Mira, tuvimos más que la vida - Yehuda Amijái - E-Book

Mira, tuvimos más que la vida E-Book

Yehuda Amijái

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Beschreibung

Esta antología reúne algunos de los poemas con los que Yehuda Amijái irrumpió en el siglo XX como una de las voces más trascendentes de la poesía de Israel, y abarca desde su primer poemario publicado en 1955, hasta su último libro aparecido en 1998, de donde fuera extraído un fragmento del poema que aparece grabado sobre su tumba en el cementerio Sanedria. La selección buscó reflejar su rango poético, tomando en cuenta los dos extremos entre los que el poeta definió su vida: la guerra y el amor. Pero también incluye muchos de los poemas con los que se consagró como el poeta de Jerusalén, su ciudad. Sus versos condensan siglos de historia, haciéndolos desembocar en una voz que, modulada sin estruendos, nos demostrará que la vida personal y la pertenencia cultural a un pueblo milenario pueden coincidir en una misma línea, incluso tener un mismo origen. Entre el esplendor de los reyes y los profetas bíblicos y la pesadilla de los bombardeos de una guerra a otra, pasando por todas las etapas de la historia del pueblo judío, grabadas a veces sobre una piedra de una casa o en un guijarro de una lápida, Amijái recorrerá tiempos y espacios sin parecer detenerse hasta llegar al fondo de la tierra o traspasar el último cielo, adonde habremos arribado guiados por él.

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ELEFANTAEDITORIAL

COLECCIÓN POESÍA

YEHUDA AMIJÁI

Primera edición: 2019

Edición: Elefanta del Sur, S.A. de C.V.

Dirección editorial: Emiliano Becerril Silva

Diseño: Tres laboratorio visual / Jorge Brozon Vallejo

Investigación iconográfica: Hugo R. Miranda

D.R. © Claudia Kerik, por la Selección, traducción del hebreo y prólogo

D.R. © Hana Amichai, por la obra de Yehuda Amijái

D.R. © 2019, Elefanta del Sur, S.A. de C.V.

Elefanta del Sur, S.A. de C.V.

Tamaulipas 104, interior 3, Colonia Hipódromo de la Condesa

C.P. 06170, Ciudad de México

[email protected]

www.elefantaeditorial.com

@ElefantaEditor

ISBN EBOOK: 978-607-9321-74-1

ISBN LIBRO IMPRESO: 978-607-9321-75-8

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.

La presente edición fue posible gracias al generoso apoyo de la Fundación Metta Saade, A.C. y de su Presidente, Marcos Metta Cohen.

Mira, tuvimos más que la vida

(NUEVOS POEMAS ESCOGIDOS)

SELECCIÓN, TRADUCCIÓN DEL HEBREO Y PRÓLOGO

CLAUDIA KERIK

ÍNDICE

“HAY VELAS QUE RECUERDAN”

(PALABRAS PRELIMINARES)

PRÓLOGO

YEHUDA AMIJÁI, UNA VOZ MODERNA DEL PUEBLO JUDÍO

NUEVOS POEMAS ESCOGIDOS

Mi madre me cocinó el mundo entero

Dios se apiada de los niños del jardín de infantes

Lluvia en el campo de batalla

Mi padre

De todos los espacios

Mi padre estuvo cuatro años en guerras de otros...

Dios está lleno de piedad

De tres o cuatro en una habitación

Para mi cumpleaños

La visita de la Reina de Saba (SELECCIÓN)

En lo que al mundo concierne

En la mitad de este siglo

El lugar donde todos tenemos razón

Como la huella de nuestros cuerpos...

Si con amarga boca dijeras...

Durante nuestro amor se completaron casas...

La piedra de Jerusalén...

Jerusalén fue construida...

Jerusalén, puerto a orillas de la eternidad...

Jerusalén es hermana de Sodoma...

Violento y amargo

En mi tiempo, en tu lugar

Padre mío, Rey mío

Lástima. Éramos un buen invento

En mis peores sueños

Soy grande y gordo

Paseo con una mujer

En alabanza del verano

Lo hicimos

Desatar fieras memorias

Esta tierra habla sólo si la azotan...

Visto ropas coloridas...

Estoy sentado ahora aquí...

Spoleto, encuentro de poetas

En la lengua de la ausencia

Es difícil ser otra cosa

Pon tu cabeza

Nos engañaron

La turista

Poemas de la playa de Ajziv (SELECCIÓN)

Otra vez

La muerte de Assia G.

La ciudad donde nací...

Jerusalén, lugar donde todos recuerdan...

Acompáñame

Tristeza de ojos y descripciones de un viaje

Me volví velludo

Carta de recomendación

Perdido en la indulgencia

Ruth, la felicidad...

El dolor de estar en un lugar extraño

Estoy cansado

Pasaron los días de la noche

Otro poema de amor

Carta

Lamentos por los caídos en la guerra (SELECCIÓN)

Tarde una alegría serena

Una vez un gran amor

Majestuoso poema de amor

Un perro tras el amor

En este atardecer...

¿Qué es esto?...

Consejos del buen amor...

El diámetro de la bomba...

Soy la figura de una padre judío...

Cuando di con mi cabeza en la puerta...

Al anochecer oí...

En el interior del jardín...

Karl Marx...

Estas palabras...

Me invadieron terribles añoranzas...

Las horas nocturnas del alma...

Tarde en mi vida llego a tí...

Junto a una pared...

Dios mío, el alma...

No sé si la historia retorna

Un niño es algo distinto

Glosa para una visión de la paz

“Las campanadas de la historia”, como decían entonces

Una ventana eterna

Jerusalén está repleta de judíos usados

Por los días de los días, dulces alteraciones

Poema que ama y duele

Ojos

Poema-mentira en las vísperas de Shabat

Turistas

Prohibido demostrar debilidad

Entre las estrellas quizás tengas razón

Pâtisserie Joseph

Cuando uno en su vida necesita un jardín abandonado

La anulación del olvido por un lapso breve

El hombre en su vida

1924

Un extenso valle se abrió

Virgen de los ojos

El cuerpo es la causa del amor

Ahora ella desciende

Como en los funerales

Adentro de la manzana

Hombre eres y al hombre volverás

Dos poetas en México

Al norte de San Francisco

Y no digas que serás como fuiste

El que abandona a quien ama

Soy un profeta pobre

Los judíos

Creo con absoluta fe...

Después de Auschwitz...

Quiero vivir hasta que...

Las cosas que siempre han existido...

Sé cuán delgados son los hilos...

Cuando muera quiero...

Yo no fui uno de los seis millones...

Jerusalén es como la Atlántida...

¿Por qué Jerusalén?...

La bomba de tiempo judía

Retrato de una mujer

TESTIMONIOS

POR QUÉ ESCRIBO EN HEBREO...

YEHUDA AMIJÁI

AMIJÁI POR SÍ MISMO

LAWRENCE JOSEPH & YEHUDA AMIJÁI

POSTAL (1967)

ASSIA GUTMANN

CARTA (7-XI-1969)

PAUL CELAN

CARTA (14-V-1983)

TED HUGHES

UN TRIBUTO A YEHUDA AMIJÁI

CYNTHIA OZICK

YEHUDA AMIJÁI, UN HOMBRE DE CASA Y UN REVOLUCIONARIO

AMOS OZ

YEHUDA AMIJÁI EN MÉXICO

HOMERO ARIDJIS

OCTAVIO PAZ Y YEHUDA AMIJÁI, DOS POETAS EN JERUSALÉN

CLAUDIA KERIK

CRÉDITOS

CORPUS POÉTICO DEL AUTOR

BITÁCORA DE TRADUCCIONES

RELACIÓN DE POEMAS

RELACIÓN DE IMÁGENES

AGRADECIMIENTOS

“HAY VELAS QUE RECUERDAN” (PALABRAS PRELIMINARES)

TOMO PRESTADO DE UN POEMA DE AMIJÁI LAS VELAS QUE ALLÍ centellean en su memoria, para que me guíen al momento de traer de regreso el itinerario que han seguido estas traducciones, que ya forman parte de mi vida, por lo que necesariamente, al caminar hacia atrás con ellas, lo estaré haciendo conmigo misma. Y es tal la carga de emociones que me surgen al desgajar los recuerdos del comienzo, que espero que el lector me excuse por introducirlo en un trayecto tan personal, siendo naturalmente otro su interés, el de conocer al poeta que está en este libro. Pero es que el acto de traducir siempre encierra una íntima complicidad con la voz de la que uno ha elegido convertirse temporalmente en portador, que hace que en la traducción se vayan pedazos de uno o queden impregnados momentos de vida. Tan sólo los títulos de los poemas de Amijái son capaces de desencadenar un oleaje suave como el de las flamas que ha encendido su poema y que me han llevado (a través suyo) hasta las velas de Shabat que prendía mi abuela los viernes, metidas en dos mitades de papa, agujereadas y dispuestas sobre su base más ancha en una esquina de la cocina, que le servían de candelabros. Y bajo la tutela de ese segundo que creaba un espacio de atención es que comienzo mi recuento.

El lector que por primera vez esté eligiendo acercarse a la lectura de los poemas de Yehuda Amijái, quizás deba conocer algunas de las circunstancias que rodearon la primera versión de este libro, que salió a la luz en una edición bilingüe, en la ciudad de Jerusalén, en el año de 1986. Amijái vivía entonces y había presenciado con gran emoción la que sería la primera publicación en español de una antología de su poesía, que incluía una selección de su obra poética hasta ese momento. No menos emocionado estaría unos años después cuando en 1990 Octavio Paz reeditara en México, bajo el sello editorial de Vuelta, una segunda versión del mismo libro. (El poeta mexicano admiraba la sensualidad desenfadada de la poesía del israelí, que indudablemente dejaría una huella en él.) Desde entonces hasta la fecha, algunos de sus libros ya han sido trasladados a nuestra lengua en distintas versiones, por distintos traductores, en diferentes partes del mundo.

Este es por tanto el tercer nacimiento de un libro que vio la luz hace tiempo. Y aunque Amijái no esté presente ahora para celebrarlo, ocurre que con el recuerdo de todo aquello que venía envuelto este regalo, vuelven a despertarse, al invocarlas, las energías que allí se depositaron. Y por un instante la imagen cálida y modesta del poeta regresa a mi mente, caminando por Jerusalén con su morral al hombro y recorriendo conmigo el mercado Majané Yehuda el día que lo conocí. Yo era una adolescente de 19 años que había improvisado sus primeras traducciones unos años antes, cuando cursaba segundo de preparatoria en el Colegio Hebreo Tarbut de la Ciudad de México, donde en una clase de Literatura Hebrea que impartía Mazal Sheniak, me fue descubierta su poesía por primera vez. La impresión que me causaron sus poemas —en un momento clave de mi vida en que yo misma estaba buscando escribir poesía— me precipitó a enfrentar el reto de traducirla, guiada por un imperioso deseo de transmitirla en mi lengua y convencida de la importancia que tendría hacer oír su voz a los demás.

En esa aventura fue cómplice mi amiga Rina Rotberg, y juntas nos escapábamos de la escuela a la oficina de su padre para usar la máquina de escribir. Esas pruebas de traducción serían publicadas por Esther Seligson en uno de los primeros números de una revista de la comunidad judía de México, Aquí estamos, de la que ella era redactora. Con la revista bajo el brazo viajé a Israel en el año de 1977, y a mi llegada busqué de inmediato el nombre de Amijái en un directorio telefónico. Desde un teléfono público lo llamé y al día siguiente nos vimos en el Café Taamón. Amijái se sorprendió al ver que una chica joven había tomado para sí la tarea de traducirlo a él, un hombre que ya había entrado en la segunda mitad de su vida consagrado como el poeta más leído de Israel. Viniendo de México y acostumbrada a los rituales obligados para acercarse a las “vacas sagradas”, a mí me asombró lo fácil que había resultado acceder a un poeta considerado importante. En el local del café cabía poca gente, fumaban y jugaban ajedrez. Salimos y caminamos hasta el mercado. En ese punto quedó anclada mi imagen del poeta. Pasarían algunos años después de ese primer encuentro para que me decidiera a traducirlo formalmente, haciendo una primera selección personal de sus poemas. En la decisión de hacerlo influyó también la libertad repentina que tuve para dedicarme de lleno a la traducción, gracias al apoyo de mi amiga Esther Seligson, quien financió por un año mi trabajo. No menos valioso sería el respaldo que me brindaron mis amigos en Israel a los que hacía permanentes consultas para verificar las connotaciones de ciertas expresiones y asegurarme de que no se me escapara ninguna dimensión contenida en la lengua. Zohar Triffón, Nathán Ofek (Popick) y David Moscovitz me fueron entonces de gran ayuda. Mi conexión con Amijái surgió desde el momento en que elegí traducirlo. La poesía entonces lo llenaba todo. Es probable que haya optado por expresarme a través de él, sólo así se explican ciertos apegos que permanecen a lo largo de la vida. Traducirlo fue una oportunidad de atravesar, por un instante, su voz en la mía.

Esta antología es un fruto nuevo que no corresponde a ningún otro de Amijái, pues está hecha de las lecturas y extractos de distintos momentos de su obra que fueron traducidos por mí de manera intermitente a lo largo de muchos años. Además de reproducir los poemas que aparecieron en las dos publicaciones anteriores, esta nueva edición contiene aquellos que continué difundiendo en México a través de revistas y suplementos a partir de 1990, año en el que salió el libro por última vez. Esos materiales, que de otro modo hubieran quedado dispersos, han sido intercalados en esta entrega, junto con nuevas traducciones que amplían su rango poético. Por tratarse de una reunión de poemas que trascienden la selección hecha para las ediciones anteriores, esta antología ha recibido otro nombre. Como Amijái continuó escribiendo después de que yo sacara a la luz mi primera selección de su obra traducida, también he incluido los materiales de sus libros subsecuentes en los que he trabajado estos años y entre los que quizás se cuenten algunos inéditos en español hasta la fecha. Me he permitido ocasionalmente tomar una parte de un poema de larga extensión, empleando como título el primer verso correspondiente al fragmento seleccionado, el cual es presentado esta vez seguido de tres puntos suspensivos. He considerado que de esa manera el fragmento se ofrecerá como un poema en sí mismo, lo cual también es posible percibir en la lectura de la tirada original donde cada sección aparece numerada o separada del resto. Esta ha sido una decisión tomada para no privar al lector de conocer también algunos de los poemas largos de Amijái, al menos por uno o más extractos.

Esta publicación fue posible gracias a la inmejorable disposición de Emiliano Becerril, quien abrazó espontáneamente la posibilidad de editarlo en Elefanta Editorial, y al generoso apoyo de Marcos Metta Cohen y su Fundación, que cumple la importante labor de divulgar en nuestro país obras notables de la cultura judía. No menos relevante sería para mí el descubrimiento de un lector de mis traducciones de Amijái que me permitió comprender que todos los libros (por olvidados que estén, o desapercibidos que parezcan) tienen prefigurados a sus lectores, casi como un destino que los está esperando. El entusiasmo que Martín Solares me transmitió al recitar de memoria algunos de los versos de Amijái que he traducido, me infundió el deseo de volver a reeditar este trabajo. Gracias.

Este libro trae además un obsequio bajo el brazo. A la selección ampliada de la poesía de Amijái, notable de por sí, le he sumado testimonios cuyo valor excepcional enaltece estas páginas, que pueden enriquecer la lectura y completar el perfil de nuestro poeta. La valoración de Amos Oz le permitirá al lector conocer cómo se vivió la recepción de la poesía de Amijái desde el ángulo de la propia literatura israelí. Cynthia Ozick, por su parte, nos compartirá una conmovedora evocación de los “días legendarios” en que Amijái estuvo de paso por la Universidad de Nueva York. Paul Celan hablará con el poeta desde una carta escrita tras su visita a Israel y pocos meses antes de su suicidio en París. Ted Hughes, su gran amigo y su primer promotor, nos dirá por qué lo consideraba su poeta favorito. Assia Gutmann describirá qué se siente regresar a la ciudad donde Amijái nació, en la Alemania de posguerra. Y Homero Aridjis nos ofrecerá un cuadro vivaz del contexto cultural en que se dieron las visitas de Amijái a México. A todo ello se suma una estudiada galería de imágenes del poeta desde su infancia hasta sus últimos días, en sus distintas facetas y acompañado por figuras notables que el lector sabrá reconocer.

En los comienzos, mientras Amijái vivía, estuvo cerca del proceso creativo de este trabajo, permitiéndome consultarlo y aclarar algunas dudas. Hoy en día, habiendo concluido esta entrega de nueva cuenta, una vez más, cuatro décadas después, debo decir que su voz me ha escoltado sin que por ella pase el tiempo, y es mi deseo que el lector encuentre también entre estos poemas, aquellos que puedan acompañarlo para la ocasión en que lo necesite. Amijái provee un botiquín poético de primeros auxilios para los casos de emergencia en que se requieran palabras de consuelo, que admitan como premisa el desconsuelo.

CLAUDIA KERIK

PRÓLOGO YEHUDA AMIJÁI, UNA VOZ MODERNA DEL PUEBLO JUDÍO

Yehuda Amijái nació en Alemania en 1924 y vivió en Israel desde los once años. Murió en el año 2000 en la ciudad de Jerusalén, su ciudad, que quedará registrada en la memoria poética gracias a sus versos. Como muchos de los inmigrantes judíos provenientes de Europa, adquirió una identidad diferente al ingresar al país. Su verdadero nombre era otro: Ludwig Pfeuffer, que cambiaría por uno nuevo en hebreo con un significado que habrá de anunciar, sin saberlo, su propia ruta de vida. Pues amijái (עמיחי) significa, literalmente, mi pueblo vive. Por obra de la poesía de Amijái esto es lo que justamente habría de ocurrir. Sus poemas condensarán siglos de historia, haciéndolos desembocar en una voz que, modulada sin estruendos, nos demostrará que la vida personal y la pertenencia cultural a un pueblo milenario pueden coincidir en una misma línea, incluso tener un mismo origen. En un fragmento de su último libro así lo dejaría testificado:

Yo no fui uno de los seis millones

que murieron en el Holocausto

y no estuve siquiera entre los sobrevivientes,

y no fui uno de los sesenta millares que salieron de Egipto

pero llegué a la tierra prometida desde el mar,

yo no estuve entre todos ellos pero el fuego y el humo

en mí permanecieron, y las columnas de fuego

y las columnas de humo me señalan

el camino de noche y de día, y persiste en mí la desaforada búsqueda

de salidas de emergencia y de lugares suaves...

La circunstancia de no haber nacido en su propia patria la compartió con un gran número de escritores israelíes: Natán Zaj, Amir Guilboa, Dan Paguís, fueron algunos de los poetas de su generación. Todos ellos surgieron en un Estado que surgía. Todos aprendieron a hablar hebreo reconstruyendo el hebreo, es decir, haciendo que esa vieja lengua, que por milenios estuvo encerrada en libros sagrados para uso exclusivo en los rezos o en el estudio, se llenara de nueva vida y hablara el lenguaje de la modernidad. Se trataba de una lengua que recién comenzaba a pasar de lo divino a lo cotidiano, de la Biblia al mercado, del texto al mundo. Durante dos mil años de exilio los textos sagrados fueron —por decirlo en palabras de George Steiner— la tierra natal del judío. Éste hablaba la lengua del país que habitaba pero se dirigía a Dios en hebreo. La fundación del Estado de Israel puso fin a ese destierro en el texto y volvió a hacer del hebreo una lengua que podía hablarse y servía para designar una nueva realidad. Aunque el cambio fue drástico, el proceso fue paulatino, y la poesía moderna israelí se consolidará a partir de los poetas de la generación a la que perteneció Amijái. Para ellos, el hebreo fue un lenguaje demasiado antiguo y demasiado moderno al mismo tiempo. Un idioma que podía contener, por un lado la retórica de los profetas, y por el otro, palabras recién inventadas o frases construidas con la sintaxis del nuevo slang que se produjo con la nacionalización de la lengua. Desde la publicación de su primer libro, Ahora y en otros días (1955), la juventud israelí reaccionó con emoción ante la poesía de Yehuda Amijái. Tenía más de treinta años y decía no importarle el fracaso, pues “ya había pasado por demasiadas cosas”. La franqueza (en ocasiones brutal) con la que elije desnudarse ante el lector, sus imágenes que remiten a la vida común y corriente, y la espontaneidad con la que explora las libertades recientes del hebreo moderno —haciendo reverberar en él la densidad semántica del hebreo antiguo—, lo pusieron rápidamente al frente de la vanguardia en la poesía de Israel. Por su capacidad de poner al alcance del lector temas difíciles traídos al escenario de lo cotidiano —traumas históricos, delicadas opiniones sobre aspectos de la religión y de la realidad que se vive en su país, así como reflexiones sobre tópicos aún considerados tabú, como la intimidad de la pareja—, sus poemas llegarán a aparecer casi como titulares en los periódicos nacionales. Entre 1955 y 1998 publicará más de doce libros de poesía, un libro de cuentos y una novela en la que describirá su infancia en Alemania. También será reconocido fuera de su ámbito local: en 19681 sería traducido al inglés, y en 19712 una publicación de su obra lo pondría en circulación para un amplio sector de lectores angloparlantes. Hoy en día sus libros se leen en más de cuarenta idiomas en muchas partes del mundo. Paul Celan dirá de él en una de sus cartas: “Lo que realmente te pertenece en tus poemas se pone de manifiesto con la mayor de las fuerzas y del modo más contundente. Tú eres el poema que escribes y el poema es... tú mismo”. Octavio Paz también elogiará la capacidad expresiva de Amijái, cuyos poemas, una vez leídos, serían imposibles de olvidar. Aunque radicó siempre en Jerusalén, colaboró durante un tiempo como profesor invitado de la Universidad de Nueva York enseñando la cátedra de Creative writing. Y en dos ocasiones (1982 y 1987) visitó la Ciudad de México para participar en festivales internacionales de poesía, convocado por el poeta mexicano Homero Aridjis.

Amijái fue siempre ejemplo de provocación, aunque su tono estuvo más cerca del modo en que se recita en voz baja un rezo que del que se usa para hacer una denuncia. Su manejo del discurso religioso podría ilustrar su estrategia poética. Toma la forma de una plegaria que pertenece a un repertorio litúrgico conocido, para escribir su propia súplica pero con una intención inversa:

Dios está lleno de piedad,

si lleno no estuviera Dios todo de piedad

habría piedad en el mundo y no sólo en Él.

Aunque no siempre tan obvio, este contrapunto estará presente cuando use palabras de una realidad para hablar de otra: “Poemamentira en las vísperas de Shabat”, o el verso “Un niño es un Job que ya es motivo de apuestas”. Al insertar referencias conocidas en un contexto diferente, Amijái produce un efecto irónico que le da énfasis a su mensaje. Algunos poemas adquirirán por ello otras dimensiones, más amplias pese a ser más específicas. Aludirán a textos previos, y a la vez trascenderán su mensaje original. Este aspecto perderá parte de su condición espontánea al ser trasladado a otra lengua, pues no se trata de un juego de palabras sino de fuentes, un tejido intertextual que la misma lengua hebrea contiene y del que el poeta dispone. Este recurso, por otra parte, conseguirá reproducir (sin proponérselo) el inconsciente colectivo israelí en el que naturalmente se entremezclan frases de rezos, locuciones militares, versículos de la Biblia, y expresiones del habla cotidiana. Escenarios imaginados y paisajes reales, la antigua y la nueva Jerusalén. Como lo sugiere Joseph Brodsky, a veces sólo la poesía es capaz de enfrentarse a la realidad condensándola en algo aprehensible, algo que de otro modo no podría ser retenido por la mente. Amijái logra esto también a través de su tono lírico. En él resuenan la fe resquebrajada del judío errante y la amargura del soldado involuntario, a los que se añaden el humor, la apertura sensual, y una serenidad ante la vida que se deriva de aceptarla tal como puede ser, sin demasiadas ilusiones pero no con absoluta desilusión. La conciencia de la muerte y del fin del amor —a los que mira de frente y sin dramatismos— no debilita su asombro frente a aquellos detalles en los que encuentra sentidos íntimos, caminos de esperanza, y revelaciones entrañables. El eco de su infancia en un hogar religioso, quizás.

JERUSALÉN EN UN POETA

El más popular de los poetas hebreos modernos fue, además, el poeta de una ciudad en la que no nació: Jerusalén. La familia de Amijái se había trasladado en 1937 para residir en ella cuando el territorio aún se encontraba bajo el Mandato Británico. Una copiosa comunidad alemana (que iba en aumento) se asentaba para entonces en una colonia elitista y laica, rodeada de buenas escuelas, a la que los Pfeuffer llegarían a sumarse, razón suficiente por la que les habría valido la pena abandonar Petaj Tikva, un poblado cercano a Tel-Aviv adonde habían arribado tan sólo un año antes huyendo de la Alemania nazi. Amijái, que en aquel momento tenía 13 años de edad, recordaría sus caminatas al Muro de los Lamentos para rezar con su padre, atravesando barrios donde podían lloverles pedradas que ya le eran conocidas por sus vivencias tempranas en la localidad alemana donde había crecido, siempre advertido por sus padres de mantenerse alejado de los desfiles militares y de las procesiones católicas en los días festivos. Pero la pompa y el colorido de tales eventos más de una vez atrajeron al niño, que ya entonces fue agredido por traer puesta una kipá3. Y la historia se repetiría, aunque de otro modo, también en sus primeras incursiones por algunas zonas riesgosas de esa Jerusalén de antaño, no menos dividida que la de hoy.