Perú: desarrollo, naturaleza y urgencias - Máximo Vega-Centeno - E-Book

Perú: desarrollo, naturaleza y urgencias E-Book

Máximo Vega Centeno

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Beschreibung

Perú: desarrollo, naturaleza y urgencias se divide en dos partes. La primera estudia los fenómenos geológicos, atmosféricos e hidrológicos de la naturaleza, y su observación permanente y mejorada por parte de las poblaciones humanas, con el objetivo de aproximar al lector a la idea fundamental del desarrollo; esto es, la creación de condiciones, instituciones e infraestructura que permitan resolver problemas reales con carácter definitivo o generador de dinámicas favorables. La segunda parte revisa el aporte de las disciplinas que conceptualizan y elaboran políticas para promover el desarrollo, como la teoría económica, y sostiene que, aunque estas abren nuevas posibilidades, aún presentan serias dificultades teóricas y empíricas.

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Máximo Vega-Centeno es doctor en Economía por la Universidad Católica de Lovaina, magíster en Urbanismo y Acondicionamiento del Territorio por la misma universidad e ingeniero civil por la Universidad Nacional de Ingeniería. Vinculado desde 1964 con la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), actualmente dicta el curso Deontología, Ética y Economía y el de Ética del Arquitecto, como profesor emérito. Ha ejercido la docencia en las áreas de econometría, teoría del crecimiento, teoría del desarrollo y, más recientemente, ética en economía y arquitectura. Ha incursionado también en las condiciones y efectos de fenómenos naturales como sismos, inundaciones o sequías; pero su preocupación mayor y permanente ha sido el desarrollo, cuya comprensión y logros han orientado sus diversos trabajos. Ha sido jefe del departamento de Economía de la PUCP y decano de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Escuela de Posgrado, en diversos periodos. Asimismo, ha sido un activo participante en la Asamblea Universitaria, de la que formó parte como representante de los profesores principales durante quince años.

Entre sus publicaciones destacan los libros Ética y deontología. La universidad, la ética profesional y el desarrollo (2017); Del desarrollo esquivo al desarrollo sostenible. Ensayos sobre la innovación, el desarrollo, el crecimiento y la sostenibilidad (2015); Ética personal y profesional: la economía y los economistas (2007); El desarrollo esquivo. Intentos y logros parciales de transformación económica y tecnológica en el Perú(1970-2000) (2003) y Desarrollo económico y desarrollo tecnológico (1993).

Máximo Vega-Centeno

Perú: desarrollo, naturaleza y urgencias

Una mirada desde la economía y el desarrollo humano

Perú: desarrollo, naturaleza y urgenciasUna mirada desde la economía y el desarrollo humano© Máximo Vega-Centeno, 2023

© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2023Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú[email protected]

Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP

Primera edición digital: noviembre de 2023

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2023-10594e-ISBN: 978-612-317-907-6

Índice

Introducción

Primera parte. Ocupación y uso de la naturaleza. Beneficios, riesgos y vulnerabilidad de los establecimientos humanos

Capítulo 1. Características del territorio del Perú y de su poblamiento

1.1. Características del territorio en el Perú

1.2. La población y la ocupación del territorio

Capítulo 2. Los fenómenos naturales, las amenazas y los riesgos

2.1. Las amenazas y los riesgos de origen atmosférico e hidrológico

2.2. Los fenómenos de origen geológico

2.3. Los fenómenos de origen antrópico

2.4. Los fenómenos de origen biológico y sanitario

Capítulo 3. La vulnerabilidad, las comunidades humanas y la institucionalidad

Capítulo 4. La emergencia, la reconstrucción y el desarrollo

4.1. La aspiración y los requerimientos del desarrollo

4.2. Algunos aspectos concretos e inmediatos de la dinámica del desarrollo y las opciones de reconstrucción

4.3. Algunos problemas propios y desafíos de la reconstrucción

Segunda parte. El desarrollo. Una revisión de enfoques, conceptos y finalidades

Capítulo 5. La sostenibilidad y el desarrollo humano

Capítulo 6. El desarrollo humano y el enfoque de las capacidades

Conclusión

Anexo. El análisis de condicionamientos, hechos o decisiones y consecuencias en el enfoque de Leonard Savage

Referencias

Introducción

En oportunidades anteriores, en artículos de revistas y en libros, he mostrado mi interés por los temas referentes al desarrollo entendido como el estado y perspectivas de vida de la población humana. Asimismo, tanto de los alcances del concepto como de los logros y fracasos en su búsqueda y, sobre todo, las consecuencias para las poblaciones, es decir, para grupos humanos concretos. Mi interés continúa y se amplía en lo académico, social y humano, por consiguiente, a revisar las novedades o avances que resultan de la contribución de diferentes experiencias académicas y profesionales en los diferentes campos que abarca el desarrollo, tal como lo iremos explicitando a lo largo del texto. La preocupación permanente y de fondo en nuestro trabajo y reflexión académica, es por la vida y las condiciones de vida de las comunidades humanas ubicadas en algún lugar del planeta y también en momentos históricos identificables o diferenciables, con referencia específica y por ser lo más inmediato a nuestro país, el Perú.

Desde las primeras referencias que se tiene noticia, pasando por las más recientes, los problemas concretamente aluden a carencias e insatisfacción que tienen que ver con requerimientos de la vida humana, desde las más elementales hasta las más refinadas, así como con intensidades o urgencias variadas, como ilustra la conocida pirámide de Abraham Maslow (1991). Las más urgentes están en la base y de manera decreciente se ubican las que no tienen ese carácter y pueden ser relativa o temporalmente prescindibles. Los humanos tienen que alimentarse y defenderse de la intemperie, por ejemplo, pero para satisfacer esas necesidades es necesario considerar las posibilidades de que las personas obtengan bienes y servicios, y para procurarlos, en una economía de mercado, eso significa tener ingresos. Por otro lado, para que existan los bienes capaces de ser utilizados para satisfacer necesidades, debe existir previamente organización y medios para la producción (capital y capacidad técnica), de acuerdo con la forma y los principios de la sociedad que se trate. Ahora bien, en esta apretada e incompleta síntesis solo se trata de mostrar la complejidad de los temas que involucra el desarrollo: la frecuencia y facilidad con que se pueden formular diagnósticos y proponer soluciones y, muchas veces, la insatisfacción con los resultados que se obtienen. El desarrollo no es un evento que ocurre aisladamente, aunque hay hechos cuyas consecuencias pueden ser duraderas, pero no indefinidamente. Por eso, tenemos que asumir una afirmación bastante generalizada a estas alturas; es, más bien, un proceso que resulta de esfuerzos y capacidades humanas para su concepción y está sujeto al ejercicio de libertades humanas, en lo que toca a la habilitación de medios, y a su destino o empleo.

Por otra parte, el proceso de desarrollo siempre es usuario de la naturaleza y, por eso mismo, también es pasible de sufrir las consecuencias de fenómenos naturales y del propio comportamiento de las colectividades humanas. Estas alteran, en el corto y sobre todo en el largo plazo, los ritmos y la dinámica de la naturaleza y son, por lo tanto, condicionantes y hasta impedimentos más que fuente inagotable de recursos o seguridad de que toda iniciativa o esfuerzo pueda ser coronado con el mejor éxito y contribuya a superar las condiciones de vida de las poblaciones.

Por todas estas razones, en una primera parte, presentaremos las condiciones o dificultades e incluso los impedimentos de afrontar proyectos interesantes o aparentemente prometedores, examinaremos los riesgos de encontrar impedimentos o de sufrir daños o destrucción en etapas de algunos por dificultades de algunos proyectos y, por tanto, el problema de las previsiones que se deben o se pueden tomar. En la siguiente, veremos la situación de vulnerabilidad de las poblaciones y sus correlatos. En un siguiente capítulo, consideraremos las exigencias y el carácter de los esfuerzos en casos de daño, destrucción o interrupción de proyectos en marcha. Dentro del esquema de análisis que adoptamos y que presentamos en detalle al final y como anexo, el del profesor Leonard Savage (1954) corresponde a una visión inicial o bien a las hipótesis que se pueden formular sobre las condiciones y dinamismo de la naturaleza, que no son infinitas ni fácilmente accesibles o seguras para cualquier uso o circunstancia. Esto, por su parte, cuestiona la común idea de abundancia y accesibilidad de todos los recursos naturales, en nuestro país. La variedad ciertamente es real, pero no necesariamente la abundancia ni accesibilidad fácil o inmediata. Un posterior capítulo discute los problemas de esta visión optimista, con el apoyo de la información acumulada y recogida en curso de los propios trabajos exploratorios que debimos realizar y también conjuntamente con nuestra necesaria apertura a la abundante, aunque difícil de procesar, literatura técnica de las ciencias de la tierra, cuando no se ha adquirido una formación específica y sobre sus contenido, métodos y sus conexiones con el mundo de las ciencias sociales y específicamente la Economía.

En una segunda parte, de corte más académico pero inspirada en referencias empíricas y en nuestras propias observaciones, discutiremos los recientes esfuerzos para superar las limitaciones que se encuentran en no pocos trabajos consagrados a temas del desarrollo, la mayor parte circunscritas a algún problema o proyecto importante. Mayormente se trata de enfoques valiosos pero parciales, y por eso limitados, entre los que destacan los que abordan los problemas económicos que, siendo esenciales, en opinión muy influyente de Amartya Sen, no agotan requerimientos que juzgamos fundamentales como son la posibilidad de alcanzar una vida plena y satisfactoria. Por esa razón, nos detendremos algo más en dos cuestiones que son, a nuestro juicio, esenciales: la sostenibilidad o la continuidad razonable del esfuerzo que suponen y el carácter humano y libre del desarrollo en función de que todos, en principio, puedan alcanzar una real plenitud humana.

Como anexo presentaremos el esquema de análisis que adoptamos, esto es el que propone Leonard Savage y que toma en cuenta las decisiones humanas con la información probabilística que es la única que pueden disponer las personas que deben tomar o proponer soluciones o proyectos sobre fenómenos que pueden ocurrir en el futuro y sobre las consecuencias, positivas y negativas, que pueden generar. Esperamos que la presentación más completa del enfoque de Savage pueda ser de mayor utilidad para técnicos y para dirigentes o líderes.

* * *

El presente trabajo se apoya básicamente en mi experiencia personal y universitaria como integrante del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Por tanto, de los intercambios que he podido tener con colegas y con estudiantes a lo largo de cincuenta años, en el marco de investigaciones parciales o sobre cuestiones específicas; así como en las visitas, inspecciones y consultorías que he podido realizar a zonas afectadas en alguna forma por fenómenos de la naturaleza. Los lectores evaluarán el resultado que, personalmente, ha sido muy enriquecedor.

Mi formación básica es la de Ingeniería Civil, en la Universidad de Ingeniería en Lima, complementada por tres años de experiencia como miembro del equipo técnico de la Oficina Nacional de Planeamiento y Urbanismo, y los estudios de Economía en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. La primera me formó en el campo de la Física Aplicada y la segunda en el campo de las Ciencias Sociales, concretamente de la Economía y su vínculo con el desarrollo que comenzaba a imponerse como expresión de lo esencial de las preocupaciones sociales y humanas en el mundo. Igualmente, planteaba la extensión mayor de los campos que un proyecto de desarrollo suele considerar e incorporar otros, como se puede comprobar en el trabajo pionero y sustancial de Adam Smith, que data de 1776: Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, trabajo que asume el carácter global del fenómeno y la voluntad humana o social de realizarlo y más aún la complejidad y ciertos riesgos. Esta visión ha planteado, más adelante, la necesidad de un progreso significativo de lo que ahora percibimos como fundamentales, es decir, la multiplicidad necesaria de diferentes aportes y que solo puede disponerse en la medida en que ciencias técnicas evolucionen y ofrezcan información y medios de acción.

La preparación del texto que ahora presento ha recibido aportes que es justo mencionar como expresión de mi reconocimiento. En primer lugar, la acogida y apoyo permanente de mi Departamento, ya que al ser un jubilado desaparecen no pocas obligaciones institucionales que debe cumplir el conjunto de profesores de una especialidad y también la renuncia que implica el cambio de situación administrativa. Sin embargo, los respectivos jefes de los Departamentos con los que estaba vinculado, José Rodríguez, y Janina León, en Economía, así como Paulo Dam, en Arquitectura y Urbanismo, han brindado facilidades y apoyo en todo momento, desde la propuesta y la elección del tema. En curso de elaboración del texto que presento ahora he recibido críticas y sugerencias sumamente valiosas de mis lectores, para comenzar mis hijos Pablo, sociólogo y urbanista, y Rafael, arqueólogo, ambos profesores en la PUCP, que han revisado la mayor parte del texto y más allá de sus observaciones profesionales, me han mostrado las posibles reacciones de lo que pueden ser las de otros lectores. Marta Vilela, arquitecta y urbanista del Departamento de Arquitectura y Paola Moschella, geógrafa del Departamento de Humanidades, esta última destacada en el CIAC (Centro de Investigaciones de la Arquitectura y la Ciudad), han comentado y propuesto ideas sumamente valiosas en los temas de su competencia. Paola y sobre todo Marta me han ayudado en la elaboración de gráficos, indispensables para una mejor comprensión de algunas cuestiones. Por último, mi nieto Matías, sociólogo, me ha ayudado con eficiencia, agudeza y buen humor en la recolección y elaboración de información demográfica y hoy ya graduado como sociólogo y con sus calidades técnicas e ingenio en cuestiones computacionales ha sido una ayuda esencial para la preparación de este texto. Por último, last but not least, debo mencionar el aporte de mi nieta Sara Vega-Centeno Aldave, graduada de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP, con mención en Literatura que muy profesionalmente, con rigor e interés personal, ayudó a cubrir la ausencia de los apoyos que a veces se hacían difíciles en período de pandemia, para la presentación actual del texto.

Al pedir estos apoyos esperaba cubrir las lagunas de mi conocimientos e información sobre algunos temas y mi limitado dominio de la amplia literatura existente, pese al valor de la excelente biblioteca de la Universidad y su capacidad de servicio. Si no lo he logrado, se debe exclusivamente a mis limitaciones y a las que impone el confinamiento debido a la pandemia de 2020 a 2022. A pesar de todo eso, espero que el tratamiento de conjunto que he intentado realizar pueda ser útil para quienes como actores o como generadores de opinión deben correr los riesgos de proponer ideas y orientaciones en la indispensable y delicada tarea de formar opinión para el desarrollo. Debo recordar que lo esencial del presente trabajo fue elaborado durante el año académico de 2019 y que en lo sucesivo debimos afrontar el cierre del campus universitario y no pudimos contar con algunos servicios y apoyos como los del Fondo Editorial y los Centros de Documentación anexos que nos obligaron a una forzosa interrupción del trabajo. Es cierto que, pasado algún tiempo, he podido dedicarme a una calmada revisión del texto y la inclusión de alguna información adicional e incluso consideraciones útiles y actualizaciones.

Me he extendido algo más en las cuestiones referentes a la economía en el desarrollo, pese a advertir que, en mi opinión, no es correcto sobredimensionar su importancia hasta caer en el justamente resistido economicismo. Justamente es necesario situar mejor su importancia porque, a diferencia de lo que ocurre con otras disciplinas, desde el comienzo de las preocupaciones específicas por el desarrollo, se busca responder a cuestiones nuevas y muy concretas, y también, a falta de instrumentos teóricos adecuados, se llegó a construir algo así como una subdisciplina económica más adaptada al análisis de los problemas que se debía confrontar. Esto era correcto, pero esto no ha dado un resultado como el deseado, por lo que se puede observar que, tanto en la economía del desarrollo, como en la economía en general, sobre todo en lo que toca a la del crecimiento, se vive una etapa de revisión con nuevos aportes, de forma que parece iniciarse una saludable convergencia y, tal vez una sana integración. Cierta y afortunadamente a nadie se le ocurrió, al comienzo de los trabajos sobre el desarrollo y el subdesarrollo, pensar en la propuesta con ideas e instrumentos propios de, por ejemplo, una «sismología del desarrollo», a pesar de los graves problemas sismológicos, de mantenimiento, conservación, reparación y hasta de evacuación de poblaciones, todos planteando problemas no solo económicos, tanto en países subdesarrollados como desarrollados y de las deficiencias de conocimiento y de interés por ampliarlo y aplicarlo a la prevención, hasta donde es posible, de los efectos de destrucción, así como de las complejas y costosas tareas de reconstrucción, una vez producido un fenómeno adverso. Se trata de afrontar tareas complejas con equipos o con especialistas con formación adecuada y competencias probadas como para contribuir a la comprensión y el eventual tratamiento de los fenómenos que se trate, las precauciones que aconseja y la orientación de lo que puede ser la recuperación. Lo importante era y es comprometer lo mejor de las posibilidades humanas, para ganar eficiencia en una materia y responder a la urgencia de medios de acción que se requieren.

Ahora bien, si las posibilidades de encontrar personas, con competencias en nivel avanzado, es real en mundo de hoy, la posibilidad de obtener algunas que aseguren liderazgo o asuman la dirección de esfuerzos que exigen amplitud y apertura a diferentes disciplinas simultánea o conjuntamente, es mucho menor o nula. En el caso de nuestro país esto se puso en evidencia por el impacto y destrucción con el sismo y aluviones ocurrido durante los años setentas, luego del terremoto en el centro y norte del Perú. En ese período pudimos tener diversos y enriquecedores encuentros del director de Ceresis (Centro Regional de Sismología para América del Sur), el ingeniero Alberto Giesecke con el autor de este trabajo, al comprobar lo concreto de la destrucción de todo tipo propósito de la realidad y de las consecuencias del sismo y sus efectos perturbadores de la vida social, como la destrucción y agudización de problemas de todo tipo, y por eso estuvieron de acuerdo en que era necesario ampliar los estudios e integrarlos con una visión que asumiera tanto los asuntos propiamente geofísicos con los sociales y económicos. Pero esta vez, el problema que parecía insalvable fue rotundo, es decir que ni en el área del Ceresis, ni en otras partes, se encontraban las personas capaces y dispuestas a emprender el trabajo, aún en un nivel exploratorio.

El muy dinámico director del Ceresis, en su intensa participación en reuniones internacionales, sus contactos y prestigio, luego de diez años en que pudo escuchar los mejores comentarios a la idea que se trataba de investigar, recibió también finalmente, el sentimiento de que en ese momento no podían ofrecer ayuda alguna. Así, a los diez años, a su retorno a Lima, con gran satisfacción me llamó para contarme que gracias a alguno de sus contactos había podido obtener una pequeña ayuda para realizar tres o cuatro estudios de caso, en otros tantos países del área andina en que habían ocurrido sismos importantes en fechas bastante próximas, en Caracas (julio de 1967), Perú (mayo de 1970) y Caucete, en San Juan, Argentina (noviembre de 1977) sismo en que no se registraron daños en edificios o instalaciones urbanas, pero sí en el sistema de canales de regadío, ya que es una zona de intensa actividad vinícola, y el terremoto del centro y norte del Perú en mayo de 1970. Su llamada en lo fundamental me proponía encargarme del estudio de este último, es decir, sobre el terremoto de 1970 en el norte del Perú. Por mi parte, transcurridos diez años de haber estado en las conversaciones que he mencionado antes, era real mi cambio de condiciones en asumir lo que se me proponía era más complejo que al comienzo y le comuniqué a Alberto, que, en ese momento, con nuevas responsabilidades en la Universidad, me sería imposible asumir, por lo menos en lo inmediato, su propuesta y obtuve como respuesta un verdadero reto, es decir «si tú no lo asumes, entonces yo devuelvo la subvención y quedamos en nada». Supongo que en forma parecida se comprometió a quienes asumieron los estudios en los otros países. Partimos con muchas deficiencias y desorientación, propios del debutante, pero conscientes de la importancia de las cuestiones en juego y las vidas humanas que resultan amenazadas y justifican la audacia y donde domina el pánico. Es necesaria gente competente y con experiencia pero, curiosamente, luego de las experiencias relatadas de inexistencia para conformar ese tipo de cuadros, digamos que cerca de 40 años después de nuestras conversaciones, la situación no ha cambiado sea porque el tema no atrae a que los nuevos candidatos realicen una especialización como la que sugerimos y las renuncias que supone con respecto a disciplinas con mayor experiencia y disposición de instrumentos de análisis y fuentes de información propias. Un economista puede afrontar un estudio de problemas muy complejos, con tradición y referencias orientadoras accesibles (revistas, estadísticas, etc.), pero estrictamente si es que no exclusivamente económicas. En el caso que nos ocupa es necesario reelaborar la información existente, crear indicadores adecuados y redefinir los criterios de eficiencia requeridos. Se trata pues de exigencias importantes y a veces, el ingreso en terrenos escabrosos de otras disciplinas que explican en no pocos casos el poco interés o las nuevas y complejas tareas que supone pueden ser una razonable explicación, pero el problema existe. Puedo mencionar el caso de quien fuera mi asistente María A. Remenyi cuyo desempeño en curso del primer estudio, sobre el terremoto de 1970, fue simplemente excelente pero que concluido el trabajo y realizado su posgrado, se ha desvinculado totalmente del tema. Es cierto que emigró a los temas de la economía y la salud, con los cuales encuentro alguna semejanza en lo que toca a información y a objetivos, pero la ausencia de interés por el tema es todavía real y notoria.

Una cuestión positiva ha sido el progreso en diferentes direcciones y ya se pueden reivindicar algunos logros. Un desafío pendiente es el integrar en el análisis y en la política a la población no solo como masa y eventual beneficiaria, sino como personas y agentes del proyecto, como entendemos la propuesta de Amartya Sen y en un capítulo final, sobre el desarrollo humano y las capacidades.

Primera parte. Ocupación y uso de la naturaleza. Beneficios, riesgos y vulnerabilidad de los establecimientos humanos

Capítulo 1.Características del territorio del Perú y de su poblamiento

Si bien es poco usual mencionar en el título varios conceptos (que se convierten en temas a tratar) en este trabajo resultó inevitable y nos lleva a producir, en el curso del documento que iniciamos, un examen relativamente completo de lo que es la preocupación fundamental de nuestro trabajo. No se trata de una preocupación exclusiva de especialistas en alguna materia y por tanto limitada o incompleta para unos, y que es suficiente y está al alcance de otros, sino de una invitación al esfuerzo de colaboración y tal vez confrontación de diversos puntos de vista que están concernidos y que afectan a una población. Esta es la búsqueda del desarrollo, entendido en una de sus formas más completas hasta ahora, el desarrollo humano y sostenible. Lo haremos sabiendo que aún es incompleta, dadas nuestras limitaciones y el estado de elaboración del enfoque, por eso mismo, para algunos, superficial, es conveniente involucrar cuestiones que escapan a alguna de las disciplinas relacionadas con el enfoque del desarrollo que adoptamos.

En lo personal, desde hace cerca de cincuenta años vengo trabajando estos temas a partir de mi formación inicial de ingeniero civil y mi posterior especialización en urbanismo y más fundamentalmente, en economía. En primer término, debo señalar una cuestión de sensibilidad, ampliamente compartida con personas y grupos directa o indirectamente afectados por ocurrencias de fenómenos aparentemente anormales; y en segundo lugar por la información, cada vez más rápida y documentada de lo que ocurría cerca o lejos y que no escapaba a la posibilidad de que pudiera ser más cerca o con nosotros mismos. Las ocurrencias a que nos tenemos que referir eran y son percibidas como daños por sus efectos destructivos o paralizantes y se las generaliza, a falta de explicaciones o conocimiento de las causas, como catástrofes naturales o generadas por la naturaleza, pura y simplemente.

No cabe duda, por tanto, de que se trata de situaciones que afectan a poblaciones humanas y que lo hacen en diferente forma e intensidad, según la estructura física, la eficiencia de las instituciones y el comportamiento de las personas, de los colectivos humanos y sus dirigentes. Todo esto lo he ido comprendiendo en el curso de mi trabajo como profesor de economía, en mis investigaciones, asesoría de estudiantes y en contacto, enriquecedor, con especialistas de otras ramas de la ciencia, más allá de lo que yo podía conocer a partir de la disciplina económica.

Se trata de problemas reales, importantes y con consecuencias sobre el futuro, de manera que una buena comprensión de sus causas e interrelaciones como el efecto de intervenciones de la población y mejor, de las poblaciones, es fundamental en la perspectiva de crear o de mantener o de proteger la vida y las condiciones de vida de las poblaciones susceptibles de afrontar una situación perturbadora o paralizante. En otra forma, de ver destruida su obra o sus obras (bienes), a veces penosamente habilitadas, con el fin de servir a la comunidad. Así también fueron forzosamente interrumpidas las actividades educativas, productivas y comerciales que habitualmente permiten la subsistencia y progreso de las poblaciones. En resumen, la vida y eventual superación de las condiciones de vida de personas y colectividades, e incluso de todo un país.

El problema es que la presencia y la actividad humana en un medio determinado de la naturaleza implica ocupación, algún tipo de acción y la inevitable producción de consecuencias, buenas, malas o buscadas, también otras no esperadas o producidas por errores de concepción o de operación. Está además la producción de residuos de diverso tipo en curso de ocupación o de actividad, residuos que pueden producirse en el proceso de producción, como también en la distribución y en el uso o consumo, incluso también de la recolección, y la simple manipulación o elaboración de la producción propiamente dicha que supone alguna transformación, muchas veces compleja. Tal como señalamos en un trabajo anterior (Vega-Centeno, 2014) el hombre o las sociedades humanas son siempre usuarias de la naturaleza y ahora, desearíamos poner el énfasis en el hecho que hay una fuerte relación entre proyectos y acciones humanas o sociales y la dinámica de la naturaleza que no es inerte ni ilimitada, al mismo tiempo que las necesidades y las aspiraciones humanas pueden ser crecientes, variadas e incluso desafiantes con la naturaleza. Razones todas estas para preocuparse y a su vez, conocer hasta dónde es posible intervenir en la dinámica de la naturaleza que nos rodea, que permite nuestra existencia y que, también, puede afectarla.

Se trata pues de conocer, por lo menos en alguna medida, la dinámica de la Tierra, pero también o simultáneamente de la dinámica de la sociedad y, teniendo en cuenta que los integrantes de esta poseen atributos que les permiten conocer y hasta predecir algo de esta dinámica, asumir sus posibles efectos sobre la vida humana, su subsistencia y las condiciones en que se puede desenvolver. En todo caso, es importante tener en cuenta que mientras los humanos habitualmente toman la iniciativa y tienen proyectos, la naturaleza sigue un curso inexorable. Este puede parecer inimaginable o lo es, hasta algún punto en que la capacidad de conocimiento humano no puede conocer o explicar, fenómenos o manifestaciones tangibles de los procesos que constituyen la dinámica de la tierra y que, sin embargo, ocurren. No obstante, los humanos estarán siempre exigidos de aportar lo que viene de su conocimiento de la naturaleza, de la experiencia de generaciones anteriores y confrontarlo con los proyectos humanos actuales, y en esa medida de tomar decisiones y evaluar las consecuencias probables y esperadas, así como las que se quisieran evitar. Esta es una cuestión que nos parece muy importante que mantenemos en todos nuestros trabajos y recogemos en el presente.

A la visión general de que las colectividades humanas ocupan y usan lo que la tierra y la naturaleza les ofrece, directa o posiblemente, es necesario precisar lugares y momentos en que eso se produce. El problema es que en esa relación ocurre que al mismo tiempo que los humanos comprometen sus capacidades y medios técnicos transforman y, en alguna medida, interfieren con los dinamismos propios de la naturaleza, con resultados muy variados. Por eso, es importante precisar momentos, circunstancias o bien estados o etapas de la dinámica de la naturaleza, así como lugares o zonas de encuentro con estos dinamismos. En otras palabras, localizar los fenómenos que pueden ocurrir y evaluar las consecuencias para los establecimientos humanos, su seguridad y requerimientos de subsistencia y superación. En esta perspectiva y por esta razón debemos precisar nuestra preocupación por el Perú y su futuro, o, en otras palabras, la población, los humanos que habitan y trabajan en el territorio formalmente reconocido como nuestro país y la conformación de la naturaleza que deben afrontar. Nuestra preocupación no es, exclusivamente, la del geógrafo o de algún especialista en las Geociencias o Ciencias de la Tierra, sino la que trata de apoyar y orientar el proceso de desarrollo, en la perspectiva que hemos anunciado antes, de manera que solo abordaremos las cuestiones básicas o ineludibles para que el esfuerzo económico, social y político que supone el desarrollo puedan ser mejor orientados y no incurran en sesgos y exclusiones que, a la larga, son o pueden ser lamentables.

Por esta razón debemos referirnos a los determinantes principales de la formación y evolución del territorio peruano, a lo elemental del conocimiento de su dinamismo y de los efectos probables, dado un patrón de uso de ese territorio y a la importancia o del volumen de la población que lo ocupa, y que debe afrontar las consecuencias favorables y desfavorables que se pueden desprender. Lo primero que se puede percibir y anotar es que se trata de un conjunto de factores sumamente diversos que comienzan por la ubicación del país en la tierra y de los grandes, a nuestro juicio principales, elementos que en diversa forma lo singularizan y hacen la tan reclamada diversidad que es ventaja en muchos casos y que es también limitación en otros. Siempre en función de los efectos sobre la vida humana, y en esto nos inspiramos y apoyamos en el aporte de disciplinas como la Geografía, particularmente en su rama de Geografía Humana y las Ciencias de Tierra en general, ya que su aporte debe ser tenido en cuenta en cualquier análisis y más aún en las eventuales propuestas de intervención, transformación y ocupación del territorio.

1.1. Características del territorio en el Perú

Para comenzar, el Perú, en el planeta, está ubicado en una zona en principio tropical, entre latitudes muy cercanas al Ecuador y los 18° de latitud sur, es decir hasta solo 500 km antes de la línea del Trópico de Capricornio (figura 1), por lo que podría esperarse un clima cálido, con abundantes lluvias prácticamente en todo el año y la posibilidad de fenómenos atmosféricos, como fuertes vientos, ciclones o huracanes, aunque esta no es amenaza real sino en algunas zonas del país. Existen otros dos factores que modifican esta perspectiva y son la proximidad de la cordillera de los Andes al mar y, por otro lado, el mar mismo a través de una costa de algo de 3000 km, sus movimientos, corrientes submarinas y cambios de temperatura.

Figura 1. Localización del Perú en la zona tropical

Fuente: CIAC-PUCP.

Por otra parte, la cordillera de los Andes (figura 2), que alcanza niveles muy altos en la zona central del país, como se puede apreciar en el esquema, hace que a partir de las zonas costeras se alcanzan alturas considerables a escasa distancia de la costa, lo que significa gradientes fuertes cuando se afronta desplazamientos de oeste a este y caídas menos bruscas cuando es en sentido inverso y en dirección del Océano Atlántico, lo cual determina las características de los valles que se han ido y aun se siguen formando o modificando. La larga faja ribereña que hemos mencionado no es una zona plana y de praderas o de arenales continuos, sino una zona típicamente desértica interrumpida por algo de veinte valles, relativamente estrechos, formados por torrentes que descienden de las nieves perpetuas de los Andes y de las lluvias en esas regiones.

Figura 2. Cortes transversales a la cordillera de Los Andes

Fuente: CIAC-PUCP.

En estos valles se experimentan fenómenos variados de temperatura y gozan de disponibilidad de agua en los meses de lluvias en la cordillera, así como varios de ellos, experimentan serias limitaciones o sequía en los meses en que no hay lluvias en las alturas. Una cuestión muy importante es que tratándose de una cordillera joven o aún en formación se producen eventos de reacomodo y originan deslizamientos o derrumbes que arrastran lodo y piedras, muchas veces por la acumulación del agua de las lluvias que las penetran y aflojan. Ahora bien, este fenómeno cambia las condiciones de utilización o de ocupación y de uso de territorio y como acabamos de sugerir, es periódico, aunque de intensidad variable. En las zonas entre valles, lo que hay son arenales a los que no alcanza a irrigar un río, aún en sus etapas de creciente, y solo son útiles para la agricultura cuando se realizan obras de habilitación importantes. Más todavía, hay una gran diferencia entre los territorios de las zonas altas, sumamente accidentadas, y las zonas más bajas hasta llegar a niveles cercanos al mar que, dicho sea de paso, son cortos y no permiten un desarrollo de ríos propiamente, sino que conservan su carácter de torrentes; la mayor parte de veces, de carácter estacional. Esto corresponde u origina la clasificación de regiones naturales de J. Pulgar Vidal que, a diferencia de la clásica que reconocía tres regiones naturales, a saber, Costa, Sierra y Selva, debida a Raimondi, toma en cuenta alturas, ubicación con respecto a la cadena montañosa y altura sobre el nivel del mar y son las ocho regiones que él identifica (Pulgar Vidal, 1987). En cada una de estas se encuentra la variedad de climas (se reconoce que en el Perú hay 28 climas de los 34 que se conocen en el mundo (Tosi, 1960 y Holdridge, 1987) y cuya morfología, que hemos señalado antes es muy accidentada, y que originan o hacen posibles, como veremos más adelante, los diferentes fenómenos que nos interesan, en el marco y en relación con los fines de este libro. Notemos, eso sí, que estamos señalando hasta ahora lo que es superficial o atmosférico, y más adelante deberemos examinar lo que son los subsuelos, su exploración y explotación.

La proximidad de la cordillera al Océano Pacífico hace que la morfología y los valles occidentales sean muy accidentados y de pendientes fuertes, mientras que sus correspondientes en la vertiente oriental orientada al Océano Atlántico sean más bien suaves y permitan el curso lento y sinuoso de los ríos que, por lo demás, se benefician del conocido ciclo hídrico1 de evaporación, nubosidad y lluvias. La morfología es bastante accidentada y además recibe la influencia de la temperatura del mar que no es variable en forma cíclica sino prácticamente tendencial, sobre todo modifica el clima de las zonas costeras. Finalmente, en este aspecto, debemos señalar la presencia de una corriente marina, la corriente de Humboldt, que es fría y no es de origen polar2, como a veces se afirma, sino del afloramiento de aguas frías profundas, lo que influye en la temperatura del mar y por tanto de las costas cercanas, que hace del mar peruano, desde el extremo sur del territorio o dominio propio y hasta la mitad del país, el hábitat de una fauna ictiológica que no correspondería a la posición y latitud del país.

Podemos resumir la situación diciendo que se trata de una zona bastante extensa, de variados climas y de una morfología accidentada. Esta característica es un factor favorable o una riqueza potencial y es, al mismo tiempo y en diversos casos y circunstancias, un riesgo o una limitación. En todo caso, un desafío para lo que es su ocupación.

1.2. La población y la ocupación del territorio

Dadas las características del territorio, debemos hacer una anotación sobre la extensa superficie del país, que es una de las más grandes en el subcontinente, de 1 285 215 000 km2, que incluyen lagos e islas, según datos del INEI. Este inmenso territorio no es fácil ni inmediatamente susceptible de ser ocupado por una población que, además, a través del tiempo ha crecido y ha variado también en lo que toca a sus actividades y requerimientos.

A la llegada de los conquistadores, en el siglo XVI, ya había una ocupación importante del territorio. Se estima por lo que relatan los cronistas de la época, una población de 10 millones de habitantes en el imperio del Tahuantinsuyo, de los cuales habría que descontar la población de lo que hoy son algunos países y regiones limítrofes, de manera que una estimación razonable es de aceptar una población de cinco millones de habitantes en lo que actualmente es el territorio del Perú. Esa población estaba dedicada principalmente a la agricultura y menos a la ganadería de ganado menor y a la minería de extracción inmediata. Con la invasión española, a lo largo del siglo XVI, el énfasis se desplaza hacia la minería de tipo socavón y en lo que toca a la población se produce una neta disminución por razones sanitarias y del nuevo patrón de trabajo. A partir del siglo XVII la población se recupera y a mediados del siglo XVIII ya alcanzaba los dos tercios de la población total del virreinato y su crecimiento continuó en forma lenta durante los primeros siglos de la vida independiente. Luego se acelera por la mejoría de las condiciones sanitarias y de recuperación de la salud, tal como sucedió también en el resto el mundo al cambiar las condiciones elementales de vida, como son los equipamientos en materia de agua y desagüe, además de la aparición de medicamentos y de intervención de la ciencia médica, aunque esas facilidades no benefician a toda la población, sino sobre todo a la de las áreas urbanas. En términos agregados o globales, las tasas de crecimiento (natalidad menos mortalidad) se elevan de la misma manera que el período de vida se prolonga. Según el censo efectuado en 1940, la esperanza de vida al nacer era de algo de 34 años y en los recientes censos de población y la información internacional, se reconocen cifras mayores. Así, en el censo más reciente, efectuado en 2017, la expectativa de vida que se estima es de 74 años, como consecuencia de desiguales mejoras en alimentación y cuidados médicos. Todo lo cual conforma el hoy llamado bono demográfico que significa un aumento de la fuerza laboral en el mediano plazo. Ahora bien, esto arrastra como consecuencia un crecimiento continuo y acumulativo de la población en el país. Este ritmo de crecimiento de la población alcanza su máximo en el Perú a mediados de la década de 1970 y se reduce o disminuye en lo posterior, pero al haber alcanzado la población del interior del país un total muy apreciable, aparece con gran fuerza el fenómeno de las migraciones internas que implican un crecimiento rápido y muy importante de las ciudades, pueblos menores y en general centros poblados. Este fenómeno que podemos asimilar al paulatino «desborde popular» u ocupación precipitada y rápida de territorios urbanos o cercanos de las poblaciones urbanas, que señalaba José Matos, es una consecuencia del crecimiento de la población total del país que, en 1940 era ya de siete millones de habitantes y en 2017 fue de treinta y dos millones (Matos Mar, 1984). La ciudad más importante, Lima, que tenía algo más de medio millón de habitantes en 1940, alcanza en 2017 la cifra de ocho millones y medio de habitantes, aunque las tasas de natalidad en medios urbanos en general se han mantenido a niveles relativamente bajos desde 1990. Además del incremento global que ha sido muy importante, se debe añadir que ha habido una redistribución de la población en todo el territorio por el fenómeno de las migraciones internas que, con cambios en la magnitud y dirección de los flujos, se mantiene hasta la fecha.

Hace 60 años, se podía decir que un país típicamente andino y rural se había transformado en uno costeño y urbano. Ahora, con los datos de los censos recientes, se puede precisar que es más bien un país costeño, más urbano y con una estructura de edades que indica la preponderancia que comienzan a tener los grupos de población adulta mayor. En otras palabras, los requerimientos en materia de escolaridad, sanidad y oportunidades de trabajo cambian y hacen necesarias nuevas posibilidades de desplazamiento.

El «problema de población», que preocupó y generó propuestas altamente discutibles en otro tiempo, ya que se centraba únicamente en la velocidad de crecimiento natural, es decir la natalidad, y por la tecnología en lo que tiene que ver con la producción de subsistencias, hoy día con esa capacidad multiplicada ya no es el problema. Bien, el de la concentración de población en ciertas zonas y ya no solo del volumen global sino por los requerimientos diversos de una población cuya composición por edades ha cambiado y que por tanto plantea en forma diferente las condiciones de vida y que, además, es también diversa. Según los resultados del Censo Nacional de 1940, la población peruana era en 70% rural y andina, y solo 30% urbana y costeña. No ha desaparecido como problema importante, porque la población será siempre el punto de referencia, sino que se plantea en otros términos e involucra necesariamente un uso distinto y más intensivo de los territorios, por cambios en el patrón de actividad, y en los requerimientos específicos de la vida humana, más numerosa en la actualidad y posiblemente en el futuro.

Es pues evidente que los problemas actuales tienen que ver con el mayor volumen de la población debido sobre todo a la reducción de la mortalidad y a la extensión del período de vida, por razones sanitarias y progresos de la medicina, así como con la redistribución de la población en el territorio y sus nuevas e imperiosas demandas.

Esto plantea nuevos interrogantes sobre el uso del suelo y la ubicación de la población adicional, incluso en lugares (en principio o en teoría) difícilmente habitables, riesgosos y a veces totalmente inhabitables, por la ubicación y las condiciones geomorfológicas que hemos señalado antes. Igualmente, por la situación de los migrantes, de origen campesino en su mayoría, que al migrar van llegando a los centros urbanos, así como de la dificultad de explotación de lo que esos territorios ofrecen y de la escasa acogida o capacidad de absorción de la población residente, su actividad y la disponibilidad real de territorio habitable. Esta situación es típica, por ejemplo, en el origen del enorme crecimiento de Lima en los años 1940 y se transforma bastante con la ocupación de laderas en la vertiente occidental de los Andes, primero, y más adelante, por la ocupación de los arenales en el límite de los valles. El fenómeno es bastante general, es decir que la pequeña o gran aglomeración aumenta la población por la llegada de migrantes, se expande más allá de los límites de la ciudad o pueblo original y ocurre que si esos límites son accidentes físicos, como desiertos o estribaciones de las cadenas montañosas, están abandonados o sin ocupación y resultan las áreas de ocupación de los migrantes.

Cuadro 1. Distribución poblacional urbano-rural de la población censada, 1940-2007

Año

Población total censada

Población rural censada

Porcentaje rural censado

Población urbana censada

Porcentaje urbano censado

1940

6 207 967

4 010 834

64,6%

2 197 133

35,4%

1961

9 906 746

5 208 568

52,6%

4 698 178

47,4%

1972

13 538 208

5 479 713

40,5%

8 058 495

59,5%

1981

17 005 210

5 913 287

34,8%

11 091 923

65,2%

1993

22 048 356

6 589 757

29,9%

15 458 599

70,1%

2007

27 412 157

7 534 804

27,5%

19 877 353

72,5%

2017

29 381 884

6 069 991

20,7%

23 311 893

79,3%

Fuente: INEI, Censos Nacionales de Población y Vivienda, 1940, 1961, 1972, 1981, 1993, 2007, 2017.

Cuadro 2. Crecimiento poblacional intercensal urbano-rural

Año

Rural

Urbana

1940

--

--

1961

29,9%

113,8%

1972

5,2%

71,5%

1981

7,9%

37,6%

1993

11,4%

39,4%

2007

14,3%

28,6%

2017

-19,4%

17,3%

Fuente: INEI, Censos Nacionales de Población y Vivienda, 1940, 1961, 1972, 1981, 1993, 2007 y 2017.

Es pues evidente que los problemas actuales tienen que ver con el mayor volumen de la población debido sobre todo a la reducción de la mortalidad y a la extensión del periodo de vida, por razones sanitarias y progresos de la medicina, así como con la redistribución de la población en el territorio y sus nuevas e imperiosas demandas.

Esto plantea nuevos interrogantes sobre el uso del suelo y la ubicación de la población adicional, incluso en lugares difícilmente habitables, riesgosos y a veces, en principio, inhabitables, por la ubicación y las condiciones geomorfológicas que hemos señalado antes. Igualmente, por la situación de los migrantes, de origen campesino en su mayoría, que van llegando a los centros urbanos, así como de la dificultad de explotación de lo que esos territorios ofrecen y de la escasa acogida o capacidad de absorción de la población residente, su actividad y la disponibilidad real de territorio habitable. Esta situación es típica, por ejemplo, en el origen del enorme crecimiento de Lima en los años 40 y se transforma bastante con la ocupación de las laderas en la vertiente occidental de los Andes, primero, y más adelante, por la ocupación de los arenales en el límite de los valles. El fenómeno es bastante general, es decir, que la pequeña o gran aglomeración aumenta la población por la llegada de migrantes, se expande más allá de los límites de la ciudad o pueblo original y ocurre que si esos límites son accidentes físicos, como desiertos o estribaciones de las cadenas montañosas, están abandonados o sin ocupación y resultan, por la facilidad administrativa o institucional, las primeras áreas de ocupación de los migrantes.