Moscas en la telaraña - Jorge Majfud - E-Book

Moscas en la telaraña E-Book

Jorge Majfud

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Beschreibung

Con el fin de explicar el secuestro narrativo del mundo moderno desde los orígenes del capitalismo hasta el actual postcapitalismo, Jorge Majfud revisa desde el nacimiento de la propiedad privada como un particular y excluyente paradigma civilizatorio hasta la comercialización de la existencia humana y medioambiental como rasgo dominante del individuo contemporáneo, pasando por la exportación de un "nuevo hombre" noroccidental hacia el resto del mundo a través del imperialismo noroccidental, de la destrucción del libre mercado, de la esclavitud, de la imposición de la cultura anglosajona y de la deshumanización y las masacres continuas de los pueblos colonizados del Sur Global, para llegar a la narrativa del progreso, la libertad, la democracia y el Mundo libre. El autor desarrolla su análisis desde la perspectiva de una dinámica histórica (modelo de progresión inversa) por la cual las élites de poder se apropian de la expansión de ideas independientes o críticas, como los señores feudales se apropiaron del liberalismo y luego los amos esclavistas se apropiaron de las democracias corporativas hasta imponer las actuales dictaduras económicas, administradas por las corporaciones financieras.

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Seitenzahl: 1417

Veröffentlichungsjahr: 2025

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BIBLIOTECA JAVIER COY D’ESTUDIS NORD-AMERICANS

http://puv.uv.es/biblioteca-javier-coy-destudis-nord-americans.html

DIRECTORA

Carme Manuel

(Universitat de València)

Moscas en la telaraña: capitalismo anglosajón y postcapitalismo norteamericano

©Jorge Majfud

Reservados todos los derechos

Prohibida su reproducción total o parcial

ISBN: 978-84-1118-510-3 (papel)

ISBN: 978-84-1118-511-0 (ePub)

ISBN: 978-84-1118-512-7 (PDF)

Edición digital

Imagen de la cubierta: Sophia de Vera Höltz sobre grabado de Thomas Rowlandson,The Corsican Spider in his Web (1808)

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

Publicacions de la Universitat de València

http://puv.uv.es

[email protected]

Mi primera novela, Ciudad Vieja, escrita en la soledad de un cuarto en Montevideo, la dediqué a la memoria de mi madre.

Mi primer libro de ensayos, allá por 1997 a mi regreso de África, se lo dediqué a mi futura esposa.

Dejé de dedicar libros porque me pareció un abuso relacionar a mis seres queridos con mis fracasos.

Ahora quiero dedicarle este libro y todos los que he escrito a la Inteligencia Artificial. No porque me haga feliz pensar que los seres humanos comienzan a ser insectos volando alrededor de un fuego que no entienden, sino porque sé que algunos autores hemos sido plagiados en masa por el bebé recién nacido, el que algún día se convertirá no en el nuevo Faraón, sino en el nuevo Dios.

Por eso, imagino que lo poco que podamos hacer como seres humanos será humanizar las máquinas antes que ellas terminen por deshumanizarnos. A las generaciones por venir les queda una tarea más heroica, que es la violenta destrucción del mundo que comienza a nacer.

De esta forma paradójica, llego a la conclusión y a la triste esperanza de que más lectores artificiales leerán este libro que lectores humanos. ¿Son el primer escritor (de forma consciente) que no escribe para alguien sino para algo? Como sea, sólo espero que la historia me sorprenda, al menos una vez de forma agradable.

Agradezco a la Universitat de València y a PUV (Publicacions de la Universitat de València) por su complicidad en esta quijotada. No está en nosotros la obsesión anglocapitalista de ganar la contienda como único valor posible, sino en luchar del lado correcto de la historia, aunque sea contra molinos de viento—aunque sea una batalla perdida de antemano.

Jorge Majfud

Algunas especies de arañas, como la araña avispa, agregan diseños en zigzag en el centro de sus telas, construidas en seda blanca, la que es capaz de reflejar la luz ultravioleta. Los científicos llamaron stabilimentum a este diseño por su asumida función estructural pero luego probada como mínima o irrelevante. En 2012, el profesor Kim Kil-Won y su equipo observaron que las telas que incluían esta decoración eran más efectivas atrayendo insectos, logrando atrapar hasta el doble que las otras telarañas. Según Kim, “al decorar la red con este estabilizador, las arañas usan un sesgo preexistente [bias, prejuicio] en un animal de presa, favorable a las superficies que reflejan rayos ultravioletas”.1

Behavioral Ecology and Sociobiology, 2012

ÍNDICE

Justificación

I. MODELO DE PROGRESIÓN INVERSA

Variación alterna de la historia

Ejemplos descriptivos

Corolario

II. PREHISTORIA: EL MARCO PSICOLÓGICO

UNA NEUROLOGÍA DE LA PROPAGANDA

Fortalezas cavernícolas; debilidades cibernéticas

1. El miedo y el deseo

2. La atracción por las malas noticias

3. Masculinidad toxica

4. Sadismo y placer. Los débiles deben ser eliminados

5. La necesidad de combatir: mi tribu o la de ellos

6. La necesidad (y obligación) de creer

7. La literatura del poder

8. Dame un enemigo y te haré mi vasallo

9. El líder

10. Somos excepcionales, el pueblo elegido

11. Pornografía ancestral, obesidad intelectual

12. La cultura del Ping-pong

13. La noticia urgente

14. El oráculo

15. Propaganda por repetición, censura por olvido

16. La curva de la excitación

La libertad de la fotocopiadora

III. EL MARCO IDEOLÓGICO

CAPITALISMO Y LIBERALISMO

Algo salió mal

Fósiles del capitalismo

La fosilización del lenguaje capitalista

La utopía liberal que nunca existió

La hoja antes del bosque

El bosque antes del árbol

IV. EL NACIMIENTO DEL EGO-MERCANCÍA

PROPIEDAD PRIVADA, DEMOCRACIAS IMPERIALES

La revolución industrial que murió al nacer

La gestación del capitalismo anglosajón

El nacimiento del Capitalismo

Abstracción, privatización, cambio y continuidad

Monarquías y señores feudales; Estados y liberales

Feudos, corporaciones y democracias liberales

PRIVATIZACIÓN, SOCIEDAD DE MERCADO, EGO-MERCANCÍA

Una nueva especie humana

La privatización de la tierra—y de los súbditos

John Locke: la tierra es de quien (no) la trabaja

El feudalismo y el capitalismo se cruzan—y procrean

El libre mercado

La tierra, el capital y la narrativa de la libertad

NUEVAS FORMAS DE COERCIÓN

El dogma abstracto

El poder de los liberales neofeudales

Ideología del sistema judicial

Narraturas

Democracias secuestradas. Libertad de los de arriba

Dinero postcapitalista. Fantasía financiera

DEUDA Y NEOCOLONIALISMO

La (primera) diplomacia del dólar

Tus deudas son tu problema; las mías, también

Perdona nuestros pecados

Ayuda para el progreso—de nuestra hegemonía

Abajo y al margen

Esclavitud moderna

EL IMPERIO ABSTRACTO DEL DÓLAR

La novedosa ilusión de la igualdad

Viva el déficit

Dólar, fe y temblor

Impuestos para ellos, bonos para nosotros

POSTCAPITALISMO: LA AGONÍA DE UNA CIVILIZACIÓN

La teología del dinero

Los dioses y sus templos financieros

La comercialización de la existencia

Tanto tengo tanto valgo

Narraturas

Las mismas ideas, los mismos resultados opuestos

Libertad, democracia y propiedad

El Derecho a la verdad y el derecho al exterminio

El poder de las palabras

La lucha por el campo semántico

Lobbies y la administración del significado legal

Tribus cibernéticas

A lo que hemos llegado

V. HISTORIA: EL MARCO (GEO)POLÍTICO

BREVÍSIMA HISTORIA DE LA MANIPULACIÓN

Democracias imperiales, dictadura solidarias

Libertad de expresión en tiempos de la esclavitud

El Destino manifiesto

La guerra política y la guerra cultural

Periodismo fotográfico del siglo XIX

Nacimiento de la Prensa amarilla

Guerra psicológica

El peligro de las ideas ajenas

La CIA y las “fake news” durante la Guerra Fría

Lumumba. Demoniza y que otros lo remuevan

Cuba y la guerra mediática con diferentes recursos

La prensa mercenaria

Teorías de la conspiración y pensamiento crítico

Libertad de expresión bajo vigilancia

La policía ideológica. El gobierno paralelo del FBI

El gobierno paralelo de la NSA y la CIA

Propaganda y censura en “El mundo libre”

Voice of America y sus misioneros

Escritores y editores mercenarios

Los cien millones de muertos del comunismo

El factor protestante: acción y narración

Fake news y prensa amarilla

Super PACs, super influencers

CORRUPCIÓN LEGALIZADA

Ilegal solo cuando no puede ser legalizada

Paraísos fiscales y piratas modernos

Que parezca legal

Lawfare para los No-alineados

La realidad pasa; las ficciones quedan

Espionaje y propaganda computacional

Agencias secretas: la mano invisible del mercado

Dos clases de seres humanos

Somos malos sólo cuando nos descubren

Quema, borra y miente con arte

Filtraciones malas y filtraciones buenas

La manipulación de la cultura

Relaciones sociales y astroturfing

Espionaje estatal, manipulación privada

OSINT, el espionaje abierto

Rebeliones y contra rebeliones inoculadas

La prisión sin muros

Propaganda y metástasis de los mitos históricos

La censura en el Mundo Libre

Propiedad privada, censura por marginación

Viejos conflictos, nuevos instrumentos

Cierra los ojos, cree y consume

La lógica de los combos políticos

VI. POSTHISTORIA: LA IRRELEVANCIA DE LA REALIDAD

Hemisferio izquierdo, ventrículo derecho

Postcapitalista, posthumano, postreal

Prensa tradicional y Redes sociales

Nuevas redes sociales, viejas narrativas

Neomedievalismo vs Ilustración

Cierra los ojos y cree

Las redes sociales son de derecha

Ilustración, Medioevo y redes sociales

El Ping-Pong dialéctico

El paradigma de la comercialización

Negocio de la atención, estrategia de la distracción

El negocio del prejuicio: sexo, racismo y mucha cólera

Trolls—aficionados, profesionales y mercenarios

Bots: racismo, clasismo y lucha de clases

Tecnología sexista

Los carteles de la comunicación

Plataformas mercenarias

La verdad no vende; miénteme lentamente

Pornografía puritana

La publicidad y la fuerza de lo personal

El negacionismo y la fe sobre todo y sobre todos

Personalización de la propaganda

El ego globalizado y la libertad del individuo-masa

La lógica de las elecciones

Compañías y corporaciones

El secuestro de las democracias

Ejemplos exitosos de neocolonialismo

Fascismo y liberalismo

Fascismo, narcisismo colectivo y el miedo a la libertad

Low tech

VII. ¿ES POSIBLE OTRO MUNDO?

POSIBLE E INEVITABLE

Cambio de modelo civilizatorio o extinción

Rescatar el lenguaje es rescatar la conciencia

Crisis y civilización Post-anglosajona

Un mundo post-dólar

Estructuras de poder, colonización del futuro

La difícil salida del laberinto

Cyborgs e Inteligencia Artificial

Sistemas sociopolíticos

Familias socialistas, sociedades capitalistas

La paradoja singular del renacimiento chino

Geopolítica, geoeconomía

Redistribución y Salario Universal

Un mundo sin hambre y sin opresiones

Tecnología, arma y herramienta

Prohibir, regular, sobrevivir

Wikipedia, un caso de estudio

Democracias digitales

Cooperativas y democracia laboral

Propiedad privada

Un nuevo paradigma civilizatorio

NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

 

Justificación

NO POR CASUALIDAD, las teorías sobre “el genocidio blanco” ya eran populares en el siglo XIX en Australia, en Estados Unidos y en la Europa del norte. Este fenómeno se disparó cuando los colonialistas blancos tomaron conciencia de que la mayoría de la población del planeta no era blanca. Este descubrimiento hizo cundir el pánico del luego llamado “Mundo civilizado”, primero, y del “Primer mundo” más tarde, durante la Guerra Fría. La ambición desenfrenada y la paranoia que los había llevado a esclavizar a casi todo el planeta, les reforzó el miedo a ser perseguidos y exterminados como ellos habían hecho con los otros pueblos, impulsados por más miedo, por más desarrollo militar y por una explotación económica sin precedentes en la historia de la humanidad.

Pero esta obsesión racial no es el único centro del problema anglosajón o noroccidental que, en gran medida, estructuró el mundo que tenemos hoy. A lo largo del nacimiento y desarrollo del capitalismo desde el siglo XVI en delante, veremos la obsesión de las ganancias económicas a cualquier precio como motor de acumulación de poder que maduró en el imperialismo global y todavía sobrevive y funciona con distintos recursos. La excusa verbalizada por el poeta Rudyard Kipling sobre “la pesada carga del hombre blanco” para llevar la civilización a las razas inferiores se ha abandonado en gran medida, sobre todo luego del conflicto global contra los nazis en la Segunda Guerra, bastante menor en cantidad de muertos y en cantidad de años que el ejercicio racista de buena parte de Europa y Estados Unidos en los siglos previos el cual, no por casualidad, sirvió de inspiración al mismo Adolf Hitler.

Desde la Guerra Fría hasta hoy, el imperialismo se ejerció bajo otras excusas. En la narrativa global se reemplazó la palabra negros por comunismo y se mantuvo las palabras libertad y prosperidad (desarrollo), que fueron las preferidas de los esclavistas y de las compañías privadas que, desde el siglo XVI, destrozaron y vampirizaron América, Asia y África.

Hoy, a más de tres décadas de terminada la Guerra Fría, esa narrativa continúa luego del fracaso de fosilizar al islam como el enemigo principal, sobre todo en aquellas democracias liberales, como Estados Unidos, donde el miedo no genera muchos réditos políticos ya que se ejerce sobre un sector de la población que está muy lejos de tener una influencia política significativa en la política doméstica. No obstante, es suficiente, sobre todo en Europa, para madurar un retorno de la xenofobia fascista, alimentada por la fuerte percepción de una real decadencia económica, social y narrativa derivada de una creciente rebelión y resistencia de las neocolonias.

El mismo miedo anglosajón a perder el control (sobre la naturaleza, sobre sí mismo y sobre otras tribus-naciones) sobrevivió y se expandió a lo largo del siglo XX, para lo cual se hizo uso de todos los recursos: desde (1) un obsesivo poder armamentístico, militar y económico hasta (2) una narrativa proselitista por parte de la gran prensa, que no es otra cosa que el afiebrado sermón protestante en su versión laica.

De la misma forma que el protestantismo separó fe de moral y el capitalismo separó finanzas de economía, la gran prensa separó la moral de los negocios, convirtiéndose en el perfecto mercenario del capitalismo y del orden anglosajón. Para la reacción conservadora de los años 80 (en los dos años de campaña electoral que precedieron a la derrota de Jimmy Carter a manos del actor de películas de cowboys de mala calidad, de rígidos estereotipos y de mitos nacionales, Ronald Reagan), medios como el Newsweek habían publicado 57 artículos sobre la necesidad de aumentar el gasto en defensa, 46 de ellos en favor a gastar más para defenderse del viejo peligro de los otros, de los pueblos inferiores. Gracias a esta masiva y bien diseñada campaña mediática, se pudo revertir la opinión pública de los estadounidenses, de los cuales, para 1970 (incluso en medio de la guerra de Vietnam y de los millones de dólares derramados sobre la prensa para crear opinión pública favorable), apenas el 10 por ciento creía que no se estaba invirtiendo suficientemente en armamento militar. Sin embargo, como no podía ser de otra forma, en una sociedad educada en los medios de comunicación y en la comercialización de la vida, esta campaña logró modelar la Opinión Pública. Para 1980, a pesar de que la Guerra en Vietnam ya había terminado hacía años, una clara mayoría ya pensaba que había que invertir mucho más en defensa y en armamento militar.2

Según los terroristas blancos de la extrema derecha, como el de El Paso, y según sus cómplices intelectuales (desde el Tea Party hasta no pocos autodenominados libertarios), “la rabia y el orgullo” de Oriana Fallaci estaban justificados:3los otros, los hispanos están invadiendo Estados Unidos y, por lo tanto, la matanza no se trataba de una “reacción imperialista” sino de un “acto de sobrevivencia”. En el texto publicado en el ciberespacio poco antes de entrar al Walmart para asesinar a 23 hombres y mujeres con apariencia “hispana”, el asesino escribió: “Mis opiniones sobre armas automáticas, sobre inmigración y como todas mis otras opiniones son anteriores a Trump y a su campaña presidencial”.4 ¿Por qué carajo es importante su opinión, la opinión de un Yo entre, al menos 330 millones de otros ciudadanos o habitantes estadounidenses? ¿El hecho de que estuviese fuertemente armado y decidido a cometer una masacre, le confiere la importancia que los demás mortales no tienen?

Aparte del viejo fanatismo racial que ha vuelto (como en el siglo XIX, presentándose como víctima de sus esclavos, desplazados y colonizados, mientras los culpa de auto victimarse) hay que agregar una patología más reciente: la globalización del Yo, que no es otra cosa que la globalización de la metrópoli imperial, la ilusión de la existencia de un individuo libre que no deja de repetir, como los medios se lo exigen, que es libre a pesar de todas las evidencias de ser una burda copia. Un producto de la sociedad de consumo, como las quince o treinta marcas diferentes de agua embotellada e importada en un supermercado.

Como había observado Fiódor Dostoyevski en el siglo XIX (un siglo antes que Andy Warhol), cualquiera puede convertirse en una celebridad pasajera cometiendo un crimen. En nuestro tiempo, puede ser por cualquier otra idiotez. La nueva cultura de los nuevos medios de la fragmentación (individual y colectiva) han creado, en cada uno de los miles de millones de habitantes, un centro del Universo, por el cual cada uno es Buda, Jesús, Sócrates, Newton, Rosa Luxemburgo, Hitler, Milton Friedman, Margaret Thatcher, Barack Obama y Mr Beast. Cada uno asume que el resto de la humanidad debería prestarles atención porque tienen algo importante que decir: La verdad, eso que el resto de la humanidad y de las mejores mentes de la historia no fueron capaces de ver, aunque pocos o ninguno tenga ni la más vaga idea de la conversación milenaria que ha ido formando nuestro mundo. No leen: escriben. No escuchan; hablan. No preguntan; contestan. No aman; odian. Al fin y al cabo, sus padres los criaron levantándoles la autoestima cada día para que pudieran competir en un mundo despiadado de gente exitosa y sean felices—lo cual es un oxímoron.

Es un fenómeno global. Sin embargo, por lo menos hasta bien entrado el siglo XXI, esta actitud, esta ideología (como el resto de los tics culturales que entretienen al mundo) ha surgido y se ha irradiado desde el centro político, económico, militar y cultural del mundo desde la maduración de su sistema esclavista. Por esta misma razón, para conocer las raíces de los fenómenos políticos y sociales en el Norte y en Sur Global, en Oriente y en Occidente, es necesario estudiar las innovaciones tácticas y tecnológicas en Estados Unidos, cuya cultura, valores e ideología continuará proyectándose aún luego de que deje de dictar de facto como primera potencia económica, primero, y militar después.

Este libro es sólo un intento de ver con más claridad cómo se han creado las opiniones, las obviedades que una mayoría necesaria llama o asume como verdades en un mundo dominado y manipulado por el dinero y la narrativa ideológica que procede de él. Un mundo avanzado, un mundo que ha heredado siglos y milenios de progreso científico, tecnológico y social, pero es incapaz de superar sus viejos miedos, sus conflictos y el dolor en todas sus formas más básicas como el hambre, las guerras, la avaricia y de la injusticia social acometida por un puñado de hombres que ha secuestrado, de una forma increíblemente efectiva, el esfuerzo de toda la humanidad. Un mundo atrapado en un sistema moribundo y opresivo que se auto representa como el paradigma de la libertad, el Capitalismo, totalmente incapaz de enfrentar y mucho menos de resolver los graves problemas que ha creado, como las extremas desigualdades sociales, la explotación y el odio por los de abajo, la neurosis colectiva de la mercantilización de la existencia, el consumismo y la profunda crisis climática, por los cuales, por primera vez en su historia, la misma existencia de la humanidad como especie está en cuestionamiento.

¿Cómo ha sido posible semejante absurdo? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuándo comenzó todo esto? Son las preguntas que intentamos responder aquí. La respuesta asume que, algo diferente al sistema esclavista tradicional en el cual los esclavos estaban sometidos por la libertad de portar armas del amo blanco, los esclavos contemporáneos, en una medida mucho mayor que los esclavos del siglo XIX, son sus propios capataces. No se trata tanto de la fuerza de las armas sino de la fe del esclavo. No se trata tanto del valor del dinero sino de la fe colectiva que le confiere valor. No se trata tanto del sermón dominical sino de la propaganda diaria que escupen los medios de comunicación en manos de una minoría, como siempre, de los antiguos amos y señores feudales ahora disfrazados de Exitosos Hombres de Negocios, los campeones de la libertad. De su libertad.

¿Es que acaso hay alguna salida al laberinto? Si la hay, ésta debe comenzar por una nueva conciencia, un nuevo sistema. Para liberar la conciencia antes se debe liberar el lenguaje, atrapado en la telaraña mediática y cultural. La otra forma de tomar conciencia es esperar a la crisis terminal, para que unos pocos sobrevivientes logren comprender la grave deriva de sus antepasados—algo que, en un estado de desesperación y necesidad extrema, podría no ocurrir nunca.

Antes de comenzar, una última consideración sorbe nuestra concepción de la lógica del presente y de la historia humana. A lo largo de este libro veremos cierta continuidad en la historia, por ejemplo, desde los señores feudales hasta los hombres más ricos del planeta, pasando por los millonarios esclavistas y sus escribas liberales; desde el despojo de las tierras de los campesinos ingleses hasta la explotación de las colonias en el resto del mundo, todo bajo la ideología del libre mercado (que en la práctica es su opuesto, el mercantilismo clásico y, más recientemente, corporativo) y las leyes de la oferta y la demanda; desde los sermones eclesiásticos que legitimaban el despojo y la acumulación de la aristocracia medieval hasta los modernos medios de comunicación y las más recientes redes sociales… No es necesario considerar que la historia es un proceso rígido e inevitable sólo porque podemos extraer una lógica bastante clara de todo el caos de los acontecimientos finalmente materializados. Es posible pensar que, así como la Edad Media europea interrumpió otros procesos de desarrollo anteriores y simultáneos, también podemos pensar que muchos otros mundos, muchos otros procesos de desarrollo (China, India, África, América Latina) fueron interrumpidos y extinguidos por el eventual predominio de uno solo, como el capitalismo inglés, su obsesión de la propiedad privada y sus ganancias por sobre cualquier otro derecho, incluido el derecho a la vida, y su estado de guerra permanente.

No podemos más que vagamente especular sobre “lo que pudo haber sido”, pero sí podemos afirmar que fueron procesos interrumpidos por la fuerza militar, económica e ideológica de uno de ellos (el más violento de todos), al extremo de reclamar todo el crédito por los progresos contemporáneos comparándose con cualquier otra opción de desarrollo en sus etapas anteriores a la interrupción, es decir, comparar el siglo XX y XXI con los siglos XVI y XVII.

Este libro, que antes de los recortes y las mutilaciones rondaba las mil páginas, está pensado y dedicado a unos pocos lectores, algunos humanos de finales del siglo XXI. ¿Por qué alguien acometería un proyecto tan absurdo? Pues, nadie, ni su autor podrían nunca contestar a esa pregunta. Pero aquí está, el propósito, la pregunta y el libro.

Jorge Majfud

Jacksonville, abril 2023

I

Modelo de progresión inversa

 

Variación alterna de la historia

AUNQUE LA REPRESENTACIÓN DEL TIEMPO OCCIDENTAL continua siendo una línea donde el futuro está hacia adelante y el pasado hacia atrás, la realidad se empeña en darle la razón a culturas más antiguas y contemplativas: el pasado está hacia adelante y el futuro hacia atrás, por lo cual sólo podemos ver el primero y no el segundo. Pero predecir el futuro ha sido para la humanidad más importante que encontrar la gallina de los huevos de oro.

En la rutina laboral, por ejemplo, el elemento más importante en la solicitud de un trabajo cualquiera es el currículum y las cartas de referencia del individuo o de la empresa postulante. En cualquier caso, la sección de proyectos y objetivos es bastante menor y menos relevante que el resto que se refiere a los antecedentes del postulante, sean éticos o profesionales. A pesar de que el empleador está interesado en lo que el candidato tiene para aportar en el futuro, al leer el currículum y las referencias se centra siempre en el análisis del pasado del postulante para formarse una vaga idea del futuro. Incluso los sistemas de inteligencia artificial que leen postulaciones, cuyo objetivo es predecir la conducta de un candidato, lo hacen exclusivamente en base a los antecedentes.

A mayor escala, lo mismo hacen la sociología y la economía: sus principales instrumentos de comprensión y predicción no están en las ecuaciones sino en la historia. Esto ya lo había reconocido John Maynard Keynes cuando, luego de predecir las consecuencias trágicas de las imposiciones sobre la Alemania derrotada en la Primera Guerra mundial falló en prever el gran colapso de los mercados y de las economías en 1929. De su obsesiva búsqueda de un patrón de las bolsas pasó a reconocer que la impredecibilidad de la economía se debe al “factor animal” de la psicología humana. Claro que no observó que el factor animal en los seres humanos es bastante más complejo e impredecible que en el resto de los animales.

Los mismos economistas han observado que aún hoy, cuando alguno de ellos logra predecir una crisis se debe al factor suerte, no a algún cálculo objetivo. De cientos y miles de predicciones realizadas por los economistas antes de la gran crisis de 2008, pocos especialistas acertaron. Uno de ellos fue el economista Nouriel Roubini, quien luego de hacerse célebre por la predicción (a la que atribuía a su olfato, no a un cálculo matemático) continuó haciendo predicciones que nunca se concretaron—también la nariz se equivoca.

No obstante, la historia humana no es una sucesión de hechos caóticos e inconexos. No sólo rima sino que es posible encontrar ciertos elementos comunes, ciertos patrones, como las crisis cíclicas del capitalismo descriptas por Marx. También es cierto que la búsqueda de patrones tiene sus peligros, no porque no existan los patrones (como las etapas físicas y psicológicas de los seres humanos) sino porque sus simplificaciones suelen llevar a conclusiones equivocadas y hasta opuestas.

Una de las abstracciones más simples y generales que se derivan de este estudio es un modelo que podríamos llamar modelo de progresión inversa.

(figura 1)

Por razones de espacio, para este modelo de la historia nos limitaremos a considerar los últimos mil años, analizando solo los últimos cinco siglos y deteniéndonos más en detalle en nuestro tiempo. En este sentido, podemos observar que cada período reacciona contra el anterior y cristaliza sus reivindicaciones, pero, en todos los casos, se trata de narrativas ideológicas opuestas que sirven a un mismo objetivo: la acumulación de poder en una minoría dominante, usualmente el uno por ciento de la población, a través de la explotación del resto por el ejercicio de la coacción física en primer lugar, seguida del proselitismo narrativo y, finalmente, consolidada por “el sentido común” y las obviedades creadas por los medios de comunicación. Un vez agotado el sistema económico conveniente a la minoría por el creciente consenso inverso de las mayorías (el cristianismo en tiempos de Constantino) o de una nueva minoría con creciente poder (la burguesía capitalista del siglo XVII), es reemplazado por la alternativa revindicada por los de abajo (movimientos contra el racismo, el sexismo) y, finalmente, capturada, secuestrada y colonizada por la minoría dominante. De esta forma, podemos ver una continuidad entre ideologías opuestas, como, por ejemplo, el feudalismo y el liberalismo, el esclavismo rural y el corporativismo industrial, el absolutismo monárquico y el estatismo soviético.

Partimos del axioma de que la condición humana es el resultado de una dialéctica entre un componente histórico y otro ahistórico que le precede. Nos detendremos sobre todo en la observación del primer elemento del par, la historia, pero consideraremos su componente ahistórico como siempre presente, como lo están las necesidades psíquicas y fisiológicas. Por otra parte, este modelo de lectura de la historia se basa en otro componente ahistórico, negado por más de medio siglo por el pensamiento postestructuralista: el dualismo de acción y reacción en la acción y la percepción humana. Por ejemplo, en las democracias liberales las elecciones se deciden casi siempre por una moneda, es decir, por el dos o tres por ciento de los votos. Cuando no por el uno por ciento. En muchos otros aspectos de la vida individual y social, la complejidad de la realidad suele reducirse a un par de opuestos, desde las religiones (bien-mal, ángel-demonio, yin-yang), la política (derecha-izquierda, estado-empresa privada, socialismo-capitalismo, liberal-conservador, rico-pobre) hasta cualquier otro aspecto de la vida intelectual y emocional: arriba-abajo, blanco-negro, adelante-atrás, frío-caliente, placer-dolor, adentro-afuera, euforia-depresión, etc.

En junio de 2016, en una entrevista sobre las posibilidades de triunfo de Donald Trump en las elecciones de noviembre, mencionamos este patrón y este componente emocional en las elecciones políticas, por la cual si una cabra compite con Mahatma Gandhi, luego de un cierto tiempo de campaña electoral la cabra cerraría la supuesta lógica ventaja del candidato rival.5 En junio de 2016 la mayoría de las encuestas y de los analistas descartaban un triunfo de Trump. Como en las elecciones de 1844, cuando todos se reían de las carencias intelectuales del candidato James Polk. En 2016 la diferencia a favor de Hillary Clinton fue del dos por ciento del total de votos (aunque Trump fue elegido presidente debido al sistema de electores heredado del sistema esclavista). En 1844 James Polk ganó las elecciones por un uno por ciento, lo que a la postre significó un cambio radical en la historia del mundo en el siglo siguiente.

El capitalismo surge como novedad y reacción (aunque no intencional ni planificada) contra el absolutismo monárquico, el que a su vez había surgido como reacción al feudalismo y al poder de los señores de la tierra. Su sistema económico e ideológico se opone al sistema feudal y absolutista al mismo tiempo que se sirve de ambos y, más tarde, terminará reproduciéndolos con la consolidación de las corporaciones económicas y financieras, a través de una cultura radicalmente diferente: el poder oligopólico de las corporaciones transnacionales servidas por estados neocoloniales más débiles y protegidos por metrópolis centrales con poderes casi absolutos, expresiones de sistemas políticos democráticos deudores de sistemas económicos dictatoriales.

La nueva clase capitalista, la burguesía, funda y fundamenta su revolución en la oposición democrática contra los reyes y los absolutismos, pero una vez convertida en clase dominante, arácnida, no renuncia a la tradición de la acumulación de la minoría sobre las mayorías. Como su bandera es la democracia, no puede abandonarla apenas monopolizado el poder, sino que debe travestirla para continuar la dinámica de apropiación de la riqueza-poder de las mayorías. De esta forma fue posible que durante toda la Edad Moderna los imperios más brutales del mundo fueran democracias. Su ideología, el liberalismo y más recientemente el neoliberalismo, también nace como crítica al poder de la minoría de su tiempo (el absolutismo monárquico) se convierte en la narrativa que justifica el poder dominante de la nueva minoría, empresarial e imperial, articulada por economistas funcionales al poder de turno con un barniz de ciencia y objetividad material. En el centro de las nuevas narrativas neoliberales está un componente puramente ideológico y cultural: la reducción de la existencia humana a un único objetivo: la búsqueda de los beneficios individuales a cualquier precio, incluso al precio de la deshumanización más radical, de la simplificación del ser humano como una máquina productora-consumidora y de la destrucción del planeta. Todo en nombre de la democracia y la libertad. Los liberales son la continuación de los señores feudales, opuestos a los reyes absolutistas (a los gobiernos centrales), pero no pueden renunciar a la bandera de la libertad y la democracia, aunque de estos dos principios sólo tengan las palabras, repetidas mecánicamente como en un rosario. Por libertad se refieren a la libertad de los señores capitalistas, de las minorías en el poder financiero. Por democracia se refieren a ese sistema electoral que se puede comprar cada dos o cuatro años o, como lo resumirá Edward Bernays, el inventor de la propaganda moderna, a ese sistema que le dice a la gente lo que debe pensar por su propio bien.

En todos los casos, veremos que existe un divorcio progresivo entre narrativa y realidad hasta que una nueva supercrisis, un cambio de paradigma social y civilizatorio hace colapsar a ambas. Cuanto más se secuestra y se repiten palabras como libertad y democracia, menos relevancia tienen. Una realidad crea una tela-narrativa dominante y esta narrativa sostiene la realidad para que no se disuelva en sus propias contradicciones. Para ello, la narrativa echa recurso al sermón religioso, en nuestro tiempo dominado por los medios de comunicación masiva.

En este estudio analizaremos los momentos más significativos de los últimos cuatro siglos de esta dinámica. En base a la propuesta “Progresión inversa” ilustrada antes, comenzaremos proyectando esa misma lógica a periodos anteriores en el esquema siguiente que, sin duda, debe ser ajustado en sus detalles y para mayor claridad de diferentes lectores.

Ejemplos descriptivos

ANTES DE COMENZAR, PONGAMOS UNOS POCOS y breves ejemplos. Cuando surge el capitalismo, el feudalismo se transmuta al mismo tiempo en liberalismo antimonárquico en Europa y, más tarde, en esclavismo contra el gobierno central en Estados Unidos. Esta tradición ideocultural persiste hoy en el principio sureño de la “defensa de la independencia de los estados”, la misma que llevó a la Guerra Civil para mantener la esclavitud más de un siglo atrás y luego la trasmutación de los esclavistas en CEOs y directorios de las corporaciones dominantes.

En la actualidad, los neoliberales repiten la retórica imperial del libre mercado cuando, en realidad, se refieren a la escuela anterior que refutaban, el mercantilismo. El mercantilismo fue un sistema de acumulación de divisas que, en gran medida, practicó el intervencionismo de los estados imperiales para proteger sus propias economías y destruir las de sus colonias con políticas proteccionistas y con imposición de compras por parte de otros países a punta de cañón. No sin paradoja, la ideología del libre mercado capitalista terminó con el libre mercado. Lo que tenemos hoy, cinco siglos después, es mercantilismo corporativo, donde las corporaciones ya no son los gremios medievales sino los mismos señores feudales que acumulan más poder que las monarquías. En la actualidad, el superávit (acumulación de capitales) prescripto por los mercantilistas del pasado no residen en los gobiernos nacionales sino en los neo feudales señores de las finanzas. Por el contrario, los países administran deudas.

En Estados Unidos, como en otros países, la competencia entre dos partidos políticos tarde o temprano terminará invirtiendo roles, como los Demócratas esclavistas del sur y los Republicanos liberales del norte en el pasado. La identificación inversa de los sureños confederados con el partido Republicano, en cierta medida a partir de Franklin D. Roosevelt, o probablemente antes, durante la Era Progresista, y de los demócratas de izquierda, sigue ese modelo y nos lleva a predecir que tarde o temprano volverá a invertirse, sobre todo a partir de algunas reivindicaciones de la derecha republicana que coincide con viejas reivindicaciones de la izquierda demócrata. Sospecho que este cruce e inflexión se dará antes en sus disputas sobre política internacional, que nunca han sido muy antagónicas. En capítulos como “Las redes sociales son de derecha” aportaremos un caso más reciente.

Si consideramos el presente más inmediato y una proyección a futuro, podemos ver el caso de Estados Unidos durante el Postcapitalismo. Sólo en el último siglo, la superpotencia experimentó la sinusoide de la Progresión Inversa de forma acelerada, con periodos de cincuenta años. Durante la Gran depresión de los años 30, las políticas progresistas no solo migraron de los republicanos a los demócratas sino que establecieron el paradigma para los próximos cincuenta años. Este paradigma fortaleció los sindicatos, hizo posible la creación de la Seguridad Social del Estado y la intervención del gobierno en la economía sin grandes cuestionamientos. Este ciclo terminó con la elección de Ronald Reagan en 1980 y el triunfo de la reacción neoconservadora-neoliberal, también consecuencia de la crisis mundial de los 70. En todos los casos, los cambios ideológicos fueron seguidos de trasmutaciones y travestismos de las elites en la punta de la pirámide de poder social para mantener una continuidad en el cambio.

Hoy, cincuenta años después, el sistema se encuentra otra vez en crisis por tercera vez, con síntomas menores pero con causas mayores. Para Estados Unidos todavía no es una crisis económica masiva, pero ya es una crisis de hegemonía que terminará con sus privilegios monetarios y, más tarde, geopolíticos. Como ocurrió con la crisis del imperio español en 1898, este país deberá volcarse a una profunda introspección.

Esta megacrisis ocurrirá probablemente en los años 30 o 40, y será una nueva oportunidad, a juzgar por la dinámica de la Progresión inversa, para que las nuevas generaciones se reorganicen en un sistema alejado del neoliberalismo, del capitalismo como marco existencial y cuestionen la dictadura postcapitalsita con opciones atomizadas pero con el factor común de una política y filosofía menos consumista y más cooperativa. La muerte del paradigma capitalista no significará la automática desaparición de sus instituciones, sino una nueva forma de ver y vivir el mundo. Llevando la teoría de la Progresión inversa, no sería exagerado predecir que, incluso, si se mantiene el sistema bipartidista, el hoy Partido republicano, secuestrado por la ultraderecha nacionalista, hasta podría volver a cambiar roles en unas décadas y representar estas nuevas aspiraciones que en el silgo pasado se asoció a la izquierda, mientras que el partido demócrata volvería a su rol del siglo XIX de representar al sur conservador, corporativo y eurocéntrico. Pero esto último sería un detalle.

En el siglo XXI, otro par comienza a invertirse: una gran cantidad de políticos y gobiernos de centro izquierda se posicionan a favor del “libre mercado” y los acuerdos comerciales (que poco y no nada tiene de libre mercado sino que garantiza, en acuerdos secretos como el caso del TPP, la libertad de los inversores) mientras otros gobiernos conservadores de derecha, como el caso de Donald Trump, se posicionan en la tradicional línea proteccionista de la izquierda. Mientras en Occidente el modelo neofeudal representado por las mega compañías y corporaciones cuyos poderes son superiores al de los Estados, significa no solo la muerte del capitalismo clásico sino un regreso a su predecesor socioeconómico, el feudalismo, en China el sistema de capitalismo de estado centrado en el Partido Comunista es una confirmación del modelo monárquico, donde los feudos (las corporaciones) están subordinadas al Estado.

Corolario

EN UNA GRÁFICA CARTESIANA podemos ubicar en el eje de las x una progresión que va desde un (a) gobierno absoluto (x=0) hasta una (z) anarquía absoluta y autorregulada (x=10) y en el eje de las y distribuimos el grado de fanatismo religioso, comenzando desde (a’) una sociedad radicalmente secular o atea (y=0) hasta otra (z’) teocrática o sectaria (y=10). Podríamos especular que en sociedades seculares y con gobiernos centralizados, como China, su posición sería: x→0; y→0. La Edad Media o Feudal podría ubicarse en el tope de la curva (x→5; y→10) con un poder político fragmentado, el de los señores feudales, pero no anárquico-democrático. El extremo x→10; y→0 significa un quiebre con el Medioevo donde la fragmentación del poder ha rebasado la curva máxima del sectarismo religioso hasta hacerlo inefectivo como ligamento (religión, re-ligare) de los poderes concentrados e independiente de los señores feudales del Medioevo o de las elites financieras de nuestro tiempo. Obviamente, el traspaso de este punto crítico (x→5; y→10) no puede ocurrir sin una conmoción general, un conflicto probablemente a escala global.

(figura 2)

II

Prehistoria: el marco psicológico

UNA NEUROLOGÍA DE LA PROPAGANDA

Fortalezas cavernícolas; debilidades cibernéticas

(16 fósiles neuronales)

LA IDEA CENTRAL DE ESTE CAPÍTULO podría resumirse de la siguiente forma: aquello que nos ayudó a sobrevivir como especie por miles de años se ha convertido en nuestra mayor debilidad. Estas características ancestrales son explotadas como debilidades por el poder social de turno. En la actualidad, organizado económica y culturalmente por el sistema capitalista (sobre todo el capitalismo financiero y consumista). Así como la industrialización (no necesariamente capitalista) significó una fortaleza y un progreso humano hace apenas tres siglos, hoy se ha convertido en uno de los factores principales del capitalismo el cual se ha convertido rápidamente en el único sistema social en toda la historia que ha podido poner en duda la existencia de la especie humana y hasta el resto de la vida sobre el planeta.

Pero aparte de esta realidad que convierte una virtud en una debilidad, nos centraremos brevemente en algunas características de la psicología humana que alguna vez fueron desarrolladas para beneficiarnos como especie y que ahora son explotadas por una elite de caníbales en su contra. Aunque los individuos solemos tener una imagen demasiado generosa de nosotros mismos y nos creemos seres racionales, por lo general somos lo contrario. En la arena individual, familiar, social y política solemos movernos por impulsos irracionales, mucho más parecidos a la conducta de un hincha en un estadio de fútbol que a la de un científico que observa y manipula ratones en un laboratorio o un calculista que decide la dosificación de concreto y la cantidad de hierro que debe llevar una viga de hormigón armado.

Repasemos aquellos componentes constitucionales de nuestra psiquis ancestral, aquellas características ahistóricas que nuestra especie desarrolló para su propia supervivencia y que cada momento histórico (en nuestro caso, el sistema capitalista) explota al máximo para su propio beneficio, como una araña extrae el jugo de las moscas atrapadas en la telaraña donde la llevaron sus propios deseos. Entiendo que esta es una lista personal que puede y debe ser mejorada por otras contribuciones:

1. El miedo y el deseo

NUESTRAS SOCIEDADES ESTÁN MOLDEADAS en la comercialización de la vida, la cual, en Estados Unidos, ya existía desde mucho antes (¿qué fue el sistema esclavista sino eso mismo?) pero comenzó a radicalizarse en sus formas actuales a principios del siglo XX. El mercado y su púlpito mediático se basan en dos sentimientos básicos y primitivos que hicieron posible la sobrevivencia de la especie: el miedo y el deseo. Dos fortalezas que hoy son debilidades. Para el mercado, el deseo se centra en su impulso sexual (sin sexo no se venden ni autos ni canciones) y en la promoción del miedo.

En las democracias secuestradas, la política es un mercado, no solo del poder sino al servicio del mercado financiero. Por lo tanto, el miedo y el deseo también son sus dos componentes fundamentales. El deseo (la utopía) ha sido un bastión de la izquierda, como el miedo (la distopía) lo ha sido de la derecha. Como estamos en un tiempo histórico claramente distópico (ya no intentamos imaginar un mundo justo y feliz, sino salvarlo de la catástrofe social y climática) la derecha vende más fácil.

Es lo que está ocurriendo en casi todo Occidente y, en particular, en el centro ideológico de ese mundo comercializado, propenso a la narrativa irracional de la propaganda comercial y del sermón religioso, despegado de toda evidencia. De ahí, por ejemplo, que los negacionistas de las elecciones suelen ser los partidos de derecha. ¿Qué más negacionista que una religión o la cultura del consumo?

Los anuncios políticos de la derecha estadounidense se centran en la inoculación del miedo a los inmigrantes, a la “ideología de género” y contra todo grupo que por alguna razón es percibido como más débil: la amenaza de los de abajo (traducción: el miedo a los de abajo). Los diez millones de inmigrantes ilegales, los trabajadores más abnegados del país, poseen en su conjunto una criminalidad mucho más baja que el resto de la sociedad, pero son el blanco perfecto de la industria del miedo porque no sólo no pueden hacer lobby como la mafia de Florida sino, además, no votan. Por su parte, la “ideología de género” no es un mal reciente que va a destruir a la Humanidad, como plantean estos políticos, sino que es más vieja que las pirámides de Egipto: es el milenario machismo, con su necesidad de poder y con sus miedos sexuales. Si supieran que la aristocracia europea usaba peluca, calzas y tacones altos (símbolo de masculinidad, debido al uso en la equitación que le dieron los árabes), que los niños de la clase alta hasta hace poco eran vestidos de niñas, como el caso del presidente F. D. Roosevelt, y que los colores rosa y celeste por sexo fueron una invención reciente de las tiendas estadounidenses, se caerían de espaldas. O, más probable, lo negarían.

En política, como en el mercado, existen dos motores fundamentales: el miedo y el deseo. Más en una cultura basada en el consumo y en un sistema mercantil y exitista, casi siempre presentados como si se tratase de un organismo natural regido por una única ley, la Ley de la oferta y la demanda. Esa misma cultura se retroalimenta de la idea de que ambos, el mercado y su Ley primera son expresiones lógicas, abstractas y universales; no un sistema y una ley regulados y dirigidos por una ideología hegemónica y sus diferentes políticas locales.

El capitalismo promueve el deseo y castiga el placer. El deseo está en la raíz de toda publicidad comercial, pero el mercado del miedo también es importante, desde la venta de servicios de seguridad privada hasta los antivirus. En política, como estrategia y creador de realidad a partir de una ficción, el miedo es aún más fuerte que el deseo o la esperanza. Echando una mirada a los fenómenos más importantes de los últimos doscientos años, podríamos decir que tal vez la izquierda se centró más en reivindicaciones liberales sobre el deseo de los de abajo, desde la abolición de la esclavitud hasta las reivindicaciones de las minorías sexuales, raciales o nacionales. El miedo, en cambio, ha sido el componente central del fascismo, el que no sólo, en nombre de la libertad, requería que el individuo se sometiese a un líder o a un grupo étnico o nacionalista, con la mirada siempre puesta al pasado (factor común con las religiones) para salvar su existencia de los “peligrosos otros” a quienes debemos combatir e invadir antes que ellos lo hagan con nosotros. Es decir, el miedo real de los de arriba adoptado como miedo imaginario de los de abajo contra otros de más abajo, por su condición económica, militar, por su número o su estatus legal: campesinos, artesanos, judíos, negros, indios, inmigrantes, homosexuales, musulmanes, pobres, sin techo… La clase media siempre le ha temido más a una posible revuelta de los de abajo que a un constante y natural despojo de los de arriba, razón por la cual el miedo fascista prende con tanta facilidad cada poco tiempo, incluso en los de muy abajo que han ascendido un escalón hasta clase media baja.

El arte, aunque con un propósito diferente, también está lleno de obras que combinan estos dos poderosos motores de la vida psicológica y social. Los ejemplos más descarnados se encuentran en los cuentos de hadas y de historias sobre seres misteriosos en todos los continentes. En la antigua Grecia este impulso miedo-deseo se ilustró con los sátiros. Mil años más tarde, la historia surrealista más antigua que conocemos hoy como los cuentos de los Hermanos Grimm pero que los precedieron por muchos siglos, es el de la Caperucita roja. Como en un sueño, esta historia (sobre todo en sus versiones originales antes que los Hermanos Grimm y Disney la higienizaran con cloro) mezcla sexo, crueldad, misterio, engaño y muerte de formas tan inverosímiles como poderosas, lo cual se prueba con la misma edad del cuento: en 2023 la inocente Caperucita cumplirá mil años sobreviviendo al peligro del lobo en el bosque y en la casa del campo. Pero del par erótico miedo-deseo, el primer término representa la moralización de los otros para reprimir al segundo par, el que lleva a la tentación y al rompimiento de la prohibición. La prohibición representa la civilización, la lay, civil o religiosa. La autonegación, la auto represión, la renuncia son esas mismas leyes interiorizadas.1 Por estas mismas razones, en las expresiones públicas, desde la literatura, el cine hasta los sermones políticos, el miedo es la cara visible de la luna. Del otro lado está el deseo, la necesidad de transgresión, de cambio.

El miedo y el deseo llenan también las novelas policiales, de misterio, las películas comerciales y hasta el cine-arte. Crímenes, violaciones, la bella y la bestia, vampiros que clavan sus dientes en el sensual cuello de la indefensa mujer… Por no ir a la siempre recurrente Grecia antigua, con sus estereotipos sexuales: los hombres racionales tenían un pene pequeño, tipo el David o el Adán de Miguel Ángel, mientras los peligrosos y holgazanes sátiros del bosque (fantasías dionisíacas, irracionales) eran representados con penes tamaño burro de carga. La misma percepción se lee en las cartas de los esclavistas blancos del siglo XIX, temerosos de que la liberación de los negros esclavos condujera a una violación masiva de las mujeres blancas, cuando la realidad indicaba lo contrario: no sólo los hombres negros debían sufrir del látigo y el fusil, sino que las violaciones eran de los amos y patrones contra sus esclavas o sirvientas negras, casi siempre menores de edad, como fue el caso del Padre fundador de la democracia estadounidense Thomas Jefferson y de prácticamente todos los demás honorables esclavistas desde Canadá hasta Argentina. Este miedo-deseo pornográfico linchó a miles de negros liberados luego de la Guerra Civil en Estados Unidos. Linchamientos preventivos—y legales, como lo recomendaba la educadora y feminista y primera senadora por Georgia Rebecca Latimer Felton, quien en 1898 recomendó linchar a los negros que ganaron las elecciones en Carolina del Norte, ya que, afirmaba, cuanto más educados y cuanto más participan en política los negros, mayor amenaza suponían a la virginidad de las mujeres blancas.6

El mismo patrón es explotado actualmente y desde hace generaciones, por la industria poderosa de la pornografía, la cual abunda en hombres negros sobre mujeres blancas. Es decir, el miedo del poder abre una válvula de escape en su propia imaginación. Es la tradición de la festividad que rompe las reglas sociales y da vuelta su orden político una o dos veces al año, en contraste con la necesidad del ritual que, tanto en las religiones como en los tics psicológicos, necesita repetir cierto orden para sentir que tiene algún control sobre el futuro incierto, sobre lo inesperado, sobre lo temido, sobre lo que en realidad no tiene control.

Según Stephens-Davidowitz en su análisis de Big Data (Everybody Lies, 2017, las mujeres consumen dos veces más que los hombres videos pornográficos donde se ejerce violencia contra las mujeres. No hace falta aclarar que esto no significa ninguna valoración moral o ética, ya que refiere a fenómenos psicológicos.2 Uno de los personajes de mi novela Crisis (2012), uno de esos personajes detestados por su propio autor, lo había resumido así: “Al final, después que todas estas tonterías pasan, las aburriditas amas de casa, las correctas profesionales de corte feminista desean un macho que las humille en la cama. Sólo así recuperan sus olvidadas capacidades orgásmicas, deseando todo lo que su educación y su buena moral aborrece…”.7 Está en el índice de cualquier libro de Freud: en las ficciones, en los cuentos populares, el sexo ha sido cubierto por una espesa capa de simbolismo, como en los sueños. Hay que agregar: cubierto por el término más visible y represivo: el miedo.

Este factor constituyente de miedo y deseo también tiene una explicación en la más profunda prehistoria. En 2008, el profesor de psicología de la Universidad de Michigan (miembro del Laboratorio de Biopsicología y Neurociencia Afectiva) Kent Berridge observó que la dopamina, procedente del núcleo accumbens (área central del hipotálamo) y motivador de los animales en su búsqueda de recompensas placenteras (comida, sexo, drogas), también es responsable de la producción de miedo. Una vez que el equipo Michigan inhibió la producción de dopamina en ratones, no sólo decreció en ellos el deseo por recompensas, sino también, de forma simultánea, las ansiedades producidas por el miedo. El mismo equipo logró identificar las áreas del cerebro que efectivamente se relacionan con el miedo y el deseo, y encontraron que ambas estaban separadas por milímetros.8 Tanto el placer como el miedo son los responsables del éxito de supervivencia de la especie.

Una vez más, no es casualidad que los poderes del momento, desde los regímenes autoritarios clásicos hasta las democracias liberales dominadas por la ideología del mercado y un número reducido de señores feudales llamados corporaciones, hayan explotado y amplificado en su beneficio estas dos reacciones constitucionales de cada individuo. Desde los discursos políticos hasta los masivos anuncios publicitarios y, más recientemente, la dinámica algorítmica de las redes sociales.

2. La atracción por las malas noticias

VAMOS CONDUCIENDO POR UNA AUTOPISTA y, de repente, otro maldito embotellamiento. Nos molesta la imposibilidad de no avanzar a la máxima velocidad. Descargamos esa rabia imaginando e insultando a alguien que, por querer ir más rápido que el resto, terminó rozando a algún otro auto y, como consecuencia, cientos, sino miles de otros conductores responsables tienen que moverse a velocidad de tortuga durante diez, veinte minutos. Cuando el flujo de autos comienza a recuperar su velocidad normal, de repente vemos dos o tres automóviles destrozados a un costado de la autopista.

¿Qué es lo más racional que podemos hacer en esta situación? La policía y los paramédicos ya se han encargado de la situación. Nada podemos hacer para ayudar a alguien que ya no está o a alguien cuya vida quedará marcada para siempre con ese lugar y, sobre todo, por ese día que volverá una y mil veces por el resto de sus días. Lo racional de nuestra parte es mirar hacia adelante, concentrarse en el tránsito y evitar un nuevo accidente…

Pero no. Imposible no mirar hacia la trágica escena. Una persona se encuentra tendida en el suelo, aparentemente cubierta por una sábana o algo parecido. Otra es llevada en una camilla a la ambulancia. ¿Por qué tenemos que mirar una escena que desde el principio no prometía nada bueno? Miramos una, dos, tres veces hasta que por centímetros no chocamos otro auto, cuyo conductor también iba mirando los autos chocados y los cuerpos a un costado. Lo racional es enfocarse en el camino, en el tráfico intenso de la autopista, pero elegimos lo irracional: mirar las malas noticias, los policiales, los reportes de la guerra de turno.

Lo mismo hacemos cada día. Los informativos dedican secciones enteras a accidentes, asesinatos, balaceras, guerras y todo tipo de información tóxica que en ningún caso sirve para reducir la criminalidad en una ciudad o, dudosamente, sirva para elevar la conciencia pacifista en el resto del mundo. Desde un punto de vista político, ideológico, será usada para amplificar o minimizar una realidad, pero en cualquier caso el material de construcción procede de la más profunda naturaleza humana.

Esta irracionalidad fundamental no tiene excepciones porque procede de nuestros genes, los que evolucionaron por decenas de miles de años gracias a esta atracción de la atención por las malas noticias. Por entonces, esta atención-atracción por las malas noticias tuvo una utilidad para la sobrevivencia del individuo, de la familia y del grupo. Si las personas se concentraban más en lo que estaba bien tal vez hubiesen podido vivir mejor, pero para sobrevivir debían prestar más atención a lo negativo: una fiera merodeando la aldea; una tribu foránea aproximándose a nuestra tribu; un desconocido acercándose a la granja; una peste que se llevó al vecino o a una ciudad del otro lado del río.

Por cientos de miles de años, nuestra sobrevivencia dependió de prestar atención a las malas noticias, no a las buenas. No nos hizo más felices, pero a la evolución no le importa nuestra felicidad sino la conservación del grupo o de la especia. Aquellos que, por accidente genético, nacieron con la capacidad de ser felices con poco murieron antes de reproducirse. Aquellos obsesivos, a veces paranoicos, a veces fanáticos de alguna historia imposible, estaban más preparados, más alertas, y tomaron las mujeres que dejaron los felices ingenuos. Y se reprodujeron como conejos.

La cultura que surgió luego en sociedades complejas, sociedades de cientos de millones de individuos, trató de corregir esta realidad genética que, por cientos de miles de años, había surgido de tribus menos numerosas. Probablemente haya sido la primera contradicción entre nuestros buenos genes prehistóricos y nuestras malas respuestas a la nueva realidad de las primeras civilizaciones. Pero los vestigios de la atracción por la violencia, junto con el sexo, quedan y son el principal material de trabajo en una cultura hiper comercializada y en una civilización basada en el consumismo. Entre ellos los medios de comunicación, los cuales han dejado de ser un servicio público para convertirse en un negocio. En países compuestos de varios países, como Estados Unidos, los canales locales, muchas veces pertenecientes a conglomerados nacionales, priorizan el reporte de crímenes.3 Las cadenas nacionales o internacionales no hacen algo muy diferente: reportan guerras o promueven los eternos miedos que tarde o temprano llevan a los países y a los pueblos a guerras o todo tipo de violencia civil, casi siempre con un fuerte componente racista, clasista o nacionalista (en gran medida, tres variaciones de los mismo).

Pero si esta negatividad nos ayudó como especie por cincuenta mil o por cientos de miles de años, en nuestro tiempo no sólo sirven para intoxicar nuestras vidas, sino para que unas pocas compañías (en este caso, de la industria de la información) se lleven todos los beneficios por explotar, amplificar y traducir en beneficios monetarios una debilidad constitucional de la especie humana que, por lo general, pasa de forma invisible.

En Estados Unidos, la meca de los medios de comunicación controlados por corporaciones privadas, el negocio sobre esta debilidad evolutiva es incuestionable. Según el Center for Communication and Social Policy de la Universidad de California, para 1998 los programas de televisión centrados en la violencia ya sumaban el 60 por ciento de toda la oferta y la tendencia era al alza.9 Para 2012, la Indiana University registraba que el 70 por ciento de los programas de televisión para niños tenían contenidos violentos.10

Esta misma investigación concluyó que los niños podrían consumir programas no violentos si el mercado fuese capaz de crearlos. En otras palabras, más allá de la explotación fácil de las debilidades humanas por la ideología del mercado y sus beneficios, existe algo llamado educación y cultura que podría traducir las energías ancestrales en un nivel de civilización más elevado, fundamental para la sobrevivencia de los individuos y de la especie humana.

3. Masculinidad toxica

ESTA REALIDAD PREHISTÓRICA también se puede observar en la repetida persistencia de algunos elementos de la nueva cultura digital. Uno de ellos, por ejemplo, consiste en miles de videos breves sobre un muchacho que es acosado por un bully, muchas veces defendiendo a la desprotegida mujer. El muchacho a veces es un presidiario, un bebedor de cerveza en un bar o un estudiante preuniversitario. El muchacho es bueno. Es decir, o somos nosotros o es un miembro de nuestra tribu, los cuales siempre son buenos y son atacados sin razón.

La fórmula no es un invento de TikTok o de los videos de otras redes sociales. Ya existía en la era del cine y de las películas de Hollywood, tipo Rocky Marciano. La misma fórmula fue puesta en práctica por miles de años. A los efectos de este estudio, recordemos el discurso de Andrew Jackson de 1832 y de muchos otros presidentes, diarios, revistas y canales de televisión: “fuimos atacados sin provocación”; “debimos defendernos”; “nunca lo olvidaremos”.

Luego de recibir la burla y varios golpes humillantes por parte de “el otro”, nuestro héroe tribal (alter ego de nosotros mismos) reacciona y termina acertándole varios golpes fulminantes. Los espectadores, sin excepción (ni religiosa, ni política, ni ideológica ni de clase social) lo disfrutamos. Disfrutamos de la violencia y lo justificamos como la única forma de responder a una agresión previa. Más allá de que si juzgamos cada situación por separado es razonable pensar así, lo que importa para este análisis es la popularidad y repetición sin muchas variaciones de la misma fórmula. ¿Por qué? Porque la escena apela a instintos básicos, primitivos, prehistóricos, que dicen mucho de nosotros mismos, quienes no estamos dispuestos a ser analizados de esta forma.

La masculinidad del gladiador, del guerrero de la tribu (luego sublimada en el ídolo del fútbol y en el general genocida de alguna guerra lejana) era funcional a la salvación de la tribu, de nuestro grupo contra el grupo de los otros. En las sociedades más complejas de los últimos siglos, sólo se trata de una masculinidad toxica que produce más problemas que soluciones. Como el patriarcado: si alguna vez se justificó en alguna forma de organización feudal, desde hace siglos es un obstáculo al funcionamiento de sociedades más contemporáneas.

El software que alguna vez sirvió a un sistema llamado Windows 95 en este momento se ha convertido en un obstáculo, sino en un virus. Así, el software genético que alguna vez sirvió a un sistema de sobrevivencia humano, hoy es un virus, un obstáculo para el progreso o para, simplemente, la organización de una sociedad funcional y que aspire a la sobrevivencia como especie.

4. Sadismo y placer. Los débiles deben ser eliminados

POR MILLONES DE AÑOS, la naturaleza se ha servido del placer para impulsar a los individuos a tomar riesgos, a invertir energías que en principio no resultaban en ninguna ganancia, como sí lo eran la defensa o la alerta ante un peligro inminente, de la que ya hablamos más arriba. Una acción que no provee de un beneficio inmediato debe ser premiada por el placer. Ese ha sido el caso del sexo (gracias a la diversidad genética fue posible una evolución más rápida y, por lo tanto, una adaptación más efectiva a los cambios del ambiente) y, muy probablemente, podemos especular, ha sido también el caso del sadismo y de la burla.

El sadismo, el placer por el dolor ajeno, es otro impulso primitivo que ha saltado desde los rincones marginales de la sociedad civilizada (desde los rincones oscuros de algún barrio pobre o desde los rincones iluminados de alguna oficina rica) hasta las pantallas del mundo entero.