Perro y Gato - R. F. Poyanco - E-Book

Perro y Gato E-Book

R. F. Poyanco

0,0

Beschreibung

Perro y Gato es la expresión del autor en la autobiografía de un canino. Sensibiliza sobre la perspectiva que debemos tener con respecto a la enseñanza que nos brinda un can en la vida diaria. Nosotros, los humanos, insistimos en no humanizarlos, cuando en realidad jamás podríamos ser como ellos, ya que son superiores a nosotros en valores. Este libro sigue la historia de una realidad imaginaria, con personajes que se ajustan a una vida cotidiana común entre seres humanos y mascotas caninas y gatunas. No se aparta de la verdad del día a día en nuestro entorno, que a menudo no alcanzamos a percibir ni sentir debido a la vorágine de nuestras vidas. Esta vorágine nos aleja de la sensibilidad hacia el verdadero amor entre una mascota y un ser humano, expresado en fidelidad y lealtad, principalmente por parte de las mascotas hacia sus amos. Hemos conocido muchas historias reales, algunas incluso llevadas al cine, que narran la pena que siente un humano cuando muere su mascota. Sin embargo, también debemos considerar la pena que siente una mascota cuando muere su amo. Por lo tanto, debemos entender que ellos experimentan el amor de una manera más pura que nosotros; ellos aman con verdadero amor.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 111

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



PERRO Y GATO

R. F. Poyanco

PRIMERA EDICIÓN Marzo 2024

Editado por Aguja LiterariaNoruega 6655, dpto 132 Las Condes - Santiago - Chile Fono fijo: +56 227896753 E-Mail: [email protected] Sitio web: www.agujaliteraria.com Facebook: Aguja Literaria Instagram: @agujaliteraria

ISBN: 9789564091181 

DERECHOS RESERVADOSNº inscripción: 2024-A-2721 R. F. PoyancoPerro y gato 

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático

Los contenidos de los textos editados por Aguja Literaria son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan el pensamiento de la Agencia 

TAPAS Imagen de portada: Carlos GajardoDiseño: Jimena Cortés

ÍNDICE

Primer prólogo

Segundo prólogo

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25

Primer prólogo

Esta es una historia real, de la vida cotidiana. Todos los días la podemos ver, siempre y cuando, nuestros ojos y todos nuestros sentidos, sean capaces de ver y entender lo que les ocurre a los protagonistas de esta narración, porque a diario están ocurriendo por todas las calles de nuestras ciudades; solo basta detenerse a observar a los perros y gatos que andan por ellas, todos con una vida propia; claro que existen personas que no tienen el tiempo para detenerse un instante y observar la vida de estos seres, porque si lo hacen, comprenderán que es similar a la de quienes también andan por las calles y que hasta, comúnmente, hay gatos, caninos, y personas que andan juntos, porque viven uno al lado del otro y todo lo comparten: comida, agua y abrigo. 

¿Qué los lleva a compartirlo todo? Esa es una respuesta que debemos encontrar. Quizás exista más de una respuesta y ni siquiera nos hemos hecho la pregunta. Es nuestra sensibilidad la que debe responder, pero nosotros debemos dejarla libre y no tenerla oprimida, juntarla con nuestra imaginación; ahí encontraremos un mundo que nunca hemos imaginado que existiera... como el mundo de este relato.

R. F. Poyanco

Segundo prólogo

“Todos me llaman Perro, y estoy orgulloso de serlo”. Esta sencilla autopresentación del personaje principal, inicia este relato que mi coterráneo amigo Rubén F. Poyanco, ofrece a niños y adolescentes. Con un lenguaje sencillo, directo y claro, aborda la cotidianidad de personajes imaginarios para traernos algunas sabias reflexiones del buen vivir.

Quizás bastaría editar un cuento para niños, y la tarea estaría justificada en un ambiente poco prolífero a la hora de atender las necesidades de los lectores más jóvenes. Pero el autor tiene ambiciones más extendidas. Sin grandes pretensiones de lenguaje o estilo, busca, a través del relato de aventuras de personajes humanizados, promover valores cotidianos asociados a la amistad, la tolerancia y la lealtad. Rubén F. Poyanco se propuso ayudar a promover formas de sana convivencia entre niños y jóvenes, necesitados de mensajes alentadores en medio del torbellino estupefaciente de la vida moderna.

Estoy seguro de que el lector curioso se enganchará con estos simpáticos amigos y sus historias que fluyen con sobria elegancia y lenguaje preciso. Rubén F. Poyanco apela a la sensibilidad de los potenciales lectores; a ratos se acerca al género del drama, en otros juega con el realismo cotidiano y el sentido de lo lúdico, todo puesto al servicio de lecciones simples y contundentes. El autor logra construir sus objetivos pedagógicos a partir de las aventuras de un “perro de familia” arrastrado a la calle por los avatares de la vida de sus amos. ”No tengo dueño, aunque sí lo tuve”, reivindica el protagonista. Y hasta proclama el derecho de formar una Agrupación de Perros Callejeros Sin Amos.

En sus correrías, estos simpáticos personajes nos muestran el valor del cariño, de la amistad sincera y la lealtad sin condiciones. El bueno de Chato, el desorientado Gato, el aristócrata Terry, el tímido Pailas y el bullanguero Buga, se van incorporando al relato cruzando su cotidianidad con nuestras vidas humanas. En el transcurrir del relato se encuentran y desencuentran lo canino y lo humano, se juntan y se separan, tejiendo las reglas de la vida, que se despliegan ante el joven lector como sabias y nobles enseñanzas. Será en la dureza, pellejería y adrenalina de la calle donde estos personajes fraguarán su convivencia. Conoceremos el alma de nuestros personajes en su vagabundear por los campos, en el enfrentamiento de los apasionantes desafíos de la capitalina urbe. Como ocurre con los humanos, nuestros personajes sabrán del dolor y el abandono. Cortejarán a una señorita de departamento, sufrirán “bajones de amor”, y, como en las historias de los adolescentes, en un recodo de su camino aparecerá el amor buscado. Hasta podría decirse que estamos ante una “autobiografía novelada”.

Digamos algo de nuestro amigo, el escritor de estos cuentos Rubén F. Poyanco. Nació en el Norte Grande, en la ya legendaria Chuquicamata, capital minera de Chile. En la inmensidad y dureza del desierto, aprendió a hacer amistad y repartir generosidad y afecto. Junto a sus amigos gatunos, caninos y otros seres de la amplia y variopinta especie de las mascotas, forjó su propia sensibilidad y carácter. En esa convivencia descubrió que nuestras mascotas son como las personas. Como el niño o la niña, nuestros amigos necesitan la amistad y de la convivencia cotidiana, y aprenden con infinita lealtad a retribuirla. Su autor se ha propuesto contribuir a la educación en su sentido más amplio, apelando a este género literario tan antiguo como el hombre mismo: el cuento, el relato de sencillas historias de personajes imaginarios.

La ciencia nos enseña que el lenguaje es un maravilloso instrumento que nos permite comprender el sentido de nuestras experiencias cotidianas, organizarlas y compartirlas con los demás. Así nos forjamos como personas y así, también, construimos sociedad. En este cotidiano proceso descubrimos, expresamos y transmitimos no solo conocimientos valiosos para otros, sino ternura y afecto, como tanto necesitan hoy nuestros jóvenes y nosotros mismos. Como bien sabe Rubén F. Poyanco, el relato, la buena historia, atrae nuestra atención como un mágico imán, nos enseña a discriminar nuestras vivencias y potencia nuestras competencias mentales. Pero hay más que redescubrir. El relato es un puente afectivo y pedagógico insustituible que nos enseña a captar el sentido de la vida y a hacer sociedad.

“Perro y Gato” tiene un camino aún largo que recorrer. Dicen que nuestros amistosos y querendones personajes se preparan para saltar al celuloide y, quizás, transformarse en celebridades del mundo de los audiovisuales. Por ahora, se conforman con nuestra amistad. Solo nos piden un poco de atención y entrega. Dicen que el cariño será recíproco.

Alejandro Guillier

 

 

1

Espero que hoy no sea un mal día, o al menos, no tan malo como el de ayer. Don Lucho estaba enfermo, no me dejó almuerzo y no comí nada durante todo el día. Por si fuera poco, tuve una pelea por un resto de hueso, y más encima me encontré con un desalmado que quería desquitarse conmigo, quizás por algún problema que tendría con su mujer. En fin, esta vida es así.

Antes de continuar, voy a presentarme. Soy un canino y no tengo nombre. Todos me llaman Perro y estoy orgulloso de serlo. ¿Saben por qué? Siempre he escuchado decir a los humanos que el perro es el mejor amigo del hombre. También he oído que dicen: “Mientras más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Por algo será. No tengo dueño, aunque sí lo tuve, pero hace mucho tiempo. Aún recuerdo que hasta poseí una vivienda propia en el patio de la casa de mis amos.

A pesar de que entonces yo era muy pequeño, recuerdo que un día llegó mucha gente a la casa y que todos lloraban. A mí me encerraron en mi casucha y solo oía algo así como lamentos y voces bajitas. Desde mi pequeña casita,  podía ver que mi ama vestía de negro y cómo todos la consolaban. Mis dueños tenían un hijo, Pedrito, quien me cuidaba mucho. Era de muy poca edad, como yo, aunque desconozco cuántos años tenía. Solo sé que ese año asistía por primera vez al colegio. Recuerdo su primer día de clases: todos corrían, tomaron el desayuno de pie y luego sentí el ruido del auto que partía rápidamente al colegio.

Al regreso, durante el almuerzo y desde el rincón del comedor donde me permitían echarme, oía todo tipo de preguntas: que cómo era el colegio, qué tal la profesora, qué le habían enseñado y si había hecho amigos. Mi amito solo respondía con un sí o no. No parecía haberle agradado las clases. Por suerte, a nosotros no nos mandan a eso, que parece que no acaba nunca. En mis callejeos he visto a niños grandes que continúan yendo al colegio. Y también a jovencitos que siguen asistiendo a unos colegios que llaman universidades. Claro que estas parecen entretenerlos más, porque veo que se visten como les da la gana y hacen lo que quieren.

Hay hombres a quienes les he escuchado decir que tienen una “vida de perro”. ¡Qué saben de la vida de un perro! Ellos caminan en solo dos pies mientras nosotros ocupamos hasta nuestras manos para lograrlo. Las suyas tienen dedos que les permiten hacer muchas cosas, incluso trabajar y recibir dinero por ello. Muchos de nosotros trabajamos, pero solo a los con mucha suerte se les paga con techo y comida. He visto a algunos de mis congéneres actuando en televisión, a otros trabajando como verdaderos guardias, incluso a algunos los utilizan en los aviones y aeropuertos para pesquisar no sé qué cosas. Otros son artistas, actúan en el cine o en los circos, pero jamás reciben un sueldo. Tampoco tienen vacaciones, ni menos pueden formar una agrupación. Deberíamos formar un círculo de perros que se llame “Agrupación de Perros Callejeros sin Amos”.

Somos muchos los que no tenemos un hogar. Yo, al menos, y como ya lo dije, en una época tuve un dueño. Hay congéneres que nunca lo tuvieron, que nacieron prácticamente en la calle y que siguen en la calle. La gente igual les pone nombre. Si el canino es café, por ejemplo, le llaman Chocolate; si es negro, le llaman Negrito, y si es blanco con negro, le llaman Colo Colo. Yo tengo un color medio raro, entre amarillo y crema. Por eso todos me llaman solo Perro.

 

 

2

Hoy amaneció más frío que ayer. Olfateo que ya se termina el verano porque han llegado varios hombres por aquí. Este es el lugar donde vivo, o mejor dicho, donde vivía hasta ahora. Los veo con casco y con unos enormes papeles en sus manos; "planos", oí que les llamaban. También están llegando unas máquinas súper grandes que nos miran con aire agresivo. A mí y a mis amigos nos gustaba vivir aquí porque estos autos abandonados nos sirven, es decir, nos servían de hogar, y en el invierno nos protegían de la lluvia. Se ve que quieren desalojarnos echándonos encima esas máquinas y tirándonos piedras. ¿Por qué los hombres con casco no nos vienen a pedir por las buenas que nos vayamos y se acaba el cuento? ¿Por qué tienen que usar la violencia?

Los hombres no entienden que nosotros tenemos sentimientos, que tenemos corazón. Y que, tal como ellos, también sufrimos. Como yo, el día en que no vi más a mi amo. Todo ocurrió aquella vez en que vi llorar desconsoladamente a mi ama. Ese día, todos salieron abruptamente de la casa y volvieron tarde, pero solo regresaron ella y Pedrito. Mi amo jamás volvió y desde ese momento lo he extrañado mucho, porque las cosas cambiaron totalmente. Desde pequeñito compartíamos ratos juntos y salíamos a pasear al parque, aunque yo apenas podía seguirlo. Una vez fuimos a la nieve, donde casi terminé congelado. Sé que mis amos me querían porque me hablaban y acariciaban.

Desde aquel día las cosas no fueron como antes. Pedrito casi no estaba en la casa y mi ama no me miraba; parecía enojada conmigo y siempre la veía triste. Hasta que un buen día unas personas sacaron los muebles de la casa y la dejaron vacía. Solo quedamos yo y mi casucha en el patio. Dos días después apareció mi ama y salté de alegría creyendo que habían regresado. La saludé moviendo rápidamente mi cola, brincando y ladrando a su alrededor. Cuando menos lo esperaba, ella tomó una escoba y me amenazó con pegarme. Ahora que soy mayor entiendo su enojo, pues ella estaba impecablemente vestida y yo no hacía más que ensuciarle su traje.

Cerca de mi ama unas personas me observaban con cara de pregunta. Luego de mirarla, y con gestos de resignación, volvieron a observarme. Al parecer esperaban encontrarse con algo mejor. Se acercaron sin mayores ganas y dijeron ser mis nuevos amos. Yo no entendía de qué se trataba todo el asunto, pero se aproximaron y me acariciaron la cabeza. Es la caricia que a nosotros más nos gusta. Muchos hombres no saben lo fácil que es demostrar cariño con solo una caricia en la cabeza.

Tras esta presentación, mi ama se acercó y me dijo: 

—Vas a irte con ellos, mi amor. Pedrito y yo nos trasladamos al sur, a casa de mis padres, y no podemos llevarte. ¡Pórtate bien! 

Quise hacerle ver que deseaba despedirme de Pedrito, pero ¡cómo dárselo a entender! A mi amito lo quería mucho; siempre me cuidó y la comida y el agua nunca faltaron en mis platos.