Los vagabundos eficaces y otros relatos - Fernand Deligny - E-Book

Los vagabundos eficaces y otros relatos E-Book

Fernand Deligny

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Beschreibung

«En los barrios y los suburbios erosionados por un viento permanente de miseria vive la gente de las fábricas y de las obras en construcción... viven mujeres gordas que parecen haber dado a luz a todos los niños del barrio, a los que vemos pasar en enjambres durante el horario escolar. Se trata de niños difíciles, se trata de niños que han saboreado el delito, chicos envejecidos de antemano…  Será necesario, por favor, rescatar a los niños al mismo tiempo y colocar cerca de ellos educadores de presencia ligera, provocadores de alegría, siempre dispuestos a volver a amasar la arcilla redonda, eficaces vagabundos asombrados por la infancia... un poco poetas, un poco pintores, un poco tarareadores de bella música, un poco comediantes, titiriteros de sí mismos y de marionetas, honestos con el momento, chupadores de certezas y escupidores de preguntas, película viva al margen de la sociedad, sin duda inadaptados, preocupados por su vagabundeo  y pacientes como los reparadores de sillas, estos son los compañeros que los chicos necesitan».

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Edición original francesa:Les Vagabonds efficaces in Graine de crapule suivi de Les Vagabonds efficaces et d’autres textes, by Fernand Deligny

© Dunod 1998 Paris

© Dunod 2019, Malakoff, new presentation

Traducción: Silvia Tenconi

Edición: Segunda en castellano, Agosto de 2023

ISBN: 978-84-19830-26-5

E-ISBN: 978-84-19830-27-2

Depósito Legal: M-27680-2023

Diseño: Gerardo Miño

Composición: Eduardo Rosende

© 2023, Miño y Dávila srl

Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Tacuarí 540 (C1071AAL)

Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Mail: [email protected]

Web:www.minoydavila.com

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Facebook:www.facebook.com/MinoyDavila

Índice
PREFACIO, por Isaac Joseph
SEMILLA DE CRÁPULA
Semilla de crápula. Consejos para educadores que quieren cultivarla
LOS VAGABUNDOS EFICACES y otros escritos
Prefacio
Pabellón 3
El balde de ranas
El paquete de tarjetas
Herencia
Jean Laduré
La realité
El ramo
Los Vagabundos eficaces
La gran cordada
El grupo y la demanda: a propósito de “La gran cordada”
La cámara, herramienta pedagógica
14 de julio de 1969
Cronología

PREFACIO

por Isaac Joseph

Fernand Deligny fue, a su manera, un cronista de los Treinta Años Gloriosos y su obra de “desmarginación”. Primero un escritor público inmerso en el mundo de los asilos y encargado, por los propios confinados, del trabajo de señalar su posición a sus seres queridos, luego se ocupó de varios intentos o innovaciones pedagógicas en el campo de la inadaptación, una especie de pasamanos paradójico, y su escritura fue lo suficientemente sofisticada para atrapar a los lectores profesionales en la mirada clínica y lo más discreta posible para no someterse a las categorías de informe y revisión. Entre 1945 y 1975, Deligny dirigió una guerrilla contra las “personas poderosas” que le preguntaban regularmente qué estaba haciendo “exactamente” con los niños terribles de la posguerra; luego ofreció refugio a los niños privados de la palabra triunfante. El lenguaje de esta guerra de guerrillas fue un medio de educadores y militantes, para una especie de etnométodo siempre disponible, el más fascinante no sólo porque actualizó el poder de los límites para una generación en rebeldía “contra las instituciones”, ni siquiera porque sabía reconectarse con los acentos libertarios del compromiso educativo. Estos son rasgos de una experiencia limitada que, sin duda, no es despreciable: Deligny respondía a la gente que acudían a verlo en crisis y sabía que su angustia momentánea no les impediría volver al trabajo y a las disciplinas de las instituciones. Era una dirección, una etapa en el peregrinaje de la incredulidad. Pero la mayor fascinación que ejercía Deligny no se debe a este contexto particular y hace que se lo lea como se lee a Melville o a Rimbaud, como se vuelve a ver un cuadro de Van Gogh. Es el legado de estos grandiosos Vagabundos y su moral (“tres infatigables, en busca de una moral que no sea una huella muerta, pronto hechos añicos en este suelo vivo del pueblo que va a hacer frente a la vida”), su inquieta proximidad a la delincuencia y la locura, la denuncia silenciosa de los profesores, jueces y artistas que Deligny encontró en 1947. Está ansioso, dice, por acompañarlos en su trabajo, su vida, su correspondencia y más allá de cualquier método educativo. Es a esta experiencia que consiste en “desaparecer”, guste o no guste, que resume su experiencia de La gran cordada, veinte años después:

“No se trata de método, nunca he tenido uno. Se trata, en efecto, en un momento dado, en lugares muy reales, en una coyuntura que no puede ser más concreta, de una posición a ocupar. Nunca fui capaz de mantenerla más de dos o tres años. Cada vez que la invirtieron, ella estaba rodeada, ocupada, y yo me salí con la mía como pude, sin armas y sin equipaje y siempre sin método” (pág. 221).

Probablemente leeremos hoy de otra manera estas páginas dedicadas a la experiencia de La gran cordada, movilizando la red de albergues juveniles y sus activistas de diversas denominaciones, en un intento de luchar contra la relegación del asilo y su trágica miseria, pero también en una especie de reconquista del territorio nacional. Quizás leamos allí el inicio de un nuevo lenguaje de trabajo social basado en la capacitación mutua y las cadenas de cooperación de “presencias cercanas”, en la atención a los lenguajes del cuerpo y a la cultura dramática. Pero estas páginas hablan de otro contexto y el vocabulario de los patrones que utilizan, diría Koselleck1, corresponde a otro horizonte de experiencia:

“La igualdad –decía Deligny– les importaba una mierda[a los internados] y la hermandad también. La libertad. Decían que no teníamos derecho a quitársela” (pág. 222).

La expectativa histórica de La gran cordada era la Liberación. En este contexto, los lenguajes de resistencia y de guerrilla chocan con el de los propios adolescentes y de quienes los acompañan en su migración (el lenguaje de la aventura), para tener éxito en esta fórmula del intento, del momento educativo. En la organización de este momento, las imposiciones de la demanda social y de los arreglos institucionales dan paso a la lógica de las redes (redes de residencia, redes de movilización y apoyo). Desaparecer es, por lo tanto, en primer lugar, con la ayuda de algunos amigos, intentar en otro lugar, en el umbral o al lado de las instituciones existentes, mantener una posición vulnerable por definición, ya que siempre consiste en vivir cerca de los niños de la inadaptación y explorar con ellos las reglas del juego que se adecuan a las circunstancias. El educador es un creador de circunstancias, dice Deligny. Su papel consiste en organizarlos de tal manera que se puedan estabilizar las reglas del juego educativo –esta es la noción de establecido –y luego a traducir sin traicionar la experiencia de proximidad y presencia conjunta, sin prejuzgar la extrañeza radical de lo demente–; estamos siempre dentro del marco del “tratamiento moral”, no dentro de la omnipotencia de nuestra interpretación.

“Viví durante cuatro años en un manicomio. Los más típicos, los más crónicos, los más dementes no me sorprendieron: momentos de mí hechos hombres, un “punto de vista” mantenido más tiempo del necesario; un desapego que ningún sueño puede romper y el resto del mundo a la deriva sin hacer un movimiento para saltar sobre lo que gira; la única y trágica solución que impone la falta de movilidad. […] Mi vida lo aprovecha para estar llena de seres vivos y siempre abierta a lo inesperado hasta el cansancio extremo” (pág. 197).

Estas líneas que acompañan la reedición de Los Vagabundos eficaces, publicada por François Maspéro, en 1970, resumen el recorrido y el método: “de intento a intento en busca de ese algo más que mendiga el más pequeño gesto de un niño inadaptado”. Deligny sitúa su trayectoria de investigación en el campo de la inadaptación, aunque allí estuvo condenado a la precariedad, obligado a redefinir constantemente su posición. Recompensa por su fidelidad a las expectativas de la liberación, siempre está de paso por este campo, cronista o testigo de una inmutable búsqueda de otra cosa, cuidadoso de no calificar a sus personajes, adolescentes inadaptados o niños con autismo sólo en fragmentos.

Curioso método en que se prohíbe hablar de progreso o reintegración hasta admitir, en dos oportunidades, que los inadaptados a los que ha intentado reeducar pueden encontrarse en las filas de las Waffen SS, como para subrayar, al mismo tiempo, que la tragedia de los dementes, la del educador, que guarda silencio sobre la novela familiar de los inadaptados como para recordar que es uno mismo, o el género humano indiferenciado, el que está cuestionado en estos “libros de lo inmutable” que el educador llena con cuidado de colegial hasta su última estancia en Monoblet.

¿Pastiche de método? ¿Tejido de juegos de palabras sobre la profesión de educador? Sin embargo, aquí y allá Deligny explicaba tanto su desconfianza como sus certezas; identificó a sus enemigos, así como a sus referencias. Admirador de la obra de Henri Wallon, subrayó, después de él, “el conjunto indisoluble formado por las situaciones específicas y las disposiciones del sujeto” –con mayúsculas en Los Vagabundos eficaces–.

Si el educador es creador de circunstancias, es porque la realidad relacional del universo pedagógico está formada por momentos. La eficacia del pedagogo es, por tanto, a la vez ecológica –y las circunstancias se llaman entonces: asilo o cuartel, campamento scout, prisión, laboratorio o patio suburbano– y pragmática, y ella consistió, en primer lugar, en jugar el juego del delincuente, en subvertir la regla con su consentimiento, para replantear su destreza perversa o “incivil” en situaciones inéditas donde sus rutinas cobran impulso, sus habilidades reveladas por sorpresa; en apoderarse, también, frente al alienado de estos “momentos de mí mismo hecho hombre”, para describirlos de nuevo en su singularidad, formulando las cosas de otra manera, sin compasión ni comprensión, dejando la tragedia de lo irreparable tras el velo de lo implícito, riendo de nuestra humanidad común con la persona con autismo.

En cierto sentido, el educador no tiene nada que ver con eso: sólo asume una posición y la señala regularmente a quienes le piden cuentas de su profesión y sus disposiciones. Informar sobre la habilidad significa proporcionar al patrocinador (instituciones, familias, público culto) mapas, dibujos y películas. Dar noticia del intento, cuidando de abstraerse de lo habitual para mostrar sólo la configuración de los lugares y el juego de posiciones de las “presencias cercanas”. No hemos olvidado el enorme poder desestabilizador que esta “abstracción del sujeto” pudo tener en la década de 1970 para un entorno estancado en el vocabulario de las proyecciones, representaciones y reciprocidades imaginarias. Hablaba de una inteligencia exterior, de un orden de cosas y visibilidades ignoradas por las ideologías de la escucha y de la interpretación. En respuesta al giro lingüístico, nos recordó que nuestra humanidad común consiste menos en hablar desde lo más profundo de nosotros mismos que en responder a un orden establecido.

“Hay una buena parte de este yo mismo, sin forma, plástico, emocional, que toma las huellas como la masilla del cerrajero” (pág. 134).

Desde que tuvo que desviar los vocabularios disponibles de recuperación o cuidado para hablar lo más cerca posible del inadaptado y de su experiencia, el educador está completamente en su escritura. A través de ella, puede reformular las cosas, reinterpretar las reglas del juego de la restitución y redefinir los principios de la humanidad común con el inadaptado. Es concebible que la escritura de este testigo esté particularmente trabajada para decir lo que oye de las “voces sin decir” y para evocar la experiencia de una “memoria agotada”. La fórmula del método Deligny está ahí: en la toma de conciencia del trabajo dereformulación que implica la fraternidad preocupada con el alienado. Si el educador, que no es ni juez ni maestro, debe preocuparse por su profesión y sus métodos, es porque el modo de describir y de observar es el todo de su posición. Ya sea escritor público, columnista o presencia cercana, debe sustraerse al juego de las identificaciones clínicas, sus categorías y sus casos; también debe dejar a sus personajes de carne y hueso su figura de arena, su materia sin nombre. Debe renombrar y dejar a las figuras de la alienación su anonimato.

De ahí esta percepción naturalista de los hombres y de los paisajes (lo inmutable), esta visión mineralizada del apego de los hombres y las cosas (lo establecido). No la mirada lejana del antropólogo capaz de distanciar y relativizar su objeto, sino la mirada ausente de quien busca en su memoria en silencio, una mirada centrada en el “menor gesto” y que no deja nada observable salvo siluetas y uniformes, líneas errantes y ojeras. La escritura de Deligny parece abstenerse de utilizar las técnicas de presentación de casos o de dramaturgia clínica (crisis, interludios, desenlace) para instalarse en un presente sin edad o sin historia, aislado del relato. Es que decidirse a escribir sobre acciones sin actores, sobre los infinitivos del común, es ceñirse a la leyenda del momento, aunque eso signifique hacer que la persona a la que “pides ver” haga poses.

Se podría decir así de la escritura de Deligny que está “fabricada”, que no dice todo sobre las circunstancias de la experiencia educativa o incluso que está “hipercorregida” (y no sólo porque siempre es “coproducida”, mediatizada de diferentes maneras en diferentes contextos intelectuales) como para eludir las rutinas verbales del trabajo social o de la psiquiatría. Queda el hecho de que este lenguaje ha sido y sigue siendo eficaz en el registro del testimonio y en el de la acción, como dispositivo de prudencia o sabiduría práctica. El educador que fabrica Deligny, hermano mayor o soltero preocupado, debe saber conservar su lugar en los dos sentidos de la palabra: no tomarse por otro, padre, juez o psiquiatra, y cuidar una disposición singular ligada a su profesión: aprender a vivir y a fabricar lo común, su escritura no está ahí por nada.

SEMILLA DECRÁPULA

Semilla de crápulaConsejos para educadores que quieren cultivarla

ESTE PEQUEÑO LIBRO FUE ESCRITO EN 1943 y publicado en 1945. Diez años después, me dijeron que hiciera una nueva edición. Lo leí de nuevo. Indignado, comencé a preparar una crítica cerrada de estas pequeñas fórmulas bajo el título: Semilla de crápula o El charlatán de buena voluntad. Esta autocrítica releída hoy, en el invierno de las Cevenas, me parece bastante exagerada, amargada, perentoria. Quedará en la caja de madera calada donde, con cada mudanza, se amontonan páginas y páginas de palabras e historias que son quizá para mí lo que las hojas que caen son para los árboles. Sin embargo, lanzar nuevas copias de Semilla de crápula sin decir nada me molesta. Tengo quince o dieciséis años más, quince o dieciséis años de este oficio tan cotidiano del que hablé alegremente en 1943.

Vienen a mí palabras, páginas, capítulos si no me contengo. A este pequeño libro le falta un subtítulo que me sitúe ahora en relación a lo que escribí hace quince años. Tengo este subtítulo: Semilla de crápula o El aficionado a las cometas.

Érase una vez un aficionado a las cometas. Ves lo que es la cometa comparada con las nubes, los pájaros, los aviones y los satélites; esto no se encuentra en la naturaleza, lo puede hacer uno mismo a partir de modelos ofrecidos en revistas y folletos o inventar nuevas formas inspirándose en las antiguas cometas chinas, el buitre andino o el Misterio IV. Una cometa no traspasa las paredes del espacio, no truena ni ruge, no le cuesta mucho sostenerse en el viento y empeñarse en alegrar con un punto de color vivo el cielo más gris y, si se cae, al menos, rompe sólo su propia armadura. A primera vista es inútil. Incluso.

Entonces, hacia 1943, comencé a hacer una cometa, dos cometas: las fórmulas, formulitas, cantilenas, charadas, aforismos y paradojas de Semilla de crápula

Una cometa, especialmente si es de tamaño pequeño, es fácil de mantener. Ciento treinta y seis es otra cosa: te arrastran mientras se enredan en el viento; te levantarían, no se puede decir por encima de uno mismo, y, sin embargo, me encontré educador renombrado, depositado, por la fuerza y gracia de estas ciento treinta y seis pequeñas cometas, en un congreso internacional por aquí, una comisión por allá y por más que tiraba de las cuerdas como hacen los buzos cuando quieren subir, mis cometas, muchas veces, me han dejado estancado allí desde donde me hubiera gustado largarme.

Me ha pasado algo peor. Siempre animado por este rebaño dispar de declaraciones cuya forma había manipulado a mi voluntad, me encontré al frente de la creación de organizaciones de reeducación. Pobre de mí: aquí es donde se enredan las declaraciones sostenidas y sus hilos. Es allí que el pobre diablo que sostiene en su mano derecha su haz de banderitas multiformes y multicolores se da cuenta de que sólo le queda una mano, la otra, para esforzarse, cueste lo que cueste, sin muro ni certeza, a acomodar la espalda. Está bien si una u otra de estas fórmulas, aunque se hayan lanzado desde hace mucho tiempo, le cae sobre la cabeza y los hombros, lo ciega, lo enreda con la cola de papillote donde hay palabras escritas y él desdobla una al azar y la aplica y dice una palabra falsa como quien da un paso en falso.

Esto es probablemente lo que quería decirles a los antiguos y futuros lectores de Semilla de crápula. Hay dos mundos. El de fórmulas, formulitas, charadas y parábolas y el de lo que sucede en todo momento aquí abajo para los que quieren ayudar a los demás. Si una vez leídas algunas de mis proposiciones se estremecen alegremente en el cielo de unas memorias, tanto mejor: esa es su razón de ser. Pero quien quisiera usarlas, aplicarlas de alguna manera, notaría, al mismo tiempo, de qué están hechas: pedazos de páginas leídas, pegadas y estiradas sobre las ramas flexibles y livianas arrancadas de una especie particular de entusiasmo que surge cada vez que un niño se me acerca. Él ha sido aserrado, cortado mil veces y en su tocón nunca dejan de crecer brotes.

FERNAND DELIGNY

enero de 1960

SI TU FRECUENTAS a los hijos del hombre en la escuela, en el patronato, en la colonia de verano, debes de conocer la semilla de crápula, como conoce el labrador al cardo, a la cizaña, a la amapola o a la neguilla, maldiciéndolos. Supongamos ahora que, cultivador curioso, has sembrado un campo de cizaña, cardos, neguillas y amapolas. Tú sentirás la misma angustia al verlos salir de la tierra que sientes al ver germinar tu trigo.

Pero no te apresures a barrer tus graneros, no prepares todavía tus cuerdas para la siega. La cosecha, si hay cosecha, será para ahora, para después o para siempre.

Con esta diferencia es que la semilla de crápula es, de todos modos, la semilla del hombre.

YA QUE queda entendido que cultivas cizaña, cardo, amapola y neguilla, espera a ver venir a los labradores, cómodos en sus zuecos, mirar tu campo y decir:

— “Aquí están la neguilla, la cizaña, la amapola y el cardo que infectan nuestros campos, cuidados como nunca se le ocurriría cuidar el trigo”.

Si te gusta hacer reír un poco a tu costa, responde con los ojos hacia el cielo y las manos abiertas:

— “Sí: y creo que la cosecha será buena”.

Pero queda entendido que la semilla de crápula es igualmente la semilla del hombre.

O de lo contrario estarías tan loco como pareces.

ESTE grita y gesticula, te asalta con planes y quejas; aquel duerme y duerme sin sueños.

Te dices a ti mismo: “El trabajo es fácil; despertaré al que duerme y calmaré al inquieto”. Y no puedes hacerlo porque es imposible, ya que la planta está en la semilla y la semilla ya está sembrada.

Encuentra trabajo para el inquieto para que ocupe útilmente su inquietud, y enseña al soñoliento a trabajar mientras duerme.

Al hacerlo, no serás tan fuerte como el buen Dios, pero habrás hecho tu mejor esfuerzo.

Y por favor, no confíes en el poder de las palabras. ¿Alguna vez has escuchado a un granjero hablar con sus remolachas, un jardinero con sus ensaladas, un viticultor con sus uvas?

Hacen lo que sea necesario para que crezcan y son muy respetuosos con el clima. No te hablo de la lluvia y el viento, sino del tiempo necesario para que las cosas sucedan.

Cuando ellos murmuran “No va bien”, es que no hay nada más que hacer.

Y si me dices: “Sí, pero los hombrecitos tienen oídos”. Te responderé: “Ay… si este agujero no existiera, los adultos no podrían descargar allí sus tonterías”.

TÚ te dices a ti mismo: “Volaron, se escaparon de casa y vagabundearon como lobos, solapados como fieras... Por las dudas voy a ensanchar los hombros y, con las mandíbulas apretadas, voy a adoptar la mirada de un domador... Y tú los encuentras serviles, aduladores, solícitos y obedientes”.

Te ofrecen, como no pueden darte otra cosa, sus manos, su sonrisa y sus oídos. Te dices a ti mismo: “Los conquisté”.

Los dos pinchazos en los neumáticos de la bicicleta son para completar el regalo, ese regalo de sí mismos que, sin duda, consideraban insuficiente.

RECHAZA a los que vienen a ofrecerse: no conviene buscar a los que se alejan de ti y cuenta los que se quedan.

Si solo hay uno, empieza con este.

¿ERES DEMASIADO SEVERO? Se esconderán.

¿No lo eres lo suficiente? Entonces no les impedirás hacer el mal. Así que no te preocupes por tu severidad.

TE DICES A TI MISMO: “¡Cuidado!, es una lucha. Una voluntad, la mía, contra cien voluntades hostiles: las de ellos”. Y te preparas y te cubres y pierdes el tiempo: no tienen fuerza de voluntad.

Lo que tienes que hacer es ponerte al frente y arrastrar, arrastrarlos hacia un objetivo. Y puedes afirmarte, porque es pesado y resbaladizo.

Durante este tiempo, ocupado como estás en adelantarlos hacia la luz y el sol, van a robar peras de los huertos vecinos. Así que tienes que ponerte detrás de ellos, para observarlos. Sin nadie a quien seguir, ellos se dispersan.

Y tú te vas a casa muy disgustado con tu nuevo trabajo de pastor.

H. nació de su madre, fue criado por su tía, luego por una prima, ubicado en una granja, recuperado por sus abuelos para llegar a ti recién salido de la cárcel. ¿Y culpas a la sociedad?

Cuando conozcas a H. estarás lleno de indulgencia por la madre, la tía, la prima, el granjero, el abuelo y el director de la prisión. Lo que no excusa a la sociedad.

¿PEQUEÑOS desafortunados? Incluso.

Deja que las buenas almas de buenas obras cosquilleen su sentimentalismo. Tú haz tu trabajo.

ELLOS CONOCEN todos los métodos de seducción, de la mano en el hombro a la patada en algún lugar pasando por el sermón con voz contenida, los ojos en los ojos.

Dado el efecto que causó en ellos, prueba con otra cosa.

DEBES SABER lo que quieres.

Si quieres hacerte querer por ellos, lleva dulces. Pero el día en que vengas con las manos vacías te tratarán con gran repugnancia.

Si quieres hacer tu trabajo, llévales una cuerda para tirar, madera para romper, bolsas para llevar. El amor vendrá enseguida, y esa no es tu recompensa.

SI VIENES con los bolsillos llenos de juguetes, en una hora serán madera rota.

Si vienes con la cabeza llena de proyectos, en tres días estarán desgastados.

Y los días tienen veinticuatro horas, las semanas siete días, los meses cuatro semanas y los años doce meses.

Y después de los que ahora saben divertirse solos, vienen otros que han adquirido el gusto por el aburrimiento. El matrimonio es amor y también es lavar los platos dos veces al día. No te digo esto para desanimarte, sino para cuidar tu coraje.

FRIOLENTO y sin esperanza es como imaginamos un final de carrera: pacientes y resignados en torno a un fuego que todavía arroja, por momentos, un reflejo de sangre en sus mejillas flacas, una chispa en sus ojos inmóviles.

Si no intervienes, ninguno de ellos estirará las piernas para llevar el fardo de leña muerta al fuego de la vida que se apaga: si no intervienes, ninguno de ellos se levantará para venir a avivar las brasas.

SIEMPRE invierno.

¿Alguna vez has visto vivir a un niño? Como un sol de verano prolífico con su calidez y claridad hasta el punto de deleitarse con el mar y prender fuego a los bosques.

Son fríos, grises y apagados, y lo que los anima a veces es simplemente una fiebre.

RECONOCERÁS a los que fueron educados por una mujer, los que lo han sido por personas mayores, los que crecieron en un orfanato y los que han mamado las murallas.

LLUEVE. Vienen a refugiarse en la sala, pálidos, con los dientes apretados, poca humanidad ante el desastre, desesperados por ese antiquísimo olor a miseria que emana de ellos.

SI QUIERES conocerlos rápido, déjalos jugar. Si quieres enseñarles a vivir, deja los libros a un lado. Déjalos jugar.

Si quieres que disfruten del trabajo, no los ates a la mesa de trabajo. Déjalos jugar.

Si quieres hacer tu trabajo, haz que jueguen, jueguen, jueguen.

NO seas demasiado exigente. Robaron peras para comérselas.

Podrían haber roto las ramas, por diversión. En el rango de las malas acciones, las que realmente benefician a pesar de todo suenan mejor al oído.

TÚ NO OBTENDRÁS nada de la coerción. Podrás obligarlos con rigor a la inmovilidad y al silencio y, con este resultado duramente adquirido, estarás adelantado.

SI CORTAS la lengua que mintió y la mano que robó serás, en pocos días, amo de un pequeño pueblo de mudos y de mancos.

SI HOY das una bofetada, mañana, como la bofetada no habrá surtido efecto, tendrás que dar un puñetazo, pasado mañana un golpe con un garrote, luego montar una cámara de tortura.

¿Crees que estoy exagerando? Y, sin embargo, cuántas casas de reeducación se adornaban con celdas de aislamiento, lo más incómodas posible, donde se arrojaba al niño castigado privándolo de alimentos. Mientras estaba allí, no dejaba en paz al personal, esperando la muerte.

O la mayor adaptación social.

¿PUEDES cantar, improvisar una historia de piratas, caminar sobre las manos, imitar los gritos de los animales, cantar en las paredes con un trozo de carbón?

Entonces tendrás disciplina.

EN la mayor confusión, tú eres el tranquilo sonriente. En las grandes calmas, eres el viento.

INGÉNIATELAS para que siempre tengan esta sensación de elección, fuera de la cual no hay buena voluntad posible.

EL MAYOR MAL que puedes hacerles es prometer y no cumplir.

Además, lo pagarás caro y eso será justicia.

¿DÓNDE ESTÁN, hermosos delincuentes frustrados, anar­quistas, ojos negros, cuerpos tibios lacerados de cicatrices?

Los que veas serán glotones y aduladores y se desmayarán si los vacunas.

¡AQUÍ TIENES!: le das un billete de cien francos a un fugitivo y lo mandas a la estación a comprar un pasaje de tren. Vuelve sin aliento y te trae el cambio.

— “¿Lo reeduqué bien?”.

Tres días después, tu conejillo de indias durante la noche, desarma una ventana y desaparece por un tiempo.

Espero que te digas a ti mismo:

— “¡Así se hace!”.

Y guardarás tus experimentos para los ratones blancos.

TÚ CREES que el mundo está partido en dos grandes grupos: los que son honestos y los que no lo son. Ellos te dirán: los que son atrapados y los que no.

SI SABES un poco de aritmética social, te dices a ti mismo que treinta niños en un dormitorio, son diez veces tres amigos, o tres veces diez amigos, o quince veces dos amigos.

Desgraciadamente, aquí treinta son treinta. Treinta soledades magras cómplices y celosas.

UN INCIDENTE… Una forma de evitarlo. Mil maneras de disculparlo.

SI JUEGAS A LA POLICÍA, ellos jugarán a los bandidos. Si juegas al buen Señor, ellos jugarán a los demonios.

Si juegas al carcelero, ellos jugarán a los prisioneros. Si eres tú mismo, estarán muy molestos.

UN OJO en ellos, un ojo en el cielo.

Los primeros días te dará un pequeño dolor de cabeza.

AQUEL a quien llamas indiferente y somnoliento, ¿has visto con qué destreza y qué vivacidad es capaz de robar un pastel de una pastelería llena de clientes?

Vive. Nada está perdido.

CUANDO H. llegó, todo engalanado de cualidades, te preguntaste:

— “¿Pero ¿qué hace él aquí?”.

Ahora que lo conoces, te dices a ti mismo:

— “¿Qué puede estar haciendo afuera?”.

ÉSTE es un franco sinvergüenza; viene de la cárcel, lleno de bultos y agresivo; su archivo está adornado con informes prolijos y reincidencias.

Tanto mejor, el trabajo está a medio hacer. En la montaña, es mejor tener que subir que bajar.

A SU LLEGADA, C. es cortés, considerado y honesto. Es un actor. Necesita que le enseñen a ser él mismo.

Y, por último, el tiempo ayudando a convertirse en otro.

T., QUIEN DABA patadas en la tibia, ahora da puñetazos en la cara.

Gran progreso.

TE HA LLEGADO L. de prisión por robar un conejo que compartió con su abuela.

Agradece a la justicia; podría haberte enviado a la abuela.

HE CONOCIDO a uno que ponía tanto empeño al jugar que hasta se desmayó. No tuvo el coraje de contenerse.

Es el mismo que tiró un hacha a su madre cuando ella le negó cuarenta centavos.

Una vez que salió “mejorado” quiso violar a su hermanita a la que hacía tiempo que no veía.

Alternativamente pródigo y avaro, audaz y temeroso, mezquino y desinteresado, éste no es el mismo que cuando duerme.

R. YA SABE que la vida no es para él y, con las manos en las rodillas, ve pasar las horas.

NUNCA OLVIDES de ver si el que se niega a caminar no tiene un clavo en el zapato.

LOS PONES contra una pared: haces una marca unos milímetros por encima de cada cabeza. Esperas que hayan crecido.

Trabajo incesante.

DEBES ESTAR presente, especialmente cuando no estás allí.

SI VAN A ROBAR fresas, siembra una planta de fresa en su patio.

¿CAPACES de todo?

En ti el “todo”.

LES HACES cantar canciones glorificando la belleza del mundo. Y lo que buscan, ojos bajos, es una colilla solitaria.

LES PROPONES juegos de tu juventud y no parecen entender que son más atractivos que otros.

SON CUARENTA. Les preguntas:

— “¿Quiénes son los que quieren jugar?”.

Veinticinco levantan la mano.

Los llevas a todos al patio de recreo y son los otros quince los que juegan.

MIRA a los que se quedan en los bordes de la sala de juegos, rechazados como los torpes de la “plataforma giratoria” de las ferias.

Se les tornará difícil tomar su lugar en la existencia.

FUERON ROBADAS cuatro rebanadas de pan. Investigación rápida. M. es el ladrón.

Te lo traemos.

— “Señor, no lo volveré a hacer, nunca más… se lo juro”.

Está pálido de angustia, llora y se retuerce las manos, se acusa y si fuera más fuerte, se arañaría el pecho.

Meneas la cabeza, atento a este debate entre la herencia y la buena voluntad en ciernes.

Te entrega tres tostadas empapadas de lágrimas: te conmueves. La otra, la seca, se la comerá enseguida, bien escondido, a tu salud.

ANTES DE INDIGNARTE, recuerda de lo que eras capaz cuando tenías su edad.

TE DICES A TI MISMO:

— “Reemplazaré a su padre y a su madre”.

Lo cual no es razón para emborracharse todos los días.

DESCONFÍA: los que se muestran quieren ser vistos, y por eso quieren esconderse.

CUANDO todo va bien, es hora de hacer otra cosa.

ESTA NOCHE son extraños para ti y entre ellos; el ambiente es gris: grumos en un líquido sucio; todo es un fracaso.

Y pasas la noche con este peso en tu corazón, completamente disgustado con ellos.

A la mañana siguiente, los encuentras frescos y exitosos como un pastel bien hecho.

¡QUÉ preocupación constante, qué habilidad asombrosa, qué atención sostenida para evitar el menor trabajo!

Algo así como una central de energía eléctrica que activara un molino para fumar cigarrillos.

SI BOSTEZAN con la boca bien abierta mientras te escuchan contar un cuento, tómalo, si puedes, como una señal de confianza.

NO SE TRATA de que se acostumbren a un adulto, tú, sino de vivir como los demás.

NO LES ENSEÑES a serrar si tú no sabes sostenga una sierra; no les enseñes a cantar si cantar te aburre; no te encargues de enseñarles a vivir si no amas la vida.

MANEJA el scoutismo con precaución.

No deben mirar los modelos que les ofreces como un sapo mira a una mariposa.

NO LES DIGAS:

— “¿Es que soy yo?”.

Puedes ser un adulto modelo. Ciertamente, ya no eres un niño modelo.

Pero cuando se trata de tener coraje, tendrás que tener por treinta; cuando se trate de tener continuidad en las ideas, tendrás que tener por cincuenta; cuando se trate de reír, necesitarás alegría para cien pequeños asqueados.

SI EN EL CORAZÓN del explorador duerme un pequeño caballero, en su corazón ronca un pequeño obrero.

CUANDO LA GENTE te hable de tu dedicación, espero que te sorprendas.

O cambia de trabajo.

A UNO que llora con demasiada frecuencia hazlo limpiar la sala. Si sientes compasión, cambia de trabajo.

No te permitas decir:

— “¡Vaya! Juan, tú hiciste eso… cuánto me lastimaste…”.

Si eso no es cierto, Juan lo descubrirá. Y si eso es cierto, corres el riesgo de aumentar la tasa de delincuencia, aunque solo sea para herir tus sentimientos.

Porque este es un placer del que Juan se ha visto privado desde que dejó a sus padres.

INCLINARSE demasiado sobre ellos es la mejor posición para recibir una patada en la parte trasera.

ÉL ERA un educador que los quería mucho, mucho, tanto que ellos mismos lo convirtieron en un gran pañuelo.

SI QUIERES que sean ellos mismos, y tú sólo puedes desearle, ponte en medio de ellos sin armas y sin coraza, sin castigos y sin recompensas.

Si eres atacado, en última instancia practica jiu-jitsu, que es el conocimiento del hombre con la manera de usarlo.

Hablo por imagen: no se trata de que te salten encima. Si esto te sucede, cambia de profesión: significa que eres demasiado pequeño, que tienes una figura fea o pies planos.

PROHIBIRTE castigar te obligará a ocuparlos.

DESPUÉS de la incontinencia verbal, el castigo es el arma más preciada para los enderezadores de niños.

Y lo más triste es que a los niños les toma gusto por estos vicios de los adultos.

PIENSA que la educación comenzará el día en que la atmósfera se despeje por completo del más mínimo miasma de “sanción”.

Y quizá los más difíciles de desinfectar sean los niños.

SUS DEFECTOS son como cabellos: más los cortas, más duro vuelven a crecer.

UN HÁBITO, rascarse; un defecto, desdibujarse; no perfores el papel.

NO CREAS encontrar en ellos estos defectos milagrosos que serían la gloria de un museo psicológico.

Recogerás una pala de defectos que arrastran las calles.

Si simplemente los coloca en el invernadero, cuidadosamente etiquetados y desempolvados cada mes, proliferarán, crecerán y se volverán monstruosos a la perfección y tu pequeña colección de anormales sorprenderá a los visitantes.

CUIDEMOS a los infractores y castiguemos a los tuberculosos. Veremos que unos se agotan y los otros se multiplican.

ESTE es terco, rebelde y holgazán. Él escapa.

— “Tanto mejor: no había nada que ver con eso; los cerditos se lo comerán”.

Dos años después viene a verte, vestido cómodamente, dueño de una bicicleta comprada con sus ahorros, tiene un buen trabajo.

No te ofendas. La vida tiene mucha más experiencia que tú.

AIREA Y LIMPIA: La maldad es un microbio que asoma en las sombras, el desorden y la suciedad.

Agua, fuego, aire y luz: producen milagros en nuestra profesión.

NO CREAS en los milagros.

Hoy hay sol; el cielo está azul y el viento fresco. Ellos juegan. Escuchar sus gritos de alegría, verlos perseguirse unos a otros y dispersarse para reagruparse en bandas amistosas, finalmente te sientes confiado y abierto.

Bates las manos para aplaudir esta confianza finalmente recuperada, y para llamarlos.

Cuatro de ellos escaparon. Prueba de que el sol no tiene el mismo efecto en ti que en ellos.

HAZLOS cantar, reír y bailar: hazlos correr, sudar, saltar.

El resto es cuestión de prudencia y organización.

NO EXPLORES sus “pequeñas historias entre ellos” sin sujetar la escalera por la que has descendido. Corres el riesgo de asfixiarte como en el fondo de un pozo.

JUAN tomó la tostada de Pablo. Entonces Pablo recibirá una tostada de Juan. Sí, pero Juan tendrá que devolverle a Mauricio el trozo de azúcar que Carlos le había cambiado por un portaplumas que Enrique le había arrancado a Luis, que se lo había quitado a Marcelo a cambio de una patada en la rodilla y amenazas misteriosas, que Marcelo le había robado cuatro bolitas a Pablo, que se las había prestado a Juan.

La verdad está en el fondo del pozo, pero la cuerda con la que tiras de ella es tan larga, que cuando la verdad llegue al borde, estarás tan lejos como para ver solamente el color de su cabello.

TE DARÁS CUENTA de que algunos jueces toman decisiones como los joyeros venden una alianza.

Uno mide el crimen como el otro mide el dedo. A ninguno le importa mucho el resto.

LA JUSTICIA.

O: cuando el abstracto se convierte en empleado judicial.

SI ESTÁN ENCERRADOS, todo lo que puedes hacer por ellos es, como esta anciana que regresa de llevar a pastar a sus conejos enjaulados, trayéndoles tres briznas de hierba viva:

— Hermosa historia, proyectos, canciones de marcha…

Pero eso nunca logrará una muy buena carne.

CRÍA truchas en agua sucia y adquirirán el sabor del barro. Cría ranas en agua clara y sabrán a trucha.

CONSTRUYE un castillo. Maravilloso juego o trabajo esclavo. Todo está en el camino.

EPILEPTOIDES, deprimidos, hipomaníacos… Eso es lo que le preocupa al médico. Tú, tu estribillo debe ser: “¿A qué vamos a jugar?”.

T. ES BRUTAL y terco. No tengas prisa por quitarle esas garras. Son quizá sus únicas cualidades.

P. ES MENTIROSO, H. es insolente, Z. es bromista, y F., que no es nada en absoluto, ¿qué vamos a hacer con ella?

HAY defectos útiles y los que lo son menos.

HÁBILES en olfatear tus defectos varoniles, y oliéndolos de lejos, como la hiena la carroña, para alimentarse con ella.

SI SUS PALABRAS no fueran en vano, tú ya estarías muerto, con los ojos arrancados, la lengua azul y las entrañas entregadas a las moscas (según ellos cuando se enojan).

Si sus palabras no fueran en vano, serían valientes, alegres y honestos, devotos y conscientes de su indignidad (creerles cuando te hablan).

Aún no estás muerto y todavía son un poco crápulas.

NO INTENTES averiguar lo que dicen de ti, entre ellos.

¿Quieren ponerse en marcha cuando te ven venir? Este es tu trabajo.

PORQUE están sucios y negros, quizás imagines que se trata de hacer un gran lavado del que saldrán sinceros y valientes.

Prepara siempre cepillos, jabón, agua, viento y sol. Y luego, día tras día, les regalarás la costumbre de lavarse.

SU vicio está pintado en su cara... “Mira estas actitudes maliciosas…”.

Elige al más malvado de tu equipo, vístelo de pequeño burgués, móntate con él en un vagón de segunda clase y háblale como si fuera tu hijo.

Si no te dicen: “Tu hijito es muy simpático...” es que tu cabeza no invita a la conversación.

EL QUE es capaz de sudar probablemente se salga con la suya.

En cuanto al que sonríe tan dulcemente, ¿alguna vez lo convertiremos en una mujer pública?

ALGUNOS están al borde de la honestidad como un convaleciente al borde de la pradera: su cuarto huele a enfermedad, pero él está tibio allí.

ALREDEDOR de un gran jardín donde los niños jugaban entre la hierba alta y los matorrales misteriosos, alguien puso una valla.

El primer niño que la vio llamó a los demás que, dejando de jugar, se acercaron a mirar a través de los barrotes el resto de un mundo que poco les había preocupado el día anterior. Y el misterio y el placer pasaron, ya inaccesibles, al jardín vecino.

En otras palabras: evita las “prohibiciones” so pena de ver a tu rebaño precipitarse allí y cruzar, a voluntad, las nuevas barreras.

TORPES en el juego, como los búhos en la luz.

Rencorosos, quisquillosos, tramposos, mezquinos y avaros de su aliento.

Además, los mejores hijos del mundo. Prefieren masticar y escupir entre los pies...

DESCONFÍA de las soluciones inmediatas: de nada sirve conectar una lámpara de aceite a la corriente eléctrica.

¿ESTÁN INTOXICADOS debido a los quince años de vida en un ambiente infectado? ¿No tienen gusto por lo que es sano, honesto, humano?

Tu trabajo es precisamente hacerles asimilar aquello de lo que se alejan, saber presentarles lo que necesitan y lo que no les gusta mucho: esfuerzo diario, juegos ordenados, luz plena, agua fresca, grandes palmadas felices en la espalda de amigos sinceros.

ENSEÑARÁS que volar hábilmente está al alcance del más tonto.