Mártires y santos, en el centro de la historia - Juan Antonio Martínez Camino - E-Book

Mártires y santos, en el centro de la historia E-Book

Juan Antonio Martínez Camino

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Beschreibung

Los mártires y todos los santos constituyen la médula de la historia, pues en ellos la aventura humana alcanza ya su meta. Quien pregunte por el sentido de la historia, allí encontrará respuesta. Los mártires del siglo XX dicen por qué esa época de campos de exterminio y guerras totales no fue un puro absurdo. Los Apóstoles y los mártires romanos revelan el secreto de la nueva civilización emergente, de la que san Agustín y san Benito son ya fruto granado. Domingo y Francisco traen una renovación carismática que en Buenaventura y Tomás de Aquino encuentra su expresión teológica. En la época de los grandes viajes Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús redescubren el aliento universal de la misión de Cristo. La evangelización del mundo globalizado de hoy mira a tres grandes mujeres: Teresa de Lixieux, Teresa Benedicta de la Cruz y Teresa de Calcuta. En este libro se ensaya una historia hagiocéntrica de la Iglesia, pautada por los santos y sus misiones, más que por papas, obispos y concilios. Es una historia aún por hacer, pero exigida por la enseñanza del Vaticano II y de Gaudete et exsultate, que asume la teología de un Balthasar y un Ratzinger. La Iglesia de los santos alumbra mejor el sentido divino de la historia humana.

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Juan Antonio Martínez Camino (Ed.)

Mártires y santos, en el centro de la historia

Del Vaticano II a Gaudete et exsultate

© El editor y Ediciones Encuentro, S.A., Madrid 2021

Esta obra ha sido publicada con la colaboración del Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Colección 100XUNO, nº 87

Fotocomposición: Encuentro-Madrid

ISBN EPUB: 978-84-1339-403-9

Depósito Legal: M-18404-2021

Printed in Spain

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa

y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Conde de Aranda 20, bajo B - 28001 Madrid - Tel. 915322607

www.edicionesencuentro.com

Índice

Presentación

Relevancia de los mártires y los santos en la teología y Magisterio recientes

Hacia una historia hagiocéntrica de la Iglesia

Interés de una comprensión de la Iglesia centrada en los mártires y los santos

Los autores

I .Gaudete et exsultate: La alegría y el combate de la santidad según el papa Francisco

1. Gaudete et exsultate: Visión de conjunto

Estructura de la exhortación

Algunos acentos

2. El programa de la santidad: Las bienaventuranzas

Breve historia de la interpretación de las bienaventuranzas

La transmisión evangélica de las bienaventuranzas

Las bienaventuranzas del primer discurso de Jesús

El capítulo III de Gaudete et exsultate

3. Amenazas y rasgos de la santidad en nuestros días

Introducción: Dios nos quiere santos

La santidad hoy: amenazas

La santidad hoy: retos y oportunidades

Rasgos de la santidad

Conclusión

4. El combate de la conciencia en san Ignacio de Loyola y el papa Francisco

«Presupongo ser tres pensamientos en mí» [32]

Francisco: frente al inmanentismo antropocéntrico, combate y discernimiento

El combate cristiano en la tarea de la evangelización

II. Los santos en la teología y en la misión de la Iglesia

5. Misión y misiones de los santos, en especial de los mártires, según H. U. von Balthasar y J. Ratzinger/Benedicto XVI

Origen de las teologías de los santos de Balthasar y Ratzinger: su común interés por la renovación de la teología y de la vida de la Iglesia

Balthasar: por una «teología arrodillada» que haga valer la misión de los santos para la vida del mundo

Ratzinger / Benedicto XVI: Los santos, fuente de la teología y de la vida cristiana

Conclusión

6. La teología de los santos según Marie-Joseph Le Guillou

El teólogo Le Guillou

La plenitud católica de la experiencia espiritual

La santidad vivida es una fuente de la teología

De los santos a una nueva inteligencia teológica

7. La santidad de la Iglesia, «patente» de salvación que le queda al hombre de hoy

La respuesta a la pregunta que nadie se plantea

El impacto del cristianismo en la historia genera la espera de futuro

¿Una patente de salvación por la santidad de la Iglesia?

La consiguiente percepción de la historia por el hombre contemporáneo

Santidad: la alternativa radical del cristianismo

Los santos hacen «presente» la parusía viviendo de Dios

Repertorio bibliográfico esencial para profundizar en la materia

III. Hacia una historia de la Iglesia como historia de los santos

8. Principio: apóstoles y mártires

Introducción: la supremacía de Dios

Los santos en la época apostólica

El martirio a la luz de Cristo

Ethos, culto e historia

Conclusión: Los últimos frescos de Miguel Ángel

9. Bases: san Agustín y san Benito

Reflexión introductoria: el santo, el pensador y el político

San Agustín y san Benito en los fundamentos de la cristiandad occidental

Labor coetánea y legado de otros grandes fundadores de Europa en la Italia de san Benito

La evangelización de Europa y la configuración de la cristiandad occidental: herencia de san Agustín y san Benito

Las grandes líneas de san Agustín y san Benito

10. Renovación: Domingo y Francisco, Buenaventura y Tomás de Aquino

Introducción

San Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, mendicantes de la palabra y la fraternidad

De la nueva comunidad a la escuela teológica como camino de santidad: san Buenaventura y santo Tomás

Conclusión

11. Misión: Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús

Transformación de santa Teresa

Y de sus seguidores

Transformación de Ignacio de Loyola

Y de sus seguidores

Conclusiones

12. Nueva evangelización: Teresa de Lisieux, Teresa Benedicta de la Cruz y Teresa de Calcuta

Introducción

La «nueva evangelización», ¿un periodo de una historia hagiocéntrica de la Iglesia?

Una nueva actitud del corazón: Teresa de Lisieux (1873-1897)

Una nueva actitud intelectual: Teresa de Benedicta de la Cruz (1891-1942)

Una nueva actitud de la voluntad: Teresa de Calcuta (1910-1997)

Conclusión

Bibliografía

I. Sobre Gaudete et exsultate

II. Teología de los santos y de la santidad

III. Historia de los santos y de la santidad

IV. Diccionarios, años cristianos, repertorios

Índice de nombres

Colección

Mártires del siglo XX

Presentación

Juan Antonio Martínez Camino

Relevancia de los mártires y los santos en la teología y Magisterio recientes

Dos de los más grandes teólogos del siglo XX, Hans Urs von Balthasar y Joseph Ratzinger, han escrito mucho sobre los santos y su papel en la misión de la Iglesia. Ellos hicieron una novedosa reflexión teológica en la que luego se inspiraron el Concilio Vaticano II y los papas; en particular, Francisco, en Gaudete et exsultate. Esa reflexión se puede resumir así: los santos no sólo nos ayudan desde el cielo con su intercesión, sino que la providencia divina les encomendó ya en su tiempo y en su tierra una misión específica, misión que pervive luego en la Iglesia. En ellos es Cristo mismo quien adelanta su venida gloriosa e irrumpe en la historia de modo vivo: así sucedió ya con los primeros santos, los mártires, pero también, por ejemplo, con san Benito, san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Jesús, santa Teresa de Lisieux o santa Teresa de Calcuta. En los mártires y en todos los santos sus contemporáneos pueden ver de algún modo el rostro de Dios y el patrimonio revelatorio de la Iglesia queda enriquecido para las generaciones futuras. Ellos forman parte eminente de la Tradición viva de la Iglesia, que, junto con la Sagrada Escritura, es fuente de la revelación del Dios vivo, que nos salva, y que acontece de modo único en Cristo.

El Concilio, inspirándose en aquella reflexión teológica, aporta una enseñanza que supone un gran paso adelante en el Magisterio de la Iglesia. Baste citar aquí un impresionante párrafo de Lumen gentium 50:

En la vida de [los santos,] aquellos que, siendo seres humanos como nosotros, se transforman, sin embargo, con mayor perfección en imagen de Cristo (cf. 2, Cor 3,18), Dios manifiesta al vivo a los hombres su presencia y su rostro. En ellos Dios mismo nos habla y nos ofrece un signo de su Reino, hacia el que nos atrae poderosamente esa nube ingente de testigos que nos envuelve (cf. Hb 12,1) y ese testimonio tan grande de la verdad del Evangelio.

El papa Francisco, en la exhortación apostólica Gaudete et exsultate 19, siguiendo la inspiración de los teólogos aludidos, desarrolla la enseñanza del Concilio, cuando habla de la providencial misión histórica de los santos:

Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.

En la primera parte de este libro se aborda de manera amplia la temática de la santidad al hilo de Gaudete et exsultate. En el capítulo 1 esbozo una sintética visión de conjunto del texto papal. En el capítulo 2, Juan Miguel Díaz Rodelas, que en paz descanse, examina desde un punto de vista exegético el capítulo central de la exhortación: «El programa de la santidad: las bienaventuranzas». Lydia Jiménez González aborda, en el capítulo 3, las «Amenazas y rasgos de la santidad en nuestros días», poniendo en valor las enseñanzas de Francisco en el contexto pastoral actual. Por fin, en el capítulo 4, subrayo la visión de la santidad como combate, compartida por el Papa con san Ignacio de Loyola; una perspectiva que permite hablar de los santos como «vencedores», título que se dio desde el comienzo a los mártires, pues el martirio fue visto como un decisivo y glorioso certamen.

En la segunda parte del libro se desarrollan temas de la teología de la santidad. En primer lugar, en el capítulo 5, un servidor repasa la «Misión y misiones de los santos, en especial de los mártires, según H. U. von Balthasar y J. Ratzinger». Allí documento también la influencia de estos teólogos en el Concilio Vaticano II y en los papas. En el capítulo 6, Jaime López Peñalba aborda «La teología de los santos, según Marie-Joseph Le Guillou», pues este teólogo dominico, menos conocido, ha sido pionero en el tratamiento dogmático de la temática teológica que nos ocupa. En cambio, Gianlugi Pasquale, en el capítulo 7, bajo el título de «La santidad de la Iglesia: la patente de salvación que resta al hombre de hoy», se aproxima al tema desde la óptica de la teología fundamental, preguntándose por la relevancia que pueda tener la santidad en el contexto filosófico-cultural de la modernidad tardía.

Hacia una historia hagiocéntrica de la Iglesia

La historia de la Iglesia se escribe normalmente según la secuencia de los concilios, los papas y los obispos. Está muy bien, porque la Iglesia es apostólica. Pero antes que apostólica la Iglesia es santa. El servicio que los apóstoles y sus sucesores —los obispos— han de prestar es ayudar a la santificación de la Humanidad. Pues bien, los mártires y todos los santos son, por un lado, el fruto granado de la misión evangelizadora de la Iglesia en cada época y, por otro, son al mismo tiempo enviados de Dios para hacer eficaz en cada momento de la historia esa misma misión. Si esto es así —como enseñan el Concilio y los papas recientes— entonces habría que escribir también una historia de la Iglesia al hilo de la secuencia de los santos que Dios le envía. Eso sería lo que llamamos una «historia hagiocéntrica de la Iglesia»: una historia marcada, periodizada, de acuerdo con los grandes santos y los tipos de santidad de cada época. No conozco ninguna historia escrita así.

En la tercera parte del libro se hace un incipiente ensayo de una historia hagiocéntrica de la Iglesia, periodizada en cinco grandes épocas, a las que se dedican otros tantos capítulos. En el capítulo 8, Miguel Brugarolas Brufau trata del tiempo del «Principio: apóstoles y mártires»; en el capítulo 9, Santiago Cantera Montenegro aborda el momento en que se ponen sólidas «Bases: Agustín y Benito»; en el capítulo 10, Jesús Sanz Montes hace una brillante síntesis de una decisiva época de «Renovación: Domingo y Francisco, Buenaventura y Tomás de Aquino»; en el capítulo 11, Manuel Ruiz Jurado pone el foco en un tiempo de relanzamiento de la «Misión: Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús» y, por fin, en el capítulo 12, Miriam Ramos Gómez, de la mano de tres grandes santas, describe la época de la «Nueva evangelización: Teresa de Lisieux, Teresa Benedicta de la Cruz y Teresa de Calcuta».

Naturalmente se trata sólo de una tentativa muy provisional. Una historia hagiocéntrica de la Iglesia exigiría muy probablemente el esfuerzo interdisciplinar sostenido de varias generaciones de estudiosos de la teología. Pero pensamos que es posible e incluso necesario ir lanzando, en aproximaciones sucesivas, ensayos como el que presentamos aquí, tan humilde como pionero.

Interés de una comprensión de la Iglesia centrada en los mártires y los santos

El interés pastoral de una comprensión de la Iglesia centrada en los mártires y todos los santos es al menos triple. En primer lugar, una historia hagiocéntrica de la Iglesia seguramente tratará menos de las relaciones de la Iglesia con el mundo y más directamente de la misión propia de la Iglesia; es decir, será menos política y más teológica, menos ocupada de «las cosas de aquí abajo» y más de «las cosas de allá arriba».

Esto no significa en modo alguno despreocupación por el mundo, por los hombres, por sus alegrías y sus sufrimientos, por su dramática historia. Al contrario, los mártires y los santos son quienes realmente hacen historia, historia humana (cultural y humanística) e historia cristiana (la salvación de Dios en la historia) sin disociarlas. Ellos han sido y son maestros de integración. Ellos no han separado esas historias, sino que las han vivido juntas, bien integradas. El tan deplorado divorcio entre teología y espiritualidad, o entre razón de la fe y vida de fe nunca tuvo lugar en sus vidas.

Unido a ese segundo interés práctico, va el tercero: la historia eclesial hagiocéntrica nos ayudará a comprender mejor qué o quién es la Iglesia y cuál es su misión y, de este modo, podremos ser más eficaces en la evangelización. La Iglesia está poblada de pecadores, pero es santa en Cristo y en su Madre santísima, y también en sus santos. Éstos últimos son quienes se han preocupado menos de figurar ellos y de levantar fachadas y, mucho más de ser transparencia de Cristo y de su cruz gloriosa, muy en particular, los mártires. Por eso, con ellos aprenderemos a ser sencillos instrumentos de la obra de Dios a través de su Iglesia, para la salvación de los hombres. La reforma auténtica de la Iglesia, que ha de hacerse continuamente, y la eficacia espiritual de su misión no son tanto cosa de quienes se dedican a organizar (los managers), cuanto de quienes entregan su vida a Dios y a los hermanos (los mártires y los santos).

El papa Francisco ha puesto de nuevo el foco sobre los santos y la santidad con su mencionada exhortación apostólica Gaudete et exsultate, publicada en abril de 2018. Con esta obra deseamos también prestar una humilde contribuir a su recepción1.

En el marco de los Cursos de verano de La Granda (Asturias) vengo organizando cada año un curso-seminario de temática teológica desde 2016. La base de este libro son las ponencias del que tuvo lugar en agosto de 2019. Agradecemos a los autores su generosa participación en los debates de La Granda y los textos —escritos en libertad y responsabilidad propias— que ven ahora la luz.

Madrid, 15 de mayo de 2021

San Isidro Labrador

Los autores

Miguel Brugarolas Brufau, Pbro. (*1984), doctor en Teología por la Universidad de Navarra, es profesor en la Facultad de Teología de dicha Universidad, editor asociado de la revista Scripta Theologica y miembro de la Association Internationale d’Études Patristiques.

Entre sus obras: El Espíritu Santo: de la divinidad a la procesión. El desarrollo pneumatológico en los escritos dogmáticos de los tres grandes capadocios, Pamplona 2012; Misterio de Dios, «Manuales ISCR» 9, Pamplona 2016; Cristología, «Manuales ISCR» 18, Pamplona 2018; Gregory of Nyssa: Contra Eunomium I. An English Translation with Supporting Studies, Brill, Leiden 2018, 412-440.

Santiago Cantera Montenegro, OSB (*1972), prior administrador de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, en Madrid, es doctor en Historia por la Universidad Complutense, de Madrid. Fue profesor de la Universidad CEU-San Pablo, de Madrid.

Entre sus obras: Los cartujos en la religiosidad y la sociedad españolas, 1390-1563, Salzburgo 2000; San Bernardo o el medievo en su plenitud, Madrid 2001; Historia breve de la caridad y de la acción social de la Iglesia, Madrid 2004; Descubriendo a San Benito, el hombre de Dios: Meditaciones y reflexiones sobre el libro II de los Diálogos de San Gregorio Magno, Zamora 2006; Así iban a la muerte. Testimonios jóvenes de la Guerra de España (1936-1939), Madrid 2011; Una visión cristiana de la historia. Comentario sobre La ciudad de Dios de San Agustín, Madrid 2011; Hispania-Spania. El nacimiento de España. Conciencia hispana en el Reino Visigodo de Toledo, Madrid 2014.

Juan Miguel Díaz Rodelas, pbro. (*1950 †2019), doctor en Ciencias Bíblicas por el Pontificio Instituto Bíblico, de Roma, fue catedrático y decano de la Facultad de Teología de Valencia, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica, académico de la Real Academia de Doctores de España, secretario del Comité técnico de la «Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española» y canónigo celador del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia.

Entre sus obras: Pablo y la Ley.La novedad de Rom 7,7 - 8,4 en el conjunto de la reflexión paulina sobre la Ley, Estella 1994; Primera Carta a los Corintios, Estella 2003; Introducción a la Sagrada Escritura, Valencia 2004; «La Biblia de la Conferencia Episcopal Española: Criterios exegéticos y teológicos», en: J. J. Fernández Sangrador - J. A. Mayoral (Eds.), La Sagrada Escritura en la Iglesia, BAC, Madrid 2015, 59-70; La misericordia entrañable de Dios en Jesucristo, BAC, Madrid 2016.

Lydia Jiménez González(*1945), directora general del Instituto secular Cruzadas de Santa María, es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación y Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, presidenta de la Fundación Santa Teresa, presidenta del Consejo directivo de la Universidad Católica de Ávila, vicepresidenta de la Fundación Universitaria Española, de Madrid, y Consultora de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, de la Santa Sede.

Entre sus obras: «Vivencia de algunos valores religiosos en García Morente», en: Cuadernos de Pensamiento 2 (1987) 123-137; Un movimiento, unas obras, una misión. El P. Morales, fundador, Encuentro, Madrid 2000.

Jaime López Peñalba, Pbro. (*1980), ingeniero de Telecomunicaciones por la Universidad politécnica, de Madrid, doctor en Teología por la Universidad San Dámaso, de Madrid, es profesor en la Facultad de Teología de esta Universidad.

Entre sus obras: «Divina luz, enriquécenos. Una invitación a la lectura», en: Marie-Joseph Le Guillou, Los testigos están entre nosotros, Madrid 2013, 13-25; «Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece», en: Marie-Joseph Le Guillou, La Iglesia, luz de nuestra noche, Madrid 2014, 7-14; El arte del Espíritu. La experiencia espiritual en la teología de Marie-Joseph Le Guillou, Madrid 2017; «Presentación de la edición» y «Moral abierta, don del Espíritu: teología moral y teología espiritual en el primer Le Guillou», en: Id. (Ed.), Marie-Joseph Le Guillou, La vie chrètiene dans l’Eglise et dans le monde, Madrid 2017, 15-20 y 789-830; Teología espiritual, Manuales ISCR, Madrid 2018; «Presentación de la obra» y «El ideal de la unidad espiritual en Le Guillou», en: Id. (Ed.), Marie-Joseph Le Guillou, La charité, forme des vertus, Madrid 2018, 15-22 y 247-278; «La primera teología de la oración del P. Le Guillou», en: G. Richi Alberti, Les noces de l’Agneau de Marie-Joseph Le Guillou, Madrid 2019, 279-301.

Juan Antonio Martínez Camino, SJ (*1953), obispo auxiliar de Madrid, es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid, doctor en Teología por la Philosophische-Theologische Hochschule Sankt Georgen, de Frankfurt del Main, y académico de la Real Academia de Doctores de España. Fue profesor agregado en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, de Madrid, catedrático en la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso, de Madrid, y secretario general de la Conferencia Episcopal Española.

Entre sus obras: Recibir la libertad. Dos propuestas fundamentación de la teología en la modernidad: W. Pannenberg y E. Jüngel, Madrid 1992; ¿Qué pasa por fabricar hombres? Clonación, reproducción artificial y antropología cristiana, Bilbao 2000, 32002; Evangelizar la cultura de la libertad, Encuentro, Madrid 2002; Teología breve al filo de los días, Salamanca 2002; Mi Rafael. San Rafael Arnáiz Barón, según el padre Teófilo Sandoval, su confesor intérprete y editor, Bilbao 2003, 22009; Jesús de Nazaret. La verdad de su historia, Madrid 2006, 42010; Ejercicios espirituales con el Hermano Rafael, BAC, Madrid 2009,32018; Don Lázaro, sacerdote y mártir de Cristo en Asturias, BAC, Madrid 2011; Con tres papas. Teología breve al filo de los días, BAC, Madrid 2014; Testigos. Para evangelizar la cultura de la libertad, Encuentro, Madrid 2015; (Ed.), Víctimas y mártires. Aproximación histórica y teológica al siglo XX, Encuentro, Colección Mártires del siglo XX, n. 2, Madrid 2017; (Ed.), Martirologio matritense del siglo XX, BAC, Madrid 2019; La Almudena, catedral viva. Vida de la Iglesia en Madrid reflejada en su primer templo, Cabildo catedral, Madrid 2020; (Ed.), La fe en tiempos de pandemia. De la utopía a la esperanza, Encuentro, Madrid 2021.

Gianluigi Pasquale, OFM Cap. (*1967), doctor en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y doctor en Filosofía por la Universidad de Venecia, es profesor en la Universidad Lateranense, de Roma, y docente de Teología fundamental en el Estudio «Laurentianum» de Venecia, sección de Milán. Tiene la Habilitación científica nacional como Profesor asociado de Filosofía moral.

Entre sus obras: Le lettere del santo di Pietrelcina, Padre Pio, (editor desde 2002); La storia della salvezza. Dio Signore del tempo e della storia, Cisinello Balsamo 2002; Oltre la fine della storia. La conscienza cristiana del’Occidente, Milán 2004; Il principio di non-contraddizione in Aristotele (Bollati Boringhieri, 2008); La raggione della storia. Per una filosofia della storia come scienza, Turín 2011; San Francesco d’Assisi, Cisinello Balsamo 2014 (San Francisco de Asís. Al alba de una existencia gozosa, Madrid 2016); Teoria e teologia della storia. L’uomo alla ricerca del proprio senso, Roma 2016; Angeli e demoni in Padre Pio. Il mondo interiore del santo stigmatizzato, Turín 2019; San Francesco. La risposta alla domanda che nessuno pone, (Narrazioni), Turín 2019; Antropologia in filosofia, Armando, Roma 2020.

Miriam Ramos Gómez(*1984), doctora europea en Filosofía por la Universidad de Salamanca, es profesora de la Escuela Universitaria de Magisterio Fray Luis de León, de Valladolid (Universidad Católica de Ávila). Ha realizado estancias de investigación en el Archivo Edith Stein de Colonia (Alemania) y es miembro de pleno derecho en la International Association for the Study of the Philosophy of Edith Stein (IASPES) desde 2016.

Entre sus obras: «Acerca del comienzo de las investigaciones sobre la filosofía de Edith Stein. Un apunte de cronicografía filosófica (1942-1979)», en: Cuadernos de Pensamiento, 26 (2013) 233-246; Edith Stein y el ‘De veritate’ de Tomás de Aquino. Resúmenes, introducciones y comentarios de Edith Stein al ‘De veritate» de Tomás de Aquino, AP-Press 2018; (Ed.) Enseñar a pensar. Talleres educativos para niños, Valladolid, 2020; (Ed.), Miradas hispánicas de filosofía, Madrid-Astorga, 2020.

Manuel Ruiz Jurado, SJ (*1930) ha sido presidente del Instituto de Espiritualidad y profesor de Espiritualidad ignaciana en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y miembro del Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, también en Roma.

Entre sus obras: Hacia una pedagogía de la obediencia cristiana, Madrid 1968; Orientaciones Bibliográficas sobre San Ignacio de Loyola II y III, Roma 1977, 1990; (con A. Queralt), S. Teresa d’Avila e S. Ignazio di Loyola, due spiritualità a confronto, Roma 1983; El discernimiento espiritual. Teología, historia, práctica, BAC, Madrid 1994, 42018; San Francisco de Borja. Diario espiritual (1564-1570). Edición crítica, estudio y notas, Bilbao - Santander 1998; Storia della spiritualità (Secoli XV-XVI), Roma 2000; Para encontrar la voluntad de Dios. Guía de ejercicios espirituales, BAC, Madrid 2002, 22018; Donde bajar es subir. Biografía espiritual de santa Ángela de la Cruz, BAC, Madrid 2003, 22020; El peregrino de la voluntad de Dios. Biografía espiritual de san Ignacio de Loyola, BAC, Madrid 2005; Bases teológicas de los Ejercicios ignacianos, Santiago de Chile 2010, Madrid 2017; Jerónimo Nadal. El teólogo de la gracia de la vocación, BAC, Madrid 2011; A la luz del carisma ignaciano. Estudios sobre san Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús, Bilbao - Santander 2015; Tratado de la oración mental cristiana ¿Métodos cristianos de oración?, Bilbao 2016. Editor de: San Ignacio de Loyola, Obras, BAC, Madrid 72013; «A controversial mystic: Father Baltasar Álvarez», en: R. A. Maryks (Ed.), A companion to jesuit mysticism, Leiden-Boston 2017, 36-53.

Jesús Sanz Montes, OFM (*1955), arzobispo de Oviedo, es doctor en Teología por el Pontificio Ateneo Antoniano, de Roma; dirige la Cátedra de Teología de la Vida Consagrada en la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid. Fue obispo de Huesca y Jaca.

Entre sus obras: Francisco y Clara de Asís. Icono y palabra de amistad, Oñate-Madrid 1988; Clara de Asís, herencia y tarea. Su contribución carismática a la tradición femenina cristiana, Madrid 1993; «Illum totalitar diligas». La simbología esponsal como clave hermenéutica del carisma de santa Clara de Asís, Roma 2000; «Introducción general» y edición de: San Buenaventura, BAC, Madrid 2000; Comentarios al Evangelio, 3 volúmenes, BAC, Madrid, 2014-2016; Fidelidad creativa. Itinerario de renovación de la Vida consagrada, BAC, Madrid 2017; Memorias de África. Cartas desde Benín, Madrid 2019; María y su itinerario cristiano. Una compañía materna en nuestro camino, Madrid 2020.

I .Gaudete et exsultate: La alegría y el combate de la santidad según el papa Francisco

1. Gaudete et exsultate: Visión de conjunto

Juan Antonio Martínez Camino

El papa Francisco firmó su tercera exhortación apostólica, titulada Gaudete et exsultate, en 2018, el día de san José, gran santo de su devoción2. El título está tomado de las palabras de esperanza que Jesús les dirige a quienes son insultados y perseguidos por su causa: «Alegraos y regocijaos (gaudete et exsultate), porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5,12). Que el martirio sea el principio de toda santidad y de la profunda alegría que de ella deriva se pone de manifiesto así en la elección del título mismo de la exhortación.

Son unas páginas, de fácil lectura, que el Papa desea sean útiles para un fin determinado: «que toda la Iglesia se dedique a promover el deseo de la santidad» (177). En realidad, esa ha sido y es la razón última de la acción evangelizadora. Francisco precisa que su «humilde objetivo es hacer resonar una vez más la llamada a la santidad, procurando encarnarla en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió ‘para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor’ (Ef 1,4)» (2).

Estructura de la exhortación

La exhortación se articula en cinco capítulos, de los cuales el tercero se halla en el medio como el corazón de todo el escrito, precedido por dos capítulos introductorios y seguido por otros dos de desarrollo e implicaciones.

En el capítulo central, el tercero, bajo el título de «A la luz del Maestro», el Papa despliega el programa de la santidad cristiana, tal como Jesús lo presenta en esa especie de autorretrato suyo que son las bienaventuranzas, un programa «a contracorriente» (65-94) del espíritu mundano; programa completado por el llamado «gran protocolo» (95-111), donde el Salvador descubre el criterio que se seguirá en el juicio final: la misericordia que se haya tenido con Él, con Cristo, en los necesitados.

El capítulo primero, titulado «La llamada a la santidad», explica por qué los santos son «el rostro más bello de la Iglesia» (9); por qué «a través de ellos se construye la verdadera historia» (8); y, sobre todo, el por qué y el cómo de la llamada del Concilio Vaticano II a que todos los bautizados nos tomemos en serio, como cosa nuestra, que Dios quiere que cada uno de nosotros sea santo. El Papa lo dice con palabras claras, sobre las que volveremos.

El capítulo segundo se titula «Dos sutiles enemigos de la santidad». Aquí el Papa describe los riesgos más notables que hoy se nos presentan cuando queremos andar el camino de los santos. Los agrupa bajos dos epígrafes: el gnosticismo (36-46) y el pelagianismo (47-64) actuales, que se resumen en un único riesgo básico: «el inmanentismo antropocéntrico disfrazado de verdad católica» (35). Porque los neognósticos ponen por delante de todo la inteligencia del hombre y confunden la salvación con el saber; y los neopelagianos ponen por delante de todo la voluntad humana y confunden la salvación con las propias obras. Se trata siempre de la autorreferencialidad, la negativa a dejar a Dios ser Dios, es decir, a darle realmente la primacía absoluta en nuestra vida. Siempre, eso sí, bajo la apariencia de verdad católica: en el primer caso, de supuesta verdadera ortodoxia y, en el segundo caso, de supuesta verdadera ortopraxis. El Papa desarrolla lo que la Congregación para la Doctrina de la Fe había indicado en la carta Placuit Deo, del 1º de marzo de 2018.

El capítulo cuarto describe «Algunas notas de la santidad en el mundo actual», cinco aspectos del modo de vida cristiano a los que hoy tendría que prestar particular atención quien va por el camino de los santos: el «aguante, la paciencia y la mansedumbre» (112-121), la «alegría y el sentido del humor» (122-128), la «audacia y el fervor» (129-139), la vida «en comunidad» (140-146) y la «oración constante» (147-157).

Por fin, el capítulo quinto está dedicado a tres aspectos del modo de operar que debe tener en cuenta quien aspira a la santidad: «Combate, vigilancia y discernimiento». Es necesario combatir, porque el bautizado es combatido. Combatido no simplemente por ideas y programas que se oponen al programa de Cristo. En el fondo es combatido por «el diablo, que es el príncipe del mal» (159). «Esta es una lucha muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida» (158). El tentador es «algo más que un mito» (160-161), el mal —recuerda el Papa recogiendo la enseñanza de san Pablo VI— «no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor» (161n). Por eso, son necesarias la lucha y la vigilancia, y, como «instrumento de esa lucha», el discernimiento, el cual, antes que una técnica, es «un don sobrenatural» (170-171), por el que se nos da la capacidad de «saber penetrar en los pliegues más oscuros de la realidad» (173), siguiendo «la lógica del don y de la cruz» (174-175).

Algunos acentos

El apretado resumen del texto pontificio que hemos hecho en el epígrafe anterior deja en el tintero muchas cosas de Gaudete et exsultate. Solo pretende introducir a la lectura de los capítulos siguientes de este libro y, por supuesto, de la exhortación misma en su integridad, meditándola en toda su riqueza. Sin embargo, me permito ofrecer todavía al lector algunas impresiones y datos que a lo mejor lo ayudan a acercarse a una enseñanza tan estimulante.

1. El Papa consigue animarnos a aspirar a la santidad de verdad, sin retóricas ni ilusiones, poniendo en evidencia eso que nos sucede cuando —como él dice— nos enredamos en nuestra debilidad (cf. 15). Miramos a los santos canonizados, o incluso a los «santos de la puerta de al lado» (6), esos personajes admirados que nos topamos en nuestra vida ordinaria, y con frecuencia nos encogemos de hombros y nos decimos: eso no es para mí; yo no soy capaz. Ante este complejo anti-santidad, Francisco nos exhorta a recordar, al menos, dos cosas.

Primero, que aspirar a ser santos no es pretender copiar a ningún santo. Eso nos resulta, con razón, imposible y desalentador, porque efectivamente no es lo nuestro. Los santos no están para copiarlos, sino para estimularnos e interceder por nosotros; están para que sepamos que, en nuestro camino de seguimiento de Cristo, no estamos solos, sino en comunión con ellos. Lo mismo que no hay dos santos iguales y que cada uno de ellos tuvo y tiene su propia vocación y misión, también cada uno de nosotros, también tú —escribe Francisco— tienes «tu preciosa misión» (24), la que Dios te confía a ti, que es propiamente tuya y que, con la gracia divina y la ayuda de los santos, no se malogrará.

Segundo, el Papa nos recuerda que tampoco los santos más santos han sido algo así como superhéroes, sino que todos han sido también pecadores. Eso sí, pecadores que han sabido romper con su autorreferencialidad, porque se han abierto al perdón de Dios, es más, porque han amado su debilidad y su pobreza —como decía santa Teresa de Lisieux, otra santa de la devoción particular de Francisco— y nunca se han creído alguien delante de Dios, sino mendigos que se van a presentar ante él «con las manos vacías», según expresión de la misma santa (cf. 54). Además, más allá de esa conciencia suya de necesidad de salvación, los santos, de hecho, no estuvieron en plena conformidad con el Evangelio en todas sus acciones y expresiones. Para entender su santidad, es decir, cómo han respondido perfectamente al don de una misión recibida de Dios, que ellos supieron discernir y seguir, es necesario contemplar la figura de sus vidas en su conjunto, con sus luces y sombras (cf. 22).

2. Otro punto fuerte de esta exhortación es que nos puede ayudar a perfilar una visión de la santidad integradora de los diversos aspectos de la vida cristiana: «nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor» (31). Eso, sin olvidar que el ideal de santidad, que es Cristo mismo, no puede ser exhaustivamente realizado por nadie y que, por tanto, los diversos caminos personales y comunitarios de santidad son modos de la realización del vivir del Señor en nosotros según alguno o algunos de los muchos aspectos de su vida infinitamente rica (cf. 20).

3. Una última observación. Francisco ha escrito este hermoso texto dejándose inspirar por la palabra y la vida de muchos santos. Pocos documentos pontificios se articulan a base de tantas citas y alusiones a figuras de santos. He contado unos cuarenta nombres. Podemos decir que esta exhortación es, en su misma realización, una prueba de lo que ella misma dice: que los santos, «son el rostro más bello de la Iglesia» (9), porque son «un misterio personal que refleja a Jesucristo en el mundo de hoy» (23); porque, según enseña el Concilio, en ellos «Dios manifiesta al vivo a los hombres su rostro y su presencia» (LG 50).

El santo más citado por Francisco en Gaudete et exsultate es san Juan Pablo II: siete veces; lo siguen san Buenaventura, santo Tomás de Aquino, san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Lisieux, cuatro veces cada uno; luego vienen san Francisco de Asís y san Juan de la Cruz, tres veces. Nos ha alegrado mucho la mención que el Papa hace de las beatas mártires Salesas del primer Monasterio de la Visitación de Madrid (cf.141). Las pone como ejemplo de uno de los rasgos que ha de caracterizar la santidad en nuestros días. Frente al individualismo y a las dificultades que el ambiente opone a la vida cristiana, es necesario que nos apoyemos unos a otros en el camino de la santidad. Las siente beatas mártires Salesas de Madrid, como ha subrayado su biógrafo principal, permanecieron «juntas hasta la muerte»3. Mientras esperaban que los milicianos vinieran a buscarlas para llevarlas al martirio, la superiora, la beata María Gabriela, les repetía que la que tuviera un refugio al que acogerse, que se marchara. Después de años de vida consagrada a Dios en la vida en común del convento y de los últimos cuatro meses encerradas en un estrecho semisótano, ninguna de ellas quiso abandonar a las demás. Aquel noviembre de 1936 subieron juntas el último trecho de su camino hasta el Calvario y a la Gloria. Hermosa referencia de la comunión que constituye la Iglesia como la comunión de «los mártires y de todos los santos», expresión dos veces repetida en el canon romano de la Misa desde hace milenios.

2. El programa de la santidad: Las bienaventuranzas

Juan Miguel Díaz Rodelas (†)*

La exhortación apostólica Gaudete et exsultate dedica su capítulo III a las bienaventuranzas. La inserción de este capítulo en un documento «sobre la llamada a la santidad en el mundo actual» parece más que lógica, pues como indican muy bien las palabras introductorias de dicho capítulo

puede haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y distinciones. [Esa reflexión podría ser útil,] pero nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23)4.

La necesidad del citado capítulo III en el desarrollo de esta exhortación del papa Francisco se explica además por los dos imperativos que la encabezan y le dan título, en cita del Evangelio según S. Mateo, quien los presenta como salidos de labios de Jesús: Gaudete et exsultate: Alegraos y regocijaos (Mt 5,12); el Papa los refiere con una clara intención actualizadora, pues, según sigue afirmando, estas palabras las «dice» (nótese el presente de indicativo) Jesús «a los que son perseguidos o humillados por su causa», añadiendo inmediatamente que

el Señor… nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada5.

Decir que «el Señor nos quiere santos» equivale a afirmar que la santidad responde a la voluntad divina, que ser santos es la voluntad divina sobre nosotros. De hecho, al relacionar algo más adelante la santidad con la misión del cristiano en la tierra, Francisco explicita la vinculación de la santidad con la voluntad de Dios recurriendo a palabras también muy conocidas del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica:

Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Ts 4,3)6.

Gaudete et exsultate avanza en la misma línea cuando señala que «la llamada a la santidad está presente, de diversas maneras» «desde las primeras páginas de la Biblia» y cita, como apoyo de su aserto, las palabras de Dios a Abraham en Gn 17,1: «Camina en mi presencia y sé perfecto»7.

Volviendo a las afirmaciones que he citado más arriba y que preceden inmediatamente a las que acabo de reportar sobre la Sagrada Escritura en general, el Papa las introduce para explicar otra que había hecho anteriormente y según la cual el mismo Señor «lo pide todo», señalando a continuación que «lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados»8.

Quiero decir con todo esto que este conjunto de afirmaciones con las que se abre la exhortación del papa Francisco sobre la llamada a la santidad anticipan el desarrollo de las bienaventuranzas de Jesús que ofrece en el capítulo III. Se puede afirmar igualmente que, lo mismo que el entero documento, dicho capítulo no está pensado como

un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca de los medios de santificación;

Su finalidad es, más bien,

hacer resonar una vez más la llamada a la santidad, procurando encarnarla en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque,

vuelve a reiterar el Papa

a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4)9.

Teniendo en cuenta estos presupuestos o principios enunciados por la propia exhortación, entro ya en el capítulo III, que aborda el tema de las bienaventuranzas. Para ello, haré primero una indicación de carácter general relativa a la intención y el acento actualizadores que se descubren en la presentación de las bienaventuranzas por parte del papa Francisco, quien las considera como la propuesta concreta que sigue dirigiendo Jesús a los creyentes de hoy para responder a la voluntad divina de que sean santos.

Ninguno de estos dos aspectos —leer las bienaventuranzas como propuesta a los creyentes de nuestro hoy y considerar la voluntad divina como objetivo último de la misma— representan una novedad en relación con la interpretación de las bienaventuranzas, que fueron una propuesta concreta de Jesús, ante todo, a sus discípulos históricos que lo siguieron desde el lago de Genesaret a Jerusalén, pero también a las multitudes que acudían a escucharlo desde «Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania» (cf. Mt 4,25; 5,1; Lc 6,17) o desde cualquier otro lugar de la región. Sin embargo, los textos evangélicos —y no evangélicos— que nos transmiten las que conocemos como bienaventuranzas muestran igualmente que aquella propuesta del profeta de Nazaret, salida de sus labios en los comienzos de su actividad10, grabada en la memoria de los discípulos durante su vida itinerante tras los pasos del Maestro11, transmitida por los que fueron testigos oculares de los dichos y hechos de Jesús y se convirtieron en servidores de la palabra (cf. Lc 1,2) después de Pascua, y fue releída en circunstancias diversas de comunidades diferentes tanto en la etapa de su transmisión oral como en la de la puesta por escrito de las tradiciones y su integración en los que, como mínimo desde el año 125, se conocen como «Evangelios»12. Tampoco se ignora que esta labor de interpretación actualizadora ha continuado a lo largo de los siglos en la de quienes, en los momentos eclesiales más diferentes e incluso dispares y de formas muy diversas, han vuelto ellos mismos o han ayudado a otros a volver a estas palabras fundantes de la existencia de los discípulos de Jesús, que, al decir de Francisco, «son como el carnet de identidad del cristiano»13, que acoge el anuncio del Maestro sobre la llegada inminente del Reino de Dios14.

Mi propósito es que nos acerquemos a los elementos fundamentales de estas tres etapas y que resaltemos, como punto de llegada, los principales acentos de la lectura de las bienaventuranzas en Gaudete et exsultate. Al considerar las citadas tres primeras etapas haré un recorrido inverso, es decir, presentaré primero y muy brevemente las principales líneas de interpretación de las bienaventuranzas en la historia del cristianismo; señalaré después las dos versiones de las mismas que nos ofrecen los evangelios según san Mateo y según san Lucas e intentaré, por último, presentar lo que, en opinión de distintos exegetas, constituye el núcleo de las bienaventuranzas en su proclamación primera por parte de Jesús. Este recorrido permitirá percibir mejor, a mi entender, los elementos propios de la lectura de las bienaventuranzas que hace Francisco en Gaudete et exsultate, cómo entronca dicha lectura en la tradición ascético-mística de las bienaventuranzas y, sobre todo, en el mensaje de Jesús.

Breve historia de la interpretación de las bienaventuranzas

De la importancia de las bienaventuranzas en la comprensión del mensaje de Jesús y en la configuración de la vida cristiana da idea el hecho de la temprana interpretación de las mismas, tanto la que comenta el Evangelio de S. Mateo en su conjunto, como la que se centra de forma explícita en esta enseñanza primera de Jesús, e incluso la que se inserta en el marco de obras de carácter más general. Se considera, en efecto, que «ninguna sección de la Escritura haya sido tan citada y comentada por los escritores anteriores a Nicea como el Sermón de la Montaña»15. El primer comentario independiente de Mt 5-7 lo hizo S. Agustín, a quien se debe, por otra parte, el nombre de «Sermón de la montaña» para hablar de este conjunto evangélico16; mucho antes que él, es decir, a finales del s. I, la Didaché incluye varias referencias a este primer discurso de Jesús, especialmente en el tratado sobre «Los dos caminos», el cual concluye con esta afirmación: «Si puedes cargar con todo el yugo del Señor serás perfecto, si no te es posible, haz lo que puedas»17. En esta afirmación se evidencia una línea de interpretación del entero Sermón de la montaña, y, con él, de las bienaventuranzas que lo encabezan, según la cual «el cumplimiento radical de las exigencias del Sermón de la Montaña no se exige a todos los cristianos, sino solo a aquellos que escogen entrar en el estado de perfección»18. En línea con esta interpretación, que tal vez fue la más difundida en la época postconstantiniana, fraguó en la época medieval la distinción entre «preceptos» y «consejos»19, común en la escolástica y que santo Tomás de Aquino expresa del siguiente modo:

Todos son llamados a vivir de acuerdo con los preceptos o mandamientos necesarios para la salvación; cierto número, llamado al estado de perfección, es invitado a seguir los consejos evangélicos que el Señor añadió a los preceptos de la ley; los mandamientos implican una obligación, los consejos se dejan a la opción libre20.

Sin embargo, pese a haber sido la más común durante mucho tiempo, esta interpretación no ha sido la única, pues en la misma antigüedad S. Juan Crisóstomo y S. Agustín, entre otros muchos, consideraron el Sermón como una propuesta de Jesús a todos sus seguidores21. Pero sobre ello volveremos más adelante.

Ahora nos interesa señalar el carácter de exigencia o, si se quiere, la dimensión ética implicada en las palabras de la Didaché que hemos citado más arriba, y que ha constituido una de las grandes líneas de interpretación de las bienaventuranzas. Estas representarían una exigencia para quienes quieran entrar en el Reino de Dios22. Tal dimensión, corriente en la exégesis católica, la mantuvieron incluso los reformadores, que, sin embargo, sobre todo después de los inicios y desaparecidas las grandes figuras (Lutero, Calvino), intentaron combinarla con la afirmación absoluta de la gracia en relación con el comportamiento humano. Calvino, p. ej., «critica la interpretación literal y radical del Sermón de la Montaña por parte de los anabaptistas», pero se opone, igualmente, a la distinción entre «consejos» y «preceptos» común entre los «doctores escolásticos», pues, según él, «todos los padres de la Iglesia consideraron las enseñanzas del Sermón de la Montaña como imperativos»23. También los sermones que Martín Lutero predicó en Wittenberg sobre «el quinto, sexto y séptimo capítulo de S. Mateo» y que fueron editados posteriormente24 están conducidos en buena medida por la oposición a la interpretación radical de las enseñanzas del Sermón de la Montaña por parte de los anabaptistas; de acuerdo con su doctrina de los dos reinos (el reino del mundo y el reino de Cristo), el Reformador condujo las exigencias del Sermón de la Montaña al terreno de lo individual, es decir, al terreno de las relaciones de la persona con Dios y con los otros y que cada uno vive fundamentalmente en su corazón25. Evidentemente, semejante interpretación implica que el Sermón de la Montaña constituye una exigencia para todos los cristianos26; lo cual no significa, sin embargo, que pueda concebirse, como hacen «los papistas», en términos de «obras de justicia» que representaran la base para alcanzar la salvación.

La acentuación de la gratuidad del «deber» implícito a las enseñanzas de Jesús en el Sermón de la Montaña condujo en el protestantismo a la teoría de la imposibilidad de la realización de dichas exigencias, una teoría que tuvo que ver con la interpretación del tema de la ley en los escritos de Pablo realizada por los reformadores: las enseñanzas de Jesús son de hecho una ley que no se puede observar; en la voluntad del Maestro, el objetivo de dicha ley es el mismo que el de la ley antigua o el de la ley en general, a saber, que, la persona experimente su condición pecadora en el hecho mismo de querer observarla, y se abra así por la fe a la acción de la gracia salvadora27.

Es en este punto donde se sitúa la otra línea de interpretación del Sermón de la montaña en general y de las bienaventuranzas en particular: estas «proclaman dichosos a los que se hallan en una determinada situación» y representan «una promesa de gracia», que, la tradición protestante tiende a espiritualizar: en palabras de G. Barth «la promesa se hace… a los que están vacíos ante Dios»28. En un lenguaje estrictamente reformado se expresa, a su vez, K. Bornhäuser, para quien las bienaventuranzas «denotan todas… el mismo contraste… entre los justos por sí mismos y aquellos que recaban la justicia solo de la gracia»29. Humildemente me atrevo a decir que solo siendo muy protestante se puede llegar a una expresión semejante del mensaje de las bienaventuranzas.

Más arriba hemos señalado y remitido a un segundo momento un problema que también se ha planteado desde antiguo en relación con las bienaventuranzas como parte del Sermón de la Montaña; se trata del de los destinatarios de las mismas. Como hemos adelantado, la distinción entre preceptos y consejos iba unida en una línea de la tradición a la diferencia entre todos los seguidores de Cristo en general y aquellos que optan libremente por seguir el camino de los consejos evangélicos. Otros maestros de la fe, como S. Agustín y S. Juan Crisóstomo insistían en que el Sermón de la Montaña es todo él propuesta para todos los creyentes. Por esta línea de interpretación se han orientado los autores que resaltan la dimensión comunitaria de las bienaventuranzas, las cuales, al decir de Nikolaus Ludwig von Zinzendorf, teólogo de la Iglesia de Moravia, describen «el camino que han de seguir aquellos que ‘tienen hambre y sed de la gracia’ y aprenden así como ‘hay que actuar con las otras personas’»30. Más reciente y sin duda más conocida es la interpretación de Dietrich Bonhöffer, según el cual «quien usa la palabra de Jesús en un modo que no sea actuando, quita la razón a Jesús, niega el Sermón de la Montaña, no pone en práctica su palabra»; y ello, porque «desde el punto de vista humano hay posibilidades infinitas de comprender e interpretar el sermón de la montaña. Jesús conoce una sola posibilidad: ir y obedecer»31. Evidentemente semejante postura no implica en modo alguno, que Bonhöffer niegue la primacía de la gracia, vinculada esencialmente a la reflexión sobre la fe nacida de la Reforma; de hecho para él resulta «irrelevante que las bienaventuranzas versen sobre el hacer o sobre el padecer de los discípulos; lo importante es que versan sobre la vida con Cristo en el seguimiento; pues afirma Bonhöffer que «la comunidad de las bienaventuranzas es la comunidad del Crucificado. Con él la comunidad lo perdió todo y lo encontró todo»32.

La transmisión evangélica de las bienaventuranzas

Tal vez alguien pudiera extrañarse de tal cantidad y tal diversidad de interpretaciones de un texto al que todos reconocen un carácter central en relación con el mensaje de Jesús de Nazaret. La extrañeza se disipa cuando se descubre que, si no la cantidad, sí al menos la diversidad que se ha manifestado en el bosquejo de historia de la interpretación de este pasaje que acabo de ofrecer se remonta a los mismos orígenes de la tradición cristiana o, mejor dicho, de la transmisión de las palabras y hechos de Jesús. En efecto, es bien sabido que las bienaventuranzas y el Sermón que las contiene han sido transmitidos, al menos en dos versiones notablemente diferentes; y digo dos, porque prescindo en este foro de los ecos claros de algunas bienaventuranzas en el Evangelio apócrifo de Tomás, tan importante por otra parte en relación con el estudio de aquella transmisión33. Centrémonos, pues, en las citadas dos versiones, la que nos ofrece S. Mateo en los capítulos 5 al 7 de su Evangelio y la que encontramos en Lc 6,17-49.

Algunas diferencias menos significativas para nuestro propósito

La simple referencia a las citas correspondientes pone de manifiesto una de las diferencias entre las dos versiones perceptibles a primera vista: la de S. Mateo ocupa tres enteros capítulos; la de S. Lucas, solo 32 escasos versículos. A ello hay que añadir la localización del Sermón, por parte de S. Mateo en una montaña (Mt 5,1-2) y, por parte de S. Lucas, en una llanura, a la que, según se indica expresamente, bajó Jesús desde la montaña (Lc 6,17.20). Centrándonos en las bienaventuranzas, una diferencia primera y evidente entre las dos versiones se refiere a su número, cuatro en el caso del tercer evangelista y ocho (o nueve)en el de S. Mateo. Tal diferencia puede evidenciarla mejor la presentación sinóptica de las dos versiones34:

Lc 6,20-23

Mt 5,3-13

20 Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

[Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.]

21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22 Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. 23 Alegraos ese día y saltad de gozo: porque, vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

3 Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

4 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la Tierra.

5 Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados.

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados «los hijos de Dios».

10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

11 Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. 12 Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

La expresión concreta de las bienaventuranzas

Mucho más importantes son, con todo y sin duda, las diferencias que atañen a la expresión de las cuatro bienaventuranzas comunes a Mateo y Lucas. Es verdad que, como veremos35, ambos evangelistas las insertan en el marco de la predicación de Jesús sobre la inminencia del Reino de Dios, mencionado por ambos directamente aunque en expresión diversa en la primera bienaventuranza, y de forma directa por S. Mateo e indirecta por S. Lucas en la última36; pero, dejando de lado las advertencias o ayes que siguen inmediatamente a las bienaventuranzas lucanas (6,24-26) y que el tercer evangelista concibe en íntima relación con ellas37, y comenzando por dos aspectos de carácter general, las citadas diferencias de expresión se concretan, en primer lugar, en el hecho de que S. Lucas usa la segunda persona del plural en la formulación de las dos partes de la bienaventuranza («Bienaventurados los pobres, porque vuestroes el Reino de los cielos» en 6,20b), mientras que S. Mateo solo recurre a la segunda persona del plural en la última (es decir, la 9ª: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien…»)38, formulando las anteriores en la tercera persona del plural (5,3: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»). La segunda diferencia de carácter general se refiere a la presencia del adverbio nu/n («ahora») en la segunda y tercera bienaventuranzas lucanas (Lc 6,21«Bienaventurados los que ahora tenéis hambre… los que ahora lloráis…»)39.

Yendo a cada una de las bienaventuranzas comunes, la primera diferencia se concreta en la referencia a los «bienaventurados» en la primera de ellas: para S. Lucas son «los pobres»; para S. Mateo, «los pobres en el espíritu»40. En el caso de la bienaventuranza sobre «los hambrientos» (oi`` peinw/ntej), frente a S. Lucas, que se refiere a ellos sin más y no indica el objeto del hambre en cuestión («Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados»), S. Mateo, que relega la bienaventuranza al cuarto lugar, amplía el sujeto de la misma añadiendo «… y los sedientos» (oi` diyw,ntej) y presenta «la justicia» (th.n dikaiosu,nhn) como objeto directo de las dos acciones resultantes. En la bienaventuranza que sigue inmediatamente tanto en la versión lucana como en la de S. Mateo, las diferencias afectan no solo a los destinatarios de la misma, sino también a la promesa que se les hace: en S. Lucas, son «bienaventurados los que ahora lloráis (oi` klai,ontej, del verbo klai,w, porque reiréis (gela,sete)»; en S. Mateo, se proclama bienaventurados a «los afligidos (oi` penqou/ntej, del verbo penqe,w)41, porque ellos serán consolados (paraklhqh,sontai)»42.

La cuestión de las diferencias entre las dos versiones evangélicas de las bienaventuranzas se complica algo más en la cuarta bienaventuranza común, que en los dos casos cierra el respectivo conjunto de 4 y 8 (9) y que, como se ha indicado ya de pasada, tanto S. Lucas como S. Mateo formulan en la segunda persona del plural, resaltando con ello que se dirigen a los oyentes concretos del respectivo discurso de Jesús y, más allá de ellos, a los respectivos destinatarios de uno y otro Evangelio; en la misma línea apunta el «cuando» (o,``tan) temporal que da paso a la enumeración de las acciones hostiles contra el «vosotros» en cuestión43. En este caso nos conformamos con ofrecer la traducción castellana de cada una de estas versiones, que permite por sí misma percatarse de la formulación tan distinta que recibe en ellas esta bienaventuranza, y señalar las diferencias sobre la base de dicha traducción:

Lc 6,22-23

Mt 5,11-12

22 Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.

23 Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

11 Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.

12 Estad alegres y contentos,porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Los bienaventurados son, en el caso de S. Lucas, aquellos a quienes los hombres «odien, …excluyan, …insulten y proscriban» su «nombre como infame por causa del Hijo del hombre»; S. Mateo no especifica el sujeto agente de las correspondientes acciones, que, en su caso, son insultar, perseguir y calumniar «de cualquier modo» y, en lugar del título «Hijo del hombre» al indicar la «causa» de aquellas actuaciones, usa el pronombre personal de primera persona: «por mi causa». También es muy diferente la referencia a la actuación pasada contra los profetas, que la versión lucana expresa en términos generales de «hacer», señalando a «vuestros padres» como sujeto del verbo, mientras que la de S. Mateo concreta aquella actuación en «perseguir», cuyo sujeto es un «ellos» implícito de carácter general; resulta evidente la vinculación de dicha acción con la formulación de la 8ª bienaventuranza» («Bienaventurados los perseguidos…»). En el caso de la reacción que se pide a los oyentes la diferencia afecta a la forma concreta del primer verbo (ca,rhte, imperativo aoristo, en S. Lucas y cai,rete, imperativo presente, en S. Mateo), a la inclusión de un determinante temporal después del mismo en S. Lucas (evn evkeinh/| th/| h``me,ra/|, «en aquel día») y al segundo verbo sinónimo (skirth,sate en S. Lucas y avgallia/sqe en S. Mateo)44.

Entre tanta diferencia llama la atención la coincidencia casi total en la expresión del porqué de la acentuada invitación a la alegría: «vuestra recompensa será grande» (o`` misqo,j u``mw/n polu.j); la única variación que se descubre atañe a la determinación local que cierra la frase, que en S. Lucas es «en el cielo» y en S. Mateo «en los cielos».

El sello de los redactores

La última de las diferencias señaladas parece claramente redaccional, pues «los cielos» de Mt puede considerarse un evidente semitismo y, en este caso, remontarse muy bien a la fuente Q, de la que, como veremos, ambos evangelistas han tomado básicamente las bienaventuranzas que tienen en común45; el «en el cielo» de S. Lucas habría sido una adaptación al uso habitual del singular «cielo» en la obra del tercer evangelista46. Mucho más difíciles de explicar son las otras diferencias entre la versión de esta bienaventuranza común a S. Lucas y a S. Mateo47; contentémonos con tomar constancia de ellas y con la afirmación general de que revelan como en los otros casos que señalamos la mano del redactor. Indudable sello lucano se suele reconocer a la presencia del adverbio nu/n en la segunda y tercera bienaventuranza; el añadido contribuiría a acentuar tanto la actualidad del hambre y el llanto de aquellos a quienes se proclama bienaventurados en segundo y tercer lugar, y, de rebote, la actualidad también de los pobres de los que habla la primera bienaventuranza48, como la oposición entre el presente y el futuro49.

La mayor extensión de la versión de las bienaventuranzas en el Sermón de la Montaña de S. Mateo representa una ventaja a la hora de descubrir la mano de este evangelista en la elaboración de las mismas, incluso más allá de las que son exclusivas suyas. Así, suele darse por hecho que la determinación «en el espíritu» (evn pneu/mati) que sigue a la indicación de los destinatarios de la primera bienaventuranza fue introducida por el primer evangelista50, que con la citada determinación quiso resaltar la dimensión religiosa de la pobreza a la que se vinculaba la bienaventuranza evangélica, sin excluir el significado económico y social de la misma