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Un día el soñador de esta aventura, despertó y quiso volver realidad todo aquello que anhelaba, lejos de la monotonía, y demostrando que la vida es para vivirla todo los días con una nueva oportunidad. Tomo un colectivo desde Rio Gallegos, Provincia de Santa Cruz, hasta La Quiaca, Provincia de Jujuy. Luego de dos días arriba de un colectivo, espero a que llegaran sus pertenencias y su bicicleta para comenzar a atravesar el país de la República Argentina de norte a sur, atravesando 11 provincias y mas de 5.000 kilómetros. Esta aventura invita a escuchar al corazón, hacer las cosas por amor a uno mismo. El corazón será el que más hablara en estos relatos. Enfrentando los ángeles y demonios que suelen aparecer en nuestro subconsciente cada vez que nos proponemos un sueño.
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Seitenzahl: 212
Veröffentlichungsjahr: 2018
diego emanuel ayaquintuy
Mil relatos y una vida
Editorial Autores de Argentina
Ayaquintuy, Diego Emanuel
Mil relatos y una vida / Diego Emanuel Ayaquintuy. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.
182 p. ; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-761-243-1
1. Diario de Viajes. 2. Crónica de Viajes. 3. Narrativa Argentina. I. Título.
CDD 910.4
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Maquetado: Eleonora Silva
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
PREFACIO
Hola, me presento. Mi nombre es Diego Emanuel Ayaquintuy, tengo 25 años, soy nacido en la ciudad de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Soy técnico superior en generaciones y redes eléctricas. Soy el menor de 4 hermanos. Tengo mis padres felizmente casados hace 34 años.
Me he dedicado a muchas cosas hasta el presente en mi vida, desde estudiar varias carreras como comunicador social en Córdoba, administrador de empresas en Río Gallegos. Por supuesto no culminé ninguna de las dos. Me han catalogado como músico, he tenido dos bandas, una de rock and roll y otra de punk rock. Ingresé en el mundo de la música por medio del bajo, y luego aprendí la guitarra y bueno, el canto, que nunca aprendí, pero igual canto. Hace poco estudié otra arte linda como lo es la actuación. Así que he hecho un poco de actuación.
Hasta aquí he nombrado quién soy, y qué he hecho en mi vida. Pero sobre todo eso hay algo de lo que sí me siento seguro y todavía no logro definirlo con una palabra. Me gusta viajar, me gusta el contacto con la naturaleza, un naturalista, soy un soñador, voy en busca de todo lo que siente mi corazón.
Hace aproximadamente 4 años comenzó mi amor por la bicicleta, claro, eso venía de la mano con mi gusto por el viaje. Durante todo este tiempo descubrí este mundo, donde el viento, el sudor y la voluntad son testigos de eso. Viajar en bicicleta es un sueño que siendo sincero no empezó hace mucho, pero sí admito que cuando me iba a El Calafate o El Chaltén, podía observar algunos biciviajeros con sus carros, sus bolsos y lo único que pensaba era: si ellos pueden, ¿por qué yo no?
Los invito a este viaje maravilloso por la ruta 40, donde no solo quiero compartir experiencias y momentos, sino también conocer mi tan amada Argentina, que tiene tanto por disfrutar de punta a punta. Y más allá de todo eso, quien les escribe, a medida que vaya avanzando, sepan que todo esto será un sueño cuando llegue a mi ciudad y me encuentre con ustedes. Solo les pido que me acompañen por medio de la lectura, sepan entender que soy un soñador, sepan entender que voy donde va mi corazón.
Me olvidaba, también quiero ser escritor.
¡Muchas gracias!
INTRODUCCIóN
Mis piernas tiemblan, mi cuerpo está ansioso. Hay tantas cosas que en este momento pasan. No son físicas, sino mentales, concentración. Ayer una señora me decía: “Yo no podría hacerlo, tené cuidado y ojalá puedas cumplir tu sueño”. Esa palabra, "cuidarme", es de esas que quiero hacer fuerte. La confianza en exceso es mala.
"Disfrutá vos que estás de vacaciones", así se expresó otro ser querido. Y ahí es donde me gustaría detenerme. Creo que en las vacaciones uno descansa, se toma algunos días que le dan en el trabajo. Estas no son vacaciones. Mi trabajo es pulir más y más mis palabras, seguir expresándome. Donde el sudor y la voluntad están presentes. Pero más arriba, quizá pasando las nubes. Ahí arriba quiero poner mi alma, mi corazón. Esto sigue dando que hablar y el principio de todo, el fin de la ruta 40 desde aquí a La Quiaca, para mí será el inicio de este camino. Sé que a 120 km de Río Gallegos se encuentra Cabo Vírgenes, ahí se encuentra el km 0 de la ruta 40. Este año pude llegar ahí en Semana Santa junto a otros biciviajeros.
Iniciar de esta manera es algo auténtico. Sin darme cuenta de eso, desde mis gustos musicales hasta mi amor por el amor, ser auténticos.
Seguir un sueño es eso, ser auténticos.
Doy gracias a ti, que entre montañas, entre aire y cielo, entre nubes y sol, sé que estás, siempre estás. Llamémoslo Dios, Pachamama, universo, buena energía, etc. Sea lo que sea y ya no me preocupa cómo denominarlo. Para mí es un amigo que me dio este corazón, esta alma. La elección y los sueños los elegimos nosotros, solo Él permite que suceda.Amar, abrazar, sentir, repetir.
Todo lo que requiere sacrificio y voluntad es sinónimo de trabajo. Y más si es de corazón.
Así comienzo, pido su lectura y su acompañamiento. Nunca estuvimos solos.
Bueno, ¡a trabajar!
CAPÍTULO I
DESDE MI ALMA A LA FELICIDAD
El 1 de julio de 2017, tomaría un colectivo hasta La Quiaca para volver en bicicleta desde el norte hasta el sur de la República Argentina.
Mi último día en Río Gallegos, pasaba tan rápido que parecía que la hora de partida cada vez se acercaba más y más. Como si en la terminal se encontrase una multitud. Así era, mi multitud, mi familia se despedía de mí, mis amigos se despedían de mí . Yo abrazaba y agradecía. Entre tantas palabras alguien me preguntaba si viajaba solo, mi respuesta fue un NO rotundo. Ahí arriba en el asiento de al lado me abraza mi sueño, ese que yo mismo creé en mi corazón, hacer la ruta 40 en bicicleta desde La Quiaca, provincia de Jujuy, hasta aquí nuevamente. Mi casa. Río Gallegos.
El viaje a San Salvador de Jujuy era largo, aquí haría mi primer arribo, aquí me quedaría unos días, mi bicicleta no viajó conmigo y debía esperarla, era una buena excusa para empezar a expresarme, conocer otra gran ciudad.
Durante el viaje, leía un libro que hablaba de dar consejos, y yo me imaginaba todo el resto, que el personaje principal era un hombre de pelo blanco, con una pipa en la boca y mucha gente rodeándolo y escuchándolo. Hablaba de la lealtad, hablaba de la sinceridad, hablaba del amor, del sexo, de la compañía, de la mujer, sí, créanme, todos eran temas interesantes, pero entre tantos temas, había uno que me marcaba. Hablaba de ser el héroe de nuestra propia vida.
¿Qué hacía yo acá?, el sueño ya había comenzado y era una realidad, solo que todavía no había partido en mi bicicleta y no había llegado, pero sí era real.
“No puedo quedarme, debo irme”, así le respondía a mi padre que me ofrecía tantas otras cosas que para mi gusto eran buenas, pero ninguna hablaba del aquí y ahora, ninguna hablaba de hacer realidad los sueños, él lo entendía y me ayudaba.
Mi alma está completa, mi corazón está intacto, el cansancio será temporal. Vendrán pedaleadas del corazón y no mías.
Mi felicidad está guardada dentro de un cofre que yo solo sé abrir y cerrar, no existe una llave, soy yo la llave. Ese cofre se llama alma. Y eso quiero que ya no esté oculto, que sea puro y lleno de momentos que espero que sean cómplices de esta travesía.
Debo dormir. Mañana será otro día.
CAPÍTULO II
DÍAS POR CONQUISTAR
Había llegado dos días después a San Salvador de Jujuy, donde me acomodé en un hostal.
El desayuno venía incluido con el pago por noche del hostal, mi presupuesto sé que durante este viaje iría variando y debía aprovechar. Así comenzaba mi primera charla con el recepcionista del hostal.
–¿De dónde sos?, ¿qué te trae por aquí? -preguntó.
–Soy Diego, vengo de Río Gallegos, Santa Cruz. He venido por un sueño, recorrer la ruta 40 en bicicleta.
–¿Qué? Estás loco. Pero suena interesante.
–Debo esperar mi bicicleta, ella llega el viernes, así que me tendrá en este hostal varios días.
–No hay problema, hablaré con mi jefe para que podamos arreglar algo mejor, nadie se queda varios días aquí.
–Muchas gracias, ¿podría mostrarme la peatonal? Toco la guitarra y con eso podré comer algo durante el día.
Él me indicaría la peatonal, y ahí saldría de nuevo, yo y mi guitarra juntos nuevamente. Se me venían imágenes a mi cabeza por Perú, por Ecuador. Tantos lindos momentos, pero había algo que me preocupaba o de repente la ansiedad por empezar a pedalear aparecía y me preguntaba qué haría una semana completa en una ciudad. Y como si el aire me dejara un libre albedrío, como si se detuviera el tiempo, como si la gente que me rodeaba en aquella peatonal supiera que solo estaba para cumplir un sueño. Bajaba otra expresión desde mi alma. “Dejá que los días te conquisten, como si mañana no hubiera destino, solo es hoy”, y yo me quedaba atónito.
Es que no podía mentirle a mi corazón, él regula mis emociones. La muerte convive con nosotros todo el tiempo, está ahí reposada, esperando que nosotros nos sintamos culpables por lo que estamos haciendo. Está en nosotros sentirnos vivos, y no pensar, “vivo porque viven todos”, soy uno más, un ciudadano que solo cumple su rol en el trabajo. ¡NO! Cada uno tiene un objetivo y para eso hay que estar bien vivos.
Caían canciones en la peatonal de San Salvador de Jujuy. Las personas parecían ser muy amables. Con esa misma plata me alcanzaría para pagar una noche más en el hostal.
CAPÍTULO III
NATURALISTA
Madrugada de miércoles del 5 de julio de 2017, el dolor de cabeza no me dejaba dormir. Mi falta de sueño se hacía presente. Es que no encontraba motivos para salir, quería encerrarme, tenía el gran prejuicio de que salir de mi hostal era sinónimo de gastar dinero. Pero ¿qué pasaba conmigo? Me estaba contradiciendo. El dinero no hace a la felicidad y yo me encontraba en una ciudad donde no conocía a nadie y solo por eso quería estar encerrado.
Se me presentaba un nuevo problema, nunca en mi vida había usado un carrito de bicicleta, y es por ello por lo que no tenía. En Río Gallegos antes de partir había coordinado con un muchacho, un soldador de la ciudad al que solía ver en mi trabajo como electricista. Él se comprometía a hacer, pero tenía que esperarlo algunos días, todo se complicó, él no lo sabía hacer de la manera que yo quería. ¡Lo admito!, la culpa era mía, yo tenía que haber pensado eso antes. Finalmente partí donde me encuentro ahora, en Jujuy sin mi carrito.
No contaba con este, sin eso no podía comenzar mi viaje, pensar en que tenía mi carpa, mi bolsa de dormir y mi guitarra ya era sinónimo de que lo necesitaba. Comencé a merodear en la ciudad. Salí de mi hostal ya en la hora de la mañana.
Caminando por una bella peatonal encontré una bicicletería, entré. Ahí conocí a Santiago. Un hombre algo mayor, barba canosa, y con un poco de seriedad.
–¿Qué andás buscando? -preguntó.
–Estoy por emprender un viaje y necesito un carrito de bicicleta.
–Aquí en este momento no tenemos, pero puedo fabricarte uno si lo deseás.
–No cuento con mucho dinero, pero realmente lo necesito.
A partir de aquí, quiero detenerme, desde que comencé a viajar siempre creí en las buenas vibras, sin conocer a alguien, estamos expuestos a eso. Con un par de palabras podremos darnos cuenta de las buenas intenciones o las malas intenciones que tenga una persona. Y eso aquí comenzaba a aparecer.
–Puedo ayudarte, no te lo regalaré, pero podemos llegar a un arreglo más acertado a tu viaje.
En ese momento, en ese preciso momento, la “buena vibra” aparecía en mí, es difícil de explicar, solo se siente, hay algo entre tantos organismos que se llama corazón, ese no solo funciona como marcador de pulsos, sino también de dar aviso a todo lo bueno que pasa a nuestro alrededor. Realmente Santiago era una persona con buena vibra. Y yo se lo decía y él solo me tomaba la mano como saludando y me decía: “tú eres un naturalista”.
–¿Qué es un naturalista? -pregunté como sorprendido.
–Los naturalistas son aquellas personas que invierten su tiempo y su dinero en estar en contacto con la naturaleza, no pertenecen a las ciudades, es por eso por lo que quiero ayudarte -respondió con seguridad, como dándome motivos para que tenga mi encuentro con la naturaleza.
Hoy ya jueves 6 de julio de 2017, el día todavía no ha terminado, y Santiago me ofrecía ir a tomar unas cervezas con él y unos amigos.
Mañana viernes, llegaría mi bicicleta, ya tenía en mis manos el carrito. El sábado partiría a La Quiaca.
La noche está comenzando, seguiré buscando la buena vibra.
CAPÍTULO IV
SER INDEPENDIENTES
Hoy 9 de julio de 2017, día de la Independencia en la República Argentina. Ya me encuentro en La Quiaca, me levanté un poco más tarde de lo que suelo hacerlo. Aquí hubo actos y celebración por este día. Me encontraba merodeando por los alrededores del escenario, parece que el acto principal comenzaría más tarde. Así que decidí hacer tiempo, conocer un poco más a esta ciudad. La última ciudad de la Argentina antes de cruzar a Bolivia, a poco menos de una cuadra se encuentra Villazón. Me comunicaron con un hermano de un pariente, su nombre es Sebastián. Durante mis días en Jujuy nos hemos venido comunicando y hoy podría encontrarme con él y pasar un poco el tiempo. Luego de caminar un poco él me llamó:
–Hola, Diego, si ya te encuentras en La Quiaca, avísame que con gusto te mostraré los alrededores.
–Qué bueno saber que hay alguien con quien charlar un poco, sí, voy a estar en la plaza principal.
–Bueno, en 15 minutos estoy por ahí.
Esperé y Sebastián llegó, un hombre con buena presencia, y amistoso. Él era hermano de un novio de mi prima. La relación familiar era un poco distante, pero yo con tal de pasar el tiempo aceptaba. Después de todo el apareció con el mate y los bizcochos.
–¿Hasta cuándo te quedas en La Quiaca? –preguntó.
–Tengo que esperar a que llegue mi bicicleta y mi carro, que seguramente llegarán mañana.
–Vamos a echarle un vistazo a Yavi, es un pueblo cerca de aquí.
En ese momento, entendí la buena vibra de Sebastián, se había hecho un tiempo para que yo como viajante pueda conocer todo. En un momento, me dice “aquí voy a mostrarte algo paranormal de esta zona”. Él detuvo el auto y pude observar a un costado de la ruta unas piedras, estaban como rotas, pero a causa de la misma naturaleza, entre esas piedras se formaba una especie de cueva, dentro de ella había algo extraño. Yo solo pensaba si realmente esto era algo paranormal, quería verlo con mis propios ojos. Solo me dijo:
–Dentro de esa cueva las personas de alrededor piden sus deseos, por eso podrás observar entre las paredes de la cueva hojas marchitas de coca, o alguna que otra estampita de santos, observa y siente metiendo la mano ahí dentro y quédate en silencio unos segundos. Escucha a la madre naturaleza, la Pachamama tiene algo que decirte.
Empecé a pensar que todo esto era algo simbólico de los habitantes de la ciudad y como yo no lo era quizá no podría ni escuchar ni sentir nada, pero igual lo hice. Metí mi mano en esa cueva. Mi mano que estaba a una temperatura normal porque el sol estaba en su máximo esplendor, se metió ahí y pude sentir cómo una pequeña brisa de viento corría dentro esa cueva, ¡era increíble! Yo obedecí y me quedé en silencio. Pude escuchar cómo corría un río dentro de esa cueva. Realmente era algo paranormal. Cómo explicar que dentro de una cueva podría haber otro mundo, otro río, otra brisa de viento, mientras de este lado solo había mucho sol y el ruido de los autos que pasaban por la ruta.
“Te lo dije, ves que es algo paranormal, nadie se ha animado a abrir esas piedras”, dijo Sebastián sentenciando dicha actividad.
Sebastián parecía un hombre agradable, me contaba que también le gustaban los viajes, me contaba de sus experiencias en el sur, estaba enamorado de El Calafate, de Ushuaia, también había estado por las Cataratas del Iguazú. Cómo no estarlo, eran lugares magníficos, dignos de ser visitados por viajantes de todo el mundo.
Llegamos a Yavi, a mi entender no me pareció la gran cosa, quizá el invierno se había apoderado del pueblo, todos sus árboles marchitos, y pocas personas circulaban. Pero sí eran dignas de admirarse las casas, parecía como si se hubieran parado en el tiempo, todas con ladrillos de barro como las de los incas.
Seguimos conversando.
–¿Por qué quieres hacer esto? -preguntó.
–La verdad es que de tantas veces que me lo han preguntado ya no sé qué decir, solo sé que quiero cumplir un sueño, soy joven y tengo mucha salud que hasta ahora sigue jugando de mi lado. Si no lo hago ahora, ¿cuándo? La ruta 40 es un mundo de misterio para mí que quiero conocer bien y no que me lo cuenten -respondí como si las palabras cayeran del cielo y yo solo fuera un instrumento entre mi alma y lo que Sebastián estaba preguntando.
Ya culminaba la noche y decidimos regresar a La Quiaca, quedábamos en encontrarnos mañana nuevamente para el almuerzo.
La noche seguía y dentro de todo no era tan tarde como para irse a dormir. Los actos por el Día de la Independencia seguían, así que me acerqué nuevamente para ver qué otros artistas habría sobre el escenario.
Pude ver un arte nueva en mí, algo que no conocía, la copla. Requería de un solo artista, era una mezcla entre canto y recitado y mucha pero mucha improvisación, todos aplaudían y podía entender que era algo típico de la provincia de Jujuy.
Luego llegaría el momento de otros artistas, todos al terminar su presentación decían “muchas gracias y que viva la patria, viva la independencia”.
¿Viva la independencia? Qué gran frase, ahí me quedaría pensando, ser independientes. Por uno mismo. Todo lo que hacemos independientemente es lo que nos hace mejor a nosotros mismos, porque justamente lo hacemos por nosotros. Hoy decido viajar y si no fuera un electricista independiente no podría hacerlo, agradezco eso y lo valoro. Ya no es una cuestión de trabajar bien o mal, pasa por tener un estilo diferente de vida.
En las noches de La Quiaca el frío era muy intenso, los organizadores del acto pusieron dos tachos de doscientos litros e hicieron fuego, yo me acerqué porque de verdad el frío me estaba haciendo temblar, en ese alrededor del tacho conocí al grupo Fábulas tipoy, no pude ver su presentación, pero comenzamos a charlar, ellos eran de Perico, Jujuy. Sus ojos se abrieron repentinamente cuando les conté de mi travesía, a mí me serviría mucho seguir conociendo personas y quizá después pasar por allí, eran buenas personas y escuchaban con atención todo lo que contaba.
Ya se acerca la medianoche, un nuevo día está a punto de comenzar, estoy cansado y anduve mucho.
CAPÍTULO V
¿CUÁNTAS COSAS PUEDEN PASAR EN UN DÍA?
Mis días en La Quiaca continuaban, yo parecía como estar en un limbo, el tiempo se detenía, o quizás era yo el que no le encontraba sentido a estar tantos días en una misma ciudad, me deprimía un poco, es que la novedad era que mi bicicleta y el carrito aún no llegaban. “por algo pasan las cosas”, me decía una amiga que se hacía presente de alguna manera, ella y tantos otros amigos y seres queridos.
Eso lo tenía bien en claro, en mi corazón estarían todos ellos, realmente sentía que todo esto lo hacía junto a ellos, pero físicamente a mi alrededor me encontraba solo yo, esa afirmación que decía mi amiga me daba cierta curiosidad, quería darle algún sentido, si realmente las cosas pasaban por algo, que pase algo entonces, me decía a mí mismo.
El encuentro conmigo mismo era algo seguro, aprovechar mi encuentro, mi soledad, mis palabras sueltas, mis sueños en la madrugada, mis visiones a futuro cruzando la ruta 40, detrás de mi carrito que cargaría las cosas, mi guitarra.
Pensar que hay alguien allá arriba, era matar el tiempo, yo sabía que desde los cielos siempre habría alguien, y siempre hay alguien.
Tomé mi guitarra y me dirigí a la plaza principal de La Quiaca, comenzaban a sonar canciones que hace mucho no hacía, mi canto era algo inseguro o poco afinado, la altura en La Quiaca es de aproximadamente 4000 metros sobre el nivel del mar. Pero igual seguía cantando, hasta que algún que otro habitante me empezó a escuchar, algunos se acercaban, otros solo miraban desde lejos, pero lo más interesante era la aparición de un niño.
Él solo me escuchaba cantar, hasta que terminé de tocar una canción y solo me dijo:
–¡Guau! Se nota que no eres de acá, y tu estuche con tantos parches de otros lugares, parece que viajas mucho. ¿De dónde eres?
–Soy de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, sí, he viajado mucho, esta guitarra siempre me ha acompañado.
En el estuche de la guitarra, había parches de lugares como Ushuaia, la bandera de Perú, de Bolivia, y algunas bandas de rock argentino. Entre los parches se encontraba una frase: “Levanta la vista y mira para adelante porque adelante pasas cosas”. Esa frase fue dicha por Gabriel Ruiz Díaz, un gran músico y uno de los fundadores de la banda que sigo hace muchos años: Catupecu Machu.
El niño observó esa frase, y me motivó:
–Parece que esa frase fuera dicha para vos, estás todo el tiempo viajando, nunca te quedas encerrado en tu casa.
En ese momento me quedé pensando, y era verdad. Mi tristeza por saber que mi bici y mi carro no llegaban me invitaba a encerrarme en la habitación del hostal, pero igualmente salí, no dejé que eso me encerrara más. Debía salir a buscar algo, a ver que pasen cosas, o simplemente a darme cuenta de que las cosas pasan por algo.
Finalmente, me quedé muchas horas hablando con aquel niño, que por cierto nunca me dijo su nombre, pero sí me alentó, y se despidió, diciéndome: “Cuando termine la escuela voy a viajar como lo hace usted”.
Volviendo a mi hostal, me escribía Sebastián de nuevo, empecé a creer que quizá él sí me estaba ayudando y también era cómplice de que yo solo quería que pasen las horas hasta que llegue mi encomienda. Él me invitaba a la casa de otros amigos.
Ahí conocí a un matrimonio un poco grande ya, entre 60 y 70 años. Era presentado por medio de Sebastián:
–Él es Diego, está por iniciar una travesía por la ruta 40 en bicicleta.
Aquel hombre me felicitaba por mi coraje, y reafirmaba lo que yo decía: “los sueños están para cumplirse, si quieres algo ve y buscalo”.
Era ya casi la medianoche, Sebastián me fue a dejar nuevamente al hostal, ya muy cansado por el día.
Cuando estaba a punto de acostarme, golpean la puerta de mi habitación...
Era un mochilero argentino y cordobés. Como mi habitación era con cama compartida y la que estaba desocupada estaba llena de mis cosas que necesitaría para mi viaje, comencé a despejar todo.
Su nombre era Pablo, venía del Perú, Cusco. Tenía historias que sorprendían a más de uno. Yo lo escuchaba con mucha atención, y yo también, por supuesto, contaba mis historias, hasta que llegamos a un punto que los dos coincidíamos al haber estado en otros países viajando durante mucho tiempo.
“El argentino no le tiene miedo a nada, el argentino se arriesga sin importar si pierde o gana, porque todo es experiencia, y los malos ratos no existen, son solo parte del aprendizaje”.
Estar en otro país nos da eso, valorar nuestras costumbres, nuestros valores, sentirse orgulloso de ser argentino, en “relatos cortos de un viajante”, puedo contar más de una experiencia por otros países no solo Perú, sino también Bolivia, Ecuador y Colombia.
Entra charlas y charlas, aún no culminaba el día y la gran frase de mi amiga cuando dijo “las cosas pasan por algo”, se hacía notar esta vez. Pablo me contaba que le gustaba también el rock, y que venía escuchando un programa especial dedicado a Catupecu Machu.
¿Qué podía decir yo? Me quedé mudo, mis ojos brillaron por un instante, era esa la respuesta que estaba buscando. Y ahí entendí todo. Esperar no es bueno, pero haz que no se note, disfruta de todo.
CAPÍTULO VI
CIRCO DE PALABRAS SUELTAS
El 13 de julio de 2017, comencé a rodar esos pedales, un poco más atrás por primera vez usaba un carro para llevar más cosas, la guitarra siempre me acompañaba. Y yo estaba ahí sobre la ruta 9, sí, lo aclaro, porque quiero ser tan puro con mis historias, la ruta 40 en la provincia de Jujuy era un poco complicada, poco tránsito y nadie a la vista. Mi intención era disfrutar todo, y quizá ahí solo las cosas se complicarían más. La ruta 40 será más adelante, por Cafayate, provincia de Salta.