Monte Albán - Joyce Marcus - E-Book

Monte Albán E-Book

Joyce Marcus

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Beschreibung

¿Quiénes fueron los zapotecas, fundadores de Monte Albán? ¿Qué tan extenso fue el dominio de sus gobernantes y quiénes sus rivales? ¿Qué sabemos del ocaso de esta ciudad ahora en ruinas? ¿A dónde fueron sus habitantes? Estas y otras interrogantes son despejadas en este libro, en relación a una de las civilizaciones más fascinantes.

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SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA Fideicomiso Historia de las AméricasSerie Ciudades

Coordinada por ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ y EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

Monte Albán

Traducción de LUCRECIA ORENSANZ ESCOFET y ADRIANA SANTOVEÑA

JOYCE MARCUS

MONTE ALBÁN

   

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS

Primera edición, 2008    Primera reimpresión, 2014 Primera edición electrónica, 2016

La autora agradece a Katherine Clahassey y John Klausmeyer, quienes prepararon todos los dibujos. Las fotos son de la autora o pertenecen al archivo del proyecto “La Prehistoria y Ecología Humana del Valle de Oaxaca”.

D. R. © 2008, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2008, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México

D. R. © 2008, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4048-2 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

Sumario

Presentación

Introducción

I. El medio ambiente

II. Los antecedentes

III. Los conflictos entre Monte Albán y sus rivales y la creación del Estado Zapoteco

IV. Los primeros edificios públicos y piedras grabadas

V. Escritura y calendarios de los zapotecos

VI. La época II: Monte Albán y su forma actual

VII. El Edificio J y la expansión territorial del Estado zapoteco

VIII. La Época IIIa y las relaciones entre Monte Albán y Teotihuacan

IX. El apogeo de Monte Albán: Época III

X. Cosmovisión y religión de los zapotecos

XI. Las famosas urnas zapotecas

XII. Una visita a Monte Albán

XIII. La época de decadencia de Monte Albán

XIV. La Época V: inmigrantes mixtecos y ejércitos aztecas

XV. El tesoro de la Tumba 7

XVI. Los zapotecos actuales y la herencia de Monte Albán

Cronología del valle de Oaxaca

Fuentes bibliográficas

Índice general

Presentación

LA COLECCIÓN del Fideicomiso Historia de las Américas de El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica cumple 15 años de existencia, con 73 títulos publicados que respaldan su trayectoria editorial. Para conmemorarlo sella un ciclo de su labor con una serie de títulos que, además, celebran el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución mexicana, sucesos que plantean la necesidad ineludible de reflexionar sobre procesos determinantes en la vida de nuestros países. En el primer caso, repensar los procesos que condujeron a la Independencia es una ocasión para identificar los vínculos entre los países iberoamericanos, España y el mundo occidental en su conjunto. La comprensión de los nexos culturales, políticos, sociales y económicos que se han dado entre las áreas iberoamericanas y entre éstas y las áreas españolas y europeas nos permite significar las particularidades en los procesos históricos americanos y reconocer lo que nos identifica como parte del mundo occidental.

La Serie Ciudades trata de desentrañar los orígenes, la formación del espacio urbano, la estructura y las funciones de las ciudades, pero sobre todo sus componentes sociales, políticos y culturales, y sus transformaciones a lo largo del tiempo. Se trata, por otra parte, de hacer explícitas sus estructuras internas y su funcionamiento, respetando su propia cronología y proceso, pero siempre tratando de arribar a un análisis que identifique y caracterice los rasgos contemporáneos que las distinguen, marque sus problemas y, en lo posible, sea capaz de trazar sus proyecciones futuras.

Confiamos en que esta serie conmemorativa, destinada a la comprensión de dos siglos de profundas transformaciones históricas, tanto en el continente americano como en el europeo, arroje nueva luz en torno a los complejos cambios vividos, los avances y las resistencias o modalidades de adaptación de cada país. Pensamos a su vez que, al presentar un pasado histórico estudiado de modo crítico —sin falsos nacionalismos—, podremos comprender mejor nuestro presente que, más que occidental, se nos presenta global.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZFundadora y presidenta del FideicomisoHistoria de las Américas

Introducción

ASÓLO OCHO KILÓMETROS de la actual ciudad de Oaxaca se encuentra la antigua ciudad zapoteca de Monte Albán. Las ruinas de este asentamiento, que en su apogeo abarcaba seis kilómetros cuadrados, cubren ahora la cima y las laderas en terrazas de varios cerros que se elevan 400 m sobre el fondo del valle. Estos cerros se conocen actualmente como Monte Albán, Monte Albán Chico, Mogotillo, El Gallo y Cerro Atzompa.

Miles de visitantes de todo el mundo llegan a Monte Albán cada año. Todos se quedan impresionados, pero muchos se van con preguntas sin responder. ¿De dónde eran los fundadores de Monte Albán? ¿Por qué fundaron la ciudad en una montaña? ¿Cómo se sabe que sus ocupantes eran zapotecos? ¿Se pueden leer los jeroglíficos de sus monumentos de piedra? ¿Qué extensión tenía la región controlada por sus gobernantes? ¿La ciudad tenía rivales? ¿Por qué quedó en ruinas? ¿A dónde fueron sus ocupantes?

Gracias a las intensivas investigaciones arqueológicas de los últimos 75 años, ahora sabemos las respuestas a muchas de estas preguntas, aunque el interés público en Monte Albán comenzó mucho antes. Muchos de los viajeros del siglo XIX y principios del XX, entre ellos exploradores e investigadores tan importantes como Guillermo Dupaix, Adolphe Bandelier, Désiré Charnay, William H. Holmes, Marshall H. Saville y Constantine George Rickards, han hablado de Monte Albán en sus escritos. El primer boceto de la plaza principal se publicó en 1859, como un apéndice del libro Estadística de Oaxaca, de un tal Murguía.

Las investigaciones científicas serias en Monte Albán comenzaron con el arqueólogo mexicano Leopoldo Batres. Los hallazgos de Batres se publicaron en su libro de 1902, Explorations of Monte Albán, en el que ofreció sus impresiones iniciales de la ciudad serrana:

Mapa del valle de Oaxaca, en el que aparecen lugares mencionados en el texto.

Monte Albán es una montaña, cuya cima y laderas están prácticamente cubiertas de construcciones colosales que nos dicen, por la elocuencia de la magnitud, que ahí habitó un gran pueblo, muy grande, del cual todavía quedan descendientes, pero en condiciones incomparablemente inferiores a las de sus antepasados.

El mundo no puede contener nada más hermoso que el panorama de los valles que rodean esta sierra. El acceso es difícil, pues sólo hay brechas.

En esta primera visita busqué primero algunos monumentos con esculturas, escritura o cualquier cosa que me permitiera conjeturar quién había creado esta enorme ciudad. Sólo encontré las seis piedras con figuras humanas comúnmente conocidas como Los Danzantes, que fueron dadas a conocer al mundo por Dupaix.

El arte de la escritura en Monte Albán puede considerarse único. Si no hubiera hecho el estudio antropológico de las figuras esculpidas en piedra y establecido por este medio, de manera concluyente, que esta gran ciudad, ahora en ruinas, había sido construida por los zapotecos, nunca hubiera podido clasificar como zapoteca esta gran diversidad de caracteres [jeroglíficos].

La siguiente publicación importante sobre Monte Albán fue de un joven arqueólogo mexicano, Alfonso Caso, cuyo libro de 1928, Las estelas zapotecas, fue un estudio pionero sobre el calendario, jeroglíficos y monumentos de piedra de Monte Albán y otros sitios del valle de Oaxaca. Muchas de las conclusiones a las que llegó Caso en 1928 acerca del calendario y los glifos zapotecos siguen vigentes a la fecha. Caso merece un crédito enorme por mostrarnos que la escritura zapoteca fue una de las primeras y más importantes de México.

Además de esto, Caso fue responsable de dirigir 18 años las principales excavaciones en Monte Albán. La primera de sus temporadas de excavación fue en 1931-1932, y fue entonces cuando excavó la tumba que lo volvería célebre en todo el mundo, la espectacular Tumba 7, llena de exquisitos objetos de oro, plata, tecalli, cristal de roca, azabache, jade, turquesa, ámbar, coral, concha nácar, obsidiana y perla (véase capítulo XV).

Edificio J de Monte Albán como se veía durante las excavaciones de Alfonso Caso.

Muchos de los edificios que vemos hoy en la Plaza Principal de Monte Albán fueron excavados, consolidados y restaurados por Alfonso Caso y sus colaboradores: Ignacio Bernal, Jorge R. Acosta y Martín Bazán. Estos arqueólogos excavaron extensivamente toda la Plaza Principal y más allá. También establecieron la secuencia cronológica de las épocas que seguimos usando a la fecha: Monte Albán Épocas I, II, III, IV y V (véase la “Cronología del valle de Oaxaca”). La Época I parecía ser el periodo más antiguo de Monte Albán porque sus cerámicas características se encontraron en la roca madre o suelo virgen de las excavaciones estratigráficas más profundas. Esto fue precisamente lo que ocurrió debajo de la Plataforma Norte de la Plaza Principal, cuya estratigrafía era tan clara que Ignacio Bernal pudo dividir la Época I en tres subépocas, que llamó Ia, Ib y Ic.

Cuando Caso y sus colaboradores llegaron a Monte Albán, encontraron más de una docena de inmensos montículos de piedra y cascajo alrededor de la Plaza Principal. Cuando acabaron sus excavaciones, 18 temporadas después, habían transformado estos montículos amorfos en plataformas o pirámides que habían sostenido templos, palacios, juegos de pelota y otros edificios. Gracias a Caso y su equipo arqueológico, ahora podemos recorrer estos edificios e imaginar cómo fue vivir en Monte Albán en su apogeo, entre 500 y 700 d.C.

Aunque Batres ya había visitado la Plaza Principal y muchas de las terrazas arquitectónicas de la ciudad en 1902, y Caso, Bernal y Acosta habían trazado sus mapas en la década de 1930, no fue sino hasta la década de 1970 cuando se trazó el mapa completo de todo el sitio de Monte Albán, incluidas sus 2 073 terrazas habitacionales. Este mapa se realizó como parte de un intensivo reconocimiento tipo “patrones de asentamiento” emprendido por el arqueólogo Richard E. Blanton y publicado en su libro de 1978, Monte Albán: Settlement Patterns at the Ancient Zapotec Capital.

En Monte Albán, Caso y sus colegas excavaron docenas de edificios, 300 entierros y 172 tumbas. Muchas de éstas contenían los restos de personas importantes, y algunas presentaban urnas funerarias, murales policromos, adornos y joyería finamente trabajados y muchas vasijas que probablemente contuvieron comida y bebidas para el más allá. En cuanto a los ciudadanos comunes de Monte Albán, comenzamos a saber acerca de sus condiciones de vida cuando se excavaron varias terrazas residenciales ordinarias, primero en 1972-1973 (Marcus Winter) y luego en 1990-1991 (Ernesto González Licón y Lourdes Márquez Morfín). González Licón y Márquez Morfín excavaron 12 unidades residenciales en cuatro áreas distintas de Monte Albán. Sus excavaciones produjeron 160 esqueletos y nuevas revelaciones acerca de los nobles principales y menores y los ciudadanos ricos. Las investigaciones en Monte Albán se extendieron hasta la última década del siglo XX con tres proyectos: el Proyecto Plataforma Norte (dirigido por González Licón), el Salvamento Carretera de Acceso a Monte Albán (dirigido por González Licón y Márquez Morfín) y el Proyecto Especial (dirigido por Winter). Otros trabajos han corrido a cargo del arqueólogo Arturo Oliveros, la doctora Nelly Robles García, directora del sitio, y otra vez, más recientemente, González Licón y Márquez Morfín, quienes siguen excavando terrazas residenciales aproximadamente dos kilómetros al norte de la Plataforma Norte.

Monte Albán está formado por cinco cerros. El más grande es Monte Albán, que incluye la Plaza Principal y las vecindades 7 Venado, El Pitahayo y El Plumaje. Los otros cerros son Monte Albán Chico, Mogotillo, El Gallo y Cerro Atzompa.

Estas excavaciones en unidades residenciales nos demostraron que Monte Albán estuvo ocupada por población de muy distintos niveles sociales que realizaban una amplia variedad de tareas artesanales y de rituales domésticos. Aunque toda esta información residencial es importante, aún falta excavar la mayor parte de las terrazas residenciales de Monte Albán.

Esperemos que el siglo XXI sea otro periodo de descubrimientos importantes para Monte Albán.

I. El medio ambiente

EL MEDIO AMBIENTE DEL VALLE DE OAXACA fue propicio para la vida humana mucho antes de la fundación de Monte Albán. Los primeros pobladores indígenas entraron al valle hace más de 10 000 años. Vivían en pequeños grupos nómadas y subsistían cazando y recolectando animales y plantas silvestres. Para el 8000 a.C. habían comenzado a domesticar algunas de las plantas nativas. Esto lo sabemos porque estas plantas se conservaron por desecación en las cuevas habitadas durante distintas épocas del año.

Las primeras plantas que se domesticaron fueron la jícara o bule y la calabaza. En la Cueva de Guilá Naquitz, cerca de Mitla, se han encontrado cáscaras de bule y semillas de calabaza que datan de 8000-6400 a.C. Para el 6000 a.C. ya se estaban cosechando frijoles negros, mientras que las mazorcas de maíz encontradas en la misma cueva se han fechado con radiocarbono en 4350 a.C. Finalmente se agregaron chiles y aguacates a la dieta. Estas plantas prosperaron gracias al gran potencial agrícola del valle de Oaxaca.

El entorno natural

Tres subvalles, creados por el río Atoyac y su tributario, el río Salado, forman los 2 100 km2 del valle de Oaxaca. El subvalle de Etla se encuentra hacia el norte y es el más estrecho de los tres. Hacia el este está el subvalle de Tlacolula, más amplio y árido que el de Etla. Hacia el sur está el llamado Valle Grande o subvalle de Zimatlán-Ocotlán, donde el río Atoyac recibe agua adicional de los ríos Salado y Mixtepec.

Aunque es el más angosto y fresco de los tres subvalles, el de Etla parece haber sido donde comenzó la vida aldaniega en el valle de Oaxaca, donde aumentó más rápidamente la población en un principio y donde se formó una sociedad compleja por primera vez en la región. Algunas de las razones de este desarrollo (aunque sin duda no todas) pueden ser ambientales. El subvalle de Etla tiene el mayor número de arroyos tributarios aprovechables y la menor tasa de evaporación potencial. Ahí se podían llevar a cabo prácticamente todos los primeros tipos de agricultura: sembrar en tierra de humedad, riego a brazo (con pozos) y riego con canales.

La geología y los recursos naturales usados por los antiguos habitantes

Un recorrido a través del valle de Oaxaca revela tres zonas ambientales básicas:

1) el fondo del valle, con una elevación promedio de 1 550 metros sobre el nivel del mar (msnm);

2) una zona de piemonte entre los 1 700 y 2 000 msnm, y

3) una zona de montañas que se eleva hasta 3 000 msnm.

La rocamadre más antigua está formada por rocas metamórficas precámbricas, principalmente gneis y esquisto. El gneis —una de las formaciones rocosas más comunes en el valle de Oaxaca— era una fuente de mica (que ocurre en varios colores, desde blanco y dorado hasta café y negro) y minerales de hierro, magnetita e ilmenomagnetita (usados por los artesanos antiguos para fabricar espejos pequeños y otros artículos). El gneis también tenía vetas de hematita y limonita, de donde se obtenía el pigmento rojo usado en el engobe de la cerámica y en la pintura para los murales de las tumbas, así como hematita cristalina que podía usarse para crear pintura roja especular. Los depósitos de barro colorado del gneis precámbrico también se podían usar para colorear la cerámica. El esquisto era una roca dura usada para hacer hachas.

La formación rocosa que sigue en antigüedad en el valle de Oaxaca es la piedra caliza del cretácico. Aparece en San Lázaro Etla, Rancho Matadamas y las laderas occidentales del Cerro Atzompa y Monte Albán propio. De estas formaciones calizas se obtiene piedra para construcción y cal para el estuco. Las vetas de pedernal y sílex en la piedra caliza constituían materias primas para artefactos y herramientas de piedra.

La piedra caliza se podía hornear para producir cal en polvo, usada ya sea para mezclar con agua y hacer encalados o estucos, o bien para remojar el maíz antes de molerlo. La mayoría de los edificios públicos monumentales, los pisos de las plazas y las paredes de las tumbas que existen ahora en Monte Albán estuvieron en otra época cubiertos capa tras capa de estuco blanco, que a su vez se podía pintar con colores fuertes, como azul, verde, amarillo y rojo.

Una tercera etapa de la historia geológica del valle fue la deposición de flujos de toba volcánica en el mioceno. Estas tobas son más comunes en el subvalle de Tlacolula, pero aparecen también en la región de Etla. Esta piedra suave fue ampliamente utilizada para construcción y para fabricar manos y metates.

La agricultura que sostenía a la sociedad zapoteca

La mayor parte del fondo del valle, la zona más importante para la agricultura, es terreno aluvial. Su anchura varía entre un kilómetro en la parte sur del subvalle de Etla y 17 km en el sur del Valle Grande. La variabilidad en cuanto a precipitación y a profundidad del agua freática determina la productividad del terreno aluvial en cada uno de los subvalles.

El Valle Grande, que tiene la superficie más grande de terreno aluvial, también es donde ocurren con menor frecuencia las heladas. En el Valle Grande hay heladas menos de una vez cada 20-40 años, mientras que en el subvalle de Etla ocurren en promedio cada tres años. Con la altitud aumentan las precipitaciones (y disminuye la evaporación), de modo que la llanura aluvial recibe menos lluvia (500-600 mm) que la parte alta de las montañas (1000+ mm). Por otro lado, los suelos rocosos de las montañas retienen poco el agua. Encontrar la “mejor” tierra agrícola significa encontrar la combinación exacta de calidad del suelo y cantidad de lluvia.

De un año a otro, la cantidad de lluvia que puede caer es variable e impredecible. La región de Tlacolula recibe en promedio 550 mm al año, pero ha habido años en que llovió hasta 1100 mm y otros en que las precipitaciones bajaron hasta 300 mm. Los agricultores locales saben que los meses de noviembre a marzo serán secos, pero no pueden predecir si los meses de junio a septiembre serán meses promedio o serán temporada de sequía grave o de lluvias torrenciales que inundarán sus campos. Debido a esta incertidumbre, muchos de los campesinos zapotecos actuales reducen el riesgo sembrando sus parcelas en distintas zonas: en el fondo del valle, en el piemonte y en las montañas.

El subvalle de Etla, que es el más pequeño, angosto, elevado y frío de los tres, tomó la delantera por razones agrícolas. Mantuvo su ventaja demográfica y poblacional hasta la fundación de Monte Albán. En ese momento, el centro poblacional del valle se recorrió hacia el sur, a la ciudad en la montaña.

El río Atoyac

Uno de los principales recursos con que contó Monte Albán fue el río Atoyac, la principal fuente de agua para beber, cocinar, lavar, bañarse, hacer adobes y mezclar mortero y estuco. Ahora el río Atoyac es un arroyo menor comparado con el gran río que cruzaba el valle cuando Monte Albán estuvo habitada. En esa época no había presas, desviaciones, bombas con motor o grandes pueblos y asentamientos que redujeran el flujo del río Atoyac.

Los zapotecos ancianos tienen recuerdos vívidos de los altos bosques que existían a lo largo del río Atoyac. Dicen que el río estaba bordeado por enormes tules o sabinos (Taxodium mucronatum), árboles gigantescos que vivían miles de años. Sabemos que había sabinos junto al río porque sus troncos se usaron como columnas en algunos de los templos de Monte Albán Época II (100 a.C.-200 d.C.). Tristemente, estos sabinos magníficos prácticamente han desaparecido de las riberas: fueron talados para usar la madera en construcción o como leña. Sólo siguen creciendo sabinos en ciertos lugares sobre el río Atoyac y sus tributarios.

La flora “original”

Diez mil años de agricultura, 500 años de ganadería y miles de años de cortar madera para leña han cambiado enormemente la vegetación del valle del río Atoyac, que alguna vez fue un bosque. Sobre el río, donde el agua freática estaba a menos de tres metros debajo de la superficie, hubo antes un bosque fluvial. Los árboles útiles de este bosque eran los sabinos, sauces y alisos que crecían cerca del río Atoyac, pero también pudo haber anonas, cedros, higos y Persea americana, el antepasado silvestre del aguacate actual. Sobre las barrancas permanentemente húmedas del piemonte crecían versiones menos extensivas de este bosque fluvial.

Sobre el terreno aluvial más elevado, donde el agua freática estaba entre tres y seis metros debajo de la superficie, hubo bosques de mesquites. A medida que se avanza hacia el piemonte, la vegetación cambiaba gradualmente hacia un bosque espinoso. Disminuían los mesquites y aumentaban los huizaches, a los que se sumaba toda una serie de unos árboles leguminosos y con espinas llamados guajes o tepeguajes. Entre estos árboles siguen creciendo tunas, órganos, garambullos y biznagas. En este tipo de zona se da una gran variedad de agaves o magueyes, varios de ellos comestibles.

A medida que el piemonte da lugar a las montañas más empinadas, aumentan las lluvias y las temperaturas más bajas reducen las tasas de evaporación. Originalmente, estas montañas sostenían un bosque de pinos y robles, que ahora se han reducido enormemente por la tala para madera y producción de carbón. El bosque original sin duda estaba formado por árboles mucho más grandes y más espaciados entre sí.

Debe de haber habido muchas especies de roble, pino, manzanita y madroño. En esta zona todavía se encuentran el nogal, el zapote negro, el guamúchil y el copal (Bursera sp.).

La fauna “original”

El animal grande más importante en la dieta zapoteca antigua era el venado de cola blanca, que ha de haber habitado en todo el valle. Incluso cuando el desmonte de tierras agrícolas había reducido su hábitat en el fondo del valle, ha de haber abundado en los bosques de la sierra cercana. También se cazaba jabalí, pero con menor frecuencia. Los conejos y liebres, por su abundancia, eran parte de la dieta básica.

Otro animal básico en la dieta era la tuza (Orthogeomys grandis), un roedor alguna vez abundante, pero ahora desaparecido en el valle. Otros animales pequeños, como mapaches y tlacuaches, se consumían ocasionalmente, pero ninguno era tan común como los conejos y las tuzas. El león puma era el depredador más grande en la región; impresionaba a los zapotecos y aparecía a menudo en su arte. También conocían a los jaguares y monos, que vivían no lejos de ahí, en altitudes más bajas, como Tehuantepec.

De los reptiles, sólo uno alcanzaba el nivel de alimento básico: la pequeña tortuga de charcos, que pudo haberse atrapado fácilmente en las pozas y charcos a orillas del río Atoyac y sus tributarios. En Oaxaca hay una gran variedad de aves, pero sólo unas cuantas especies parecen haber formado parte de la alimentación, entre ellas las palomas, huilotas, torcazas y codornices. Los zapotecos apreciaban en particular las codornices para hacer sacrificios rituales porque las consideraban “animales puros”, que sólo bebían gotas de rocío y se negaban a beber agua sucia. Las codornices se sacrificaban en los templos zapotecos y sus huesos aparecen entre la basura de rituales.

En ocasiones se mataban otras aves, como halcones y chachalacas, pero sospechamos que era más por sus plumas que por sucarne. Otros pájaros pequeños se cazaban con trampas por sus plumas de colores brillantes, que se usaban en las capas y tocados de los nobles, así como para fabricar las cortinas que se colgaban en las entradas de algunos templos.

Otro alimento básico era el perro, que no formaba parte de la fauna original del valle de Oaxaca, sino que se había introducido ya domesticado alrededor de 2000 a.C. Los perros se criaban por su carne y parecen haber sido uno de los muchos alimentos usados en los rituales o servidos en las fiestas zapotecas. Otro animal criado por su carne y huevos era el guajolote, que se introdujo en Oaxaca en forma domesticada durante la Época II de Monte Albán (100 a.C.-200 d.C.).

Resumen

Existen varias razones por las que el valle de Oaxaca pudo sostener una civilización temprana como la zapoteca. Primero, en esta región se podían aplicar muchos tipos distintos de técnicas agrícolas, incluidas formas simples de irrigación. Segundo, gran parte del valle tiene sólo un riesgo mínimo de heladas. Tercero, el valle tiene 2 100 km2 de superficie sin barreras o montañas que hubieran impedido la interacción entre las aldeas. Estos factores contribuyeron al crecimiento de una población con oportunidades casi ilimitadas de interacción social, ritual y (por último) política, lo cual facilitó la evolución de grupos políticos cada vez más grandes.

II. Los antecedentes

HASTA 1966, LOS ANTECEDENTES de Monte Albán estuvieron envueltos en el misterio. Sólo se sabía que alrededor de 500 a.C. había aparecido una ciudad sobre una montaña en medio del valle de Oaxaca. En el momento de su fundación, la ciudad ya era bastante grande, y aparentemente no tenía antecedentes locales. Algunos investigadores especularon que el valle de Oaxaca había estado cubierto por un lago hasta 500 a.C., teoría que se utilizó para explicar por qué no había sitios anteriores en el valle de Oaxaca. Otros creían que los fundadores de Monte Albán provenían de la Sierra Mixteca, quizás de Monte Negro en el valle de Tilantongo, un sitio cuya cerámica se parece a la de Monte Albán Época I. Ninguna de estas teorías se mantiene actualmente.

Durante la década de 1950, el doctor Ignacio Bernal comenzó a examinar el valle de Oaxaca y a registrar cada sitio arqueológico con uno o más montículos artificiales. Encontró 39 sitios que se remontaban a la Época I, pero ninguno parecía contener en sí una ocupación más antigua que Monte Albán. ¿De dónde habían llegado, entonces, los fundadores de Monte Albán?

En 1966, Bernal entregó una copia de su informe a un equipo de arqueólogos de la Universidad de Michigan y sugirió que este equipo volviera a visitar los 39 sitios de su Época I, para ver si podían encontrar cerámica más antigua. En un lugar llamado San José Mogote, en el municipio de Guadalupe Etla, los arqueólogos de Michigan encontraron lo que esperaba Bernal: evidencia de cinco épocas cronológicas previas a la Época I de Monte Albán y correspondientes al periodo 1600-500 a.C.

Entre 1971 y 1980, un segundo equipo de arqueólogos —Richard Blanton, Stephen Kowalewski, Gary Feinman, Linda Nicholas y Laura Finsten— realizó una inspección más intensiva del valle de Oaxaca, durante la cual descubrieron 2 700 sitios arqueológicos que proporcionaron muy buena información no sólo sobre los periodos previos a la Época I sino también sobre el crecimiento de la población en el valle de Oaxaca hasta el momento de la conquista española en el siglo XVI.

Ahora queda claro que nunca hubo un lago en el valle de Oaxaca y que tampoco llegaron de otro lugar los fundadores de Monte Albán. Provenían de aldeas poco alejadas de la base de Monte Albán que ya tenían una tradición de cerámica, arquitectura y escritura jeroglífica que evolucionó hacia las formas típicas de Monte Albán durante su Época I. Esas aldeas anteriores también sabían irrigar sus cultivos, convertir las laderas en terrazas arquitectónicas y usar drenajes para dirigir el agua de lluvia hacia cisternas. Necesitarían estas habilidades en Monte Albán.

La Fase Rosario y los fundadores

Los acontecimientos que dieron lugar a la fundación de Monte Albán pueden hallarse en el periodo llamado Fase Rosario, que abarcó de 700 a 500 a.C., los dos siglos antes de la fundación de Monte Albán.

Los reconocimientos arqueológicos realizados entre 1971 y 1980 demostraron que durante la Fase Rosario había entre 75 y 85 aldeas en el valle de Oaxaca. Se calcula que la población en todo el valle durante esa época era de 4 000 personas. Dichos reconocimientos sugieren que esta población estaba dividida en al menos tres unidades políticas distintas, organizadas en el nivel de lo que los antropólogos llaman “sociedades de jefatura”, que están gobernadas por una élite hereditaria. Estas familias gobernantes usualmente residen en la aldea más grande de la región y su autoridad se extiende a una serie de aldeas circundantes.

La más septentrional de estas tres sociedades de jefatura estaba en el distrito de Etla. Se calcula que contaba con 2 000 habitantes y estaba formada por la aldea grande de San José Mogote y sus 18