¿Por qué vende tanto la religión? - Vicente Vide - E-Book

¿Por qué vende tanto la religión? E-Book

Vicente Vide

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La literatura "religiosa" vende. Por eso cada año se publican cientos de libros, novelas, ensayos y relatos que tienen que ver con lo religioso en sentido amplio: misterio, fantasía, "thriller" con personajes sobrenaturales o con secretos de la Biblia o del Vaticano, magia, seres mitológicos, personas con poderes, temas de ocultismo, profecías, escenas apocalípticas relacionadas con el fin del mundo o desastres ecológicos. Todo lo que esté relacionado con lo misterioso, mágico, mitológico y religioso vende mucho. La gente lo compra, lo lee y más tarde muchos de esos temas aparecen también en el cine y en la televisión. En nuestra sociedad hay mucho interés por lo extraño y misterioso, más de lo que pensamos. Todo lo que esté rodeado de intriga, oscuridad y enigma atrae y fascina. Y si, además, se mezcla con los últimos descubrimientos de la ciencia y de los documentos bíblicos, el interés aumenta todavía más. Dominar las fuerzas de la naturaleza, disponer de ellas a voluntad o, por lo menos, someterlas en los momentos de necesidad ha sido un sueño en todas las épocas de la historia. Desde los magos a los alquimistas, desde los inicios de la ciencia moderna hasta los recientes descubrimientos tecnocientíficos, siempre ha causado fascinación cómo poder adentrarse en los secretos y enigmas del cosmos. Vivimos en un mundo fascinado por el maravillosismo, sobrecogido por el poder del destino, obsesionado por encontrar nuevas formas de piedra filosofal y de elixir de la inmortalidad. Lo sorprendente también aparece ligado al misterio del mal. El mal se presenta hoy de forma muchas veces aterradora y monstruosa. Nada de extraño, pues, que todos estos fenómenos emerjan y sean explotados en la literatura. Una literatura en la que aparecen ángeles y demonios, posesiones, exorcismos, presencia oscura de lo maligno, terror mezclado con violencia y sexo, actuaciones sobrenaturales, seres extraterrestres, diálogos con personajes fallecidos, etc.

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INTRODUCCIÓN

¿POR QUÉ VENDE TANTO LA RELIGIÓN?

La literatura religiosa vende mucho. Las editoriales lo saben muy bien. Por eso publican cada vez más libros, novelas, ensayos y relatos que tienen que ver con lo religioso en sentido amplio: misterio, fantasía, thriller con personajes sobrenaturales o con secretos de la Biblia o del Vaticano, magia, seres mitológicos, personas con poderes, temas de ocultismo, profecías, escenas apocalípticas relacionadas con el fin del mundo o desastres ecológicos. Todo lo que esté relacionado con lo misterioso, mágico, mitológico y religioso vende mucho. La gente lo compra, lo lee y más tarde muchos de esos temas aparecen también en el cine y en la televisión.

Este fenómeno se da entre los adultos y también entre los niños, adolescentes y jóvenes. Entre los libros que más leen los adultos (padres y educadores) se encuentran aquellos que tratan sobre ciencia y religión, sobre misterios con trasfondo cristiano, como El Código da Vinci, Ángeles y demonios, La Biblia de barro o La Hermandad de la Sábana Santa, normalmente como relatos en forma de thriller o novela de suspenso. Entre los niños dominan los personajes de magia y fantasía, con poderes sobrenaturales; entre los adolescentes y jóvenes, las novelas de misterio. 

No se puede hablar de Dios ni de Jesús sin tener en cuenta las imágenes de Dios y de la Biblia que aparecen en estos libros, leídos por miles de personas. 

En nuestra sociedad hay mucho interés por lo extraño y misterioso, más de lo que pensamos. Todo lo que esté rodeado de intriga, oscuridad y enigma atrae y fascina. Y si, además, se mezcla con los últimos descubrimientos de la ciencia y de los documentos bíblicos, el interés aumenta todavía más. Dominar las fuerzas de la naturaleza, disponer de ellas a voluntad o, por lo menos, someterlas en los momentos de necesidad ha sido un sueño en todas las épocas de la historia. Desde los magos a los alquimistas, desde los inicios de la ciencia moderna hasta los recientes descubrimientos tecnocientíficos, siempre ha causado fascinación cómo poder adentrarse en los secretos y enigmas del cosmos. Vivimos en un mundo fascinado por el maravillosismo, sobrecogido por el poder del destino, obsesionado por encontrar nuevas formas de piedra filosofal («La piedra filosofal» es el título de uno de los libros de la saga de Harry Potter) y de elixir de la inmortalidad. Lo sorprendente también aparece ligado al misterio del mal. El mal se presenta hoy de forma muchas veces aterradora y monstruosa. 

Nada de extraño, pues, que todos estos fenómenos emerjan y sean explotados en la literatura. Una literatura en la que aparecen ángeles y demonios (como en la novela así titulada de Dan Brown, el del Código da Vinci, o en la novela El juego del ángel, de Carlos Ruiz Zafón), posesiones, exorcismos, presencia oscura de lo maligno, terror mezclado con violencia y sexo, como en personajes amoroso-vampirescos en Amanecer y Crepúsculo, de Stephenie Meyer; efectos especiales sobrenaturales, seres extraterrestres, diálogos con personajes fallecidos, etc. 

Por otra parte está la ciencia, que pretende ocupar el puesto de la religión o ponerse al servicio de la religión. De todo hay entre la literatura más vendida sobre el tema de Dios. Hay autores que presentan los misterios de la religión cristiana como problemas que se pueden resolver científicamente («entonces conoceremos la mente de Dios», así termina Stephen Hawking su libro de divulgación científica Breve historia del tiempo) o bien intentan mostrar cómo Dios está presente en los genes y en el cerebro (El gen de Dios, de Dean Hamer, o Dios está en el cerebro, de Matthew Alper). 

En la literatura actual se advierte un reencantamiento del mundo, una vuelta a lo simbólico, lo esotérico, lo místico y lo misterioso, una religiosidad no institucional, sino existencial. 

Voy a presentar los contenidos centrales de los libros más vendidos sobre Dios o con trasfondo religioso. Antes había en la Iglesia un índice de libros prohibidos. Ahora tenemos un índice de libros en la sociedad en los que vuelve el tema de la religión. Es la imagen de Dios que más se vende. También, a veces, se trata de un Dios vendido, es decir, una imagen de Dios manipulada y deformada, pero es lo que la gente más lee. 

Me centraré en libros que lideran número de ventas y, a la vez, tienen un trasfondo religioso o se incluyen dentro de la literatura de misterio. Primero veremos libros destinados al público adulto y luego libros para chavales y adolescentes. Dentro de los libros para adultos únicamente analizaré aquellos en los que se aborda la cuestión de Dios o que contienen elementos religiosos, normalmente cristianos. Para centrarnos en este tema no me referiré a libros confesionales o teológicos que también han sido auténticos éxitos editoriales, como el libro de J. Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, o el de J. A. Pagola Jesús, aproximación histórica.

1

LA CUESTIÓN DE DIOS: DIOS EN LA PRIMERA FILA DE LAS LIBRERÍAS

¿Por qué el tema de Dios vende tanto? Quizá porque de Dios hablamos todos. Es un tema que sigue teniendo actualidad. Suscita curiosidad, morbo, fascinación, rechazo visceral o sencillamente, como decía Fernando Savater, mientras sigamos siendo mortales nos preguntaremos por Dios. Hace años había un programa de radio que se llamaba: «Porque de sexo hablamos todos». Podríamos decir que de Dios hablamos todos. Es verdad que en nuestra sociedad, sobre todo en ciertas edades y generaciones, da menos pudor hablar de sexo que de Dios. Pero, en el fondo, y cuando se encuentra un clima adecuado, la gente saca el tema de Dios. Por eso Dios vende mucho. Las cifras de ventas de libros sobre este tema están siempre en los primeros lugares.

Es un hecho que la religión no ha muerto en las sociedades modernas. Lo que sucede es que se va reconfigurando, va adoptando nuevas formas. Por eso hoy en día nos encontramos no tanto ante una indiferencia religiosa (que la hay), sino más bien ante un supermercado espiritual. Proliferan ofertas religiosas como centros comerciales. Ofrecen rebajas, religión a la carta, nuevas sensaciones, nada de dogmas ni preceptos, soluciones a los problemas de salud y depresión, etc. Estos centros comerciales espirituales se presentan de diferentes formas y con diversas marcas. «Religiosidad difusa» [1], «religión implícita» [2], «religión invisible» [3], «rumor de ángeles» [4], «religión diseminada» [5], por enumerar solo algunas de las marcas más representativas y conocidas. Estamos ante nuevas experiencias y prácticas religiosas y mitológicas más allá de las instituciones eclesiásticas. Lo religioso o espiritual se presenta con un marketing esotérico, ocultista, mágico o místico, en motivos artísticos, esculturas, pinturas, espectáculos musicales o terapias psicológicas. Está de moda la sensibilidad hacia las formas irracionales de religión: uso y abuso de la astrología, lecturas fantásticas de la historia, curiosidad ante lo paranormal, visión mágica de la salud, entre otras. 

El paradigma de transformación social vinculado a la religión en los años sesenta después del Concilio Vaticano II ha perdido relieve. Hoy la gente acude a lo religioso, sobre todo por motivos estéticos y psicológicos. Se ve en las bodas, comuniones y funerales. La mayoría de los participantes se quedan con lo estético. «¡Qué misa tan bonita!», exclaman muchos al final de una celebración del matrimonio sin eucaristía, solo con liturgia de la Palabra. El cura ha intentado aprovechar la ocasión para adoctrinar o evangelizar al personal, pero la mayoría se queda con la expresión citada, con la belleza y el glamour del ritual católico (que lo sigue teniendo, como reconoció hace unos años en una entrevista el afamado y oscarizado director de cine Pedro Almodóvar). O en una convivencia de adolescentes y jóvenes, muchas veces sucede que lo que más valoran estos al final no son ni las dinámicas sobre valores, ni los talleres artesanales, ni los debates sobre afectividad o sexualidad y amoríos, ni los torneos deportivos, sino, en convivencias de Semana Santa, el turno de vela de oración de tres a cuatro de la madrugada del Viernes Santo (esta valoración está basada en hechos reales). Todo ello es índice del resurgir del misterio, de lo espiritual, lo esotérico, mágico y sobrenatural. De ahí el éxito de series televisivas como El internado, donde se entremezcla la intriga, el misterio, la aventura y lo sobrenatural, con la niña Paula a vueltas con su gnomo del bosque. 

Otro factor que ha propiciado la presencia del tema de Dios en la primera fila de las librerías ha sido el inicio de la superación del monopolio confesional de Dios y el monopolio filosófico-científico del ateísmo, aunque todavía la cosa va despacio, porque sigue habiendo muchos prejuicios. Vamos superando las consecuencias del nacional-catolicismo en relación con la cuestión de Dios y vamos superando el destierro de Dios en el ámbito intelectual, sobre todo filosófico y científico. Se ha ido descubriendo la importancia del tema de Dios en la filosofía y en la ciencia. Como dice Amelia Valcárcel en Hablemos de Dios:

Quizá hemos zanjado la cuestión religiosa demasiado rápido y ha quedado abierta. Por lo demás, que la filosofía se haya desinteresado de la religión es algo muy grave para la propia filosofía, pues corre el peligro de marcharse con ella [6].

En otros países de Europa llevan años con diálogos públicos de gran interés entre intelectuales y escritores creyentes, agnósticos y ateos. Esperemos que en España puedan tener lugar este tipo de diálogos. Recordemos algunos de ellos. En Inglaterra ya empezaron hace mucho tiempo con diálogos entre el filósofo jesuita Copleston y el filósofo matemático ateo B. Russell (famosos debates en la BBC en los años 1950-1960), luego publicados en el libro de B. Russell Escritos sobre Dios y la religión. En Italia, entre Umberto Eco y el cardenal Martini, diálogos recogidos en el libro ¿En qué creen los que no creen?, o entre Dario Antiseri y el cardenal Ruini. En Francia tenemos los debates entre Luc Ferry y Marcel Gauchet, o en Alemania el encuentro entre J. Habermas y el entonces cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI.

1. ¿El evolucionismo impide creer en un Dios creador?

Entre los libros más vendidos sobre Dios, las posturas ateas aparecen en autores como R. Dawkins y su libro El espejismo de Dios [7], un auténtico boom editorial. Es el mismo autor que escribió hace unos años una obra titulada El relojero ciego. Este autor inglés, etólogo de Oxford, ha estado en primera fila en casas editoriales y librerías de centros comerciales. Sostiene que el evolucionismo niega un Dios creador y que con el desarrollo de la ciencia se eliminará la religión. Dawkins aplica literalmente los mecanismos de la selección darwinista para explicar el origen de la religión. La considera un subproducto accidental de la selección darwinista. Ignorando las aportaciones de las ciencias de las religiones, como la antropología de la religión o la sociología de la religión, sostiene que el comportamiento religioso es el equivalente humano del hormiguismo, y lo reduce a conductas de autoinmolación, lo mismo que las mariposas nocturnas, que vuelan hacia la llama hasta incinerarse. Es verdad que nuestro autor también reconoce que la religión puede ser un placebo que prolonga la vida mediante la reducción del estrés y que satisface nuestra curiosidad sobre el universo y nuestro lugar en él [8]. Pero todo ello no es más que un subproducto fallido y desafortunado de una propensión psicológica subyacente que en otras circunstancias fue útil. ¿Por qué la religión es un subproducto de dualismos instintivos? ¿Por qué ya no es útil? Dawkins fundamenta su inutilidad porque, supuestamente, contradice a la ciencia.

Es verdad que muchas personas religiosas se oponen a la mentalidad científica, pero ello no quiere decir que necesariamente una creencia o una actitud auténticamente religiosas tengan que comportar una oposición a la investigación auténticamente científica. Más aún, puede contribuir a evitar que la ciencia desemboque en absolutismos y fundamentalismos cientificistas igualmente perniciosos. Dawkins sostiene que el ateo no hace guerras, ya que el ateísmo, siendo ausencia de creencias, no puede llevar a alguien a matar por ellas. Sin embargo esto no es cierto. Eric, un joven de Finlandia asesino de ocho personas tras anunciarlo en la web, se definía como un admirador de Hitler y Stalin, un existencialista cínico y un humanista antihumano, un darwinista social antisocial y un ateo endiosado. El ser humano, creyente en Dios o ateo, hace las guerras, ya que todos creemos en algo o en alguien. Sabemos de personas que por haber absolutizado realidades como el poder, la economía, la raza, la nación, el Estado o la tecnología han llegado a cometer las mismas atrocidades que personas con creencias religiosas. 

R. Dawkins dice también en su libro que el fundamentalismo religioso pervierte el mundo científico. Es verdad, pero no toda forma de creencia religiosa es fundamentalista, ya que puede y debe conllevar una educación en valores, tal como también reconoce el mismo Dawkins en ocasiones. La cara oscura del absolutismo puede darse en la religión y en cualquier dimensión humana que sea considerada como suprema y valiosa por sí misma. Algo de esto intuye Dawkins cuando acepta que el patriótico amor al país o al grupo étnico puede llevar también a cometer atrocidades. Pero a la fe religiosa le concede un potencial mucho mayor por silenciar al cálculo racional, por fomentar la creencia en absurdos [9]. Ahora bien, la fe religiosa no tiene por qué oponerse a la racionalidad, más aún, la teología católica sostiene que una actuación que no sea según la razón es contraria a la naturaleza de Dios. Insiste Dawkins afirmando que la fe no tolera argumentos. Todo depende de cómo se entienda la fe. Si se entiende la fe, por ejemplo, como una adhesión alegre, vital y confiada a un estilo de vida como el de Jesús de Nazaret o como el de Buda, difícilmente se podrá dudar de su potencial humanizador. La fe puede ser muy peligrosa, pero no solo la fe religiosa, sino cualquier forma de absolutismo deshumanizador.

2. Los autobuses ateos

R. Dawkins es un ateo militante que últimamente ha liderado una campaña desde Londres para que los autobuses lleven un anuncio publicitario con la frase: «Probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta de la vida». Estos autobuses han llegado también a diversas ciudades de España. Hace unos días me decía una señora que ella no iba montar en los autobuses que llevasen ese tipo de publicidad. Yo le decía que estuviese tranquila, ya que todos los autobuses son religiosos porque si no pagas «religiosamente» no puedes viajar en ellos. Bromas aparte, esta campaña puede ayudar a despertarnos de la indiferencia y a que la gente se cuestione y plantee la existencia de Dios en su vida. De todas formas, a Dawkins habría que decirle que, si tan seguro está de que Dios no existe, que deje de preocuparse por él y que disfrute de la vida. Esta campaña puede ser también un revulsivo para la fe cristiana movilizando a los cristianos para que mostremos una imagen de Dios humanizadora, que ayude a vivir mejor y nos comprometa para que todos los seres humanos puedan disfrutar dignamente de la vida.

En la misma línea de este ateísmo se sitúa el libro de Christopher Hitchens titulado Dios no es bueno. Alegato contra la religión [10], así como otro libro, traducido del francés, que ha sido un éxito editorial en Francia, el Tratado de ateología (demagógico y lleno de sofismas), de M. Onfray [11]. Entre nosotros, Fernando Savater defiende su ateísmo, aunque con una cierta envidia de la fe cristiana, en La vida eterna [12]. Ya en un ámbito más de divulgación se encuentra La revelación [13], de Leo Bassi (este libro recoge el texto íntegro de su obra teatral, representada en muchos teatros de España, en la que vierte todo su anticlericalismo y su irreverencia ante las religiones monoteístas, a las que critica sin piedad a base de risa y de sofismas filosóficos), la Carta de Jesús al papa [14], del televisivo F. Sánchez Dragó, y un manual para educar a los niños en el ateísmo escrito por J. A. Taboada, titulado Religión para Ana y Laura. La religión vista por un ateo [15].

En esta misma postura atea se han publicado recientemente (2006-2008) la Biblia del ateo [16], coordinada por Joan Koner; La feliz desesperanza, de André ComteSponville [17], y en plan laicista y beligerante nos encontramos con las obras de Bart Ehrman, ¿Dónde está Dios? El problema del sufrimiento humano [18], y de Piergiorgio Odifredi, ¿Por qué no podemos ser cristianos y menos aún católicos? [19]. 

En cambio defienden la posibilidad de la existencia de Dios autores como Matthew Alper, Dios está en el cerebro (2008) y Stephen Unwin, La probabilidad de Dios (2008) [20] (en 2006 se publicó La teoría de Dios. Universos, Campos de Punto Cero y qué hay detrás de todo ello, de Bernard Haisch [21]). Dentro de esta temática favorable a la religión han tenido un éxito editorial El tercer Jesús, de Deepak Chopra [22],y las Cartas privadas de la Madre Teresa de Calcuta [23]. En España comienza a haber intelectuales que defienden la necesidad de plantear la cuestión de Dios en la cultura y en la filosofía. En estos últimos años la han propuesto J. A. Marina con sus dos éxitos de ventas: Dictamen sobre Dios [24] y Por qué soy cristiano [25], y aún recientemente Victoria Camps y Amelia Valcárcel en su libro conjunto Hablemos de Dios [26].

3. La función de las religiones

En su libro Dictamen sobre Dios, J. A. Marina reconoce que la idea de Dios sigue atrayendo el interés de la gente, forma parte del cimiento de la sociedad laica y va a mantener su influencia en el futuro. En su opinión, el papel de las religiones en el mundo aumenta en vez de descender. Nos recuerda que en el mundo hay dos mil millones de personas que se declaran cristianas; mil millones, musulmanes, setecientos cincuenta millones, hindúes; trescientos cincuenta millones, budistas; doscientos cincuenta millones siguen religiones tribales; veinte son sijs; otros veinte, taoístas; otros quince, judíos. Son cifras gigantescas que no podemos olvidar. Pero, como señala este autor, Dios se ha convertido en un comodín que lo mismo sirve para apoyar una buena jugada que un farol indecente. Por eso hay que hablar de Dios como un elemento cultural muy importante. No da lo mismo una creencia en Dios que otra. La creencia religiosa es inteligente cuando se vive como una apertura y una rebeldía frente a la cerrazón del materialismo y de la tecnología pura y dura. Pero no es inteligente cuando se vive desde el fanatismo y la intolerancia. Para este autor, las religiones han cumplido funciones muy importantes en la historia: explicar el mundo, ordenar la convivencia humana y ofrecer una esperanza de salvación. Pero le parece que hoy en día estas funciones las pueden cumplir la ética y el humanismo. Por eso al final de su libro termina reduciendo la religión a la ética. Esto es reduccionista, porque la religión consiste precisamente en poder dialogar con el misterio y, desde la fe, unirse a una trascendencia espiritual. Pero ya podría haber más intelectuales como J. A. Marina, que valora muchísimo el hecho religioso y con el que se puede dialogar sobre religión y Dios. En su otro libro, también muy vendido, Por qué soy cristiano, J. A. Marina se considera cristiano en cuanto que se identifica con el Jesús de los evangelios, estudiado desde las últimas investigaciones históricas. Se trata de un libro muy interesante para las personas que desean acceder a Jesús no desde la fe, sino desde el estudio de la historia y la cultura.

¿Por qué se venden tanto estos libros? Porque la religión siempre provoca morbo, curiosidad, interés, reflexión, intriga y misterio. Ello muestra que la religión no ha muerto. Tiene siete vidas, como los gatos. Lo sagrado vuelve a estar de moda. Cada vez hay más supermercados espirituales. 

Esto es así porque la secularización va unida muchas veces no a una desaparición de la religión, sino a un retorno a las formas más elementales de lo religioso: magia, animismo, adivinación y creencias en la reencarnación. Aumenta la sensibilidad hacia formas de religión más irracionales. Hay autores que proponen dar más importancia a las ofertas religiosas para satisfacer necesidades de orden trascendente que siguen demandando las personas. Lo que hay que hacer es adecuar las ofertas de los grupos y confesiones religiosas a los tipos de demanda que solicitan las personas en una sociedad secularizada. Además, se va descubriendo y valorando la importancia del tema de Dios en la filosofía y en la ciencia. Ahora bien, este redescubrimiento que aparece en los éxitos editoriales que estamos analizando nos muestra también que va unido, por un lado, al auge de un pensamiento neoconservador y, por otro, al influjo del pensamiento posmoderno.

4. Dios en el pensamiento neoconservador y posmoderno

Dice F. Savater en su libro La vida eterna que hace unos años se pensaba que la fe era algo relegado a la esfera privada, pero se ha demostrado que es una fuerza terrible y de gran peso político. Según él es un efecto de la irrupción del integrismo islámico en la esfera internacional, que además ha influido en el renacer religioso en Estados Unidos. El pensamiento neoconservador defiende el retorno de Dios, pero de un Dios fuerte y garante de valores absolutos y de certezas incuestionables. Así, para Daniel Bell y Novak, entre otros, la mejor receta contra el relativismo es la fe en este Dios. Dios constituye para estos autores el freno del hedonismo, del anti-autoritarismo y del vacío de valores de la posmodernidad. Vendrían a decir: «Si Dios no existe, todo está permitido». Pero si Dios existe, entonces no todo está permitido. Para Daniel Bell, Dios es un ideal trascendente para salir al paso del nihilismo posmoderno y de la crisis de la cultura y la sociedad burguesa. Se utiliza a Dios para devolver la estabilidad al sistema, «como Dios manda». Los neocon sostienen que la legitimación sobrenatural de un Dios sustancial, trascendente y todopoderoso, así como la interpretación literal y fundamentalista de la Biblia, es la mejor legitimación del capitalismo y de los valores de la derecha conservadora. Así lo señala Novak en su obra El espíritu del capitalismo democrático, al sostener que el concepto judeocristiano, que se halla al comienzo del Génesis, enseñó a los primeros americanos que la vocación humana no puede ser pasiva, sino la de cambiar la historia, ser creadores, pioneros y perseverar en la invención de un nuevo orden [27].

Frente a estos autores están los posmodernos, con la propuesta de un Dios débil y deslegitimador de todos los fundamentalismos y absolutismos. Es el Dios débil del pensamiento débil de G. Vattimo, y en su línea Enzo Vitiello y Massimo Cacciari. Según estos autores, la mejor receta contra los fundamentalismos e integrismos es proclamar que Dios y el ateísmo han muerto. No hay un fundamento absoluto, y entonces emerge un Dios débil, el Dios de la Biblia y de Jesús como el Dios de los débiles. En su libro Después de la cristiandad, Gianni Vattimo [28] propone un cristianismo no religioso, un Dios débil. En efecto, si «Dios ha muerto» (Nietzsche), entonces ha muerto el Dios prepotente del fundamento y del absolutismo, ha muerto también el ateísmo filosófico. Ha muerto el Dios de la metafísica y la escolástica medieval. Entonces vuelve a ser posible tomar en serio al Dios de la Biblia, el Dios de Jesús, el Dios débil. Y –sostiene Vattimo– nos liberamos del cientifismo y de la metafísica. El Dios reencontrado en la posmodernidad es el Dios del libro. Se cree en él porque se ha oído hablar de él y nos fiamos de quien nos habla de él. 

En este marco posmoderno, el pensamiento constata que no hay razones fuertes ni para negar a Dios ni para creer en él. Podemos creer que creemos, como se titula otro libro de Vattimo (Creer que se cree). Y así, según este autor, se abre de nuevo la posibilidad de la religión. Pero una religión que nada tiene que ver con la religión dogmática y moral (ni catecismo ni mandamientos). Es el Dios que se abaja y se hace débil en la cruz de Cristo. Por su parte, Enzo Vitiello propone un cristianismo sin redención, y Massimo Cacciari el Dios silencioso de la mística y del misterio inefable contra los fundamentalismos y los absolutismos. En cuanto a Eugenio Trías, es un autor que ha escrito bastante sobre la religión y lo sagrado, pero poco sobre Dios. Él define la religión como una cita con lo sagrado. Por eso en su libro Repensar la religión habla más de la religión como cita con lo sagrado desde una racionalidad simbólica.