Los mil y un latidos - Verónica Elizabeth Macedo Calicchio - E-Book

Los mil y un latidos E-Book

Verónica Elizabeth Macedo Calicchio

0,0

Beschreibung

Verónica Macedo nos presenta un diario íntimo de sus experiencias como payasa de hospital, que a su vez se convierte en una guía para navegantes. Es un generoso manual para todas las personas que, como ella, desean darse a su profesión. En el libro encontramos la descripción de algunas intervenciones en hospitales y encontramos también las reflexiones y el seguimiento de algunos casos. Esto lo convierte en una herramienta eficaz para todas las personas que desean dedicarse, o ya lo hacen, a este trabajo apasionante, el de payaso de hospital.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 144

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Índice

Portada

Portadilla

Créditos

Prólogo

Los mil y un latidos

Querido diario

Aires para sanar

Candela después de la quimioterapia

En tu diario y en el mío

Ciudad de soledad y esperanza

Laureles para Laureano

Casi un año de hospital, casi un año de niñez

Ulises

Abe-dub tubu-dada

Flash en la oscuridad

Golpe de alegría

Con cascabeles en el alma

Familia mapuche

Títeres que sanan

Abuelita de colores por dentro

Cuando la nostalgia no avisa

Acordes para cuerdas

La psicología de Andrea

Magdalena

Tu última sonrisa

El doctor Pollo

Claudia por Amandina

Testimonio de Claudia Tarazona

Haciendo camino juntos

Biografía de la autora

Notas

© SAN PABLO 2017 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113

[email protected] - www.sanpablo.es

© Verónica Elizabeth Macedo Calicchio 2017

Foto de portada cedida por Saniclown

Foto: David Hernández Mejías

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428562010

Depósito legal: M. 34.254-2017

Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi 28970 Humanes (Madrid)

Printed in Spain. Impreso en España

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.conlicencia.com).

A Siro López,

por su amor a nuestro proyecto de vida.

A los Payasitos que alegraron mi vida, sobre todo, a Cloe y Oasis.

Prólogo

No es ordinario que, con poco más de veinte años, una persona coja su mochila y viaje a comunidades aborígenes andinas de la Puna (Argentina), a 4.000 metros de altitud, para realizar actuaciones payasas.

No es ordinario que, con apenas treinta años, una persona haya participado en un proyecto de payasos de hospital en Argentina, los Payamédicos, y puesto en marcha otro similar en España, Saniclown.

No es ordinario que una persona tan joven haya publicado tres libros.

Así que puedo decir que me dispongo a escribir sobre una persona extraordinaria.

Verónica Macedo, payasa y algo más, nos muestra en este libro su corazón mejor que cualquier electrocardiograma. Nos abre las puertas de sus emociones a través de un trabajo tan novedoso como de incalculable valor.

Verónica, payasa, actriz, formadora, escritora y enamorada de la vida, nos presenta un diario íntimo de sus experiencias como payasa de hospital, que a su vez se convierte en una guía para navegantes. Es un generoso manual para todas las personas que, como ella, desean darse. Desde el amor y el respeto a los demás, a su profesión y a sí misma.

Vero, a través de su payasa Amandina, nos recuerda la importancia y la vigencia del viejo y el nuevo paradigma. Aquel que nos transporta a los valores más limpios del ser humano: la solidaridad, la entrega y el compromiso. Y lo hace a través de uno de los mejores antídotos que tiene la humanidad contra la tristeza: los payasos.

Ese nuevo y viejo paradigma no es otro que el del amor.

En su libro Los mil y un latidos encontramos la descripción de algunas de sus intervenciones en hospitales junto a sus compañeros, y encontramos también las reflexiones tras las intervenciones e, incluso, el seguimiento de algunos casos. Las reuniones del equipo para valorar cómo actuar con cada paciente, según su evolución. La importancia de cada detalle, la coordinación con el personal médico y hospitalario, la sensibilidad de los payasos para decidir en segundos lo más indicado para cada situación.

“Nos presenta un diario íntimo de sus experiencias como payasa de hospital, que a su vez se convierte en una guía para navegantes”.

Esto lo convierte en una herramienta eficaz para todas las personas que desean dedicarse, o ya lo hacen, a este trabajo apasionante, el de payaso de hospital.

Pero es también una potente luz que nos llena de esperanza y valentía para afrontar la enfermedad e incluso la muerte. La actitud de los niños y niñas, ante estos temas tabú para los adultos, nos enseña que el coraje habita en el interior del ser humano. Y que muchas veces lo que más y mejor lo activa es la risa y la ternura que transmiten los payasos.

Los payasos, fuente de vida y optimismo son los únicos capaces de ver en la calamidad una oportunidad.

Ser payasa no es cualquier cosa. Requiere vocación, preparación, iniciativa, inteligencia, tenacidad y suerte. Debes desear serlo con toda tu alma, formarte, poner en marcha proyectos con una buena estrategia, armarte de paciencia y, finalmente, confiar en que la suerte premiará esa actitud.

Ser payasa de hospital requiere lo mismo multiplicado por dos. Así que la fórmula de Verónica es vocación-preparación-iniciativa-inteligencia-tenacidad-suerte al cuadrado. Con ella, ha abierto puertas donde antes había tan solo paredes inhóspitas. Ha encendido ilusiones donde antes habitaba la angustia. Ha sustituido la resignación ante el dolor por el coraje de vivir. Ha dicho «basta» al sufrimiento en soledad, conectándolo con la risa solidaria. En definitiva, ha puesto magia en la realidad.

Terminaré diciendo que, aunque Verónica Macedo es una persona extraordinaria, lo es como tantas otras desconocidas. Desde el anonimato, la humildad y la sencillez. Personas comunes que nunca son portada de un informativo. Héroes y heroínas del día a día, que mejoran nuestro planeta y la convivencia entre sus habitantes.

Verónica Macedo es tan solo una buena persona que nos ofrece su trabajo y sus conocimientos para enseñarnos y para seguir aprendiendo. Para compartir con nosotros, lectores, su pasión, su manera de ser y de estar, su compromiso con la humanidad. Verónica dice en su libro que «le enamora la gente que asume y ama el trabajo y el acompañamiento de quien está sufriendo, de quien está muy triste o con un dolor más grande en su pensamiento que en su propio cuerpo, de quien en su pequeña o larga existencia nos recuerda la fragilidad de la vida y del ser humano...».

Pues bien, amigos lectores, Vero es una de esas personas. Y este libro es una muestra de ello, y una joya.

JESÚS JARA

Los mil y un latidos

Hoy termino de escribir este libro, después de dos años de volver a nacer en un hospital y después de otros dos años de aprender a escuchar y a expresar los mil y un instantes en la sinfonía de los corazones que laten.

Las palabras que van a leer aquí las escribe Amandina, mi payasa que se quiso licenciar en alegría, y las escribe también Verónica, la que concibió y creó a Amandina, porque cada vez que a Amandina se le ocurría algo, era Verónica quien más se transformaba.

Es decir, son pedacitos de nuestra historia, de historias compartidas que a veces cuenta Amandina y a veces cuento yo misma. Son pedacitos de historias tan intensos que se grabaron en mis recuerdos más significativos. Las conservo en mi corazón como en un cofre, que hoy se abre para que tú también, si quieres, puedas contemplarlas, apropiarlas y llenarlas de tu vida.

En estas historias que cuento, muchos de sus protagonistas ya vivieron sus mil y un latidos, y otros siguen latiendo como ahora mismo mi corazón y el tuyo. Tengo la ilusión de que, cada vez que alguien lea este libro, nuestros corazones volverán a latir juntos en la música de la vida. Como cuando vuelve a sonar una melodía de las que nos trascienden en el tiempo. Toda persona es una melodía y aquí tarareo esos trozos que tuve la posibilidad de escuchar y que «vuelvo a cantar» para que no se olviden.

Estos recuerdos son un homenaje a todos nosotros, al milagro de la vida y sobre todo a cada una de las personas que tras un nombre cambiado o un seudónimo nos han regalado sus experiencias por esta vida, a la que hoy podrás darle aún más sentido.

Me gusta tomar Las mil y una noches como inspiración para el título de esta introducción porque Scherezade contaba una historia por noche, y aun sabiendo que la muerte la esperaba, sus relatos le salvaron la vida y la acercaron al amor.

Estas historias también sueñan con salvar vidas y también necesitan tiempo y reposo... tú dirás cuánto... si una noche, si un mes, o algunos años... pero en mi experiencia te sugiero respirarlas y guardarlas, dejarles el tiempo que precisen para que suenen en tu corazón. Verás que, como en mil y una noches, aunque estamos pensando que amenaza la muerte, al final nos encontramos con que solo se trata de una historia de amor.

Gracias a todos esos ojos inolvidables que ya me sorprendieron en algún rincón de hospital o de arena y gracias a tus ojos que hoy comienzan a leer estas historias.

VERÓNICA

Querido diario

Me alegra abrirte y sé que vas a ser un gran sosiego para mí. Muchas veces regreso a casa con tanto aprieto en el corazón y la garganta... necesito que fluya, que tome forma, que me sorprendan por su belleza las palabras que tengo que liberar.

Dicen muchas veces «diario íntimo»... y sí, creo que tu destino es transmitir intimidad. Lo que te voy a contar es íntimamente del corazón, pero no es solo mío, ni es solo para mí... Vas a ser un diario especialmente para contar mis existencias payasas. Esas que nacieron en el hospital, en la calle, en la montaña o en el desierto. Pero que no están solas, ni fueron solo mías. Están llenas de las presencias y existencias de quienes conmigo jugaron, bailaron y así me regalaron sentido.

No vas a ser un diario secreto, ni solo para mí. No, no es ese el destino del diario de una payasa que, como tal, ama compartir sus secretos con la mirada con sus espectadores. Pero también podrás ser un diario íntimo, si llegas al corazón de quienes quieran leerte. Te escribo para compartirte y que a través de tus palabras lleves nuestras historias a lugares lejanos, cercanos y aún por soñar.

“Vas a ser un diario especialmente para contar mis existencias payasas”.

Contigo reaparece lo desaparecido en el viento del misterio, revivimos historias llenas de risas aliviando el dolor, de presencias y de ausencias, de pasos a la vida y de pasos al infinito... si ellas no desparecen entre las paredes de un hospital, y siguen latiendo con el tiempo en espacios nuevos llenos de vida... realmente, creo que mis preguntas sin respuesta tendrán sentido.

Gracias, querido lector por atreverte con este diario.

AMANDINA

Aires para sanar

Primera visita

Mateo es uno de los niños ingresados en aislamiento por problemas respiratorios.

Así que, con mascarilla y sin lucir mi sonrisa dientona, pasamos a conocer al delgadito niño de 4 años y a su madre. Pedimos permiso para pasar, lo recibimos, nos presentamos. Al saludar a la sonriente madre, Mateo nos miró con la cabecita de costado como preguntándonos: «Y ahora estos, ¿qué quieren?».

Como suele pasarnos en las primeras visitas, los niños están cansados de tanta gente nueva. Sabemos que entre el personal de limpieza, los residentes, los cambios de turno y las visitas, los chicos no solo se encuentran en un sitio extraño, sino que se ven constantemente rodeados de extraños; por ello, con mis compañeros payamédicos de hospital1, intentábamos mantener una continuidad. Siempre que fuera posible trabajaba el mismo profesional con el mismo paciente, el mismo día de la semana y a la misma hora. Así desarrollamos un vínculo más personal.

Esta era mi primera visita personalizada a Mateo, ya que otra vez habíamos estado en su habitación, pero trabajando para un compañero suyo mientras Mateo nos escuchaba y se reía escondido debajo de su sábana.

—Hoy, Mateo está de mal humor –señaló la mamá de Mateo.

Es comprensible el mal humor si estás ingresado, aislado y con dificultades respiratorias.

Saqué de mi bolsillo un títere hecho a mano por una abuelita que, como agradecimiento, nos donó ese material. No era muy agraciado visualmente, pero como suelo ver juguetes que son robots o monstruos y tienen éxito como si fuesen preciosidades, me dije que tenía que superar mi subjetividad y que el títere podría gustarle. Bueno, bueno, no fue el caso. A Mateo le llamó la atención y no dejó de mirar al pobre títere pato con cierto temor.

—¿Te gusta el pato, Mateo? –le preguntó Amandina.

—No. ¡Feo! –contestó Mateo.

—¡A mí tampoco! –le repliqué.

Nos reímos todos por su sinceridad. Le dije que la verdad es que tenía razón y que a casi todos les parecía feo, y lo guardé.

En estas visitas improviso mucho, así que no voy a contarles detalles de la cantidad de intentos que hicimos para distender la situación, con el fin de que tomase confianza y disfrutara. Mateo ya había instaurado el juego de decir a todo que «no». Pero lo mejor fue que notamos que ¡hacía fuerza para no sonreír! La mueca de sonrisa reprimida se dibujaba en su carita.

Varios intentos: proponerle jugar a no reírse, imitar los dibujos de sus superhéroes de la tele encendida que también llamaban su atención, etc. Bueno, no estaba mal, pero no se relajaba y apretaba sus brazos cruzados como diciendo: «Hoy digo que ya basta y que estoy muy enojado con todos».

En un momento pensé que era mejor despedirme y dejarlo ver sus dibujos. Cuando hice esta propuesta, la psicóloga del equipo (Andrea Romero) le preguntó al pequeño si su rana (un títere que tenía al lado de su almohada) se lo había pasado bien y si quería seguir jugando con Amandina. Y para mi gran sorpresa, su rana se lo había pasado muy bien y quería seguir jugando. «Ella» no quería que Amandina se fuese.

Entonces, con renovada ilusión, veo que en los dibujitos animados que pasaban en la televisión, que atraía la mirada del niño, tenían unos tambores. Me acordé de que yo, en el «vestuario», tenía una pandereta que uso cuando doy clases. Y me fui corriendo a buscarla para tocar yo también. Llegué de vuelta agitada. En la tele ya no había tambores. Le pregunté a Mateo si quería que tocásemos juntos:

—¿Quieres que hagamos música? Yo toco el triángulo y tú el xilófono.

—No.

—¿Y al revés? ¿Yo toco el xilófono y tú el triángulo?

—No.

—¿Y quieres que toque yo?

—No.

—Bueno, entonces no tocamos.

Pero yo tenía todos los instrumentos colgando de la misma muñeca y solo con respirar se movían los platillitos de la pandereta y chocaban con el triángulo o el xilófono.

—¡Shhhhh! –les dije a los instrumentos–. Que Mateo no quiere que toque.

Y sonaban igual. A Mateo se le escaparon algunas risitas.

—Shhhhhhhsssss. ¿A ti te parece Mateo?

A Mateo se le escapó otro poquito de risa.

—Cchhhhhsssssssssss. ¡Que os voy a pegar, eh! ¡Os pego!

Con el juego del enojo y el énfasis movía más los instrumentos y producía más sonidos.

—¿Les pego, Mateo?

Mateo, que ya no podía contener la risa, dijo:

—¡Sííí!

Amigos, me dijo que «¡sí!».

Y les pegué con el palito y salió más sonido. Mateo se empezó a reír cada vez más fuerte. Y sí, al flaquito le encantaba que les pegase. Les pegué cada vez más y salieron notas, ritmos, mucho ritmo, como si tuviera una batería. Hice percusión con todo, con la cama metálica, con la mesa de la comida. Ya bailaba, y bailaba a lo loco. Lo maravilloso fue el coro de carcajadas, carcajadas de Mateo, que parecían imposibles y ahora no paraban.

Fue emocionante. ¡Qué hermosas carcajadas, por favor! ¡Qué genial, qué regalo escucharlo, qué ganas de reírme también así! Y nos alegró a todos. Durante bastante tiempo reflexioné sobre la sensación de agradecimiento que sentí hacia el niño por el regalo de sus carcajadas. Tal vez porque yo suelo reírme mucho y suelo escuchar risas. Pero con tanta guerra2 y cosas tristes, me di cuenta de que hacía tiempo que yo no me reía así.

Observaciones del trabajo

Es indicativo que el niño a lo único que dijo «sí» fue a lo que estaba en relación al castigo de pegarle a los instrumentos... tal vez como necesidad de expresar su enojo. El niño seguramente vivía su enfermedad como un castigo. A nadie le resulta fácil comprender por qué nos toca atravesar situaciones de enfermedad. Se hace necesario descargar la angustia de estar enfermo. Destaco esta experiencia porque el niño pudo canalizar su agresividad, consecuencia de su angustia, creando música y así nació la sonrisa, su carcajada y la de todos.

Los artistas podemos sublimar muchas cosas a través del arte. Los niños también pueden hacerlo si les facilitamos la manera.

También es significativo que, habiéndose instaurado la necesidad del niño de decir a todo que «no», haya manifestado su aceptación a través de la voluntad de su títere. De esta manera, logra superar la estigmatización del disgusto de sentirse enfermo y el sentimiento de culpabilidad de ver a su entorno preocupado por su salud. A través de su propio títere, manifiesta que, aunque había intentado disimularlo, él también disfrutaba de los juegos. Este le ayudó a expresar algo que él no se permitía: disfrutar y reírse.

“Se hace necesario descargar la angustia de estar enfermo”.

A través de los títeres, así como del juego espontáneo, los niños nos revelan su mundo interior.

Segunda parte