherencia de la visión taoísta, soltando los razonamientos lineales, dejándonos llevar por las ondas de las vibraciones que emiten los nombres de los elementos en nuestra pantalla mental… A lo largo de este libro, descubriremos la multiplicidad de sentidos que emergen de los cinco Elementos y su interacción. Por ahora comenzaremos mirándolos desde el prisma de esa urgencia frente a la cual nos encontramos, como humanos del comienzo del tercer milenio, viviendo en un mundo artificial cuya fragilidad no podemos ignorar, en un mundo violento, amenazador y amenazado en su continuidad, en un mundo maravilloso porque nos brinda la oportunidad de conectarse por primera vez en la historia humana con todos los saberes de las diferentes culturas, antiguas y actuales, y elegir entre tantas sabias visiones, lo que hoy puede guiarnos e inspirarnos.

Comenzaremos entonces tirando palabras a la página blanca, salpicándola de Azul, Verde, Rojo, Amarillo y Blanco, los colores tradicionalmente atribuidos a las Cinco Fases, Cinco Transformaciones, cinco mundos abiertos que iremos descubriendo, adentrándonos en ellos desde diferentes puertas. Por ahora, intentando liberarnos de cualquier preconcepto, dejemos que las ideas expresadas a continuación resuenen… al pasar por nuestra mente, crearán una estela liviana que dibujará los trazos casi transparentes de un primer mandala.

Algunas palabras asociadas a las cinco fases…que nos hablan de cuestiones actuales

Agua.

Potencial: profundidad – misterio – exploración de dimensiones internas desconocidas, conciencia ampliada! Agua: el oro azul, gracias al agua hay vida!

La otra cara de la moneda: Preservar las semillas, los recursos (falta de agua potable), no dejarnos llevar por el miedo

Madera.

Potencial: creatividad – desarrollo de los talentos en un esquema comunitario en el cual cada uno pueda desplegar su propio ser individual – integración del mundo vegetal, techos verdes, reforestación

Los bosques - pulmones del planeta - vida vegetal

La otra cara de la moneda: Rabia – frustración – agresividad, competitividad – monopolios – desconexión y explotación del mundo vegetal.

Fuego.

Potencial: música- danza – celebración. Adquirir mayor conciencia de las emociones, cultivando el agradecimiento, buscando deliberadamente la felicidad a través de la conexión.

¡¡¡La luz, el sol, los astros!!! Somos polvo de estrellas, el Fuego arde en nuestro corazón.

La otra cara de la moneda: Euforia – excesos emocionales – conciencia – locura – Alzheimer – reemplazar conciencia por falsas alegrías, consumo, ostentación – atracción morbosa hacia lo que brilla por su impacto… los escándalos, las guerras, los dramas.

Tierra.

Potencial: incremento de la capacidad de relacionarnos de forma empática y horizontal – comida consciente y respetuosa tanto del cuerpo como de la naturaleza – más con-tacto, integración de todas las edades de la vida – cuerpo para sentir, no para aparentar! Soy también el cuerpo, no “tengo” un cuerpo…

Tierra, madre, planeta…

La otra cara de la moneda: Preocupación- alimentación (y su mala gestión) – seguridad (a toda costa…)

Metal.

Potencial: cultivar la belleza – el respeto – el orden – ser capaces de reducir lo que tenemos y sentir la felicidad al hacerlo en lugar de que el énfasis sea sólo en la acumulación; cambiar hacia el despojarse… como un valor positivo

La otra cara de la moneda: Tristeza – tecnología – niveles de desconexión – agotar recursos de la tierra (riquezas) – metales – valores tergiversados…

Cinco hilos entretejidos… entremos al espacio terapéutico…

El Shiatsu es “Slow Touch”, toque lento. Se abren las compuertas del “no-tiempo” desde el primer instante de la sesión, creando un espacio-tiempo en el cual pueda tener lugar el proceso sutil de cambio de la información en el sistema energético de los protagonistas, tanto dador como receptor. Su abordaje está basado en la conciencia. La conciencia tiene su base en el hara, centro energético del vientre. Desde el hara el terapeuta despliega sus antenas, para sintonizarse con el receptor, desde el hara extiende sus manos para crear un contacto físico, desde el hara surge su danza, desplazándose imperceptiblemente alrededor del cuerpo del receptor. Visto de afuera, tiene algo de una danza armoniosa, con un efecto de trance. Percibido desde adentro, puede despertar un amplio rango de sensaciones corporales: desde alivio y expansión hasta dolor. Para quién lo imparte, es una meditación activa, en la cual la mente cede el paso a otro tipo de entendimiento: se es más hara que cabeza a la hora de tocar.

En Japón desde tiempos inmemoriales, bajo diferentes nombres, el Shiatsu ha sido parte de la estrategia preventiva de los trastornos de salud. En conjunto con la práctica regular de algún tipo de ejercicio corporal, con una alimentación saludable, con unos pensamientos orientados hacia metas positivas, con algún ritual que permita elevar el espíritu, este arte terapéutico se aborda como un aspecto más del cuidado y respeto hacia el organismo y la vida. Hoy en día nos puede parecer más importante poner en palabras nuestros procesos internos haciendo alguna forma de terapia basada en la comunicación verbal, antes de dejar que otro ser humano apoye sus manos en nuestro cuerpo. Por desconocimiento, costumbres diferentes, prejuicios… se cree en la mayoría de los países occidentales que los “masajes” son un lujo o peor, una “mariconada”, como me dijo textualmente un hombre que descubrió el watsu (terapia acuática, water shiatsu) con más de cincuenta años y a pesar de ello, modificó completamente sus hábitos y su forma de vida al tomar esta disciplina como camino de vida.

Sin embargo, aún más fundamental que el desconocimiento del Shiatsu como tal, está la actitud de muchos frente a su salud y su estilo de vida en general. Depositan en manos de otros lo que podrían sentir como propio: las elecciones fundamentales de su vida. En Occidente nos choca la idea del matrimonio arreglado, nos parece retrógrado e injusto que otros factores que el libre albedrío rijan la elección de la pareja; sin embargo nos parece justo y normal ceder las riendas de la propia vida en aspectos aún más personales: pocos son los que eligen conscientemente sus alimentos, la forma de cuidar su salud, lo que consumen en general.

Las terapias descritas a continuación, Zen Shiatsu, Masaje Tradicional Tailandés, Jahara, abren la puerta a otra mirada posible hacia la salud, a otro tipo de relaciones. Relación interpersonal: entre el terapeuta y el receptor, que forman un equipo, uniendo sus fuerzas y sus intenciones para volver posibles los cambios positivos. Relación intrapersonal: ¿qué relación tengo con mi organismo, con mis órganos, con mi ser, con mi salud?

Siglo XXI: ¿encrucijada? Si fuera demasiado tarde y los movimientos del planeta que gruñe y se sacude indicaran que el organismo de Gaia, la tierra, se hartó de esa proliferación de bichos humanos - tan insignificantes y sin embargo tan molestos - que perforan sus entrañas, beben de sus venas, saquean sus recursos y explotan su buena voluntad, entonces estas propuestas serían un buen acompañamiento para llevarnos con dignidad y alegría hasta donde podamos llegar. Si aún estamos a tiempo, son parte de un movimiento de energía en búsqueda de valores más sustentables, más nobles, más respetuosos que los que imperan en el sistema actual, sin descartar ninguna otra forma de acercamiento ni pretender aportar soluciones o remedios, sólo una pizca de sabiduría y de compasión, una mano que se apoya, benevolente sobre otro cuerpo, un suspiro largo y profundo que brinda un poco de paz, una mirada que abre el corazón y honra el misterio.

Sesiones a Ojos Cerrados

Cierro los ojos y describo… una sesión de Jahara…

セッション

El agua, al sumergirse, produce enseguida una sensación de placer, un “Ahhhh” de alivio, un regreso a casa. 35ºC. Perfecto. Entrando al agua detrás de mí, la receptora. Breve intercambio verbal, le pregunto cómo se relaciona con el agua, cómo se siente hoy, más allá de lo que ya me contó antes de entrar a la piscina. Le muestro cómo ubicarse contra la pared, le propongo un primer trabajo, un “ejercicio activo”. Lo hacemos las dos, voy describiendo las acciones - ínfimas y potentes - que desembocarán en la sensación de alineación, ganando espacios en el propio cuerpo. Los pies, paralelos, abiertos al ancho de las caderas, empujan el suelo. Las rodillas, alineadas con las caderas, se sensibilizan una a la otra, sintiendo el “campo magnético” entre las dos. La pelvis busca alargarse tanto adelante como atrás, es un recipiente, el “bassin” del idioma francés, la “bacía” del portugués. La columna se alarga, los omóplatos se alejan uno del otro, descienden, empujan la pared. La cabeza, liviana, sostenida por un cuello largo, sale como un periscopio, larga, móvil. Me despego de la pared para realizar unos ajustes, despertando con toques sutiles de mis manos la consciencia corporal de mi receptora. La dejo disfrutar unos instantes del movimiento vertical: cada vez que toma aire, sube, liviana, cuando lo suelta, baja, más pesada. Me da la posibilidad de mirarla, ojos abiertos, luego ojos cerrados, como si el agua que compartimos condujera hacia mi todo lo que necesito saber de ella.

Le propongo explorar una “caída libre”, con un flotador debajo de cada antebrazo, sintiendo cómo el agua permite pasar de la posición del esquiador, de pie en el agua, con el torso levemente inclinado hacia delante, rodillas en flexión, a una posición de sillón, completamente reclinada hacia atrás. Se ríe de felicidad, me sostiene el agua: ¡esto es mágico! Para salir nuevamente al esquiador, se da cuenta que hace falta algo más, sino el cuerpo pierde la dirección, la alineación. Sostén, el primer concepto, relacionado con la fase del elemento Metal. Comenzamos a explorarlo en el ejercicio inicial, descubriendo cómo, además de los apoyos en superficies sólidas, suelo, pared, está el sostén del agua. Lo desarrollamos en el segundo ejercicio descubriendo el sostén de los músculos internos responsables de mantener una estructura. Lo comentamos, tendremos oportunidades de explorarlo en futuras sesiones.

Por ahora le propongo entrar a la etapa de flotación, esperando tranquilamente en una posición estable, hundida en el agua hasta los hombros. Me acerco a su cuerpo, flotador en mano, respiramos juntas, y despacio… comienza el viaje propiamente dicho. Caigo en cámara lenta hacia atrás, sus pies se despegan del suelo, su perfil se acerca a mi eje, el agua se hace cargo. Bendición y rendición, ¡nos sostiene el agua!

Está en mis brazos, liviana, ajusto mi brazo, buscando la forma más adecuada de apoyo para su cabeza. Adaptabilidad, elemento Agua, el segundo concepto. Caer, dejarse llevar, los pasos una y otra vez repetidos del Jahara fluyen, imperceptibles, creando una sucesión de montes y valles por los cuales viaja el cuerpo de mi receptora. Ella está en un mundo diferente, aislada de los mundanales ruidos. Conozco las dimensiones de la piscina, puedo entrecerrar mis propios ojos y permitir que la danza se lleve a cabo.

Expansión, elemento Árbol- tercer concepto - a partir de mi propio cuerpo nace la sensación de ganar espacios, en todas las direcciones, mis manos, presentes en lugares claves del cuerpo de mi receptora, transmiten la expansión. Mis movimientos también se expanden, nuestros cuerpos danzan, nace la liviandad del Sin Esfuerzo, el cuarto concepto, elemento Fuego. En sus labios flota ahora una sonrisa de dicha, de gozo. ¡Puro disfrute!

Invito desde el espíritu a que se presente el quinto concepto, tan inasible que sólo podemos convidarlo, crear las condiciones para que aparezca. Invisibilidad, elemento Tierra, el planeta con el cual estamos en constante interacción sin tener consciencia de ello, por ende “invisible”. Desaparezco, desaparece mi receptora, todo es agua, dejo que la sesión fluya, suelto el mando, lo que sucede de ahora en adelante, parece suceder en el plan de los sueños, estoy plenamente consciente, soy el capitán del barco, a la vez vibro en otra dimensión, todo ocurre conmigo, pero no lo estoy haciendo. La espiral ascendente entreteje y juega con los hilos de colores de los cinco conceptos: por momentos resalta más el sostén, la respiración se libera, enorme, luego brilla el sin esfuerzo, el abanico de los movimientos se abre, infinito y multicolor… hasta sentir que se acerca el final, que la pared es como un hogar que nos espera. Aterrizo con suavidad su cuerpo, creo nuevamente expansión, espacios, adaptabilidad, volver a tocar elementos sólidos, sostén, mis manos están ahí.

Los ojos que se abren y me miran lo dicen todo. Pocas palabras, es como volver desde el otro lado del espejo.

Cuando salimos del agua, el cuerpo pesa. Una vez que nuevamente se acostumbró a la gravedad lo siento liviano, alineado, abierto. Algo ha pasado, me dice la receptora, su sonrisa y sus ojos me dicen otro tanto… agradezco silenciosamente al agua, la maestra del silencio.

終了セッション

Cierro los ojos y describo… una sesión de Shiatsu…

セッション

Breve intercambio verbal. Escuché su paso cuando subía la escalera, observé cómo retiraba su calzado, su abrigo, la forma que tomó nuestro acercamiento físico, el saludo. Ahora veo cómo se acomoda en la posición, sentado directamente en el futón, sin respaldo, sus gestos, sus ademanes, la manera en la cual al hablar pasan sombras en su rostro, se esbozan sonrisas en las esquinas de sus ojos, pliegues amargos en la comisura de los labios, sus arrugas finas y expresivas se estremecen como la superficie de un lago al soplar la brisa. Me cuenta, profesión, posición, dolores, el infarto, los cambios impuestos por la nueva situación, la búsqueda de métodos saludables que siguió a ese corte. Es un hombre alto, su cara refleja una gran inteligencia, un dejo de ironía en su auto observación, estuvo toda la vida del lado de los que disponen de los conocimientos, su mano debe haber garabateado cientos de recetas, médico clínico en un pueblo. El huerto, la casa. Ahora dejarlo todo, instalarse en la ciudad, aprender a vivir lentamente, cuidándose, escuchar a sus colegas opinando, dando consejos, palmadas de consuelo. Es la primera vez que se acerca a algo similar, por recomendación, por búsqueda interna, sabe que tiene que abrirse a un nuevo capítulo, está atento a las señales, está probando.

Explico brevemente, le propongo tomar este primer encuentro a modo de experiencia, una experiencia que es parte de su encuentro consigo mismo, mi rol siendo apenas él de facilitar esta forma de encuentro.

Se extiende boca arriba. Acomodamos almohadones, buscamos la mejor posición. Cierro los ojos, manos en mi hara, espero un rato, silenciosa, anclo mi respiración, siento mis raíces, la tierra que me sostiene, la fuerza de gravedad. Suelto todas las ideas acerca de mi receptor para entrar en mi hara, con respiraciones profundas. Desde este “segundo cerebro” me dirijo a este hombre, libre de expectativas, atenta, compasiva. Una mano en su hara, la otra quedó en el mío propio, conexión. Luego mis dos manos dialogan con su hara, una mano en el centro, con su rol de sostén y contención, la mano madre, la otra explorando, leyendo, escuchando, qué dicen las zonas reflejas de los meridianos, qué dicen “sus tripas”, ¿cuál es su verdad? Sin plasmar lo que sé, o creo saber de él, intento estar como una hoja en blanco, puro eco.

Presiones lentas, profundas, a lo largo de sus brazos, siguiendo los trazados, descubiertos hace miles de años, los meridianos. La mano madre rara vez cambia de lugar, está presente, atenta, da consuelo, ordena. La mano mensajera entra, sale, recorre, contacta, cuenta. Estiramientos progresivos, prudentes, como aceitando las articulaciones. El efecto de quedarse en las zonas kyo, vacías, permaneciendo en las presiones, a la espera, es impresionante. Muchas veces trabajo con ojos cerrados, recordando que esta profesión fue, como la música, tradicionalmente reservada a los ciegos, cuya percepción táctil es infinitamente más fina que la de la mayoría de los que vemos con claridad. Ojos en las manos, ven olas de energía que llenan paulatinamente estos vacíos, liberando aquellos atascos que él mismo me señaló como más dolorosos, en los trapecios, el cuello. Continúo por las piernas, su respiración se ha hecho muy suave y lenta, un ronquido apenas perceptible acompaña mis movimientos, la expresión de su rostro se ha tranquilizado.

Cuando mis manos vuelven al hara, descubro un mar calmo, los altos y bajos que caracterizaron mi primera exploración han cedido el paso a un ambiente completamente diferente, como si hubieran disipado las nubes y sólo quedase un cielo azul, amplio y límpido. Con sumo cuidado vuelco su cuerpo a la posición lateral, me permite alcanzar su espalda, es un paseo por senderos en un bosque lleno de raíces que dificultan el caminar, ramas caídas donde tropieza el libre fluir del Ki. Sin embargo la respuesta es casi inmediata, entre mis manos siento claramente como corre el arroyo, algo se libera, se afloja. Segundo lado, tiempo acortado porque el peso de su cuerpo recae del lado del corazón y prefiero evitar dejarlo más de cinco o siete minutos en esta posición. A pesar de su tamaño, es fácil girar su cuerpo: pocas palancas, unos ajustes y vuelta a la posición boca arriba.

Regreso al hara, luego el cuello, la cabeza, el rostro. Último contacto en el hara. Mi despedida silenciosa, mi agradecimiento. Otro ser humano me ha permitido entrar en su ser, como si me abriese la puerta de su casa, me dejase ver los rincones más íntimos, confiando en mi benevolencia. He compartido una hora que para mí ha pasado en un abrir y cerrar de ojos, he entrado en un estado de meditación que me deja con la sensación de volver de lejos. Agradezco y lo encomiendo a fuerzas más elevadas y potentes que la mía, para su salud, su destino, despidiéndome energéticamente de él.

Vuelvo con mis manos a mi propio centro, respiro a consciencia. Me levanto, salgo silenciosamente de la pieza, me lavo las manos. Cuando vuelvo, sonríe, se despereza, tiene una expresión entre sorprendida y divertida, expresa: “tantos años de trabajo con los cuerpos, la salud, tantos años conmigo mismo y tú, con tus manos, me has llevado a rincones insospechados, sensaciones desconocidas, como en estos sueños donde uno se da cuenta que la propia casa tiene otros pisos, otras habitaciones, otras escaleras… Esto es muy extraño, volveré para seguir descubriendo, más allá del efecto en mi salud, que espero sentir, por ahora me quedo con esta experiencia, este encuentro para retomar tus palabras”.

Hablamos un poco más, le propongo seguir prestando atención, el Ki sigue su movimiento, si estamos atentos podemos percibirlo con nitidez. Lo acompaño, algo en su voz, en su mirada, me cuenta, más allá de las palabras, cuán profundamente tocado se ha sentido. Una vez más me siento muy afortunada y muy pequeña a la vez. Lo que puede suceder durante una sesión, por más que parezca que el terapeuta esté al mando, es algo que supera las explicaciones posibles. “Tocar la vida” esto es lo que mi receptor me permitió hacer y ninguno de los dos quedamos iguales cuando sucede esto.

終了セッション

Cierro los ojos y describo… una sesión de Masaje Tailandés…

セッション

Hace unos años que nos conocemos. Se dedica al yoga, es exigente, muy flexible en el cuerpo y poco así en sus apreciaciones. Tiene explicaciones para todo, viene con un plan, necesito esto, lo otro, por tal o cual razón. Escucho, emito sonidos que expresan más la escucha que la aprobación.

Sentada en diamante frente a sus pies, junto las manos a la altura del centro de mi pecho, suelto todo su discurso con sus explicaciones, busco calma y disponibilidad. En Tailandia invocan al fundador de la medicina, invocan a Buda, recitan un mantra. Herramientas de conexión, las aprecio y utilizo también con la distancia cultural que jamás voy a franquear totalmente. Saludo inicial con una leve reverencia.

Más allá de las explicaciones, palabras, interpretaciones, la necesidad es real. La percibo ni bien mis manos alcanzan sus pies. El maltrato - disfrazado de buen trato - que esta chica impone a su cuerpo se hace evidente a mis manos. Dejo que surja el movimiento alternado, como el vaivén de una ola que barre, incansable, la orilla. Cada partecita, articulación, tendón, músculo, está a los gritos. No tengo armado el plan de mi sesión, dejo que suceda, que fluya. Años y años de práctica basada en la tradición de un arte tan versátil como variado, me dan esta fluidez en la danza.

Se convierte en un diálogo rico en texturas, uso los dedos como ganchitos, las manos como pinzas, como cucharas, como palas, hundo, abro, acaricio, paseo, exploro, suelto. Mis pies, mis rodillas, mis codos, mis antebrazos alternan como instrumentos de contacto para amansar las áridas tierras de su cuerpo. Visto desde afuera, sé que sería “wuauuu, qué flexibilidad. ¿Cómo un ser humano puede carecer de ataduras y tensiones de esta forma…?” percibido desde adentro es ir más allá de la aparente libertad de movimientos, para descubrir las trabas y ayudar a que pueda soltar.

Ritmo, precisión, balanceo, cambios, pasajes de una postura a otra, muchas aperturas, algo de juego, un entrenamiento para mi propio cuerpo deslizándose de una postura a la siguiente, como un complejo traje sin costuras que nos envuelve a las dos. Dejando que las técnicas sean apenas pinceles en mis manos, me conecto con los colores del cuadro, si cierro los ojos los veo. Se despliegan, son cambiantes. Así lo es también mi sesión, pasando de boca arriba a boca abajo, luego a la posición que llamamos cariñosamente “media rana”, semi lateral, para volver boca arriba y terminar en posición sentada. Con esta persona es una forma natural de volver al eje, se mantiene con excelente alineación, terminaré así la sesión siguiendo de esta forma la tradición tailandesa, algo que no siempre es posible o deseable con los Occidentales, poco acostumbrados a mantenerse sentados y rectos.

Durante la sesión los cambios en su respiración me han ido indicando dolores, respuestas de alivio. Sé - por sus movimientos oculares - que ha tardado casi diez minutos en poder entregarse y dejar de pensar. Sé que haberlo logrado significa para ella un alivio real. Por mi parte, he entrado en el trance del balanceo, del fluir, nos hemos encontrado más allá de las palabras y las emociones, en ese terreno mucho más verdadero del soplo de la energía, donde el viento, para utilizar una metáfora tailandesa, susurra, acaricia, habla y canta entre las hojas de las palmeras.

Saludo final, un abrazo que vale más que todas sus teorías, unos ojos húmedos por los bostezos o por algo más. Concertamos otra sesión ya que esa necesidad que yo percibí de entrada, se le hizo evidente a ella también. Ojos entrecerrados sólo atina a decir “amo el masaje tailandés”, ojos abiertos, sonrisa inevitable, respondo al unísono “yo también”.

終了セッション

Parte I – El Origen

Estoy escribiendo un libro y siempre me imaginé que lo haría frente al mar… pero estoy rodeada de tierra y cielo, los mares están lejos. Quizás la idea de contemplar el mar al escribir sea un cliché, pero también lo puedo relacionar con el Agua como elemento ligado al inconsciente colectivo, a las grandes interrogaciones que inevitablemente algún día nos acecharán, ¿quién soy, porqué nací en el seno de esa particular familia, en ese momento? El mar no responde, sólo refleja, con su inmensa respiración, esa espiral infinita de preguntas sin respuestas ciertas. Aquí en el medio de las tierras, el cielo del ocaso parece desearme buena suerte, con sus velos rosados arrastrándose hacia las faldas de las sierras cercanas, la tierra pierde su brillo y se funde en una masa negruzca, cuyos contornos ya no significan tanto, las lucecitas artificiales de los humanos parecen bien ínfimas debajo de la gran claridad.

Para los antiguos Taoístas, así comenzó todo en el tan lejano tiempo del no tiempo, el diálogo entre el Cielo y la Tierra, el juego de fuerzas antagonistas y complementarias. Han pasado miles de años, se han inventado recetas, fórmulas, tecnologías de alta complejidad, formas de romper la soledad intrínseca de la condición humana distrayéndonos con juguetes sofisticadísimos, sin embargo queda ese anhelo: “quiero ver la puesta del sol, quiero ver ese momento del cambio de la luz, quiero asistir a la mutación del día en noche, quiero estar cuando el Yang le ceda el espacio al Yin”. Lo estoy viendo ahora mismo, por la ventana, asistiendo al espectáculo que no parece cansar jamás la vista del ser humano, nubes intensamente rosadas, cielo que luce todos los matices, del celeste al dorado. Mañana será otro día, mañana nacerán seres, proyectos, amores, historias, mañana morirán otros tantos, esa danza en la cual Vida y Muerte siguen bailando entrelazadas es la trama misma de la existencia, hagamos lo que hagamos, seamos ganadores o perdedores.

¿Cómo comenzó todo?

Tampoco es necesario que lo sepamos, quizás haya sido el Agua el primer Tiempo, lo revela la ciencia, de ahí surgió la vida. Y si te digo “Agua”, ¿en qué piensas? Vida, fluidez, reflejo, misterio, corriente, universos desconocidos de los fondos marinos. El Agua en ti crea el miedo infinito, a la inmensidad, a lo desconocido, a la muerte, al silencio. El Agua crea el anhelo, aspira a la entrega, quiere abrazar los tiempos, vibra con los ancestros. El Agua que tiene la capacidad de estructurar desde lo profundo, formando nuestro esqueleto, nuestros dientes, materiales duraderos que más allá de la muerte contarán que hemos existido. El Agua sutilmente maneja los impulsos del sistema nervioso, los mensajes de las hormonas. El Agua nos otorga vitalidad, longevidad, buen cabello, orejas grandes capaces de oírlo todo.

El Agua prepara, desde lo oscuro, el surgimiento de la vida, de forma silenciosa y sigilosa corre y descansa, se ramifica y se transforma, de forma ruidosa nos recuerda nuestra pequeñez, frente al huracán el mar levanta paredes agresivas y negras. Es impersonal. Cuando te encuentres frente a una persona muy absorbida por su Agua, no sabrás lo que piensa, quién es, a qué oficio dedica las horas de sus días. Se escurrirá cual pez entre las mallas de tus preguntas. Le gustará más escuchar que hablar. Sentirás en ella la fuerza de la semilla, un potencial inmenso, latente.

Del Agua surge con toda su fuerza el Árbol. ¿Será el primer Elemento? Cómo negarle ese honor porque ahí está, afirmando su presencia única, su individualidad. El Árbol crece, es su función, su destino, el Árbol busca la luz, busca la tierra, busca el agua, lo quiere todo, lo da todo. El Árbol que sobrevive es un ganador, ocupa espacio en todas las direcciones, su lema es la afirmación de su propia existencia. Cuando el Árbol predomina verás que hay cierta necesidad de imponerse, mediante la autoridad, el control, la acción. En el corazón recóndito del Árbol hierve la fuerza belicosa de la ira, agazapada. Cuando salta es rápida, violenta, activa. Manifestar Árbol es ser un líder, un pionero; el tono de músculos y tendones, - tejidos que le pertenecen - bordeando la tensión, traduce ese estado interno de prisa. El tiempo no es eterno, tiene un peso, la vida tiene una duración, el Árbol es consciente de los plazos, del camino a recorrer, no puede permitirse el desvarío, la inconsistencia.

Alimenta el Fuego, otra vez entramos al reino más abstracto de lo sagrado, el Fuego arde y consume, el Fuego danza y funde. ¿Será el comienzo? Ya que inspira, conecta, sus chispas arrojan luz donde sólo había oscuridad, el humo se eleva, se dispersa. Transformación, calor, ardor, fascinación. El Fuego rige el corazón, el pulso de la sangre, sus recorridos por elásticos pasajes a través de todo el cuerpo. Se manifiesta como una risa que rompe con el forcejeo del Árbol, ocupado en su acción de crecimiento, el Fuego prefiere la actuación a la acción, ser el centro de atención aunque no le sirva de nada en concreto. En su magnífica fuerza reside la alegría, el gozo. Placer es una palabra clave, lo que da placer vale. A la vez es espíritu, soplo divino, intuición, instantánea y deslumbrante, trasciende, no tiene objetivos, le encanta lo subjetivo…

¿Adónde puede ir tanta energía, hacia qué lejana estrella, en qué galaxia se disuelve? Nada de eso, vuelve densa y concreta, familiar y siempre presente, la Tierra. No puede ser el inicio, sin embargo es a la vez comienzo y fin, contenedora de todo lo real, concreta y maciza, dadivosa y exigente. Sudor de la frente, sus frutos brotan cuando sabemos labrarla, sembrarla, cosecharla, en un intercambio constante de fuerzas, me das y te daré, recibo y recibirás. Esta necesidad de equilibrio produce cierta preocupación, un rumiar interno constante. A la Tierra la reconocerás porque siempre está pensando en algo concreto, buscando cómo ayudar, cómo ser ayudada, cómo nutrir y ser nutrida. Sus ideas se centran en el compartir, el cocinar, sus brazos son redondos y contenedores, su aroma es dulce y su voz clara. La Tierra se manifiesta por las “carnes” y los tejidos conectivos que unen y sostienen.

De las entrañas de la Tierra vienen los minerales, los metales, el Metal. ¿Abstracto? ¿Difícil de representárselo? Metal corta, delimita, cierra. Sin él no hay comienzo posible porque de su acción de limpieza e intercambio depende la creación de un terreno apropiado para que continúe el ciclo, que brote el Agua. Metal es tan consciente de lo valioso, que puede cerrar todas las cerraduras para protegerlo. Lo verás como sensible, por ende prefiriendo las estructuras, el orden, lo establecido y convencional, de otra manera se sentiría abrumado. La piel es lo que rige, separando y a la vez respirando, respondiendo. Metal abarca desde los sentidos más primitivos - olfato, tacto, instinto de posesión, retención - a lo más elaborado, sistemas complejos de pensamiento, clasificación. En la persona Metal notarás la búsqueda de simetría, regularidad. Detrás de tanta estructura se oculta la tristeza, la gran pena porque todo termina, los ciclos, ciclos son, llegan al final, se cierran, nos desprendemos de lo que a lo largo de una vida o una porción de la misma, ha sido nuestra identidad. Se funde en el Agua y otra vez nos sumergimos…

Una familia muy normal

Puede comenzar la historia propiamente dicha.