Rendidos a la pasión - Karen Booth - E-Book
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Rendidos a la pasión E-Book

Karen Booth

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Beschreibung

Lo que empezó como un simple negocio, se convirtió en un apasionado romance. Anna Langford estaba preparada para convertirse en directora de la empresa familiar, pero su hermano no quería cederle el control. Cuando ella vio que tenía la oportunidad de realizar un importante acuerdo comercial, decidió ir a por todas, aunque aquello significara trabajar con Jacob Lin, el antiguo mejor amigo de su hermano y el hombre al que jamás había podido olvidar. Jacob Lin era un implacable empresario. Y Anna le dio la oportunidad perfecta de vengarse de su hermano. Sin embargo, un embarazo no programado les enfrentó al mayor desafío que habían conocido hasta entonces.

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2016 Karen Booth

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Rendidos a la pasión, n.º 5429 - noviembre 2016

Título original: Pregnant by the Rival CEO

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

I.S.B.N.: 978-84-687-8978-1

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Capítulo Catorce

Capítulo Quince

Capítulo Dieciséis

Capítulo Diecisiete

Capítulo Dieciocho

Epílogo

Capítulo Uno

–¿Estrangularme? ¿No te parece una solución un poco extrema? –preguntó Anna Langford mientras miraba con la boca abierta a Holly Louis, amiga y compañera de trabajo.

Las dos estaban en el lujoso vestíbulo del The Miami Palm Hotel, justo enfrente del bar. Anna estaba esperando a ver cómo fructificaba su ambicioso plan de negocios. Ojalá Holly pudiera ser lo suficiente generosa como para poder decirle algo que la animara…

–Yo solo he estado en unas cuantas reuniones con tu hermano, pero se va a poner hecho una fiera cuando descubra que quieres firmar un acuerdo con Jacob Lin.

Anna miró por encima del hombro. El bar estaba lleno a rebosar. Todos eran asistentes a la conferencia tecnológica que se iba a desarrollar allí a lo largo de los próximos dos días. Como directora de Adquisiciones Tecnológicas para LangTel, la empresa de telecomunicaciones que el padre de Anna creó antes de que ella naciera, el trabajo de Anna era buscar lo más nuevo del mercado. Su hermano Adam, que era el presidente de LangTel, había sido claro como el agua. Esperaba que lo deslumbrara. Desde la muerte de su padre, la empresa pasaba por sus horas más bajas. Anna había realizado una oferta por una tecnología para teléfonos móviles que iba a revolucionar el mercado, pero Adam no lo sabía. Estaba bastante segura de que el resto de los competidores de LangTel tampoco. Desgraciadamente, para conseguir su objetivo, tenía que pasar por Jacob Lin y él odiaba a su hermano y Adam, sin duda alguna, lo correspondía.

–Es él, ¿no? –susurró Holly mientras indicaba discretamente el lugar en el que se encontraba Jacob–. Maldita sea, no lo había visto nunca antes en persona. Está cincuenta veces más bueno que en las revistas.

«A mí me lo vas a contar», pensó Anna. Sabía muy bien quién era Jacob Lin y lo bueno que estaba. Se había visto desairada por él hacía seis años y aún le escocía.

–¿Tiene siempre esa aura que dice que es genéticamente superior a todos los hombres que hay en un radio de setenta kilómetros?

A Anna ni siquiera le hizo falta darse la vuelta para mirar.

–Así es. Y es innato. No se tiene que esforzar.

–Vaya… –dijo Holly mientras le golpeaba suavemente el hombro a Anna–. Pues entonces buena suerte. Yo diría que la vas a necesitar.

–¿Qué dices? –le preguntó Anna mientras sentía que la poca seguridad que tenía en sí misma se evaporaba–. ¿De verdad crees que me va a ir tan mal?

–Eres una Langford. Ese hombre odia a tu familia, por lo que sí, pienso que te va a ir mal.

–Técnicamente, te podría ordenar que vinieras conmigo. Eres un miembro del equipo.

Holly sacudió la cabeza tan rápidamente que el cabello pareció rizársele aún más.

–Mi trabajo no incluye misiones suicidas.

Anna se vio abrumada por las dudas, pero hizo lo que pudo para deshacerse de ellas. Tenía que hacerlo. Si quería convencer a su hermano de que podía dejarle paso para que ella pudiera sustituirle en la presidencia, tal y como él le había prometido antes de que su padre muriera, tenía que tomar decisiones duras y realizar acciones arriesgadas.

Sin embargo, Holly no andaba desencaminada. No había que ser adivino para saber cómo iba a reaccionar Jacob dada su trayectoria con la familia Langford.

–Pues te digo ahora mismo que va a ir todo genial –dijo Anna fingiendo convicción–. Jacob es un hombre al que le interesa mucho el dinero, y yo puedo ofrecerle un buen montón. Cuando Adam vea lo importante que este asunto podría ser para LangTel, dejará también a un lado lo personal. Se trata de negocios. Nada más.

–Entonces, ¿cuál es tu plan para acercarte a ese guaperas?

–Le voy a pedir al camarero que le entregue una nota.

Holly frunció los ojos como si tuviera una migraña.

–¿Es que así no parecerá raro?

–No puedo llamarle por teléfono –replicó Anna–. No tengo su número de móvil.

El único número de Jacob del que disponía tenía ya seis años, y lo obtuvo durante la semana que él pasó con la familia Langford en Navidad. El año en el que se enamoró de él. El año en el que le besó. El año en el que él la rechazó. Aquel antiguo número de móvil ya no le pertenecía. Anna lo había marcado sin resultado alguno.

–Pues tampoco puedes acercarte a él y comenzar a hablar. No solo harás que las malas lenguas empiecen a funcionar, sino que conseguirás que echen humo.

–No. No puedo acercarme a él para hablar…

Por muy ridículo que sonara, era cierto. Todo el mundo del mundillo de las telecomunicaciones conocía la mala relación que tenía Adam Langford con Jacob Lin. La traición había sido cruel y demasiado pública.

–Si hay alguien que puede hacer que ocurra lo imposible, esa eres tú –dijo Holly–. Mándame un mensaje luego y me cuentas lo que ha ocurrido. Buena suerte.

–Gracias… –musitó Anna.

Se estiró la blusa y entró en el bar con la cabeza muy alta. Se dirigió al único sitio disponible en la barra. Entonces, muy discretamente, sacó un trozo de papel y un bolígrafo del bolso. Había llegado el momento de demostrar que podía ser una mujer implacable que no miraba nunca al pasado.

Jacob:

Estoy sentada al otro lado de la barra del bar. Necesito hablar contigo para que podamos discutir una proposición de negocios. He pensado que era mejor no dirigirme a ti abiertamente considerando la situación que existe entre Adam y tú. Envíame un mensaje si estás interesado.

Anna

Anotó su número de teléfono móvil y le hizo una seña al camarero. Se inclinó sobre la barra para que los hombres que estaban a ambos lados de ella no escucharan nada.

–Necesito que le dé esto al caballero que está sentado en la esquina. El alto del traje gris. Cabello negro.

Prefirió no mencionar lo de la marcada mandíbula ni la sublime belleza de su rostro. Tampoco dijo nada al respecto de su masculina apostura ni de su piel perfecta, producto de la mezcla de sangre taiwanesa y estadounidense en las venas.

El camarero frunció el ceño y miró la nota. Anna se apresuró a tomar la iniciativa y colocó un billete de diez dólares en la barra. El camarero lo retiró inmediatamente.

–Por supuesto, señorita –dijo.

–Y sírvame un Martini seco cuando pueda. Con tres aceitunas.

Una copa le infundiría valor. Se rascó la cabeza y trató de permanecer impasible mientras estudiaba a Jacob. Él se mesó el cabello cuando el camarero le dio la nota. Anna observó los profundos ojos marrones. No resultaba difícil recordar el modo en el que se iluminaban cuando sonreía, pero dudaba que su mensaje causara tal reacción.

Mientras leía la nota, la frente se le arrugó. ¿En qué estaría pensando? ¿Que Anna estaba loca? Entonces, sacudió la cabeza y dobló la nota. A continuación, tomó el teléfono móvil y comenzó a teclear en él. ¿Cómo se había podido olvidar de lo cautivadoras que resultaban las manos de Jacob? Al igual que el resto de su ser, eran grandes y masculinas. Parecían tan… capaces. Desgraciadamente para ella, la familiaridad que tenía con aquellas manos no había ido más allá del roce en la espalda y de la mano en el hombro que le había puesto cuando le soltó la frase que Anna no había podido olvidar en todos aquellos años. «No puedo, Anna. Mi amistad con Adam significa demasiado».

Le había costado mucho olvidarse de Jacob. El simple hecho de estar en la misma sala que él le hacía recordarlo todo. A pesar del importante asunto que tenía entre manos, no podía evitar seguir pensando en el pasado, en las sonrisas, las carcajadas y las miradas que habían compartido y que aún seguían turbando sus pensamientos. Maldita sea. Había estado tan segura de que lo había superado todo…

Jacob se guardó el teléfono en el bolsillo y se terminó su copa. Justo en aquel instante, la pantalla del teléfono de Anna se iluminó. Se le hizo un nudo en la garganta. ¿Qué le habría contestado? ¿Que no quería tener nada que ver con ella ni con su familia? Tragó saliva y leyó el mensaje: «Suite del ático. 15 minutos».

Anna se olvidó de respirar. El mensaje era tan propio de Jacob… Directo. Al grano. Lo suficientemente intimidatorio como para hacerla dudar aún más. A ella no le imponían los hombres poderosos. Trabajaba a su lado todos los días y podía mantenerse firme en cualquier situación de negocios. Sin embargo, aquellos hombres no ejercían sobre ella la misma atracción que Jacob. Ninguno de aquellos hombres había tenido antes su corazón entre las manos y, por supuesto, ella no se había pasado años añorando a ninguno de ellos ni escribiéndoles cartas que luego terminaba por no mandar.

Jacob se puso de pie y se despidió del hombre con el que había estado hablando. Con la elegancia de un felino, se abrió paso a través del abarrotado bar, irguiéndose por encima de casi todos los presentes con su casi metro noventa de estatura.

Al ver que se acercaba a ella, Anna sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Pasó a su lado, rozándola, sin decir ni una sola palabra y dejando a su paso su embriagador aroma, una mezcla de sándalo y cítricos. Quince minutos. Tenía que recuperar la compostura y prepararse para estar a solas con el único hombre por el que habría sido capaz de hacer cualquier cosa.

«Anna Langford. No me lo puedo creer». Jacob apretó el botón del ascensor privado que conducía a su suite. Se había pasado los últimos seis años convencido de que toda la familia Langford lo despreciaba, un sentimiento que no le había quedado más remedio que corresponder. Después de recibir la nota de Anna, no sabía qué pensar, y esto le turbaba. Él siempre sabía qué pensar.

¿Quería reunirse con la bella Anna Langford, la más joven de los tres hermanos Langford, la mujer que tenía por hermano mayor a un canalla en el que no se podía confiar? La perspectiva, aunque poco recomendable, lo intrigaba. Anna y él habían sido amigos y, en una única y memorable noche, habían sido un poco más. Sin embargo, ¿quería hablar con Anna Langford, miembro del comité ejecutivo de LangTel? En realidad, dependía de lo que ella quisiera comentarle.

Su plan para diseñar la absorción de LangTel no solo fracasaría si Anna lo descubría: Jacob quedaría hundido. El War Chest, un grupo de inversión secreto y muy poderoso que dirigía Jacob, había sido testigo del declive de las acciones de LangTel después de la muerte de Roger, el padre de Anna y Adam. Con Adam al mando, la empresa era muy vulnerable, dado que él no contaba con la confianza del consejo de administración como le había ocurrido a su padre. LangTel era una presa fácil.

El plan de War Chest había surgido en medio de una partida de cartas aderezada con mucho bourbon que se celebró una noche en Madrid. Había sido el propio Jacob quien lo había sugerido. Sería un gran desafío, que requería una enorme cantidad de dinero y un cuidadoso planeamiento, pero era ese precisamente la clase de proyecto que le encantaba a War Chest. Sin riesgos no había recompensa. Podían ganar mucho dinero porque una empresa tan bien establecida terminaría por resurgir tarde o temprano. La venganza conseguida contra Adam por haberle depuesto como presidente de la empresa le daría a su antiguo amigo exactamente lo que merecía.

Mientras subía en el ascensor, Jacob pensó que el juego había cambiado precisamente en el instante en el que Anna entró en el bar. Ya no era una jovencita inocente, sino una poderosa mujer de negocios muy segura de sí misma. Otros hombres del bar también se habían percatado. Era una mujer formidable por su pedigrí en el mundo de los negocios, dado que provenía de una de las familias de empresarios de más éxito en la historia de los Estados Unidos. Su belleza solo aumentaba esa capacidad de intimidación. Su espesa melena castaña le caía por los hombros. Se movía con la gracia y elegancia de una bailarina. Sus labios sugerían dulzura y presagiaban una tormenta.

Los labios de Anna habían rozado los de él en una ocasión. Unos instantes que aún abrasaban su recuerdo. El modo en el que ella se había apretado contra su cuerpo vibraba dentro de su ser. Había estado tan dispuesta a rendir su cuerpo, a explorar el de él... Cuando Jacob la rechazó diciendo que destruiría la amistad que tenía con su hermano, sabía que había hecho lo correcto.

Jamás había podido imaginar que Adam lo traicionaría meses más tarde dando por finalizada su asociación en los negocios y que había ganado millones vendiendo la empresa que habían comenzado juntos. Además, había negado la contribución de Jacob al proyecto. Jamás lograría olvidar las palabras que su hasta entonces amigo le había dedicado. «Deberías haber pedido un acuerdo de sociedad». Y pensar que él había confiado en Adam… Ese había sido su primer error.

Entró en la suite. Todo estaba en silencio y rezumaba lujo y sofisticación, como su casa en Nueva York. Aparte de una doncella, una cocinera y de una secretaria, no había nunca nadie esperándolo cuando entraba por la puerta al final de un largo día. Y así lo prefería. La mayoría de la gente resultaba una desilusión. Como ejemplo, solo tenía que pensar en Adam Langford.

Una proposición de negocios. ¿A qué se había querido referir Anna? Sería muy valiente por su parte si ello implicara una tregua, dado que el litigio entre Adam y él había ido empeorando con los años.

Parecía que cuanto más éxito tenía Jacob, peores eran los comentarios que Adam realizaba sobre él en fiestas o publicaciones relacionadas con el mundo de los negocios. Jacob, por supuesto, no había tardado en hacer lo mismo. Le había resultado imposible no hacerlo. Sin embargo, no había tardado mucho en darse cuenta de que había que ir más allá. Hechos, no palabras. Ya no le diría al mundo lo que pensaba de Adam. Se lo demostraría.

Jacob tomó el teléfono y llamó al conserje.

–Buenas noches, señor Lin. ¿En qué puedo ayudarle?

–¿Me podría enviar una botella de vino, por favor? –le preguntó mientras hojeaba el menú del servicio de habitaciones–. El Montrachet, Domaine Marquis de Laguiche –añadió, pronunciando las palabras en francés sin ningún problema.

Los años pasados en internados de Europa y Asia habían supuesto que dominara cuatro idiomas: francés, inglés, japonés y mandarín, el idioma que su padre había crecido hablando en Taiwán.

–Sí, señor Lin. Tenemos la cosecha del 2012 a un precio de mil quinientos dólares. Confío en que sea de su agrado.

–Por supuesto. Súbala inmediatamente.

«La vida es demasiado corta para tomar vino barato».

En realidad, Anna y él habían consumido bastante vino barato durante sus charlas nocturnas en la casa familiar de los Langford en Manhattan. De eso parecía haber pasado una eternidad.

Por aquel entonces, su amistad con Adam significaba mucho para él. Se lo contaban todo. Les unían además sus aspiraciones profesionales. Jacob se llevaba también estupendamente con Anna, aunque con ella disfrutó de mucho menos tiempo. Diez días durante los cuales bebieron, jugaron a las cartas y bromearon mientras la atracción surgía entre ellos. En ocasiones pensó en hacer algo al respecto, pero nunca lo hizo.

Le habían educado como un caballero y ningún caballero trataba de seducir a la hermana de su mejor amigo, por muy tentadora que ella pudiera resultar. Y Anna lo había sido. Le dolió físicamente tener que decirle que no cuando ella lo besó, y no solo porque el beso le provocó una potente erección. Aquella noche, sintió que había rechazado algo más que sexo. Resultaba difícil no lamentarse por lo que no había ocurrido…

Cuando el servicio de habitaciones le llevó el vino, Jacob se quitó la americana y la corbata. Se sentía como si se estuviera quitando su armadura, pero quería que la reunión fuera informal. Si los Langford se habían percatado de la absorción y Adam la había enviado para espiarle, aquella imagen le haría parecer menos amenazador.

El timbre sonó. Jacob le había dado a su asistente personal la noche libre, por lo que se dirigió hacia la puerta para abrirla él mismo. Cuando la abrió, bebió con avidez la imagen de Anna. Una mirada robada en el bar del hotel no tenía nada que ver con tenerla cerca. Su dulce aroma, el ligero movimiento del torso con cada respiración… Todo ello le provocaba sensaciones por todo el cuerpo para las que Jacob no estaba preparado.

–¿Puedo entrar? –preguntó ella–. ¿O acaso has abierto la puerta para poder darme con ella en las narices? –añadió, en tono de broma.

–Tú no te mereces ese trato. Solo tu hermano –respondió él mientras se hacía a un lado.

–No te quitaré mucho tiempo porque estoy seguro de que estás muy ocupado –dijo ella tras detenerse en el recibidor.

–Anna, son las ocho de la tarde. Ni siquiera yo trabajo las veinticuatro horas seguidas. La tarde es tuya. Para lo que quieras –añadió Jacob. Cuanto más tiempo pasara con ella, más seguro podría estar de sus motivos.

Anna se estiró la americana negra que llevaba puesta. Las largas líneas de los pantalones evidenciaban la esbeltez de su cuerpo.

–¿Estás seguro?

–Por favor, entra y siéntate.

Anna se dirigió al salón y tomó asiento al borde del sofá. Las ramas de las palmeras aleteaban contra el viento. La luz de la luna de Miami se filtraba a través de los amplios ventanales.

–He venido a hablar de Sunny Side.

De todas las cosas que Jacob habría podido imaginar que Anna podría querer hablar con él, jamás se le habría ocurrido aquella.

–Estoy impresionado. Pensaba que había conseguido mantener oculto mi papel como inversor en Sunny Side. De hecho, pensé que nadie lo sabía –añadió. Exactamente como espera fueran sus planes sobre LangTel. ¿Acaso estaba perdiendo cualidades? ¿O se trataba más bien de que Anna era muy buena en su trabajo?

–Lo leí en un blog. Tuve que investigar un poco para imaginarme de dónde venía el dinero, pero por fin decidí que tenías que ser tú, aunque solo era un presentimiento. Gracias por confirmar mis sospechas.

Esbozó una sonrisa y frunció las cejas, mostrando la misma sonrisa de satisfacción que poseía su hermano. Las veces que Jacob había deseado borrársela del rostro a Adam eran incontables, pero a Anna… En su caso, acompañaba la mirada misteriosa de sus ojos castaños y resultaba casi imposible de soportar. De repente, se sintió intrigado por el lado astuto que ella le estaba mostrando, mucho más segura de sí misma que la veinteañera alocada que ella era cuando la conoció.

–Muy bien. ¿Te apetecería una copa de vino?

Anna dudó.

–Creo que sería mejor que mantuviéramos la conversación estrictamente en el terreno de los negocios.

–Tú y yo no podemos hacer negocios sin que lo personal se mezcle también. Tu familia y yo estamos enredados para siempre.

Anna asintió.

–¿Qué te parece si me hablas de Sunny Side y yo me tomo esa copa de vino?

¿De verdad sería una conversación tan inocente? El lado más escéptico de Jacob quería pensar que no, pero había sido un día muy largo. Al menos, podría disfrutar de una copa de buen vino y experimentar gran satisfacción al admirar a la hermana pequeña de su enemigo.

–Abriré la botella ahora mismo.

–Sunny Side podría ser una maravillosa adquisición para LangTel –comentó Anna.

Jacob abrió la botella en el bar y sirvió dos copas. Entonces, se dirigió hacia el lugar en el que Anna estaba sentada y tomó asiento junto a ella. Después, hizo chocar suavemente las copas.

–Salud –dijo.

Tomó un largo sorbo y estudió el encantador rostro de Anna, en especial sus labios. Tan solo los había saboreado unos instantes, pero conocía la chispa que ardía en ellos a pesar de su compuesta apariencia. Anna podría ser fácilmente su perdición… No había anticipado en ningún momento que aquella maravillosa criatura pudiera volver a aparecer en su vida ni que pudiera entrometerse en la inversión más arriesgada de toda su carrera.

–¿Y bien? ¿Qué me dices de Sunny Side?

–Sí, lo siento. Ha sido un día muy largo. ¿Y de qué sirve hablar de ello? Sunny Side podría considerar una oferta de LangTel, pero el problema es Adam. No veo que él quisiera adquirir una empresa con la que yo estoy tan implicado y, francamente, a mí tampoco me interesa volver a meterme en la cama con él.

Meterse en la cama con la hermana de Adam podría ser otra cuestión. La lealtad a su amigo ya no se interponía entre ambos.

Anna asintió.

–Yo me ocuparé de Adam. Solo quiero saber si me puedes reunir con Sunny Side.

–Para que lo sepas, es más que dinero. El fundador no es muy amigo de los grandes negocios. Me llevó meses ganarme su confianza.

Ella no se vio desmoralizada por aquel comentario. De hecho, parecía que los obstáculos le provocaban entusiasmo.

–Por supuesto. La tecnología tiene una serie de aplicaciones ilimitadas.

–Revolucionará toda la industria de la telefonía móvil.

De repente, a Jacob se le ocurrió otra cosa. El interés de War Chest en LangTel se basaba en el hecho de convertir la corporación en una máquina de hacer dinero cuando Adam ya no estuviera. Sunny Side jugaría un papel muy importante en la industria. ¿Por qué no ponerlas a las dos juntas? Los beneficios serían enormes.

–Entonces, ¿crees que podremos conseguirlo?

Jacob admiraba su persistencia. Entre otras cosas.

–Solo si Adam se mantiene al margen.

–Me ocupo del departamento de adquisiciones técnicas. Estarías haciendo negocios conmigo.

–¿Cuánto tiempo crees que seguirás en ese puesto?

Jacob se sorprendió de que ella estuviera trabajando para LangTel. Nunca le había gustado estar a la sombra de su hermano.

–Espero que no eternamente.

–¿Tienes tus ambiciones puestas en cosas más importantes y mejores?

Anna sonrió cortésmente.

–Sí.

Jacob se sintió aliviado de que Anna terminara marchándose de LangTel. Ella ganaría un montón de dinero por las acciones personales que tenía si la absorción era un éxito. Además, la trayectoria profesional de Anna no se vería afectada. El objetivo de Jacob era Adam, no su hermana.

–Bueno, si vamos a hablar sobre Sunny Side, Adam tiene que mantenerse al margen. Una negociación requiere compromiso, algo de lo que él es incapaz. No le gusta cuando se muestra en desacuerdo con él.