Prehistoria de Puerto-Rico - Cayetano Coll y Toste - E-Book

Prehistoria de Puerto-Rico E-Book

Cayetano Coll y Toste

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La isla de Puerto Rico corresponde al Archipiélago de las Antillas; á este hermoso grupo de islas, las más privilegiadas del mundo, que enclavadas entre los dos Continentes americanos y arrulladas por las azules ondas del Mediterráneo Colombino, se extienden en semi-círculo, desde las anchas desembocaduras del Orinoco hasta frente al cabo Catoche. El Archipiélago antillano se acerca por las islas Lucayas á la península de la Florida, por las islas de Sotavento y Trinidad á las costas de Venezuela y por la isla de Cuba á la península de Yucatán. Casi en medio de esta gran cadena comba se destaca nuestra isla, entre los 17 y 18 grados de latitud Norte y los 59 y 61 grados de longitud Oeste, del meridiano de San Fernando.
La costa septentrional de la América del Sur describe una línea curva, que completada por otra línea que traza el Sur de las Antillas, da lugar á la formación de una gran hoya, de forma elíptica, donde agita sus aguas el mar Caribe, mar de las Antillas ó Mediterráneo Colombino. Este mar está cerrado al S. S. O., mientras que al N. y E. está abierto por una multitud de canales, que separan entre sí las antillanas islas, las que, de diferente tamaño, forman dos bandas distintas: una al Norte y otra al Este.

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PREHISTORIADEPUERTO-RICO

POR EL

Dr. Cayetano Coll y Toste

DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA

© 2024 Librorium Editions

ISBN : 9782385746414

 

ÍNDICE.

CAPÍTULO I.

El Archipiélago antillano.—Su división geológica.—Banda Norte.—Banda Este.—La corriente ecuatorial.—Opinión de Snider y Valdés Aguirre respecto á que la América estuvo adherida al Viejo Mundo.—Opinión de Humbold sobre la formación del globo.—Las grandes Antillas han estado unidas al Continente americano.—Pruebas geológicas.—Pruebas paleontológicas.—Cia, Poey y Fernandez de Castro.—El futuro Continente Antillano.

CAPÍTULO II.

La isla de Puerto Rico.—Situación geográfica.—Constitución geológica.—Cordillera central.—Granito.—Diorita.—Serpentina.—Sienita.—Caliza.—Canteras de mármoles, de asperón, de yeso.—Cavernas.—Margas y arenas.—Vetas minerales de oro, cobre, plata, plomo y hierro.—¿Cómo se formó la isla?—¿Ha estado unida al Continente?—Teoría de Moreau de Jonnes en contra.—Opinión de Stahl.—Parecer de Vasconi.—Nuestra opinión.—Paleontología.—Lenguas petrificadas.

CAPÍTULO III.

Prehistoria y protohistoria.—Indeterminación de fechas.—Thomsen: ley cronológica de la industria humana.—Mortillet: edad de la piedra y sus períodos eolítico, paleolítico y neolítico.—Colecciones etnológicas de Puerto Rico: Látimer, Acosta, Los Jesuitas, Stahl, Neumann, Nazario.—Nuestra colección prehistórica boriqueña.—Restos humanos en yacimientos del interior y de la costa de la Isla.—Fijación social del autóctono boriqueño en el período de la piedra pulimentada.—Opinión contraria de algunos autores.—El taller de piedra de la gruta de Miraflores, en Arecibo.—Pérdida del lenguaje indo-antillano.—Conservación de los idiomas indios del Continente.—El boriqueño trabajaba también la arcilla.—Utilizaba los huesos de pescado.—Conocía el oro é ignoraba el uso de los demás metales.—Desconocía el uso doméstico de la sal.—Collares de piedra. Los siete collares del tesoro de Caonabó.—Su significación.—La muerte y el olvido tras la Conquista.—Las tribus boriqueñas.—Sus jefes.—El dujo.—El boriqueño no había llegado en su civilización al último grado del período neolítico.—Carencia de túmulos.—Tal vez se encuentren algún día.

CAPÍTULO IV.

Ley histórica: emigración siguiendo el curso de los ríos.—El hombre primitivo de las Antillas procedía del inmediato Continente americano.—La emigración vino de la América meridional.—Error de Guridi y de Stahl al traerlos de la América septentrional.—Los españoles encontraron dos pueblos que se disputaban la hegemonía del Archipiélago: el Aruaca antillano, perdida la memoria de su origen continental, y el Caribe, que la conservaba.—Los Caribes procedían de los Galibis continentales.—Invasión caribeña en el Archipiélago.—Superioridad guerrera del invasor.—Derrota del Aruaca indo-antillano.—Informes de Pedro Mártir de Anglería y del doctor Chanca.—Error de Ulloa, que visto un indio estaban vistos todos.—Linneo.—Gmelin.—Buffón.—Herder.—Kant.—Hunter.—Blumenbach.—Cuvier.—Moquin Tandon.—Dumeril.—Bory de Saint-Vicent.—D’Orbigny.—Brasseur de Bourbourg.—Retzius.—Virchow.—Broca.—Humbold.—Morton.—Nott.—Dally.—Deniker.—Brinton.—Error de Zaborowski en hacer á todos los indo-antillanos Caribes.—El tronco basilio-guaraní.—El Guaraní español y el Tupí portugués eran uno mismo.—Siboneyes, Aruacas y Caribes de Girard de Rialle.—Síntesis.—Razas, sub-razas y razas mixtas.—El Aruaca y el Caribe, insulares, constituían dos sub-razas, cuyo entroncamiento estaba en la raza Guaraní de la América meridional.

CAPÍTULO V.

Nuestras investigaciones sobre los Aruacas.—El pueblo de Aruacay en Tierra Firme.—Datos filológicos: yaya é iguana.—Exploración de Ordaz.—Los pacíficos Aruacas y los belicosos Caribes.—Datos aducidos por Cristóbal Colón.—La intrusión de Cedeño en la gobernación de Ordaz trajo la perturbación en Costa Firme.—Mal ejemplo de los conquistadores disputándose un fortín.—El alzamiento general.—Destrucción de Aruacay y guerra á sangre y fuego.—La cacería de indígenas para sostener las cuadrillas mineras de San Juan y Santo Domingo, y la pesquería de perlas en Cubagua.—Jamás volvió el indio de Tierra Firme á una franca paz, como al principio, porque las expediciones de Ojeda y Guerra fueron también atropelladoras.—Los Oficiales Reales de Santo Domingo dieron lugar á todos estos errores.—Informe de Zuazo.—Informe y sentencia de Rodrigo de Figueroa.—Los Aruacas tenían la misma alimentación que los indo-antillanos y aplicaban los mismos vocablos á sus vituallas.—Los naturales de las islas Trinidad y Cubagua también eran Aruacas.—La guerra trajo el error y la confusión.—Aplicación de epítetos al capricho.—Los pacíficos Aruacas ocuparan primero á Venezuela y Colombia é iban siendo suplantados por los belicosos Caribes.—La Filología confirma esta tesis.

CAPÍTULO VI.

El tipo indio boriqueño.—La indígena.—El indiezuelo.—Error de Íñigo Abbad.—Facultades mentales del aborigen.—La vida en tribu ó clan.—Gobierno paternal.—El cacique ó jefe supremo de la tribu.—El bohique ó curandero augur.—El nitayno ó sub-jefe.—Tres categorías en los jefes.—El naborí, especie de vasallo pechero.—La aldehuela.—El aduar Guaynía, del cacique Agüeybana, radicaba al Sur de los campos de Boriquén.—Fué primero la población del pacífico Agüeybana, cacique principal de la Isla, y luego de su hermano el valiente Guaybana.—Los poblejos indios ó yucayeques.—Las rancherías Guaynía, de Agüeybana; Aymaco, de Aymamón; Yagüeca, de Urayoán; Guajataca, de Mabodamaca; Abacoa, de Arasibo; Otoao, de Guarionex; Sibuco, de Guacabo; Toa, de Aramaná; Guaynabo, de Mabó; Bayamón, de Majagua; Jaymanío, de la cacica Yuisa; Cayniabón, de Canóbana; Turabo, de Caguax; Guayaney, de Guaraca; Guayama, de Guamaní; Jatibonicu, de Orocobix; Macao, de Jumacao; y Daguao, de Yuquibo.—El caney ó casa del cacique.—El fuego.—El boriqueño más adelantado que el nativo de algunas de las islas Marianas.—La poligamia.—La compra de la mujer.—El colesibí y el guanín como dote.—Ninguna ceremonia religiosa para el casamiento.—El matriarcado para heredar.—Guaybana heredó á Agüeybana, y no los hijos de éste.—El boriqueño no era adúltero.—Las ablusiones.—El tatuaje.—El achiote ó bija.—La jagua.—El boriqueño no practicaba el hurto.—Respeto á la propiedad en los primeros tiempos de la colonización.—Alimentación del indígena.—Sus bebidas.—Uso del tabaco.—Desconocimiento de la sal para adobar su comida.—Estadios públicos.—Juegos de pelota.—Bato y batey.—El baile.—Enfermedades y cuidados del curandero.—El ben purgativo ó tau-túa.—El agua fría y el masaje.—Por qué aceptamos en el boriqueño un estado político-social-religioso.

CAPÍTULO VII.

El indo-antillano tenía religión.—Los tres frailes Pane, El Bermejo y Tisím.—Dos grandes agrupaciones de cultos religiosos: el animismo difuso y el condensado.—¿Qué culto correspondía al indígena boriqueño?—Sitio religioso del indo-antillano en el animismo difuso.—Amuletos ó dioses penates.—Los zemís.—El totemismo.—Zoolatría.—Fitolatría.—Antropomorfismo.—Ídolos para proteger las sementeras, obtener la lluvia, facilitar los partos, conseguir caza, pesca y ayuda en los combates.—El espíritu benéfico morador de Luquillo.—Yucajú, convertido en Yukiyu, dios bienhechor de Boriquén.—Los dioses penates ó zemís, eran irradiaciones de Yucajú.—El espíritu maléfico de Boriquén venía de fuera.—Juracán.—Los fantasmas nocturnos, ó maboyas, eran irradiaciones de Juracán.—Los adoratorios.—El bohique ó augur curandero.—Ofrendas.—El cojoba.—Consejo de jefes y toma del cojibá.—Stahl niega religión á los boriqueños.—García les concede astrolatría á los haytianos.—Parecer de Colón, Mártir de Anglería, Pane, Las Casas y Oviedo respecto á la astrolatría indo-antillana.—Nuestra opinión.—Nebulosa concepción de ultratumba entre nuestros aborígenes.—Idea del bien y del mal.—No podían comprender, en su estado neolítico ó de la piedra pulimentada, la unidad absoluta de Dios.

CAPÍTULO VIII.

El indio boriqueño, en la época colombina, era ya agricultor.—Sementeras en camellones.—La coa.—El conuco.—Cultivo de la yuca como alimento fundamental de la tribu.—Como se prepara el casabí.—El uikú, bebida hecha con casabe fermentado.—El vinagre de la naiboa. El maíz ó maisí.—El boriqueño comía tostado el maíz.—Hacía también de él la bebida fermentada la xixá.—Ignoraba hacer pan de maíz como los de Tierra Firme.—La batata y los boniatos ó ajes.—Sus variedades.—Cultivos secundarios: el lirén y el maní.—El boriqueño utilizaba sin sembrarlos la yahutía, el mapüey, la imocona, el guayaru y otras raíces.—Entre las frutas cultivaba la yayama ó piña dulce; y cosechaba las otras frutas al capricho.—Cultivo del ají, del tabaco y de la tautúa.—Aprovechamiento del algodón, majagua y maguey, sin plantarlos.—Tejidos.—Cordelería.—Tintorería.—Zumos de la jagua, de la bija y del jikileti.—La cabuya.—Las jabas.—El tallado y pulimento de la piedra. Canteras destinadas á este fin.—La cueva de Miraflores, en Arecibo.—El taller indígena.—El hacha ó manaya.—El almirez.—Los collares.—Los zemís ó dioses penates.—Los guayos.—El colesibí.—La tatagua.—La alfarería.—Objetos de madera.—La macana.—Arcos y flechas.—La azagaya de cupey.—Utensilios domésticos de higüera.—Objetos de hueso.—El boriqueño como cazador y pescador.—El aborigen estaba en harmonía con el período histórico que atravesaba y su medio ambiente.

CAPÍTULO IX.

Lenguaje boriqueño.—Lengua general indo-antillana.—Dialectos.—Datos del Diario de Colón.—Su carta desde Lisboa á los Reyes Católicos.—El dialecto de Macorix.—Fray Román Pane.—Cristóbal Rodriguez.—Datos de Bernal Díaz del Castillo.—Informes del padre Raymond Breton.—Imposibilidad de los primeros misioneros para recoger el idioma indo-antillano.—Las reliquias de la lengua general de las Antillas en ríos, montañas, árboles, frutas, lugares, puertos, cabos etc.—Lo mismo en aves, peces y objetos domésticos.—Alguna que otra palabra en los Cronistas.—Dos ó tres frases.—Error de Juan Ignacio de Armas y otros escritores en la manera de explicar las voces indo-antillanas.—El idioma indo-antillano se formó con el trascurso del tiempo, pues la separación de las tribus Aruacas, que invadieron el Archipiélago era muy remota, hasta el punto de haber perdido el recuerdo de ella.—Enlace del habla Aruaca continental y del idioma indo-antillano.—Datos á granel en los mapas.—Viajeros modernos.—Sagot.—Los hermanos Hernhutes de Zittau.—El misionero Schultz.—Enlace del habla boriqueña y del habla caribe insular.—Su origen continental.—El lenguaje boriqueño era rico en vocales y de muy dulce conversación.—El aborigen tenía una aspiración parecida á la del árabe.—La fijaron los Cronistas en las voces con una h.—Pruebas de la aglutinación y del polisintetismo. El estudio de los restos del idioma indo-antillano nos ha dado una prueba fehaciente de que el origen del indo-boriqueño está en el Aruaca de la América meridional.

CAPÍTULO X.

Vocabulario español-boriqueño.—El vocablo boriqueño comparado con el caribe insular y el caribe continental.—Comparación con el galibi, el aruaca, el rucuyano de la Guayana, el guaraní, el kogaba, el chibcha, el maya, el nahuatl, el quiché y el dakota.—Es decir, comparar los restos del lenguaje de Boriquén con el caribe de Sibuqueira (Guadalupe) y Cayrí (Domínica); y con idiomas del Continente meridional y septentrional.—Estos vocablos, que poseemos, proceden del escrupuloso estudio de los Cronistas, Las Casas, Pedro Mártir de Anglería, Oviedo, Fernando Colón, el Diario del Gran Almirante en su primer viaje, el Informe de fray Román Pane, los trabajos del Padre Raymond Breton, las gramáticas y léxicos de los idiomas indo-americanos y los documentos inéditos del Archivo de Indias.—Además, son algunos el eco fiel de la tradición, conservada en algunos lugares de la Isla, en árboles, frutos, frutas, ríos, montañas, aves, peces y utensilios, que eran del uso del indígena de Boriquén.—Junto á la palabra boriqueña irá una abreviación, indicando el otro idioma con que se compara.—Las abreviaciones son Ci., caribe insular.—Cn., caribe continental.—Chb., chibcha.—Gl., galibi.—Gní., guaraní.—Ar., aruaca.—Kg., koggaba.—Ru., rucuyano de la Guayana.—My., maya.—Ntl., nahuatl.—Qé., quiché.—Qchú., quichúa.—Dk., dakota.—DD., dené-dindjiés (Pieles Rojas).—A la h, que aparece en los cronistas, como significando la aspiración de la fonética indígena, la sustituímos por la j. Y á la qu, que son dos letras, por la k, que es una sola, y puede representar el mismo sonido español, evitando errores de pronunciación.

CAPÍTULO XI.

Estudio de la oración dominical en el lenguaje de algunas tribus indígenas.—Pérdida de la traducción en el lenguaje indo-antillano.—El padre nuestro en caribe Continental, conservado por el venezolano Figuera Montes de Oca.—La misma oración conservada en caribe insular por el padre Raymond Breton.—Recopilación de la traducción del padre nuestro en lenguas indo-venezolanas por Arístides Rojas.—La oración dominical en tupí-guaraní.—La misma, en el lenguaje actual de los arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, recogida por el presbítero Celedón.—Un esfuerzo de construcción de una plegaria religiosa en lenguaje indo-antillano, para que se note la harmonía y suavidad del idioma de los indios de las Antillas.

CAPÍTULO XII.

Vocabulario indo-antillano.—Estudio de voces indígenas, que se conservan en los Cronistas.—Estudio de palabras, que se cree proceden del lenguaje aborigen y es un error, porque vienen de otros idiomas.—Apoyo de nuestras opiniones con la cita oportuna del Cronista, que ha conservado la palabra indígena.—Estudio filológico de algunos vocablos boriqueños y lo que significan en español.—Pruebas de la aglutinación y del polisintetismo en el lenguaje boriqueño.

CAPITULO I.

El Archipiélago antillano.—Su división geológica.—Banda Norte.—Banda Este.—La corriente ecuatorial.—Opinión de Snider y Valdés Aguirre respecto á que la América estuvo adherida al Viejo Mundo.—Opinión de Humbold sobre la formación del globo.—Las grandes Antillas han estado unidas al Continente americano.—Pruebas geológicas.—Pruebas paleontológicas.—Cia, Poey y Fernández de Castro.—El futuro Continente Antillano.

La isla de Puerto Rico corresponde al Archipiélago de las Antillas; á este hermoso grupo de islas, las más privilegiadas del mundo, que enclavadas entre los dos Continentes americanos y arrulladas por las azules ondas del Mediterráneo Colombino, se extienden en semi-círculo, desde las anchas desembocaduras del Orinoco hasta frente al cabo Catoche. El Archipiélago antillano se acerca por las islas Lucayas á la península de la Florida, por las islas de Sotavento y Trinidad á las costas de Venezuela y por la isla de Cuba á la península de Yucatán. Casi en medio de esta gran cadena comba se destaca nuestra isla, entre los 17 y 18 grados de latitud Norte y los 59 y 61 grados de longitud Oeste, del meridiano de San Fernando.

La costa septentrional de la América del Sur describe una línea curva, que completada por otra línea que traza el Sur de las Antillas, da lugar á la formación de una gran hoya, de forma elíptica, donde agita sus aguas el mar Caribe, mar de las Antillas ó Mediterráneo Colombino. Este mar está cerrado al S. S. O., mientras que al N. y E. está abierto por una multitud de canales, que separan entre sí las antillanas islas, las que, de diferente tamaño, forman dos bandas distintas: una al Norte y otra al Este.

La banda de islas al Norte está formada de islas estratificadas: constituidas por rocas eruptivas antiguas, acompañadas de depósitos sedimentarios de diversas edades, desde el terreno silicoso hasta los calcáreos, conchíferos y madrepóricos de época reciente, que se continúan por los arrecifes de las islas Lucayas. Comienza, en realidad, esta banda por un apéndice calcáreo en el pequeño grupo de San Martín y San Bartolomé, al cual suceden las islas Vírgenes; y por San Thomas, Vieques, Culebra sigue á Puerto Rico, Mona y Desecheo hasta las alturas del Cibao y pico del Yaque, nudo central de la isla de Santo Domingo. Allí se bifurca: una rama continúa su dirección por la península haitiana, yendo por el cabo Tiburón en busca de las Montañas Azules de Jamaica; la otra rama se dirige al N. O. y vuelve á unir, bajo las aguas del mar, la isla de Santo Domingo, por el cabo de San Nicolás y y cabo Maisí, á la isla de Cuba; la cual después de aproximarse á la punta de la Florida se inclina hacia Yucatán. La Sierra Maestra, desde cabo Cruz á Santiago de Cuba, tiene una dirección casi paralela á los ejes de Santo Domingo y Puerto Rico: así como el ramal que desde el Cibao se dirige al cabo Tiburón, en la dominicana isla, corresponde con el cortado é interrumpido de las Montañas Azules de Jamáica. Por lo que es de suponer sean de una misma época geológica, pues, según Elie de Beaumont, las cadenas de montañas paralelas en su dirección son generalmente de igual edad. Parece que el Continente Antillano tuvo por nudo y trabazón de estas cordilleras el gran triángulo oriental de Cuba; la Sierra Maestra, según Humbold, Lasagra y Latorre; y la Sierra Haitiana, según Schomburgk, Poey y Pichardo.

La banda Este del Archipiélago antillano está formada de una hilera doble de pequeñas islas, que se llaman las islas de Barlovento y de Sotavento. Las primeras están comprendidas entre el cabo Paria y la isla de Puerto Rico; las segundas están situadas á lo largo de Costa Firme, desde el golfo de Cariaco al golfo de Maracaibo. La primera hilera, con un poco que nos fijemos en un mapa de las Antillas, se verá que se desdobla á su vez y comprende una docena de pequeñas islas volcánicas, formando dos alineamientos, que vienen á cortarse en la Martinica, bajo un ángulo muy obtuso, lo que da al conjunto el aspecto de Una curva, cuya convexidad mira al Atlántico; y otra segunda línea de islas, colocadas con menos regularidad, casi exclusivamente compuestas de calcáreo moderno, y en el número de las cuales debe contarse la isla de Trinidad, que marca la unión de las islas calcáreas al Continente Sud-americano; y la Barbadas,[1] arrojada 60 millas de las otras, en pleno Atlántico. Estas islas constituyen una cadena exterior, que al primer golpe de vista, parece no tienen ninguna relación con la hilera anterior; pero un examen atento demuestra, que estas dos cadenas se tocan y que la isla de Guadalupe es el punto de encuentro. La Guadalupe es, en efecto, la única de estas islas, donde se encuentra una isla calcárea unida á una isla volcánica.[2] Todas las islas, que preceden de S. á N.—Granada, San Vicente, Santa Lucía, Martinica y Domínica—son exclusivamente volcánicas, sin trazas importantes de depósitos calcáreos. Después de Guadalupe la cadena se desdobla y se continúa, de un lado, por las islas de San Cristóbal, Monserrate y Santa Cruz, con las grandes Antillas; y del otro, por las islas planas y calcáreas de Antigua, Nieves, etc., á las Lucayas y á la península de la Florida donde termina su evolución geonósica[3]. De manera, que podemos considerar, que hacia el golfo de Paria una cadena de montañas primitivas de la América del Sur se hunde bajo el mar á una cierta profundidad y se prolonga horizontalmente hasta el grado 18 de latitud N., y que sobre este prolongamiento submarino se han producido levantamientos formados de capas de terrenos de diferentes caracteres, lo que indica pertenecen á épocas diversas, pero no muy lejanas: éstas son las islas calcáreas de Barlovento; y, posteriormente, siguiendo una línea casi regular, que sirva de limite en este sentido al Mar Caribe, se ha hecho un trabajo eruptivo, del cual los centros, tan pronto aislados, tan pronto dispuestos por grupos, han dado nacimiento á la serie de islas llamadas volcánicas.[4]

La línea montañosa de las Antillas debe ser considerada como la cresta, apenas elevada en sus puntos culminantes, de una cadena de montañas, que inclinada en pendiente muy dulce hacia el litoral americano se sumerje bruscamente, al contrario, hacia la depresión atlántica.

La gran corriente ecuatorial penetra en el mar de las Antillas por los canales, que dejan entre sí las islas, cuyos canales tienen menos extensión que las tierras que separan. Según Maury, el célebre director del Observatorio de Washington, la profundidad de estos canales no pasa de mil brazas (1,830 metros): é igual sucede con los mayores sondajes del Golfo de Méjico. En cambio, según el mismo Maury, frente á las islas Lucayas, Puerto Rico y las pequeñas islas de Barlovento tenemos una profundidad, en el Atlántico, de 2, 3 y 4 mil brazas, á medida que penetramos mar á fuera; y entre las islas Bermudas y el Banco de Terranova está la mayor profundidad, que rebasa de 4 mil brazas (17,320 metros).[5]

La corriente ecuatorial penetra, atravesando el Mar Caribe, hasta el fondo del Golfo Mejicano y remonta, en seguida, hacia el N. por el canal de Bahama. Las potencias reunidas de esta corriente y de los alisios del E., ejerciéndose en sentido inverso del movimiento rotatorio de nuestro planeta, explican muchos de los caracteres físicos de estas tierras, principalmente la estrechez de las grandes Antillas de N. á S., sobre todo la de la isla de Cuba, en cambio de sus prolongamientos de E. á O.

Mr. Snider[6] opina, que con el mapa á la vista, tenemos la prueba de que la América se separó del antiguo mundo, y de que toda su extensión corresponde perfectamente á la parte O. de las costas de Europa y Africa. Si la correspondencia es más visible á partir de los 30 gr. latitud N. hasta el cabo de Magallanes, es porque el espacio ó mar, que separa los dos Continentes, está menos sembrado de islas diseminadas á causa del cataclismo. La proyección formada por las Islas Británicas corresponde á la amplia entrada de la Bahía de Baffin. La prominencia de la costa americana en New-founland á la Bahía de Vizcaya. La parte saliente del Africa, desde el Cabo Verde hasta el Sur de Liberia, entraría muy bien en el mar de las Antillas y Golfo Mejicano. Por el contrario, la parte saliente del Brasil corresponde al golfo de Guinea en Africa, en el que se acomodaría perfectamente. Don Fernando Valdés y Aguirre, catedrático de la Universidad de la Habana,[7] tenía igual opinión que Snider.[8] Heer, en su Flora tertiaria Hervetia, hace ver la analogía que existe entre la Flora de los Estados Unidos y la miocena de la Europa central. Mr. Conrad ha demostrado la identidad específica de las conchas terciarias de la América del Norte en las capas análogas de Francia. Unger ha descubierto, en el estudio de las floras fósiles del antiguo y nuevo mundo las mismas semejanzas. Pomel, Aymard y otros zoólogos manifiestan lo mismo respecto á ciertos vertebrados, especialmente al Mastodonte. En los lignitos del cabo Mondego (costa occidental de Portugal) las investigaciones del eminente geólogo portugués Carlos Ribeiro han descubierto la existencia de toda una flora americana.[9] Es de creer, pues, que esta unión ó comunicación existió para la época terciaria. Sin que aceptemos la Atlántida, creación imaginaria de Platón, como los viajes astronómicos de Cyrano de Bergerac y las aventuras modernas de Julio Verne.[10] Las islas Canarias, son de moderna creación volcánica y no los restos de las antiguas tierras, que unieron á Europa con América.

Según Humbold,[11] la tierra no se ha formado de un solo impulso, y su aparecimiento es debido á grandes fuerzas subterráneas, que arrancando de la primera época de los terrenos paleozóicos siguió los períodos de su formación hasta los terrenos terciarios; y, poco á poco, después de una prolongada serie de levantamientos y hundimientos sucesivos, ha llegado á completarse por la aglutinación de pequeños continentes, hasta entonces aislados, para finalmente presentar el aspecto actual.

Las grandes Antillas han estado unidas al Continente vecino. La geognosia y la paleontología lo comprueban. Una formación sedimentaria, depositándose siempre en capas más ó menos horizontales, no puede aparecer en estratos inclinados sino á consecuencia de dislocaciones, posteriores á su depósito. Una cadena de montañas es, como línea de relieve, más joven que las capas que ella ha levantado, y más antigua que las que han venido después á apoyarse horizontalmente contra sus flancos.

Es indudable que las partes de la tierra correspondientes á las grandes Antillas han formado todas ellas un cuerpo unido al Continente Americano; especialmente, cuando la corteza del globo gozaba de una movilidad más ó menos grande. Llegada la época de las primeras dislocaciones, pues la Geología reconoce varias, aunque dos principales á causa de su generalidad, surgió en la zona correspondiente á las grandes Antillas una línea de relieve, esbozándose en ese período, las montañas antillanas, hacia los tiempos secundario y terciario.

Sabido es, que las lluvias de agua caliente, que caían en la época primitiva sobre los picos montañosos y las agujas graníticas del globo, y también los torrentes que se precipitaban á lo largo de sus flancos en los valles, desprendían los diversos silicatos, cuyos despojos terminaron por formar inmensos bancos de arcilla y de arena cuarzosa, que fueron los primeros terrenos modificados por la acción del aire y de las aguas, y los primeros sedimentos depositados por el mar. Por otra parte, por las fisuras de la corteza del globo, hacia el período devoniano[12] de la época de transición, se escapaban las aguas hirvientes, teniendo en disolución bicarbonato de cal y, algunas veces, bicarbonato de magnesia. Estas aguas calcáreas, mezcladas al mar, lo cargaron de sales de cal, que fueron depositándose poco á poco, y, desde este período en adelante, formando los terrenos calcáreos.

Ahora bien, las montañas antillanas, surgiendo del fondo de los mares y elevando los terrenos sedimentosos, no son exclusivamente graníticas, sino compuestas también de rocas esquistosas, que estaban depositadas en las aguas, y las fisuras que se formaron en la costra térrea al verificarse esta primera dislocación, se llenaron de granito y de compuestos metálicos diversos como oro, cobre, hierro, etc. A la segunda época de las dislocaciones del globo, que podemos referir al fin del eóceno y principio del plióceno, se acentuaron estas montañas antillanas, encontrando alguna resistencia en su dirección, ya debida al primer levantamiento granítico ó á los grandes sedimentos; y por lo tanto, sufrieron alguna variación en su gran eje. Según el ingeniero español don Policarpo Cia[13] las Sierras de Najaza y Chorrillo en Cuba, no son sino restos de otras masas mayores. Y, en Santo Domingo, el monte Tina, al S. E. del pico de Yaque, y al cual Schomburgk atribuye mayor altura que á este último, no corresponde directamente á la cordillera central del Cibao. Después, en los tiempos en que se redondeaba el actual Continente europeo y concluían de levantarse las cadenas de los Apeninos en Europa y de los Andes en América se destrozó el que nosotros llamamos Continente Antillano. A este gran levantamiento para constituir los Andes corresponde el hundimiento de parte de la cadena antillana y la creación de las islas colombinas, viniendo luego la caliza, los aluviones y los bancos madrepóricos á dar la forma que caracteriza actualmente á las grandes islas de nuestro Archipiélago.

La Geología nos induce á creer en esta unión de las grandes Antillas al Continente. En la Jamaica existe un calcáreo conchífero de color claro cuya fauna presenta una semejanza sorprendente con la creta de Gosau.[14]

La presencia de estos políperos cretáceos sobre el borde occidental del Atlántico autoriza la suposición, que, en esa época, la Europa debía estar unida á la América, ya por una cadena de islas ya por un continente, ocupando el sitio del Atlántico Norte.[15] El oligoceno de la vertiente atlántica de los Estados Unidos está formado por el calcáreo Vicksburg, rico en numulitas y en orbitolitas (orbitoides Mantelli) y forman la edad orbitoica de Heilpin. El calcáreo de orbitoides Mantelli se encuentra en las Antillas y la gran analogía de los yacimientos oligocenos de estas islas, con los de Vicenti y Malta, da á suponer que, en esta época una costa continuada ó una cadena de islas unía á la América con la Europa.[16]

Por la Paleontología sabemos hoy, que en el período post-terciario, continuaban unidas aún las grandes Antillas al Continente Americano, en virtud de los restos fósiles de animales de esa misma época hallados en Cuba y Santo Domingo. En Puerto Rico se han encontrado ya las lenguas petrificadas, que fueron los primeros hallazgos en Cuba. Es de creer, que para los tiempos de esa unión la tierra desde el Ecuador á las dos extremidades del eje del globo formaba una especie de pradera sin límites, y una inmensa alfombra de verdura cubría, por todas partes, su superficie.[17] Pastos tan abundantes eran necesarios para proveer al entretenimiento de esta prodigiosa multitud de herbívoros de gran talla, cuyas osamentas gigantescas admiramos, gracia á la paciente y sabia labor del gran Cuvier.[18]

Los fósiles recogidos por el señor Cia, en San Lázaro, cerca de la Habana, y en las calizas terrosas de Jaruco, consistentes en dientes antidiluvianos del Carcharodon megalodon, Ag., denominados por el vulgo lenguas petrificadas,[19] y los hallazgos del sabio naturalista don Felipe Poey y del ingeniero don Manuel Fernández de Castro[20], que en la Majagua (Unión), en Bainoa (Jaruco) y en Ciego Montero (Cienfuegos) han encontrado fósiles de mamíferos, dientes molares del Equus, contemporáneo del Megaterio, colmillos del Hipopotamus major, y la quijada inferior de un Edente, el Miomorphus,[21] comprueban “que el territorio cubano formó parte de dicho continente, cuando se encuentran en su suelo tan perfectamente conservados los restos de los hipopótamos y de los edentados, que vivieron en la última época de los terrenos terciarios, según unos, y en la cuaternaria ó post-pliocena, según otros.”[22]

En el período post-plioceno,[23] vino, pues, el desgarre y rotura del Continente Antillano, su fraccionamiento, y la creación del Golfo de Méjico y del Mar de las Antillas, con la formación del Gulfstream. La corriente ecuatorial debió influir poderosamente en las temperaturas del Continente europeo, porque á su salida del canal de la Florida marcha con una velocidad de 2 metros 57 centímetros por segundo, y arroja en medio de un mar, cuya temperatura no es más que de 18 grados, aguas calientes de 25. Hoy día ejerce este tibio río submarino sobre el clima de la Europa septentrional una bienhechora influencia, debida casi toda á las circunstancias geográficas del Mediterráneo Colombino, lo que sin duda no ha existido siempre y está expuesto á desaparecer el día en que las islas antillanas formen una cadena de montañas, continuada con la costa americana[24]

La vida submarina en el Mar de las Antillas y en el Golfo de Méjico presenta una riqueza zoológica tan extraordinaria y una abundancia de depósitos calcáreos tan acentuada, que probablemente en futuros siglos se constituirá de nuevo el Continente Antillano. De 1877 á 1879 se recogieron en estas aguas, á 3500 metros de profundidad, 214 especies de crustaceos, de los cuales 134 eran nuevos para la ciencia.[25] Es verdaderamente prodigiosa la abundancia de organismos en las aguas de esta zona tropical. Rindiendo Mr. Murray cuenta del resultado del crucero Challenger ha hecho notar, que si los organismos son tan numerosos en las cien primeras brazas como en la vecindad inmediata de la superficie, se puede estimar en seis toneladas la cantidad de carbonato de cal contenido por cada kilómetro cuadrado de esta zona, bajo la forma de carapachos calcáreos de organismos. Estos seres inferiores, cuando mueren, caen en lluvia contínua al fondo, donde su materia orgánica sirve de alimento á animales más superiores. Datos científicos, que están en consonancia con los de Agassiz[26], que asevera, que á las corrientes calientes de la superficie corresponde una rica fauna en la profundidad, y que en ninguna parte este resultado se marca mejor que en los citados mares, antillano y mejicano, entre dos mil á cinco mil metros, por debajo de la superficie.

Ahora bien, cuando el agua del mar contiene en suspensión una suficiente cantidad de sales calcáreas, la evaporación rápida, á la cual está sometida sobre ciertas playas, es suficiente para determinar la precipitación del carbonato de cal, que sirve, entonces, de cemento para aglutinar los fragmentos de arena á los despojos de conchas. Estos son los fenómenos de aglutinación por las aguas marinas. En el Mar Caribe el fenómeno de la formación contemporánea de piedras se produce ampliamente, bajo la acción del sol, que lleva la temperatura del agua del mar, en la superficie, hasta los 32 grados. La toba de la isla de Guadalupe, célebre por el esqueleto de un caribe, que allí se encontró, pertenece á esta formación.[27] Cuando Humbold recorrió la costa que se encuentra en Cuba desde Batabanó á Cienfuegos, hablando de estos hacinamientos calizos[28] dice: “Por la sonda se ve, que son rocas que se levantan precipitadamente sobre un fondo de 20 á 30 brazas. Unas se hallan á flor de agua y otras exceden de la superficie un cuarto á un quinto de toesa.” Lo mismo ocurre en diferentes puntos de las costas de Santo Domingo[29] y Puerto Rico.

Con tal acumulación de productos calcáreos en el Mediterráneo Colombino se va levantando lentamente el suelo, y formándose esos inmensos bancos madrepóricos en torno de las Antillas, que hoy cayos, y mañana isletas é islones, servirán como intermediarios para entorpecer primero, y desviar después, la corriente ecuatorial: y encauzándola probablemente por dos grandes canales, unir en siglos venideros, las islas entre sí y formar de nuevo el Continente Antillano.

CAPITULO II.

La isla de Puerto Rico.—Situación geográfica.—Constitución geológica.—Cordillera central.—Granito.—Diorita.—Serpentina.—Sienita.—Caliza.—Canteras de mármoles, de asperón, de yeso.—Cavernas.—Margas y arenas.—Vetas minerales de oro, cobre, plata, plomo y hierro.—¿Cómo se formó la isla?—¿Ha estado unida al Continente?—Teoría de Moreau de Jonnes en contra.—Opinión de Stahl.—Parecer de Vasconi.—Nuestra opinión.—Paleontología.—Lenguas petrificadas.

Hemos dicho, en el capítulo anterior, que la isla de Puerto Rico ocupa casi el centro de la cadena circular que forman las islas antillanas en el Mediterráneo Colombino, y que está situada á los 17 y 18 gr. de latitud N. y los 59 y 61 gr. de longitud O. del meridiano de San Fernando.[30]

La cordillera central puertorriqueña, cadena irregular de montañas dominando algo más hacia el sur el rectángulo que forma la isla, está dirigida de E. á O. y guarda cierto paralelismo con las de las islas de Santo Domingo, Cuba y Jamaica, lo que induce á creer, según la ley geognóstica de Elie de Beaumont[31], que esta cordillera es contemporánea con la de la Sierra Maestra de Cuba, la del Cibao en Santo Domingo y las Montañas Azules en Jamaica.

Esta quilla central de la isla de Puerto Rico se compone de rocas eruptivas antiguas, sobre todo, grandes masas de diorita y serpentina en las regiones central y occidental; y de granito, especialmente sienita, en la región oriental. En Luquillo[32], Gurabo, Naguabo, Juncos, las Piedras, San Lorenzo, Maunabo y Yabucoa dominan gigantescas masas graníticas en las elevadas sierras. En la Pandura los bloques de granito señorean las cúspides; y en las montañas de Cayey y en las cuchillas de San Germán y Añasco imperan colosales bloques en sus altos picachos. Atravesando esta montaña por la vía que conduce de Yabucoa á Maunabo, hemos recogido muy buenos ejemplares de granito; formando el cuarzo, el feldespato y la mica curiosas variedades.

Dan morfología á la isla los depósitos sedimentarios de diversas edades; predominando, en las ramificaciones montañosas y en las estribaciones colaterales del eje central, la calizà.[33] Esta es, en unas partes, compacta y resistente, y en otras, áspera y porosa. Así tenemos las variedades de mármoles de Río Piedras, Caguas, Naguabo, Cayey y Coamo; las canteras de yeso y piedra blanca de Juana Díaz y Ponce; y las de asperón de la Moca. De esta misma caliza ha generado la socavación de las aguas y sus arrastres, con el trascurso de los tiempos, amplias y vistosas cavernas, que en un tiempo fueron lugar de vivienda de los indios, pues conservan en sus paredes los zemies esculpidos, á manera de dioses penates. Las cuevas de Aguas Buenas, las de Lares y las de Miraflores y el Consejo, en Arecibo, son las más hermosas de la isla.

Los llanos de las alturas, y de algunos puntos de las costas, están ocupados por margas compactas, llamadas en el país barro sipey, salpicadas á trechos de depósitos arenosos, arrancados á las rocas de las montañas inmediatas y acompañadas también de alguna escasa tierra vegetal. Otras margas, muy cargadas de óxido de hierro, y, tomando los aspectos rojo y amarillo de este mineral, constituyen los terrenos llamados barro colorado y barro amarillo, alternando también con grandes bancos de arenisca.

Las extensas vegas, regadas por los ríos que bajan de la cordillera central en dirección N. y S.; principalmente las cuencas del Plata, del Loiza, del Sibuco, del Manatí, del Grande de Arecibo y del Añasco están sobrecargadas de terrenos modernos de aluvión, compuestos de los desgastes de los picachos arenosos y calizos de las montañas vecinas, de abundante tierra vegetal y de cantos rodados, en un todo arrastrado por las aguas. En los otros ríos, de segundo orden, acontece lo mismo.

Los montículos que figuran al N. de la vega de Yabucoa tienen un extenso yacimiento de cuarzo cristalizado, merecedor de ser explotado en industrias de porcelana y cristalería.

En las vertientes de la sierra de Luquillo se descubren vetas minerales acompañadas de caliza compacta, principalmente por Naguabo y Juncos; y también en Ponce, Lajas y Maricao. Varios ríos y quebradas arrastran arenas auríferas[34]; los ríos Mameyes, Río Prieto, Sabána, Fajardo, Gurabo, Espíritu Santo y Río Grande, cuyos criaderos están en el Yunque, arrastran pepitas del preciado metal; así como las quebradas Filipina, Cajones, Guaraguao, La Mina, La Máquina, Tabonuco y Anón, afluentes del Mameyes. Las cuencas hidrográficas de los ríos Corozal, Negro Congo, Sibuco y Mabiya también arrastran arenas auríferas. Y también hay criaderos en Coamo, Mayaguez, San Germán y Yauco. Hay mineral de plata en Naguabo, Corozal, Río Grande, Fajardo, Lajas y Las Piedras. De plomo en Guayama y Naranjito. De cobre en Río Blanco, Gurabo, Naguabo, Corozal, Ciales, Jayuya, Maricao, Guayama y Ponce. Y el mineral de hierro abunda en Loiza, Juncos, Humacao, Gurabo y San Sebastián. En el cerro de Malapascua, carbón de piedra; y lignitos en Utuado.

Vienen á terminar la configuración de la isla los conglomerados de fósiles, de varias formas y dimensiones, como los hallamos en las canteras del Islote, en Arecibo, en las de Toa-Alta, Punta de Salinas, el Condado, etc., y con especialidad en las playas, donde los detritus de conchas y corales forman grandes depósitos, cuya agregación está en contínua génesis, dando nacimiento á los terrenos conchíferos y madrepóricos más recientes.

¿Cómo se ha formado la isla? Según Mr. Moreau de Jonnes[35] el núcleo de las grandes Antillas es granito, rodeado de terrenos de transición, calcáreos y pirógenos. Opina, que primeramente la potencia volcánica elevó los asientos del Archipiélago y que luego el mar multiplicó las islas. Nos inclinamos á creer que, estando constituido el esqueleto de las grandes Antillas por rocas de la mayor dureza, no es verosímil que la corriente ecuatorial, que ejerce una acción tan débil y limitada sobre los materiales de sus riberas, haya tenido potencia bastante para romper por más de sesenta lugares la cadena de que hacían parte, abriendo brechas de algunas leguas de ancho. El geólogo francés supone, que la corriente ecuatorial fué la generadora del Archipiélago antillano. Nosotros nos inclinamos más á creer, que tanto dicha corriente como las islas fueron un efecto del dislocamiento que produjo en la corteza térrea americana la reciente aparición de los Andes.

Las estribaciones de la cordillera central de la isla de Puerto Rico están acantiladas al N. E. por las Cabezas de San Juan, al S. E. por el cabo Mala pascua y al N. O. por la costa de Quebradillas á Rincón, demostrando la fractura violenta de la cadena antillana, debida indudablemente no á la acción de las aguas, incapaces de producirla, sino á una revolución geológica. Esta dislocación de la corteza térrea, que nosotros referimos al período post-plioceno, produjo el golfo de Méjico, el mar de las Antillas, las islas y la misma corriente ecuatorial actual.

El doctor don Agustín Stahl[36] ilustrado puertorriqueño, es de parecer que la isla de Puerto Rico, es de formación geológica reciente. Acepta dos movimientos del poder central, uno para formar el núcleo de la isla, al que el agua, el aire y el calor le arrancaron después los materiales que forman las margas compactas, los lechos de arena y demás depósitos. Sin proceder inmersión alguna en el Océano, vino, en el segundo movimiento la potencia volcánica á elevar nuevamente, y con violencia, las masas primitivas y á formar el Yunque de la sierra de Luquillo, arrastrando en su ascenso la cordillera de la isla, que se extiende hacia el O.

El señor don Angel Vasconi, ilustrado ingeniero de minas, que ha ejercido su carrera mucho tiempo en la isla y reconocido las montañas, opina, que tirando una línea recta de Río Grande á Caguas y de Caguas á Arroyo; otras, de Caguas á Rincón y de Arroyo á Mayaguez, se dividiría la isla en cuatro zonas. Los terrenos comprendidos en la zona N. y en la zona S. pueden considerarse como terciarios, los terrenos de la zona central de la época secundaria, los de la zona E. compuestos de rocas antiguas ácidas, exceptuando la playa de Naguabo y 10 kilómetros de la costa de Mayaguez, que son cuaternarios. En Arecibo hay también un gran banco cuaternario.

Sobre los flancos de la armazón principal de la isla descansan terrenos, cuyos puntos culminantes son el Yunque de Luquillo, el Torito de Cayey y las Tetas de Cerro-gordo en San Germán, debidos á las épocas secundaria y terciaria, hasta los modernos aluviones. Hay capas margosas y arenosas, inclinadas, que comprenden haber sido levantadas por la fuerza interior impulsiva que esbozó los primeros delineamientos montañosos; fenómeno que se puede comprobar perfectamente observando los terrenos contiguos á la carretera central, en los cortes de uno y otro lado, que ha habido necesidad de hacer para trazar esta gran vía. La relación que guarda el Yunque de Luquillo con el resto de la cordillera significa gráficamente, que en la revolución geológica del período post-plioceno volvió con predilección la fuerza volcánica á ejercer presión elevadora en esta comarca, llegando en ella á la mayor altura.

Subiendo desde Arecibo hasta Utuado, tan pronto se dejan los aluviones de la vega arecibeña y se llega á las primeras estribaciones de las montañas, se destacan los restos de montes de caliza, tajados de tal manera en dos partes, que aparecen estas dos grandes secciones respectivamente á cada lado del valle por donde serpentea el río. Según se avanza en dirección al centro de la isla, aparecen montañas de conglomerados y arcillas, abras, picos y farallones calizos, y hasta bloques de granito. Obra toda de una fuerza avasalladora, que accionó poderosamente sobre los estratos y provocó hundimientos y destrozos. Comprueban este cataclismo, ver al pie de esas mismas montañas grandes bancos de arcilla, de arena y de cantos rodados. Estos descuajes de la costa N. de la isla en sus grandes masas calcáreas y los paredones calizos, que se observan en varios puntos, y sobre todo los grandes bloques de granito desprendidos, han sido producidos por la dislocación post-pliocena, que ocasionó el fraccionamiento del Continente Antillano, la formación de las islas y la irrupción de las embravecidas olas, buscando nivelarse en el nuevo suelo submarino.

Tenemos en nuestro poder, procedentes de los campos de Hatillo, y hemos visto también recogidos en Mayaguez, esos restos fósiles, que denominan lenguas petrificadas, y que son dientes fósiles de animales de la época terciaria. Estas mal llamadas lenguas petrificadas, han sido los primeros restos paleontológicos que en la inmediata isla de Cuba dieron la voz de alerta del paso de grandes animales antediluvianos por estos territorios. En un principio se puso la objeción, que eran debidos al arrastre de las aguas; pero los hallazgos posteriores y el encontrarlos en perfecto estado, suprimieron las dubitaciones y hoy es una verdad científica comprobada, que la isla de Cuba estuvo en un período geológico unida al inmediato Continente. El diente fósil que poseemos, y los que hemos visto, corresponden perfectamente á una de esas especies extinguidas de la época terciaria, al formidable Carcharodon, gigantesco tiburón, de más de 20 metros de longitud, destructor y voraz, á juzgar por el tamaño, configuración y fortaleza de estos dientes.

Según Lacepède[37] el origen de designar á estos dientes fósiles con el raro nombre de lenguas petrificadas, proviene de que los primeros ejemplares fueron obtenidos por los naturalistas en la isla de Malta, donde se les encuentra frecuentemente, y donde se les llamaba así, desde tiempos tradicionales, por referir la leyenda, que fueron lenguas de serpientes, cambiadas en piedras por San Pablo, cuando este apóstol fué á dicha isla á predicar el Evangelio y encontró el país infestado de serpientes. Se les ha llamado también glossopetras[38], odontopetras[39], ichthyodontes[40] y lamiodontes.[41]

Se han encontrado ejemplares de estos dientes fósiles, además de la isla de Malta, en muchas otras partes. En el Museo de historia natural de París hay uno muy grande, procedente de Dax, cercanías de los Pirineos, y que, según los cálculos del sabio naturalista Lacepède, perteneció á un tiburón de 23 metros de longitud, por lo menos. La espedición del Challenger los recogió del fondo del Océano Pacífico. Y en la Florida se encuentran en los estratos de la época terciaria.

Creemos, que tras estos hallazgos, vendrán otros más positivos, como serán los de los grandes mamíferos ya encontrados en la isla de Cuba; y lo que es hoy una verdad científica respecto á la gran Antilla se comprobará con relación á Jamaica, Santo Domingo y Puerto Rico, según vayan adelantando los estudios de investigación. Y, al fin, esta ciencia dará la mano á la Geognosia para afirmar la unidad geológica del Continente Antillano.

CAPITULO III.

Prehistoria y protohistoria.--Indeterminación de fechas.--Thomsen: ley cronológica de la industria humana.—Mortillet: edad de la piedra y sus períodos eolítico, paleolítico y neolítico.—Colecciones etnológicas de Puerto Rico: Látimer, Acosta, Los Jesuitas, Stahl, Neumann, Nazario.—Nuestra colección prehistórica boriqueña.—Restos humanos en yacimientos del interior y de la costa de la Isla.—Fijación social del autóctono boriqueño en el período de la piedra pulimentada.—Opinión contraria de algunos autores.—El taller de piedra de la gruta de Miraflores, en Arecibo.—Pérdida del lenguaje indo-antillano.—Conservación de los idiomas indios del Continente.—El boriqueño trabajaba también la arcilla.—Utilizaba los huesos de pescado.—Conocía el oro é ignoraba el uso de los demás metales.—Desconocía el uso doméstico de la sal.—Collares de piedra.—Los siete collares del tesoro de Caonabó.—Su significación.—La muerte y el olvido tras la Conquista.—Las tribus boriqueñas.—Sus jefes.—El dujo.—El boriqueño no había llegado en su civilización al último grado del período neolítico.—Carencia de túmulos.—Tal vez se encuentren algún día.

La naturaleza es un libro abierto al investigador y en ella escudriña el hombre las huellas de la raza extinguida con el afán que le domina por conocer los orígenes de la humanidad.

Hace veinte y cinco años se usaba la palabra ante historia para caracterizar los tiempos que han precedido á las anotaciones de los primeros cronistas; pero hoy usamos el vocablo prehistoria; y cuando nos acercamos á los períodos más modernos y de alguna documentación, aunque nebulosa, usamos de la dicción proto-historia.