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La Torá en la tradición judía, el Pentateuco en la cristiana, contiene las tradiciones fundacionales de Israel, cuyo impacto en Occidente se extiende mucho más allá del ámbito religioso para abarcar tanto sistemas éticos y filosóficos como las artes plásticas y la literatura. Desde los mitos creacionales del Génesis, pasando por las tradiciones patriarcales, la epopeya liberadora del éxodo de Egipto, la recepción de la Torá en el monte Sinaí y las codificaciones cúlticas y legales posteriores, el Pentateuco se actualiza hoy a través de la predicación en miles de púlpitos en sinagogas y en iglesias. Este primer volumen (Pentateuco) de "La Biblia Hebrea en perspectiva latinoamericana" es una guía de lectura elaborada desde la hermenéutica liberacionista latinoamericana, una corriente interpretativa que se gestó en Sudamérica y que marca diferencias con las tradiciones exegéticas y teológicas de Europa y Estados Unidos.
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Seitenzahl: 473
Veröffentlichungsjahr: 2014
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Siglas y abreviaturas
Introducción: La Biblia en perspectiva latinoamericana
AgradecimientoAlejandro F. Botta
AgradecimientoAhida Calderón Pilarski
El Pentateuco
Mercedes García Bachmann – Alejandro F. Botta
¿Por qué estudiar el Pentateuco?
Los «libros de Moisés» que no escribió Moisés
¿Hay una teología unificadora del Pentateuco?
¿Cuál es el tema del Pentateuco?
¿Cómo se desarrolla este tema?
Algunos de los principales recursos literarios
Algunas cuestiones teológicas
Bibliografía
Génesis
Hans de Wit
Introducción
El mundo de los textos
Primera parte: El hombre en la tierra (Gn 1,1–11,26)
La canción de la tierra: Gn 1,1–2,3
El mundo del texto
El texto (Gn 1,1–2,3)
El hombre en la tierra (Gn 2,4–4,26)
La catástrofe (Gn 6–9)
Segunda parte: El hombre en la tierra (Gn 11,27–50,26)
Abraham y Sara: Gn 11,27–25,11
Esaú y Jacob: Gn 25,19–37,1
José y sus hermanos: Gn 37,2–50,26
Bibliografía
Éxodo
Pablo R. Andiñach
Introducción: El libro del Éxodo en América Latina
Estructura literaria y articulación del sentido
Israel en Egipto (1,1–12,36)
Recorrido de Egipto al Sinaí (12,37–18,27)
El campamento en el Sinaí (19,1–40,38)
Temas a tener en cuenta para la lectura del Éxodo
Aportes del Éxodo a la teología del Pentateuco
Bibliografía
Levítico
Erhard S. Gerstenberger
Introducción: Estratos literarios
Situaciones comunicativas y sus géneros
La vida comunitaria
Concepciones teológicas
Orientaciones éticas
Contextualidad antigua y moderna
Bibliografía
Números
Armando Noguez
Números: un libro para leer
El horizonte histórico
Dios y su pueblo
Tierra y leyes para la liberación del pueblo
La marcha por el desierto: una escuela de la conciencia
Bibliografía
Deuteronomio
Pedro Kramer
Nombre
La riqueza de las formas
Proceso de elaboración del Deuteronomio
La experiencia de fraternidad en la liturgia y en la realidad socio-económica en Deuteronomio. Contribuciones para América Latina
El pueblo de Israel como una sociedad de hermanos testimoniada éticamente en la realidad socio-económica
Bibliografía
Créditos
EstBíb
Estudios Bíblicos
EstTeol
Estudos Teológicos
HS
Hebrew Studies
JNSL
Journal of Northwest Semitic Languages
LJ
Liturgisches Jahrbuch
Mandr
Mandrágora
OrArg
Orientalia Argentina
Rev Bíbl
Revista Bíblica
RIBLA
Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana
Sal
Salmaticensis
VT
Vetus Testamentum
WD
Wort und Dienst
ZAW
Zeitschrift für die Altestamentliche Wissenschaft
La Biblia llegó al continente de los mayas, aztecas, incas, quechuas, calchaquíes y demás pueblos originarios de la mano de conquistadores cristianos. La crónica de Francisco de Jerez relata el encuentro del sacerdote Valverde y Atahualpa en el que la Biblia se le presenta al líder indígena:
«El gobernador, que esto vio, dijo al padre fray Vicente que si quería ir a hablar a Atabaliba con un faraute; él dijo que sí, y fue con una cruz en la mano y con la Biblia en la otra, y entró por entre la gente hasta donde Atabaliba estaba, y le dijo por el faraute: “Yo soy sacerdote de Dios y enseño a los christianos las cosas de Dios, y asimesmo vengo a enseñar a vosotros. Lo que yo enseño es lo que Dios nos habló>, que está en este libro. Y por tanto, de parte de Dios y de los christianos, te ruego que seas su amigo, porque así lo quiere Dios; y venirte ha bien dello; y ve a hablar al gobernador, que te está esperando”».
Lo que sucedió durante estas décadas de conquista, sometimiento y obliteración de los pueblos originarios pertenece a una de las páginas más oscuras de la historia de España y del continente que vino a llamarse América. La Biblia de los conquistadores, sin embargo, no llegó a las masas populares, sino que permaneció como un instrumento de opresión en manos de sacerdotes y conquistadores. De hecho, no es hasta siglos más tarde, y sobre todo a través de los esfuerzos de sociedades bíblicas protestantes, cuando la Biblia comienza a ser distribuida y leída por el pueblo. Ya en los primeros años del siglo XIX, la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE) distribuía varios miles de copias del Nuevo Testamento en español, francés, inglés y holandés. A estas iniciativas se sumó el esfuerzo de personas como Diego Thomson, quien utilizó la Biblia como instrumento educativo a través del método lancasteriano de educación, acercando la Escritura a miles de hogares latinoamericanos. Las reticencias de los misioneros y las sociedades bíblicas extranjeras a involucrarse demasiado en la política local de los respectivos países (en algunos casos, embarcados en sangrientas guerras civiles) produjeron una lectura de la Biblia principalmente centrada en la vida espiritual del creyente, los valores familiares y la santidad personal, sin integrar la dinámica socio-política y económica de la realidad cotidiana con los valores y demandas de la tradición bíblica.
El cambio de actitud hacia la Biblia en la Iglesia católica romana y la ebullición revolucionaria de la década de los setenta en América Latina confluyeron para inaugurar un período en donde lo político y lo socio-económico pasan de ser una categoría marginal dentro de la interpretación bíblica latinoamericana a jugar un rol fundamental en la lectura e interpretación de las Escrituras. Esta emergencia de una conciencia social se desarrolla simultáneamente, aunque de maneras diversas, tanto en los círculos católicos como en los protestantes y evangélicos. Es en esta coyuntura donde una corriente interpretativa que marca diferencias con las tradiciones exegéticas y teológicas de Europa y Estados Unidos comienza a gestarse y a encontrar su propia voz y discurso teológico.
Este peregrinaje teológico latinoamericano se acerca a su medio siglo de vida, y un buen número de aquellos que abrieron el camino a futuras generaciones de intérpretes bíblicos latinoamericanos, como J. Severino Croatto, Alberto Ricciardi y Milton Schwantes, ya no nos acompañan en persona, sino desde el legado de sus escritos y la memoria de sus enseñanzas en nuestros corazones.
Esta Introducción al Antiguo Testamento (del latín intro, «entrar», y ducere, «guiar» o «animar a guiar») apunta a ser una guía de lectura de la Biblia hebrea/Antiguo Testamento desde una perspectiva particular: la latinoamericana. Por este motivo, las cuestiones técnicas han sido tratadas solo en la medida en que son necesarias para la tarea de guiar a la lectura y el entendimiento de los libros bíblicos. Las ciencias bíblicas tienen una rica tradición en castellano, y hoy se encuentran disponibles otras introducciones de carácter más técnico realizadas por excelentes biblistas (por ejemplo, García López 2003; etc.), así como traducciones de obras en inglés, francés o alemán (Stendebach 1996; Blenkinsopp 1999; Ska 2001; etc.).
Sería absurdo pensar que hay una sola y única perspectiva latinoamericana. Nuestro continente posee una riqueza y diversidad inconmensurable, y la variedad de enfoques del texto bíblico se manifiesta a través de una gran amplitud de posturas políticas (conservadoras, liberales, revolucionarias, etc.), religiosas y confesionales. Biblistas de América Latina han producido una rica variedad de contribuciones que cubren perspectivas cristianas, tanto católicas y protestantes como evangélicas, así como también judías, conservadoras y liberales. El propósito de esta Introducción es reflejar especialmene la perspectiva asociada con la hermeneútica liberacionista latinoamericana. Esta tradición interpretativa, cuyo comienzo puede datarse a principios de la década de los setenta, es probablemente la que ha trascendido en mayor medida las fronteras latinoamericanas.
Los autores han tenido suma libertad para expresar sus ideas, unos de manera más técnica, otros de manera más divulgativa, y no era de esperar ninguna unanimidad en lo que se refiere a la composición y datación de las tradiciones del Pentateuco, lo que le da a esta Introducción al Antiguo Testamento un caracter especial, ya que es de por sí tan diversa como la diversidad de nuestra tierra latinoamericana.
La idea de esta Introducción al Antiguo Testamento surgió hace varios años y se puso en marcha gracias al apoyo de Esteban Voth, actualmente director de traducciones de las Sociedades Bíblicas Unidas. Perkins School of Theology, Southern Methodist University en Dallas, Texas, contribuyó con un «writing grant» para el proyecto gracias al apoyo del decano William Lawrence (Perkins School of Theology). La decana Mary Elizabeth Moore (Boston University School of Theology) ha apoyado siempre de manera entusiasta mis proyectos de investigación y publicación. Mis mentores y maestros de América Latina, Esteban Voth y J. Severino Croatto †, inspiraron mi interés por la Biblia hebrea, y mis años en Jerusalén sirvieron para enraizar mi pasión y compromiso con las escrituras judías y el pueblo judío, ahora mi pueblo. Mis estudiantes de Estados Unidos y América Latina han sido siempre una fuente de aliento e inspiración y Raíces Latinas, el grupo de estudiantes latinos de Boston University School of Theology, han hecho de la fría Boston un lugar mucho más cálido. Mis colegas de Boston University, Jonathan Klawans, Michael Zank, Deeana Klepper y Abigail Gillmann, han sido siempre interlocutores valiosos y fraternos en este peregrinaje intelectual, y mi comunidad de fe, Temple Sinai, Brookline, un lugar de remanso. Mis hijos Pamela y Alfonso han hecho de mi vida una jornada llena de vida y luz.
Alejandro F. Botta
Mi primer agradecimiento va para mi colega y coeditor, Alejandro Botta, quien me invitó a participar en este proyecto unos años atrás. A pesar de que mi trabajo académico me ha llevado a residir en Estados Unidos, nunca he perdido el vínculo con mi tierra madre, Perú, y con toda mi gente en Latinoamérica. A mi familia en Estados Unidos (especialmente a mi hijo Christian) y a mis familiares en Perú y Brasil les dedico este trabajo. Agradezco profundamente también a las instituciones y organizaciones que han nutrido este vínculo entre las Américas. En el hemisferio sur: el Instituto Bartolomé de las Casas (Lima, Perú), el Proyecto de Investigación Teologanda (Buenos Aires, Argentina) y la CEBI (Belo Horizonte, Brasil). En el hemisferio norte: Saint Anselm College, Garrett Theological Seminary (Programa de la ECE), SBL Sección de Hermenéutica Bíblica Latino/a y Latinoamericana, y la Academia de Teólogos/as Católicos Hispanos en Estados Unidos (ACHTUS). Finalmente, un agradecimiento especial a Fernando Segovia, que ha sido un gran mentor en este despertar para encontrarme con mi familia del exilio (la creciente comunidad latina en Estados Unidos). A esta comunidad quedo unida en sufrimiento y esperanza.
Ahida Calderón Pilarski
Mercedes García Bachmann – Alejandro F. Botta
Son varias las razones para profundizar en el estudio del Pentateuco o Torá (término hebreo para esta sección bíblica), palabra que significa «instrucción», del verbo yārâ («enseñar», «instruir», «dirigir»). La primera, porque el Pentateuco es una de las tres grandes divisiones de la Biblia hebrea (BH), que fue y es la más importante para el pueblo judío –y que seguramente fue la más importante para Jesús–. La segunda, porque el Pentateuco es la única sección de la Biblia en la que canónicamente coinciden la fe judía y la fe cristiana; en las otras secciones no se comparten los mismos libros (por ejemplo, el Antiguo Testamento incluye una sección «Históricos» donde están los libros de Samuel y Reyes, que en la BH son «Profetas anteriores»). Una razón adicional es su importancia para la teología cristiana y latinoamericana.
Si bien el consenso académico contemporáneo (y desde hace ya más de un siglo) es que no hay pasajes del Pentateuco que puedan atribuirse a Moisés, muchas comunidades de fe aún se enfrentan al desafío de internalizar tal consenso en su estudio de la Biblia. De hecho, el número de pasajes que se atribuyen a Moisés en el Pentateuco no son demasiados (Éx 17,14; 24,4; 34,27; Nm 33,2; Dt 4,44; 31,9.24; 32,45). Cuando se menciona la «ley de Moisés» en el resto de la Biblia hebrea, las referencias son a las leyes contenidas en Deuteronomio (Jos 8,31-32; 23,6; 1 Re 2,3; 14,6; 23,5) o en Deuteronomio y Levítico (Neh 8,1.13-18). No es hasta el siglo II a. C. (en Ben Sira 24,22-39) cuando tenemos evidencia de la atribución del Pentateuco a Moisés, por lo que puede estimarse que no era algo comúnmente aceptado antes del siglo IV a. C. Para los autores del Nuevo Testamento, la autoría mosaica del Pentateuco es algo ya establecido (Mc 7,10; 10,3-5; 12,26; Lc 5,14; 16,29-31; 24,27.44; Jn 7,19.23; Rom 10,5). Los Padres de la Iglesia también aceptaron en su gran mayoría la autoría mosaica a pesar de ciertos textos problemáticos (Gn 35,4; la muerte de Moisés en Dt 34,5-12). San Jerónimo aceptó el origen mosaico del Pentateuco, pero sostuvo que la forma final del mismo provenía de la época de Esdras (siglo V a. C.). Durante la Edad Media, eruditos judíos como Ibn Ezra (1089-1164) hicieron notar que ciertos textos no podían haber sido escritos por Moisés, como Gn 12,6: «Por entonces estaban los cananeos en el país», que solo podría haberse escrito cuando ya no estaban allí, o Gn 36,31, que asume el conocimiento de la monarquía israelita.
Libro del Éxodo con comentarios de Abraham ibn Ezra. Nápoles, 1488.
Durante la Reforma protestante del siglo XVI y el comienzo de la modernidad, el reformador alemán Adreas Karlstadt (1486-1541), el filósofo judío Benedicto Spinoza (1632-1677) y el sacerdote católico francés Richard Simon (1638-1712) cuestionaron la autoría mosaica a partir de un cuidadoso estudio del texto.
Retrato de Spinoza (ca. 1665), Gemäldesammlung der Herzog August Bibliothek, Wolfenbüttel, Alemania, y portada de su obra Tratado teológico-político (1670).
Portada de Historia crítica del Antiguo Testamento, de Richard Simon.
Lamentablemente, debido al totalitarismo religioso imperante en Europa, sus contribuciones fueron rechazadas como heréticas y sacadas de circulación. Spinoza fue excomulgado de la comunidad judía de Amsterdam en 1656; las copias del trabajo de Richard Simon, Histoire critique du Vieux Testament, quemadas, y él expulsado de su orden religiosa en 1678. Los trabajos de estos y otros especialistas en lenguas clásicas y semíticas –por entonces hebreo y árabe– abrieron nuevas vías de investigación textual, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando se propuso una teoría amplia acerca de la composición de los primeros cinco libros de la Biblia.
El clérigo protestante alemán Henning Bernhard Witter (1683-1715) publicaba en 1711 su trabajo Jura Israelitarum in Palaestinam Terram Chananaeam Commentatione in Genesin Perpetua sic demonstrata, ut idiomatis authentici nativus sensus fideliter detegatur, Mosis autoris primaeva intentio sollicite definiatur, adeoque Corpus Doctrinae & Iuris cum antiquisssimum, tum consummatissimum tandem eruatur. Accedit in paginarum fronte ipse textus Hebraeus cum versione Latina, donde, si bien mantenía la autoría mosaica, proponía que Moisés había utilizado una diversidad de tradiciones orales para la composición del Pentateuco (lo que le valió fuertes críticas).
Portada de Jura Israelitarum in Palaestinam Terram Chananaeam Commentatione In Genesin de Henning Bernhard Witter, 1711.
Unos años después, en 1753, el profesor de medicina francés Jean Astruc (1684-1766), reconocido por sus avances en el estudio de las enfermedades venéreas, publicaba anónimamente (algo entendible a la luz de las persecuciones sufridas por otros eruditos) su trabajo Conjectures sur les mémoires originaux dont il paroit que Moyse s’est servi pour composer le livre de la Génèse. Avec des remarques, qui appuient ou qui éclaircissent ces conjectures («Conjeturas sobre los documentos originales que Moisés parece haber utilizado para la composición del libro del Génesis. Con las observaciones que apoyan o arrojan luz sobre estas conjeturas»).
Los trabajos de Astruc y de Witter, y más tarde de Ilgen (1798), al postular que Moisés utilizó documentos o tradiciones previas, sentaron las bases para lo que vino a denominarse posteriormente teoría o hipótesis documentaria.
El progreso continuo de los estudios bíblicos, ya independizados de la teología dogmática, se manifestó en varias hipótesis sobre la composición del Pentateuco: la que consideraba que este complejo cuerpo de tradiciones se originó a partir de diversos fragmentos (Geddes 1792 y Vater 1802-1805); la hipótesis de los suplementos, que reconocía una tradición textual central a la que se le habían agregado distintos complementos (Ewald 1823), y los trabajos que apuntaban a un número reducido de documentos como la base del Pentateuco (Hupfeld 1953; Graf 1866; Kuenen 1869).
La hipótesis documentaria alcanzó su expresión más ambiciosa y abarcadora en los trabajos del biblista y orientalista protestante alemán Julius Wellhausen (1844-1918), Die Composition des Hexateuch und der historischen Bücher des Alten Testaments («La composición del Hexateuco y de los libros históricos del Antiguo Testamento», 1876) y Prolegomena zur Geschichte Israels («Prolegómenos a la historia de Israel», 1878).
Jean Astruc (1684-1766), por Ambroise Tardieu, y Julius Wellhausen (1844-1918).
La evidencia en apoyo de la hipótesis documentaria se puede dividir en dos categorías: lingüística: el uso de una terminología peculiar de las diferentes fuentes y el estudio diacrónico del hebreo bíblico; y literaria: la presencia de narraciones repetidas (duplicadas o triplicadas), a veces con contradicciones entre las fuentes.
Las diferentes fuentes utilizan una terminología peculiar. J y P emplean consistentemente «Sinaí», mientras que E y D usan «Horeb» o «montaña de Dios»; la expresión «fructificad y multiplicaos» solo aparece en P (Gn 1,22.28; 8,17; 9,1.7; 35,11 passim); Seol como lugar de reposo de los muertos se utiliza solo en J (Gn 37,35; 42,38; 44,31 passim); la expresión «con todo tu corazón y con toda tu alma» solo se emplea en D (Dt 4,29; 6,5; 11,3 passim). Ver Friedman (2003, 8-10) para una lista completa. El análisis diacrónico del hebreo bíblico muestra diferentes estadios de desarrollo de la lengua. En orden de antigüedad: el hebreo del Yahvista y Elohísta; luego el hebreo del escrito sacerdotal P (que es anterior al hebreo del libro de Ezequiel) y, más tarde, el hebreo de D (Polzin 1976; Rooker 1988, 1990; Hurvitz 2006). Los intentos de negar la posibilidad de datar los textos bíblicos a partir del estudio diacrónico del hebreo bíblico y de la existencia de un estrato de hebreo preexílico en la Biblia hebrea (por ejemplo, Young-Rezetko-Ehrensvard 2008) han sido fuertemente criticados y rechazados de plano por la amplia mayoría de los especialistas (Joosten 2012; Pat-El y Wilson-Wright 2013).
La lectura atenta del Pentateuco hace evidentes casos de repeticiones, es decir, eventos relatados dos veces con diferencias (a veces marcadas) entre ellos. El caso más obvio es el de los dos relatos de la creación (Gn 1,1–2,3 y Gn 2,4b-25), pero este fenómeno también se observa en la genealogía de Adán (Gn 4,17-26 y 4,1-28.30-32); la genealogía de Sem (Gn 10,21-31 y 11,10-26); la migración de Abraham (Gn 12,1-4a y 12,4b-5); la separación de Abraham y Lot (Gn 13,5.7-11a.12b-14 y 13,6; 11b-12a); el pacto de Dios con Abraham (Gn 15 y 17); el anuncio del nacimiento de Isaac (Gn 17,16-19 y 18,10-14); el relato etiológico sobre el nombre Beerseba (Gn 21,22-31 y 26,15-33); el cambio de nombre de Jacob a Israel (Gn 32,25-33 y 35,9-10); la venta de José por sus hermanos (Gn 37,2b.3b.5-11.19-20.23.25b-27.28b.31-35; 39,1 y 37,3a.4.12-18.21-22.24.25a.28a.29-30); los encuentros entre Moisés y el faraón (Éx 5,1–6,1; 7,14-18.20b-21a.23-29; 8,3b-11a.16-28; 9,1-7.13-34; 10,1-19.21-26.28-29; 11,1-9 y 7,10-13.19-20a.22b; 8,1-3a.12-15; 9,8-12); el cruce del mar a la salida de Egipto (Éx 13,21-22; 14,5a.6.9a.10b.13-14.19b.20b.21b.24.27b.30-31 y 14,1-4.8.9b.10a.10c.15-18.21a.21c.22-23.26-27a.28-29); las codornices y el maná en el desierto (Éx 16,2-3.6-35a y Nm 11,4-34); el brotar agua de la roca (Éx 17,2-7 y Nm 20,2-13); el envío de los espías (Nm 13,1-16.21.25-26.32; 14,1a.2-3.5-10.26-29 y 13,17-20.22-24.27-31.33; 14,1b.4.11-25.39-45); la transgresión en Peor (Nm 25,1-5 y 25,6-19); el nombramiento de Josué como jefe de la comunidad (Nm 27,12-23 y Dt 31,14-15.23); la centralización de los sacrificios (Lv 17 y Dt 12); la lista de animales prohibidos (Lv 11 y Dt 14). El entrelazado de las fuentes se puede visualizar en los dos relatos del diluvio unificados de manera complementaria (Gn 6,5-8; 7,1-5.7.10.12.16b-20.22-23; 8,2b-3a.6.8-12.13b.20-22 y 6,9-22; 7,8-9.11.13-16a.21.24; 8,1-2a.3b-5.7.13a.14-19; 9,1-17) en la siguiente tabla:
J (Yahvista)
P (Sacerdotal)
Gn 6,5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. 6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. 7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos hecho. 8 Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.
Gn 6,9b Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé. 10 Y engendró Noé tres hijos: a Sem, a Cam y a Jafet. 11 Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. 12 Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. 13 Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra. 14 Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. 15 Y de esta manera la harás: de trescientos codos la longitud del arca, de cincuenta codos su anchura, y de treinta codos su altura. 16 Una ventana harás al arca, y la acabarás a un codo de elevación por la parte de arriba; y pondrás la puerta del arca a su lado; y le harás piso bajo, segundo y tercero. 17 Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. 18 Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo. 19 Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. 20 De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie entrarán contigo, para que tengan vida. 21 Y toma contigo de todo alimento que se come, y almacénalo, y servirá de sustento para ti y para ellos. 22 Y lo hizo así Noé; hizo conforme a todo lo que Dios le mandó.
Gn 7,1 Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca, porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación. 2 De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra, mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra. 3 También de las aves de los cielos, siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de la tierra. 4 Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice. 5 E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová.
Gn 7,7 Y por causa de las aguas del diluvio entró Noé al arca, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos.
Gn 7,8 De los animales limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, 9 de dos en dos entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como mandó Dios a Noé.
Gn 7,10 Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
Gn 7,11 El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas,
Gn 7,12 Y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches.
Gn 7,13 En ese mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet, hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; 14 ellos, y todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, y todo pájaro de toda especie. 15 Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida. 16a Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como lo había mandado Dios
Gn 7,16b y Jehová le cerró la puerta.
Gn 7,17 Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra, y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó sobre la tierra. 18 Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra, y flotaba el arca sobre la superficie de las aguas. 19 Y las aguas subieron mucho sobre la tierra, y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos fueron cubiertos. 20 Quince codos más alto subieron las aguas después de que fueron cubiertos los montes.
Gn 7,21 Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra, así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo hombre.
Gn 7,22 Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra, murió. 23 Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedaron solamente Noé y los que con él estaban en el arca.
Gn 7,24 Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días.
Gn 8,1 Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. 2a Y se cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos.
Gn 8,2b Y la lluvia de los cielos fue detenida. 3a Y las aguas decrecían gradualmente sobre la tierra;
3b y se retiraron las aguas al cabo de ciento cincuenta días.
4 Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes de Ararat. 5 Y las aguas fueron decreciendo hasta el mes décimo; en el décimo, al primero del mes, se descubrieron las cimas de los montes.
Gn 8,6 Sucedió que al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho,
Gn 8,7 y envió un cuervo, el cual salió, y estuvo yendo y volviendo hasta que las aguas se secaron sobre la tierra.
Gn 8,8 Envió también de sí una paloma, para ver si las aguas se habían retirado de sobre la faz de la tierra. 9 Y no halló la paloma dónde sentar la planta de su pie, y volvió a él al arca, porque las aguas estaban aún sobre la faz de toda la tierra. Entonces él extendió su mano y, tomándola, la hizo entrar consigo en el arca. 10 Esperó aún otros siete días y volvió a enviar la paloma fuera del arca. 11 Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico; y entendió Noé que las aguas se habían retirado de sobre la tierra. 12 Y esperó aún otros siete días y envió la paloma, la cual no volvió ya más a él.
Gn 8,13a Y sucedió que en el año seiscientos uno de Noé, en el mes primero, el día primero del mes, las aguas se secaron sobre la tierra
Gn 8,13b y quitó Noé la cubierta del arca, y miró, y he aquí que la faz de la tierra estaba seca.
14 Y en el mes segundo, a los veintisiete días del mes, se secó la tierra.
Gn 8,15 Entonces habló Dios a Noé, diciendo: 16 Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo. 17 Todos los animales que están contigo de toda carne, de aves y de bestias y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, sacarás contigo; y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra. 18 Entonces salió Noé, y sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos con él. 19 Todos los animales, y todo reptil y toda ave, todo lo que se mueve sobre la tierra según sus especies, salieron del arca.
Gn 8,20 Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. 21 Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho. 22 Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.
Gn 9,1 Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. 2 El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados. 3 Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. 4 Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis. 5 Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre. 6 El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre. 7 Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella.
Gn 9,8 Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: 9 He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; 10 y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra. 11 Estableceré mi pacto con vosotros y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. 12 Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: 13 Mi arco he puesto en las nubes, el cual será señal del pacto entre mí y la tierra. 14 Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. 15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. 17 Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra
El Pentateuco también ofrece relatos por triplicado: el motivo de la identificación de la esposa como hermana aparece en Gn 12,10-20 y 20,1-8 (Abraham, Sara, Faraón y Abimélec) y en Gn 26,6-11; el sueño de Jacob, en Gn 28,10.11a.13-16.19 y 28,11b-12.17-18.20-22 y 35,9-15; el llamado de Moisés, en Éx 3,2-4a.5.7-8 y 3,1.4b.6.9-5 y 6,2-12; la teofanía en Sinaí/Horeb, en Éx 19,1-2a; 24,15b-18a y 19,2b-9.16b-17.19; 20,18-21 y 19,10-16a.18.20-25; los diez mandamientos, en Éx 20,1-17 y 34,10-28 y Dt 5,6-18.
Los duplicados presentan frecuentemente contradicciones entre sí: la cantidad de animales que se salvan en el arca de Noé son siete parejas de animales puros y una de animales impuros en J (Gn 7,2-3), pero solo una pareja de cada uno en P (6,19; 7,8.9.15); el lugar de nacimiento de Benjamín es Belén en E (Gn 35,16-19), pero Padán Aram en P (Gn 35,22-26); el suegro de Moisés es Jetro en E (Éx 3,1-18; 18,1-27) y Reuel en P (Éx 6,3); el pueblo está harto de comer solo maná en E (Nm 11), pero en P han estado comiendo maná y aves desde el principio (Éx 16); Yahvé le dice a Moisés en P (Éx 6,3) que hasta ahora no había revelado su nombre a nadie; sin embargo, en J los patriarcas ya conocen el nombre de Yahvé (Gn 18,14; 24,3; 26,22; 27,20); en J se establece que los seres humanos no vivirán más de 120 años (Gn 6,3), pero en P hay personas que viven más que eso (Gn 9,29; 11,10-23); las que seducen a los israelitas en Peor son mujeres moabitas en J (Nm 25,1), pero madianitas en P (Nm 25,6; 31,1-16); en el relato de las plagas en Egipto se usa la vara de Aarón en P y la de Moisés en E. No hay ángeles, ni sueños, ni animales que hablan en P.
Es entendible que, desde que la hipótesis documentaria se afianzó en el mundo académico, hayan surgido numerosas propuestas criticando, sugiriendo modificaciones y hasta descartándola radicalmente. Los trabajos de Martin Noth (1948), Gerhard von Rad (1958), Rold Rendtorff (1977) y Erhard Blum (1984) buscaron ofrecer nuevas alternativas, mientras que las obras de Richard Elliott Friedman (1997, 2003), Jeffrey Stackert (2007) y Joel Baden (2012) han reafirmado la validez de los presupuestos esenciales de la teoría documentaria.
De acuerdo con Friedman (2003, 3-5), la composición del Pentateuco se podría resumir en el siguiente esquema. Durante el período de 922 a 722 a. C., cuando los reinos de Israel y Judá ya eran entidades separadas, un autor de Judá, el reino del sur, compone el texto Yavista (J); durante el mismo período, un sacerdote de Israel, el reino del norte, compone el texto Elohísta (E), que se refiere a Dios como Elohim o El («dios»). Cuando los asirios invaden Israel, conquistando el reino del norte en el año 722 a. C., se produce una migración importante hacia Judá y es en esta coyuntura como el texto Elohísta llega al sur. Después de algunos años, un redactor compone RJE, es decir, un texto que contiene los textos Yavista (J) y Elohísta (E). Friedman data el texto Sacerdotal (P) no mucho después, escrito como alternativa ideológica a RJE por un sacerdote de Jerusalén. La fecha preexílica de P se basa en buena parte en el estudio diacrónico del hebreo bíblico. El texto de composición más tardía, que incluye fuentes y tradiciones tan antiguas como RJE, sería el Deuteronomista (D), durante el reinado de Josías (622 a. C.).
Esta diversidad dentro del canon nos llama a aceptar nuestra propia diversidad. Está claro que los autores/editores del Pentateuco no buscaron suprimir tradiciones o teologías alternativas, sino integrarlas en una narración abarcadora y, de esta manera, preservar para las comunidades futuras la riqueza teológica que esta diversidad ofrecía. Toda la Biblia, en este sentido, es una canonización de la diversidad y es en esta diversidad donde se manifiesta la imago Dei del pueblo de Dios.
Para poder hablar de una teología del Pentateuco y no de alguna de sus secciones (por ejemplo, la teología del Génesis, de los relatos de la creación o del Deuteronomio), necesitamos primero preguntarnos si tiene un tema y, de ser afirmativa la respuesta, cuál es.
Hasta décadas recientes, el estudio del Pentateuco estuvo marcado por la exégesis histórico-crítica, por un interés muy pronunciado en comprender su historia textual para establecer una cronología de Israel. Recientemente, con el fortalecimiento de los análisis literarios, se ha logrado un equilibrio en el tratamiento del texto (véase García López 1994; Blenkinsopp 1999, 11-48). En efecto, después de tanto tiempo de centrar la investigación en la cuestión de su origen o fuentes, nos vemos forzados a enfocarla de manera distinta: ¿hay un tema? Sí, aunque, como veremos más adelante, el énfasis que se le da varía según la tradición y la hermenéutica desde donde se escribe.
Antes de adentrarnos más en el análisis, es necesario aclarar nuestros presupuestos. La Biblia contiene datos históricos, crónicas, leyes y otros géneros que utiliza la historia como ciencia, pero es poesía, narración, teología, no ciencia positivista del siglo XIX. Cuando hablamos del Pentateuco, estamos hablando de una narración integradora de distintos aspectos importantes para la vida de Israel en tanto pueblo (story y no history, en inglés).
En segundo lugar, la Biblia es, casi sin excepción, un producto colectivo. Por eso hablamos de autores. Probablemente varones, casi en su totalidad le dieron su forma redaccional, pero los orígenes de las historias son folclóricos, anónimos, producto del pueblo, de hombres y mujeres, y no solo de quienes las redactaron.
En tercer lugar, aunque conserva materiales antiguos, el Pentateuco es el producto de la diáspora judía, escrito en algun momento entre finales del siglo VI a. C. (después de la caída de Jerusalén en el año 586 a. C.) y el siglo III a. C. (véase Gottwald 1985, 100, 113). Por otro lado, Blenkinsopp considera que el Pentateuco sufrió al menos revisiones posteriores para llegar con su periodización de la historia hasta el año 164 a. C., cuando los Macabeos purificaron el templo de Jerusalén que Antíoco IV Epífanes había profanado (Blenkinsopp 1999, 72).
El Pentateuco es la gran narración de un pueblo exiliado, de un pueblo en busca de sentido a su existencia en una tierra ajena o de un pueblo esclavizado en su propia tierra. Así, la orden de crecer, multiplicarse y dominar la tierra, las dispersiones posteriores a la desobediencia en el Edén o a la torre de Babel, las repetidas promesas a Abraham, Sara, Agar, Isaac y Jacob de bendiciones (descendencia, visita de Dios, acompañamiento, tierra, lo que fuere), las parteras de los hebreos que son bendecidas por haber temido a Dios más que al faraón, las murmuraciones del pueblo y el cuidado de Dios en el desierto, los mandamientos, las advertencias de bendición y maldición de Moisés antes de su muerte y muchos otros eventos de la narración hablan a un Israel que no está saliendo del Egipto del faraón Ramsés, sino que está buscando maneras de ser pueblo en tiempos del Imperio persa o incluso del helenístico.
Entre muchas propuestas válidas, elegimos la de David Clines, para quien el tema es
el cumplimiento parcial –que implica también el parcial incumplimiento– de la promesa o bendición a los patriarcas. La promesa o bendición es tanto la iniciativa divina en un mundo donde las iniciativas humanas siempre llevan al desastre, como la reafirmación de las intenciones primigenias divinas para con el hombre [¿mujer y varón?]. La promesa tiene tres elementos: posteridad, relación divina-humana y tierra. El elemento de la posteridad de la promesa domina Génesis 12–50, el elemento de la relación domina Éxodo y Levítico, y el elemento de la tierra, Números y Deuteronomio (Clines 1978, 29).
La elegimos porque nos parece equilibrada y englobante; equilibrada en cuanto a no concentrar la promesa solo en la obtención de una tierra, la de «este lado del Jordán», sino, al contrario, en ver en el Pentateuco una promesa triple, de posteridad, relación divina-humana y tierra. Y englobante porque, a pesar de mencionar las promesas a los patriarcas, Clines atribuye un carácter universal a las iniciativas divinas, al hablar de las promesas primigenias divinas al «hombre» –entendiendo, creemos, varón y mujer– y no a Israel solamente. Clines también concluye que «la palabra ahora llega a Abram y no a la humanidad (Adam), pero Genesis 12,3, de cualquier modo que se interprete, contempla un derramamiento de bendiciones más allá de la familia abrahámica» (Clines 1978, 78-79). Volveremos a esto más adelante.
Esta obra evidencia autores de gran capacidad artística y literaria, que hicieron uso de una variada gama de recursos, tales como la periodización de la historia, la aplicación de formas y motivos literarios conocidos en su tiempo, la adaptación de mitos del Antiguo Oriente o la creación de genealogías o grandes sagas familiares. Veremos solo algunos de estos. Los principales métodos de organización del material son:
Primero, la división de la historia en cinco grandes secciones o rollos, Génesis a Deuteronomio, que evidencian continuidad a la vez que cada uno tiene su individualidad (véase Blenkinsopp 1999, 63-70), la cual no puede originarse solamente por la cuestión del tamaño de los papiros en que fueron escritos, sino por la cuestión de una visión teológica.
Un segundo método de organización del material es la periodización de la historia en diez grandes bloques, cada uno de los cuales es introducido con la fórmula ʾēlleh tôlᵉdot, «esta es la historia de», acompañada de referencias a su historia y descendencia. El término tôlᵉdot significa «generación» o «genealogía», de la raíz yld, de donde surgen «engendrar», «dar a luz», «niño», «niña» y «partera.» Su connotación de historia surge de que el término «se refiere a una secuencia o serie total» (Blenkinsopp 1999, 83). Los autores bíblicos dividen la historia de Génesis en diez períodos, comenzando en Gn 2,4 (la historia de cielos y tierra), Gn 5,1 (Adán), Gn 6,9 (Noé), Gn 10,1 (la descendencia de Noé), Gn 11,10 (Sem), Gn 11,27 (Téraj), Gn 25,12 (Ismael), Gn 25,19 (Isaac), Gn 36,1 (Esaú) hasta llegar a Gn 37,2 (Jacob). De modo similar a las narraciones babilónicas, donde a diez períodos antediluvianos sigue el diluvio y luego las dinastías de los grandes imperios, después de las diez tôlᵉdot en Génesis sigue la salida de Egipto y comienza un nuevo período, el de la nueva comunidad a partir de la Torá de Yahvé en el Sinaí (véase Croatto 1996, 14-25). En la narración postéxodo, la fórmula solo aparece en Nm 3,1 (referida a Moisés y Aarón), la cual termina, al final del Pentateuco, con la muerte de Moisés en el monte Nebo (Croatto 1997, 9-11). Cabe mencionar que el término tôlᵉdot aparece 12 veces en Números 1, cuando habla de los descendientes de cada una de las tribus, pero allí, como en las ocasiones en que aparece en Éxodo, no significa «historia» (cf. Blenkinsopp 1999, 82, n. 4; él descarta la tôlᵉdot de Nm 3,1).
Un tercer método de organización de los materiales es la creación de un tiempo antediluviano, con personajes de características sobrehumanas (fuerza, longevidad, en algunos casos seres semidivinos), y un tiempo posdiluviano, que corresponde a nuestra «historia». Este recurso les permite hablar teológicamente a su presente (dispersión) desde experiencias que, por localizarse en un tiempo mítico, tienen un carácter universal que no tiene la historia posterior. Sin embargo, como ha notado Clines, los eventos descritos en Génesis 1–11 bien se podrían describir con el modelo «creación-descreación-recreación» (Clines 1978, 73-76; Blenkinsopp 1999, 105-106, 110, 117-119). En efecto, cada iniciativa humana lleva al desastre, a la descreación: la desobediencia en el jardín termina con Dios echándolos al este del Éufrates y el Tigris; la relación entre los primeros hermanos termina en fratricidio y expulsión del asesino; la unión de nefilim (seres semidivinos) con humanas termina en el castigo del diluvio; el intento de llegar al cielo y perpetuarse a través de un nombre (la torre de Babel) termina en una gran dispersión humana. Todas estas narraciones muestran que la iniciativa humana ajena a la divina solo lleva al desastre. Por otro lado, siempre está el atenuante (la «recreación» de Clines) de que Yahvé ejerce justicia, pero también gracia, y a pesar de todo no destruye la creación:
No importa cuán drástico llega a ser el pecado humano, destruyendo lo que Dios ha hecho bueno y llevando al mundo al borde de la increación, la gracia de Dios nunca deja de liberar al hombre [¿mujer y varón?] de las consecuencias del pecado. Aun cuando el hombre [¿mujer y varón?] responde a una nueva oportunidad con el viejo modelo del pecado, el compromiso de Dios con su mundo permanece firme y el hombre [¿mujer y varón?] pecaminoso experimenta tanto el favor como la justicia de Dios (Clines 1978, 76).
Esta lectura le permite a Clines mostrar la estrecha relación en el texto entre Génesis 1–11 y 12 en adelante. Gn 1–11 no son una protohistoria oscura y sin relación con la saga de los antepasados y sus bendiciones, sino que Abram, Sara y Lot dejan su tierra siguiendo el modelo de su propio padre, Téraj, con quien comienza la tôlᵉdot, la historia de esta familia (Clines 1978, 77-79). Croatto y Blenkinsopp, cada uno desde su propia perspectiva, señalan también la relación entre estos dos bloques narrativos.
Hemos visto algunos de los principales métodos de organización del material usados por los autores bíblicos. Ahora queremos mencionar algunos de los motivos literarios evidentes en esta obra. Uno de ellos es el del itinerario, que consiste en una enumeración de las etapas geográficas cubiertas al ir de un lugar a otro («partieron de..., llegaron a»); en ocasiones se añaden datos cronológicos y eventos sucedidos durante el trayecto (por ejemplo, las muertes de Míriam y de Aarón: Nm 20,1.28; véase Croatto 1996, 10-11; Croatto 1994, 169-175). Este recurso permite ubicar en un marco geográfico eventos que de otro modo no tendrían relación entre sí.
Y, a quienes leemos el texto, conocer un recurso literario nos permite percibir su intención, en especial cuando un texto se escapa del modelo. Por ejemplo, la salida de Egipto comienza con la Pascua, todavía en tierra de esclavitud. Esto explica otros eventos: cuando Aarón y Moisés van a exigirle al faraón que deje salir a Israel, le dicen que Yahvé les ha ordenado que sacrifiquen en el desierto y no en Egipto (Éx 3,18; 5,3.8.17; 8,25-29). ¿Cómo se explica entonces que, si Israel no puede sacrificar a Dios en Egipto, el primer mandamiento que Yahvé les da, que tiene que ver justamente con la fiesta de la Pascua, sea dado y ejecutado en Egipto? El recurso del itinerario elimina esta contradicción.
Otro recurso literario empleado con gran habilidad es el uso del suspenso, manifestado sobre todo en el aplazamiento constante del cumplimiento de las promesas. En este caso, creemos que la misma realidad de la dispersión y de las dificultades con la tierra les daban más argumentos que los que ellos hubieran deseado. En otras palabras, el constante aplazamiento de las promesas, «el cumplimiento parcial –que implica también el parcial incumplimiento– de la promesa o bendición a los patriarcas» (Clines), lo vivían en carne propia y les resultaba muy sencillo incorporarlo a la trama de la obra. Lo vemos, por ejemplo, en la promesa a Abram de una tierra y una gran nación, pero, cuando finalmente llegan a Canaán, hay tal hambre que les obliga a ir a Egipto a buscar refugio; allí, Abram entrega a Sara al harén del faraón por miedo a que lo maten: ¡todas las promesas peligran! (Gn 12,1-20). Lo mismo se puede decir de la donación de la Torá en el Sinaí a Israel y el abandono inmediato de Dios que el pueblo hace (Éx 32), el cual lleva a Moisés a tener que regatear con Yahvé para que no destruya a Israel o, en su defecto, destruya también a Moisés.
Finalmente, mencionamos el recurso de la construcción de líneas de parentesco para insertar a los diferentes personajes, tales como Abram, Isaac, Jacob y los Doce, o Moisés, Aarón y Míriam, quienes representan a distintas facciones o grupos relacionados con un Israel mucho más tardío, más que personajes históricos relacionados entre sí por lazos de sangre.
Vista la gran habilidad y creatividad con las que los autores construyeron su narración nacional, veamos ahora algunas de sus funciones teológicas.
Comencemos por el modelo «creación-descreación-recreación», ya discutido. Este modelo es una herramienta muy poderosa como generadora de esperanza, porque permite afrontar las crisis, las múltiples experiencias y señales de pecado y de muerte a nuestro alrededor, la descreación, sabiendo que no significan un abandono por parte de Dios, sino que hay oportunidades de re-creación, de gracia, de plenitud. El teólogo estadounidense Walter Brueggemann utiliza un modelo similar en la clasificación de los salmos, dividiéndolos según su función entre los salmos de orientación, de des-orientación y de re-orientación (Brueggemann 1984). Estos tres tipos de salmos obedecen a tres percepciones diferentes de la realidad, a saber: el mundo es confiable y Dios retribuye según la bondad o maldad de la persona; el mundo se ha vuelto incomprensible y nuestros paradigmas ya no sirven; el mundo vuelve a tener sentido después de que percibimos una vez más que, a pesar de todo, la gracia divina no nos ha abandonado.
Numerosos comentarios remarcan la importancia de la periodización de la historia para enfatizar un determinado elemento (que varía según quién escriba el comentario). Nos gustaría subrayar el coraje de Israel familiarizándose con la cultura que le rodeaba y contextualizando su teología sin temor a utilizar cuanto elemento le sirviera, adaptando los mitos babilónicos de la creación, del diluvio o de la búsqueda de inmortalidad aun cuando estos formaran parte de un sistema teológico diferente. Solo se puede hacer teología en constante diálogo con otras expresiones humanas, incluidas otras expresiones de fe.
Viviendo en la diáspora, el recurso literario del itinerario sirvió para enfatizar la provisoriedad de la situación, aun cuando no tuvieran intenciones de regresar a lo que ahora era la provincia persa de Yahud. Israel se podía imaginar en constante camino, en un itinerario que bien podía incluir una escala de años, hasta que las promesas se cumplieran plenamente –y no olvidemos que más tarde «los del Camino» será uno de los primeros epítetos de los seguidores y las seguidoras de Jesús–. Así, desde que Adán y Eva fueron echados del Edén hasta la estancia del pueblo en la llanura de Moab a la muerte de Moisés, la identidad de Israel es una identidad en tránsito, en camino, pero con un Dios que va con él, que les da pieles para vestirse (Adán y Eva), una señal para que nadie lo toque (Caín), una columna de sombra y de luz durante el desierto, una legislación que hace de ellos un pueblo y, no menos importante, instrucciones cúlticas que permiten a Israel estar en comunión con Dios aunque falte el templo. ¿Qué otro pueblo tiene un Dios así?
Blenkinsopp ve en el Pentateuco la primera de las dos partes que conforman una gran obra historiográfica antigua (la segunda parte está formada por los Profetas Anteriores, Josué-2 Reyes), comparable a la de cronistas antiguos como Hecateo, Helánico, Herodoto, Beroso o Maneto. Así, el tema de la Torá sería la reconstrucción, a partir del exilio babilónico (siglos VI-V a. C.), de los orígenes de la nación, comenzando por los orígenes del mundo y llegando hasta el umbral de la tierra. Para Blenkinsopp, el centro del Pentateuco está en el libro del Levítico, «ya que contiene las normas que identifican al Israel reconstituido del Segundo Estado como una comunidad santa, distinta de las otras naciones del mundo» (Blenkinsopp 1999, 70; también 56-63).
Ya hemos hablado de la lucha de Israel en la diáspora por mantenerse como pueblo de Yahvé, aferrándose a las promesas de Dios a los patriarcas, todavía cumplidas solo parcialmente. Ya hemos enfatizado la función esperanzadora que estas promesas deben de haber tenido para Israel, lejos de su tierra y esclavizado. Cuando hablamos de la lucha en la diáspora, no pensamos solamente en los sacerdotes y cortesanos y sus familias, que, en la nueva situación, necesitaban consuelo y nuevas pautas teológicas; pensamos también en la necesidad, en tiempos de Esdras y Nehemías, de incentivar a muchas familias israelitas para unirse a su proyecto de retornar y reconstruir la ciudad y el templo, o en la necesidad de afirmar en su fe a quienes –aparentemente, una mayoría– a pesar de todo decidieron permanecer en la diáspora, para que lo hicieran como judíos fieles a Yahvé.
Ahora queremos avanzar en la lectura teológica retomando un punto ya mencionado, que tiene que ver con la reserva de sentido que proporciona la apertura a lo transisraelita del Pentateuco. Observamos dos elementos diferentes. El primero es manifestado por Clines en su definición del tema del Pentateuco. Se trata de la «reafirmación de las intenciones primigenias divinas para el hombre [¿mujer y varón?]» manifestadas en tantas historias, tales como las de Adán y Eva, la concepción de Set después de la muerte de Abel, la promesa de no destruir la tierra y hasta la elección de un pueblo para que se manifestara la gloria de Dios, elección que, además de ser un misterio para Israel mismo, conlleva responsabilidades para el resto de la humanidad y la creación. Esta lectura nuestra está permitida por la reserva de sentido de los textos; no podemos saber cuáles eran las intenciones de los autores al respecto.
Otra cuestión teológica que surge del Pentateuco viene dada por el hecho –creemos que no casual– de que la primera historia (tôlᵉdot) referente a un patriarca no es la de Abram, sino la de su padre, Téraj (Gn 11,27). Y siendo la historia de Téraj y no de Abram, debe incluir también a Lot, que es nieto de Téraj y, por tanto, tan parte de la genealogía como los varios hijos de Abram en quienes después se fijará el texto. Y no solo esto. Según la respuesta de Abraham a Abimelek (Gn 20,12), al ser hija de Téraj, medio-hermana por lado paterno de Abraham, ¡Sara es parte de esta genealogía! Recordemos que estamos en el ámbito de la narración, donde, a nivel de texto final, no importa si efectivamente Sara era hermanastra de Abraham o no; Génesis 20 no insinúa que Abraham estuviera mintiendo en este punto, sino todo lo contrario. Una vez más, ignoramos si era intención del autora incluirla como parte de la genealogía, pero es una lectura válida a partir de la reserva de sentido del texto en su redacción final.
En la misma línea, queremos llamar la atención sobre otro uso –muy posterior, por cierto– de la fórmula ʾēlleh tôlᵉdôt («esta es la historia») seguida por una genealogía como las de la Torá. Se trata de la tôlᵉdot de Peres, hijo de Judá y Tamar, que llega hasta David, pasando por el hijo nacido a Boaz de Rut la moabita (Rut 4,18-22). Una de las opiniones más sólidas entre biblistas acerca del origen del libro de Rut es que nació como reacción al exclusivismo religioso del tiempo de Esdras y Nehemías, cuando, ante la amenaza de disolución social, cultural o religiosa, una facción israelita creía que la solución estaba en cerrarse a los extranjeros. Quizás la autora de Rut buscaba provocar un eco en una audiencia conocedora del Pentateuco, o quizás las dos obras surgieron de una relación más directa que la que hasta este momento hemos podido reconocer (sobre la autoría femenina del libro de Rut, véase Barrientos Pavón 2001, 43-46, 213-225).
Si, como Clines ha propuesto, el tema del Pentateuco tiene que ver con la iniciativa divina que repara los desastres humanos hechos sin esta, podríamos decir que el Pentateuco es Evangelio, en cuanto anuncio de la buena nueva del amor y la gracia de Dios con su pueblo, desde los mismos orígenes del cosmos hasta el cumplimiento total de las promesas. El Dios de la Biblia reafirma sus intenciones primigenias para toda la creación: ¡el final abierto del Pentateuco no es casual; es Evangelio para un tiempo de crisis!
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