Público Cautivo - Donald Rump - E-Book

Público Cautivo E-Book

Donald Rump

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Beschreibung

Tres hombres, una secretaria rubia, un ascensor atascado y una serie de pedos horribles y letales. ¿Qué podría salir mal? Pensado para públicos adultos (y no tanto). Aproximadamente 3600 palabras.

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Público Cautivo

Donald Rump

Traducido por Sebastián Lalaurette

Libros de Donald Rump

20 Common Questions About Farts

Bottling Farts (English, Spanish, Italian)

Captive Audience (English)

Crazy Authors Vol. 1

Finding Floofy (English, Spanish)

Four Stinky Stories Vol. 1 (English, Spanish)

Four Stinky Stories Vol. 2 (English, Spanish)

Five Reasons Why Dating Hot Chicks Is A Bad Idea

Gastrointestinal Blues

Going Dutch (English, Spanish)

Marriage Stinks (English, Spanish)

Ten Stinky Stories Vol. 1

The $500 Question (English, Spanish)

The Chapped-Ass Critic (English, Spanish)

The Would Be Asstronaut (English, Spanish)

Till Death Do Us Fart (English, Dutch, Spanish)

Weekend Getaway (English, Spanish)

© 2016 Donald Rump. Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o transmitida por cualquier medio (electrónico, mecánico o cualquier otro) sin el expreso consentimiento escrito del autor.

Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y situaciones son o bien producto de la imaginación del autor o usados ficcionalmente. Cualquier semejanza con acontecimientos, lugares o personas reales, vivas o muertas, es completamente casual.

Composición, formato y diseño del E-book por Donald Rump.

Imágenes bajo licencia de DepositPhotos.com y © Noppadol Anaporn (#47736927). Dibujos de pedos por Mel Casipit.

Primera Edición (v1.0)

Publicado el 5 de enero de 2016

Última actualización el 4 de abril de 2016

ISBN-13: 9781311297938

Index

Página del Título

Libros de Donald Rump

Derechos de Autor

Público Cautivo

Mis Dos Centavos

Sobre el Autor

Más de Mis Libros Locos

¡Gracias!

Público Cautivo

“Tienes que estar bromeando.” Barton Rinway bajó el periódico del lunes. “Bueno, no fui yo.” Se encogió de hombros y empezó a leer de nuevo.

Hubo otro floof, seguido por el quejido colectivo de los otros tres pasajeros del ascensor.

“¡Si hubiera sido yo, debería ser un ventrílocuo de fama mundial –hablando por el culo! Claramente, el sonido vino del lado opuesto del asecensor.” Le echó una mirada malevolente a la recepcionista joven y rubia que había empezado a trabajar en Empresas Rincón unas pocas semanas antes. Maybeleine, ese era su nombre, o al menos eso creía.

–No van a echarme la culpa a mí en serio, ¿verdad? –dijo Maybeliene, mirando a los tres hombres en el ascensor.

–Bueno, ¿quién más iba a ser? Oh, por Dios... –Barton ahuyentó el hedor con su periódico.– Las mujeres son siempre las últimas en admitir cuando se han tirado un gas. A través de los años, les han lavado el cerebro a las masas para que creyeran que no se tiran pedos porque son mujeres. Pero cuando yaces despierto por la noche junto a tu nueva novia, la fea verdad surge de ella como señales de humo sobre tu tumba. ¿No es así, Jack? –preguntó, leyendo el nombre en la etiqueta brillante y dorada.

De todas las personas en el mundo, el buen y viejo Jack entenderia. Con su overol azul, era obviamente un hombre de la clase trabajadora, y un conserje para más datos. Sin dudas había trapeado más de un inodoro de mujeres, y habría sentido arcadas por el olor que dejaban tras de sí. –No fui yo –fue todo lo que pudo ofrecer.

Un caballero en el lado opuesto al de Barton, un padrino con derechos delgado y atildado, de traje y corbata negros, se encogió de hombros y continuó aporreando las teclas de su celular.

–Bien, hasta aquí llegamos. Ríndete para poder limpiar tu conciencia y aún puedes tener un día productivo. –Barton plego su periódico y se lo metió limpiamente bajo el brazo.

–Pero no fui yo –dijo Maybeleine.

–Tal vez podrías haber sido –dijo Barton.

–¡Definitivamente no fui! –dijo ella, con los ojos llenos de dagas.

En ese momento y lugar, todos los caballeros pensaron que la joven dama se estaba preparando para darle al hombre de mediana edad con toda su fuerza, pero en lugar de eso se oyó otro bizcocho aéreo, que asfixió a los presentes.

Abruptamente, el ascensor se detuvo. Los engranajes chirriaron sobre sus cabezas, sacudiendo toda la cabina antes de detenerse por completo.

–¿Ves lo que hiciste? –chilló Barton.– El poder de un pedo femenino no tiene igual. ¡Podrías matar a alguien con uno de esos, incluso mientras duermes! Desafortunadamente, cuando uno se dispone a aparecer, no hay mucho que puedas hacer. Tienes que mantener cerradas las escotillas y esperar lo mejor.

Otro bizcocho rabioso contaminó el aire.

–¿Podrías parar ya? No hay mucho aire aquí –dijo Barton.

–Sí, vamos. Nos estás matando –dijo Jack.

–Muy bien, fui yo. ¿Están felices? –dijo Maybeleine, mirándolos uno por uno.

–Por supuesto que no estoy feliz. Te cargaste al maldito elevador con eso –dijo Barton.

–¡Auxilio! –gritó Jack, golpeando las paredes con el puño.

–Relájense, muchachos. Ya he enviado un e-mail a seguridad. Nos sacarán de aquí tan pronto como sea posible –dijo el hombre de traje negro.

–¿E-mail? ¿Eso es todo? ¿Y si no revisan su e-mail por algunas horas? Podríamos estar muertos para entonces, con todos estos escapes frecuentes.

–Dije que no fui yo –dijo Maybeleine.

–Espera... ¿qué? Acabas de admitirlo –dijo Barton.

–No admití nada. Sólo lo dije para hacerlos callar –dijo Maybeleine, cruzándose de brazos.

–¿Entonces no fuiste tú?

–¡No!

–¿Entonces quién fue? ¿David Copperfield? ¿Mutantes del espacio exterior? ¿El jodido Quigley desde abajo? –Barton se tapó la boca, avergonzado de haber recurrido a groserías.

–No lo sé, yo...

Otro gas llenó el aire, haciendo que los cuatro se cubrieran las narices.

–¡Por Dios! Huele como si algo hubiera muerto aquí –dijo Maybeleine.

–¿Es la llamada de apareamiento de la hembra? ¿De qué hoyo vino exactamente? –dijo Barton.

–No puedes estar hablando en serio. –No puedes estar hablando en serio. No fui yo –dijo ella, agazapándose en la esquina del ascensor.

–Quizás tenga razón –dijo Jack.

–¿Razón? ¿Ha empañado tu cerebro el hedor, viejo? Es una mujer. Las mujeres nunca tienen razón.

–¿¡Qué!?

–Y preferirían morir antes que admitir que han “cortado el queso”. ¿No es verdad, amigo? –dijo Barton.

–Bueno... –dijo Jack, rascándose la cabeza.

–¿Bueno qué? –dijo Barton.

–¿Conoces ese olor cuando has pisado accidentalmente caca de perro en el fondo de tu casa?

–Sí, ¿y?

–Bueno, huele como algo así.

–¿Estás sugiriendo que ella tiene un animal muerto ahí dentro? –exclamó Barton. –En realidad, no me sorprendería de ella.

Otro bizcocho aéreo hizo que la cabeza de Barton empezara a dar vueltas.

–Si quieres limpiar tu nombre, jovencita, tendrás que ofrecer más pruebas. Levántate esa pollerita que tienes. Asegurémonos de que no hay otras mascotas a bordo.

–¿¡Qué!? ¡De ninguna manera! –exclamó Maybeleine, sacudiendo la cabeza.

Otro gas escapó, agravando la situación de todos.

–Estamos perdiendo aire rápidamente –dijo el hombre de traje negro, mirando alrededor.– Mejor pongámosle un corcho ahora, de lo contrario...

Súbitamente, Jack cayó de rodillas. Resolló en busca de aire, antes de desplomarse hecho un bulto.

–¡Jack! –Barton lo sacudió. Al respirar una bocanada de vapores venenosos, se dio cuenta de que el aire se estaba aligerando. –¡Asesina! –dijo, mirando a Maybeleine. Dio un paso atrás y se topó con la pared del ascensor.

–Será mejor que no hablemos más. Hay demasiado carbono en el aire. Ustedes saben que lleva al calentamiento global y todo eso –dijo el hombre de traje negro.

Otro pedo hizo que Barton frunciera más el ceño en su rostro maníaco. –¿Y de qué se componen? ¿Qué sustancia venenosa está ella lanzando al aire?

–No lo sé. Podría ser cualquier cosa. Depende de qué hoyo haya salido.

–¡Cállense! –grió Maybeleine.– Como ustedes dijeron, será mejor que nos callemos todos.

–Pero hay un hombre muriendo aquí –dijo Barton, arrodillándose y comprobando los signos vitales de Jack. -¿No deberíamos llamar al 911?

–Ya lo hice. Les envié un mensaje de texto –dijo el hombre misterioso.

–No sabía que podías enviarles mensajes de texto.

–Por favor, ahorren un poco de oxígeno para el resto de nosotros.

–Muy bien. –Barton miró al periódico otra vez. Pasó la vista por el título e inmediatamente sacudió la cabeza. “Descubren Agujero Negro en el Ano de Justin Bieber”: ¿por qué se tomaba la molestia de leer los tabloides en estos días? –Usted trabaja en finanzas, ¿no?

Él asintió y dijo: –¡Shh!

Barton examinó el techo. –Gerente Financiero General, ¿no es así?=

–Sip. –Usaba la menor cantidad de oxígeno posible.

Barton sacudió la cabeza. Así de avaro era ese pequeño bastardo de Ray Wilbourne. Hasta ahora, sólo lo había conocido por sus e-mails, que eran frecuentes y bastante detallados. Para ahorrarle dinero a la compañía, había optado por cortar la calefacción y el aire acondicionado entre las 6 PM y las 6 AM. No hace falta decir que estaba terriblemente frío cuando Barton llegaba a las 6.45 de la mañana. Aún peor, sus muertes serían el producto de una iniciativa de reducción de costos. –¿Y por qué lo hiciste? –preguntó Barton.

–¿Hacer qué? –dijo Ray.

–Qué, ¿ahora lo está culpando a él? –dijo Maybeleine.

–Si, por cortar la ventilación del ascensor. Está cortando todo lo demás hasta el hueso. ¿Por qué no cortar tambien el aire? Los empleados pueden contener la respiración al usar el ascensor. No es problema –dijo Barton.

–No hice tal cosa –contraatacó Ray.

Otro pedo hamacó el ascensor, haciéndolo sacudirse.

–¿En qué más escatimaste? ¿Mantenimiento? ¿Reparaciones?

–Un poco de ambas cosas. Pero fue con las mejores intenciones –dijo Ray, mirando su celular y asintiendo solemnemente.

–¿Van a callarse la jodida boca? Nos estamos quedando sin aire –dijo Maybeleine.

–No gracias a ti –contraatacó Barton.– Y si este imbécil no hubiera diezmado a los de mantenimiento, podríamos tener un ventilador que funcionara en este pedazo de mierda. ¡Deme eso! –Barton le arrancó el celular de la mano a Ray.– Hablemos con un humano para variar.

–¡No, ahorre aire! –dijo Ray, empujándolo.

Barton se volvió y lanzó el puño hacia arriba, conectándolo con la mandíbula de Ray y arrojándolo al piso. Se desmoronó contra la pared del ascensor y se desvaneció, separado de su conciencia por el golpe. –Échate una siesta y deja que los muchachos grandes resuelvan esto.

–¡Oh, mi Dios! Creo que lo mató –jadeó Maybeleine.

Sobrevino otro pedo estridente, empañando el aire y haciendo que el viejo diera vueltas. –¿No puedes aguantarte antes de que lleguen los rescatistas? –tosió Barton.

–¿Pueden admitir que no fui yo de una vez por todas? –gritó Maybeleine. –¡Mi Dios, vamos a morir todos aquí!

Barton se esforzó por respirar. Los pulmones le quemaban con cada bocanada. –No si puedo hacer algo al respecto.

Se quitó la chaqueta y la tiró al piso. El ascensor estaba nublado, y aunque el techo estaba a sólo un par de pies, apenas podía verlo. –Necesitamos hacer funcionar ese ventilador, cualquiera sea el costo –apuntó.

Igual, ella no podía ver nada. En un momento, sus palabras caerían en oídos sordos.

–No, deberíamos esperar a los resssscatiiiissstasssss...

Maybeleine cayó al piso, desmayada.

–No, quédate conmigo –dijo él, sacudiéndola infructuosamente. Mientras ella se desplomaba, otro pedo lo saludó. Por primera vez en esta ordalía, Barton consideró la posibilidad de que el pedo podría no haber venido de ella, sino de arriba.

Las luces parpadearon. ¿Era la consciencia de Barton o las luces del ascensor? Apenas podía decirlo. Pero era obvio que el fin estaba cerca, y maldito si no se iría luchando con uñas y dientes.

Avanzó hacia las puertas del ascensor y las abrió con los dedos. Gruñó, tirando con todas sus fuerzas, mientras las luces parpadeaban. Finalmente pudo atisbar la pared de acero al otro lado de las puertas. Estaba atrapado entre dos pisos y el poco espacio entre las puertas y la pared ofrecía un débil respiro de...

¿Podía ser?

Aunque el aire apestaba a desperdicios de rata mezclados con basura descompuesta y ropa sucia, olía considerablemente mejor que la olla de presión en la que se encontraba. –¡Gracias aDios!

Puso el rostro en la rendija y atrapó una bocanada del olor extraterreno. No era todo rosas, claro, pero con seguridad era mejor que este jodido ascensor del infierno.

Tomado por la euforia del oxígeno en su cerebro, los dedos de Barton se deslizaron accidentalmente, haciendo que las puertas se cerraran de golpe y casi le arrancaran la nariz. –¡Maldito! –exclamó, saltando hacia atrás y sacudiendo el puño contra las puertas del ascensor.

Extenuado, Barton se quitó el zapato y lo arrojó al ventilador montado en el techo. El zapato rebotó, inofensivo, sin mover el ventilador ni la cabina del ascensor. Rápidamente el olor fétido empezó a invadir sus pulmones, con otra bocanada de gas proveyendo el signo de exclamación.

–¡No entraré silenciosamente en la noche infestada de pedos!

Se quitó el otro zapato y también lo arrojó.

Al final, sólo habia una conclusión a la que arribar. El elevador... ¡estaba vivo!

¡Tenía que estarlo! ¿No acababa de intentar arrancarle la nariz de un mordisco?

Y después estaba el tema de todas esas flatulencias. ¡Quizás el imbécil había hecho un pacto con el diablo y alimentaba a esa maldita cosa con carne humana!

¿Cómo había ascendido Ray tan rápido a su posición? ¿No había un gerente financiero diferente unos cortos meses atrás? Quizás había alimentado al ascensor con ese pobre viejo bastardo para ascender meteóricamente.

–No, no tiene sentido... –Barton se tomó la cabeza palpitante. Si el ascensor realmente se comía a los empleados, ¿por qué seguía vivo el conserje? ¿No sería él el primero en partir? ¿Y por qué dudaba en convertirlos en su almuerzo ahora, incluso si uno era su amo?

–¡Soy demasiado joven para morir! –chilló Barton.– No puedo. ¡¡¡No lo haré!!! –Empezó a dar saltos. El ascensor se sacudió a medida que él rebotaba en el piso. Se oyó un ruido sordo y fuerte, seguido por el ascensor cayendo unos pocos pies.

De repente el ventilador hizo clic, atrapando algo grande y blando. Sus engranajes gruñeron. Llovieron pedazos de carne y un chorro de sangre por todo el interior del ascensor, haciendo que Barton empezara a gritar otra vez. –Oh, por Dios. ¡Oh, por Dios! ¡¡¡Está vivo!!!

Se abalanzó sobre las puertas e intentó abrirlas otra vez.

El ascensor cayó otros diez pies, y luego, por fin, los cables se cortaron en sucesión: ¡snap, snap, snap, snap! Finalmente, el horrible aire dominó los pulmones de Barton, mientras el ascensor se desplomaba diez pisos y se estrellaba contra el sótano de concreto.

* * *

–¿Qué cuernos ocurrió aquí?

El detective Finks se agachó por debajo de la cinta amarilla y avanzó hacia una mesa de madera llena de restos embolsados y partes de cuerpos que estaban en proceso de ser catalogadas.

Lew Crowley, un técnico de la Unidad de Escena del Crimen local, tomó una bolsa y se la arrojo a Finks.

Finks la cazó en el aire y frunció el ceño. –¿Qué parezco, el jodido Davey Crockett?

Tiró al suelo la cola rayada.

–Parece que un mapache mordió los cables del ascensor y accidentalmente quedó atrapado en el ventilador. El ascensor probablemente había estado rozando el hueco hasta que se atascó y los cables cedieron.

–Eso explicaría el olor –dijo el detective, tratando de ahuyentarlo con las manos.– ¿Entonces esos pobres tontos se llenaron los pulmones con ese mapache podrido?

–Sí, un público cautivo.

–Maldición, es la peor forma de irse –dijo Finks, sacudiendo la cabeza.– ¿Algún sobreviviente?

–Uno.

Lewis señaló con la cabeza a la rubia que estaba en el pasillo.

Las miradas de Finks y Maybeleine se cruzaron, haciendo que ella se levantara de la silla.

–Pobre chica. Sigue culpándose por todo esto –dijo Lewis.

–¿Le contaste sobre el mapache? –preguntó Fink.

–No.

Lewis se adelantó y levantó la bolsa.

–Perfecto. La llevaré al cuarto trasero y la grillare yo mismo –dijo Finks, ajustándose la corbata.

–Pero no es una sospechosa, y esto no ha sido declarado como homicidio.

–Sí, pero ella no sabe eso –respondió el detective Finks, guiñando sus ojos marrones. Caminó hacia el otro lado del vestíbulo y extendió la mano. –Hola, señorita. Soy el detective Finks. Me preguntaba si podría hacerle unas pocas preguntas...

* * *

–¿Entonces estoy fuera de sospecha, detective?

Maybeleine le dio una chupada a su cigarrillo, con la sábana de la cama envolviendo su cuerpo desnudo. Se reclinó en la almohada, exhaló unos anillos al aire y cerró lentamente los ojos.

–Sí, claro –dijo Fink, conteniendo el aliento, aún incrédulo. La joven era un animal salvaje en la cama. Seguramente él se había echado un par durante su frenética sesión amorosa.

–Supongo que puedo tachar el caer de un ascensor de mi lista de Cosas para Hacer.

–Sí, supongo.

–¿Y bien? –sonrió ella.

–¿Y bien qué?

–¿Estás listo para otra ronda?

–¿En serio? Sabes, creo que se me cayó el...

Antes de que pudiera decir otra palabra, Maybeleine lo agarró y le puso la cabeza entre sus piernas. Mientras él se llenaba la cara con su postre sudoroso, ella dejó salir un asesino silencioso pero mortal por el otro hoyo.

Finks se atragantó en busca de aire, pero Maybeleine lo mantuvo allí y lo cubrió con las sábanas. –Quizás sea culpable después de todo.

Apagó el cigarrillo sobre su cabeza redonda y volvió a disparar para asegurarse.

¡FIN!

Mis Dos Centavos

¡No puedo creer que encontré esto!

Hace un tiempo, escribí esta basura, y la archivé para después. Como no la había editado, la historia no me quedó presente. Así que la olvidé, y me llevó un tiempo volver a toparme con ella.

Es lo loco de ser un autor. Uno creería que recordamos cada pequeño detalle de lo que escribimos, pero la verdad es que, si escribo rápido y paso a otra cosa, es fácil olvidar a menos que haga una edición extensa y lo relea varias veces.

Cuando me encontré con Público Cautivo, que ni siquiera tenía título en ese momento, no tenía idea de sobre qué iba la historia o cómo iba a terminar. Era bastante divertida, incluso en su forma cruda, y había menos errores de los que yo habría esperado de un primer borrador. Pero yo no sabía para nada que iba a pasar de una oración a la siguiente, y fue genial descubrir que no sólo tenía un principio y un medio, sino que también tenía un final.

Demasiadas veces empiezo una historia, comprendo que es una obra mucho más larga y me detengo en seco. No es tanto el tiempo, y hasta ahora, si no escribía en una sentada o al menos en el mismo día, probablemente nunca terminaba la historia. No es lo que ocurre ahora, y estaba totalmente preparado para hacer lo que tuviera que hacer para terminar la historia humorística. Fue un absoluto agregado que tuviera un final, uno que no tengo la intención de cambiar.

Pero no es así como me sentía cuando inicialmente leí la segunda escena entre el detective y el investigador de la unidad de escena del crimen. Creía que debía haber terminado cuando Finks se ajusta la corbata y camina hacia la secretaria para hablar del accidente. No tenía idea de la vuelta de tuerca que estaba a punto de desplegarse. De hecho, me dije que debía haberla cortado ahí, y me quedé boquiabierto cuando encontré otra escena y el eventual cierre.

Y fue más genial de lo que jamás había imaginado.

¡Todas las mujeres son malvadas, por supuesto, y sus pedos son la cría de Satanás!

Entonces ¿qué hacía una historia completa, que requería poca revisión, en mi disco rígido? Usualmente soy bastante bueno con estas cosas, lo que es la razón de que haya publicado tantas historias bajo el nombre de Donald Rump. Es una verdadera vergüenza que no hiciera nada con ella antes, y no volveré a cometer el mismo error.

De verdad, ¿estoy perdiendo la razón? ¿Cuántas otras historias hay ahi afuera? Una cosa es tener un fragmento de historia, incluso un par de escenas. Pero si tienes una historia completa (principio, medio, fin) realmente no hay razón para no publicarla. (A menos que la odies, por supuesto, y eso realmente apesta.) Editar no lleva tanto tiempo como pensarías si te arremangas, y crear una portada y el e-book asociado son asuntos triviales.

Realmente no hay excusa, y la verdad es que no sé lo que pasó. Simplemente se perdió en el montón.

Sospecho que hay otras, por lo que voy a tomarme algún tiempo y revisar todo lo que he escrito hasta este momento. Sí, es una tarea tremenda, pero no me sorprendería encontrar otra historia metida en un diario o con algunas notas.

En realidad, eso es exactamente lo que ocurrió con esta historia. El documento empezó como una serie de recordatorios, y después le siguió una historia sin título. Debo haber pensado que esto era otra entrada en mi diario y la pasé por algo, pero hoy estaba, de hecho, leyendo mi diario una entrada por vez.

La mejor parte de esto es que se siente como si hubiera encontradoun tesoro. Yo amo esta pequeña y loca historia, y por cierto no es tímida acerca de lo que es. Es humorística, ridícula y completamente absurda... igual que cualquier otra historia de Donald Rump.

¿Qué más hay ahí afuera esperando a ser descubierto? Esa es la pregunta del momento, y yo sé tanto como tú al respecto. Es momento de hacer inventario y ver qué aparece. Sin duda, más historias de Donald Rump vienen en camino, y probablemente llegarán más pronto de lo que te esperas.

Sigue loco y pedorréate,

—Donald Rump, Experto en Pedos

P.S. Hallé esta pequeña joya en un momento extraño. Estoy atravesando una especie de renacimiento, y estoy produciendo más que nunca. Acababa de completar dos projectos nuevos, Ahumado a 40.000 Pies y Qué Decir a las Chicas Feas en una Primera Cita, además de escribir una cantidad de notas de autor para mis obras previas, cuando encontré esto. De repente tento decenas de miles de nuevas palabras, todas ellas necesitando ser editadas.

No hace falta decir que es la primera vez que ha sucedido esto. Típicamente trabajo en una historia a la vez, y cuando está terminada, inmediatamente la subo a la tienda. Hay momentos en que puedo exprimir algo de tiempo de escritura adicional al salir del trabajo, así que eso es probablemente lo que ocurrió. Además, probablemente estaba distraído por algo en mi vida personal, lo que hacía más probable que me olvidara.

Pero me estoy poniendo a trabajar en serio, y haré un inventario para ver qué tengo exactamente. Hay una cantidad de historias que tienen buenos principios pero no tienen finales. Historias como Amor, Ese Sentimiento o El Arresto Siempre Apesta. Sí, es absolutamente seguro que las acabare, y también apartaré algún tiempo para escribir Premio Mayo, que me ha estado rondando por el asiento del inodoro que tengo por cerebro durante los últimos tres años (por lo menos).

Todo lo que deba hacerse será hecho mientras yo tenga conciencia de ello. Ahora sólo necesito determinar el alcance de lo que estoy tratando de lograr. Será un montón de trabajo, pero estoy entusiasmado de poder finalmente lanzar estas historias.

El trabajo, según parece, no es el problema. Aparentemente, es la organización.

Toparse con historias como ésta me facilita el trabajo, y espero que haya más. De ser así, mantén los ojos pelados. ¡Pondré mi casa en orden, o no me llamo Dingleberry... eh, quiero decir Donald Rump!

Sobre el Autor

Cuando no está escribiendo sobre viejos pedorros, Donald Rump escribe sobre pedos de verdad: cuanto más apestosos, mejor. También es un defensor del programa Ni Un Pedo Atrás y del matrimonio igualitario para todas las entidades gaseosas, grandes y pequeñas. Al parecer, también da consejos sobre citas.

El Sr. Rump vive en Maryland del Sur con Floofy, su pedo mascota.

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