Oaxaca - María de los Ángeles Romero Frizzi - E-Book
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Beschreibung

La presente Breve historia de Oaxaca da cuenta de diversos aspectos políticos, económicos, sociales y culturales ocurridos desde los tiempos que la población humana ocupó este rincón del país hasta la actualidad. El autor construye una investigación que, incorporando las interpretaciones históricas más actuales con fuentes hasta hoy poco exploradas, permite al lector ponderar las rupturas y continuidades experimentadas en la región, puntualizando aquellos elementos que tienen una repercusión directa en los dilemas actuales de la población oaxaqueña así como de la población nacional.

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MARÍA DE LOS ÁNGELES ROMERO FRIZZI. Originaria de la Ciudad de México, estudió antropología en la ENAH y en la Universidad Iberoamericana. Se ha dedicado al estudio de la historia de los pueblos indígenas de Oaxaca en los siglos coloniales. Ha obtenido reconocimientos nacionales e internacionales.

CARLOS RAMIRO SÁNCHEZ SILVA. Licenciado y maestro en humanidades por la UAM; maestro y doctor en historia de América Latina por la Universidad de California en San Diego; miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Autor de libros y artículos sobre la historia social y política de Oaxaca durante los siglos XVIII-XX. Actualmente dirige el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la UABJO.

JESÚS EDGAR MENDOZA GARCÍA. Doctor en historia por El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores; ha sido docente en la ENAH, la UAM y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Actualmente es profesor-investigador del CIESAS.

JAIME BAILÓN CORRES. Licenciado en sociología por la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y doctor en ciencia social por El Colegio de México. Ha sido profesor e investigador en la UABJO, la Universidad de California en San Diego, el Instituto José María Luis Mora y la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Entre sus publicaciones destacan Pueblos indios, élites y territorio: sistemas de dominio regional en el sur de México. Una historia política de Oaxaca y El gobernador y los derechos de los pueblos indios: Benito Juárez en Oaxaca.

FRANCISCO JOSÉ RUIZ CERVANTES. Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Su investigación se concentra en la realidad social y política del estado de Oaxaca, de la República Restaurada a la posrevolución.

LUIS ALBERTO ARRIOJA DÍAZ VIRUELL. Doctor en historia por El Colegio de México, profesor-investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, especialista en la historia política y económica de las sociedades indígenas del sureste mexicano.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

OAXACA

MARÍA DE LOS ÁNGELES ROMERO FRIZZI CARLOS RAMIRO SÁNCHEZ SILVA JESÚS EDGAR MENDOZA GARCÍA JAIME BAILÓN CORRES FRANCISCO JOSÉ RUIZ CERVANTES LUIS A. ARRIOJA DÍAZ VIRUELL YOVANA CELAYA NÁNDEZ

Oaxaca

HISTORIA BREVE

EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 2010 Segunda edición, 2011    Primera reimpresión, 2012 Primera edición electrónica, 2016

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

D. R. © 2010, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2010, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México

D. R. © 2011, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4083-3 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZPresidenta y fundadora delFideicomiso Historia de las Américas

 

I. OAXACA: SU TIERRA Y SU GENTE

Yovana Celaya Nández

EN LA PARTE MÁS SUREÑA DE LA REPÚBLICA MEXICANA se encuentra el estado de Oaxaca, una tierra arrugada y montañosa. En 1776, Francisco de Ajofrín, un fraile capuchino, decía: “En esta provincia de Oaxaca parece que Dios puso todos los cerros y montañas que le sobraron después de que formó el mundo, poniendo también, tanta diversidad de idiomas”. Un geógrafo contemporáneo, Claude Bataillon, dice también que Oaxaca es un depósito de agua de donde divergen los sistemas del Papaloapan y del Río Verde, grupo de tierras altas al que se adjunta un conjunto de planicies tropicales, al este del Istmo de Tehuantepec y al norte hacia Veracruz. El estado de Oaxaca está localizado en la región sur del país, entre los 18°39’ y 15°39’ de latitud norte y los 93°52’ y 98°32’ de longitud oeste. Limita al norte con Puebla y Veracruz, al este con Chiapas, al oeste con Guerrero y al sur con el Océano Pacífico. La superficie territorial de la entidad es de 95 364 km2, lo que representa 4.8% del total nacional. Por su extensión, Oaxaca ocupa el quinto lugar del país, después de los estados de Chihuahua, Sonora, Coahuila y Durango, y políticamente está dividido en 30 distritos y 570 municipios (24% de los municipios del país).

La observación de Francisco de Ajofrín es acertada, pues la principal característica física del estado es su accidentada geografía, que torna difícil los accesos a las diferentes poblaciones rurales, principalmente en la temporada de lluvias. Es de destacar también que en el estado se encuentra una parte del llamado Istmo de Tehuantepec, el cual comparte con el estado de Veracruz. Es la porción terrestre más estrecha entre el Océano Pacífico y el Golfo de México, por lo que es una región geográficamente estratégica para las actividades comerciales de la economía internacional.

EL TERRITORIO

Es imposible entender Oaxaca sin tener en cuenta su escarpada orografía y su gente. Oaxaca es una tierra de montañas debido a que las dos cordilleras que corren paralelas a las costas de México: la Sierra Madre Occidental y la Sierra Madre Oriental, se juntan y prácticamente se mezclan en Oaxaca. En el territorio se encuentran la Sierra Madre del Sur, que se extiende a lo largo del Pacífico con una longitud de 1 200 km; la Sierra Madre Oriental, también conocida como Sierra de Oaxaca, con una longitud de 300 km, y la Sierra Atravesada, que tiene una longitud de 250 km. En el interior de la Sierra Madre Oriental se localizan sierras pequeñas, como la Mazateca o de Huautla, la de Cuicatlán, la Chinanteca, la Juárez o de Ixtlán y la Mixe. En la variada orografía de la entidad también se encuentran algunos valles, como el de Oaxaca y el de Nochixtlán; planicies costeras, como las del Istmo, y también hay cavernas o grutas, como las de la Cañada, San Sebastián de los Fustes e Ixcuintepec.

En Oaxaca existen dos vertientes en las que desembocan ríos: la del Golfo de México y la del Océano Pacífico. El río más grande de Oaxaca es el Papaloapan, al que se unen, entre otros, los ríos Grande, Tomellín, Santo Domingo y Tonto, así como el Río Coatzacoalcos —Uxpanapa, que nace en la Selva de los Chimalapas y desemboca en el Golfo de México. En la vertiente del Pacífico desemboca el Río Atoyac, afluente del Balsas, que se convierte en el Río Verde al atravesar la Sierra Madre del Sur. Como es natural, en su trayecto los ríos a veces dan saltos en las montañas y el agua cae formando cascadas. En Oaxaca, las cascadas más hermosas son el Salto del Conejo, la de Cabandihui, la de Yatao, el Salto del Fraile y la de Apoala. Las lagunas más importantes son las de Chacahua y Manialtepec, en la región de la Costa, y las lagunas Superior e Inferior, en el Istmo de Tehuantepec.

Las montañas dan lugar a una diversidad de climas, que van desde la aridez del Valle de Cuicatlán, en el noreste del estado, hasta la humedad de la Selva Zoque, en la región de los Chimalapas, colindante con Chiapas y Veracruz; desde el frío de las altas montañas de la Sierra Norte y el calor tropical de las costas. El estado cuenta con todos los ecosistemas: desde selvas húmedas y bosques tropicales hasta selvas secas, bosques espinosos y zonas desérticas. Esta diversidad hace posible que en la entidad existan cerca de 10 000 especies diferentes de árboles y plantas; entre otros, pino, oyamel, ocotero, encino, fresno, enebro, ahuehuete, casuarina, flamboyán, salvia, hinojo, palo mulato, tomillo, huamuche, cazahuate, laurel, mangle, guayacán, coquito, palma de coco, piña y zapote.

La fauna la componen mamíferos, como ardillas, tlacuaches, venados, armadillos, gatos monteses, tejones, mapaches, leopardos, jabalíes, tapires, tigrillos, monos araña y mazates; aves, como halcones, águilas, cenzontles, jilgueros, gorriones, calandrias y faisanes, y reptiles, como víboras de cascabel, boas y mazacotas. En los litorales del estado hay mojarra, lisa, guachinango, pez vela, dorado, camarón, carpa, tiburón, barrilete, pulpo y langosta, entre otras variedades.

La sobreexplotación de los recursos naturales, a causa de los altos índices de pobreza que registran algunas regiones, ha resultado en un grave problema de erosión del subsuelo. Ésta es ligera en 24% del territorio: los bosques tropicales húmedos y subhúmedos; en la selva media caducifolia de la costa; en la Mixteca, las sierras y el sur, en áreas de coníferas y lomeríos de poca pendiente; es moderada en 51% del territorio: costa del Istmo y zonas quebradas del bosque tropical subhúmedo y de coníferas de las sierras Sur y Norte; pero se vuelve grave en 19% del territorio: en la Mixteca Alta, en la totalidad del distrito de Yautepec y en gran parte del Istmo de Tehuantepec.

La presión ejercida sobre los recursos naturales ha traído como consecuencia un grave deterioro de los ecosistemas, que ha dejado a las comunidades sin la posibilidad de proveerse de los alimentos tradicionales. Los resultados son, tanto en lo social como en lo ecológico, altos índices de migración, erosión de suelos, reducción de la cubierta vegetal y pérdida de la diversidad social y biológica. La situación es una amenaza para las comunidades porque grandes porciones de su territorio pierden fertilidad. Aunado a esto, las estrategias políticas de desarrollo siguen confinando a los habitantes rurales a espacios cada vez más alejados de las tierras productivas, lo que lleva, tanto a indígenas como a campesinos, a extender sus campos de labranza a las zonas donde existía bosque, con la consecuente degradación ecológica de la región. Se puede decir que la pobreza es una de las causas que han provocado que diferentes especies de flora y fauna del estado de Oaxaca se encuentren en peligro de extinción o hayan desaparecido. Lo anterior no significa que se les adjudique a indígenas y campesinos la responsabilidad de la pérdida de biodiversidad. El que ellos deforesten sus bosques y selvas es sólo una estrategia para seguir reproduciéndose como cultura dentro de los confines territoriales que les heredaron sus padres y abuelos.

LAS REGIONES

Los límites del territorio de Oaxaca y la división interna de su espacio se han visto modificados desde la época prehispánica hasta nuestros días. Los eventos bióticos, abióticos, políticos, sociales y culturales se desarrollan en un tiempo y en un espacio determinados y constituyen eslabones de procesos complejos que inciden en la conformación regional. Sin embargo, la división territorial la realiza el hombre, que no siempre toma en cuenta estos parámetros, por lo que la división territorial resulta un buen indicador del paso de diferentes grupos culturales, hechos históricos, políticos, sociales y económicos acaecidos en la entidad que ayudan a explicar su desarrollo histórico y su situación actual. Las divisiones territoriales conforman unidades geográficas, que a su vez constituyen unidades geoestadísticas con base en las cuales se realiza el recuento de bienes y servicios contenidos en ellas. Estas unidades han cambiado en el tiempo y el espacio en superficie, forma, denominación, tenencia y toda una serie de atributos ligados a ellas (cobertura, población, uso del suelo, etc.). El territorio de Oaxaca encierra diferentes zonas geográficas y ecológicas. Sus límites no corresponden a fronteras geográficas naturales únicas, sino que constituyen prolongaciones de regiones naturales que se encuentran presentes en las entidades colindantes.

 

MAPA I.1. Regiones del estado de Oaxaca

FUENTE: UNAM/CIESAS-Istmo.

En 1932, atendiendo a una clasificación etnográfico-folclórica encaminada a la preservación de sus ceremonias y tradiciones, el estado se dividió en siete regiones: 1. los Valles Centrales, 2. la Cañada, 3. la Costa, 4. la Sierra, 5. la Mixteca, 6. el Istmo y 7. Papaloapan. Aunque tal división está muy difundida debido a que dichas regiones representan al estado en la popular festividad de la Guelaguetza, es preferible dividir al estado en un número mayor de regiones que den una idea más clara de su diversidad. En 1970, la Comisión Promotora del Desarrollo Económico de Oaxaca (Coprodeo) subdividió la región de la Sierra en Norte y Sur. Y durante la gubernatura de Ulises Ruiz, en 2009, por decreto constitucional se reconocieron ocho regiones. La división interna de cada región corresponde a distritos. En lo electoral, el estado se divide en 25 distritos y para efectos judiciales y fiscales, en 30. El distrito es la unidad administrativa que agrupa a un número determinado de municipios y facilita el ejercicio de gobierno.

INDICADORES: POBLACIÓN, ECONOMÍA, SALUD Y EDUCACIÓN

Las montañas han hecho de Oaxaca una tierra de gran diversidad, no sólo en sus sistemas de flora y fauna, sino también en su riqueza cultural y lingüística. De acuerdo con Alicia Baradas y Miguel Bartolomé, existen tantos Oaxacas como regiones o culturas estudiadas. Por su ubicación geográfica, Oaxaca quedó entre dos áreas culturales bien definidas: al este colindó con la cultura maya, que floreció en Chiapas, Yucatán y Guatemala; al noreste, con las culturas de la cuenca de México, como las de Tlatilco, Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan, con las cuales mantuvieron contacto los grupos culturales de Oaxaca. Desde el periodo prehispánico, el territorio oaxaqueño se ha conformado de un complejo mosaico de ambientes y culturas. En él se han registrado más de 4 000 comunidades hablantes de 16 idiomas: amuzgo, chatino, chinanteco, chocho, chontal, cuicateco, huave, ixcateco, mazateco, mixe, mixteco, mexicano, náhuatl, triqui, zapoteco y zoque. Estas 16 etnias se reconocen con base en criterios lingüísticos; sin embargo, dentro de una misma etnia idiomática existen con frecuencia variaciones dialectales que implican desde pequeños problemas de comunicación hasta la ininteligibilidad entre los grupos de hablantes. Los territorios de grandes grupos abarcan múltiples zonas ecológicas, desde la cálida costa hasta las frías montañas, infiriéndose el uso de distintos productos y recursos presentes en cada ambiente. Algunos de estos pueblos indígenas cuentan con muchos hablantes de lenguas locales, como el zapoteco (452 887), el mixteco (444 479), el mazateco (214 477) y el mixe (105 443). En algunos pueblos muy pocos conocen su lengua de origen, que por tanto corre el riesgo de desaparecer. Es el caso de los ixcatecos, entre los cuales sólo sobreviven unos cuantos ancianos. Los hablantes del chocho, conforme al último censo del año 2000, se reducían a 500 personas.

 

CUADRO I.1. Regiones y distritos judiciales y fiscales de Oaxaca

RegionesDistritosValles CentralesCentro, Zaachila, Zimatlán, Ocotlán, Ejutla, Tlacolula, EtlaMixtecasNochixtlán, Teposcolula, Coixtlahuaca, Huajuapan,Tlaxiaco, Silacayoapán, JuxtlahuacaCañadaCuicatlán, TeotitlánIstmoTehuantepec, JuchitánCostaPochutla, Juquila, JamiltepecPapaloapanTuxtepec, ChoapanSierra SurPutla, Sola de Vega, Miahuatlán, YautepecSierra NorteMixe, Ixtlán, Villa Alta

Los 16 grupos étnicos registrados en Oaxaca padecen altos grados de marginación, pobreza y aislamiento debido a la accidentada orografía y a los limitados recursos de la tierra. Sobreviven gracias a prácticas tradicionales estrechamente relacionadas con la naturaleza, producto de un conocimiento centenario acumulado gracias a la convivencia con su entorno y a su transmisión. Los planes de desarrollo, las políticas paternalistas y de clientelismo no se dirigen a una verdadera promoción social que permita sacarlos de su marginación económica o educativa, lo que significa que algunos oaxaqueños están destinados a empeorar su situación o mantenerla como está; pues hay poca esperanza de que en las condiciones actuales logren mejorarla.

De acuerdo con el censo del año 2000, la población del estado sumaba 3’438765 habitantes. Poco menos de la mitad vivían en las ciudades o villas: 1’531425 (44.5%), y el resto en el campo: 1’907340 (55%). El municipio más poblado es el de la capital, con 256 130 habitantes (7.45% del total), mientras que los municipios menos poblados son Santiago Tepetlapa y Santo Domingo Tlatayapam, con 140 y 160 habitantes, respectivamente; el municipio con más alto índice de crecimiento es San Jacinto Amilpas, que en 1995 contaba con 3834 habitantes y cinco años después con 8 434; en contraste, el municipio de San Miguel Santa Flor tuvo un registro negativo al pasar de 1 160 habitantes en 1998 a 874 en el censo de 2000.

El análisis del comportamiento poblacional del estado debe considerar la movilidad interna y externa de los oaxaqueños. La migración de éstos ha sido una respuesta a los niveles de pobreza y desempleo en el estado; primero comenzaron por desplazarse hacia las zonas fabriles, como Veracruz y Puebla o la Ciudad de México; de ahí avanzaron, en lo que los demógrafos llaman “cadenas migratorias”, hacia las grandes ciudades, como Los Ángeles, Nueva York o Chicago, y a pequeñas poblaciones agrícolas del sur de ese país, en donde la mano de obra de los campesinos mexicanos asegura los bajos costos de cosecha de legumbres y frutas. Las cifras más altas registradas son de 250 000 oaxaqueños que anualmente se desplazan a Estados Unidos para llegar incluso a Canadá. Es importante mencionar que con el paso del tiempo, además de los flujos internacionales, también han surgido movimientos de migración interestatal e interregional. Los migrantes nacionales se incorporan como fuerza laboral agrícola en los campos de la zona del Papaloapan, Sinaloa, Sonora, Baja California y Baja California Sur, así como a diversas actividades en la ciudad de Oaxaca, Veracruz, el Distrito Federal y el Estado de México. Un factor alarmante es el creciente uso de trabajo infantil; más grave aún es que los niños laboran junto con sus padres por necesidad, y en consecuencia abandonan la escuela y carecen de medios para salir de su nivel de miseria.

 

GRÁFICA I.1. Población de Oaxaca (1930-2005)

FUENTE: INEGI.

En 1990 el saldo migratorio neto fue de 527 272 personas, que aumentó a 662 704 en diez años. Ante este panorama, en el censo del 2000 Oaxaca fue considerado con un grado de intensidad migratoria media. Esto sin duda repercute en el despoblamiento de los municipios. Los datos del censo del 2000 reportan que en un decenio 45.5% de sus 570 municipios han perdido población, en 23.9% no crece la población, y 30.6% reportan bajos niveles de crecimiento. Los mayores flujos migratorios se originan en la Sierra Norte, la Mixteca y los Valles Centrales, y migran hacia Estados Unidos y en menor grado al interior de nuestro país.

En el ámbito económico, la movilidad ha representado beneficios para la población. Veamos algunos datos de remesas provenientes de Estados Unidos que en parte reciben directamente las familias y que generaron un círculo económico virtuoso en beneficio de la unidad familiar, como ha mostrado Marcello Carmagnani en “La agricultura familiar en América Latina”.

Es de destacar que los oaxaqueños se reagrupan en el extranjero en barrios, en los que siguen sus usos y costumbres, eligen autoridades y mantienen una su caja de ahorro de auxilio para ellos y para sus familiares que permanecen en Oaxaca. Este esquema de asentamiento de los migrantes oaxaqueños es el que prevalece en el territorio nacional. Por ejemplo, en el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, donde existe el nivel más alto de concentración de oaxaqueños fuera de Oaxaca, se reproducen rigurosamente las fiestas religiosas, la mayordomía, las velas istmeñas y el tequio. Se estima que en ese municipio medio millón de habitantes nacieron en Oaxaca o descienden de padres oaxaqueños, cuyas redes familiares se extienden a la delegación de Iztapalapa, en el Distrito Federal. De igual manera, los migrantes oaxaqueños han creado organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales en la defensa de sus derechos. Estas organizaciones operan como intermediarias entre el estado y la comunidad, y brindan un pronto apoyo jurídico y económico al migrante. Entre otras destaca el Frente Indígena Oaxaqueño Binacional (FIOB), que integra a organizaciones, comunidades e individuos de origen indígena, plenamente establecidos y con bases sólidas en México y en Estados Unidos, incluido Alaska. El objetivo de la FIOB es promover el desarrollo económico, político, social y cultural de las comunidades migrantes oaxaqueñas.

CUADRO I.2. Remesas provenientes de Estados Unidos (2005-2009)

Año20052006200720082009Ingresos en millonesde dólares1053.61321.01420.31456.51203.6

FUENTE: Banco de México.

No obstante que el mayor porcentaje de la PEA de Oaxaca se localiza en el sector primario, el estado presenta un alto déficit en materia de producción agrícola y pecuaria debido a que expulsa a sus hombres por la pobreza de sus tierras y las escasas oportunidades que encuentran para ganarse la vida. Tan grave es su situación, que el comercio del estado depende en más de 80% de la producción de otras entidades tanto de bienes manufacturados —pasta de dientes, jabones, cremas, aceites, etc.—, como de productos básicos.

CUADRO I.3. Migración nacional en Oaxaca (2000 y 2005)

20002005Inmigrantes76 76453 059Emigrantes139 70580 810Saldo migratorio-62 941-27 751

FUENTE: INEGI.

CUADRO I.4. Distribución de la PEA oaxaqueña por sector (2000)

SectorPorcentajePrimario (agricultura, ganadería, caza y pesca)41.09Secundario (minería, petróleo, industria manufacturera,construcción y electricidad)19.36Terciario (comercio, turismo y servicios)37.51Otros2.04

FUENTE: INEGI.

Más trágica es la carencia de productos básicos. En 2003 se registró un déficit de maíz de entre 100 000 y 200 000 t, una quinta parte de la demanda total; en cuanto al frijol, el déficit fluctúa entre 15 000 y 20 000 t, mientras que el arroz se ha dejado de producir en Juchitán y en la Cuenca del Papaloapan. El déficit o abandono de los cultivos es resultado de una baja productividad por la nula o escasa innovación tecnológica, aparte de la ausencia de políticas públicas relativas. No obstante este panorama, existen zonas privilegiadas con potencial agrícola y frutícola, como las regiones del Papaloapan, Tuxtepec, el Istmo, la Costa y la Sierra Sur. La producción que se genera en estas partes de la entidad se destina al comercio regional o al de la capital del estado y en menor medida al de otros estados. Es importante también la comercialización de la caña que se procesa en los ingenios del Papaloapan veracruzano, mientras que una parte de la producción de piña se canaliza a empacadores de la misma región y al Distrito Federal.

En lo que se refiere a la siembra de agave o maguey, que se utiliza para la producción de mezcal, se localiza en las zonas semiáridas de los Valles Centrales, Yautepec y Miahuatlán, donde se calcula que un aproximado de 20 000 familias se ocupan de abastecer a pequeñas fábricas artesanales localizadas en poblaciones cercanas a la capital del estado, o bien venden su producción a empresas del estado de Jalisco para la producción de tequila. Otra actividad económica en esas zonas es el tejido de la palma, que se realiza de forma familiar e individual; es frecuente ver a la gente desplazarse por las brechas tejiendo sombreros de palma, y, si se trata de sombreros Panamá, la palma fina se trabaja en cuevas húmedas.

El café, que es un producto que cultivan de años atrás, ha dejado de generar riqueza debido a las malas políticas gubernamentales, a la crisis internacional del precio del grano y a la sobreproducción. De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura federal, en Oaxaca 55 291 personas, en una superficie de 173 765 ha se dedican a la producción de café. Destacan como zonas productoras Santa María Loxicha con 18.9%, Tuxtepec con 11.5%, Huautla de Jiménez con 11.3%, Santos Reyes Nopala con 8.1% y San José de Tenango con 7.2%. El estado produce aproximadamente 14% del total nacional, en promedio de 50 a 765 mil sacos de café. Para el procesamiento se cuenta con 135 beneficios húmedos con una capacidad para procesar 5 533 quintales diarios, mientras que los beneficios secos suman 56 con capacidad para beneficiar 10 670 quintales por día.

Un último rubro que conviene mencionar es la silvicultura, riqueza fundamental de la entidad. Se localiza en las regiones de las sierras Norte y Sur, así como en parte de la Mixteca Baja, y en lo que se refiere a maderas preciosas, la zona de los Chimalapas, en la región del Istmo, cuenta con una tasa alta de tala inmoderada y de tráfico ilegal de madera, y con un sinnúmero de aserraderos y almacenes clandestinos. Esta actividad ha deforestado y dejado la tierra a expensas de la lluvia y la consecuente erosión. La tierra no sólo pierde humus; además, la tala de bosques produce deslaves, pues el terreno se queda sin las raíces de los árboles que amarran la tierra en su sitio. Deslaves y tragedias sepultan hogares y dejan tierras yermas, sin considerar los incendios forestales que se registran anualmente. Y la autoridad permanece silente. En el Istmo de Tehuantepec sobreviven los bosques y selvas tropicales húmedas más importantes del país; por su biodiversidad y la extensión que conservan, destacan los Chimalapas, Uxpanapa y el llamado Mixe Bajo. Esta zona de contacto entre la fauna y la flora de Norte y Sudamérica forma parte del grupo de ecosistemas que albergan todavía entre 30 y 40% de la biodiversidad del planeta. Constituye, al mismo tiempo, el único puente natural que une las selvas tropicales del país: caducifolias, subhúmedas y húmedas, entre la costa del Pacífico y el Golfo de México. Además, es la región del país con mayor disponibilidad de agua en función de su demanda, y donde existen los sistemas lagunares más grandes del Pacífico mexicano, con un enorme potencial pesquero, especialmente en materia de camarón, y donde se extienden las mayores planicies costeras del Golfo y del Pacífico, ideales para la explotación agrícola y pecuaria.

Un sector económico en franco crecimiento es el turístico. Las principales polos de desarrollo son la ciudad de Oaxaca, con sus sitios arqueológicos de Monte Albán y Mitla, y Huatulco y Puerto Escondido en la región de la costa. La inversión en la actividad turística por parte del capital privado estatal está completamente rebasada por la inversión privada nacional y extranjera, que, con el apoyo de Fonatur, tiene un completo dominio. No obstante, se intenta promover y consolidar la actividad turística, con grupos empresariales del estado que han sido invitados por esta institución para realizar inversiones. El mejoramiento de la comunicación terrestre y área y la puesta en operación de muelles en Bahías de Huatulco para embarcaciones de hasta 3 350 pasajeros dan cuenta de la importancia del sector como polo de desarrollo. Entre las actividades en que la gente pudiera trabajar están los servicios turísticos, además de la venta a los turistas alfarería, textiles, orfebrería y jarciería realizadas en talleres familiares.

En Oaxaca se identifican cuatro polos de desarrollo económico mayor, además del potencial de riqueza natural con que cuentan. Éstos son: 1. el Istmo de Tehuantepec, 2. la Cuenca del Papaloapan o Tuxtepec, 3. los Valles Centrales y 4. la Costa. Son estos polos los que apuntalan la economía de la entidad con sus diversas actividades productivas, comerciales y de servicios, que generan a su vez concentración de riqueza, población y servicios. Dada su importancia económica, se considera que éstos son los puntos prioritarios que deben impulsar los gobiernos municipales, estatal y federal, lo que significaría destinar mayores recursos presupuestales a fin de incrementar la producción e incentivar la actividad económica.

El fomento de tales polos de desarrollo ayudaría a disminuir los altos índices de marginación y pobreza que registra el estado. En su añeja marginación han influido una serie de factores concatenados: geográficos, políticos, económicos y sociales. Según la Secretaría de Desarrollo Social, 356 de los 460 municipios del país considerados de pobreza extrema pertenecen a Oaxaca, donde viven 687 753 habitantes que se encuentran clasificados en el nivel de muy alta marginación. Entre las variables que identifican la marginación se encuentran desnutrición en la población infantil, analfabetismo, contexto cultural, desempleo o ausencia de fuentes de empleo, migración y carencia de servicios como agua potable, energía eléctrica, alcantarillado, salud y recreación.

De acuerdo con información del gobierno del estado y del INEGI, menos de 2% de la población de la entidad tiene acceso a educación, vivienda digna, ingresos económicos suficientes y servicios básicos. Sin embargo y pese a las transferencias federales y las cuantiosas remesas de sus coterráneos en el extranjero, es poco lo que los diversos programas de atención educativa han podido reducir el analfabetismo, puesto que se nulifican debido a los continuos conflictos del magisterio, que paralizan toda posibilidad de educación continua y alientan la deserción escolar. De acuerdo con el censo del 2000, en el estado hay un total de 1’051469 alumnos inscritos, atendidos por 43 460 docentes y distribuidos en 9 955 escuelas. En los indicadores municipales, San Sebastián Tutla es el municipio con menor porcentaje de analfabetismo (1.73%), mientras que el mayor se encuentra en Santa María de la Asunción (41.84%); la media estatal es de 13.32 por ciento.

En materia de salud ha habido avances. En 1997 la esperanza de vida era de 71.5 años, más que en 1990, mientras que la tasa de mortalidad en niños menores de un año nacidos vivos pasó de 53.65 por cada mil en 1990 a 18.57 en 2008, una tasa tres veces menor. El sistema de salud atiende a 65.3% de la población oaxaqueña en sus 2 354 unidades, conformadas por hospitales y clínicas. En materia de bienestar social, se ha hecho un esfuerzo por dotar de agua potable, drenaje sanitario y electricidad a mayor número de comunidades. De esta manera, 79 de cada 100 oaxaqueños cuentan con agua potable y dos de cada cinco tienen servicio de drenaje sanitario en su hogar, pero donde se hizo un esfuerzo mayor fue en la dotación de servicio eléctrico a 4 200 localidades, lo que representa que 94% de los oaxaqueños cuentan con energía eléctrica en sus viviendas. No obstante los avances en estos indicadores, las tareas pendientes en materia de rezago económico, educativo y social son una asignatura pendiente.

II. LA HISTORIA ANTIGUA

Ma. de los Ángeles Romero Frizzi

VIAJEROS EN EL TIEMPO

AHORA INICIAREMOS UN VIAJE AL PASADO DE OAXACA. Se trata de un recorrido a través de más de 15 000 años. Antes de iniciar esta larga caminata es importante aclarar que, debido a que cruzaremos periodos muy largos, para no extraviarnos en el viaje los arqueólogos y otros estudiosos han dividido la historia en etapas. Esta división tiene el propósito de facilitar el estudio y la comprensión de los grandes cambios que la vida de hombres y mujeres presentó a lo largo de tanto tiempo. Por ejemplo, primero trataremos de conocer un poco la vida de los grupos nómadas, cazadores y recolectores que vivieron hace 10 000 años aproximadamente; después trataremos de entender cómo lograron domesticar las semillas, desarrollar la agricultura y establecer su vida en aldeas y siglos más tarde en ciudades de gran poderío.

Antes de empezar, también es importante tomar en cuenta que los arqueólogos apoyan su estudio en el análisis de los restos materiales que han sobrevivido de aquellas sociedades, como herramientas de piedra, restos de semillas, cerámica o fragmentos de ella, restos de edificios, entierros de personas con ofrendas como piedras preciosas, ornamentos de oro, vasijas decoradas y otros. Como es lógico pensar, de las épocas más antiguas han sobrevivido unos cuantos restos, y por eso sabemos poco de ellas; conforme nos acercamos al presente nuestro conocimiento es mejor, debido a que contamos con más restos materiales y mejor conservados, y sobre todo porque tenemos textos escritos por aquellas personas que vivieron antes que nosotros.

LOS PRIMEROS POBLADORES DE OAXACA

Al final de la llamada Edad del Hielo, cuando la mayor parte de la tierra estaba cubierta por gruesos mantos gélidos, grupos humanos empezaron a penetrar al continente americano por el Estrecho de Bering. No hay un acuerdo de cuándo sucedió esto, pero debió de ser hace 15 000 o 12 000 años. Aquellos grupos fueron avanzando lentamente hacia el sur del continente en persecución de rebaños. Los primeros grupos humanos entraron en Oaxaca durante el Pleistoceno Tardío, hace 15 000 u 8 000 años. Los estudios realizados indican que 9 000 años antes de Cristo pequeñas bandas de cazadores vivían en los alrededores de Mitla. Sabemos muy poco de esos tiempos tan lejanos. A menudo se piensa que aquellos grupos humanos vivían principalmente de la caza de gran fauna, como mamutes y bisontes, pero hallazgos recientes muestran que dependían sobre todo de venados, jabalíes, conejos, liebres, zorrillos, ardillas, ratas silvestres, codornices y otros animales pequeños, además de los frutos y semillas que recolectaban. De esa época se encontró una punta de flecha en un sitio cercano a Mitla y una pequeña punta de dardo cerca de Guelavía, los dos en el Valle de Tlacolula.

CAZADORES Y RECOLECTORES (8000 A 2000 A.C.)

Los estudios han mostrado que hacia 8000 a.C. el clima cambió haciéndose menos frío. Esto permitió que los pequeños grupos de cazadores dejaran de recorrer grandes distancias siguiendo a los rebaños y empezaran a depender más de la recolección de raíces y frutos como bellotas, semillas de mezquite, nanches, tunas y semillas de guaje, que podían obtener en áreas más pequeñas con desplazamientos más cortos. Al final de la época de lluvias, cuando los alimentos eran más abundantes, estos grupos formados por unas cuantas familias debieron de reunirse en campamentos donde realizaban ceremonias rituales y sociales e intercambiaban productos. Durante la sequía, estos pequeños grupos volvían a sus actividades habituales de caza y recolección. Este largo periodo ha sido denominado con el nombre de Arcaico.

Las familias vivían en abrigos temporales construidos con palos, ramas y pieles o en cuevas o abrigos rocosos. En Oaxaca hay restos de esa época en las cuevas de Guilá Naquitz, cerca de Mitla. En estas cuevas, el profesor Kent Flannery y su equipo localizaron numerosas semillas como las antes mencionadas, además de fragmentos de calabaza y cáscaras de frijol. Estas semillas, fechadas entre 8750 y 6670 a.C., provenían de plantas silvestres que eran recolectadas como alimento. A través del tiempo, de la observación y de pequeños experimentos, aquellos cazadores-recolectores comenzaron a domesticar la calabaza para usar su fruto, la jícara, como recipiente. Los restos encontrados en las cuevas de Guilá Naquitz muestran que desde 8000 a.C. aquellos grupos recolectaban calabazas silvestres para su alimentación, y no fue hasta alrededor de 6900 a.C. cuando lograron domesticar una variedad de calabaza (la Cucurbita pepo). Una vez lograda la domesticación de la calabaza, otras plantas fueron añadidas a los cultivos, entre ellas los frijoles negros.

El maíz, la planta más importante de México, fue domesticada varios siglos después de la calabaza. En un principio, los grupos humanos que habitaban los abrigos de Guilá Naquitz comenzaron a recolectar un tipo de pasto, llamado teocentli, el antepasado del maíz. Los ejemplos de maíz hasta ahora localizados eran mazorcas pequeñitas, no más largas de 2.5 cm. Otros ejemplos fueron localizados en Santo Domingo Tomaltepec, también en el Valle de Oaxaca, y fechados entre 1300 y 1200 a.C. En todo México sólo se han localizado tres sitios que indican la domesticación de plantas: unas cuevas en Tamaulipas, las cuevas de Coxcatlán y San Marcos, en el Valle de Tehuacán, y las de Guilá Naquitz en el Valle de Oaxaca. Es muy probable que por difusión el conocimiento de la agricultura se extendiera a otras regiones. El paso de la recolección a la capacidad de producir los propios alimentos transformó la vida de la sociedad.

LA ÉPOCA DE LAS ALDEAS (1600 A 500 A.C.)

Aproximadamente hacia 1600 a.C., gracias a la agricultura, los grupos humanos que hasta entonces habían residido en campamentos temporales pudieron permanecer por más tiempo en un solo sitio, transformando su vida nómada en sedentaria. En el paisaje fueron apareciendo pequeñas aldeas. Restos de esos asentamientos humanos han sido localizados en el Valle de Etla, en los lugares conocidos actualmente con los nombres de San José Mogote, Hacienda Blanca y Tierras Largas; también en la Mixteca Alta, en las Lomas de Yucuñudahui, en el Valle de Nochixtlán. En esas aldeas la población podía permanecer todo el año gracias a las plantas que lograban cultivar en pequeños claros del bosque.

Con el tiempo, el número de aldeas aumentó en los valles de Oaxaca y Nochixtlán. Es muy probable que existieran en otras regiones del estado, pero los restos de esas antiguas poblaciones no son fáciles de localizar. Por los sitios donde se han desarrollado investigaciones arqueológicas sabemos que aquellas familias vivían en casas construidas de bajareque (palos cubiertos de lodo), ya tenían una cerámica sencilla, almacenaban los granos y enterraban a sus muertos. La agricultura hizo que la vida de aquella gente fuera relativamente menos dura y permitió que las primeras aldeas empezaran a tener más población. Unas aldeas tenían entre 50 y 300 personas, y más tarde (entre 1150 y 800 a.C.) el poblado más grande del Valle de Oaxaca llegó a reunir una población aproximada de 1 000 personas; lo conocemos con el nombre de San José Mogote y se localiza en el Valle de Etla.

Los estudios realizados en San José Mogote nos han revelado con mayor detalle la vida de aquellas personas. Los restos físicos analizados muestran una sociedad más compleja. Ya no se trataba tan sólo de grupos organizados en torno al parentesco, la edad o la habilidad para cazar. La sociedad estaba dividida en jerarquías: grupos con diferente poder y prestigio, y estas diferencias se apoyaban en ideas religiosas. Todas las personas de una aldea se consideraban descendientes de un antepasado común: el fundador del pueblo; las familias que probaran ser descendientes cercanas de éste gozaban de un mayor prestigio y respeto entre el resto del grupo. Las diferencias entre personas empezaban a ser importantes, pero no eran tan acentuadas como lo serían más adelante. Los arqueólogos piensan que en aquellas aldeas todas las familias participaban por igual en la agricultura, la caza y la recolección, aunque ejercieran tareas distintas. La diferencia jerárquica se comenzó a destacar cuando un miembro del clan reclamaba ser descendiente o tener la cercanía con los antepasados fundadores y desarrollaba el culto en torno a esos antepasados. Los cultos al fundador y a los antepasados son los antecedentes remotos de la ceremonia de los muertos que hoy se celebra.

En aquellos tiempos, en las aldeas comenzaron a practicarse otros rituales que habrían de formar parte de la cultura de la población indígena de Oaxaca. En San José Mogote, en un espacio que ha sido identificado como La Casa de los Hombres, los arqueólogos encontraron navajas de obsidiana y espinas que se utilizaban muy probablemente para sangrar partes del cuerpo. Además se usaban plantas narcóticas, como el tabaco, mezcladas con cal para ritos religiosos. Las distinciones también surgieron entre las tareas de las mujeres; primero se dedicaban al cuidado de sus niños y a preparar los alimentos, pero después hubo quienes realizaban rituales femeninos, eran curanderas y parteras y practicaban el arte adivinatorio arrojando maíces o frijoles en una pila pintada de colores, para tratar de entender la causa de las enfermedades o saber si el día era propicio para llevar a cabo algunas actividades, como contraer matrimonio. Mediante el sacrificio, los hombres posiblemente trataban de asegurar la fertilidad de la tierra, tener una buena temporada de lluvias o calmar la furia de las fuerzas sobrenaturales.

Entre 1400 y 1150 a.C., la sociedad de San José Mogote aún no dejaba ver grandes distinciones sociales, aunque, como describimos, existía ya una casta de sacerdotes y cierta división del trabajo incluso entre las mujeres. Al pasar del tiempo se nota la prosperidad. Los restos de las casas y las tumbas, con sus ofrendas elaboradas con magnetita, jade y cerámica, hacen pensar que las diferencias entre las familias empezaban a ser importantes. Por esa época apareció un estilo de arte que era común en regiones muy lejanas a Oaxaca; se trataba de un grabado en piedras y en cerámica conocido con el nombre de estilo Olmeca. La presencia de este arte en diferentes partes de Mesoamérica indica que el intercambio de objetos suntuarios o rituales, incluido el de bienes de uso común, entre regiones lejanas eran ya parte de la vida de aquellas culturas.

Entre 700 y 500 a.C. San José Mogote fue el principal centro en el Valle de Oaxaca, aunque otras comunidades surgen con el aumento de población, por ejemplo, Huitzo, Tilcajete y Yegüi, cerca de Tlacolula. Eran pueblos cabecera de otros asentamientos, separados entre sí por grandes extensiones de tierra vacua. También se han localizado restos de algunas aldeas en el Valle de Nochixtlán, aunque el Valle de Oaxaca, para estas épocas tan antiguas, es de las regiones mejor estudiadas no sólo en México sino en el mundo. Para etapas más recientes, después de 500 a.C., los estudiosos han excavado en la Mixteca, en la región de la Cañada y en el Istmo de Tehuantepec.

En esa época, en el Valle de Oaxaca existía una rivalidad entre los poblados de mayor tamaño. Se han encontrado restos de templos incendiados y pruebas de que hubo prisioneros sacrificados. San José Mogote creció en tamaño y las familias de más poder comenzaron a mostrar su autoridad y capacidad de mando sobre otros sectores de la sociedad. La plataforma de San José Mogote, base de sus templos, fue construida con bloques de roca que pesan aproximadamente media tonelada. Sobre esa plataforma los profesores Kent Flannery y Joyce Marcus localizaron una lápida de piedra labrada que muestra a un hombre desnudo muerto. Sus ojos están cerrados y sobre su pecho vemos volutas de sangre que indican que le han extraído el corazón en un ritual de sacrificio. Entre sus piernas podemos ver un glifo leído como 1 Temblor, aunque no todos los estudiosos están de acuerdo con esta interpretación. La comparación de este grabado con otros posteriores nos indica que representa a un prisionero de alto rango, sacrificado después de ser capturado en batalla. Se llamaba 1 Temblor, de acuerdo con la fecha de su nacimiento y conforme a la cuenta del calendario ritual. Una vez más encontramos en San José Mogote pruebas del inicio de lo que en los siglos siguientes sería parte central de la cultura de los pueblos de Mesoamérica: el calendario ritual de 260 días y el sacrificio humano.

De acuerdo con los estudios realizados por Flannery y Marcus, entre 600 y 500 a.C. los restos físicos de San José Mogote muestran un cambio sorprendente. San José, la comunidad más grande del valle, perdió la mayor parte de su población; el centro ceremonial y las residencias de las familias de más poder fueron abandonados casi por completo. Lo mismo sucedió en otras aldeas del Valle de Etla. En forma inesperada y sin que sepamos las razones por las cuales lo hicieron, en un sitio deshabitado, en la cima del cerro que hoy conocemos como Monte Albán, posiblemente una montaña sagrada, se comenzó a construir un asentamiento nuevo. Era un lugar carente de buenas tierras y construir ahí significaba un considerable esfuerzo. Los nuevos dirigentes de Monte Albán lograron organizar y controlar a los trabajadores procedentes de varias comunidades del valle. Ellos tuvieron que trasladar desde el piso del valle hasta la cima de la montaña los materiales de construcción: piedra, inmensos monolitos, arena y muy posiblemente hasta agua. Hacia el 400 a.C. Monte Albán tenía ya una población de poco más de 5 000 habitantes y 200 años después, arriba de 17 000 personas, lo cual la convertía en una de las ciudades más grandes del continente americano y representaba una transformación en la organización de la sociedad, una revolución urbana.

LA ÉPOCA DE LAS CIUDADES-ESTADO (500 A.C.-800 D.C.) 

El poder y la influencia de Monte Albán duraron más de 13 siglos. Primero nivelaron la cima de la montaña (alrededor de 500 a.C.), y hacia el siglo VIII de nuestra era Monte Albán era el centro principal del poder político y económico de la región. En el siglo VIII su población comenzó a disminuir y la ciudad casi fue abandonada. Sin embargo, la ciudad antigua conservó siempre su carácter sagrado y, en los siglos siguientes, la gente de varios reinos del Valle ascendía a sus cimas para realizar ofrendas y enterrar a personas de prestigio.

Durante esos 13 siglos la ciudad se desarrolló arquitectónicamente; sus habitantes tuvieron una escritura propia, establecieron relaciones diplomáticas y guerreras con otras ciudades-estados como los reinos mayas y del Altiplano de México, y desarrollaron una cultura muy refinada. El trabajo humano invertido en Monte Albán y la capacidad de organización de aquella sociedad son inimaginables. Los dirigentes de Monte Albán coordinaron el trabajo de cientos de hombres durante dos siglos hasta nivelar la cima de la montaña; luego construyeron una gran plaza ceremonial rodeada por palacios y templos, en cuya parte norte se mandó edificar una gran plataforma con una inmensa serpiente de estuco, que debió de representar, al igual que en otras ciudades mesoamericanas, un animal con poderes sobrenaturales que protegía a la ciudad. Esta escultura fue cubierta por construcciones posteriores, pero actualmente se puede ver una réplica al ingresar al museo del sitio.

Al sur de la plaza de Monte Albán se edificó, entre 100 a.C. y 250 d.C., una de las construcciones más importantes y más reveladoras del poder de la ciudad: la llamada Galería de los Danzantes. Se trata de una plataforma construida con hileras de losas labradas que representan individuos en posturas extrañas, parecidas a las de los danzantes; de ahí el nombre del edificio. Pero las figuras no son de danzantes pues tienen los ojos cerrados y la boca abierta. La postura de sus brazos indica que se trata de individuos que han fallecido; sus ornamentos revelan su alto rango (por ejemplo, collares y orejeras), pero su desnudez es un signo de humillación. A varios de ellos les habían mutilado los genitales. Por este motivo se piensa que se trata de una representación masiva de cautivos de guerra, un alarde del creciente poder militar de Monte Albán.

En el extremo sur de esta galería de prisioneros Alfonso Caso localizó, en 1934-1935, dos estelas grabadas con signos que constituyen los ejemplos más antiguos de que los zapotecos, entre 500 y 400 años a.C., habían desarrollado una escritura. Se trata de dos columnas de glifos con referencias al calendario de 365 días. De la misma época se han encontrado vasijas con representaciones relacionadas con la religión zapoteca, por ejemplo, el dios del fuego o dios viejo, un dios común a toda Mesoamérica. También hay representaciones del dios del rayo, que por testimonios más tardíos sabemos que era la deidad más importante entre los zapotecos.

Desde el siglo II a.C. hasta el VIII de nuestra era, la ciudad de Monte Albán no conoció paralelo en el sur de México; llegó a tener una población de 17 000 habitantes y consolidó su posición como un Estado expansionista. Los profesores Flannery y Marcus afirman que Monte Albán era el centro de un estado zapoteca que dominaba una serie de ciudades de menor jerarquía, poblados y aldeas menores. La gran plaza se amplió, se levantó un edificio que mostraba en sus paredes los lugares dominados por Monte Albán, se construyeron grandes palacios y la vida de la ciudad se tornó más refinada. En especial, los rituales relacionados con la muerte cobraron importancia. Las familias nobles mandaban construir sus tumbas incluso antes de edificar sus palacios. Aquéllas estaban formadas por cámaras, antecámaras y escalinatas, y eran decoradas con pinturas murales e impresionantes obras de estuco. Cuando un noble fallecía sus restos mortales eran ornamentados cuidadosamente y se colocaban en su tumba con gran ceremonia. Las pinturas se retocaban y se acompañaba al difunto con ofrendas colocadas en una cerámica finamente decorada. Entre ellas, las más notables eran las imágenes de los antepasados divinos (las llamadas urnas zapotecas), venerados por la familia a la que pertenecía la tumba. Hoy podemos tener una idea de la forma como la sociedad de Monte Albán veía a aquellos hombres de gran poder gracias a las representaciones que hicieron de ellos en barro o labraron en estelas de piedra. En esas figuras se puede ver cómo usaban las máscaras, tal vez para mantener el mito de que ellos no eran simples mortales, para identificarlos con los poderes sobrenaturales, como el rayo.

Los templos, testigos de su vida ritual, resguardan cajas con ofrendas, incensarios y vasijas para la recolección de la sangre de niños, prisioneros y animales sacrificados. Alfonso Caso encontró, cerca de la base de un adoratorio, una ofrenda formada por cinco adultos jóvenes. Llevaban orejeras de jade, múltiples collares de la misma piedra, caracol y conchas marinas, y uno de ellos tenía sobre su pecho una increíble máscara hecha de 25 piezas de jade ajustadas entre sí para formar la cara de un murciélago, con ojos y dientes de concha marina. Una obra maestra del arte zapoteca.

Tanto en Monte Albán como en varias ciudades más del Valle de Oaxaca se han localizado otras importantes ofrendas: niños sacrificados, cuentas de jade, conchas marinas, mosaicos de concha y otros objetos de arte que representan a la deidad de la lluvia. A juzgar por los restos encontrados, es posible afirmar que los zapotecos, los mixtecos y otros pueblos de aquellos años tenían una religión similar a la que sus sucesores continuaron practicando hasta el siglo XVI, cuando sus tierras fueron invadidas por guerreros extraños que llegaron por el mar.

Durante ese tiempo, de 300 a 800 de nuestra era, la ciudad logró expandir su poder e influencia hacia lugares distantes del Valle de Oaxaca, como Quiotepec en la región de la Cañada de Cuicatlán o Monte Negro en la Mixteca, y estableció relaciones políticas con otra de las grandes ciudades de la época, Teotihuacan, la gran metrópoli del centro de México. Los nombres calendáricos nobles visitantes de Teotihuacan están esculpidos en cuatro estelas colocadas en la plataforma sur de Monte Albán, abajo de las cuales se colocaron cajas con ofrendas. Se ha calculado que en Teotihuacan vivían alrededor de 1 200 personas que formaban un barrio zapoteco.

La población de Monte Albán mantuvo su crecimiento territorial y también de población; se calcula que en el valle había 115 000 habitantes distribuidos en asentamientos de diversa importancia. Jalieza dominaba una región rica en tierras fértiles de aluvión, el Valle de Tlacolula; así como Macuilxóchitl y Tlacochahuaya Suchilquitongo en el extremo sur del Valle de Etla, y El Palmillo, cerca del poblado actual de Matatlán, y otros más que formaban parte del área bajo jurisdicción de Monte Albán. Estos sitios se especializaron en la producción de alfarería, como otros lo hicieron en la elaboración de herramientas de piedras lascadas. Varios centros urbanos del sur y el este del Valle de Oaxaca, alrededor del siglo VII, tenían construcciones defensivas, como murallas. Desde el siglo IV, la defensa de la ciudad de Monte Albán y de varios lugares del Valle se convirtió en una prioridad. Paulatinamente, Monte Albán cesó de controlar los lugares lejanos en los que antes había tenido tanta influencia, lo que hizo posible que sitios menores se expandieran y nacieran diversos sitios ceremoniales y de residencia.

LAS CIUDADES DE LA MIXTECA

Hasta ahora nuestra atención se ha centrado en la descripción de la ciudad de Monte Albán. Se ha hecho así por ser Monte Albán la ciudad antigua más importante de Oaxaca y porque es difícil resumir en pocas páginas la historia de todos los pueblos indígenas del estado. Sin embargo, investigaciones recientes han mostrado que tanto las costas como las sierras de Oaxaca tuvieron una vida cultural muy rica, con asentamientos de diferente tamaño y poder. Por ejemplo, en la Mixteca de la costa, en la región del Río Verde, gracias a los estudios de Arthur Joyce se han encontrado restos de aldeas que datan de entre de 1600 y 700 a.C. Siglos después, entre 150 a.C. y 200 d.C., en la Costa se formó una verdadera ciudad, nombrada Río Viejo, con construcciones monumentales y esculturas. La ciudad fue abandonada alrededor del siglo VIII de nuestra era, al final de la época nombrada Clásica.

Existen otros ejemplos de poblados con una ocupación muy antigua que a lo largo de la historia enfrentaron altibajos. Momentos de crecimiento demográfico y expansión de poder alternaron con otros en que los poblados eran casi abandonados para volver a florecer después de unos siglos. Es imposible mencionar la historia de tantos lugares, pero sería imperdonable no decir unas palabras sobre las ciudades antiguas de la Mixteca.

La historia de la Mixteca fue diferente a la del Valle de Oaxaca. En esta región no existió una ciudad de las dimensiones de Monte Albán; sin embargo, durante el llamado periodo Clásico (de 300 a 950 d.C.) en la Mixteca proliferaron centros urbanos mas de 700 ciudades de diferente importancia. Como dice Ronald Spores: en la Mixteca no existió un Monte Albán, sino docenas de “Monte Albanes chiquitos”. En ocasiones, varias de estas capitales dominaban un valle; por ejemplo, Yucuñudahui, Cerro Jazmín, Etlatongo y Jaltepec controlaban el Valle de Nochixtlán, y eran ciudades impresionantes con plazas y edificios dedicados a actividades políticas y ceremoniales, zonas habitacionales y áreas dedicadas a actividades especiales como el trabajo con pedernal. Entre 300 y 800 la población de la Mixteca creció en forma notable. El profesor Spores, uno de los principales estudiosos de la Mixteca, afirma que no se puede saber si este crecimiento se debió simplemente a una multiplicación de la población local o a migraciones de grupos provenientes del centro de México.

Entre 700 y 900 tuvo lugar un cambio en los asentamientos de la Mixteca, muchos de los cuales, que hasta entonces habían permanecido en los valles, movieron su localización hacia las cimas de las montañas. Es probable que esta decisión se debiera a razones defensivas pero también es posible que tuviera que ver con causas ideológicas —las cimas de las montañas eran sitios sagrados— y con el aumento de población los mixtecos necesitaban dejar libre la tierra de los valles para desarrollar sus siembras. La presión demográfica condujo a un sistema de terrazas para cultivo conocido como coo-yuu o lama bordo. Este sistema ayudaba a luchar contra la erosión de las tierras de ladera, permitía un mejor aprovechamiento del agua y daba mejores rendimientos en las cosechas.

Los mixtecos, al igual que otros pueblos indígenas de Oaxaca, como ya se dijo desarrollaron la arquitectura monumental grandes plataformas en las cimas de los cerros amurallados. El centro ceremonial de formado por varias plazas, juegos de pelota, templos, adoratorios y residencias de las familias nobles.

Desarrollaron una fina cerámica, arte lapidario, y tenían contacto con las grandes metrópolis de aquellos años, como Monte Albán, Teotihuacan y Cholula. Las mixtecas alta y baja y el Valle de Coixtlahuaca contaban con un estilo de escritura común de estilo Nuiñe, que significa “tierra caliente”, debido a que los primeros ejemplos de monolitos grabados con esta escritura fueron encontrados en la Mixteca Baja, una región de tierra caliente.

LOS REINOS DEL POSCLÁSICO (800 A 1521)

El periodo de esplendor de las ciudades-estado de Mesoamérica llegó a su fin entre los siglos VII y VIII de nuestra era. No entendemos bien los problemas que ocurrieron, Teotihuacan comenzó a declinar y para mediados del siglo VII