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Jiddu Krishnamurti

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He aquí una escogida selección de textos y charlas de Jiddu Krishnamurti, algo así como un compendio de sus enseñanzas, a través de las cuales nos plantea el apasionante mundo del conocimiento propio. K. invita a cuestionar nuestros condicionamientos, para poder mirarnos desde la libertad psicológica y reflexionar sobre nuestras relaciones con las personas cercanas y con el mundo. Aborda las relaciones de amistad, de pareja, entre padres e hijos, entre alumnos y profesores… siempre expuesto para que el lector pueda ser parte activa del cuestionamiento. Igualmente, se aborda el tema de la vida en la vida y los misterios que en ella podemos encontrar, sin buscar.

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Jiddu Krishnamurti

Qué estás buscando

Traducción del inglés al castellano de Elsa Gómez Belastegui

Título original: WHAT ARE YOU LOOKING FOR?

© Krishnamurti Foundation Trust Ltd.

Brockwood Park, Bramdean, Hampshire

SO 24 0 LQ England

© de la edición en castellano:

2022 Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

© de las imágenes: cortesía de la KFA/KFT

La presente edición en lengua española ha sido contratada –bajo la licencia de Krishnamurti Foundation of America (KFA) (www.kfa.org - [email protected]) y la Krishnamurti Foundation Trust (KFT) (www.kfoundation.org.uk - [email protected])– con la Fundación Krishnamurti Latinoamericana (FKL), (www.fkla.org - [email protected]).

© de la traducción del inglés al castellano: Elsa Gómez Belastegui

Revisión: Alicia Conde

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Katrien Van Steen

Primera edición en papel: Octubre 2022

Primera edición en digital: Octubre 2022

ISBN papel: 978-84-1121-057-7

ISBN epub: 978-84-1121-094-2

ISBN kindle: 978-84-1121-095-9

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total ni parcial de este libro, ni la recopilación en un sistema informático, ni la transmisión por medios electrónicos, mecánicos, por fotocopias, por registro o por otros métodos, salvo de breves extractos a efectos de reseña, sin la autorización previa y por escrito del editor o el propietario del copyright.

Sumario

PrólogoIntroducciónParte I. El ser humano: de persona a persona1. ¿Qué es la relación?2. El amor, el sexo y las relaciones3. Parejas4. Abstinencia y castidad5. El matrimonio y la amistad6. Los profesores, la escuela, la educación y el estudiante7. El padre, la madre, la sociedad y yo8. La relación con uno mismoParte II. La sociedad y mis relaciones9. La sociedad y yo10. ¿Qué es la verdadera religión?11. El gobierno, el ejército y la ley12. La raza, la cultura, el país13. El mundo y yoParte III. ¿Cuál es el propósito de la vida?14. ¿Qué es la vida?15. Mi relación con la naturaleza, los animales y todo el planeta16. Dios, el universo, lo desconocidoFuentesRecursos: escuelas y fundaciones

Prólogo

JIDDU KRISHNAMURTI (1895-1986) está considerado internacionalmente uno de los grandes educadores y filósofos de nuestro tiempo. Nació en el sur de la India, se educó en Inglaterra y, hasta el final de su vida, a los noventa años, viajó por todo el mundo dando charlas, dialogando y escribiendo, y fundó asimismo varias escuelas. No se identificó con ninguna casta, religión ni nacionalidad, ni se rigió por ninguna tradición.

La revista Time designó a Krishnamurti, así como a la Madre Teresa de Calcuta, «uno de los cinco santos del siglo XX», y el Dalái Lama lo considera «uno de los más grandes pensadores de nuestra época».

Sus enseñanzas están publicadas en setenta y cinco libros, de los que se han vendido más de cuatro millones de ejemplares traducidos a más de treinta idiomas.

Krishnamurti consideraba fundamental rechazar toda autoridad espiritual y psicológica, incluida la suya propia. Decía que los seres humanos tienen que liberarse del miedo, el condicionamiento, la autoridad y los dogmas mediante el conocimiento de sí mismos, que traerá consigo orden y un verdadero cambio psicológico. Insistía en que este mundo violento y conflictivo no puede transformarse en una vida de bondad, amor y compasión mediante estrategias políticas, sociales o económicas. Lo único que puede transformarlo es la mutación de cada individuo nacida de su propia observación, sin ningún gurú, ni religión organizada.

La talla y originalidad de Krishnamurti como filósofo atrajeron a todo tipo de personas, tradicionales y vanguardistas. Jefes de Estado, científicos eminentes, destacados líderes de la Organización de las Naciones Unidas y de diversas organizaciones religiosas, psiquiatras, psicólogos y catedráticos universitarios sostuvieron conversaciones con él. Estudiantes, docentes y millones de personas de todo tipo leían sus libros y acudían a escucharle. Krishnamurti tendió un puente entre la ciencia y la religión utilizando un lenguaje llano, de modo que tanto los científicos como el público no especializado podían entender sus debates sobre el tiempo, el pensamiento, la comprensión verdadera y la muerte.

Durante su vida, Krishnamurti creó fundaciones en Estados Unidos, la India, Inglaterra, Canadá e Hispanoamérica, cuya función específica es preservar y difundir las enseñanzas, pero sin autoridad para interpretarlas o para deificar las enseñanzas o a quien las pronunció.

Krishnamurti fundó además escuelas en la India, Inglaterra y Estados Unidos. Entendía que el propósito fundamental de la educación debe ser la comprensión completa del ser humano, de la mente y el corazón, y no el mero desarrollo intelectual y la adquisición de conocimientos académicos. Entendía que la educación debe servir para aprender el arte de vivir, no solo la tecnología necesaria para ganarse la vida.

Krishnamurti dijo: «Sin duda, una escuela es un lugar donde se aprende sobre la vida en su totalidad. La excelencia académica es absolutamente necesaria, pero una escuela incluye mucho más que eso. Es un lugar donde profesor y estudiante exploran juntos, no solo el mundo exterior, el mundo del conocimiento, sino también su propio pensamiento, su conducta».

Sobre la naturaleza de su trabajo explicó: «No se le exige ni se le pide a nadie que crea en nada. Esto no es una secta, ni hay seguidores, ni persuasión de ninguna clase, ni ninguna orientación, porque solo entonces podemos encontrarnos como seres humanos, en el mismo terreno, al mismo nivel. Entonces podemos observar juntos los extraordinarios fenómenos de la existencia humana».

R.E. MARK LEE

Director ejecutivo

Krishnamurti Foundation of America

Introducción

La vida es relación. Vivimos en relación uno con otro, con nuestras familias, con el mundo, con la Tierra y el universo.

Como la vida se vive siempre en relación, es fundamental que comprendamos lo que es, y lo que cada movimiento de la relación con nuestros amantes, padres, amigos, profesores y con la sociedad puede significar para nosotros y para los demás seres humanos.

Juntas, nuestras relaciones individuales crean la sociedad. La sociedad somos nosotros. Es decir, que lo que somos en cada relación, cada uno de nosotros, crea la sociedad. Si somos coléricos, celosos, si actuamos con una ambición agresiva, o con prejuicios, o nos autocompadecemos porque nos sentimos solos, y nos deprimimos, y somos excluyentes en las relaciones, creamos una sociedad enloquecida. Multipliquemos por seis mil millones al ser egocéntrico o afectuoso, generoso o avaro que cada uno somos en la relación con los demás, y el resultado es nuestro mundo. Todo lo que somos afecta a todo lo demás, a las personas, los animales, la tierra, la biosfera. Esto es así para lo bueno y para lo malo: cada mal nos afecta a todos, pero también tiene un efecto en todos cada bien.

La mayoría, si nos atrevemos a observarnos de verdad, nos damos cuenta de que estamos muy solos. No sabemos por qué o cómo sucede, pero incluso con la familia, incluso entre amigos, e incluso con un novio o una novia, muchas veces nos sentimos aislados y solos. Incluso en la relación más íntima con alguien, pensamos en nosotros mismos, en el miedo a que el otro nos abandone, en nuestras inseguridades. La consecuencia es una soledad aún mayor, una dependencia aún mayor de las personas y de las cosas, de la que se deriva un enorme sufrimiento. Nos hemos habituado tanto al miedo y al sufrimiento que olvidamos, o nunca se nos ha enseñado, que esos hábitos biológicos, culturales y personales se pueden cambiar. Es cierto que hemos heredado de nuestros antepasados, los animales que fuimos, un agresivo instinto de supervivencia y territorial. Pero nuestro cerebro tiene también la inteligencia para decidir cuándo es apropiado obedecer a los instintos y cuándo es necesario cambiar de comportamiento.

Es desconcertante que en la escuela no se nos enseñara nada sobre la relación, con uno mismo, con los demás, con el trabajo, el dinero, la sociedad, con la Tierra y el universo. Teniendo en cuenta que nuestra propia supervivencia, personal y colectiva, depende de las relaciones, parecería lógico que los educadores y los padres se aseguraran de que aprendemos a relacionarnos, además de aprender a leer y a escribir, y matemáticas e informática. Nos enseñan a ganarnos la vida, pero no a vivir. Así que el arte de la relación, el arte en sí de vivir, debemos aprenderlo cada uno por nuestra cuenta.

Debemos aprender qué es la relación, qué no lo es, qué la obstaculiza. Aunque externamente seamos inteligentes y cultos, por dentro los seres humanos seguimos siendo violentos. La verdadera educación consiste en cambiar al ser humano interior. La clave de una relación auténtica es comprender nuestro pensamiento, es decir, conocernos a nosotros mismos. Para eso, debemos darnos cuenta de que nuestra forma de pensar y de comportarnos está condicionada por nuestras experiencias personales, nuestra familia, nuestra cultura y país, las religiones, nuestro género y biología.

Si no soy consciente de mis procesos de pensamiento, lo que sea que piense significará muy poco. Sin conocer mis tendencias adquiridas o heredadas y el impedimento que suponen mis prejuicios personales o biológicos, sin comprender mis miedos, mis heridas, mi ira, sin la capacidad de ver a través y más allá de ellos, todo mi pensamiento y todas mis relaciones estarán marcados por la confusión o la distorsión. Por fuerza ha de ser así, ya que conocerse a uno mismo es la base para relacionarse.

Puedo descubrir la verdad de quien soy en el espejo que tengo más a mi alcance: el espejo de la relación. Puedo ver cómo me siento, qué pienso y cómo me comporto con solo observarme atentamente en cada encuentro con las personas que hay a diario en mi vida. En las reacciones que tengo ante los demás, puedo ver lo que me enfada, lo que me hace daño, cuándo soy generoso, cuándo estoy alegre, plenamente vivo. Es importante no grabar a fuego lo que uno descubre: la vida cambia a cada minuto, y yo también. Se trata de observar lo que siento, nada más. No de obedecer ciegamente al sentimiento o al impulso, ni de guardarlo para actuar después. No dejarse arrastrar por la ira o la codicia es muy difícil. No porque uno sea un inepto, sino sencillamente porque cuesta mucho reconfigurar el condicionamiento de millones de años de haber sido agresivos cazadores tribales. Pero si consigo aprender de un momento de ira, su repercusión será enorme. Cada vez que soy capaz de hacerlo, hay una gota menos de veneno en el aire que respiramos todos.

Estar alerta a mi comportamiento y conocerme a mí mismo observándolo da libertad a mi vida y a mis relaciones. Los caballos salvajes que hay en mí ya no me arrastran a lugares a los que no quiero ir. Conocerme a mí mismo es además la clave de la supervivencia: todos los cerebros humanos son más iguales que desiguales, luego comprenderme es comprender también a los demás.

Este mundo lo han producido miles de generaciones con sus ideas egocéntricas, «primero yo, mi familia y mi país», el veneno de las organizaciones separativas. Nosotros tenemos que cambiarlo, o seguir sufriendo de la misma manera. La vida es inmensa. Si nos limitamos a cavar un agujero, por cómodo que sea, y a meternos en él, vamos a perdernos por completo la extraordinaria experiencia de vivir. Si nos resignamos a relacionarnos de la misma forma dolorosa que hasta ahora porque tenemos miedo a perder la seguridad, estamos todos muertos. Debemos elegir: o seguir reproduciendo el mismo modelo de siempre y sufrir por sentirnos separados y solos, u oponernos activamente a los hábitos egocéntricos y vivir en el amor, no solo con una persona en particular, sino con la totalidad de la vida.

Estas charlas y escritos provienen de un hombre que vivió como todos los grandes marginados de la sociedad: el rebelde, el poeta errante, el filósofo religioso, el científico y el psicólogo revolucionarios, los grandes maestros viajeros de todos los milenios. Durante sesenta y cinco años, Krishnamurti habló de la libertad psicológica a quien quisiera escucharle. Fundó escuelas en las que los jóvenes pueden estudiar todas las asignaturas habituales, y estudiarse además a sí mismos. En ellas, como en cada charla y escrito, insistió en que no son las guerras, internas y externas, las que nos harán libres, sino la verdad de quienes somos.

No hay ningún camino marcado, ninguna autoridad ni gurú a los que seguir: tengo en mí la capacidad para descubrir lo que soy, lo que estoy haciendo con mi vida, con mis relaciones y con mi trabajo. Soy yo quien decide si experimentar con lo que se dice en este libro. La opinión que otros tengan de mí y de cómo vivo mi vida les concierne a ellos, no a mí.

Todas las selecciones de este volumen están tomadas de los libros de Krishnamurti, de las grabaciones de sus diálogos y las transcripciones de sus charlas públicas. Creo que vale la pena hacer el experimento de leer este libro, y otros títulos incluidos al final, y ver por uno mismo qué cambios interiores se empiezan a producir.

DALE CARLSON

Editor

Parte IEl ser humano: de persona a persona

1.¿Qué es la relación?

1. La vida es relación

Todo en la vida es un movimiento de relación. No hay nada vivo en la tierra que no esté relacionado con algo o con alguien. Incluso el ermitaño, la persona que se aísla en un lugar solitario, tiene relación con el pasado y, en alguna medida, también con otros seres humanos. No es posible escapar de la relación. Y esa relación puede ser el espejo en el que vernos a nosotros mismos y descubrir lo que somos, nuestras reacciones, prejuicios y miedos, la depresión, la ansiedad, la soledad, el dolor y el sufrimiento que hay en nosotros. Es donde podemos descubrir también si amamos, o si en realidad ni siquiera sabemos lo que es el amor. De modo que vamos a examinar qué significa relacionarse, porque la base del amor es la relación.

2. La relación es la vía para descubrir quién soy

La relación es el espejo en el que tengo la posibilidad de verme. Ahora bien, puedo distorsionar ese espejo para que me devuelva la imagen que más me conviene, o puedo dejar que refleje la realidad, «lo que es». Y la mayoría preferimos ver reflejado en el espejo de la relación lo que nos gustaría que fuera, no «lo que es», preferimos ver una imagen idealizada […].

Si examinamos nuestra vida y la relación que mantenemos con quien está a nuestro lado, nos damos cuenta de que es un proceso de aislamiento. Vemos que, en realidad, esa persona no nos interesa; por mucho que hablemos continuamente de lo importante que es para nosotros, la realidad es que no nos importa. Solo nos relacionamos con alguien mientras la relación nos resulta placentera, mientras nos da seguridad, mientras nos satisface. En cuanto surge la menor turbulencia que me incomoda, abandono la relación; es decir, solo mantengo la relación mientras la encuentro gratificante. Quizá suene despiadado lo que digo, pero si examinamos de verdad nuestra vida con detalle, vemos que es un hecho […].

Si examinamos nuestra vida y observamos la forma en que nos relacionamos, nos damos cuenta de que en el fondo es un proceso de protección de los unos frente a los otros: levanto un muro, y por encima de él miro y estudio a los demás; en todas las circunstancias, sostengo el muro en pie y me protejo detrás de él, ya sea un muro psicológico, físico, económico o nacional. Y mientras vivamos aislados, detrás de un muro, es imposible la relación […]. El mundo nos crea tal desasosiego, hay en él tanto dolor, sufrimiento, guerras, destrucción y desdicha, que queremos escapar y encerrarnos entre unos muros que nos den seguridad, que nos hagan sentirnos psicológicamente a salvo. La mayoría de las relaciones son, por tanto, un proceso de aislamiento, y, lógicamente, la sociedad creada por esa clase de relaciones solo puede ser a su vez una sociedad que fomenta el aislamiento. Esto es exactamente lo que está ocurriendo en todo el mundo: vivimos cada cual aislado tras un muro, y extendemos la mano por encima de él […].

3. ¿Verdadera relación o solo imágenes?

¿Qué significa esta palabra? ¿Estamos alguna vez relacionados de verdad con alguien, o la relación que hay es entre dos imágenes: la que yo he creado del otro y la que el otro ha creado de mí? Yo tengo una imagen de la otra persona basada en que es mi pareja, mi esposa, mi marido; ella tiene también una imagen de quién soy yo, y la relación se establece entre esas dos imágenes, nada más. La verdadera relación solo es posible cuando no hay imagen. Hay verdadera relación cuando podemos mirarnos el uno al otro sin que se interponga la imagen guardada en la memoria, hecha de insultos y toda clase de recuerdos. ¿Y no es precisamente esa imagen la naturaleza misma del observador? La imagen que tengo de la otra persona observa la imagen que la otra persona tiene de mí –si es que puede llamarse «observar» a lo que hace una imagen– y llamamos relación a esto. Pero no lo es, no existe relación porque el encuentro es entre dos imágenes. Relacionarse significa estar en contacto, y, por definición, el contacto ha de ser directo, no se puede establecer si el otro y yo presentamos él su imagen y yo la mía. Requiere muchísima atención y una percepción intensamente despierta mirar al otro sin la imagen que tenemos de ella o de él, sin los recuerdos de cómo me insultó, de las veces que ha accedido a mis deseos, del placer que me ha dado y de todo lo demás. Solo cuando entre dos seres humanos no hay imágenes, están de verdad en relación.

4. La relación es un espejo de lo que soy

Sin duda, solo en la relación se revela el proceso de lo que soy, ¿no es cierto?

La relación es un espejo que nos muestra cómo somos en realidad; pero como a la mayoría no nos gusta lo que vemos, empezamos rápidamente a disciplinarnos para cambiar aquello que consideramos negativo. Es decir, descubro en la relación, en las acciones de la relación, algo de mí que no me gusta, que considero indigno de mí, vergonzoso, y de inmediato lo intento modificar, convertir en una cualidad positiva, lo que significa que tengo una idea preconcebida de cómo debo ser. Y en cuanto tengo una idea de lo que debo ser, es imposible que comprenda lo que soy. En cuanto tenemos una imagen de cómo creemos que deberíamos o no deberíamos ser, un modelo conforme al cual queremos cambiar, es obvio que no tenemos la más mínima comprensión de lo que somos en la relación en ese preciso instante.

Me parece que es importantísimo entender esto, porque aquí es donde la mayoría nos confundimos. No quiero saber lo que soy realmente en un determinado momento de la relación; solo me preocupa cambiarlo, ser mejor, no me importa comprenderme a mí mismo, comprender «lo que es».

5. Conocerme a mí mismo es la base para la relación: el problema en mis relaciones soy yo

Dado que mis problemas son consecuencia de la totalidad de quien soy, es decir, de mis acciones en la relación con las cosas, las ideas o los demás seres humanos, es esencial que me comprenda a mí mismo. Sin conocerme a mí mismo, no tengo una base real para pensar.

6. ¿Relación, o solo seguridad y dependencia?

Inevitablemente, el dolor forma parte de las relaciones, como nos demuestra el vivir de cada día. Si en la relación no hay tensión de ninguna clase, deja de ser una relación y se convierte en un cómodo estado de sopor, un narcótico, que es lo que la mayoría preferimos, lo que en realidad queremos. Y entre ese deseo de comodidad y los hechos, surge el conflicto: entre la ilusión y la realidad. Si reconocemos la ilusión como tal y la desechamos, podemos dedicar toda nuestra atención a comprender la relación. Pero si lo que buscamos es seguridad, no haremos sino alimentar una relación ilusoria, puesto que la grandeza de la relación está precisamente en su inseguridad. Al buscar seguridad en ella, le impedimos cumplir su propósito, que traerá consigo su particular vaivén de venturas y desventuras.

El sentido de la relación es, sin duda, revelar en su totalidad el estado de nuestro ser. La relación es un proceso de autorrevelación en el que descubrirme a mí mismo, ahora bien, esa autorrevelación es difícil de afrontar, me obliga a hacer ajustes constantes, a desarrollar flexibilidad mental y emocional. Es un doloroso forcejeo, con períodos de paz luminosa […].

Como la mayoría buscamos en la relación una seguridad exenta de riesgos, evitamos las tensiones o las dejamos de lado rápidamente. Preferimos la tranquilidad y la comodidad de una dependencia satisfactoria, un anclaje en que sentirnos a salvo. Y, así, la familia y otras relaciones se convierten en un refugio, el refugio de la inconsciencia.

Cuando la inseguridad penetra furtivamente en la dependencia establecida, como tarde o temprano ha de ocurrir, abandonamos esa relación y la reemplazamos por una nueva, con la esperanza de encontrar esta vez una seguridad perdurable. Pero en una relación no puede haber seguridad, y la dependencia solo engendra miedo. Sin comprender ese proceso de búsqueda de seguridad y el miedo que la acompaña, la relación se convierte en una atadura que nos impide ser, en una vía de ignorancia. Entonces la existencia entera es lucha y dolor, y no hay otra forma de salir de ello que con la claridad de pensamiento que emana de conocerme a mí mismo.

7. La forma en que me relaciono con los demás crea la sociedad

Sabemos que en la actualidad nuestras relaciones son un constante enfrentamiento, forcejeo y angustia, o puro hábito. Si somos capaces de comprender plena, completamente, la relación con un ser humano en particular, entonces quizás tengamos la posibilidad de comprender la relación con los seres humanos a gran escala, es decir, con la sociedad. Si no comprendo mi relación con un único individuo, es imposible que comprenda mi relación con los individuos en conjunto, con la sociedad, con la humanidad. Si mi relación con un determinado individuo está basada en la satisfacción de mis necesidades, en la gratificación, mi relación con la sociedad forzosamente ha de ser la misma […]. ¿Es posible vivir, tanto en la relación con un solo individuo como con la sociedad, sin exigir nada? Esa es sin duda la cuestión, ¿no es cierto? […]. Si utilizo la relación solo como un medio para satisfacer mis deseos, una vía de escape, una distracción, lo cual es simple actividad, no puedo conocerme a mí mismo en ella. Y, sin embargo, es en el proceso de la relación donde se revela quién soy, donde me puedo descubrir, conocer, siempre que esté dispuesto, obviamente, a investigar con seriedad la relación y a exponerme a ella. Porque, al fin y al cabo, no puedo vivir sin relacionarme. El problema es que solo queremos utilizar la relación para adormecernos, para que se nos complazca, para ser algo.

8. La relación es mucho más que un marco en el que encontrar seguridad, placer y sentirnos bien

Vemos, por tanto, que la relación, si se lo permitimos, puede ser un proceso autorrevelador, pero, dado que no se lo permitimos, acaba siendo una mera actividad gratificante. Mientras la mente utilice la relación solo para tener la seguridad que busca, es inevitable que la relación sea fuente de confusión y antagonismo. ¿Es posible vivir en relación sin idea alguna de exigencia, deseo, gratificación?

9. Cuando la relación es solo una idea, un pensamiento, hay conflicto, no amor