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"Los pinches chamacos nos reuníamos a veces en el jardín del edificio. Y no es que nos gustara ser a propósito unos pinches chamacos. Pero había algo en nosotros que así era, ni modo." A los pinches chamacos no es un cuento romantizado de la infancia: se trata de una historia violenta acerca de la irónica ingenuidad de un grupo de amigos que al estar rodeados de un entorno hostil sus travesuras se salen de control.
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Seitenzahl: 18
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Ilustrado por TANYA HUNTINGTON
Primera edición, 2024 [Primera edición en libro electrónico, 2024]
Agradecemos deplanamente el apoyo de Esteban Castellanos, Alma Curiel, Miriam Mabel Martínez y Roigman Rivera Cruz como modelos en la realización de las ilustraciones para esta edición de A los pinches chamacos, y a Mario López Rivera por prestarnos el mostrador de su tienda de abarrotes.
Distribución mundial
D. R. © 2024, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México
Comentarios: [email protected] Tel. 55-5227-4672
Coordinador de la colección: Luis Arturo Salmerón Sanginés Ilustraciones de interiores y portada: Tanya Huntington
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-607-16-8274-1 (rústica)ISBN 978-607-16-8389-2 (ePub)ISBN 978-607-16-8381-6 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
SOY UN PINCHE CHAMACO. Lo sé porque todos lo saben. Ya deja, pinche chamaco. Deja allí, pinche chamaco. Qué haces, pinche chamaco. Son cosas que oigo todos los días. No importa quién las diga. Y es que las cosas que hago, en honor a la verdad, son las que haría cualquier pinche chamaco. Si bien que lo sé.
Una vez me dediqué a matar moscas. Junté setentaidós y las guardé en una bolsa de plástico. A todos les dio asco, a pesar de que las paredes no quedaron manchadas porque tuve el cuidado de no aplastarlas. Sólo embarré una, la más gorda de todas. Pero luego la limpié. Lo que menos les gustó, creo, es que las agarraba con la mano. Pero la verdad es que eran una molestia. Lo decía mi mamá: pinches moscas. Lo dijo papá: pinche calor, no aguanto a las moscas, pinche vida. Hasta lo dije yo: voy a matarlas. Nadie dijo que no lo hiciera. En cuanto se fueron a dormir su siesta, tomé el matamoscas y maté setentaidós. Concha me vio cómo tomaba las moscas muertas con la mano y las metía en una bolsa de plástico. Les dijo a ellos. Y ellos me dijeron pinche chamaco, no seas cochino. En vez de agradecérmelo. Y me quitaron el matamoscas y echaron la bolsa al cesto y me volvieron a decir pinche chamaco hijo del diablo.