Relaciones internacionales - Alfonso Reyes - E-Book

Relaciones internacionales E-Book

Alfonso Reyes

0,0
3,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Bernardo Sepúlveda nos recuerda que "por circunstancia política, necesidad o conveniencia, durante los siglos XIX y XX la diplomacia mexicana se enriqueció con las contribuciones de prominentes intelectuales que encontraron, en el servicio exterior, un espacio propicio para el ejercicio de su vocación original". Así Alfonso Reyes, como se demuestra en esta antología.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 326

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Relaciones internacionales

COLECCIÓNCAPILLA ALFONSINA

Coordinada por CARLOS FUENTES

Relacionesinternacionales

Alfonso Reyes

Prólogo BERNARDO SEPÚLVEDA AMOR

Primera edición, 2010 Primera edición electrónica, 2015

Coordinador editorial: Pablo García Asesor de colección: Alberto Enríquez Perea Viñetas: Xavier Villaurrutia Fotografía, diseño de portada e interiores: León Muñoz Santini

D. R. © 2010, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Av. Eugenio Garza Sada, 2501; 64849 Monterrey, N. L.

D. R. © 2010, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-2624-0 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

ÍNDICE

PRÓLOGO, por Bernardo Sepúlveda Amor

RELACIONES INTERNACIONALES

El servicio diplomático mexicano [1937-1940]

Coordinación y perfeccionamiento de los instrumentos internacionales existentes para la consolidación de la paz [1936]

Medidas para promover el fomento de relaciones intelectuales y culturales más estrechas entre las repúblicas americanas, y para desarrollarel espíritu del desarme moral [1936]

Hispanoamérica y la Conferencia de Consolidación de la Paz [1936]

La Conferencia Colombo-Peruana para el arreglo del incidente de Leticia [1934]

El conflicto del petróleo [1939]

PRÓLOGO

LAS TAREAS DIPLOMÁTICAS DE ALFONSO REYESBernardo Sepúlveda Amor

I. INTELECTUALES Y DIPLOMÁTICOS

POR CIRCUNSTANCIA POLÍTICA, necesidad o conveniencia, durante los siglos XIX y XX la diplomacia mexicana se enriqueció con las contribuciones de prominentes intelectuales que encontraron, en el servicio exterior, un espacio propicio para el ejercicio de su vocación original. Con ello, dieron lustre y esplendor al Estado que les otorgó su confianza y, de paso, impulsaron los intereses nacionales del momento.1

Con distintos niveles de responsabilidad en el ámbito de la política exterior y de la diplomacia, Lucas Alamán, José María Luis Mora, Manuel Payno, Vicente Riva Palacio e Ignacio Manuel Altamirano son algunos de los muchos intelectuales que, en el transcurso del siglo XIX, cumplieron tareas importantes en las relaciones internacionales del México de su época.

Los nombres de Genaro Estrada, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Octavio Paz, Antonio Gómez Robledo, Carlos Fuentes, Hugo Gutiérrez Vega, Luis Villoro, Miguel León-Portilla y, por supuesto, Alfonso Reyes conforman una lista espléndida de escritores que también encontraron una función útil en la diplomacia, combinando admirablemente su talento como hombres de letras y como embajadores, para ensanchar y enriquecer el ámbito de la política exterior de México en el siglo XX y en el siglo XXI.

De esta pléyade de personalidades de la inteligencia, hubo quienes se interesaron por el quehacer político, cumpliendo tareas importantes en ese campo. Lucas Alamán —designado el primer secretario de Estado encargado del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores por el Poder Ejecutivo de la República el 16 de abril de 1823—, Genaro Estrada, Jaime Torres Bodet y José Gorostiza asumieron la principal responsabilidad en la conducción de las relaciones internacionales de México. También hubo quien —Vicente Riva Palacio— recorrió un camino multifacético: general de brigada, gobernador, ministro de la Suprema Corte, secretario de Fomento, embajador en España y Portugal. Pero en todos los casos, la labor diplomática de este conjunto de distinguidos intelectuales fortaleció la presencia internacional de México sin disminuir la calidad de su extensa producción como escritores.2

II. ALFONSO REYES: BIOGRAFÍA DIPLOMÁTICA

AMPLIAMENTE RECONOCIDO por su excelencia como intelectual y como literato, a Alfonso Reyes no se le ha hecho justicia plena como diplomático. Sin embargo, su tarea en el servicio exterior mexicano, sea en calidad de segundo secretario en las embajadas de París o Madrid, de encargado de negocios en España, de ministro o embajador en Francia, Argentina y Brasil, o como enviado en misión especial, es notable y de un enorme mérito. Ello es particularmente cierto dadas las circunstancias personales, las condiciones políticas del México posrevolucionario y las turbulencias de todo género que padeció en cada uno de los países en que actuó como representante diplomático mexicano.

En agosto de 1913, Reyes llega como segundo secretario a la Legación de México en Francia a los 24 años de edad, con esposa e hijo, comisionado para estudiar los programas de la educación superior francesa. Como lo anota Javier Garciadiego, Reyes seguramente

imaginó un futuro, como tantos otros jóvenes escritores, en el cual el ejercicio de la diplomacia le serviría para desarrollar una vida paralela de escritor y ampliar sus horizontes socioculturales, proceso imprescindible para un joven nacido en México a finales del siglo XIX: rústico, aislado y muy rezagado.3

Existen, adicionalmente, razones de índole personal que obligaron a Reyes a alejarse del país. En una carta escrita (pero no enviada) a Martín Luis Guzmán desde Río de Janeiro, el 17 de mayo de 1930, Reyes suministra, en retrospectiva, los motivos que lo orillaron a alejarse del país en 1913. Menciona “los días de Santiago Tlatelolco y la prisión militar de un padre […] y la inmensa desgracia de perder lo que […] hubiera podido salvar”. Y agrega:

se apoderó de mí un desgano político. Más que eso: un pavor. Cuando delante de mí se decía: ‘política’, yo veía, en el teatro de mi conciencia, caer a aquel hombre a caballo acribillado por una ametralladora irresponsable. Salí del país como pude, dejando horrores a la espalda.4

Los inicios diplomáticos de Reyes en Francia fueron breves y frustrantes. A Pedro Henríquez Ureña le describe sus desventuras:

los mexicanos de París ignoran completamente mi conducta pública: me tienen por huertista o felicista. En la Legación yo les he hecho entender pronto que no soy más que un empleado discreto, que vende algunas horas de trabajo por algunos francos. Pero los de una Legación no se hablan con los de otra.5

En la carta que no envió a Martín Luis Guzmán narra su frustración al cabo de un año de estancia:

En París me encontré de repente en el aire: a la vez que cesaron desde México a todo el cuerpo diplomático, sin dar viajes de regreso, sobrevino en Europa la Guerra, y se cerraron los negocios de las editoriales hispanas […] Y me fui a España a ser pobre y a volverme hombre.6

En efecto, queda despedido de su plaza en el servicio exterior al arribar Venustiano Carranza al poder en 1914 y prescindir de todo el personal diplomático del gobierno huertista.

En junio de 1920, transcurridos seis años de su cese fulminante en París, Reyes recupera su función como diplomático. Por gestiones de José Vasconcelos, recién designado rector de la Universidad, se incorpora de nuevo al servicio exterior en la Legación de México en Madrid como segundo secretario, ascendiendo posteriormente a primer secretario y, con esa calidad, encargado de negocios ad ínterim durante las frecuentes ausencias de los titulares de esa misión diplomática, Juan Sánchez Azcona y Miguel Alessio Robles.7

“Así volví al servicio”, nos informa Reyes. Y explica las razones de su retorno al quehacer diplomático:

Lo que ha venido después, ha determinado mi continuidad, por una simple regla de disciplina y de cumplimiento de mis compromisos […] Mi servicio no tiene carácter de pacto político, que nadie me ha pedido hasta ahora. Los gobernantes de México —y lo digo en su honor— parecen haber entendido y respetado mi situación de ánimo, y hasta mi visión intelectual de la vida.8

Además de recuperar una necesaria estabilidad económica, existen otros motivos que ayudan a explicar el nuevo tránsito de Alfonso Reyes. Desde luego, para el gobierno mexicano esa incorporación significaba contar con el beneficio de un colaborador acreditado ante los mejores círculos culturales e intelectuales de Madrid, con acceso a los medios periodísticos españoles. Adicionalmente, de acuerdo con Garciadiego, Reyes tenía dos razones importantes para reingresar al aparato gubernamental:

primero, porque el gobierno de los sonorenses prometía ser conciliador, ajeno a los odios faccionales y sociopolíticos que habían caracterizado al gobierno carrancista; segundo, porque la llegada de Vasconcelos a la rectoría de la Universidad Nacional, y luego a la Secretaría de Educación Pública, implicaba el triunfo del grupo cultural al que pertenecía: su añorado Ateneo, lo que prometía hacer de la educación masiva un compromiso de los gobiernos revolucionarios.9

En enero de 1921, Reyes asciende a primer secretario adscrito a la Legación de México en España; en febrero de ese mismo año se convierte en el encargado de negocios ad ínterim de México en España, responsabilidad que desempeñaría hasta abril de 1924, ante la falta intermitente de un embajador mexicano en funciones. Como se anotará más adelante, el cumplimiento de las responsabilidades diplomáticas asumidas por Reyes acarreó, entre otras cosas, una colección magnífica de informes a la Secretaría de Relaciones Exteriores, sobre sucesos de toda índole, ocurridos en España durante su gestión. Conviene destacar el acentuado sentido político que refleja Reyes en esos informes, al proporcionar análisis puntual y agudo de los acontecimientos españoles en una etapa de gran turbulencia interna.

Para Alfonso Reyes, no resultó tarea sencilla representar los intereses de un gobierno posrevolucionario, cuya doctrina y práctica política se alejaban fundamentalmente de la España monárquica, conservadora y reaccionaria. Además, indica Garciadiego:

las prioridades diplomáticas de España estaban en Europa y el norte de África; en América su atención estaba puesta en el Caribe —Cuba y Puerto Rico— y en los extremos del continente: Estados Unidos y Argentina. Para colmo, por atinadas que fueran las diligencias de Alfonso Reyes, España y México presentaban un problema insoluble: el reparto agrario, motivo y compromiso de la Revolución y recurso sociopolítico avalado por el presidente Obregón, que provocaba la airada oposición de los terratenientes españoles […] Sus relaciones con el ministerio llegaron a ser hasta “desagradables”, pues hubo momentos en que la relación bilateral quedó “prendida con alfileres”. Además, Reyes sufría también los embates de la prensa española: por ejemplo, cualquier crimen aislado [en México] era convertido en el inicio de una ‘matanza sistemática de españoles’.10

En la evaluación que efectúa Garciadiego de la gestión diplomática de Reyes en España, es evidente que hubo luces y sombras en esa estancia madrileña. En efecto:

la labor diplomática de Reyes en España fue exitosa, y así lo reconocieron propios y extraños, aquí y allá. Para ello no sólo fueron determinantes la genética y su inteligencia, cultura y esmerada cortesía; también influyó el que viniera haciendo en España, desde hacía seis años, la mayor “labor mexicana”: lejos de cualquier modestia, aseguraba ser “desde entonces […] el verdadero representante de México en esta tierra”. No obstante el éxito, Reyes enfrentó los problemas típicos que aquejan a los diplomáticos. El mayor, obviamente, fue la esencial desavenencia de intereses entre España y México. También lo incomodaron la falta de apoyo logístico y administrativo por parte del gobierno mexicano, así como los usuales conflictos con superiores y subalternos.11

Esa primera fase de la misión diplomática de Alfonso Reyes en España concluye en marzo de 1924, al retornar a México tras 11 años de ausencia. Pero apenas transcurridos cuatro meses, recibe una nueva comisión que le conduce a una peculiar experiencia diplomática en Madrid. Seguramente por la calidad de sus informes políticos sobre los desastres militares de España en su conflicto con Marruecos, el gobierno obregonista tuvo la ocurrencia de designar a Reyes como ministro plenipotenciario en misión especial y confidencial, con el mandato de ofrecer a Alfonso XIII la mediación de México para reconciliar a las partes en el enfrentamiento bélico. Conocedor del ambiente español, Reyes manifiesta a Aarón Sáenz, secretario de Relaciones Exteriores, sus dudas sobre el éxito de la misión. Las razones que suministra son de peso y reflejan una fina sensibilidad política:

Una intervención de México en asuntos europeos no sería vista con agrado por Estados Unidos […]

El conflicto entre España y los jefes marroquíes no es un acto aislado de España, sino el cumplimiento por parte de ésta de un mandato internacional, de un acuerdo entre las potencias europeas, y sobre todo con Francia e Inglaterra […]

La situación entre España y Marruecos —Estado vasallo éste— no es la misma, teóricamente, que entre dos Estados beligerantes, de igual categoría internacional. El ofrecimiento, al reconocer beligerancia a súbditos alzados, era ofensivo […]

La cuestión marroquí envuelve el gran conflicto de la política militar de España […] De aquí pudiera aún brotar la tan anunciada revolución en España. Es un asunto que un Estado extranjero sólo puede tocar con pinzas.12

El 3 de noviembre de 1924 es recibido en audiencia privada por Alfonso XIII, quien, enterado del ofrecimiento político de México, lo declina “en atención a que las tribus marroquíes no eran un Estado, un gobierno, y que no se podía establecer entre ellas y España mediación alguna”.13 Así concluye esta misión especial de Reyes, misión repleta de buenas intenciones pero condenada desde sus orígenes al fracaso.

Raymond Foulché-Delbosc le escribe una carta a Alfonso Reyes, el 21 de diciembre de 1924, alegrándose de una buena nueva:

Encuentro en un periódico francés una noticia que anuncia que ha sido usted nombrado ministro plenipotenciario en París. Me enorgullezco de decirle cuán feliz estoy de su triunfo, por el que le felicito muy efusivamente. Ustedes tienen un gobierno inteligente, cosa bastante rara en el mundo, al menos en nuestra época.14

El 29 de septiembre de 1925 presenta sus cartas credenciales, como ministro acreditado ante el gobierno de Francia, pero también en calidad de embajador extraordinario y plenipotenciario en misión especial, correspondiendo a la misión especial francesa que acudió a México a la toma del presidente Plutarco Elías Calles el 1 de diciembre de 1924.

Conforme a la historia narrada por Javier Garciadiego, el primer objetivo de Reyes en Francia fue:

dar una imagen del nuevo presidente Plutarco Elías Calles como cabeza de un gobierno de orden, capaz de sentar las condiciones imprescindibles para su recuperación económica. Su propósito era claro: estimular la inversión francesa en México y fomentar los intercambios comerciales entre ambos países. Para aumentar este flujo Reyes tuvo que revisar los tratados de amistad, navegación y convenios vigentes […] La labor no era fácil, pues la fuerza de Francia había decaído por la guerra mundial y el prestigio de México distaba de ser el idóneo. El objetivo era llegar a una relación que considerara la situación económica francesa y la política nacionalista mexicana.15

A Alfonso Reyes se le debe la idea de crear un instituto de cultura mexicana en París. En efecto, el 18 de marzo de 1925 le escribe a su amigo Genaro Estrada, entonces subsecretario de Relaciones Exteriores, planteándole una pregunta provocativa:

¿Por qué […] no nos lanzamos de una vez por todo lo alto, y creamos una pequeña casa de México en París, exposición y biblioteca a la vez, con un fondo permanente y otros que puedan viajar por el resto de Europa y luego concentrarse aquí, puesto que éste es el centro de la cultura en el mundo, y lo que aquí se expone vuela y es propagado por la fama a todas partes […] Yo propondría que formáramos esta Casa de México, como un centro de exposiciones y de informaciones científicas, históricas, culturales puramente. Lo comercial se gobierna con otros criterios, y no hay para qué mezclarlo: lo uno estorbaría a lo otro.16

Los informes políticos que Alfonso Reyes envió a la cancillería mexicana están reunidos en su Crónica de Francia. Se encuentran publicados, junto con otros informes y correspondencia inédita, en la excelente compilación de Víctor Díaz Arciniega.17 En esos informes, Reyes demuestra su perspicacia política y su laboriosidad. Son informes extensos y detallados, que permiten conocer puntualmente la situación francesa en el periodo 1925-1927. Describe a Francia antes y después de la guerra, los obstáculos a los planes económico y financiero, el mecanismo de los partidos, el movimiento sindicalista, el miedo al comunismo, las extravagancias de la extrema derecha, la crisis del franco, los efímeros gabinetes ministeriales, la guerra en Marruecos, y otros muchos asuntos que permiten al gobierno mexicano conocer lo que sucede en Francia a través de las observaciones certeras de su embajador.

De acuerdo con Garciadiego, el principal problema que padeció Reyes como embajador en Francia fue el de la guerra cristera. El conflicto religioso provocó una alta combatividad de la prensa católica, para la cual “las medidas anticlericales de las leyes de Reforma y de la Constitución de 1917 eran producto de gobiernos de ‘francmasones fanáticos’ que oprimían los sentimientos religiosos del pueblo”.18 Esas campañas obligaron a Reyes a desmentir, rectificar, informar y explicar las circunstancias imperantes en México, con las dificultades implícitas para todo diplomático que aspira a proyectar una buena imagen sin poder cambiar una realidad.

Al proporcionar un resumen de la tarea diplomática de Reyes en París, Garciadiego concluye que

fue un muy digno representante de México en Francia, pues fortaleció la amistad entre ambos países a través de sus escritos y discursos, logrando que los franceses mejoraran la idea que tenían de México; asimismo, al encabezar las relaciones con otros países y organismos, colaboró en sacar a México del aislamiento a que parecía destinarle el nacionalismo revolucionario.19

Paulette Patout, excelente biógrafa de Reyes, presenta también una muy favorable evaluación de las tareas diplomáticas de don Alfonso en París:

Había hecho que se admitiera a su país en las grandes manifestaciones comerciales francesas y había facilitado las relaciones entre banqueros e industriales franceses y mexicanos […] Reyes había tratado de dar a conocer la Francia de la posguerra a los lectores de América y al gobierno mexicano a través de sus artículos y de sus informes. Había velado celosamente en Francia por la reputación de México y de sus dirigentes y había trabajado incansablemente en ganar para la causa de México a los hombres justos […] Todos estos intentos tenían el mismo fin y tendían a sacar a México del largo aislamiento en el que a veces parecía complacerse.20

En agosto de 1927 Reyes arriba a Buenos Aires, al tiempo en que la legación mexicana es elevada a la categoría de embajada. Díaz Arciniega anota, con razón, que “es durante su estancia en Buenos Aires cuando Reyes comienza a realizar una política de acercamiento continental para la cual su calidad diplomática y prestigio intelectual son indispensables”.21

El impulso a la actividad económica bilateral y a los flujos comerciales fue una instrucción precisa que recibió Reyes del gobierno mexicano al inicio de su gestión en Argentina. Para esos propósitos,

La renovación de las gestiones de política con Sudamérica, en particular con Argentina, tuvo que esperar la conjunción de cuatro situaciones: un nuevo cambio en la coyuntura internacional, el fin del ciclo militar de la Revolución en México, el titubeante reacomodo de las relaciones entre este país y Estados Unidos, y un renovado acercamiento de la política exterior argentina hacia Latinoamérica durante el segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen, entre 1928 y 1930. Y en esa coyuntura favorable al contacto más fluido entre los países hispanoamericanos —que identificaron oportunamente el presidente mexicano Plutarco Elías Calles […] y su canciller, Aarón Sáenz, ambos partidarios de romper el aislamiento del país y dinamizar la inserción de México en la economía internacional como exportador de productos primarios— fue enviado a Buenos Aires Alfonso Reyes, instruido para conducir el proyectado acercamiento entre el Norte y el Sur hispanoamericanos.22

Un proyecto para hacer realidad un incremento en el intercambio comercial sería la constitución de una empresa de navegación directa, entre los puertos mexicanos del Golfo —Tampico, Veracruz y Progreso— y el Río de la Plata. A pesar del impulso dado al proyecto por el embajador Reyes, el entusiasmo argentino fue breve, entre otras razones porque “las formas de pago de exportaciones e importaciones eran muy distintas en Argentina y en México, y no existían mecanismos claros para las transacciones entre bancos de ambos países”.23

Argentina reorientó su política exterior hacia sus socios tradicionales, las potencias europeas, Estados Unidos y los vecinos sudamericanos. Además, poca atención podía prestar a los asuntos internacionales, cuando padecía crisis políticas recurrentes, que condujeron al debilitamiento y caída del presidente Yrigoyen. Por otra parte, el ambiente cultural argentino no siempre fue propicio para acoger en su seno a un intelectual de las dimensiones e importancia de Reyes. A pesar de sus empeños, los descalabros y tropiezos de sus proyectos literarios acarrearon frustración y desencanto en Reyes.

La desilusión lo condujo a escribirle a Genaro Estrada largas cartas sobre los temas más variados. En una de ellas, escrita el 12 de abril de 1928, narra una ocurrencia que recorre los pasillos de la embajada, exhibiendo en broma la actividad de los distintos funcionarios:

Agregado Obrerose dedica alas MASASAgregado Militarse dedica alas MESAS (de tenis)Secretario Velozse dedica alas MISASSec. Villatorose dedica alas MOZASEmbajador Reyesse dedica alas MUSAS.24

Esa misma carta pone en evidencia el humor depresivo por el que atraviesa Reyes. Le dice a Genaro Estrada desde Buenos Aires que éste es:

un clima de hipopótamos (clima fluvial), tratando de describir este calor húmedo que sube del río, rueda por las calles, entra en las casas, se mete por los agujeros de la cabeza, humedece los muebles, chorrea en las paredes, afloja los nervios, lustra las pieles, relaja los músculos, disuelve los tendones, licua los cojones, “insipida” las pasiones, corroe lentamente el árbol de la vida, empaña los ojos y mata con lenta y bochornosa crueldad.25

El 2 de marzo de 1930, inesperadamente Reyes recibe un telegrama informándole de la decisión presidencial de trasladarlo a Brasil. Así, “a pesar del deseo que Reyes tenía de vivir en Buenos Aires desde varios años atrás, lo cierto es que su experiencia en Argentina resultó menos placentera que las de Madrid y París. Si su primer año, de mediados de 1927 a mediados de 1928, resultó de ‘prueba’, el segundo fue ‘una escuela de sufrimiento, paciencia, tristeza, aburrimiento y penuria material’ ”.26 A pesar de todo, Reyes recogería en Argentina innumerables y perennes afectos y amistades, siendo quizá los más preciados los alcanzados con Victoria Ocampo y con Jorge Luis Borges, además de “una apasionada aventura amorosa en Buenos Aires”.27Así se lo comunica a Genaro Estrada en una carta escrita a bordo del “Giulio Cesare”, navegando hacia Río de Janeiro, cuando recuerda que deja “amigos para siempre, afectos muy vivos y hasta fraternales y algún amor”.28

En una anotación inscrita en su Diario el 6 de marzo de 1930, Reyes dice que “en Brasil voy a reposar de la excesiva mundanidad y a ocuparme de mi trabajo literario”.29 No avizora las turbulencias brasileñas. En mayo de 1930 se acredita ante un gobierno, el de Washington Luís, que será derrocado cinco meses después por el movimiento cívico-militar denominado Alianza Liberal, encabezado por el ex gobernador de Rio Grande do Sul, Getúlio Vargas.

A sus penurias económicas, originadas en las enormes deudas contraídas en Buenos Aires para representar dignamente al país, se agrega el estado lamentable en que encuentra la casa de la embajada en Río, lo cual lo deprime profundamente. El edificio está lleno de polvo y humedad, la recepción le da “un vago aire de cuartel u oficina de policía”, la luz y los focos son del siglo XIX y “una de las camas (con colchón de paja) se rompió al acostarme. La otra tiene chinches. De repente me he sentido como un soldado colonial desterrado en África para servir a la patria”.30

Pero Reyes es sin duda, en esa etapa de su vida, un diplomático experimentado, capaz de adaptarse a las cambiantes circunstancias y con un alto sentido profesional, que le conduce a abordar de inmediato, con eficacia, sus nuevas responsabilidades, lo cual incluye el otorgamiento de un asilo efímero a familiares del derrocado presidente Washington Luís y a otras personalidades brasileñas opositoras del gobierno golpista. Así, Reyes

desarrolla y perfecciona el arte de observar las convulsiones políticas de los Estados. Por esto, en sus informes cobran vida los pormenores de pugnas de gabinete, de grupos de poder regionales, de partidos y banderas y de comisiones legislativas; también cobra vida el inefable que identifica a la turbulenta historia de la Revolución brasileña, donde sus linderos se infiltran por igual hacia un régimen constitucional y hacia la dictadura.31

De hecho, al informar a México sobre la naturaleza del nuevo gobierno brasileño, Reyes indica que “el presidente Getúlio Vargas ha huido cuidadosamente de la palabra ‘dictadura’, pero todos convienen en que su gobierno es una dictadura, aunque deseada”.32

Las dotes diplomáticas de Alfonso Reyes le permiten captar una rica información y transmitir a su cancillería análisis políticos magistrales. Un ejemplo de ello es lo que reporta el 31 de agosto de 1931:

Se tiene una impresión de desconcertante confusión, de numerosas incoherencias, de dudas y vacilaciones que traducen una cierta dosis de anarquía ideológica. La revista de los elementos que integran el gobierno no es menos desconcertante: la democracia clásica del Sr. Assis Basil, el sindicalismo del Sr. Lindolfo Collar, el fascismo del Sr. Francisco de Campos, el puritanismo del Sr. José Américo, el militarismo del general Leite de Castro, el oportunismo del Sr. Mello Franco y el maquiavelismo del Sr. Oswaldo Aranha entran en conflicto. La resultante de estas fuerzas en conflicto es una línea sinuosa de trayectoria imprecisa. La verdad es que todo este estado de confusión tiene como punto de partida un vicio de origen: la falta de una orientación positiva y precisa que determinase la actuación del gobierno revolucionario. La Revolución fue provocada por aspiraciones populares innegables, pero le faltó la dirección de una doctrina firme.33

En materia económica y comercial, los desencuentros bilaterales ya eran legendarios. A pesar de ello,

el 7 de diciembre se firmó en Río de Janeiro el primer acuerdo comercial entre Brasil y México desde el inicio de sus relaciones diplomáticas, precisamente 100 años antes. No era un acuerdo definitivo, sino un convenio provisional, válido por un año, pero ya era un avance.34

Por cualquier lado que se le viera —afirma con autoridad Guillermo Palacios—, a pesar de lo reducido del intercambio, Brasil se había convertido en el mayor importador de mercancías mexicanas en América del Sur al inicio de la década de los treinta y, como en años anteriores, el principal componente del comercio bilateral era el petróleo mexicano y sus derivados, pues casi todos los otros productos de ambas economías eran similares.35

Los informes del experimentado embajador Reyes demuestran su agudeza analítica y versan sobre los más variados temas: la Revolución brasileña, conflictos en la frontera argentino-brasileña, el magistral informe sobre la conferencia colombo-peruana para el arreglo del incidente de Leticia, exiliados argentinos en el Brasil, la inauguración japonesa en el Brasil, un informe sobre la deuda brasileña y una introducción al estudio económico de ese país, y, periódicamente, reportes sobre la evolución de la política doméstica del Brasil.

El 21 de mayo de 1936 Reyes es designado, por segunda ocasión, embajador de México en Argentina; al poco tiempo de su arribo a ese país se le nombra también como integrante de la delegación mexicana a la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, a celebrarse en Buenos Aires entre el 3 y el 22 de diciembre de 1936.

La segunda estancia diplomática de Alfonso Reyes en Argentina será breve. Arriba en julio de 1936, y a finales de noviembre de 1937 recibe la noticia de que la embajada de México en Argentina habrá de clausurarse temporalmente, como resultado de una política de austeridad presupuestal. La medida no sorprende a Reyes, quien resentía desde tiempo atrás un distanciamiento de la cancillería y un desinterés por su labor, producto quizá de su defensa irreductible de la causa republicana española y su condena a la insurrección franquista. Pero la decisión le parece un desatino, advirtiendo que se abre la embajada en Bolivia, pero no una en Venezuela o en Colombia, o en países europeos importantes. Ello lo conduce a anotar en su Diario: “¿Adónde van [Eduardo] Hay y [Ramón] Beteta por esta pendiente de dislates? ¿Y qué justificación tiene su estúpida política de suprimir embajadores el año pasado y rebajar ministros, dizque por ahorros y dizque por hacer entrar gente nueva?”36 A su regreso a México, en enero de 1938, Reyes queda sujeto a “disponibilidad” de la cancillería mexicana, eufemismo que trae por consecuencia la terminación de las tareas diplomáticas de Alfonso Reyes y su reincorporación activa, después de 25 años de ausencia física, al mundo cultural, académico e intelectual de México, en donde continuaría prestando servicios importantes.

III. REYES Y EL CONTEXTO POLÍTICO DE SU GESTIÓN DIPLOMÁTICA

DURANTE LOS 18 AÑOS en que Alfonso Reyes ejerce el oficio diplomático, enfrenta una variedad de dificultades políticas, en México y en el extranjero, cuya consecuencia es acotar el margen de maniobra y la eficacia para ejercer una influencia real sobre los acontecimientos. En toda la etapa de Reyes como miembro del servicio exterior, la evolución de los hechos y de las condiciones en el México posrevolucionario y la muy revuelta situación que encuentra en cada país de adscripción —España, Francia, Argentina, Brasil— obligan a una evaluación ponderada sobre el alcance de la acción exterior del Estado mexicano en general, y de Alfonso Reyes como diplomático, en el empeño por vencer los múltiples obstáculos que se presentaron durante ese periodo histórico.

En México, a partir de 1920, la reconstrucción, en todos los órdenes, de un país que había atravesado por un periodo revolucionario, con los consecuentes conflictos entre intereses contrapuestos, requirió edificar nuevas instituciones en el ámbito gubernamental y, hacia el exterior, recuperar la aceptación y el reconocimiento de la comunidad de naciones, abriendo nuevos espacios para la presencia internacional de México. Para alcanzar esos objetivos, el gobierno mexicano contó con un conjunto de personajes talentosos que, a pesar de los enormes obstáculos, lograron gradualmente recuperar la inserción de México en la sociedad de Estados.

En el caso de los diplomáticos mexicanos en general y, para los propósitos de nuestro estudio, en el caso de Alfonso Reyes en particular, algunas de las condiciones desfavorables que dificultaban la proyección de una buena imagen del país, en el periodo que corre de 1920 a 1937, incluyen las reclamaciones por daños causados como consecuencia de actos revolucionarios, una reforma agraria con reparto de tierras y expropiaciones a latifundistas extranjeros, la rebelión delahuertista (1923), las confrontaciones con Estados Unidos por leyes orientadas a recuperar para la nación su riqueza petrolera, la guerra cristera, la muerte por bala de dos candidatos presidenciales (Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano) y de un presidente electo (Álvaro Obregón), la rebelión escobarista (1929) y las acusaciones de una supuesta tendencia comunista en ciertos sectores del gobierno mexicano.

Para agravar las dificultades que debía sortear Alfonso Reyes en su función diplomática, en todos y cada uno de los distintos países en los que estuvo acreditado, y precisamente durante el tiempo de su gestión, se produjeron acontecimientos políticos dramáticos que acarreaban impedimentos serios en la interlocución de Reyes con las autoridades correspondientes.

Reyes inicia en 1920 su tarea diplomática en España, al comenzar un periodo en que “la reacción conservadora se hizo intensa e intransigente”.37 Ese comportamiento habría de culminar el 15 de septiembre de 1923. En esa fecha Alfonso XIII designó al general Miguel Primo de Rivera jefe del gobierno, quien de inmediato

formaba un Directorio militar, suprimía los cargos de Presidente del Consejo de ministros, ministros de la corona y subsecretarías, atribuyéndose a sí mismo el título de Presidente del Directorio “con las facultades de ministro único” y con poderes para ejercer el poder legislativo mediante decretos “que tendrán fuerza de ley”. Se suspendían asimismo las garantías constitucionales, declarándose el estado de guerra en el territorio nacional y “cesando desde luego en sus funciones a los gobernadores civiles de todas las provincias, cuyo cargo quedará encomendado a los respectivos gobernadores militares de las mismas”. El mismo día 15 de septiembre quedaban disueltas las Cortes.38

Alfonso Reyes, quien había elaborado informes políticos periódicos sobre el deterioro del sistema democrático español y los rumores de un próximo complot militar, envió a la cancillería mexicana su reporte del 17 de septiembre de 1923 con el título “¡Y al fin sucedió!”, describiendo pormenorizadamente el proceso de instalación de la dictadura de Primo de Rivera.39

Reyes presenta sus cartas credenciales al presidente francés el 21 de enero de 1925. En forma semejante a lo ocurrido en España, Francia atravesaba por un periodo de inestabilidad política, de choques continuos entre grupos de interés, de confrontaciones entre una coalición de Radicales y Socialistas (Cartel des Gauches) por una parte, y grupos conservadores (Bloc Nacional) asociados con una Federación Católica Nacional dirigida por elementos de la extrema derecha por la otra. En el breve lapso comprendido entre 1924 y 1926, seis distintos gobiernos habrían de sucederse uno tras otro.40 Las causas de la crisis ministerial francesa responden, de acuerdo con Reyes,

a un estado de hecho: la dificultad extrema, casi la imposibilidad para el gobierno —dentro del actual sistema parlamentario— de tomar las medidas rápidas y eficaces que, en materia hacendaria, exigen la baja del franco y los diversos problemas económicos de índole muy compleja que determinan dicha baja.41

Fue necesaria la conformación de un nuevo gobierno de unión nacional, en julio de 1926, encabezado por Raymond Poincaré, con un ministerio “en el que están representados, salvo los socialistas y los extremistas de la derecha y de la izquierda, todos los grupos políticos de cámara, asegurándose así la mayoría necesaria para la existencia del gobierno”.42

El embajador Alfonso Reyes presenta sus cartas credenciales al presidente de Argentina, Marcelo Torcuato de Alvear, el 28 de agosto de 1927. Desde el año previo, el presidente Alvear confrontaba, al interior de su partido, el Radical, una división entre dos bandos irreconciliables. Una fracción, mayoritaria en el congreso, repudió a Alvear y estableció una alianza con Hipólito Yrigoyen. La otra fracción, compuesta por grupos conservadores, inicialmente recibió el apoyo de Alvear, apoyo que resultó efímero. Ese vacío facilitó que Yrigoyen asumiera por segunda vez la presidencia argentina. De esta suerte,

En 1928 Yrigoyen recuperó la presidencia con cerca del 60 por ciento del voto popular […] Al retomar sus funciones en octubre, la adulación de la que fue objeto recordaba los honores otorgados a los emperadores romanos. No obstante, ese instante, la culminación de una carrera pública que se extendió durante más de medio siglo, representó su último triunfo personal. En menos de un par de años ulteriores, en septiembre de 1930, con su reputación en ruinas, Yrigoyen fue ignominiosamente expulsado del poder mediante un golpe de Estado militar.43

Yrigoyen volvió al gobierno “ya valetudinario e incapaz”,44 sin energía para sortear varias amenazas inmediatas: un ejército politizado predispuesto a la conspiración, la evolución de grupos conservadores asimilando ideas del fascismo italiano, y la crisis de 1929, que hizo suponer a grupos empresariales locales, al sector ganadero y a intereses petroleros internacionales que “había llegado el momento de forzar la resistencia del Estado argentino y comenzaron a buscar aliados en las fuerzas que se oponían a Yrigoyen”.45 Ello explica el éxito del levantamiento militar. Ello ilustra también las dificultades que enfrentó Alfonso Reyes en su gestión diplomática en Argentina y el clima político prevaleciente durante su estancia en ese país, que culminó cuando llegó “la hora de la espada” que había profetizado Leopoldo Lugones.

Alfonso Reyes parte de una Argentina convulsionada y en vísperas de un golpe de Estado al ser trasladado como embajador de México en el Brasil. Presenta sus cartas credenciales al presidente Washington Luís el 6 de mayo de 1930 y el 3 de octubre estalla la insurrección encabezada por Getúlio Vargas, quien, tras el golpe de Estado, habría de tomar posesión como titular de un gobierno supuestamente provisional el 3 de noviembre de 1930, pero habría de permanecer en el poder durante los siguientes 15 años.

La insurrección de Getúlio Vargas en 1930 trajo consigo el fin de un régimen oligárquico que garantizaba el poder hegemónico de la burguesía cafetalera paulista. La revolución triunfante, con una retórica reformista y con una buena dosis de vaguedad, contó con el respaldo de grupos políticos con objetivos y valores disímiles: “oligarquías regionales disidentes, sectores de la clase media urbana, y los rangos intermedios del ejército”.46

En medio de esa turbulencia política, Alfonso Reyes da inicio a una labor que habría de prolongarse durante seis años, hasta julio de 1936. En una evaluación de la naturaleza del nuevo régimen brasileño, Reyes demuestra su capacidad analítica y su sentido político:

Si quisiera definirse de una plumada la dictadura de Getúlio Vargas, habría que decir que su rasgo característico consiste en haberse conservado encima de todas esas fuerzas que por sí mismas nunca se hubieran conciliado. Aun cuando no se le puede negar a tal dictadura el afán de conservarse lo más posible y aun de traducirse en régimen constitucional para continuar así su poder con un nuevo carácter, y aun cuando haya tenido que apelar a los recursos de censura de opinión y prensa, destierro de adversarios, confiscaciones, suspensión de derechos políticos a ciertos elementos, etc., no puede decirse que, en lo general, sea una dictadura de violencia. Nunca creó estados de terror, y aun demostró contar, a lo largo de estos tres años, con las simpatías de la gran masa nacional.47

Por segunda ocasión, Alfonso Reyes es designado embajador de México en Argentina, por instrucciones del presidente Cárdenas. De nuevo, en junio de 1936, arriba a un país sacudido por la agitación política, la confrontación entre facciones y entre partidos, la polarización de opiniones, en buena medida provocada por el estallido de la guerra civil española, y la vulneración del sistema democrático. Reyes describe las condiciones riesgosas que padece la Argentina en un telegrama a la cancillería mexicana del 31 de agosto de 1937:

Día cinco realizaranse elecciones presidenciales. Aunque guárdase mucho sigilo sábese hay disidencias entre derechistas y témese un golpe de ellos o de las izquierdas, golpe que si fracasase serviría a presidente Justo para declarar estado de sitio y continuar en peor. Jefes movimiento fascista general J. B. Molinar y gobernador Provincia de Buenos Aires M. Fresco con ayuda contraalmirante Daireaux. Jefes movimiento popular general R. Molina y candidato radical Marcelo Alvear con apoyo izquierdistas social obreros comunistas y demócratas progresistas. Principales candidaturas en competencia son la oficial presidente Ortiz, vicepresidente Castillo y la radical, presidente Alvear, vicepresidente Bosca. Dase por sabido que presión oficial y fascista impedirá pureza elecciones […] Policía está deteniendo dirigentes comunistas pretexto complot que justificaría estado de sitio.48

En efecto, como lo anunciaba Reyes en su informe, esas elecciones representaron el inicio de la vulneración del sistema democrático en Argentina durante los siguientes años.

La situación es tan delicada y crítica para el propio Alfonso Reyes que, en el mismo telegrama, señala como indispensable que se “suspenda envío ostensible boletines dirigidos secretarías sindicatos a cargo esta embajada. En cualquier momento puedo ser solicitado para asilo o para deportación a México”. Díaz Arciniega, en su excelente compilación y prólogo de la misión diplomática de Alfonso Reyes, narra la forma en que Reyes reseña “el avance de grupos y barbarie derechistas, que […] llegan a recortar de una fotografía al embajador de México que está junto a la esposa del presidente de Argentina, por el hecho de representar a un país ‘comunista’”.49

El 1 de enero de 1938 Alfonso Reyes se embarca a México vía Nueva York, dando término a su gestión diplomática en Argentina y, de paso, finiquitando en definitiva su pertenencia al servicio exterior mexicano. Fueron 18 años de actividad en los cuales representó a México en cuatro países que tenían imbricada en su sistema una característica peculiar. En efecto, el común denominador prevaleciente en las cinco sedes (estuvo acreditado dos veces en Argentina) fue la existencia de una profunda inestabilidad política en esos países, con graves divisiones internas y continuas crisis gubernamentales que, en tres casos —España, Argentina y Brasil—, acarrearon la generación de golpes de Estado y la instauración de dictaduras precisamente durante los periodos en que Reyes ejercía su función diplomática, con lo cual las dificultades para entablar una relación bilateral fructífera alcanzaban extremos cercanos a lo imposible. Pero, a pesar de todos los obstáculos que enfrentó, Reyes pertenece, por derecho propio, a la categoría de embajador extraordinario, por la calidad de los servicios prestados a la nación.

IV. REYES Y LA DIPLOMACIA MULTILATERAL

LA SÉPTIMA CONFERENCIA Internacional Americana se celebró en Montevideo, Uruguay, del 3 al 26 de diciembre de 1933, convocada a la luz de “la honda preocupación angustiosa creada por las dificultades económicas, financieras, políticas y sociales en que se debaten al par que los demás países, los estados del Nuevo Mundo”.50 La delegación mexicana estuvo representada por su canciller, José Manuel Puig Casauranc, por Alfonso Reyes y por otros distinguidos funcionarios, como don Eduardo Suárez y don Manuel J. Sierra.