Poderes de la abyección - Ricardo Laleff Ilieff - E-Book

Poderes de la abyección E-Book

Ricardo Laleff Ilieff

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Beschreibung

En el presente libro, Ricardo Laleff Ilieff produce una conjunción sorprendente: extrae psicoanálisis a partir de las luminosas fuentes de la ontología política. Un desafío de tal magnitud lo realiza echando mano a los aportes de un nombre asimismo imponente: Jacques Lacan, desde cuyas formulaciones puede realizar el ejercicio de pensar lo político con el psicoanálisis. La línea directriz que permite el recorrido propuesto por el autor es la noción de lo abyecto, que cuestiona toda certeza que pueda tenerse en los conceptos de la teoría política en tanto saber conceptualmente cerrado. El análisis sobre la idea de la abyección se expandirá a través de tres figuras que la explicitan: el sacrificio, la guerra y el Uno, y entrará en ricos debates con autores de la talla de Walter Benjamin, Carl Schmitt, René Girard, Pierre Clastres, Giorgio Agamben o Jacques Rancière. El principal interés del autor es pensar lo real en política y, retomando las palabras de Fabián Ludueña Romandini al prologar aquí a "uno de los más perspicuos pensadores de lo político de la joven generación", es posible "pensar lo real en la política en su legítima potencia como quiebre de la significación y como aparición de lo fallido… si esta última habrá de cumplir un papel emancipador… será, precisamente, cuando logre asumirse no a partir de su carácter de plenitud… sino, al contrario, cuando tenga el coraje de hacer suya la hiancia ontológica que la marca".

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Ricardo Laleff IlieffPoderes de la abyección. Política y ontología lacaniana I1ª ed. - Barcelona / Buenos Aires: Miño y Dávila editores - Diciembre 2022.Archivo Digital (Descarga y Online)ISBN: 978-84-18929-83-0e-ISBN: 978-84-18929-84-7Depósito legal: M-28469-2022

Edición: Primera. Diciembre 2022

Lugar de edición: Barcelona, España / Buenos Aires, Argentina

ISBN: 978-84-18929-83-0

e-ISBN: 978-84-18929-84-7

Depósito legal: M-28469-2022

THEMA: QD [Philosophy]; BISAC: PHI000000 [Philosophy]; WGS: 520 [Humanities, art, music / Philosophy]

© 2022, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl

Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.

Armado y composición: Eduardo Rosende

Diseño: Gerardo Miño

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Página web:www.minoydavila.com

Mail producción:[email protected]

Mail administración:[email protected]

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Dirección postal: Miño y Dávila s.r.l.

Tacuarí 540. Tel. (+54 11) 4331-1565

(C1071AAL), Buenos Aires.

Índice
Agradecimientos
PrólogoExperimentum realispor Fabián Ludueña Romandini
Introducción
Primera Parte — Acerca de lo real en lo simbólico
Capítulo 1. Lo ominoso
Capítulo 2. Un puro real
Segunda Parte — El sacrificio
Capítulo 3. La crisis de las diferencias
Capítulo 4. Homini sacri
Tercera Parte — La guerra
Capítulo 5. El enemigo
Capítulo 6. El partisano
Cuarta Parte — El Uno
Capítulo 7. Estar pané
Capítulo 8. Los sin-parte
Epílogo
Bibliografía

A Mandela Muniagurria, por su amor,

por su apoyo y compañía;

por nuestras charlas y lecturas;

por lo interminable de esta enumeración.

Agradecimientos

Durante los meses de septiembre y octubre de 2019, junto a Miguel Ángel Rossi dictamos un seminario de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) intitulado “La violencia y lo real de la política. Un recorrido contemporáneo”. Movilizados por el deseo de pensar la naturaleza del vínculo entre teoría política y psicoanálisis, cada uno de nosotros presentó sus respectivas líneas de pesquisa. En mi caso, me concentré en retomar algunas discusiones propias del campo de “lo político”. Lo hice a partir de un matiz que implicaba remitirse menos a su autonomía que a su ontología, temática esta que ha sido el núcleo de mis preocupaciones como investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA durante los últimos años. Podría decirse que este volumen, que comenzó a adoptar su aspecto definitivo en el verano de 2020, es una continuación de aquellas experiencias; experiencias que expresan un recorrido efectuado, pero, por sobre todo, un horizonte que pretendo seguir explorando. Quisiera agradecer, por tanto, a quienes contribuyeron, de una u otra forma, a que las mismas se transformaran en libro.

A Miguel, pues entre otras tantas cosas que nutren nuestra amistad, me introdujo tiempo atrás –y quizás sin proponérselo del todo– en el pensamiento de Jacques Lacan. A las y los cursantes del seminario impartido, quienes asistieron y participaron de cada una de las sesiones con preguntas y cuestionamientos que fueron importantes para mis hipótesis. A Elías Palti, por sus sutiles señalamientos sobre el concepto de lo real y a Sebastián Barros por mostrarme la potencia de la obra de Pierre Clastres. A Fernando Beresñak, Eugenia Mattei y Germán Soprano, que me proveyeron de agudos comentarios a una primera versión del manuscrito. A Fabián Ludueña Romandini, que ha tenido la generosidad de alojarme en la colección que dirige y prologar con cálidas e incisivas palabras a las mías. A Mandela, mi compañera, con quien comparto la vida, sus proyecciones y preocupaciones (que son también teóricas); y a mi hija Zoe, por su alegría cotidiana.

Finalmente al CONICET, institución pública que me ha permitido costear la publicación con los fondos del proyecto PIP “Afectos, cuerpo y manipulación. Aproximaciones desde la teoría política a los procesos contemporáneos de subjetivación” (11220200100169CO), en el que oficio como director y en el que comparto tareas junto a generosos y generosas colegas.

PrólogoExperimentum realis

por Fabián Ludueña Romandini

La teoría política declina sus nombres a partir de sustantivos que denotan una plenitud: Estado, soberanía, ley, guerra, territorio, emancipación. La lista, desde luego, permanece abierta hasta llegar a su punto de fuga. Esta claridad conceptual que ha dado su fuerza a la teoría y a la política es puesta en entredicho por el brillante libro de Ricardo Laleff Ilieff que produce una alquimia inesperada. Su procedimiento es de una potencia incalculable: destila psicoanálisis a partir de las refulgentes aguas de la ontología política en tanto heredera rebelde y contradictora de la metafísica de la presencia.

Una operación de semejante magnitud se realiza bajo el signo de un nombre disolvente: Jacques Lacan el cual no es erigido en nuevo maestro de la política sino en el agente de pensamiento que permite conmover las seguridades, señalar los límites, hacer evidentes las aporías, brindar pistas sobre aquello que no permite la totalización de la verdad bajo la figura de lo Unívoco. El vector que permite todo el recorrido, podríamos señalar, es la noción de lo abyecto que, en última instancia, deshace toda certeza que pueda tenerse en los conceptos de la teoría política en tanto saber de lo conceptualmente cerrado.

Ciertamente la abyección no opera en los “márgenes de lo social” sino que, al contrario, se constituye como lo que devela el “fracaso de toda identidad”1. De allí que, en ese sentido, la abyección sea una categoría que puede reclamarse de inspiración lacaniana sin provenir del corpus mismo del psicoanalista francés pero que establece puentes innegables con lo “ominoso (unheimlich)” freudiano y sus relecturas entre las que cabe destacar la pregnancia de Julia Kristeva, Judith Butler, Jacques-Alain Miller o Ernesto Laclau.

La abyección, en este punto, permite pensar lo real de la política. La formulación podría parecer aporética si consideramos que lo real es lo imposible. Pero, precisamente, decir lo imposible por medio del medio-decir es la maestría lacaniana de la que este libro es heredero. La figura conceptual de la abyección toma forma en tres encarnaciones: el sacrificio, la guerra y el Uno que, desde la perspectiva que nos ofrece el autor, son el eje central de la teoría política contemporánea.

La ambición teórica de un libro se puede sopesar por la talla de los pensadores con quienes se mide en el diálogo: en este caso, Laleff Ilieff, uno de los más perspicuos pensadores de lo político de la joven generación, encauza un debate con nombres de la talla de Walter Benjamin, Carl Schmitt, René Girard, Pierre Clastres, Giorgio Agamben o Jacques Rancière. La apuesta es tan alta como auspicioso el resultado pues obtenemos, a la vez, lecturas esclarecedoras e inesperadas sobre estos pensadores insoslayables cuanto logramos, en el mismo gesto, profundizar sobre la paciente y firme construcción de la categoría de lo abyecto como concepto político-ontológico articulador de una nueva propuesta de comprensión de la política.

Uno de los grandes méritos que presenta el libro de nuestro autor es que, allí donde la opinión mayoritaria encuentra la política, Laleff Ilieff sabe detectar la presencia de lo impolítico. Así, por ejemplo, la “violencia pura” de Benjamin puede ser decodificada, a diferencia de lo que suele ocurrir, no como ápice de la política en tanto revuelta sino, al contrario, como una renuncia a pensar lo político. Mutatis mutandis, Laleff Ilieff no pretende que lo real sea un registro que se pierda ni en lo pre-simbólico (Kristeva) ni como un avatar de lo simbólico (Butler). La consecuencia, entonces, se impone: es posible pensar lo real en la política en su legítima potencia como quiebre de la significación y como aparición de lo fallido. Por estas razones, lo abyecto se presta, de manera especialmente adecuada, para la demostración de semejantes premisas.

Podemos tomar al sacrificio como un ejemplo para interrogar los propósitos del libro. Una de las más antiguas cofradías sacerdotales de Roma, los hermanos arvales, nos ofrecen el testimonio invaluable de un sacrificio votivo: el mismo es dirigido hacia los “dioses inmortales” que no son sino el gran Otro del mitologema fundacional de Roma. Los sacerdotes, según el preciso relato ritual, inmolan “un bovino macho a Júpiter” y “un bovino hembra” a Juno, Minerva y al pueblo romano. Los votos son entonces pronunciados con parsimoniosa pulcritud y el bienestar del cuerpo político de la República es asegurado en la consagración2.

Si utilizamos las categorías de Laleff Ilieff, los bovinos sacrificados ocupan el lugar de la abyección que, desde entonces, persigue las conciencias políticas del mundo global en una maquinaria de muerte que no ha hecho más que expandirse, gracias a la biopolítica, en un sacrificio de masas. Sobre todo, en el mundo moderno, donde el Otro divino está herido de muerte y el simbolismo del pueblo que suturaba el sacrificio es puesto en entredicho. De allí que la pregunta se torne crucial: ¿cómo desactivar el sacrificio sin deponer la soberanía bajo los ropajes de un decisionismo apolítico? Una pista la proporciona, precisamente, lo real en cuanto actúa como orientación de su propia estructura de agujero.

Por ello surge la pregunta simétrica: si la guerra es otro paradigma constitutivo de la presencia de lo abyecto en la política y esta última es impensable sin esas esquirlas de lo real, ¿resulta posible la utopía de una sociedad sin guerra? De hecho, las reflexiones sobre la guerra del Estado, el partisano de Schmitt o la guerra contra el Estado de Clastres parecen, todas ellas, presentarse como formulaciones alternativas de una idea lacaniana que no puede sino interpelarnos de modo directo: ¿qué ocurriría si, en efecto, la propiedad misma del habla fuera la condición de imposibilidad de la armonía social? En otros términos, ¿qué salida nos queda si la guerra fuera la consecuencia del carácter hablante de los seres humanos escindidos por el inconsciente el cual impide la armonía en el mundo?3.

Un camino posible es aceptar la tragicidad del Uno fracturado que permea y tiñe todo lazo social. En este punto, se podría decir que la paz es un registro del imaginario y que lo real siempre estará allí para amenazar una unidad que, por definición, es fragmentaria. Ahora bien, podemos correr el albur de sostener que quizá no traicionamos los propósitos de nuestro fecundo pensador argentino si confiamos precisamente en aquello que el libro busca, en todo momento y en los resquicios más recónditos de su escritura: la política. Sin embargo, si esta última habrá de cumplir un papel emancipador y propiciar posibilidades no sacrificiales será, precisamente, cuando logre asumirse no a partir de su carácter de plenitud defendido por la metafísica de la presencia sino, al contrario, cuando tenga el coraje de hacer suya la hiancia ontológica que la marca de manera posfundacional.

En ese sentido, en la nueva meditación política que se abre en el presente libro, el lema de “sólo hay Uno” promete señalar el sendero que conduzca a la unidad y lo común como “el problema crucial de lo político”4. La invitación está abierta para un nuevo proyecto que, aunando de un modo del todo inesperado la ontología y la política, tiene hoy un comienzo ineludible en el panorama de una novedosa teoría llamada a sacudir todas las convicciones adquiridas.

1Cf. Infra, p. 16 (en este libro).

2Scheid, John. Commentarii fratrum Arvalium qui supersunt. Les copies epigraphiques des protocoles annuels de la Confrerie Arvale (21 av.-304 ap. J.-C.). Roma: École française de Rome, 1998, n° 55, 1. 1-50.

3Lacan, J. “Télévision”, in: Id. Autres Écrits. Paris: Éditions du Seuil, 2001, p. 524.

4Cf. Infra, p. 123 (en este libro).

Introducción

Concebir a lo real como lo imposible no impugna la tentativa de hacer de lo imposible el objeto de ciertas cavilaciones. Una y otra vez no hacemos más que pronunciarnos sobre lo que desafía la capacidad de las palabras. O, para ser más exactos, al pronunciarnos sobre algo estamos siempre siendo atravesados por la imposibilidad. De hecho, como diría Jacques Lacan, la verdad se expresa a medio-decir; todo decir se ve desbordado, se figura insuficiente; es siempre ya algo imposible1. Por ello mismo no se puede renunciar a atender al estatuto de lo real, que no es más que manifestación de un trozo de la existencia. Lo real nunca es lo absoluto, lo que trasciende a toda inscripción simbólica y la funda desde afuera; tampoco es una mera limitación, puro tyché. Se podría decir que entre la visión de un acontecimiento limpio y de una simbolización plena, la noción de real indica la importancia de precisar la ontología que opera detrás de ciertos discursos políticos.

Mi intención en el presente libro consiste en pensar lo real en política. Para ello me valdré de una categoría como la de abyección. Intentaré analizar cómo aparece algo donde nada debe aparecer interrogando no solo los presupuestos y los límites de la vida en comunidad, sino también los avatares que concierne a su estructuración. Lo abyecto, entonces, será comprendido como una expresión perturbadora que se ubica –sin obturarla y sin negarla, más bien aludiéndola– en la hiancia de la existencia. De ese modo, transitaré por ciertos ejes conceptuales que remitirán a la dimensión instituyente y a las articulaciones siempre contingentes que se suceden, una y otra vez, en la vida social en vistas a pensar en qué consiste la inestabilidad de un espacio de representación. Argumentaré que la abyección es algo más que una temática contigua a las variaciones, rectificaciones y modulaciones que todo orden ensaya en su búsqueda –siempre dinámica– por capturar lo que emerge y por aprehender aquello que puede trastocarlo al expresar la imposibilidad de una estabilización definitiva. Lo abyecto, en suma, no será juzgado como una expresión que opera en los márgenes de lo social, o como aquello que proviene desde la inversión, o desde la noticia de un otro excluido; será figurado como el punto donde se devela el fracaso de toda identidad, el sin-sentido que habilita a lo político. Esto indicará que toda aprehensión completa por parte de lo simbólico es, desde el inicio, imposible –siempre habrá algo que permanecerá inasimilable, como un resto y no como un desecho de la significación2– sugiriendo, por tanto, que el despliegue de la política se produce desde una oquedad inerradicable. Tomaré algunas figuras que atraviesan a ciertos discursos contemporáneos para dar cuenta de ello y, si se quiere, como una suerte de efecto inherente a ese mismo movimiento, avizoraré cierta dimensión real de la teoría, metafórica, inconceptualizable (Blumenberg, 1995)3, pues no hay discurso que no sea del semblante (Lacan, 2009).

Ahora bien, si para ello apelo al decir de Lacan es porque considero que su obra permite comprender tales aristas. De hecho, a lo largo de su enseñanza, Lacan dio cuenta de que el anudamiento entre los registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario inviste de soporte a una realidad cuyo vacío no puede ser llenado, solo recubierto precariamente; de allí que no haya realidad sin el entrelazamiento de los cordeles. En este sentido, “lo real del nudo es la imposibilidad de deshacer uno de sus redondeles sin dispersarlo como nudo” y es, también, “la imposibilidad de recorrer alguno de los redondeles sin encontrarse, en el camino, con alguna parte de los otros” (Milner, 1999: 194).

Dicho esto es evidente que mi motivación se inscribe en la tradición de la teoría política, mientras que mi punto de partida no es otro que las coordenadas ontológicas propugnadas por el psicoanálisis lacaniano. Soy consciente que un ejercicio como este, que apela a los cruces disciplinares, debe ser ejecutado con ciertos recaudos. Aunque no se trate de una empresa pionera, movilizar política y psicoanálisis amerita explicitar siempre las premisas que circunscriban adecuadamente la reflexión propuesta. Lo primero que es menester señalar al respecto es que este no es un ensayo a favor de alguna suerte de complementación. Para ser bien claros, entre política y psicoanálisis “no hay relación sexual” (Lacan, 1997); entre política y psicoanálisis opera una lógica de reverso que entiende de especificidades, de dinámicas muchas veces contradictorias, donde se destaca la complejidad de los entramados de sentido4.

Nadie desconoce, de hecho, que la política opera en el terreno de las identificaciones, mientras que el psicoanálisis, en su recorrido por las tribulaciones del deseo, tiende a efectuar su revisión cuestionando los imperativos externos, poniendo de relieve los significantes que hacen época y producen malestar y que cifran a los sujetos, inevitablemente, a su tiempo. Por ello es que propongo hacer un uso controlado de lo que aparece cuando ambas lógicas se agitan. Remarco que pensar lo político apelando a ciertos conceptos de la tradición iniciada por Sigmund Freud y continuada por Lacan permitirá atender eso que muchas veces se figura como un mero rumor, eso cuya aparición indistinguible discute las asignaciones de toda definición. Ese susurro –que no es lo real, pero lo expresa como debilidad de la voz que se impone– se lo juzgará como eco de la falta y, por tanto, como un rasgo que permite dudar del campo mismo de lo político. En este sentido es que mi atención se dirigirá hacia aquel terreno que supo advertir Ernesto Laclau al pensar la materia misma sobre la que se montaban sus propias investigaciones:

La tarea crucial es pensar las especificidades de las formaciones discursivas de manera que la interacción entre las diversas instancias y registros pierda su carácter puramente casual y externo, y se vuelva constitutiva de las instancias mismas. Esto claramente requiere una nueva ontología. Veo la revolución psicoanalítica como una inmensa ampliación del campo de la objetividad, que trae a consideración clases de relaciones entre entidades que no se pueden expresar mediante el arsenal conceptual de la ontología clásica. Creo que nuestra principal tarea intelectual es repensar la filosofía a la luz de este proyecto. (Laclau, 2008: 376).

Pero a diferencia de la labor laclausiana –dirigida a precisar la dinámica de forjamiento de las identidades colectivas con sus desplazamientos discursivos, sus sobredeterminaciones y equivalencias–, la mía aquí será mucho más modesta y acotada: intentará explicitar ciertos elementos que operan en la base misma de lo social; a pensar, en suma, una perspectiva ontológica de lo político, de raigambre lacaniana, que bien puede ser considerada “negativa” (Stavrakakis, 2010) dado que se nutre de la carencia de un sustrato de verdad5 y de las imposibilidades de toda decisión.

Al procurar analizar la hiancia de la vida social a través de lo abyecto se verán las tentativas por obturarla, por administrarla politizando y despolitizando instancias6. Se podrá notar, así, el carácter real de todo orden simbólico y su capacidad por dotar de identidad al espacio de representación e, incluso, se podrá también considerar que toda identidad tiene como soporte una dimensión imaginaria que posibilita el anudamiento mismo de lo simbólico con lo real7. Lo que quiero remarcar, entonces, es que lo abyecto indica cómo toda definición o frontera guarda un sinsentido; de allí su dimensión metafórica en tanto la metáfora alude a otra cosa que no es dicha o que no puede ser dicha.

La noción de “extimidad” será fundamental para entender lo abyecto. Esteneologismo utilizado solo una vez por Lacan en su seminario La ética del psicoanálisis [1958] exhibe cómo lo simbólico carece de garantías. Miller (2010) ha sido quien mejor lo analizó indicando cómo “se construye” sobre el término “intimidad”8. Lo éxtimono puede ser concebido como “su contrario” dado que “es precisamente lo íntimo, incluso lo más íntimo”. El problema que así refiere Miller remite a que si “lo más íntimo está en el exterior” y “se figura como un cuerpo extraño” (2010: 14), los imperativos simbólicos no son pura distancia o imposición, sino un ejemplo de articulación. Dicho de otro modo, si “lo éxtimo es lo que está más próximo, lo más interior, sin dejar de ser exterior” (2010: 13), las fronteras nunca son estables o rígidas, la identidad estará atravesada por un límite y una oquedad.

Probablemente la extimidad sea más fácil de entender siguiendo el ejemplo que el propio Miller ofrece a partir de la expresión agustiniana que referencia a Dios como “interior intimo meo”, es decir, “más interior que lo más íntimo mío”(2010: 17). Este lugar que el obispo de Hipona le asignó al Creador es, en el campo del psicoanálisis lacaniano, el lugar del Otro, el lugar del “tesoro del significante” (Lacan, 2008c: 766), aquello que aparece afuera, pero está también dentro: “¿cuál es pues ese otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo, puesto que en el seno más asentido de mi identidad conmigo mismo es él quien me agita?” (2008b: 491).

En suma, la extimidad da cuenta del modo en que toda ley se introyecta al mismo tiempo que pone de relieve su debilidad intrínseca debido a la carencia de sustancia. De hecho, el gran Otro se encuentra agujereado: no hay Otro del Otro. En todo caso, lo que posibilita su dimensión ordenadora es lo que Lacan llamó “Nombre-del-Padre”, es decir, una metáfora primordial que funciona como punto de almohadillado entre significante y significado (Zafiropoulos, 2015). Pero, como se verá a lo largo de este escrito, se trata de un papel tan necesario como imposible. Esta falta, desde ya, también aparece en el propio sujeto, pues para que el cachorro humano se convierta realmente en sujeto deberá entregar una “libra de carne” (Lacan, 2014: 361) a la significación, es decir, deberá inscribirse en el “registro del sacrificio” (Miller, 2010: 22). Habitar ese malestar que plantea la cultura, y que magistralmente describió Freud (1992a), es lo que se denomina castración simbólica, la imposibilidad del todo. Precisamente, la abyección se conecta con esta arista estructural que atraviesa a la política y recupera la idea de que hay “un hiato en el seno de la identidad consigo mismo” (Miller, 2010: 26); un hiato que va más allá de la figura de un “exterior constitutivo” (Laclau, 2015) o de un otro a partir del cual es posible el reconocimiento. Lo abyecto –reitero– tampoco es eso que simplemente aparece desplazado por el orden social; es lo que deber ser desplazado porque alude al vacío de toda decisión.

Para que el sentido que le otorgo a esta categoría quede más claro, comenzaré mi escrito proponiendo un breve recorrido que informa cierto derrotero, aunque sin ofrecer una genealogía. Me limitaré a indicar la conexión de la abyección con las formulaciones de Freud sobre lo ominoso y con la lectura que Lacan hace al respecto para luego remitirme al tratamiento explícito otorgado por Georges Bataille y Judith Butler y, especialmente, a los puntos centrales que Julia Kristeva recuperó en Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection [1980] –libro editado en castellano bajo el título Poderes de la perversión–.De hecho, tomaré como un antecedente de suma valía el movimiento teórico con el cual la pensadora búlgara dio cuenta de lo abyecto en términos de un real que opera desde dentro y no solo desde fuera de lo simbólico; de allí que anteriormente enfatizara aquí la dimensión éxtima de toda identidad. Tras ello, empero, expresaré una distancia, una suerte de distinción, que busca reforzar la importancia de una ontología de lo político que se valga del anudamiento de los tres registros sin otorgarle primacía a uno sobre otro. Para ser más claro, señalaré ciertas derivas políticas problemáticas de ciertos modos de comprender a lo real.

En el segundo capítulo me orientaré en un sentido análogo al ocuparme del célebre trabajo de Walter Benjamin intitulado Para una crítica de la violencia [1921]. Leeré las aseveraciones expresadas por este heterodoxo pensador como una forma de negar lo simbólico. Sostendré que al menos en dicho texto, Benjamin renuncia a pensar lo político en tanto tal debido a la formulación ya no de un estadio pre-simbólico –como acaso puede leerse en la obra de Kristeva– o de un elemento subsumido en lo simbólico –como puede encontrarse en el decir de Butler–, sino de un puro real que anula a lo simbólico. Las tres partes subsiguientes del volumen darán lugar a un análisis sobre la abyección que repondrá determinadas figuras o metáforas que la explicitan. Elegí concentrarme particularmente en tres de ella –la del sacrificio, la de la guerra y la del Uno– sabiendo que lejos estaré así de agotar la temática que me ocupa como de abarcar otras aristas interesantes que iluminan las tribulaciones de la soberanía, del Estado y del orden comunitario en la Modernidad9. Este gesto que implica un límite me remitirá a autores de la talla de René Girard, Giorgio Agamben, Carl Schmitt, Pierre Clastres y Jacques Rancière proveyéndome un inestimable plafón para expresar algo sobre lo real en política.