Periodismo deportivo de cine - Javier Montero - E-Book

Periodismo deportivo de cine E-Book

Javier Montero

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Beschreibung

El periodismo deportivo siempre ha sido considerado el patito feo de las ciencias de la información. De ahí la necesidad de un análisis completo y riguroso sobre su ética que contribuya a su profesionalización. En este ensayo novedoso, se analizan más de treinta películas y series que ofrecen ejemplos a partir de los cuales se abordan los problemas éticos inherentes a la profesión. El catálogo abarca desde clásicos de Hollywood de la talla de El orgullo de los Yanquis (1942), protagonizado por Gary Cooper, o Más dura será la caída (1956), con Humphrey Bogart, hasta series recientes como Ted Lasso, de Jason Sudeikis (2020), o la española Reyes de la noche (2021), con Javier Gutiérrez. Además, para completar la perspectiva se incluyen también casos prácticos extraídos de la prensa, la radio, la televisión e internet. El resultado de esta investigación subraya la responsabilidad del periodista hacia el público, las fuentes y los referentes informativos, así como la integridad profesional y el prestigio del colectivo periodístico. Este libro dotará de nuevas herramientas a los interesados en hacer un periodismo deportivo «de cine», así como a los fans del deporte que deseen ser informados de forma honesta y veraz.

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© Javier Montero Ramos, 2022

© De presente edición: Editorial Melusina, s.l.

www.melusina.com

Primera edición, mayo de 2023

Reservados todos los derechos de esta edición.

Fotografía de cubierta: Peter Brandt / Getty Images

Diseño de cubierta: Araceli Segura

isbn: 978-84-18403-78-1

A Illán y Henar,

por respirar.

Contenido

Introducción

i. la veracidad de la información

1. Partidismo en El milagro de Berna

2. Fundamentación en fuentes enThe program (El Ídolo)

3. Rumorología en Sports Night

4. Corrección de errores en El último asalto

ii. la claridad de la información

5. Información y opinión enMis chicos y yo

6. Lenguaje en Sports Night

7. Calidad del periodismo en León de papel

8. Información y entretenimiento Todo por el juego

iii. los derechos públicos

9. Servicio público enEl partido de sus vidas

10. Libertad de información en Gulag

11. Perspectiva integral del deporte en Ocho hombres

iv. la creación de la opinión pública

12. Tratamientos discriminatorios en42 / Ali / La batalla de los sexos/ Fuera del vestuario

13. Responsabilidad profesionalen Voluntad de hierro

14. Violencia en el deporte en El castañazo

15. Valores deportivos en Sports Night

16. Sensacionalismo en Yo, Tonya

v. la obtención de información por medios justos

17. Honestidad con las fuentes en El mejor

18. Derechos de autor en Sports Night

vi. la protección de las fuentes y los referentes

19. Secreto profesional en Paterno

20. Derecho al honor en Reyes de la noche

21. Privacidad en Once pares de botas / Ted Lasso

22. La propia imagen en Wimbledon (El amor está en juego)

23. Materias sensibles en Un domingo cualquiera/ Paterno / Indianápolis / El último hurra

vii. los conflictos de intereses

24. Instrumentalización en Todo el mundo quiere a Raymond

25. Relación personal enEl orgullo de los Yanquis / Ty Cobb

26. Dádivas y sobornos en Más dura será la caída

27. Pluriempleo en Todo por el juego

viii. la independenciaante influencias externas

28. Censura política en Cómplices del silencio

29. Cláusula de conciencia en Sports Night

30. Publicidad en Sports Night

31. Presiones deportivas en Ciudadano americano

ix. la unidad y el prestigiode la profesión

32. Dignidad profesional en Mi desconfiada esposa

33. Autorregulación en Mis chicos y yo

34. Formación en Escuela de periodismo

35. Transparencia en Sports Night

36. Solidaridad profesional en Bernard

Anexo. Películas y series

Bibliografía

Introducción

En 2020, Gavin Weedon y Brian Wilson, profesores de las universidades de Nottingham Trent y British Columbia respectivamente, publicaron en el volumen 21 (10) de la revista académica Journalism un artículo titulado «Textbook journalism? Objectivity, education and the professionalization of sports reporting». En él se analizan una serie de manuales orientados a la enseñanza del periodismo deportivo. En un intento por conocer la manera en que esos libros aconsejan enfrentarse a asuntos sociales y políticos de trascendencia, uno de los rasgos que apuntan es cómo, en la mayoría de los textos estudiados, las cuestiones de ética son relegadas a las últimas páginas. Los autores establecen un paralelismo con la propia información deportiva, tradicionalmente ubicada al final de los periódicos o de los informativos, lo cual les hace preguntarse: ¿Es la ética para los periodistas deportivos lo que el periodismo deportivo ha sido para sus colegas dedicados a la información general: un relleno necesario para apuntalar el contenido más serio y sustantivo?

El presente libro se desmarca de esa costumbre y hace de la ética en el periodismo deportivo su razón de ser. A su estudio se dedica este trabajo, que pretende colaborar en la profesionalización de una especialidad informativa siempre bajo sospecha. El objetivo es dotar de una nueva herramienta a todo aquel interesado en hacer un periodismo deportivo «de cine»; un periodismo deportivo que, tal y como define esta locución la rae, por su riqueza o belleza parezca más propio de la ficción cinematográfica que de la realidad.

Aquí el recurso al llamado séptimo arte no se limita a un símil. Las películas forman parte del contenido mismo del libro, pues son ellas las encargadas de ofrecer los ejemplos a partir de los cuales se abordan los asuntos éticos dignos de reflexión. Se han seleccionado más de treinta títulos que permiten realizar consideraciones morales relativas al reflejo que la ficción audiovisual proyecta sobre la práctica del periodismo deportivo. El catálogo abarca desde clásicos de Hollywood de la talla de El orgullo de los Yanquis (1942), protagonizado por Gary Cooper, o Más dura será la caída (1956), con Humphrey Bogart, hasta series recientes como Ted Lasso, de Jason Sudeikis (2020), o la española Reyes de la noche (2021), con Javier Gutiérrez. Y es que la muestra no solo incluye largometrajes; también hay productos televisivos. De hecho, Sports Night, el serial creado por Aaron Sorkin, es uno de los títulos que más cuestiones suscita sobre el componente ético del periodismo deportivo.

Las historias que proponen estos filmes y series son ficción, si bien algunas están inspiradas en hechos auténticos y se desarrollan con altas dosis de verosimilitud. No obstante, el libro también incluye casos prácticos extraídos de la prensa, la radio, la televisión e internet con los que se pretende completar la perspectiva sobre algunos de los temas abordados.

Todos estos ejemplos son analizados a la luz de la moral profesional. Sin olvidar las aportaciones teóricas de los estudiosos del tema, el foco fundamental que guía el análisis procede de aquellos códigos éticos que promulgan normas dirigidas específicamente al periodismo deportivo. Son casi cuarenta los documentos deontológicos de esta clase recogidos en la presente obra. Muchos de ellos emanan de asociaciones profesionales de periodistas deportivos, empezando por la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva, siguiendo por las nacionales que en ella se agrupan —como la alemana, la rusa, la camerunesa, la argentina...— y terminando con las sectoriales que reúnen a periodistas especializados en informar sobre deportes concretos, como puede ser, por ejemplo, la Asociación de Escritores de Fútbol de Estados Unidos. La otra gran fuente de códigos deontológicos llega en forma de libros de estilo o directrices editoriales de los medios de comunicación, tanto especializados en deporte —espn, As, Marca, Mundo Deportivo...— como de información general —rtve, bbc, The New York Times, Reuters...—. A estos se suman otros documentos con propuestas de colegios de periodistas —Italia—, consejos de prensa —Tailandia—, consejos audiovisuales —Andalucía— e incluso de instituciones que trascienden el ámbito de la autorregulación, pero cuyas aportaciones en torno al periodismo deportivo también conviene tener en cuenta.

El resultado de toda esta investigación se estructura en nueve capítulos. Los cuatro primeros abordan la responsabilidad del periodista hacia el público y los dos siguientes las fuentes y los referentes informativos. El séptimo y octavo bloque tratan de la integridad profesional, quedando para el final el dedicado a la unidad y el prestigio del colectivo. A su vez, cada capítulo está compuesto por distintos epígrafes con temas más concretos. Estos apartados se presentan con una cita, extraída de un código ético del periodismo deportivo, y un ejemplo, tomado de la ficción audiovisual, que presenta el tema a tratar.

Justo antes de la bibliografía, el libro se cierra con un anexo en el que se detallan las series y películas mencionadas. Estas referencias no agotan el catálogo de producciones en las que la ficción audiovisual ha representado el ejercicio de la profesión, pero todo aquel interesado en el tema podrá encontrar en ellas un valioso recurso para abordar el debate.

I.La veracidad de la información

Informar de manera veraz constituye el primer principio de ética periodística. El requisito de veracidad exige que el periodista tenga la firme voluntad de que aquello que dice sea verdadero, al haber cumplido con una serie de procesos de verificación que nazcan de un sincero empeño en buscar la verdad. Al periodismo lo que se le reclama es un compromiso con la verdad moral que haga posible acercarse a la verdad lógica. Para lograr este fin el profesional de la información debe cumplir con ciertos requerimientos, como ser objetivo huyendo de partidismos, fundamentar sus trabajos en fuentes veraces, no presentar los rumores como hechos, rectificar cuando se publique algo erróneo... asuntos todos ellos que presentan ciertas particularidades cuando atañen al periodismo deportivo.

1. Partidismo en El milagro de Berna

En el actual periodismo deportivo se tiende a escribir tan solo para los aficionados de uno de los dos equipos en liza, resaltando todo lo bueno o malo que el equipo de la ciudad donde se edita el periódico ha hecho durante el encuentro y minimizando el juego del contrincante. Sin embargo, la cobertura de El Mundo debe superar esos partidismos.

Libro de Estilo del diario El Mundo

Neutralidad suiza

El partidismo es un asunto clave en el debate ético sobre información deportiva. Sobre este fenómeno cabe distinguir dos estadios. El primero se limita a una cuestión de enfoque y consiste, como señala El Mundo, en reducir el interés de una manifestación deportiva a la actuación de un participante. Cuando, además de elegir sobre quién se informa, se hace con la intención de apoyarle, se cae en el «forofismo» —también llamado «periodismo de bufanda» recurriendo, de forma figurada, a la imagen de una de esas prendas de abrigo con los colores de un equipo con la que se manifiesta adhesión al conjunto—. Una película que nos traslada a mediados del siglo xx ilustra esta práctica.

Al Maracanazo de 1950, en el que Uruguay derrotó contra pronóstico a Brasil en la final de la Copa Mundial de fútbol celebrada en terreno carioca, le siguió el no menos sorprendente Milagro de Berna de 1954. Así se conoce a la inesperada victoria de Alemania Federal frente a la poderosa Hungría de Puskas, Czibor o Kocsis, que, pese a vencer a los germanos por 8-3 en la fase de grupos del torneo, acabó perdiendo la final del mundial celebrado en Suiza ante Die Mannschaft. Aquel episodio supuso todo un hito para la sociedad alemana de posguerra, trascendiendo el ámbito deportivo hasta asentarse en la memoria colectiva del país. En 2003, casi medio siglo después, el cineasta Sönke Wortmann estrenó El Milagro de Berna, un épico drama deportivo que narra la conquista del primer mundial de la historia de Alemania a través de varios personajes. Uno de ellos es Paul Ackermann, periodista deportivo teutón enviado a Suiza por su periódico para cubrir el torneo. En el viaje le acompaña su mujer, con quien se instala en un hotel. En la habitación, justo antes del partido inaugural del campeonato, que enfrenta a Yugoslavia y Francia, ambos tienen la siguiente conversación a partir de una inocente pregunta de ella:

—¿De parte de quién estamos?

—De nadie. Somos periodistas, somos neutrales.

—Y cuando Alemania juegue contra Turquía, ¿también lo seremos?

—Entonces apoyaremos a Alemania.

—¿Dejamos de ser periodistas?

—Claro que no.

—¿Eso no es un poco irracional?

—Puede ser, sí.

Entendiendo que la ética tiene en la razón humana su fuente primaria, ya que es del raciocinio de donde emanan los principios morales que han de guiar la conducta hacia el bien, calificar el «forofismo» como algo irracional implica denunciar su inmoralidad, aunque eso, por lo que muestra la película, no parece que perturbe demasiado al reportero Ackermann.

Sobre el terreno de la pasión

Al repasar las particularidades del periodismo deportivo dentro de su obra Deontología periodística, Luka Brajnovic señala que «el problema más destacado desde un punto de vista ético es el de la posible pasión que el redactor, reportero o locutor pone en sus comentarios» (Brajnovic, 1978: 311). Las preferencias sentimentales ocupan un lugar central en las reflexiones éticas sobre el periodismo deportivo, dada la propia naturaleza del deporte moderno. Considerándolo en su faceta competitiva, existen múltiples participantes que buscan la victoria y una serie de seguidores que apoyan a cada uno en función de la empatía que susciten. Esta afinidad se genera a través de un factor de representatividad —cuando un deportista o un equipo compiten en nombre de un territorio— o simplemente por simpatía o antipatía. La existencia de fans que se identifican con un deportista o equipo supone uno de los elementos definitorios del deporte espectáculo, pues son más habituales aquellos individuos que siguen militantemente la actividad, con el deseo de que su representante venza, que los que se limitan a disfrutar con la belleza o la emoción de la práctica deportiva sin implicarse emocionalmente en ella a través del apoyo a una de las partes.

Ser un seguidor moderado de un equipo no es intrínsecamente inmoral. Incluso, desde la ética, puede argumentarse que mostrar apoyo a unos determinados colores supone una postura positiva, pues sentir preocupación y estar dispuesto a animar y ayudar a un determinado grupo de personas es bueno. Si una persona elige libremente otorgar su cariño y preferencias a una causa está produciendo un bien a la misma, lo cual no es reprochable desde el punto de vista ético, siempre que esa causa no sea en sí misma inmoral y el apoyo a una no se vea acompañado por actitudes negativas o violaciones de los derechos de las demás. Sin embargo, esta consideración resulta problemática cuando se trata de extender a los periodistas deportivos. Hay autores para los que dicha visión es igualmente aplicable al profesional de la información, que estaría legitimado para apoyar unos determinados colores siempre y cuando la actitud positiva hacia los propios no suponga una actitud negativa contra los rivales. Dicha idea se expresa en el siguiente consejo enunciado por el periodista francés Jacques Blociszewski, incluido en un artículo sobre propuestas para respetar la ética periodística en la televisión gala: «Sé partidista, pero con talento. Animar al equipo de Francia es legítimo y bienvenido. Pero el apoyo a un equipo no significa denigrar al otro» (Blociszewski, 2002: 129). En la práctica, este planteamiento es el más extendido en el periodismo deportivo, especialmente cuando hablamos de competiciones en las que se produce una identificación territorial entre el contendiente y los medios. En ellas los periodistas se sienten legitimados y comprometidos a prestar apoyo a la selección o al club representante de la entidad donde radica la audiencia hacia la que se dirigen. En cierta manera, de forma muy matizada, el Libro de Estilo de EiTB —la radiotelevisión pública del País Vasco— legitima cierta desviación del deber de imparcialidad en la información deportiva en favor de la cohesión del colectivo:

Los contenidos deportivos incluidos en un informativo deben regirse por los mismos criterios de objetividad, neutralidad, imparcialidad y equilibrio que caracterizan al resto de secciones informativas. Tratándose de equipos o deportistas locales es aceptable que la/el profesional manifieste su cercanía y destaque las victorias o las derrotas. La función del deporte como elemento de cohesión de una colectividad debe entenderse de forma constructiva y desde el respeto al adversario y al conjunto de su comunidad.

En cambio, el Libro de Estilo de Canal Sur y Canal 2 Andalucía se muestra más estricto, reclamando una total imparcialidad y exigiendo al periodista un compromiso con la veracidad y, por lo tanto, con la objetividad:

El forofismo es siempre reprobable y un periodista no debe permitírselo. La parcialidad manifiesta a favor de un equipo, andaluz o no, cuando polemice con otro es inapropiado, especialmente si no hay datos objetivos que respalden esa actitud. Es un vicio que quiebra el principio de imparcialidad y que no nos congracia necesariamente con el «beneficiado».

La credibilidad en juego

La credibilidad es la base de la profesionalidad del periodista. Este necesita ser fiable ante su audiencia, la cual, si advierte preferencias personales con respecto a una determinada opción, puede desconfiar. Que un periodista muestre públicamente su filiación a unos colores es contraproducente, pues genera dudas sobre su capacidad para ser imparcial. Si bien no se puede exigir a ninguna persona que no sienta cariño por una determinada opción, al periodista sí se le puede demandar una suspensión de esa predilección en su ejercicio profesional o que, al menos, no haga alarde de la misma. Es habitual que los periodistas deportivos, con mayor o menor intensidad, estén adscritos sentimentalmente a unos colores, pues, normalmente, el haberse dedicado a la información deportiva implica una afición a la misma, y el «aficionado-hincha» es mayoritario frente al aficionado neutral. El factor vocacional a la hora de dedicarse al periodismo es elevado. En el caso del periodismo deportivo puede verse motivado como una manera de convertir una afición en una profesión. De hecho, «no es inusual para los entusiastas del deporte que no son lo suficientemente buenos para llegar a ser deportistas de élite, encontrar profesiones que les mantengan estrechamente unidos a sus actividades favoritas» (Sugden y Tomlinson, 2007: 50).

La afición a un deporte, o a unos colores, puede servir de acicate para dedicarse al periodismo, y valorarse de forma positiva si conlleva un mayor conocimiento del objeto informativo. Pero se ha de tener presente que, quien decide ejercer el periodismo, debería adquirir un compromiso con el público, siendo la veracidad la primera y fundamental exigencia a la que han de quedar supeditadas todas las acciones como periodista. La tarea del profesional de la información no es la de mostrar un apoyo a priori al deportista. Solo a posteriori, si su labor ha sido digna de elogio, el periodista podrá alabarla examinándola con justicia en función de su rendimiento y no basándose en los colores que defiende. Para que esa evaluación sea justa, ha de estar desprovista de prejuicios generados por preferencias sentimentales. La parcialidad conlleva una desigualdad de trato hacia aquellos contendientes que no sean del agrado del periodista, el cual ha de tratar de igual forma a todos en la competición. Tan dado a los juicios como es el periodismo deportivo, los responsables del mismo han de intentar que estos sean equilibrados, algo que, en general, no se observa a causa de las pasiones personales del informador o del enfoque localista impuesto por el medio.

Desterrar del periodismo deportivo el apasionamiento por un club o un atleta determinado no significa eliminar la pasión del relato. La narración periodística del deporte se presenta de una manera entusiasmada debido a que este fenómeno se desarrolla en un ambiente festivo y porque la audiencia que acude a la prensa en busca de este tipo de producto es una audiencia apasionada. No obstante, «pasional» y «objetivo» no son antónimos ni incompatibles. De hecho, el periodista deportivo debe ser capaz de transmitir la emoción del deporte cuando se ejecuten grandes gestas o se produzcan competiciones con desenlaces intrigantes, pues si lo que ocurre es apasionante, el periodismo debe trasladar en su mensaje esa pasión.

Hostilidad mediática

Mantener la credibilidad es una tarea compleja que desborda los actos del profesional de la información. No son pocos los consumidores de información deportiva que no buscan que los periodistas sean objetivos; en realidad, lo que demandan es que les entreguen un relato favorable de sus equipos. De esta manera surgen peticiones difícilmente conciliables: las de la ética profesional y las de importantes sectores del público. Sobre el asunto reflexionaba de la siguiente manera el profesor David Rowe (2004: 38):

Los periodistas deportivos se encuentran atrapados en un dilema particularmente difícil a causa de las distintas y en ocasiones contradictorias demandas profesionales que recaen sobre ellos: se les precisa, a menudo y al mismo tiempo, que sean reporteros objetivos, investigadores críticos, propagandistas del deporte y de los equipos, representantes de los hinchas y, no pocas veces, haber participado en un deporte de élite.

A este respecto el Hostile Media Effect adquiere especial interés. Esta teoría explica cómo aquella audiencia que es claramente favorable a una determinada opción en una determinada materia tiende a percibir cualquier discurso mediático difundido sobre ella como sesgado en su contra. Esta idea, aplicable a todo el periodismo, resulta de especial interés para el deportivo, pues esta especialidad trata esencialmente sobre competiciones entre bandos.

Se puede retroceder hasta la década de 1950 para encontrar antecedentes de dicha teoría aplicada al campo del deporte. Desde el ámbito de la psicología, Hastrof y Cantril (1954) estudiaron la percepción de grupo selectiva, un mecanismo en virtud del cual las personas tienden a filtrar la información que reciben de forma sesgada por sus propios intereses. Para ello analizaron la manera en que cada uno de los bandos seguidores de dos equipos percibió los sucesos acaecidos en un polémico partido de fútbol americano que les enfrentó. Las preguntas realizadas permitieron observar cómo cada uno de los grupos había visto un encuentro totalmente diferente, en el que los jugadores del equipo contrario aparecían como culpables del juego brusco en mayor medida que los del conjunto al que apoyaba el aficionado encuestado.

La conclusión a la que llegaron Hastrof y Cantril es que, de todos los hechos que suceden en un acontecimiento, como puede ser un partido de fútbol, los sujetos retienen preeminentemente los que conllevan un interés para ellos desde su propia posición egocéntrica. Las preferencias de cada persona generan prejuicios a la hora de interpretar los acontecimientos, de tal manera que cada espectador ve un partido distinto según el objetivo que tuviera en él. En este estudio el efecto interpretativo se produjo sin la influencia de ningún medio de comunicación, pues los encuestados vieron el partido in situ o a través de una grabación. Cuando entre el hecho y el sujeto se introduce una versión periodística emerge el Hostile Media Effect, pues la audiencia partidaria de unos colores tenderá a ver la interpretación del medio como contraria a los intereses propios y, por tanto, poco objetiva y éticamente reprobable. Así lo demuestran casos como el analizado por Arpan y Raney (2003), en este caso estudiando cómo afecta el factor de la procedencia geográfica del medio a la hora de que la audiencia implicada interprete su imparcialidad en un encuentro deportivo de rivalidad regional. La teoría sobre la hostilidad con la que se percibe a los medios sugiere que la valoración que puede tener el público acerca del cumplimiento periodístico de principios deontológicos como la objetividad no siempre es neutral, pues se ve distorsionada por los sesgos de la propia audiencia.

2. Fundamentación en fuentes enThe program (El Ídolo)

Verificar todos los datos con el concurso de todos los recursos posibles: observación directa, consulta de documentos, interrogatorio de testigos, contraste de fuentes.

Libro de Estilo del diario Mundo Deportivo

Lance Armstrong: un ídolo con pies de barro

A comienzos del siglo xxi el irlandés David Walsh, por entonces redactor de The Sunday Times —periódico del que acabaría siendo jefe de deportes—, tuvo el coraje de acusar de dopaje a una de las principales figuras del deporte mundial, ídolo de millones de aficionados y todo un símbolo en la lucha contra el cáncer. Para acabar con el aura de grandeza que acompañaba por aquel entonces a Lance Armstrong hacía falta algo más que una mera sospecha. Walsh lo hizo tras un trabajo periodístico basado en esos requisitos que enumera en su Libro de Estilo el diario Mundo Deportivo y que resultan imprescindibles para dotar de veracidad al relato informativo. Así se muestra en The Program (El ídolo), película de 2015 dirigida por Stephen Frears en la cual se lleva a la pantalla una investigación periodística real que resultó fundamental para destapar uno de los mayores escándalos en la historia del deporte contemporáneo. Periodistas y aficionados observaron la sorprendente gesta del texano; un ciclista discreto en las grandes vueltas que, tras superar un grave cáncer con metástasis, regresó a la competición transformado en el dominador del pelotón. El filme narra cómo las primeras exhibiciones en el Tour de un recuperado Armstrong provocaron una emoción colectiva a la que se entregaron los aficionados y que la mayoría de informadores que seguían la ronda gala no puso en duda. A contracorriente del resto de colegas presentados en el filme, inmersos en la causa de alabar tan asombrosa gesta, Walsh se centró en lo inverosímil del acontecimiento.

En una escena del largometraje puede verse cómo el redactor del Sunday Times —al que interpreta el actor Chris O’Dowd— repara en algunos detalles que le resultan desconcertantes. Entre ellos, lo inaudito que resultaba que Armstrong marchara tan fuerte sobre la carretera, que tuviera que frenar en plena ascensión a un puerto o que, un año después de estallar en pleno Tour el caso Festina —con el que se desarticuló una extensa red de dopaje que se extendía sobre el ciclismo internacional—, la velocidad media del pelotón hubiera aumentado. Tras comentarlo con un grupo de enviados especiales a Francia, uno de ellos resta trascendencia a sus argumentos y le lanza una pregunta:

—¿Por qué estás tan obsesionado con esto?

—¿Y por qué no lo estás tú? ¡Eres periodista! —responde indignado Walsh.

The Program (El ídolo) recrea cómo, a la observación directa de una actuación sospechosa, el reportero irlandés fue sumando distintas fuentes en busca de una explicación. Para ello entrevistó a otros ciclistas, buscó documentación acerca del médico deportivo de Armstrong, recabó testimonios clave como los de la mujer de uno de sus compañeros o el de la masajista del equipo... e incluso llegó a hablar con el propio deportista estadounidense. Todo ello supone una lección de cómo fundamentar sólidamente una información a través de distintas fuentes.

La selección de las fuentes

En el mundo del deporte, las fuentes de información son variadas. A la hora de seleccionar a los protagonistas que van a nutrir el relato del periodista, Rojas Torrijos (2011: 151-152) estableció cuatro criterios de selección. El primero tiene que ver con la afinidad temática y obliga a reconocer todas las fuentes posibles que actúan dentro de un mismo ámbito informativo. Podría definirse también como de «proximidad al hecho», al basarse en la implicación de la fuente en el asunto. Como ejemplo, el profesor habla de la información sobre un posible fichaje, un tema para el cual sería aconsejable contar con los testimonios del deportista, de su representante, de los directivos de los clubes y de los intermediarios que actúan. Su participación en el hecho convierte a estos actores en los elementos mejor informados, pero también son individuos con intereses muy fuertes. Sobre el peligro de que el periodismo sea utilizado dentro de la estrategia de uno de esos agentes para conseguir sus objetivos alerta el Libro de Estilo de Canal Sur y Canal 2 Andalucía, cuando señala que «Algunas fuentes informativas del profesionalizado ámbito del deporte tienen que ser manejadas con cautela. Nada tan resbaladizo como el representante de un deportista de élite en trance de renovar o revisar el contrato de su pupilo».

El segundo criterio es el de notoriedad, que recomienda incluir las fuentes de mayor rango, como presidentes de clubes, entrenadores y deportistas, pues su relevancia pública dota de mayor trascendencia y de más credibilidad a la noticia. Se trata de una cuestión de crédito, pues como indica Andrews (2005: 36) «citando una fuente anónima de dentro de un club deportivo no se tiene la misma autoridad que citando al entrenador o al director general».

El tercer elemento tiene que ver con la experiencia previa. Rojas Torrijos lo denomina «fiabilidad» y se basa en la idea de confiar en aquellas fuentes que, en ocasiones previas, ofrecieron informaciones que el tiempo demostró verdaderas y precisas. Estas fuentes de confianza son las que forman las llamadas «agendas de contactos» del periodista, a las que el profesional puede acudir de forma recurrente cuando necesita comprobar determinados asuntos. La fiabilidad no es solo aplicable a las fuentes personales; también es evaluable entre los propios medios. Hablamos de las referencias neutrales a informaciones ajenas, algo habitual en el periodismo deportivo que se produce cuando un periódico o un programa se limita a hacerse eco de una noticia ya publicada por otro medio de comunicación. En principio esta práctica no es reprobable per se, aunque no parece ético abusar de ella, ya que supondría una forma de aprovecharse del trabajo periodístico de otros en lugar de ser uno mismo el encargado de buscar las noticias. Limitarse a servir de altavoz para lo publicado por otro medio también puede ser éticamente cuestionable si se plantea como una manera de descargar la responsabilidad de lo dicho en el medio que originariamente lo ha publicado, no asumiendo la obligación propia de contrastar la noticia con otras fuentes. Asimismo, hay que valorar la credibilidad del medio del que se toma la información, pues no es lo mismo utilizar una noticia publicada por un medio de prestigio que reproducir la surgida en un tabloide sensacionalista. Aún más discutible es cuando, para atribuir la información, se emplean formas genéricas del tipo «algunos medios italianos» o «diferentes portales ingleses», pues estos tratamientos genéricos coartan a la audiencia la posibilidad de conocer el medio del que procede la noticia y así valorar su fiabilidad.

Finalmente, surge un cuarto criterio de selección de fuentes, el de la pluralidad, que reviste una especial relevancia en aquellos asuntos en los que existe algún tipo de polémica entre partes, de las cuales se habrá de ofrecer sus argumentos. Como señala el Código Ético de la Asociación de Periodistas Deportivos de Puerto Rico: «Parte integrante de la objetividad periodística es la de informar sobre las distintas posiciones de las partes en controversia». En estos casos se ha de presentar las distintas posturas para que la audiencia pueda extraer sus conclusiones, pero ello no implica renunciar a ofrecer un relato propio por parte del periodista tras investigar a fondo la verdad de los hechos.

La identificación de las fuentes

En ocasiones una fuente proporciona información relevante de manera secreta. Se trata de una «filtración», cuando un tema confidencial es puesto en conocimiento de un periodista por parte de una persona interesada en que se haga público. La filtración puede ser completa, cuando se revelan todos los datos, o parcial si solo se ofrecen algunas pistas. En ambos casos el periodista debe proceder con la misma diligencia, contemplando el aviso como el punto de partida de una investigación. Así lo expone un periodista del canal espn que informó sobre el caso Balco, un asunto de dopaje a gran escala en Estados Unidos: «Sí, confiamos en fuentes anónimas, pero porque esas fuentes eran un medio para adquirir documentos y grabaciones que formaron parte de la prueba» (Fainaru-Wada, 2011: 78). Si tras el proceso de contrastación se concluye que la filtración es verdadera y proporciona datos de interés, resulta legítimo hacerla pública.

Normalmente, aquel que filtra querrá permanecer en el anonimato, siendo un deseo que el periodista tiene el derecho y el deber de respetar amparándose en el secreto profesional. En estos procedimientos conviene, al menos, aproximar al lector al rol de la persona que ha proporcionado la información, indicando si es una fuente oficial, si es alguien próximo al protagonista, si es un testigo directo... No obstante, la norma general ha de ser la de identificar la fuente en el propio relato, ya que de esta manera la noticia gana en credibilidad. Así lo recomiendan códigos como el de la Asociación de Escritores de Fútbol de Estados Unidos cuando señala: «Identifique las fuentes siempre que sea posible y cuestione siempre sus motivos antes de concederles el anonimato».

Lejos de suponer una excepción, el recurso a las fuentes sin identificar supone un recurso habitual a partir del cual construir informaciones. Ignorando la conveniencia de trasladar a la audiencia la identidad de la fuente, el ocultarla llega incluso a presentarse como un factor de atracción. De esta manera se explica el éxito de los llamados «confidenciales», informaciones en las que aquello que se cuenta está respaldado por un halo de secretismo, presentándose como filtraciones exclusivas que ha recibido un periodista de una persona que desea permanecer en el anonimato. El confidencial se torna un género en sí mismo. La trascendencia de estas informaciones no es lo único importante; buena parte de su valor se hace recaer en el mero hecho de ser confidencial y exclusivo; algo sobre lo que no se había informado antes. Se busca transmitir una sensación de exclusividad a la audiencia; dar idea de que el periodista que ha conseguido tener acceso a ella ha llegado allí donde el resto no lo ha hecho.

Aunque los confidenciales pueden nacer de la observación directa de un hecho por parte del redactor, lo habitual es que procedan de confidencias ajenas. En estos casos, cuando una fuente no se identifica, es porque desea evitar que se conozca su identidad y se tome algún tipo de represalia contra ella. El periodista accede a este requerimiento para protegerla, obtener una noticia que le interesa y, a largo plazo, no secar una fuente de la que seguir bebiendo en el futuro. Lo cierto es que es habitual que ni siquiera se determinen en las informaciones las razones por las cuales el periodista mantiene a la fuente en el anonimato, generalizándose una práctica que debería limitarse a cuestiones muy concretas, como, por ejemplo, aquellas que afectan a procesos judiciales en curso.

3. Rumorología en Sports Night

El periodista deportivo tiene la obligación de garantizar que los rumores no son presentados como hechos confirmados.

Código de Ética y Moral del Club de Periodistas Deportivos de la República Checa

Sorkin aumenta el contraste de la televisión

Aaron Sorkin tenía muy presente aquel principio básico del periodismo según el cual un rumor no puede presentarse como una noticia sin más. El creador de títulos como El ala oeste de la Casa Blanca o The Newsroom abordó este asunto en Sports Night (1998-2000), serie ambientada en la redacción del informativo homónimo de una ficticia cadena de televisión especializada en deportes. En el capítulo decimotercero de la primera temporada, los periodistas del programa afrontan el cierre del mercado de fichajes de la mlb —las Grandes Ligas de Béisbol—. Flota en el ambiente el rumor de un traspaso que afectaría a varios jugadores importantes de Los Angeles Dodgers. En el último día del plazo para realizar operaciones entre franquicias, parece que ese movimiento no llegará a buen puerto, tal y como comentan varios periodistas durante la reunión de temas. Sin embargo, horas después, en plena emisión en directo del informativo, uno de los redactores recibe la llamada de un contacto del aeropuerto de Los Ángeles. Este le advierte de que los jugadores que, según se rumoreaba, iban a ser traspasados, no estaban en el avión del equipo con el resto de la plantilla. A continuación, otra redactora se pone en contacto telefónico con una empleada del hotel donde sospecha que podría estar gestándose el traspaso. Esta trabajadora describe la presencia en una habitación de ciertas personas reunidas que los periodistas identifican claramente como miembros de las franquicias implicadas. Con ello llegan a la conclusión de que la operación va a realizarse.

Para poder convertir los indicios en pruebas del hecho, la redacción se pone en contacto con un miembro de la franquicia. Pese a que se niega a confirmarlo, el redactor que habla con él afianza su convencimiento sobre la materialización del traspaso. Dado que los Dodgers ya se han enterado de que Sports Night conoce el movimiento, y ante el temor de que algún medio de la competencia se adelante a lo que sería una primicia, los responsables del programa optan por trasladar la noticia a la audiencia. La productora encargada del informativo aquella noche —Natalie Hurley, en un papel desempeñado por la actriz Sabrina Lloyd— decide que lo adecuado es que el presentador se refiera al asunto destacando que se basan en «reportes sin confirmar», lo cual deja claro que se trata de un rumor que todavía no alcanza la categoría de noticia. Pero también le indica al presentador que señale explícitamente que esos reportes proceden de fuentes internas de la oficina del mánager general de los Dodgers, algo que no es cierto. Esto le sirve para presionar al mánager, quien, en conversación telefónica, acaba confirmando el traspaso. De esta manera el programa cumple con la ética profesional presentando primero a los televidentes el rumor como lo que es, un hecho sin confirmar, para posteriormente, una vez verificada la información, darle el tratamiento de noticia confirmada. Menos ajustado a las normas morales fue la manera en la que obtuvieron la confirmación, haciendo pasar el testimonio de dos observadores circunstanciales —el trabajador del aeropuerto y la empleada del hotel— por fuentes de la oficina del mánager general del equipo.

Los fichajes

Como recrea la ficción, los rumores son habituales en el día a día del periodismo deportivo, especialmente en el asunto de los fichajes. En este tipo de operaciones los medios están interesados en dar la primicia a su audiencia, motivo por el cual corren el riesgo de ser utilizados por agentes de deportistas o por los propios clubes para subir o bajar el precio del traspaso. Si un medio dice que un determinado jugador suscita el interés de un club poderoso, el futbolista puede aumentar su cotización en el mercado de cara a otras entidades interesadas en sus servicios, por lo que el periodista ha de tomar con precaución este tipo de especulaciones. Esta necesidad de cautela es recogida por el Libro de Estilo de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, en su apartado dedicado a la información deportiva: «Los rumores y las especulaciones no son noticia. No los alimentamos ni difundiéndolos ni desmintiéndolos. Tenemos presente que, a menudo, los rumores son interesados y tienen como objetivo utilizar los medios de comunicación para influir en operaciones de carácter económico».

Si bien las informaciones sobre fichajes se producen durante todo el año, es en los periodos de parón de las competiciones cuando se viven con mayor intensidad. Es la época en la que las entidades deportivas concentran esfuerzos en la confección de sus plantillas, dando altas y bajas de jugadores. Al mismo tiempo, la falta de partidos sobre los que informar crea un vacío en los medios de comunicación dedicados al deporte. El mercado de fichajes llena ese espacio, centrando buena parte de la atención del periodismo. La necesidad de cubrir el hueco informativo dejado por las competiciones provoca que se ofrezca cobertura tanto a informaciones sobre operaciones confirmadas como a meras especulaciones. Trasladar al lector, oyente o televidente un rumor sin más, aun dejando claro que se trata de algo que no ha sido confirmado, no es suficiente para cumplir con los estándares éticos. Sin embargo, no es inhabitual encontrar ejemplos en los medios deportivos en los que no se oculta que la materia prima de una noticia está basada en un rumor. Esto, por una parte, es loable ya que supone un ejercicio de honestidad, pero por otra implica una omisión del deber propio del periodista, que está obligado moralmente a contrastar con otras fuentes las informaciones que ofrece.

Buena parte de las operaciones de traspasos sobre las que se habla en los medios deportivos nunca llegan a materializarse. Lógicamente, el hecho de que se complete un fichaje no es el único elemento de prueba para determinar si el rumor sobre el mismo estaba fundado en acontecimientos reales, puesto que muchas transacciones que se inician no se culminan al no ponerse de acuerdo las partes involucradas. Pero el periodista no puede escudarse en el habitual carácter confidencial de las negociaciones para dar rienda suelta a todos los rumores que puedan circular alrededor de un mercado en el que existen tantos intereses en las partes involucradas.

El deber de cotejar