Niniél - Alejandro Barrera - E-Book

Niniél E-Book

Alejandro Barrera

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Beschreibung

NINIÉL es una historia atrapante, que te llevará a viajar por el tiempo y espacio, en un viaje fantástico. Serás testigo de lo que le sucedió a un fotógrafo documentalista, en una rutina de trabajo, cuando descubre un extraño objeto, por destino o casualidad. Debido a ese descubrimiento, empieza a experimentar una serie de sucesos, que lo hacen dudar hasta de sus facultades mentales. Por esa razón, antes de recurrir a un médico psiquiatra, busca ayuda en un arqueólogo de gran reconocimiento, y con ayuda de una fiel colaboradora, los tres juntos, descubren el acontecimiento histórico más importante en la trascendencia de la humanidad. Esa información cambiará sus vidas para siempre, por eso deben tomar una decisión muy importante, y el destino de todos quedará en sus manos.

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Seitenzahl: 240

Veröffentlichungsjahr: 2022

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ALEJANDRO BARRERA

Niniél

Barrera, Alejandro Niniél / Alejandro Barrera. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3225-1

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Novela de ciencia ficciónLos personajes y hechos descriptos en esta narración, son completamente ficticios, cualquier parecido con personas o hechos reales, es pura coincidencia.

Tabla de contenidos

CAPITULO 1: EL HALLAZGO

CAPITULO 2: EL PROFESOR

CAPITULO 3: EL DESCUBRIMIENTO

CAPITULO 4: LA REVELACIÓN

CAPITULO 5: EL SUSESO IMPREVISTO

CAPITULO 6: PISANDO TIERRA DEL PASADO

CAPITULO 7: DEMONIO BLANCO

CAPITULO 8: KAWIL

CAPITULO 9: PERIODO DE ADAPTACIÓN

CAPITULO 10: LA CONFESIÓN

CAPITULO 11: EL CASAMIENTO

CAPITULO 12: LA GRAN BATALLA

CAPITULO 13: ALGORITMOS

CAPITULO 14: PROYECTO NINIÉL

CAPITULO 15: EL ASCENSO

CAPITULO 1

EL HALLAZGO

¿Crees que el destino ya está escrito?

O crees que al destino lo construimos nosotros mismos…

Sea como sea, yo tengo el privilegio y la obligación, de contarte esta inimaginable historia.

Todo comenzó, en la ladera occidental de la Sierra Madre, en el estado de Chiapas (México), en enero del año 1995, cuando un fotógrafo documentalista llamado ArmandoGonzález, intentaba atrapar atravez de sus cámaras, imágenes de un animal que según los lugareños, era un misterio en la biósfera silvestre del lugar, ya que muy pocas veces se lo había visto, porque habitaba en una zona prácticamente inaccesible.

Armando, un hombre de perfil sencillo, con un poco de sobrepeso y de unos cuarenta años de edad, asimilaba con un poco de dificultad el clima húmedo de la nubliselva, pero su espíritu aventurero, lo impulsaba a seguir cueste lo que cueste. Siempre luciendo su sombrero australiano viejo y desgastado, que aún lo protegía de la molesta llovizna estival. Este hombre además de su sombrero, llevaba en sus hombros, un verdadero estudio de producción fotográfica y fílmica, perfectamente reducido, y bien acomodado en su mochila, además del equipo y correajes de alta montaña.

A paso firme y seguro, avanzaba por los senderos húmedos del bosque mesófilo, y el bullicio de las aves que era ensordecedor, parecía no aturdirlo.

Ya que en su mente solo estaba el objetivo de capturar esta vez, imágenes exclusivas del Jaguar melánico, que es una especie de cruza entre Jaguar y pantera.

Todo este sacrificio era un verdadero reto para él, ya que quería demostrarles a los críticos escépticos, que este tipo de animal existía en ese lugar, que solo cazaba de noche, y que habría que hacer algo con respecto a la biósfera, para protegerlo de su posible extinción.

Este pretencioso fotógrafo, tardó dos días en llegar caminando y escalando con gran paciencia.

Luego de mucho esfuerzo, llegó hasta una zona ubicada en cercanías del nacimiento de un arroyo, llamado por los lugareños Sangre del Tacaná.

Pudo llegar hasta ese lugar, gracias a los datos precisos que le habían aportado unos andinistas amigos suyos. Y alejado de toda civilización, incluso de los mismos lugareños, ya en pleno corazón de la Sierra Madre, pudo encontrar una pequeña meseta para montar su mini campamento, ya que en esa parte de la montaña, la ladera es muy escarpada y con mucho declive.

Con mucha paciencia, montó su equipo de cámaras camufladas en los árboles y riscos, dejando todo preparado para filmar tanto de día como de noche. Y al caer el sol, Armando activaba las cámaras infrarrojas, así estas comenzaran a grabar en la oscuridad. Y así repitió esta rutina, durante varios días y noches.

Todos los días recogía el material de grabación, y lo editaba en su computadora portátil, pues hasta el momento, solo había capturado imágenes de Jaguares comunes, que también estaban en peligro de su extinción en la zona, debido al rápido crecimiento poblacional en los alrededores.

Armando, es un hombre de mucha paciencia, ya que esperó e insistió, hasta que por fin llegó el momento tan esperado, cuando observó en un registro fílmico de una de sus cámaras nocturnas, las imágenes tan preciadas.

Ahí estaba el felino melánico… un poco sigiloso, compartiendo territorio con el Jaguar común.

Y mientras disfrutaba un café, con gran satisfacción y alegría, seleccionaba las partes donde aparecía el misterioso animal, y aunque estas imágenes no eran muy claras debido a la espesa neblina, igualmente Armando se puso muy feliz de haber dado con el lugar exacto, y cuando estaba seleccionando las mejores escenas para armar uno de sus documentales más valiosos… Ocurrió algo que le borró la leve sonrisa de felicidad que le adornaba. Porque mientras observaba el final de la grabación de una de sus cámaras nocturnas, una extraña situación llamó su atención, cuando observó que a una distancia no muy lejana, ya en plena madrugada, unas luces provenían del mismo arroyo, y se perdían dentro de la tupida vegetación boscosa.

Esta particular situación le intrigó mucho, porque el lugar donde él estaba, era de muy difícil acceso, y mucho menos para andar desplazándose en la oscuridad.

Entonces buscó encontrar algo mas en sus cámaras que grababan de día, y pudo observar en una de ellas, que al terminar el atardecer ya casi de noche, las luces salían del bosque selvático y se perdían en el arroyo.

Entonces empezó a buscar minuciosamente en sus registros de filmaciones anteriores, y notó que ahí estaban estas extrañas luces, entrando y saliendo del bosque, al otro lado del arroyo en los mismos horarios.

Armando lo primero que imaginó, es que se trataría de cazadores furtivos, y eso a él no le agrada en lo absoluto. Entonces pensó en averiguar de qué se trataba para hacer algo al respecto, ya que esta situación le incomodaba tanto, que ya no podía trabajar tranquilo.

Apenas anocheció, tomó su cámara filmadora y con mucho cuidado fue acercándose para investigar, al lugar donde los equipos habían captado el suceso.

Así, permaneció escondido detrás del follaje de unos arbustos, hasta que personalmente pudo observar atravez del visor infrarrojo de su filmadora portátil, que se trataba de tres hombres vestidos con ropa de camuflaje, fuertemente armados con fusiles, que iluminaban el sendero con unas linternas portátiles que tenían colocadas en sus frentes. Estos provenían del tupido bosque, y luego se perdían por un sendero al orilla del arroyo.

Armando, en su vida de fotógrafo de talla internacional, estaba acostumbrado a ver sujetos armados, por eso no se intimidó, así que esperó unos minutos y luego se acercó al arroyo para cruzar del otro lado de su angosto cauce, y empezó a seguir las huellas de las pisadas que dejaron los extraños sujetos.

Esta acción era prácticamente una locura, una porque no sabía con lo que se iba a encontrar, y otra es que el piso aparte de ser pronunciadamente inclinado, también permanecía siempre húmedo haciéndolo muy resbaladizo, y además de la oscuridad, la neblina por momentos, no dejaba ver nada.

Un paso en falso y la caída sería mortal, pero la curiosidad de Armando era más poderosa que su mismísima sensatez.

Luego de recorrer unos cincuenta metros, bordeando el faldeo de la montaña, llegó hasta una superficie un poco más ancha, donde pudo observar con la luz tenue de la lamparilla de su cámara filmadora, la imponente presencia de un paredón compuesto por rocas y limo, que de sus cornisas colgaban unos helechos enormes de un color verde muy intenso, que también compartían su paisaje con unas orquídeas exageradamente hermosas, que nacían de las grietas de las piedras cubiertas por humus, así estos adornos naturales le daban al lugar un encanto muy especial.

Armando, se lamentaba no poder fotografiar ese hermoso paisaje, ya que el flash de iluminación de la cámara podría delatar su presencia.

Pero se conformó con solo poder verlas, y siguió alumbrando a su entorno y fue ahí donde vio un montículo de tierra y piedrillas amontonadas, que parecían recién sacadas de alguna excavación. Entonces empezó a observar con mucha atención la pared de la montaña, hasta que pudo divisar unas ramas sueltas que intentaban ocultar la reciente excavación.

Esta, tenía como seis metros de profundidad hacia el seno de la montaña, y pareciera como si alguien hubiese tapado la entrada de un túnel, o algo similar, con muchas piedras y tierra, ¡pero hace muy mucho tiempo!... Porque el material que estos extraños sujetos extraían estaba muy endurecido.

También observó, que en un costado de la excavación había varias palas, picos, baldes, e incluso unos aparatos que al parecer, podrían ser detectores de metal, también había palitas, pinceles, una mochila, y una caja con cartuchos, que parecían ser de dinamita.

Al ver esto, Armando, tomó conciencia del peligro que corría por permanecer en ese lugar, así que para no ser detectado, apagó la lamparilla y empezó a usar de nuevo el visor nocturno de su cámara.

Con los sentidos del oído bien agudizados para escuchar si alguien se acercara, tomó coraje y abrió con mucho cuidado el cierre de la mochila, para ver que había en su interior.

Su curiosidad lo llevó a descubrir un mapa bastante viejo y maltratado, que tenía una leyenda escrita en un idioma ancestral, al que Armando siendo un hombre muy práctico en hablar lenguas de todo el mundo, identificó como idioma mam.

Éstas palabras estaban casi ilegibles, pero alcanzó a interpretar, que indicaban cómo llegar a ese lugar, tomando algunos puntos de referencias marcados con dibujos. Y también tenía otro texto escrito en castellano, pero éste tenía otro tipo de tinta, que decía, “posible beta de metal compatible con oro, a 15 metros de profundidad”. Y también estaban marcadas casi las mismas coordenadas que le habían dado a él, sus amigos andinistas.

Entonces dedujo, que se trataba de simples mineros, pero esa actividad estaba totalmente prohibida en esa montaña, y tampoco podía entender el porqué estaban armados de esa manera, ya que los Jaguares no suelen atacar a las personas, pero quizás ellos tenían otro criterio al respecto, o tal vez, sea para protegerse de algún posible ladrón.

Así que su curiosidad lo hizo entrar en plan de justiciero, y en medio de la noche, Armando fue a buscar su equipo de cámaras camufladas, y las instaló en lugares estratégicos cerca de la excavación, para tener un documental exclusivo del accionar de los supuestos mineros mercenarios.

Y ya, antes del amanecer, Armando pudo montar su estudio fílmico camuflado, y regresó a su campamento sin dejar rastro alguno de su curiosa visita.

Al llegar la mañana, el sueño y el desvelo se apoderaron de su lucidez, y poco a poco cayó en un profundo descanso.

Ya en la tarde, Armando estaba despierto esperando ansioso la llegada de la noche, para ir a recoger las imágenes captadas por las cámaras, y como lo consumía la impaciencia, decidió esperar en su escondite, y está vez vio a los sujetos salir del bosque, cada uno cargado con grandes mochilas.

Pues aguardó unos minutos mas, y después que se fueron, cruzó el arroyo, y agazapado fue acercándose a la excavación.

Y cuando llegó, vio que el bordo de tierra y piedrillas sueltas había crecido notablemente, y detrás de las ramas, pudo observar que la excavación era tan profunda, que en su interior solo se observaba más oscuridad. A todo esto Armando se guiaba atravez de su visor nocturno, y así ingresó al túnel, y después de recorrer unos 12 metros, pudo observar que se trataba de una caverna, y vio que sus paredes estaban llenas de relieves tallados.

Al parecer, estos sujetos habían descubierto una verdadera caverna arqueológica.

Armando estaba lleno de asombro, porque no tenia conocimiento de que en esa zona de montaña, hubiese registros de descubrimientos de arqueología.

Entonces en vez de retirarse, su curiosidad lo tentó de nuevo, y tomando coraje avanzó aun mas hacia el interior.

Y mientras más profundo ingresaba, pudo notar que la intensa humedad era asfixiante, pero eso no le impidió continuar.

Armando, totalmente entregado a su vocación, ni dudó en filmar todo lo que veía, esta vez no optó por el modo infrarrojo, pues optó por filmar con la lamparilla en su máxima potencia de iluminación, para no dejar detalle alguno sin registrar.

Ya en el corazón de esta cueva, se dio por convencido de que estaba en una verdadera caverna natural, y observó más dibujos jeroglíficos tallados en las paredes, y también vio muchos objetos tirados en el suelo, como vasijas, morteros, y utensilios.

Al parecer los sujetos desparramaron todo, buscando cosas de más valor.

Y al observar en los rincones notó que había recipientes con contenido ya endurecido, que puede haber sido maíz, y otros vacíos, y también observó grandes arcos perfectamente conservados y gran cantidad de flechas.

Al girar la visual hacia el otro rincón, vio unas mochilas grandes de color marrón, que al abrirlas pudo ver que estaban ya guardados objetos de metal labrados con forma de animales, que parecían ser de oro. Entonces Armando dedujo que las habían dejado los saqueadores para después llevárselas.

Siguió filmando, y pudo observar que en el medio de la caverna, habíaunpedestalelevadosobrepilaresdepiedra, aunoscincuentacentímetrosdelpiso, enelqueposababocaarribaelcuerpomomificadodeunapersona, conlosbrazoscruzadosensupecho.

Según el conocimiento de Armando en arqueología, pudo afirmar que esta persona, tiene que haber sido de una importante posición imperial, por los adornos de piedra Jade y obsidiana que lo adornaban, además de todas las cosas que tenia en su entorno.

Pero algo muy extraño despertó aun mas su curiosidad, cuando enfocó de frente a la momia, y pudo observar que atravez del visor de la cámara, que al alumbrarla con la luz, esta momia tenia colocado en su brazo izquierdo, una especie de brazalete o pulsera que brillaba de una manera distinta a los demás objetos que habían en el lugar, como si capturara la luz un tiempo más de lo normal, como fluorescente talvez.

Pues al observarla directamente sin el visor de la cámara, pero alumbrándola también, pudo notar que solo era una pulsera metálica de color gris opaco y sucio.

Entonces, en ese momento se puso a investigar el extraño suceso, porque notó que este fenómeno únicamente se podía observar atravez del visor de su cámara, porque a simple vista no se podía percibir.

Pues a Armando este misterio le generó un cuestionamiento en sus pensamientos, ya que buscaba una rápida explicación física, o química quizás.

Pues sus dudas oscilaban entre lo científico y lo inexplicable, y como no tenía mucho tiempo, decidió quitarle el polvillo que tenía encima, quizás las partículas de polvo que cubrían el metal, hacían que la luz refractara de una forma que el ojo humano no lo pudiese ver.

Entonces filmando con una mano, y estirando la otra, con el dedo índice le quitó el polvillo a ese extraño brazalete metálico.

Y para su gran sorpresa, en ese mismo instante, algo muy extraño ocurrió…

El objeto se enderezó, tomando una forma rectangular, y éste quedó como una cinta larga y sólida. Pues al ocurrir esto, Armando quedó paralizado, y aunque es un hombre escéptico con respecto a casos paranormales, empezó a pensar que los cuentos de momias encantadas podría ser cierto.

Pues la valentía todavía lo acompañaba, así que con temor levantó el objeto, lo observó detenidamente, y no notó más “que solo un trozo de metal”.

Ya no había explicación científica que avalara esta absurda situación, entonces Armando no pudo con su genio de súper curioso, y apoyando su cámara en el pedestal bien al lado de la momia, la dejó filmando y de paso iluminando todo este misterioso escenario.

Pues con su mano derecha acercó la cinta metálica a su brazo izquierdo, para ver que sucedía, y al tocar su muñeca… ¡inmediatamente la pulsera se cerró!

Entonces la curiosidad empezó a transformarse en preocupación, y en ese preciso instante empezó a experimentar una sensación de extrañas emociones, que lo hicieron suspirar seguidas veces, y acto seguido, lo invadió una mezcla de profunda tristeza, y al mismo tiempo, extremada alegría. Este conjunto de sentimientos acumulados en un solo instante, lo invadieron de tal manera, que sin querer ¡explotó en llanto! Cosa que Armando no hacía desde niño.

Al no entender lo que le estaba sucediendo, empezó a sentir miedo, y lo peor de todo esto… Fue cuando escuchó la voz de una mujer que empezó a llamarle por su nombre.

—¡Armando! ¿Eseestunombre?... ¿Armando?... ¿Puedesescucharme?

—Armando sorprendido por la extraña voz, y sin responderle ni una sola palabra, levantó la cámara y giró Inmediatamente alumbrando hacia todos lados buscando la mujer, pero no veía a nadie.

El susto que se llevó en ese momento, lo dejó tan alerta, que sus ojos parecían querer salírsele de su rostro buscando la mujer. Hasta se quitó su sombrero para mirar hacia arriba, pues el espanto que le estaba sucediendo, hacía que su corazón empezara a latir rápidamente, haciendo que su respiración se agitara cada vez más.

Entonces… Nuevamente la voz de la mujer volvió a llamarle por su nombre, como si ésta estuviera dentro de la caverna.

—¡Armando!… Armando, ¿me escuchas?

—Armando muy asustado continuaba girando constantemente, con su cámara alumbrando a su alrededor, y al no observar a nadie, empezó a dudar de sus propias facultades mentales. Pero a pesar de todo, intentó tranquilizarse, y supuso que el poco oxígeno de la cueva estaba alterando su sano juicio.

Entonces dejando la cámara nuevamente apoyada en el pedestal, intentó quitarse la pulsera forzándola con su otra mano, pero no pudo obtener resultados.

Entonces, buscó una estatuilla de metal macizo que estaba en una de las mochilas abandonadas, y se acercó a la luz lo más que pudo y comenzó a golpear la pulsera con el adorno de metal.

Golpeó y golpeó, pero no obtuvo resultados, lo único que logró, fue golpear su cámara accidentalmente luego de un rebote. Este golpe accidental arrojó la cámara al piso apagando su lamparilla dejando todo en completa oscuridad. Fue ahí que ya empezó a entrar en estado de pánico, entonces intentó buscar su cámara, y torpemente tropezó con alguno de los objetos que estaban en el piso, cayendo sobre la mismísima momia.

Todo revolcado y ciego en medio de las tinieblas, empezó a sacudirse, como intentando quitarse el polvillo que le dejó en su pecho el contacto directo con aquella temible momia…

y a todo esta suma de sugestiones, se le volvió a sumar la voz de la mujer que volvía a llamarle por su nombre, tan claro, que ahora parecía estar bien a su lado.

—¡Armando!... Armando, ¿puedes escucharme?

—Entonces ya, el extremado pánico, y la paranormalidad se apoderaron totalmente de su valentía, y aturdido por el terror, de rodillas en el piso tanteando con sus manos, encontró su cámara, y escapó corriendo de la cueva, como si fuese un niño asustado por fantasmas.

Y en su desesperación por salir urgente de esa cueva poseída, olvidó su sombrero, y también se olvidó del piso resbaloso y también el declive pronunciado.

Y así como salió… Así también se precipitó por la pendiente, cayendo a la deriva dando tumbos con su robusta silueta, rebotando con todo lo que se le cruzaba por delante, hasta que quedó atrapado entre unas enredaderas y helechos, justo al borde del sendero.

Armando quedó tan enredado, que luchó casi toda la noche para poder liberarse, sabiendo que pronto vendrían los saqueadores, pero el esfuerzo de tanto forcejear, lo fue agotando de tal manera, hasta que se quedó dormido roncando como un oso.

Afortunadamente despertó al escuchar las voces alteradas de los sujetos, que al parecer estos venían discutiendo entre ellos, pero gracias a la espesa niebla, no se percataron que Armando estaba a centímetros de sus pisadas.

A pesar de su aturdimiento, sabía que su vida corría peligro, así que optó por no moverse, y justo en ese momento, la voz de la mujer volvió a llamarle por su nombre.

—Armando… Armando, estáscorriendopeligro, debesalejartedeaquíahora, utilizaunaroca.

—Esta vez, la mujer hablaba más palabras, y parecía que seguía teniéndola a su lado.

Al escuchar eso, Armando se preparó para ser descubierto por los sujetos, ya que la voz de la mujer era de un tono bastante claro y potente.

Pero, un verdadero milagro sucedió… Porque notó que ninguno de los tres sujetos, escucharon la voz clara y potente de la mujer.

Entonces, fue en ese momento que comprendió, que solo era su mente que lo estaba traicionando.

Y también sabía, que no podía seguir en ese lugar jugando al justiciero, porque esos hombres no parecían ser nada amigables.

Cuando los hombres armados se alejaron, y con la tenue claridad del amanecer, Armando pudo ver como podía desenredarse. Entonces Inconscientemente, tomó una roca, y empezó a cortar las lianas, pero al hacer eso, la mujer siguió persistente con su voz.

—¡Armando!... Sequeahora, sipuedesescucharme.

—Armando ya estaba totalmente convencido, de que los cuentos de las maldiciones de las momias, era totalmente cierto, ya que nunca había vivido un hecho paranormal en persona, por eso estaba realmente asustado, pero a la vez sorprendido de estar viviendo algo así.

A pesar de todo, con paciencia logró zafar de los lazos de las enredaderas, que de por sí, también le salvaron la vida de no caer al precipicio que había metros más abajo.

Entonces al ponerse de pié, escuchó un disparo que provenía del sector de la excavación, y en ese momento, recordó que en la cueva dejó su amado sombrero, y también recordó que tenía su cámara filmadora, entonces se puso a buscarla, hasta que la encontró metros más abajo en el cause del arroyo.

Estaba totalmente destruida, pero igual la recogió, y al mirar su muñeca pudo recordar que también tenía que librarse de esa pulsera maldita.

Y pensó… Quizás esa momia fue una mujer, y como él le robó sin querer su pulsera, ahora el espíritu de la momia lo perseguía.

Pero descartó esa hipótesis, porque estaba convencido que era sugestión suya, y que cuando se tranquilizara, toda esa pesadilla terminaría.

Entonces todo dolorido por los golpes, cojeando se alejó lo más rápido que pudo del sendero.

Y llegando a su campamento, la voz volvió a llamarle.

—Armando... Armando ¿Puedesescucharme? Necesitoquemeayudes.

—Pero esta vez tomó aire, y mirando en todas las direcciones “se” dijo con voz baja pero firme.

—¡Basta!... ¡Ya no quiero “escucharme” mas!... Basta.

—Y el silencio volvió, y la voz dejó de llamarle.

Entonces se retiró sigilosamente de aquel lugar antes de que lo descubrieran, muy triste por abandonar casi todo su equipo de trabajo, aunque alcanzó a descargar la filmación del Jaguar oscuro.

Pero no tenia otra opción, él temía por su vida, si los saqueadores lo encontraban, no dudarían en hacerlo desaparecer.

Y si eran arqueólogos también era un problema, porque iban a culparlo por saqueador, si bien no tuvo intención de robar, pero en su muñeca tenia puesta, nada más y nada menos, que la mismísima pulsera de la momia. Así que optó por retirarse lo más pronto que pudo.

Y cuando estaba llegando a la base al pie de la montaña, escuchó una fuerte detonación, que hizo eco en todo el valle montañoso.

Lo primero que se le vino a la mente, fueron los cartuchos de dinamita, pero como no tenia pensado regresar a ese lugar, optó por alejarse.

Al llegar al primer pueblo, Armando había cubierto su antebrazo con la manga de su camisa, así que nadie notó la pulsera, y mas allá de todo lo que perdió, se lamentaba el haber perdido su amado sombrero.

Luego de un largo, amargo y duro viaje, ya una vez en la habitación del hotel, él colocó su brazo en una mesa, e intentó abrir con fuerza la pulsera, pero nada sucedía, entonces empezó a golpearle con una masa de hierro que había en esa habitación, pero la pulsera, ni si quiera se deformaba.

Hasta que cansado de intentar, la miró y le dijo en voz alta.

—Quiero que te quites de mí… ¡Pero ahora… Ya!

—Y así sucedió, la pulsera volvió a quedar erguida.

Armando suspiró de alivio, porque supuso que con este acto toda esa autosugestión terminaría, aunque seguía muy confundido por todo lo que había sucedido, y se juró a si mismo nunca más probar colocarse esa pulsera, entonces la tomó con cuidado, la envolvió con un pedazo de tela y la guardó en su mochila, para ver qué haría con ella.

Aunque por ahora necesitaba relajarse, y tomarse un tiempo para pensar, pues Armando temía contar lo sucedido, por miedo a que lo tomaran por loco, o saqueador, así que optó no hablar nunca con nadie sobre aquel extraño suceso.

CAPITULO 2

EL PROFESOR

Pasaron seis meses de aquel día del hallazgo, y Armando estaba disfrutando de unos días de descanso, en las playas paradisíacas de puerto Morelos, en la península de Yucatán, sentado a la sombra de un techo de paja que ofrece el bar playero, de Don Nicanor el pescador.

Mientras saboreaba un picante y sabroso burrito, observó que en las paredes del bar, estaban colgados interesantes objetos, como sombreros antiguos, trozos de maderas con inscripciones escritas en extraños idiomas de la antigüedad, un zapato de cuero viejo y de formado, que tiene que haber usado el mismísimo Hernán Cortés. Todo eso lo invadió de intriga, lo que lo motivó a preguntarle a Nicanor levantando su mano.

—Oye Nicanor…

Te hago una pregunta.

Esos objetos que posan en tus muros, ¿que son?

—Estos objetos son algunos de mi colección de hallazgos, que la gente, siempre trae de la playa, apariciones que descubre la marea, o que encuentran por ahí, y me los cambian por burritos y cervezas. Una vez me trajeron un sombrero grandote de cuero, que parecía de la época de Pancho Villa .

—Mientras relataba su historia, sus ojos azules se llenaron de brillo.

—Lo colgué en aquel rincón, donde hacía que el bar pareciera una taberna del siglo XVIII.

Hasta que un día, vino un tal MarcioGarcía, élesantropólogo, historiadoryprofesordelauniversidad, y me dijo que ese sombrero pertenecía tal vez a uno de los primeros revolucionarios de México.

Le atrájo su atención la buena conservación que tenia aquel sombrero, por eso me lo pidió para estudiarlo, y luego de un par de días, me ofreció una suma importante de dinero, a lo que no me pude negar.

Ese velero con líneas verdes, el que reposa en aquel muelle, lo compré con el dinero que el profesor me ofreció.

Recuerdo muy claro, aquel día que unos muchachitos me ofrecieron el sombrero a cambio de burritos y cervezas, y nunca los volví a ver, para darles una recompensa mejor.

—Este relato, inquietó mucho a Armando, porque inmediatamente le pidió a Nicanor algún número de teléfono, de aquel cazador de antigüedades, a lo que Nicanor accedió sin dudar.

Armando intentó comunicarse en varias oportunidades, pero el teléfono sonaba, hasta que lo atendió la contestadora automática, a la que decidió dejarle un mensaje que decía:

—Hola profesor, mi nombre es Armando González, el motivo de comunicarme con usted, es que tengo un hallazgo arqueológico bastante Interesante, solo quiero que lo vea y lo investigue, a lo mejor puede ser de mucho valor para usted.

—Y para sorpresa de Armando, al día siguiente, mientras desayunaba en aquella fresca y soleada mañana caribeña, su teléfono celular sonó, pues era el profesor García quien lo estaba llamando, a lo que contestó sin dudar.

—Hola Profesor, buen día, ayer le envié un mensaje.

—Hola Armando, buen día, si, escuché su mensaje, el viernes a las nueve de la mañana voy a estar con un poco de tiempo disponible, si usted quiere, lo entrevisto en la cafetería el Molino, que queda en el centro de la ciudad de Mérida.

—A lo que Armando le respondió que allí estaría.

Llegado el viernes, y Armando ya estaba en Mérida, casi eran las nueve de la mañana, él se dirigió a la avenida principal, y allá estaba un cartel que sobresalía con el nombre, EL MOLINO CAFÉ. Un lugar bastante conservador, mezcla de cafetería, con biblioteca de museo. Armando apenas ingresó, buscó identificar al profesor, y muy pronto una mano se agitó entre los clientes del lugar, entonces Armando se acercó hasta esa mesa.

—¿Profesor García?

—Preguntó.

—Si, yo soy, por favor tome asiento, dígame, ¿cómo consiguió mi número de teléfono?

—Pues mire… Un viejo pescador dueño de un bar lleno de extraños objetos, allá en Puerto Morelos, me dio su contacto.

—Ah, sí… Nicanor el pescador, lo recuerdo muy bien, cuando voy a la playa siempre lo visito, para ver si tiene algo de mi interés...

Dígame, ¿en qué le puedo ser útil?