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Leonardo Lomelí Vanegas

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Beschreibung

Breve historia de Puebla se presenta como un primer acercamiento a la impresionante historia de este rincón del país, donde se muestra la conformación, el avance y la consumación de uno de los estados con mayor actividad política del país. En esta historia, se muestra no sólo el gran valor histórico de los acontecimientos políticos, económicos y políticos desarrollados en territorio poblano, sino también se expone la riqueza de sus recursos humanos y naturales.

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LEONARDO LOMELÍ VANEGAS. Doctor en historia por El Colegio de México; maestro en historia y licenciado en economía por la UNAM. Actualmente es profesor-investigador y director de la Facultad de Economía de la misma universidad. Se especializa en historia de las finanzas públicas, economía de la seguridad social, política social, historia del pensamiento económico e historia de las instituciones económicas y políticas. Entre sus publicaciones destacan La política económica de México en el Congreso de la Unión, 1970-1982 (1998) y El partido de la revolución. Institución y conflicto (2000), ambos en coautoría. También ha colaborado en libros colectivos y revistas y en distintas instituciones, como la Secretaría de Desarrollo Social y el Banco Mundial.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

PUEBLA

LEONARDO LOMELÍ VANEGAS    

Puebla

HISTORIA BREVE

EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 2010 Segunda edición, 2011    Primera reimpresión, 2013 Primera edición electrónica, 2016

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

D. R. © 2010, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2010, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México

D. R. © 2010, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4063-5 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Presidenta y fundadora del Fideicomiso Historia de las Américas

INTRODUCCIÓN

En vuestro hermoso valle tiene dispuesto la divina providencia que sean resueltos los más difíciles problemas políticos de la nación. Vuestra firmeza de ánimo y vuestra lealtad han sido una solemne garantía para que todos los hijos de la patria vengan a concurrir con sus hermanos a celebrar la fiesta de la ciudad defendida y triunfante por el heroico valor y denuedo con que hicisteis brillar en vuestras manos las armas de la República, asegurando las instituciones constitucionales que la rigen.

NICOLÁS BRAVO

Proclama a los habitantes de la ciudad dePuebla, 12 de enero de 1842

PUEBLA ES UNO DE LOS ESTADOS de la República Mexicana con mayor densidad histórica y cultural, producto tanto de su ubicación geográfica, que lo coloca en el cruce de caminos entre el Altiplano Central, la costa del Golfo de México y el estado de Oaxaca, como de sus riquezas naturales, de su patrimonio artístico y de las tradiciones de sus habitantes. Desde la época prehispánica Puebla se ha caracterizado por una gran actividad cultural, económica y política.

La sociedad poblana es resultado de un largo proceso de mestizaje que se inicia muchos siglos antes de la llegada de los españoles al continente americano. El clima agradable y los terrenos propios para la agricultura de su amplio valle dieron lugar a un continuo flujo migratorio de numerosos grupos procedentes de diversas regiones. Esta característica del suelo se combinó con el intenso intercambio comercial y cultural que ha tenido lugar desde tiempos inmemoriales en el territorio que actualmente ocupa el estado.

La ciudad de Puebla nació como una utopía renacentista: la ciudad planeada desde su fundación para ser la capital española de una amplia y rica provincia, que crecería en prosperidad y prestigio con base en el trabajo de sus pobladores. Durante el siglo de la Conquista el territorio de la actual entidad poblana fue lugar de encuentro y desencuentro, de conquista militar y espiritual, de explotación y conversión, pero, sobre todo, fue escenario de un mestizaje racial y cultural.

El siglo XIX fue un periodo de profundas convulsiones políticas en el que el estado de Puebla estuvo en varias ocasiones en la línea de fuego. La inestabilidad de los gobiernos de la época y los continuos cambios del régimen federal al central, combinados con las intervenciones militares extranjeras, impidieron que el gobierno estatal pudiera consolidarse incluso después de 1867, de tal forma que la pacificación completa tardó una década más en hacerse realidad. Las vicisitudes de la industria textil poblana en este periodo y los conflictos agrarios fueron el telón de fondo económico de esa historia eminentemente política.

Durante el siglo XX tuvieron lugar importantes transformaciones sociales en el país, y Puebla no fue la excepción. En unas cuantas décadas dejó de ser un estado predominantemente rural y su capital se convirtió en la cuarta ciudad del país. En menos de una década pasó del estancamiento de su industria tradicional a la diversificación industrial con la llegada de nuevas empresas a los parques industriales que fueron construidos por los gobiernos federal y estatal.

A la par de estas transformaciones económicas decisivas, la sociedad poblana se volvió más plural y participativa y surgieron nuevos movimientos sociales y actores políticos. Debido a lo anterior, los gobiernos del estado de Puebla de las últimas tres décadas se han enfrentado a una sociedad más demandante y han tenido que esforzarse por mantener el crecimiento económico, al mismo tiempo que han procurado eliminar los rezagos sociales que aún existen.

Este libro aspira a introducir al lector en esta impresionante historia, como un primer acercamiento que podrá ser enriquecido con las lecturas que se sugieren en la bibliografía comentada.

I. LAS CIVILIZACIONES PREHISPÁNICAS

EL TERRITORIO Y SUS PRIMEROS POBLADORES

EL TERRITORIO QUE OCUPA EL ESTADO DE PUEBLA se caracteriza por poseer una geografía accidentada, que a su vez ocasiona una gran cantidad de variantes climáticas y una asombrosa diversidad de flora, fauna y tipos de suelos. La mayor parte del estado se encuentra ubicada en la altiplanicie central mexicana, pero una extensión territorial considerable y densamente poblada está situada en los sistemas montañosos del norte y el oriente. Al sur del Altiplano se localizan otras tres regiones, menos grandes pero claramente diferenciadas en lo geográfico: las tierras bajas de Atlixco, las tierras bajas de Tehuacán y la zona montañosa conocida como la Mixteca Poblana, que por sus características geográficas y culturales se asemeja mucho al norte de Oaxaca.

El Valle de Puebla-Tlaxcala es una extensa altiplanicie en la que se asienta la parte central del estado de Puebla y la totalidad del de Tlaxcala. Se trata de un valle de singular belleza, ya que en sus bordes se localizan las tres montañas más altas de México, pues se encuentra limitado al poniente por la Sierra Nevada, formada por el Popocatépetl junto con el Iztaccíhuatl y sus estribaciones, y al oriente por la Sierra Madre Oriental, que alcanza su punto más alto en el Citlaltépetl o Pico de Orizaba, antiguo volcán que, además de su majestuosa belleza, se distingue por ser la montaña más elevada del país. Entre estos dos sistemas montañosos, que corren de norte a sur, se extiende una gran llanura cuya altura varía de 2 000 a 2 600 msnm, por lo cual goza de un clima templado durante la mayor parte del año.

En esta gran altiplanicie se localizan algunas elevaciones aisladas que forman pequeños valles, como la Malinche, El Pizarro, la Sierra de Tepeaca, la Sierra de Tecamachalco y El Tenzo. Sobre la Meseta Poblana encontramos los Llanos de San Juan, que se prolongan desde la Sierra Nevada hacia el occidente, al sur de la Malinche. Las afloraciones salinas de tequezquite que caracterizan a esos llanos son indicios de que hace miles de años existieron lagos muy similares a los que había en los valles de México y Toluca. Al oriente de la Malinche, limitando con la Sierra Madre Oriental y al sur de la Sierra Norte, encontramos otros llanos, los de San Andrés, en donde hay varios cráteres apagados y algunos bastante erosionados. Hacia el sur se abren los planes de Atlixco, Matamoros y Chiautla, zonas de transición hacia la depresión del Balsas. Los valles de Acatlán y Tehuacán, en el extremo sur del estado, colindan con la Mixteca. Cierran este valle en sus límites septentrionales bajos lomeríos que lo separan de los Llanos de Apan hacia el noroeste, y hacia el noreste se levanta la Sierra Norte de Puebla.

La Sierra Norte de Puebla es un subsistema montañoso que corre de norte a sur y se entrelaza con la Sierra Madre Oriental. Cuenta con varios valles de difícil acceso, ya que experimenta cambios bruscos de altitud, siempre por debajo de 2 000 msnm. Esta orografía tan abrupta ha dado lugar a una gran diversidad de climas y ecosistemas y a una vegetación que puede llegar a ser exuberante en varias partes, pero también se deben a ella los numerosos obstáculos naturales para las comunicaciones y el transporte. El complejo relieve de esa cadena montañosa ocasiona que el norte del estado sea la zona de más difícil acceso.

El Valle de Puebla-Tlaxcala experimenta un abrupto descenso hacia las zonas bajas de Atlixco, Matamoros y Chiautla, en el extremo suroeste, y Tehuacán, en el sureste. Tales depresiones se interrumpen en la Sierra del Tenzo y otros subsistemas montañosos de la Sierra Madre del Sur que confluyen en el Nudo Mixteco; esta zona, estrechamente emparentada en lo cultural y lo geográfico con el norte de Oaxaca, recibe el nombre de Mixteca Poblana. Aunque representa menos dificultades para las comunicaciones y los transportes, su orografía ha propiciado también un aislamiento relativo. Sin embargo, la presencia del hombre en todo el territorio del actual estado de Puebla desde hace miles de años, incluso en los lugares de más difícil acceso, está confirmada por las evidencias arqueológicas que se han encontrado en las últimas décadas.

Hay pruebas de la presencia humana en la Meseta Poblana que se remontan a casi 20000 años a.C. Un artefacto de piedra encontrado en la Barranca de Caulapan, cerca de Valsequillo, tenía una antigüedad aproximada de 21 000 años en el momento de realizarse los estudios correspondientes. Pero a partir del 15000 a.C. se advierte una presencia mayor de grupos humanos en la zona, pues se eleva en grado considerable el número de restos encontrados. Tal vez fueron pequeños grupos de cazadores-recolectores (de entre cinco y 25 individuos), bandas que contaban con artefactos de piedra tallada empleados para la caza o como armas, sobre todo raspadores, tajadores, buriles y puntas de proyectil.

No fue hasta el séptimo milenio antes de Cristo cuando se inició el uso de la piedra pulida para la elaboración de muelas y morteros. En este periodo, que marca el tránsito hacia las primeras sociedades agrícolas, es probable que en los sitios localizados en la región de Valsequillo, como San Baltazar Tetela, Hueyatlaco y El Texcal, se utilizaran objetos fabricados con madera, hueso y fibras vegetales.

LAS PRIMERAS SOCIEDADES SEDENTARIAS:LAS COMUNIDADES AGRÍCOLAS EN TEHUACÁN

Aunque existen testimonios de la presencia humana en épocas tempranas en el territorio, los vestigios más antiguos de una sociedad sedentaria, sostenida en la agricultura, se localizan en el Valle de Tehuacán. Situado al sureste del estado, es un lugar importante para el conocimiento de los primeros pobladores poblanos y de su contribución al estudio de la región y a la historia de la agricultura, ya que se han encontrado mazorcas de maíz que muestran una domesticación desde su estado silvestre hasta alcanzar el tamaño y la mayor parte de las variedades que conocemos en la actualidad.

Entre 18000 y 7000 a.C., numerosas bandas de cazadores-recolectores habitaron el Valle de Tehuacán, pero hacia el final del periodo sus asentamientos se hicieron más estables y es patente la programación de sus actividades de acuerdo con los ciclos estacionales y la perforación de pozos de almacenamiento, lo que indica no sólo el cultivo, sino la domesticación de plantas silvestres, en particular el maíz.

EL HORIZONTE PRECLÁSICO EN EL VALLE DE PUEBLA-TLAXCALA

En el periodo predominaron las aldeas agrícolas con una incipiente estratificación social basada en la división del trabajo; la mayor parte contaba con una economía sostenida en la agricultura, pero en la que seguían siendo importantes la caza y la recolección. Paulatinamente, algunas aldeas se transformaron en centros ceremoniales gracias al aumento de la población y del excedente económico, lo que permitió que se profundizara la estratificación social y se contara con una parte de la mano de obra para la edificación de templos, palacios y obras públicas, dando lugar a una etapa cultural más avanzada. La agricultura registró entonces importantes innovaciones que permitieron incrementar la productividad, tales como el sistema de terrazas para aprovechar las laderas de los cerros y los sistemas de irrigación mediante canales o acequias. Al mismo tiempo, el comercio entre las comunidades se intensificó y se extendió hacia regiones cada vez más lejanas. El crecimiento del intercambio entre áreas geográficas cada vez más distantes favoreció el desarrollo económico y cultural de aquellas zonas que disfrutaban de una ubicación estratégica, como es el caso del Valle de Puebla-Tlaxcala.

En este periodo Formativo los centros ceremoniales reflejaron en su traza cierta planeación asociada a elementos tanto astronómico-religiosos como jerárquico-sociales. Las aldeas vecinas y luego los centros menores pasaron a depender de aquellos que se consolidaron económica y militarmente, lo que marca el inicio de una relación de tributación de las poblaciones sometidas con aquellas que detentaban la hegemonía política, militar y comercial de su región. En esta etapa se estructuró el culto a las deidades agrícolas, como Tláloc y Chalchiuhtlicue, y se reforzó la preeminencia social y política de la clase sacerdotal, que alcanzó entonces su máximo poder.

 

MAPA I.1. Relieve de Puebla

 

También las obras hidráulicas alcanzaron un alto grado de desarrollo en algunas comunidades: en Amalucan, al este de la ciudad de Puebla, se encontraron restos de edificaciones y un sistema de canales azolvados, que pudo haberse empleado para irrigación de los campos de cultivo o haber servido a un asentamiento urbano importante como red de distribución de agua potable. El desarrollo cultural del Valle de Puebla-Tlaxcala estuvo fuertemente influido por las regiones con las que mantenía un intenso intercambio comercial, como era el caso de Teotihuacan, Oaxaca y la costa del Golfo. Es notable la influencia de estas zonas culturales del ámbito mesoamericano en la arquitectura, la escultura y la cerámica de los centros ceremoniales que florecieron en este periodo, como Cholula, La Manzanilla, Teotimehuacan, Calpulalpan y Tlalancaleca. El sitio de La Manzanilla, localizado al sur de la Malinche y al norte de la ciudad de Puebla, presenta varias estructuras de las cuales se ha explorado sólo parcialmente el juego de pelota. Otro centro ceremonial de la época fue Teotimehuacan, a orillas del Río Alseseca, sobre una colina baja de caliza, que aún conserva ocho montículos principales, terrazas y plataformas que al parecer se edificaron sin ninguna planeación, aunque todos guardan una orientación general hacia el oeste, con sus fachadas principales de cara a la Sierra Nevada. Otros sitios contemporáneos de Teotimehuacan son Chalchicomula, Aljojuca y Xalapazco, que se caracterizan por la presencia de montículos de tierra recubiertos de cantos rodados y pisos de lodo, cerámica decorada y entierros flexionados.

El desarrollo de los grupos establecidos en el Valle de Tehuacán fue diferente en varios aspectos del observado en el Valle de Puebla-Tlaxcala. El periodo 900-200 a.C. se caracterizó por centros ceremoniales no planificados, que agrupaban a su alrededor pequeñas aldeas que conservaron características de la fase anterior. La domesticación de los principales cultivos había concluido y se había hecho una primera división del trabajo, que sin embargo no derivó en la formación de una clase sacerdotal dominante. La economía de la región se basó en un sistema de irrigación y propició el surgimiento de ciudades seculares, en contraste con las economías que mantuvieron el sistema de roza y proporcionaron la base material para la aparición de centros ceremoniales bajo el mando de una clase sacerdotal que concentraba el poder político.

EL ENIGMA DE LA CIUDAD SAGRADA DE CHOLULA

Cholula es una de las ciudades con mayor ocupación ininterrumpida en la historia del continente y probablemente del mundo entero. Los primeros asentamientos humanos se remontan al segundo milenio antes de Cristo, época en la que se constituyeron las primeras aldeas permanentes. Al principio del horizonte Preclásico o Formativo surgió un centro ceremonial que, a diferencia de sus contemporáneos, no fue abandonado tras la caída de Teotihuacan, sino que permaneció ocupado hasta la llegada de los españoles, cuando fue conquistado y se convirtió en una importante población colonial que subsiste hasta nuestros días, ya prácticamente conurbada a la ciudad de Puebla. Por su larga e ininterrumpida existencia y por su importancia religiosa y comercial, Cholula plantea preguntas que no han sido respondidas a satisfacción. Por principio de cuentas, se sabe poco sobre sus ocupantes originales y sobre el grupo que la habitó hasta la caída de Teotihuacan, ciudad con la que estaba estrechamente relacionada, como se desprende de los elementos culturales que comparte con esa cultura, pero apenas se conoce el tipo de relación que prevalecía entre ambas ciudades.

Cholula se convirtió en un gran centro ceremonial durante el horizonte Clásico y fue contemporánea de Teotihuacan. Al parecer, su función principal fue controlar el comercio interior del Valle de Puebla-Tlaxcala y las rutas comerciales que conectaban al Altiplano Central con la costa del Golfo y con la zona de Oaxaca. El centro ceremonial tuvo una gran expansión durante este periodo, que se reflejó no sólo en el número de edificios construidos, sino en sus dimensiones y en su acabado. El talud y el tablero, elementos eminentemente teotihuacanos, se encuentran entre los vestigios que aún se conservan de esas edificaciones, de los cuales el más importante por sus dimensiones y estructura es la gran pirámide. Las etapas constructivas de la gran pirámide de Cholula datan del periodo Clásico; la que permanece en pie soporta el templo colonial de Nuestra Señora de los Remedios y es el edificio piramidal más grande del continente y el de mayor volumen del mundo, que pudo levantarse debido a la larga e ininterrumpida ocupación de la ciudad, a su importancia económica y política y a su carácter de ciudad sagrada consagrada al culto de Quetzalcóatl.

Tras la caída de Teotihuacan es probable que muchos de sus pobladores se hayan establecido en la ciudad sagrada. En el siglo VIII aparecen en el Valle de Puebla-Tlaxcala los olmecas-xicalancas, uno de los grupos más enigmáticos del México antiguo, pues si bien mostraban gran influencia cultural de la costa del Golfo, eran diferentes cronológica y culturalmente a los olmecas de Tabasco, la cultura madre de Mesoamérica. Su irrupción en el Valle de Puebla-Tlaxcala acabó con el precario equilibrio en la zona y en Cholula. Los olmecas-xicalancas conquistaron la ciudad, pero establecieron su principal centro de poder en Cacaxtla. Durante la dominación olmeca-xicalanca, Cholula fue una ciudad habitada, pero su importancia decayó y la gran pirámide de Quetzalcóatl fue abandonada. Es probable que hacia el año 800 descendiera su población a tan sólo unos 1 000 habitantes. Al parecer, los antiguos habitantes de Cholula se refugiaron en el Cerro Zapotecas, donde se han encontrado vestigios arqueológicos.

El derrumbe de Teotihuacan como centro de poder político y comercial tuvo importantes repercusiones en el Valle de Puebla-Tlaxcala. Es probable que la decadencia teotihuacana y la relativa facilidad con que Cholula cayó en poder de los olmecas-xicalancas se hayan debido en gran parte a que el control de las rutas comerciales que conectaban al valle con el Golfo de México pasó a depender durante el Epiclásico de la poderosa ciudad de Cantona.

CANTONA

Ubicada en las laderas de la Sierra Madre Oriental, a mitad de camino entre el Altiplano Central y la costa del Golfo, la ciudad de Cantona fue una de las más urbanizadas del periodo prehispánico y un importante centro político, militar y comercial que se desarrolló con la caída de Teotihuacan y la decadencia de sus ciudades asociadas, como Cholula o Monte Albán. El periodo Epiclásico marca la transición entre los grandes centros ceremoniales del Clásico y las sociedades militaristas que caracterizaron al horizonte Posclásico, interrumpido repentinamente por la conquista española. Cantona fue contemporánea de otros centros regionales de poder que surgen después del colapso de Teotihuacan y que florecieron durante el Epiclásico, como Xochicalco, El Tajín y Cacaxtla, ya que su periodo de ocupación fue de 600 a 1000 d.C. y su apogeo entre 700 y 900 d.C. Al igual que con aquellas ciudades, surge la duda con Cantona acerca de su papel en el colapso de Teotihuacan. Su ubicación estratégica en las rutas comerciales del Golfo de México con el Altiplano Central y su sistema de murallas y defensas nos hablan de una vocación guerrera.

La ciudad está situada a una altura que oscila entre 2 500 y 2 600 msnm sobre un derrame basáltico con pendiente hacia los lados, terreno aprovechado en la planeación urbana que refleja su estratificación social: los habitantes de la unidad sur, la más urbanizada, se asentaron en la parte baja; en la media vivía gente de cierto rango social, probablemente comerciantes y burócratas, y en la parte alta se erigieron las edificaciones cívico-religiosas y las residencias de los gobernantes. La zona arqueológica tiene una superficie de 12 km2 y da cuenta de una ciudad con notables adelantos urbanos en su trazo y en sus servicios. Para comunicar sus distintos sectores disponía de gran cantidad de vías interiores, que iban desde las grandes calzadas ceremoniales hasta los muros que a la vez cumplían funciones de calzadas en su parte superior, pasando por pasillos y callejones. Los pobladores de Cantona habitaron espacios delimitados por muros periféricos, donde vivían una o varias familias, lo cual se conoce por el número de plataformas sobre las que edificaban sus casas. Tales espacios delimitados por muros han sido denominados “patios” por los arqueólogos. En las excavaciones realizadas en Cantona se han encontrado restos de más de 3 000 de esos patios habitacionales.

En Cantona los vestigios expresan una importante vida religiosa con un destacado papel de las ceremonias públicas y los sacrificios rituales. Llama la atención la cantidad y la variedad de los juegos de pelota, así como el complejo ceremonial asociado con los sacrificios humanos. Hasta ahora se han localizado 24 juegos de pelota en la zona urbana, el mayor número de este tipo de edificaciones ceremoniales en una ciudad prehispánica. La mitad de los juegos de pelota de Cantona forma parte de conjuntos arquitectónicos que incluyen una pirámide, una o dos plazas, un altar y otras edificaciones, además de la cancha propiamente dicha. Diez de los 12 juegos de pelota que reúnen estas características se localizan en la llamada Acrópolis, el asiento de los poderes de la ciudad, ubicada en la parte alta de la unidad sur de Cantona. En este centro ceremonial se levantan varios basamentos piramidales con plazas delimitadas por banquetas u otras estructuras superpuestas alargadas. Es probable que algunas de esas plazas hayan tenido un carácter religioso y ceremonial, mientras que otras cumplían funciones administrativas y comerciales. Dos rasgos distintivos de la arquitectura ceremonial de Cantona son la falta de simetría en la disposición de las edificaciones cívicas y religiosas, así como la ausencia de cemento o argamasa para unir las piedras, que únicamente se colocaron unas encima de otras con algo de tierra en medio.

En los entierros encontrados en Cantona existen elementos importantes para explicar la transición religiosa, tanto en el dogma como en el ritual, que ocurre en Mesoamérica a partir de la decadencia de las grandes ciudades teocráticas y del surgimiento de las sociedades militaristas características del periodo Posclásico. En los restos humanos encontrados se aprecia una gran variedad de formas de sacrificio ritual: decapitación, mutilación, desmembramiento; son igualmente variadas las ofrendas relacionadas con la fertilización de la tierra, encontradas en los principales templos y plazas cívico-religiosas, que incluyen representaciones fálicas. El hecho de que ese tipo de ofrendas esté fechado en el periodo de abandono de la ciudad puede ser un indicio de una importante sequía o de condiciones climatológicas adversas durante los últimos años de ocupación.

Cantona fue planeada desde su fundación como ciudad fortificada; su ubicación estratégica y el control total de la circulación de hombres y mercancías del Golfo hacia los valles de Puebla-Tlaxcala y México le dieron ese carácter. Es probable que la ciudad haya surgido en medio de fuertes conflictos con Teotihuacan o con su principal aliada del Valle de Puebla-Tlaxcala, Cholula, lo que explicaría su trazo militar, y que al incrementarse las migraciones de grupos ajenos al área se fortificara aún más, con el cierre de calles y la instalación de postas militares. Es también probable que Cantona haya sucumbido a las primeras invasiones de grupos ajenos al área (tal vez chichimecas), a cambios climáticos con prolongados periodos de calor y sequía, o a la combinación de ambos factores. Su decadencia comenzó en el siglo X y su abandono definitivo tuvo lugar alrededor del año 1050.

MANIFESTACIONES CULTURALES EN LA SIERRA NORTE

La Sierra Norte de Puebla se caracteriza por su intercambio comercial y cultural con diversos grupos étnicos; destaca la influencia totonaca y huasteca, así como la presencia de elementos culturales del Altiplano Central. Desde tiempos inmemoriales la Sierra Norte, pese a su escarpado relieve y a las dificultades para el tránsito de personas y mercancías que éste significa, ha sido un lugar de encuentro de culturas, característica que conserva hasta nuestros días y que se expresa en sus mercados, herederos de los que funcionaban desde la época prehispánica.

 

MAPA I.2. Antigüedad de Puebla

Durante el Clásico Tardío o Epiclásico, floreció en la Sierra Norte de Puebla una ciudad influida por la cultura que edificó El Tajín y a la que por mucho tiempo se identificó como totonaca, sólo que cronológicamente es posterior a tales edificaciones. Los vestigios de la ciudad muestran semejanzas arquitectónicas con El Tajín; el sitio, muy cercano a la localidad de Cuetzalan, forma la extensa zona arqueológica de Yohualinchán. Este nombre, como el de muchas otras ciudades que florecieron antes del Posclásico, no es el original: le fue conferido por los grupos de habla náhuatl y quiere decir “en la morada de la noche”. Aunque falta mucho por investigar en esa gran ciudad, labor que se dificulta porque parte del asentamiento actual se levanta sobre la zona arqueológica, fue un centro estrechamente ligado al de El Tajín y tal vez edificado por la misma cultura. Las principales estructuras visibles, como los nichos, muestran elementos arquitectónicos distintivos de esa ciudad, y se han encontrado yugos identificados con las ofrendas halladas en El Tajín. El asentamiento adquirió importancia durante los siglos III y IV, pero alcanzó su apogeo, como otros de la región, tras la caída de Teotihuacan. El centro ceremonial se edificó sobre terrazas para aprovechar la pendiente del terreno y dejar espacio suficiente incluso para construir un amplio juego de pelota. La principal estructura es un largo basamento en forma de “L”, frente al cual hay dos montículos de pequeñas dimensiones, en apariencia para no obstruir el paisaje. La ciudad se encuentra a 700 msnm, en la pendiente de la Sierra Norte de Puebla que desciende hacia el Golfo de México; la región es de clima cálido, tropical y húmedo. Los actuales habitantes descienden de los grupos nahuas que a partir del siglo XI expulsaron a sus pobladores originales.

Durante el Posclásico floreció otra gran ciudad en la Sierra Norte de Puebla, cuyos vestigios hoy son visibles en el pueblo de Xiutetelco, muy cerca de Teziutlán, en los límites con el estado de Veracruz. El asentamiento prehispánico, de enormes dimensiones, ha sido poco explorado. Xiutetelco quiere decir “en el montículo del dios del fuego” o “en el montículo del señor del año”, pues ambas denominaciones recibía el dios viejo, Xiuhtecuhtli. Las estructuras piramidales que se conservan, y sobre las cuales fueron construidos después de la Conquista templos, ermitas y casas particulares, datan del siglo XV. Al parecer, en la ciudad convivían varios grupos étnicos, entre ellos los totonacos, pero la hegemonía política y religiosa era nahua. Aunque la población actual es más pequeña que la que al parecer albergó la ciudad antigua, el hecho de que permanezca habitada dificulta la investigación y la conservación de los restos arqueológicos.

LOS TOLTECA-CHICHIMECAS EN CHOLULA Y OTRAS MIGRACIONESEN EL POSCLÁSICO

La región de Puebla-Tlaxcala fue escenario de enfrentamientos y alianzas entre los distintos señoríos por controlar sus estratégicas rutas comerciales durante el Posclásico. La ciudad sagrada de Cholula siguió siendo el principal centro urbano del valle y, por lo mismo, la plaza más codiciada por los sucesivos grupos de inmigrantes. En ese periodo hubo importantes movimientos migratorios en el Altiplano Central, y el Valle de Puebla-Tlaxcala no fue la excepción: se inician con el éxodo de los grupos tolteca-chichimecas que abandonan la ciudad en decadencia de Tula, prosiguen con la llegada de los grupos nahuas, entre los que sobresalen tlaxcaltecas y huexotzincas, para alcanzar el inestable equilibrio que caracterizaba a la región en el momento de la Conquista, inestabilidad debida a que la Triple Alianza, integrada por los mexicas, los acolhuas de Texcoco y los tepanecas de Tacuba, se convirtió en la principal potencia militar, política y comercial del centro de México.

La continuidad histórica de Cholula es la que aporta el hilo conductor de la mayoría de las crónicas relativas al Valle de Puebla-Tlaxcala. La fuente histórica más importante es la Historia tolteca chichimeca. Según esta fuente, a la caída de Tula Xicocotitla (la Tula histórica, en el actual estado de Hidalgo), un grupo de toltecas-chichimecas se dirigió al Valle de México y se estableció en Culhuacán, pero posteriormente invadió el Valle de Puebla Tlaxcala y atacó la ciudad de Cholula. Cuando por fin los toltecaschichimecas lograron expulsar a los olmecas-xicalancas de Cholula, se inició el segundo periodo de apogeo de la ciudad sagrada, que recuperó su condición de la más poblada del valle y el control político, militar y comercial de la región. Su mayor influencia la consolidó en el terreno religioso, al convertirse en el santuario más importante dedicado al culto de Quetzalcóatl. Su fama se extendió hasta la zona maya, y un gran número de señores procedentes del Golfo, de la Sierra Norte, de occidente, de los vecinos valles de México, Toluca y Morelos y del sur viajaban a ella para ser reconocidos como gobernantes en la ciudad sagrada.

Durante el Posclásico, la agricultura intensiva fue la base de la economía y se profundizó la especialización del trabajo artesanal en muy diversas ramas: la metalurgia, los mosaicos de plumas, los textiles, la alfarería, la escultura y la pintura. Durante ese periodo, los comerciantes se consolidaron como una clase aparte y se desarrolló un complejo sistema de mercados, como resultado del aumento en el intercambio comercial, que por fuerza genera un excedente mayor. La estratificación social más compleja destaca por los nuevos oficios y una creciente burocracia. En la cúspide de la pirámide social se ubica una nobleza guerrera con funciones religiosas, seguida por sacerdotes, comerciantes, burócratas y artesanos, hasta llegar a la gran base de campesinos. La tendencia militarista de estas sociedades se expresa en los numerosos conflictos bélicos, en las manifestaciones artísticas y en el ritual religioso, que recurre cada vez con mayor frecuencia a variadas formas de sacrificio humano.

La arquitectura mantuvo las formas del periodo Clásico, con variantes como los templos dobles, y hubo un notable desarrollo de la arquitectura civil, que se manifestó en la construcción de escuelas y palacios. Los juegos de pelota fueron espacios rituales importantes en la mayor parte de las ciudades. La escultura tuvo un carácter naturalista, con la incorporación de un mayor dramatismo en la representación de dioses y hombres. La pintura tuvo un uso y una temática eminentemente simbólicos. En donde se registraron mayores avances fue en la ingeniería y la urbanización; a lo largo del periodo se construyeron acueductos, fortificaciones, sistemas de drenaje pluvial, diques y acequias que requerían conocimientos técnicos precisos.

El arribo de los tolteca-chichimecas al Valle de Puebla-Tlaxcala no fue sino el inicio de una serie de continuas migraciones de grupos de habla náhuatl procedentes del norte, que durante los siglos XII y XIII se establecieron en los valles del Altiplano Central. Los toltecas-nonoalcas se establecieron en el suroeste del Valle de Puebla-Tlaxcala, en los señoríos de Itzocan (Izúcar), Teonochtitlán, Teopantlan, Epatlan y Cuauhquechollan. Detrás de ellos arribaron otros grupos de ascendencia chichimeca; los primeros en llegar, los xochimilcas, los tepanecas y los chalcas, entre otros, se establecieron en el Valle de México; posteriormente los tlahuicas se asentaron en el de Morelos. Los huexotzincas y tlaxcaltecas cruzaron la Sierra Nevada para dirigirse al fértil Valle de Puebla-Tlaxcala. Mientras que los tlaxcaltecas fundaron en las faldas del Volcán Matlalcuéyetl (la Malinche) cuatro señoríos que a la postre habrían de unirse en una confederación (la república de Tlaxcala), los huexotzincas se establecieron a lo largo de la ladera oriental de la Sierra Nevada, en las barrancas del Iztaccíhuatl y del Popocatépetl, en donde mantendrían su independencia constantemente amenazada, primero por sus poderosos vecinos de Tlaxcala y Cholula, y después por la última tribu de habla náhuatl en llegar al Altiplano Central: la de los mexicas.

HUEXOTZINCO

A la llegada de los españoles, el territorio dominado por Huexotzinco se había reducido a tres regiones ubicadas en las laderas de la Sierra Nevada: la zona norte, que abarcaba el Valle de Texmelucan; la central, en donde se localizaba la ciudad de Huexotzinco, enclavada en un lugar de difícil acceso en las barrancas que se abrían en las faldas de los volcanes, y la del sur, done los huexotzincas dominaban el fértil Valle de Atlixco, permanentemente amenazado por la codicia de la Triple Alianza. Entre la zona central y el Valle de Atlixco se encontraba un pequeño señorío independiente, Calpan, cuyos gobernantes estaban emparentados con los de Huexotzinco y mantenían con ellos una alianza política y militar.

Junto con los tlaxcaltecas, los huexotzincas ocupaban un lugar especial entre los enemigos de la Triple Alianza. Con una lengua y un presunto origen mítico común, los soberanos de Huexotzinco y los señores de la república de Tlaxcala eran invitados especiales durante las grandes solemnidades que se celebraban en México-Tenochtitlan, sin que esto implicara renunciar al estado de hostilidad que prevalecía entre esos pueblos y la alianza encabezada por los mexicas. En Huexotzinco, como en la mayor parte de los pueblos que se asentaron en el Valle de Puebla-Tlaxcala, el culto al dios descarnado, Xipe Tótec, ocupaba un lugar importante entre sus prácticas religiosas.

A diferencia de Tlaxcala y de la propia Cholula, las fuentes coinciden en señalar que Huexotzinco estuvo gobernado hasta la llegada de los españoles por señores particulares, lo que quiere decir que era un señorío más próximo en su estructura política a los señoríos del Valle de México. La estratificación social era la propia de las sociedades militaristas, en las que la nobleza guerrera ejercía una función política y social muy importante, reforzada por el permanente acoso al que se encontraban sometidos por sus vecinos los mexicas, los cholultecas y los tlaxcaltecas. Desde mediados del siglo XIV hasta mediados del XV Huexotzinco conservó la hegemonía militar del Valle de Puebla, por encima de Cholula y Tlaxcala, pero la perdió ante el avance desde el Valle de México de la Triple Alianza de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. Los huexotzincas contribuyeron al ascenso de esta gran confederación guerrera: durante la guerra entre Tenochtitlan y Azcapotzalco, de la que habría de surgir el poderío de la Triple Alianza, el príncipe Nezahualcóyotl logró el apoyo de Huexotzinco contra la usurpación de Maxtla, quien le había arrebatado la corona de Texcoco.

La relación de los mexicas con los huexotzincas sigue presentando varios problemas sin resolver para los historiadores. Al parecer, desde el reinado de Moctezuma I y hasta el ascenso al trono de Moctezuma II, a principios del siglo XVI, el principal enemigo de los mexicas en el Valle de Puebla-Tlaxcala era Huexotzinco y no Tlaxcala, que quizá sólo alcanzó su auge en las dos décadas previas a la Conquista. Pero el territorio que dominaba Huexotzinco ofrecía pocos atractivos económicos a los mexicas y en cambio les abría un flanco muy vulnerable hacia los tlaxcaltecas, ya que era más fácil atacar Huexotzinco desde Tlaxcala que desde el Valle de México. El camino que menos dificultades ofrecía a los ejércitos de la Triple Alianza era el que bordeaba por el sur la Sierra Nevada y ascendía por Atlixco; de ahí la importancia de esa población y los sucesivos enfrentamientos por su control. Sin embargo, cabe la hipótesis de que los huexotzincas fueran enemigos estratégicos no sólo como zona de amortiguamiento con los tlaxcaltecas, sino para los fines de la guerra florida, que permitía a los mexicas allegarse prisioneros para los sacrificios humanos. En ese sentido, es comprensible que no haya habido un intento sistemático, como después con Tlaxcala, de conquistar Huexotzinco.

SEÑORÍOS INDEPENDIENTES Y TRIBUTARIOS DE LA TRIPLE ALIANZA ANTES DE LA CONQUISTA

Durante el siglo XV y los primeros 20 años del XVI, el Valle de Puebla-Tlaxcala fue una de las regiones más densamente pobladas de Mesoamérica; padeció continuos enfrentamientos entre los principales centros de poder local (Cholula, Tlaxcala y Huexotzinco), y entre éstos y el gran poder militar de la Triple Alianza. En el momento del arribo de los españoles a esas tierras, prevalecía en el centro del valle un precario equilibrio entre los señoríos independientes, principalmente Cholula, Tlaxcala y Huexotzinco, los señoríos aliados de los mexicas, como Tepeyacac, Cuauhtinchan, Cuauhquechollan, Tecamachalco y Quecholac, y los fuertes y enclaves militares que mantenían en la zona los mexicas y sus aliados de Texcoco y Tlacopan.

La Triple Alianza consolidó su presencia en la región durante el reinado de Moctezuma I Ilhuicamina, quien conquistó los señoríos fundados por los chichimecas cuauhtinchantlacas; entre éstos destacaban las ciudades de Tepeyacac (Tepeaca), Cuauhtinchan y Tecalco. También eran importantes Quecholac y Tecamachalco, que compartían la característica de poseer un alto porcentaje de población popoloca. En la parte sur del Valle de Puebla-Tlaxcala los mexicas también lograron ocupar varios señoríos establecidos por los toltecas-nonoalcas, como Itzocan (Izúcar), Teonochtitlan, Teopantlan, Epatlan y Cuauhquechollan, que formaban un cerco en torno a Huexotzinco. En los límites entre Atlixco y Huexotzinco estaba Ocopetlayocan, pueblo que obedecía a los mexicas y que no tributaba por su condición de fuerte de frontera. Otros tributarios importantes de la Triple Alianza eran Chietlan (Chietla), al sur de los volcanes, y el señorío popoloca de Tepexic, sobre la ruta que comunicaba con la Mixteca. Todos estos pueblos se encontraban comprendidos, para los fines administrativos de la Triple Alianza, dentro de la provincia tributaria de Tepeyacac.

El corazón de esta provincia eran los señoríos situados al oriente de la actual ciudad de Puebla. Tanto Cuauhtinchan como Tepeyacac, Quecholac y Tecamachalco gozaron de una posición privilegiada en el sistema de alianzas de los mexicas, ya que se ayudaban mutuamente en sus conflictos con los tlaxcaltecas y los huexotzincas. Por otro lado, el mapa de los pueblos que integraban esa provincia tributaria permite apreciar que la Triple Alianza no sólo había logrado rodear a los huexotzincas, sino que había consolidado un corredor a lo largo del centro y el sur del Valle de Puebla-Tlaxcala que permitía mantener el tráfico comercial entre los valles de México y Morelos (también provincia de la Alianza) con la costa del Golfo. Tepeyacac se convirtió en un importante centro comercial y comenzó un periodo de gran auge, como lo indica la gran cantidad de inmigrantes de la cuenca de México y de Cholula que se asentaron en la ciudad. Esta región y la de Coatzinco, un poco más al sur, tributaban armas y hombres para participar en los combates contra los tlaxcaltecas y los huexotzincas. Cuauhquechollan también era una localidad importante, que aportaba a la Alianza maíz y pinole, probablemente para las guarniciones y los ejércitos de paso.

 

MAPA I.3. Los señoríos del Valle de Puebla-Tlaxcala

Al oriente del Volcán la Malinche había varias poblaciones dependientes de dos grandes reinos indígenas: Tlatlauhquitépec al norte e Iztaquimaxtitlan al sur. Entre ambos estados había otras comunidades, que probablemente tenían un tlatoani cada una, pero todos los pueblos de la región eran tributarios de los mexicas en el momento del contacto con los españoles. Tlatlauhquitépec era la capital de la provincia tributaria, aunque quizá el tributo de Iztaquimaxtitlan se limitaba a apoyo militar contra los tlaxcaltecas. En el Valle de Tehuacán había cuatro unidades políticas principales a principios del siglo XVI, que aprovechaban su ventajosa ubicación estratégica tanto para el comercio como para la guerra. Dado que ésta era una zona de transición entre varias regiones de alta cultura, su composición étnica y sus elementos culturales eran muy variados.

La principal unidad política era el reino de Teohuacan (Tehuacán), situado al occidente del valle, en donde predominaba el náhuatl, pero con una cuantiosa presencia de popolocas. El pequeño estado popoloca de Chapulco se encontraba al norte de Tehuacán, mientras que al sur se localizaba el reino de Zapotitlán, en el que probablemente una minoría hablaba náhuatl, pero con toda seguridad predominaban los popolocas. El señor de Zapotitlán tenía una posición importante en la zona debido a que controlaba las salinas y su reino se extendía hacia el sur, más allá de las montañas, hasta la Mixteca. Al sur del Valle de Tehuacán se encontraba el señorío náhuatl de Cozcatlán, en el que radicaban dos importantes minorías: un grupo de popolocas, asentado en el oeste, y un copioso asentamiento de mazatecos en la tierra caliente del este. La Triple Alianza controlaba algunos de esos estados y mantenía alianzas con otros debido a su importancia estratégica para el comercio con los reinos y provincias de Oaxaca.

Los señores aliados de la Triple Alianza tuvieron una participación muy activa en las diversas contiendas que ésta sostuvo contra tlaxcaltecas, huexotzincas y en menor grado con los cholultecas, que al final lograron concertar una alianza con los reinos de la cuenca de México. De esta manera, Cholula se benefició de la beligerancia entre los otros dos grandes señoríos independientes y los mexicas y sus aliados. A pesar de su mutua animadversión, los huexotzincas hacían las veces de muro de contención por el sur para los tlaxcaltecas en contra de los mexicas y sus aliados, e igual función cumplía Tlaxcala en la frontera norte de Huexotzinco. Pero a principios del siglo XVI y después de su guerra civil Huexotzinco estaba tan debilitado, que incluso participó en una gran alianza regional concertada por los mexicas contra los tlaxcaltecas, que fue rechazada después de cruentos combates.

Las guerras que entablaron los tlaxcaltecas, los huexotzincas y la Triple Alianza tuvieron diferentes motivos, ya que las hubo de conquista, para vengar agravios mutuos, por intereses comerciales, e incluso proliferaron las guerras floridas, que tenían como propósito exclusivo conseguir cautivos para sacrificar en las grandes solemnidades religiosas. Esta compleja circunstancia política y militar explica la manera en que los distintos reinos del Valle de Puebla-Tlaxcala reaccionaron a la llegada de los españoles.

II. LAS DOS CONQUISTAS

AMEDIADOS DE 1519 LLEGARON al Valle de Puebla-Tlaxcala las noticias del desembarco español en las costas del Golfo, de la alianza de Cortés con el cacique gordo de Cempoala y de su avance hacia el Altiplano Central. Los distintos reinos asentados en el extenso valle comenzaron a discutir, desde antes de que se presentaran los españoles, cuál sería su postura ante ellos. El propio tlatoani de Tenochtitlan, Moctezuma II Xocoyotzin, había mantenido una actitud ambigua, mostrándose obsequioso ante los extranjeros por medio de los emisarios que despachó a su encuentro, pero tratando al mismo tiempo de obtener información sobre su procedencia y de disuadirlos de avanzar hacia el Valle de México.

LA CONQUISTA MILITAR

El Valle de Puebla-Tlaxcala era lugar de paso obligado para los conquistadores en su camino hacia Tenochtitlan. Gracias al cacique de Cempoala, Cortés estaba al tanto de la rivalidad entre tlaxcaltecas, huexotzincas y cholultecas, así como de la importancia de la ciudad de Cholula y de su influencia religiosa en todo el Altiplano Central. Los primeros en entrar en contacto con Cortés y sus hombres fueron los tlaxcaltecas, debido a la ruta que los españoles habían seguido (muy cerca del actual camino entre Tlaxcala y Xalapa). Aconsejado por los totonacas, Cortés envió un mensaje al senado de Tlaxcala pidiendo que se le permitiera avanzar hacia la ciudad y manifestó su interés por concertar una alianza con los tlaxcaltecas.

La opinión de Tlaxcala se dividió entre quienes estaban en favor de un arreglo con los españoles y utilizarlos contra los mexicas y quienes estaban por que se les atacara. Prevaleció una doble vía: aceptaron el avance español, pero al mismo tiempo enviaron un ejército integrado por tropas otomíes al mando de Xicoténcatl el Joven a calar el ejército de los conquistadores. Aunque con apuros, los españoles y sus aliados totonacas salieron airosos de la trampa que les habían tendido los tlaxcaltecas. Una segunda batalla favorable a los españoles y las incursiones que ordenó Cortés sobre varios poblados cercanos a Tlaxcala obligaron finalmente a ésta a concertar una alianza con los europeos, lo que produjo un desequilibrio en la correlación de fuerzas en la región.

Huexotzinco decidió seguir el ejemplo de Tlaxcala y envió una embajada a entrevistarse con Cortés. Los huexotzincas de inmediato quedaron bajo la protección de los españoles y sus aliados en contra de los mexicas, lo que cambió también la correlación de fuerzas en la región occidental del valle, ya que Cholula siguió siendo aliada de los mexicas, pero en clara desventaja frente a sus dos principales vecinos. Es cierto que seguía siendo una ciudad muy importante: tenía 20 000 casas, según Cortés, lo que daría una población cercana a 100 000 habitantes; pero era igualmente claro que Cholula sólo podría hacer frente a los tlaxcaltecas y a los huexotzincas con el apoyo de los mexicas. Desde que Cortés anunció su intención de seguir hacia Tenochtitlan pasando por Cholula, tlaxcaltecas y huexotzincas lo previnieron del peligro de caer víctima de una emboscada en la ciudad sagrada. La intranquilidad de los conquistadores aumentó porque los cholultecas pusieron a Cortés como única condición para permitirle el paso hacia su ciudad que los tlaxcaltecas acamparan fuera de la misma.

Cortés entró en Cholula a principios de octubre de 1519, pero el cálido recibimiento del que fueron objeto no hizo sino atizar las sospechas que ya les habían sembrado los tlaxcaltecas de sus anfitriones. Es imposible saber si sobre las intenciones se tramó tender una emboscada a los españoles o si fue responsabilidad del propio Cortés ceder ante las sospechas de su gente atemorizada por los tlaxcaltecas; tampoco si Moctezuma tuvo algo que ver con los supuestos preparativos de los cholultecas. Lo cierto es que el 18 de octubre Cortés ordenó la matanza: en el centro de la ciudad atacaron los españoles y desde la periferia hacia el recinto ceremonial los tlaxcaltecas, quienes entraron a la ciudad por orden de Cortés. Es difícil establecer el número de muertos, pues las versiones discrepan y estiman desde 2 000 hasta 20 000 cholultecas caídos ese día.

El efecto de la matanza fue doblemente significativo: por su magnitud y por la importancia de la ciudad sagrada, Cholula era el núcleo religioso más importante del centro de México, la “Roma del Anáhuac”, como la llamó dos siglos y medio después Clavijero; destino de peregrinaciones, centro ceremonial al que acudían a legitimarse numerosos reyes y señores de la región y de tierras lejanas mediante solemnes ceremonias de entronización. Después de la matanza, Cortés recibió juramentos de lealtad al rey de España de los cholultecas y de los representantes del señor de Tepeyacac, que, como hemos visto, era el reino más importante de la porción oriental del valle. La noticia de la matanza causó alarma entre los demás reinos de la zona y en el Valle de México, por lo cual fue decisiva en generar confusión entre los mexicas, mientras los españoles se dirigían hacia la gran México-Tenochtitlan.

De Cholula Cortés salió rumbo a Huexotzinco, donde se percató, por la modestia de sus presentes, de la pobreza a la que estaban reducidos los huexotzincas debido al férreo cerco de los mexicas. Desde Calpan, señorío ligado a Huexotzinco, Cortés emprendió el ascenso de la Sierra Nevada en los primeros días de noviembre de 1519, justo por en medio de los volcanes, en vez de rodearlos, para evitar una emboscada en alguna de las cañadas que circundan el Iztaccíhuatl.

Los españoles permanecerían casi ocho meses en el Valle de México, primero como huéspedes de los mexicas, luego sitiados tras la imprudente matanza ordenada por Pedro de Alvarado en el Templo Mayor. El 30 de junio de 1520 los españoles sufrieron una grave derrota cuando trataban de retirarse sigilosamente de Tenochtitlan, durante la célebre batalla de la Noche Triste. Aunque pocos días después lograron una importante victoria en Otumba, estaban tan maltrechos que regresaron a Tlaxcala a rehacer sus fuerzas y preparar el contraataque.

Cuando las noticias de lo acaecido en Tenochtitlan llegaron a los principales aliados de los mexicas en el valle vecino, al oriente de los volcanes, renegaron de su supuesta sumisión a la Corona española y se prepararon para la guerra. El nuevo tlatoani mexica, Cuitláhuac, envió embajadas a los principales reinos y a la república de Tlaxcala para solicitar que rompieran sus vínculos con los españoles y ayudaran a expulsarlos de estas tierras. Tepeyacac, Itzocan, Tecamachalco y Xalatzinco acudieron a la convocatoria de Cuitláhuac, por lo cual antes de regresar al Valle de México los españoles debieron hacer frente a la amenaza sobre su retaguardia, cuidar la comunicación con Veracruz y la seguridad de sus aliados tlaxcaltecas y huexotzincas.

Las hostilidades estallaron en Tepeyacac, pues en ese lugar habían interceptado y matado a españoles procedentes de Veracruz; acto seguido, los dirigentes del reino aceptaron una guarnición mexica y ocuparon los pasos principales entre Veracruz y Tlaxcala. Ante semejante desafío, Cortés encabezó la ofensiva y, para restablecer las comunicaciones con la costa, salió de Tlaxcala hacia Tepeyacac al frente de 420 españoles y 6 000 tlaxcaltecas. En el camino se unieron indios procedentes de Cholula y Huexotzinco, que no querían granjearse la enemistad española ni quedar relegados por los tlaxcaltecas. Al frente de un numeroso contingente, Cortés libró una reñida batalla contra los aliados de Tepeyacac en Zacatepec, que ganó con grandes esfuerzos. Posteriormente, los españoles y sus aliados sostuvieron otro combate en Acatzingo, al término del cual la ciudad de Tepeyacac capituló sin ofrecer resistencia. En represalia por la sublevación, Cortés marcó a varios prisioneros y los repartió entre los españoles y sus aliados, fundando en ese asentamiento indígena la villa de Segura de la Frontera, que con el tiempo recuperó una variante de su nombre indígena: Tepeaca. La ciudad fue su centro de operaciones durante las campañas que emprendió en el centro del actual estado de Puebla.

La guarnición mexica de Tepeyacac se retiró a Cuauhquechollan al percatarse de su desventaja, en espera de recibir instrucciones y refuerzos de Tenochtitlan. Cuitláhuac envió un ejército a Cuauhquechollan con instrucciones de defender esa provincia e