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En muchas ocasiones damos por sentado cosas en nuestras vidas, como la razón de nuestros actos o la imagen que tenemos de los demás. Si pudiéramos abrir el panorama y ver la vida de todos los involucrados, ¿la aceptaríamos? Esta es la historia de alguien que aceptó el desafío y viajó a través de doce vidas, sin saber que este recorrido comenzó muchos años antes de que él se quedara dormido en el tren y se bajara en otra estación. Este viaje comenzó cuando alguien por fin abrió los ojos y pudo ver el panorama completo y descubrió que sus actos no fueron tan acertados y que la imagen que tenía de los demás tampoco lo era. Pero ese conocimiento le llegó demasiado tarde, y ahora ya no puede hacer nada para corregir las cosas, solo se debe conformar con contar su historia a los distraídos pasajeros, que dormidos se equivocan de estación.
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Seitenzahl: 405
Veröffentlichungsjahr: 2020
NADIA E. VALENZUELA
Recuerdos
del pueblo
Editorial Autores de Argentina
Nadia Erika Valenzuela
Recuerdos del pueblo / Nadia Erika Valenzuela. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-0762-4
1. Novelas. 2. Narrativa Argentina. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Introducción
Lunes, al abrir los ojos supe que iba a hacer un día complicado, por la tarde tenía que estar con una nota que en verdad todavía no había desarrollado, por lo que necesitaba tiempo para estar sentado en un bar, tranquilo. Lo había hecho con anterioridad varias veces y hasta hoy me había funcionado bastante bien.
Me he dedicado al periodismo independiente, tengo varios medios que entrego notas periódicamente y con eso gano lo suficiente para sobrevivir, en casa se quejan, quisieran mas dinero, pero por ahora es lo que puedo ofrecer.
La mayoría de mi tiempo lo he usado para escribir, pilas y pilas de historias ocupan mi tiempo, todas sin concluir, se puede decir que no he tenido el gusto que alguna editorial me lo rechace, es mi sueño, si, pero está lejos de ser cumplido.
Y hoy tuve esa sensación que no sería un típico lunes, y el auto me lo confirmó, encima no había pasajes de colectivos hasta la tarde, “no llegó señorita” le grité, pero solo me contestó que por más que gritara no había posibilidades de crear un asiento.
La única opción era el tren, el largo paseo que me daría la oportunidad de escribir, y al llegar entregar mi nota semanal.
Y aferrado a la única opción que tenía me fui.
Cuando partió, el extraño arrullo del tren me empezó a dormitar, no se cuanto pasó pero al reaccionar me pareció una eternidad, me costó entender que había pasado y donde estaba.
Mire por la ventana y me di cuenta que el tren estaba parando, hacía mucho que no venía a la estación pero estaba seguro que era mi parada.
Sin dudarlo tomé las cosas y bajé, y aunque nadie me acompañó no me pareció raro, con todas las paradas que tiene, llegar al final del recorrido solo.
Tan dormido estaba que solo noté que me había bajado en otra estación demasiado tarde, el tren ya se había puesto en marcha.
En la boletería un señor mayor me dijo que era muy habitual que la gente se confundiera y se bajara antes, al parecer esa estación y la de la capital tenían algo en común.
—No se preocupe, en un par de horas pasa el próximo-
El no se preocupe resonó en mi cabeza, estaba perdido.
Me senté en un banco, mientras esperaba tendría que escribir, aunque para ser honestos era lo que menos quería hacer.
—Joven, a unas cuadras hay un restaurante, ahí puede estar más cómodo que en esta banca, venga que lo acompaño.
Al levantar la vista una mujer mayor me sorprendió, no sabría decir cuántos años tendría, su cuerpo aparentaba muchos, pero su rostro casi sin arrugas y su mirada decían que no eran tantos.
Sin dudarlo y con un voy detrás de usted emprendí viaje, cualquier lugar sería más cálido que esa estación.
Un par de horas después estaba por subir nuevamente al tren, entonces se me ocurrió como alternativa rápida, hacer una nota de esa estación, se iba a llamar “un pueblo perdido de la mano de dios”, saqué un par de fotos e intercambié un par de preguntas con el señor de la boletería.
—Otro mas que se confundió- una voz gruesa me sorprendió, el guarda del tren me estaba mirando, ¿querrá que le de un boleto? Pensé.
—Cada dos por tres alguien baja por error en esa estación, ya dije que no paremos mas en este pueblo, espero que algún día me hagan caso-
—Pero seguramente alguien tiene que llegar a este lugar, o partir tal vez.- mi voz sonó tímida, casi pidiendo permiso, es que el guarda intimidaba.
—¡Pero no hombre! - gruñó y gritó a la vez- en ese pueblo ya hace años que no vive nadie-
Y sin que pudiera objetarle nada siguió su camino, de lejos se escuchaba su risa, gruesa y molesta, aunque no supe muy bien de que se reía, bajé la vista y me concentré en escribir.
En mi cuaderno de notas, había escrito algunos datos del hombre de la boletería, y noté que había escrito los nombres de las historias que mi guía me había contado.
Unos días más tarde tomé la libreta nuevamente, en una hoja en blanco los anoté, uno bajo el otro, como una lista:
—Gabriel
—Susana
—Luis
—Laura
—Benito
—Margarita
—José María
—Celeste
—Ramón
—Valeria
—Lorenzo
—Amalia.
No eran todas las personas que me había nombrado, pero eran las que había puesto mayor énfasis, cuando los mencionaba su voz se cargaba de emoción, y sin pensarlo me puse a redactar, esas vidas merecían ser transcriptas en papel.
Gabriel
El sol recién se había ocultado y la calle principal ya estaba vacía, el doctor podía sentir el calor del pavimento en sus pies.
Estaba cansado, sus pasos eran lentos e inseguros, como si cada uno fuera el último, sus párpados apretaban a sus ojos para poder distinguir entre las sombras cuál era su casa, era inútil, cada día le costaba mas reconocer su entrada.
Cuando al fin la reconoció se palpó cada bolsillo, nada, otra vez había perdido las malditas llaves.
Se sentó en la reposera y se tapó con la frazada que había dejado afuera, por que no era la primera vez que le pasaba, lo único que sintió fue que el cielo pronosticaba lluvia en cualquier momento, y aunque no era un hombre de rezar, le pidió a Dios que Margarita viniera pronto...
Mientras miraba el camino, pensó porque se había quedado tanto tiempo en este pueblo que odiaba tanto, pensó en Laura en la primera vez que la vio, trabajaba en la clínica que tenía el padre en Buenos Aires, hacía poco que se había recibido.
Ese día había hecho mucho calor, al salir solo vio que la sala de espera estaba colmada de pacientes, y que no había tenido tiempo ni de ir a almorzar.
—Laura Ferrer- llamó, y del último asiento se paró ella.
Laura era una chica alta, el vestido pegado al cuerpo por la transpiración, dejaba ver las curvas de su cuerpo, su pelo era color castaño, ondulado, acomodado para darle un marco perfecto a su rostro.
Cuando terminó de atender, todavía estaba pensando en Laura, ese aroma a colonia que había dejado en el ambiente, tengo que verla de nuevo pensó.
Con el viejo truco de que se había olvidado algo y quería devolvérselo le pidió el teléfono a la secretaria, al llamarla pensó millones de excusas, como un niño que estaba por invitar a salir a su primera novia.
Dos horas después estaba caminando a la casa de la tía, ella había aceptado su invitación , y aunque estaba comprometido pensó que hablar un rato con una mujer y conocerla un poco mas no le iba a hacer daño a nadie.
Fueron a cenar, ahí descubrió que a ella le apasionaba el tango tanto como a él.
Se imaginó bailando con ella, bailar un poquito no le hace mal a nadie, se convenció a sí mismo...
—no te podés ir de la ciudad sin bailar un tanguito.- Y el tanguito se convirtió en varios...
El camino de regreso a la casa de la tía de Laura fue hermoso, el sol se estaba asomando, eran ellos dos como si no existiera nada mas...
—estoy sola, mi tía viajó y vuelve hoy a la noche.- así le respondió Laura cuando Gabriel se despidió...
—¿Querés tomar un café?- le respondió Gabriel.-
y después del café bailaron un tango mas, con una melodía mal tarareada
Y de ahí, a un beso le siguió una caricia, sus dedos se deslizaron por su espalda mientras bajaba el cierre del vestido.
Al sentirla desnuda entre sus brazos tuvo el presentimiento que no iba a ser la última vez.
Esa tarde pensó a cada instante en ella, quería escuchar su voz nuevamente, poder sentir su piel nuevamente.
Pero cuando a la mañana siguiente la llamó por teléfono y su tía le dijo que se había ido al pueblo, sintió que su mundo se caía a pedazos.
Esa tarde suspendió todos los turnos, porque presentía que se había perdido de algo, como si algún detalle se le había escapado y no lo dejaba entender toda la situación.
En dos días una mujer había dado vuelta su mundo, anoche había soñado con ella pero habían sido sueños felices, ahora era distinto por que ya no estaba, la tenía que ir a buscar.
Armó un bolso y se fue.
Tomó el tren y al mediodía estaba en el pueblo.
La buscó en cada calle, en cada esquina, hasta miró varias veces el papel que le había dado la tía de Laura, pensando que se había equivocado de pueblo, no es este se decía a sí mismo.
Cuando estaba por irse, pensando que ya era tarde, estaba ahí parada, a una cuadra de la estación.
Sus ojos dijeron todo, ella estaba con un hombre, agarrados de las manos, y él podía ver sus rostros de felicidad, ella tenía un brillo extraño, hasta que lo vio a él. Entonces su mirada se endureció, como quien ve a un fantasma.
El doctor preguntó por una persona, cuyo nombre recordó casi por azar, es que estoy parando en el hotel “Las Mañanas”, y estoy buscando a María Constanza, y no la puedo encontrar, bueno, los dejo voy a seguir mi búsqueda, contestó casi sin esperar que la pareja respondiera su pregunta.
Los ojos de Laura mostraron alivio, mientras él se alejaba pudo escuchar la voz de ese hombre diciendo ¿María Constanza?
Esa tarde la esperó, en el cuarto de ese hotel, casi de mala muerte, en su cabeza en vez de encontrar respuestas, a cada instante tenía mas preguntas.
Mientras estaba cenando, la dueña del hotel se le acercó.
—vos no sos de acá, yo no te conozco.-
—no, soy de la ciudad.-
Laura ocupaba todos sus pensamientos.
—tampoco tenes familiares en este lugar.-
—no, vine de visita.-
¿Por qué no viene, o me manda una carta para encontrarnos en algún lugar?
—¿A quien?-
—Una amiga.-
La señora era algo mayor, o quizás aparentaba mas de los que tenía, por lo menos, tenía edad suficiente para parir, y se paseaba por todas las mesas, con su hijo de meses.
—¿Y qué haces en la vida?
—Soy doctor.-
—Bueno, te dejo tranquilo parece que estás muy ocupado.-
Parece que la mujer se dio cuenta que quería estar solo.
Al recordar a Doña Juliana, se largó a reír ¿ En qué estaba pensando cuando le dije que era doctor?
Doña Juliana era una de las damas de la iglesia del pueblo, y dueña del hotel, el único que había, también tenía otras cualidades, como ser hermana de la esposa del alcalde, eso la hacía miembro de las familias mas importantes del lugar.
Ya en su cuarto, mira por la ventana, y la ve, parada en la vereda de enfrente, esperándolo.
—Hola... -
—Hola... te estoy esperando... te tengo que explicar, porqué no te dije la verdad.-
Quizás, sino la hubiera mirado a los ojos.
—Querés que vayamos a mi habitación.-
—No puedo... acá todo se sabe.
Caminaron, por las sombras, hasta que llegaron a las afueras del pueblo, entonces ella, mas tranquila, le contó la verdad, de su primer novio, la mala fama, que su suerte y la de su familia había cambiado desde el día que Benito había puesto sus ojos en ella, y no solo sentimentalmente, sino también económicamente.
—Me tengo que casar, espero que lo comprendas, no puedo hacerle esto a mi familia.-
Le dio un beso en la mejilla y se fue.
Ahí me quedé, pensó, como tonto, esperando que regresara, o que viniera y me dijera que lo anterior había sido una broma de mal gusto, y me contara algo menos doloroso.
Pero no fue así, Laura siguió caminando hasta perderse en la oscuridad, y solo cuando no la vio mas, ni escuchó sus pasos (que en el silencio que había en el lugar lo único que se escuchaba eran sus pasos), reaccionó que su historia era cierta, y que no iba a volver.
Esa noche, como las anteriores, soñó con ella, en tres días, en solo tres días sus sueños habían cambiado, deseaba con toda su alma recordar su cuerpo, su perfume, pero ya no era tan puro como la primera vez que soñó con ella, ahora se le mezclaba el dolor de la segunda por su partida, la desilusión de la tercera cuando se enteró que se estaba por casar, y el presentimiento que no amaba a ese tipo.
A la mañana, pensó que estaba haciendo en ese lugar, lejos estaba su novia, esperándolo para casarse, y su clínica, seguramente estarían muy preocupados, porque él solamente le había dicho al ama de llaves que iba a visitar a un amigo que estaba enfermo al interior.
Tendría que llamar, decirles que estoy bien, pero me van a preguntar, y ahora no tengo fuerzas para mentir, por que voy a tener que mentir, sino van a pensar que estoy loco.
_ Hola, soy Lorenzo Ruiz, el jefe de comuna.-
Un hombre bajo, vestido con un traje, que lo hizo recordar a su papá, claro era parecido a los trajes que había traído de Italia, aunque tenía gestos muy toscos para ese traje tan delicado, pensó y sus pensamientos, tan raros hicieron que no contestara el saludo.
—Disculpe, soy Lorenzo Ruiz, el jefe de la comuna.
—Hola, soy Gabriel Bueno.-
—¿Usted es doctor verdad?-
—Sí. ¿ Por?
La propuesta era simple, ellos habían pedido que la provincia les mandara un doctor, pero esta le había contestado que por este año era imposible, entre las personas mas importantes del pueblo, habían decidido pagarle a uno, pero no encontraban ningún interesado. ¿ No quisiera quedarse un año, hasta que la provincia mande a uno?
Cuando estaba por contestar que no, pensó en Laura, en su casamiento por conveniencia, quizás si me quedo, aunque sea pueda tener un pedacito de su corazón, también pensó en su familia, su novia, hacía seis años que estaban comprometidos. ¿Qué hacer?
—¿ Lo puedo pensar?-
—Sí, seguro. ¿ Cuándo quiere que nos veamos para darme su respuesta?-
—Esta noche.-
Lorenzo Ruiz, se despidió con la promesa de venir esa misma noche, ese hombre que fue el primero en estrechar su mano, años después, fue el primero que lo quiso echar.
Esa tarde, analizó los pros y los contras, de la propuesta de quedarse, al final de la larga lista, lo único que tenía a favor era Laura, y todo lo demás estaba en contra.
Cuando descubrió que estaba buscando la excusa perfecta para romper con su compromiso, se dio cuenta que iba a aceptar esa oferta, y una extraña sensación de libertad se apoderó de su corazón, siempre había hecho lo que su familia consideraba correcto, hasta tenía la novia que mas le convenía, ahora estaba eligiendo por sí mismo.
La alegría le duró poco, porque tuvo que aguantar a su mamá llorando detrás suyo desde el domingo hasta el martes, que tomó el tren para regresar al pueblo, a su novia diciéndole que esas cosas no eran de hombres, hasta su suegro lo amenazó de muerte, nada tenía el peso suficiente como para hacerlo cambiar de opinión, ni las amenazas de su padre de no darle un peso cuando volviera muerto de hambre.
Cuando el tren partió, lo último que vio fue a su madre llorando y a su padre consolándola con esa mirada que pocas veces había visto y se traducía que jamás iba a perdonarlo, y lo primero que vio al llegar, fue a todo el pueblo, esperando en la estación.
Sus ojos dejaron escapar una lágrima, esa si que fue una fiesta hermosa, todos le estaban dando la bienvenida al nuevo doctor, que hacía tanto tiempo que esperaban.
Hasta tenía su propia casa, a media cuadra del consultorio, para que no tuviera que perder tiempo en buscar donde vivir.
La noche era lenta y aburrida, como todas las noches del pueblo, en las calles no se podía encontrar ni un alma perdida. Y él, solo, sentado en la puerta de su casa, miró a su lado donde se solía sentar su mujer, cuánta razón que tenías, vos me dijiste, te vas a quedar solo.
—Y acá estoy solo, como todas las noches- se repitió a sí mismo en voz alta- esperando que alguien se digne abrirme la puerta.-
Los hijos del doctor se habían ido poco a poco, la única hija que tenía en el pueblo era la mas chica.
Valeria había tenido mala suerte desde antes de nacer, Amelia tuvo que estar casi los nueve meses en cama, encima cuando nació, era muy grande, al final había tardado tanto, que al nacer estaba completamente azul, y tardó varios minutos en respirar.
Pobre Valeria, pensó, al final todos contribuimos para hacerle la vida mas difícil, la partera que a todo el pueblo le dijo que tenía una hija con problemas en la cabeza, mi mujer, que pensó que era mejor que un profesor le enseñara en casa, y después rindiera las materias libres. Y la gota final había sido nuestra, cuando obligamos a ese bastardo a que se casara con ella, cuando quedó embarazada.
Su marido había aparecido ahorcado, nadie hizo muchas preguntas, y como muchas cosas extrañas que suceden en el pueblo quedo como un suicidio mas y para colmo unas semanas después descubrió que estaba embarazada y de mellizas.
Unas semanas después de su llegada, el alcalde organizó una gran fiesta, para celebrar que él había aceptado el puesto, ahí le presentó a una de sus hijas, Amalia, tenía dieciséis años, y era una de las mas chicas.
Esa noche el alcalde, lo llamó aparte, y en pocas palabras le dijo que no podía seducir a ciertas chicas del pueblo, todas las madres quieren que sus hijas se casen con usted, pero los padres no son tan bondadosos, recuerde que al fin y al cabo, acá todo se sabe.
Desde que había llegado al pueblo, todos los días tenía la visita de alguna madre con su hija, que estaba en edad de casarse, mostrando las cualidades domésticas.
Se le escapó una sonrisa, al pensar en las caras de esas señoras, si hubieran visto las cualidades de sus hijas cuando estaban sin ellas.
La primera vez que la vio estuvo tentado a preguntarle si la habían adoptado, Amalia era tan distinta a sus hermanos, tenía la piel color aceituna, y el resto eran de piel blanca, ella tenía el pelo negro y lacio, y los hermanos eran rubios, y sus ojos eran tan oscuros que casi no se podía ver el iris.
Cuando un minuto después conoció a su mamá supo que era en vano preguntar de dónde venían esos rasgos.
Cansado de las madres y sus jovencitas en edad de casarse, y también pensando que si se casaba iba a ser menos sospechoso cuando reconquistara a Laura, decidió casarse con Amalia.
Se hizo una gran fiesta, e invitaron a todo el pueblo, incluidos a Laura y su esposo, pero ninguno de los dos fueron.
Amalia le preguntó en varias oportunidades porque miraba con tantos nervios el camino, y él le dijo que esperaba que sus padres se arrepintieran y vinieran a la boda.
Cuando partieron a su luna de miel eran dos extraños, fueron a un pueblito perdido de España, hacía tanto calor, y en el hotel a veces faltaba el agua, pero Amalia estaba feliz parecía que era el mejor lugar del mundo.
Poco tiempo después de haberse casado, fue llamado de urgencia, había una mujer que estaba dando a luz con dificultades, y no podían encontrar a la partera por ningún lado.
En la casa lo esperaba un hombre desesperado, que no sabía qué hacer, y entre disculpas y ruegos lo llevó a la habitación donde estaba la mujer, cuando abrió la puerta se llevó el choque mas grande de su vida, aquella mujer era su amada, y estaba dando a luz el bebé de otro.
Y ahí se dio cuenta porqué el rostro de ese tipo se le hacía familiar, era el mal parido que estaba con Laura ese dìa
Por suerte, detrás de él entró la partera y de un empujón lo sacó afuera más rápido de lo que había entrado.
Esperando que naciera el bebé, pudo conocer un poco mas a aquel hombre, y entendió que podía sacar mas ventaja si se hacía amigo, que si demostraba lo que verdaderamente sentía.
Entonces supo que no había asistido a su boda, porque ninguno de los dos había sido invitado, desde que decidí casarme con Laura, mis amigos me dejaron a un lado, terminó el viejo.
Gracias a la intervención del doctor la admitieron en las reuniones de la iglesia, y ambos fueron invitados nuevamente a las reuniones sociales del pueblo.
Un par de meses después, vino Laura a visitarlo a su consultorio, tenía un malestar gástrico.
Se hamaco en la reposera, pensó que aquello había sido una trampa, porque la invitación a almorzar que le siguió a la consulta por nada (como la llamaba él), le siguieron invitaciones a tomar el té, y otras tantas, siempre solos, por supuesto, el marido trabajaba todo el día en los campos que eran de su familia.
Él que añoraba tener aunque sea un pedazo del corazón de esa mujer, por fin lo había conseguido.
Los meses que le siguieron a la primera visita de la mujer fueron los más felices del Doctor por lo menos hasta ese momento.
Una tarde, en uno de sus encuentros secretos, ella le confesó que estaba embarazada, yo sé que es tuyo, pero no se lo podemos decir a nadie. Y a él no le importó, cada vez que el doctor veía a su amigo lo palmeaba en la espalda y lo felicitaba porque iba a ser papá nuevamente.
Esa vez Laura lo llamó primero a él, sentía dolores extraños.
Grande fue la sorpresa de Benito cuando llegó y el doctor ya estaba en la casa, en esta oportunidad era él mas interesado aunque nadie lo sabía. Y otra vez, como la primera, la partera lo echó del cuarto más rápido de lo que había entrado, pero esta vez no protestó, estaba muy nervioso.
Pensó que los nervios le jugaban una mala pasada pero cuando miró el reloj entendió que no era así, el parto se estaba demorando demasiado.
Habían pasado mas de ocho horas cuando la partera abrió la puerta, su cara reflejaba que algo malo había pasado, enseguida tomó las manos del viejo y entre palabras de perdón, de Dios y muchos “hice todo lo que pude” le confesó que el pequeño había nacido muerto.
El Doctor tuvo ganas de confesar la verdad, decir que no lo consolaran a él, que no era su hijo, pero no pudo, simplemente cayó , miro el bebé muerto que tenía en brazo la partera y descubrió que era el segundo bebé del pueblo que nacía con un lunar en forma de corazón encima del ombligo.
Cuando Benito, le dijo que no se hiciera problema que él quería estar solo con su mujer, el doctor sintió que lo despertaban de un extraño sueño con un baldazo de agua fría, no le alcanzaba con un pedazo de su corazón, no alcanzaba con algunos minutos, a escondidas, él quería quedarse abrazado a Laura.
Los días pasaron y no llamó a su amante, no le escribió sus famosas notas bajo el remitente de algún club de beneficencia, no la llamó por teléfono en las tardes para preguntarle: “estás sola, nos podemos ver”.
Al mes ella lo fue a ver, bajo la excusa de que se tenía que hacer un chequeo, cuando la terminó de revisar, le dijo que todo estaba bien, si sigue todo así usted y su esposo van a poder encargar otro bebé pronto, ahora no se lo recomiendo- continúo- porque todavía está un poco débil.
Ella trató de entender qué pasaba, él simplemente le dijo que por culpa de ella, él se había ilusionado, pero que ahora que se había alejado un poco para ver la situación se había dado cuenta que él no la amaba, y para terminar le dijo: - buscate otro amante, yo ya me cansé.-
Laura solamente murmuró, un no me podes decir eso.-
—Es que estuve pensando, continúo, si ese bebé hubiera vivido, yo ahora estaría felicitando a otro hombre, no lo podría ver, ni nada, seria un extraño para mi propio hijo, y no quiero eso.-
El silencio lo estaba incomodando.
Ella se paró, se acomodó la pollera, del bolso sacó un pañuelo, se secó las lágrimas, se acomodó el pelo, nadie tenía que ver que salía del consultorio del doctor llorando.
—Tenemos que dejar todo así, seguir con nuestras vidas- le dijo antes que ella terminara de abrir la puerta - tenemos que pensar que fue mejor que nuestro hijo se muriera.-
Su despedida no fue un simple adiós, su ultima frase juntó todo el odio que sentía en ese momento, y se la escupió y un triste e hiriente: -“después de todo no se si era hijo tuyo” se escapó de sus labios, y se fue, cerrando la puerta del consultorio tan violentamente que su eco la persiguió varias cuadras.
Esas últimas palabras retumbaron en su cabeza por varios días, pensaba en todo lo que había hecho para estar con ella, había renunciado a tanto, y ahora se había quedado nuevamente sin nada, y esperó a que Laura se comunicara con él, pero cuando las horas se hicieron días y los días se convirtieron en meses, se dio cuenta que ya no lo llamaría mas...
Y todo ese amor que sintió aquella madrugada que bailaron un tango desnudos, con la ventana abierta sin importarles si alguien los veía, primero mutó a dolor, y luego volvió a mutar a ira, casi un año después del portazo, la cabeza y el corazón de Gabriel solo guardaban rencor “a la maldita zorra” que se acostaba con cualquiera...
A partir de ese momento la vida de esa mujer se convirtió en un infierno gracias a dos personas, la primera era Doña Susana, que cuando vio él bebé, la cara del Doctor y el lunar, supo que estaba pasando, y la segunda era el propio Doctor, que se encargó de contar la triste historia de su amigo, que había sido engañado por su esposa, a cada uno de sus pacientes.
Y una madrugada en el tren de las cuatro, sola con su hijo, sin su amante, sin los amantes que le habían adjudicado las damas de la iglesia, y sin su marido, se fue del pueblo. Y se fue para siempre, no volvió siquiera cuando leyeron el testamento de su papá, que como cláusula principal había puesto que para recibir los beneficios tenían que estar presentes en la lectura.
Días después del funeral, Benito apareció en el pueblo con su pequeño, había pasado casi quince años, y si bien no quiso dar muchos detalles, Gabriel tuvo el presentimiento que la muerte del padre había ablandado el corazón de Laura.
Se acomodó la frazada, el cielo anunciaba lluvia, pensó en Amalia, cuando ella estaba viva solían quedarse, hasta tarde, sentados, conversando de cualquier cosa, casi siempre terminaban en lo mismo, él le preguntaba cómo están tus hijos, y ella solamente le contesta “que están bien, y si querés saber mas llamalos vos, ellos están muy ocupados para llamarte, acostúmbrate es así la vida.”
En la estación se escuchaba el silbato del tren de las tres de la mañana, que llegaba al pueblo, espero que vengas en este. Pero pasó el tiempo y se dio cuenta que no había rastro de Margarita. Ahora voy a tener que esperar hasta el próximo.
Si pudiera pedirte perdón, pensó cuando recordó nuevamente a Laura.
—Si supiera donde estás, pero creo que también fue culpa tuya, como yo tuviste tus cinco minutos cegados por el odio- pensó en voz alta como si Laura lo estuviese escuchando -
Ese mismo día nació su segundo hijo, Lorenzo, como su abuelo.
Una mañana el marido de Laura lo sorprendió.
—Disculpe doctor, creo que es hora de aclarar ciertas cosas.-
El doctor sintió como si un fuego le quemaba las entrañas, pero cuando pidió por favor que no contara mas del amante que había tenido su mujer, el doctor pudo respirar tranquilo.
También le pidió que no lo llamara mas “el viejo”, desde que usted me bautizó así todo el pueblo me dice viejo, y concluyó -usted tiene la misma edad que yo, deje de hacerse el pendejo...-
El doctor le había puesto el viejo, porque su piel tan curtida por el sol le daba el aspecto de tener mas de cincuenta.
Mientras lo veía alejarse pensó que era un enemigo muy malo, un mal contrincante, en el pueblo había un grupo de hombres con muy mala fama, estaba Lorenzo, su suegro, Benito y un par mas, todos repetían hasta cansarse, “no te metas con este que es de armas tomar”.
Al cerrar la puerta el doctor no pensó que se había salvado por un pelito, sino que su adversario había sido muy cobarde, “son puro humo” dijo casi riéndose...
Tuvo ganas de preguntarle, si sabía quién había sido el culpable, que haría si se encontrara con el amante de su mujer, y si supiera que se estuvo haciendo pasar por su amigo, tan solo para ganarse su confianza y así poder quedarse solo con ella, sin que nadie pensara extraño.
Pero era mejor dejar las cosas como estaban.
Había pasado mucho tiempo para saber qué hubiera pasado.
¿Qué hubiera hecho yo en lugar del viejo?
Se preguntó, y se sonrió al pensar que fue mejor haber callado en esa oportunidad.
Una tarde, casi sin proponérselo, empezó a salir con otra mujer casada, la relación duró poco mas de un mes, el doctor no hizo ningún esfuerzo en ocultarse, cuando terminó, empezó una nueva, y así poco a poco todo el pueblo empezó a hablar de las andadas del doctor.
Cuando la mujer iba a ser los mandados, sus vecinas no le decían nada directamente, pero se le paraban a su lado en la cola del mercado, o en la verdulería, y entre ellas comentaban sobre las nuevas aventuras de la persona del pueblo que cura, cuando ya no podía esconder mas la cara lo amenazaba con irse y echarlo como un perro.
Él se calmaba, ella dejaba la persecución y él empezaba de nuevo, y entre medio, cuando se reconciliaban, o el doctor tenía la soga al cuello y se portaba bien, tenían un hijo nuevo.
Cuando vio a Celeste, la prima de su mujer, otra vez, no era la misma nena que había visto cuando se casó, había crecido, sus ojos azules dominaban su cara, y en su cuerpito se empezaban a asomar las curvas de una mujer.
La mujercita de casi dieciocho años, había acompañado a su mamá para hacerse un control prenatal.
Sentado en la reposera recordó la primera vez que vio a Celeste - tenes razón, estoy pagando todas las maldades que hice, sino mirá Celeste, primero hice lo imposible para que confiara en mí, y cuando mas me necesitó la abandoné.-
La conquista del doctor fue paso a paso, primero con encuentros casuales, que por supuesto de casuales no tenían nada, después con hermosos regalos y hermosas frases que nadie le había dicho.
Y fue así como se convirtió con tan solo dieciocho años, en su conquista mas joven.
Romance que estuvo por derrumbarse cuando la partera se enteró de que al doctor lo veían con frecuencia con una jovencita, pero todo quedó a salvo porque de todas las personas que consultó nadie le pudo decir quién era esa jovencita.
El sonido del tren de las cuatro de la mañana lo despertó, pensó que el hijo tenía razón, cuando le dijo que el tren de las cuatro tenía un trágico destino, era para los amantes que se escapaban.
Recordó la noche que se fue, la pelea, la piña y por mas que intentó no pudo encontrarle una lógica a su odio. -el odio que me encegueció ahora me parece tan tonto- habló en vos alta como si su mujer lo estuviera escuchando.- como cuando se fue y yo de bronca te eché la culpa a vos, claro vos siempre lo consentías, que estudiara lo que quisiera, que tuviera las novias que quisiera, si estuvieras acá para decirte todo esto-
Ella como una tortura le repetía todo lo que había pasado esa noche cuando él le preguntaba por “tu hijo el enfermito” como lo llamaba, y terminaba con - él estaba enamorado, vos embarazaste a mi prima, quien de los dos era el enfermo”. -
Cuando una mañana aparecieron en el consultorio Celeste y su mamá al doctor se le paralizó el corazón, el rostro pálido de la niña alertaba a cualquiera, después de algunas preguntas el diagnóstico estaba confirmado: Embarazo.
Aunque sabía que tarde o temprano eso se iba a descubrir, él prefirió que fuera tarde, para pensar en la forma de salir mejor parado.
Y el Doctor, a pesar de su juramento hizo mucho daño, y mintió mucho mas... a la madre le dijo que tenía una intoxicación por alguna comida en mal estado, y a su mujer le dijo que había escuchado rumores que su prima tenía romances con algunos hombres del pueblo, y agregó “que nuestras niñas no se junten con esa manzana podrida”.
A Celeste fue a la que más mintió, uso todos los recursos posibles para que no hablará, desde no te voy a dejar sola, a esperá que preparo mas el terreno, o la que más le sirvió fue: pensá en mi mujer, ella no se merece este disgusto.
Pero cuando la realidad era inevitable simplemente le dijo: - si vos decís algo yo lo voy a negar, acordate que sos una mujer soltera que te acostaste con un hombre casado, tranquilamente te podés acostar con otro.
La madre intranquila porque los síntomas de su hija no desaparecían y porque sus propios hijos le habían dado cierta experiencia, llamó a la partera. Y las dos quedaron sorprendidas porque cada una había acertado en lo suyo.
Cuando los hombres del pueblo golpearon la puerta del consultorio del Doctor para exigirle una explicación, primero lo negó pero cuando le presentaron las pruebas que tenían, él lo admitió, pero agregó que no sé sabía de quién era el niño, que si averiguaban bien la niña había salido con otros hombres, y mencionó las palabras claves para enardecer a un padre: -Yo como hombre le puedo asegurar, que no fui el primero, y mucho menos el último.-
Pensó que nunca le había dicho a Celeste que había hecho todas esas cosas por miedo
¿ Cómo le explicaba que los hombres del pueblo andaban armados todo el día, y que cualquier cosa que él les hubiese dicho para defenderla corría el riesgo de que alguno sacara el arma y lo matara?
Porque era mas aceptable que alguien dijera que lo había hecho porque era un hombre, que decir que se había enamorado, y mucho menos tratar de decirles que él sabía que era el único hombre en la vida de la niña.
Cómo ya había pasado y que nadie en el pueblo o de afuera averiguaba nada.
¿ Cómo le explicaba? Que tenía miedo que su mujer cumpliera con su gastada amenaza de dejarlo y contarle todo al padre, con el alcalde no se jugaba y él lo sabía.
Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando se dio cuenta que no tenía explicación, nada podía abrir al nudo que se le hacía en la garganta cuando pensaba en Celeste.
Quizás si le hubiera dicho la verdad, que después que se fue Laura, él había despertado un día, y su vida no le había gustado, y que se había tomado venganza de todas las formas posibles, quizás no conscientemente, pero tenía tanto odio que lo llevó a hacer lo que sentía en el momento, sin importarle si le hacía daño a alguien.
Un par de meses después lo llamaron del burdel del pueblo para que asistiera un parto, sorpresa fue para él cuando vio que la joven era Celeste.
Tuvo una niña y la llamó Margarita, cuando el doctor le preguntó porqué le había puesto ese nombre ella simplemente lo miró con los ojos llenos de lágrimas, y no quiso seguir preguntando por miedo a seguir metiendo la pata.
Pero a pesar de las faltas que venía cometiendo le recriminó el haberle contado a su padre quien era el padre de la niña, pero antes que pudiera contestarle la madame, que también había asistido al parto hizo que lo echaran y se le prohibió la entrada al Burdel por muchos años.
Cuando las aguas se calmaron y casi todos se habían olvidado de Celeste, cuyo paradero era desconocido para la mayoría del pueblo, el doctor intentó volver a las andadas.
Pero las damas del pueblo, con temor a que se fijara en una de sus hijas y cayera sobre ellas todo lo que habían tirado contra Celeste, le hicieron una visita, pidiéndole que corrigiera su camino desviado.
Él simplemente les tomó el pelo, y les dijo: - Que si las señoras no sabían cuidar a sus pequeñas y estas ante la menor insinuación se entregaban en cuerpo y alma, sobre todo en cuerpo, no podía hacer nada.-
Como las damas no tuvieron éxito, el siguiente paso fue mandar al pobre cura.
Hacía poquito tiempo que había llegado al pueblo. El padrecito como le decía el doctor, le leyó mas de media Biblia, pero él no le dio mucha importancia a lo que decía, cuando le dijo que había violado uno de los sagrados mandamientos, él haciéndose el desentendido le dijo qué mandamiento.
—Él de no desear a la mujer de tu prójimo.-
—Pero yo no le saqué la esposa a ningún prójimo.-
Y el pobre cura, se fue un poco enojado y un poco indignado, tenía ganas de seguir con la discusión hasta mentalmente había preparado algunas preguntas, pero le fue imposible plantearlas siquiera, porque el doctor no hacía mas que burlarse.
El doctor olvidó que entre las damas del pueblo estaba su suegra, cuando a la tarde su mujer le dijo: - “traicionaste a Benito, a Celeste, te burlaste de las damas de la iglesia, y del padre Ramón, yo que vos me empiezo a preocupar porque esta vez no te va a salir tan barato”- tampoco se dio cuenta a qué se refería.
A la mañana siguiente se quedó sin aire, cuando vio a su suegro esperándolo en la puerta del consultorio.
El hombre habló por mas de dos horas de la moral, la familia, la religión sin dejar que el doctor pudiera decir una sola palabra en su defensa, también mencionó el hecho de que todos los hombres en el pueblo habían tenido una aventurita pero disimuladamente, y jamás se metían con la familia.
Cuando se estaban despidiendo (y el doctor pensaba que otra vez había salido ganando) el suegro lo tomó del cuello con una mano y con la otra le puso el arma, que siempre llevaba, en la cabeza; le juró por todo lo sagrado que tenía, que si se enteraba que su hija sufría una sola vez mas, lo mataba.
Esa tarde Benito le dijo que había tenido suerte, “no muchos pueden seguir contándola, después de una visita de Lorenzo” solo movió la cabeza y un débil “ya lo sé” se escapó de sus labios.
Después de eso, por miedo, se convirtió en el hombre mas fiel del pueblo.
Cerró los ojos y pensó en esa tarde que la hermana del viejo lo llamó con urgencia, al llegar a la casa, encontró al hombre tirado en la cama parecía un fantasma, pero de color amarillo.
—Lo que pasa doctor- interrumpió la hermana que estaba escondida en un rincón - desde que pasó la desgracia con la mujer, mi hermano se dedicó a la bebida, hace años que no puede atender los negocios del campo, por favor, ayúdelo.-
El doctor casi sin escuchar lo que la mujer le decía, la miraba hablar y solo le respondía: sí... sí- y algún: - tiene razón.- de vez en cuando, solo pensaba que era la mujer más fea que había visto en toda su vida, y mientras ella le seguía explicando, él pensaba: con razón te metiste a monja.
La entrevista no duró mucho, cuando terminó tranquilizó a la hermana, diciendo que su hermano se iba a mejorar, y terminó con la frase que usaba para sacarse de encima algún paciente: - déjelo descansar, si ve alguna complicación llámeme...- para simplemente no ir mas.
Cuando llegó a la casa le comentó a la mujer lo que había pasado, tuvo la mala idea de hacer el comentario: - encima de fea, exagerada.- encima le agregó- no tiene nada es una hepatitis, si toma dos vasos de vino por comida, y la fea dice “ se dedica a la bebida”- y como para rebalsar el vaso dijo- Ojalá hubiese sido cirrosis así el viejo de mierda se moría.-
La mujer se le sentó enfrente y con su paciencia de siempre, le recordó que si “el viejo” había llegado a esa situación, era por culpa de él, -seguramente- siguió - le dijiste a la hermana, tu famoso: déjelo descansar, si ve alguna complicación llamame, para no aparecer más, esta vez vas a ir las veces que hagan falta, se lo debés, y es mi última palabra.-
El doctor hizo lo que su mujer quiso, aunque ni él sabía muy bien porqué, no había escuchado ni una palabra de lo que Amalia le había dicho, tampoco lo hizo por culpa, sentía muchas cosas por el viejo menos culpa.
El doctor iba todos los días por las tardes, a la mañana su esposa y la hermana (la única soltera que estaba en edad de casarse) le hacían su correspondiente visita, las damas se encargaban de ayudar a la hermana del viejo en las tareas del hogar.
Después de un tiempo el viejo se curó, para ese entonces el doctor estaba tan acostumbrado a ir a visitarlo, que a pesar de que se había curado, siguió yendo, y a pesar de que no lo quiso admitir el viejo y él se hicieron buenos amigos.
El cura del pueblo lo autorizó a casarse de nuevo, porque la mujer había desaparecido de tal forma, que todos la podían dar por muerta, y el viejo se casó con María Rosa, la hermana de Amalia.
Miró el reloj y eran las cuatro y media.
—Que raro, todavía no empezó a aclarar.- miró el lugar que solía ocupar su mujer con la reposera, pensó en Margarita, que raro- dijo en voz alta- cuando Margarita pasaba y estábamos los dos sentados nos saludaba hola prima, hola papá.- lo peor era ver los ojos de su mujer cuando pasaba Margarita, el sentía que con la mirada, lo acusaba de haber arruinado la vida de su prima, y la de aquella niña, que como burla del destino de todos sus hijos era la que mas se parecía a él.
Cuando al Doctor le permitieron entrar al burdel, Celeste se había convertido en una de las mujeres más importantes del lugar, la sorpresa fue cuando vio a la pequeña Margarita.
Habían pasado quince años, y quiso remediar su error, pero el trabajo que había tenido que realizar su madre para poder sobrevivir, la hija lo hacía porque, según palabras de ella misma, era lo que mejor sabía hacer, y por mas que el doctor intentó convencerla no logró que su hija diera marcha atrás.
Pero a diferencia de sus otros hijos (reconocidos o no) Margarita tuvo un padre.
De la casa de enfrente, salió corriendo una chica, es la casa del nuevo doctor del pueblo, después sale el doctor corriendo atrás de la chica.
Este es mas turro que yo, pensó el doctor, seguramente la chica está embarazada, y él no lo quiere reconocer, en el pueblo ya hay varios chicos con la misma cara de bobo, a lo mejor es casada, hay un par de mujeres ejemplares que se vienen a revisar casi todos los días.
Miró para ver si venía Margarita, pensó que era un tonto si todavía faltaba media hora para que pase el tren.
—Estoy cansado de ir a la casa de ese viejo tonto, si él quiere que me visite a mí, encima terminamos siendo medios parientes.-
Estaba dolido y no sabía bien porque, si era porque se había casado nuevamente, y había podido formar su gran familia, porque Laura un tiempo después le trajo a su hijo, porque a veces llegaba y estaba Valeria, se habían hecho socios para administrar los campos (a sugerencia de él), a veces él parecía que la conocía ma , o quizás era porque se veía tan solo que necesitaba depositar su ira con alguien.
Amalia con su capacidad de meterse en la vida de los demás, había logrado ese milagro, le presentó a su esposa, hizo que se hicieran amigos, pudo hacer que Margarita se mudara con nosotros, y cuando todo estaba tranquilo ella decidió partir.
Esa tarde, cuando regresó de su visita diaria al viejo, ella había estado cortando rosas de su jardín que tanto amaba, le acarició el rostro, y fue suficiente para recordarla cada vez que sentía ese aroma.
Cerró los ojos, la vio acostarse a su lado, el beso de buenas noches y las mismas palabras que le repetía todas las noches desde hacía un mes, y la angustia de la mañana, el corazón que no quiso volver a latir y esa mezcla rara de sentimientos.
La compañía, los saludos, el afecto que duraron menos de veinticuatro horas.
Después... la casa vacía, fría, había dejado de ser el lugar donde siempre quería volver.
Y la soledad... nunca había querido reconocer que no le gustaba estar solo, y ahí estaba luchando con sus demonios.
Una semana después de la muerte de Amalia fue la primera vez que habló con su hijo, después de mucho tiempo, encima fue para darle la mala noticia, el pobre niño hizo un silencio cuando supo que su mamá había muerto, tuvo tantas ganas de tenerlo cerca para abrazarlo...
-¡Doctor! ¡Doctor!-
La voz del comisario lo despertó de golpe, cuando abrió los ojos se dio cuenta que ya era de día.
—Se quedó dormido afuera. ¿ No tiene frío?-
El doctor miró al joven, le recordaba al padre, y al abuelo, todos policías y todos José Bruto; este era un poco mejor, había llegado a comisario, y se sonrió porque Amalia lo retaba cuando hacía ese chiste.
Sin esperar a que respondiera el comisario siguió.
—¿Sabe que pasó? Mataron al tordo del pueblo, como en su época.-
—Si pero en mi época no mataron al doctor del pueblo.-
—Despecho, el tordo andaba con una mina casada, el marido se vengó. El tipo se entregó solito, ya está sopre. Pero que quiere que le diga, para mi es caso cerrado.-
—Si no te molesta José, voy a seguir durmiendo un poco más.-
El doctor cerró los ojos, y se acomodó la frazada, el sabía muy bien lo que significaba caso cerrado, el hombre iba a pasar dos o tres meses preso, hasta que todos se olvidaran de él, y después nadie mas se iba a acordar del doctor.
La voz del comisario ronca y grotesca era casi una molestia para los oídos, el doctor cerró los ojos y trató de escuchar una melodía tranquila, técnica que le había enseñado su mujer, con la práctica, cuando él protestaba, ella tarareaba su melodía favorita.
—Buen día, doctor.-
La voz de la partera Susana lo hizo reaccionar, ya que había empezado a soñar nuevamente con su esposa.
—Buen día, doña Susana ¿Tan temprano va a traer niños al mundo?-
—Y que quiere que haga, no todos nos podemos dar el lujo de vivir sin trabajar.-
—Que tenga un buen día.-
—Usted también Doctor.-
El doctor cerró los ojos nuevamente pero esta vez para disimular que dormía, nunca se había llevado muy bien con la partera.
¿Trabajar? Pensó, si no se hubiese dedicado al juego, tendría mas plata que yo, encima siempre hizo lo que quiso y nunca nadie le dijo nada, claro la señora sabía todos los chanchullos del pueblo.
De lejos se escuchó el ruido del tren, el doctor miró el reloj que marcaba las cinco en punto, el día empezaba a marchar, primero el sonido de los despertadores, después el aroma de café invadió el ambiente, los trabajadores iban a empezar a pasar para tomar el tren de las seis que los llevaba como todas las mañanas a la fábrica.
—Papá ¿ En qué estás pensando?-
Una tarde lo llamaron del burdel, cuando llegó se enteró que Celeste había estado en cama toda la semana, casi sin poder moverse, cuando la revisó el corazón se podía escuchar casi sin estetoscopio, enseguida sospechó de la sífilis que le había diagnosticado a dos viajeros, seguramente la había afectado, aunque él había advertido a algunas mujeres que se tenían que hacer tratar si tenían algún síntoma no le hicieron caso, menos Celeste.
Días después, Celeste se quedó dormida y no se despertó, y aunque el doctor trató de reanimarla, no pudo.
El velorio no estuvo muy concurrido, solamente las compañeras de trabajo, encima el cura no quiso hacerle una misa por el trabajo que tenía, en venganza Margarita contó a diestra y siniestra que era visitante fijo del burdel.
Todo el pueblo fue a reclamar al burdel que dejaran de blasfemar al padre, como ella no quiso retractarse, la echaron.
Cuando varios días después de la muerte, Margarita se le apareció con los bolsos pidiéndole un lugar para dormir, el doctor pensó que Celeste le estaba dando otra oportunidad a él y a su hija.
Y a pesar de que al principio había tenido miedo pensando que Amalia y Margarita podían tener algún roce, ellas se llevaban mas que bien, a veces las encontraba a las dos hablando, parecían viejas amigas que se habían reencontrado.
Y desde entonces Margarita vivía en la casa del Doctor y trabajaba toda la noche en la ciudad.
A los días de que se había mudado con él, se fue a la ciudad a probar suerte, como ella decía cada vez que salía con el tren de las seis de la mañana, pero volvía en el tren de las cinco de la tarde, desilusionada, porque no encontraba nada.
Y aunque todas las mañanas el doctor y la misma Amalia, le decían que no necesitaba buscar trabajo en la ciudad ella insistía que no vivía de prestado.
Un día volvió a la mañana siguiente, con la cara larga como cuando no tenía