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Patricia Videla, nacida en Argentina en el año 1960, Psicopedagoga y Consultora en Decodificación Bioemocional. A esta altura de mi vida decidí que debía plasmar en un libro algunas de las tantas vivencias que he escuchado y que me han llegado al alma. Pactos de silencio es el relato de una vida, que, como tantas otras, permanece en el anonimato. Es una historia de amor, cuya protagonista es una mujer. Un amor poderoso que trascendió la muerte, pero en silencio. Tiene condimentos muy fuertes como el incesto, la violencia de género, el crimen, la pasión, las mentiras, las intrigas, la traición y el olvido, y también el esfuerzo por la autosuperación y la liberación. Esta obra pretende transmitir que hablar a tiempo, aunque haya que pagar un precio por eso, es mejor que callar. Callar nos hace repetir una y otra vez las mismas experiencias. La vida es un aprendizaje que viene de la mano del trabajo continuo que representa conocer nuestra historia personal. SE PUEDE SEGUIR VIVIENDO SIN LLEVAR EL DOLOR A CUESTAS
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Seitenzahl: 125
Veröffentlichungsjahr: 2023
PATRICIA VIDELA
Videla, PatriciaMelania : pactos de silencio / Patricia Videla. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-3879-6
1. Novelas. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Melania - Pactos de silencio
Primera parte - El comienzo de la historia
Segunda parte - La otra historia de amor
Tercera Parte - Las vacaciones
Cuarta Parte - El deterioro de la salud de Melania
Quinta Parte - El principio del final
Sexta Parte - Volver a empezar: un cambio de vida es posible
Séptima Parte - El desenlace
Última parte - Lo que siguió
En primer lugar, dedico este libro a mi madre.
Una mujer enorme a la que quiero homenajear en este libro.
Una mujer todo terreno que se rindió al final.
No pudo más.
Solo porque no llegó a tiempo a conocer otras herramientas, que hoy yo sí tengo y me permitieron seguir adelante con más fuerza y sanar.
Era amante de las letras y quiero publicar un texto que dejó a sus nietos para la posteridad.
Dice así:
… “En los lejanos días de mi juventud, me atreví a soñar con un paraíso sobre la tierra.
Un paraíso era para mí, en ese entonces, ver la naturaleza reflejada en un dorado atardecer en la playa; un espejo de agua pura y cristalina, al pie de nevadas montañas, resaltando sus variados colores en él;un campo de intenso verde colmado de ruidosas aves bajo el cálido sol de septiembre, o un bosque silencioso y húmedo, lleno de senderos donde solo se escucha el crujir de la gramilla aplastada por un pie, presuroso por ser una cascada de saltarinas aguas cayendo al vacío.
Este paraíso lo soñé en mis años jóvenes y lo viví.
Hoy, que tengo el otoño en mi edad, pero no en mi espíritu ni en mi corazón, gozo de otro paraíso diferente a aquel, pero que me hace vibrar de la misma manera.
Sueño con un par de manitos habilidosas y dientitos de ratón.
Sueño con una sonrisa enmarcada por rosados cachetes, y unos bracitos prontos a atrapar mi cuello y besar mi cara; y sueño con unos ojos inmensos y bochita pelada durmiendo en mi regazo, bajo un concierto de chupete.
Este es mi paraíso de hoy, y tiene tres nombres que le dan vida:
Vanesa, Andrea y Emiliano.
Mis nietos… y aún sigo soñando, porque los veo a ellos y a los que vendrán, acompañándome en mi vejez”.
(Abuela María Nelly, 1994)
Dos años después sus lindos ojos se cerraron para siempre.
La inmortalidad se posó sobre ella y yo, su hija, aquí estoy sabiendo que tengo la mejor madre del mundo.
Y que la tomo como mi madre, tal y como es, sin pretender cambiarle nada.
La mujer que definía la noche como:
“Un cielo tachonado de estrellas”.
Gracias, mamá.
Gracias, papá.
* * *
También dedico este libro a mis hijas amadas:
Vanesa y Andrea, que gracias a ellas me convertí en madre y que cada una, desde su singularidad y su misión en la vida, me permitieron dar esos saltos cuánticos que me ayudaron en mi evolución personal.
A mis nietos, a los que conocí y a los que no, y los invito a que se atrevan a descubrir sus raíces y su pasado, para así dejar de repetir lo doloroso o lo no deseado.
A mi hermano.
Y a mis sobrinos.
A todos ellos les digo que, cuando necesiten o quieran saber más de su historia, todo está escrito y a su disposición.
Andrea lo tiene.
Sean bendecidos todos.
Pactos de silencio es el relato de una vida, que, como tantas otras, permanece en el anonimato y que ha dejado una gran enseñanza, o un aprendizaje, si lo sabemos ver.
Aquél que pueda o quiera adentrarse en lo más profundo de las historias de cada persona, podrá aprender mucho para sí mismo.
¿Para qué?
Para dejar de repetir una y otra vez sucesos, experiencias, emociones, reacciones, traumas o dolores que ya no queremos seguir sosteniendo en nuestras propias vidas.
Para vivir más livianos. Sin el peso de lo que les pasó a los que estuvieron antes que nosotros y no pudieron resolver. No lo hicieron porque no sabían o no podían con el entendimiento que traían. No se trata de juzgar, sino de capitalizar conocimientos.
Entender la vida. Para qué estamos vivos y por qué y honrar la vida y el sufrimiento de nuestros antepasados que nos abrieron el camino y que gracias a ellos hoy nosotros estamos acá, en la vida, sanando y evolucionando.
Así, la vida fluye.
Y repito muchas veces la palabra “vida”, porque amo la vida y porque estar vivo es un éxito, es un honrar a mis padres que lo hicieron posible y que yo soy un éxito de ellos.
Y agrego que el disfrutar la vida es también un aprendizaje que viene de la mano del trabajo continuo que representa conocer nuestra historia personal.
SE PUEDE SEGUIR VIVIENDO SIN LLEVAR EL DOLOR A CUESTAS.
Y como mi deseo es contar, aquí lo hago.
Quizás a alguien le sirva como ejemplo para nunca dejar de “decir” y jamás rendirse. Pararse frente a la vida e ir por ella. Ir hacia la VIDA.
Melania:
Es un nombre de origen griego que significa “mujer de ojos y pelo negro”. Busca la prosperidad y sentirse realizada.
Voy a comenzar por describir, un poco, las características y circunstancias de los personajes más importantes que pensé para esta historia.
Esta historia que, en realidad, es una historia de amor.
Una historia como tantas, pero no tan igual a otras.
Es una historia tan enorme y bella cuyo eje principal son los pactos de silencio que ocurren en todas las familias y que nadie imagina sus consecuencias. Así que decidí hacer este escrito a modo de homenaje para quienes puedan sentirse identificados con los secretos familiares tan bien guardados y dejar plasmado mi pensamiento en el papel para que no se pierda en el tiempo.
Estos personajes son de ficción, pero existen y existirán mientras haya silencios herméticos en las familias y tal vez habrá gente que podrá reconocerlos cuando lean este libro y entenderán la verdad que todavía, para algunos, sigue oculta.
SABER LA VERDAD TE HACE LIBRE.
Melania nació en el seno de una familia muy humilde y no con pocos problemas.
Era la segunda hija de tres hermanos. Dotada de una gran belleza, suave, delicada y muy femenina, como también de un carácter jovial, muy sociable, y que, en apariencia, siempre estaba muy feliz.
Le gustaba mucho leer, instruirse, cantar, bailar, arreglarse, escribir, la poesía, observar y describir la naturaleza. Era amante de todo aquello que brillara, de la suavidad, de lo exquisito.
Quería volar alto. Pero, muy tempranamente le cortaron las alas. Como nos suele suceder a la mayoría de nosotros.
Melania era una mujer a la que le gustaban los pájaros, la ropa fina, los zapatos de taco alto y las carteras de cuero.
Ella soñaba, como muchas de las muchachas de aquellos años 60, 70, etc., con una familia, un marido amoroso, hijos, una casa hermosa y una vida plena.
Dotada de un cabello negro, muy ondulado y siempre corto, al estilo “Lolita Torres”. Ella era una copia perfecta de la actriz y cantante. Un parecido físico que impresionaba, pero también su voz. Cantaba todo el día las canciones de Lolita con el mismo timbre vocal. Sus ojos no eran negros como su nombre lo define, sino “color del tiempo”, como ella misma los describía. A veces verdes, otras azules y otras veces grises. Todo dependía de cómo jugara el sol con ellos.
Con una cintura chiquita y senos grandes, robaba las miradas de todos los muchachos que la cruzaban.
Y una sonrisa enorme y siempre dispuesta a permanecer en su boca. Como si nunca le pasara nada que enturbiara su día. Nada apagaba esa sonrisa. Así fue como salió elegida reina de la Belleza en los Carnavales Barriales de la década de los cincuenta.
Vamos a su historia
Su padre, José, era un joven de 29 años cuando llegó a la Argentina.
Nacido en Catanzaro, Italia, el 12 de noviembre de 1909, llega a ese país el 20 de abril de 1926, con solo 17 años, a bordo de un barco denominado RE-VITTORIO, que había zarpado de Génova, Italia, un tiempo atrás.
De profesión agricultor, según los datos del CEMLA, se estableció en la provincia de Santa Fe, Argentina.
Sin dinero, sin saber hablar castellano, sin nadie que lo esperara, escapando de una cruel guerra, como tantos otros casos que los argentinos conocemos bien.
En la Italia de 1909 se estaban gestando varias catástrofes.
La guerra no solo explota hacia afuera, sino también hacia adentro, en el mismísimo seno familiar. José era el segundo hijo, de tres varones.
Cuenta la historia que, no bien se desata la Primera Guerra Mundial (1914 a 1918), su padre, Luis, es llamado para formar parte del ejército y pelear en el frente de batalla. Cinco años más tarde, al finalizar dicha guerra, regresa al hogar.
No es difícil imaginar su estado físico y emocional después de semejante experiencia. De carácter irascible y aterrador. Solo bastó que imaginara una posible infidelidad de su esposa, para que, enceguecido, la ahorcara frente a los ojos de José, quien no pudo hacer nada. Quedó absolutamente paralizado. Todos guardaron muy bien este secreto, por miedo o por lo que fuera y simplemente se dijo que la madre de José había muerto por la fiebre amarilla que, por entonces, estaba arrasando el pueblo.
Acto seguido, Luis que no denotaba emociones, prepara un viaje para José. Lo sube a un barco y lo envía a la Argentina. Se sabía que allí se podía conseguir trabajo y tener un futuro. Algo así como la tierra prometida.
Le ordenó que debía mandarle dinero mensualmente, para la supervivencia de su familia.
En Catanzaro, Italia, quedaron sus hermanos.
Pedro, 4 años mayor que José, Roberto, 3 años menor que José, y su padre Luis.
Una vez en la Argentina, José cumple el pedido de su padre. Durante 2 o 3 años le envió dinero, hasta que un día no lo hizo más y su padre nunca más supo de él.
Luis volvió a casarse y tuvo dos hijos más.
La vida de José en la Argentina transcurrió entre el alcohol, las mujeres, las changas, un matrimonio sin amor, accidentes, enfermedades, negocios que fracasaron.
Mientras tanto, su casamiento con Eleonora iba transcurriendo como una balsa en medio del océano encrespado. Así fueron naciendo algunos de los hijos de ambos y otros se perdieron en abortos clandestinos.
Sólo sobrevivieron tres, durante los primeros 18 años.
Allí, en esa familia tan disfuncional, se criaron Tito, el mayor, Melania, la del medio y Gloria, la menor.
Con un padre ausente, una madre resentida de la vida e infeliz por no poder declarar su verdadera preferencia sexual, por no poder decir que era lesbiana, y una abuela materna, en iguales condiciones con respecto a su sexualidad, que apenas había podido darles un lugar en su pequeña y precaria vivienda, en un pueblito de la provincia de Santa Fe.
Dormían todos juntos en la misma habitación, compartiendo camas. Y como ocurre en la mayoría de estas situaciones, incluso en la actualidad sigue sucediendo, el incesto no tardó en aparecer.
Un padre sumamente alcoholizado diariamente, frente al cual los niños no tienen defensa alguna. Y donde las figuras maternas, tanto madre como abuela, prefieren mirar para el costado. El jefe de familia es el que trae el alimento y al que no se lo molesta ni contradice. Es mejor permanecer como si nada sucediera.
Las niñas y el varón corrieron la misma suerte incestuosa.
Después de muchos años de buscar, investigar y analizar lo que significa un árbol genealógico, pude comprender que todo sucede para algo y que las historias se siguen repitiendo inexorablemente, hasta que alguien pueda despertar y decir, “hasta acá y no más”.
Y es en ese preciso momento cuando sabemos que nadie es culpable de lo que hace, nadie debe ser juzgado por sus acciones.
Estamos constantemente repitiendo historias, porque nadie se detuvo a sanarlas.
Así llegaron los 12 años de vida de Gloria, la menor de las hijas de José y Eleonora, cuando un día, José, que ya había bebido demasiado alcohol, se subió a una escalera de madera, para colgar un cartel en un negocio que atendía en aquel pueblo de Santa Fe.
Mareado, pierde estabilidad, cae de espaldas contra el piso, quedando inconsciente.
Lo llevaron hasta un centro de atención médica y cuando recupera la conciencia, se pone muy violento. Comienza a golpear a los allí presentes y a amenazarlos con un cuchillo, ya que siempre estaba armado y se va.
Llega a su casa donde estaba su familia.
Agrede a su esposa, como siempre. Se traba en lucha con el hijo mayor, Tito, y completamente cegado por el alcohol y la ira se abalanza directamente sobre Melania para lastimarla con el cuchillo que llevaba en sus manos. En ese instante, Gloria, la menor, que miraba todo asustada, se interpone entre su padre y su hermana, recibiendo ella la herida mortal en su abdomen.
Murió casi enseguida, desangrada.
José, desesperado y aterrorizado por lo que había hecho, ¡huye!
Fue un terrible y fatal accidente. La historia que se repite.
Tal como vengo diciendo, las historias se repiten inexorablemente y no lo podemos evitar, salvo trabajo previo de toma de conciencia.
Años antes, lo mismo había ocurrido con la madre de José, a manos de su marido, también cegado por la ira y la irracionalidad.
Días después se creó todo un pacto de silencio en esta devastada familia, o lo que quedaba de ella. Un pacto de silencio terrible que todos se llevaron a la tumba. Jamás ninguno de ellos reveló el secreto.
Para justificar la muerte de la niña, dijeron que había tenido peritonitis y murió por una septicemia.
¿Por qué las familias esconden todo? Porque se sienten culpables. Porque no es tan fácil comprender que víctima y perpetrador terminan siendo una misma cara de la moneda.
Se mudaron los cuatro, todos juntos, a Buenos Aires.
Una vez instalados en algún lugar del conurbano bonaerense, la vida transcurrió entre silencios insoportables, feroces peleas, reproches, culpas, carencias de todo tipo y donde la comunicación entre ellos no existía.
No podían comunicar sus sentimientos, ni sus necesidades, ni sus deseos, ni sus dolores más profundos. Todos estaban muy solos viviendo todos juntos. No pudieron, no supieron tramitar tantas emociones y situaciones terribles que estaban sucediendo todas al mismo tiempo.
Un enjambre, una maraña de espantosos recuerdos, algunos conscientes, pero la mayoría inconscientes.
El mundo no tiene idea de lo que sucede dentro del hogar de cada familia, de cada ser humano. La soledad no es estar solo. Es un cliché. Lo sé. Pero no muchos lo entienden.
La soledad es no poder comunicar todo lo que mi garganta quiere gritar. Y no puedo gritar.