Perú 2011-2022: economía, política y sociedad - Carlos Parodi Trece - E-Book

Perú 2011-2022: economía, política y sociedad E-Book

Carlos Parodi Trece

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Beschreibung

El libro describe y analiza la evolución del Perú, entre 2011 y 2022, en tres aspectos: economía, política y resultados sociales. Incluye también un análisis detallado de los efectos del COVID-19 y las respuestas de las autoridades peruanas. El texto prioriza la interacción entre la política y la economía, y representa un avance en la necesidad de enfoques multidisciplinarios para comprender mejor al Perú y, en especial, por qué el bienestar no alcanza a todos.

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© Carlos Parodi Trece, 2022

De esta edición:

© Universidad del Pacífico

Jr. Gral. Luis Sánchez Cerro 2141

Lima 15072, Perú

Perú 2011-2022: economía, política y sociedad

Carlos Parodi Trece

1.ª edición digital: julio de 2022

Diseño de la carátula: Ícono Comunicadores

ISBN ebook: 978-9972-57-500-6

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2022-06380

Disponible en fondoeditorial.up.edu.pe

BUP

Parodi Trece, Carlos

Perú 2011-2022: economía, política y sociedad / Carlos Parodi Trece. -- 1a edición. -- Lima: Universidad del Pacífico, 2022.

344 p.

1. Perú--Condiciones económicas--2011-2022

2. Economía internacional--2011-2022

3. Perú--Política y gobierno--2011-2022

4. Pandemia de COVID-19, 2020- --Aspectos económicos--Perú

5. Humala Tasso, Ollanta, 1963- --Actividad política

6. Vizcarra Cornejo, Martín Alberto--Actividad política

7. Kuczynski Godard, Pedro-Pablo, 1938- --Actividad política

8. Castillo, Pedro, 1969- --Actividad política

I. Universidad del Pacífico (Lima)

330.985 (SCDD)

La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

Derechos reservados conforme a ley.

A Almendra y Francisca, siempre.

Introducción: algunos conceptos básicos

I.La economía como ciencia social

La economía es una ciencia social, al igual que la historia, la sociología, la ciencia política y la antropología, entre otras. En todas, el ser humano y su comportamiento es el centro de estudio, y por esa razón se encuentran relacionadas entre ellas. Comprender mejor el funcionamiento de una sociedad pasa por integrar a las ciencias sociales y no separarlas. Sin embargo, en las últimas décadas, el conocimiento se ha fragmentado y las disciplinas cada vez dialogan menos entre sí. El resultado es una incapacidad de explicar con menores márgenes de error qué es lo que pasa en el mundo en general y en un país en particular. Más aún, cada ciencia social observa el mundo desde su punto de vista y cree entenderlo. Pienso que es un error. Comprender lo que pasa con una economía requiere la incorporación de elementos de otras ciencias sociales, pues la evolución de la economía, aunque suene extraño, no se puede entender solo desde la economía. Avanzar con enfoques multidisciplinarios ayuda a poner contexto a los hechos y a reconocer la interrelación que existe entre las distintas ciencias sociales. Cada una tiene mucho por aportar.

¿Y es posible conocer con precisión todas las ciencias sociales? No, pero, al menos, al incorporar conocimientos de varias de ellas, mejoramos la comprensión de lo que queremos estudiar y tener una visión de conjunto. ¿Cómo entender al Perú sin revisar su historia o su desarrollo político? Las estrategias económicas y las políticas públicas no se aplican en un vacío, sino en una realidad concreta, que se puede conocer mejor a través del estudio de la interacción de la economía con las demás ciencias sociales. No obstante, sería muy pretencioso afirmar que puedo integrarlas a todas; el objetivo del libro que tiene en sus manos es más modesto: describir y explicar los hechos del período 2011-2022 a partir de la evolución de la economía, la política y los resultados sociales.

Las historias hay que contarlas. Más aún cuando tienen desenlaces tan inciertos debido a hechos inesperados, que se suceden uno tras otro, sin que hayamos terminado de digerir los anteriores. El período 2011-2022 muestra la interacción entre la economía, la política y los resultados sociales en un marco más general de una debilidad institucional, que viene de tiempo atrás. Por eso, se necesita de enfoques multidisciplinarios. Cuando el desempeño de una economía no se contextualiza, se pierde una mejor comprensión de los hechos.

En el análisis, hay que diferenciar lo que se hizo y sus resultados, mejor si están respaldados en datos, de lo que debió hacerse (lo normativo); en este último, siempre existirán discrepancias, como, por ejemplo, sobre la pertinencia de votar por un candidato u otro o la postura frente a la implementación de determinada estrategia económica. Cada uno trata de convencer al resto de que su punto de vista es el correcto. Como en el fútbol, todos somos entrenadores. Sin embargo, lo cierto es que nadie es dueño de la verdad ni tampoco tiene la receta mágica capaz de solucionar todos los problemas que aquejan a una sociedad. Me inclino más a pensar que, si basamos nuestras ideas en evidencia empírica y no solo en buenos deseos, por bien intencionados que sean, habremos dado un gran paso hacia adelante.

A pesar de las diferencias de opinión, cualquier recomendación en economía no puede dejar de lado tres aspectos. Primero, el ya mencionado: la interacción con las demás ciencias sociales, que en gran parte determina la capacidad real de implementar las políticas. Segundo, los efectos colaterales y de mediano plazo, o lo que vemos y lo que no vemos: muchas veces, lo que parece muy positivo en el corto plazo y es aplaudido por la población, genera un daño más adelante y afecta de manera desproporcionada a quienes se buscaba, en un inicio, beneficiar. Tercero, tomar en cuenta el entorno, pues la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad determinada.

Lo que se ha perdido es humildad para ser conscientes de nuestras propias limitaciones, y, por ende, nuestra comprensión de la realidad solo es parcial. Y este libro no escapa a ello. La verdad es que cada vez entendemos menos lo que ocurre, aunque creamos lo contrario. Más humildad para reconocer nuestros límites, así como los aciertos de otros, a pesar de que puedan tener una postura ideológica distinta de la nuestra, es parte de la tarea pendiente. Existe algo que nos une a todos: el deseo de encontrar soluciones a problemas reales; por ahí podemos partir, y no por lo que nos separa.

II.Economía: los principios básicos

¿Qué puede aportar la economía? En el primer capítulo, se desarrolla con detalle la importancia de conocer el entorno económico, pero existen algunos conceptos básicos que pueden servirnos para entender mejor la realidad. No es relevante si usted, estimado lector, es o no economista. Y por ahí sugiero comenzar.

En primer lugar, las personas, directivos de empresas de cualquier tamaño y funcionarios públicos de todos los niveles, toman decisiones, sean acertadas o no, pero no hay duda de que deciden. Lo hacen porque tienen alguna motivación, sea esta monetaria, no monetaria, personal, grupal o de cualquier índole. La decisión tomada tiene consecuencias, algunas inmediatas y otras posteriores. Si comprendemos por qué deciden como lo hacen, entenderemos mejor los resultados económicos, políticos y sociales de un país. Aquí entran preguntas como las siguientes: ¿por qué las autoridades económicas y políticas toman ciertas decisiones y no otras? ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿No será que los problemas están en la implementación de las medidas? ¿Por qué en 2020 se pusieron en marcha determinadas medidas para enfrentar la pandemia? ¿Puede saberse, antes de sugerir las políticas públicas, cuál será su posible impacto? ¿Se toman en cuenta los factores institucionales, políticos y culturales, entre otros, al implementar un conjunto de medidas?

En segundo lugar, todo lo anterior ocurre porque una característica central de la economía es el reconocimiento de que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Como no es posible hacer todo al mismo tiempo, se requiere establecer prioridades. Si tenemos una determinada cantidad de dinero, usarla en una alternativa significa dejar de hacerlo en otra. Si el Gobierno decide gastar más en salud, tendrá que sacrificar dinero que iba a ser usado, por ejemplo, en seguridad ciudadana, y así sucesivamente. ¿Cómo y por qué un Gobierno decide priorizar algunos sectores sobre otros? ¿Cómo gasta el dinero que proviene de los contribuyentes?

En tercer lugar, y como consecuencia, a lo largo de nuestras vidas, sea desde el punto de vista familiar o laboral, lo cierto es que enfrentamos disyuntivas y tenemos que optar por alguna de ellas, y en esto no hay discusión. Podemos discrepar en por qué elegir una opción sobre otra, pero no en el hecho de que tenemos que escoger. Y lo hacemos siempre.

En cuarto lugar, el dinero no crece en los árboles. Los gastos se financian con ingresos, sea en una familia, una empresa o un Gobierno. Supongamos que el Gobierno desea aumentar los sueldos a los maestros. Suena bien para todos los maestros, pues sus ingresos son muy bajos. Pero ¿de dónde saldrá el dinero? Es muy fácil decir que hay que gastar sin que se explique de dónde sale el dinero. Cualquier propuesta que no cuente con esa información es un buen deseo, pero no es seria. ¿A quién le quita el dinero para el aumento de sueldos? Si el dinero sale de deuda, entonces mañana se pagará más por concepto de impuestos para poder financiar ese gasto de hoy. El populismo, en economía, significa no entender que la economía tiene límites. No es posible gastar por encima de los ingresos de manera indefinida.

En quinto lugar, el costo de oportunidad es el costo de la mejor alternativa dejada de lado y está presente en toda decisión. Veamos un ejemplo. Si el Gobierno decide usar el dinero recaudado en mejorar las condiciones de las escuelas, entonces tendrá que reducir el gasto en otros rubros, por ejemplo, capacitación de los maestros. El mismo dinero no puede usarse en varios fines al mismo tiempo. El costo de oportunidad serían los efectos negativos de no usar el dinero; en el ejemplo, en la capacitación.

En sexto lugar, las decisiones deben tomarse sobre la base de evidencia empírica. De lo contrario, son solo opiniones. Y todos pueden opinar lo que les plazca en cualquier área. Siempre que escuchemos propuestas, debemos hacer tres preguntas: ¿quién paga?, ¿cuáles son los efectos no visibles de cada decisión? y ¿sobre la base de qué evidencia se ha tomado la decisión?

En séptimo lugar, cualquier decisión tiene efectos inmediatos y posteriores, un lado A y un lado B. La economía no es un conjunto de buenas intenciones, ni tampoco una creencia, un acto de magia o de fe. Veamos un ejemplo. Digamos que el precio de un kilo de pollo esté en 15 soles. Algún político aparece con el siguiente discurso: «No es posible que el pollo esté tan caro; ese precio solo lo pueden pagar los ricos. Vamos a fijarlo en 5 soles para que esté al alcance de todos». Aplausos de todos y mayores niveles de aprobación. ¿Por qué habría que dudar de algo tan obvio? Ese es el lado A. Sin embargo, ¿cuál es el lado B? A ese precio, al productor no le convendrá vender, pues no le sale a cuenta y, como consecuencia, aparecerán mercados negros y desabastecimientos. Tampoco le gustaría que, a usted, estimado lector, le bajen el sueldo, que también es un precio, porque el Gobierno así lo disponga.

Imagine usted que se encuentra en 2020, el año de la pandemia, y produce y vende mascarillas a 10 soles cada una. La población presiona porque las considera muy caras en un contexto de pandemia. Como las autoridades deben ver por todos, y ante la presión de la población, establecen que el precio de la mascarilla sea de 1 sol. Esto pone muy felices a los compradores (lado A), pero, cuando van a las tiendas, no las encuentran (lado B). Ya no hay mascarillas para comprar. ¿Por qué? Al precio de 1 sol, a los productores ya no les conviene hacer mascarillas y, como consecuencia, comienzan a escasear. La población, alimentada por voces interesadas, comienza a culpar a las grandes empresas que abusan de los ciudadanos.

El resultado será la aparición de un mercado negro, en el que se terminará pagando más de 10 soles por cada mascarilla. El remedio fue peor que la enfermedad. Es historia vieja. Reemplace mascarillas por créditos bancarios o por cualquier otro bien o servicio. Los efectos de los controles de precios son los mismos siempre, como se puede aprender de la historia. Los políticos aprovechan la desesperación de los compradores para aplicar medidas que suenan como música para los oídos, pero que, más temprano que tarde, perjudican a quienes iban a beneficiar.

III.¿Qué esperar del libro?

El libro está dividido en ocho capítulos y un epílogo. Los dos primeros están dedicados a precisar diversos conceptos de economía, aplicados tanto al Perú como a la evolución de la economía mundial durante el período 2011-2022; el tercero se concentra en nociones de política y usa la realidad peruana como ejemplo; en conjunto, los tres brindan las herramientas para luego proceder al análisis de los Gobiernos desde 2011. El capítulo I presenta una metodología que permite hacer un análisis de cualquier economía. Suponga que alguien le pregunta lo siguiente: ¿cómo está la economía peruana? Cada uno responderá desde su punto de vista personal. Si la persona preguntada tiene un buen empleo, y la vida le ha sonreído, tendrá una respuesta positiva y optimista; pero si se trata de alguien que ha perdido su empleo o que vive en condiciones de pobreza, contestará lo contrario. El método de análisis que se presenta en el primer capítulo intenta reducir la subjetividad, para luego aplicarlo al caso peruano.

El segundo capítulo estudia el desempeño de la economía mundial entre 2011 y 2020. La economía peruana es pequeña y está abierta al mundo, por lo que es impactada por lo que ocurra fuera del país, sea positivo o negativo. Los nexos son los precios de las materias primas y las tasas de interés internacionales, entre otros factores. El tercer capítulo analiza la política en el Perú. No soy experto en el tema, pero la lectura de diversos escritos de ciencia política me ha permitido tener claro que la política es fundamental para comprender la evolución económica, y que la interrelación entre economía y política va en los dos sentidos, tema que se trata al inicio del capítulo.

Con el capítulo IV, dedicado al período de Ollanta Humala (2011-2016) como presidente del Perú, comienza el análisis económico, político y social de los Gobiernos del período 2011-2022; para ello, se usan las nociones generales desarrolladas en los tres primeros capítulos.

El quinto capítulo, concentrado en el desarrollo político del período 2016-2021, se ha redactado como una serie televisiva con 12 episodios. Cada uno de ellos alude a un hecho relevante en la evolución de la política en el Perú durante el período en cuestión. Sin ninguna duda, fue uno de los quinquenios con mayor turbulencia política de las últimas décadas, y considero que conocerlo permite una mejor comprensión del casi nulo avance de las reformas, claves para conectar las cifras macroeconómicas con el bienestar de todos. En el siguiente capítulo, se analiza con detalle el desempeño económico y social del período. Los capítulos V y VI se refieren al mismo quinquenio y están separados para no alargar ninguno de ellos más allá de lo necesario.

El séptimo capítulo está dedicado al estudio de la COVID-19 y sus impactos sobre la economía y la sociedad. El Perú fue el país con mayor número de fallecidos por millón de habitantes en el mundo y uno de los que experimentó la mayor caída de la economía; más de 210.000 familias enlutadas, 3 millones de nuevos pobres, miles de empleos perdidos y frustración generalizada fueron algunos de los resultados de los impactos de la pandemia. Desde el 16 de marzo de 2020, el Perú vivió 107 días de cuarentena bastante estricta que, quienes la vivimos, recordaremos para siempre.

El libro continúa con el capítulo VIII, dedicado a la llegada de Pedro Castillo a la presidencia y sus primeros meses en el poder; cubre el período entre el 28 de julio de 2021 y el primer trimestre de 2022. «Contradicciones», «incertidumbre», «polarización» e «intolerancia» son términos que pueden definir los inicios de su Gobierno. A estos factores internos hay que sumar la invasión rusa a Ucrania, la cual generó un aumento de los precios, que puso en jaque al Gobierno. Por último, un epílogo cierra con las principales lecciones que deja el período.

El libro no pretende brindar soluciones mágicas, sino busca contar y analizar la historia económica, política y social del período 2011-2022 para resaltar la necesidad de ampliar la mirada de la economía a la política y, por ende, al marco institucional. Así, cada lector contará con más elementos para comprender más y mejor al Perú, y notará que no hay salidas fáciles, como muchos piensan. Si el texto que viene a continuación logra ese objetivo, quedaré más que satisfecho.

Deseo agradecer al Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP) y al comité editorial de la Universidad, pues me brindaron todas las facilidades, paciencia y apoyo para terminar este libro. Dos lectores anónimos permitieron, con sus sugerencias, una notable mejoría de la versión original. Aun así, las ideas expuestas son de responsabilidad exclusiva del autor.

Capítulo I¿Cómo analizar la economía peruana?

I.¿Por qué importa la economía?

Sin ninguna duda, la economía importa para todos, pero ¿cómo importa? Todos los ciudadanos tomamos siempre decisiones. Imagine usted un día común y corriente de su vida. Se levanta, toma desayuno, va al trabajo (si es que lo tiene), regresa a casa luego de una larga jornada, a lo mejor ve alguna película y luego se duerme. Aunque no siempre pensamos en ello, el comportamiento descrito implica un gran número de decisiones. Por ejemplo, ¿a qué hora nos levantamos?, ¿cuánto tiempo después salimos al trabajo?, ¿qué ruta tomamos?, ¿en qué momento cruzamos las calles?, ¿qué hacemos apenas llegamos?, etc.

Cuidamos nuestro empleo, pues es un medio de vida. Nos provee los ingresos que necesitamos para comprar bienes y/o servicios que satisfagan nuestras necesidades. Tomamos decisiones con el objetivo de vivir lo mejor que podamos. Y si lo que entendemos por economía va mal, entonces tememos por nuestro empleo, pues una pérdida de este se asocia con un menor ingreso y, por lo tanto, con un deterioro de nuestra calidad de vida. Nos desesperamos. Eso ocurrió para muchos ciudadanos durante 2020, como resultado de la COVID-19 y las medidas tomadas para enfrentar los contagios.

En consecuencia, tenemos una idea de lo que significa que la economía vaya bien o mal, pues lo sentimos en carne propia. El conductor de un taxi observa que tiene menos clientes o que, si los hay, no están dispuestos a pagar lo que poco tiempo atrás pagaban. El dueño de una pequeña bodega percibe lo mismo. Cuando la economía va mal, todos notamos que solicitan menos nuestros servicios o lo que sea que vendamos.

Solemos evaluar la situación desde nuestra óptica personal; por ejemplo, si nos enteramos de que la entidad en la cual laboramos está en problemas o que sube el precio de algún alimento que consideramos de primera necesidad, lo atribuimos al presidente de turno, al que probablemente dimos nuestro voto poco tiempo atrás. Expresiones como «los alimentos suben de precio y el presidente no hace nada» son comunes entre aquellos que pierden su empleo o no logran acceder a servicios básicos de calidad. Y entonces aparece la expresión «el Gobierno debería…», pues, al igual que en el fútbol, todos creemos que tenemos la solución. En contraste, quienes la pasan bien dirán que no hay problemas y que son exageraciones. Salvo casos excepcionales, no es verdad que a todos les vaya mal ni bien al mismo tiempo.

Algo similar ocurre con los empresarios, sean estos pequeños, medianos o grandes. Pensemos en un pequeño comerciante. Para tomar una decisión de inversión, observa si es que existe demanda (compradores) por lo que quiere producir (sea un bien o un servicio), calcula cuánto le costaría poner el negocio, explora alternativas de financiamiento (¿un banco?, ¿una caja?), etc. Busca siempre la mejor opción. Y aun así puede equivocarse; al igual que un comprador cuando adquiere algo que no necesita, o luego de haberlo hecho, descubre que es inútil. Decidir no implica tener éxito siempre. Los ciudadanos actuamos como compradores y como vendedores; en el primer caso, queremos pagar el menor precio posible, mientras que, en el segundo, por ejemplo cuando pensamos en nuestro sueldo o salario mensual, que también es un precio, esperamos que sea el mayor posible. En cualquiera de los casos descritos, uno de los elementos determinantes en las decisiones es la situación de la economía, la que a su vez depende de diversos factores.

La economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta, con dimensiones políticas, históricas, sociales, culturales, etc. Los ciudadanos no vivimos aislados, sino dentro de una sociedad. Y hay que conocerla lo mejor que se pueda, a pesar de que muchos, con razón, perciban que los grandes números de la economía, como, por ejemplo, el producto interno bruto (PIB), no se relacionan con su propio bienestar. Imagine usted que le comenta a cualquier ciudadano que acaba de leer en internet que el PIB creció más del 3%. ¿Cómo hace para relacionarlo con su vida diaria?

La economía es una ciencia social; esta última se define como «el estudio científico de los factores sociales, culturales, sicológicos, económicos y políticos que guían las acciones de los individuos» (Hunt & Colander, 2006, p. 1) El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española define a las ciencias sociales como «las ciencias que, como la economía, la sociología y la antropología, se ocupan de la actividad humana en la sociedad» (RAE, 2019).

Las ciencias sociales, por lo general, se dividen en antropología, sociología, historia, geografía, economía, ciencias políticas y sicología. El punto clave es que aquellas están interrelacionadas entre sí, y observar un hecho desde una sola nos lleva a una comprensión muy limitada del objeto de estudio. ¿Esto significa que tenemos que ser expertos en todas las ciencias sociales para poder analizar un evento, como un problema político o una caída de la economía? Desde luego que no, pues nadie sería capaz de ello. Sin embargo, eso no quita que sea necesario usar enfoques multidisciplinarios. Ningún estudio es perfecto ni completo, pero, en lo posible, es preferible analizar causas, no solo económicas, para explicar el desenvolvimiento de la economía. Hunt y Colander (2006, p. 5) lo ponen así: «aunque es cierto que ser un buen científico social implica conocer cada uno de sus componentes, lo es también saber cómo se relacionan entre sí».

A manera de ejemplo, algunas preguntas son pertinentes: ¿alguien puede dudar de que, en el período 2010-2022, la política interna, los cambios en la economía mundial y en particular la COVID-19 fueron claves en la explicación del desenvolvimiento económico?

¿Por qué las buenas cifras macroeconómicas, como la evolución del producto interno bruto (PIB o PBI como lo conocemos en Perú) y la estabilidad monetaria, entre otras, no se reflejaron en la calidad de vida de todos los ciudadanos? ¿Por qué los ciudadanos elegimos un presidente, cada cinco años, para luego desilusionarnos muy rápido? ¿Por qué parece que ninguna estrategia económica sirve para elevar el bienestar de todos? Este tipo de preguntas son aquellas que necesitamos abordar, y por ello requerimos de enfoques que vayan más allá de la economía.

II.Una metodología de análisis de una economía

Imaginemos que usted, estimado lector, recibe una propuesta de un empleo en cualquier país del mundo, distinto del Perú. Lo que querrá saber es cómo está ese país en sus diferentes dimensiones, digamos la política, la económica, la institucional, la cultural, etc. Requerimos saber cómo está, pues de la respuesta depende su decisión de aceptar o no el empleo. Es muy fácil decir «bien» o «más o menos», pero es claro que esas respuestas no son suficientes. Por lo tanto, necesitamos un método de análisis que nos permita absolver la interrogante anterior. Además, la mayoría de las respuestas contienen un alto grado de subjetividad, pues cada uno lo ve desde su particular punto de vista, y lo que se requiere es más objetividad. La economía no se puede entender solo desde la economía, pues interactúa con otras dimensiones del entorno. Una alternativa es comenzar por la constitución vigente en el momento en el que se hace el análisis, pues provee el marco general.

Cada cinco años, el 28 de julio, un nuevo presidente asume el mando del Perú. De acuerdo con la constitución vigente (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, 2019), el presidente jura, y asume el cargo, ante el Congreso, el 28 de julio del año en que se realizó la elección (art. 116). En ese acto, presenta su mensaje a la nación, en el que expone la situación del país y las medidas que juzga conveniente implementar. Una de sus primeras tareas es nombrar un primer ministro o presidente del Consejo de Ministros; esta instancia está conformada por todos los ministros de las diversas carteras (en 2022, había 18 ministerios, sin contar la oficina del primer ministro). Dentro de los 30 días de haber asumido la Presidencia del Consejo de Ministros, el primer ministro debe acudir al Congreso a presentar y debatir la política general del Gobierno, y, luego de ello, requiere el voto de confianza de los parlamentarios1.

Una característica de la política peruana es que los ciudadanos estamos acostumbrados a que las autoridades elegidas no apliquen lo que prometieron en campaña. Una cosa es la campaña y otra, el Gobierno. Y esa es la primera fuente de desilusión con los políticos; ocurrió con Humala, PPK y Vizcarra, y antes con Toledo y García. Asumamos ahora que, en contra de la tendencia descrita, el Gobierno implementa medidas consistentes con su propuesta preelectoral. Poco tiempo después, queremos evaluar los efectos de las medidas puestas en marcha. ¿Cómo hacemos la evaluación? ¿Cuáles son los resultados económicos y cómo se miden? ¿Solo dependen de lo que se haga (o no se haga) dentro del país? ¿Qué rol cumplen los factores externos? ¿Y los aspectos políticos, culturales e históricos? ¿Y la calidad de vida de los ciudadanos?

Con estas preguntas en mente, ¿qué y cómo respondería a un ciudadano de otro país si le pregunta «cómo está la economía»? Parece que la respuesta es fácil, pero no lo es. Tendemos a usar ejemplos muy puntuales, por lo general relacionados con algo que nos afecta a nosotros o a un conocido. El problema es que, de ahí, generalizamos, y eso es un error. Y lo cierto es que a todos no nos va igual. La respuesta no será la misma si usted cuenta con un buen empleo que en caso contrario. Tampoco lo será si pertenece a una familia de ingresos altos o a una que vive en condiciones de pobreza.

Una adecuada comprensión del entorno económico requiere del manejo de varios conceptos usados por los economistas. Con la finalidad de proporcionar al lector un marco general, comencemos con una analogía. Si usted tiene un problema de salud y acude al médico, una de las primeras acciones del profesional será tomarle la presión y la temperatura, al margen de la dolencia que tenga y que motivó la visita al especialista. Tanto la presión como la temperatura son indicadores del estado de salud de una persona; sin embargo, tener una buena salud no garantiza un empleo adecuado ni tampoco una alta calidad de vida. Tampoco los buenos resultados económicos garantizan un alto nivel de bienestar de la población. Sobre esta idea, volveremos más adelante.

El estado de salud de una economía también se mide por ciertos indicadores. Por lo general, se usan tres: la evolución del producto interno bruto (PIB), la inflación y las cuentas externas, que se denominan «resultados económicos». En los tres casos, existe una evolución deseable de estos, que puede diferir de lo que efectivamente ocurra con ellos en el momento del análisis.

El desempeño de los tres indicadores mencionados depende de dos fuerzas que interactúan entre sí: la política económica interna de cada país y los choques exógenos. La primera se divide en la política fiscal, que está en manos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), y la política monetaria y cambiaria, cuya responsabilidad recae en el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).

Los choques exógenos se definen como eventos que están fuera del control de los diseñadores de la política económica, pero que influyen en los resultados económicos (véase la figura 1). Ejemplos de estos últimos para una economía como la peruana son el fenómeno de El Niño, la variación de los precios internacionales de las materias primas, los impactos de las crisis financieras externas, la COVID-19 y el desempeño de la economía mundial, entre otros. Cuánto más cerrada sea una economía, mayor relevancia tendrá la política económica interna, pero en la realidad de las primeras décadas del siglo XXI, salvo excepciones como Corea del Norte, existen altos grados de interconexión entre las diversas economías del mundo.

La creciente interdependencia de las economías en un mundo cada vez más globalizado ha llevado a que los choques exógenos (positivos o negativos) adquieran particular relevancia, sin que ello signifique dejar de lado un manejo adecuado de las políticas económicas internas. Lo cierto es que el margen de maniobra interno es cada vez menor, pues los impactos de lo que ocurre en el exterior desestabilizan a las economías en tal magnitud que obligan a implementar medidas que de otro modo no hubieran tenido que ponerse en marcha. Esa es una de las razones por las que la solidez macroeconómica de un país no es suficiente, pues, a pesar de ella, ante un evento exógeno, como podría ser el fenómeno de El Niño de 2017 o la COVID-19, el resultado es un deterioro de la economía.

Toda estrategia económica tiene como fin último elevar el bienestar (resultados sociales) de los habitantes de un país. La conexión entre los tres indicadores y el bienestar se da a través de mejoras en diferentes aspectos relacionados con la vida diaria, como, por ejemplo, la evolución del empleo adecuado, los programas sociales, el acceso a servicios básicos de calidad para todos (educación y salud), una adecuada seguridad ciudadana, un tráfico más fluido, etc. La evidencia empírica muestra que se requiere hacer reformas para lograrlo. Los ciudadanos evalúan la gestión presidencial a partir de aquellos factores que determinan su vida diaria. No lo hacen usando el PIB o la inflación, sino a partir de los resultados sociales y los determinantes de lo que entienden como calidad de vida.

Por lo tanto, la necesidad de mantener un crecimiento económico alto y estable, una inflación baja y unas cuentas externas en equilibrio (o, por lo menos, cercanas a él) no es un fin en sí mismo, sino un medio que puede servir para lograr aumentos sostenidos en los niveles de bienestar. La figura 1 ilustra las conexiones descritas.

Figura 1

La comprensión de este marco general permite tener una visión de lo que ocurre dentro de una economía en algún momento del tiempo, sin dejar de lado que la economía no evoluciona en el vacío, sino que también depende de aspectos institucionales, políticos, históricos, geográficos, culturales y externos. De hecho, dentro del entorno económico existe un número mayor de indicadores de los resultados económicos; no obstante, con los mencionados es posible responder la pregunta «¿cómo está la economía?».

En resumen, el PIB, la inflación y las cuentas externas son los resultados económicos, determinados por la política económica interna (fiscal, monetaria y cambiaria) y los choques exógenos. ¿Para qué sirven? Por su eventual impacto sobre el bienestar (resultados sociales) a través de las mejoras en el empleo, el acceso a servicios básicos de calidad y los programas sociales, entre otros. Nótese que una economía puede lograr adecuados resultados económicos sin que estos impacten sobre la calidad de vida, pues los conectores no se activan. La convivencia entre una bonanza macroeconómica y un malestar microeconómico parece una marca registrada en el Perú. La conexión entre ambos depende, en gran medida, de voluntad política, conocimiento técnico, mejoras institucionales, reformas de los sistemas de salud y educación, entre otros. Otro factor determinante es el capital social, entendido como la confianza que los ciudadanos tienen entre ellos mismos y con sus gobernantes.

III.¿Cómo usar el PIB? Una aplicación

El PIB mide el valor de los bienes y servicios finales producidos dentro de una economía en un período de tiempo y es el indicador más usado para determinar cómo va una economía. Cuando la producción de una economía aumenta de un período a otro, se denomina «crecimiento económico». Crecer es producir más; por ejemplo, en 2019, la economía peruana creció un 2,2%, lo que significó que en 2019 se produjo un 2,2% más que en 2018.

Veamos el uso del PIB como indicador de la evolución de una economía, a través de un ejemplo. La tabla I.1 presenta la evolución del PIB por el lado de la oferta (sectores productivos) en variaciones porcentuales respecto al año previo (la información se presenta para años pares). La utilidad de la tabla I.1 radica por lo menos en dos razones: en primer lugar, puede observarse la tendencia de la evolución anual del PIB comparada, en todo momento, con el año previo. En segundo lugar, permite determinar qué sectores fueron la locomotora de la economía; la cifra global (última fila) es un promedio del comportamiento de los distintos sectores.

Tabla I.1Perú: PIB por sectores productivos, 2010-2020(Variaciones porcentuales respecto al año anterior)

2010

2012

2014

2016

2018

2020

Promedio sin 2020

Promedio con 2020

2021

Agropecuario

4,3

5,9

1,6

2,7

7,8

1,3

3,8

3,3

3,8

Pesca

-19,6

-39,2

-27,9

-10,1

-47,7

2,1

3,0

2,9

2,8

Minería e hidrocarburos

-2,7

2,5

-2,2

21,2

-1,7

-13,2

3,6

2,1

7,4

Manufactura

10,8

2,5

-3,6

-1,4

5,9

-13,4

2,4

1,0

17,8

Electricidad y agua

8,1

5,8

4,9

7,3

4,4

-6,1

5,5

4,4

8,5

Construcción

17,8

15,8

1,9

-3,2

5,3

-13,9

4,8

3,1

34,5

Comercio

12,5

7,2

4,4

1,8

2,6

-16,0

5,1

3,2

17,8

Otros servicios

8,8

7,0

5,1

4,1

4,4

-9,6

5,4

4,0

11,8

PIB

8,5

6,0

2,4

4,0

4,0

-11,1

4,5

3,1

13,3

Fuentes: BCRP (2020a, p. 192; 2021d, p. 75; 2022c, p. 92).

Una lectura de la tabla I.1 nos lleva a las siguientes conclusiones:

•La economía peruana creció en todos los años entre 2010 y 2019, a un promedio de un 4,5% anual. Si analizamos solo el período comprendido entre 2014 y 2019, la economía creció, como promedio anual, solo un 3%. El colapso del 11,1% en 2020 fue originado por las medidas tomadas para contener los contagios de la COVID-19. Para encontrar una cifra similar, hay que retroceder a 1989, cuando la caída fue del 12,3% (véase la última fila).

•La cifra de 2020 distorsiona el promedio de todo el período, debido a la profunda caída de todos los sectores, a excepción de agropecuario y pesca. Por esa razón, se presentan dos promedios: uno que incluye a 2020 y otro que no lo hace.

•Los sectores que más crecieron entre 2010 y 2019 fueron electricidad y agua (5,5%), servicios (5,4 %) y comercio (5,1%).

•El crecimiento fue errático, y ello hizo más difícil la toma de decisiones empresariales. Los extremos fueron 2010 (8,5%) y 2020 (-11,1%).

¿Cómo se explican los resultados anteriores? Veamos el PIB por el lado de la demanda, información que se presenta en la tabla I.2. El análisis responde la siguiente pregunta: ¿quién compra lo producido? En principio, existen dos opciones no excluyentes: vender en el mercado interno (demanda interna) y/o en el externo (demanda externa o exportaciones). A su vez, la demanda interna está dividida en cuatro componentes: consumo público, consumo privado, inversión pública e inversión privada. De esta manera, el PIB aumenta, o disminuye, en función de los cambios ocurridos en alguno(s) de los cinco componentes mencionados, que también pueden entenderse como los motores de la economía2.

Tabla I.2Perú: PIB por tipo de gasto(Variaciones porcentuales respecto al mismo período del año anterior)

2010

2012

2014

2016

2018

2020

Promedio sin 2020

Promedio con 2020

2021

Demanda interna

14,9

7,3

2,2

1,1

4,2

-9,8

5,1

3,8

14,4

a.Consumo privado

9,1

7,4

3,9

3,7

3,8

-8,7

5,1

3,8

11,7

b.Consumo público

5,6

8,1

6,0

-0,4

0,1

7,5

4,3

5,8

10,6

c.Inversión privada

25,8

15,6

-2,2

-5,4

4,5

-17,2

5,6

3,5

37,4

d.Inversión pública

14,9

19,5

-2,7

0,3

5,6

-17,7

2,7

0,9

24,9

Demanda externa (exportaciones)

1,3

6,5

-0,8

9,1

2,4

-20,0

3,7

1,5

13,7

Importaciones

25,9

11,4

-1,3

-2,3

3,2

-15,6

6,0

4,0

18,6

PIB

8,5

6,0

2,4

4,0

4,0

-11,1

4,5

3,1

13,3

Fuentes: BCRP (2020a, p. 202; 2021b, p. 6; 2022c, p. 94).

La tabla I.2 permite extraer las siguientes conclusiones:

•Sin tomar en cuenta 2020, el motor que más creció, como promedio anual, fue la inversión privada (5,6%), seguido por el consumo privado (5,1%).

•Durante el período 2014-2019, la inversión privada, como promedio anual, cayó un 2,9% anual. El resultado fue un lento crecimiento económico, que ascendió al 3% anual. Las cifras muestran que las tasas de variación porcentual de la inversión determinan el ritmo de crecimiento económico.

Pero ¿cómo explicar el comportamiento tanto de la demanda interna como de la externa? Si bien es cierto que existen múltiples factores, sin ninguna duda, la evolución de la economía mundial fue determinante. A manera de referencia, y con fines metodológicos, se presenta en la tabla I.3 lo ocurrido con la economía mundial entre 2012 y 2020.

Tabla I.3Evolución del PIB mundial(Variaciones porcentuales)

Promedio 2002-2011

2012

2014

2016

2018

2020

Promedio sin 2020

2021

Producto mundial (PIB mundial)

4,1

3,5

3,5

3,3

3,5

-3,1

3,4

6,1

1.Economías avanzadas (39)

1,7

1,2

2,1

1,8

2,2

-4,5

1,9

5,2

Estados Unidos

1,8

2,2

2,5

1,7

3,0

-3,4

2,4

5,7

Eurozona (17)

1,1

-0,9

1,4

1,9

1,8

-6,3

1,2

5,3

Japón

0,6

1,5

0,4

0,5

0,3

-4,6

1,1

1,6

2.Economías emergentes (153)

6,5

5,4

4,7

4,5

4,5

-2,1

4,6

6,8

China

10,7

7,9

7,3

6,8

6,7

2,3

7,0

8,1

India

7,7

5,5

7,4

8,3

6,1

-7,3

6,6

8,9

América Latina

3,6

2,9

1,3

-0,6

1,1

-7,0

1,2

6,8

Fuentes: FMI (2020b, pp. 141 y 145; 2021b, pp. 5-7; 2022b, pp. 137 y 141).

En 2020, las 40 economías avanzadas fueron responsables del 42,4% de la producción mundial (en 2010 representaban el 52,1%), mientras que las 156 economías emergentes y en desarrollo explicaron el 57,6%. Estados Unidos produjo el 15,8% del PIB mundial, mientras que la eurozona, el 12,1% del total, y Japón, el 4,0%3. Por el lado de las economías emergentes, China fue la economía más grande del mundo, pues explicó el 18,3% del PIB global, mientras que América Latina solo alcanzó el 7,3%. Entre 2003 y 2007, el volumen del comercio mundial creció a un ritmo promedio anual del 8%, mientras que, entre 2013 y 2019, solo lo hizo al 2,8% anual. En 2020, como consecuencia de las medidas tomadas para contener la pandemia, disminuyó en un 3,5% (FMI, 2021b, tabla A, p. 88).

En la tabla I.3, la menor demanda interna se explica por la retracción de los inversionistas ante los resultados de la economía mundial. La reducción en la demanda externa se deriva de la contracción en el comercio mundial. De esta manera, el entorno económico interno es explicado por la evolución de la economía mundial y no solo de la política económica interna. El ejemplo presentado, con datos de la realidad, sirve para mostrar el uso del PIB como indicador de la evolución de una economía, desde dentro y hacia fuera.

IV.Perú: una visión general del período 2011-2022

Varios hechos marcaron la evolución de la economía peruana y del bienestar social, durante la segunda década del siglo XXI. En primer lugar, el fin del superciclo de altos precios de los metales, que caracterizó al período 2003-2011, asociado a la evolución de la economía china. En segundo lugar, y en particular entre 2016 y 2021, la turbulencia política, que generó altos niveles de incertidumbre. El Perú tuvo cuatro presidentes en el mencionado período. Los choques entre el Legislativo y el Ejecutivo y el destape del caso Lava Jato, asociado a los negocios ilícitos de la empresa brasileña Odebrecht, originaron que los últimos presidentes elegidos en votación popular y una gran cantidad de funcionarios públicos de alto nivel fueran acusados de actos de corrupción. En tercer lugar, los impactos humanos, económicos y sociales de la COVID-19, visibles desde marzo de 2020 y todavía existentes en 2022.

¿Cómo podemos explicarlos? ¿Son parte de la normalidad en el Perú? ¿Cómo podemos analizar la evolución de la economía peruana?

Cualquier intento de hacerlo debe incluir, por lo menos, a la política. La idea es construir una línea de tiempo en la que colocaremos los hechos no solo económicos, sino también políticos, institucionales y externos, que en su momento condicionaron lo que ocurrió y lo que pasaría después. Para entender el hoy, debemos poner un pie en el ayer, pues en la sociedad peruana existen problemas estructurales no resueltos que tienen una larga historia; varios de ellos se remontan a varios siglos antes de la independencia de 1821.

La primera tarea en la construcción de una línea de tiempo es establecer el punto de partida. La sugerencia es comenzar por un año en el que la economía y/o la política experimentaron un cambio brusco, sin importar si los efectos posteriores fueron positivos o negativos. Dos años surgen como candidatos: 1968, con el golpe de Estado del Gral. Juan Velasco Alvarado, y 1990, con la llegada al poder de Alberto Fujimori. En ambos casos, el Perú experimentó un quiebre. En el primero, se estableció una dictadura militar que, en lo económico, tenía una visión radical y llevó a un aumento, a niveles pocas veces visto, de la intervención del Estado en la economía. La reforma agraria; la creación y proliferación de empresas públicas; los controles de precios, incluidos el tipo de cambio, la tasa de interés y los bienes, así llamados, «de primera necesidad»; los bancos estatales de fomento; el control de los medios de comunicación; la suspensión de la libertad de expresión, entre otros cambios profundos, condicionaron el período 1968-1975 y, por ende, lo que vino luego.

En 1990, Alberto Fujimori llegó al poder y ocurrió otro cambio brusco, pero de signo opuesto al de 1968. Desde inicios de la década de 1990, se desmanteló la estrategia económica puesta en marcha por la dictadura militar de Velasco. La adherencia al libre mercado y la apertura hacia el mundo determinaron las décadas siguientes. El Estado asumiría un nuevo rol, como regulador y no como productor de bienes y servicios. Por un lado, penalizaría el abuso de la posición de dominio en el mercado de los monopolios o de grupos de empresas y, por otro, brindaría igualdad de oportunidades a todos. La nueva constitución de 1993 mantenía el concepto de economía social de mercado, aparecido en la de 1979. En el campo político, llegó al poder un independiente, en el sentido de que no pertenecía a ningún partido político existente en la década de 1980. Los años 1968 y 1990 representaron cambios bruscos, tanto en lo económico como en lo político.

¿Cuál es el criterio para escoger uno de los dos años como punto de partida en nuestra línea de tiempo? Recordemos que lo que buscamos analizar es cómo se encuentra la economía en el momento de hacer el estudio. Por lo tanto, los cambios ocurridos en ese año deben tener impactos sobre la actualidad (no importa en qué año se encuentre usted leyendo este libro). Dos razones inclinan la balanza hacia 1990 como punto de partida. En primer lugar, durante el período 2011-2022, el Perú estuvo dividido entre fujimoristas y antifujimoristas, no entre pro- y antivelasquistas; tanto es así que, en las elecciones generales de 2011, 2016 y 2021, el antifujimorismo inclinó la balanza hacia Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Pedro Castillo, respectivamente. En segundo lugar, la economía basada en el libre mercado y la apertura al mundo, se mantuvo a lo largo del período 2010-2021, incluso con el Gobierno de Pedro Castillo, a pesar de los intentos frustrados de Perú Libre de convocar a una asamblea constituyente. Aclaro que no existe una respuesta correcta. Un lector puede preferir otro año como punto de partida, pero con una condición: que la elección del año de partida no se haga por algún sesgo (a favor o en contra), pues se trata de minimizar la subjetividad.

Entonces, comenzamos con 1990. Dicho esto, ¿qué explicó la llegada al poder de Alberto Fujimori? La literatura al respecto es extensa. Basta con decir que durante la década de 1980 se combinaron dos problemas en el Perú: una crisis económica de proporciones y un avance incontenible del terrorismo. En la percepción de los votantes de esa época, los culpables habían sido los partidos políticos que gobernaron el país durante esa década, sea porque no supieron enfrentar los problemas, en caso hayan sido heredados, o porque los causaron. Puede ser criticable esta percepción, pues factores externos también determinaron el inicio de los problemas económicos. Sin embargo, para fines políticos importa más la percepción de los ciudadanos, pues esa idea fue asumida como la realidad. Entre 1980 y 1985, gobernó Fernando Belaúnde de Acción Popular (AP) en coalición con el Partido Popular Cristiano (PPC). En el segundo quinquenio de la década, gobernó Alan García, del Partido Aprista Peruano (PAP). El resultado de la década fue una hiperinflación combinada con una profunda recesión (la coincidencia de ambos se conoce como estanflación), la peor desde los años posteriores a la Guerra del Pacífico, en el siglo XIX. Entonces, los ciudadanos buscaron alternativas y se inclinaron por los independientes, con el consiguiente abandono de los partidos políticos de la década de 1980.

Alberto Fujimori (Cambio 90) derrotó a Mario Vargas Llosa (Frente Democrático). El Perú giraba hacia un candidato casi desconocido en ese momento. La primera tarea del nuevo Gobierno era estabilizar la economía, lo que significaba derrotar a la hiperinflación o, para usar otra expresión, «poner la casa en orden». Ello pasó por implementar un programa de choque, que en la práctica implicaba que el Estado dejara de controlar y fijar los precios, de modo que pasaran a ser determinados por el libre mercado, y, en paralelo, independizar del Poder Ejecutivo al banco central, con el objetivo de recuperar el control de la cantidad de dinero en circulación. Durante los 30 años previos, el BCRP había financiado, de alguna manera u otra, los recurrentes déficits fiscales (exceso de gastos sobre ingresos públicos). Por esa razón, la inflación mostró una tendencia creciente desde la década de 1960, hasta que alcanzó su punto más alto en el bienio 1988-1989.

Tras ello, la tarea era implementar un conjunto de reformas estructurales, definidas como cambios profundos en el funcionamiento de la economía. Dos roles para el nuevo Estado: primero, de productor de bienes y servicios a redistribuidor, con la meta de igualar oportunidades; y, segundo, regulador de la actividad privada. Los nuevos motores de la economía pasaron a ser la inversión privada, nacional y extranjera, y las exportaciones, en un contexto de libre mercado y apertura al mundo. Cabe mencionar que la mayoría de las reformas económicas se implementaron en un contexto político en el que el Congreso había sido disuelto (abril de 1992), medida que fue aprobada por la mayoría de los ciudadanos.

La economía comenzó a crecer en 1993, y ello generó los recursos para que el Estado implementara programas sociales, varios de ellos asistencialistas. En 1995, Fujimori fue reelecto al derrotar a Javier Pérez de Cuéllar, del frente político Unión por el Perú (UPP), en primera vuelta. Aquí un apunte. Fujimori pudo postular en 1995 porque en 1993 se promulgó una nueva constitución política que, aprobada luego en un referéndum, permitía la reelección. Quedaba claro que era su segundo y último período.

Entre 1997 y 2001, las economías emergentes atravesaron por un período de turbulencia financiera4. La secuencia comenzó con una crisis financiera en Asia oriental, que afectó en mayor magnitud a los siguientes países: Tailandia, Corea del Sur, Indonesia, Malasia y Filipinas. Siguieron Rusia en 1998, Brasil en 1999 y Argentina en 2000, entre otros países5. Ello determinó una salida de dólares en busca de lugares más seguros. Los destinos fueron las economías avanzadas: Estados Unidos y Europa.

Por esa razón, se generó un boom crediticio, tanto en Europa como en los Estados Unidos. Ambas economías aumentaron su gasto con los dólares provenientes de las economías emergentes. Ello devino en distintas burbujas inmobiliarias, y, en general, el mayor gasto aumentó la demanda por bienes producidos en China, que, así, experimentó un auge de crecimiento económico durante la primera década del siglo XXI. Para producir más, necesitaba más materias primas, que fueron suministradas por América del Sur, entre otras zonas del mundo. Así, la mayor demanda por materias primas creó otra etapa de crecimiento en el Perú, abastecedor de metales a China.

Durante los gobiernos de Toledo (2001-2006) y García (2006-2011), la economía peruana experimentó un auge de crecimiento debido a la mayor demanda china, la disciplina macroeconómica interna (estabilidad monetaria, manejo responsable de las finanzas públicas, etc.) y, en general, una mejora en la economía mundial. Sin embargo, un ciclo de crecimiento basado en el impulso externo no es sostenible. En 2008, estalló la primera crisis financiera mundial del siglo XXI, que determinó una recesión sincronizada de la economía mundial en 2009. El Perú se recuperó en 2010 gracias a la demanda china. Quedaba claro que, si bien la economía peruana dependía de la mundial, la relación era más directa con China. El nexo era la demanda por metales.

Es a partir de 2013 que comienza la desaceleración económica mundial. El determinante fue el enfriamiento de la economía china, que redujo sus tasas de crecimiento del 11% en promedio para la primera década del siglo a solo un 6% en la segunda. El Perú siguió la misma trayectoria. Otra vez quedaba claro que la estabilidad macroeconómica era una condición necesaria pero no suficiente para crecer de manera sostenible. Sin el impulso externo, volvíamos a tasas mediocres de crecimiento. Si a esto agregamos los escándalos de corrupción relacionados con la empresa Odebrecht a partir de 2016, la posibilidad de implementar reformas profundas en aquellas áreas que conecten la fortaleza macroeconómica con el bienestar microeconómico, salió del ámbito de lo posible. Y, en esas frágiles condiciones, ocurrió la pandemia.

Una visión general de algunas variables económicas del período 2010-2020 puede verse en la tabla I.4.

Tabla I.4Producto interno bruto(En millones de soles a precios de 2007; las exportaciones, importaciones y balanza comercial están expresadas en millones de dólares)

Año

PIB

Población

PIB por habitante

Inflación

Exportaciones de bienes

Importaciones de bienes

Balanza comercial

2010

382.081

28.693

13.316

2,1

35.803

28.815

6.988

2011

406.256

28.906

14.055

4,7

46.376

37.152

9.224

2012

431.199

29.113

14.811

2,6

47.411

41.018

6.393

2013

456.435

29.341

15.556

2,9

42.861

42.356

504

2014

467.308

29.616

15.779

3,2

39.533

41.042

-1.509

2015

482.506

29.964

16.103

4,4

34.414

37.331

-2.916

2016

501.581

30.423

16.487

3,2

37.082

35.128

1.953

2017

514.215

30.974

16.602

1,4

45.422

38.722

1.953

2018

534.665

31.562

16.940

2,2

49.066

41.870

7.197

2019

546.161

32.131

16.998

1,9

47.688

41.074

6.614

2020

485.474

32.626

14.880

2,0

41.413

34.663

7.750

2021

551.284

33.035

16.688

6,4

63.151

48.317

14.833

Fuentes: BCRP (2021, p. 216; 2022d, p.224).

En primer lugar, la economía creció entre 2010 y 2019 en un 42,95%, mientras que el PIB por habitante lo hizo en un 27,7%. Durante el período 2000-2009, las cifras fueron 58,7% y 41,5%. Los datos reflejan la desaceleración de la segunda década del siglo XXI comparada con la primera. En segundo lugar, la estabilidad monetaria destaca como una fortaleza. Entre 2000 y 2009, el promedio anual de inflación fue del 2,45%, mientras que entre 2010 y 2019 alcanzó el 2,84%, ambas cifras dentro de la meta del BCR (entre el 1 y el 3% anual). En tercer lugar, las exportaciones crecieron entre 2010 y 2013, disminuyeron hasta 2015 (un 27% menos que en 2012), para luego volver a aumentar hasta 2019. Algo ocurrió en esos años que explica la reducción. Tanto es así que la balanza comercial fue negativa entre 2014 y 2015. En quinto lugar, durante el gobierno de Ollanta Humala (2011-2016), el PIB por habitante aumentó en un 17,30%, mientras que en el período 2016-2019 lo hizo en un 3,09%. En quinto lugar, la pandemia originó un frenazo económico. Una de sus manifestaciones fue la reducción del PIB por habitante de, más o menos, 10 años. Con ello, aumentaron el empleo precario y la pobreza y disminuyó la recaudación tributaria. La pandemia desnudó problemas estructurales, como la incapacidad histórica del Estado de proveer de servicios básicos de calidad para todos, la debilidad institucional, etc.

V.Fortalezas: la estabilidad macroeconómica

No todo es negativo en la economía peruana. Veamos lo positivo y lo negativo. La lista no es exhaustiva ni completa. El lector podrá agregar distintos elementos a ambos campos; por ejemplo, la heterogeneidad regional, la forma como la economía se encuentra integrada al mundo (capítulo II), la desigualdad de ingresos y de oportunidades, y los problemas políticos (capítulo III), etc.

Cualquier observador de los grandes números de la economía peruana, como la inflación (estabilidad monetaria), la disciplina fiscal y el nivel de deuda pública, entre otros, concluirá, sin ninguna duda, que representan una fortaleza del país. Este no es un tema menor. La solidez macroeconómica es el equivalente a los cimientos de una casa. Sin ellos es imposible construirla, pero, al mismo tiempo, su existencia no garantiza que la casa se construya. Por lo tanto, es una condición necesaria, pero no suficiente.

El logro de la solidez macroeconómica fue un proceso que ocurrió luego del caos macroeconómico de la década de 1980. La estabilización, la adherencia de la economía al libre mercado, la apertura tanto comercial como financiera al mundo y, en general, las reformas estructurales transformaron el funcionamiento de la economía, que de ahí en adelante priorizó el mercado y redefinió el rol del Estado. La independencia del banco central fue la herramienta clave para disminuir y controlar la inflación. Antes de la década de 1990, el Estado producía bienes y servicios, controlaba precios, incluidos el tipo de cambio y la tasa de interés, y proliferaban las empresas públicas. Con las reformas, el Estado pasó a ser un regulador de la actividad privada, y las tareas productivas, con excepciones, como el agua potable, quedaron en manos del sector privado. El segundo rol del Estado era el de redistribución, de modo que, con los impuestos recibidos, asegurara servicios de calidad en educación, salud, infraestructura, entre otros, para igualar oportunidades.

Ese esquema, casi sin cambios, se mantuvo durante el período 2011-2022. Veamos tres señales de la solidez macroeconómica de la economía peruana.

A.Estabilidad monetaria: la política monetaria

La inflación es la tasa porcentual de aumento en el nivel de precios. Dos aclaraciones son pertinentes: en primer lugar, no es igual a precios altos, sino a la variación en estos; en segundo lugar, bajar la inflación no significa que los precios bajen, sino que suban menos. La autoridad monetaria, responsable del control de la inflación, es el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), mientras que el que la calcula es el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).

La Constitución Política del Perú (1993), en el capítulo V, denominado «De la moneda y la banca», especifica que el BCRP es autónomo dentro del marco de su Ley Orgánica (1993) y, por lo tanto, independiente del Gobierno elegido. Ser autónomo significa que solo se rige por su propia ley orgánica, con el objetivo de cumplir el mandato constitucional: preservar la estabilidad monetaria6. La Ley Orgánica establece, en su capítulo segundo, lo que no puede hacer el BCRP: en primer lugar, financiar un aumento del gasto público; esto significa que, si el MEF desea aumentar su gasto, deberá obtenerlo de sus ingresos y/o de deuda pública; en segundo lugar, financiar instituciones estatales de fomento, como, por ejemplo, un banco minero o uno agrario; en tercer lugar, usar fondos para promover alguna actividad económica específica; en cuarto lugar, establecer sistemas de tipos de cambio múltiples7. Las prohibiciones permiten que el BCR se concentre en su objetivo único: preservar la estabilidad monetaria, establecido también en el artículo 2 de su Ley Orgánica8.

La Ley Orgánica determina las cuatro funciones del BCRP: regular la cantidad de dinero, administrar las reservas internacionales, emitir billetes y monedas, e informar con periodicidad sobre el estado de las finanzas nacionales9. Así, el BCRP es el responsable de implementar la política monetaria, que tiene como objetivo único preservar la estabilidad monetaria; puede ser expansiva, si aumenta la cantidad de dinero en circulación, y restrictiva o contractiva, en caso contrario.

El banco central diseña la política monetaria dentro de un esquema de metas explícitas de inflación (inflation targeting), a través del cual establece una inflación meta anual de 2% +/- 1%, que es conocida por todos los agentes económicos. La inflación promedio anual entre 2010 y 2019 fue del 2,85%, mientras que la de 2020 alcanzó el 1,97%, dentro del rango establecido por el banco central. En 2021, por razones externas, la inflación nacional fue del 6,99%, como se verá en el capítulo VII.

Más allá de los detalles, desde el punto de vista del análisis del entorno económico, la pregunta es la siguiente: ¿por qué es importante la estabilidad monetaria? Por las siguientes razones:

Cuando las empresas buscan un nicho de mercado para ampliar sus actividades, ¿qué observan? Que exista una demanda potencial o escasez del bien o servicio en cuestión. La escasez se expresa en ligeros aumentos del precio, que se convierten en la señal recibida por la empresa. Nadie invertiría en un nicho del mercado en el que los precios experimenten una tendencia a la reducción, conocida como deflación. Sin embargo, en caso exista inflación, «la señal se nubla» y no es posible saber si el aumento en el precio se debe a la inflación (en cuyo caso no habría que emprender la actividad) o a la escasez (caso en el cual sí habría que iniciar el negocio). La decisión usual ante la disyuntiva e incertidumbre es no invertir.

•La inflación distrae recursos que son asignados a otras actividades, como la especulación.

•Disminuye el poder adquisitivo, afectando en mayor medida a los segmentos de bajos ingresos.

•Atenta contra la marcha económica del país, pues no permite que la moneda cumpla con sus funciones: depósito de valor, unidad de cuenta y medio de cambio. A medida que aumenta la inflación, la moneda nacional pierde poder de compra y, de manera gradual, es reemplazada por otra. En el caso peruano de la década de 1980, el dólar reemplazó al inti, la unidad monetaria de esa época. Mientras que el inti perdía valor por el aumento de precios, el dólar subía, por lo que se mantenía.

La evolución de la inflación en el Perú ha sido consistente con la meta. La inflación promedio anual en el período 2010-2019 fue del 2,85% anual. La estabilidad monetaria es una fortaleza de la economía peruana.

B.El manejo del tipo de cambio: la política cambiaria

Una segunda señal de solidez macroeconómica es la estabilidad del tipo de cambio. La política cambiaria es una parte de la política económica y está a cargo del BCRP, que determina el sistema cambiario, definido como una manera de determinar el tipo de cambio (número de soles por dólar o precio del dólar)10. En el Perú, se utiliza el sistema cambiario de flotación administrada o sucia, que tiene dos características: por un lado, el tipo de cambio se determina por el libre mercado y, por otro, el BCRP interviene para evitar fluctuaciones bruscas11. El BCRP no tiene una meta cambiaria, sino que evita aumentos o caídas bruscas del tipo de cambio (reduce la volatilidad); para ello, actúa del siguiente modo:

Si considera que el tipo de cambio experimenta un aumento brusco, entonces vende dólares y, con ello, retira soles. Como no emite dólares, los obtiene de las reservas. Esta situación tiende a ocurrir ante una salida de capitales o una reducción de las exportaciones debido a una recesión en el exterior y/o una caída en el precio de las materias primas. Ambas disminuyen la cantidad de dólares en circulación, y la escasez eleva el tipo de cambio.

A la inversa, si determina que el tipo de cambio experimenta una disminución brusca, entonces compra dólares, que pasan a ser parte de las reservas, y lo hace a través de la inyección de soles. La situación es típica de un período de un fuerte ingreso de dólares a la economía, sea por mayores inversiones extranjeras, mayores exportaciones, etc. La abundancia de dólares disminuye el tipo de cambio, como ocurrió en el Perú entre 2002 y 2012 (a excepción del período comprendido entre el cuarto trimestre de 2008 y el primero de 2009, debido a la primera crisis financiera internacional del siglo XXI).

Una de las funciones del BCRP es la administración de las reservas internacionales. ¿Qué son y de dónde las obtiene? Las reservas internacionales netas (RIN) son la liquidez que tiene el BCRP, que puede ser usada para cumplir con dos objetivos: en primer lugar, sirve para enfrentar los efectos de choques externos adversos sobre el precio del dólar, como, por ejemplo, la crisis financiera internacional que estalló en 2008 y la incertidumbre política del segundo semestre de 2021. Ante la salida de capitales, la escasez de dólares elevó el tipo de cambio; entonces, el BCRP vendió dólares y disminuyó las reservas para evitar el aumento brusco. En segundo lugar, el BCRP puede actuar como prestamista de última instancia acudiendo al rescate de bancos que atraviesan por una coyuntura de iliquidez12.