Los secretos de las niñas bien - Guadalupe Loaeza - E-Book

Los secretos de las niñas bien E-Book

Guadalupe Loaeza

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Beschreibung

Regresan las Niñas Bien para contarnos sus secretos más íntimos y los "pecadillos" de sus respectivas familias. Están aquí para revelar todo lo que antes sólo se atrevían a decirle al psiquiatra, al sacerdote o a su querido diario. Vestidas con ropa de diseñador, dueñas de un gusto exquisito, devotas de las buenas costumbres, adictas a las redes sociales, llenas de contradicciones, víctimas de los convencionalismos, ricas o arruinadas, las Niñas Bien abren las puertas de su corazón para exhibirse ante la mirada de su mejor cronista: Guadalupe Loaeza. ¿Cómo y a dónde viajan las niñas bien? ¿Cómo son como anfitrionas? ¿Cómo se divierten? ¿Cómo se relacionan y tratan a su servicio doméstico? ¿Cuáles son sus secretos de belleza y de sus dietas? ¿Cómo pasan sus fines de semana? ¿Cuáles son sus temas de conversación y tendencias políticas? ¿Con qué sueñan? ¿En qué consisten sus inseguridades?

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Para todos mis amores secretos…

PRÓLOGO

NO SOY NIÑA BIEN

No soy niña bien. Nunca fui niña bien. Tampoco mi entorno fue el de una niña bien. Vengo de una familia en que mi padre comenzó materialmente con una mano adelante y otra atrás, y no exagero. Viví en una casa modesta y fui una niña del “sur” de la ciudad de México, para colmo de la colonia Las Águilas, un lugar que, en comparación con los que describe Guadalupe Loaeza en su libro, es algo así como habitar en una colonia perdida en el continente africano. Ignoro si en el colegio Oxford, donde me eduqué, había niñas bien. Si así fue, no nos dábamos por enteradas o no le dimos importancia. Nuestro mundo era más sencillo, más parejo, más democrático.

Al leer en estas páginas sobre las niñas bien que Guadalupe radiografía para sus lectores, nos enteramos de la importancia que ellas le dan a los apellidos, al origen de sus familias y a los objetos. Al conocer sus intereses, forma de arreglarse, obsesión por diferenciarse de las demás (en especial de las wannabe, como las nombra), de sus viajes, de sus weekends, de sus grupitos y de sus falsas mocherías queda la impresión de que la autora hace referencia a una cultura que pertenece a otro mundo.

Sin embargo, aun en ese otro mundo hay algo que siempre será un común denominador en cualquier sociedad, sin importar la época, el país, estado, colonia o cuadra en donde nos haya tocado vivir. Me refiero a los secretos.

Los secretos son omnipresentes. Me atrevería a afirmar que toda familia los tiene. Se puede decir, incluso, que no puede haber una comunidad o una persona que no posea secretos.

Freud aseguraba que para poder vivir en sociedad, los humanos hicimos un pacto: el pacto de reprimir información, esconder cosas y contener la conducta, porque de otra manera no sería posible la convivencia.

En la realidad exterior en donde nos desenvolvemos se mezcla lo que es posible expresar con lo que no. Es un equilibrio que se alcanza gracias a ese pacto: la sociedad ha aceptado que de alguna manera podemos “formar secretos”, mas no hablar de ellos. De ahí que sea necesario crear zonas marginales de tolerancia y permisividad tanto físicas como psicológicas, en donde las personas pueden desahogarse.

Cuando nos formamos en sociedad aprendemos a callar, a disimular, a mentir. Sin embargo, sabemos que guardar una información fuerte y seria es una bomba de presión, que siempre busca salida, pues crea circunstancias incómodas que desgastan. Como sucede en los casos que Guadalupe narra, sobre confesar o no su ilegitimidad al hijo, una relación extramarital con el psicólogo, el confesar un aborto o el ser lesbiana; o bien, lo que una esposa en realidad piensa acerca de su marido.

El secreto nunca es un saber sin consecuencias. Cuando tenemos un secreto, el dilema suele estar en lo que, seguramente, tanto tú como yo nos hemos cuestionado alguna vez: ¿hablar, mentir o callar? Estas encrucijadas suelen plantearse en muchos niveles, que van desde los más triviales y cotidianos hasta los que comprometen cuestiones fundamentales.

La experiencia nos demuestra que aquella frase “la verdad os hará libres”, en realidad sólo libera a quien la dice, porque a pesar de que los secretos pesan, al salir a la luz las verdades muchas veces acarrean serias consecuencias. La verdad puede dañar y dañar mucho; lo más probable es que al liberarnos de un secreto exponiéndola, hundamos a otra persona. Muchos hemos sentido un agujero en la panza al escuchar la frase: “Te voy a decir la verdad…”

¿Tú, qué harías?

Te invito a preguntártelo. El filósofo Emmanuel Kant decía que nunca —bajo ninguna circunstancia—, aun si se tratara de proteger a un amigo, hay que mentir. “Moralmente es algo malo. Sin excepción ni excusas. La verdad ante todo.” Funda esta convicción en el imperativo categórico, como él lo llamaba. Este imperativo es una orden: “No mientas”, punto. Desde esta perspectiva, la verdad es una obligación moral, sin importar las consecuencias ni las circunstancias. Según Kant, lo contrario puede dar lugar a un principio por el que todos podríamos mentir cuando así conviniera.

En contraste con la visión de Kant, está la idea de los sufís cuya filosofía es: “En una relación, la honestidad está por encima de la verdad”. Es decir, lo más importante es cuidar el corazón de una persona. Si con la verdad te daño, mejor me callo; y, ante la duda, lo mismo. La honestidad para esta tradición describe el amor espiritual, no daña y está por encima de una verdad egoísta. Nos invita a olvidarnos de la escala de la verdad: no puede haber relación entre decir la verdad y ser honesto.

La honestidad está en cada uno de nosotros, nos dice el sufismo. Y tú eres el único juez. Lo que está en el fondo es que si nos dedicamos a no dañar, trátese de la naturaleza, de mi ciudad, de los animales o de las personas, implícitamente estamos amando. Y ésa es la meta del ser humano. A este mundo venimos a gozar, a hacer gozar sin dañarnos y sin dañar al otro, si lo logramos somos seres éticos.

Así, querido lector, te invito a adentrarte en las páginas de este libro, en el que Guadalupe Loaeza nos incita a reflexionar sobre estas preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez: ¿hablar?, ¿callar? o ¿mentir?

Gaby Vargas

PRESENTACIÓN

Hace una década, hubiera sido impensable que una niña bien confesara públicamente sus secretos. Para ello, a partir de los años setenta, las que provenían de familia rica recurrían al psiquiatra, en secreto; las muy católicas, iban con el sacerdote y le confesaban hasta sus pensamientos más recónditos, y las más modestas se desahogaban ya sea escribiendo su diario, o le confiaban todo a su amiga de infancia. Sin embargo, las tres categorías no nada más se atreven a confesarlos hoy, sino a divulgarlos en tan sólo 140 caracteres. De allí que, bajo cualquier pretexto, empezaran a sentir una imperiosa necesidad de compartir sus secretos tanto en su Face, como por el Twitter. De alguna manera había que llenar “ese vacío”.

La red social Facebook construyó el retrato de antes, de cuando se escribían las memorias en diarios. El diario íntimo se volvió público en tiempo real. Es narcisismo expresivo en el que la gente habla de sí misma. Vamos hacia sociedades más complejas, paradójicas e irónicas. Gilles Lipovetsky

Sí, llenemos ese agujero que llevamos en nuestro fuero interno, ese hueco que nos recuerda que la vida, ciertamente, no es color de rosa y ese hoyo, el cual por momentos sentimos que nos jala para abajo. Una de las mejores terapias para compensar tanto vacío que tienen las niñas bien, aparte del consumo, es contarlo toooooooooooooodo a todo el mundo. “¡Abajo las máscaras!”, exclaman con el pecho levantado: “Ni modo, no soy monedita de oro para caerle bien a todos. Que mueran las mentiras, caigan las cadenas, y desaparezcan los prejuicios y la doble moral!”, claman ahora nuestras protagonistas. De allí que, con toda llaneza, las niñas bien se den permiso, actualmente, de contar, en un tiempo récord, toda su vida: su infancia traumática, sus experiencias sexuales, los motivos de sus divorcios (muchas de ellas se han separado más de una vez), sus pasiones secretas, sus debilidades e incluso sus miedos a envejecer solitas con su soledad, pero sobre todo sus… ¡secretos!

Nos volvemos intimistas y al hacerlo sometemos a los otros a nuestro intimismo tiránico abrumando al otro con nuestras confidencias. Cuantas más máscaras, mayor mentalidad urbana. Al quitarnos estas mascaras siendo sinceros y abiertos al máximo, rompemos esa distancia que hay con el otro y que se considera como acto de civismo. Lipovetsky, La era del vacío

Están dispuestas a decirlo todo, pero hasta cierto punto. Para ellas lo fundamental es no perder el glamour, el estilo y, claro, las buenas maneras. Thank God, como ellas mismas dicen en un inglés impecable, aprendido en internado, todavía hay clases… No obstante esta conciencia de clase, “gracias a Dios”, conservan ciertos valores como la facultad de ponerse en el lugar de los demás. No debe olvidarse que la mayoría fueron a colegio de monjas en donde aprendieron la fe, la esperanza y la caridad. Hay que decir que también llevan tatuada en el corazón la culpa, un sentimiento que no las abandonará jamás. Muchas de ellas, incluso, todavía se confiesan, comulgan y no faltan un solo domingo a misa. He allí una de sus tantas contradicciones: por un lado son sumamente conservadoras, y por otro, mueren de ganas de liberarse y romper todas esas cadenas que llevan desde hace más de cuatro generaciones.

Hay muchas cosas que andan peor, pero hay cosas que andan mucho mejor. Y es en el mundo de los afectos. Me parece que el mundo es cada vez menos hipócrita. Me parece que las relaciones familiares, si las comparamos con las de la época de nuestros padres, están en un momento mucho más franco, más abierto; nadie se queda con alguien a quien no ama, o mucho menos que antes; el que es homosexual lo dice y lo vive; hay menos abogados hijos de abogados. Me parece que en las relaciones sociales y familiares hay un cambio positivo. Maitena, caricaturista española

Independientemente de estos cambios, las niñas bien atesoran, además de sus propios secretos, los de su familia. ¡Vaya peso! Secretos que han sido heredados, más no revelados del todo, hasta por cuatro generaciones. Por ejemplo: quién fue el amor secreto, de toda su vida, de la abuela; quien de los tíos mantenía, en secreto, una “casa chica”; por qué es tan moreno el hermano mayor de la familia; quién, entre todos los nietos, es hijo “natural” y quién de todos los hermanos de la mamá, acabó con la fortuna de la familia; quién era el “borracho de la familia” y por qué la hermana más pequeña se parece, como dos gotas de agua, a la mayor… De estos secretos nos ocuparemos en diversos capítulos por medio de monólogos, convertidos en verdaderas confesiones de 14 niñas bien, cuyos nombres, por razones obvias, nos reservamos.

Ricas o pobres, ¿cómo le hacen las niñas bien para verse siempre tan distintas a las otras y tener perennemente ese aire tan chic y desenfadado a la vez? ¿Cómo y a dónde viajan? ¿Cómo son como anfitrionas? ¿Cómo se divierten? ¿Cómo se relacionan y tratan a su servicio doméstico? ¿Cómo le harán para que la decoración de sus casas (incluyendo la de campo o la que está a la orilla del mar) parezcan como las de las revistas de decoración italiana? ¿Creen sinceramente en la filantropía? ¿Cuáles son sus secretos de belleza y los de sus dietas? ¿De qué manera enriquecen su mucha o poca cultura? ¿Cuántos seguidores tienen en su twitter? ¿Cómo pasan sus fines de semana? ¿Cómo es su guardarropa? ¿Qué tan puntualmente pagan sus deudas? ¿Cómo eligen a sus amistades? ¿Cómo organizan sus finanzas? ¿Cuáles son sus lecturas? ¿Creen en la solidaridad? ¿Qué tan buenas amigas son de sus amigas? ¿Cómo ven a su país con el retorno del PRI? ¿Cuáles son sus temores, sus sueños y sus frustraciones? Las que viven solas, ¿cómo pasan los domingos y las fiestas familiares? ¿Se ponen o no botox, se operan o no las bubies, fuman o no marihuana? ¿Quiénes son sus héroes y quiénes sus heroínas? ¿Por qué ya no sienten remordimientos y no obstante incurren en los peores pecados del mundo? ¿Qué tanto “bolsean” a su pareja y/o su marido, cuando ya no les alcanza su presupuesto? Las que trabajan, ¿pagan impuestos? ¿Cuáles son los temas de conversación y tendencias políticas? ¿Con qué sueñan? ¿En qué consisten sus inseguridades? ¿Por qué partido votan? ¿Cuáles son sus recetas de cocina que heredaron de la abuela de la abuela? Y por último, ¿cuáles son realmente sus verdaderos secretos más íntimos?

Hay que decir que las confesiones y tips de este libro son el resultado de una acuciosa observación de campo e investigación realizada a lo largo de más de treinta años. Igualmente, nos dimos a la tarea de realizar varias entrevistas entre diferentes tipos de niñas bien, tanto las que nacieron con cucharita de plata, como aquellas que el dinero les abrió, de par en par, un mundo sofisticado en donde los buenos modales son fundamentales

Si nos lo tomamos demasiado en serio, la cortesía es lo contrario de la autenticidad. Estas personas bon chic bon genre (gente bien) son como niños grandes que se portan demasiado bien, prisioneros de las reglas, víctimas de las convenciones. André Comte Sponville

Invito al lector y a la lectora a enterarse de los sueños y las pesadillas de estas niñas bien.

Niñas bien eran unas cuantas (las que podían darse el lujo), y niñas bien eran todas las que deseaban serlo, leyendo la elegancia en las fotonovelas, viviendo con ironía en las mansiones de las telenovelas, suspirando por el Príncipe Azul que surgía ya no del sueño sino del videoclip. A Guadalupe le debemos este descubrimiento extraordinario: la masificación de la Niña Bien, el fin de la utopía de la exclusividad en la sociedad posindustrial. Sí, ya sabemos, sólo unas cuantas van a Valle y a Vail, a Bloomingdale’s y a FNAC en París, pero en el fondo y en la superficie, a la hora del sentimiento, todas son exactamente iguales, aristócratas del melodrama y el relajo. Gracias a Guadalupe nos enteramos de que ya no queda en México una sola niña mal. Carlos Monsiváis

FAMILIA

Comprendí que todas las cosas con las

que abarrotaban la casa no eran para ellos meros

objetos útiles sino una auténtica obsesión…

Es muy complicado eso de ser rico.

Sándor Márai

En el fuero interno de una verdadera niñabienbien (nbb), existen prioridades inquebrantables; pueden entrar en etapas de una gran rebeldía o pueden tomar libremente su destino entre sus manos sin importar el costo que esto represente socialmente, o incluso pueden enfrentar muchos sinsabores, pero lo que nunca olvidarán es la educación que recibieron en sus casas. Entre más pasa el tiempo, más aprecian los valores con los que fueron educadas. Las que ahora son abuelas evocan a su madre con nostalgia y con mucha admiración: “El Nacimiento más bonito de México era el que ponía mi mamá. Lo heredó de su abuela española. Era todo de porcelana y tenía una docena de borreguitos, ¡adorables!”, dice alguna con un dejo de melancolía. Por disfuncional que haya sido la familia, por más problemas que hayan tenido y la cantidad de secretos que hayan callado durante años, para ellas, su familia es sagrada. De allí que en su casa o en su departamento (gran loft en Polanco), suelan instalar decenas de fotografías con marcos de plata, de hueso o de carey. Éstas aparecen por todos los rincones de la casa: sobre la chimenea, en mesitas redondas de marquetería poblana, sobre el secrétaire, en entrepaños de los libros de la biblioteca, y hasta colgados en los muros del baño de visitas. En estas fotos aparece la niña bien en su primera comunión, con un vestido de organdí precioso todo encañonado; en las cenas de Navidad con los abuelos, sentados todos alrededor de una mesa perfectamente bien puesta con la vajilla de Limoges y la cristalería de Baccarat. También están las fotos de la de boda de sus padres, rodeados por un séquito de “damas”; la del tío banquero saludando al expresidente de México, Miguel Alemán Valdés; la del padrino millonario retratado en su yate y mostrando un pez vela en las manos, acabado de pescar; la de la tía que solía ser una verdadera belleza en la década de los veinte, con su collar de tres hilos de perlas auténticas; las de la casa en el antiguo Acapulco, en donde aparecen fotografiadas con el jet set mexicano de los sesenta; las de sus hijos esquiando en Vail; la del yate que rentaron en la Costa Azul entre varios primos para pasar, todos juntos, unas vacaciones de verano; la del chalet que un amigo suizo muy rico les prestó una Navidad; la del velero en el lago de Valle, las del Santo Padre Juan XXIII; aparecen al lado de Plácido Domingo, en su camerino de Bellas Artes; saludando a José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente español, en la Casa de España, en una de sus visitas oficiales; en una cena en honor de Carlos Fuentes, junto con Silvia Lemus; sentadas al lado de Carlos Slim Helú; en una fiesta de cumpleaños en honor de Pedro Friedeberg, etcétera. Entre todas estas fotografías no podían faltar aquellas en las que aparecen con su primer marido; ella y su segundo marido; ella en la hacienda de don Juan Sánchez Navarro; ella y sus nietos; ella en Nueva York; ella en la proa del crucero que la llevó a las islas griegas, o ella en fiestas organizadas en su casa de Las Brisas.

Tanto las fotografías como los álbumes (llegan a tener hasta treinta, comprados en Dupuis), todos forrados en piel y ordenados por año, están muy bien dispuestos en la biblioteca. Para ellas, estas fotografías son fundamentales porque dan testimonio de sus diversas etapas de la vida. Look at me, parecen decir a gritos, cuando se las muestran a sus amigos más recientes: Look at me and my beatiful family. Sobre todo: Look where I belong…

Acerca de los orígenes familiares de las nbb, y como un ejemplo de ello, nos referiremos a la bisabuela de Sofía, nuestra protagonista, la cual ocupará varias páginas de este libro y quien perteneciera a una de las mejores familias de México, descritas por el gran especialista sobre el tema, el Duque de Otranto, en el libro El registro de los trescientos (es decir, el who is who de los años cincuenta). Señora de sociedad que no estuviera incluida en esta “Biblia”, señora que no existía para ese pequeñísimo sector de la sociedad mexicana. El autor explica en su prólogo:

Nuestro propósito ha sido y ¡ojalá lo hayamos logrado! poner de relieve, con esta obra, el ejemplo de las personas quienes, haciendo honor a sus antecedentes, han mantenido incólume el prestigio, y limpia la fama, que no es de la exclusiva propiedad de nadie, puesto que algún día será la herencia de nuestros hijos, con objeto de que ellos continúen la obra solidaria de la civilización de la marcha nunca interrumpida de la familia humana, que va hacia su origen, hacia la eternidad.

Para darnos cuenta de la evolución que han sufrido las niñas bien de antes con respecto a las de ahora, leamos lo que decía Carlos González López Negrete, mejor conocido como el Duque de Otranto, de la abuela de Sofía:

La dama que nos ocupa destaca por su exquisita sensibilidad en materia artística. Asiste con su esposo a los conciertos de la Ópera Nacional y de la Sinfónica, así como a las exposiciones y demás expresiones de altura artística. Colabora también en la Agrupación de Madres y Esposas Católicas y atiende a la debida educación de sus hijos. Su señor padre disfrutó de sólida posición en Guadalajara, cuya familia es propietaria de fincas y haciendas. La madre de la distinguida señora, a una muy estimable familia entroncada con las principales casas de la vieja aristocracia de México

Debido a la constante movilidad social que se ha manifestado en nuestro país, especialmente desde la década del alemanismo, y de la pluralidad de nuestra sociedad, las niñasbienbien han evolucionado, sí, pero, esencialmente, no han cambiado ni un ápice.

Cuando me preguntan qué soy “en lo más hondo de mí mismo”, están suponiendo que “en el fondo” de cada persona hay sólo una pertenencia que importe, su “verdad profunda” de alguna manera, su “esencia”, que está determinada siempre desde el nacimiento y que no se va a modificar nunca; como si lo demás, todo lo demás —su trayectoria de hombre libre, las convicciones que ha ido adquiriendo, sus preferencias, su sensibilidad personal, sus afinidades, su vida en suma—, no contara para nada.

Junto con esta confesión, Amin Maalouf reitera: “mi identidad es lo que hace que yo no sea idéntico a ninguna otra persona”. Así se sienten las niñas bien: “idénticas a ninguna”. Además de que no quieren cambiar, no pueden. Si algo tienen tatuado en su corazón, es, precisamente, la conciencia de clase. He allí su arma más poderosa. Gracias a ella han podido, a lo largo de su vida, enfrentar un mundo cada vez más globalizado, más convulsionado, pero sobre todo, más “revueltito”, socialmente hablando, como ellas mismas dicen. Cuando se refieren a su linaje, lo hacen con cierta nostalgia. “En el México que vivimos hoy, ya a nadie le importan las ‘buenas familias’, ni los apellidos dobles. Eso ya está out. Ahora lo in es decir, que perteneces al #Yo soy 132, que estás de acuerdo con el matrimonio entre dos personas del mismo sexo; que estás por la despenalización del aborto y del consumo personal de la mariguana”, dicen alzando los hombros con una absoluta resignación. Lo que más les indigna es el surgimiento de una nueva “aristocracia” (como han escrito varios sociólogos), compuesta de personajes de caricatura, llamados por las redes sociales y la prensa como: ladys, mirreyes y juniors. Esta nueva fauna surgió a raíz de los escándalos de las senadoras perredistas, del “Niño Verde” y de los hijos de los líderes sindicales.

A esta nueva “aristocracia” pertenece Ana Paula, quien más que irritar a sus amigas súper niñas bien, por su mal gusto, lo que realmente “las saca de quicio”, como ellas mismas dicen, es que sea tan obvia en su arribismo y actúe como si siempre hubiera sido niña bien.

Pobre, si supiera que para nosotras, no existe como tal; si la tratamos con cierta familiaridad es porque siempre está allí, porque ya nos acostumbramos a su presencia y porque a sus ojos, nosotras somos su máximo. Nos imita en todo, se viste como nosotras, habla como nosotras, decora su casa como la nuestra y está convencida que es una de nosotras. Pobre, porque la verdad es que es muy buena gente. Cuando se enferman nuestros hijos siempre está allí; si necesitamos un favor, feliz nos ayuda; lo más padre de todo es que en las vacaciones siempre nos presta su casota de Valle o su depa en Nueva York, que da justo frente al Museo Metropolitan. En el fondo, Ana Paula es monísima, pero un poco pushy. Pobre, no hay que criticarla, porque nos adora. ¿Qué haría sin nosotras? Somos sus heroínas y su ejemplo a seguir en la vida —comentan enternecidas entre ellas.

Lo que ignoran estas niñas bien es que Ana Paula sabe perfectamente bien dónde la ubican sus supuestas amigas, sabe que la critican y, en el fondo, no la aceptan del todo. En otras palabras, Ana Paula es mucho más lista que ellas, más consciente, pero sobre todo, mejor ser humano. Cabe decir que lo que ha logrado con creces Ana Paula es que sus hijos ya estén muy bien integrados y aceptados en ese Grupo. Los hijos de las otras niñas bien los ven con más naturalidad porque juntos fueron al mismo colegio, a los mismos camps en vacaciones y a las mismas fiestas. “Como sea, chapeau por Ana Paula, porque es muy perseverante”, piensa Sofía.

Es cierto que, en los últimos años, muchas de estas niñas bien han hecho varias concesiones, especialmente en relación con sus nuevas amistades. En sus cocteles no es raro encontrar algún candidato de izquierda para gobernador, publicistas de moda, diseñadores de joyas, periodistas feministas o hasta artistas de la farándula. Si los invitan es porque muchas de nuestras protagonistas piensan que con ello pasan por ser plurales, modernas y muy demócratas. Es una manera de estar con los cambios que ha tenido el país y con las ganas de estar “actualizadas”.

Sin embargo, las niñas bien más snobs continúan siendo sumamente exclusivas, sobre todo respecto a este tema: la elección de sus amistades —algo fundamental para ellas. Éstas tienen que datar de mucho tiempo atrás, incluso heredadas de varias generaciones atrás, es decir, que las tatarabuelas hayan sido amigas y ahora sean las bisnietas quienes se frecuentan. Es tal su costumbre de encontrarse entre ellas que, sin darse cuenta, hablan en plural cuando se refieren a sí mismas. Por ejemplo: “Más que al mercado, lo que a nosotras nos encanta es ir a City Market, pero el de Las Lomas”. Hay que decir que este grupo de niñas bien es relativamente pequeño, no pasa de más de treinta matrimonios cuyos apellidos son dobles y hasta triples. Aunque se divorcien y los amigos más íntimos hayan optado por uno u otro de los excónyuges, siguen vacacionando juntos, como si nada hubiera pasado; lo importante es que “el Grupo” no se desintegre. No importa que entre sí tengan uno que otro affaire, al fin que todo queda entre ellos. Ellos y ellas son felices de encontrarse en todas las fiestas, reuniones, cenas, cocteles, entierros, bautizos, bodas, bridges, posadas y cumpleaños. Juntos van de shopping a Nueva York; juntos se van de fin de semana a Valle; juntos viajan en los cruceros más caros; juntos contratan a un maestro de literatura para que les hable de Proust en alguna de sus casas; juntos organizan cineclubs; juntos ven en la televisión eventos especiales, como las elecciones de Estados Unidos; juntos deciden viajar hasta el Medio Oriente; y juntos asisten a los buenos conciertos de Bellas Artes para que, juntos, después se vayan a cenar a alguno de los restaurantes de moda de Polanco y juntos chismeen rico de los matrimonios o parejas que no están presentes: “¿Se han fijado cómo ha engordado Sofía?” “Pues a mí me dijeron que Inés se había operado las bubis”. “El que ahora sí ya dio el viejazo es Luis Carlos, lo vi fatal en la fiesta de Alejandra.” “Es una lástima que Inés se ponga tanto botox, el otro día ni la reconocí.”

CASA

Las niñas bien sólo se sienten seguras cuando se encuentran entre sí. Disfrutan ver a sus respectivos hijos crecer y jugar juntos. Pero no todo el mundo tiene el privilegio de ser invitado a su casa. “Me niego a invitar al marido de Ana Paula, porque, te lo juro, no queda con la decoración de la casa. La suya es tan distinta a la mía que temo que hasta se sienta incómodo en la mía. ¿Se han fijado que el tener muy buen gusto, te aleja de los demás…? Además, son de los que dicen ‘provechito’. ¡Guácala, no lo soporto!”, afirman con un enorme dejo de desprecio.

En efecto, sus invitados deben embonar perfectamente con la decoración de su casa, de lo contrario, desentonan y esto sí que no lo saben manejar las nbb. A pesar de ello, se podría decir que, como anfitriona, generalmente la niña bien suele ser muy cool, muy organizada y sumamente atenta con cada uno de sus convidados. Si llegara a sucederle que se exceda un poco en el número de sus invitados, y si de pronto en su vestidor, sala y biblioteca, se encuentran más de cien personas, no se descontrola. Al contrario, sabe comportarse perfectamente bien, siempre está a la altura de las circunstancias. Es tan educada que se acuerda de los nombres de todos a los que invitó tres semanas antes. Con un savoir faire impresionante y súper bien vestida, se pasea por entre sus amigos, se ríe, se toma fotografías, brinda por la vida y disfruta la reunión, como si ella fuera una invitada más a la fiesta.

Decíamos líneas arriba que una de las tantas consignas que tiene la nbb es jamás perder el glamour, el status y, mucho menos, la compostura. Para las muy ricas, una de sus consignas es saber gastar el dinero. Como ellas mismas dicen, “lo importante no es tener dinero, sino saber cómo gastarlo”. De allí que la decoración de sus casas, incluyendo la de campo en Tepoz, la de Valle o la de la playa, sea particularmente cuidada. Saben cómo realzar sus muebles de familia, junto con los recientemente comprados en Casa Palacio, Dupuis, o los mandados a hacer con los mejores carpinteros y tapiceros.