Meditaciones para nuestro tiempo - Marco Aurelio - E-Book

Meditaciones para nuestro tiempo E-Book

Marco Aurelio

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Beschreibung

Las Meditaciones son consideradas la gran obra de Marco Aurelio, emperador del Imperio romano y una de las figuras más representativas de la filosofía estoica. Su obra constituye una compilación de ideas y sentencias breves que reflexionan sobre temas filosóficos y la vida interior del emperador. La presente edición se trata de una nueva traducción y selección de la gran obra de Marco Aurelio, una compilación de ideas que reflexionan sobre la vida y el mundo.

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Marco Aurelio

MEDITACIONES PARA NUESTRO TIEMPO

Edición de Paloma Ortiz García

Título original: Ta eis heautón

Primera edición en esta colección: marzo de 2022

© de la traducción, la selección y el prólogo, Paloma Ortiz, 2022

© de la presente edición: Editorial Alfabeto, 2022

Editorial Alfabeto S.L.

Madrid

www.editorialalfabeto.com

ISBN: 978-84-17951-25-2

Ilustración de portada: Alba Ibarz

Diseño de colección y de cubierta: Ariadna Oliver

Diseño de interiores y fotocomposición: Grafime

Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org).

ÍNDICE

PresentaciónDe una ojeadaI. Meditaciones para el hombre de hoyII. «Cuando quieras alegrarte, piensa en las cualidades destacadas de los que viven contigo»III. La piedad de Marco AurelioIV. Antonino Pío, modelo moralV. Decálogo para el trato humanoVI. Elenco de personajes y lugaresNotas

La reflexión libre de pasión es una acrópolis: el ser humano no cuenta con nada más inexpugnable donde ir a refugiarse y ser en adelante inasible. El que no lo ha visto es un ignorante; el que lo ha visto y no se refugia en ello, un desdichado.

VIII 48.3-4

PRESENTACIÓN

No consientas el sueño en tus tiernos párpadosantes de repasar por tres veces cada tarea del día:¿Qué norma he transgredido? ¿Qué he hecho? ¿Con qué obligación no he cumplido?Empezando por el principio ve avanzando y luego,si has cometido maldades, repróchatelo, pero si has hecho buenas obras, alégrate.En eso pon tu esfuerzo, a eso atiende, en eso pon tus ansias.Con ello te pondrás sobre las huellas de la divina Virtud.

Versos de oro, 40-46, (atribuidos a Pitágoras)

Una de las recomendaciones que las escuelas filosóficas helenístico-romanas hacían a sus seguidores era el examen de conciencia que aconsejan estos versos, versos que sin duda Marco Aurelio conocía, puesto que Epicteto, el filósofo al que más cita, los recoge en sus Disertaciones. No era el único recurso que los maestros proponían a sus discípulos para la práctica de la meditación diaria, pues la tradición, ya larga, de formación en el camino de la felicidad y la virtud, había ido acumulando temas y métodos que debían servir de guía y apoyo a sus discípulos, tanto para principiantes como para más adelantados.

Estos «ejercicios morales» incluían la lectura de los tratados de los antiguos maestros o de los ejemplos morales de hombres virtuosos antiguos, así como el traer a la memoria máximas y metáforas que pudieran servir como pautas de comportamiento y que unieran a la función intelectual la potencia emocional del lenguaje poético. Junto a ello podían estar la rememoración de los bienes o la anticipación de los males. El fruto pretendido con estas reflexiones era la firmeza intelectual en el análisis y juicio de los sucesos. Si, además, esos ejercicios se ponían por escrito, proporcionaban material para reflexiones posteriores.

* * *

Estos datos arrojan nueva luz respecto a una cuestión que va y viene en torno a las Meditaciones, porque los intentos de hallar una pauta ordenadora en ellas no han logrado hasta ahora precisar un criterio con el que captar su hilo conductor. La tradición estoica de «ejercicios morales» —lo que Hadot llama «ejercicios espirituales estoicos»— ofrece claves que permiten interpretar con justeza el texto de Marco Aurelio, que habría sido en su origen un ejercicio espiritual o moral escrito «para sí mismo».

Se ha dicho que las Meditaciones son un diario, pero resulta sorprendente un diario en el que nunca se alude a los sucesos del día. Se ha acusado al emperador de falta de originalidad, pero si pensamos que se está ajustando al método ascético estoico, ya no extraña; se ha dicho que las Meditaciones eran la prueba palmaria de una enfermedad crónica, causante de la melancolía del emperador. En realidad, la insistencia en temas como la muerte y la transitoriedad de la fama se explican mejor y más en consonancia con el resto de los materiales de la obra si pensamos en el ejercicio espiritual de la «anticipación de los males»: traer a la mente las desdichas que nos pueden acontecer hará que estemos mejor preparados para afrontarlas. El libro I, que contiene el recuerdo de las virtudes de las personas de su entorno —familiares y maestros—, de aquello que hizo mejor o más feliz al emperador desde su infancia (v. caps. II, III y IV), se explica mejor como ejercicio de «rememoración de los bienes», que tiene como finalidad fortalecer el sentimiento de gratitud a los dioses y al destino; esos textos, interpretados frecuentemente como una lista de agradecimientos, resultaban disonantes y no era posible una interpretación plenamente convincente.

Si pensamos que son un ejercicio personal, se entiende mejor la variedad de contenidos y estilos que van apareciendo en la obra de Marco Aurelio: los breves apuntes del pensamiento estoico (Textos 68, 72) o de otros filósofos (Textos 48, 203), los ejemplos de imperturbabilidad (Sócrates en el Texto 209, Foción en 187), las guías de comportamiento en forma de máximas (Textos 25, 166, 192). Y también encajan mejor, como señalábamos, la «rememoración de los bienes» (Textos 210 y 211) y la aparición una y otra vez del tema de la muerte (Textos 7, 8, 38, 52…) y de la fugacidad de la fama (Textos 7, 12, 26, 142…), en tanto que «anticipación de los males» que a todos nos han de acontecer y que la vida puso ante Marco Aurelio muchas veces.

Los ejercicios morales filosóficos iban más allá de lo intelectual y alcanzaban también a la vida activa. Las exhortaciones que Marco Aurelio se hace a sí mismo reflejan el ideal estoico de libertad, respeto, dominio de las pasiones, servicio a la comunidad, obediencia a los dioses, aceptación del destino, comprensión para con los defectos de los hombres —en razón de que la humanidad entera está unida por lazos de parentesco, dado que todos participamos de la misma «chispa divina» que es nuestro guía interior—…

Como escritos personales que eran —Eis heautón, como los llama el original griego, «para sí mismo»— la pervivencia de esta obra es algo excepcional, porque el destino de este género de ejercicios era permanecer ocultos en vida de su autor y desaparecer cuando él faltara. En realidad, no sabemos por qué medios ni gracias a qué manos nos han llegado; quizá algunos de sus amigos más antiguos, que le sobrevivieron; quizá su hija y su yerno, quizá uno de sus libertos… Tampoco sabemos cuándo empezó a ser copiado el manuscrito, aunque algunas noticias permiten apuntar a que ya era conocido a mediados del siglo III.

Pero esos detalles pueden quedar para filólogos y eruditos, porque lo que más puede atraer de Marco Aurelio al hombre de hoy es la honestidad y la entrega a su tarea; el rigor y la exigencia consigo mismo de un político que, en tiempos turbulentos, se aferró a su inteligencia y a los principios morales de libertad, respeto y servicio a la comunidad para tomarlos como guía vital.

* * *

Y es que en la vida de Marco Aurelio hubo azares felices; él los señala muy ampliamente en el Texto 211, donde quizá lo que más resalta sea el haber tenido una familia noble, afectuosa y en buena posición, y un padre adoptivo que para él fue un modelo; aun así, tampoco le faltaron los sinsabores.

Al último de los «Cinco Emperadores Buenos» le correspondió el gobierno de Roma y su Imperio entre los años 161 y 180. Por entonces, era el mayor del mundo a la vez que el de la dinastía Han en China. Pero mientras que su padre adoptivo y antecesor en el poder, Antonino Pío, había podido disfrutar de unos años tranquilos, sin apenas insurrecciones ni revueltas, lo que le dio ocasión de permanecer casi todo el tiempo de su reinado en la península itálica, a Marco Aurelio le tocó vivir y gobernar en tiempos revueltos.

Primero fueron las invasiones de los partos en Armenia (161-165), con guerras que se saldaron con éxito para Roma, pero abriendo las puertas de la ciudad a un enemigo aún más temible: la llamada peste Antonina, que asoló la urbe durante quince años y provocó una crisis económica tal que el emperador, para allegar fondos, hubo de hacer subasta pública de los tesoros de palacio.

En el otro extremo del Imperio, en la frontera del Danubio, se hacía sentir la presión de los pueblos bárbaros, que obligaron a las legiones a mantenerse en campaña con intermitencias entre 166 y 175, con presencia del emperador entre 169 y 175. Ese mismo año de 175, además, tuvo lugar la insurrección de Avidio Casio en Siria; aunque la intentona fracasó y el usurpador fue asesinado por sus propios soldados, el golpe dado a la autoridad imperial era manifiesto; la situación aconsejó un viaje del emperador a Oriente, pero su esposa Faustina falleció durante el viaje. Aún hubo necesidad de afrontar una nueva campaña militar en el Danubio, entre 178 y 180, de la que Marco Aurelio ya no regresó, pues murió por causa de la peste. En ese ambiente escribió, al menos en parte, sus Meditaciones, cuyos libros I y III llevan indicaciones del lugar donde se redactaron: «entre los cuados» (asentados al Norte del Danubio), «en Carnunto» (cerca de la actual Haimburg, en Austria).

Seguramente, no era esa la vida que Marco Aurelio pensaba que se abría ante él cuando Adriano, ya avejentado y enfermo, al designar como sucesor a Antonino Pío, requirió de él que adoptara al joven Marco como sucesor suyo a título de futuro emperador.

Marco Annio Vero —ese fue su nombre antes de ser adoptado por Antonino—, huérfano desde niño, había sido criado bajo los cuidados de su abuelo paterno. Ante la disyuntiva de educar al muchacho mandándolo a escuelas públicas o en casa con buenos maestros, su bisabuelo materno, Catilio Severo, optó por esto último y el joven siguió gozando de esa ventaja cuando pasó a vivir con su padre adoptivo, el emperador Antonino Pío. Entre sus maestros —cuyas virtudes dejaron huella en la memoria del joven discípulo (Texto 210)— se encontraba el orador Frontón, de muchísimo prestigio en la época, como maestro de retórica; a él le unió un afecto del que da testimonio la correspondencia entre ambos;1 y el estoico Junio Rústico, que le abrió las perspectivas de la filosofía y cambió el rumbo de sus inquietudes al prestarle, cuando Marco aún era muy joven, un ejemplar de las Disertaciones de Epicteto.2

Porque después de Antonino Pío —en quien tuvo un modelo vivo, si es que damos crédito a las palabras de Marco Aurelio—, el personaje que más influyó en el emperador fue Epicteto, el esclavo cojo que renunció a escribir, pero cuyas enseñanzas, difundidas por su discípulo Arriano, aparecen una y otra vez en las Meditaciones, a veces haciendo patente la lectura reposada de sus palabras según las recogió Arriano, a veces en citas más o menos literales.

Entre las ideas que recoge de Epicteto —aunque no solo de él, también lo hace de otros filósofos que se habían expresado en sentido semejante—, se cuenta la primacía de la ascesis vital por encima de los ejercicios escritos:

No divagues más, que ni vas a leer tus notitas ni las acciones de los antiguos griegos y romanos ni las antologías de los tratados que te apartaste para la vejez.Apresúrate hacia el final y ayúdate dejando las esperanzas vanas mientras puedas, si es que te importas a ti mismo (III 14).

No hay manera de leer. Pero la hay de refrenar la soberbia. La hay de sobreponerse a placeres y sufrimientos. La hay de estar por encima de la honrilla. La hay de no enfurecerse con los insensibles y desagradecidos y, además, la hay de cuidar de ellos (VIII 8).

Junto a las influencias de los filósofos está la originalidad del «decálogo para el trato humano» de XI 19 (Texto 214); nos muestra a quien ha hecho «carne y vida» de su aprendizaje y ha interiorizado una filantropía que le aproxima a la imperturbabilidad propugnada por los estoicos, y a la vida feliz, en paz con los demás y consigo mismo, que prometía la filosofía y buscaban quienes la practicaban.

Por esas razones, las Meditaciones del emperador siguen siendo valiosas para el hombre de hoy. En la selección de pasajes hemos procurado dar mayor cabida a textos de valor más general y que, por alguna calidad literaria concreta, se hacen más próximos a la sensibilidad actual; algo menos de espacio tienen los pasajes estrictamente filosóficos, que requieren del lector cierta familiaridad con el estoicismo y sus ideas, familiaridad que solo está al alcance de especialistas. De estos últimos hemos incluido los que nos parecían imprescindibles para poder seguir la armazón intelectual del pensamiento de Marco Aurelio, que puede verse esquematizada en nuestro apartado «De una ojeada». Algunos pasajes en los que es evidente la influencia de otros filósofos van acompañados de textos que, bajo el epígrafe «Referentes de Marco Aurelio», ilustran la relación del emperador con sus maestros e inspiradores. La traducción es nueva y es mía, realizada sobre el texto griego publicado por J. Dalfen (ed. Teubner, Leipzig, 1987); también la selección de textos es obra mía.

Solo me queda confiar en que estos textos sean para el lector, como lo han sido para esta traductora, una gota de serenidad en la agitación de las tareas cotidianas y que le deparen gratas ocasiones para la reflexión.

* * *

Es muy probable que el contenido de estos pasajes atraiga la atención del lector hacia la figura y la obra de Marco Aurelio. El interesado podrá saciar su curiosidad, entre otras obras, en las siguientes:

Marco Cornelio Frontón, Epistolario, Madrid, Gredos, 1992.

Anthony Birley, Marco Aurelio. Retrato de un emperador humano y justo, Madrid, Gredos, 2009.

Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Madrid, Siruela, 2006.

—, La ciudadela interior, Barcelona, Alpha Decay, 2013.

Gonzalo Puente Ojea, Ideología e historia. El fenómeno estoico en la sociedad antigua, Madrid, Siglo XXI, 1995.3

I.MEDITACIONES PARA EL HOMBRE DE HOY

1

Ser semejante al promontorio donde constantemente rompen las olas: se mantiene erguido y en torno a él se amansan las olas hirvientes.

«¡Desdichado de mí, que me ha ocurrido esto!» Desde luego que no, sino «Afortunado yo, que habiéndome pasado esto me mantengo ecuánime, sin abatirme por el presente ni temer al futuro. Una cosa así podía ocurrirle a cualquiera, pero no cualquiera se hubiera mantenido ecuánime ante ello».

¿Por qué, entonces, va a ser más aquello una desdicha que esto una suerte? ¿Llamas, en general, «desdicha humana» a lo que no es un fracaso de la naturaleza humana? ¿Te parece que es un fracaso de la naturaleza humana lo que no queda fuera del propósito de su naturaleza?

Entonces, ¿qué? ¿Has entendido su propósito? ¿Verdad que ese suceso no te impide ser justo, magnánimo, prudente, centrado, reflexivo, sincero, respetuoso, libre y las demás virtudes que, cuando están presentes, la naturaleza humana alcanza sus fines propios?

Acuérdate, entonces, en cualquier caso que te empuje a la tristeza, de utilizar esta convicción: que no es que esto sea una desdicha, sino que sobrellevarlo noblemente es una suerte.

(IV 49)

2

Sigue ofendiéndote, alma, sigue ofendiéndote a ti misma; ya no tendrás ocasión de honrarte. Todos tenemos la vida breve; casi la has llevado a término sin respetarte a ti misma y poniendo tu bienestar en las almas ajenas.

(II 6)

3

¿Te distraen en algo los acontecimientos exteriores? Date a ti mismo asueto para aprender alguna cosa buena más y dejar de dar vueltas.

Y guárdate también de otro desvío: los que están cansados de la vida no solo disparatan por sus acciones, sino también por no tener un objetivo al que dirigir sus impulsos y, en una palabra, por sus representaciones.

(II 7)

4

Es cosa de la facultad intelectual percatarse de:

— Qué rápidamente se desvanece todo: los propios cuerpos, en el universo; el recuerdo de ellos, en el tiempo; cómo es todo lo sensible y, sobre todo, lo que atrae por el placer, atemoriza por el sufrimiento o se propala por la vanidad del orgullo, cómo es de banal y despreciable y sucio y perecedero y muerto.

— Qué son aquellos cuyas suposiciones y voces otorgan el renombre y la falta de él.