Pensar la historia globalmente - Diego Olstein - E-Book

Pensar la historia globalmente E-Book

Diego Olstein

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Beschreibung

Pensar la historia globalmente es un recuento de las últimas aportaciones de la historiografía del así llamado "giro global", que pretenden reacondicionar la disciplina histórica para que refleje el carácter globalmente integrado del mundo en el siglo xxi. Además, ofrece una metodología básica para retomar estas propuestas y presenta como ejemplo el caso de la Argentina de Perón.

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DIEGO OLSTEIN es doctor en historia por la Universidad Hebrea de Jerusalén, profesor asociado del Departamento de Historia y director asociado del World History Center de la Universidad de Pittsburgh, en los Estados Unidos. Ha impartido cátedra en universidades de Argentina, Israel, Europa, los Estados Unidos, Australia y China. Es autor de La era mozárabe: los mozárabes de Toledo (siglos XII y XIII) en la historiografía, las fuentes y la historia (2006), así como de numerosos artículos sobre historiografía, historia mundial y la España medieval.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

PENSAR LA HISTORIA GLOBALMENTE

Traducción ALEJANDRO PÉREZ-SÁEZ

DIEGO OLSTEIN

Pensar la historia globalmente

Primera edición en inglés, 2015 Primera edición en español, 2019 Primera edición en libro electrónico, 2019

Título original: Thinking History Globally © 2015, Diego Olstein © 2015, Yuval Noah Harari, prefacio © 2015, Patrick Manning, prefacio

Publicado originalmente en inglés por Palgrave Macmillan, una división de Macmillan Publishers Limited, bajo el título Thinking History Globally, de Diego Olstein. Esta edición fue traducida y publicada bajo licencia de Palgrave Macmillan. El autor ha manifestado su derecho a ser identifi cado como el autor de la obra.

D. R. © 2019, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-6415-0 (ePub)ISBN 978-607-16-6315-3 (impreso)

Hecho en México - Made in Mexico

A mis padres, Susana Ejdem y Félix Olstein,por sus esfuerzos sostenidos, su amor y su dedicación

SUMARIO

Pensar la historia globalmente. Un prólogo muy personal a la edición en castellano

Prefacio de Yuval Noah Harari

Prefacio de Patrick Manning

Agradecimientos

Introducción

I. Pensar la historia globalmente: la teoría puesta en práctica. Argentina bajo el régimen de Perón (1946-1955). Pensar globalmente una historia nacionalII. Pensar la historia globalmente: singularidades, superposiciones y agrupamientos de las 12 ramasIII. Pensar la historia globalmente: comparar o conectarIV. Pensar la historia globalmente: comparar y conectarV. Pensar la historia globalmente: variedad de conexionesVI. Pensar la historia globalmente: conceptualización a través de las ciencias socialesVII. Pensar la historia globalmente; pensar la globalización históricamenteVIII. Pensar la historia globalmente: contextualización a una escala mayorIX. Integración de las ramas en un ensayo final: pensar globalmente sobre un fenómeno transfronterizo, la primera Guerra Mundial

Cuadros y mapas

Bibliografía analítica

Índice analítico

Índice general

PENSAR LA HISTORIA GLOBALMENTEUn prólogo muy personal a la edición en castellano

“A la memoria de mis abuelos: Rebeca Rozenfeld y León Ejdem, Aida Firglas y Samuel Olstein, cuyas vidas y relatos, además, despertaron mi interés por la historia.” Esta dedicatoria abre mi primer libro, La era mozárabe, que aborda las vicisitudes económicas, sociales y culturales de los mozárabes (cristianos arabizados) de Toledo y su zona después de la conquista cristiana en 1085 y durante los dos siglos subsiguientes. Y es verdad. Mi interés por la historia nació de mi curiosidad infantil por mis abuelos y sus vidas de inmigrantes a caballo entre dos idiomas, dos culturas y dos mundos: el natal en Europa Oriental, trágicamente exterminado, y el nuevo en Argentina, promisorio pero desafiante.

Esta curiosidad creció y gravitó sobre la historia del pueblo judío. Mi fuente infantil principal de conocimiento fue Héroes y príncipes hebreos de Joachim Prinz y a partir del bar mitzvah Mi pueblo. La historia de los judíos de Abba Eban, que se convirtió en mi referente, por difícil que me resultara su lectura. Para entonces, mi primer contacto con la historia universal ya se había producido durante la infancia de la mano de la serie animada Érase una vez el hombre en sus versiones televisada y editada. Desde entonces y a lo largo de mi vida quedó fraguado este interés simultáneo por lo familiar y particular, así como por lo general y universal enlazados en círculos concéntricos.

El inicio de mis estudios secundarios en el Colegio Nacional de Bahía Blanca y el seminario docente Dr. Hertzl catapultaron mi interés original por la historia y me brindaron la primera instrucción formal en la disciplina impartida por profesionales universitarios. En dicho seminario tuve el privilegio de estudiar la historia del pueblo judío impartida por Daniel Gater, profesor egresado de la Universidad Hebrea de Jerusalén con quien adquirí los primeros rudimentos del análisis crítico de fuentes primarias y secundarias. Si bien estudiamos una historia particular muy demarcada, los contextos más amplios, como los imperios de la Antigüedad, el helenismo o el califato, siempre estuvieron presentes. En el Colegio Nacional el primer curso estuvo dedicado a las civilizaciones del mundo antiguo. Sin embargo, desde el surgimiento de la Grecia clásica el horizonte se limitó al continente europeo, siguiéndole el estudio de Roma, el Medioevo y el Renacimiento. El segundo curso fue íntegramente dedicado a Europa y a sus posesiones de ultramar en la era moderna; el tercero, a Europa y su dominio mundial en la era contemporánea. Los últimos dos años, después de una somera introducción a la América precolombina y al Imperio español, fueron dedicados a la historia argentina. Así el mundo había desaparecido del escenario histórico. En vano pedí explicaciones a mis profesoras durante esos años: “¿Por qué dejamos de estudiar la historia del mundo?” Nunca recibí una respuesta satisfactoria.

A mi entender, esta problemática puso en tela de juicio la manera en que se enseñaba la historia. Apelé a la lectura independiente guiado por el primer estudiante universitario de historia en la familia: el tío Marcelo. El punto de partida fue la Introducción a la historia de Marc Bloch, publicada por el Fondo de Cultura Económica. La lectura distó mucho de resultarme plenamente inteligible en ese primer intento. Pero su visión de la historia como diálogo permanente entre el pasado y el presente captó mi atención para siempre. Con el tiempo, ya durante mis estudios universitarios, investigación y docencia, esa obra póstuma se convirtió en uno de mis libros de cabecera y nutrió, además, mi interés por la historiografía y la metodología. La segunda lectura determinante en la adolescencia fue Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. “Perdimos; otros ganaron”, prologa Galeano. Si mi problemática original había sido la pérdida del marco mundial y su remplazo por los marcos circunscriptos —primero de una sola civilización, la europea, y luego el de un solo Estado-nación (y sus entidades precedentes), Argentina— Las venas abiertas me enseñó que las historias de diferentes unidades y regiones son interdependientes y que no es posible comprender una de esas historias sin comprender las otras y sus conexiones.

Con esta predisposición llegué en 1990 al Departamento de Historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Mi interés por lo familiar y particular quedó plasmado en esa migración, la que mi zeide (abuelo) León había intentado fallidamente en su juventud. A su vez, mi interés por lo universal me llevó a optar no por el Departamento de Historia del pueblo judío sino por el Departamento de Historia “general”. Allí recibí una sólida formación histórica y metodológica. No obstante, el Departamento de Historia “general” no enseñaba sino la misma historia europea que, partiendo desde la Grecia clásica, recorría la Antigüedad, el Medioevo, el Renacimiento y la modernidad europeos. Una vez más la solución fue la lectura independiente. El tío David, modelo de lector autodidacto, me regaló en ese momento buena parte de su biblioteca, que me introdujo al pensamiento marxista. Coincidentemente, la estrecha relación con Libe Ini y Diego Crenzel, por esos días amigos y compañeros de estudios, facilitó la exploración de esa vertiente de historia universal: el materialismo histórico. Ella me llevó, entre otros, a la sociología histórica de Perry Anderson y al sistema-mundo de Immanuel Wallerstein.

A esas alturas habría de entender que Las venas abiertas era el libro de divulgación por excelencia de la teoría de la dependencia y que esa teoría, desarrollada en varios países de América Latina, informaba sustancialmente la obra de Wallerstein y el abordaje del sistema-mundo. A su vez, inspirado —entre otras cosas— por el sistema-mundo, un nuevo abordaje histórico fue vaticinado en 1990 con el lanzamiento del primer volumen del Journal of World History: la historia mundial. Esta revista y la obra de William McNeill fueron mis primeras guías en ese campo. Así mis estudios universitarios transcurrieron por su vía formal e institucional y dieron como resultado La era mozárabe, al tiempo que la lectura independiente me llevó a escribir Pensar la historia globalmente.

Mi maestro y mentor en la Universidad Hebrea, Benjamin Ze’ev Kedar, proveyó el nexo entre estas dos trayectorias al formarme no sólo como medievalista sino también como historiador comparativista imbuido de las ciencias sociales. Sabiendo de mi fascinación por la historia mundial, acudió a mí en el momento de planificar la enseñanza de la historia mundial como asignatura obligatoria. Después de haber iniciado a casi una veintena de jóvenes doctores en la historia mundial, el más famoso de los cuales es Yuval Harari, me trasladé a Pittsburgh para codirigir, junto a Patrick Manning, el Centro de Historia Mundial (oportunamente ambos prologan este libro). Mi interés creciente por lo universal y mi distanciamiento de la narrativa particular que me había llevado a Israel, compartida y discutida intensamente con mi amigo vitalicio Ezequiel Lein, subyacían a esta segunda migración, también intentada fallidamente, como “Plan B”, por el zeide León.

Desde el Centro de Historia Mundial tuve la oportunidad de colaborar en la formación de la Red Latinoamericana de Historia Global, que aglutina a un número creciente de historiadores de la región interesados en el “giro global”. Y es que realmente pensar la historia globalmente es mandatorio en nuestro mundo global, porque los historiadores siempre formulamos al pasado las preguntas del presente y nuestro presente es global. ¡El pasado está vivo! No los acontecimientos y los actores que han quedado atrás. Pero sí el pasado que los historiadores reconstruimos, articulamos y narramos desde nuestras vivencias y perspectivas presentes, que son globales.

Pensar la historia globalmente, publicado en inglés en 2014, aspira a abarcar los desarrollos historiográficos de toda una generación —los 25 años que van desde 1990 hasta el 2014— en lo que se dio en llamar “el giro global”. Ese “giro global” finalmente resolvió mi inquietud de adolescente: ¡No!, no debemos dejar de estudiar la historia del mundo. Todo lo contrario. La manera de estudiar la historia no debe perder de vista los crecientes círculos concéntricos que van de lo particular a lo general: de lo local a lo nacional, internacional, transnacional, regional, civilizacional, oceánico, global o mundial, e incluso cósmico. Pensar la historia globalmente se propone introducir las múltiples ramas historiográficas que abordan cada una de esas escalas, no sólo conceptual y metodológicamente, de manera abstracta, sino más bien de manera concreta y didáctica a través de una multiplicidad de ejemplos que invitan a pensar la historia globalmente.

Personalmente hablando, Pensar la historia globalmente en su versión castellana representa para mí múltiples regresos y cierre de círculos. Los regresos a mi lengua materna, al diálogo inagotable entre lo particular y lo universal, a la pregunta pendiente del colegio secundario, al despertar del interés historiográfico y a la influencia de la teoría de la dependencia en mi pensamiento histórico. La publicación de este libro en la misma colección que la Introducción a la historia es una manera muy grata de cerrar todos estos círculos.

Pittsburgh, 16 de marzo de 2018

PREFACIO

YUVAL NOAH HARARI

Los historiadores ven el presente como consecuencia del pasado. Sin embargo, cuando se trata de pensar sobre la historia el pasado suele ser consecuencia del presente; dicho de otro modo, las condiciones e inquietudes de la actualidad matizan nuestro entendimiento de los acontecimientos del pasado. Cuando, entre finales del siglo XIX y principios del XX, los Estados-nación se convirtieron en los actores más poderosos del mundo, los historiadores concibieron todo el curso de la historia en términos de naciones y Estados. Cuando la lucha de clases dominó la política, los historiadores quisieron ver la lucha de clases en todos los momentos históricos del pasado. Cuando el género se convirtió en un tema político y social de trascendencia, medievalistas y egiptólogos comenzaron a pensar sobre la Escocia medieval y el Egipto faraónico en términos de género.

No es de sorprender, entonces, que a principios del siglo XXI los historiadores adopten cada vez más un enfoque global del pasado. El mundo de hoy es una sola unidad; es imposible comprender la economía, la política o la cultura de un país determinado sin tomar en cuenta acontecimientos y procesos que se llevan a cabo en tierras distantes. Los principales problemas que enfrenta el mundo —sean ecológicos, económicos o epidemiológicos— son de naturaleza global y no se pueden resolver sino mediante esfuerzos globales. A pesar de que aún existen en el mundo diferentes culturas, religiones e identidades, por primera vez en la historia prácticamente todas las personas comparten al menos ciertas percepciones básicas. Si viajamos a Buenos Aires, Tel Aviv, Teherán o Pekín encontraremos que la mayoría de las personas de negocios piensan sobre la economía en términos capitalistas, que la mayoría de los abogados hablen el lenguaje técnico del derecho y que la mayoría de los doctores comparten una visión común sobre el cuerpo humano y el mundo natural. Si nos sorprende un ataque cardiaco y corremos al hospital, es probable que un doctor iraní y uno israelí sigan procedimientos idénticos y nos prescriban un tratamiento idéntico. Los historiadores enfrentan la doble labor de entender cómo llegamos aquí y de reescribir la narrativa del pasado desde un fresco enfoque global. Justo igual que los ciudadanos de los Estados-nación del siglo XX necesitaron formar una historia nacional, los tripulantes de la nave espacial Tierra requerimos una historia global.

Pero ¿cómo adoptar un enfoque “global” del pasado? En décadas recientes los académicos han ofrecido una infinidad de respuestas confusas. Prácticamente todos coinciden en que debemos comenzar a pensar la historia en términos globales, pero el significado de ello está muy lejos de ser evidente. Pensar la historia globalmente pone orden en este caos, traza un esquema de las diferentes formas en que los investigadores han intentado pensar globalmente sobre el pasado, las divide en 12 categorías distintas y destaca cuatro estrategias principales: comparar, conectar, conceptualizar y contextualizar.

No obstante, en el proceso de esquematizar y catalogar, el libro tiene un alcance mucho más ambicioso y trascendente. El argumento subyacente es que la forma convencional de pensar y concebir la historia es obsoleta. Pensar la historia en términos globales significa mucho más que simplemente ajustar el enfoque de nuestra lente. No basta con aplicar herramientas y métodos tradicionales a unidades de análisis más amplias. Si deseamos estudiar el planeta Tierra como unidad histórica, no podemos sencillamente tomar el viejo molde de los Estados-nación, reubicar a “Francia” o a “Argentina” dentro de “la humanidad” o “el mundo”, y seguir formulando las mismas preguntas y respuestas con la misma metodología. Deberemos comenzar por formular preguntas completamente nuevas y adoptar métodos totalmente nuevos. Pensar la historia globalmente explora la lógica profunda del pensamiento histórico y señala aquello que se debe cambiar si queremos adoptar un enfoque global verdadero. Puesto que en la actualidad no tiene mucho sentido pensar la historia de otra forma sino en términos globales, lo que este libro persigue en realidad es una redefinición de la disciplina histórica.

En el siglo XX la metáfora que guiaba a las disciplinas históricas fue “el país extranjero”. A los estudiantes universitarios de nuevo ingreso se les enseñaba que el pasado era un país y que el historiador tenía la labor de eliminar todo prejuicio y preconcepto, aprender el idioma extranjero a partir de las fuentes primarias y utilizarlo para entender las prácticas extrañas de ese país extranjero. Sin embargo, en el siglo XXI ya no existen los “países extranjeros”. Dondequiera que uno vaya encontrará a Google y a McDonald’s, aeropuertos enajenantes y la mano invisible del capital global. Obviamente, es imposible que los arqueólogos se propongan encontrar ruinas de antiguos restaurantes McDonald’s en la Escocia medieval o en el Egipto de los faraones; sin embargo, los estudiantes y los académicos del siglo XXI ya no tendrán la mentalidad de estar visitando un país extranjero real; para ellos, cada cosa formará parte de un todo y el pasado será un eslabón más de una cadena de distribución global que no puede entenderse “en sus propios términos”, de la misma manera que ningún país de la actualidad puede entenderse en aislamiento.

Jerusalén, julio de 2014Universidad Hebrea de Jerusalén

PREFACIO

PATRICK MANNING

¿Qué es historia mundial? ¿Qué es historia global? ¿Qué mueve a los historiadores a formular esas interrogantes y por qué ofrecen tantas y tan distintas respuestas? Tenemos en las manos una respuesta con extensión de libro a la pregunta de cómo pensar la historia en términos globales. Olstein responde que pensar globalmente la historia puede ser un proceso ordenado pero que requiere flexibilidad. Argumenta que la verdad sobre el pasado se muestra a sí misma a través de la interacción de diferentes perspectivas. Asimismo, a pesar de todas las variaciones a la vista, trata las múltiples formas de ver el pasado como algo más complementario que contradictorio. Su marco de referencia identifica cuatro estrategias principales para comprender el pasado: comparación, conexión, conceptualización y contextualización. Desde su punto de vista, el equilibrio entre estas estrategias nos permite encontrar respuestas satisfactorias sobre cuestiones históricas globales, incluso las más complejas.

Este libro es uno de esos textos notables que ofrecen una guía básica para los estudiantes universitarios y a la vez sirve como sofisticada pauta para los historiadores. El libro demuestra cuánto se han alejado los estudios históricos de una lectura que dirige la mirada de la “historia” a una narrativa esencial y verídica del pasado, para abordarla como un conjunto de evidencias e interpretaciones concatenadas. El profesor Olstein no ideó este nuevo planteamiento; sin embargo, su libro representa un adelanto importante para aprender a vivir con él. De esta manera, la bibliografía citada —en la que clasifica los libros por su enfoque y no por su temática— muestra cómo leer la historia a través de un enfoque interpretativo y no sólo por los hechos temporales y espaciales.

Olstein desarrolló su entendimiento de múltiples perspectivas de la historia no sólo gracias a la solidez de su intelecto, sino por sus diferentes experiencias alrededor del mundo. Sus reflexiones surgen de su natal Argentina, de su formación y su labor docente en Israel, de sus años de investigación en España, de su actual trabajo académico en los Estados Unidos e incluso de su experiencia docente en China; todo lo anterior se integra para conformar su mirada. Pienso que el resultado le permite ayudar a los lectores a lidiar con el dilema de las múltiples perspectivas de la historia global. A través de su sagaz propuesta de claras generalizaciones históricas, los lectores pueden unírsele en la comprensión del orden que acompaña a la complejidad de los detalles del mundo.

Si bien la historia se ha escrito desde hace miles de años, los estudios históricos han sufrido grandes transformaciones en los últimos cincuenta años. Hoy, la historia trasciende el ámbito político y se interna en todos los escenarios culturales y tecnológicos, en todos los continentes y los océanos, e incluso, en colaboración con otras disciplinas, en nuestra psiquis y en los orígenes mismos de la humanidad. Los historiadores de hoy estudian nuevos tipos de datos sobre clima, salud, genética, creación artística y psicología, como también las transformaciones económicas, sociales y políticas de pueblos antes ignorados. Todo tipo de conocimiento histórico nuevo implica un nuevo tipo de enfoque.

La amplia lectura de Olstein integra muchos autores y los argumentos que han desarrollado y con los cuales buscan explicar los procesos del cambio social. Asimismo, la globalización reciente ha acelerado argumentos innovadores de historiadores que persiguen explicar el crecimiento de la complejidad global. Diversos historiadores, en su estudio de diferentes aspectos de la historia, desarrollaron y bautizaron enfoques como “internacional”, “transnacional”, “relacional”, “profundo” y “global nuevo”, así como enfoques consolidados como “mundial” y “global”. ¿Etiquetar un enfoque como “global” garantiza que quienes lo adopten habrán de seguir una serie de preceptos comunes? ¿Sería de esperar que todos los historiadores de un género dado adopten un tipo de análisis determinado por encima de otro? Éstos son problemas de debate actual en los estudios históricos mundiales. Olstein coloca lado a lado estos enfoques interpretativos para demostrar que todos son lógicos, a pesar de ser parciales, y que cada uno aporta reflexiones interesantes. Este libro analiza cómo ordenar la complejidad global a través de nuevas interpretaciones de la historia.

La obra se enfoca en la época de las naciones del siglo XX, principalmente a través de Argentina bajo el régimen peronista y el choque de naciones e imperios en la primera Guerra Mundial. ¿Pensamos en el siglo pasado como un momento único de la historia o más bien lo vemos como representativo de procesos de la profunda historia de la humanidad? Si prestamos atención al tratamiento que hace el autor de las escalas históricas, podremos encontrar maneras para responder que las dos visiones son válidas. En esencia, este libro está diseñado para ayudar a los lectores a pensar globalmente la historia de cualquier época.

Olstein nos enseña que el entendimiento de la historia reside en el razonamiento y no sólo en los hechos. Invita a los lectores a descubrir cómo los autores han desarrollado diferentes lógicas sobre los cambios del pasado en respuesta a los argumentos de otros autores y a la reciente proliferación de temas históricos. El pensamiento lógico de Olstein es directo y avanza paso a paso. Considera que existen 12 “ramas” o pasos para trascender las fronteras históricas y avanza progresivamente de la comparación a la contextualización. Esta combinación de pasos simples, si uno es capaz de tenerlos en mente, constituye una poderosa herramienta para aproximarnos a la complejidad de la historia vista a través de las múltiples facetas de un prisma.

Pittsburgh, agosto de 2014Universidad de Pittsburgh

AGRADECIMIENTOS

Escribí este libro durante mi trabajo en cuatro instituciones: la Universidad Hebrea de Jerusalén, mi alma mater; la Universidad de Wisconsin-Madison, donde pasé mi primer año sabático; la Universidad de Pittsburgh, mi nueva casa académica, y la Universidad Jacobs de Bremen, que me recibió en el verano de 2014. Estoy en deuda con las cuatro instituciones y con muchos colegas de ellas que colaboraron conmigo y en este proyecto.

Benjamin Kedar, mi maestro y mentor, me introdujo al campo de la historia comparada y me encomendó la elaboración de un programa de historia mundial para la Universidad Hebrea. Moshe Zimmerman se mantuvo a mi lado desde muy temprano y a lo largo de todos mis estudios profesionales en historia de la historiografía. Con mi cercano amigo y anterior colega Yuval Noah Harari mantengo toda una vida de meticuloso intercambio de ideas sobre los temas abordados en este libro y muchos otros. Sus extensos comentarios sobre el manuscrito me ayudaron a mejorarlo sustancialmente. Asimismo, a lo largo de los años que pasé en el Departamento de Historia en Jerusalén, Sara Parnasa se encargó de todas mis necesidades administrativas en el campus.

El Programa George Mosse me albergó en la Universidad de Wisconsin-Madison de 2009 a 2010. John Tortorice me recibió extraordinariamente desde mi arribo y facilitó mi trabajo a lo largo del año en muchos aspectos. Stanley Payne fue mi principal interlocutor durante mi estancia y me alentó de manera entusiasta en las primeras etapas de este proyecto. Asimismo, David Sorkin y Jeremy Suri mostraron interés en mi trabajo y mi trayectoria, indicándome muy sabiamente varios caminos a seguir.

El World History Center y el Departamento de Historia de la Universidad de Pittsburgh, desde mi primera visita en 2009, mi incorporación en 2011 y hasta la fecha, me han recibido siempre con los brazos abiertos. Al cabo de años de ser para mí una fuente de inspiración, distancia geográfica de por medio, he tenido la fortuna de volverme colega cercano de Pat Manning. Tuve el honor y el placer de debatir con él nuestras respectivas ideas sobre los temas de este libro, muchos de cuyos borradores leyó cuidadosamente y comentó conmigo. Muchos otros afiliados al World History Center y miembros del Departamento de Historia de la Universidad de Pittsburgh aportaron valiosos comentarios, correcciones y sugerencias para este trabajo; entre ellos, John Markoff, Molly Warsh, Reid Andrews, Bill Chase, Vincent Leung, John Galante, Justin Classen, Pedro Machado y Torsten Feys. Por otra parte, Katie Jones fue de gran ayuda en mis trámites administrativos en el World History Center. Grace Tomcho, además de ocuparse de todos los trámites administrativos regulares, atendió con extraordinaria eficacia los múltiples aspectos de mi cambio a los Estados Unidos, Pittsburgh y la Universidad de Pittsburg. Asimismo, Derek Baran, de la Office of International Services de la universidad, fue notablemente eficiente en las cuestiones relacionadas con mi cambio. Alex Wolfe se encargó de editar la versión inglesa del manuscrito final. Alejandro Pérez-Sáez lo tradujo al castellano. Lizeth Mora Castillo, Samary Palomares y Dennis Peña guiaron su edición por el Fondo de Cultura Económica. La fundación Richard D. and Mary Jane Edwards Endowed Publication Fund me proporcionó su generoso apoyo para la publicación del libro.

Durante mi seminario intensivo y mi estancia de investigación en la Universidad Jacobs, en el verano de 2014, Corinna Unger, Dominic Sachsenmaier, Marc Frey y sus estudiantes de licenciatura plantearon preguntas desafiantes y sugerencias inspiradoras, muchas de las cuales quedaron plasmadas en este libro. La Fundación Humboldt fue muy generosa al proporcionarnos esta fructífera oportunidad.

Aparte de estas instituciones, diversas redes ofrecieron un marco adicional para el desarrollo y la presentación de partes de este proyecto y plantearon también grandes desafíos: Global History, Globally, a cargo de las universidades de Harvard y Duke, la Humboldt-Universität zu Berlin, la European Network in Universal and Global History, el German-Israel Frontiers of Humanities Program, y la Latin American Network of Global History. Entre los muchos colegas de estas redes que ayudaron a enriquecer mi trabajo quisiera hacer un reconocimiento particular a Sven Beckert, Erez Manela, Matthias Middel, Gareth Austin, Michal Biran, Claudia Kedar, Sergio Serulnikov, Andrea Lluch, Sandra Kuntz Ficker, Hilda Sabato, Silvana Ablin, Alexandre Moreli, Alexandre Fortes, Stella Krepp y Cristián Castro.

Además de mis colegas, los estudiantes de licenciatura y maestría de Jerusalén, Madison, Pittsburgh, Buenos Aires, Bahía Blanca, Wuhan y Bremen me proporcionaron comentarios muy útiles para los lectores a los que está dirigido este libro.

Muchas personas fuera del mundo académico también hicieron posible la elaboración de este libro. Maureen States fue extremadamente amable y de gran ayuda para facilitar el traslado de mi familia a Pittsburgh. La doctora Gretchen Arendt, el doctor Vu Nuen, el doctor Sushil Beriwal, el doctor Stanley Marks, la doctora Esther Elyashiv y sus equipos, así como también Etty Reut y Amanda Kalbaugh fueron de gran ayuda para sobreponernos a una enfermedad. Muchas, muchísimas personas —familiares, amigos, colegas, conocidos y desconocidos—, nos apoyaron en el proceso. Tica Hall, Judy Rosen y Stefania Pianetti estuvieron a la cabeza de esa lucha, ofreciéndonos su apoyo y su guía incondicionales. Jaia Lerner logró superar todos los obstáculos para estar con nosotros.

Muchos amigos, dentro y fuera de la profesión de la historia, contribuyeron también al manuscrito, junto con su aliento y su apoyo: Assaf y Dana Meshulam, Elisa Heymann, Mike y Marion Taube, Lara Putnam, Michal Friedman, Paul Eiss, Roee Teper, Harel Schwartz, Maya Haber, Sean Guillory, Gregor Thum, Laura Gotkowitz y Michel Gobat. Ezequiel Lein, mi amigo de toda la vida, merece una mención especial no sólo por su amistad incondicional sino también por sus valiosos comentarios sobre este texto.

Recibí mucho aliento, inspiración y felicidad de mis relaciones cercanas con Betty Ejdem, David Rapaport y cuatro generaciones de Olsteins, Zaselskys, Rabinovichs y Lerners. No obstante, en cuestiones de fuerza vital, el lugar indiscutible corresponde a Irit Lerner-Olstein, Racheli, Ariel y Maya Holstein, mi amada familia y compañeros globales.

Mi más profundo agradecimiento a todas estas instituciones, redes y personas.

INTRODUCCIÓN

PENSAR DENTRO Y FUERA DE LAS FRONTERAS: ROMA, CIUDAD ABIERTA

Cuenta la leyenda que Rómulo, hijo de Rea Silvia, fue amamantado por una loba y años después, en 753 a. e. c., fundó una ciudad en la cima del Monte Palatino. Rómulo dio su nombre a la ciudad y se convirtió en el primero de sus siete reyes. Con el paso de los siglos Roma creció hasta englobar todo el mar Mediterráneo y se transformó en uno de los imperios más vastos y poderosos del mundo antiguo. En el año 27 a. e. c. Augusto puso fin a cinco siglos de régimen republicano al ser nombrado primer emperador romano. Cinco siglos más tarde, el 4 de septiembre de 476, el último emperador romano de Occidente, Rómulo Augusto, cuyo nombre combinaba el de los dos héroes antes mencionados, fue depuesto del trono imperial por Odoacro, jefe tribal germánico y oficial mercenario romano.

Pocos eventos históricos han sido sometidos a tan amplio escrutinio como la caída del Imperio Romano de Occidente. No menos de 210 teorías han abordado el acertijo del colapso romano. Algunas de ellas señalan eventos de grandes magnitudes, como el surgimiento del cristianismo, la invasión de los pueblos germánicos y la debilidad del ejército romano; otras argumentan la combinación de diferentes factores, como el cambio climático, el declive de la población y los conflictos sociales internos. Existen explicaciones basadas en la fragilidad de la economía romana y otras que hablan del deterioro de los valores morales romanos.

Sea que el colapso del Imperio romano haya sido abrupto o gradual, debido a circunstancias específicas de gran magnitud o a una gran diversidad de causas materiales o inmateriales, la literatura sobre la caída de Roma suele dar preferencia a las causas internas. La disminución de la mano de obra esclava, el surgimiento del cristianismo y el envenenamiento del agua provocado por las tuberías de plomo son buenos ejemplos de lo anterior. Por otra parte, existen estudios que trascienden las fronteras del Imperio romano y aluden a otras causas para justificar el colapso imperial. Desde esta perspectiva más amplia, la caída del Imperio romano no es sino un caso específico de sobreextensión, un patrón de expansión imperial que sobrepasa la capacidad logística común a muchos otros imperios. Además, al desplazarnos fuera de las fronteras del Imperio romano nos percatamos de los destinos simultáneos y, en cierto modo, similares de otros imperios en el través de Eurasia, esto es, en los imperios parto, kushán y Han. Esta sincronicidad nos lleva a pensar en las razones subyacentes de todos esos colapsos, como podrían ser el cambio climático, el impacto de invasiones nómadas simultáneas en los territorios imperiales y la diseminación de epidemias a través de Eurasia (mapas 1 y 2).

Para nosotros, ciudadanos de un mundo globalizado, este tipo de razonamiento es prácticamente natural. No ha sido sino en tiempos recientes cuando hemos dado seguimiento al desdoblamiento global de la crisis económica. Hemos querido ver también un efecto dominó en la Primavera Árabe. Marcamos la secuencia de los desastres ambientales y conectamos los puntos del cambio climático. Aprendemos a estar alerta ante la aparición de las siguientes alas de mariposa que podrían desencadenar una tormenta en nuestro traspatio. Pensar más allá de las fronteras establecidas, pensar “fuera de la caja”, pensar globalmente es consecuencia de nuestra experiencia global contemporánea. Este tipo de pensamiento puede encauzarse también para encontrar formas innovadoras de comprender el pasado. Puesto que los historiadores suelen confrontar el pasado con las inquietudes del presente, cada vez se piensa más en la historia globalmente. De hecho, se trata de una de las más grandes innovaciones en las formas de investigar, escribir y enseñar la historia.

Como quizá recuerde el lector de sus clases de historia, lecturas, profesores y sus colegas, la mayor parte del estudio del pasado se circunscribía a un lugar específico delimitado por sus fronteras políticas y barreras lingüísticas. Pero ¿si necesitamos pensar más allá de esos límites? ¿Qué ocurre si se desea pensar la historia fuera de la caja? Esto es, ¿qué ocurriría si en lugar de escribir un nuevo ensayo, tesis, debate, libro o plan de estudios enmarcado dentro de los límites de cualquier país, se nos pidiera u optáramos por desplazarnos más allá de esos límites y alcanzar incluso una perspectiva global? Pensemos en cualquier unidad de análisis que nos parezca familiar; quizá Rusia, España, China, Etiopía o los Estados Unidos. ¿Cómo se comparan sus historias particulares con otras? ¿Cómo se relacionan sus respectivas historias? ¿Qué influencia han tenido en ellas las historias de otros lugares? ¿Cómo encajan esas historias dentro de otras tendencias y otros patrones generales? ¿De qué manera esas historias forman parte de una narrativa más amplia, la de toda una civilización, de una cuenca oceánica, del planeta, de la humanidad e incluso del universo? Este libro ofrece una guía y extiende una invitación para pensar globalmente sobre el pasado y volver desde él a nuestro presente global con una perspectiva históricamente informada.

Mapa 1. El Imperio romano: fronteras cerradas

Mapa 2. Imperios euroasiáticos: fronteras cruzadas

PENSAR DENTRO DE LOS LÍMITES EN LA ALDEA GLOBAL

Hoy, desde hace ya varias décadas, somos ciudadanos de una “aldea global”. Esto quiere decir, en síntesis, que vivimos bajo una economía integrada e interdependiente que funciona como una unidad en tiempo real a nivel de todo el planeta. Esta economía depende de supercarreteras de información y redes de comunicación y transportación que contribuyen simultáneamente a desarrollar y a propagar una cultura global. Además, estas redes facilitan la articulación de una sociedad civil reflejada en el florecimiento de una miríada de organizaciones no gubernamentales internacionales y transnacionales. El ámbito político, no obstante, se encuentra rezagado respecto de esta compresión de rápido avance de las dimensiones temporal y espacial. El Estado-nación persiste como entidad política central. No obstante, los Estados-nación se encuentran profundamente sumidos bajo el impacto de los antes mencionados impactos económicos, culturales y sociales de la globalización. Asimismo, se han formado instituciones políticas regionales y globales que coexisten con ellos.

Todas esas circunstancias estimulan la conciencia global. Por lo mismo, difícilmente sorprende que el pensamiento y la literatura históricos también se dirijan cada vez más hacia la globalización y lo global. A partir de nuestras experiencias y percepciones de vidas globalizadas, pensar la historia desde una perspectiva global mejora nuestro entendimiento del pasado. Por otra parte, descubrir las dimensiones globales de nuestro pasado expande nuestro entendimiento del mundo globalizado que habitamos.

Y, sin embargo, el pensamiento histórico creció fuertemente constreñido por las fronteras: las fronteras de los Estados-nación (como la República Árabe de Egipto desde 1953) o de entidades políticas anteriores (como el Nuevo Reino de Egipto, c. 1550-1077 a. e. c.), en ocasiones asociadas a barreras lingüísticas (como el Oriente Cercano o Medio). Ése fue el caso porque la historia, como profesión y disciplina académica, surgió a finales del siglo XIX relacionada cercanamente con la consolidación del Estado-nación moderno. La noción de Estado-nación condicionó la investigación y los textos de historia mediante la fundación de departamentos de historia y la formación de historiadores profesionales, junto con la creación de archivos en los que se resguardaron los registros nacionales.

La prospectiva del acuerdo implícito entre los emergentes Estados-nación y los historiadores académicos era que éstos escribiesen la historia de la nación y sus orígenes. Muchos historiadores estaban deseosos de llevar a cabo esta misión motu proprio, puesto que su pensamiento estaba moldeado por el nacionalismo, la ideología predominante de la época. El imperativo disciplinario de competencia lingüística para analizar las fuentes primarias en su forma original impuso un límite adicional. En gran medida, las fronteras de los Estados-nación y las barreras lingüísticas se reforzaron mutuamente para establecer un pensamiento histórico como proyecto en el interior de las fronteras. Cerradas políticamente, las historias basadas en fuentes primarias se convirtieron en la norma disciplinaria conocida como “nacionalismo metodológico”.

A partir de este periodo fundacional, la evolución del pensamiento histórico ha sido enorme. Un amplio rango de dimensiones, temas, perspectivas y tipos de fuentes y métodos ha sido adoptado acumulativamente. De los albores del siglo XX en adelante la historia ha incorporado las dimensiones económica, social, cuantitativa, intelectual, cultural, de género y poscolonial, estableciendo nuevas ramas del conocimiento histórico. No obstante, los principios reforzados mutuamente de fronteras políticas cerradas y barreras lingüísticas en esencia se han mantenido en el mismo sitio. El pensamiento histórico amplió en gran medida el pasado mediante el estudio de fenómenos distintos de la nación, su Estado y sus orígenes. Sin embargo, a pesar de lo renovadores que fueron los nuevos temas y las perspectivas, por lo general se enmarcaron dentro de los límites de una unidad espacial cerrada, normalmente un Estado, una entidad política anterior o un área lingüística. El nacionalismo metodológico persistió casi como una norma inalterada.

PENSAR LA HISTORIA Y ESFORZARSE POR TRASPASAR LAS FRONTERAS

Hubo excepciones significativas a esta norma, aunque en ocasiones estas excepciones se corresponden con las limitaciones nacionales y filológicas mencionadas. Por ejemplo, la historia de las relaciones exteriores, la diplomacia y la guerra figuró entre los temas más prominentes desde el principio mismo de la disciplina. Estos estudios necesariamente involucraron a más de un Estado-nación y más de un idioma. No obstante, la prominencia de esos temas subraya la importancia atribuida al Estado-nación como unidad para el estudio del pasado, puesto que fueron cruciales para escribir la historia de la nación. Asimismo, más allá de esos temas, los historiadores enfocados en un solo Estado-nación estuvieron atentos, en diferentes grados, a las fuerzas y a las impactos externos.

Una excepción distinta en la cual los historiadores cruzaron libremente las fronteras nacionales tiene que ver con los periodos temporales. Los Estados-nación son anacronismos cuando hablamos de la Edad Media; por lo tanto, los Estados-nación y sus entidades predecesoras han sido ignorados en partes sustanciales de la historiografía de ese periodo. Resulta interesante que esa irrelevancia de las fronteras modernas haya coincidido con la difusión del latín como lengua franca a lo largo de Europa. En este sentido, parte del conocimiento medievalista ofrece una ecuación complementaria al “nacionalismo metodológico”: el Estado-nación y su idioma nacional se ven reemplazados por fronteras políticas difusas combinadas con una lengua franca.

Estas dos tendencias opuestas a la historia dentro del marco nacional —temas que transpiran inherentemente más allá de las fronteras y los periodos en los que las naciones son anacrónicas— se combinaron en el surgimiento de especialidades particulares en las cuales los Estados-nación tampoco enmarcaron el pasado. La historia militar es un buen ejemplo, puesto que su objeto de estudio se desplaza inherentemente a través de las fronteras y su existencia precede al Estado-nación. Los estudiosos de esta rama y otras, como la historia del arte y la historia económica, ignoraron las fronteras políticas y lingüísticas en su estudio del pasado.

Finalmente, de crucial importancia, a lo largo del siglo XX y bajo circunstancias que intensificaron las conexiones y la conciencia global, tres olas de narrativa histórica que cruzan las fronteras surgieron y se consolidaron en los márgenes de la disciplina o en campos de estudio adyacentes. Por primera vez, en los albores de la primera Guerra Mundial se desarrolló una ola de narrativa histórica que se extendió más allá de las fronteras en las décadas de 1920 y 1930. Además de las narrativas metahistóricas (como en Wells, Spengler, Toynbee y Mumford), comúnmente descartadas por los historiadores profesionales, la historia comparada surgió como el primer intento profesional reconocido de desplazamiento a través de las fronteras políticas. La escuela francesa de los Annales estaba cercanamente relacionada con el surgimiento de la historia comparada y se transformó en una poderosa fuente de inspiración para diversos intentos subsiguientes de trascender las fronteras. Después de la segunda Guerra Mundial, la historia comparada se consolidó con mayor fuerza y, subsecuentemente, dos nuevas disciplinas concibieron formas de cruzar las fronteras políticas: la sociología histórica y el enfoque sistema-mundo (o economía-mundo). Incluso unas cuantas publicaciones sobre la historia del mundo salieron a la luz dentro de esta segunda ola.

Durante las tres últimas décadas, en la era de la globalización actual, que coincide con el final de la Guerra Fría, una tercera ola de narrativa histórica que excede las fronteras políticas, lingüísticas y regionales comenzó a florecer y a situarse como la tendencia más extendida, la más globalizante a nivel mundial y, quizá, la más perdurable e influyente.1 Este libro presenta todas estas “historias que se extienden a lo largo de siglos, idiomas […] culturas” y entidades políticas,2 mediante la identificación de 12 ramas de la historia que abordan el pasado trascendiendo fronteras. La presentación de estas 12 ramas, de sus singularidades y sus rasgos en común, nos permite definir, aplicar y ejemplificar nuestras cuatro principales estrategias para pensar la historia globalmente: comparar, conectar, conceptualizar y contextualizar. La destilación de los vastos cuerpos de literatura desarrollados por estas 12 ramas de la historia, que trascienden las fronteras mediante estas cuatro estrategias de pensamiento global, persigue alentar y guiar el pensamiento global de la historia, así como la comprensión de nuestro presente global.

CUATRO ESTRATEGIAS PARA PENSAR LA HISTORIA GLOBALMENTE: COMPARAR, CONECTAR, CONCEPTUALIZAR Y CONTEXTUALIZAR

El presente libro ofrece una invitación y una guía para el pensamiento global. En el primer capítulo nos sumergimos en Argentina entre los años 1946 y 1955, un momento histórico probablemente desconocido para algunos lectores. Este ejercicio servirá como laboratorio experimental para la aplicación directa del pensamiento global. El primer capítulo define brevemente las cuatro estrategias para pensar la historia globalmente y las 12 ramas que aplican esa forma de pensamiento. De mayor importancia, las cuatro estrategias dentro de sus 12 formas singulares se aplican a un caso nacional con el fin de llevar la teoría a la práctica.

El segundo capítulo comienza con la presentación de las 12 ramas de la historia que trascienden las fronteras dentro de sus singulares trayectorias y redes. Cada una de las 12 ramas de la historia se identifica por su nombre, su programa general, las investigaciones y la literatura que materializan dicho programa, las asociaciones profesionales que reúnen a los practicantes y las publicaciones especializadas que dan a conocer sus trabajos. Esta visión seccionada de las 12 ramas contrasta con el primer capítulo, que las agrupa en las cuatro estrategias generales de pensamiento global: las llamadas cuatro grandes C. La atención en la confluencia de las ramas pone de manifiesto su tránsito hacia las cuatro estrategias posibles. Esta revelación tras bambalinas es importante, por dos razones: primero, agudiza aún más el entendimiento de las singularidades de cada una de las 12 ramas, y segundo, subraya cómo las 12 ramas se superponen en dimensiones múltiples, reflejando las conexiones y las interrelaciones compartidas por sus programas, publicaciones y asociaciones.

En síntesis, los dos primeros capítulos ofrecen una tipología completa de las posibilidades de pensar la historia globalmente. Esta tipología no es un ejercicio ontológico en el que cada publicación necesariamente deba encajar en una categoría única. Más bien, esta tipología se concibe como una herramienta funcional que ayuda a visualizar claramente las estrategias y las historiografías posibles con las que contamos cuando pensamos la historia desde una perspectiva global. A partir de las conclusiones que arroja esta tipología, los capítulos III a VIII están organizados mediante las cuatro estrategias para pensar la historia globalmente —comparar, conectar, conceptualizar y contextualizar— y, asimismo, se presentan y se ejemplifican las 12 ramas históricas con sus singularidades.

El capítulo III aborda los caminos alternos que ofrecen las comparaciones y las conexiones como métodos para pensar la historia globalmente. A través de tres grandes temas —“los albores de la civilización”, “la historia imperial” y “la gran divergencia americana”— este capítulo explica los propósitos, los medios y los resultados de cada una de estas dos primeras grandes C del pensamiento global. Asimismo, se describen, aplican y ejemplifican las comparaciones y las conexiones en todas sus variedades. Por último, la brecha comparativo-conectiva ofrece una forma adicional de agrupar las 12 ramas de la historia que trascienden las fronteras, un abismo que confronta a la historia comparada y a la historia entrelazada.

El capítulo IV examina de cerca esta brecha mediante la exploración de la crítica de la historia comparada y el método comparativo, al igual que las alternativas propuestas por las historias entrelazadas a través del estudio de las conexiones. Más allá de la visión excluyente de esos dos métodos, el capítulo acentúa las posibilidades de colaboración entre los mismos, sus logros y sus prospecciones.

El capítulo V amplía la familia de las aproximaciones entrelazadas e incluye la nueva historia internacional, la historia transnacional y la historia oceánica. A través de estas tres ramas adicionales se exploran más a fondo las variedades de conexiones. Las comparaciones y las conexiones reaparecen en los capítulos subsiguientes, paralelamente a la presentación de las dos grandes C restantes: conceptualización y contextualización.

El capítulo VI presenta la conceptualización como tercera estrategia del pensamiento global desde la perspectiva de las ciencias sociales orientadas históricamente. La sociología histórica, el análisis civilizacional y el enfoque sistema-mundo son introducidos como formas de pensar la historia globalmente, combinando comparaciones y conexiones con conceptualizaciones.

Hasta este punto, la globalización y la conciencia global expuestas se proponen como fuerzas impulsoras importantes para pensar la historia globalmente. El capítulo VII invierte los papeles del presente en tanto que analiza la globalización desde una perspectiva histórica. Este capítulo muestra que el pensamiento global de la historia no sólo consiste en lo que la globalización puede hacer por la historia, sino también en lo que la historia puede hacer por la globalización. Asimismo, el capítulo hace las veces de una introducción necesaria para las tres ramas restantes de la historia y la estrategia que las respalda, la última gran C: la contextualización.

El capítulo VIII presenta las tres ramas de la historia prestas a englobar al planeta y más allá: la historia global, la historia mundial y la Gran Historia (Big History). Mediante la adopción de los contextos más amplios posibles, sea el planeta o el cosmos, con el fin de hacer comparaciones o rastrear conexiones, estas ramas utilizan la contextualización como su estrategia más destacada para pensar la historia globalmente.

El capítulo IX y final ofrece un segundo laboratorio experimental para que el lector ejercite el pensamiento global de la historia. A estas alturas los lectores ya tendrán conocimientos sobre las cuatro estrategias y cada una de las 12 ramas. Este segundo experimento también presenta un fenómeno bien conocido y global por definición: la primera Guerra Mundial. Las principales consideraciones para pensar la historia desde una perspectiva global y pensar históricamente sobre la aldea global quedarán reveladas.

El libro termina con una muy útil herramienta para los lectores: una bibliografía analítica ordenada bajo las cuatro estrategias y las 12 ramas. La bibliografía proporciona una guía conveniente para ampliar las lecturas de acuerdo con los intereses y las necesidades específicos de cada lector.

I. PENSAR LA HISTORIA GLOBALMENTE: LA TEORÍA PUESTA EN PRÁCTICA.Argentina bajo el régimen de Perón (1946-1955). Pensar globalmente una historia nacional

LA GLOBALIZACIÓN consiste, en esencia, en trascender las fronteras económicas, políticas, lingüísticas, culturales y regionales; por lo mismo, si queremos pensar la historia desde una perspectiva global, también debemos trascender esas fronteras. La historiografía contemporánea ofrece 12 ramas diferentes definidas precisamente por su manera particular de trascender las fronteras. Las 12 ramas pueden organizarse en cuatro categorías fundamentales. Cada una de estas categorías representa una de las cuatro estrategias principales de aplicación del pensamiento global. A través de un estudio de caso concreto este capítulo define y ejemplifica cada una de estas cuatro estrategias para pensar la historia globalmente y las 12 ramas subsumidas en ellas. Argentina bajo el régimen de Juan Domingo Perón (1946-1955) es un estudio de caso comúnmente enmarcado dentro de las fronteras de la historia nacional; no obstante, este caso servirá para ejemplificar las cuatro estrategias y las 12 ramas para pensar la historia globalmente. Asimismo, los lectores comprobarán de primera mano que pensar la historia globalmente puede sacar a la historia nacional de la caja cerrada.

En la mañana del 17 de octubre de 1945, miles de trabajadores marcharon un tanto espontáneamente hacia la Plaza de Mayo en Buenos Aires para exigir la liberación del coronel Juan Domingo Perón. Durante los dos últimos años, en su función como secretario de Trabajo bajo el gobierno militar, Perón aprobó una serie de decretos sobre compensaciones, retiro y condiciones laborales que favorecían a la clase trabajadora. Preocupados por el empoderamiento de Perón y los sindicatos, los miembros de la Junta Militar lo obligaron a dimitir, tras lo cual fue encarcelado. Sin embargo, esta serie de acontecimientos fueron contraproducentes para la Junta, pues en el curso de una semana la movilización masiva de trabajadores en la ciudad capital y en ciudades vecinas de la provincia trajeron como consecuencia la liberación de Perón y su arrolladora reincorporación a la escena política.

El 24 de febrero de 1946, Juan Domingo Perón obtuvo 56% del voto popular y ganó las elecciones nacionales en 22 de las 23 provincias del país. Su mandato presidencial, que se extendió tras ganar las siguientes elecciones de 1952 y que se vio interrumpido por un golpe militar en septiembre de 1955, transformó radicalmente la historia de Argentina. Como tal, el régimen de Perón atrajo una gran atención que propició la creación de una vasta historiografía en su mayor parte enmarcada dentro de los límites de las fronteras argentinas.

ARGENTINA BAJO EL RÉGIMEN DE PERÓN (1946-1955): HISTORIAS BASADAS EN EL ESTADO-NACIÓN

Los historiadores políticos escribieron meticulosos relatos sobre Perón y su partido político, su régimen, toma de decisiones y reformas constitucionales, las luchas políticas internas y externas y las fluctuaciones del poder. Asimismo, prestaron gran atención a su “tercera posición” (contraria tanto al capitalismo como al comunismo) en la política internacional y a sus relaciones con las naciones superpoderosas de la época de la Guerra Fría y con los países vecinos. Los historiadores económicos han estudiado la nacionalización de compañías extranjeras, sus políticas de sustitución de importaciones, los programas quinquenales destinados al desarrollo de la economía nacional y el cambio en el equilibrio del poder entre el capital y el trabajo, favoreciendo al segundo.

Los historiadores sociales y del trabajo han abordado el surgimiento de una nueva clase trabajadora como consecuencia de la migración masiva de las provincias a la capital; los sindicados y las confederaciones, y las reformas sociales de Perón. Los historiadores de género han estudiado a profundidad la figura de Evita, segunda esposa de Perón, y una rama adicional del partido peronista llamada “sección femenina”, así como el cambio de estatus de la mujer durante los dos mandatos consecutivos de Perón en que las mujeres obtuvieron igualdad ante la ley y la política, e incluso el derecho a voto, a postularse y a ser elegidas.

Todas estas transformaciones han sido abordadas también por los historiadores intelectuales, quienes han buscado las raíces y los principios ideológicos que impulsaron y justificaron todas las transformaciones antes señaladas. De igual modo, las políticas educativas, el conflicto con la Iglesia católica, el surgimiento de una nueva cultura popular y el impacto del régimen peronista en la literatura, el cine y la arquitectura del país atrajeron el interés de los historiadores de la cultura.

Todas estas historiografías han sido debatidas y enriquecidas con visiones descentralizadas que se inclinaron por las perspectivas locales y “desde abajo”. En este sentido, publicaciones posteriores han descrito la vida cotidiana, familiar, privada y urbana durante los años del régimen peronista. Asimismo, muchos estudios han abordado el ascenso de Perón al poder y su régimen en entornos específicos de localidades determinadas, entre ellas el ámbito rural, dentro de provincias argentinas particulares. Hace aproximadamente 20 años la bibliografía internacional sobre el régimen de Perón ascendía a 3 392 publicaciones,1 y varios millares más se han acumulado desde entonces.2 Todo este cuerpo de investigación histórica basada en el Estado-nación arrojó luz sobre muchas dimensiones del régimen peronista, un periodo crucial en la historia de Argentina.

PENSAR GLOBALMENTE A ARGENTINA DURANTE EL RÉGIMEN PERONISTA: CUATRO ESTRATEGIAS Y 12 RAMAS

¿Cómo se vería el régimen peronista si pensáramos su historia globalmente? ¿Existen argumentos históricos posibles que vayan más allá de las fronteras argentinas, capaces de enriquecer el análisis sobre el régimen de Perón? Este capítulo aborda las dos cuestiones mediante el esbozo de 12 narrativas alternas que trascienden las fronteras. Cada uno de estos bocetos se inspira en una de las 12 ramas históricas y sus formas particulares de aplicación de las cuatro estrategias principales del pensamiento global. De manera simultánea, estos bocetos sirven también para definir y proporcionar ejemplos de cada una de las singularidades conceptuales y metodológicas de estas ramas. En breve, al abordar desde una perspectiva global un desarrollo crucial en el interior de un Estado-nación, que normalmente se enmarca como historia nacional, las cuatro estrategias del pensamiento global de la historia, las 12 ramas que las aplican y sus contribuciones innovadoras se volverán claras y concretas.

PENSAR LA HISTORIA GLOBALMENTE: COMPARAR Y CONECTAR

Comparar y conectar son dos estrategias fundamentales para pensar la historia globalmente. Comparar presupone cotejar dos unidades con el fin de describir o analizar sus semejanzas y sus diferencias. Conectar conlleva reunir dos o más unidades para valorar su interdependencia. La historia comparada y la historia relacional son dos ramas de la historia basadas en estas dos estrategias, respectivamente.

Historia comparada

La historia comparada busca semejanzas y diferencias entre dos o más unidades de estudio con propósitos analíticos o descriptivos.

La historia comparada, en su búsqueda de similitudes y diferencias entre dos o más unidades de análisis, podría adoptar al régimen peronista como uno de sus casos. Por ejemplo, el régimen peronista puede compararse con el de Getúlio Vargas en Brasil. En 1945, durante la época de su Estado Novo (Estado Nuevo, 1937-1945), Getúlio Vargas creó el Partido Trabalhista Brasileiro. Este partido político estaba vinculado a los trabajadores urbanos con la intención de proporcionar a Vargas una amplia base de apoyo social para darle fin a su régimen autoritario y ganar legitimidad por medio de las urnas. Puesto que Vargas se preparó para poner a prueba a su partido en elecciones democráticas, el ejército lo derrocó. No fue sino hasta 1950 cuando su meta electoral y el subsecuente triunfo del Partido Trabalhista Brasileiro se lograron.

El gobierno resultante recibió el apoyo de una amplia coalición social de la que formaba parte la clase obrera, así como también algunos sectores de la clase media urbana. Este régimen combinó una política de desarrollismo económico (estructuralismo económico) que vigilaba la acumulación de riqueza de la élite y favorecía los derechos y los programas sociales para la clase obrera bajo una postura proteccionista y nacionalista. Esta doble política se reflejó en la administración estatal de los recursos naturales, la planeación económica y la distribución de la riqueza. La industria de explotación y refinamiento del petróleo se nacionalizó en 1953. Si bien el régimen buscó también nacionalizar las empresas de servicio eléctrico, no tuvo éxito. Se creó un banco de desarrollo nacional con el propósito de proporcionar créditos públicos a la industria básica. Asimismo, el régimen promovió leyes laborales, seguridad social y servicios de salud. En 1954, bajo la amenaza de un inminente golpe de Estado, Vargas se suicidó.

Una serie de similitudes destacan entre los gobiernos de Perón y Vargas. Las dos figuras concentraron el poder político en el marco de un régimen autoritario. Subsecuentemente, los dos intentaron establecer una amplia base social de apoyo para obtener legitimidad a través de elecciones democráticas. En esa búsqueda, los dos fueron detenidos por una intervención militar. No obstante, tarde o temprano las metas de ambos líderes fueron alcanzadas. Una vez en el poder, los dos regímenes emprendieron iniciativas de industrialización por sustitución de importaciones a través de la nacionalización de recursos e infraestructuras con el objetivo de transformar la economía de exportación agraria de sus respectivos países. Esta transformación fue simultánea a la protección de los intereses de la clase obrera mediante un cambio en el equilibrio del poder entre el capital y el trabajo, favoreciendo al segundo. Por último, los dos regímenes fueron derrocados por el ejército, o por una amenaza del mismo, lo que dio como resultado la instauración de dictaduras militares durante décadas que pusieron fin a esas transformaciones e iniciaron un ciclo político de dictaduras militares alternadas con regímenes democráticos poco eficaces.

La historia comparada puede tomar una dirección distinta si comparamos a Argentina con un Estado casi no relacionado geográficamente y, más importante aún, cronológicamente. Por ejemplo, es posible diseñar una comparación entre el régimen de Perón en Argentina y el del coronel Gamal Abdel Nasser en Egipto (1956-1970). En 1952 Nasser ascendió al poder por medio de un golpe militar. Para 1956 su gobierno adquirió legitimidad mediante un referendo que demostró su amplio apoyo popular. Si bien la movilización social no estuvo a cargo de un partido político muy dinámico —al contrario del apoyo que Perón obtuvo del Partido Justicialista—, las concentraciones a nivel nacional cumplieron esa función: primero a través de la Concentración de la Liberación, después de la Unidad Nacional y finalmente de la Unión Socialista Árabe. Asimismo, obtuvo también el apoyo social a través de un sindicato estrechamente controlado, la Confederación de Trabajadores Egipcios, y de otras asociaciones laborales controladas por el Estado, un rol similar al de la federación obrera de Argentina, la Confederación General de los Trabajadores. Sin embargo, Nasser alcanzó la concentración del poder principalmente a través de una impresionante expansión de los aparatos de Estado, como las fuerzas burocrática y de seguridad pública, lo cual se vio reflejado en el aumento de gasto gubernamental en el ejército y la policía paramilitar de 18.3% del presupuesto en 1954-1955 a 55.7% en 1970.

Esta combinación de la maquinaria de Estado ampliada y el respaldo de la movilización de los sectores sociales tuvo a su cargo la implementación de una serie de medidas destinadas al desarrollo económico: una reforma agraria (ya comenzada en 1952) que en 1961 expropió una séptima parte de todas las tierras de cultivo de los grandes terratenientes para distribuirla entre pequeños propietarios y campesinos sin tierras; la decisión de construir la Presa Alta de Asuán con el fin de cultivar la extensa región situada entre El Cairo y Alejandría, y la formación del complejo siderúrgico de Helwan (1954). Al mismo tiempo, la evacuación de las tropas británicas del Canal de Suez (1954) condujo a la nacionalización del canal, mientras que la invasión de la alianza entre Reino Unido, Francia e Israel (1956) tuvo como consecuencia la expropiación de las propiedades extranjeras. Estos pasos iniciales tuvieron lugar hacia 1960 en un plan quinquenal claramente concebido (1960-1965) que abarcó también la nacionalización de la banca privada, las inversiones y las fábricas extranjeras.

Es fácil reconocer las similitudes y las diferencias al comparar los regímenes de Perón y Nasser. Los dos líderes fueron coroneles que alcanzaron el poder por medio de un golpe de Estado. Los dos se las ingeniaron para convertirse en las figuras más aclamadas de los regímenes impuestos mediante golpes militares. Los dos adquirieron legitimidad a través del sufragio popular. Una vez en el poder, ambos implementaron políticas económicas y sociales similares —como nacionalización, reformas de la propiedad y programas quinquenales— con el propósito de transformar a sus respectivos países actualizándolos con el mundo industrializado. Por otra parte, Nasser dependió principalmente y ante todo del ejército, que respaldó su régimen desde el principio hasta la Primavera Árabe de 2011. Perón, por el contrario, basó su apoyo en un partido político y fue depuesto del poder por el ejército. Los ejércitos que desafiaron al régimen de Nasser fueron extranjeros —Reino Unido, Francia e Israel—, lo cual refleja la diferencia entre un país como Argentina, que experimentó su descolonización a principios del siglo XIX, y un país como Egipto, donde la descolonización seguía en marcha en los años cincuenta del siglo XX. Y aun así, entre estas diferencias es muy revelador que la política externa de la Tercera Posición peronista (contraria tanto al capitalismo como al comunismo) haya sido adoptada también por Nasser, así como por otros líderes que establecieron el movimiento de los Países No Alineados en 1961 frente a las superpotencias protagónicas de la Guerra Fría.

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