Mi diario - María Mana - E-Book

Mi diario E-Book

María Mana

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Beschreibung

Mi diario, es una historia de vida ficcional de una adolescente de quince años, llamada Eugenia. El libro intenta reflejar la vida de algunas jóvenes. El personaje principal transita los sueños propios de su edad y poco a poco va encontrándose con el horror. Nace en un pueblo de La Pampa, su madre es enfermera, tiene una hermana menor y un padre que las abandonó cuando eran pequeñas. Sufre las diferencias sociales y su condición de vulnerabilidad la expone a riesgos que se desarrollan en tres escenarios diferentes. Esta novelle pretende conducir al lector, tanto adulto como adolescente, a reflexionar sobre estas problemáticas que se plantean.

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Seitenzahl: 97

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Ähnliche


 MARÍA MANA

MI DIARIO

Eugenia

Mana, María

Mi diario Eugenia / María Mana. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1300-7

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com

[email protected]

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Agradecimientos

A mis compañeros del taller de Literatura de Corpico y a su profesor, Eduardo Senac, por el acompañamiento en este proceso de escritura.

A mi hijo, quien me ayudó con su crítica desde el lugar de adolescente.

Y por sus lecturas, a Rochi y Sandra...

A mis padres...

Capítulo 1

Voy a contarte mi historia. Tenía 14 años, vivía con mi hermana y mi mamá en un pueblo muy chico, de 700 habitantes en el oeste de La Pampa. Algunas casas por manzana, ovejas en los patios, gallinas cruzando las calles, pavos reales con su increíble plumaje y el graznido parecido a un gato maullando. Sólo tejidos medianeros y en otros casos, nada. Los chiqueros con alambre, chapa y paja para que los chanchos se refugien durante la noche o la lluvia, y un poco de barro para que se revuelquen y encuentren entre la basura, alguna fruta podrida.

A través de la ventana, se podía ver a los vecinos removiendo con su rastra la tierra seca, para seguir sembrando maíz y sacar los deshilachados y secos que quedaban.

En la estación del ferrocarril, el parque con juegos para los chicos, era un lugar que familiares y amigos usaban para pasar la tarde. A una cuadra estaba la iglesia, bastante chica y humilde. Al costado, la escuela primaria y secundaria. 

La mayoría de la gente, empleados rurales.

En el secundario éramos apenas setenta alumnos.

Aún no dije mi nombre, me llamo Eugenia. Para mi familia y amigos, soy Euge. 

Empieza el otoño, hoy abrí mi ventana y del árbol del fondo de mi patio las hojas amarillas y revoltosas, no dejan de caer. Adoro el crujido que hacen al pisarlas.

Me levanto en pijama, hoy es sábado, no hay escuela. Mi hermana duerme y mi vieja no está. Es enfermera en la posta sanitaria. Hace algunos años que estamos solas. Mi viejo se fue un día a buscar trabajo y nunca volvió, tampoco llamó ni llama. Intento pensarlo y recordar su rostro... Mi madre en su enojo quemó todas sus fotos. Era muy chica cuando se fue, quizás sea eso. No sé si me hace falta...

Mientras desayuno mate con azúcar y limón, pienso qué voy a hacer hoy. Quizás, a la tarde vaya a la casa de mi amiga Carla. En estos pueblos chicos no hay demasiadas cosas divertidas para hacer. Ahora, tengo que hacer las compras y ordenar la casa.

Ya es mediodía, mi mamá debe estar por venir. A veces cuando la miro, pienso si cuando sea grande seré como ella. Tiene algunos rollitos (si me escuchara me diría: ¡vamos a ver vos, cuando tengas mi edad!) cumplió hace poco 54 años, se tiñe el pelo de rubia para tapar sus canas; el trabajo hace que ande siempre a las apuradas y su ropa pasada de moda y sin combinar, pero por lo menos a mi hermana y a mí, nos compra cosas con onda. A veces no estoy tan convencida de vestir bien con la condición de verla poco. Estaría bueno que estuviese más con nosotras y yo no tenga que hacer de madre de mi hermana la mayoría de las veces. Cecilia tiene 12 años y ya empezó el secundario.

En lo de Carla la paso bien. Tiene una casa de la época colonial, (por acá hay muchas de esas) todavía está el aljibe en el patio, ahí nos sentamos a tomar sol. Son varias habitaciones con puertas que dan a una gran galería. No es que envidie a mi amiga por todo lo que tiene, sólo me jode un poco que las diferencias económicas sean tan grandes a veces, o, casi siempre...

Su hermano se llama Lucas, tiene 18 años. Trabaja con su viejo en el campo, ya terminó la escuela pero no quiso seguir estudiando. Mi sueño es que se fije en mí, algún día. 

La madre nos hizo una pasta frola y la devoramos completa.

Carla tiene novio y su mamá no sabe. Es un compañero de la escuela. Mi amiga es alta, flaca, pelo largo color castaño, ojos pardos, muy inteligente; puede conseguir el chico que quiera. Me contó que él le propuso tener sexo y ella no sabe qué hacer. La verdad, creo que todavía somos chicas. 

Cuando llegué a casa, mi mamá estaba mateando. Le conté que había estado con Carla toda la tarde.

Me dio un mate y me dijo:

— Qué bueno… —y agregó— tengo algo que contarte. Estoy conociendo a alguien. Hace poco llegó al pueblo a trabajar en el campo de los Urrutia y ha ido varias veces a la Posta. El otro día me propuso ir a bailar algún fin de semana, cuando haya algo por acá cerca. Le dije que sí, quiero que estés al tanto. 

— Bueno mamá, no veo mal que puedas rehacer tu vida, hace varios años que papá se fue. Y está bueno enamorarse. 

A mí me gusta el hermano de Carla, pero... es muy lindo para fijarse en mí... 

— Uno nunca sabe... Me voy a bañar, tengo que hacer el turno de la noche.

Me recliné en la silla y seguí pensando... la verdad que la escuela no es lo mío, a Carla le sale todo. Para tener completa mi carpeta, tengo que copiarme de ella. Estoy en tercer año, todavía no repetí, pero hago grandes esfuerzos. No sé qué podré estudiar, quizás pueda ser secretaria, no creo que sea complicado estudiar eso.

Son las once de la noche, estamos acostadas. Mi vieja está en la Posta en su horario de la noche. 

Se escucha la llave en la puerta, entra ella hablando por teléfono. Me levanto sin hacer ruido para lograr escuchar lo que dice:

— No estoy muy segura, quizás sea buena idea ser amigos para ir a bailar, pero sos mucho más chico que yo, recién llegás al pueblo, tengo hijas y una imagen que cuidar. Me importa el qué dirán, acá la gente está pendiente de lo que hace el otro y soy muy prejuiciosa, lo reconozco. 

Regresé a mi cama y me quedé pensando en lo que dijo acerca de la edad. ¡Mirala vos, en las condiciones que está, conquistando un hombre más joven que ella y yo que la veía tan abandonada!

Han pasado varios días sin escribir. Apareció por fin el supuesto amigo, muy lindo por cierto. Le dicen Pancho y tiene 42 años. Nos contó que nació en el Sur de la Patagonia, en Río Gallegos, pero cansado del frío y de los vientos, poco a poco fue cambiando de trabajo y viajando hacia el norte.

Más que un amigo para bailar, se transformó en el jugador de cartas de los sábados a la noche.

Es muy piola, educado; le trae regalos: flores, jabones aromáticos, perfume, lencería; nunca viene con las manos vacías. Y a mi hermana y a mí, chocolates, que son nuestros preferidos.

Ya llegó el invierno. Lo lindo del frío es que podés estar en casa. Tenemos estufa a leña, acá hay bastante y además es barata. Parte de nuestra diversión (cuando éramos chicas) era agarrar la carretilla y salir a buscar ramas y pedazos de árboles secos. Cuando estaba casi llena, la subía a Cecilia y le daba un paseo lo más rápido que podía. Hermosos recuerdos de nuestra infancia.

Dentro de pocos días voy a cumplir quince años. A nosotros los hijos, también se nos pasa rápido el tiempo. No tenemos plata, por lo que no puedo esperar lo que sueñan la mayoría de las chicas de mi edad. El sueldo de mi mamá sólo alcanza para lo necesario y algún gusto, no para hacer ahorros, menos pensar en fiestas o viajes.

Ese no es el caso de Carla, dentro de un mes es su cumple y van a hacerle una fiesta en un salón inmenso. Me mostró en secreto su vestido, lleno de volados amarillos y blancos. Por momentos morí de celos. Cuando volvía a casa, lloré en el camino porque me daba mucha bronca. Una profesora nos dijo una vez, que cada uno es producto de su contexto social y cultural: no seríamos quienes somos si hubiésemos nacido en otro país, en otra cultura, en otra familia. Indudablemente salí desfavorecida.

Uno de esos sábados de cartas, Pancho al notar mi tristeza me preguntó:

— ¿A qué se debe esa cara? ¿Estás así por tu fiesta de quince?

— Sí, —le respondí— todas las chicas queremos ese momento de sentirnos divas. Obvio que me encantaría, pero mi vieja no puede. Soñé mil veces ese día..

— Si tu madre está de acuerdo, tengo unos ahorros, para algo chico alcanzaría. Te podrías comprar un vestido que te guste y hacer algo para tus amigos.

Se me iluminaron los ojos por un segundo. ¡Qué felicidad! ¡Lucas iba a verme linda aunque sea una vez! ¡Era mi oportunidad de enamorarlo! De pronto la voz de mi mamá, arruinando todas mis ilusiones.

— ¡No Pancho, no me parece! Te lo agradezco, recién nos conocemos, ni siquiera convivimos. ¡Cómo vas a hacer algo así! ¡No podés gastar tus ahorros! Ella sabe cuáles son nuestras posibilidades y tiene que aceptarlo. 

Y así terminó mi sábado a la noche. Por un momento pensé, en el cuento que me leía mi abuela cuando era chica y me imaginé siendo la cenicienta, en la parte que lava los pisos.

Es tanta la bronca por tener esta edad, ¡no podés hacer nada! No sos adulto para trabajar, ganar tu plata y organizarla a tu manera. Tenés que bancarte la familia que te toca por unos cuantos años y encima ir al colegio. Y lo peor de todo, que para el chico que te gusta, sos sólo una conocida. 

Después de varios días, Pancho logró convencer a mi vieja con la condición que la plata era a modo de préstamo y en algún momento que pudiera se la iba a devolver.

Empezaron los preparativos.

En primer lugar, para bajar unos kilitos de más, organicé caminatas diarias, no comer lo que engorda y en unos meses estaría mucho mejor.

Viajamos a Santa Rosa, una ciudad que queda cerca de mi pueblo y me compré un vestido negro, corto, parecía una modelo. Ese día me arreglaron el pelo en la peluquería, le dije chau a mis rulos, me lo dejaron bien lacio gracias a la keratina.

Y así fue como celebré mi cumpleaños. Lucas bailó el vals a modo de cumplido y después de un rato se fue. Tenía algo más interesante que yo. Dice la gente grande, que aunque la mona se vista de seda, mona queda, ¡y es tal cual! no hay refrán que se equivoque!

En ausencia de mi papá, bailé el vals con Pancho. Fue una fiesta, dentro de todo, feliz. Sin el príncipe del cuento, pero feliz.

Después de la torta, el brindis y el baile, salí a tomar aire porque hacía mucho calor en el salón; vi a Lucas abrazando a una chica. Besándola como si fuera la última vez. Sentí que el mundo se terminaba, que mi hermoso sueño de quinceañera se había arruinado. Una cosa es pensar que quizás le guste otra y totalmente distinto, tenerlo ante tus ojos, abrazando a alguien que no sos vos. No pude evitar llorar y con mucho esfuerzo entré nuevamente. Al que me veía corrido el maquillaje le ponía la excusa que era por la emoción de cumplir 15. En un momento Carla se acercó y la abracé fuertemente.

— ¿Qué pasa amiga?

— Vi a Lucas besándose con la carilinda del otro curso —le respondí.

— No le des importancia, por ahí mañana ya no le gusta más y fue para pasar el momento, eso es todo.

Digamos que sus palabras algo me consolaron.

Se imaginan, que después de todo lo que hizo Pancho, mi vieja le dijo que deje de pagar alquiler y se venga a casa a vivir con nosotras.