Los independientes de color - Serafín Portuondo Linares - E-Book

Los independientes de color E-Book

Serafín Portuondo Linares

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Beschreibung

En Los independientes de color. Historia del Partido independiente de color, Serafín Portuondo Linares relata la historia de la Rebelión Negra, también llamada Levantamiento armado de los Independientes de color, Guerrita de las razas, o la Guerra de 1912. Este fue un conflicto armado que ocurrió en 1912 en Cuba, en el que se enfrentaron rebeldes de raza negra y los Ejércitos de Cuba y los Estados Unidos. Tuvo lugar, sobre todo, en el oriente de la isla. La acción del ejército cubano, y la intervención de los marines americanos puso fin a la rebelión en cuestión de semanas. Los líderes rebeldes Evaristo Estenoz y Pedro Ivonnet, fueron asesinados durante los sucesos. La cifra final de víctimas del conflicto ha sido motivo de polémica. Se calcula que muriendo entre 3.000 y 6.000 rebeldes. Apenas hubo bajas entre los miembros del Ejército cubano y los marines. El autor de Los independientes de color. Historia del Partido independiente de color, Serafín Portuondo Linares, era descendiente de uno de los participantes en la Guerra aquí narrada. Linkgua ediciones también ha publicado Guerra de razas. Negros contra blancos en Cuba, un ensayo también relativo a este episodio de la historia cubana. En este último caso se defiende la actuación del Ejército cubano en los sucesos.

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Serafín Portuondo Linares

Los independientes de color Historia del Partido independiente de color

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Los independientes de color.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-1126-987-2.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-478-5.

ISBN ebook: 978-84-9953-967-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Dedicatoria 9

Palabras liminares 11

Antecedentes 15

Primera parte 23

I. Constitución de la «Agrupación independiente de color» 23

II. Primeras proyecciones 25

El primer acto público de los independientes 35

III. Participación electoral en noviembre de 1908 37

IV. Intensificación organizativa 51

V. Los Independientes y el gobierno del general Gómez 62

VI. Programa o introducción programática del Partido Independiente de Color 74

VII. La enmienda Morúa 95

VIII. Los Independientes frente a la enmienda Morúa 125

IX. La enmienda Morúa en la Cámara de representantes 128

X. Detención y proceso de los independientes 145

XI. Escisión del partido en la prisión 152

XII. Las sesiones del juicio oral 157

XIII. Linchamiento moral o discriminación racial 171

XIV. El antiimperialismo de los independientes 198

XV. Firmeza de principios 202

XVI. Amplitud del pensamiento liberador de los Independientes 208

XVII. El proyecto de ley proponiendo la derogación de la Enmienda Morúa 212

Segunda parte 221

XVIII. La protesta armada (discusión y acuerdo sobre la protesta armada) 221

XIX. Actitud del congreso de la república (sesión de la cámara del 22 de mayo de 1912) 230

XX. Actitud de los veteranos de la independencia 263

XXI. El manifiesto de los congresistas de color 268

XXII. La toma y el incendio de La Maya 270

XXIII. La protesta y los combates 273

XXIV. La masacre 277

XXV. El crimen de Boquerón 283

XXVI. La muerte de Estenoz y el asesinato de Ibonet 286

XXVII. La rebelión en La Habana 289

XXVIII. ¿Racismo? 292

XXIX. Méritos y errores de los independientes 302

Bibliografía 307

Libros a la carta 309

Dedicatoria

A la memoria de mi padre, el capitán del Ejército Libertador, Hermenegildo Portuondo Río, que fue independiente de color y protestante de mayo de 1912.

Palabras liminares

Cuando un acontecimiento histórico-político es tan poco conocido y se le rodea de tanta suspicacia, como al movimiento de los independientes de color; cuando alrededor de tal hecho se han formulado innúmeras conjeturas y se ha tratado de sumirlo en la condenación inapelable, tratando de ganarle, a toda costa, la repulsa y el olvido; en presencia de esta realidad, que ha venido proyectándose sobre el proceso de los independientes de color, había que afrontar arduas dificultades para llegar a un enjuiciamiento serio del historial político de los mismos.

Hoy, a los cuarenta y dos años de distancia, la lejanía no ha podido borrar ni destruir el conjunto estructural del hecho. Para el estudio, la armazón, las huellas y hasta las siluetas sombreadas con tintes trágicos, de lo sucedido, permanecen intactas, ofreciéndose al observador, como testimonios mudos; pero expresivos, de un trozo de nuestra Historia.

Ni siquiera los detalles han perdido forma. Donde hubo la intención de construir un friso, ésta se observa: las aristas, las figuras alegóricas, las pinturas de perspectivas ciudadanas malogradas, el afán superador, el ansia de justicia social; todo, apunta sus intenciones, claras, precisas; todo, hasta los errores de los edificadores; ofreciendo, en conjunto, la idea de un edificio en construcción que fue sepultado al fondo del mar por un cataclismo, permaneciendo allí, en el olvido.

¿Qué métodos seguir para realizar un intento enjuiciador de la vida y actuación política de los independientes? Lo poco que de ella se conoce, me indujo:

1. A procurar que los personajes de este drama real, hablasen, expusiesen sus criterios, dejasen ver sus diversas actitudes; con naturalidad, sin afectación, tales como fueron en la vida, para que pudiéramos juzgar libremente sus propósitos, esos que no se pueden fingir ni ocultar.

2. Este método implicaba emprender un intento reconstructor de lo acontecido, con sus antecedentes e inicio. Mayo de 1912, fue la culminación trágica de lo que tuvo nacimiento el 1 de agosto de 1908 y antecedentes en 1868 y 1895, y, más recientemente, en la revolución de 1906, que derribó a Estrada Palma de la Presidencia de la República.

3. Estos motivos me impusieron la cita forzosa de opiniones, criterios y, a veces, la reproducción íntegra de algunos documentos imprescindibles, que con su fuerza de genuinos exponentes, constituyen argumentos irrebatibles, no dejan lugar para la duda y ayudan a la mejor comprensión del asunto.

El conocimiento de este proceso, debe contribuir a borrar toda posibilidad futura de que los mismos se reediten.

Nuestro pueblo asienta, cada vez más, las bases sólidas de una convivencia fraterna entre los cubanos de una y otra raza, que encaran el presente y fijan la vista en lo porvenir, teniendo como divisa el predominio de la democracia y de la igualdad ciudadana plena.

Hay más: lo presente y lo que vendrá, auguran la conversión definitiva en realidad, del ideario martiano y maceísta, regido por las figuras simbólicas del mártir de Dos Ríos y del héroe abatido en San Pedro.

Esta fe en el presente y en las perspectivas del mañana, me sirvieron de acicate en la investigación e intento reconstructor de este proceso histórico.

¡Ojalá que el esclarecimiento de estos hechos sea factor que disipe totalmente viejos recelos e interpretaciones erróneas que nublaron a la patria en días aciagos!

Hoy se puede afirmar —¡y es mucho afirmar!— que la ponzoña del odio de raza nunca alentó las intenciones de los independientes de color. La comprobación de esta certidumbre debe servirnos de satisfacción a unos y a otros, a todos los cubanos, blancos y negros.

En un clima propicio como el presente, la acción unida de una y otra raza, de todos los cubanos, debe ser coordinada, para mediante la educación de una parte y las sanciones de otra, contra los prejuiciosos recalcitrantes, batir definitivamente, desterrando de nuestro país la odiosa discriminación racista, haciendo válidos los artículos de la Constitución de 1940, que amparan a los ciudadanos negros contra la preterición racial.

Urge la plena convivencia fraterna, es preciso ofrecer generosamente cooperación a este caro y anhelado empeño patriótico.

S. P. L.

Antecedentes

La «piedad humanista» libró al indio del duro trabajo en los lavaderos de oro y convirtió al negro en esclavo para que sustituyese las flaquezas de los primitivos habitantes de la Isla con su vigorosa fuerza trabajo.

Ex presidiarios y clérigos aventureros sentaron su afán de riquezas en la opresión del negro, que tuvo como símbolo el látigo cruel. Los oprobios de la conquista y de la colonización de la Isla trataron de ser encubiertos con el pendón de Castilla, que regía y hacía de hoja de parra en nombre de la civilización.

El negro fue el motor y soporte económico de aquel régimen colonial esclavista hasta que fue abolida definitivamente la esclavitud en Cuba.

El negro trajo a su nueva condición humana, la libre, el bagaje de su revolucionarismo, que se remonta a los tiempos de la conquista y de la colonización. El cimarrón, paladín de la rebeldía individual, ante la impotencia de la actuación colectiva, es el primer esforzado de la lucha contra el régimen esclavista, al desertar de la dotación para hacerse dueño del monte y de su vida libre. Se agrupó en los palenques y constituyó sus poblados libres, que fueron un perenne desafío a la colonia y a sus fuerzas represivas. Y este ejemplo determinó las conspiraciones y rebeliones antiesclavistas, que tanto pánico sembraron en los gobernantes de aquellos tiempos y en los esclavistas españoles y nativos.

La incorporación del negro a la Revolución de 1868, no es un mero accidente sino una oportunidad más que se le ofrece y que él aprovecha al máximo para lograr su emancipación y la de la Isla.

Acicateado por el Directorio Central de la Raza de Color, que dirigió Juan Gualberto Gómez, también por el ejemplo de los caudillos de su raza, en la Revolución de 1868, los Maceo, Guillermo Moncada, Quintín Banderas, Flor Crombet, etc., se vuelca como un torrente en la Revolución de 1895, a luchar por la independencia nacional, por la República y para ganarse el derecho de ciudadano pleno en la misma.

Dos grandes expresiones organizativas ha tenido la población negra cubana en la Colonia y en los comienzos de la República; el Directorio Central de la Raza de Color y el Partido Independiente de Color. El Directorio fue un agrupamiento de los cabildos, cofradías y sociedades negras, que surgió a la vida en momento oportuno para orientar y defender al negro recién salido de la esclavitud, para encaminarlo por la vía de la superación cultural, del progreso y prepararlo para que interviniese preponderantemente en la Revolución de 1895.

El mambí negro y el blanco creyeron lealmente que el triunfo de la Revolución de 1895 y el establecimiento de la República traerían un nuevo clima, más democrático, más igualitario que el que privaba cuando la Isla estaba sometida al yugo de España.

Esta concepción idealística fue derrumbada por la realidad republicana. El espíritu colonialista continuó privando en la patria liberada, los prejuicios raciales se exacerbaron, el negro fue relegado a un rincón en su tierra, en su patria que tan bizarra y desinteresadamente había contribuido a liberar.

Los partidos políticos no tuvieron en cuenta sus derechos; la primera constitución los escamoteó; las ambiciones desmedidas empañaron un tanto el historial de muchos patriotas, que gobernando o aspirando a la gobernación del país, convirtieron la arena política electoral en campo propicio para luchas bizantinas, olvidando el interés común de la República, los postulados de las revoluciones redentoras y las deudas que éstas habían contraído con sus forjadores, con los libertadores blancos y negros. A la supervivencia de las taras colonialistas, se unió la influencia nefasta del imperialismo de EE.UU., en nuestro país, con sus secuelas de prejuicios raciales, factores todos que concurrieron al acorralamiento del negro.

Aun antes de haberse constituido la República, cuando la primera ocupación norteamericana, después del cese de la dominación española en la Isla, la discriminación racial enseñó sus orejas y nada menos que al general del Ejército Libertador Juan Ducassí. El general Ducassi fue discriminado en los salones del café Washington, que estaba situado en los bajos del Teatro Payret.

Hecho significativo ocurrió en la Asamblea Constituyente de 1901: aun los que quisieron asegurar la igualdad del negro en la misma se mantuvieron enmarcados en un criterio formalista, ajeno a la verdadera entraña del problema.

Ejemplos: Juan Gualberto Gómez se limitó a aceptar el principio que a este respecto consignó aquella Constitución: «todos los cubanos son iguales ante la ley, etc.», y Morúa Delgado expresó entonces las siguientes generalidades: «La República de Cuba reconocerá y mantendrá incólumes los derechos del hombre».

En 1902, recién nacida la República, se puso en franca y pública evidencia que el contenido de la Constitución de 1901, con respecto a los derechos ciudadanos, era vacío e incapaz de garantizar lo que, tal vez con sanas intenciones, sus creadores pretendieron lograr: igualdad real de derechos para todos los cubanos.

La República había heredado de la Colonia, sin rechazo, el lastre oscurantista del prejuicio racial. El obrero negro sufría la explotación por su condición racial y la de proletario. El campesino negro sin tierra o enfeudado arrastró su existencia precaria. Los ciudadanos negros fueron excluidos de los puestos públicos, aun de los más humildes, en tanto guerrilleros y funcionarios de la Colonia disfrutaban privilegiadamente de los mismos, como una ofensa no solo a la población negra, sino al sentimiento mambí. El Estado cubano fue el principal sostenedor de esta anomalía, que se ha hecho casi norma natural desde entonces hasta el presente.

En los empleos privados, el procedimiento excluyente fue más drástico: ni entonces ni ahora, el negro ha podido ocupar cargos técnicos, de administración, ni siquiera de segunda categoría, en bancos, ferrocarriles, centrales azucareros, minas, oficinas telefónicas, tiendas llamadas «ten cents», etc.

En el comercio, dominado por la burguesía comercial española, que supervivió en la República a pesar de la competencia del imperialismo de EE.UU., se mantuvo la práctica colonialista de excluir al negro como empleado de comercios de ropas, peleterías, joyerías, giro gastronómico, etc.

El negro fue eliminado del Servicio Diplomático, de la Carrera Judicial, de cargos de graduación en el Ejército. En lo cultural, privando la enseñanza religiosa sobre la laica, el negro tuvo uno de los principales obstáculos para su superación cultural.

En lo social la discriminación se mantuvo latente como en la Colonia: era un ciudadano a medias, a pesar de la Constitución de 1901 y de que ésta líricamente pretendió que lo fuera a cabalidad.

Fue entonces cuando los veteranos negros se creyeron obligados a dejar oír sus voces airadas, para denunciar, para tratar de atajar la discriminación reinante.

Ante el auge creciente del prejuicio malévolo, los libertadores se vieron precisados a crear un «Comité de Veteranos de la Raza de Color», para hacer valederos los derechos que habían conquistado en la manigua y que la República les negaba.

Gran significación cívica y patriótica tuvo el mitin organizado por los veteranos negros, que se celebró el 29 de junio de 1902, en el Teatro Albisu. Muchos veteranos blancos que no habían olvidado la convivencia fraterna de la Revolución redentora, concurrieron a este acto. El general Silverio Sánchez Figueras, uno de los oradores de aquel memorable acontecimiento republicano, refiriéndose al hecho de que en el cuerpo de policía de La Habana no se les daba admisión a los negros, expresó que dicho cuerpo estaba plagado de guerrilleros y hasta bandidos y no obstante, se les negaba a los negros el derecho a formar parte del mismo. Y Juan Gualberto Gómez, que presidió el mitin, declaró, en su turno oratorio, que en el primer cuerpo de policía de La Habana no fueron aceptados negros para evitar choques con los soldados del Sur de EE.UU., y que esto había sido convenido entre el general Ludlow, de las tropas de ocupación, y el Ejecutivo de la Asamblea de Patriotas del Cerro.

Otro caso discriminatorio que produjo gran revuelo público fue el que denunciaron los representantes Antonio Poveda Ferrer y Campos Marquetti, en 1905, y que consistió en haber devuelto unas invitaciones para una recepción en el Palacio Presidencial, que se hicieron a ellos, en su carácter de congresistas, excluyendo de las mismas a sus respectivas esposas.

Reflejo de la situación real prevalente en el campo político en estos albores republicanos, son las opiniones del diario El Heraldo de Cienfuegos, recopiladas por R. Senra en su libro titulado Para blancos y negros editado en 1907:

Y no se nos diga que existen representantes y senadores de color que ocupan hoy puestos en el Congreso; débenlo, más que nada, a la necesidad que han tenido los partidos que hasta allí los han llevado, de presentarlos como CEBO para atraerse los votos y la confianza de los individuos que componen esa raza.

Huelga significar la razón válida que entonces, como ahora, le asiste al cubano negro para tener garantizados a plenitud sus derechos en la República.

Y es también evidente el ambiente propicio a la discriminación racial que prevaleció desde la instauración del Estado Cubano.

A todo esto hay que sumar las características abonadoras de esta pervivencia discriminativa que el primer presidente cubano en la paz victoriosa, Estrada Palma, imprimió a su gobierno.

Esta situación reaccionaria creó los gérmenes convulsivos de la Revolución de agosto de 1906, que le derribó del poder, propiciando el triunfo liberal, al que los negros de este partido habían contribuido con sus mejores arrestos, esperanzados en cambios vitales que les dotasen de ciudadanía plena y real.

La segunda intervención armada de la República por EE.UU. de Norteamérica, implicó un nuevo menoscabo para nuestra soberanía; pero la actitud del liberalismo triunfante desilusionó: resultó un fraude para los negros que contribuyeron a él y para todos los que pusieron su fe alentadora en el mismo. La conmoción psicológica de este derrumbe optimista tuvo expresión cabal en las elecciones parciales del 19 de agosto de 1908, cuando ninguno de los candidatos negros postulados por los partidos Liberal y Conservador para cargos de concejales y consejeros, resultó electo.

Esta fue la chispa que prendió la hoguera —hacía mucho tiempo en combustión— de vigilantes sectores de la población negra, dándole inicio al movimiento independentista de color.

En este marco de hechos injustos, de inconformidad se gestó la Agrupación primero y el Partido Independiente de Color, después.

Primera parte

I. Constitución de la «Agrupación independiente de color»

En el año 1908 tuvo lugar un hecho sencillo, sin trascendencias iniciales en la apariencia, que, sin embargo, más adelante, iba a tener grandes repercusiones y embargar la atención nacional, teniendo culminación trágica en una protesta armada o intento insurreccional sangriento.

Este incipiente acto, que no obstante, ya en 1908, contenía en sus entrañas los gérmenes de una de la más volcánica y persistente lucha cívica desarrollada en Cuba, fue la fundación o constitución de la «AGRUPACIÓN INDEPENDIENTE DE COLOR», en la ciudad de La Habana, la noche del 7 de agosto de 1908, en la calle de Amargura número 63, domicilio de Evaristo Estenoz, quien fungió de presidente de la reunión, actuando como secretario de la misma Gregorio Surín. El mismo 7 de agosto fijaron los organizadores de la agrupación, los rumbos primarios que imprimirían a ésta y explicaron las causas que originaban su creación, así como las razones que le asistían para optar por tal camino.

La principal causa determinante de su actitud fue el resultado de las elecciones efectuadas el 19 de agosto de 1908, que tenían como finalidad cubrir en toda la República, electivamente, los cargos de gobernadores, consejeros provinciales, alcaldes, concejales, y en las cuales, según el criterio de los independientes, fundado en hechos reales, se había hecho objeto de manifiesta preterición, «con preconcebido intento, a los candidatos de color que figuraban en las candidaturas de los distintos partidos políticos que terciaron en la lucha comicial». De lo cual, inferían los independientes de color, la siguiente conclusión:

que la raza negra no debe esperar de los partidos el mejoramiento a que es acreedora por los servicios que ha prestado y que continúa prestando a los intereses nacionales.

En el acta de constitución de la agrupación, aparece el acuerdo que seguidamente transcribimos y que es como un esbozo o lineamiento de su futuro programa:

Acordamos solemnemente, fija nuestra vista en la cordialidad universal, en el amor al progreso de la humanidad, en el bien colectivo de todos los habitantes que integran el territorio de la Patria, y más que todo, el respeto y la consideración mutua que por ley humana y por ley política y civil debe existir para que todos gocen de la luz del Sol en esta tierra, puedan amarse y entenderse; y recogiendo el general sentir de todos los elementos de la raza de color de toda la Isla, que nos consultan a diario, demostrando su inconformidad con el actual estado de cosas, entendemos que para llevar a la práctica una era de paz moral para todos los cubanos, presentemos una candidatura formada por hombres de color cubriendo todos los cargos electivos.

De este acuerdo, como se observa, resultan como proyecciones que se propone abrazar la agrupación, la cordialidad universal, el amor al progreso humano, al bien colectivo, el respeto y la consideración recíprocas, la fraternidad y el entendimiento común, que creen, junto a la presentación de su candidatura, fórmula necesaria para el establecimiento de una verdadera era de paz en todo el país.

En la propia acta, se apresuran a dejar aclarado que:

Este —su propósito— no integra odio ni animadversión hacia nadie, que todos los cubanos tienen el derecho de apoyarnos o combatirnos, pero que nosotros, inspirados en una obra alta y generosa, tenemos el deber de mantener el equilibrio de todos los intereses cubanos, y que la raza negra tiene derecho de intervenir en el gobierno de su país, no con el fin de gobernar a nadie, sino con el propósito de que se nos gobierne bien.

Así, de este modo, nació a la vida cubana, hizo su aparición en la arena nacional, una pequeña agrupación política, que más tarde se transformó en partido y que despertó recelos entre los neutros y escépticos, encendiendo pasiones entusiastas entre sus partidarios y encono entre todos sus enemigos y opositores.

Surcando un proceloso mar de pasiones, esta agrupación enfiló la proa de su gallardo y audaz bergantín, hacia rumbos hasta entonces ignorados en la vida nacional y por el propio conjunto étnico a quien trató de conquistar lauros y derechos, mejor vida, no en un mundo de ficción, sino en su propia patria.

Realistas experimentados no se forjaron ilusas creencias respecto a lo que se proponían y a lo difícil de la demanda, aceptando todas las contingencias, en un duelo desigual y singular, en una batalla que duró cuatro años.

II. Primeras proyecciones

La «Agrupación Independiente de Color», ya constituida, inició vigorosamente una intensa actuación en la vida pública cubana, sin los balbuceos de quien ensaya un propósito, ni los pasos tímidos y cautelosos de quien se adentra en lo desconocido.

Nada de la vida cubana le era ignorado. Conocía plenamente la situación nacional, los diversos factores que entraban en su juego, la actuación de los partidos políticos, el papel que en ellos desempeñaba la población negra; y tenían, por encima de todo, un sentido cabal de la preterición general que confrontaba el ciudadano negro, sin que hubiese el más ligero asomo, en la actitud de estos partidos, que se inclinase a contribuir a la abolición de tan irritante discriminación.

Evaristo Estenoz, líder, organizador y presidente de los independientes, se refería, en 1908, a la situación de los derechos ciudadanos en la República y a las perspectivas que ésta tenía por delante, si los principios democráticos de la Revolución de agosto de 1906 se dejaban incumplidos.

Prever es laborar, es preparar el porvenir incierto; y como no hay duda alguna que nuestra República fracasará nuevamente y quizás para siempre, si se persiste, por una parte de la sociedad en que vivimos, en la idea de lesionar los derechos de la otra parte, muy digna, por todos conceptos, del uso y disfrute de los suyos, por lo mismo que tiene iguales obligaciones.

Y adentrándose más en el análisis de la situación prevalente entonces, en el orden de los derechos ciudadanos, en la República, agregaba Estenoz:

Errará grandemente quien piense que es posible conservar viejas instituciones en pueblos modernos; que es posible escarnecer y hollar perpetuamente a mansalva el derecho ajeno, resguardado por el derecho brutal de la bayoneta.

La Revolución de agosto de 1906 es cierto que derribó al gobierno reeleccionista, reaccionario y antinegro de Estrada Palma; pero sus resultados no fueron los de una verdadera revolución democrática, no obstante haber triunfado en ella el Partido Liberal, lo cual no implicó el triunfo de las ideas liberales, reparadoras, justicieras.

A Estrada Palma no le negaron méritos patrióticos ni probidad en el manejo de los fondos públicos; pero no le perdonaron su reaccionarismo y las actitudes racistas, discriminatorias, que hicieron de él un prejuicioso recalcitrante.

No hizo más que tomar posesión de la Presidencia de la República el señor Estrada Palma —dijeron los independientes— y empezó por eliminar al elemento de color, de dondequiera que pudo hacerlo; a tal extremo, que a poco de constituida la República, la preocupación había vuelto a cebarse en nosotros, con más fuerza y en peores condiciones que en los tiempos vejaminosos de la Colonia.

La actitud de Estrada Palma, frente a la situación precaria del general Quintín Banderas, fue una de las tantas pruebas elocuentes que usaron los independientes para demostrar la fobia antinegra del primer presidente que tuvo la República. Refiriéndose a este incidente, solían decir los independientes y lo hicieron constar públicamente:

Que Estrada Palma fue un gran patriota y un hombre honrado, no lo negamos; pero la Historia no le perdonará nunca la conducta que observara con los negros. Ahí está para comprobarlo Quintín Banderas, rechazándole, lleno de dignidad, aquella limosna de 5 pesos y aquel nombramiento de cartero que le ofreciera en premio de los eminentes servicios que aquel caudillo prestara a la libertad y a la independencia.

Ellos, los independientes, los fundadores de la agrupación, habiendo sido, en su casi totalidad, viejos liberales, se pronunciaron en agosto de 1906, no solo contra un presidente y un Gobierno, atendiendo a meros problemas de banderías. No. Para ellos, la Revolución de agosto implicaba otras trascendencias. Esta revolución tenía que traerle, y por eso lucharon en la misma, junto con la derrota de Estrada Palma y su Gobierno, la desaparición de los prejuicios raciales, alimentados y protegidos por este presidente y su obra de gobierno. Los negros liberales revolucionarios de agosto esperaban la culminación de un anhelo democrático, sin prejuicios, que no solo fue burlado, sino escamoteado a la hora de la victoria.

Además, Estrada Palma, según las opiniones de los independientes

desgarró el programa de la Revolución, rompiendo el Manifiesto de Montecristi, hollando con su planta la Constitución y anulando con sus hechos la personalidad de la revolución cubana; y en su marcha triunfal, mirando con desdén, de arriba a abajo, negándoles justicia a los negros cubanos, para merma de la libertad y escarnio del derecho.

«Palma, no; zarza desgarradora», dijeron los independientes de Tomás Estrada Palma, a quien atribuyeron el incumplimiento de los principios de igualdad ciudadana, desde el inicio de la República; y,

francamente enemistado con la democracia, significando su repugnancia por la igualdad y practicando indebidamente la preocupación; negaciones estas de todos los sacrificios de los cuales teníamos que esperar satisfacciones y goces y participación por igual, los negros y los blancos.

Para los revolucionarios negros de agosto de 1906, que se marcharon a la manigua a reconquistar derechos conculcados y regresaron triunfales, la decepción que les produjo el frustramiento de sus anhelos y principios, tenía que alcanzar grados impetuosos, como estos de Estenoz:

Las revoluciones deben ser ciegamente vengadoras, pujantes, como un torrente gigantesco que conmueve el edificio social hasta sus mismos cimientos, que bata, demuela y lo arrastre todo; que cruce por el medio social en que se agite y desarrolle como una ola inmensa, monstruosa, que sorprende, invade y barre furiosamente al ligero barco en medio del Océano.

Para los independientes, la Revolución de agosto de 1906 no fue una verdadera revolución, ya que en nada modificó la situación de las masas populares y menos la de la población negra; no obstante la gran intervención que, en su triunfo, ésta había tenido.

Producto de sus divergencias con los partidos Liberal y Conservador, por la discriminación que con sus afiliados, dirigentes y candidatos negros practicaban dichos partidos, es lógico suponer que, a la divulgación de esta anomalía, concediesen debida importancia los independientes, desde los primeros momentos de su existencia como entidad. De ahí que emprendiesen una intensa campaña por llevar a la conciencia de la población negra lo que era y lo que significaba su militancia en estos partidos. De una de sus tantas prédicas, encaminadas al logro de tal propósito, son estas acertadas líneas:

Los entusiastas individuos que militan en los diferentes partidos en que se descompone la opinión política del país, han visto con dolor, manifestado por muchos, el resultado desastroso y contraproducente de los que cándidamente habían creído sinceridad, de los que son o parecen blancos, y han experimentado el amargo sinsabor del engaño sufrido dándose cuenta de que tan solo se les llama cubanos cuando son necesarios sus servicios para el logro de un fin, del que no se les permite tener participación.

Escribieron y expresaron, en la tribuna pública, infinitos argumentos y análisis ciertos sobre lo que era en realidad la permanencia de los ciudadanos negros en estos partidos y lo hicieron tan exactamente, que muchos de estos enjuiciamientos, se nos asemejan hoy acuarelas maravillosas, a las que no les faltan detalles de forma ni de colorido, como el siguiente cuadro expositivo de tanta verdad:

Los hombres de color que militan en los partidos políticos no han tenido, no tienen ni tendrán correligionarios en ellos, más que en los casos en que se proyecte una manifestación callejera, para que sean los negros los portadores de las candilejas; para que formen los núcleos numerosos que aplaudan en los mítines; para que sean los propagandistas decididos y entusiastas de las bondades de los candidatos postulados por el partido; para que sean los agentes gratuitos y diligentes el día de las elecciones; y para conseguir tal cooperación, tan solo basta con que aparezcan, en la candidatura del partido, dos o tres nombres de individuos de piel oscura, postulados para los más humildes de los cargos que se han de votar, y que a los que se llaman jefes o directores de los negros se les encargue que desde la tribuna recomienden a los suyos, a su manada, el deber que exige la disciplina del partido de votar la candidatura íntegra, por el mismo presentada, so pena de excomunión al que se atreva a infringir la ley. Lo mandó el amo por boca del agradecido ayudante y no se puede desobedecer el mandato.

* * * *

La prensa reaccionaria, principalmente la española, estuvo presente al surgir a la vida la «Agrupación Independiente de Color». Diario de la Marina, Unión Española, El Comercio y otros periódicos arremetieron, desde sus hostiles páginas, contra la novel agrupación. Pero los independientes ni se arredraron, ni rehuyeron la batalla. La aceptaron con dignidad, replicándoles a cuantos osaron interponerse en su camino. Refiriéndose a estos ataques, principalmente a los que provenían del colonialista Diario de la Marina, los independientes escribieron esta enérgica y razonada respuesta:

claro está, dijeron ellos, que esta actitud ha de causar asombro a los viejos hombres de la vieja Colonia, acostumbrados a ver en el negro al antiguo esclavo, siempre de rodillas y disponer a su arbitrio de su vida y de su muerte y de su voluntad y de su conciencia. Los tiempos han cambiado, y ese negro que se batió, bravo entre los bravos, por la independencia de Cuba, también quiere pensar con su inteligencia, sentir con su corazón y querer con su propia voluntad.

Pero no solo fue la prensa reaccionaria y colonialista la atacante. Desde diversos ángulos surgieron las agresiones y los obstáculos, que trataron de paralizar, en vano, la marcha vigorosa de los independientes. Del seno de los partidos Liberal y Conservador, de sus mentores y dirigentes, le llegaron a la nueva agrupación diversas críticas opositoras.

El socorrido recurso del racismo fue uno de los esgrimidos por sus enemigos contra los independientes, y ellos respondieron a los mismos con conceptos aclaratorios, breves pero razonadamente medulares como el siguiente:

No es racista la raza de color, pues negros hay conservadores, como los hay liberales, como los hay independientes.

Atacados por haber adoptado el nombre de «Independiente», que quiso ser confundido malévolamente con el de «racista» por sus enemigos, diafanizaron el motivo que les hizo tomar este nombre, apelando a los antecedentes de otras agrupaciones políticas cubanas, que se habían constituido en independientes o habían optado por su independencia; sin que entonces nadie las catalogase de racistas:

No señalamos, por tanto —argüían los independientes— un nuevo plan en la política cubana, no abrimos nuevos derroteros ni nuevos horizontes. Somos independientes, como lo fue el grupo de O‘Farrill, en La Habana —por necesidad de las circunstancias— y lo son hoy los antiguos zayistas, en Pinar del Río, al organizar una agrupación regionalista.

El origen político de la mayoría de los fundadores de la agrupación era liberal, lo que no negaron en ninguna ocasión, sino, que expresaron públicamente para que se conociesen las causas que habían determinado su independencia política:

y lo somos —se referían a su independencia— por razón potísima de creer que los compromisos contraídos por el Partido Liberal para con los negros, no han tenido su legítimo desarrollo, ni menos exacto cumplimiento.

Pero para que no se confundiese su nueva proyección con una actitud de meros descontentos, sin principios ni propósitos colectivos, se apresuraron a dejar aclarada su nueva línea de conducta:

Ya saben los partidos nuestras aspiraciones, que los negros quepan en la República, según sus condiciones como cupieron en los campos de la guerra defendiendo a la Libertad y a la Patria.

Considerándose en plena guerra con los partidos Liberal y Conservador, el 30 de septiembre de 1908 se dirigieron a los mismos y a sus pretensiones encaminadas a que abandonasen la lucha emprendida, emplazándoles de la siguiente, firme y limpia manera, que expone el criterio de hombres de principios, que sabían contra quiénes luchaban y por qué lo hacían:

¿Quieren los partidos políticos cubanos que la raza de color dé las siete voces de mando, de saquen de batería... el cañón... alto el fuego? ¿Quieren esto? Pues abandonen la política hasta aquí seguida; no ofendan a nadie; no causen celos; no promuevan rivalidades, no establezcan castas; no condenen al paria de ayer a triste desprecio y humillante olvido, no corrompan la constitución hasta aniquilarla; hagan, en una palabra, una política que serene todas las conciencias y evite todas las revoluciones.

Todo se conjuró en el afán de malograr los decididos empeños de estos resueltos hombres, que con visión limpia de lo que había sido el pasado oscurantista para su raza y el estancamiento en que había sido sumido el ciudadano de la misma por la arrogancia intolerable de los prejuicios, se dispusieron a modificar las normas que entonces regían la vida del negro en la República y a asegurarle a éste un futuro de progreso y de igualdad.

Sus enemigos recurrieron a todos los procedimientos y los pusieron en ejecución para hacerles retroceder. Todo lo que consideraron propicio para sembrar dudas, crear alarmas y restarle crédito a la «Agrupación Independiente de Color», fue puesto en juego desleal, ¡hasta los infundios de niños blancos robados por negros! Tan grande fue la alarma propalada a este respecto, que los independientes se vieron forzados a hacer estas declaraciones:

Hace cinco meses toda la prensa, sin distinción de matiz político, viene publicando noticias alarmantes con aviesas intenciones, tratando de secuestros de niños blancos realizados por hombres de color que saben leer y escribir. ¿Se quiere acaso engañar al gobierno americano, presentando al elemento de color cubano como el más indigno de aspirar el aire bajo la luz purísima del Sol?

No hay dudas de que esta campaña estaba encaminada a perjudicar a los independientes. Considérese que ella se realizaba estando la República intervenida por Estados Unidos y como lógicamente supusieron los afectados, esta propaganda malévola estaba dirigida a «impresionar al Gobierno Americano con el malsano fin de arrancarle algún decreto que inutilice nuestra iniciativa para la vida del progreso».

Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que, cuando los independientes formularon estas declaraciones, lo hicieron pensando en que, en aquellos momentos, ellos acababan de llevar a cabo, lo que denominaron «el primer acto serio realizado por la raza de color de Cuba», y que había sido la solicitud que hicieron al coronel Enoch H. Crowder, que actuaba a la sazón como Supervisor de Estado y de Justicia y que era, al mismo tiempo presidente de la Junta Central Electoral de Cuba, consistente en que se le tuviese «en cuenta como entidad política organizada en toda la República», solicitud a la que había accedido Crowder.

Cercarle, anularle, impedirle acción legal, era el propósito de estos rumores, que ellos denunciaron como «campaña contra los negros cubanos, por medio de su prensa diaria, que ya sea liberal o conservadora está unánimemente ligada para la consecución de este avieso fin».

El primer acto público de los independientes

Ahora, observemos cómo se manifestó este empeño obstaculizador en el primer acto público que efectuaron los independientes de color. Este fue un mitin que tuvo efecto la noche del 20 de septiembre de 1908, en la Plaza de El Cristo, de la ciudad de La Habana. La Unión Española, prensa que no era adicta a los independientes, se vio forzada a escribir lo que ocurrió aquella noche y en aquel mitin:

fue digna de la más severa censura la conducta de los desconocidos alborotadores que con tanto empeño obstruccionaron anoche el derecho de los manifestantes de la Plaza de El Cristo. Con gran paciencia y mucha calma hablaron sucesivamente los señores Marino Barreto, Agapito Rodríguez, Patricio de la Torre, Tiburcio Aguirre y Gregorio Surín. Los gritos de viva el Partido Liberal y viva el general Gómez lo interrumpían a cada instante.

El diario El Mundo hizo los siguientes comentarios sobre la actitud de los que pretendieron impedir el mitin:

La Asamblea de ayer fue borrascosísima. La alarma y el corre-corre del público se sucedían cada cinco minutos. No era posible oír a los oradores. De los grupos que se habían situado en derredor de la tribuna surgían gritos de ¡Viva José Miguel Gómez! ¡Viva Zayas! ¡Viva Morúa!, a cada palabra de los que hablaban.

No obstante, a pesar de todo lo que se hizo por exasperar a los independientes y desorganizarle su primer mitin, éstos se mantuvieron como señaló en su reseña La Unión Española, «serios y mesurados, exponiendo sus ideas que podrán ser más o menos fundadas; pero que expresaron con perfecto derecho, dentro de la legalidad y con un comedimiento plausible». Fue un acto «con gran concurrencia de adictos y de contrarios», comentó La Unión Española.

Merece ser considerado el significativo hecho de que quienes más interesados estuvieron en impedir la actuación de los independientes, fueron los dirigentes de la Coalición liberal-miguelista-zayista y los partidarios de Morúa Delgado.

A esta Coalición de los dos partidos liberales, le afectaba más que a ningún otro partido o núcleo político el movimiento emprendido por la «Agrupación Independiente de Color», siendo los más perjudicados los liberales adictos a Morúa y a la influencia de éste en algunos sectores de la población negra; máxime si se tiene en cuenta que se hallaban el país y los partidos políticos, enmarcados en el proceso electoral que tuvo culminación el 14 de noviembre de 1908.

* * * *

Las primeras proyecciones públicas de la «Agrupación Independiente de Color» señalan el nacimiento de una nueva orientación política en los núcleos más escarmentados y más conscientes de la población negra, que llegan a comprender lo que era la existencia del negro en los grandes partidos políticos de entonces, «sirviendo de portaestandartes y candilejas, vociferando por José Miguel o Menocal, que nada entienden merezcamos como turbamulta que solo sirve para la blasfemia y el escándalo», como ellos dijeron.

Estas primeras proyecciones ofrecen la evidencia de que los alertados constituyentes de la Agrupación Independiente de Color, junto al mantenimiento de hondas divergencias de principios programáticos y de procedimientos, con los partidos Liberal y Conservador; estaban disconformes con los resultados prácticos que, en el orden de los beneficios colectivos para la población negra, la democracia y el pueblo había tenido la Revolución triunfante de agosto de 1908.

Los ataques y obstáculos provenientes de los partidos Liberal y Conservador, de la prensa reaccionaria y colonialista, de todos los enemigos del progreso, que recibió la «Agrupación Independiente de Color» en los pasos iniciales, indican su envergadura en relación con los partidos y agrupaciones políticas que existían en el país y el surgimiento de una modalidad y conciencia colectiva, desconocida hasta entonces en el orden de la defensa, de la educación y orientación de la población negra y sus derechos ciudadanos.

III. Participación electoral en noviembre de 1908

La «Agrupación Independiente de Color», tuvo su primera y única participación electoral en el proceso de las elecciones presidenciales que se efectuaron el 14 de noviembre de 1908.

En solo 100 días, crearon una organización los independientes, con derecho de partido, de acuerdo con lo que prescribía al respecto el Código Electoral vigente entonces.

El objetivo principal de los independientes en estas elecciones se limitaba a obtener factor y a elegir algunos representantes al Congreso. En su boleta electoral no figuraba ningún candidato para la presidencia de la República.

Para nuestro partido —dijeron ellos, explicando este hecho— hoy por hoy, no es un caso de indisciplina que sus miembros voten indistintamente por Menocal o por José Miguel, por quien mejor les plazca. Lo esencial nos es que salgan triunfantes para representantes nuestros candidatos.

Hábiles, con visión realista de lo que eran entonces sus incipientes fuerzas electorales y de la preponderancia que gozaban las de los partidos Liberal y Conservador, plenamente convencidos, además, de que no había posibilidad de selección entre los dos candidatos a la presidencia: José Miguel y Mario G. Menocal, de quienes tenían idénticos conceptos como futuros gobernantes, que nada harían en beneficio y utilidad para la población negra y para el pueblo, optaron los independientes por concentrar toda la atención de su campaña en la elección de sus candidatos a representantes a la Cámara y parece que se dirigieron a toda la población negra, incluso a la liberal y conservadora, diciéndole: los dos candidatos a la Presidencia de la República son iguales. Lo que nos interesa es tener algunos congresistas. Lo de la presidencia no tiene arreglo con nuestra intervención.

¿Y para qué querían la elección de sus representantes? ¿Para qué querían tener representación congresional? En el curso de este proceso electoral, la «Agrupación Independiente de Color», dio cumplida respuesta a estas interrogaciones y lo hizo en forma explícita.

En este estado de franca descomposición política en que ha de quedar descompuesta la Cámara de Representantes de la nueva República, solo se alzará nuestra voz, comedida, mesurada, siempre posponiendo todas las ambiciones personales al bien colectivo y al engrandecimiento patrio.

Y agregaban, refiriéndose a lo que ellos denominaron «Nuestra labor en el Congreso»:

Cuando se manche con baba asquerosa el manto sagrado de la República de Maceo, no tendremos compasión para nadie y entonces nuestro látigo flagelará despiadadamente al criminal.

Y resumiendo lo que sería su proceder en el Congreso de la República, anticipaban:

El pueblo de Cuba, los hombres de nuestra raza pueden tener la plena confianza de que nada indigno hemos de ocultar, nada antipatriótico hemos de consentir, porque fuera del patriotismo, de la honradez administrativa y la más completa buena fe, no ha de hallar nada bueno el hombre de color, ni el pueblo productor cubano; somos, pues, elementos de regeneración y de paz. No podemos consentir el empequeñecimiento moral del espíritu patriótico en Cuba, porque entonces nos empequeñeceríamos nosotros; no podemos aceptar el imperio de la concupiscencia, porque seríamos sus víctimas.

Hay que estar acorde en que este lenguaje alcanza tonalidades distintas en medio del tropel, del concierto vocinglero de los partidos, del electorerismo prevaleciente en aquella época; y en esto radica su virtualidad meritoria: en la sinceridad, en el afán renovador.

Hacer solemne promesa de posponer, de relegar las ambiciones personales y subordinarlo todo al bien colectivo, al engrandecimiento de la Patria, fue proceder excepcional en el ambiente cuajado de utilitarismo y desdén por el bienestar colectivo, privativo entonces.

Atacar ese mal endémico de la República: la corrupción administrativa, y prometer combatirla desde el Congreso, porque era —y sigue siendo uno de los males de Cuba—, no fue una mera expresión de ocasión, electoral, sino norma nueva en la política nacional, que influyó más adelante, incluso en congresistas negros, como el general Silverio Sánchez Figueras y el coronel Lino D’ou, que habiendo sido electos, uno por la Coalición Liberal y el otro por el Partido Conservador, combatieron a tal extremo la corrupción administrativa, que Sánchez Figueras, siendo liberal zayista y componente de la mayoría del gobierno en la Cámara de Representantes, concurría en 1910 a los actos públicos de los independientes y usó su tribuna para combatir el célebre «chivo» del canje de los terrenos del Arsenal por los de Villanueva. Tanto arraigaron en la conciencia de los hombres honrados de la época, la política auspiciada por los independientes y los conceptos «bien colectivo» o «intereses populares», que Sánchez Figueras, siendo congresista, expresó públicamente con motivo de la Ley del Canje:

Yo no estoy aquí para hacer mi voluntad, sino para reflejar la del pueblo que me honró con su representación confiando a mi honradez la defensa de sus intereses; aquí no debo hacer otra cosa que lo que el pueblo desee, que lo que el pueblo quiera, procurando por todos los medios a mi alcance su mayor bien, ya que no está en mis manos hacer su completa felicidad.

Hombres con esta honesta e íntegra orientación popular, eran los que quería sacar electos, el 14 de noviembre de 1908, la «Agrupación Independiente de Color».

El advenimiento de la «Agrupación Independiente de Color» y su campaña electoral produjeron la renuncia de numerosos miembros de los partidos Liberal y Conservador, que pasaron a engrosar sus filas.

«Rara unanimidad» denominaron ellos esta actitud asumida por quienes vinieron de los partidos aludidos a nutrir su agrupación.

El 15 de septiembre de 1908, expresaban ufanos el sentimiento de alegría que esto les produjo:

No tenemos frases conque encomiar la actitud levantada y honrosa de todos los viriles compañeros nuestros y hermanos de raza, que al llamamiento que hemos hecho a los hombres que se sienten dignos, responden renunciando a los cargos que venían desempeñando en los comités de barrios, lo mismo del partido Liberal que del Conservador.

En el mes de octubre de 1908, consideraban los independientes lo que ellos llamaron «Nuestros triunfos», con estas palabras rebosadas de optimismo:

Con solo cuarenta días en la vida política hemos crecido rápidamente, pues el asombro y la satisfacción llegan a nuestras propias puertas.

Pero este optimismo no era ni exagerado ni presuntuoso, sino fundado en hechos ciertos, que al mismo tiempo que señalaba los progresos, no desconocía los obstáculos que habían tenido que enfrentar y que alcanzaron todos los matices del ataque y la agresión; desde los realizados a plena luz, hasta los que rastrearon la calumnia, como ellos lo hicieron constar, refiriéndose a los mismos:

A pesar de la salvaje calumnia —dijeron en el propio mes de octubre de 1908— que contra nosotros se levantara de un extremo a otro de la Isla, de que estamos vendidos a determinados políticos y que mucho daño nos hizo, hemos podido presentar candidaturas de representantes en La Habana y Las Villas, compuestas de elementos cultos y prestigiosos de ambas comarcas. Pero el tiempo se encargará de vengar la incalificable labor de ese hombre NEGRO, que apeló a medios tan viles para hacer fracasar la más levantada y generosa acción que colectivamente debieron realizar los hombres de color.

El hombre a quien acusaron los independientes de haberlos calumniado fue Martín Morúa Delgado. Efectivamente, no obstante la feroz campaña realizada por sus enemigos contra los independientes, éstos, firme, terca y entusiastamente, siguieron adelante y sin aflojamientos medrosos, contraatacando a sus enemigos y asidos a sus objetivos.

En dos provincias: La Habana y Las Villas, presentaron candidaturas para los cargos de representantes. La candidatura estaba integrada de la siguiente manera: AGRUPACIÓN INDEPENDIENTE DE COLOR, Candidatos a Representantes.

Por La Habana: Agapito Rodríguez Pozo, Pedro Parra y Parra, José Luis Valdés, Julián Valdés Sierra, Patricio de la Torre, Evaristo E. Estenoz y Corominas, Felipe Sierra, Policarpo Mira, Alfredo D’Espaigne, Luis Vialet, Saturnino Casanova, Guillermo Pérez Sotolongo, Antonio de la Torre, José Palomino, José Jiménez, Margarito Gutiérrez, José Inés García, Lucio Figueroa, Francisco Paula Luna y Cirilo Pérez.

Por Santa Clara: Gregorio Surín, Laudelino García, Santiago Ordóñez de Hera, José Garcerán, Bartolomé Vázquez, Porfirio Morgado, Joaquín Valdés Lizama, Ramón Calderón, Pablo Cienalta, Fernando Arteaga, Francisco Martínez Milort, Antonio Hernández Portal, Santiago Quintero, Ramón García, Mauricio López Luna, Francisco Ordóñez, Agustín Campos y Rafael Luna Peralta.

Junto a esta candidatura aparecía este título o lema: LOS SOLIDARIOS EN MARCHA; y como base alegórica, la siguiente explicación: