No hay dos sin tres - Sergio Alejandro Rebasti - E-Book

No hay dos sin tres E-Book

Sergio Alejandro Rebasti

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Beschreibung

No solo los niños imaginan cosas, los más grandes también sueñan y viven esos sueños como realidad. ¿Alguna vez tuviste miedo de alguna persona muy cercana? ¿Fuiste víctima de un asalto? ¿Creés en los extraterrestres? Nada es lo que parece y estos cuentos te llevan a un mundo de fantasía o realidad: todo depende de tu imaginación. Cada cuento provocará sensaciones y ansiedades que se verán vislumbradas al final de cada uno.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Rebasti, Sergio Alejandro

No hay dos sin tres : cuentos cortos... para viajes largos / Sergio Alejandro Rebasti.- 1a ed.- Córdoba : Tinta Libre, 2022.

138 p. ; 22 x 14 cm.

ISBN 978-987-817-108-1

1. Narrativa Argentina. 2. Antología de Cuentos. 3. Cuentos de Ciencia Ficción. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2022. Rebasti, Sergio Alejandro

© 2022. Tinta Libre Ediciones

No hay dos sin tres

Cuentos cortos para viajes largos

Índice

ANDY Pág. 9

CRIMEN Pág. 19

EL VIEJO EQUIVOCADO Pág. 31

CUCHILLOS A LA ORDEN Pág. 37

ENCUENTRO TEMPORAL Pág. 41

LA PEQUEÑA Y GRANDE LILLE Pág. 47

EL GRAN ESCAPE Pág. 55

SIETE Pág. 59

UN CASO DE PELÍCULA: ROBERTO CARLOS Pág. 93

MASADA Pág. 109

GRACIAS POR SU TELÉFONO Pág. 121

JORO Pág. 125

ANDY

Años 70 del siglo XX

Mientras Andy bucea, el grupo de apoyo en el barco espera las imágenes de lo que fotografíe bajo la superficie.

—Andy, ¿me escuchas? ¿Cuánto aire te queda?, se avecina una tormenta. Cambio.

—Aún t… ngo... sufi… iente par... medi… hora, c… bio.

—Ok, recibido. Pero no te retrases; te aviso, si llega antes de los veinte minutos. Cambio.

—¡Oh!, acab… de divisar… algo a cinco grados al oest…, fíjate en el s… nar. C… bio.

—Sale entrecortado. ¿Dijiste cinco grados al oeste…? Sí, hay algo y muy grande. Creo que es lo que buscamos. Cambio.

—Proce… a invest… ar, está un poco más profun… de lo q… creíam… s. Calc… lo unos n… venta m… tros. La próxi… vez tr… iga… os… una campa… Voy bajan… muy despac… o. Cambi…

—Mira tu reloj, por favor. Tienes diez minutos y ya vuelves. Si no llegas, déjalo para mañana. Cambio.

—Ok, reci… do. C… mbi…

—Capitán, un submarino de origen inglés se comunica por radio. Quieren abordar.

—Ahora los atiendo.

»Andy, ¿me recibes? Hay un submarino inglés cerca, debe ser por nosotros. Cambio.

—Ok, supon… que habrán pa… do por esta zona antes y revolví… ro… el fondo. Por eso pudim… hallar el nauf… gio, recuerd… que estamos en aguas internac… nales, por si quier… cobrar peaj…, ja, ja, ja. Adem… tene… os los permis… s en regla. Camb… o.

—No te rías, los atiendo y enseguida vuelvo. Cambio.

Andy está llegando al naufragio, el cual está totalmente limpio de la arena que lo cubría, lo que deja a la vista óxido y todo lo que el océano brinda para que el sitio sea un hogar acogedor para las criaturas submarinas.

Mayo de 1915

Un submarino U-20 de la marina alemana, al mando del capitán Schwieger, regresaba a su base con el mínimo de combustible y apenas un torpedo preparado en los tubos de lanzamiento. Ha estado en una batalla donde llegó a hundir tres buques.

A través del periscopio, han divisado un enorme barco que navega a estribor, por lo que anotan en la bitácora:

Un cuatro chimeneas y dos mástiles, parece ser un buque de pasajeros de grandes dimensiones.

—¿Procedemos a hundirlo, señor? Está en zona de guerra, y tiene bandera inglesa.

—Entiendo, primer oficial, pero es un barco de pasajeros. Primero le daremos una advertencia. »Operador, comuníquese con el barco.

»Y envíe este mensaje:

»Buque de pasajeros de bandera inglesa, están en zona de guerra. Oportunamente, se ha informado que no deben navegar por estas aguas o serán considerados hostiles. Este es el submarino U-20 de la Marina Alemana. Detengan su marcha: serán abordados y luego de poner a sus pasajeros a salvo, la unidad será requisada y hundida. Confirme recepción.

En el buque, el capitán lee el mensaje.

—Operador, responda…

»Estamos esperando órdenes superiores. Solicito tiempo para respuesta.

—Disculpe, capitán, si nos abordan…, saldrá a la luz... —sugirió el primer oficial.

—Ya lo sé. Igualmente, si nos abordan o no, nos hundirán.

»Operador, comuníquese con el almirantazgo también. Necesito saber si me mandarán apoyo.

—Otro mensaje del submarino, señor —dijo el operador, mientras le entregaba un papel.

El capitán leyó, y con cara de decepción dijo:

—Tenemos exactamente diez minutos o seremos torpedeados.

Década del 70

La proa está partida, pero el resto del barco continúa en línea. Casi sin separarse, sus formas aún están intactas. Incluso mirándolo desde la distancia, el barco parece escorado. A pesar de la naturaleza marina que lo recubre, se nota el contorno del transatlántico. Las chimeneas son el recordatorio de su identificación; y su posición sobre el lecho marino demuestra, a las claras, que se hundió en un trayecto directo, apenas torcido por el peso o por el desnivel del fondo.

El buzo recorre el perímetro y aunque no advierte a simple vista el nombre de la nave, no pone en duda su descubrimiento. Las coordenadas son las aproximadas a los informes oficiales, el tamaño y el formato son los correctos. Por último, no había otro transatlántico similar que estuviese navegando en aquella época, ya que el gemelo estaba en reserva para uso médico.

Buceando cerca de la línea de flotación, halló el hueco producido por el torpedo del submarino alemán. Según los registros históricos, ese hundimiento sirvió de excusa para que EE. UU. ingresara a la Primera Guerra Mundial, debido a que parte de la tripulación que murió era estadounidense.

Andy ingresó por el hueco y comprobó que en el interior de la bodega de carga había tanto resto de armamento de guerra como para reabastecer a todo un ejército: cañones, fusiles, armas cortas, municiones en cantidades enormes. Pensó que su explosión, seguramente, favoreció el hundimiento rápido y parejo del navío.

Consultó su reloj, el tiempo disponible para la estadía en la profundidad ya había concluido. Apenas le quedaba el suficiente para subir sin apuro y evitar la descompensación por la presión. Salió del lugar cuando alcanzaba a observar algo fuera de la lógica de los informes oficiales, algo que lo preocupó y que luego discutiría en la superficie.

Mayo de 1915

—Operador, ¿tiene respuesta del almirantazgo?

—Negativo, señor.

—Envíe el mismo mensaje al primer ministro.

—A la orden, mi capitán.

—Capitán, hay más de mil pasajeros, sugiero obedecer al submarino.

—Sí, pero… tengo mis órdenes yo también.

En el submarino

—Capitán, ¿emergemos? Hay muchos pasajeros, y nos va a llevar tiempo.

—Aún no. No puedo saber si están pidiendo ayuda a la Marina de Guerra o a sus jefes. Estamos con poco combustible y solo un torpedo, no me puedo arriesgar.

»Operador, reitere mensaje y agregue que tienen cinco minutos o abriremos fuego.

—A la orden, capitán.

En el transatlántico

—Capitán, por favor, déjeme subir a la gente a los botes. Por lo menos alguien se salvará.

—Proceda.

»Operador, reitere mensaje a la Comandancia. Segundo oficial, prepare el sistema de autodestrucción.

—¿Señor? —El capitán lo miró con seriedad—. A la orden, capitán.

El submarino se coloca de frente al objetivo, a una distancia de 700 metros.

Década del 70

—Andy, dice el capitán del submarino que cualquier cosa que encuentres o fotos que tomes son propiedad de ellos, que hay un documento firmado con Inglaterra y Estados Unidos al respecto. Cubre todas las posibilidades, aunque estemos en aguas internacionales. Por favor, dime que no sacaste nada del lugar. Cambio.

—Ne… ga… tivo. No tomé nin… guna pie… za como prue… ba del hallaz… go. Ca… bio.

—Bueno, se oye entrecortado. Por favor, hablemos cuando llegues. Cambio.

—Estoy su… ie… do. Lle… aré just… con e… aire. Ca… bio.

—Recibido.

Después de unos minutos, el buzo sale a la superficie. A cierta distancia de la embarcación, se halla un submarino inglés con personal uniformado en la eslora y dos marinos apostados a los lados de un cañón.

—¿Cómo está el naufragio? ¿Se lo puede identificar? ¿Sacaste alguna fotografía? ¡Habla de una vez, hombre!

—Toma la cámara, saca el rollo y colócale este otro.

—Así me gusta, maldito bastardo.

—Billy tiene otras. Dales las que sacamos primero.

—Ok. Y nos ordenan que nos vayamos, este lugar ya no es explorable.

Mayo de 1915

En el submarino

—Primer oficial, prepare torpedo número… seis y único. —Mira por el periscopio—. Distancia: setecientos metros. Objetivo de frente: cinco grados sur.

El primer oficial ordena a todos que ocupen sus puestos de combate.

—Operador, comunique al navío lo siguiente:

»Los barcos que ondeen la bandera británica, o la de cualquiera de sus aliados, están sujetos a ser destruidos. El Mar del Norte ha sido considerado zona de guerra por los propios británicos. Están avisados.

—A la orden, mi capitán.

En el transatlántico

—Capitán, recibimos este mensaje. No queda tiempo.

—¿Los pasajeros?

—Recién se están agrupando, solo algunos ya subieron a los botes salvavidas.

—¿Operador?

—Negativo, capitán.

—Que Dios se apiade de sus almas. Primer oficial, a mi orden.

Con un gesto de negación y meneando la cabeza, responde:

—A la orden, capitán.

En el submarino

—Señor, algunos botes ya están saliendo de la zona.

—Operador, transmita: Pasaron los cinco minutos de plazo, procederemos a disparar.

—Capitán, si les diera diez minutos más, quizás…

—Gracias, oficial. Hemos perdido mucho tiempo y el enemigo puede estar muy cerca. No me puedo arriesgar más.

»Sala de Torpedos, fuego el seis.

Década del 70

—Estamos revelando las fotos, pero el submarino aún está a la vista.

—Busca las fotos número catorce y quince. Me las pasas al aparato.

—Ok, pero tardaré unos minutos.

—No hay problema.

—Andy, en la cubierta está el capitán del submarino.

—Ya subo. ¿Y Georgi?

—Cinco minutos más, sino se arruinarán.

Andy sube.

—Soy el capitán Alfred King de la Marina de Guerra del Reino Unido de Gran Bretaña. Amablemente, le solicito que entregue cualquier tipo de prueba, foto o elemento que haya encontrado o tomado del naufragio.

—Soy Andy. Amablemente, le muestro nuestro permiso para buceo de investigación otorgado por su Gobierno para el National Geographic. Lea usted.

—Muy bien, conozco este tipo de documentos. Pero fíjese usted en la cláusula número 159, inciso J: ahí explica que tengo jurisdicción y cualquier material fotográfico, militar o civil de un naufragio hallado en estas aguas es de propiedad del Reino Unido. Ahora, mire usted mis documentos y entregue todo lo que tenga.

—Mmm… —Leyendo—. ¡Georgi!, sube y trae todo el material fotográfico, por favor. ¡Esté como esté!

—Muchas gracias, caballero, muy inteligente de su parte.

Sube Georgi con todo el material solicitado y se lo entrega al capitán.

—Usted no se molestará, si mi oficial… revisa el laboratorio. Por si alguien olvidó algo.

—Revise, usted ordena.

Finalizada la inspección, el capitán se retira y queda a solas todo el equipo de operación del NatGeo. Pasado un tiempo prudencial, de entre sus ropas, Georgi saca y muestra una fotografía.

—¿Qué cosa te llamó la atención del naufragio?

—Que no creo que un único torpedo haya hundido semejante navío, con tantos compartimientos estancos. Por lo que pude apreciar, hubo una gran explosión, o muchas seguidas, porque hallé demasiado rastro de municiones.

»En segundo lugar, el perímetro del orificio en la base de la proa tiene los bordes hacia afuera y no hacia adentro… si hubiese impactado un solo torpedo.

»Tercero, la perforación de los torpedos no llega a superar los cincuenta o sesenta centímetros de ancho y esta perforación por mucho supera los dos metros de diámetro o sea que deduzco que el barco transportaba armamento militar y sea por el torpedo o por el mismo capitán del transatlántico, este se hundió en apenas dieciocho minutos, según los registros. Ahora, solo el tiempo lo confirmará.

Fuente: Pinterest.

El Lusitania fue realmente un barco militar, aunque iba camuflado como un barco de pasajeros. Su misión era romper el bloqueo a las islas británicas, para lo cual en sus bodegas transportaba cuatro millones de proyectiles fabricados en Estados Unidos y repartidos en 5.400 cajas, además de cobre y latón para uso militar. El paso de los años ha demostrado que tal hipótesis era cierta, a partir de lo que se pudo comprobar por los manifiestos de carga reales (que habían sido sustituidos por otros que solo informaban del embarque de comida y pasaje): entre las provisiones que se subieron al barco en Nueva York figuraba el denunciado material de guerra. Años más tarde, todos estos datos fueron ratificados por una expedición submarina que en el verano de 2011 alcanzó los restos del Lusitaniaen el fondo del mar. La investigación confirmó que los alemanes no mentían y que las bodegas del gran transatlántico estaban repletas de munición cuya presencia explicaría las diversas explosiones que se sucedieron al impacto del torpedo alemán y que acabaron hundiendo al Lusitania.1

CRIMEN

Abrió los ojos y observó a su alrededor. Estaba atada de pies y manos a los extremos de una cama, con unas medias de seda.

Se miró por debajo de su barbilla y se encontró totalmente desnuda.

Quiso gritar, pero solo pudo gemir. Sí, también tenía una mordaza que le apretaba las comisuras, y sintió el cuello mojado por la saliva que le caía.

Recorrió con la mirada el cuarto. Era pequeño, con una ventana a la izquierda, una cómoda con espejo frente a los pies de la cama, una puerta a continuación y a la derecha una silla al lado de las dos puertas conjuntas de lo que parecía un armario.

De pronto recordó, en su aún nublado pensamiento, la fiesta a la que había sido invitada por su amiga Sabrina. Se autoreprobó la debilidad porque no debió haber aceptado; sin embargo, el ego y la curiosidad por competir con su rival por las atenciones de Charly la llevaron a visitar ese maldito lugar que, por lo que sentía ahora, estaba fuera de control.

La tenue luz que ingresaba desde los focos de la terraza dejaba vislumbrar que —por la falta de elementos, muebles y hasta ropa personal— el cuarto pertenecía a esa categoría que llaman “para huéspedes”.

Cuando se abrió la puerta de entrada al cuarto, la luz del pasillo la cegó.

Al volver a entreabrir los ojos, ya no estaba en aquel cuarto. Ahora era distinto, paredes con azulejos blancos, una ventana mucho más grande a su izquierda, la cama metálica estilo de hospital y tres personas con guardapolvos blancos que ingresaban por la puerta a la derecha.

Se mira nuevamente y esta vez tiene un camisolín pegado sobre el transpirado cuerpo.

No tiene mordaza, pero sí está atada de pies y manos a los laterales de la cama.

—Señorita Clara, soy su psiquiatra: la doctora Calo. No debe temer nada, estoy a cargo de su tratamiento.

—¿Qué… me… pasó?

—Ha sufrido un episodio psicótico, pero no se alarme. El tratamiento que le brindaremos en esta institución será un poco largo, pero básico y efectivo. De esta manera evitaremos que usted se dañe o dañe a otros.

—¿Daños… a otros? Yo estaba… no recuerdo bien…

Uno de los enfermeros se acercó por la izquierda con una jeringa, dispuesto a inyectársela en el brazo.

—Ahora cierre sus ojos y relájese. Así comenzaremos más rápido el tratamiento.

—No contestó a mi preg…

Justo cuando el enfermero terminaba de inyectarla, Clara se desvaneció.

Abrió los ojos con desesperación y moviendo la cabeza. Las luces que la rodeaban a los lados la enceguecían, entonces escuchó…

—¡Corten!

»¿Será posible que no te puedas mantener quieta un instante? Eres la víctima, no te puedes mover ni abrir los ojos…

»Charly, … Charly —llamó al secretario.

—Sí, señor.

—¿Puedes darle algo? —le susurró al oído.

—Señor, director, ya… ya le di. No creo que su cuerpo resista algo más.

—Cállate estúpido. ¿Por qué no traes esas past… medicamentos que usamos en las fiestas con los políticos?

—Buenooo… eso es más pel…

—Tráelas inmediatamente o búscate otro trabajo.

—Sí, señor … director.

Clara, aún con la mordaza, comenzó a sacudirse. En un momento las luces se apagaron y todo quedó a oscuras. Trataba de vislumbrar algo en esa oscuridad, aunque (y a pesar de dilatar sus pupilas por completo) no llegaba a identificar nada.

Una luz poderosa se encendió frente a ella, luego otra y otra, pero no eran comunes, eran diferentes, directas, grandes, blancas, como de sala de operaciones. Alrededor de la cama, sombras que se movían rápidas, extrañas, pequeñas, grisáceas, deformes.

También sentía ruidos, no voces. Eran sonidos guturales, indescifrables que se comunicaban entre medio de las sombras grises.

Una mano fría se apoyó sobre su pie izquierdo, y el asombro fue mayor al ver de reojo seis dedos grises, largos, congelados, ásperos y rugosos. Quiso gritar, pero solo dejó escapar un gruñido. Una de las luces parpadeó y sus ojos hicieron lo mismo.

Nuevamente se hallaba en la habitación de la casa de Sabrina.

Por la puerta ingresaron dos muchachos jóvenes: uno de ellos, alto, de color, musculoso, parecía jugador de básquet; el otro, algo más bajo, también atlético, su cara, con una sonrisa socarrona, dejaba a la vista que era malvado. Seguramente, ambos pertenecerían al equipo del club al que Clara y su amiga Sabrina concurrían.

Por detrás de ellos, ingresó su infaltable amiga con signos de ebriedad. Se acercó a la cama y le dijo:

—Ahora verás, perra, cómo mis amigos te sacan tu puta e insoportable virginidad. Y ese orgullo de niña de campo que muestras desde que llegaste para atraer toda la atención tendrás que metértelo por el t