Paisaje con figuras - Marta Penhos - E-Book

Paisaje con figuras E-Book

Marta Penhos

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Beschreibung

Paisaje con figuras estudia el viaje del Beagle por el sur americano, en el que abordaron Robert Fitz Roy y un joven Charles Darwin, y las representaciones literarias y visuales producidas durante la travesía. Enmarcada en algunas aproximaciones de las teorías poscoloniales, Penhos busca desnaturalizar los discursos heredados por medio del estudio de las imágenes en su contexto de producción, y desenmascarar la violencia implícita en las relaciones coloniales en las que se inscriben estos viajes, que puede descubrirse también en sus imágenes y discursos.

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Paisaje con figurasLa invención de tierra del fuego a bordo del Beagle (1826-1836)

CALEIDOSCÓPICA

Colección dirigida por Sandra Szir

Índice de contenido
Portadilla
Legales
Lista de ilustraciones
Prólogo
Agradecimientos
Introducción. Entre ficción y verdad
I. Un viaje entre los viajes: la expedición del Beagle (1826-1836)
Primera etapa. Objetivos e instrucciones
Un verano en Tierra del Fuego (noviembre de 1826-abril de 1827)
Nuevo periplo fueguino y un hecho dramático (enero-agosto de 1828)
Paréntesis rioplatense y carioca (agosto de 1828-marzo de 1829)
Del cabo de Hornos a Chiloé, y más exploraciones fueguinas (marzo de 1829-julio de 1830)
Fitz Roy toma la palabra… y también a cuatro fueguinos (noviembre de 1829-julio de 1830)
Segunda etapa. El Beagle regresa a Sudamérica
Hacia la tierra de “nuestros compañeros fueguinos” (diciembre de 1831-febrero de 1833)
Las Malvinas bajo la mirada de Fitz Roy. Trabajos patagónicos (febrero-diciembre de 1833)
Una nueva temporada en el sur del sur (diciembre 1833-mayo 1834)
El largo camino de regreso (junio 1834-octubre 1836)
II. De cómo el extremo sur de Sudamérica llegó a ser Tierra del Fuego
En el inicio fue Magallanes… o más bien Pigafetta
Poner nombre al fracaso: Sarmiento de Gamboa, Cavendish
Un pirata heroico: Drake
Del “viaje peligroso” por el estrecho de Magallanes a la “alegría” de hallar el cabo de Hornos
Entre el naufragio y la eficiencia: la expedición de Anson
Otras expediciones: melodías en la misma tonalidad
III. Palabras e imágenes para una edición
Varios autores y un equipo editorial
Huellas de gigantes sobre el papel
Imágenes viajeras. Del viaje del Beagle al Univers Pittoresque
IV. Armonía y contrapunto: King, Fitz Roy y Darwin inventan Tierra del Fuego
El reinado de las montañas
Un protagonista nevado: el monte Sarmiento
Tierra del Fuego según King y Fitz Roy: melodías en modo mayor
El canto de Fitz Roy
Paisaje con figuras, I
Darwin: un poco de contrapunto
V. Martens: un paisajista en la encrucijada del fin del mundo
Dos artistas para un viaje
Ver la naturaleza con los ojos del arte: una encrucijada
Un río de orillas estériles y la promesa de la cordillera
Paisaje con figuras, II
Figuras esquivas
Un paraíso fueguino
VI. Ciencias para la otredad: fisiognomía y frenología en la invención de los fueguinos
Del interior al exterior, del exterior al interior
Unos ladrones
El examen moral de los fueguinos
Figuras de la abyección
Entre lo abyecto y lo sublime
Retratos entre el arte y la ciencia
De nombres, vestimentas, modales y otras maneras de dominar al otro
Coda caníbal
VII. Y la nave va... Muchas historias para una historia, y algunas imágenes también. Con Florencia Baliña
Pintar paisajes y figuras… con palabras
Nuevas imágenes para la historia del Beagle
Fuentes
Bibliografía

Paisaje con figurasLa invención de tierra del fuego a bordo del Beagle (1826-1836)

Marta Penhos

Penhos, Marta

Paisaje con figuras : la invención de Tierra del Fuego a bordo del Beagle : 1826-1836 / Marta Penhos. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ampersand, 2020.

Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-4161-44-4

1. Sociología de la Cultura. 2. Procesamiento de Imágenes. 3. Historia de la Cultura. I. Título.

CDD 306.4

Colección Caleidoscópica

Primera edición, Ampersand, 2018.

Cavia 2985, piso 1

C1425CFF – Ciudad Autónoma de Buenos Aires

www.edicionesampersand.com

© 2017 Marta Penhos

© 2018 Esperluette SRL, para su sello editorial Ampersand

Edición al cuidado de Ana Hib, Renata Prati y Diego Erlan

Corrección: Ana Hib, Renata Prati y Ana Mosqueda

Diseño de colección: Tholön Kunst

Procesamiento de imágenes: Alejandro Demartini

Maquetación: Silvana Ferraro

Imagen de tapa: “North east side of Wollaston Island near Cape Horn”, de Conrad Martens. © National Maritime Museum, Greenwich, Londres.

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-987-4161-44-4

PRÓLOGO

Esta nueva obra que ofrece Ampersand en diálogo con el programa de temas y cuestiones de interés de la colección Caleidoscópica estudia con mi­­­rada atenta y esmerada un libro de viajes ilustrado, editado en el siglo XIX: Narrative of the Surveying Voyages of his Majesty’s Ships Adventure and Beagle, de 1839. A través de su observación y análisis, la autora considera los procesos de registro de datos y de producción de textos e imágenes vinculados con esos viajes. Por esta vía, se devela todo aquello que sustenta las exploraciones y que permite que estas se transformen en dispositivo y en relato: una compleja trama compuesta por las vivencias de los viajeros, las motivaciones políticas y científicas de las expediciones y las modalidades históricas y culturales de concebir y comunicar las experiencias, sus objetos y sus resultados. La lectura que se presenta aquí también parte de los estudios sobre la construcción de la otredad en el Occidente europeo y en el rol de las imágenes dentro de la configuración discursiva y la representación del otro.

Paisaje con figuras. La invención de Tierra del Fuego a bordo del Beagle (1826-1836), de Marta Penhos, es un libro que trata de un libro y que da cuenta, en primer lugar, de un relato. Analiza la fuente mediante una narrativa atrapante: registra, por ejemplo, las frecuentes alusiones al clima experimentado por los viajeros, a menudo hostil, frío, ventoso y húmedo, que enmarcaba fuertemente la vivencia del entorno. Los escenarios de este sur del sur acompañaban esos climas, aunque por momentos pudieran resultar amigables, sublimes o monótonos. Estos confines del mundo y sus habitantes, percibidos como perdidos y olvidados en un paisaje y un clima desfavorables, despertaron fuertemente la curiosidad de los exploradores, entre ellos, Robert Fitz Roy y Charles Darwin –este último antes de convertirse en el padre de la teoría de la evolución–, y de sus acompañantes, como el artista Conrad Martens.

De este modo, el libro se inscribe en un elenco de estudios que indaga el tema de los viajes y viajeros de los siglos XVI a XIX y de sus producciones literarias y visuales tal como pueden hallarse en registros y recolecciones de datos obtenidos por medio de los métodos y herramientas conceptuales de la cultura científica de la época. Observa así los modos en los cuales Europa y sus políticas exploran culturas lejanas para su comprensión y apropiación, y expone la alianza entre ciencia y dominio colonialista. Europa y su “civilización” resultan el parámetro desde el cual se mira parcial y convencionalmente, se clasifica y se denomina a los hombres y mujeres de otras tierras. De ahí la categorización de “salvajes” o “raza miserable” que reciben los pobladores fueguinos en algunos pasajes de Narrative.

La obra de Marta Penhos propone, enmarcada e informada por algunas aproximaciones de los estudios poscoloniales, (1) desnaturalizar los discursos heredados. La producción de conocimiento es una de las áreas fundamentales en las que el imperialismo opera y ejerce su poder, de manera que tanto el intento de deconstrucción de los modos de conformación de esos armazones conceptuales, como el de mostrar los límites de las estructuras epistemológicas de la modernidad, conducen a una teoría crítica que enfrenta de otro modo la historia transcultural. Explorar, denominar y apropiarse –como lo demuestran los fueguinos secuestrados y conducidos a Inglaterra en el primer viaje y traídos de vuelta en el segundo– son acciones a las que se entregaron, como tantos otros que los antecedieron, los viajeros del Beagle y del Adventure. Una violencia ejercida en lo físico, aunque en este caso moderada, si la contrastamos con las masivas matanzas perpetradas por los conquistadores de siglos anteriores; (2) las experiencias coloniales no resultan todas iguales.

Pero en la representación, a su vez, se ejerce a menudo una violencia simbólica. Precisamente, Paisaje con figuras considera las imágenes en su contexto de producción, es decir, examina los recursos y motivaciones materiales, intelectuales y estéticos de las representaciones producidas en forma de dibujos y acuarelas en el transcurso del viaje, y tiene en cuenta también diagramas, mediciones, registros cartográficos. Describe, además, las transformaciones experimentadas por las ilustraciones en su pasaje al grabado para ser dispuestas junto al texto en el soporte de la página impresa de Narrative. La formación, los conocimientos previos y la educación técnica y estética de los artistas, y aun la de los propios científicos que produjeron algunas imágenes, intervenían en el momento de componer la imagen, a veces potenciando sus cualidades informativas o expresivas, y otras limitándolas. Una mirada informada por los objetivos científicos, políticos, económicos, pero también por las convenciones estéticas, así como por los estereotipos culturales, nos conduce a preguntar, junto con los estudios de la cultura visual, quién ve qué. Y cómo se ve. Es en ese cruce de interrogantes donde se articulan los temas de este libro: las desigualdades implicadas en las relaciones coloniales, entre quienes representan y quienes son representados. Como afirma Mieke Bal, la visión, el conocimiento y el poder están íntimamente relacionados. (3)

Pero además de la tensión que se genera entre la objetividad de los datos cuantificables en las observaciones, por un lado, y la subjetividad de la contemplación, por otro, Marta Penhos registra otras tensiones y discontinuidades, ya que las miradas subjetivas no son homogéneas. Se ponen en contradicción lo sabido o lo conocido –inscrito en el palimpsesto de los viajes anteriores y sus relatos–, la formación visual y estética de los artistas, y los propósitos estatales políticos y económicos en conjunción con las motivaciones y proyectos individuales de cada uno de los viajeros. Este libro nos convoca a reflexionar sobre las narrativas de las subjetividades, pero también acerca de los procesos en los que se producen las articulaciones de las diferencias culturales; en el camino surge la puja por hacer emerger a antiguos pueblos casi desaparecidos como sujetos históricos. De este modo, Paisaje con figuras nos conduce por caminos de reflexión crítica, sin dejar de lado el placer de observar de cerca una gran aventura del pasado.

Sandra Szir

1- Véanse Bill Ashcroft, Gareth Griffiths, Helen Thiffin (eds.), The Post-colonial Studies Reader (Nueva York-Londres, Routledge, 1995); Edward W. Said, Orientalism (Nueva York, Random House, 1979); Homi Bhabha, El lugar de la cultura (Buenos Aires, Manantial, 2002 [1994]).

2- Tzvetan Todorov se refiere a la conquista de América como el mayor genocidio de la historia de la humanidad, con un cálculo de 70 millones de seres humanos muertos; La conquista de América. El problema del otro (México, Siglo XXI, 1982).

3- Mieke Bal, “El esencialismo visual y el objeto de los estudios visuales”, Estudios Visuales 2, diciembre de 2004.

A Vicente, por el triunfo de la vida.

AGRADECIMIENTOS

Son varias las instituciones y personas a las que deseo expresar mi agradecimiento. Comenzaré por la Biblioteca Nacional de la República Argentina, que me otorgó en 2007 la Beca de Investigación “Félix de Azara” y alentó así los inicios de la investigación sobre las imágenes del Beagle. Gracias, entonces, a la Biblioteca por la oportunidad de bucear en las maravillas del Tesoro, y en especial a Juan Pablo Canala por la diligente entrega del material digitalizado necesario para la edición de este libro. Agradezco también al National Maritime Museum (Greenwich) y a la Cambridge University Library, así como a sus bibliotecarios y archivistas, quienes durante mi estancia en Londres en julio de 2013 atendieron cada una de mis consultas con cálida cordialidad y eficiencia. Merecen especial reconocimiento las universidades públicas en las que desarrollo mi trabajo, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de San Martín, porque me permiten, desde hace tres décadas, vivir de lo que amo: enseñar e investigar.

Espero haber sabido aprovechar los valiosos comentarios y sugerencias que recibí de Jacques Poloni-Simard, Miguel de Asúa, Pablo Penchaszadeh, Juan Pimentel, Irina Podgorny, Laura Malosetti, Griselda Pollock, Valerie Mainz, Carla Lois, en las reuniones científicas donde presenté algunos aspectos de este trabajo: parte del contenido de los capítulos III, IV y V en el Coloquio1810-1910-2010: Independencias dependientes (Dresden, 2010), el Coloquio Internacional sobre Expediciones Científicas (Buenos Aires, 2010) y las I Jornadas de Visualidad y Espacio: Imágenes y Narrativas (Paraná, 2011), y parte del capítulo VI en el simposio “Science and Portraiture: Showing knowledge, constructing identities, establishing difference” (IAWIS Triennial Conference, Dundee, 2014). A Carla Lois le debo, además, el haberme convocado a formar parte de un equipo de investigación sobre geografía y cultura visual bajo su dirección entre 2010 y 2013. Las reuniones de trabajo con Fernando Williams, Malena Mastricchio, Teresa Zweifel, Graciela Favelukes y Silvia Docola, y sobre todo los workshops que compartí con ellos en Tigre (2010) y Los Talas (2011) abrieron mi cabeza a formas diversas de abordar el problema del espacio y su representación. Carla Lois y Verónica Hollman incluyeron un texto de mi autoría sobre el viaje del Beagle en el libro Geografía y cultura visual, que editaron en 2013: les agradezco a ambas sus agudas observaciones, que le dieron más solidez a mis argumentos.

Cuando el manuscrito de este libro estaba casi listo, en febrero de 2017, tuve la fortuna de viajar a París para dar cuatro conferencias en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Va entonces mi reconocimiento a Jacques Poloni-Simard por abrirme el ámbito estimulante y amigable de su seminario. Allí conocí a Carmen Bernand y a Jean Paul Duviols, a quienes les debo el interés genuino que demostraron por mi trabajo. Gracias también a Helio Torres, que me brindó valiosos datos y sugerencias sobre distintos temas, y a todos los participantes del seminario por sus muchos hermosos gestos durante mi estancia parisina.

Quiero mencionar también a Peter Mason, siempre atento a mis pesquisas, quien me puso en contacto con una imagen vinculada con el viaje del Beagle. Los encuentros en Roma con Peter y su esposa Florike Egmont han sido apoyos permanentes en este largo camino de indagaciones sobre la expedición.

Agradezco de corazón el aliento y el cariñoso acompañamiento de amigos, compañeros, becarios, alumnos y exalumnos durante la investigación y la escritura. Algunos de ellos participaron activamente de estas instancias y por ello merecen un agradecimiento especial: Marcelo Marino, querido y sagaz colega residente en Inglaterra, por su desinteresada colaboración en la búsqueda de algunos documentos en los archivos de Londres; Malena López Palmero, especialista en viajes de la modernidad temprana, porque no solo me sugirió bibliografía, sino que leyó con atención algunos manuscritos y me dio pistas para transformarlos en textos más acabados; Carolina Martínez y Juliana Gandini, por facilitarme el acceso a información y materiales diversos; mi “agente” en la Biblioteca Nacional de Argentina, Federico Angelomé, quien con solicitud y gentileza me ayudó con el hallazgo de ciertos textos; Paula Bruno y Guillermo Willis, jóvenes y pujantes investigadores en historia del arte, por los datos que supieron encontrar para mí en el Instituto Warburg de Londres; Inés Carafí, porque nuestro reencuentro casual puso en mis manos un texto imprescindible para la investigación; “Fito” Carnevale, amigo de la infancia –interesado en temas fueguinos y poseedor de una maqueta del Beagle que siempre envidiaré–, por los libros que completaron el panorama de las apropiaciones contemporáneas del viaje. A todos ellos, gracias infinitas por su gran generosidad y valiosos aportes, sin los cuales el resultado de mis elucubraciones hubiera sido más pobre.

Para que la investigación se convirtiera en libro, una editorial tuvo que abrazar el proyecto. Mi gratitud para Ampersand en la persona de Ana Mosqueda, su directora, por fundar y sostener esta usina de bellos libros; para todo el equipo, pero en particular para Ana Hib, por su amorosa y creativa tarea de edición, a Renata Prati, quien con certero saber terminó de darle forma al texto, y a Victoria Britos por su permanente disponibilidad para guiar al autor en la aventura editorial. Y, claro está, para Sandra Szir, quien me dio la posibilidad de compartir con títulos y autores prestigiosos el espacio de la hermosa colección Caleidoscópica que ella dirige.

Estas páginas deben mucho a Florencia Baliña, joven historiadora del arte, que me asistió con notable solvencia en la búsqueda y procesamiento de bibliografía y fuentes publicadas, y que, merced a su entusiasmo y compromiso con el proyecto, y a sus inteligentes observaciones sobre diferentes facetas del mismo, se transformó en la coautora del último capítulo. Siempre recordaré con emoción el año compartido con Florencia, porque los desayunos de trabajo, el febril intercambio de e-mails, las interminables revisiones del manuscrito, la alegría por el hallazgo del dato faltante o de la imagen esquiva, aliviaron la soledad de la escritura y le dieron al libro un plus que trasciende la producción individual.

Guardo una enorme gratitud hacia Cynthia Taylor, mi hermana del alma, y hacia su hija Sarita, por haberme recibido en su departamento de Camden en 2013. Al regreso de cada jornada de trabajo yo sabía que me esperaba ese pedacito de hogar que cualquier viajero necesita cuando está lejos de su tierra: las charlas casuales, los tés a cualquier hora, la comida improvisada, y el vínculo de amistad que los años y la distancia no han hecho más que fortalecer fueron el mejor subsidio a la investigación que pude tener en esas semanas de verano londinense.

Y aquí, en mi ciudad, soy afortunada de tener amor y amistad, que son la energía potente y bella sin la cual todo lo demás carece de sentido. Gracias a Jimena y a Mayra, que iluminan con su amor e inteligencia cada tramo de mi camino; a Daniel y a Nadia por la felicidad de tenerlos a mi lado; a Matías y a Gabriela, pedacitos de mi corazón; a Fermín, el “Penjos” honorario, que junto con Jimena me ha traído el regalo de un nieto; a Gloria, la prima que se convirtió en hermana, por el cariño sin fisuras; a Alba, por la sociedad intelectual y la diversión sin fin; a Laura, por el puerto generoso de su cocina, fragua de proyectos y ámbito de confidencias; a Andrea, por la amistad desde los tiempos de estudiantes y porque siempre me empujó a más; a Lía, por las charlas a fondo y los buenos momentos; a Mariela, por los desayunos entrañables en los bares de Villa Urquiza; a Elizabeth, por la historia que nos une y por haberme sostenido en épocas difíciles; a “los madrigaleros”, por la música y la celebración de la vida. Y a Sergio, mi sol y la razón de mis sonrisas… gracias y más gracias.

INTRODUCCIÓNENTRE FICCIÓN Y VERDAD

Tierra del Fuego: tierra de los fuegos, isla perdida en el fin del mundo, un espacio al sur del sur que ejerció permanente atracción en los viajeros, desde que en 1520 Magallanes y Elcano cruzaron el estrecho y el cronista Antonio Pigafetta tiró a las fauces ansiosas de los lectores europeos el alimento de un relato cocinado en la fragua lenta de la historia y del mito. Des­­pués de su obra, (1) siguieron otros textos: crónicas, informes oficiales, descripciones de la geografía fueguina y de sus habitantes; todos son rastros de sucesivos intentos por incorporar aquella remota región a la vasta enciclopedia del conocimiento occidental. Nombrar es dominar, y también lo es describir, delinear mapas, esbozar dibujos, representar un mundo nuevo, construirlo, inventarlo.

Las páginas que aquí presentamos se dedican a una de estas invenciones: la que llevaron adelante los miembros del viaje del Beagle, una expedición de carácter predominantemente hidrográfico, organizada por el Almi­ran­tazgo británico y desarrollada en dos etapas: entre 1826 y 1830, y entre 1831 y 1836. (2) El foco del trabajo está puesto en el capitán Robert Fitz Roy (1805-1865), el naturalista Charles Darwin (1809-1882) y el pintor Conrad Martens (1801-1878), a los que se agregan Phillip Parker King (1791-1856), comandante de la primera etapa, y algunos oficiales.

Dirigido sobre todo al lector no familiarizado con la expedición, el primer capítulo presenta los principales acontecimientos sucedidos durante la travesía, como una suerte de antesala amplia de los puntos específicos que se verán en el resto del libro. En el segundo, se realiza un panorama de los viajes precedentes que fueron tomados en cuenta por los hombres del Beagle. Bajo la premisa de que su experiencia, como la de cualquier viajero, estuvo atravesada por lo ya sabido, (3) la intención es identificar aquello que nutrió su percepción y su representación del sur de América, así como sus aportes inaugurales.

La fuente principal del análisis es el informe oficial, a partir del cual pueden examinarse otros documentos, escritos y visuales. Este fue publicado en 1839, con el título Narrative of the Surveying Voyages of his Majesty’s ships Adventure and Beagle, en tres volúmenes con un apéndice, correspondientes a las dos etapas y al “Journal and Remarks” de Darwin. Se trata de una obra que puede considerarse coral, por la intervención de varios autores en la elaboración de los textos y de las imágenes. (4) El capítulo III está dedicado a la edición de los textos; los ubica dentro del género de la literatura de viajes, y a partir del tema de los “gigantes patagones” aborda una comparación con otros libros en torno al peso de las tradiciones en la representación de los indígenas del sur americano.

Coincidentes, paralelas, y a veces divergentes, las experiencias subjetivas de Fitz Roy, Darwin, Martens y los otros hombres del Beagle, plasmadas en textos e imágenes, conforman una versión preponderante de Tierra del Fuego, en la que se evidencia el modelo instaurado por Alexander von Humboldt y difundido desde los primeros años del siglo XIX, así como también otras ideas que circulaban en la cultura científica y artística europea de la época. Tal versión puede ser resumida en la expresión paisaje con figuras:Tierra del Fuego se muestra como un conjunto de paisajes comprendidos como espacios dados a la contemplación y a la vez disponibles para el estudio y la explotación, aptos para ser transformados, domesticados, en los cuales las figuras de sus habitantes, como someras indicaciones, refuerzan el sentido de una descripción en la que confluyen lo científico y lo estético. En cierto modo, los fueguinos pueden comprenderse como parergon de los paisajes: algo que se añade a la obra, “que toca y coopera, desde un cierto afuera […]. Como un accesorio que uno está obligado a recibir en el borde, a bordo”. (5) Según creo, los paisajes producidos por los beagleanos dejan ver las principales características de las figuras que aparecen en ellos, y estas contribuyen, a su vez, a manifestar los rasgos sobresalientes de los paisajes. Los capítulos IV y V, protagonizado uno por King, Fitz Roy y Darwin, y el otro por Martens, tienen como hilo conductor la pregunta sobre las vías a través de las cuales los expedicionarios inventaron los espacios fueguinos, qué procedimientos científicos y técnicos usaron para su representación, en qué medida intervinieron en sus textos e imágenes las categorías estéticas y los modelos artísticos de ese momento, y cuáles fueron las lecturas, así como las pinturas y grabados, que ellos convocaron frente a la necesidad de describir y mostrar lo nuevo.

Los fueguinos fueron también objeto de una aproximación distinta de aquella genérica y complementaria dentro de los paisajes. Atravesada por la fisiognomía y la frenología, esta perspectiva supone un desvío del pintoresquismo, tendencia en boga en el arte y la literatura de la época cuando se trataba de representar espacios y seres exóticos, que curiosamente apenas se insinúa en los textos e imágenes del Beagle. Este es el tema del capítulo VI; mientras que el último, escrito en colaboración con Florencia Baliña, da cuenta de la fortuna que la expedición ha tenido en la literatura y en las artes visuales, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX.

¿Por qué el Beagle? Mi primer contacto con algunas imágenes de Narrative tuvo lugar hace muchos años, cuando investigaba la representación de los indígenas en la Argentina del siglo XIX. Las láminas con rostros de fueguinos, que se analizan en el capítulo VI, formaron parte de diferentes corpus con los que fui trabajando a lo largo de mi carrera. Tiempo después, ya abocada al estudio de viajes y expediciones de los siglos XVIII y XIX, tuve la idea de que el caso del Beagle en su conjunto merecía una indagación completa y en profundidad desde la historia cultural de las imágenes. En 2007 comencé a dar los primeros pasos en ese sentido gracias a la beca que me otorgó la Biblioteca Nacional, y realicé un examen de la edición de Narrative que se conserva allí, en especial de sus grabados. Los años siguientes fui avanzando en el proyecto, pero no fue hasta 2013 que accedí a los archivos del Royal Maritime Museum y de la Cambridge University Library de Londres, en los que pude examinar la obra de Martens e ir completando el repertorio bibliográfico necesario para sustentar la investigación. Mientras progresaba en la pesquisa, decidí concentrarme en el tramo patagónico, y dentro de él en Tierra del Fuego, en razón de que la participación de Martens se había verificado en esta región.

Durante la larga gestación de este libro, fui madurando ideas fertilizadas por diversas lecturas. La bibliografía da cuenta de los recorridos rizomáticos a los que me ha llevado la investigación, a causa de la riqueza y densidad que presenta el caso. Si hay algunos títulos que se echan en falta es porque su aporte se halla incorporado en trabajos anteriores, y no he querido abundar en un listado bibliográfico ya de por sí demasiado extenso. En él aparecen varios textos que se acercan, rodean o atraviesan el tema de este libro. Algunos anuncian con su título más afinidades con él de las que efectivamente contienen, pero todos han sido parte de la base firme sobre la cual me he apoyado para avanzar en un sentido que, hasta donde sé, no había sido explorado.

El marco de la investigación es el fenómeno de los viajes modernos y su plasmación escrita y visual. Los relatos de viajes, nacidos del paso entre experiencia y escritura, implican, según Ricardo Cicerchia, la “objetivación del sujeto, la materialización de sus emociones y su transformación en ‘objetividad’”, (6) y reducen las incertezas implícitas en el encuentro con lo otro. Podemos decir, con Michel Foucault, que las palabras se separan de aquello que representan y se muestran como “el pedestal positivo de los conocimientos” sobre las cosas. Hay una profunda significación en la “coexistencia del hombre y las cosas, [y lo que se descubre] a través del gran despliegue espacial que abre la representación, es la finitud radical del hombre, la dispersión que, a la vez, aparta del origen y lo promete, la distancia inabarcable del tiempo”. (7) Por su parte y en la misma línea, Michel de Certeau plantea que en la modernidad,

… por perder su sitio, el individuo nace como sujeto. El lugar que antes le fijaba una lengua cosmológica, entendida como vocación y colocación en un orden del mundo, se convierte en una “nada”, una especie de vacío, que empuja al sujeto a dominar un espacio, a plantearse a sí mismo como productor de escritura. (8)

A partir de estas ideas, mi interés es desplazar la atención hacia las imágenes, para mostrar su papel activo en las relaciones entre Europa y el resto del mundo. Estas participaron de las grandes expediciones político-científicas de los siglos XVIII y XIX con la función de ordenar, de un modo comprensible y transmisible, la masa de conocimiento acopiado a partir de la experiencia multisensorial del viaje. No siempre lo lograron, y por ello encontramos rupturas, discontinuidades, contradicciones, que afloran en las representaciones, supuestamente unificadas y homogéneas. (9)

Las imágenes estarán, entonces, en el centro del análisis sobre la invención de Tierra del Fuego en el viaje del Beagle. No solo aquellas delineadas sobre el papel, sino también “las que no alcanzaron a tener un medio externo que las pusiera ante nuestra mirada, las eidéticas, imaginadas, recordadas o evocadas, de las que tenemos indicios en los testimonios escritos”. (10) Se trata, entonces, de estudiar representaciones, que al restituir lo ausente y presentarse como un objeto con entidad propia, producen mundo en una dialéctica de transparencia y opacidad respecto de lo representado. (11)

“Representación”, noción totalizadora “que une a la política, la economía, la semiótica y la estética”, permite pensar las imágenes y los textos en un entramado heterogéneo de prácticas y significados. (12) Reconocer la heterogeneidad semiótica entre escritura e imagen no nos lleva necesariamente a predicar la existencia de dos campos cerrados, sino por el contrario a intentar la exploración de sus pasajes, tensiones, colaboraciones e intercambios. El propio Louis Marin siguió el rastro de las imágenes en ciertos textos, en los cuales una suerte de ejercicio “imaginario” busca superar esa barrera semiótica. (13) Por su parte, y de acuerdo con Foucault, W. J. T. Mitchell va más lejos y propone que palabra e imagen “son dos nombres insatisfactorios para referirse a una dialéctica inestable que constantemente cambia su situación en las prácticas de representación”. (14) Su consideración de “obras compuestas, sintéticas, que combinan el texto y la imagen” (15) es una guía para abordar los volúmenes de la edición de Narrative como un objeto en el que se conjugan y relacionan, muchas veces en tensión, lo visible y lo legible.

Buceando en la relación entre lo visto y lo representado, entre aquello que los expedicionarios observaron y aquello que dibujaron y escribieron, espero poner en evidencia las consecuencias que tienen, para la invención de Tierra del Fuego, las similitudes y divergencias entre la palabra escrita y la imagen en las páginas de Narrative. De modo similar a otros casos, trascendiendo los compartimentos estancos de lo visual y lo textual, me interesa identificar la latencia o la desembozada aparición de lo uno en lo otro. (16)

En cuanto a las imágenes que fueron materializadas en un soporte concreto, me he propuesto pensarlas en relación con los testimonios de viajes a través de dos vías. Por un lado, siguiendo un hilo conductor que permite enlazar las láminas de las ediciones modernas –desde las salidas de las prensas de la casa De Bry en adelante– con las pinturas de manuscritos tardomedievales –como el famoso de John Mandeville–, en la medida en que los dos niveles de registro, el escrito y el visual, se necesitan mutuamente para dar cuenta tanto de las maravillas imaginarias como de lo efectivamente observado en tierras lejanas. Por otro, atendiendo al indudable vínculo establecido entre las imágenes y la ciencia moderna que, a partir del siglo XVII, afirmó la primacía de la observación de la naturaleza como vía del conocimiento, y reivindicó la reproducción de aquello que fuera necesario transmitir con total fidelidad. (17) En este sentido y en forma progresiva, la imagen vino en apoyo de la credibilidad del viajero, imbuido de estos principios y desprendido del tradicional perfil de impostor que arrastraba desde antiguo. (18)

El viaje del Beagle fue una empresa oficial, y como tal puede ser enfocada desde los intereses del Almirantazgo y la corona británica sobre el Río de la Plata, es decir, como una pieza más del engranaje imperialista de la época. Sin embargo, paralelamente a la atención en los viajes como emprendimientos ligados a diferentes proyectos de Estado que implican una operatoria pragmática de dominio sobre los territorios no europeos y sus habitantes, me atrae la posibilidad de dar cuenta de la subjetividad del viajero, de su mirada proyectada sobre lo otro, pero también del cuerpo que lo roza, lo manipula y es afectado por él. (19) Puesto que los viajes son complejas experiencias de dislocamiento, las imágenes y los textos que se relacionan con ellos pueden ser enfocados como rastros de percepciones, sensaciones e impresiones caóticas y discontinuas. (20)

En la historia que voy a contar hay en juego otras subjetividades: las de los fueguinos con quienes los miembros de la expedición tomaron contacto, más esquivas aún que las de estos últimos, que podemos vislumbrar en los entresijos de los textos e imágenes que produjeron. Los habitantes de Tierra del Fuego hablaban idiomas guturales y ásperos al oído británico, y lo que decían apenas tenía importancia para los beagleanos, salvo cuando algunos de ellos fueron recortados del conjunto, tomados como rehenes y educados en Inglaterra, para abrir así una comunicación que nos permite asomarnos a un habla indígena. Pero la transcripción de esta última al texto oficial de la expedición produce “una frontera lingüística entre la palabra salvaje y la escritura viajera”. (21) Solo aspiro, entonces, a que un eco de las voces fueguinas se escuche en estas páginas a pesar de las mediaciones, intervenciones e interpretaciones de los autores de Narrative.

A lo largo del libro aparecen con recurrencia las palabras espacio, paisaje, cuerpo, figura, y en menor medida, territorio y lugar. Sin proponerme agotar una discusión de los mismos, quisiera aclarar los sentidos con que se usan. Hablar de espacio supone tener en cuenta una serie de operaciones humanas sobre la realidad fenoménica. (22) El espacio o, más bien los espacios, sus características, valores y jerarquías, son construcciones del conocimiento vinculadas con prácticas concretas de espacialidad, entre ellas la observación, la contemplación, el tránsito, la habitación, el uso. (23) Así, el mismo trozo de tierra es un espacio distinto para el viajero, el colono, el artista, el misionero, el científico.

Entre los muchos espacios posibles se encuentra el paisaje. Este libro dedica una buena parte de su recorrido al papel que cumple este concepto en el viaje del Beagle, a partir de la idea de que es un modo de entender y representar las relaciones entre lo humano y lo natural, lo propio y lo ajeno. (24) A finales del siglo XVI, el término se aplicaba por igual a una unidad identificable de ocupación humana y a un entorno grato al pintor. La doble acepción indica una imbricación entre la naturaleza y el hombre que posteriormente se disimula, (25) de modo que prevalece en la época de nuestra expedición el sentido de un espacio natural ofrecido a un sujeto escindido de él que goza con su contemplación. La concepción moderna del paisaje forma parte de ese “artefacto” que es la cultura, como una “puesta entre paréntesis de la naturaleza”, (26) y sitio desde el cual el sujeto objetiva lo otro. Sin embargo, de manera amplia, en su esfera siguieron incluyéndose distintas intervenciones humanas, como la mensura y delimitación y el trabajo con el arado, entre otras. Según el planteo de Besse, el paisaje, aun si implica fuertes significados estéticos, deriva de un complejo de conceptos y prácticas que proyectan sobre un espacio distintos intereses. (27)

En lo que hace al viaje del Beagle, podemos distinguir en los testimonios de sus principales actores el predominio de una mirada próxima a aquella que posó Goethe en algunos sitios durante su viaje a Italia: una apreciación de “los lugares recorridos en función de determinantes pictóricos […], destacando del conjunto vivo los elementos significantes que deben componer la escena […] El paisaje es […] trasposición pictórica de la percepción de la naturaleza”. (28) Pero la búsqueda de goce estético es un hilo, que en una gran madeja se enreda con los del conocimiento científico, los proyectos concretos de intervención, las visiones ideales, la funcionalización pragmática, y la apropiación afectiva de los espacios que los expedicionarios atravesaron y estudiaron.

El gardening del que habla Denis Cosgrove, es decir, la domesticación imaginaria o material de una espacialidad por medio de la transformación intencional de sus características previas, (29) supone en nuestro caso un abanico de operaciones. Los hombres del Beagle observan, miden, registran, recolectan, aplican valores pictóricos a la naturaleza, pretenden fijar límites, es decir, territorializar un espacio, y también identifican lugares, no necesariamente de pequeñas dimensiones, sino más bien de rasgos peculiares, sea por sus valores estéticos como por su utilidad práctica, que implican “una indicación de estabilidad” y algún tipo de apropiación. (30)

Claro que no hay espacio ni espacialidad sin cuerpo, esa condición necesaria de la percepción, y sin corporalidades, es decir, sin modos de vivir el cuerpo. Por una parte, se asoman en este libro unos cuerpos y unas corporalidades deliberadamente sustraídos de la escritura y de las imágenes. Los beagleanos, en forma semejante a Félix de Azara, el ingeniero demarcador que exploró Sudamérica treinta años antes que ellos, proyectan, sobre aquello que se constituye en objeto de estudio y/o en escena para contemplar, una mirada despegada de cualquier existencia física, pero también, como aquel, dejan algunas huellas de la dimensión corporal del viaje y del encuentro con geografías y seres ajenos a los de su experiencia cotidiana. (31) “Lo opaco del cuerpo en movimiento, actuante, caminante, que goza”, dice De Certeau, “es lo que organiza indefinidamente un aquí en relación con un allá, una ‘familiaridad’ en relación con una ‘extrañeza’”. (32) Por otra parte, hacen su aparición los cuerpos objetos de esa mirada, hechos escritura e imagen en figuras genéricas de indígenas que se integran al paisaje, o en retratos de una transformación civilizatoria y una indagación científica.

He elegido la palabra figura para la vía principal de representación de los cuerpos patagónicos y fueguinos porque su uso tiene una larga historia, que Erich Auerbach analizó desde la Antigüedad hasta la Edad Media. El término concentra varias ideas que fueron modificándose con el tiempo, de las cuales es sugerente la de “configuración” o “conformación” significativa, en tanto contenido y forma de algo. A la vez, ya con Quintiliano adquirió, en el terreno de la retórica, el sentido de una expresión indirecta. (33) Todo ello puede aplicarse a los indígenas de los paisajes descriptos o dibujados durante el viaje del Beagle, en la medida en que su presencia colabora, de un modo lateral, indirecto, en la transmisión de significados definidos y reconocibles acerca de estos. Además, les corresponde también la acepción, corriente en la historia del arte, de figura como representación de seres animados, en particular personas.

Finalmente, merece unas líneas el término invención que, desde el título, recorre este libro. Ya en su clásico estudio de mediados del siglo XX, Edmundo O’Gorman enfocó la historia “como un proceso productor de entidades históricas” y, desde una perspectiva ontológica, propuso “resolver el problema de la aparición histórica de América […] como el resultado de una invención del pensamiento occidental y no ya como un descubrimiento meramente físico…”. (34) Por su parte, Giorgio Antei, al abordar un estudio filológico de la obra de Jerónimo de Vivar, usó la palabra invención como contraria a la idea de realidad. Según él, los cronistas del siglo XVI habrían inventado Chile como espacio épico, y para ello habían falseado la realidad vivida. (35)

En estas líneas, invención tiene los significados establecidos en nuestra lengua, como hallazgo o descubrimiento de algo nuevo o desconocido, y también como ficción o creación de algo inexistente, según consigna el Diccionario de la lengua española y confirma su antepasado, el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias. No deja de ser interesante la ambivalencia que presentan estas acepciones, asociada una al avance del conocimiento y por lo tanto a la verdad, la otra a la impostura: “llamamos inventor de cosa buena” e “invencioneros a los forjadores de mentiras”, dice De Covarrubias. (36) Lo que parece resolver la tensión entre estos dos polos es la cuarta acepción actual del término invención en el Diccionario de la lengua española, que refiere a “la parte de la retórica que se ocupa de cómo encontrar las ideas y los argumentos necesarios para desarrollar un asunto”. Lo observado y experimentado por los hombres del Beagle solo pudo ser representado por medio de tropos y convenciones, lo que dio por resultado versiones de Tierra del Fuego en las que conviven verdad y ficción. En este sentido, como Antei, deseo recuperar la invención como un recurso de la representación, pero a diferencia de este autor prefiero no hablar de falsedad. En cambio, me gustaría poner énfasis en la experiencia y su registro, pero también en la imaginación y en lo ya sabido, en lo que cada viajero cree que va a encontrar cuando va a la búsqueda de una tierra lejana, como elementos constitutivos de la versión que brindará sobre ella. De este modo espero mostrar que Tierra del Fuego surge en las páginas y láminas de Narrative y en las acuarelas y bocetos de Martens como un espacio multiforme, nacido del cruce entre lo real, lo vivido y lo imaginado.

Y, como sé que el pasado es la ficción del presente, (37) asumo que este libro es una ficción sobre una ficción, una versión provisoria de aquello sucedido tanto tiempo atrás. Pero si en Narrative anida alguna verdad sobre el viaje del Beagle, espero haber podido rescatarla para que en la ficción de estas páginas también la encuentre el lector.

1- Antonio Pigafetta, Primer viaje alrededor del Globo (Sevilla, Civilter, 2012 [1524]).

2- La expresión “viaje del Beagle” suele usarse para referir solo a la segunda, ya que con ese nombre se popularizó el diario de Darwin, pero en este libro se aplica a las dos etapas de lo que considero es una única empresa.

3- Marta Penhos, “Viajes, viajeros e imágenes: una relación necesaria”, en María Isabel Baldasarre y Silvia Dolinko (eds.), Travesías de la imagen. Historias de las artes visuales en la Argentina, Archivos del CAIA IV, vol. II (Buenos Aires, Centro Argentino de Investigadores de Arte/Eduntref, 2012).

4- Narrative of the Surveying Voyages of his Majesty’s ships Adventure and Beagle between the years 1826 and 1836, describing their examination of the southern shores of South America, and the Beagle’s circumnavigation of the globe, in three volumes (Londres, Henry Colburn, 1839). En algunas bibliotecas y catálogos figura King como autor del primer tomo, Fitz Roy del segundo y Darwin del tercero. En otros se atribuye toda la obra a Fitz Roy. Dado que, según creo, se trata de una obra colectiva, en adelante se citará simplemente como Narrative, seguido de la indicación del tomo. Para la investigación se ha consultado el ejemplar de la Biblioteca Nacional de Argentina, y las versiones digitalizadas de la Biblioteca Nacional de Chile (portal Memoria Chilena) y del portal DarwinOnline. Las traducciones de los fragmentos citados a lo largo del presente volumen son siempre nuestras.

5- Jacques Derrida, La verdad en pintura (Barcelona, Paidós, 2001), p. 65, traducción ligeramente modificada. Victor Stoichita rescata esta cita de Derrida en La invención del cuadro. Arte, artífices y artificios en los orígenes de la pintura europea (Barcelona, Ediciones del Serbal, 2000), p. 32.

6- Ricardo Cicerchia, Viajeros. Ilustrados y románticos en la imaginación nacional (Buenos Aires, Troquel, 2005), pp. 13-14. El relato surge de ese hiato temporal, de ese proceso que implica dos experiencias diversas y un desdoblamiento entre el sujeto “viajero” y el sujeto “escritor”. Véase Marta Penhos, “Viajes, viajeros e imágenes: una relación necesaria”, op. cit.

7- Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas (Buenos Aires, Siglo XXI, 2002 [1966]), pp. 7 y 328.

8- Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano. 1. Artes de hacer (México, Universidad Iberoamericana, 2007 [1980]), p. 151.

9- Marta Penhos, Ver, conocer, dominar. Imágenes de Sudamérica a fines del siglo XVIII(Buenos Aires, Siglo XXI, 2005); Marta Penhos, “De la exactitud y la incertidumbre del conocimiento: Malaspina en Patagonia (1789)”, en Ricardo Salvatore (coord.), Los lugares del saber. Contextos locales y redes transnacionales en la formación del conocimiento moderno, colección Estudios Culturales (Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2007); Penhos, “Viajes, viajeros e imágenes: una relación necesaria”, op. cit.

10- Penhos, “Viajes, viajeros e imágenes: una relación necesaria”, op. cit., p. 58.

11- Louis Marin, Opacité de la peinture. Essais sur la représentation du Quattrocento (París, Usher, 1989); Roger Chartier, El mundo como representación. Historia cultural entre práctica y representación (Barcelona, Gedisa, 1992).

12- W. J. T. Mitchell, Teoría de la imagen. Ensayos sobre representación verbal y visual (Madrid, Akal, 2009 [1994]), p. 361.

13- Marin, op. cit., pp. 9-21.

14- Mitchell, op. cit., p. 79.

15- Ibid., p. 84.

16- Penhos, Ver, conocer, dominar, op. cit., segunda parte.

17- Ibid., pp. 17-18 y 176; Penhos, “Imágenes viajeras: de la expedición del ‘Beagle’ al Universe Pittoresque”, en Irina Podgorny, M. Penhos y P. Navarro Floria, Viajes. Espacios y cuerpos en la Argentina del siglo XIX y comienzos XX (Buenos Aires, Biblioteca Nacional/Teseo, 2009), p. 49.

18- Juan Pimentel, Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración (Madrid, Marcial Pons, 2003), pp. 49-63.

19- Penhos, “Viajes, viajeros e imágenes: una relación necesaria”, op. cit., pp. 60-62.

20- Marta Penhos, “Los límites de la mirada que mide: espacio y territorio en los testimonios de la Expedición de la América Meridional (1782-1801)”, en Herib Caballero Campos y Pablo Desportes Bielsa (eds.), Félix de Azara en el Paraguay. 230 años después (Asunción, Añandurã/Embajada de España en Paraguay/Cooperación Española/Diputación de Huesca, 2015).

21- Michel de Certeau, “Montaigne: Caníbales”, en El lugar del otro. Historia religiosa y mística (Buenos Aires, Katz, 2007 [2005]), p. 272.

22- Obviamente, subyace a estos temas la cuestión filosófica, imposible de abordar aquí, de la existencia de un mundo al margen de nuestras percepciones, que puede resumirse en la pregunta: “¿Existe lo visible… haya o no mirada?”, Jean Marc Besse, La sombra de las cosas. Sobre paisaje y geografía (Madrid, Biblioteca Nueva, 2010), p. 121.

23- Penhos, “Viajes, viajeros e imágenes: una relación necesaria”, op. cit., p. 6.

24- W. J. T. Mitchell, Landscape and Power (Chicago-Londres, University of Chicago Press, 1994), p. 5.

25- Simon Schama, Landscape and Memory (Londres, Harper Collins, 1995), pp. 6-7.

26- Bruno Latour, Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica (Buenos Aires, Siglo XXI, 2007), p. 153.

27- Besse, La sombra de las cosas, op. cit., p. 116.

28- Ibid., p. 88.

29- Denis Cosgrove, Geography and Vision. Seeing, Imagining and Representing the World (Londres-Nueva York, I. B. Tauris, 2008), cap. 2.

30- De Certeau, La invención de lo cotidiano. 1. Artes de hacer, op. cit., p. 129.

31- Marta Penhos, “Travesías del cuerpo: los retratos de Félix de Azara”, en Estudios de Teoría Literaria. Artes, Letras y Humanidades 5, Revista digital del Departamento de Letras, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata (2014); Penhos, “Los límites de la mirada que mide: espacio y territorio…”, op. cit.

32- De Certeau, La invención de lo cotidiano. 1. Artes de hacer, op. cit., p. 142. Las cursivas y las comillas corresponden al texto citado.

33- Erich Auerbach, Figura (Madrid, Trotta, 1998).

34- Edmundo O’Gorman, La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del Nuevo Mundo y del sentido de su devenir (México, Fondo de Cultura Económica, 1984 [1958]), p. 9.

35- Giorgio Antei, La invención del Reino de Chile. Gerónimo de Vivar y los primeros cronistas chilenos (Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1989), p. 185.

36- Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid, Imprenta de Luis Sánchez, 1611), pp. 506-507.

37- Michel de Certeau, La escritura de la historia (México, Universidad Iberoamericana, 1999), pp. 11-13.

IUN VIAJE ENTRE LOS VIAJES: LA EXPEDICIÓN DEL BEAGLE (1826-1836)

Ubiquémonos en el puerto de Plymouth, en el sudoeste de Inglaterra, donde después de ingentes preparativos que llevaron meses comenzó la primera etapa de la expedición del Beagle, el 22 de mayo de 1826. Pese al protagonismo que ha adquirido desde su época hasta nuestros días el bergantín cuyo nombre terminó por identificar a toda la empresa, este zarpó rumbo a Río de Janeiro acompañado de un espacioso velero liviano, el Adventure. Cada barco llevaba unos sesenta y cinco hombres. En esa ocasión, Phillip Parker King, a bordo del Adventure, tuvo el comando general, mientras que Pringle Stokes (1793-1828) fue el capitán del Beagle. El retorno a Inglaterra se verificó el 14 de octubre de 1830. En el segundo viaje, el Beagle partió hacia Sudamérica el 27 de diciembre de 1831 llevando setenta y cuatro individuos, entre tripulación y supernumerarios. Iba bajo el mando de Robert Fitz Roy, quien durante el viaje compró un ballenero en las Islas Malvinas, al que bautizó también Adventure. Este último tuvo que ser vendido más tarde en Valparaíso, de modo que el 2 de octubre de 1836 el Beagle recaló en Falmouth, el otro importante puerto de la época, tan solitario como había salido casi cinco años antes.

Al Beagle y al Adventure se unieron otros barcos en el transcurso de las dos etapas: el Adelaide, una goleta empleada para los recorridos por los canales fueguinos; La Paz y La Liebre, también goletas, alquiladas a un inglés de Bahía Blanca para el relevamiento de la costa atlántica; el Uxbridge y el Adeona, barcos foqueros cuyo dueño, otro inglés de apellido Lynch, colaboró en varios tramos con la expedición, y el bote con cubierta Constitución, propiedad de un vecino de Montevideo, que se aplicó a distintas tareas hasta Guayaquil. Además, se utilizaron lanchas, chalupas y otras embarcaciones menores, y en ocasiones improvisadas, para exploraciones y traslados cortos dentro del amplio periplo de la expedición.

Si bien el viaje que nos ocupa forma parte del largo collar de expediciones europeas al sur de América, es una perla con brillo propio que ha tenido una particular fortuna histórica. Entre los factores que la explican hay que pensar, en primer lugar, en la coyuntura en la que se desarrolla, cuando a inicios del siglo XIX, fracasados los intentos de sometimiento de Buenos Aires por la vía militar, la corona británica desplegó otras modalidades de avance sobre territorios al sur del Río de la Plata. La Patagonia y las islas atlánticas presentaban indudables ventajas, tanto para el dominio estratégico como para la indagación científica. Es sabido que desde mediados del siglo XVIII creció la ola de expediciones que, desde Europa, alcanzaron distintos puntos del planeta, de acuerdo con una variedad de planes en los que se complementaron el interés por el progreso del conocimiento humano, universal y compartido por los estudiosos de todo el continente, con los objetivos propios de cada potencia. En la competencia por la preeminencia en los mares, “saber y poder se sostienen y refuerzan mutuamente”. (1) Nuestro caso sigue este modelo, flexible y capaz de adaptarse al contexto decimonónico, y realiza, de este modo, una contribución sustantiva al conocimiento geográfico de la región.

En segundo lugar, sin duda le dio singular fama al viaje la participación en la segunda etapa de un Darwin joven y en los inicios de su carrera científica, ya que el propio naturalista lo consideró la escuela en la que se completó su aprendizaje, se afianzó su vocación y se definieron sus intereses. (2)

El tercer factor que es preciso considerar es el secuestro, durante el primer viaje, de cuatro fueguinos, su estancia en Inglaterra, la muerte de uno de ellos, y la restitución de los otros tres a Tierra del Fuego en el segundo viaje. Aunque no era nueva la sustracción de personas de su entorno para llevarlas al viejo continente con distintos propósitos –de hecho, en lo que se refiere a América, Colón fue el pionero de la práctica–, ciertos ribetes particulares de esta experiencia le dieron una mayor trascendencia. Sobre todo los retratos de sus involuntarios protagonistas, construidos en texto e imagen por Fitz Roy casi como los de ciertos personajes novelescos, provocaron una seguidilla de elaboraciones literarias y algunas apropiaciones artísticas que distinguen nuestro caso de varios similares.

Nos encontramos así con un viaje entre los viajes que presenta más de una arista a revisar. Veamos, para comenzar el recorrido, qué detalles brinda Narrative acerca de la empresa y de algunos avatares de su desarrollo.

Primera etapa. Objetivos e instrucciones

Fitz Roy, principal autor de los dos primeros tomos del informe de la expedición, abre la obra con una carta-dedicatoria a Gilbert Elliot-Murray-Kynynmoun, segundo conde de Minto, que había asumido como Primer Lord del Almirantazgo en 1835. En ella deja claro que Phillip Parker King, el comandante de la primera etapa, “me ha autorizado a dejar [por escrito] los resultados de la expedición”. (3) Esto será importante a la hora de abordar la cuestión de la autoría que, como veremos, tiene algunas particularidades respecto de otros relatos semejantes. A continuación, en el breve “Prefacio”, Fitz Roy advierte sobre la heterogeneidad de los contenidos del texto y repite que “el capitán King me ha confiado el cuidado de la publicación de su parte de este trabajo”, a la vez que se excusa por los errores que pudieran habérsele pasado por alto. (4)

El objetivo general de la expedición era, según consta en el inicio de la “Introducción”, realizar un “reconocimiento de las costas del sur de Sudamérica”, para lo cual se acondicionaron dos naves, el “espacioso” y “fuerte” Adventure y el Beagle, pequeño y bien construido, “provistas de todo lo necesario” para la misión. (5) Esta parte de Narrative también incluye la composición de la tripulación y los cambios que se produjeron en ella durante el desarrollo de la misión, por muerte, enfermedad, baja o promoción de sus miembros. (6) Si bien este reporte es normal en un escrito dirigido a las autoridades, no parece casual el modo puntilloso con que aparecen consignados estos movimientos, ya que justamente debido a uno de ellos –se trata nada menos que del suicidio de Pringle Stokes–, Fitz Roy terminó ocupando el cargo de capitán del Beagle.

Pero regresemos a los objetivos de la empresa. Las “Instrucciones” que King recibió de sus superiores expresan la necesidad de llevar adelante un examen de las costas de Sudamérica desde el Río de la Plata hasta Chiloé, pasando por Tierra del Fuego. Puesto que el establecimiento de longitudes era uno de los trabajos más importantes que los expedicionarios debían llevar a cabo, no sorprende que doce cronómetros –nueve en el Adventure y tres en el Beagle– hayan formado parte del instrumental a bordo. (7)

El viaje desde Plymouth contemplaba las escalas de Madeira (Portugal), Tenerife (islas Canarias), San Antonio y Santiago (islas de Cabo Verde) e isla Trinidad, (8) “con el propósito” –según las instrucciones del Almi­ran­tazgo– “de indagar las diferencias de longitud de estos lugares”. Al arribar a Río, estaba previsto que la pequeña flota recibiera el apoyo del comandante en jefe de la Estación Naval Sudamericana, contraalmirante Robert Otway a bordo del Ganges, quien se ocuparía de que las naves estuvieran convenientemente preparadas para el largo y fatigoso viaje que comenzaba en la desembocadura del Río de la Plata. (9) Los expedicionarios debían medir longitudes también en el cabo de Santa María y en Montevideo, para pasar luego a “las costas, islas y estrechos” desde el cabo San Antonio hasta Chiloé en el Pacífico (fig. 1). La tarea no tenía un plazo previsto: se indicaba a King encararla hasta que estuviese completada, “en la forma y orden” que según su criterio fuesen los adecuados. (10)

Aunque la expedición no llevaba un especialista a bordo, como sí ocurrió en la segunda etapa, las autoridades del Almirantazgo contemplaban el estudio de la naturaleza dentro de sus fines:

Debe aprovechar toda oportunidad de recolectar y preservar especímenes de historia natural en cuanto sean nuevos, raros, o interesantes; y debe instruir al capitán Stokes y a los demás oficiales para usar su mejor diligencia en el aumento de las colecciones en los dos barcos, el conjunto de las cuales debe comprenderse como perteneciente a lo público. (11)

1. Mapa de una parte de Sudamérica, Narrative, tomo I.

El acento en lo “nuevo, raro o interesante” como criterios para guiar la selección de especímenes y la advertencia de que los mismos eran de dominio público son indicios, por un lado, de la importancia concedida al avance en zonas aún escasamente exploradas con relación a un conocimiento que respondía a intereses tanto científicos como económicos, y por otro, de una política de Estado a favor de la guarda y la exhibición pública de colecciones de diversa índole que daban cuenta del grado de progreso alcanzado en términos de “civilización”.

Las “Instrucciones” son claras en lo que respecta a la cadena de mandos durante el desarrollo normal de la expedición y en situaciones de crisis: King reportaba a Otway y a la secretaría de la Royal Navy, Stokes a King, pero el primero estaba obligado a tomar el lugar del comandante en caso de que este se viera imposibilitado de ejercer su cargo. Si una de las naves era severamente dañada, la tripulación debía pasar a la otra y seguir cumpliendo con sus tareas, a menos que, por causas justificadas, el comandante decidiese el regreso a Inglaterra antes de lo previsto. (12)

Sin que apenas se viera alterado el plan, el Beagle y el Adventure llegaron a Río de Janeiro el 10 de agosto de 1826, y permanecieron allí hasta el 2 de octubre, mientras acopiaban provisiones y realizaban las reparaciones necesarias para el relevamiento de las costas del sur. (13)

Un verano en Tierra del Fuego (noviembre de 1826-abril de 1827)

A partir de aquí, para reconstruir el derrotero de la expedición y tomar nota de los acontecimientos más sobresalientes, hay que seguir el hilo de Narrative, que en el primer tomo recoge sobre todo el diario de a bordo de King. Este prefirió dirigirse directamente a Tierra del Fuego desde Montevideo, sin pasar por el cabo San Antonio. Era el 19 de noviembre y es lógico que eligiese ese rumbo, ya que se acercaba el verano, única estación propicia para las exploraciones en el extremo sur americano. Además, el comandante tenía “razones urgentes” que lo llevaron a tomar esa decisión:

En primer lugar, ellas [las costas de la Patagonia y Tierra del Fuego] presentan un campo de gran interés y novedad; y segundo, siendo el clima de esas latitudes tan severo y tempestuoso, es importante enfrentarse a estos rigores mientras las naves estén en buenas condiciones, mientras la tripulación esté sana, y mientras los atractivos de una empresa nueva y difícil sean fuertes. (14)

Como veremos en el próximo capítulo, el clima fueguino es uno de los elementos recurrentes en las representaciones de la región: en el párrafo recién citado funciona como el desafío que King busca sortear con una estrategia de marino experimentado. Lo cierto es que el motivo principal para acelerar la marcha hacia el estrecho es el “interés y novedad” que, aún a inicios del siglo XIX y después de incontables exploraciones, conservaba ese territorio.

El 28 de noviembre los barcos echan anclas, con cierta dificultad a causa de la marea, cerca de Santa Elena (actual provincia de Chubut), a 45° de latitud sur, donde, dice King, “vimos por primera vez las costas de la Patagonia […] secas y escasas de vegetación”. El sitio carece de interés: “no hay árboles”, y la tierra se extiende en una larga llanura apenas ondulante, más allá de la cual se ven colinas bajas de “carácter rocoso y escarpado”. Sumado a esto, los vientos cada vez más fuertes disuaden a los marinos de permanecer allí, no obstante haber identificado antes el “observatorio” usado por Malaspina en 1789 (15) y los restos de un naufragio, evidencia de un hecho repetido en muchas experiencias europeas en el sur de América, y que en este caso contribuye a evaluar el puerto como “desfavorable”. (16)

King realiza observaciones sobre la “estructura geológica del país”: apunta que el suelo es “pobre y reseco” y que está cubierto de arbustos chatos que al parecer alcanzan para alimentar a los numerosos guanacos que pastan allí. Esta primera aproximación a la geografía patagónica anuncia el tenor general de muchas descripciones a lo largo del texto, escritas con una prosa pretendidamente neutral que, de todos modos, deja entrever las miradas decepcionadas de los viajeros, no obstante las inflexiones y variantes que se encuentran de acuerdo al lugar y al autor.

En la misma página hay un párrafo curioso sobre el que me gustaría llamar la atención: King dice que una partida de hombres había salido de caza y regresó con unos patos salvajes.

El fuego que ellos hicieron para cocinar pasó al pasto seco y en pocos minutos el país entero ardía. Las llamas continuaron extendiéndose durante nuestra estancia y, en pocos días, más de 25 km a lo largo de la costa, y 11 o 12 hacia el interior estaban bajo el fuego. El humo impedía nuestras observaciones y por momentos llegó a oscurecer al sol. (17)