Manual pastoral para cuidar el alma y sanar la persona: Poiménica - Ekkehard Heise Rost - E-Book

Manual pastoral para cuidar el alma y sanar la persona: Poiménica E-Book

Ekkehard Heise Rost

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Beschreibung

El Dr Heise se pregunta cómo llega la palabra de Dios a las personas de tal manera que cure las almas. Y la meta de este libro es prepararte para que puedas reflexionar críticamente sobre tu trabajo de curador o curadora de almas, que es una de las tareas nucleares del desempeño pastoral. Para poder lograr esta meta el libro cubre: la historia de la poiménica o cuidado pastoral. los presupuestos teológicos. las metodologías que ayudan en un encuentro de cura de almas. las diversas situaciones donde toca ser curador o curadora de almas para otros. la meta es que encuentres tu estilo de curar almas y que lo puedas justificar teológicamente teniendo en cuenta la situación vivencial de tus interlocutores. Un libro excelente sobre la teología práctica, el involucramiento de la vida propia en la historia que Dios tiene con este mundo y sus habitantes. Ha llegado la hora de la fe viva, del Dios del amor, la hora de la mística. Y con mística no nos referimos a algo esotérico, nebuloso, sobrexcitado, sino un místico es una persona que ha experimentado algo; algo que sirve como fundamento de su vida en adelante. Cuidar el alma significa dar espacio, escuchar empáticamente y acompañar las experiencias de las personas con Dios, sanarlas para que puedan desarrollar su "teología" basada en la historia de su vida con Dios.

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MANUAL PASTORAL

PARA EL

CUIDADO

[DEL ALMA]

Y SANAR

[LA PERSONA]

Poiménica

EKKEHARD HEISE

EDITORIAL CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2023 por Ekkehard Heise Rost.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.cedro.org; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).».

© 2023 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

Manual pastoral para el cuidado del alma y sanar la persona

Poiménica

ISBN: 978-84-17620-75-2

Depósito Legal: B 11638-2023Ministerio cristiano - Consejería y recuperación

REL050000

Impreso en Estados Unidos de América / Printed in the United States of America

Acerca del autor

Ekkehard Heise Rost nació en el norte de Alemania. Estudió teología en Gotinga, Berna y Hamburgo. Trabajó como pastor en obras diacónicas, en una cárcel, con niños de la calle, en villas miserias y en hospitales. Dirigió comunidades en América del Sur y en el área metropolitana de Hamburgo.

Se doctoró en Buenos Aires y dictó clases sobre las áreas de poiménica (cura de almas), homilética (predicación) y diacónica (diaconía). Es autor de libros y artículos en estos campos. En CLIE se editó en 2005 su Manual de homilética narrativa. Actualmente vive como pastor jubilado en Cuxhaven en la costa del Mar del Norte y es profesor del Seminario Evangélico Unido de Teología (SEUT) en Madrid. Está casado y tiene hijos y nietos.

“Escuchadme, yo

hablaré...”.

(Job 13:13)

Para

Swantje Maria

Anna Luisa

Marcelo Federico

Tomás Ignacio

ÍNDICE

PREFACIO 17

§1 ¿Qué es la poiménica y cuáles 21

Las bases de la cura de almas 29

§ 2 ¿Qué es el alma? 31

§ 3 Cuando el alma necesita 39

Historia de la cura de almas 61

§ 4 La Iglesia en los primeros siglos 61

§ 5 La Edad Media 83

§ 6. La Reforma 117

§ 7. La poiménica protestante de 169

La cura de almas hoy 189

§ 8 Cura de almas y cura psicológica 189

§ 9 La cura de almas como praxis guiada 213

§ 10 La cura de almas basada en 231

§ 11 Poiménica en tiempos 243

Conclusión 267

BIBLIOGRAFÍA 271

PREFACIO

Suena el teléfono de mi escritorio. No quiero contestar porque estoy trabajando en este libro; pero al fin, ¿de qué se tratará? Puede que sea algo importante. Levanto el auricular y contesto dando mi nombre. Una voz femenina me da también su nombre que, en este momento, no me suena. Todavía estoy absorto en mi trabajo.

—¿No me conoce? —La voz parece irritada—. —¿Qué está haciendo?

—Perdón, digo, estoy escribiendo algo sobre la cura de almas de los místicos españoles.

—Ah, esto me haría falta a mí: una buena cura de almas —dice la voz que ya he identificado.

Pertenece a una mujer de negocios que me ofreció trabajo para un amigo que está buscando desesperadamente un empleo.

—Dijo: “cura de almas, esto me haría falta” y en su boca suena como si se tratara de un buen tratamiento en un instituto de wellness.

—Cuando quiera —digo yo—. Estamos a sus órdenes. —La risa de mi interlocutora concluye el tema y me lleva al motivo de su llamada.

Estoy contento. Parece que la cura de almas todavía es algo que la gente estima, incluso gente poco vinculada con la iglesia, como es el caso de mi interlocutora por teléfono; aunque, si hablara en serio, no habría pensado en aceptar mi ofrecimiento.

Unos días más tarde, me encuentro con aquella mujer en su despacho. Efectivamente, ha conseguido trabajo para mi amigo y le agradezco su ayuda.

—¿Le debo algo? ¿Cuánto?

Levanta la mirada de su escritorio y me contesta:

—Me puede vender un pedazo de su alma, a lo mejor me sirve...

Estoy desilusionado. Se ve que esta mujer no sabe nada de cura de almas. No se trata de vender nada, menos el alma, ni de pedacitos.

La confusión es común. Aquella mujer representa, probablemente, a la gran mayoría de nuestros contemporáneos. No se puede imaginar lo que es la cura de almas. Muchos asocian las palabras con algo bueno, algo tradicional; pero de otra época, como aquel dulce de membrillo que solía hacer la abuela que vivía en el campo, aunque hoy en día, a lo mejor, compramos en el supermercado o se nos ofrece en frasquitos pequeños de plástico en las confiterías donde se sirve el desayuno rápido y sin mucha conversación.

Para otros, al contrario, “cura de almas” suena a opresión eclesiástica, violencia psíquica, a algo totalmente repugnante.

¿Y en las iglesias? Son pocos los pastores o las pastoras que hablan de su ministerio como “cura de almas”. Parece que se olvidaron de que la dedicación a las almas era una de las competencias centrales de su ministerio; o ¿es simplemente que, en un mundo materialista y posmoderno, ya no se sabe lo que significa la palabra “alma”? De todos modos, las congregaciones buscan a hombres orquesta: pastores (y pastoras) que sepan organizar, ejecutar, administrar, predicar (a veces se dice comunicar), que sean consejeros experimentados y que tengan una apariencia agradable; hombre (y mujeres) de fe, modelos para todos los demás, contagiosos en su ética y compañeros para los jóvenes, pero ¿cura de almas?

Este libro quiere rescatar esta parte importante del trabajo pastoral evangélico. Desea animar a los pastores y las pastoras a que se dediquen a la cura de almas, y que también lo hagan las personas que sienten vocación en este campo: diáconos/as, ancianos, estudiantes de teología, líderes en funciones diversas, y todo tipo de cristiano comprometido. Reiteramos, la cura de almas era la competencia principal de las iglesias durante siglos, y hay señales de que los hombres y las mujeres contemporáneos necesitamos y buscamos, hasta con cierta desesperación, la cura de almas. A las personas que ejerzan este ministerio se les exige los conocimientos y las herramientas necesarias para ofrecer cura de almas a tantos, dentro y fuera de las iglesias, que lo necesitan. Si tomamos el ejemplo de la España moderna, o más bien posmoderna, nos encontramos con una multitud de personas muy distanciadas de la iglesia católica, desilusionadas, hasta contentas de haberse liberado de la tutela de aquella institución opresora, no solamente en asuntos de la fe, pero, a la vez, personas necesitadas, sedientas de recibir apoyo en sus necesidades religiosas, en su espiritualidad. Una cura de almas sin “trabas” y sin “dominación”, por usar la terminología habermasiana, hace falta hoy más que nunca.

Este libro invita al lector a ser parte de una especie de expedición de rescate. Te instamos a “participar” de un compartir, porque de esto se trata, que cada lector y cada lectora encuentren lo que a él o a ella le sea importante en el campo poiménico. Salimos a la búsqueda del arte de curar almas. Repasamos conceptos y prácticas del pasado y de la actualidad. Registramos a personajes conocidos por su espiritualidad que interesaron a muchas personas que, en su momento, los consultaron. Revolvemos los escombros de edificios teológicos errados y nos atrevemos con regiones de otras disciplinas donde a veces se pierde la pista de lo buscado. Al final, cada uno de nuestros lectores habrá llenado su mochila con algunos objetos que en su conjunto forman, a lo mejor, lo que supuestamente constituye, de ahora en adelante, la base de su arte particular de curar las almas, al que se dedicará con rigor científico desarrollando su poiménica.

Este manual de poiménica no procura tanto presentar todas las temáticas de la misma por completo, tampoco las juzga según una opinión teológica antes formada, sino que nuestra finalidad, más bien, es que el lector, participando de la empresa de rescate de lo olvidado o de lo perdido del arte de la cura de almas, llegue a bosquejar su propia poiménica. A partir de esta, a manera personal, se va a proponer (y ejecutar) una cura de almas que corresponda a las necesidades de las personas a las que se dirija y, a lo mejor, esto los anime a cargar con la responsabilidad de ser su cura o su curadora de almas1.

Si el lector busca una introducción práctica a las metodologías poiménicas, recomendamos el material del Programa de Teología – Nivel 2, Área teología Práctica, Introducción a la Poiménica por Ekkehard Heise, ed. SEUT, El Escorial 2007.

A un nivel más popular, el TALLER TEOLÓGICO del SEUT ofrece el material de su curso de poiménica: ¡Oíd atentamente mi palabra y dadme consuelo!, por Ekkehard Heise, ed. SEUT, El Escorial 2009.

Las bases de la cura de almas

Si definimos, con Dietrich Rössler y Gert Hartmann, la cura de almas como la ayuda para ganar la sensibilidad y la certeza de estar vivo, de participar de la vida, de tener y ser vida, entonces estamos en condiciones de detectar sus distintas formas en la historia, aún más allá de los 20 siglos de cristianismo.

Si ya desde los primeros siglos de la Iglesia se habla de la cura de almas (la palabra latina CURA significa cuidado, atención, asistencia, preocupación, sanar, interés), la preocupación por la certeza de participar de la vida se remonta a tiempos más arcaicos, así como la interpretación de la misma.

Donde la vida se entiende como una relación con un Dios personal, la cura de almas toma el aspecto de una preocupación por la relación del ser humano con este Dios. En el cristianismo, la preocupación de la cura de almas se concentra en la aceptación de la relación ya establecida por Dios que a menudo ha sido dañada por el hombre y, por ende, se trata de la aceptación de la reparación de esta relación Dios/Hombre ya hecha por Dios mismo.

Desde la filosofía griega, nos viene el concepto de alma como la parte inmortal del ser humano y, por eso, objeto de la mayor atención pedagógica y terapéutica. Por la importancia que este concepto filosófico griego tenía en la historia de la cura de almas cristiana (y lo sigue teniendo en el entendimiento popular, pero más que nada para diferenciarlo del concepto integral de alma en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) tratamos de la preocupación que tenía Sócrates, según el relato de Platón, acerca de las almas de los atenienses. Pero antes de seguir con los psicoterapeutas griegos se nos plantea la pregunta fundamental: ¿qué es el alma? Vamos a aclararla.

§ 2 ¿Qué es el alma?

2. 1. Todos los seres humanos tenemos un alma

El teólogo Jürgen Ziemer15 de la Universidad de Leipzig (Alemania), pone hincapié en el hecho que el alma es algo que forma parte de todo ser humano. Es “una constante antropológica” vulnerable y expuesta al peligro de sufrir daño. Jürgen Ziemer explica:

«En términos generales, se puede entender el alma como una instancia directiva inmaterial, la que se refiere a la parte psíquica, al igual que a la parte espiritual, de la existencia humana. Hay una cantidad de conceptos que se pueden considerar casi como equivalentes del concepto de “alma”. La mayoría de ellos ya se usan en la Biblia: aliento, vida, corazón, psiqué, el yo mismo, persona, centro. El conjunto de todas estas nociones puede llegar a definir lo que llamamos “alma”. Para el conocimiento del “alma” y, como consecuencia indirecta, para el entendimiento de la “cura de almas”, dos aspectos son de especial importancia.

Por un lado, “alma” es como una constante antropológica. Ser humano significa tener un alma. El que perdió su alma está triste sin consuelo, como el Peter Schlemihl, que perdió su sombra16. El que actúa sin alma parece inhumano y lo es. Alma tiene que ver con sensibilidad y apertura, es decir, con humanidad.

Por el otro lado, “alma” es algo vivo, algo en estado de nacimiento y, por ende, puesto en peligro. El “alma” puede ser formada e influida desde afuera. Se puede “torcer” unas almas y “pisotearlas”. El hombre puede “perder su alma”». (Mt 16: 26)17.

Esta definición es muy amplia. Recurre a experiencias comunes de todos los seres humanos. Para Ziemer, “alma” es un concepto antropológico. La antropología es el estudio del ser humano en su diversidad biológica, cultural y social. La definición de alma de Ziemer no tiene nada que ver, hasta ahí, con la religión ni con la teología. Ya en tiempos arcaicos los pueblos han hecho observaciones que se entienden en relación con el “alma”, como un aspecto del ser humano.

2. 2. El alma en la antropología de

pueblos indígenas

Los conceptos de alma de algunos pueblos indígenas, que preservan creencias tradicionales, independientes de las grandes religiones, se basan en observaciones que hace también el hombre contemporáneo del mundo moderno. Se distingue dos líneas de reflexiones:

a.) Hay cuerpos muertos y cuerpos vivos. Lo que falta a los muertos; o sea, lo que los cuerpos vivos tienen y hace que sean activos, llenos de energía, dinámicos, se llama el alma. El alma pertenece entonces a la respiración o al corazón. Va y viene con el aliento. Forma parte de la sangre.

b.) Cuando dormimos, entramos a un mundo distinto, el mundo de los sueños. Se llama alma a la persona en cuanto actúa en este mundo paralelo y de las sombras. Ella es algo como una sombra nuestra en el mundo de los sueños.

Se ve la diferencia entre estos dos conceptos:

El alma del tipo (a), es una fuerza que da energía y vida al cuerpo. Cuando carece de ella, el cuerpo se debilita. Si se va del cuerpo, la persona muere.

El alma del tipo (b), se distingue cuando la persona está inactiva, durmiendo. Tiene más de una vida virtual como antípoda a la vida real. Cuando la persona muere el alma sigue en el mundo de las oscuridades.

En ambas concepciones se puede plantear la pregunta, ¿qué pasa con el alma cuando muere el cuerpo? Para el alma que ya, desde siempre, pertenece al mundo de las sombras, es posible imaginarse un lugar donde las almas persisten aún sin los cuerpos en un mundo inferior al de los muertos. Algunos pueblos conocieron un lugar subterráneo de oscuridad, silencio y olvido. En el concepto del alma como energía de vida, la pregunta sobre el quehacer del alma después de la muerte del cuerpo, a menudo se contestó con la idea de una trasmigración de las almas. Por ejemplo, se explicó: “El alma de una persona muerta va al cuerpo de una mujer para volver a nacer”. La idea de una trasmigración de almas se encuentra, no solamente en la fe de pueblos indígenas, sino también, por ejemplo, en la antroposofía de Rodolfo Steiner o en corrientes del esoterismo posmoderno.

2. 3. La “psicología” griega

Al lado de la ópera de Madrid hay una tienda “Todo por la música”. En su escaparate, decía un cartel: “El hombre, en su alma, tiene un rincón donde solo la luz de la música puede llegar”; y, en otro escaparate, se lee al aforismo de Émile Michele Cioran, “Si no hubiésemos tenida alma, nos la habría creado la música”. Estas citas, en el centro de una gran urbe, son ejemplos de cómo el concepto griego del alma está presente entre nosotros hoy en día.

“Alma”, en griego, es psiqué (yuchv), de donde viene nuestra palabra “psico-logía”. También la psicología griega conoce el concepto de la trasmigración de las almas inmortales. Se le agrega un aspecto ético–pedagógico.

La base de la filosofía platónica es un dualismo ontológico; es decir, la diferenciación entre el mundo de lo manifiestamente perceptible y el mundo de las ideas o de las formas. Todas las ciencias, en su búsqueda de conocimiento, se refieren al mundo de las ideas. Allí se encuentra lo absoluto, frente al que, lo sensible, no tiene importancia. Del hecho que el alma humana es capaz de conocer algo de las ideas eternas, Platón deduce que el alma pertenece originalmente al mundo absoluto. Su Teoría de la Reminiscencia explica cada acto de conocimiento humano como una especie de recuerdo que mantiene el alma desde su preexistencia: conocer es recordar.

Por su propia culpa, las almas cayeron desde un estado de preexistencia en el mundo de las ideas y se involucraron en el mundo mortal y relativo. Se tenían que encarnar, en este mundo corpóreo, en la medida en que habían logrado participar anteriormente de la verdad absoluta. Las almas que más conservaban de la verdad ideal se incorporaron en niveles más altos como sabios o amantes de la belleza.

Durante su vida en el mundo corpóreo, las almas tienen que mostrar y desarrollar su origen del mundo de las ideas. Después, en una existencia posterior, serán elevadas a niveles más altos o castigados a vivir en cuerpos inferiores, por ejemplo, de animales; siempre con la tarea de mejorar y de lograr su destino inmortal.

El alma humana, el psiqué, en la psicología griega, pertenece, pues, de cierta manera, a los dos mundos. Vive atada a un cuerpo concreto, a su vez expuesto a la muerte y a lo relativo, y, por el otro lado, tiene la memoria de su preexistencia en el mundo de las formas ideales y anhela volver allá, a su destino inmortal. De ahí, el alma humana posee la razón que da a la persona el conocimiento y las virtudes resultantes. Cada ser humano, por medio de su razón, puede intentar imitar algo de las formas ideales en su contexto y realizar, de esta manera, un poco de justicia, belleza y verdad. Del mundo de lo relativo llegan al alma el timós que es la valentía, un impulso noble y bueno, y la epitimía que es la concupiscencia baja a la que el ser humano se encuentra atado. La razón, la valentía y la concupiscencia son los tres estados del alma, fuentes de motivación del actuar humano.

Se ve que el aspecto ético-pedagógico de la psicología griega, que antes mencionamos, lleva a una moral que apunta a un allá del mundo corpóreo, sensible, hacia una espiritualización de la vida como el ideal de toda sabiduría. La psicología griega lleva a la persona hacia un esteticismo donde le llegará la música más elevada, pero, difícilmente, escuchará los gritos de las víctimas diversas que generan nuestras sociedades por sus actos violentos contra pobres y marginados.

2. 4. Una definición del alma a base de la Biblia

La revalorización del Antiguo Testamento en la teología de las últimas décadas, lleva a una crítica de la división del hombre, según la filosofía griega, en cuerpo y alma. El concepto de alma, en el Antiguo Testamento, es muy distinto al concepto de la filosofía griega. Para el hombre del Antiguo Testamento y, siguiendo a este, para la mayoría de los autores del Nuevo Testamento, la vida es una unidad psicosomática.

Según Gn 2:7. Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida. De esta manera, el hombre llega a ser un alma viviente (). Alma y carne precisan la presencia de Dios y son cada uno sinónimo para la totalidad de la persona.

“Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua…”. (Sl 63:2).

Hablando de vp,n, el Antiguo Testamento se refiere al ser humano entero. Todas las almas pertenecen a Yahvé; y si un alma peca, muere la persona

“Mirad: todas las almas son mías, el alma del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El alma que peque morirá”. (Ez 18:4).

También en el Nuevo Testamento, el hombre es una unidad de cuerpo y alma. Las palabras cuerpo y alma significan las distintas apariencias de la mismapersona. Cada una de las dos palabras puede referirse a la totalidad del ser humano. El hombre no tiene un cuerpo, sino que el hombre es cuerpo.

Esta profunda verdad teológica ya la subrayó Martín Lutero, cuando dice del ser humano: “CARO EST, NON CARNEM HABET”18.

Ulrich Eibach, catedrático de teología sistemática y bioética, ofrece una definición muy interesante:

“El cuerpo es el campo de expresión del sujeto (persona) y el campo de entrada de su contorno y de su ámbito; el cuerpo es el campo de intersección de la naturalidad, la espiritualidad y la sociabilidad del ser humano”19.

En un primer momento, esta definición parece indicar que la teología se suma a las voces que insisten en un concepto materialista, al menos en la antropología. Pero no es así. Si bien el hombre es cuerpo, no se consume en su existencia corporal. Una enfermedad, p. ej., le hace tomar distancia frente a su corporeidad. En el dolor, en el sufrimiento, despierta la conciencia de una diferencia entre yo y el cuerpo.

Sin embargo, tener un cuerpo es sin duda una manera de también ser cuerpo. Si, por ejemplo, el apóstol Pablo habla (en Ro 6:12; 1 Cor 6:13) de nuestros cuerpos, se refiere a un aspecto de nuestro ser humano que es la fragilidad y la mortalidad.  y se refieren al hombre entero como parte de la esfera de lo visible y transitorio, de lo efímero.

Lo mismo vale para el Antiguo Testamento: La palabra rc;B(carne); significa el ser humano en su dependencia de Dios creador que hace con su  (aliento de vida, espíritu) de ; (tierra) una  (alma, ser viviente).

La unidad y la división del cuerpo y del alma se expresen mejor por medio de un concepto de relaciones. El ser humano en su totalidad es cuerpo y el ser humano también en su totalidad es alma. Según la definición de Eibach, el ser humano es cuerpo en todas las relaciones en las que se desenvuelve la vida de una persona: en relación con sus prójimos, con la sociedad y con la naturaleza. Un ser humano, como cuerpo, se enamora, se desarrolla en su labor cotidiana, forma parte de grupos sociales, enferma, es débil dependiente de su naturaleza, etc.

Siguiendo en esta línea antropológica, ahora, las palabras alma y espíritu se refieren también al ser humano entero; pero en su relación con Dios, en su ser llamado por Dios. Cuerpo es todo el hombre en cuanto a su carácter efímero. Alma es todo el hombre en cuanto Dios le dirige su palabra. Sin embargo, es importante notar que el ser humano, según la antropología bíblica, no es primeramente un alma (persona, yo, mente, espíritu) frente a un cuerpo ajeno al yo; sino que, en la unidad de su alma y su cuerpo, es un yo frente a Dios, frente al prójimo y frente a la naturaleza. El ser humano es un ser enfrentado y, por ende, un ser limitado. Encuentra sus límites frente a Dios, al prójimo y a la naturaleza.

En cada enfrentamiento el hombre es llamado, en su totalidad, como cuerpo y como alma. No responder a este llamamiento, o cerrar los ojos respecto a su situación ante Dios y el prójimo, significa pecar. El pecado involucra todo el ser humano, como cuerpo y alma. El pecador ha perdido su punto de referencia, que hacía de él un ser orientado, centrado, correctamente ubicado en sus relaciones con Dios y el prójimo. El centro del ser humano como creación de Dios está entonces fuera de sí mismo. El centro que crea la vida y que le da su integridad no se encuentra en el hombre, o en un esfuerzo de fundirse con el universo, sino que es constituido por su dependencia del creador. El centro y el punto de referencia en todas las cuestiones de la vida, como seres humanos, lo encontramos EXTRA NOS20 (fuera de nosotros mismos). La vida, nuestra existencia entera, depende desde su principio del don de Dios, que es el Espíritu animador, su llamada vivificante. Sin este don de Dios, la vida se deshace, pierde su integridad, da lugar a la muerte.

Ahora volvemos a los fundamentos de la cura de almas cristiana. En el correr de su historia, nos daremos cuenta de que los distintos enfoques no siempre fueron desarrollados a base de una definición única de lo que es el alma. La filosofía griega mantenía una influencia muy fuerte sobre la poiménica cristiana y la definición bíblica que acabamos de exponer, ya que no siempre podía imponerse con toda claridad. Las distintas épocas de la historia y sus cosmovisiones ejercieron su autoridad sobre la teología e influyeron también, por sus diferentes conceptos antropológicos, en la praxis de la cura de almas.

Escribió un libro sobre la cura de almas que existe solamente en alemán. Su título es: Seelsorgelehre, Göttingen 2000. En www.teologie-online.de se encuentra una traducción al español de un artículo que se basa en este libro. Se lo encuentra en www.theologie-online.uni-goettingen.de/pt/ziemer_sp.htm.

La maravillosa historia de Peter Schlemihl de Louis Charles ADELAIDE DE CHAMISSO (+1838), nos cuenta cómo un imprudente joven vende su sombra a un misterioso personaje a cambio de una bolsa mágica de oro, y las terribles consecuencias que le acarrea semejante decisión.

http://www.theologie-online.uni-goettingen.de/pt/ziemer_sp.htm (encontrado 23/09/2009).

WA 2, 415, 14. RESOLUTIONIS LUTHERANAE SUPER PROPOSITIONIBUS SUS LIPSIAE DISPUTATIS del año 1519.En esta obra Lutero aclara algunos puntos de la disputa de Leipzeig.

EIBACH, Ulrich, Heilung für den ganzen Menschen, Theologie in Seelsorge und Diakonie/tomo 1, Neukirchen 1991, p. 69.

Profundizamos sobre este concepto luterano más abajo.

§ 3 Cuando el alma necesita

ser curada

3. 1. Cura de almas griega

En la Apología de Sócrates encontramos la primera mención del concepto preocuparse por el alma. Platón relata cómo Sócrates critica a los atenienses por esforzarse solamente por la acumulación de dinero, fama y honor, sin preocuparse por el entendimiento, la verdad y por el alma, para que esta se encuentre en mejores condiciones.

Cura de almas significa, según Platón (427-347 a. C.), trabajar por el mejoramiento y el desarrollo de mi ‘propia’ alma. Como especialista en esta tarea, Platón presenta a Sócrates y su concepto de una introspección con el fin de conocerse a sí mismo (gnwqι seautoν).

Después de la preocupación por mi propia alma, la filosofía griega se dirige también a los demás, con el fin de que ellos también se puedan preocupar por el mejoramiento –la cura– de sus almas. Además, la curación de las almas es para Platón parte de la tarea del estado, que tendría que regularla por medio de leyes.

La parte más importante del alma, la que pertenece ya a la trascendencia, es su capacidad de razonar. Con el énfasis en mejorar esta parte espiritual, la parte buena, duradera e importante, la cura del alma (sing.!) , la psicoterapia de los griegos adquiere su carácter ético–pedagógico que le lleva a una moral que favorece un retiro del mundo corpóreo despreciable y apunta a una espiritualización de la vida como el ideal de toda sabiduría.

Este ideal griego mantiene su influencia y su atracción hasta hoy en día. No son pocos los contemporáneos que combinan sus creencias cristianas con el pensamiento humanista de un hombre perfecto en su saber universal, su cosmovisión y juicio claros; y con un dominio seguro de sí mismo. A menudo son elogiadas estas personas cultivadas y civilizadas, aparentemente en harmonía consigo mismos y con su entorno, renunciando a todo lo efímero, sensual, profano y frívolo de este mundo. Como padres, superiores o jefes, causan no pocos complejos de inferioridad en sus subordinados. A veces llegan a una profunda confusión cuando sienten que es Dios que espera de ellos una vida según los ideales humanistas. ¿Qué pensará si no los cumplen a la perfección? Para la cura de almas es importante tener claro que semejantes exigencias provienen de épocas precristianas.

3. 2. Cura de almas en el Antiguo Testamento

El concepto de alma que encontramos en los diferentes autores del Antiguo Testamento, es muy distinto al concepto de la filosofía griega. Para el hombre del Antiguo Testamento la vida es una unidad psicosomática. Según Gn 2:7 Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida (); de esta manera, el hombre llega a ser un alma viviente (). Alma y carne precisan la presencia de Dios y son cada uno sinónimo para la totalidad de la persona

“Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua…”.

(Salmo 66:2).

Hablando de vp,n<, el Antiguo Testamento se refiere al ser humano entero. Todas las almas pertenecen a Yahvé; y si un alma peca, muere la persona.

“Mirad: todas las almas son mías, el alma del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El alma que peque morirá”. (Ez 18:4).

Toda la vida es expuesta a la muerte:

“¿Qué hombre vivirá y no verá muerte? Librará su vida ()) del poder del seol?”. (Sl 89:49).

La preocupación mayor del ser humano no puede ser una cura de almas como actividad humana para el mejoramiento y el desarrollo del estado de su alma, sino que cada ser viviente depende de la presencia de Dios:

“Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser y vuelvan al polvo. Envías tu espíritu, son creadas...”.(Sl 104:29s).

La preocupación por el alma en el Antiguo Testamento es preocupación por la certeza de tener contacto con el manantial de vida que es el Dios vivo:

“Esperanza de Israel, Yahvé: todos los que te abandonan serán avergonzados, y los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos, por haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yahvé”.

(Jr 17:13).

La definición de D. Rössler: “Cura de alma es la ayuda para ganar la certeza de tener vida (Lebensgewissheit); ella apunta a fortalecer, promover, renovar o fundamentar esta certeza”, se puede formular de forma muy parecida para el Antiguo Testamento: “Cura de alma es la ayuda para ganar la certeza de tener contacto con la fuente de vida que es Yahvé mismo, ella apunta a fortalecer, promover, renovar o fundamentar esta certeza”.

En última instancia es Yahvé mismo el que se dedica a curar las almas cuando vuelve a asegurar su presencia, según sus promesas. Por consiguiente, la oración, el diálogo con Dios, es un lugar privilegiado de cura de almas veterotestamentaria:

“¿Hasta cuándo tendré conflictos en mi alma...? Mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Yahvé porque me ha hecho bien”.(Sl 13:2+5s).

A continuación, profundizamos lo recién expuesto con los ejemplos de los salmos y del libro de Job.

3. 2. 1. La cura de almas de los salmos

Con los salmos, el Antiguo Testamento ofrece, según Christian Möller, profesor emérito de teología práctica en Heidelberg, algo así como una ayuda para la respiración (Atemhilfe)21. Esta imagen por su visión totalitaria me parece muy acertada. Cuando perdemos el aliento, también sufre nuestra alma.

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Dios, el alma mía...”.(Sal 42:1).

Es el aliento de Dios que hace de nosotros seres con vida (Gn 2:7), almas vivas, que coincidimos en la alabanza a Él, “Todo lo que respira alabe a Yahvé”. (Sl 150:6). Si Dios no respira más en nosotros, dejamos de existir:

“... les quitas el hálito, dejan de ser y vuelvan al polvo. Envías tu espíritu, son creados...”. (Sl 104:29s).

Cura de almas es prestar atención a la consonancia humana con el movimiento del espíritu creador de Dios.

La mejor cura de almas, la más bella y la más importante en el sentido hebraico, es conseguir que el ser humano concuerde en la lamentación y la alabanza ante Dios, porque así vuelve a encontrarse con el ritmo de la respiración de Dios y orienta su alma plenamente hacia Dios, hacia el hálito del cielo22.

La cura de almas que ofrecen los salmos consiste en proporcionar las palabras para que el ser humano, como individuo o como pueblo, pueda expresar su vida en sus alegrías, peligros, penas, angustias, deseos de venganza, broncas, iras, alabanzas y gratitudes frente a Dios. Los salmos son palabras de vida en el doble sentido de hablar de la vida y de ser palabras para la vida. Son palabras que relatan la vida humana, la exponen frente a Dios y le dan vida porque hablan de la presencia de Dios, que es la fuente de toda vida.

Los salmos proporcionan las palabras para expresar los problemas, el miedo, la aflicción. La angustia mayor es la que no tiene palabras. El lenguaje de los salmos usa imágenes que conocemos de los sueños y las pesadillas:

“¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas me llegan hasta el cuello!”. (Sl 69:2).

“Me hundo en el cieno del abismo, sin poder hacer pie; he llegado hasta el fondo de las aguas, y las olas me anegan”. (Sl 69:3).

“Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta”. (Sl 22:16).

“Estoy exhausto de gritar, arde mi garganta, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios”.(Sl 69:4).

Así los salmos ofrecen palabras a las personas en sus angustias hasta las más desesperadas, gritos, pidiendo socorro hasta para preguntar por Dios. Cristo, en la cruz, gritó, sirviéndose de unas de ellas:

“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?”.(Sl 22:1).

Los salmos ayudan a expresar ansiedades, miedos y penas, pero no nos dejan solos con esto. Saber expresar su miedo es el primer paso, es importante tener palabras y con ellas entrar en un diálogo con alguien para así vencer el miedo. Si las palabras de la Biblia son conocidas, aprendidas de memoria ya en la niñez, en los momentos de necesidad surgen como amigos, acompañantes que abrigan el dolor y la desesperación, al igual que expresan alegría y júbilo en otros momentos. Quien tiene las palabras del salterio a su disposición, y las usa en situaciones excepcionales, ya no reza cualquier poesía, sino que habla con Dios y, como diría Dietrich Bonhoeffer, habla con las palabras que Dios quiere que diga23. Los salmos nos hacen entrar en un diálogo con Dios. Nos colocan frente a Dios y nos demuestran a Dios en una forma muy concreta, con muchas imágenes, caras de Dios, que responden a nuestras angustias, necesidades, anhelos de ser protegido...

“Yo te amo, Yahvé, mi fortaleza, mi salvador, que de la violencia me has salvado”. (Sl 18:2).

“Yahvé, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio”. (Sl 18:3).

Los salmos hablan de una fuerza y un poder que cambian algo importante en la vida del individuo y del pueblo:

“De un instante es su cólera, de toda una vida su favor; por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alegría”. (Sl 30:5).

La cura de almas del salmista llega a su culminación, cuando no solamente toma de la mano a su lector, facilitándole las palabras para expresar su angustia, y presentándole a un Dios que le espera justamente ahí, en el abismo, en la más profunda depresión, sino que, en el momento preciso, el salmista suelta la mano del lector y le hace hablar solo, dirigiéndose a Dios. Esto pasa dentro de un solo salmo: p. ej. en el Salmo 23:

Primero escuchamos estas imágenes tan familiares en las que generaciones se apoyaron en ellas:

“Yahvé es mi pastor, nada me falta.

Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce,

y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre”. (vv. 1-3).

Pero ahora viene la prueba: ¿qué pasa cuando la vida se presenta muy difícil, cuando las sombras de la enfermedad y de la muerte me acechan en mi camino? Cuando pase por valle tenebroso... (V. 4a) ahora el salmista no habla más de Dios, sino que, como para asegurarse de la realidad de la presencia concreta de Dios, se dirige directamente a Él, habla con Dios: “Ningún mal temeré, porque tú vas conmigo”. (v. 4b); y es como si se dejara caer en unas manos grandes protectoras, cariñosas, cuando dice:

“…tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan”.

“Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa”. (Vv. 4c + 5).

Al final surge otra vez distancia. Es como si escucháramos el profundo respiro, cuando concluye:

“Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahvé a lo largo de los días”.(v. 6).

Donde en las Biblias traducidas el salmista dice “yo” o “mi vida” en el texto original hebreo dice  (alma, mi existencia, todo mi ser).

El lenguaje de los salmos es el lenguaje del alma. A este, raras veces se presta atención en lo cotidiano. Estamos acostumbrados a un lenguaje directo, al menos profano, concreto. Pocas veces leemos entre líneas y, a menudo, falta tiempo para escuchar y descifrar las imágenes. Cuántas veces en el correr de un día violentamos el alma de alguien, o de nosotros mismos, por suprimir y pasar por alto algo que se nos dice en lenguaje simbólico. Hay alegrías que son tan grandiosas y verdades tan avasalladoras, que nos faltan las palabras. Entonces, recurrimos a dichos, citas e imágenes conocidos. El cura de almas tiene que estar atento cuando alguien le dice... “Mi alma rehusaba el consuelo...”.(Sl 77:3).

3. 2. 2. Job.Un pedazo de historia de la cura de

almas hecho literatura