Porque me da la gana - Alicia Gutiérrez - E-Book

Porque me da la gana E-Book

Alicia Gutiérrez

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Beschreibung

"Nunca el pretérito fue tan imperfecto como cuando descubrimos hasta dónde llegaba nuestro error. Pese a ser subestimada en un principio y a la creencia de que las ayusadas (frases que denotan una inteligencia política muy superior a la que sus detractores desearían) acabarían por desgastarla políticamente, Ayuso ha mostrado una inagotable capacidad para esquivar asuntos de relevancia que, como los protocolos que impidieron derivar a hospitales a determinados mayores de residencias en los momentos duros de la pandemia, habrían ahogado a otros dirigentes políticos. Lo anterior se conjuga, además, con una habilidad se diría que innata para lograr el efecto bumerán de todas las críticas de las que ha sido objeto la presidenta de la Comunidad de Madrid. La joven promesa a la que en 2019 Pablo Casado, antes de percatarse de su error, describió como una política «sin complejos» se ha afianzado en las urnas con una estrategia donde hace gala de una especie de campechanía goyesca traducida en el «Porque me da la gana». A base de eslóganes como «Comunismo o Libertad», Isabel Díaz Ayuso se erige como una de las lideresas políticas que más eclipsan la actualidad y a la que no parecen afectar ni las privatizaciones, ni los volantazos a la derecha ni la falta de explicaciones ante los escándalos que la rodean, como las comisiones que recibió su hermano o la bajada de impuestos a los más ricos."

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akal / a fondo

Director de la colección

Pascual Serrano

Diseño interior y cubierta: RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

© Alicia Gutiérrez, 2023

© Ediciones Akal, S. A., 2023

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

facebook.com/EdicionesAkal

@AkalEditor

ISBN: 978-84-460-5383-5

Alicia Gutiérrez

Porque me da la gana

Ayuso, la nueva lideresa

Nunca el pretérito fue tan imperfecto como cuando descubrimos hasta dónde llegaba nuestro error. Pese a ser subestimada en un principio y a la creencia de que las ayusadas (frases que denotan una inteligencia política muy superior a la que sus detractores desearían) acabarían por desgastarla, Ayuso ha mostrado una inagotable capacidad para esquivar asuntos de relevancia que, como los protocolos que impidieron derivar a hospitales a determinados ancianos de residencias durante la pandemia, habrían ahogado a otros dirigentes políticos. Lo anterior se conjuga, además, con una habilidad se diría que innata para lograr el efecto bumerán de todas las críticas de las que ha sido objeto la presidenta de la Comunidad de Madrid.

La joven promesa a la que en 2019 Pablo Casado, antes de percatarse de su error, describió como una política «sin complejos» se ha afianzado en las urnas con una estrategia donde hace gala de una especie de campechanía goyesca traducida en el «porque me da la gana». A base de eslóganes como «Comunismo o Libertad», Isabel Díaz Ayuso se erige como una de las lideresas políticas que más eclipsan la actualidad y a la que no parecen afectar ni las privatizaciones, ni los volantazos a la derecha ni la falta de explicaciones ante los escándalos que la rodean, como las comisiones que recibió su hermano o la bajada de impuestos a los más ricos.

Especializada en periodismo de investigación, la malagueña Alicia Gutiérrez se forjó en El Correo de Andalucía para de ahí saltar a Público y finalmente sumarse en 2013 al nacimiento de InfoLibre. A raíz de sus hallazgos sobre el caso Urdangarin –y su relación con el ahora rey emérito Juan Carlos I– comenzó a colaborar en distintos programas de televisión y en medios como eldiario.es, Estrella Digital y ara.cat. Una de sus investigaciones destapó la existencia de un chat de altos mandos militares ya retirados donde se podía leer que había que «empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta». En vísperas de las elecciones madrileñas de 2021, una de sus informaciones forzó a Isabel Díaz Ayuso a rectificar su declaración de bienes para, tras años de omisiones, revelar el nombre de la empresa cuyo 50% posee.

Para Andrés. Como desees.

Si cada uno no creyera que hace lo que quiere, sería imposible que hiciera lo que le mandan.

Agustín García Calvo

Presentación

Me atrevería a decir que solo hay un presidente de comunidad autónoma cuyo nombre conocen en todas las otras comunida­des. El mismo que, en los medios, tiene quizá más protagonismo que el presidente de su partido. A pesar de que su ámbito político es una autonomía, este presidente regional, con sus exabruptos e insultos, es el principal flagelo contra el actual Gobierno nacional de coalición, porque considera que su rival no está en su Parlamento autonómico sino en la Moncloa. Ese presidente es, en realidad, una presidenta, la de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Ayuso logra el sueño de cualquier publicista: troquelar en nuestro imaginario todas sus ocurrencias. «Comunismo o Libertad», «Madrid es tan grande que puedes vivir sin encontrarte con tu expareja y eso es libertad», «las cañas son importantes, es una cuestión cultural y también económica», «Que les vote Txapote»... No es que consiga titulares de prensa, es que sus gracietas se quedan semanas ocupando la actualidad mediática. Porque, como dice nuestra autora, Ayuso sabe que «cuanto mayor sea el nú­mero de ciudadanos a los que hay que convencer, menor ha de ser el esfuerzo mental que se les exija».

Hablar de «concebidos no nacidos» para contabilizar como familia numerosa o de los «atascos como una seña de identidad» orgullosa de los madrileños equivale, en el siglo xxi, a los espejitos y bisutería con los que los españoles engañaban a los indígenas americanos. Incluyendo entre los indígenas a todos los usuarios de izquierda que la agitan en las redes.

Pero si el discurso de Díaz Ayuso es impactante, no lo es menos su estrategia de imagen para mimetizarse según el lugar y el momento. Puede ser una inmaculada concepción compungida durante la pandemia, una joven sexi con tatuaje de Depeche Mode y chaqueta de cuero en una gala musical, una working girl con vestido barato en un inicio de temporada veraniega, o una elegante señora con un traje de la diseñadora Vicky Martín Berrocal si se trata de una recepción con los reyes. Estas metamorfosis tratan de convencerte de que es una trabajadora de clase media, una jovencita precaria que vive de alquiler, una líder política que salva a Madrid de la pandemia o una heroína que se enfrenta al comunismo bolivariano de Pedro Sánchez.

Pero todo eso ya lo sabe usted, lector. Lo que descubrirá ahora en este nuevo libro de la colección A Fondo, Porque me da la gana. Ayuso, la nueva lideresa es la realidad detrás de las bambalinas que la presidenta de la Comunidad de Madrid y sus acólitos de la prensa nos ponen todos los días.

La autora de este trabajo. Alicia Gutiérrez, es una de las periodistas que más ha cubierto las tropelías de Isabel Díaz Ayuso. Desde InfoLibre, Gutiérrez ha aportado más luz a la ciudadanía sobre el modus operandi de la presidenta de Madrid, de sus enjuagues económicos, de sus fintas a los jueces y de sus reyertas con la oposición madrileña y el Gobierno español, que toda la información oficial que podamos encontrar en los boletines oficiales y portales de transparencia de la comunidad.

A lo largo de Porque me da la gana. Ayuso, la nueva lideresa conoceremos la trayectoria de la presidenta madrileña, desde los tiempos a la sombra de su «madre política» Esperanza Aguirre hasta los apoyos de su «hermano» Pablo Casado. Todos ellos cadáveres políticos a día de hoy que ha ido dejando atrás, alguno incluso manchándose las manos de sangre (políticamente hablando).

También podremos encontrar todos los convolutos de Ayuso sobre los negocios de su familia, la de verdad. Desde la casa donada por sus padres para evitar un embargo que terminamos pagando todos hasta las comisiones de su hermano por unas mascarillas que también pagamos todos. Ya se sabe, neoliberalismo pasando la gorra por la caja pública.

Y, lo más importante, su política al frente de la Comunidad de Madrid. Alicia Gutiérrez destripa las cuentas públicas para mostrarnos que, con la pandemia, en 2020, último año del que hay datos oficiales de ámbito estatal, el porcentaje del PIB regional que Madrid destinó a sanidad se situó en el 4,7%, mientras que la media de todas las comunidades alcanzó una tasa del 6,9%.

Algo similar sucede en educación, la comunidad más rica de España cierra la lista autonómica de menor gasto por alumno en centros públicos.

Y por si con todo esto no tuvieran suficiente quienes no disponen de dinero para sanidad privada y colegio privado, las cifras también muestran que Madrid es la comunidad que menos porcentaje del PIB dedica a servicios sociales. Nada que sea motivo de preocupación, porque, según Ayuso, en Madrid «los ricos y pobres nos entendemos en la terraza del bar».

Mientras tanto, se multiplica el presupuesto para colegios privados concertados y se dispara el negocio de las aseguradoras sanitarias privadas ante el colapso de la sanidad pública.

La estrategia de Ayuso es la contraria a la de los padres para dar de comer a los bebés. Mientras que estos los entretienen moviendo un juguete de colores para meterles la comida en la boca, Ayuso te mueve el juguete en forma de declaraciones de chascarrillo a la vez que te quita la comida... la sanidad, la educación y, si eres anciano, la vida.

Porque especial atención merece la gestión de las residencias de ancianos durante la pandemia, donde, como es sabido, se impidió la asistencia y el traslado sanitario. La combinación letal de coronavirus y Ayuso ha provocado que la Comunidad de Madrid sea el espacio europeo donde más haya bajado la esperanza de vida. Los madrileños dejaron de morirse a los 85,8 años para morirse a los 82,3.

Otro elemento al que Gutiérrez dedica especial atención es la capacidad de Ayuso de cambiar de posición según vengan dadas. Un día se enfrenta a Vox para marcar distancias y al siguiente le guiña el ojo si necesita sus votos para la investidura. Un día abandera la unidad de España y al otro reivindica su balcanización fiscal para poder bajar los impuestos a los ricos en Madrid. Solo Ayuso puede poner como referente a la Isabel Católica que expulsó a los judíos al mismo tiempo que viaja a Israel a ofrecer Madrid como «casa» de la comunidad judía.

Y si algún periodista acorrala a preguntas a la presidenta de la Comunidad de Madrid, siempre puede responderle: «Bastante carajal tengo con lo mío para irme a otros ámbitos».

Y que nadie piense que la autora de Porque me da la gana. Ayuso, la nueva lideresa no ha querido escuchar y reflejar la posición de la protagonista. Según señala Alicia Gutiérrez, «los portavoces de la presidenta rehusaron por la vía del silencio la propuesta escrita de realizar una entrevista para la elaboración de este libro». Sin duda porque sabían que a los lectores de un libro no se los puede seducir con esas ayusadas que tanto triunfan en redes y bares. Yo confío en que usted es de esos lectores.

Pascual Serrano

Introducción

«Si cada uno no creyera que hace lo que quiere sería imposible que hiciera lo que le mandan». Mucho antes de que pensadores como el surcoreano Byung-Chul Han alertasen de que, de forma casi invisible, el poder neoliberal mantiene bajo su total dominio a los mismos ciudadanos que creen gozar de absoluta libertad, el aforismo de la primera línea lo acuñó el ya fallecido filósofo y poeta Agustín García Calvo.

Hoy, esa frase que aún porta como estandarte la editorial fundada por el escritor zamorano, Lucina, encierra una de las claves que explican el éxito arrollador de quien desde 2019 preside el Gobierno madrileño: Isabel Díaz Ayuso.

Como si se tratara de una exclusiva falsa cuyo autor presume a machamartillo de haberla publicado, Ayuso enarbola la palabra «libertad» con orgullo de propietaria única. «Libertad y después, todo lo demás», señala su perfil en Twitter[1].

Tomado del inglés, «eslogan» proviene de un antiquísimo vocablo gaélico con que clanes escoceses definían el «grito de gue­rra»[2].

Sin duda, Isabel Díaz Ayuso ha sabido incrustar en su discurso eslóganes de eficacia feroz, dijes que brillan en un garaje ideológico repleto de matrículas falsas para que el coche parezca salido de la fábrica de la libertad. En ese espacio, cristales de colores refulgen y nos atraen como a aquellos indígenas a los que seducían conquistadores armados hasta los dientes y con sonrisa amable según algunas películas. Salvo una exigua minoría, en indígenas ingenuos nos convertimos todos cuando ante nuestros ojos aparecen piezas capaces de atrapar la atención. Y así, con el método de los conquistadores del amor, la guerra, la política o cualquier variedad, la presidenta y su equipo eclipsan lo que interesa eliminar del debate.

Ayuso increpa a la oposición llamándola «socialcomunista». O remachando, como ocurrió el pasado mes de junio de 2022, que libros de texto aún en el horno buscaban el «adoctrinamien­to». O proclamando que la libertad consiste en «vivir a la madrileña», ejerciendo como ciudadanos de una comunidad donde «no hay clases sociales como intenta vender la izquierda» y «en la que ricos y pobres nos entendemos en la terraza de un bar».

Los entrecomillados anteriores proceden de declaraciones públicas efectuadas por la presidenta. Y ahí se insertan sus eslóganes. Sus gritos de guerra, una especie de gota china que, a base de reiteración rítmica, penetra en un más que relevante segmento del electorado.

Con esos eslóganes Ayuso logra borrar literalmente del mapa datos que en sí mismos ponen en peligro su discurso libertario en la acepción neoliberal del término: menos intervención del Estado, reducción constante y máxima de impuestos, y desregularización casi absoluta.

Fiel seguidora de lo que politólogos y sociólogos denominan «estrategia de la crispación», Ayuso sigue el sendero que en las elecciones de noviembre de 2016 condujo a Donald Trump a la cúspide. Como escribe en Facha[3]el filósofo Jason Stanley, Trump «expresaba unas opiniones escandalosas presuntamente no aptas para el discurso público». Y justamente eso hizo que la gente entendiera que «no tenía pelos en la lengua».

Hablando sin tapujos o sin complejos, la presidenta abre en ocasiones debates que se marchitan cuando interesa que otro asunto tome el relevo del anterior.

Por buscar una equivalencia con los electrodomésticos fabricados para que duren un tiempo limitado, aquí estamos ante una especie de obsolescencia política programada. El borrado de antecedentes, la vaporización descrita en pleno estalinismo por el escritor George Orwell, permiten por ejemplo que la Comunidad de Madrid mantenga desde septiembre de 2020 un recurso judicial contra el Gobierno central por fijar límites máximos para las tasas universitarias para, casi dos años más tarde, haber aprobado en junio de 2022 «una bajada histórica de las tasas universitarias públicas para beneficiar a casi 200.000 estudiantes».

[1] [https://twitter.com/IdiazAyuso].

[2] [https://www.etymonline.com/search?q=slogan].

[3] J. Stanley, Facha, Barcelona, Blackie Books, 2020.

I

Ranas, sapos y libertad

Libertad en mayúsculas

«Han pasado dos años desde las últimas elecciones. Dos años en los que, desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid, hemos defendido nuestra Libertad y nuestra forma de vida».

Libertad en mayúsculas como eje programático. El prospecto electoral de las autonómicas de 2021 finalizaba así:

Libertad educativa, para que sean las familias y no los Gobiernos quienes decidan cómo educar a sus hijos; libertad para elegir qué médico y hospital queremos que nos atienda; libertad para desembarazarse del exceso de burocracia; libertad de iniciativa económica para ayudar a los autónomos y a las empresas a sacar adelante sus proyectos y crear empleo; libertad de horarios para consolidar un comercio competitivo y adaptado a las nuevas tecnologías.

Libertad, en definitiva, para que nadie imponga una forma de vivir, pensar o sentir.

Libertad para vivir a la madrileña.

Tal desenvoltura le ha permitido a Ayuso esquivar discusiones cimentadas en los datos que abordaremos más adelante. Pero de momento, dos preguntas: ¿cuál es el grado de compatibilidad entre «libertad educativa» y ser la última comunidad en gasto por alumno a la vez que las cifras oficiales de ámbito estatal la señalan como la segunda –tras Cataluña– en el dinero dispuesto en 2020 para conciertos y subvenciones a la enseñanza privada[1]?

¿Qué ocurrió con la palabra «Libertad» en la campaña de 2021? Que en la tradicional carta a los electores firmada por los candidatos y embutida en cientos de miles de buzones, el PP optó por algo a lo que un artista conceptual brindaría su aplauso: una página en papel cuché con una foto de la candidata junto a la palabra «Libertad» escrita en mayúsculas y a gran tamaño. Debajo, el segundo a la vez que icónico apellido de la candidata: Ayuso. Esto es: #YoConAyuso[2]. Y nada más.

«Libertad» se convirtió en el leitmotiv del programa electoral de 2021, un texto que pone el acento en esculpir como «seña de identidad» del PP madrileño el binomio «impuestos bajos y mejores servicios públicos».

Año y medio más tarde, y en una entrevista publicada por todos los medios andaluces del Grupo Joly justo cuando acababa de doblar el brazo a Núñez Feijóo con la negociación sobre el órgano de gobierno de los jueces, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Ayuso reiteró su concepto de libertad sin ambages. La ligó a la «cultura del esfuerzo». Y lo hizo con un lenguaje cada vez más próximo al vocabulario de populismo neoliberal:

Somos el partido del pueblo que representa a los niños, a los mayores, hombres, mujeres, gentes del campo y de la ciudad, de izquierda, de derecha, ricos y pobres, al trabajador y al empresario… Es decir, el PP no divide socialmente y busca un afán común de unidad bajo unos valores constitucionales y de libertad, de cultura del esfuerzo, del trabajo…[3].

Una más y nunca pija

Pero el esfuerzo solitario, y lo veremos en páginas posteriores, no es lo que define la trayectoria de la presidenta de Madrid. Forjada en el PP de Esperanza Aguirre –la aristocrática liberal que inició el proceso de esquilmar la sanidad pública mediante privatizaciones–, Ayuso la supera con un modelo discursivo y una gestualidad que buscan mostrarla no como una «pija» –es ella quien acusa a la izquierda de alentar un feminismo de «palo de pija»–, sino como «una más»[4]. Una más cada vez más derechizada, tanto que a final de 2022 cambió su lema original –«Comunismo o Libertad»– por otro con ribetes inquietantes: «O Sánchez o España». Sánchez es Pedro Sánchez, el presidente de un Gobierno del que Ayuso vitupera acusándolo de estar «al servicio de Bildu».

A diferencia de lo usual en la política autonómica, la presidenta madrileña no toma como rivales a sus competidores directos. El enemigo con el que medirse es el jefe del Gobierno central, y en la práctica eso la sitúa en el mismo escalón que al actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Respecto a Ayuso, Feijóo ha heredado la posición de su antecesor, Pablo Casado, a quien, como veremos más adelante, la jefa del Ejecutivo madrileño liquidó a velocidad de vértigo una vez este cuestionó el contrato para suministro de mascarillas quirúrgicas del que se benefició su hermano: el de ella. De momento, y en tanto se mantenga la incógnita de en qué lugar van a quedar Ayuso y Feijóo tras las autonómicas y locales de mayo de 2023, los barones del PP guardan distancia de puertas afuera. Pero la huella de la presidenta ya ha quedado impresa. Y marca rumbo.

Aun así y pese a que en la etapa final de la legislatura la jefa del PP madrileño ha extremado literalmente su discurso y a que todavía no se sabe si terminará formalmente convertida en aspirante oficial al trono del partido, Ayuso no ha perdido jamás ocasión para presentarse como alguien de lo que se sigue entendiendo por «clase media», categoría social atrincherada en el imaginario colectivo y cuyos contornos se van difuminando en espera de nuevas definiciones[5].

«Nos identificamos con quien más se nos parece», escribió nada más arrancar 2023 la socióloga Mar Gómez González[6]. Con absoluto celo para preservar el perfil de la «clase media» y con fi­guras como Donald Trump como referentes en la penumbra, Ayuso ha logrado con la ayuda de sus afines proyectar que quiere cosas normales.

Dado que la normalidad entronca con los programas televisivos de máxima audiencia, la presidenta se desprende del manto rígido de una seriedad para intelectuales participando, por ejemplo, en el MasterChef de TVE o en el Got Talent de Telecinco, apariciones que sin duda refuerzan sus opciones electorales a través de la empatía.

En paralelo y con discursos de acendrada patriota, acomoda su perfil al de heroínas de abajo como aquella Manuela Malasaña que murió tras participar en el levantamiento del Dos de Mayo contra las tropas francesas. O como, según Nacho Cano –del desaparecido Mecano–, «una especie de Malinche»[7], la mexica que pasó de esclava a amante de Hernán Cortés.

A diferencia de aquella jovencísima Manuela Malasaña, a quien portar unas tijeras de costurera le costó un juicio sumarísimo y condena de muerte, Ayuso ha usado y usa las suyas para recortar en sanidad, educación y otros servicios básicos.

Lo hace siguiendo una determinada estrategia y apoyándose en aliados a los que la oposición considera herramientas invencibles. El «pase lo que pase volverá a ganar» se ha convertido para la izquierda en un dramático axioma que durante años ha cegado a opositores competentes, a otros de difícil calificación y a una parte del electorado que considera imposible un cambio en Madrid.

Pero sea como sea, lo cierto es que la nueva lideresa ha triunfado en su objetivo de convencer a una enorme parte de la población de algo sustancial: que, sean cuales sean las condiciones vitales de cada ciudadano, todos aquellos gobernados por su equipo son seres absolutamente libres.

Como ya se esbozó antes, repite y repite que en Madrid no hay clases sociales. O sea, que sin trabajo o con un empleo basura, sin opciones para adquirir una vivienda ni expectativas de mejoría, o asistiendo al cierre de las urgencias asociadas a los centros de salud, cualquiera será tan libre como el más rico de este tapiz de 6,64 millones de habitantes. «Defendemos una comunidad en la que ricos y pobres se entienden en la barra de un bar», acuñó en abril de 2021[8]. Como cantaba Gabinete Caligari a mediados de los ochenta, «bares, qué lugares / tan gratos para conversar».

La crispación como arma

A finales de 2022 y comienzos de 2023, con las elecciones autonómicas y municipales de mayo a la vista, a la presidenta regional, que a lo largo del año anterior ya había dado varios volantazos a la derecha, solo le faltó jalear a la población para que expulse también de los bares a Pedro Sánchez y cualquier miembro del Gobierno. Y de España.

En un foro organizado por El Mundo y Expansión, la presidenta enseñó el 16 de enero las pinturas que tiznarán con un agresivo color negro la campaña electoral. «Vamos camino de que en España no haya Estado de derecho», proclamó. Y al extenderse sobre la acción del Gobierno, añadió algo de mayor gravedad:

Es lo mismo que estamos viendo en el continente americano a manos del populismo […]. O, trasladado a la historia de España, ya lo sufrimos en la antesala que provocó la peor catástrofe de nuestra historia: la deriva totalitaria de la Segunda República, que desembocó en la discordia y en la Guerra Civil[9].

Como veremos más adelante, la apuesta de Ayuso por la crispación ha alcanzado tal nivel que en enero de este año, 2023, hizo suya una consigna para la cruzada contra el Gobierno impensable incluso antes de que ETA abandonara las armas: «¡Que te vote Txapote!». Txapote es el etarra condenado por los asesinatos de Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica, Fernando Buesa o Gregorio Ordóñez. Blanco y Ordóñez pertenecían al PP. Múgica y Buesa, al PSOE.

En el reverso del discurso amable que gravita en torno al uso de la palabra «Libertad» como conjuro mágico y con una estrategia bélica casi en sentido literal, han quedado ocultos elementos de máxima relevancia. Para empezar, el deterioro del sistema sanitario público, que adquiere en Madrid una gravedad superior a la media; o cómo en la balanza del sector educativo ha ido bajando el gasto por alumno y subiendo el de la inyección de fondos para la enseñanza concertada[10]. En paralelo a todo lo anterior, Madrid encabeza hoy la comitiva de los sectores contrarios al impuesto para ricos.

En un estado de cosas como el del párrafo anterior, el peso de los poderes aliados resulta tan sólido, tan compacto, que casi pasó casi desapercibida la prohibición de trasladar de residencias a hospitales a ancianos contagiados por el coronavirus, uno de los asuntos más graves de los últimos tiempos y que abordaremos más adelante.

A su arrolladora victoria de 2021 –65 escaños, a solo cuatro de la mayoría absoluta, aunque a expensas de los 13 diputados de Vox y con Ciudadanos literalmente fagocitado– contribuyeron la inquietud laboral y el cansancio provocados por el confinamiento sanitario de un año antes. También, su capacidad para presentar cualquier medida del Gobierno central PSOE-Unidas Podemos como ejemplo de un modus operandi que busca imponer un «comunismo bolivariano».

«La apertura de bares durante la pandemia mientras otras grandes ciudades como Barcelona los mantenían cerrados transmitió una idea sobre Ayuso que caló de forma profunda en la ciudadanía», diagnostica el sociólogo Luis Arroyo, socialista y ahora presidente del Ateneo madrileño.

Arroyo da un paso más con el que atribuye a su propio partido, el PSOE, responsabilidad en que la jefa del Ejecutivo regional escalara desde los 30 diputados de las elecciones de 2019 a los 65 de 2021: la calmada y lo que cabría definir como profesoral estrategia de oposición seguida por el entonces candidato del PSOE a la presidencia madrileña, Ángel Gabilondo. «Gabilon­do», reflexiona Arroyo, «deseaba ser Defensor del Pueblo, como lo es ahora, y eso habría sido imposible de haber mantenido una política más afilada contra el PP».

A tenor de lo que algunos politólogos y sociólogos sostienen en privado, a favor de Ayuso jugó en el electorado otro factor: el enfado con el mundo catalán.

Alimentado por ese yin y yang que gira nutrido por los secesionistas y la derecha, el malestar contra Cataluña se ha ido instalando a lo largo de años en la población madrileña, centro geométrico y político de la circunferencia.

Por supuesto, en 2021 ayudó también a Ayuso el desmoronamiento de Ciudadanos, al que el PP había ido devorando como un Saturno contemporáneo a sus hijos políticos. La presidenta de Madrid adelantó las elecciones tras la moción de censura impulsada por el PSOE en Murcia y secundada por Ciudadanos, moción fallida al pasarse tres diputados del partido naranja al bando del PP en una maniobra evocadora del Tamayazo. Es decir, la operación con que dos diputados tránsfugas del PSOE –Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez– devolvieron el poder al PP en Madrid en circunstancias que apuntaban a un intercambio y que nunca llegaron a esclarecerse. En marzo de 2010, Tamayo amenazó con tirar de la manta al negarse Esperanza Aguirre a recibirlo. «Esto no va a quedar así», dijo el exdiputado a los periodistas[11]. Nada más se supo.

La rana en la cazuela

Dotada de un carisma inútilmente discutido y vapuleado por quienes la definen como títere de Miguel Ángel Rodríguez –el mago de la comunicación sin cuya ayuda difícilmente habría ascendido José María Aznar y ahora jefe de gabinete de Díaz Ayuso–, la jefa del Gobierno regional ha alcanzado lo que Valle Inclán condensó en Luces de bohemia al referirse al verdadero objetivo de los ya desaparecidos espejos del Callejón del Gato.

Y así, rememorando Luces de bohemia, cabe afirmar que la estética política de Díaz Ayuso ha consistido y consiste en «transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas».

Los espejos cóncavos estilizan. Y también lo hacen las hernias fiscales, por usar la broma del inspirado mensaje de un tuitero. Borran lo que mostraría un espejo de geometría perfecta. Y proyectan justo la imagen contraria: que cuanto más delgados sean los poderes y obligaciones de la administración pública mejor para la libertad. Y ello aun si el adelgazamiento condujese a que cada uno haya de pagar por ir al hospital o por matricular a sus hijos en el colegio.

Con Ayuso en cabeza, el PP madrileño se aproxima a mayor velocidad que el resto del partido a la meta de inyectar en el cerebro social lo que el ya citado Byung-Chul Han expone en su libro Psicopolítica[12].

Dos citas resumen los avisos que traslada el filósofo coreano. La primera:

Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal.

Segunda:

La técnica de poder propia del neoliberalismo adquiere una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda totalmente oculto. De ahí que se presuma libre.

El párrafo remite de forma inevitable a una de las declaraciones de Díaz Ayuso en el otoño de 2022. Lo que literalmente dijo es esto:

Los jóvenes, con esfuerzo y con compromiso, con tesón y con paciencia pueden alcanzar muchas de sus metas. Pero les falta esa cultura del esfuerzo que se ha ido perdiendo por muchas cuestiones: por las sucesivas leyes educativas que han convertido la educación en España en un gran fracaso regalando los aprobados e igualando a la baja y con un exceso de promesas que solo lleva a una frustración de expectativas[13].

En resumen, el fracaso de los jóvenes abocados a aceptar empleos basura o incluso de aquellos para los que seguir dedicando años a su formación educativa constituye un sueño imposible, todo eso es fruto de que no se han abonado al club de seguidores de la «cultura del esfuerzo».

Pero es al inicio de este volumen, donde se reproducen reflexiones del ensayista coreano, el lugar en que se aloja una de las claves que explican la médula espinal de la política de Ayuso. Cuando Byung-Chul Han remarca como seña de identidad del neoliberalismo actual que «el sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento»,se produce un déjà vu que conduce a la fábula de la rana en la cazuela, una distinta a la de la charca de Esperanza Aguirre, de cuya conexión con Ayuso luego hablaremos.

El apólogo de la rana en la cazuela no figura entre los más populares, pero cabe compendiar así su contenido: si metes una rana en agua ya en ebullición, dará un salto y escapará aterrorizada de la olla; pero si se la introduce en el líquido todavía frío y este se va calentando poco a poco, raramente encontrará salida el batracio, porque hasta que deje de haberla no se percatará de que cada minuto empeora su situación.

Aunque ese proceso de calentamiento gradual y empobrecimiento del estado del bienestar no es nuevo, la llegada y el afianzamiento de Ayuso le han dado un empujón hacia arriba en España. En una comunidad donde la caja B de financiación del PP lleva años abierta en los tribunales, la charca de las ranas instalada en el imaginario común tras aquella memorable frase de Esperanza Aguirre –«He nombrado a más de 500 altos cargos y dos me han salido rana»– se ha transformado en multitud de sapos que un amplio sector del electorado traga porque la «libertad» merece la pena.

La segunda alegoría con la que engarza el discurso conservador que en Ayuso encuentra a una de sus más destacadas representantes es la de la caverna de Platón. Transcurridos más de 2.000 años desde que el filósofo griego la tradujo a palabras, continúa más viva que nunca la idea de una cueva donde presos encadenados de cara a la pared solo ven a la luz del fuego las siluetas que otros quieren que vean.

Como en El show de Truman, la verdadera realidad es otra. Pero en la caverna permanece indetectable para una gran parte de la población la labor de zapa que consiste en ir mermando fuera de la vista los recursos que sostienen el estado del bienestar mientras se enaltece la libertad para vivir como quieras. Los bocados a ese estado apenas se perciben salvo que irrumpan episodios imprevistos y graves como ha sucedido con la crisis sanitaria y la muerte en residencias de miles de mayores desprotegidos.

A los tres días de las elecciones del 4 de mayo de 2021 –aquellas donde los escaños del PP saltaron en Madrid de 30 a 65–, el poderoso Financial Times publicó un reportaje sobre la dirigente madrileña.

Bajo el título «Isabel Díaz Ayuso, la salvadora de la derecha española», el rotativo trazó un retrato que comenzaba relatando algunas claves de su éxito[14]:

Dos días antes de las elecciones que revitalizaron a la derecha española, la plaza de toros de Las Ventas de Madrid abrió sus puertas por primera vez desde que comenzó la pandemia, gracias a Isabel Díaz Ayuso, la carismática jefa del Gobierno regional. El Ministerio de Sanidad español quería prohibir este tipo de eventos en las zonas con más de un nivel determinado de infecciones por coronavirus. Díaz Ayuso, en plena campaña de reelección, no estaba de acuerdo. «Donde hay toros, hay libertad», dijo.

La victoria de la conservadora de 42 años en lo que a la tauromaquia concierne palidece al lado de la devastación electoral que infligió a sus enemigos de la izquierda, incluido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la votación regional del martes. Pero ambas batallas tuvieron el mismo atractivo: un llamamiento, en nombre de la libertad, a los madrileños hartos de las restricciones del coronavirus. Díaz Ayuso se abrió paso electoralmente no solo en los barrios conservadores que durante mucho tiempo fueron fieles al PP, sino en el «cinturón rojo» de la clase trabajadora que rodea la capital.

Licenciada en Periodismo, cuyos padres vendían material médico, alquila un piso de 60 metros cuadrados en el barrio madrileño de Chamberí, repleto de bares. Conduce un VW Golf que compró de segunda mano en 2012. «Es diferente a los líderes tradicionales del partido en Madrid. No es una pija sino más bien una luchadora de la calle», dice Lucía Méndez, una destacada periodista. «Nunca [continúa Méndez] había dirigido nada antes de llegar al cargo, pero su gran apuesta –mantener la hostelería abierta incluso durante la segunda oleada de la pandemia– dio sus frutos políticos. Si se conoce algo de Madrid, se sabe que los bares y restaurantes no son solo económicamente importantes, sino socialmente vitales.

En resumen, y atendiendo al relato del rotativo, un trípode sustentaba su arrolladora victoria en las urnas. Y ese trípode se articula en torno a una imagen de normalidad de clase media, un llamamiento constante a la libertad y un olfato inigualable para comprender la importancia de la hostelería en una gran urbe donde el tejido asociativo vecinal se fue deshilachando durante la Transición y donde encontrarse hoy con conocidos y amigos se produce casi de modo indefectible en bares.

Bajo la alfombra de terciopelo bordada siempre con el término «Libertad» quedaron en la entrevista del Financial dos hechos paradigmáticos de su capacidad para eclipsar las facetas negativas de su trayectoria.

El primero de ellos se resume así: que la presidenta de Madrid es en realidad propietaria de un piso en una de las mejores zonas de la capital; y que, como se detallará más tarde, lo es gracias a una peculiar donación de sus progenitores que jamás llegaron a investigar los tribunales.

El segundo hecho de relevancia consiste en que, siendo rigurosamente cierto que no proyecta la imagen de «pija» capitalina rubia y adicta a la alta costura, Ayuso pudo pagar en 2020 de su bolsillo –y así lo asegura ella misma– 5.680 euros a la cadena Room Mate[15] por alojarse 69 días en uno de sus hoteles durante el confinamiento en la primera ola del covid.

Salvo aquellos que se ofrecieron a la administración para dar cobijo a profesionales del sector o a ancianos no contagiados y procedentes de residencias, todos los hoteles tenían prohibido alojar a huéspedes. Room Mate cedió oficialmente a la comunidad seis hoteles a cambio de un millón de euros[16]. Aquel en una de cuyas suites de lujo residió Ayuso no figura en el lote. E incluso de haber estado permitido el libre alojamiento, pocos habrían podido abonar esa cifra, 5.680 euros, equivalente a seis meses del salario mínimo fijado para 2020.

Las ayusadas que ayudan

Bajo una capa de aparente banalidad cimentada en las ayusadas, la presidenta busca –y consigue– emitir una imagen de libertad personal cincelada a golpe de esfuerzo personal: «Aunque madrugue y sufra», dijo en un mitin de abril de 2021, «por las tardes compro donde quiero, consumo donde me dé la gana […]. Y si voy a misa, a los toros o a la última discoteca, lo hago porque me da la gana. Vivo en Madrid y por eso soy libre»[17].

A diferencia de lo que sucede con otros políticos, Ayuso sabe que difícilmente alguien le preguntará cómo conjuga su asistencia a misa con la doctrina de la Iglesia católica, ya que esta no reconoce el divorcio. La fecha del suyo nunca ha trascendido, pero la presidenta cubrió hace años el trámite de separación definitiva tras cuatro años de matrimonio[18].

Al filo de sus terceras elecciones autonómicas como cabeza de lista, las de 2023, lo único indiscutible es que Ayuso ha conquistado la palestra política y la mediática. Y que eso la ha aupado hasta una altura inimaginable hace solo un lustro.

¿Aciertan quienes acuñaron un acrónimo como IDA, con el cual, según la presidenta, tratan de presentarla como una desquiciada que merece la burla? IDA, la sigla cuya creación atribuyó el periodista Graciano Palomo a Iván Redondo[19] en su etapa como director del gabinete del presidente Pedro Sánchez. ¿Se equivocan quienes, al escuchar las intervenciones de la presidenta, arrugan la nariz, levantan la barbilla y estiran los labios creyendo que la líder del PP madrileño produce tantas barrabasadas verbales que nadie le hará caso? Hasta ahora, los hechos confirman que sí, que se equivocan.

El 8 de mayo de 2021 –las elecciones se habían celebrado el 4–, la doctora en telemática y analista de propagación de mensajes en Twitter Mari Luz Congosto desveló en una conversación con El País un dato de interés[20]: que en la recta final de campaña había contabilizado «135.631 perfiles que publicaron tuits o retuitearon su nombre», y que «las cuentas asociadas a la izquierda y al independentismo la mencionaban más que su propio partido, el PP».

Lo anterior apunta a que, lejos de perjudicarla, la han beneficiado quienes desde su salto a la pista política de primer orden han esgrimido las ayusadas en un intento fallido de ridicu­lización. Hasta la fecha, nada indica que le hayan pasado factura promesas como las que se califican de ayusadas. Desde considerar al «concebido no nacido» miembro de la unidad familiar para que esta pueda tramitar de inmediato el título de familia numerosa hasta enseñar un adoquín en la Asamblea de Madrid para culpar a la izquierda de haber jaleado las protestas por el arresto del rapero Hasel. Tampoco parece disminuir su apoyo en las urnas que en su primera campaña, la de 2019, declarase que «los atascos son una seña de identidad de Madrid»[21]. O haber dicho esto otro: «Cuando empiezan a hablar de empleo basura, me parece que es ofensivo para el que está deseando tener ese empleo basura que está dando oportunidades para corregir problemas que tenía»[22]. O proclamar en un mitin de la campaña para las autonómicas de Castilla y León en 2020 que hemos visto de todo, incluido a «Franco volando en helicóp­tero»[23].

Como precisó en el programa Liarla Pardo, de La Sexta, el periodista Gonzo tras las elecciones de 2021, «las ayusadas permitieron construir al personaje hace dos años». «Es –remachó– una espontaneidad muy estudiada, nada imprevista»[24].

La Sísifo moderna que escaló «sin enchufes»

Resulta indudable que en lo que se vislumbra como una cuidadísima y rutilante estrategia de comunicación, la líder del Gobierno madrileño combina un carácter chulapo de ayusadas y cazadora de cuero a modo de mantón de Manila con la imagen de una mujer que ha escalado la montaña vital como un mitológico Sísifo, aquel que en solitario empujaba montaña arriba la piedra que le mandaron los dioses como castigo.

Ese doble perfil que anhela proyectar –trabajadora incansable y espontánea vivaz– explica que la presidenta de Madrid proclame sin rodeos ni consecuencias negativas píldoras como que su objetivo para el PP pasa por lograr un partido «callejero y pandillero». O «tabernario».

Pero ni siquiera eso arrincona su decisión de convencer a la ciudadanía de que estamos ante Sísifo Díaz Ayuso. En enero de este año 2023, la presidenta aprovechó el bronco acto en que la Universidad Complutense le entregó el distintivo de Alumna Ilustre para recalcar que todo lo conseguido ha sido gracias a su esfuerzo personal e instransferible. Fue bajo esa premisa que dijo esto: «He conseguido todo lo que me he propuesto trabajando y no saqué la tesis porque tenía que trabajar para pagar una habitación». Y esto: «Nunca pretendí que me regalaran un título, como tampoco tuve un familiar o conocido que me enchufara en ningún sitio».

Como veremos luego, resulta especialmente chocante que tal afirmación parta de quien[25] creció envuelta en un manto de fortuna: su militancia juvenil en Nuevas Generaciones (NNGG), que le reportó trabajo estable, sólido y razonablemente pagado cuando se encontraba en la veintena.

Que la presidenta de Madrid se empeña en desplegar una imagen de luchadora muy diferente a la de los «niñatos»[26] quedó claro en la entrevista que mantuvo con Bertín Osborne para el programa de Telecinco Mi casa es la tuya[27].

Emitida el 10 de junio de 2021, a un mes de su gran victoria electoral, la entrevista se realizó en el jardín de lo que solemos llamar casoplón: un chalé de lujo, en este caso «la oficina» –así lo aseguró ella misma– de Miguel Ángel Rodríguez.

Apenas comenzar, Osborne explicó a los espectadores que si estaban allí es porque «la presi» tiene «un típico apartamento de soltera de chavala joven». Y la entrevista requería desarrollarse en un espacio más grande.

Ufana, dicharachera, tan mimetizada en su vestimenta con la gente corriente, apegada a un lenguaje ajeno al academicismo pero también al rigor fáctico en múltiples ocasiones, Ayuso interrumpe en ese momento al entrevistador. Y lanza su primer puñetazo al fundador de Podemos, Pablo Iglesias, con quien comparte haber nacido el mismo día –17 de octubre de 1978– y haber coincidido en la Complutense. «Ellos –dijo la presidenta– eran los cachorros de Izquierda Unida y ya por entonces nos pegábamos mucho con ellos. De hecho, todo, todo lo que he vivido ahora, hace 20 años fue exactamente igual en la universidad».

Aunque ningún dato lo confirma, muchos lectores de prensa escrita o digital saben lo que el franquista Eduardo García Serrano afirmó públicamente en febrero de 2021: en su primera juventud, Ayuso había sido «una falangista de rompe y rasga»[28]. Los portavoces de la presidenta rehusaron por la vía del silencio la propuesta escrita de realizar una entrevista para la elaboración de este libro. Pero sí desmintieron de forma tajante que hubiese militado alguna vez en Falange.

Regresando a su recuerdo sobre los conflictos con Iglesias ya en su etapa estudiantil y aún planeando la incógnita de en qué filas militaba cuando se pegaba con izquierdistas, hay que subrayar que no fue ese el núcleo contra el que dirigió su ataque. El epicentro se situó en su explicación sobre por qué había elegido como escenario de la entrevista el jardín de la «oficina» de Miguel Ángel Rodríguez.

Digo que si me afilio a Podemos ya tengo una casa para hacer cosas de estas, pero la mía da pa lo que da y habríamos acabado todos a la gresca con tu equipo, que además no sois pocos, así que creo que ha sido lo mejor.

El guiño cómplice a Bertín sobre el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero en el municipio de Galapagar le sale bien. Porque ella vive «de alquiler». Y así, lejos de establecer la más mínima equivalencia entre su caso real –haber obtenido en 2011, con treinta y tres años, la donación por parte de sus progenitores de un piso en el centro de Madrid– y la compra de una vivienda por parte de quien entonces era el líder de Podemos, Ayuso aplica los mandamientos del doble rasero.