Recuerdos de Santafé - Soledad Acosta de Samper - E-Book

Recuerdos de Santafé E-Book

Soledad Acosta De Samper

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Beschreibung

Esta obra es la recopilación de tres relatos de la escritora colombiana Soledad Acosta de Samper: "Mi madrina", la historia de una beata que fabrica licor a escondidas, "Un crimen", sobre el viejo rencor entre dos hombres, y "Una venganza", un relato costumbrista, textos que han sido rescatados y reeditados por varias investigadoras. -

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Soledad Acosta de Samper

Recuerdos de Santafé

 

Saga

Recuerdos de Santafé

 

Copyright © 1887, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726679380

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER (1833-1913)

SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER es, sin ninguna duda, la escritora colombiana más importante del siglo XIX y una de las más sobresalientes en América Latina. De sus ochenta años, dedicó sesenta a la escritura en una variedad muy amplia de registros y géneros: cuentos, novelas, ensayos, diarios íntimos, cartas, crónicas de viaje, artículos, traducciones, textos históricos y de divulgación científica, biografías, crítica literaria, teatro y cuadros de costumbres.

Su incansable actividad intelectual es producto, en primer lugar, de una crianza privilegiada. Su padre, el prócer independentista Joaquín Acosta, alternó su vida militar y política con la geografía, la mineralogía, la geología, el periodismo, la historia y la sociología. Su madre, Carolina Kemble Rou, nació en Jamaica y se crió en Estados Unidos. Soledad vivió sus primeros doce años en Bogotá, luego estuvo en Halifax, Canadá (1845-1846), Inglaterra (1846) y París, donde vivió en tres momentos de su vida, la primera de ellas entre 1846 y 1850. Aprendió francés e inglés, tuvo una vida cosmopolita en contacto con la cultura europea y los círculos intelectuales en los que participaba su padre.

De regreso a Colombia, en 1855 se casa con el político y escritor José María Samper, quien escribió novelas, artículos, libros de viajes, poesías, ensayos en diversos campos, textos históricos y sobre derecho; fue miembro de la Sociedad de Geógrafos de París, de la Sociedad Oriental y Americana de Etnografía y del Círculo de Sociedades Sabias. Con él, Soledad volvió a París entre 1858 y 1862, donde tuvieron cuatro hijas. Pese al malintencionado y falso chiste de «Soledad a costa de Samper», para señalar que su carrera y notoriedad se debían a su marido, el suyo fue un matrimonio que desafiaba las convenciones imperantes. A su manera, ella constituye en su obra y en su vida un precedente de ciertas premisas igualitarias que, con el tiempo, conquistarían los movimientos feministas.

A partir de 1859, Soledad empieza publicar textos, primero en Biblioteca de Señoritas y luego en El Mosaico, firmados con seudónimos, en los que explora distintos géneros, audiencias, temas y perspectivas. Son años de cambio y gran actividad intelectual, en el que las élites ilustradas escriben mucho, opinan y se asocian en diferentes tertulias y alrededor de diversas publicaciones, entre ellas El Mosaico, al que pertenecieron Soledad Acosta y su marido. A la sazón, estos núcleos intelectuales trataban de sacar adelante una noción de país a través de la historia, la gramática, la filología, la poesía y la geografía, entre otras disciplinas. Muchos procuraron trascender las diferencias ideológicas y las tensiones políticas que, finalmente, fueron más fuertes y terminaron por desembocar en la polarización y la violencia. En 1862 contratan a José María Samper para dirigir el periódico El Comercio y toda la familia viaja de Europa a Lima, donde Soledad y su esposo escribirán prácticamente entre ellos todas las entregas de una publicación anexa al periódico llamada Revista Americana. En 1863 regresan a Bogotá. Soledad seguirá escribiendo para El Mosaico y colaborando con El Comercio de Lima. Su lista de seudónimos se multiplica: S.A.S, Bertilda, Andina, Aldebarán, Renato y Orión, «sin que para ello influyera otro motivo que la natural desconfianza de echar a luz mi nombre», según las propias palabras de la autora en un texto posterior.

En 1869 sale a la luz una recopilación de textos narrativos que había publicado en diversos impresos, titulado Novelas y cuadros de la vida suramericana y publicado en Gante, Bélgica, en donde se incluye «Mi madrina» y «Un crimen»; el tercero de los relatos que aparecen en este Libro al Viento, «Una venganza», fue publicado en el periódico El bien público, en cinco entregas, entre el 11 y el 25 de noviembre de 1870.

El mismo año de aparición de «Una venganza», 1870, publica su primera novela histórica, José Antonio Galán. Episodios de la vida de los comuneros. Pese a que en 1872 mueren de una extraña enfermedad dos de sus cuatro hijas, y a que el presidente de la República Santiago Pérez persigue a su marido, les decomisa la casa donde vivían y una imprenta de su propiedad, Soledad Acosta logra mantener su hogar con la fuerza de su pluma y su dedicación a los negocios, y escribe más de veinte relatos y al menos ocho novelas durante la década de 1870.

Ese rasgo, su incansable capacidad de trabajo y escritura, es definitivo en cualquier biografía de Soledad Acosta de Samper. A lo largo de su vida fundó cinco revistas: La mujer (1878-1881), escrita enteramente por mujeres; La Familia, Lecturas para el Hogar (1884-1885); El Domingo de la Familia Cristiana (1889-1890); El Domingo (1898-1899) y Lecturas para el Hogar (1905-1906). También fue colaboradora de La Prensa, La Ley, La Unión Colombiana, El Hogar, El Deber, El Mosaico, Biblioteca de Señoritas, La Nación y El Eco Literario, entre otras revistas periódicas colombianas. El libro de Carmen Elisa Acosta Lectura y nación: novela por entregas en Colombia, 1840 a 1880 (2009) muestra que Soledad Acosta es la narradora más prolífica del momento.

A partir de 1880 empieza a predominar su escritura de recuentos históricos, sin que por ello abandone la ficción. En 1883 escribe Biografía del general Joaquín París, la cual es premiada en un concurso histórico-literario realizado para conmemorar el primer centenario de Simón Bolívar. A lo largo de su vida, Soledad publicará un total de 21 obras históricas. En 1884, a los 51 años, publica su primera obra de teatro, Las víctimas de la guerra. El 22 de julio de 1888, tras una enfermedad de seis meses, muere José María Samper. Soledad se va a vivir a París, donde en 1892 es nombrada Delegada Oficial de la República de Colombia al IX Congreso Internacional de Americanistas.

En 1895 publica su libro de ensayo La mujer en la sociedad moderna. A lo largo de su vida, Soledad Acosta escribió una serie de ensayos dirigidos a las mujeres. Preocupada por la posición de la mujer en la sociedad, ilustró con ejemplos la necesidad de la educación y señaló los medios para que las mujeres fueran protagonistas de su propia historia y reclamaran su posición tanto en la familia como en su rol social. Cabe decir también que era una mujer de férreas convicciones cristianas y produjo gran cantidad de textos moralizantes, por lo que sus reivindicaciones femeninas conviven con una normativa tradición. Esos contrastes y tensiones se evidencian de forma muy interesante en su narrativa, como sucede por ejemplo en «Mi madrina», cuya protagonista es una beata que fabrica licor a escondidas, y cuya relación con las criadas dista mucho de la bondad cristiana. Recordemos además que Bertilda, su hija mayor, ingresa en 1896 al Claustro de la Enseñanza contra la voluntad de su madre.

En 1902, Soledad Acosta es nombrada miembro honorario de la Academia Colombiana de Historia. En 1905 coordina las actividades relacionadas con el tercer centenario de El Quijote, en Bogotá. En 1910 se encarga de parte de la celebración del primer centenario de la Independencia. El 31 de julio de ese año muere Bertilda, después de una larga enfermedad. Doña Soledad muere el 17 de marzo de 1913, con casi ochenta años de edad. Era una de las figuras más admiradas y respetadas en el mundo intelectual.

SOBRE ESTA EDICIÓN

Para «Mi madrina» y «Un crimen» tomamos la edición de Monserrat Ordóñez, mientras que para «Una venganza» recurrimos a la edición de Carolina Alzate. Los trabajos de ambas investigadoras, así como el de Flor María Rodríguez-Arenas fueron invaluables para la escritura de esta presentación; a ellas, además, se debe en gran medida el rescate, la edición y el estudio de la obra de Soledad Acosta de Samper.

Con estos tres relatos, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Gerencia de Literatura del Idartes, a través de su programa Libro al Viento, se suman al Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional para conmemorar el centenario de su fallecimiento en las celebraciones del Año Soledad Acosta de Samper.

 

BIBLIOGRAFÍA

ACOSTA DE SAMPER, Soledad, Laura, Constancia y Una venganza. Tres novelas de Soledad Acosta de Samper, edición, prólogo y notas de Carolina Alzate, Ed. Universidad de los Andes-Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 2013.

ACOSTA DE SAMPER, Soledad, Novelas y cuadros de la vida suramericana, edición y notas de Monserrat Ordóñez, Ed. Universidad de los Andes-Ed. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2004.

ACOSTA DE SAMPER, Soledad, Novelas y Cuadros de la vida Sur-Americana, Edición de Flor María Rodríguez-Arenas, Ed. Stockcero, S.F.

GORDILLO RESTREPO, Andrés, «El Mosaico (1858-1872): nacionalismo, élites y cultura en la segunda mitad del siglo XIX», en Fronteras de la Historia, No. 8, ICAHN, Bogotá, 2003.

MI MADRINA

RECUERDOS DE SANTAFÉ

SIENDO YO NIÑO —de esto hace luengos años— cuando mi madre y mis hermanas preparaban algún amasijo o cosa delicada, para cuya cooperación no necesitaban de mis deditos que en todo se metían, ni de mi lengüita que todo lo repetía, todas decían en coro:

«Que lleven a Pachito a casa de su madrina». Yo escuchaba esta sentencia sin apelación, entre alegre y mohíno, y salía de la casa muy despacio, siguiendo a la criada a media cuadra de distancia, y deteniéndome a cada momento para atar las correas de mis botines y recoger la cachucha que me servía de pelota, y así distraía las penas de mi destierro.

Sin embargo, al llegar a casa de mi madrina, las delicias que me aguardaban allí me hacían olvidar las que perdía. Pero antes de entrar, digamos quiénes éramos mi madrina y yo. Yo (ab Jove principium), 1 era el último de los diez hijos que mi pobre madre dio a luz: mis nueve hermanas mayores no me idolatraban menos que las nueve musas a Apolo, y yo era naturalmente en la familia considerado como un fénix, un portento. En ella abundaban dos plagas: pobreza y mujeres. Mi padre, después de trabajar mucho y como un esclavo, murió, a poco de nacido yo, dejándonos escasamente lo necesario para vivir con humildad; mas a pesar de nuestra pobreza, vivíamos todos unidos y satisfechos: ¡preciosa medianía, por cierto, en la que se vive sin afanes y contento y tranquilo!...

Doña María Francisca Pedroza, mi madrina, tendría unos sesenta y cinco años cuando la conocí o, más bien, cuando mis recuerdos me la muestran por primera vez. Era la última persona que existía de esa rama de nuestra familia; se preciaba de haber conocido mucho a los virreyes y frecuentado el palacio en esos tiempos, y lamentábase amargamente de la Independencia que había sumido a su familia en la pobreza, quedándole a ella por único patrimonio una casita. Cada vez que estallaba una revolución, mi madrina se mostraba muy chocada, asegurando que este país no se compondría hasta que volvieran los españoles. Era de pequeña estatura y enjutas carnes, morena, de tez de español viejo, es decir amarillenta, ojos negros y pequeños y nariz afilada; no debía, en fin, de haber sido bonita en sus mocedades, y mis hermanas sospechaban que por eso había permanecido soltera y era acérrima enemiga del matrimonio.

Vivía sola con dos criadas a quienes había recogido desde pequeñas, y a quienes no pagaba sino cómo y cuándo lo tenía por conveniente, dándoles su ropa vieja, larguísimos regaños y muchos pellizcos por salario; se mantenía haciendo dulces, bizcochitos, chocolate y velas, y sacando aguardiente, que entonces era de contrabando. Este último negocio lo procuraba ocultar a todos y particularmente a los muchachos; pero lo hacía con tanto misterio, que naturalmente picó mi curiosidad de niño; por lo que resolví averiguar a todo trance aquello que me ocultaban.