Metanoia Mon Amour - Nicolás Gadda Thompson - E-Book

Metanoia Mon Amour E-Book

Nicolás Gadda Thompson

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Beschreibung

Hoy más que nunca tenemos la necesidad de recuperar cierta claridad, volver a integrar los conocimientos, converger en las ideas, retornar a la Unidad. El pensamiento sistémico y la geometría sagrada son artes perdidas que debemos recuperar. El desarrollo regenerativo y la psiconáutica introspectiva son artes nuevas que debemos incorporar. Pensar la Realidad como redes que conectan nodos, y no como elementos aislados en secuencia lineal, es la propuesta de base más concreta que nos ofrece la lectura de este libro. Actuar generativamente en consecuencia será uno de los desafíos más exigentes y relevantes de nuestra Actualidad. Sobre esta base se desarrolla la siguiente propuesta: recuperar los saberes perdidos, incorporarlos a nuestros marcos mentales e integrarlos con el ejercicio de la ciencia moderna y el advenimiento de las nuevas tecnologías. Es hora de reconocer el capital simbólico y a la vez pragmático que heredamos de nuestros antepasados, como también es momento de celebrar el talento y la vocación de quienes hoy protagonizan el desarrollo disruptivo en todos los ámbitos del conocimiento. Dicha propuesta no supone tan solo un ejercicio de reivindicación histórica o social, ni una oda a lo novedoso por el mero hecho de serlo, sino que fomenta los lineamientos claves para el diseño de una hoja de ruta que nos permita identificar y aplicar las soluciones correctas a los múltiples desafíos que hoy enfrenta nuestra abrumada Humanidad. Este libro está destinado a los librepensadores de todas las edades, de todos los colores y de todos los rincones del planeta; es un llamado de atención que viene desde lo más profundo, pero también es un llamado a la acción que apunta a lo más universal.

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Seitenzahl: 515

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Nicolás Gadda Thompson

Metanoia Mon Amour

La era de la integración

Gadda Thompson, Nicolás Metanoia Mon Amour : La era de la integración / Nicolás Gadda Thompson. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3367-8

1. Ensayo. I. Título. CDD A864

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Dedicado a mi hija, Ainhara Bahía, y al resto de los “recién llegados”que vivirán en carne propia todo aquello –inesperado e inevitable–que hoy se encuentra tejiendo el último capítulo de nuestra Historia,y tal vez –solo tal vez– el comienzo de algo nuevo.

Índice

INTRODUCCIÓN

Capítulo 1 El Águila y el Cóndor

Capítulo 2 Ama tu Ritmo. Retorna a la Unidad

Capítulo 3 El Abrazo del Minotauro

Capítulo 4 Inteligencia en la Naturaleza

Capítulo 5 La serpiente Cósmica

Capítulo 6 Entendimiento, consciencia y ser

Capítulo 7 La Mentalidad del Universo

Capítulo 8 Los Alquimistas del Silicio

Capítulo 9 La Hora de los Delfines

EPÍLOGO

Apéndice 1 (a la Introducción)

Apéndice 2 (a la Introducción)

Apéndice 3 (a la Introducción)

Una amistad de película

Apéndice 4 (del capítulo 6, parte 1)

Apéndice 5 (del capítulo 6, parte 2)

Apéndice 6 (del capítulo 7, parte 1)

Apéndice 7 (al capítulo 9, parte 1)

Apéndice 8 (al capítulo 9, parte 5)

Apéndice 9 (al capítulo 9, parte 6)

BIBLIOGRAFÍA

Si cortas una hoja de hierba,haces temblar al universo.

Proverbio chino

Introducción

Esos raros eruditos nómadas

Breve preludio sobre estos capítulos dedicados a explorar los grandes movimientos y tendencias del espíritu y la razón humana en nuestra vertiginosa Actualidad.

La ciencia se arruinaría si se pusiera la competencia por encima de todo lo demás, retirándose por completo a especialidades estrechamente definidas. Los raros eruditos que son nómadas por elección son esenciales para el bienestar intelectual de las disciplinas establecidas.

“Chaos: Making a New Science”, por James Gleick.

Dicen que necesitas practicar al menos 10.000 horas si deseas considerarte experto en algo, lo que sea. Durante los últimos 30 años de mi vida he pasado varias horas al día leyendo, escuchando, reflexionando y conectando. Mi inclinación natural a lograr una visión holística de la vida y sus fenómenos, eventualmente me otorgó una visión holística de la vida y sus fenómenos. Se trata de mi más claro expertise al día de hoy, después de mucho más de 10.000 horas de práctica.

Dicha visión ha sido mi puerta de entrada a los reinos del sentido y el entendimiento. A través de estos, en alianza con la compasión, fue que encontré mi propósito. Y con él, el impulso para escribir este libro.

Señoras y señores, amigos presentes, amores pasados, errores futuros, críticos innecesarios, fieles detractores, sospechosos admiradores, damiselas de zaguán, damiselas de alcoba, damiselas de ensueños y la poca primera infancia letrada, es hora de presentarles a mi más reciente quimera literaria.

Sin más preámbulos, les dejo “Metanoia, mon amour” (La Era de la Integración), un libro que es en sí mismo un ejercicio de integración, y que busca fomentar en el lector la actitud de diluir su pensamiento binario -y así trascender la ilusión de los opuestos- a través de la combinación de saberes y la convergencia de opiniones. Se trata a la vez de una oda a, y de un ejemplo de, lo que los antiguos griegos llamaban metanoia: una excursión de aprendizaje por “el más allá”; sin dudas profunda; potencialmente transformadora.

El libro está plagado tanto de citas (muchas veces de los mismos autores en diferentes capítulos) como de asociaciones libres y fundamentadas entre los diferentes temas abordados, con alusiones constantes a la importancia de combinar bajo criterios rigurosos –y no tanto– epistemologías varias, paradigmas vigentes y vanguardias tan novedosas como milenarias.

Cada época debe conformar su propia idea del ser humano, y elaborar su propia paideia en consecuencia… Por una parte, somos distintos a los griegos antiguos: nuestras circunstancias son muy diferentes. Pero seguimos siendo seres humanos, y una esencia común late tanto en ellos como en nosotros, muy por encima de las circunstancias particulares… Nuestra época, lúcida en algunas facetas, es claramente confusa en otras. El exceso de información produce tanta ceguera como su carencia, y genera mucho más ruido, mucha más interferencia, lío, colapso… Las grandes conclusiones se obtienen relacionando conceptos y datos. Cuando los datos son tantos, no hay quien los vincule para hacer una lectura equilibrada y razonable de todos ellos. Es el Caos. Nunca el ser humano ha tenido tanta información, y pese a ello ha sabido menos quién es.

“Música de las esferas”, de Jaime Buhigas.

Este libro tiene un (¿único?, ¿doble?, ¿triple?) propósito. Como ya venimos adelantando, el primero de ellos –corazón del subtítulo– tiene que ver con el concepto de Integración: una instancia madurativa respecto del último capítulo “postmodernista” de nuestra Sociedad global híper conectada que ya venimos siendo desde las últimas décadas del siglo pasado. Integración como un concepto, una actitud y un accionar que es el resultado de madurar nuestra propensión de las últimas décadas a “fusionar” todo con todo.

Aún hoy me pregunto si el postmodernismo dio lugar a un post–postmodernismo, o si en realidad agotamos nuestra postmodernidad en la fusión experimental de disciplinas y prácticas artísticas, culinarias y tecnológicas (entre muchas otras). Poco importa aquí sentar nomenclatura o siquiera proponer alguna nueva. Mi punto es que la integración es lo que se viene, o lo que ya está sucediendo; claramente, lo que tiene que suceder.

¡La integración! No la homogeneización. Nada más lejos aquí que pregonar la mediocridad de lo indistinguible.

Sucede que nos hemos alejado demasiado unos de otros, a nivel ideológico, político, social, epistemológico. Hemos jugueteado durante demasiado tiempo con la especialización, la competencia, la desconfianza y el miedo como motores de gestión, todo lo cual desemboca en el sufrimiento humano…

Es hora de retornar a la Unidad, de reencontrarnos, de escucharnos, de trabajar en equipo y co–crear, co–gestionar, co–laborar. Es hora de integrar nuestras pasiones, deseos y voluntades en pos de un capítulo de nuestra Historia colectiva plagado de nuevas oportunidades, así como de nuevos desafíos.

“Metanoia Mon Amour” no es un manifiesto, un decálogo de conducta ni nada tan pedante o solemne, pero sí podemos considerarlo una declaración de principios, pues habla de mi postura frente a la Realidad y de cómo creo que podemos encararla.

Este libro está escrito para librepensadores de todas las edades; intenta ser un llamado de atención que viene desde lo más profundo, y un llamado a la acción que apunta a lo más universal.

El que poco aprieta, mucho abarca

Desde muy temprana edad nos enseñan a analizar los problemas y a fragmentar el mundo. Al parecer esto facilita las tareas complejas, pero sin saberlo pagamos un precio enorme. Ya no vemos las consecuencias de nuestros actos; perdemos nuestra sensación intrínseca de conexión con una totalidad más vasta. Cuando intentamos ver la imagen general, tratamos de ensamblar nuevamente los fragmentos, enumerar y organizar todas las piezas. Pero, como dice el físico David Bohm, esta tarea es fútil: es como ensamblar los fragmentos de un espejo roto para ver un reflejo fiel. Al cabo de un tiempo desistimos de tratar de ver la totalidad... Solemos concentrarnos en fotos instantáneas, en partes aisladas del sistema, y nos preguntamos por qué nuestros problemas más profundos nunca se resuelven.

De “A Beginner’s Guide to Constructing the Universe: The Mathematical Archetypes of Nature, Art, and Science”, por Michael S. Schneider.

En el año 2008 escribí un artículo llamado “La Era de la Participación” (aparece como “Apéndice 1” al final del libro), donde celebro la interacción entre el productor de contenidos y su audiencia –ya no más pasiva y expectante– que se dio con el advenimiento de las herramientas digitales (nodos de creación) y la web, la red “neuronal” mundial que nos conecta a todos y que convierte a la población mundial (sus cerebros conectados) en la estructura física más compleja del universo (literalmente) de la que tengamos conocimiento.

Por supuesto, existe un recorrido personal que me llevó desde aquella nota a este libro: desde la relación productor–consumidor (ahora bidireccional) hacia la necesidad de integrar opuestos y complementarios. El cambio de conciencia, individual y colectivo, se dará cuando pasemos de fusionar a integrar y de competir a colaborar. Y aquí presento con más detalle el término que le da título y (segundo) propósito al libro: METANOIA.

Metanoia es una palabra griega (μετανοῖεν, metanoien) muy poco conocida, mucho menos utilizada; a veces, incluso bajo el paraguas de las mejores intenciones, mal definida…

Hace más de 30 años Peter Senge la mencionó en su legendario libro “La Quinta Disciplina”, uno de los primeros intentos serios de poner en palabras lo que hoy comienza a formar parte del ADN sociocultural, lo sepamos o no: la necesidad de emigrar de un pensamiento lineal a uno sistémico. Según Senge, metanoia se puede traducir como “transformación espiritual, desplazamiento mental, cambio de enfoque, tránsito de una perspectiva a otra más compleja, esencial o trascendental. Captar el significado de metanoia es captar el significado más profundo de aprendizaje”.

En el transcurso de mi período “revisionista” del libro, previo a entregarlo a los editores, conocí a Tomás, quien me manifestó lo siguiente:

En el caso de “metanoia”, fue utilizada por desconocedores de las letras –incluido Peter Senge– ya desde la Antigua Grecia para señalar algún proceso subsecuente a la precisa metanoia (el cual debería llamarse “posmetanoia” o “metanoidia”); transmitiéndola con aspecto reformativo (que podríamos llamar “metanoisia”) y hasta de arrepentimiento por la iglesia católica: “metanoidelia”, por mencionar una opción 1.

La interpretación de Peter Senge de “metanoia” tiene un poco de etimología y libre imaginación, adjudicándole cualidades que no contiene la palabra en sí. El problema acá, y una discusión que tuve varias veces, es que el vulgo iletrado te defiende la utilización de un término como más importante que su verdadera esencia (lo que atentaría con destruir la naturalidad del lenguaje). Y con “vulgo iletrado” me refiero a todo aquel que, desde la primera utilización de la palabra metanoia, la transmitió sin ser un conocedor de las letras; tan sólo de las palabras, hoy llamados “letrados”, pero en realidad deberían ser “palabrados”.

Lo cierto es que la palabra metanoia, en su significado puro, refiere al proceso anterior al del de sus utilizaciones coloquiales; describe la instancia y transcurso, la excursión de la mente por aquello más allá de lo conocido... Podría ser por “el más allá”, o incluso por donde aún no hay creación.

Tomás Augusto Seeber 2

Tomás hace una aclaración importante: la metanoia tiene que ver con el recorrido, no tanto con el resultado. Se utiliza –o se piensa– esta palabra en referencia a la trascendencia alcanzada, “al sentido más profundo de aprendizaje”, como nos asegura el bueno de Peter. Sin embargo, la etimología de la palabra hace hincapié en el proceso, el viaje, el acto mismo de embarcarse “por donde aún no hay creación”.

Me gusta esta aclaración porque tiene aún más que ver con la premisa del libro, y el mensaje que pregona: buscar la integración, o sea, un aprendizaje más profundo, encarando la metanoia, esa incierta excursión a lo desconocido. Ya veremos si llegamos a buen puerto. Ese, como dicen los poetas, es otro cantar.

Más allá de las aclaraciones que me veo aquí obligado a hacer por la “nobleza”, adhiero a las palabras de Senge en relación a la naturaleza del verdadero aprendizaje:

El verdadero aprendizaje llega al corazón de lo que significa ser humano. A través del aprendizaje percibimos nuevamente el mundo y nuestra relación con él. A través del aprendizaje nos re–creamos a nosotros mismos y nos capacitamos para hacer algo que antes no podíamos. A través del aprendizaje ampliamos nuestra habilidad para crear, para formar parte del proceso generativo de la vida. Dentro de cada uno de nosotros hay un hambre intensa por esta clase de aprendizaje.

Peter Senge

Este libro es una apología a la metanoia y un llamado a la integración. Por eso, insisto, los temas se interrelacionan, las citas de grandes autores abundan, el pensamiento sistémico es la música de fondo. Reflexioné mucho sobre los peligros de querer “abarcar mucho” para terminar “apretando poco”. Dudé del poder de las citas como motor de reflexión, intercambio e inspiración. Todavía no tengo claro si el resultado hace honor a mis dos propósitos, o si logré nada más que una lectura enciclopédica, pedante y dispersa… Quedará en Uds., queridos lectores, la tarea de responder a esta pregunta.

Me conformo con haberlo intentado, y con celebrar el talento de los gigantes que me han prestado sus hombros.

With a little help from my friends 3

Las personas que no tienen tanta experiencia en una disciplina no tienen el conocimiento para evaluar adecuadamente lo fácil o difícil que podría ser algo en ese campo. Es por eso que los magos aplauden trucos diferentes a los que tú o yo podríamos, y por qué los comediantes se ríen de chistes diferentes a los nuestros. Su visión del dominio les permite apreciar los matices de lo difícil que es realmente lograr algo.

“Barking Up the Wrong Tree: The Surprising Science Behind Why Everything You Know About Success Is (Mostly) Wrong”, de Eric Barker.

Como ya les he adelantado, casi la mitad del contenido debe estar escrito por manos ajenas. Hay quienes restan valor a tan prolífica recurrencia. Debo decir que es una costumbre en mí que jamás he podido fiscalizar. Todo este libro ha sido el resultado de un impulso incontrolable por acercar a la “mesa” las voces e ideas de grandes pensadores, mucho más calificados que yo para expresar algunas de mis propias convicciones, incertidumbres y epifanías.

El libro pondera la integración como actividad clave en nuestra era. Lo podemos imaginar como una amena –y a la vez profunda– conversación entre viejos amigos, y no tanto como una alocución autorreferencial producto de las altivas ínfulas de un autor solitario. Quisiera que leyeran este libro como partícipes de una poblada sobremesa. Con esa intención, al menos, lo he concebido.

Sea como sea, he escrito un libro que a mí me hubiese gustado leer…

Como no podía ser de otra manera, cierro esta introducción con una cita; en ella, Harari reflexiona sobre la importancia de poder perder un poco el tiempo:

Es difícil acceder a la verdad cuando se gobierna el mundo. Se está demasiado atareado. La mayoría de los dirigentes políticos y de magnates de los negocios se pasan la vida trajinando. Pero para profundizar en cualquier tema se necesita mucho tiempo, y en particular el privilegio de perder el tiempo. Es necesario experimentar con caminos improductivos, probar con callejones sin salida, dejar espacio a las dudas y al aburrimiento, y permitir que pequeñas semillas de perspicacia crezcan lentamente y florezcan. Si no podemos permitirnos perder tiempo, nunca daremos con la verdad.

“21 lecciones para el siglo XXI”, Yuval Noah Harari.

1 El concepto de metanoia como de arrepentimiento surge originalmente en el gnosticismo, una rama hoy “pagana” de la iglesia católica. Para más detalle de este y otros conceptos relacionados, ver el Apéndice 2 al final del libro.

2 Tomás se define como fonólogo autodidacta, y sostiene como “único aval” (y una nota pintoresca) el hecho de que a sus cinco años, su padre le encontró un cuaderno donde dibujaba las letras de las publicidades que aparecían antes y después de sus dibujos animados en la televisión. Así aprendió a leer y escribir, enseguida enseñándole a su hermano de cuatro. Este amor que le profesa a las letras, más allá de las palabras que las mismas saben conformar, son la inspiración para el diseño de la tapa del libro.

3 Traducción: con un poco de ayuda de mis amigos.

Capítulo 1

El Águila y el Cóndor

Prólogo

Por Daniel Roggero, profundo observador de la conducta humana

En este primer capítulo de alto vuelo, el autor nos ofrece la gentileza de su claridad. Que no tiene otra razón que su notable erudición del saber mucho, y de la inteligencia del explicar bien. Imaginación significante que es no menos real que la realidad significada.

El hilo conductor de este capítulo es el equilibrio posible, que en apariencia –solo en apariencia– se encuentra roto por separación: así nos hablará del águila del norte que pretende encontrarse con el cóndor del sur. Metáfora de una Humanidad también “rota” entre lo moderno y lo ancestral y cuyos mejores símbolos serían la ciencia y el espíritu, o la razón y la intuición.

Texto desafiante y recomendable para una lectura que traduce la invitación, más que la necesidad, de saber que el momento llega, destino de una Humanidad sistémica y a la vez sustentable.

Vale el esfuerzo y la dedicación que se volverá goce intelectual, que no es poco. El estilo no parece cuidado, pero cada palabra ha sido elegida, como tallada en la experiencia dichosa e inspirada en el bien al prójimo.

¿Qué más decir sobre el autor? Un hombre inquieto que gusta de apaciguar a todo interlocutor que sepa entenderlo. Da la sensación al conocerlo que siempre es un reencuentro, como haberlo conocido desde siempre. Nada más universal que alguien que se conoce a sí mismo.

Una dicha para todo lector que agradecerá, y mucho, cada una de las inspiradoras palabras que el autor nos comparte. Creando comunidad desde un libro que exige y provoca, que hace pensar, sentir y creer; es mucho más que un libro: propuesta y desafío.

El águila y el cóndor

La importancia de integrar la poesía con los telescopios

Estamos llegando a un lugar en el que hay un acuerdo cada vez más amplio de que la poesía nos da tanta información sobre nuestra relación con el universo como lo hacen los telescopios, y que esas dos cepas pueden vivir juntas y complementarse armoniosamente. Esas dos cosas pueden suceder, y eso en realidad no es diferente a mi cultura, que afirma que por un lado hay sueños y visiones y por otro lado hay una responsabilidad de mantener una versión clara de la realidad. Esas dos corrientes de pensamientos y reacciones tienen que vivir cooperativamente juntas. La idea de que lo espiritual y lo secular pueden vivir uno al lado del otro es extremadamente importante en este momento.

John Mohawk Iroquai, cita publicada en “Original Instructions: Indigenous Teachings for a Sustainable Future”, de Melissa K. Nelson.

De profecías y reencuentros

Cómo empezar este capítulo de intenciones poéticas a la vez que disruptivas; por qué no, también esperanzadoras…

Podría empezar por relatar la profecía de los Queros, el último pueblo Inca aún vivo en nuestra era, que decide bajar de sus montañas en el 2012 porque la nieve del pico montañoso local (no recuerdo su nombre… tengo que googlearlo) empezó a derretirse, y esa era la señal marcada por los antepasados para reencontrarse con el resto del mundo y ofrecer su sabiduría ancestral.

Los Queros distinguen entre pasado (o materia), lo que ya está hecho y se puede “tocar”; futuro (o energía), el potencial de las cosas; y el presente (o vibración), la “onda” que le pongamos al aquí y ahora. Ellos recomiendan vivir en el presente, que es la integración de lo que fue y puede ser en la vibración del momento (ya ven por qué me parece una buena opción arrancar por los Queros… sencillamente hermoso).

Podría empezar también por enumerar otras formas históricas de concebir y buscar la integración en la vida. El Satori en la filosofía zen. El Tao de Lao–Tse. El Ikigai, que es un término japonés resignificado por los occidentales. El concepto de “tríptico” desde la perspectiva arquitectónica: en la mayoría de las culturas del mundo a lo largo de la Historia, existen ejemplos de la estructura de las 3 puertas o ventanas, siendo la del medio mayor y más imponente; se trata de los opuestos (puertas/ventanas flanqueando la central) que se funden en un Todo equilibrado (la puerta/ventana central), integrando lo femenino y masculino, el día y la noche, el amor y el odio, entre muchas otras dualidades en eterna relación.

Podría empezar también (creo que a esta altura ya estamos empezados) por mencionar el circuito que se ha creado de occidentales “sensibles” (hippies del siglo XXI, sin rumbo, curiosos, huérfanos de identidad) desde Ecuador y Colombia hasta Argentina y Chile, que recorren el continente por los caminos incaicos y por la costa de Brasil; circuito que conectó indefectiblemente a estos jóvenes –en busca de una alternativa a la vorágine consumista– con las tribus amazónicas shamánicas, sus plantas medicinales y su cosmovisión andina.

Que yo sepa, nadie encontró una planta que tuviera un uso medicinal que los pueblos indígenas que vivían allí (y vivían con esa planta) no conocieran. En cualquier parte. Nadie encontró uno. Cuando encontraban algo, generalmente tenían que preguntar a los lugareños, ¿Para qué sirve esto? Los lugareños, si les apetecía, les decían: Bueno, ya sabes, eso curará la hiedra venenosa o lo que sea, es una medicina. ¿Qué significó eso en términos de su proceso de deducción, de descubrir que alguna planta rara era buena para un uso particular en medicina?

Lo único de lo que podemos estar seguros es que pasaron mucho tiempo experimentando con eso. Se podría suponer que algunos de ellos pasaron miles de años experimentando con él. Si tienes suficientes pruebas, de vez en cuando tendrás un éxito, ¿verdad? Si eres lo suficientemente bueno para memorizar el éxito, tienes que tomar muchas decisiones. En medicina, las opciones son desalentadoras. ¿Qué planta utilizas? ¿Qué parte de una planta usas? ¿Cuándo se cosecha la planta? ¿Cómo lo usas? ¿Te lo tragas? ¿Lo frotas? ¿Qué haces con él? Tal vez solo bailas a su alrededor, ¿quién sabe?

Con cualquier enfermedad dada, probablemente habría miles de plantas, decenas de miles de partes de plantas y numerosas formas de tratar con ellas, desde un cataplasma hasta un elixir y el consumo de esa planta. Por lo tanto, había que tomar muchas decisiones. De alguna manera los redujeron y para cuando la mayoría de nosotros escuchamos sobre ellos, dijeron, así es como se usa esta planta para este propósito, que digo que es una versión del Conocimiento Indígena. Hicieron todo ese trabajo experimental para nosotros, y heredamos el resultado final de esa experimentación, esa ciencia nativa. Y eso es Conocimiento Indígena.

John Mohawk en “Original Instructions: Indigenous Teachings for a Sustainable Future”, de Melissa K. Nelson.

Podría terminar la idea (que se conecta con los Queros) de que hoy los “taitas y las mamachas” recorren el mundo entregando –e integrando– el Yagé (Ayahuasca), el Buffo (5–DMT), la Wachuma (San Pedro), el Cucumelo (psilocibina) y otras medicinas del espíritu (disolventes del ego) a una población creciente de citadinos globalizados, sin rumbo, curiosos, huérfanos de identidad.

Relatos sci–fi y Edipos legendarios

Podemos decir, sin temor a pecar de charlatanes, que el rubro de la ciencia ficción es en sí mismo una máquina encubierta de fabricar profecías. Cuando un artista imagina mundos posibles “a la vuelta de la esquina”, y los expresa en novelas, series o películas, sus espectadores más apasionados buscarán la forma de reproducir en la realidad la tecnología sugerida, los sistemas propuestos y los procesos presentados en dicha ficción, convencidos de que “la cosa va por ese lado”. Cuando lo consiguen, ¡zas! La ficción se vuelve realidad. Aquella posibilidad de un futuro imaginado se vuelve la norma, el camino, el eslabón último de la cadena histórica. En pocas palabras: se vuelven una profecía cumplida.

Algo similar pasa con las profecías declaradas y legendarias que aún protegemos del olvido. Se manejan de la misma forma. El hecho de que el relato de lo que puede pasar se anuncie como algo que va a pasar (o sea, la declaración flagrante de que es una profecía) solo le da un peso simbólico mayor en las mentes impresionables de nosotros, homínidos supersticiosos. Pero el recorrido “mental–real” es el mismo. Alguien plantea un futuro posible y el mundo se encarga de recrearlo. Si no me creen, preguntémosle a Edipo.

Es hora de volar juntos

Pero no nos equivoquemos. La tradición no corta la vida en rebanadas y el conocedor rara vez es un especialista. Por regla general es un generalista. Por ejemplo, un mismo anciano será aprendido no solo en la ciencia de las plantas (las propiedades buenas o malas de cada planta) sino en las ciencias de la tierra (las propiedades agrícolas o medicinales de los diferentes tipos de suelo), y las ciencias del agua, la astronomía, la cosmogonía, la psicología, etc. De lo que se trata es de una ciencia de la vida en la que el conocimiento siempre puede convertirse en un uso práctico. Guardián de los secretos de la génesis cósmica y de las ciencias de la vida, el tradicionalista, generalmente dotado de una memoria prodigiosa, es a menudo también el archivista de eventos pasados.

Cita de Amadou Hampate Ba (historiador) en “The Black God”, de Dr. Supreme Understanding.

Sobrevive aún en el imaginario de algunos pueblos amerindios la profecía del “Águila y el Cóndor”. Lo que antes se refería a pueblos del norte (águila) y pueblos del sur (cóndor) del continente americano, ahora se transcribe en “occidente” y “pueblos originarios” de todo el mundo. Lo moderno (el águila) y lo ancestral (el cóndor). La ciencia y el espíritu. La razón y la intuición… Ya me van entendiendo.

Esta profecía dicta que llegará el momento donde ambas aves, ambos mundos, ambas formas de encarar la vida, volarán cerca la una de la otra en una danza telúrica hasta entrecruzarse y formar así una nueva criatura mágica, balanceada, integral. La unión en el plano consciente y real de los opuestos. El equilibrio cósmico de una Humanidad sistémica, holística, fundamentada en la Sustentabilidad.

El momento ha llegado. La crisis deviene en oportunidad. La mirada al frente. Ya no hay vuelta atrás.

Capítulo 2

Ama tu Ritmo. Retorna a la Unidad

Prólogo

Por Valentín Thompson, médico, filósofo y boxeador

Todo el universo tiene tamaño, forma y equilibrio de acuerdo a la ley de gravedad. En la Tierra sucede lo mismo, de tal manera que todo es medible y tiene un número. El cuerpo humano, si lo imaginamos desde las micro partículas más elementales hacia lo macro, es comparativamente igual al universo, y lo podemos medir en cada uno de sus detalles. Ahora, si pasamos a la mente humana, las cosas son más difíciles.

El equilibrio del pensamiento y las leyes que rigen la convivencia, son producto de pruebas y error a través del tiempo (Chronos) para llegar a dicho equilibrio. Esta armonía universal también tiene fenómenos anárquicos; por ejemplo, los meteoritos cuyas formas no siguen los patrones del universo, y con sus trayectorias erráticas colisionan desencadenando fenómenos catastróficos. En el cuerpo humano –y la naturaleza– sucede lo mismo, pero con Chronos todo termina equilibrándose.

El orden social se quiebra también a partir de las tensiones que provocan las limitaciones y los cambios; es por eso que se necesita muchas veces romper ese equilibrio para liberar tensiones, muy bien simbolizado (y aplicado) por los griegos con las fiestas Dionisíacas. En ellas se rompía con el orden establecido durante un tiempo, al final del cual venía Apolo con su música y lo restablecía, teniendo en cuenta que la armonía (la base estructural de la música) es matemática pura medida en ciclos por segundo.

Todo esto está explicado en este capítulo desde los números y las formas, contemplándolo a través de la filosofía, la ciencia y las creencias esotéricas.

Ama tu ritmo

Parte 1

Antes que nada; antes de decir “que haya luz”, Dios dijo “primero debes trazar la línea en algún lugar, luego te vas con todo lo demás”.

Alan Watts

Ama tu ritmo y ritma tus acciones bajo tu ley, así como tus versos; eres un universo de universos y tu alma una fuente de canciones. La celeste unidad que presupones hará brotar en ti mundos diversos, y al resonar tus números dispersos pitagoriza en tus constelaciones.

Rubén Darío

Es el turno de la Divina Geometría, que, como paradigma del conocimiento transversal e integrador de artes y ciencias, participa de igual modo de poesía y prosa, de física y metafísica, de lógica y analogía, de razón, intuición e iluminación.

“Laberintos”, de Jaime Buhigas4.

Las cualidades del Alma

En tiempos ya muy lejanos, habitaron en la tierra los gimnosofistas. San Gerónimo cuenta de los viajes de Alejandro por la India y nos habla de los Gimnosofistas (sofistas “desnudos”, ascetas, anacoretas). En tiempos faraónicos arribaron a Egipto, a las márgenes del Nilo, y fueron los primeros geómetras de la región.

¿Gimnosofistas? ¿Geómetras? Pues claro: medían la tierra. Trabajan en el suelo desnudo con los “aritmos” (los números) para parcelar las superficies, aventurarse en las constantes universales y descubrir las cualidades del Alma.

Con el paso de los siglos, sus descendientes egipcios usaron la geometría para devolver las áreas de la tierra a sus legítimos propietarios5. Cubierta por el limo de las crecidas, las cuales tapaban todo el terreno en épocas de bajamar, la tierra necesitaba del ejercicio del geómetra para retornar esa metáfora del Kaos Primigenio –el suelo uniforme– al Kosmos, al Orden, al suelo prolijamente dividido.

De esta manera, los geómetras egipcios recreaban el acto primero de la Creación. Del Kaos al Kosmos. Este conocimiento se propagó después a la Grecia Antigua a través de las enseñanzas de Pitágoras, quien supuestamente visitó Egipto y estudio con los sabios locales. Ahora se sabe que más que una persona, Pitágoras fue una escuela entera de pensamiento; un grupo de estudiosos nómades que, juntos, formaron la corriente que más tarde nutrió a los hoy reconocidos pitagóricos, como Epicarmo de Megara, Alcmeón de Crotona, Hipaso de Metaponto, Filolao de Crotona y Arquitas de Tarento.

El “Ágora de Pita”, siendo Pita un dios védico –indio– Padre de los Cielos. De Grecia el conocimiento pasa Roma, y de Roma a nosotros.

Una de las enseñanzas primordiales de esta escuela de pensamiento fue y seguirán siendo los números. Junto al “peso y la medida”, según Platón (pitagórico hasta la médula) los números cobran así, una connotación trascendente, sagrada, Universal. Puesto en palabras más contemporáneas, una connotación Poética. A saber: los “números Idea” pitagóricos. La dimensión metafórica de los aritmos. El número como símbolo (cualitativo) y no ya meramente como signo (cuantitativo).

La poesía de los números

Este libro es el primer libro, pintado antaño, pero su faz está oculta hoy al que ve, al pensador. Grande era la exposición, la historia de cuando se acabaron de medir todos los ángulos del cielo, de la tierra, la cuadrangulación, su medida, la medida de las líneas, en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, de los cuatro rincones, tal como había sido dicho por los Constructores...

Extraído del “Popol Vuh”6.

Lo primero fue el Kaos. Ojo, a no confundir con el Caos que nosotros entendemos por desorden. El Kaos griego no es desorden. El Kaos griego es el punto. La Nada que lo es Todo. El reino de las posibilidades infinitas. Un Orden que no se distingue porque no tiene partes. Porque no tiene límites. Y no solo es ilimitado en lo grande; no hay límites definidos de ningún orden, ni grandes ni pequeños.

Del mismo modo, nuestra palabra “cosmos” generalmente se refiere al “espacio exterior”. Pero la palabra deriva del griego kosmos (que significa “bordado”), lo cual implicaba no un universo como una enorme habitación llena de “cosas sustantivos”, desconectadas, sino el orden y la armonía de los patrones y “tejidos” con los que el universo está bordado y se mueve. Kosmos significaba el comportamiento honorable y “correcto” del conjunto, la orquestación armoniosa de los patrones y procesos del mundo. En este sentido original, nuestra palabra “cosméticos” no se refiere a los sustantivos involucrados, el lápiz labial y el rouge, sino al proceso de armonizar los elementos de la cara.

De “A Beginner’s Guide to Constructing the Universe: The Mathematical Archetypes of Nature, Art, and Science”, por Michael S. Schneider.

Y de pronto, aparece el 1. La mónada.

El 1 es el número divino de la Unidad Primigenia. El Orden, o sea el Kosmos. El Todo. La manifestación del Caos. De lo ilimitado a los fragmentos limitados. El Uno se representa en la Geometría Sagrada (los antiguos la llamaban Natural) como un círculo. ¡Pero, atención! Si uno quiere, puede trastocar el círculo por el punto. El círculo como la suma de todas las posibilidades, y el punto como la primera manifestación. Recuerden que el Cosmos es la manifestación del Kaos. Su desdoblamiento.

Y luego, vaya a saber uno cómo, ocurre la primera y más grande revolución de la historia del Kosmos. Aparece el 2. La Dualidad.

No es casualidad que embaucadores como el coyote y el cuervo fuesen a menudo los creadores originales de una tribu porque son muy astutos y combinan lo peor y lo mejor en el carácter humano. Los babilonios también tenían un Dios que combinaba esas dos cosas, pero desafortunadamente fue ignorado por los judíos, los israelitas que estaban en Babilonia. Eligieron separar a ese Dios que tenía dos caras, en un Dios negro y un Dios blanco, un dios bueno y otro malo, y hasta el día de hoy; solo miren la situación política actual. Tenemos el mismo tipo de dicotomía que enfrenta el mundo debido a la ideología religiosa.

Dennis Martínez en “Original Instructions: Indigenous Teachings for a Sustainable Future”, por Melissa K. Nelson.

El 2 es el símbolo de los opuestos, el de la elección, el de la separación, el del conflicto, el de la dualidad, el del Otro. Dice La Biblia: “Lo primero fue el verbo”. O sea, la palabra, el Logos. En realidad, el término original (en el griego clásico) acepta dos traducciones: verbo (palabra) y radio (relación). O sea que lo primero fue la relación. ¡La relación! Por eso a no confundir Razón con “pensamiento” (como lo entendemos ahora), pues tiene aún más asociación con el concepto de “relación” (aquello que está “mediando”), muy por encima del mero pensamiento, o de la palabra.

Decíamos, entonces, que aparece una relación entre el Uno –la Unidad primigenia– y el uno pequeño, cuantificable (que no es el mismo que el 1 primigenio) con el 2. Esta es la primera escisión –en dos partes– de la Unidad. Ya ven, además, la relación entre Uno y uno. Se le acuña a Hermes Trimegisto7 haber dicho: “Como arriba, lo de abajo; para mayor gloria de la Gran Unidad”. Tri–megisto (tres veces grande). Hoy sabemos que el buen Hermes, al igual que Pitágoras, son ideas, escuelas, y no personas de la vida real. Y con este corolario, vamos al siguiente número sagrado.

De sopetón, aparece el 3. La tríada.

Como un rotundo pitagórico, Lao–Tse, esa legendaria personalidad filosófica de la China antigua, escribe en su Tao Te Ching: “El Tao produjo al Uno. El Uno produjo el Dos. El Tres produjo todas las cosas”.

El 3 es la tríada, el tercer elemento genera una relación y, por tanto, un equilibrio entre los dos anteriores. Es la solución del conflicto, el Cupido de los enamorados, el Espíritu Santo del Padre y el Hijo, el chanchito pequeño y astuto del legendario cuento para niños, la cenicienta con sus dos feas hermanastras; aquel elemento que recupera el balance perdido con el advenimiento de la dualidad.

Stravinski decía aquello de “no solo hay que escuchar música, además hay que verla”. La música es geometría en el tiempo, del mismo modo que la geometría es música en el espacio. Cualquier ejercicio de geometría es fragmentación de la unidad en virtud del número. Bien podría ser esta una definición de ritmo.

“Música de las esferas”, de Jaime Buhigas.

El 3 recupera la Unidad, pero una Unidad distinta a la del Uno. Ha hecho un recorrido. Y ese recorrido, el cual desemboca en un nuevo equilibrio, tiene un ritmo. La palabra “ritmo” también viene de “aritmos”. Y no es que fueran los números o los ritmos. Para los geómetras ambas cosas eran lo mismo. Para un músico debería serlo también.

El ritmo es el transcurso, la mediación, el tipo de percepción del paso del tiempo. El ritmo marca nuestra relación con el propio tiempo, y lo subjetiviza, dotándolo de significado, de narrativa, de expresión. El ritmo homogéneo se corresponde con la pulsación primordial... Esta pulsación fragmenta la línea temporal en intervalos iguales, que pueden subdividirse en otros intervalos homogéneos. Es una primera partición de lo infinito, que hace habitable el tiempo y, por lo tanto, el infinito mismo.”

De “La sinfonía del Universo: En busca de los números que guardan las claves del canon de la belleza y la armonía en el Cosmos”, por Jaime Buhigas Tallon e Isabel Vázquez Salinas.

La música de las esferas

Los maestros de Cretona y otras ciudades pitagóricas eran, entre muchas otras cosas, sanadores. ¿Y cómo sanaban? Exponían a los enfermos a un Orden (Kosmos) numérico para que –por mimesis (término que luego inmortaliza Platón)– estos regresaran al equilibrio. Ese orden numérico no era otra cosa que la música. La música, por tanto, es geometría en el tiempo, capaz de sugerir emociones. ¿Y cuál es el objetivo último de la música? El silencio, “la música de las esferas”. ¡Es que este tema se desdobla en un fractal de refrescantes revelaciones! El silencio es la combinación de todas las armonías que producen los cuerpos celestes del universo. Como siempre están allí, “Silencio” es el nombre que le hemos puesto.

4 Este capítulo está dedicado a Jaime Bohigas, profesor de geometría, actor, peregrino, comunicador magistral.

5 El origen de la verdadera escritura está asociado con el origen de la geometría “practica”, en su relación con cubrir una necesidad vital para el desarrollo de las civilizaciones. Dicha herramienta comenzó alrededor del año 4.000 a. C. con imágenes pictográficas, particularmente sellos de nombres y otros marcadores de propiedad, porque, en ese momento, habíamos erosionado nuestros sistemas igualitarios de propiedad colectiva hasta el punto en que necesitábamos marcar lo que pertenecía a quién.

6 Popol Vuh es el nombre de una recopilación bilingüe de narraciones míticas, legendarias e históricas del pueblo quiché, el pueblo indígena guatemalteco con mayor cantidad de población. Este libro, de gran valor histórico y espiritual, ha sido llamado el Libro Sagrado de los mayas.

7 Thot (con cara de Ivis) de la mitología egipcia, es Hermes Trimegisto (en la mitología griega) y Mercurio en la mitología romana. Los tres números inconmensurables que Thot enseña a los hombres son raíz de 2, de 3 y de 5. La raíz de 5, según Thot (nombre griego al fin de cuentas, pues en egipcio era Diejuti), era el principio regenerador del Universo. La raíz de 5 está relacionada con la proporción áurea (phi, el número no revelado; el que el hombre descubre por su cuenta), la cual simboliza la vida. El cuarto número sagrado es el 1, la unidad, del cual surgen los otros 3. Estos 4 números son los que Thot regala a los hombres. Todos los templos de la historia tienen como medidas principales estas tres raíces. Porque todo templo es una metáfora del universo (y del cuerpo humano, que lleva las mismas proporciones que el Cosmos).

Retorna a la Unidad

Parte 2

El Tao da a luz al Uno; El Uno da a luz al Dos; el Dos da a luz al Tres; el Tres da a luz a todo ser vivo. Todas las cosas se mantienen en Yin, y llevan Yang: Y se mantienen unidas en el Chi de abundante energía.

Lao Tzu, Tao Te Ching, Capítulo 42.

Dios es un círculo

Dice Platón en boca de su glorioso Timeo:

Por lo cual, el dios, cuando comenzó a construir el cuerpo de este mundo lo hizo a partir del fuego y de la tierra. Pero no es posible unir bien dos elementos aislados sin un tercero, ya que es necesario un vínculo en el medio que los una. El vínculo (relación) más bello es aquél que puede lograr que él mismo y los elementos por él vinculados alcancen el mayor grado posible de unidad. La proporción (también entendida como analogía) es la que por naturaleza realiza esto de la manera más perfecta.

¡Y así del 3 vamos directo al 4! La base.

Continúa Timeo:

El dios colocó agua y aire en el medio del fuego y la tierra y los puso, en la medida de lo posible, en la misma relación proporcional mutua –la relación que tenía el fuego con el aire, la tenía el aire con el agua y la que tenía el aire con el agua, la tenía el agua con la tierra–, después ató y compuso el universo visible y tangible.

El 4 es el número de la trinidad materializada en el cuerpo. Es tierra, es base. Principio conservador: el cuadrado, la tierra, que se relaciona con Vishnu en el hinduismo. La meca (el cubo) es un canto sacro al cuadrado en un lienzo de tres dimensiones. Lo mismo “el Santo de los Santos”, la sala cúbica del templo de Salomón donde estaba resguardada el Arca de la Alianza.

Si nos figuramos un 4, podemos fácilmente imaginar una cruz. Esa forma nos da un centro (el centro aparece antes en la circunferencia del triángulo equilátero, pero este centro es más estable aún). Revela la igualdad de las cuatro partes. Aparecen las coordenadas X e Y. Los puntos cardinales. La Rosa de los Vientos. Los cuatro jinetes del apocalipsis. Los cuatro Beatles. Los cuatro fantásticos. Bueno, ya.

Y hablando de centros, les dejo esta cita maravillosa acuñada por el mitológico Hermes Trimegisto: “Dios es un círculo cuyo centro está en todos lados, y su circunferencia en ninguno”.

Desde los gimnosofistas hasta los griegos, pasando por Egipto y viniendo de la India, Dios era la Unidad, el Orden, el Kosmos, el Círculo. Para los antiguos decir Kosmos era decir Dios. Y fíjense: el círculo es un ordenamiento de infinitos puntos equidistantes de un punto que es a su vez infinitamente elusivo, misterioso, ínfimo en la imagen visual. Si al círculo lo achicamos, termina siendo un punto. Ya lo hemos dicho más arriba: las partes ordenadas (Kosmos) son la manifestación del Kaos. Y entonces el Kosmos, el Uno, es también el Kaos manifestado. Todos nosotros somos el reflejo, la expresión, la posibilidad de ese Kaos, y de ese Kosmos… Para los miembros de la Hermandad Pitagórica y los sabios geómetras egipcios, mérito todo ello de los gimnosofistas, los Dioses eran los números.

¡Es que da para romperse la cabeza contra una pared! Y luego experimentar La Revelación. El conocimiento “que te es dado”.

Las sagradas matemáticas

Las matemáticas están entreveradas en el tejido mismo de la vida. Esta es la razón por la cual las culturas indígenas que carecen de las palabras para los números todavía poseen un profundo sentido numérico. Hay matemáticas programadas en nuestros cerebros, y provienen del mismo patrón consciente que estructura el universo matemáticamente. Esta es la razón por la que las proteínas plegables de nuestros genes (el hardware del software del ADN) forman sólidos platónicos. De hecho, la geometría está tan profundamente entretejida en el universo físico, que las moléculas se combinan en función de sus formas geométricas (como piezas de rompecabezas).

“The Science of Self”, de Dr. Supreme Understanding.

La forma determina la función. Ese concepto molecular lo aprendí a fuego durante mis años como estudiante de Ciencias Biológicas en la Universidad de Buenos Aires. Y el crecimiento, el desarrollo personal, el autoconocimiento, solo puede darse si uno “camina el camino” y se expone a la experiencia más allá de los libros, la teoría y la comodidad del hogar.

Las matemáticas simbólicas proporcionan un mapa de nuestra propia estructura psicológica interna y espiritual. Pero estudiar las propiedades numéricas y conocer intelectualmente la hoja de ruta, el simbolismo, no es lo mismo que realmente emprender el viaje. Tomamos ese viaje encontrando dentro de nosotros mismos los principios universales que estas propiedades representan y aplicando el conocimiento a nuestro propio crecimiento. Prestamos atención a prestar atención, en conciencia plena (sin imágenes), dirigiendo la atención sostenida a lo que los símbolos se refieren dentro de nosotros.

Cuando las lecciones de matemáticas simbólicas o filosóficas vistas en la naturaleza –que fueron aplicadas en el arte y los diseños arquitectónicos religiosos– se aplican funcionalmente (no solo intelectualmente) para facilitar el crecimiento y la transformación de la conciencia, entonces las matemáticas pueden llamarse con justa razón “sagradas”. Para mí, los términos “aritmética sagrada” y “geometría sagrada” solo tienen significado cuando se basan en la experiencia de la autoconciencia.

El arte religioso es sagrado no solo debido a su tema, sino también porque fue diseñado utilizando el sutil lenguaje simbólico del número, la forma y la proporción para enseñar la auto comprensión y el autodesarrollo funcional. Las artes, artesanías y arquitectura del antiguo Egipto tal vez proporcionen los mejores ejemplos accesibles de diseño que utilizaron el simbolismo del número, la geometría y la naturaleza para enseñar una forma acelerada de autodesarrollo a iniciados capacitados que sabían cómo traducir el simbolismo en ejercicios meditativos.

Por lo tanto, la verdadera geometría sagrada no se puede enseñar a través de los libros, sino que debe permanecer como parte de la antigua tradición oral transmitida de maestro a alumno, de boca a oído. Debido a que a lo largo de los siglos este conocimiento se transmitió en secreto para no entrar en conflicto con las (intolerantes) autoridades religiosas prevalecientes, o ser dispuesto a aquellos considerados profanos, todavía hay un aura de misticismo al respecto. Pero los patrones de la naturaleza y los de nuestra vida interior son familiares para todos y siempre están disponibles para nosotros.

De “A Beginner’s Guide to Constructing the Universe: The Mathematical Archetypes of Nature, Art, and Science”, por Michael S. Schneider.

El mito de Pan Gu

Un ejemplo “accesible de diseño” puede ser el famoso mito chino de Pan Gu, específicamente el relato del “huevo del mundo” del que nació el dios primitivo. Dicho relato se remonta al menos a la dinastía Shang. En esta tradición, Pan Gu emergió de un huevo primordial en el que yacían latentes el cielo y la tierra. Luego separó a los dos, un proceso que tomó dieciocho mil años. En algún lugar entre el cielo y la tierra, Pan Gu se transformó, pasando por “nueve cambios al día”, actuando “como un dios en el Cielo y como un sabio en la Tierra”, durante otros dieciocho mil años, hasta que finalmente, el mundo se preparó para la venida de los Tres Emperadores. Estos eran el Emperador del Cielo, el Emperador de la Tierra y el Emperador de los Hombres, un triunvirato que corresponde al de “Los Tres Augustos”.

Pan Gu, en este proceso, se convirtió tanto en hombre como en matemáticas. Por lo tanto, el mito continúa: “Así que estos números surgieron y evolucionaron. El número comienza con uno, se establece en tres, se completa en cinco, prospera en siete y termina en nueve”. Este simbolismo numérico, donde la procesión del 1 al 9 se usa para describir el desarrollo del universo, se encuentra en todas partes, desde el Tao Te Ching hasta la Cabalá. Es, de hecho, una forma útil (y precisa) de explicar una ciencia muy complicada.

La integración como retorno a la Unidad

La armonía del mundo se manifiesta en la Forma y el Número, y el corazón y el alma y toda la poesía de la Filosofía Natural se encarnan en el concepto de “belleza matemática”.

Sir D’Arcy Wentworth Thompson (1860–1948, zoólogo escocés).

Ahora, ustedes me preguntarán: ¿Pero que tiene todo esto que ver con la integración? Vamos a ello.

La integración es una bella, noble y valiente manera de retornar a la Unidad. De reconocer que no solo somos nada sin el otro, sino que Somos el Otro. Así como la geometría “es la ciencia de la integración”, como dice Jaime en sus conferencias, nosotros supimos ser, y podemos volver a ser, una de sus más maravillosas manifestaciones.

En el hombre, cuerpo y espíritu se integran. El 4, el cuadrado, lo concreto, la materia, y el 1, el círculo, la unidad primigenia, el Alma, cohabitan en el hombre a través del logos, es decir, de la relación entre ambas figuras que podemos encontrar en la morfología humana. Ese logos, esa relación, es la proporción áurea, que aparece en toda la Naturaleza. ¡Es que es fascinante!

Trataré de explicar la proporción Áurea en pocas y simples palabras: cuando dos elementos coexisten, tienen una relación. Cuando aparece un tercer elemento que mantiene esa relación, se produce una analogía, es decir, una proporción. La proporción Áurea es la analogía más sencilla del Universo. Y por lo tanto, más perfecta, ordenada, “bella”, la que se acerca más a la Unidad.

El tema da para libros enteros (de hecho, ya existen esos libros), pero básicamente el cuerpo humano está lleno de proporciones áureas y, como dijimos más arriba, en el hombre “cuerpo y alma” se integran. Con solo dos simples posturas –inmortalizadas por la pluma de Vitrubio y el carbonilla de Leonardo– expresan la materia y el alma, las cuales se integran convirtiendo al cuerpo humano (a su canon) en la “medida áurea” de la Naturaleza. El centro de la materia, los genitales; el centro del alma, el ombligo, el “Ónfalo” de Zeus.

El Misterio más grande es el Otro

Conocerás tanto como le es permitido a un mortal. Que la naturaleza es semejante siempre a sí misma, y siempre desde todos los puntos de vista.

Pitágoras

Para terminar de entender todo este embrollo maravilloso y revelador tenemos que volver al presente y reflexionar sobre nuestra más rotunda realidad. Algunos dirían embrollo disruptivo o innovador, pero ya ven que son conceptos y verdades eternas, descubiertas y redescubiertas constantemente; celebradas por los hombres y mujeres de la antigüedad más profunda.

Los principios armoniosos de la naturaleza se exhiben a través de sus relaciones matemáticas. A medida que aprendemos a leer su lenguaje arquetípico, descubrimos que el tema del libro de la naturaleza es una historia, una búsqueda mítica sobre el proceso de transformación. Este mito matemático del proceso creativo, esta “mitomática”, no es ni ancestral ni de la nueva era, sino atemporal, accesible en todas las épocas porque codifica constantes eternas disponibles para todos. Aunque la forma externa del mito se adapta a diferentes culturas, puede ser redescubierta en cualquier época al examinar números simples, formas básicas y fenómenos naturales siempre presentes.

Por lo tanto, las personas de cada período histórico pueden comprender los principios del proceso de creación de la naturaleza examinando imaginativamente las correspondientes relaciones arquetípicas inherentes a las matemáticas, personificadas en la mitología y representadas en el arte y la cultura.

De “A Beginner’s Guide to Constructing the Universe: The Mathematical Archetypes of Nature, Art, and Science”, por Michael S. Schneider.

Sucede que vivimos en una realidad demasiado fragmentada, compartimentada, especializada, donde el Retorno ya no se percibe Eterno; donde la línea, el 2, la dualidad, los opuestos, el conflicto con el Otro reina entre los hombres. Y las mujeres.

Ciencia, arte, religión, filosofía, medicina, la liturgia involucrada en los momentos sacros; todo era parte de lo mismo. La geometría sagrada (que los antiguos llamaban Natural) es la “ciencia que relaciona todas las ciencias”. Se complicó un poco todo más adelante, con el ejercicio de la especialización, la fragmentación del saber. Y ahora vivimos en la dualidad, en esto contra aquello, en lo de uno contra lo del otro. Por eso el arte, como la ciencia, son la búsqueda del retorno a la Unidad. No a dios, sino al encuentro con el Otro.

Ya lo decía Antonio Machado: “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas. Es ojo porque te ve”.

El Otro será siempre un misterio porque el Otro no somos nosotros. Y al mismo tiempo, si miro al Otro, si realmente lo veo, no puedo más que reconocer que somos Uno. El misterio más grande es el Otro y está bueno que lo siga siendo. La gracia de intentar encontrar respuesta a los misterios, no radica en la respuesta misma, en el destino, el final, la muerte… Sino en el hecho mismo de estar buscando esa respuesta, en el viaje, el proceso, la sorpresa, el camino por el cual nos embarcamos hacia lo desconocido, lo incierto, lo asombroso, aquello que desconocemos. Y aquello que desconocemos por excelencia es el Otro. Esto remite al número 3, el cual retorna a la Unidad luego de haber recorrido ese camino. Por eso el arte como la ciencia, la religión, la filosofía; todos son caminos que parten de lo Mismo, y que uno puede recorrer en la búsqueda del retorno a la Unidad. No a Dios, sino al encuentro con el Otro.

El camino para encontrar la respuesta en el Otro, es el camino para encontrar la respuesta en nuestro interior, ¡en nuestro Ritmo!, en nosotros mismos, que somos el Otro. Que somos Uno.

Por eso ama tu ritmo, y retornarás a la Unidad.

Capítulo 3

El Abrazo del Minotauro

Prólogo

Por Marta Oyhanarte, guerrera pacífica en las trincheras de la Realidad

Nicolás Gadda Thompson, en las primeras páginas de este libro, nos ha desafiado a integrar nuestra forma de ser y de actuar, nos ha llevado a reconocer el infinito y el límite y, con igual solvencia, nos introduce en este capítulo en el Laberinto de los laberintos. “¿Qué busca?”, podemos preguntarnos. La respuesta podría ser –pero el lector tendrá que descubrirla dentro de sí– la Integración para librarnos de la prisión de los opuestos, para aprender (y aprehender) en esta época que hemos dado en calificar de veloz, incierta, compleja y ambigua, de la “combinación de saberes y la convergencia de opiniones” que nos permitirá encontrarnos con nosotros mismos y con los demás para construir el sueño colectivo que aún nos debemos.

Los laberintos son casi infinitos, están presentes en todas las culturas y se nos aparecen en cuentos, relatos, historias, símbolos, metáforas, poemas, sueños…

Quién no ha imaginado un encuentro aterrador con el Minotauro –ese monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro– habitante supremo de todo laberinto. Lo pensamos ajeno a nosotros, peligroso y al acecho. En este capítulo aprendemos a no temerle. El autor nos enseña a usar el hilo de Ariadna para salir de ese encierro con el Minotauro dentro de nosotros, conocido y domesticado. Nos invita a peregrinar, a reconocer mandalas y espirales, a mirarnos en el espejo, a aceptar nuestras imperfecciones y a ser Uno con nosotros mismos, con los demás y con el Cosmos.

El abrazo del Minotauro

Parte 1 – La ida y la vuelta

El verdadero misterio de la vida no es un problema a resolver, es una realidad a experimentar.

J. J. Van der Leeuw

La madre, la hija y el punto de no retorno

En esta secuencia de capítulos que fui desarrollando en plena cuarentena estricta por la pandemia mundial que se nos presentó en el 2020 después de Cristo (hago mención clara de la misma porque seguramente quedará en la Historia como un momento único; ciertamente inédito hasta la fecha), la Integración será el tema central, el hilo conductor que me llevará a compartir con ustedes mi galvanizada convicción sobre la importancia que tiene fomentarla, celebrarla y practicarla en estos tiempos críticos que corren. Esta visión de integrar –e integrarnos– se hace hoy testigo de una marcada aceleración de los procesos, y con estos, de una etapa vertiginosa, esperanzadora, y a la vez apabullante.

Importante aclaración: no estoy pensando tanto en la pandemia mundial –mero preludio de un desastre aún más grandilocuente– sino en el verdadero Gran Desafío que enfrentamos como civilización. Madre de todas las pandemias, hija del Hombre y de su revolución industrial, somos partícipes de un momento bisagra en esto que hemos dado en llamar la Crisis Climática. Y nos queda muy poco tiempo para llegar al punto de no retorno…

Los que lean esto en el futuro nos dirán qué realidades construimos. Qué queda. Y qué desapareció.

Recapitulando

Insisto en mi punto de vista sobre cualquier análisis simbólico: nada es verdad ni es mentira, pues todo símbolo está sujeto a infinitas interpretaciones y jamás debemos considerar una sola como válida. El símbolo se alimenta precisamente de la abundancia de sus lecturas; necesita ser un depósito de pensamientos, reflexiones, imaginaciones, fantasías, experiencias y puntos de vista del variadísimo género humano. Quien recibe una interpretación sobre un símbolo no debe ponerla en duda: solo debe comprobar si la explicación despierta alguna chispa en su interior, si algo resuena en su mente o en su alma, si las palabras, siempre falsas, le sirven de puente hacia lo inefable, lo metafísico, lo divino, que es la tierra verdadera del símbolo.

Jaime Buhigas, “Laberintos”.

Hagamos un poco de memoria. En el primer capítulo hablamos de la integración entre atributos –en apariencia opuestos– que posee la naturaleza humana: la razón y la intuición, la mente y el espíritu, la acción y la contemplación, la competencia y la colaboración. Hablamos de la integración entre la civilización Occidental y sus interlocutores locales de los últimos siglos, herederos de los pueblos originarios, incluso de aquellos que existieron en la propia Europa (pueblos tan relegados como sus contrapartes de otros continentes).

En clave metafórica, hablamos de la integración entre el “Águila y el Cóndor”. Esta integración, dijimos, responde a un cambio de conciencia colectiva que reconocemos como trascendental y necesaria, fruto de una maduración del individuo y de los pueblos. Hoy día parece ser un fenómeno incipiente; ocurre, al menos en ciertos aspectos y en algunos rincones de nuestra innegable globalización.

En el capítulo segundo (Ama tu Ritmo y Retorna a la Unidad), retrocedimos en el tiempo para reflexionar sobre la integración desde la perspectiva de los geómetras pitagóricos, descendientes de los sabios egipcios, descendientes éstos de los gimnosofistas de la India, descendientes –a su vez– de vaya uno a saber qué personajes mitológicos perdidos en el tiempo.

De la mano de aquellos que “miden la tierra con los números sagrados”, hicimos el recorrido de la Existencia misma, desde el Kaos (la Unidad sin límites) hacia el Kosmos (el Orden fragmentado), y volvimos a integrar estas partes en un Todo primigenio, a través de un recorrido, de un “ida y vuelta” que es eterno, dual y trino, de una belleza poética que trasciende todo cuanto comprendemos.

En esta tercera parte del recorrido (y haciéndonos eco del ritmo, la relación, la vuelta a la Unidad que nos regala el número-idea “3”) vamos a ahondar un poco más en esto del “ida y vuelta”, acudiendo a la sacra –y hoy poco entendida– metáfora del Laberinto.

El camino del Héroe

Judíos y cristianos tienen parábolas. Hindúes y budistas tienen sutras. Casi todos los líderes religiosos dan sermones. Historias, cuentos, relatos. Nos recuerdan cómo comportarnos y nos ayudan a persistir. Incluso si no somos religiosos, la cultura popular llena el vacío. El profesor de la escuela de cine de UCLA, Howard Suber, describe las películas como “dramas sagrados para una sociedad secular”. Al igual que con las parábolas religiosas, actuamos como los héroes de las historias que contamos. Los estudios demuestran que cuando nos relacionamos con personajes de historias ficticias somos más propensos a superar obstáculos para lograr nuestros objetivos.

De “Barking Up the Wrong Tree: The Surprising Science Behind Why Everything You Know About Success Is (Mostly) Wrong”, por Eric Barker.

Se desconoce el primer laberinto creado por el hombre, pero está en todas las culturas; en la egipcia y la pitagórica, en aquella druídica de la Europa ancestral y la Galasia de Asia Central, en la Védica y en las amerindias, en África y Oceanía. El laberinto es el mito unificador de culturas más antiguo que se conoce; en términos históricos, el catolicismo, el judaísmo y el islam son sus más recientes manifestaciones religiosas. Y aún más cercanos en el tiempo, podemos decir que en el cine, las novelas y los comics (creadores de nuevas mitologías e intérpretes contemporáneos de las viejas) aparece también el laberinto manifestado en sublimes –y no tanto– variaciones.

La investigación muestra que la ficción nos hace más “pro-sociales”, es decir, amables y generosos. Lo hace haciendo que nuestra visión del mundo sea menos precisa. Así como la religión y las historias de significado personal nos ayudan a sobrellevar la situación, también lo hacen las películas, la televisión y otras historias.