Mnemosine - Delia Rosas - E-Book

Mnemosine E-Book

Delia Rosas

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Beschreibung

En la mitología griega, Mnemosine fue la representación de la memoria. Conocedora de los secretos de la belleza, de su unión con Zeus nacieron las nueve Musas, protectoras de las ciencias y de las artes. Mnemosine, el libro de Delia Rosas, rinde tributo a esta capacidad de evocar conversaciones, reconocer sabores, conmemorar personas y hechos. Se trata de nueve cuentos que fotografían la realidad con colorido y plasticidad. Cada relato es un viaje al pasado y reconstruye una experiencia individual y social a la vez. En ellos, la memoria permite la recuperación de sucesos y personajes, que representan situaciones e individuos comunes, a través de múltiples estrategias. También posibilita que los personajes se conozcan y relacionen, por eso, en cada relato surgen descubrimientos y alianzas que circulan de un cuento a otro. La evocación ante un hecho inesperado dispara la capacidad de recordar de los narradores. De allí que haya puntas y lazos entre uno y otro relato, pistas que son un guiño para el lector. Los cuentos de Delia Rosas rescatan impresiones, sensaciones, olores, sabores, imágenes, sonidos, diálogos; atrapan lo fugitivo y lo fortuito; fijan instantes de experiencia; hurgan en las relaciones. Son un ejercicio contra el olvido.

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Delia Rosas

Mnemosine

Rosas, Delia Mnemosine / Delia Rosas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4736-1

1. Narrativa. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

LUNES POR LA NOCHE

LA CASONA DE ENFRENTE

EL NUEVO GALEÓN

Tras la huella del piano

SANGRE PURA DE CARRERA

LOS MONTORFANO

LA VISITA

CIUDADANOS ILUSTRES

ESTAR ALERTA

EPISTOLARIO

LA AMIGA DE YAYA

Dedico mi libro a Melisa, Brenda y Helena.

Prólogo

Contra el olvido

Hija de Gea y Urano, en la mitología griega, Mnemosine1 fue la representación de la memoria. Conocedora de los secretos de la belleza, de su unión con Zeus nacieron las nueve Musas, protectoras de las ciencias y de las artes.

A Mnemosine se le atribuía haber descubierto los usos del poder racional, otorgar a cada objeto un nombre y traer cosas a la memoria y al recuerdo. De allí que también designara a un río del Hades —opuesto al Leteo del cual las almas de los muertos bebían para olvidar sus vidas anteriores en el momento de reencarnar—. Por el contrario, los iniciados eran animados a beber del río Mnemosine cuando morían, para perpetuar, en las vidas futuras, los conocimientos adquiridos en las anteriores.

En la actualidad, se considera a la memoria una maravillosa capacidad de la mente humana. Sin ella no recordaríamos el pasado o no tendríamos historia. El libro de Delia Rosas, Mnemosine2, rinde tributo a esta capacidad de evocar conversaciones, reconocer sabores, conmemorar personas y hechos, actualizar conocimientos.

Poderosa y flexible a la vez, la memoria ocupa un lugar central en estos cuentos porque permite la recuperación de hechos y personajes a través de múltiples estrategias. Así es que en los nueve relatos que componen el libro, se presenta la reconstrucción de un suceso que alguien vio, vivió o simplemente presenció.

Contados por una o varias voces narrativas, los acontecimientos adquieren relevancia y colorido, se actualizan con diferentes puntos de vista y perspectivas, muestran usos y costumbres en lugares diversos: un haras en la provincia de Buenos Aires, un pueblo griego, una ciudad agrícola-ganadera próxima a La Pampa, cabañas en Seattle, la región costera, la ciudad de Buenos Aires, entre otros. Homenajeando los artículos o cuadros de costumbres, en los cuentos se incluyen bocetos y retratos en los que se pintan usos, hábitos, tipos característicos o representativos de la sociedad, paisajes, diversiones, comidas, e incluso recetas culinarias.

Si bien circunstancialmente se infiltra la problemática político-social, lo que prevalece es la presentación de escenas populares, episodios lugareños y el color local. Lo pintoresco y lo distintivo están ligados a la trama narrativa: los escenarios son vivos, representan puntos de referencia para los personajes y sus circunstancias, que les permite identificarse en una colectividad regional. En la travesía de los cuentos habremos de encontrar tanto las costumbres de la vida rural, sus ritos y el folclore; como la cotidianidad de las ciudades, en sus figuras más icónicas (mozos, cocineros, médicos, periodistas, jugadores, empleados bancarios, profesionales, joyeros, entre otros).

En cada relato, detrás, hay una historia familiar: abuelos, hijos y nietas en el negocio de las piedras preciosas; tres hermanos dedicados a distintas áreas laborales —transporte, cocina, caballos—; los abuelos, el hijo y la nieta en el rubro gastronómico. Cercano a ellos, los vecinos y los conocidos. Un entramado de personas próximas que se conocen e intercambian experiencias, o que la narración reúne y facilita que se relacionen.

Por un lado, reproducción casi fotográfica de la realidad; por otro, colorido y plasticidad; además de crítica social que no cae en moralismos. Cada cuento de este libro es un viaje al pasado, cuya evocación reconstruye una experiencia individual y social a la vez. Al recuperar los elementos de la memoria, la experiencia interna y la externa se dan cita para recrear lo personal, el entorno y el contexto.

Espacio y tiempo están muy bien delimitados y forman parte de la reconstrucción. De allí que los escenarios varíen con cada historia. El Nuevo Galeón trae los personajes de un restorán porteño, tanto comensales como quienes allí trabajan, y la historia de sus fundadores; Tras la huella del piano reúne a los transportistas que llevarán un piano a Ezeiza y al narrador que dará alojamiento al afinador cuyo relato incluye a una antigua dueña; en Sangre Pura de Carrera, los trabajadores del haras participan de los cambios del lugar a medida que rotan los arrendatarios; en La visita, una abuela cuenta a su nieta la experiencia en Los Ángeles, antes de que la joven parta a Estados Unidos; en Ciudadanos ilustres, el mozo y los asiduos del bar local recuerdan a una médica que los visitara años atrás; en Estar alerta, un grupo de autoayuda (en CABA) plantea la necesidad de cuidarse de personas conocidas y cercanas; en La amiga de Yaya los habitantes de un pueblo griego reciben la visita de una “extraña dama” que les da secretos para la longevidad.

El proceso de narrar aparece como equivalente al de recordar: la memoria se manifiesta a través de los hechos rescatados del olvido. Pero, si la literatura se compone de imaginación y de la recuperación del pasado, en este libro las fronteras entre verdad y ficción están perfectamente difuminadas. De allí que haya puntas y lazos entre uno y otro relato, pistas que son un guiño para el lector.

Dice Juan José Saer: “Hay recuerdos intermitentes, que titilan periódicos, como faros. Recuerdos ajenos, con los que recordamos, o creemos recordar, recuerdos de otros. Y también recuerdos de recuerdos, en los que recordamos recordar, o en los que la representación es el recuerdo de un momento en el que hemos recordado intensamente algo. Como puede verse, el recuerdo es materia compleja. La memoria sola no basta para asirlo. Voluntaria o involuntaria, la memoria no reina sobre el recuerdo: es más bien su servidora. Nuestros recuerdos no son, como lo pretenden los empiristas, pura ilusión: pero un escándalo ontológico nos separa de ellos, constante y continuo y más poderoso que nuestro esfuerzo por construir nuestra vida como una narración. Es por eso que, desde otro punto de vista, podemos considerar nuestros recuerdos como una de las regiones más remotas de lo que nos es exterior”3.

En el libro de Delia Rosas, Mnemosine, la memoria permite que los personajes se conozcan y relacionen, de allí que en cada relato surjan descubrimientos y alianzas que circulan de un cuento a otro. La evocación ante un hecho inesperado dispara la capacidad de recordar de los narradores4. Por una parte, una variedad de personajes —bien diferenciados entre sí— toma la palabra y cuenta lo que sabe; por otra, son sorprendidos por lo que no saben. El conjunto de voces arma el rompecabezas, la historia se completa con la suma de los aportes individuales.

Detrás de las voces narrativas (o delante) se percibe la voz que genera los recuerdos, es la que atraviesa todos los relatos: la médica con su esposo —a quien conoció en la Facultad—, una hija música, otra que descubrió un caballo ganador, la nieta que triunfará como cineasta. Esta familia está presente de manera directa o indirecta en la mayor parte de las historias, cada uno de ellos fue testigo o protagonista de los hechos narrados. De su memoria provienen las historias que se cuentan.

Los relatos que componen el libro de Delia Rosas rescatan impresiones, sensaciones, olores, sabores, imágenes, sonidos, diálogos; atrapan lo fugitivo y lo fortuito; fijan instantes de experiencia; hurgan en las relaciones. Son un ejercicio contra el olvido. Por ello, puede decirse que más que la sucesión, captan la duración: componen un legado para “recuperar el tiempo perdido”.

Cristina Daniele

Profesora y Licenciada en Letras — UBA

1Del griego, Μνημοσύνη, de μνήμη (mnếmē), memoria.

2Rosas, Delia. Mnemosine. Autores de Argentina, Buenos Aires, 2024.

3 Saer, Juan José Saer. La mayor. Buenos Aires. Seix Barral, 2005. Pág. 162-163.

4 El procedimiento para atrapar los recuerdos desarrollado en Mnemosine, no es el mismo que el postulado en la monumental obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, donde el pasado es traído al presente a partir de una sensación olfativa o gustativa, tal como ocurre en el famoso episodio de la magdalena.

LUNES POR LA NOCHE

Llegaría antes para saber qué le habían alquilado. Faltaba poco para que arribara su amor.

No entendía por qué este año, para pasar su fin de semana anual, la secretaria los había convencido de alquilar una casa en Seattle, ciudad situada entre el Lago Washington y la bahía de Puget-Sand junto al océano Pacifico, un lugar tan alejado y siempre lluvioso. Parecería que supiera algo. ¿Sabría algo?

La noche era clara, no llovía, el lago estaba sereno y la entrada era espectacular, pagó al taxista.

Entró, el lugar era hermoso, muy bien amueblado, pero lo mejor era la vista. Salió al deck, se sentó en uno de los sillones, desde allí se veía la bahía, el océano estaba totalmente planchado. Pasaron ya veinte años desde que comenzaron a encontrarse durante tres días en un lugar diferente. Habían formado pareja, tenían hijos pero el amor que se profesaron durante la infancia nunca terminó, hallaron una forma de estar unidos sin lastimar a nadie. Sirvió dos bourbon, ya llegaría. Escuchó un auto, se apresuró a preparar todo.

El hombre llamó a la puerta el lunes por la noche, le tendrían que haber entregado la llave de la cabaña por la mañana, así que, bastante enojado, empujó la puerta abierta. En el silencio se escuchó su grito. Avisó a la policía, estaban los dos abrazados, cada uno de los cuerpos tenía un balazo en el pecho.

La bahía seguía hermosa, el Pacifico planchado y, para sorpresa de todos, hacía tres días que no llovía.

Qué había pasado se preguntaba el dueño de las cabañas. Pensaba que, cuando llamó la que dijo ser la secretaria de uno de los inquilinos, no quería alquilar, abrir la cabaña más grande por solo tres días. Pero tenía una voz tan dulce y amable que terminó convenciéndolo.

Como siempre le decía su esposa (había fallecido el año pasado), “Willy, escucha tu voz interior, ella siempre te guió, tu intuición siempre nos ha llevado por buen camino”. Ahora, la mejor cabaña cerrada.

El FBI intervino (vivían en Washington D.C.), inmediatamente sacaron los cuerpos pero no debía tocar nada, el martes llegaría el equipo de la policía científica. Por la mañana arribaron con sus camionetas negras, de seis a ocho individuos uniformados, la casa parecía una serie de televisión, le prometieron que en una semana podría volver todo a la normalidad.

¿Normalidad?, ¿quién iba querer alquilar una cabaña donde se encontraron dos cuerpos mutilados?, pensaba cuando sonó el teléfono:

—Cabañas Seattle —contestó.

—Señor Williams, ¿cómo le va?

—¿Quién habla?

—¿No me recuerda?

—Ahora sí, la secretaria que alquiló la cabaña donde ocurrió la tragedia.

—Bueno, —dijo la voz en la línea, —no se preocupe, le quería informar que la Empresa a la que pertenecía la pareja le va a pagar los gastos de limpieza, pintura y el alquiler que usted pierda hasta que pueda reabrirla.

—¿Por qué?

—Según me informaron fue la decisión del Consejo Directivo, yo sólo cumplo órdenes. Anote el mail de la compañía y cuando tenga los valores, me los envía y le realizaremos la transferencia bancaria. Que tenga buenos días, señor, Oh, perdón, su nombre y apellido.

—William Snake.

—Otra vez buen día, espero noticias suyas. —Parecía la misma voz pero esta vez no tan amable ni tan dulce.

Bueno, ya no tenía de qué preocuparse, prepararía las cabañas sobre la bahía, tenían un total de quince, diez de las cuales eran suyas, prepararía nueve y cuando hubiera terminado, se encargaría de la más grande, estaba el gasto cubierto.

Pasaron tres días, fue muy temprano a recoger el periódico, su vecino se acercó corriendo, le dijo que pusiera la televisión, los ocupantes de la cabaña 10 eran muy importantes.

—Pasa, prende el televisor.

—Allí están las fotos, son de dos hombres, pero los cuerpos encontrados fueron de un hombre y una mujer (eso era lo que parecía).

—Pero ¿no los viste llegar?

—Solo vi al hombre, al que le entregué la llave. A la mujer que estaba en el suelo, abrazada, no la vi, pero sí donde tenía la bala: en el medio de unas buenas tetas. Tom, ¿sabes que me llamaron de esta compañía Kangwan para aclararme que se hacían cargo de los gastos?, y ahora, según la información, son los dueños de la compañía.

Transcurrió el tiempo, pudo abrir la cabaña, recibió la transferencia bancaria por los gastos, pero no estaba tranquilo. La mañana del miércoles llegó una mujer, quería ver la cabaña grande y quedarse unos días. Henry, el encargado de mantenimiento, la recibió y lo llamó. Él estaba con el contador, revisaban las cuentas para ajustar los precios para la próxima temporada.

—Señor Williams.

—Sí, Henry. Voy, espera un momento.

Salió de la oficina, vio a Henry y a una mujer en la entrada de la cabaña grande. La mujer le pareció igual a la muerta, se estaba volviendo loco. Se acercó y escuchó a Henry explicarle que ella quería alquilar la cabaña.

—Perfecto —se oyó decirle. Él se quedó en la puerta.

Henry entró con la señora y le preguntó: ¿cómo se enteró de este lugar?

—Encontré la tarjeta de propaganda en la habitación de mi hermana la cual había muerto hacía unos meses. En realidad, ella y su esposo.

Williams quedó con la boca abierta luego de escucharla. Mientras le estaba mostrando la cabaña, Henry comenzó a gritar y bajó corriendo la escalera, la mujer se había desmayado en el dormitorio.

Williams entró con un frasco de sales en la mano, subió la escalera, la levantó del suelo, le hizo aspirar las sales y la mujer fue despertando. La tomó en sus brazos, ella balbuceaba “Ismael, Ismael”. Esperaron un tiempo y comenzó a preguntarles (se dieron cuenta que en sus manos apretaba una corbata): — ¿Por qué tienen la corbata de mi esposo?

—Ni idea —respondió Williams.

—Se la habrá olvidado aquí —contestó Henry.

—Primero, señora, comencemos por el principio —dijo Williams.

—Usted, ¿cómo se llama?

—Bertha.

—Entonces, Bertha, ¿qué está buscando?

—A mi esposo Ismael. Desapareció hace dos meses, vivíamos en New York, en realidad mi hermana, su esposo y nosotros. Todo cambió en estos últimos sesenta días, a mí me entregaron en New York el cuerpo de mi hermana y mi cuñado mutilados de bala. Encontraron el auto de mi cuñado en el aeropuerto de San Francisco. Subí a esta habitación y encontré la corbata de mi marido. Ustedes saben dónde está y no quieren decirlo.

Williams le explicó que al único hombre que él vio, debió ser su cuñado y cómo había encontrado a la pareja ese trágico lunes por la mañana.

Bertha les agradeció, les pidió llevarse la corbata, subió a su auto y se despidió.

Williams y Henry hace días que decidieron, por un tiempo, cerrar la cabaña grande.

LA CASONA DE ENFRENTE

LA MUJER EN EL BALCÓN

Estoy gritando desde mi balcón, nadie me oye, entraron tres hombres en mi casa, con la llave. Me desperté, trabé la puerta de mi habitación. Como da al balcón, me encerré acá.

Vivo en un pasaje a una cuadra de Medrano y Rivadavia, al salir para el trabajo veo a una mujer en camisón agarrada de los barrotes de su balcón. Todo el pasaje está lleno de policías y, en la puerta de su casa, un hombre y dos chicos a quienes conozco de vista. Como son dueños de una casa muy lujosa enfrente de mi departamento, solo “buenos días”, “buenas tardes”, no les vayas a pedir nada; como decía una vecina, “raros”.

Me voy a mi oficina y, cuando llego, todos me preguntan:

—¿Qué pasó en tu pasaje?

—No sé.

—Pero ¿no escuchaste nada?

—No, nada. Con esto de ir a dar la conferencia a Washington, trabajo 16 de 24 horas diarias, de lunes a lunes. Por suerte viajo pasado mañana.

Alguien prende la televisión, están en C5N hablando, dicen que encontraron muerta a una mujer (¡mi vecina!) infartada, y con la puerta cerrada de la habitación. Según parece, el esposo y los hijos (un varón y una niña) fueron a la cancha de Lanús a ver el partido de Independiente, con el Volvo 2022. Durante el partido le rompieron la ventana del auto. Pienso, “imposible”. Se llevaron la llave y los documentos, es lo que le explica el esposo al movilero de C5N, y que debían haber sacado la dirección de ahí para entrar en la casa para robar.

Todo aclarado, parece que es la nueva modalidad de robo.

Llego a la noche a mi departamento a preparar las valijas. Subiendo en el ascensor me encuentro con la vecina del 4to. Se enteró que la hermana de la señora llevó a sus sobrinos porque, a la mañana temprano, la policía había arrestado al esposo, parece que dentro del auto estaban las llaves de la casa y los documentos, nadie los había robado.

—¡Qué barbaridad!, —digo.

La vecina se acerca a mi oído y me susurra:

—Hay que interrogar a los del piso 13.

Está por bajarse en su piso y le pregunto:

—¿Por qué a la pareja del 13?

—Son el abogado y la contadora que le manejan el fideicomiso a la pituca de enfrente, bueno, a la pobre señora que falleció, —me responde y sigue hablando. —Ella compró el departamento del 13, pagaba las expensas y se los trajo a trabajar cerca de su casa.

—Me despido, mañana viajo por una semana a Washington y debo levantarme muy temprano, —le digo.

Vuelvo a la semana, la casa de enfrente continúa acordonada. Dos oficiales en la puerta, así que bajo del taxi, me cruzo y les pregunto por qué.

El oficial me cuenta que es la escena de un homicidio— me sorprendo.

—Pero, oficial, se murió de muerte natural una vecina.

—Eso pareció, pero tenía una herida mortal a la altura de la séptima cervical y, además, al esposo lo mataron a las 48 horas de estar detenido.

—¿Y los hijos? —pregunto horrorizada.

—Primero se los llevó la tía y ahora están viviendo definitivamente con la abuela.

Me despido deseándole una noche tranquila.

Entro en mi edificio y ahí me está esperando la del 4to., me saluda.

—¿Se enteró de las novedades?

—Sí, me contó el oficial.

—Pobre chica, el padre hace años desaparecido en Seattle, nunca lo encontraron. Sólo dieron con un fideicomiso a su nombre en las oficinas en las que trabajaba como socio principal o dueño en New York. No sé bien, —dice.

—…

—Luego, la madre, ella y las hermanas, se mudaron a Argentina. Bueno, que pase buena noche. Ahora estamos protegidos, el Pasaje tiene custodia.