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Publicada por primera vez en 1928, "Orlando: Biografía" apareció en un momento en que, con los movimientos de vanguardia, la emergencia del feminismo y el cuestionamiento de los roles de género, la sociedad experimentaba cambios a pasos agigantados. Virginia Woolf, reconocida como una de las voces más influyentes del modernismo, rompió barreras con su novela, exploró nuevas formas de narrativa y expresión literaria y la obra se convirtió así en un testimonio de la capacidad de la autora para desafiar las normas sociales y explorar la complejidad de la psicología humana a través de la ficción. La visión sobre el "tiempo" que se presenta en Orlando es innovadora, pues su protagonista vive varios siglos, desde la época isabelina hasta principios del siglo XX, y no menos sorprendente y transgresor es el cambio de sexo, de hombre a mujer, que experimenta Orlando en el transcurso de la narración. En la presente edición, el estudioso Bernardo Santano Moreno nos ofrece una nueva traducción a nuestro idioma, lo más fiel posible al texto original de Virginia Woolf, así como un conjunto de jugosas notas textuales y una introducción que ilumina el recorrido de acontecimientos que marcaron la vida de la escritora y que resultan relevantes para entender mejor esta novela fascinante y singular.
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Seitenzahl: 552
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Virginia Woolf
Orlando
Biografía
Edición, traducción, introducción y notasde Bernardo Santano Moreno
Para Marga
Virginia Woolf (1902), de George Charles Beresford (1864-1938).
Virginia Woolf (1882-1941) dejó una abundante cantidad de documentación, extensos diarios y una copiosa correspondencia de donde obtener datos de importancia sobre numerosos aspectos de su vida y de su creación literaria. Así pues, a partir de estos documentos, nadie mejor que ella para iluminarnos en el recorrido a través de los acontecimientos que marcaron su existencia y que tienen relevancia a la hora de entender mejor la obra, Orlando: Biografía, objeto de esta traducción.
En su ensayo autobiográfico «A Sketch of the Past» («Apunte del pasado»), escrito entre 1939 y 1940 y publicado de manera póstuma, la propia Virginia Woolf hace una breve semblanza de sí misma. Se pregunta: «¿Quién era yo, entonces?», a lo que se responde: «Adeline Virginia Stephen, nacida el 25 de enero de 1882 [en Londres], descendiente de un gran número de personas, algunas famosas, otras desconocidas; nacida en una gran familia, nacida no de padres ricos, pero sí de padres acomodados, nacida en un mundo de finales del siglo XIX muy comunicativo, culto, epistolar, inclinado a las visitas, elocuente»1.
La propia Virginia Woolf observa que, para poder describirse adecuadamente, resultaba necesario tener un modelo con el que compararse, algo de lo que ella carecía. Así pues, continúa preguntándose: «[…] ¿era yo inteligente, estúpida, atractiva, fea, apasionada, fría […]? Debido en parte al hecho de que nunca fui a la escuela, de que nunca competí de ningún modo con niños de mi edad, nunca he podido comparar mis virtudes ni mis defectos con los de otras personas»2.
Su padre era Sir Leslie Stephen (1832-1904), miembro de la Honorable Orden del Baño y de la Academia Británica, distinguido erudito, crítico, biógrafo, ensayista, historiador, y alpinista, especialmente recordado por su contribución al Diccionario nacional de biografía, del que fue su primer editor. Además, entre sus amistades contaba con notables personalidades del mundo de la cultura como Thomas Hardy (1840-1928) y Henry James (1843-1916). Sir Leslie estuvo casado en primeras nupcias, entre 1867 y 1875, con Harriet Thackeray (1840-1875), con la que tuvo una hija, Laura Stephen (1871-1945), que desde muy temprana edad dio muestras de problemas de salud mental. Tras la muerte de Harriet, Leslie contrajo un nuevo matrimonio con la también viuda Julia Prinsep Duckworth (de nacimiento Jackson, 1846-1895), que había estado casada con el abogado y terrateniente Herbert Duckworth (1833-1870), con quien tuvo tres hijos: George (1868-1934), Stella (1869-1897) y Gerald (1870-1937).
Del nuevo matrimonio entre Leslie y Julia nacieron cuatro hijos más: Vanessa (1879-1961), pintora e interiorista; Julian Thoby (1880-1906), a quien se considera fundador del círculo de Bloomsbury; Virginia (1882-1941) y Adrian (1883-1948), psicoanalista y escritor.
El padre de Virginia Woolf tenía una mentalidad bastante progresista y era defensor de reformas educativas en favor de la igualdad en la formación entre mujeres y hombres. Existen detalles acerca de sus ideas a este respecto contenidas en una carta dirigida a su esposa en la que comenta que las mujeres deberían tener «una educación igual a la de los hombres», a lo que añade: «[…] Detesto ver cómo se desperdicia la vida de muchas mujeres simplemente porque no han recibido la suficiente formación»3. En la Inglaterra victoriana, lo habitual era que las chicas se educasen en el ámbito doméstico, sobre todo en materias que les serían útiles una vez casadas. Ese era su destino, pues su función era ayudar a sus maridos y hacer que se sintieran orgullosos de ellas. El progreso hacia la apertura de las instituciones educativas para dar acceso a la mujer fue un camino lento.
No obstante, a pesar de las ideas progresistas de su padre, la anterior afirmación de Virginia Woolf con respecto a su formación es tajante: «Nunca fui a la escuela». Este tema ha sido objeto de debate y en años recientes se han producido cambios en las opiniones mantenidas tradicionalmente por los especialistas. Los biógrafos y estudiosos de Virginia Woolf habían sostenido, no sin fundamento, como se puede observar por sus propias declaraciones, que la escritora no había recibido una formación convencional, sino organizada en el entorno del hogar, mientras que sus hermanos asistieron a prestigiosas instituciones educativas (Adrian asistió a Westminster School y Thoby se formó en Clifton College; posteriormente, ambos estudiaron en la Universidad de Cambridge). Desde luego, su padre intervino activamente en la educación de sus hijas, a las que impartía clases particulares, animándolas a la lectura y corrigiendo sus escritos. De hecho, Sir Leslie Stephen poseía una bien surtida biblioteca y, en una carta fechada el 16 de agosto de 1932 que Virginia le dirige al joven Harmon H. Goldstone (1911-2001)4, que quería escribir un libro sobre Virginia, la propia escritora afirma: «[…] mi padre me permitía leer cualquier libro de su biblioteca cuando era niña; y era una extensa biblioteca»5; no obstante, en la mencionada carta insiste en una afirmación que desafía una explicación, pues señala: «[…] en parte por razones de salud, nunca asistí a ningún colegio o facultad»6.
Parece como si Virginia Woolf tuviera algún interés personal en ocultar algún aspecto de su educación, lo que ha determinado que en los estudios biográficos sobre ella sea corriente encontrar referencias a que su instrucción se llevó a cabo de forma privada. Incluso en la semblanza biográfica curiosamente publicada en el Diccionario nacional de biografía, Lyndall Gordon, una de las más reconocidas especialistas en la biografía de Virginia Woolf, señala que
Virginia Stephen recibió su formación en casa. Cuando ella tenía seis años, su padre le pasó su primera carta a su padrino [el poeta James Russell Lowell (1819-1891)], añadiendo que, cuando sentía «pereza», por las mañanas, se entretenía «dándoles lecciones a las niñas en lugar de trabajar en el diccionario». […] Entre la edad de trece y quince años, el padre de Virginia le daba más clases durante dos horas todas las mañanas (un poco de Tito Livio o ejercicios de griego) en su estudio de la cuarta planta del número 22 de Hyde Park Gate. […] A lo largo de las paredes había ediciones completas de clásicos ingleses y franceses. […] En abril de 1897 [Leslie Stephen] anotó que Ginia [Virginia] estaba devorando libros casi más deprisa de lo que a él le gustaba, entre los cuales se encontraban La vida de Sir Walter Scott, de Lockhart, la Historia, de Macaulay, y los dos volúmenes de Ensayos sobre biografía eclesiástica, de su abuelo, Sir James Stephen7.
Lyndall Gordon finalmente resume en el siguiente párrafo el capítulo de la formación de Virginia Woolf:
En gran medida, Virginia tuvo una formación autodidacta y mantuvo un programa de lecturas durante toda su vida. Solamente tuvo estudios formales en griego. A los quince años asistió a algunas clases de griego en el King’s College de Londres. […] En octubre [de 1900] empezó a recibir clases particulares de la anciana Clara Pater [1841-1910], […] pero estas clases resultaron ser demasiado indisciplinadas y, en 1902, la señorita Pater fue sustituida por Janet Case [1863-1937], una de las primeras mujeres que pasaron por el Girton College de Cambridge, que le dio a Virginia la única enseñanza sistemática que tuvo en su vida y la introdujo en la causa feminista8.
Como se puede apreciar, se insiste en la educación autodidacta y privada de Virginia, aunque se hace referencia a unos estudios suyos en el King’s College de Londres. En la biografía de Virginia Woolf publicada por su sobrino Quentin Bell (1910-1996) se especifica que Virginia (también su hermana Vanessa) asistió al King’s College de Londres para seguir cursos de griego e historia, en 1897; de latín con la señorita Pater y de griego con el Dr. Warr, en 1898, y clases sin concretar en 19009. Recientemente, sin embargo, se ha descubierto una serie de documentos que arrojan más luz sobre este aspecto y demuestran que, entre 1897 y 1901, Virginia y su hermana Vanessa siguieron cursos universitarios en el King’s College de Londres, en lo que en su época se denominaba The Ladies’ Departament («Departamento de señoras»). Como señalan Christine Kenyon Jones y Anna Snaith, en este periodo de tiempo, cuando Virginia contaba entre quince y diecinueve años, estuvo matriculada en la institución universitaria en materias que incluían historia, tanto de Europa como de Inglaterra en particular (centrándose en los periodos isabelino y posterior, hasta finales del siglo XVIII); griego, en los niveles intermedio y avanzado; así como latín y alemán, asignatura esta última a cuyos exámenes se presentó y aprobó varios de ellos10.
Un aspecto relevante y sombrío de la personalidad de Virginia Woolf está relacionado con su salud mental. Desde épocas tempranas en su vida, Virginia dio muestras de padecer lo que los médicos de la época llamaban «neurastenia», un tipo de dolencia de la cual, como señala su marido Leonard Woolf (1880-1969), «[…] ninguno de ellos conocía la causa o —salvo superficialmente— la naturaleza»11. Los problemas empezaron a ser graves a partir de la muerte de su madre, en 1895, cuando ella tenía trece años. Experimentaba profundos cambios en el estado de ánimo que se manifestaban en alteraciones que iban desde una depresión severa hasta episodios de excitación maníaca y cuadros de psicosis. Era en estos momentos cuando, según describe Leonard Woolf, se producían reacciones en las que «una mente de lo más sensible y sofisticada […] cruzaba el límite que separa lo que llamamos la locura de la cordura»12. Leonard lo describe así en su biografía:
[…] estaba extremadamente agitada; la mente se le desbocaba; hablaba de manera locuaz y, en el punto álgido del ataque, de forma incoherente; tenía delirios y oía voces; por ejemplo, me dijo que en su segundo ataque oyó hablar en griego a los pájaros del jardín que había frente a su ventana; era violenta con las enfermeras13.
La propia Virginia, tras recuperarse de estos episodios, recordaba con bastante claridad lo que había vivido. Se encuentran referencias a estas situaciones en sus cartas, como, por ejemplo, en la que le escribió, el 22 de junio de 1930, a su amiga Ethel Smyth, que había estado enamorada de Virginia14 y con quien tenía gran confianza. En ella relata con detalle uno de esos momentos:
[…] Teníamos violentas peleas…, oh, sí, yo solía correr por Londres hecha una furia, y asaltaba Hampstead Heights por la noche con una cólera al rojo vivo. Y luego me casé, y entonces mis sesos estallaron en una lluvia de fuegos artificiales. Como experiencia, la locura es terrible, te lo aseguro, y no hay que desdeñarla; y en su lava todavía encuentro la mayoría de las cosas sobre las que escribo. Hace que todo salga de uno formado, acabado, no en meras porciones, como hace la cordura. Y los seis meses —no tres— que pasé en cama me enseñaron mucho sobre lo que se denomina uno mismo […]15.
Los numerosos estudios críticos acerca de los problemas de salud mental de Virginia Woolf han tratado de explicar sus crisis como la respuesta neurológica a la muerte de su madre, la severidad del carácter de su padre y los abusos sexuales de sus hermanastros, Gerald y George Duckworth.
En el relato «A Sketch of the Past», de Moments of Being (traducido como «Momentos de vida» o «Momentos del ser»), Virginia revela la dramática descripción de los abusos que sufrió por parte de su hermanastro Gerald Duckworth siendo aún una niña de apenas cinco o seis años:
Debía de sentir vergüenza o miedo de mi propio cuerpo. Otro recuerdo, también del salón, puede ayudar a explicar esto. Frente a la puerta del comedor había una repisa para colocar los platos. Una vez, cuando era muy pequeña, Gerald Duckworth me subió a ella y, mientras estaba allí sentada, empezó a explorar mi cuerpo. Recuerdo la sensación de su mano debajo de mi ropa, bajando firme y constantemente. Recuerdo cómo esperaba que se detuviera; cómo me ponía rígida y me retorcía cuando su mano se acercaba a mis partes íntimas. Pero no se detuvo. Su mano también exploró mis partes íntimas. Recuerdo que me molestaba, que me desagradaba […], ¿cómo se puede describir un sentimiento tan turbador y contradictorio? Debió de ser fuerte, porque aún lo recuerdo16.
No fue este el único episodio de abusos sexuales, también el otro hermanastro, George Duckworth, durante años abusó de ella y de su hermana, como describe en «22 Hyde Park Gate», otra narración autobiográfica:
El sueño casi me había llegado. La habitación estaba a oscuras. La casa silenciosa. Entonces, crujiendo sigilosamente, la puerta se abrió; pisando con cautela, alguien entró. «¿Quién?», grité. «No te asustes», susurró George. «Y no enciendas la luz, oh amada. Amada […]», se arrojó sobre mi cama y me estrechó entre sus brazos. Sí, las viejas damas de Kensington y Belgravia nunca supieron que George Duckworth no solo era padre y madre, hermano y hermana de aquellas pobres chicas Stephen; también era su amante17.
Igualmente, en «Old Bloomsbury», Virginia vuelve a dar detalles sobre los abusos que su hermanastro George practicaba y cómo lo justificaba ante el Dr. Savage, médico de la familia que trataba a Virginia:
Era mucho después de medianoche cuando me metía en la cama y me sentaba a leer una o dos páginas de Mario el epicúreo18, que entonces me apasionaba. Llamaban a la puerta; se apagaba la luz y George se arrojaba sobre mi cama, estrechándome, besándome y abrazándome para, como le dijo más tarde al doctor Savage, consolarme por la enfermedad mortal de mi padre, que se moría de cáncer tres o cuatro pisos más abajo19.
Para L. C. Terr, en un artículo en el que analiza las claves en la literatura del abuso sexual temprano, como resultado de la experiencia que sufrió Virginia, presentaba los signos y síntomas especiales de un trauma psíquico infantil de larga duración: insensibilización sexual, distanciamiento emocional, autohipnosis, escisión y disociación. L. C. Terr considera que los personajes de sus obras manifiestan esos mismos signos y síntomas de los que dio muestras Virginia Woolf durante su vida20. De igual manera, para la especialista en Virginia Woolf, Louise DeSalvo, enfrentarse al recuerdo de esas experiencias demuestra que «existía un patrón de abuso dentro de la familia Stephen» y que estos abusos sexuales fueron «probablemente el rasgo central y más formativo de sus primeros años de vida»21.
Como indica Thomas C. Caramagno, en su estudio titulado: «Manic-Depressive Psychosis and Critical Approaches to Virginia Woolf’s Life and Work»22, los estudios psicológicos acerca de su vida y su creación realizados por críticos literarios han evitado hacer alusión a causas biológicas y se han centrado en sus traumas infantiles, explicando sus crisis mentales como respuesta neurótica a la prematura muerte de su madre, la tiranía de su padre o los abusos sexuales infligidos por sus hermanastros.
La crítica también ha barajado otras hipótesis que incluyen como explicación el hecho de que padeciera represión sexual con sentimientos de culpa y, en este sentido, la creación literaria supondría un refugio que actuaría como mecanismo de defensa contra el duelo y una protección ante sentimientos no resueltos de culpa, deshonra, ira y pérdida. Otros críticos han descrito a la autora como una persona «autodestructiva», «masoquista» e «inhibida sexualmente»23. Para Caramagno, los síntomas que describe la propia Virginia Woolf en sus diarios y cartas estarían claramente asociados al «síndrome bipolar», también llamado «trastorno maniaco-depresivo», y busca una explicación genética a través de los antecedentes familiares de la escritora. En este sentido, Caramagno ofrece una lista de los parientes de Virginia Woolf que presentan trastornos:
[…] la primera hija de Leslie Stephen, Laura (hermanastra de Virginia), fue internada de por vida por una psicosis, […] probablemente esquizofrenia infantil […]; el primo de Virginia, James Kenneth Stephen, enloqueció tras una lesión en la cabeza aparentemente insignificante en 1886 y fue internado por manía intensa hasta su muerte por inanición en 1892 […]; los impredecibles cambios de humor de Leslie, aunque nunca lo bastante graves como para calificarse de psicosis maniaco-depresiva, eran muy probablemente ciclotímicos; su padre, el sombrío Sir James, que se mortificaba, sufría depresión crónica […]; y el hermano de Leslie, Fitzjames, enloqueció y murió en 1894 […]. Dado que al menos uno de los genes primarios parece transmitirse por el cromosoma X (el cromosoma sexual femenino), la enfermedad se transmite de padres a hijas o de madres a hijos e hijas, pero rara vez de padres a hijos […]. Dado que ninguno de los tres hijos que Julia tuvo con su primer marido, Herbert Duckworth, enfermó, lo más probable es que Virginia heredara el trastorno maniaco-depresivo de Leslie, ya que ninguno de sus hijos, Adrian y Thoby, padecía la enfermedad. Vanessa fue la única hija de Leslie normal de un total de tres, una proporción bastante baja para ser mera coincidencia […]24.
La psiquiatría de la época realmente estaba en un estado de desarrollo que podría haber hecho poco por ella. La muerte de su padre, ocurrida en febrero de 1904, según revela la propia escritora, tuvo unos efectos devastadores en su estabilidad emocional. Encontraba refugio en su habitación y fue de allí, dice Virginia, «[…] de donde Gerald me sacó cuando padre murió. Allí oí por primera vez esas horribles voces […]»25.
Es en este contexto en el que surgiría en su mente la idea del suicidio. Según Nancy Topping Bazin, Virginia sufrió cuatro crisis importantes: en los años 1895, 1904, entre 1912 y 1913, y la última en 194126. Llevó a cabo dos intentos de suicidio. El primero, en 1904, tuvo lugar tras el fallecimiento de su padre. En esta ocasión, saltó desde una ventana de la residencia familiar en Londres; no obstante, no había suficiente altura como para causarle serios daños. Tras una breve hospitalización se recuperó pronto27. El segundo intento se produjo en 1913. Esta vez trató de quitarse la vida con una fuerte dosis de veronal, un tipo de barbitúrico. De no haber sido por Leonard y dos médicos, Henry Head y Geoffrey Keynes, que le hicieron un lavado de estómago, habría muerto28.
Virginia hizo alusión a sus pensamientos sobre el suicidio en varios momentos de su vida. Trataba de ello con personas con las que tenía gran confianza, especialmente con su amiga Ethel Smyth. En unas cartas dirigidas a ella en noviembre de 1930, menciona sus «reflexiones sobre el suicidio», las cuales no especifica, pero dice que las deja «para otra ocasión»29; no obstante, pocos días después, en otra carta (14 de noviembre de 1930), al comentarle a Ethel acerca de unos sueños, le dice: «[…] ¿qué sé yo del significado profundo de los sueños?, yo cuya vida se basa casi por completo en los sueños (sí, llegaré al sueño del suicidio uno de estos días)»30. Con la sufragista Beatrice Webb (1858-1943) también llegó a tener un grado de confianza suficiente como para confesarle, en una carta de fecha 8 de abril de 1931, que había intentado suicidarse. Del contexto se desprende que Virginia a menudo pensaba sobre el tema:
[…] Disfrutamos mucho nuestro domingo contigo y el Sr. Webb. Quise comentarte, pero me sentí demasiado tímida, lo mucho que me complació tu opinión sobre la posible justificación del suicidio. Después de haberlo intentado yo misma [en 1913], por el mejor de los motivos —no ser una carga para mi marido—, la acusación convencional de cobardía y pecado siempre me ha irritado. Así que me alegré de lo que dijiste […]31.
Es posible que hubiese más intentos de suicidio, además de los dos claramente documentados; en concreto, hay un incidente, ocurrido el martes, 18 de marzo de 1941, que Hermione Lee relata del siguiente modo:
[…] salió a caminar bajo la lluvia y regresó empapada y temblando. Leonard se encontró con ella en el jardín «con aspecto enfermizo y tembloroso» y le preguntó qué le había pasado, a lo que ella respondió que se había resbalado y caído en uno de los diques32.
Diez días después, el viernes, 28 de marzo de 1941, a la edad de cincuenta y nueve años, Virginia se ahogó sumergiéndose en el río Ouse, con los bolsillos de su abrigo llenos de piedras, cerca de su residencia, Monk’s House, en Rodmell (Sussex).
Los motivos que conducen a un estado en que se contempla el suicidio pueden ser múltiples y estar relacionados con causas tanto genéticas como con diversas experiencias traumáticas. N. T. Bazin señala que los antecedentes de abusos sexuales, así como un lesbianismo encubierto —tuvo relaciones con varias mujeres, especialmente con la escritora Vita Sackville-West (1892-1962), como se verá más adelante— pueden formar una parte importante del problema33. Además, a ello habría que añadir su matrimonio con Leonard Woolf, por quien no se sentía atraída en absoluto. Lo expresa claramente en una carta que le dirigió, el 1 de mayo de 1912, en medio de un torbellino de emociones contradictorias:
[…] Así que paso de estar medio enamorada de ti, y de querer que estés siempre conmigo, y que lo sepas todo de mí, al extremo de irritación y distancia. A veces pienso que, si me casara contigo, podría tenerlo todo […] y entonces, ¿es el aspecto sexual lo que se interpone entre nosotros? Como te dije brutalmente el otro día, no siento ninguna atracción física por ti. Hay momentos —cuando me besaste el otro día fue uno— en los que no siento más de lo que lo haría una roca. Y, sin embargo, que te preocupes por mí como lo haces casi me abruma […]34.
A pesar de lo expresado en la carta anteriormente citada, se casaron el 10 de agosto de 1912. Su matrimonio no se basó en una relación convencional; su fundamento era más intelectual que físico. Ambos se admiraban mutuamente y Leonard se entregó a cuidar de Virginia. Durante el tiempo que vivieron juntos consiguieron una estrecha colaboración y llegaron a poner en marcha importantes proyectos, como, por ejemplo, la editorial Hogarth Press, que ambos fundaron en 1917. Esta editorial pretendía dar difusión a obras «de mérito», como así lo expresaban Leonard y Virginia en su publicidad, a un precio económico. La idea de la editorial surgió para publicar «las historias de nuestros amigos»35. En realidad, según comenta Leonard Woolf en sus memorias, el objetivo «era producir y publicar obras breves que los editores comerciales no pudieran o no quisieran publicar, como los poemas de T. S. Eliot; Kew Gardens, de Virginia, y Prelude, de Katherine Mansfield»36. Incluso llegaron a tener en sus manos el manuscrito de Ulysses, de James Joyce (1882-1941), que no se atrevieron a publicar porque, en palabras de Leonard tras hablar con dos prestigiosos impresores, «ninguno se atrevería a tocarlo y ambos dijeron que ningún impresor respetable tendría nada que ver con él, pues su editor o impresor acabaría procesado»37. No obstante, según reconoce Leonard, la actividad editorial que desarrollaban en Hogarth Press «[…] era un pasatiempo, y el pasatiempo consistía en la impresión que llevábamos a cabo en el tiempo libre por las tardes»38. En realidad, Leonard pensaba en la posibilidad de que este tipo de actividad, la impresión de textos, tuviera un efecto terapéutico en Virginia, ya que «[…] se me ocurrió que sería bueno que Virginia tuviera una ocupación manual de tal tipo que, digamos por las tardes, la distrajera por completo de su trabajo»39.
Virginia llegaba a tal extremo de concentración en su actividad que era incapaz de desconectar. Leonard lo describe de un modo que nos permite adentrarnos en detalles muy personales sobre el acto de creación literaria en Virginia:
Nunca he conocido a nadie que trabajara con una concentración más intensa e infatigable que Virginia. Sobre todo, cuando escribía una novela. La novela se convertía en parte de ella y ella misma quedaba absorbida por la novela. Escribía solo por las mañanas, de diez a una, y por lo general mecanografiaba por la tarde lo que había escrito a mano por la mañana, pero durante todo el día, mientras caminaba por las calles de Londres o por las colinas de Sussex o por los prados o a lo largo del río Ouse, el libro se movía subconscientemente en su mente o ella misma se movía como en un sueño a través del libro40.
La intensidad de su concentración debía dejarla exhausta y, como forma de alivio, buscaba descanso en un cambio de tema, aunque fuese dentro del acto de escribir, como era la redacción de reseñas críticas. En este sentido, Leonard hace unas observaciones muy reveladoras sobre el funcionamiento de la mente de Virginia cuando llegaba a su estado de saturación, pues el cambio en el ángulo de su visión mental le proporcionaba alivio y relajación:
Era esta intensa absorción lo que hacía que escribir fuera tan agotador mentalmente para ella, y durante toda su vida trató de mantener dos tipos de escritura simultáneamente, la ficción y la crítica. Después de algunas semanas escribiendo una novela, se pasaba a la crítica como alivio o descanso, porque, aunque dedicaba gran atención y concentración incluso a una reseña comparativamente poco importante, la parte de su mente que utilizaba para la crítica o incluso para la biografía era diferente de la que utilizaba para sus novelas41.
Virginia era, además, extremadamente sensible a la crítica, a pesar de que en este sentido fue muy afortunada durante su vida, puesto que las reseñas le fueron muy favorables desde el principio de su carrera literaria. Leonard Woolf hace referencia a esta hipersensibilidad de Virginia en sus memorias: «Virginia sufría de forma anormal de la enfermedad profesional corriente en los escritores —de hecho, de los artistas—: la hipersensibilidad a la crítica»42.
Las palabras de Leonard Woolf aportan otros detalles relacionados con la publicación de la primera novela de Virginia, The VoyageOut (1915), de la que se encargó su hermanastro Gerald Duckworth. Es interesante observar la opinión de Leonard sobre Gerald, pues dice de él que era «un hombre amable y sin censura que sentía un afecto considerable por Virginia»43. Esta opinión sorprende especialmente si tenemos en cuenta los episodios de abusos que Virginia sufrió por su causa. Por otro lado, Gerald Duckworth contaba con la colaboración del crítico y escritor Edward Garnett (1868-1937), «que gozaba de gran reputación por descubrir obras maestras de autores desconocidos»44 y que había escrito un informe «entusiasta» sobre The Voyage Out. En cualquier caso, sigue diciendo Leonard, «la idea de tener que enviar su siguiente libro al apacible Gerald y al entusiasta Edward la llenaba de horror y miseria»45. Esta fue una razón más para que el proyecto de editorial se afianzase:
La idea, que se nos ocurrió en 1920, de publicar nosotros mismos el libro que acababa de empezar a escribir, Jacob’s Room, la llenó de alegría, porque así evitaría la miseria de someter esta novela, altamente experimental, a la crítica de Gerald Duckworth y Edward Garnett. Así que decidimos permitir que la editorial se convirtiera, si fuera posible, en un negocio editorial propiamente dicho, publicar un libro de relatos cortos de Virginia, Monday or Tuesday, en 1921, y pedir a Gerald que abandonara su opción sobre Jacob’s Room para que lo publicara Hogarth Press.
El entorno familiar debió de aportarle a Virginia Woolf un bagaje cultural que sin duda contribuyó a formar su extraordinaria capacidad para la creación literaria, algo que fue rápidamente reconocido por la crítica del momento. Pero también sus relaciones con numerosos intelectuales y artistas que llegaron a formar el denominado círculo de Bloomsbury, en referencia a la céntrica zona londinense donde vivió Virginia Woolf, y que empezaron a reunirse desde 1906, en lo que llamaban «Thursday Evenings» («las tardes de los jueves»). Aparte de Virginia Woolf y su hermana Vanessa, figuras de la talla de E. M. Forster (1879-1970), Lytton Strachey (1880-1932), John Maynard Keynes (1883-1946), Roger Fry (1866-1934), Duncan Grant (1885-1978) y, por supuesto, Clive Bell (1881-1964), marido de Vanessa, y Leonard Woolf, entre otros, formaban parte de las reuniones. Aunque no todos compartían exactamente las mismas ideas, se caracterizaban por su rechazo a las convenciones sociales, en una época en que todavía el incienso victoriano impregnaba el ambiente, y promovían la exploración de nuevos enfoques sobre la literatura, el arte, la ética y la política. Exhibían una mentalidad liberal y bohemia, y examinaban temas como la sexualidad, la psicología y la subjetividad en sus obras. Además, también estuvieron involucrados en movimientos sociales, como el feminismo y el pacifismo.
Desde sus inicios como escritora, según explica Leonard Woolf, Virginia «tuvo una prensa extraordinariamente buena» y fue aclamada «como una novelista importante»46. Para cuando se publicó Orlando: A Biography (1928), ya había logrado reconocimiento literario por dos de sus obras más conocidas: Mrs. Dalloway (1925), traducida al español como La señora Dalloway47, y To the Lighthouse (1917), en su versión española como Al faro48. Este éxito de crítica y entre los lectores puede verse reflejado, de acuerdo con Leonard Woolf, en el número de ejemplares de sus obras que se vendieron tras salir al mercado. En el primer año de la publicación de To the Lighthouse se vendieron cuatro mil ejemplares; pero cuando se publicó Orlando, tan solo en el primer mes se vendió un número similar de copias49. A pesar del éxito, Leonard Woolf reflexiona sobre las dificultades que hubiera tenido Virginia de haber necesitado ganarse la vida con la publicación de sus obras, y señala que la escritora «[…] tenía ya cuarenta años [1922] antes de lograr ingresos para poder vivir de la literatura; de haber tenido que ganarse la vida escribiendo durante esos años, es bastante improbable que hubiese escrito una novela»50.
A pesar de que a lo largo de su vida padeció serios problemas de salud que, como se ha comentado, se manifestaban en los episodios de trastornos mentales que la debilitaron y culminaron en su trágico suicidio, Virginia Woolf fue una autora muy prolífica. Su extensa producción de novelas, relatos cortos, ensayos, crítica literaria y teatro la situó, ya para la década de 1930, en una posición segura no solo como una de las intelectuales más reconocidas de la época, sino también como escritora modernista emblemática, pionera en la utilización de la técnica narrativa del monólogo interior. Pero como señalan B. C. Rosenberg y J. Dubino, entre 1904 y 1922, año de publicación de Jacob’s Room51, la primera novela experimental de Virginia Woolf, «su producción había consistido fundamentalmente en reseñas y ensayos, y en estas dos décadas escribió más de la mitad de sus más de quinientos artículos, ensayos y reseñas. Continuó escribiendo ensayos a lo largo de su vida, aunque estos se han considerado como algo secundario o accidental en el conjunto de su creación»52. Sin embargo, como afirma L. M. Lojo Rodríguez, «el reconocimiento público de Virginia Woolf como novelista se debía en parte a su reputación previa como ensayista, un reconocimiento que no llegaría hasta relativamente tarde en su vida, esencialmente en los últimos años de la década de 1920»53.
En efecto, en la edición del New York Times, del 10 de mayo de 1925, anunciando la inminente publicación de La señora Dalloway (Mrs. Dalloway, 1925), de las palabras del crítico John W. Crawford se desprende que habla de una autora de sólida reputación cuando señala que, «[…] entre los contemporáneos de la Sra. Woolf, no son pocos los que han aportado, a las formas tradicionales de ficción y a los modos establecidos de escritura, modismos que no pueden sino ampliar los recursos del discurso y los usos de la narrativa»54. Además, añade que «Virginia Woolf es casi única […] en el intrincado pero claro arte de su forma de escribir»55.
En este mismo sentido, el crítico y escritor estadounidense Conrad Aiken (1889-1973), en una reseña publicada en The Dial, influyente medio de difusión de la literatura modernista a principios del siglo XX, calificaba a Virginia Woolf como a curious and anomalous figure («una figura curiosa y anómala»)56, y la comparaba con autores como James Joyce, Dorothy Richardson o el escritor francés Jules Romains, creador del «unanimismo». Dice de V. Woolf que es
[…] una experimentadora audaz y original con la técnica de la composición de la novela; pero también es, y de un modo igualmente sorprendente, en otros aspectos «anticuada». Esta anomalía no se resiste al análisis. El aroma a «pasado de moda» que se desprende de estas novelas tan originales y modernas —de las páginas de El cuarto de Jacob, La señora Dalloway, y ahora de nuevo de las de Al faro— es una cualidad de la actitud; una cualidad, por usar una palabra que hoy en día es anticuada, pero no por ello menos fragante, del espíritu. En este sentido, la Sra. Woolf no es más moderna que Jane Austen: respira el mismo aire de gentileza, de rapto, de tradición; de vida, personas y cosas, todo ello llevado, por el lento lustre de siglos de tradición y uso, a un refinamiento omnipresente en el que el discernimiento, en todos los planos concebibles, se ha vuelto tan instintivo y fácil como el batir de un ala57.
La publicación de To the Lighthouse (1927) tuvo eco internacional muy pronto. Lo pone de manifiesto la larga reseña que, bajo el título de «Sur un livre de Virginia Woolf», el crítico francés, profesor de literatura inglesa, Jean-Jacques Mayoux publicó en la Revue Anglo-Américaine, en junio de 192858, un año antes de que apareciese la primera versión francesa de la novela que realizó Maurice Lanoire bajo el título de La promenade au Phare59. En esta reseña, Mayoux señala que
[…] Virginia Woolf acaba de regalarnos […] una obra definitiva que encarna toda su visión del mundo y toda la delicada belleza de su arte; una obra tan plena y luminosa que nos sentimos tentados de apreciarla en sí misma y explicarla en términos de sí misma. Virginia Woolf recuerda a Joyce y a Proust, a Giraudoux y a Duhamel, su técnica en la novela es en cierto modo similar a todas las técnicas recientes, pero dominada por su sensibilidad y su gracia únicas60.
Sin embargo, el éxito comercial no llegaría hasta la publicación de su fantasía Orlando: A Biography (1928). Leonard Woolf lo describe en sus memorias haciendo hincapié en las cifras de ventas como indicativo de la acogida de la obra:
El punto de inflexión en la carrera de Virginia como novelista de éxito llegó en 1928 con la publicación de Orlando. En los seis primeros meses Hogarth Press vendió ocho mil ciento cuatro ejemplares, más del doble de los que había vendido To the Lighthouse en sus primeros meses, y Harcourt Brace vendió tres mil treinta y un ejemplares en los seis primeros meses. En Estados Unidos, el Sr. Crosby Gaige61 publicó una edición limitada de ochocientos setenta y dos ejemplares aproximadamente una semana antes de que se publicara la edición de Harcourt Brace. El efecto sobre los ingresos de Virginia como novelista fue inmediato62.
Los críticos de la época recibieron la obra con una más que favorable actitud. Como ejemplo puede citarse un fragmento de la reseña firmada por Cleveland B. Chase63, bajo el título de: «Mrs. Woolf Explores the “Time” Element in Human Relationships»64 («La señora Woolf explora el elemento del tiempo en las relaciones humanas»), en la que describe la obra en términos entusiastas como «una ruptura con la tradición y con las convenciones». Para el crítico, Virginia Woolf se lanza
[…] a explorar aún una cuarta dimensión de la creación literaria. No es que haya abandonado el método del «monólogo interior» que utilizó con tanto éxito en sus novelas anteriores, sino que con él ha combinado lo que, a falta de un término mejor, podríamos describir como una aplicación de la teoría de la relatividad de Einstein a la creación literaria. En esta nueva obra se preocupa en gran medida del elemento «tiempo» en el carácter y en las relaciones humanas, y por una declaración de la naturaleza exacta de ese momento intangible, una combinación de pasado y futuro, de realidad objetiva y conciencia subjetiva, al que nos referimos como presente65.
Es un texto difícil de calificar. ¿Se trata de una novela, de una fantasía, acaso de una alegoría, convirtiendo la obra, como ha señalado Nigel Nicolson, en «[…] la carta de amor más larga y encantadora de la literatura»?66; pero, como su título indica, también es una biografía y, en este contexto, se hace un recorrido por un periodo de la historia de Inglaterra y de su literatura en una clave satírica. De lo que no cabe duda es de que se trata de una fascinante creación literaria que desafía las convenciones tradicionales. Como señala Adam Parkes, Orlando supone «una parodia de todos los códigos normativos de sexo y género, desestabilizando las bases mismas sobre las que se asentaban las convenciones sexológicas»67, y sumerge al lector en un mundo de transformaciones y exploraciones de la identidad. Es también, como apunta Karyn Z. Sproles, «la transformación del deseo en literatura»68. En el momento en que la obra se gesta y se publica, con la emergencia del feminismo, los movimientos de vanguardia y el cuestionamiento de los roles de género, la sociedad experimentaba cambios a pasos agigantados. Virginia Woolf, reconocida como una de las voces más influyentes del modernismo, con Orlando rompe barreras y explora nuevas formas de narrativa y expresión literaria, y la obra se convierte así en un testimonio de la capacidad de la autora para desafiar las normas sociales y explorar la complejidad de la psicología humana a través de la ficción. La visión sobre el «tiempo» que se presenta en Orlando es innovadora, pues el/la protagonista vive varios siglos, desde la época isabelina hasta principios del siglo XX; y, por supuesto, el cambio de sexo que experimenta Orlando de hombre a mujer en el transcurso de la narración hace que la obra pueda considerarse la «primera novela trans en lengua inglesa». Así lo señala Jeanette Winterson en su reseña, «“Different Sex. Same Person”: How Woolf’s Orlando Became a Trans Triumph»:
¿Es Orlando la primera novela trans en lengua inglesa? Lo es, pero de la forma más lúdica. Orlando gestiona su transición con gracia y una profunda verdad. Al verse a sí mismo como sí misma por primera vez en el espejo, comenta: «Diferente sexo. La misma persona»69.
Pero ¿de dónde surge la idea de Orlando? Afortunadamente, contamos con documentación suficiente para poder hacernos una idea de dónde y cómo se gestó el embrión de esta obra en la mente y en la carrera literaria de Virginia Woolf. Tanto las cartas como los escritos de carácter biográfico de la escritora nos muestran muchas de las claves de Orlando. La primera de estas claves, y un aspecto fundamental para comprender la obra, está en estrecha relación con la aristócrata y escritora Vita Sackville-West, una persona con una biografía especialmente romántica, e incluso novelesca, y con un carácter que, en la época en que vivió, podría calificarse como rompedor. Era nieta del también aristócrata y diplomático británico Lionel Sackville-West (1827-1908), 2.º barón de Sackville, quien mantuvo una prolongada relación amorosa con Josefa Durán y Ortega (1830-1871), una bailarina malagueña, de origen gitano, a la que se conocía con el nombre artístico de «Pepita de Oliva», también apodada «la estrella de Andalucía», que alcanzó notable fama en los escenarios europeos de mediados del siglo XIX. El barón y la bailarina se conocieron en París, en 1852, y, al parecer, se enamoraron al instante. Nunca se casaron, pues Pepita ya estaba casada con el bailarín Juan Antonio Gabriel de la Oliva (1828-1888) —de ahí su nombre artístico— que había sido su maestro de baile y del que no se divorció legalmente, permaneciendo hasta su muerte como su esposa de iure; no obstante, Pepita y Sackville-West vivieron su amor sin ataduras de ningún tipo, a pesar de que su relación debió de suponer un escándalo enorme en la estricta sociedad victoriana a la que pertenecía el barón. Establecieron residencias tanto en París como en la localidad de Arcachón (cerca de Burdeos). Tuvieron siete hijos, de los que sobrevivieron cinco hasta la edad adulta, entre ellos Victoria Josefa Dolores Catalina (1862-1936)70. Victoria, a la que siendo ya mayor de edad se conocía como Victoria West, se casaría con su primo Lionel Edward Sackville-West (1867-1928), 3.er barón de Sackville, y de esta unión nacería Vita Sackville-West, la escritora71.
Sabemos que Virginia Woolf y Vita Sackville-West tuvieron noticias la una de la otra, posiblemente a través de Clive Bell, cuñado de Virginia, que conocía a Vita y a su marido, el diplomático y escritor Harold Nicolson (1886-1968). Es evidente que Vita Sackville había leído ya algo de Virginia para cuando Clive las puso en contacto. En la entrada de su diario del 3 de agosto de 1922, Virginia alude a Vita y se refiere a ella en términos muy formales como «la señora Nicolson». En esta entrada del diario señala: «Parece que la fama sigue acumulándose, aunque no hemos publicado nada este año. La señora Nicolson me considera la mejor escritora […] y casi me he acostumbrado a que la señora Nicolson haya oído hablar de mí»72. Además, en una carta que Virginia le dirige a su hermana Vanessa (10 de agosto de 1922), le pide que le busque un relato de Vita, The Heir73,que formaba parte de una colección de textos que se había publicado hacía poco. Virginia sentía interés por conocer algo sobre aquella escritora que sentía admiración por ella:
¿Serías tan angelical de buscar en la habitación de Clive El heredero, de V. Sackville-West, y traértelo? Ella me admira; por lo tanto yo debo intentar admirarla a ella, lo cual, por supuesto, no me resultará difícil74.
No obstante, el primer encuentro, según los diarios de Virginia, no se produjo hasta el jueves, 14 de diciembre de 1922. El día 15, viernes, en el contexto de una discusión relacionada con la editorial, Virginia anotó: «[…] estoy demasiado mareada para comprender nada. Esto es en parte el resultado de cenar para conocer a la encantadora y aristocrática Sackville-West anoche en casa de Clive»75. Las impresiones que le causó Vita no fueron muy positivas, pues la describe en términos casi de mofa y dice de ella que es «florida», «con bozo» y «con colores como un periquito»76. Con respecto a sus dotes como escritora, la opinión de Virginia también queda reflejada en esta entrada del diario: «[…] No es muy de mi gusto […], tiene la elegante soltura de la aristocracia, pero no el ingenio del artista»77. A pesar de esta sensación, al parecer poco favorable, Virginia debió sentirse de algún modo atraída por ella: «[…] escribe quince páginas al día, ha terminado otro libro, publica con Heinemann, conoce a todo el mundo […] Pero ¿podré conocerla alguna vez? Voy a cenar allí el martes»78.
A partir de este primer encuentro, en la primera carta que Virginia le dirige a Vita Sackville-West (28 de diciembre, 1922), el tono que utiliza, como parece lógico, es muy formal: «señora Nicolson»; pero las alusiones a la obra de Vita ya tienen otros matices: «[…] he estado leyendo algunos de sus poemas […] con gran placer; y por eso no puedo evitar apremiarla de esta manera para poder obtener más de su último libro»79. El libro al que se refiere Virginia, y del que deseaba recibir un ejemplar, es Knole and the Sackvilles80,que Vita Sackville-West había publicado en 1922, y en el que habla de la mansión de su familia, Knole, que tanta importancia tendrá en Orlando, como se verá más adelante. En cartas posteriores, las fórmulas de tratamiento van cambiando hacia «dear Vita» («querida Vita») o «my dear Vita» («mi querida Vita»), «dearest Vita» («muy querida Vita») y en ocasiones «dearest creature» («muy querida criatura»), una fórmula que revela un alto grado de familiaridad e intimidad.
En las cartas de Vita Sackville a Virginia también se observa el cambio en las fórmulas de tratamiento pasando de «señora Woolf» a otras formas más afectuosas como «Virginia, dear and lovely» («Virginia, querida y adorable»), «my darling Virginia» («mi adorada Virginia»). Por su parte, progresivamente, algo más va cambiando en la actitud de Virginia hacia Vita. En una carta que Virginia le dirige a su amiga Violet Dickinson (1865-1948), en enero de 1923, sin más rodeos le dice: «Me gusta la señora Nicolson: no se anda con tonterías»81; y, en la entrada de su diario correspondiente al 19 de febrero de 1923, Virginia describe a Vita como «safista», término que se usaba en la época para referirse a «lesbiana», y no solo eso, sino, además, la califica de «notable»:
Tuvimos una visita sorpresa de los Nicolson. Es una safista notable y Ethel Sands82 piensa que puede que me haya echado el ojo, a pesar de mi edad. La naturaleza podría haberle agudizado las facultades. Pretenciosa como soy, rastreo sus pasiones quinientos años atrás, y se vuelven románticas para mí, como el viejo vino amarillo83.
Las dos escritoras no se vieron durante un tiempo debido a un viaje de Vita Sackville a Persia. Harold, su marido, quien, por otro lado, también mantenía relaciones homosexuales que Vita conocía y admitía84, había recibido el nombramiento de consejero en la delegación británica de Teherán, en octubre de 1925, y permanecería allí durante el siguiente año y medio. Vita lo visitaría en dos ocasiones en 1926 y 1927. En su libro Passenger to Teheran (1926) recoge su experiencia de este viaje y Twelve Days: An Account of a Journey across the Bakhtiari Mountains of South-Western Persia (1927) se basa en su segundo viaje85. Cuando Virginia tuvo noticia de que Vita partiría al encuentro con su marido le escribió una conmovedora carta, fechada el 13 de octubre de 1925:
Mi querida Vita:
Pero ¿por cuánto tiempo?
¿Para siempre?
Estoy llena de envidia y desesperación. Pensar en Persia…, pensar en no volver a verte.
El médico me ha mandado a la cama: prohibido escribir. Este es mi canto del cisne. Pero ven a verme86.
Los términos de afecto demuestran un elevado grado de intimidad entre ambas. La relación fue creciendo y, como señala Nigel Nicolson, para Vita, la amistad con Virginia «fue el hecho más importante de su vida, con excepción de Harold, del mismo modo que Vita supuso lo más importante en la vida de Virginia, con excepción de Leonard»87. La crítica ha señalado otras relaciones de Virginia Woolf con mujeres, entre ellas, Violet Dickinson, Katherine Mansfield y Ethel Smyth, pero ninguno de estos casos alcanzó a despertar las emociones que logró generar Vita. Un buen ejemplo lo encontramos en unas entradas de sus diarios en las que Virginia habla de sus sentimientos hacia Vita. El 7 de diciembre de 1925 se hallaba en un hondo estado de abatimiento por no tener noticias de «ese demonio de Vita»:
Quiero acostarme como un niño cansado y deshacerme en llanto de esta vida de preocupaciones […] La mayoría de los niños no saben por qué lloran; yo tampoco. Son las doce de la mañana del lunes, un día muy frío, pero soleado, saludable, alegre. Las campanas suenan abajo; las puertas se cierran de golpe. Debería estar en plenas facultades, porque, después de todas estas somnolientas semanas de ser dependiente, ahora casi he dejado de serlo de nuevo; y puedo leer, escribir, caminar un poco y entretenerme ligeramente. Bueno, en parte es por culpa de ese demonio de Vita. Ninguna carta. Ninguna visita. Ninguna invitación a Long Barn. Estuvo la semana pasada y no vino. Se me ocurren tantas buenas razones para esta negligencia que me avergüenza referirme a esto como algo por lo que llorar. Solo que, si no la veo ahora, no lo haré… nunca: porque el momento para la intimidad se habrá ido, el próximo verano. Y esto me molesta, en parte porque ella me gusta; en parte porque odio el poder que tiene la vida para dividir. Además, soy vanidosa. Clive sabrá por qué Vita no vino a verme […]88.
Varias semanas después, el 21 de diciembre de 1925, tras haber pasado unos días juntas, Virginia vuelve a registrar en su diario otro momento de intensas emociones por Vita:
¡Pero ni rastro de Vita! Y luego, tres días con Vita en Long Barn, de donde Leonard y yo volvimos ayer. Estas safistas aman a las mujeres; la amistad nunca está teñida de lo amoroso […] Me gusta ella y estar con ella […] ¿Cuánto la echaré de menos, por ejemplo, cuando esté de viaje por el desierto? De todos modos, me alegro mucho de que venga hoy a tomar el té, y le preguntaré si le molesta que vista tan mal. Creo que sí le molesta. Leí su poema, que es más compacto, con mejor visión y sentido que cualquier otra cosa suya89.
Progresivamente, la relación fue evolucionando hacia una duradera amistad. Se influyeron mutuamente en lo que se refiere a creación literaria. Por parte de Vita Sackville-West, uno de los libros que brotaron de esta relación entre ambas es la novela corta Seducers in Ecuador90,que Hogarth Press publicó en 1924. Por parte de Virginia, el fruto de este amor, aunque surgió cuando ya la pasión se atenuaba, es Orlando.
Se sabe que Virginia comenzó a escribir Orlando en octubre de 1927 y lo terminó en marzo de 1928. Puede considerarse que la obra es un tributo de amor de Virginia Woolf hacia Vita Sackville-West, la cual, durante varios años, tuvo una poderosa influencia tanto sobre sus sentimientos como sobre su imaginación creativa. Una de las primeras referencias a la idea de escribir Orlando figura en los diarios de Virginia, en septiembre de 1927. El proyecto aparece en un contexto que podríamos calificar de «brumoso» o poco definido. Virginia dice: «[…] uno de estos días […] esbozaré aquí, como un gran cuadro histórico, los contornos de todos mis amigos […] Podría ser una forma de escribir las memorias de la propia época durante la vida de las personas. Podría ser un libro muy divertido. La cuestión es cómo hacerlo». Es evidente que en su mente la idea estaba empezando a adquirir forma, pero inmediatamente señala que «Vita debería ser Orlando»91. El nombre del personaje que será protagonista de la historia parece estar basado en las obras de los poetas renacentistas Matteo Maria Boiardo (1441-1494), Orlando Innamorato (1486), Ludovico Ariosto (1474-1533), Orlando furioso (1532) y en el personaje de Orlando que aparece en la comedia de W. Shakespeare, As You Like It («Como gustéis»).
Ya el 5 de octubre de 1927, Virginia ve con más claridad la forma que adoptará su narración: «[…] al instante me vienen a la mente los emocionantes proyectos de siempre: una biografía que comienza en el año 1500 y continúa hasta nuestros días, titulada Orlando: Vita; solo que cambiando de un sexo a otro. Creo que, como regalo, me dejaré llevar por esto durante una semana […]»92. Igualmente, en las cartas dirigidas a Vita Sackville-West, Virginia va aportando pormenores de su proceso creativo y cómo en su mente se va abriendo camino el título de la obra. Así, por la carta que le envía a Vita, el 9 de octubre de 1927, se sabe de sus dificultades para avanzar en la redacción: «No lograba sacarme ni una palabra; y al fin dejé caer la cabeza entre las manos: mojé la pluma en la tinta, y escribí estas palabras, como automáticamente, sobre una hoja limpia: Orlando: Biografía. Apenas hice esto, mi cuerpo se inundó de éxtasis y mi cerebro de ideas. Escribí rápidamente hasta las doce»93.
Para el día 22 de octubre, Virginia ha concebido con más claridad cómo será la obra y cree que ya puede anticipar su posible finalización: «[…] me he lanzado de un modo un tanto furtivo, pero con gran pasión en Orlando: Biografía. Va a ser un libro pequeño, escrito para Navidad»94. No fue así, tardó un poco más; pero en la misma entrada del diario también aporta detalles sobre el tono que quiere que tenga la obra: «[…] estoy escribiendo Orlando en un estilo medio burlón, muy claro y llano, para que la gente entienda cada palabra. Pero el equilibrio entre verdad y fantasía debe ser cuidadoso»95. Además, desvela datos de interés para interpretar los personajes y escenarios que aparecerán en el relato: «[…] está basado en Vita, Violet Trefusis, Lord Lascelles, Knole, etc.». En efecto, Violet Trefusis (1894-1972) también tuvo una relación amorosa con Vita Sackville-West (de hecho, ambas se escaparon juntas a Francia)96, y Henry Lascelles (1882-1947) había sido pretendiente de Vita. En otras entradas de sus diarios y de las cartas a Vita, Virginia va desgranando algunos datos acerca del proceso de composición y de los detalles que constituyen los entresijos del texto:
Orlando será un librito, con fotos y uno o dos mapas. Le voy dando forma en la cama por la noche, mientras camino por las calles, por todas partes. Quiero verte a la luz de la lámpara, con tus esmeraldas. De hecho, nunca he deseado tanto verte como ahora: solo sentarme y mirarte, y hacerte hablar, y luego, rápidamente y en secreto, corregir ciertos puntos dudosos97.
Por su parte, Vita, en las cartas que le dirigía a Virginia comentando el proyecto de Orlando, mostraba su entusiasmo y, al mismo tiempo, cierto temor:
Dios mío, Virginia, si alguna vez he estado emocionada y aterrorizada es ante la perspectiva de ser proyectada en la forma de Orlando. Qué diversión para ti; qué diversión para mí. Verás, cualquier venganza que quieras tomar la tendrás en tu mano. Sí, adelante, prepara tu tortita, dórala bien por ambos lados, vierte brandy por encima y sírvela caliente. Tienes todo mi permiso. Solo creo que después de que me hayas descuartizado, desenrollado y retorcido, o lo que sea que pretendas hacer, deberías dedicárselo a tu víctima98.
Y así lo hizo. Virginia le dedicó a Vita su Orlando99. Muchos aspectos del proceso de composición y publicación de la obra se encuentran, como se ha señalado, en la mutua correspondencia entre ambas mujeres; pero las dos se sintieron hasta tal extremo entusiasmadas que en numerosas ocasiones Virginia se refería a Vita como «Orlando» y Vita firmaba sus cartas a Virginia con el nombre del personaje. En una carta de 20 de marzo de 1928, Virginia le escribía a Vita exultante y, en letras mayúsculas y exclamaciones, parecía gritar: «ORLANDO IS FINISHED!!!» («¡¡¡Orlando está terminada!!!»)100. La publicación de la obra se produjo el 11 de octubre de 1928, fecha con la que concluye el texto, y ese mismo día Vita le escribió a Virginia expresándole sus emociones y su agradecimiento:
[…] has inventado una nueva forma de narcisismo, lo confieso, estoy enamorada de Orlando, es una complicación que no había anticipado. Virginia, querida mía, solo puedo darte las gracias por derramar tanta riqueza. Me has hecho llorar con tus pasajes sobre Knole, granuja101.
Vita también le escribió a su marido, Harold Nicolson (a quien llamaba cariñosamente «Hadji»), ese mismo día expresándole sus emociones al leer Orlando en el ejemplar especialmente encuadernado que Virginia le hizo llegar. Merece la pena citar el texto completo de la carta, pues aporta detalles muy personales sobre los sentimientos que brotaron en Vita:
Querido mío:
Te escribo en mitad de la lectura de Orlando en tal estado de agitación y confusión que apenas sé dónde estoy (¡o quién soy!). Me llegó esta mañana con el primer correo y no he dejado de leerlo desde entonces, y ya voy por la mitad. Virginia me lo envió en una preciosa encuadernación de cuero, ¡bendita sea! ¡Oh, Señor, me pregunto qué pensarás de él! Me parece más brillante, más encantador, más desbordante y suntuoso que todo lo demás que ha escrito. Es como un manto incrustado de joyas y salpicado de pétalos de rosa. Admito que no sé muy bien qué pensar. Hay algunas partes que me hacen llorar, otras me hacen reír; el conjunto me deslumbra y me desconcierta. Lamento que no estés aquí para que pudiéramos leerlo simultáneamente. Apenas he dormido en toda la noche de la emoción, y me he despertado sintiéndome como si fuera mi cumpleaños, o el día de mi boda, o algo único.
Bueno, no sé, me parece un libro único en la literatura inglesa, que lo tiene todo: romance, ingenio, seriedad, desenfado, belleza, imaginación, estilo; con Sir Thomas Browne y Swift por padres. Me siento infinitamente honrada de haber servido de motivo; y muy humilde. Oh, quiero saber lo que piensa Hadji102.
La obra está plagada de detalles personales, de anécdotas, referencias y guiños que únicamente ellas dos conocerían en su totalidad; pero hay un lugar central en el marco en que se desarrolla la trama; un lugar de hondo significado para Vita Sackville-West, su lugar de nacimiento y su hogar durante años: Knole.
Knole es una gran casa de campo, antiguo palacio arzobispal, que la reina Isabel I (1533-1603) le entregó a la familia Sackville-West en el siglo XVI, convirtiéndose en el hogar de la familia. Aquí nació Vita Sackville-West y, debido a que la propiedad iba asociada a la posesión del título de barón de Sackville, que seguía el linaje masculino, Vita no pudo heredarla, pues el título pasó a Charles John Sackville-West (1870-1962), tío de Vita, que se convirtió en el 4.º barón de Sackville. Desde 1946, Knole es una propiedad gestionada por el National Trust. Está situada al oeste de Kent y, con un total de algo más de hectárea y media, es una de las cinco mansiones más grandes de Inglaterra. En su obra Knole and the Sackvilles, Vita Sackville-West hace referencia a la existencia de indicios de que «un edificio romano una vez ocupó el emplazamiento»103; no obstante, los orígenes medievales más antiguos documentados se remontan al año 1281, época en la que la propiedad pertenecía a dos personas llamadas William y Roger de Knole de las cuales, por otro lado, no se poseen más datos104.
El edificio actual es una construcción del siglo XV, con modificaciones realizadas en los siglos XVI y XVII. Entre 2013 y 2019 se llevó a cabo un proyecto de conservación, financiado por el Heritage Lottery Fund, que contó con numerosos profesionales altamente especializados. En la propiedad existe un parque de ciervos que se fundó en 1456 y se ha mantenido desde entonces.
En la obra, la mansión de Knole aparece retratada como un lugar misterioso y evocador. Con la detallada descripción de las estancias, los jardines y los parques, Virginia logra crear una sensación de grandiosidad y atemporalidad, haciendo de la mansión un símbolo de permanencia y estabilidad, en contraste con la naturaleza efímera y cambiante del personaje principal.
Para Matthew Dennison, Orlando supone un intento por parte de Virginia de retener cuanto le sea posible a Vita, de «aferrarla en letra impresa y poseer al menos una parte de ella en persona»105. El arrebato amoroso ya había pasado y Vita dirigía su atención hacia otra dirección. Virginia era consciente de eso y, en una breve carta fechada el 20 de febrero de 1928, poco antes de la conclusión de Orlando, le hace un ruego: «[…] ¿puedes mandarme uno de tus últimos poemas? Por favor, hazlo»; y concluye la breve nota con una pregunta que posee el tono de la anticipación de una desgarradora realidad que no podía soslayarse más y puede que en sí encierre una despedida: And do you love me? («¿Y me amas?»)106.
1 Virginia Woolf, «A Sketch of the Past», Moments of Being, edición, introducción y notas de Jeanne Schulkind, Nueva York, Londres, Harcourt Brace Jovanovich, 2.ª ed., 1985 (1.ª ed., 1976), pág. 65. Existe una traducción al español de Andrés Bosch bajo el título de Momentos de vida, Barcelona, Lumen, 1980; no obstante, tanto en este caso como en todas las citas de textos originalmente en inglés, salvo que se indique lo contrario, he preferido aportar mi propia traducción.
2Ibíd.
3 Citado por Noel Annan, Leslie Stephen: The Godless Victorian, Londres, Weidenfeld and Nicolson, 1984, pág. 119.
4 Según señalan Nigel Nicolson y Joanne Trautmann, eds., The Letters of Virginia Woolf, 1932-1935, vol. V, Londres, Hogarth Press, 1979, pág. 36, nota 1, Harmon H. Goldstone era en este momento estudiante en Harvard y quería escribir un ensayo sobre Virginia Woolf para un concurso, razón por la que se puso en contacto con ella; pero no ganó el concurso; no obstante, pensó elaborar un libro sobre la autora, aunque posteriormente abandonó la idea. Harmon H. Goldstone desarrolló su carrera profesional como arquitecto en Nueva York.
5 Nigel Nicolson y Joanne Trautmann, eds., op. cit., pág. 91.
6Ibíd.
7 Para esta referencia se ha consultado la edición en línea de la reseña de Lyndall Gordon sobre Virginia Woolf en el Dictionary of National Biography; disponible en: <https://doi.org/10.1093/ref:odnb/37018>, consultado el 14 de junio de 2023.
8Ibíd.
9 Quentin Bell, Virginia Woolf: A Biography, Londres, Grafton Books, 1987. Para estas referencias señaladas se ha utilizado la traducción española de esta biografía de Marta Pessarrodona: Quentin Bell, Virginia Woolf: Una biografía, Barcelona, Lumen, 2022, véanse págs. 262-263.
10 Christine Kenyon Jones y Anna Snaith, «“Tilting at Universities”: Woolf at King’s College London», Woolf Studies Annual, 2010, vol. 16 (2010), págs. 1-44.
11Leonard Woolf, Beginning Again. An Autobiography of the Years 1911-1918, Londres, The Hogarth Press, 1972, pág. 76.
12Ibíd., págs. 76-77.
13Ibíd.
14 En una carta, de 14 de mayo de 1930, a su sobrino Quentin Bell, Virginia le comenta: «Una anciana de setenta y un años [Ethel Smyth] se ha enamorado de mí. Es a la vez espantoso, horrible y melancólicamente triste. Es como ser atrapado por un cangrejo gigante. Acaba de enviarme un telegrama para pedirme que nos veamos. Por favor, dame tu consejo». Véase Nigel Nicolson, ed., The Letters of Virginia Woolf, 1929-1931, vol. IV, Londres, Hogarth Press, 1978, pág. 171.
15 Nigel Nicolson, ed., The Letters of Virginia Woolf, 1929-1931, vol. IV, op. cit.,pág. 180.
16 Virginia Woolf, «A Sketch of the Past», Moments of Being, op. cit., págs. 68-69.
17 Virginia Woolf, «22 Hyde Park Gate», Moments of Being, op. cit., pág. 177.
18Marius the Epicurean es una novela de Walter Pater publicada en 1885. Existen traducciones al español, bajo el título de Mario el epicúreo, de Agustín Esclasans (Barcelona, Lauro, 1944) y Rafael Lassaletta (Madrid, Valdemar, 1997, 2006).
19 Virginia Woolf, «Old Bloomsbury», Moments of Being, op. cit., pág. 182.
20 Véase L. C. Terr, «Who’s Afraid in Virginia Woolf? Clues to Early Sexual Abuse in Literature», The Psychoanalytic Study of the Child, 45 (1990), págs. 533-546.
21 Louise A. DeSalvo,
