Pequeños inventarios - María José Navia - E-Book

Pequeños inventarios E-Book

María José Navia

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"Las cosas son evidencia, la vida se acumula en ellas", dice Dorothy Gallagher, citada en el epígrafe de este libro. Los objetos están, actúan y no pasan desapercibidos para María José Navia, quien atenta los observa y los clasifica como elementos de su pequeño inventario: desde los zapatos de Martín Rivas a los computadores de Mis documentos, pasando por las puertas de Hijo de ladrón, siempre listas a cerrarse, la ventana de Los detectives salvajes que nos cuestiona e inquieta, el baile del despojo de tres poemarios de Gabriela Mistral, los productos del supermercado en Mano de obra o los que se acumulan en una animita o en los hogares durante la pandemia en Retrovisor o Preguntas frecuentes. La propuesta de leer la literatura chilena desde el inventario, de identificar las cosas que abundan o que actúan en la historia, que la transforman o la hacen posible, nos hace leer mirando al costado, como esas obras en las que el encuadre incluye al equipo de cámaras. Las cosas pueden ser deseadas o, al contrario, una carga de la que es necesario liberarse. Las cosas pueden ser indispensables y, sin embargo, esquivas, imposibles de conseguir. Las cosas pueden ser cotidianas e invisibles por lo mismo. Las cosas pueden definir la identidad tan claramente que parezca suficiente con reemplazarlas para dejar de ser quien se es. En la literatura todo cuenta. En la vida, también. Ahora hablemos de algunas cosas.

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Pequeños inventarios

La vida de las cosas en diez libros chilenos

Pequeños inventarios. La vida de las cosas en diez libros chilenos

María José Navia

Santiago de Chile, abril 2024.

Imagen portada:Lorenzo de San Nicolás. Segunda parte del arte y uso de architectura. Madrid, 1665. p. 268.

ISBN impreso: 978-956-9058-68-4

ISBN epub: 978-956-9058-69-1

Registro de propiedad intelectual: 2023-A-11418

© María José Navia

Diseño y diagramación: María Soledad Sairafi, Orjikh editores limitada

[email protected]

www.orjikheditores.com

Obra realizada gracias al aporte de la Dirección de Artes y Cultura de la Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Pequeños inventarios

La vida de las cosas en diez libros chilenos

María José Navia

Contenido

Introducción

Capítulo I Martín Rivas • Alberto Blest Gana • Con sumo romance: lujo y pertenencia en un romance nacional

Capítulo II Hijo de ladrón • Manuel Rojas • Ojo de ladrón y la poética de las puertas

Capítulo III Desolación, Tala y Lagar • Gabriela Mistral • “Amo las cosas que nunca tuve con las otras que ya no tengo”: leyendo a Mistral desde el inventario

Capítulo IV Los detectives salvajes • Roberto Bolaño • La espectralidad de los libros, la hospitalidad de las ventanas

Capítulo V Mano de obra • Diamela Eltit • Y sin embargo se muere: circulación y enfermedad

Capítulo VI Mis documentos y Retrovisor • El material de lo cotidiano en Mónica Drouilly y Alejandro Zambra

Epílogo Preguntas frecuentes • Nona Fernández

Algunos orígenes

Bibliografía

Agradecimientos

Las cosas duermen,

sueñan pequeños sueños

y despiertan.

A veces incluso les da por hablar,

y es un idioma que parece un zumbido

o un pestañeo.

Por eso dentro de la casa hay un secreto.

El lenguaje de las cosas, María José Ferrada

Early in my life my mother noticed that I coveted the goods of this world. She saw a flaw in my character. “They’re only things, darling”, she’d say, “they’re not important”. I thought then that hers was surely the proper, more elevated perspective. These days I would answer her: Not so, Mama: things are evidence; life accumulates in them, like the snow that falls while you’re sleeping.

Stories I Forgot to Tell You, Dorothy Gallagher

Introducción

Sólo la luz de esta pantalla y las letras del teclado

mantienen los monstruos a raya.

Preguntas frecuentes, Nona Fernández

Este libro iba a ser otro libro. Su propósito era observar los objetos y su circulación en algunas novelas, cuentos y poemas chilenos. Mirar cómo se nos revelan otras trayectorias —e incluso otras interpretaciones— si descentramos la mirada de las acciones humanas. El viaje de las cosas, me parecía, contaba otra historia a la que valía la pena prestar atención. La inquietud tenía sus raíces en mi tesis de doctorado1, en la cual analicé la idea del cosmopolitismo en relación a novelas y películas latinoamericanas y del Caribe. Allí el ojo estuvo enfocado en las dinámicas humanas, con conclusiones que intentaban ampliar la discusión hacia una globalización o cosmopolitismo en el que tuvieran cabida los animales (la idea de autre mondialisation de la que habla Donna J. Haraway en su libro When Species Meet) y, también, los objetos e hiperobjetos (según la terminología de Timothy Morton). La inquietud floreció en obsesión, poco después, con la lectura de un muy particular libro de la escritora canadiense Leanne Shapton: Important Artifacts and Personal Property from the Collection of Lenore Doolan and Harold Morris, Including Books, Street Fashion, and Jewelry, en el cual se cuenta la historia de una pareja por medio del catálogo de una subasta que ofrece sus pertenencias en el día de San Valentín y también por la colección Object Lessons, de la editorial Bloomsbury, que comprende pequeños libros dedicados a cosas tan distintas como el centro comercial, las maletas, el polvo o el control remoto.

Entonces llegó octubre 2019. Y, en medio de tantas noticias que veíamos como hipnotizados frente al televisor, una escena muy particular: luego del saqueo e incendio de un supermercado, una nota en la que se entrevistaba a vecinos del sector. Entre ellos, un hombre que parecía afligido. Al preguntarle el periodista por su opinión, contestó que estaba triste porque consideraba al supermercado como “parte de la familia”.

Independiente de nuestro juicio sobre esta afirmación (exagerada, incorrecta, conmovedora, dolorosa, terrible), sus palabras pusieron de manifiesto (para mí) el lugar que pueden ocupar las cosas en las vidas (reales, no literarias) de algunas personas: en este caso, la complicidad y cercanía que puede existir con un supermercado y sus productos2. De ahí que el interés de estudiar las cosas y su circulación en la literatura nacional llevara también a una forma distinta de pensar la representación de la familia chilena o las relaciones de pareja en las obras seleccionadas. Las cosas no solo entregaban información en tanto su circulación y características (el tipo de objetos que abunda en Martín Rivas es muy distinto de aquellos que habitan los relatos de Alejandro Zambra, por ejemplo), sino que también servían para desafiar dinámicas afectivas oxidadas y proponer otras marcadas por una, a ratos, más que bienvenida obsolescencia.

La literatura chilena se ha analizado muchas veces desde la vereda de las relaciones familiares. Se ha estudiado así el romance nacional (siguiendo a Doris Sommer), la novela de los huérfanos o huachos (según Rodrigo Cánovas o Sonia Montecino) o la literatura de los hijos (propuesta por Alejandro Zambra). En ninguna de estas miradas se han incluido las cosas, al menos no de forma importante, si bien figuran en muchas de las ficciones analizadas por los académicos mencionados. Algunas de las preguntas que guían mi investigación son: ¿qué pasa si consideramos a las cosas dentro de las relaciones afectivas y familiares? ¿Es posible postular una “la literatura de las cosas”? Y ¿qué estamos iluminando con esta categoría en términos políticos, en tanto una lectura en relación al capitalismo y su forma de entender la circulación de materiales?

Porque este libro iba a ser otro libro. Y entonces, también, llegó la pandemia, que sigue aquí con nosotros (de una forma u otra) y que también complicó nuestra relación con los espacios (que podíamos o no transitar) y las cosas (que se volvieron interlocutores, que se agotaron en los supermercados, que debíamos llevar a todas partes, como el alcohol gel o las mascarillas). Y así, también, mientras escribía una primera versión de este libro, en Estados Unidos Joe Biden asumía como presidente, en una ciudad en la cual las personas —que habrían estado allí apoyándolo— debieron ser reemplazadas por cientos de miles de banderitas que llenaron el National Mall.

Pequeños inventarios aborda la vida de las cosas en diez obras literarias chilenas. El adjetivo de pequeño se relaciona con el carácter acotado de la empresa, un muestrario de obras significativas, muchas de las cuales nunca antes habían sido analizadas desde la perspectiva de la materialidad o de la cultura material3. La idea es acercarse a la literatura de Chile con una mirada más atenta a la velocidad de las cosas que a las dinámicas entre los personajes humanos.

Entenderemos los objetos aquí según la categorización de Bruno Latour, que colapsa la distinción entre sujeto y objeto al tratarlos a todos de actantes. Este análisis se acerca a lo que la académica norteamericana Jane Bennett, define como materia vibrante (vibrant matter) o el poder de las cosas (thing-power)4. También entenderemos por objetos a cosas no vivas, si bien hay quienes, como Jean Baudrillard, incluyen en esta categoría a las plantas o los animales: para propósitos de este análisis, el interés se centrará en los artículos o productos, muchas veces considerados como mercancías dentro de la novela (por ejemplo el caso de Mano de obra, de Diamela Eltit).

En cada capítulo el enfoque estará centrado en un par de cosas. En el caso de Alberto Blest Gana, pondremos la atención en los zapatos y los muebles; en Manuel Rojas serán las puertas y los bolsillos, en Bolaño las ventanas, mientras que en Gabriela Mistral veremos una cierta performance de la desposesión (siguiendo a Judith Butler), en Eltit un movimiento que marca la violencia e impacta los afectos y, en Zambra y Drouilly, cosas que llegan a hacer fricción en relaciones de pareja y que nos hablan de una cierta obsolescencia e imposibilidad de una herencia (es lo que pasa con los computadores de Zambra en Mis documentos).

Tal como el estallido social y luego la pandemia se entrometieron en estas reflexiones sobre las cosas, también lo hicieron otros libros, películas y series que se estrenaron por esos días. Una de ellas es la película The Assistant, que da cuenta de los abusos sexuales cometidos por Harvey Weinstein, pero sin mostrarlos. Lo que hay en pantalla es una joven asistente que debe contestar el teléfono, hacer reservas de hotel, archivar recibos de compras, redactar correos electrónicos, guardar maletas. Cosas, todas, que dan testimonio sin abrir la boca, que denuncian sin decir nada y que muestran cómo son clave a la hora de hacer posible un abuso. Es decir, entendiendo todo acto (incluso situaciones terribles como un abuso) como una complicada red de deseos, personas y cosas.

Estas reflexiones fueron interrumpidas, encaminadas y luego dislocadas. Una dislocación que es y fue bienvenida. Así, este libro termina con un epílogo a partir de la última obra de la escritora Nona Fernández, escrita en y sobre la pandemia, Preguntas frecuentes, en la que, en medio del desamparo en el que la protagonista se encuentra (sola, encerrada, en un escenario cargado de violencia), la conversación impone como interlocutores a las cosas:

Hablo todo el día. Hablo y nadie responde. Me disculpo con la cafetera cuando la dejo sucia, le reclamo a los fideos si quedan pegados o al refrigerador cuando comienza a sacudirse con esa vocación de temblor que tanto me asusta. Paso la noche entera conversando con lo que se me ponga por delante: las tazas, el azucarero, las migas de pan sobre el mantel. Las plantas del balcón son las que mejor reciben mis palabras. Las riego a medianoche y cuando les canto diría que celebran.

La situación sanitaria nos tuvo a todos un buen tiempo hablando con las cosas y también, quizás, de otras cosas. Como evasión, consuelo, o tal vez solo como una forma de intensificar la mirada, estas de pronto adquirieron una presencia distinta. Personas que comenzaron a hablarle a sus aspiradoras (uno de los artículos más comprados durante la pandemia) o bien cosas que empezaron a poblar las discusiones de la agenda política y social: esos televisores que fueron usados por algunos para ridiculizar a las personas que quisieron hacer uso del 10% de sus ahorros previsionales, esos artículos que se agotaron durante las primeras semanas (el alcohol gel, las mascarillas, los productos de limpieza), o también los computadores y tablets que se han convertido en elementos tan necesarios para la continuidad del trabajo, la comunicación y las clases.

Hablar de cosas es acercarse a temas como la abundancia y la carencia, pero también a cuestiones de herencia y parentesco (artículos familiares, o conectados con una cierta tradición familiar) y la falta, no solo de pertenencias, sino también de compañía. Muchas cosas en novelas de gente sola. Gente que aprende o resiente esa soledad.

Hablar de cosas es hablar de prejuicios y prioridades.

Hablar de cosas es hablar siempre de otras cosas.

Estos breves ensayos son una forma de acompañar la lectura de novelas, cuentos y poemas de la literatura chilena de los últimos dos siglos. No pretenden ser palabras definitivas sino interrupciones, pausas, ventanas y puertas. Para invitar a que circulen nuevas ideas e intuiciones. Para caminar por obras clásicas de nuestra literatura con otros zapatos, para contemplar esas familias que se van desmigajando, dejando solo sus pertenencias tras de sí. Como esa sección hermosa titulada “El tiempo pasa”, en la —también hermosa— novela Al faro de Virginia Woolf, en la cual, luego de una primera parte dedicada a un día en el que se planifica el paseo a un faro, pasamos a una segunda parte, en la cual la casa de playa está vacía y la naturaleza comienza a tomar posesión de ella. Esa casa que también vive mientras sus dueños no están, esa casa que también importa y cuenta aunque no haya nadie en ella.

Las cosas que nos rodean dicen y son parte de nuestro actuar. Porque una casa es más que las personas que la habitan. O, en las palabras de Doreen Massey en For Space, el espacio es siempre “una suma de historias en curso”, que entrelazan a personas, naturaleza y cosas. Y la agencia, siguiendo nuevamente a Jane Bennett, no depende solo de nuestro poder o voluntad sino de un ensamblaje o conjunto de distintos actantes: humanos y no humanos. Así, para terminar de escribir esta introducción y comenzar con el análisis no necesito solo de mis ganas de hacerlo, sino los libros que leí (muchos de los cuales se encuentran aquí a mi lado), el computador, la electricidad e internet, el café y tantas otras cosas que permiten que pueda terminar estas páginas.

En la literatura todo cuenta. En la vida, también. Ahora hablemos de algunas cosas.

1 Tesis titulada Cosmopolitismo vulnerable en Latinoamérica: dinámicas de la hospitalidad / interferencias del pop en la literatura y cine reciente, aprobada el año 2016 enGeorgetown University.

2 Este tema es desarrollado con gran belleza en el libro Mira las luces amor mío, de Annie Ernaux, publicado en español el año 2021. Allí leemos que: “El súper y el hipermercado no son reductibles a su uso de economía doméstica, al ‘rollo de las compras’. Suscitan pensamientos, fijan en recuerdos sensaciones y emociones. [...] el hipermercado es para todo el mundo un espacio familiar cuya práctica se ha incorporado a la existencia, pero del que ni se sospecha la importancia en nuestra relación con los demás, en nuestra manera de ‘sociabilizar’ con nuestros contemporáneos del siglo XXI. Pues bien, si lo pensamos detenidamente, no hay espacio, público o privado, donde deambulen y se junten tantos individuos distintos: por edad, ingresos, cultura, origen geográfico y étnico, apariencia. No hay espacio cerrado donde cada uno de nosotros, decenas de veces al año, se encuentre más en presencia de sus semejantes, donde cada uno de nosotros tenga la oportunidad de atisbar la forma de ser y vivir de los demás”.

3 Mientras escribía este libro se publicaron algunos artículos que destacan este aspecto, entre ellos, el trabajo de Patricia Vilches sobre la obra de Blest Gana.

4 “Poder-cosa” según la traducción de Maximiliano Gonnet publicada por Editorial Caja Negra el año 2022.

Capítulo I Martín Rivas • Alberto Blest Gana Con sumo romance: lujo y pertenencia en un romance nacional

Doris Sommer en Foundational Fictions analiza la importancia de los romances nacionales en América Latina; esto es novelas escritas durante el siglo XIX, luego de la independencia de las naciones americanas y cuyas historias tratan de alianzas matrimoniales y relaciones sentimentales que hacen eco de los sentimientos patrios. Novelas que luego, en muchos casos, ingresaron al sistema educativo de cada uno de los países en que fueron producidas, convirtiéndose en obras de lectura obligatoria en los colegios.

Sommer hace un buen trazado de la constelación de estos romances en tanto escenas de negociación de ideales y deseos republicanos, sin embargo, centra esa atención casi exclusivamente en los conflictos humanos, vale decir, en la tensión familiar, en las diferencias de clase o raza de los amantes, en la importancia del círculo social y su configuración. Poca atención le presta a lo que circula junto con estos deseos y pasiones: cosas que pasan de mano en mano y definen destinos, como las cartas5, u otros de aparente menor valor (tanto económico como para la historia), como zapatos, sillas, cigarros o poltronas.

En este capítulo propongo que las cosas definen una trayectoria significativa en los romances nacionales estudiados por Sommer. Su circulación sirve para reforzar conceptos como el patriotismo (tan relevante en la idea de ficciones fundacionales) y también como corriente y correlato de tensiones y aspiraciones de ascenso social. En otras palabras: en novelas en las cuales la movilidad se pone en jaque y en juego, los cosas aportan un ingrediente clave en la configuración del concepto de lo fundacional.

En este ensayo me centraré en el único romance nacional chileno que discute Doris Sommer en su libro: Martín Rivas, de Alberto Blest Gana. Un clásico tanto en las escuelas como universidades de Chile. En este capítulo, quiero enfocarme en tres órdenes de cosas: la vestimenta, los muebles y algunos artículos asociados a los personajes principales de la historia.

* * *

Para quienes no están familiarizados con la trama, la resumo brevemente: Martín Rivas, un joven provinciano, viaja a continuar sus estudios en la capital. Lleva con él una carta, escrita por su padre recién fallecido, dirigida a Dámaso Encina, quien le debía unos favores. Dámaso, tras leer la carta, decide ofrecerle hospitalidad en su casa, invitándolo además a trabajar con él como su secretario.

Hasta ahí todo bien.