Manifiesto ecológico político - Bruno Latour - E-Book

Manifiesto ecológico político E-Book

Bruno Latour

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Beschreibung

En la tradición del fulgurante Manifiesto Comunista, los autores de este libro afirman que un espectro acecha al mundo: el ecologismo. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía hace más de un siglo, ese fantasma no convoca multitudes orgullosas detrás de eslóganes inspiradores. Las preocupaciones ecológicas –el clima, la energía, el acceso al agua, la biodiversidad– están en todas partes y voces de alarma nos taladran la cabeza desde hace décadas anunciando la catástrofe inminente. Pero en vez de traducirse en entusiasmo y movilización, generan angustia, vergüenza, culpabilidad, o incluso irritación frente a lo que se percibe como una "ecología punitiva" que objeta el crecimiento y, por eso, parece pura limitación o retroceso.   Sería fácil explicar esta parálisis invocando las campañas de desinformación, el poder de los lobbies, la inercia de las mentalidades, aunque nada de eso impidió nunca que millones de activistas se lanzaran con energía a sus causas. Con gran potencia conceptual, programática y literaria, Bruno Latour y Nikolaj Schultz sostienen que la falta de reacción obedece a razones más profundas. ¿Cómo podría la ecología política pretender movilizar a las multitudes "hacia adelante", fiel a las tradiciones progresistas, cuando lo que cuestiona es justamente el progreso y el imaginario de la producción a cualquier costo? ¿Cómo persuadir de un proyecto que tiene en su centro las condiciones de habitabilidad del planeta si nuestro aparato mental, moral, organizacional, jurídico, está asociado al desarrollo? Para esa tarea, llaman a constituir una nueva clase ecológica, un sujeto colectivo capaz de articular luchas hoy dispersas y dar, desde cero, la batalla cultural por la hegemonía. El enorme desafío es buscar e instalar una narrativa que, en vez de sembrar pánico y hacer bostezar de aburrimiento, configure un horizonte común y un futuro posible.

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Índice

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Portada

Copyright

Manifiesto

Los autores

I. Luchas de clases y luchas de clasificaciones

II. Una prodigiosa extensión del materialismo

III. La gran inflexión

IV. Una clase nuevamente legítima

V. Una desalineación de los afectos

VI. Otro sentido de la historia en otro cosmos

VII. La clase ecológica es potencialmente mayoritaria

VIII. La indispensable (y demasiado soslayada) lucha por las ideas

IX. Conquistar el poder, pero ¿qué poder?

X. Colmar desde abajo el vacío del espacio público

¿Alguna vez la ecología formará parte de la política cotidiana? Posfacio a la edición inglesa

Bruno Latour, Nikolaj Schultz

MANIFIESTO ECOLÓGICO POLÍTICO

Cómo construir una clase ecológica consciente y orgullosa de sí misma

Traducción de Margarita Polo

Latour, Bruno

Manifiesto ecológico político / Bruno Latour; Nikolaj Schultz.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2023. (Otros Futuros Posibles / dirigida por Maristella Svampa)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

Traducción de Margarita Polo // ISBN 978-987-801-223-0

1. 1. Ecologismo. 2. Ecología. 3. Política. I. Schultz, Nikolaj. II. Polo, Margarita, trad. III. Título.

CDD 320.58

Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d’aide à la publication Victoria Ocampo, a béneficié du soutien de l’Institut Français d’Argentine

Esta obra, publicada dentro del marco del Programa Victoria Ocampo de Ayuda a la Publicación, cuenta con el apoyo del Institut Français d’Argentine

Título original: Mémo sur la nouvelle classe écologique

© 2022, Éditions La Découverte, París, Francia

© 2023, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Diseño de colección y de cubierta: Pablo Font

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: febrero de 2023

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-223-0

Portada de la edición francesa

Manifiesto

Objeto: Cómo hacer surgir una clase ecológica consciente y orgullosa de sí misma

De: Bruno Latour y Nikolaj Schultz

Fecha: Enero de 2022

Difusión: Entre miembros de los partidos ecológicos y sus electores presentes y futuros

Los autores

Bruno Latour dedicó unos quince años de trabajo a las cuestiones de filosofía política vinculadas con lo que ha llamado “Nuevo Régimen Climático”. Nikolaj Schultz está terminando una tesis de sociología en la Universidad de Copenhague sobre lo que él denomina “las clases geosociales”. Ni uno ni otro tiene una posición oficial en uno u otro de los distintos movimientos ecológicos; pero los dos son conscientes de la necesidad de dar a las expresiones políticas de la ecología una base más amplia que la que se ha movilizado hasta este momento. Eso da pie a que, como autores, propongan una lista provisoria de los temas respecto de los cuales sería importante reflexionar juntos para amplificar la acción multiforme de los activistas y de numerosos reponsables políticos. Dado que el estilo es el de un manifiesto, en las páginas que siguen no se encontrarán matices ni notas.

I. Luchas de clases y luchas de clasificaciones

1.

¿Qué condiciones deberían reunirse para que la ecología, en vez de ser un conjunto de movimientos entre otros, estuviese en condiciones de organizar la política en torno a ella? ¿Puede aspirar a definir el horizonte político, como en otros períodos lo hicieron el liberalismo, luego los socialismos, el neoliberalismo y, por último, en fecha más reciente, los partidos iliberales o neofascistas, cuya influencia no deja de crecer? ¿Puede aprender de la historia social cómo surgen los nuevos movimientos políticos y cómo ganan la lucha por las ideas, antes de lograr plasmar sus avances en partidos y elecciones?

2.

Urge dar más consistencia y más autonomía a la ecología, vistos el derrumbe del “orden internacional”, la inmensidad de la catástrofe en curso y la insatisfacción general respecto de la oferta política de los partidos tradicionales, evidenciada por la amplitud de la abstención, entre otros factores. Pero si bien existen muchos movimientos ecológicos e incluso partidos que tienen en alto esas banderas, están lejos de ser los que definen en su entorno, a su manera y con sus propios términos, los frentes de lucha que permitan identificar al conjunto de aliados y de adversarios en el paisaje político. Varias décadas después de sus inicios, siguen dependiendo de las antiguas divisiones, lo que limita su búsqueda de alianzas y disminuye su libertad de acción. Si quiere existir, la ecología política no debe dejarse definir por otros, y en su búsqueda debe detectar –por y para sí misma– los nuevos causantes de injusticia y los nuevos frentes de lucha.

3.

Al basarse sobre la inquietud por una naturaleza conocida por la Ciencia y por fuera del mundo social, durante demasiado tiempo la ecología política descansó en una versión pedagógica de su acción: la situación catastrófica era conocida y, por tanto, se pasaría necesariamente a la acción. Sin embargo, ha quedado claro que el llamamiento a “proteger la naturaleza”, lejos de poner fin a los conflictos sociales o de desviar la atención de ellos, los ha multiplicado. De los chalecos amarillos en Francia a las manifestaciones de los jóvenes, pasando por las protestas de agricultores en India, las comunidades aborígenes que resisten el fracking (la fracturación hidráulica) en América del Norte o las disputas sobre el impacto de los vehículos eléctricos, el mensaje es claro: los conflictos proliferan. Hablar de la naturaleza no es firmar un tratado de paz; es reconocer la existencia de una multitud de conflictos en torno a todos los temas posibles de la existencia cotidiana, en todos los niveles y en todos los continentes. Lejos de unir, la naturaleza divide.

4.

Llamativamente, las preocupaciones ecológicas –más allá de todo, el clima, la energía y la biodiversidad– se han vuelto omnipresentes. Al menos por ahora, la multitud de conflictos no ha adoptado la forma de una movilización general, como pudieron hacerlo, durante los últimos siglos, las transformaciones desencadenadas por el liberalismo y el socialismo. En este sentido, la ecología está en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. Por el momento, parecería que la inmensa diversidad de los conflictos es lo que impide dar una definición coherente a esas luchas. Sin embargo, esa diversidad no es un defecto, sino una ventaja. Sucede que la ecología ha emprendido una exploración general de las condiciones de vida que fueron destruidas por la obsesión de (y solo de) la producción. Para que el movimiento ecológico gane consistencia y autonomía, y esto se traduzca en un impulso histórico comparable a los del pasado, le hace falta reconocer, abrazar, comprender y representar su proyecto con eficacia, agrupando todos esos conflictos en una unidad de acción comprensible para todos. Con ese objetivo, ante todo debe aceptar que la ecología implica división; después, debe aportar una cartografía convincente de los nuevos tipos de conflictos que genera y, por último, debe definir un horizonte común para la acción colectiva.

5.

Si bien es cierto que la ecología está en todas partes y en ninguna a la vez, también lo es que, por un lado, se abre una situación de conflicto sobre todos los temas y, por otro, reina una suerte de indiferencia, de conciliación o irenismo, de espera y de falsa paz. Cada publicación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (conocido como IPCC, su sigla en inglés) genera reacciones exaltadas, pero, igual que en la ópera, los cantos de los guerreros –“¡Marchemos, marchemos, antes de que sea demasiado tarde!”– apenas si logran que los coros se desplacen unos pocos metros. “Todo tiene que cambiar radicalmente”, y nada cambia. Por eso, si bien es imprescindible reconocer un estado de guerra generalizado, se debe admitir a la vez que, por el momento, es difícil trazar frentes claros entre los amigos y los enemigos. Nosotros mismos estamos divididos en torno a numerosos temas, somos víctimas y cómplices simultáneamente. Mientras en el siglo pasado era posible identificar –aunque a grandes rasgos, cierto– los conflictos de clases que permitían, por ejemplo, votar por partidos de ideologías reconocibles, hoy en día es difícil hacer otro tanto, en la medida en que no haya quedado en claro el estado de guerra ecológico. ¿Cómo hablar de conflictos de clases si la propia clase ecológica no se ha definido con claridad?

6.

Siempre causa cierto temor volver a utilizar la noción de clase. Por eso hay que resistirse a la tentación de invocar tal cual el concepto de luchas de clases, sin dejar de reconocer que en el siglo pasado prestó grandes servicios al simplificar y unificar las movilizaciones. La ventaja de esa noción era permitir la delimitación de la estructura del mundo social y material, mientras daba impulso a dinámicas políticas en términos de conflictos sociales y de formación de experiencias y horizontes colectivos. Su papel a lo largo de la historia era claramente descriptivo y performativo a la vez: si bien pretendía describir la realidad social que permitía a las personas posicionarse en el paisaje donde habitaban, nunca estaba separada de un proyecto de transformación de la sociedad. Por lo tanto, hablar de “clase” siempre significa formar filas para entrar en batalla. Del mismo modo, hablar de hacer surgir una “clase ecológica” es necesariamente ofrecer, a la vez, una nueva descripción y nuevas perspectivas de acción. El ejercicio de clasificación, para esta clase en formación que llamamos “ecológica”, es ineludiblemente performativo. De allí lo provechoso de reutilizar el término, aunque conlleve mucha confusión.

7.

Es difícil volver a valerse de la noción de “lucha de clases” porque, a raíz de la cuestión ecológica, se ha vuelto una lucha de clasificaciones. Nadie está de acuerdo respecto de qué compone la clase de la que forma parte. Personas que pertenecen a una misma clase (en el sentido social o cultural clásico) se sienten del todo ajenas a sus pares cuando surgen los conflictos ecológicos; a la inversa, otras reconocen como sus “hermanos de lucha” a activistas que, desde el punto de vista social o cultural, pertenecen a otras formas de vida completamente distintas. De allí el efecto de desorientación que explica, en gran parte, la actual brutalización de la vida pública: respecto de los temas ecológicos, los aliados no están claramente alineados, como tampoco lo están los adversarios. Y eso indigna. Por lo tanto, para que surja una clase ecológica, debe aceptarse esa lucha sobre las clasificaciones y deben encontrarse los criterios de distinción transversales a los conflictos de clases tradicionales (a veces, en cambio, coinciden con ellos). Pese a la sombra proyectada por la tradición de la “lucha de clases”, la ecología política no puede ahorrarse esa incertidumbre sobre la pertenencia a una clase. Debe hacer una y otra vez estas preguntas. “Cuando las disputas son en torno a la ecología, ¿de quién se siente usted cerca y de quién se siente terriblemente alejado?”. Ese es el precio que tiene el surgimiento de una eventual “conciencia de clase”.