Migraña en racimos - Francisco Hinojosa - E-Book

Migraña en racimos E-Book

Francisco Hinojosa

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Beschreibung

Sin causa aparente, el cuerpo de pronto sabe que el dolor llegará. Una sensación extraña, un asomo de malestar que inquieta y predice otro, mucho alcalde; y tarde o temprano llega, en relámpagos, en un ataque brutal que se concentra en el ojo, que cubre la mitad de la cabeza con un velo impenetrable de oscuridad. Es el dolor de la Migraña en racimos. Una dolencia tan brutal, pero de la que se sabía poco hasta hace algunos años, pues no hay afectación a un porcentaje tan alto de pacientes comparados con otras aflicciones. Al comentar casos individuales y al analizar la farmacopea y las prácticas médicas, el autor abre un panorama al que pocos lectores han tenido acceso: el tormento que sufren los pacientes de este mal y su búsqueda desesperada por encontrar alivio. Los cefaleas que asolaron la casa familiar, sus intentos con la medicina alternativa, sus diálogos con otros migrañosos, su búsqueda de conocimiento en los libros como una forma de encontrar consuelo y, al mismo tiempo, empezar un sanar. "El arte existe porque el mundo está mal hecho. Nada lo capta mejor que un cortocircuito. Por eso, la literatura de Hinojosa saca chispas." Juan Villoro

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FRANCISCOHINOJOSA

MIGRAÑAEN RACIMOS

ESTE LIBRO FUE CORREGIDO Y AUMENTADO CON EL APOYO DEL SISTEMA NACIONAL DE CREADORES DE ARTE.

DERECHOS RESERVADOS

© 2016 Francisco Hinojosa

© 2021 Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.Avenida Patriotismo 165,Colonia Escandón II Sección,Alcaldía Miguel Hidalgo,Ciudad de México,C.P. 11800RFC: AED140909BPA

https://almadiaeditorial.com/

www.facebook.com/editorialalmadía

@Almadía_Edit

Edición digital: 2021

ISBN: 978-607-8764-23-5

En colaboración con el Fondo Ventura A.C.y Proveedora Escolar S. de R.L. Para mayor información:www.fondoventura.com y www.proveedora-escolar.com.mx

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

A Javier Estrada

INTRODUCCIÓN

Hace poco menos de diez años salió publicada la primera edición de Migraña en racimos en la colección Cuadernos de Quirón, editada por Mauricio Ortiz y prologada por Julio Frenk, entonces al frente de la Secretaría de Salud. Durante este tiempo he tenido comunicación por correo electrónico, por teléfono o en persona con varios enfermos de este mal que se han visto reflejados, así sea parcialmente, en estas páginas. Algunos me dijeron que habían encontrado en ellas una compañía que no lograban tener con el mundo que los rodeaba: familiares, amigos y médicos.

Al escribir estas líneas cumplo once años y tres meses de haber terminado mi último ciclo de migrañas. No sé si el alivio sea definitivo, aunque creo que sí. Tampoco sé a ciencia cierta a qué se deba la cura o la muy prolongada remisión. Lo que me digo, y digo a los demás, es que muy probablemente sea el resultado de haber escrito este libro. La escritura libera, sana: al menos en mi caso funciona así. Después de veintiséis o veintisiete años de haber estado atrapado en las redes de estas agresivas cefaleas, y luego de once años de haberme librado de ellas, mi compromiso para quienes las padecen hoy en día sigue siendo el mismo que tuve al principio: exhibir lo que he aprendido en el camino. Para esta segunda edición he corregido y precisado algunos pasajes y he agregado información nueva.

Tengo sesenta y un años. Las migrañas, y sobre todo el miedo a que regresen, se han disipado. Ahora el cuerpo me cobra otras facturas: la artrosis que me impide cerrar las manos y que transita de un dolor tolerable a otro incómodo, la visita eventual de la resistente y persistente Escherichia coli en las vías urinarias, un principio de arterosclerosis, el insomnio y ciertos achaques de espalda y pies. Nada de esto me impide llevar una vida normal, como no sucedía cuando era presa de la bestia llamada cefalea de Horton, otro de los nombres que recibe la migraña en racimos.

La primera edición de Migraña de Oliver Sacks –uno de los más importantes estudiosos de este mal–, decía que no existía ni existirá un remedio milagroso único que la cure. En la revisión que hizo del libro años después, se detiene más en los últimos avances terapéuticos y deja ver señales de esperanza más concretas. A pesar de lo pesimista que era acerca de la posible atención que las farmacéuticas y los investigadores prestarían a buscar remedios contra este mal, debido al muy bajo porcentaje de la población que las padece, en los años recientes se ha avanzado mucho en la búsqueda y encuentro de remedios. Y gracias a la insistencia de quienes lo padecen, se han creado asociaciones que le dan voz a esta enfermedad y que reclaman atención por parte de las instituciones de salud.

FRANCISCO HINOJOSA

Distrito Federal, enero de 2016

DOLOR A GRANEL

La primera palabra del título de este libro se refiere sin duda a un azote que algunos han padecido en carne propia o bien a través de un familiar o un conocido. Se le identifica con dolores de cabeza que van de lo ligero y lo soportable a lo agudo y lo severo.

Los dolores de cabeza tienen un prestigio incierto: son muy comunes (casi todo el mundo se ha quejado algún día de tener uno), pueden ser tan ligeros que no interfieren mayormente en las actividades de quienes los padecen o tan intensos que incapacitan al individuo, y su origen es muy diverso. Pueden ceder con una mínima dosis de aspirina o ibuprofeno, o bien no quitarse con los medicamentos más agresivos. Son muchas veces consecuencia de un mal día, de una indigestión alcohólica o de un sueño deficiente, pero también de un modo de vida que abarca la interacción del individuo con el exterior. Pueden ser por igual un aviso de que algo no está funcionando bien: una infección, una deficiencia en la vista, un tumor, una invasión de bacterias. Por lo general son pasajeros y no dejan secuelas de consideración en los afectados.

Sin embargo, entre un dolor de cabeza y otro –llamémosles también por el momento jaquecas o migrañas– puede haber tanta diferencia como la hay entre dos seres que surcan el cielo: un papalote y un trasbordador espacial.

La segunda parte del título de este libro, el término racimos, choca al parecer con la malignidad que deja entrever la primera: sugiere abundancia, bondad de la tierra, plenitud, riqueza. Y eso es: dolor a granel, exuberancia de dolor.

Este libro trata sobre ese mal en particular: la migraña en racimos, un tipo de migraña que tiene algunos vasos comunicantes con otro tipo de cefaleas, pero que no necesariamente habla del mismo padecimiento. Y trata de algunos caminos que he seguido para buscar alivios pasajeros y sobre todo una cura definitiva.

EL CLUB DE LOS OJOS ROJOS

La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más cara. A todos, al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía, la del reino de los sanos y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar.

SUSAN SONTAG

La enfermedad y sus metáforas

La migraña en racimos1 es un padecimiento que apenas sufren diez de cada cien mil personas, de las cuales ocho o nueve son de sexo masculino. Es tan escasa su incidencia, comparada con otro tipo de cefaleas y migrañas, que existe poco interés por parte de los laboratorios farmacéuticos en hacer estudios que conduzcan a la búsqueda de remedios específicos: no reúne aún los méritos necesarios para formar parte del saludable y próspero negocio de la enfermedad. Tampoco les parte mucho la cabeza a los neurólogos, ya que bien pueden no toparse con un solo caso de estos a lo largo de su vida profesional, o bien, si así fuera, asimilarlo a otros más comunes y manejables desde un punto de vista terapéutico o incluso derivarlo hacia el consultorio de un psiquiatra o un psicólogo. Sucede lo mismo con las instituciones de salud y seguridad social: no lo tienen registrado como un mal que afecte al individuo común y, por lo tanto, no es sujeto de un tratamiento particular y mucho menos causa de incapacidad laboral. Su respuesta a veces resulta ofensiva: se trata tan sólo de un simple dolor de cabeza.

La migraña en racimos es ante todo un conjunto de dolencias y trastornos fisiológicos. Su nombre destaca uno de sus síntomas más agresivos, el dolor de cabeza unilateral,2 y su frecuencia (los racimos se refieren al agrupamiento de los ataques). Los demás elementos que ayudan a reconocer la cefalea de Horton, aunque no siempre estén todos presentes, son varios: lagrimeo, congestión nasal (rinorrea), caída de párpado (ptosis), sudoración facial, náuseas, contracción de la pupila (miosis), irritabilidad e intolerancia exagerada hacia la luz y el sonido (fotofobia y fonofobia), entre otros.

La hemicránea se refiere sobre todo al dolor unilateral de cabeza. Pero, para ser precisos, habría que decir que la migraña en racimos se caracteriza por ser un dolor intenso en una mitad del cráneo, en todos los puntos que están bajo la influencia del nervio trigémino, pero muy marcadamente, en la mayoría de los casos, de la órbita del ojo (periorbital) de uno de los lados; un dolor penetrante, opresivo, abrumador, agudo y lacerante.

A diferencia de otras migrañas, esta tiene rasgos muy particulares:

El doliente suele padecerlas especialmente en la noche, a la hora u hora y media después de haberse dormido (durante la primera etapa de sueño

REM

).

3

Pueden ser uno o varios los dolores nocturnos, independientemente de los que se presenten durante el día (que pueden llegar a ser en casos extremos hasta una docena).

Los dolores son abruptos: suelen alcanzar su mayor intensidad en pocos minutos.

De la misma manera abrupta e inexplicable el dolor desaparece, aunque sólo por un tiempo, ya que el evento se repetirá entre una y doce veces más durante el día y por unas cuantas semanas o hasta cuatro meses (a menos de que se trate de su manifestación crónica, que puede convertir los racimos en viñedos que duran entre seis meses y varios años).

En algunos casos, después de terminado el ataque, queda un resquemor.

El ojo del lado afectado suele estar lagrimeante e inyectado de sangre.

En vez de obligarlo a tumbarse en la cama, como en otro tipo de cefaleas, por lo general el clusteriano necesita caminar precipitadamente de un lado al otro y no pocas veces se da de golpes contra la pared.

La respuesta positiva a ciertos remedios como el oxígeno, es exclusiva de este tipo de cefaleas.

El alcohol, la histamina y la nitroglicerina suelen disparar los ataques, aunque solamente lo hacen en los periodos de susceptibilidad.

Con frecuencia obedece a patrones externos: suele ser más común en la primavera y el otoño (específicamente en las fechas de cambio de horario por ahorro de luz), o bien durante los periodos vacacionales o los viajes en avión.

4

En muchos hortonianos los dolores aparecen todos los días exactamente a la misma hora.

Se han hecho muchas descripciones de esta cefalea de Horton. “Un orgasmo de dolor”, la describe así un paciente de Oliver Sacks. “Esa terrible sensación de que nos clavan un cuchillo al rojo vivo en medio del ojo”, según se expresa en la página principal de un espacio web dedicado a los clusterianos hispanoamericanos. El “club de los ojos rojos”, “la puñetera compañía”, como la llaman algunos miembros de ese foro. “Como si un instrumento romo estuviera siendo empujado a través del ojo o de la región temporal”, como lo refiere Kudrow.

Notas al pie

1 También conocida como neuralgia de migraña, craneal migrañosa o esfenopalatina, dolor de cabeza histamínico, cefalea (o cefalalgia o jaqueca) de Horton, en acúmulos o acuminada, en cluster, “del suicidio” o CR. A lo largo de estas páginas la llamaré indistintamente con varios de estos nombres, y a quienes la padecen: migrañosos, clusterianos u hortonianos.

2 La palabra migraña proviene de la usada por Galeno, médico personal del Marco Aurelio, para designar la enfermedad del emperador: hemicránea, que significa “mitad de la cabeza”.

3 Fase del sueño caracterizada por movimientos rápidos de los ojos (Rapid Eye Movement) y asociada a la producción onírica más intensa.

4 “En un estudio reciente referido a la distribución mensual de los periodos acuminados en una población de alrededor de cuatrocientos pacientes, encontramos picos de frecuencias en julio y enero, que se iniciaban de siete a diez días, respectivamente, después del día más largo y el día más corto del año en el hemisferio norte. A medida que la luz del día (fotoperiodos) se alargaba y luego se acortaba a lo largo del año, se observaba un aumento en la frecuencia de comienzo de periodos de cefalea acuminada.” (Lee Kudrow, en Cefaleas, de A. M Rapaport y F. D. Sheftell.)

DE PRONTO

Todo brillo me hierey todo brilla;cada latido es un tambor que irrumpecon modos de aprendizajeen la caja del cráneo.

LUIGI AMARA

“Migraña”

Llega de pronto –un “de pronto” que se repetirá varias veces durante el día– una sensación sin duda reconocible: la migraña ha empezado a desencadenarse con su velocidad habitual. Todavía no hay dolor, sólo una sensación que incluye toda la cabeza, un sabor de boca indescriptible, muy asociado al olfato, y una necesidad de comenzar a buscar las condiciones que harán que el dolor que se aproxima sea lo más llevadero posible. Si alguien está conmigo –mi familia, casi siempre– sabe en cuanto me aparto que la cefalea está en sus inicios. No son necesarias las palabras.

Es muy rápida la evolución desde esa primera sensación de que el dolor se avecina hasta la primera punzada que penetra el ojo –como una aguja al rojo vivo– y lo confirma. Todo lo que está alrededor de la órbita izquierda es en exceso sensible: célula a célula, todo arde y duele; punza, y en cada punzada envía violentos destellos diminutos y penetrantes de dolor. Hay momentos en los que invade toda la zona del ojo, la sien, las muelas y la parte posterior de la oreja. Siento que hay algo bajo el cuero cabelludo que quiere arrancarlo. De pronto –otro “de pronto” que se repetirá varias veces– hay un momento en el que el dolor se acentúa con relámpagos de intensidad. Son tan sólo eso: relámpagos, instantes, porque si tuvieran mayor duración su brutalidad sería insoportable.

Quiero controlar la respiración, quiero decirme a mí mismo que se trata solamente de un evento que tardará unos minutos más en desaparecer, pero la realidad, el momento, me impiden engañarme con razonamientos que no tengan que ver con el castigo que siento y que no sé si va a crecer más, hasta enloquecerme, o si ha empezado a ceder.

Cuando una migraña se ha instalado, de nada me sirve meterme una farmacia entera: el ataque cumplirá su ciclo y se irá para dejarme descansar unas horas –o quizás unos minutos–. Mientras, desechada la posibilidad de que un agente de fuera me ayude, me pongo a dar vueltas alrededor de una pequeña mesa que tengo en mi estudio. El cuarto está lo más oscuro posible, que no es mucho si es de día. Cuento los pasos, del uno al diecisiete, al dieciocho o al diecinueve: son pasos cortos y pausados con los que busco darle un ritmo a las punzadas, los relámpagos y el ardor, con los que trato de engañarme y negar que algo está sucediendo en mi cabeza, con los que me hago dueño de eso que sólo yo conozco y que no puedo trasmitir a los demás. Vuelta tras vuelta estoy más despierto que nunca. Cada segundo transcurre en toda su duración.

A veces me llevo las manos a la sien afectada e intento que las yemas de los dedos encuentren los puntos que, con una ligera presión, me den un alivio, así sea por unos instantes. Otras veces creo que ese tacto puede añadirle veneno al ataque y dejo de tocarme. La duda permanece: ¿me ayuda o no me ayuda? Casi siempre gana la segunda: en esa etapa de la cefalea prefiero aguantar a pelo algo que ya reconozco y más o menos domino, que invitarlo a que me dé una mayor batalla. El miedo, por cierto, está todo el tiempo presente: ¿y si el dolor crece más?, ¿y si se instala para no dejarme nunca?, ¿y si hago una locura que no haría de no estar poseído por el demonio de Horton?