Reparando mundos:  Víctimas y Estado en los Andes peruanos - Eugenia Ulfe María - E-Book

Reparando mundos: Víctimas y Estado en los Andes peruanos E-Book

Eugenia Ulfe María

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Beschreibung

Análisis de las relaciones entre el Estado y las poblaciones de Santiago de Lucanamarca, Sancos, Sacsamarca, Carapo, ubicadas en la provincia ayacuchana de Huanca Sancos, después del violento conflicto iniciado por Sendero Luminoso. Este libro nos permite entrar en el complejo mundo social de las víctimas, y las nuevas identidades y subjetividades que son un producto de las Comisiones de la Verdad. Ofrece una mirada íntima y comprensiva de las micropolíticas de las reparaciones en el Perú y los pasos lentos hacia la ciudadanía prometida, pero postergada para los habitantes de pueblos quechuahablantes

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María Eugenia Ulfe es profesora principal e investigadora en Antropología en el Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es licenciada en Antropología por la PUCP, magíster en Artes de África, Oceanía y América por la Universidad de East Anglia y PhD en Ciencias Humanas por la Universidad George Washington. Dirige el Grupo de Investigación Interdisciplinario en Memoria y Democracia en la PUCP. Es profesora honoraria visitante en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Ha sido directora del Festival de Cine de LASA en 2020 y 2021. Sus estudios se centran en el estudio de sociedades posconflicto, la memoria y sus representaciones artísticas y audiovisuales, antropología del Estado, sistemas de cuidado y género, y metodologías audiovisuales experimentales.

Entre sus publicaciones figuran Danzando en Ayacucho: música y ritual del Rincón de los Muertos (2004); Mirando la esfera pública peruana desde la cultura (2006), con Gisela Cánepa; Cajones de la memoria: la historia reciente del Perú en los retablos andinos (2011); ¿Y después de la violencia qué queda? Víctimas, ciudadanos y reparaciones en el contexto post-CVR en el Perú (2013); En busca de reconocimiento. Reflexiones desde un Perú diverso (2017), con Rocío Trinidad; y Resource Booms and Institutional Pathways. The Case of the Extractive Industry in Peru (2017), con Eduardo Dargent, Maritza Paredes y José Carlos Orihuela.

Ximena Málaga Sabogal es antropóloga, historiadora y documentalista; candidata a doctora en Antropología por la Universidad de Nueva York y egresada del programa de posgrado en Culture and Media (Antropología Visual) de la misma universidad. Realizó estudios de pregrado en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, y es licenciada en Antropología y magíster en Historia por la PUCP. Ha participado en investigaciones etnográficas e históricas en diferentes regiones del Perú, especialmente en Ayacucho, Puno y Cusco. Sus estudios se centran en antropología del Estado, sociedades posconflicto, memoria, antropología de los medios y de la radio. Además de varios artículos publicados junto con María Eugenia Ulfe sobre reparaciones y memoria en la provincia de Huanca Sancos, está trabajando en el proyecto Ondas Andinas, una mirada etnográfica a los encuentros entre radio, política, y categorías identitarias en el Altiplano peruano. Ha dirigido varios cortometrajes documentales.

Reparando mundos

Víctimas y Estado en los Andes peruanos

© María Eugenia Ulfe y Ximena Málaga Sabogal

De esta edición:

© Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2021

Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú

[email protected]

www.fondoeditorial.pucp.edu.pe

Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición:

Fondo Editorial PUCP

Portada: Fiesta del agua de Huanca Sancos, 26 de julio de 2016

Foto de Miguel Gutiérrez Chero

Primera edición digital: agosto de 2021

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2021-09373

https://doi.org/10.18800/978-612-317-672-3

ISBN: 978-612-317-676-1

Índice de contenido
Agradecimientos
Siglas y acrónimos
Cronología básica
Introducción. Resituando metáforas
Lucanamarca y Huanca Sancos
Huanca Sancos y Lucanamarca, 1979
Nociones de víctima y violencia
Llegando a Huanca Sancos
Objetivos y organización del libro
Capítulo 1. Haciendo un Estado: élites y desigualdades en la historia regional de Huanca Sancos y Lucanamarca
Los Andes
Capítulo 2. Arrasando mundos: los años de la violencia
Vecinos, familiares, huancasanquinos
El nuevo orden: los arrasamientos
Las rebeliones
Las represalias
Colegio Los Andes
La cotidianeidad violenta y los cambios en Sancos
Al medio y en los márgenes, ¿qué queda?
Lucanamarca: el peso del nombre
Redoble por Sancos
Capítulo 3. El contexto de la posguerra y el Estado gestor de programas sociales
El contexto de la posguerra
La consolidación del Estado neoliberal
El Estado gestor
El Foncodes en Huanca Sancos
El Programa de Apoyo al Repoblamiento y Desarrollo de Zonas de Emergencia
El Plan Integral de Reparaciones (PIR)
Capítulo 4. Reparando mundos, construyendo sujetos
«De nada te has recibido»: Luzmila y Honorio
Angélica
«Al Estado le conviene»
La pastora
Josefa, Jacinta y Orlando
La ley sin reglamento
«La camiseta del pobrecito»
La registradora
Epílogo ¿Cuáles mundos reconstruidos?
La marcha nacional de afectados
La exposición de arte
Las otras deudas pendientes
Referencias

Dedicado a los pobladores de Lucanamarca y Huanca Sancos ya Carlos Iván Degregori, cuya misa se llevó a cabo en la misma iglesiadonde fueron velados los restos de los comunerosasesinados en Lucanamarca.

Agradecimientos

Mijaíl Bajtín tiene razón cuando afirma que un libro no es la obra de un solo autor. En un libro se encuentran las voces de muchos personajes, sean los construidos en el texto o las historias de quienes nutren a los sujetos que ahí aparecen. Este es un libro escrito a cuatro manos; quienes nos conocen podrán darse cuenta de las partes que cada una escribió más profusamente. Pero no es una investigación que llevamos a cabo solas. Vera Lucía Ríos pasó largas temporadas en Lucanamarca y Sancos al comienzo de este estudio, y con ella iniciamos este gran proyecto de investigación. Asimismo, Alicia Noa Alfaro llegó de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga a la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) como estudiante de intercambio y se unió a nuestro equipo de trabajo de campo durante la larga estadía de 2013, en la cual trabajamos las cuatro juntas entre Lucanamarca y Sancos. En ese momento, Piotr Turlej y Piero Rossini nos asistieron con la cámara y el sonido, respectivamente. Piotr Turlej quedó vinculado al proyecto en los años posteriores y volvió en dos ocasiones más para acompañar a Ximena en sus proyectos cinematográficos en Sancos. Infinitas gracias por su apoyo. Miguel Gutiérrez se unió un par de años después, cuando volvimos a campo en 2016 para trabajar con las fotografías. Elisa Arca y Raquel Alegría nos ayudaron a construir lo que llamamos readers de Lucanamarca y Huancasancos; esto es, a reunir el conjunto de material de noticias de periódicos y medios sobre los casos de violencia ocurridos en la región. Por su parte, Sebastián Argüelles nos ayudó a organizar la bibliografía referida al capítulo tres.

Héctor Gálvez, quien dirigió el documental Lucanamarca con Carlos Cárdenas, gentilmente compartió con nosotras las entrevistas realizadas para la filmación de la película. Este material muestra, en muchas maneras, las entrevistas brindadas por los mismos pobladores ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Con los directores de cine, las personas se sienten más libres y abiertas de expresarse sobre los acontecimientos.

En Ayacucho, no podemos dejar de mencionar el apoyo constante de colegas, amigos y amigas: Nelson Pereyra ha sido fundamental a lo largo de este estudio; lo mismo Jefrey Gamarra, Ulpiano Quispe, Nory Cóndor, Mariano Aronés, Lurgio Gavilán, Maricela Nanci Quispe, Elizabeth Castillo, Ramiro Valdivia, Roberto Ayala y Alex Huamanculí. A todos y todas, muchas gracias. El primer viaje a Lucanamarca fue posible gracias a Renzo Aroni, Percy Rojas y Gisela Ortiz, del Equipo Peruano de Antropología Forense.

En Lucanamarca, no podemos dejar de agradecer a la regidora Eleodora, a Edgar Huancahuari, a la familia del fallecido Antonio Quincho, a Honorio Curitumay y su esposa Luzmila, a Envenciana Huancahuari, a Teófanes Allccahuamán, a la familia Curitumay y a las profesoras de la escuela primaria.

En Sancos, agradecemos especialmente a Nilton Salcedo, Vanessa Alanya y familia, Napoleón Sumari y familia, Libia y familia, Misael Huamaní, Elpidio Calderón, Sara Echaccaya, Cirilo Pacheco, Mirta Salcedo, Kelly y Wilson, Héctor y Benjamín González, Armando Martínez, a los pastores y a todas aquellas personas cuyos nombres no podemos mencionar acá para proteger su privacidad. Son demasiadas las personas cuyas historias, relatos e imágenes aparecen aquí retratados.

En Lima, nuestros agradecimientos son para el padre Gastón Garatea por contarnos sobre la misa de entierro digno de los pobladores de Lucanamarca en la Iglesia de la Recoleta, en la Plaza Francia. Aprovechamos también para agradecer por brindarnos su tiempo en largas conversaciones a Sofía Macher, Jairo Rivas, Susana Cori, Isabel Coral, Cecilia Pacheco, Jo Marie Burt, Rolando Ames, Iris Jave, Cecilia Méndez, Javier Torres, y funcionarios de la Comisión Multisectorial de Alto Nivel (CMAN) y del Consejo de Reparaciones en Lima y en Ayacucho. Una mención especial siempre tendrá la querida Pilar Coll, con quien conversamos en varias oportunidades sobre el Consejo de Reparaciones y la idea de reparar al otro. Lici Ramírez, Karen Bernedo, Mauricio Delgado y Teodoro Ramírez han sido importantes para mirar la reproducción de los casos en repertorios y plataformas artísticas de las historias recogidas en el texto. El Grupo Memoria, espacio creado por Carlos Iván Degregori y dirigido por María Eugenia con Ponciano del Pino, que funcionó en el local de la calle Arnaldo Márquez del Instituto de Estudios Peruanos, fue el primer lugar en el cual María Eugenia y Vera Lucía compartieron las ideas iniciales de este estudio. Las discusiones que sostuvimos durante dos años, en los cuales nos reunimos dos veces al mes con Ricardo Caro, Gabriel Salazar Borja, José Carlos Agüero, Tamia Portugal, Rosa Vera, Carolina Garay, Sebastián Muñoz Nájar, Iván Ramírez y quienes nos acompañaron con sus textos y debates, nutren mucho este libro.

Si bien Carlos Iván Degregori no alcanzó a revisar las versiones iniciales de este estudio, sí conversó con María Eugenia sobre lo importante que era trabajar en esta región de Ayacucho para conocer el papel de los colegios en la guerra y sus enormes secuelas en la vida de las personas. Mientras tomaban un helado en la avenida Arequipa conversaron largamente sobre Lucanamarca y la manera como el caso quedó grabado en su corazón de manera tan marcada. Años después, revisando su archivo personal, encontramos algunas de esas entrevistas que nos comentó aquella tarde. Agradecemos especialmente a Dynnik Asencios por ayudarnos a localizar este material.

Una versión inicial del manuscrito fue leída y comentada en el Congreso de LASA de 2016 por Carmen Ilizarbe y Olga González en un taller titulado Reparando ciudadanías, que era el nombre original del proyecto. La discusión del taller ha sido muy importante para la forma y contenido de este libro. Aprovechamos la ceremonia de doctor honoris causa de Steve Stern en la PUCP en Lima para «robarle» tiempo y sentarnos a trabajar con él. Su minuciosidad y sus profundos comentarios nos llevaron a replantearnos aspectos históricos fundamentales en nuestro estudio.

Finalmente, Patricia Oliart nos abrió las puertas de su casa para conversar largas horas sobre temas que atraviesan este libro. La estadía en la biblioteca de Newcastle fue importante para cerrar parte de la escritura de este libro. Aquí un agradecimiento especial al Proyecto Cultural Narratives and Crisis of Renewal que codirigieron Jorge Catala y Patricia Oliart. En el caso de Ximena, los tres años de escritura de este libro coincidieron con sus estudios doctorales en NYU, donde contó con el apoyo constante de Thomas Abercrombie, Faye Ginsburg y Bambi Schieffelin (que le dieron el tiempo y la comodidad para terminar este proyecto). Anna Weinreich, Melissa Lefkowitz y Laura Murray la acompañaron en cada día de este proceso y, aunque trabajan en lugares muy distintos del mundo, siempre recibieron con interés y atención las interminables referencias a Huanca Sancos en las conversaciones con Ximena. Los meses de revisión final del manuscrito coincidieron con una larga estadía de Ximena en Puno, y es allí donde encontró también el tiempo y la tranquilidad para culminar este proyecto. Gracias a Genny Juño y toda la familia Kusillos, así como al grupo puneño Pluralidades, encabezado por Anita Pino Jordán, por construir espacios de reflexión y debate en el Altiplano.

Este estudio no hubiese sido posible sin los distintos apoyos económicos recibidos a lo largo de estos años. La beca Violencias, seguridad y construcción de ciudadanía en América Latina y el Caribe –Programa de Becas CLACSO-ASDI para investigadoresde América Latina y el Caribe 2009-2012— fue importante para el primer momento del proyecto y el trabajo de campo que se hizo en Lucanamarca entre 2011 y 2013. En 2013 recibimos apoyo de la Dirección de Gestión de la Investigación del Vicerrectorado de Investigación de la PUCP para desarrollar este libro. En distintos momentos entre 2013 y 2016 hemos recibido fondos de investigación y hemos participado en proyectos de investigación a través de la Dirección de Responsabilidad Social, Instituto de Democracia y Derechos Humanos, y el Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. El pequeño fondo del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP ha sido fundamental para volver en 2016 a recoger más fotografías y terminar con las reseñas que nos faltaban de algunas de las imágenes recogidas en años anteriores.

Un agradecimiento especial también a Mónica Calderón, directora de la Biblioteca de Ciencias Sociales de la PUCP por siempre apoyarnos en nuestras búsquedas bibliográficas.

Partes de este libro han sido publicadas en artículos y capítulos de libros que se indicarán en el camino de la lectura. Aprovechamos también para agradecer los comentarios a los lectores anónimos y a quienes publicamos y nos dieron valiosos comentarios a los textos, como Valérie Robin, Gisela Cánepa Koch, Ingrid Kummels, Ludwig Huber, Arnim Langer y Graham Gordon. La lectura final —que le da sentido y estructura a este texto— la realizó el siempre apreciado Félix Reátegui; a él, un agradecimiento particular.

Un lugar especial en este largo camino lo guardan nuestros y nuestras estudiantes, con quienes fuimos a Lucanamarca (2011) y Sacsamarca (2014) como parte del curso Práctica de Campo de la especialidad de Antropología: Mario Cépeda, Ximena Flores, Leonor Lamas, Leonie Kling, Adriana Verán, Paulo Temoche, Paola Porcel, Marcos López, Thor Durand, José Enrique Solano, Roxana Gastelú, Fabio Miranda, Betto Castro, Katy Qqueccaño y Paola Huaco.

Este es un libro escrito para los pobladores de Santiago deLucanamarca, Sancos, Sacsamarca, Carapo en Huanca Sancos ypara las nuevas generaciones que vendrán, como Fernanda.

Siglas y acrónimos

Anfasep

Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú

Aprodeh

Asociación Pro Derechos Humanos

ARA

Archivo Regional de Ayacucho

ARA-P

Archivo Regional de Ayacucho Sección Prefectura

CMAN

Comisión Multisectorial de Alto Nivel

Cofopri

Archivo del Organismo de Formalización de la Propiedad Informal - Ayacucho

Comisedh

Comisión de Derechos Humanos

Coravip

Coordinadora Regional de Afectados por la Violencia Política de Ayacucho

CR

Consejo de Reparaciones

CVR

Comisión de la Verdad y Reconciliación

Foncodes

Fondo de Cooperación para el Desarrollo Social

ICTJ

International Center for Transitional Justice

ILA

Inicio de la Lucha Armada

Infes

Instituto Nacional en Infraestructura Educativa y de Salud

Midis

Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social

Movadef

Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales

PAR

Programa de Apoyo al Repoblamiento

PCP-SL

Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso

PES

Programa de Emergencia Social

PIR

Plan Integral de Reparaciones

PNAH

Programa Nacional de Atención a los Huérfanos de la Violencia

Prodev

Proyecto de Apoyo a la Repoblación: Desplazados por la Violencia

Profines

Proyecto Focalizado de Inversión Económica y Social

Pronaa

Programa Nacional de Asistencia Alimentaria

RUV

Registro Único de Víctimas

SP VF

Subprefectura Víctor Fajardo

ZAC

Zonas de Acción Concertadas

Cronología básica

1963

Fundación del colegio secundario Los Andes

1979

Llegada de Juan López Liceras a Huanca Sancos

19 de noviembre de 1982

Primer asesinato en la zona: Alejandro Marquina en Huanca Sancos

1982-1983

Arrasamientos

15 y 16 de febrero de 1983

Rebelión en Sacsamarca

20 de febrero de 1983

Rebelión en Sancos y perdón a los liberados

22 de marzo de 1983

Rebelión en Lucanamarca

3 de abril de 1983

Represalias en Lucanamarca/ Matanza de Lucanamarca

21 de mayo de 1983

Batalla de Sacsamarca

23 y 24 de junio de 1984

Represalias en Sancos/ Matanza de Sancos

20 de setiembre de 1984

Creación de la provincia de Huanca Sancos

18 de julio de 1992

Emboscada senderista a autoridades de Sancos en Huachuaccasa

2001-2003

Comisión de la Verdad y Reconciliación

2002

Exhumación de restos caso Lucanamarca y ceremonia de entierro

Julio de 2011

Primera lista de Reparaciones que incluyó a tres personas de Lucanamarca

«Todo se propala en un pueblo chico».

Jorge Luis Borges, Funes el memorioso

IntroducciónResituando metáforas

Una metáfora es la traslación del sentido directo de una frase o palabra por una de sentido figurado. Muchas veces, la historia de las comunidades se ha construido sobre la base de ideas prefiguradas, que, como grandes metáforas, construyen aquello que describe Castoriadis (1997) como imaginario social instituyente. Las ideas prefiguran grandes discursos y representaciones de otras personas, otros lugares. Las metáforas, como el lenguaje, no quedan en el plano representacional solamente, sino que pasan a dar forma a la manera como se percibe y configura la historia de muchas comunidades andinas. Este libro regresa a un tema fundamental y clásico en las ciencias sociales peruanas: las relaciones entre el Estado y sus poblaciones campesinas e indígenas después del periodo más sangriento de nuestra historia republicana. ¿Cómo el Estado constituye a sus sujetos? ¿Cómo los sujetos constituyen al Estado?

La mirada será desde un análisis minucioso etnográfico e histórico detenido en el diseño e implementación de una política social, el Plan Integral de Reparaciones (PIR). Desde aquí el Estado clasificará, nombrará, designará y focalizará a su población; sin embargo, ¿cómo funciona este programa y cómo perciben las personas su accionar? Esta no es cualquier política pública. Su objetivo primordial siempre fue la restitución de la ciudadanía, la dignificación del ciudadano. Su origen en el Perú se remonta al trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (2003), un mecanismo instalado desde el seno del Estado para la búsqueda oficial de la verdad entre 1980 y 2000. Aquí es donde nos detendremos para mirar al Estado, el cual, viniendo de una larga tradición vinculada con el desarrollo y el progreso, a partir de la década de 1990 se encuentra con un sistema político y económico diferente, que limitará su accionar frente al mercado.

Siguiendo a Tilly (2006), queremos pensar en esta estructura estatal que emerge y se construye en la guerra. Parece que la guerra y el Estado se miran mutuamente —al igual que el capitalismo y el Estado—, pero este entrecruzamiento está poblado de sujetos, subjetividades e historias. Este es el nudo de nuestro libro, que nos invita a preguntarnos por la historia reciente, sobre la manera como el Estado organiza y rebautiza a un grupo de su población como víctimas, sobre la condición de ser y sentirse víctima frente al Estado, su comunidad y la colectividad. Los nombres no caen en el vacío. Las personas se apropian y hacen uso de estas categorías para enfrentarse a un Estado que tiende a olvidarlas. Al indagar sobre estas subjetividades, nos encontraremos con una serie de metáforas arraigadas históricamente para describir la relación del Estado con sus poblaciones: ideas como «la lejanía», «comunidades alejadas», «el aislamiento», «el Perú profundo» o «los campesinos entre dos fuegos». Muchas veces, estas ideas son construidas o han sido edificadas desde la academia, desde las altas estructuras del Estado o lo que se conoce como ese Perú oficial. Estas metáforas son contenciosas: las personas las usan al mismo tiempo que las discuten, y cual telón de fondo, estas metáforas serán discutidas en las siguientes páginas a la par que daremos cuenta de las estrechas pulsiones de estos pobladores con el Estado.

Lucanamarca y Huanca Sancos

Para cuando llegamos a Lucanamarca, las imágenes de este lugar ya habían recorrido el mundo entero y se habían convertido en una memoria emblemática de todo un conflicto. Imágenes de noticieros, titulares, documentales y obras de arte reproducían en diferentes formatos y repertorios lo sucedido el 3 de abril de 1983 y el posterior desfile de ataúdes blancos por las laderas del pueblo en 2002.

Uno de los aspectos que más llamó nuestra atención cuando llegamos a Lucanamarca por primera vez fue la sensación de encontrarnos con un poblado apenas habitado. Parecía desierto. Sentadas en la pequeña plaza, recordamos las imágenes de la ceremonia de entierro luego de la exhumación de cuerpos en 2002 y la larga caminata con los ataúdes desde la plaza hasta el cementerio, que debió ser escalofriante.

¿Cómo un espacio tan pequeño pudo cobijar tanto muerto? ¿Cómo se sintieron sus familiares? ¿Cuán duro fue el momento en el que estas muertes ocurrieron, en 1983? Las expresiones tan comunes de «baño de sangre», horror y espanto no dejaban de retumbar en nosotras. Con estas preguntas nació esta investigación, a la par que inquiríamos por la historia por aquella reflexión antropológica que nos lleva a pensar sobre la manera cómo ese otro emerge y aparece representado en su historia, por cómo esa historia da cuenta (o no) de lo sucedido, y cómo esa historia nacional se construye como un espejo que mira y configura históricamente a ese otro (Said, 1996).

Sin embargo, esta no es la «Historia» con H mayúscula, sino una pequeña-gran historia construida a partir de relatos, memorias y sentimientos de los pobladores de la provincia de Huanca Sancos y de los distritos de Lucanamarca y Sancos. La memoria nos ayuda para pensar la etnografía como técnica de investigación; las imágenes, además de proveer contenido visual, también gatillan otros sentidos. Desde aquí miramos las relaciones tensas, largas y rizomáticas que los pobladores de Lucanamarca y Sancos establecieron con el Estado, y las maneras como este se puso de manifiesto.

Lucanamarca y Sancos son localidades ubicadas en la zona sur central de Ayacucho, que forman parte de la provincia de Huanca Sancos. Son comunidades de altura: en promedio, miden desde 3400 msnm hasta las altas punas (arriba de los 4000 msnm), con grandes pastizales esencialmente dedicados al comercio del ganado. Su larga historia colonial las describe como organizadas en ayllus, con tenencias de tierra comunales y con una movilidad constante en toda esa zona del sur de Ayacucho.

Con el pasar de los días, la sensación de Lucanamarca como pueblo vacío dejó de tener sentido. Lo que sucede es que la población de esta zona va y viene, pues hay distintas rutas e interconexiones con la capital de la región, con el sur de Ayacucho y con la costa. Steve Stern (1993) nos contaba los relatos de viajeros y la combinación de apellidos que describen Huanca Sancos como una región pujante enclavada en los Andes con una articulación dinámica de larga duración con otras regiones.

En Lucanamarca, el bus-camión, comúnmente conocido como el mixto propiedad del señor Carbajal hacía su ruta entre Lucanamarca, Sancos e Ica, la misma ruta que hoy realizan las camionetas y combis, y que también las lleva en la otra dirección hacia Ayacucho. En Sancos, la situación no era diferente.

Las historias relacionadas con estas rutas recorren la vida de los pobladores de la provincia de Huanca Sancos. Son una imagen recurrente en sus álbumes fotográficos, las cuales comenzamos a usar como foto-elicitación una vez que conocimos que ahí vivieron dos grandes fotógrafos: Mariano Alarcón y Nicasio Ancasi. Cuando exhibimos las fotografías en Sancos en 2014 y 2016, emergieron esos otros relatos que parecían congelados en el tiempo.

Cuando doña Eva ingresó a la habitación donde estaba su esposo, don Fermín, les mostraba a Miguel y a Ximena la fotografía del mixto y el Volvo de Sancos. Ella exclamó: «Él es Pancho Yarma, el primero», y nos brindó los nombres y apellidos de todos los que aparecen en esta fotografía que muestra con orgullo el transporte de la comunidad. Pero hubo un momento en que se detuvo.

Figura 1. Mapa de la provincia de Huanca Sancos

Fuentes: MINAM, INEI, ING y USGS. Elaboración de Tarik Tavera Medina.

Miguel: Luego, ¿el que sigue con chompa beige? Eva: Él es el presidente.Fermín: Él es el presidente de la directiva comunal de la comunidad campesina de Sancos, César Molina Alarcón.

Ahí se detuvo. Silencio.

Figura 2. Fotografía del mixto y el Volvo de la colección personal de don Fermín

Fuente: Colección personal de Jesús Alfaro.

Una de las acciones recurrentes de Sendero Luminoso contra las poblaciones de Lucanamarca y Sancos fue precisamente la quema del mixto y el Volvo. Don Fermín no recuerda con exactitud cuándo ocurrió por primera vez1, pero sí recuerda el lugar: Tajra. En Tajra ocurrieron muchas emboscadas en la ruta Ica-Huanca Sancos.

Don Fermín cuenta que, poco antes, habían elegido a nuevos miembros de la directiva comunal. El presidente de la directiva comunal llegó con el Volvo, pero con otro chofer, cuando los emboscaron en Tajra. Eran más de doscientas personas, porque volvían no solo en el Volvo, sino en varios mixtos, incluyendo el de Carbajal de Lucanamarca. Los hicieron bajar y quemaron el Volvo. Este había sido comprado por la comunidad campesina de Sancos para trasladar materiales a la localidad. Les rogaron que los dejasen bajar sus materiales y que no se llevaran al chofer. Dejaron al chofer, pero se llevaron el Volvo con todo el material adquirido y lo quemaron cerca de Pedregal. Al siguiente año, quemaron el mixto, y al poco tiempo asesinaron al presidente de la directiva comunal César Molina. Fueron años duros: atentados, robos y muertes comenzaron a sucederse unos tras otros.

Desde 1980, el Perú atravesó por un periodo de violencia intenso que duró aproximadamente hasta mediados de la década de 1990 (al menos para esta región). El líder del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL) fue capturado en setiembre de 1992, pero esto no significó la paz. En lugares como Sancos, la base militar permaneció un tiempo más. En mayo de 1980, el Perú regresó a la democracia luego de doce años de dictadura militar. El día de las elecciones, sucedió un hecho que marcaría el inicio de la lucha armada (ILA) por el PCP-SL. Seguidores del marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo quemaron un ánfora en la localidad de Chuschi, a unas horas de Sancos, lo cual declaró la guerra al Estado peruano.

Como señala el Informe final de la CVR (2003), la violencia no afectó a todos por igual (no todos los muertos son lo mismo). En el periodo de duración (desde el ILA en mayo de 1980 hasta la captura de su líder en setiembre de 1992), tampoco se padeció del mismo modo, ya que tuvo picos y momentos más álgidos. Localidades como Lucanamarca o Sancos tuvieron sus propios ciclos y auges de violencia, que no necesariamente coincidieron con los del resto del Perú.

En todos los años de estudio en la región entre 2011 y 2019, fue recién en 2016 cuando nos contaron sobre el asesinato de César Molina.

En la conversación con doña Eva y don Fermín, Ximena intervino y señaló con pesar: «Entonces, al señor César Molina lo matan en el mixto». Le respondieron: «Sí».

Al señor César lo asesinaron cuando venía en el mixto, en Tajra, donde también quemaron el mixto. En el mismo atentado, asesinaron a un chofer de Querobamba. Ahí mismo habían quemado también un volquete de otra localidad. Don Fermín era el administrador de la comunidad y era muy amigo de don César. Cuando fueron autoridad en el mismo periodo, se repartían las tareas y las funciones. Don Fermín contaba cómo don César quería obligarlo a que fuese con él en el mixto, pero él decidió regresar en el Volvo, pues tenía que cuidar la mercadería que habían adquirido para la comunidad. Los carros salían todos los días jueves de Ica. Él se adelantó trayendo la mercadería. La noche de ese miércoles, cuando don Fermín viajaba a Sancos, cayó una nevada y apenas logró pasar. La mercadería había salido a su nombre. Antes de que saliera don Fermín, don César ya estaba sentado con su maletincito en el Volvo y se tuvo que bajar. Se quedó en la puerta del hotel medio triste. Esa fue la última vez que don Fermín lo vio. Fue un 16 de diciembre cuando lo asesinaron. Días después, el mismo don Fermín tuvo que ir a Tajra a buscar el cadáver de su amigo.

Los pasajeros que venían con don César en el mixto llegaron en otro carro. Asustados, contaron que habían quemado el camión, pero que los habían soltado y por eso regresaron en otra movilidad. Las noticias informaban que habían asesinado al presidente de la comunidad. El vicepresidente de la comunidad requería voluntarios para buscar el cuerpo, pero nadie quería ir. Don Fermín señalaba lo siguiente:

Fui solito con el Ejército. El único con el Batallón. Eran quince soldados. Entonces, allí llegamos y empezamos a buscar. Encontramos ponchito en la carretera. Habían traído por la carretera. Después lo habían llevado por abajo. Al pobre ya le habían comido el perro del cuello; los ojos ya lo habían sacado. Me dio miedo. Cuando recuerdo triste es. A él le habían sacado los ojos; cuando lo sentamos se colgó los ojos y todo el cuero cabelludo ya lo habían sacado. Hueso ya estaba su cabeza. Sí, así huérfano dejó a varias hijas. Aquí están como dos. Su esposa también está acá, vive. Triste es.

El Informe final de la CVR (2003) describe un perfil de víctima fatal: varón, quechuahablante o con lengua materna distinta del castellano, procedente sea de la sierra sur-central o de la región central del país (que fueron los departamentos que más padecieron la violencia). En una investigación reciente sobre las cifras que presenta la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas del Ministerio de Justicia sobre los casos de desaparición forzada durante estos años, encuentran que los familiares muchas veces se vieron en la necesidad de tomar decisiones sobre a quién buscar cuando tuvieron varios parientes fallecidos o desaparecidos. Muchas veces se inclinaron por buscar a los varones proveedores. Los resultados que comienzan a aparecer pueden complejizar el perfil de víctima presentado por la CVR e introducir nuevas variables: mujeres, niños y adultos mayores cuya desaparición no necesariamente fue denunciada (Ulfe & Romio, 2021)2.

La víctima principalmente tenía un rostro indígena y pobre. Muchas autoridades también fueron asesinadas por Sendero Luminoso o por miembros de las Fuerzas Armadas. En la celebración de los treinta años de la conmemoración de la masacre ocurrida el 3 de abril de 1983 en Santiago de Lucanamarca, el discurso del presidente de la comunidad incidió precisamente en cómo se habían quedado sin autoridades. La conmemoración de los treinta años le sirvió de plataforma para recordar todos los asesinatos ocurridos en Lucanamarca, y con especial atención mencionó los sucesos de 1984, cuando desaparecieron tres autoridades de la localidad en Cangallo y la comunidad se quedó waqcha (huérfana, sola, sin nadie que los dirija y vele por su bienestar e intereses).

Pero las autoridades también negociaron sus vidas. En otra ocasión, don Fermín contaba cómo, volviendo de Ica en el Volvo, de nuevo en Tajra, los detuvieron. Era un senderista con arma. César Molina le dijo: «Yo soy presidente de la comunidad, déjenos pasar». El senderista le pidió su reloj (un Citizen de oro). Cuando regresaron a Sancos, César dijo en asamblea comunal: «¿Saben qué? Yo no voy a perder mi reloj, así que tienen que darme un torito de la comunidad». Así, en una reunión, le cedieron un torete pequeño a él a cuenta de ese reloj. Dicen por ahí que alguien de la comunidad afirmó que los senderistas se enteraron de esta transacción, lo cual habría ocasionado el asesinato de don César semanas después.

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Como mencionamos líneas arriba, si bien este libro mira al Estado y un momento de la historia, lo hace a partir de presentar y comprender la condición de ser y sentirse víctima en el Perú contemporáneo. La condición se puede alterar: no define esencialmente a una persona. En este sentido, la condición es construida social e históricamente, y contribuye a identidades fluidas. Queremos mostrar cómo esa condición de ser y sentirse víctima se construye y cómo las personas se empapan en esta condición para edificar una identidad impregnada de sus propios repertorios culturales. La noción de «ser» está vinculada con la condición. Somos seres temporales, históricos. Las personas se convierten o han sido convertidas en estas formas particulares de ser.

Pero aquí no queda este estudio. Las imágenes fotográficas recogidas, sobre todo en los últimos años de trabajo de campo, no solo sirven como fuente documental, sino que contienen los propios «fantasmas» (ghostly matters of things) y «hechizos» (haunting) del pasado en la manera como estructuran y desenvuelven las tramas del presente. Las relaciones que se entretejen entre las imágenes y su cualidad de hechizo no son implícitas (Gordon, 2008, p. 102). A menudo, la cualidad verosímil de la imagen como documento o evidencia parece convencernos de lo que en apariencia ya «sabemos» cuando la vemos, pero también hay otra dimensión, ya que, cuando emerge en una discusión, permite acercarnos a lo que sospechamos y hacernos dudar de las cosas. En este sentido, las imágenes han sido vitales para ayudarnos a comprender ese «pasado oprimido» (oppressed past), como señala Gordon, y que aquí también usamos en referencia a la estrofa del Himno Nacional peruano. Este «pasado oprimido» —y opresor, porque ha atrapado a las personas en su dolor— no es lineal, tampoco secuencial, menos autónomo o alternativo. Es simplemente aquello que da cuenta de la violencia, que organiza aquello que el dolor y la guerra reprimió, y que, con el pasar del tiempo toma forma, ya que se mantiene vivo (2008, p. 65).

La condición de «ser» víctima no convierte a los sujetos en ciudadanos. Hay una tensión grande entre ser víctima y ser ciudadano. El Estado parece trabajar contra la posibilidad de construir ciudadanía. Las reparaciones, en su idea primigenia, significaron una forma de resarcir, restituir derechos, reparar; sin embargo, por la manera como estas se aplicaron, veremos más bien, en muchos casos, la reducción de la persona a la condición de una víctima, pero no la constitución de un sujeto que tiene derechos, que los reclama, los exige y pide que se le reconozcan esos merecimientos. Además, siempre se será un ciudadano que arrastra consigo un denso pasado, que, como sugiere Sanford (2003), se convierte en un filtro a través del cual construirá su presente. Lo que sí es importante subrayar es que, desde la condición de víctima que veremos, como bien señala Das (2007), se edifica la agencia y se desarrollan otras formas de relacionamiento con el Estado.

Das se pregunta cómo recoger las piezas y vivir en ese mismo lugar devastado (2007, p. 6). Con esta pregunta, emprende un estudio antropológico sobre la vida de las mujeres luego de la Partición de India y Pakistán en 1947 y el asesinato de Indira Gandhi en 1984. Partiendo de los historiadores poscoloniales de la India, la autora propone una discusión sobre estos eventos, no como hechos aislados en la historia de India, sino como hechos que ocuparán las memorias colectivas y se manifestarán en la vida cotidiana, especialmente en la vida diaria de quienes más padecieron sus consecuencias (las mujeres, sobre todo las musulmanas).

Siguiendo a la antropóloga Marilyn Strathern (2004), Das se centra en el universo de relaciones sociales como un tema de investigación en sí mismo. Las relaciones abstractas y concretas entre las personas configuran preguntas sobre la escala y la complejidad (2007, p. 3). ¿Cómo en un lugar tan pequeño como Huanca Sancos o Lucanamarca se puede llegar a tanta densidad? Las relaciones sociales nos ubican en el mundo, nos constituyen como sujetos. A partir de este corpus teórico, Das propone que los límites de la constitución de un sujeto (siguiendo a Wittgenstein) nunca son cerrados, pues se incorporan (se expresan a través de sus cuerpos) en ese universo de relaciones que tejen y que tienen particular significación en los mundos cotidianos.

Así, la autora se pregunta sobre la naturaleza de la constitución de estos sujetos. Toma de Wittgenstein sus nociones sobre el lenguaje y el poder de la voz, una voz que no necesariamente es la hablada, sino que puede ocupar y usar distintas maneras corporales para expresarse cotidianamente. Son esos mundos y experiencias de luchas y aproximaciones diarias los que nos interesan en este libro. No es la agencia heroica de los hechos grandilocuentes, sino la de las decisiones cotidianas, del mundo de los cuidados y sus silencios, de las conversaciones y de las experiencias con el Estado. En ese nudo, en este libro, estudiamos la constitución del sujeto víctima. Es el dolor traumático inscrito en sus cuerpos el que no los abandona. Siguiendo a Das, nosotras asumimos que desde ahí la agencia se manifiesta en el simple hecho de sobrevivir.

A esa dimensión de «ser víctima» agregamos «sentirse», ya que guarda estrecha relación con las formas como nos identificamos los sujetos sociales. Hay muchas diferentes formas de sentirse. Esta es una dimensión distinta de la manera como se actúa, pero no explica el completo de su identidad, tampoco la condición ni el ser. El identificarse es mucho más íntimo y va más allá de lo que un vocablo tan usado como «identidad» evoca.

Brubacker y Cooper (2000) proponen romper con los modelos que asocian ideas de adscripción a la etnicidad como si se tratase de modelos fijos. Invitan a pensar en la categoría de identificación como un proceso que recoge la voluntad del sujeto de tomar decisiones sobre su condición étnica y sus afiliaciones de pertenencia y diferencia. Además, el contexto actual del Estado peruano permite observar en su discurso multicultural neoliberal cómo ciertas identidades étnicas emergen como más válidas frente a otras. A esto, Callirgos (2019) denomina el mandato etnonormativo que permite caracterizar y concebir identidades étnicas para el caso peruano, lo que invisibiliza las que no calzan en el discurso.

Juntamos la idea de «ser» y «sentirse» con una mirada del Estado que es concebido a partir de los sujetos y las instituciones. En Sancos y en Lucanamarca, antes del periodo de violencia, había un Estado local que la población del lugar hizo funcionar a su manera. Este Estado les fue usurpado por Sendero Luminoso y su violencia demencial, y fue capturado por la lógica represora y redistributiva del propio Estado peruano. ¿Qué ha dejado el Estado neoliberal que llegó después?

En este sentido, desarrollamos la investigación siguiendo los postulados de una antropología del Estado. Partimos, como mencionamos anteriormente, del estudio de las instituciones y los sujetos que las edifican, utilizan y reconstruyen. La investigación parte de experiencias y diálogos intensos con personas específicas. Son sus relatos los que alimentan esta investigación y que se insertan y nos ayudan a presentar un proceso que va desde las primeras definiciones del término «víctima» a la construcción de una condición e identificación en el Plan Integral de Reparaciones (PIR), con varios programas, y la reapropiación de la misma categoría por los actores sociales implicados.

La condición de «ser» y «sentirse» víctima se convirtió en la idea, la metáfora y el tema que recorre esta etnografía multilocal. Las referencias y conversaciones que alimentan este estudio se hicieron principalmente en Lucanamarca, Sancos, Ayacucho y Lima (y en muchos hogares, plazas y oficinas de estas localidades). Se trata de un estudio de largo aliento cuya realización ha tenido distintos momentos: comenzamos en Lucanamarca en 2011, pasamos a Sancos en 2013, hicimos un corto trabajo de campo en Sacsamarca en 2014, y entre 2014 y 2019 completamos el estudio en Lima y Ayacucho. El trabajo de campo consistió, principalmente, en una profunda revisión de archivos locales y comunales, observación y participación, entrevistas y foto elicitación. En 2016 y 2017, parte de este estudio se completó con una investigación sobre colecciones fotográficas personales en Sancos que nos presentaron, a través de imágenes e historias, a muchos que ya no están. Estas fotografías configuran un archivo visual que hemos dejado en el municipio de Huanca Sancos3 y que sirve para construir sus pequeñas historias en un relato más amplio y propio. Entre 2018 y 2019, acudimos con miras a la realización de un documental que se centra en una historia de vida puntual en Sancos.

Mucho de este trabajo de campo fue conducido en castellano, ya que es el idioma dominante en la región, pero hay una diferencia en el uso del castellano y del quechua de acuerdo con el género y la clase social. En quechua fueron realizadas entrevistas y conversaciones con mujeres adultas mayores y con los pastores. Si bien a lo largo de la investigación hicimos un esfuerzo en recoger la mayor diversidad de experiencias vinculadas con las reparaciones, las voces dominantes siempre fueron las de la élite local. Este ya era un problema que habíamos notado con los testimonios recogidos por la CVR y se convirtió en un reto de nuestra etnografía ir más allá de esos círculos. Las fotografías y el tiempo de trabajo de campo ayudaron a construir una imagen más diversa.

El contexto de posguerra dibuja un panorama complejo en el que las políticas públicas definirán nuevas identidades y formas asociativas de ciudadanías colectivas, como las asociaciones de víctimas entremezcladas con ideales de desarrollo, progreso y reconocimiento. Estas consecuencias directas de la aplicación de programas nacen de lo que se conoce en el contexto internacional como «políticas de justicia transicional», es decir, políticas que se implementan en Estados de posguerra que han sufrido las consecuencias de la violencia interna. En el caso peruano, la posguerra se desarrolló en un contexto de autoritarismo político y resurgimiento económico. La represión y leyes antiterroristas más severas ocurrieron en la década de 1990. Al mismo tiempo que el país abría su economía al mundo, vendía sus empresas públicas a capitales privados para garantizar el libre mercado. La posguerra sucedió en algunos lugares, como Ayacucho, a través de programas sociales que reconstruyeron infraestructura, llevaron alimentos y fomentaron el retorno de los migrantes y desplazados a sus lugares de origen.

La posguerra no se entendió como el momento propicio para generar una institucionalidad democrática que garantizara la equidad y la autonomía. Las demandas por verdad y justicia siguieron apareciendo sin mayores bríos, hasta que, en 2000, apareció la posibilidad de crear una Comisión de la Verdad con la salida del corrupto expresidente Alberto Fujimori. Así, entre 2001 y 2003, el Perú tuvo una Comisión de la Verdad a la que se añadió el mandato de la Reconciliación. En ese marco, se formula por primera vez el contar con un PIR para las víctimas del conflicto armado interno.

El PIR y las expectativas construidas alrededor de este constituyen uno de los elementos más notorios de esas búsquedas. En medio de este contexto, a pesar de la inconmensurabilidad del dolor del pasado y de los muchos problemas que hubo acerca de definir a un sujeto víctima que sería a su vez sujeto de reparaciones, estas aparecen como la señal más aprehensible de avance frente a las conclusiones y recomendaciones dejadas por la CVR.

Sin embargo, no todas las personas que han tenido o padecido alguna consecuencia directa del conflicto se han inscrito en el Registro Único de Víctimas (RUV) para resultar en potenciales beneficiarios de los programas del PIR. Todos los inscritos tampoco han recibido alguna forma de compensación. Antes de pasar a presentar el PIR y las estructuras del Estado que la acompañan, es necesario detenernos brevemente en la historia del lugar.

Huanca Sancos y Lucanamarca, 1979

La historia de violencia en la provincia de Huanca Sancos comenzó a finales de 1970, con el arribo de profesores provenientes de otras provincias de Ayacucho y de Lima. Es en Sendero LuminosoLos hondos y mortales desencuentros que Degregori (1985b) describió el proceso de descampesinización iniciado con las primeras olas de migración del campo a la ciudad en la primera mitad del siglo XX y los desencuentros que tienen los jóvenes provincianos, sus expectativas y el mundo de sus padres. Esto mismo lo encontramos entre quienes eran jóvenes provincianos educados fuera de Huanca Sancos, y que es explicado en esta entrevista a un antiguo profesor, quien dice: «Ellos ya querían mandar a los padres diciendo que “ahora ya las cosas están cambiando, así que nosotros no vamos a estar sujetos a ustedes”»4.

El colegio secundario Los Andes, el único de la zona, se había convertido en una plaza interesante que articulaba a alumnos de diferentes comunidades —especialmente Lucanamarca y Sacsamarca—, en una ciudad pujante económica y políticamente. La llegada de los nuevos profesores fue percibida con buenos ojos por los pobladores de la localidad: era un símbolo de estatus. Parecía que finalmente estaban cambiando las cosas para bien y que Sancos dejaría de ser el «lugar de castigo» donde se enviaba a profesores o policías cuando habían cometido algún error en su trabajo. Los notables locales conducían los trámites necesarios para hacer de Huanca Sancos una provincia independiente. Hasta ese entonces, Sancos, junto con Lucanamarca, Sacsamarca y Carapo, pertenecía a la provincia de Víctor Fajardo. Las tiendas prosperaron y la granja comunal tenía más ganado que cualquier hacendado de la zona.

Sin embargo, quizás esta prosperidad y su carácter de zona en transición atrajeron a jóvenes discípulos de Abimael Guzmán. No es en vano la interpretación de Degregori (1985b y 1990) para explicar el surgimiento de Sendero Luminoso y detenerse a mirar dos grandes fracturas. La primera describe las fracturas territoriales de Ayacucho y las grandes brechas de distancia entre la capital y el resto de la región: era más fácil ir por el sur de Ayacucho a Ica antes que a Huamanga. La segunda gran fractura describe un problema estructural, que es la distancia que separará a jóvenes que no se reconocerán como parte del mundo de sus padres y que tampoco se hallarán en la ciudad (un cuerpo humano que no encontraba espacio ni lugar en un país que tampoco le ofrecía mayores posibilidades para sus vidas).

Como hemos visto en la cita anterior, los jóvenes discrepaban con sus padres. A la par, creció la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y una élite intelectual que comenzaba a tener prestigio y poder. Mientras tanto, estos jóvenes abrazaban los procesos de descampesinización y se trasladaban a las ciudades a estudiar (principalmente): se empezaba a formar una élite mestiza y provinciana que no necesariamente encajaba con las formas de pensar de sus padres. Esos cambios estructurales fueron dramáticos en algunas zonas de Ayacucho, como veremos en las páginas que siguen.

En Sancos y en Lucanamarca, desde 1979, se comenzaron a dictar clases extracurriculares de «escuela popular». Para 1980, estas se habían convertido en parte importante de la malla curricular del colegio Los Andes de Huanca Sancos. Juan López Liceras, también conocido como «camarada Víctor», era profesor de matemáticas en Los Andes; sin embargo, cuando entrevistamos a sus exalumnos, nos contaron que jamás les enseñó matemáticas. Comenzó la adoctrinación de los adolescentes y jóvenes sanquinos con textos de Mao Tse Tung y pronto pasó a darles clases prácticas preparándolos para la guerra popular. Don Antonio, por ejemplo, aprendió a armar y desarmar una carabina en sus clases de matemática.

Hacia fines de 1982, Sendero Luminoso logró desarticular las funciones de las autoridades locales y tomó control total de la zona, con López Liceras y otros profesores de Los Andes a la cabeza. La mayoría del cuerpo senderista en Sancos estuvo conformada por alumnos de secundaria entre trece y dieciocho años. Cuando los senderistas reemplazaron a las autoridades locales, muchos sanquinos adultos se vieron obligados a colaborar con Sendero y don Antonio no fue la excepción. Él había acabado el colegio unos años antes y López Liceras había sido el tutor de su promoción. Cuando López Liceras nombró a don Antonio como «jefe de cuadra», él no se atrevió a negarse. Además, al principio, antes del primer asesinato, muchos sanquinos como lucanamarquinos habían tenido sentimientos cálidos con respecto a Sendero: sus historias de guerra popular no parecían muy realistas en el día a día (y, por lo tanto, no provocaban miedo), mientras que sus denuncias de las desigualdades y abusos de los poderosos en la provincia tenían mucho de cierto. Los